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CABALLOS FÓSILES DE A M É R I C A D E L S U R

Una Historia de tres millones de años

María Teresa ALBERDI y José Luis PRADO. – 1ª ed.– Buenos A i r e s :


Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, 2004
I N C U A PA serie monográfica, 3

Impreso en A rg e n t i n a
ISBN 950-658-145-2
Queda hecho el depósito que marca la Ley 11 . 7 2 3
© INCUAPA, 2004
Facultad de Ciencias Sociales, Del Valle 5737
B7400JWI Olavarría (Arg e n t i n a )
CABALLOS FÓSILES DE
AMÉRICA DEL SUR
Una historia de tres millones de años

María Teresa Alberdi


José Luis Prado
Dirección de los Autores
María Teresa ALBERDI. Departamento de Paleobiología. Museo Nacional de Ciencias
Naturales, CSIC. José Gutiérrez Abascal, 2. 28006- Madrid (España).
José Luis PRADO INCUAPA- Facultad de Ciencias Sociales, UNC. Del Valle 5737.
B7400JWI-Olavarria (Argentina).

Portada
Esqueleto completo de Hippidion principale depositado en la Colección del Museo de
Historia Naturais de Belo Horizonte (Minas Gerais, Brasil). Copia del original del Museo de
La Plata (Argentina). Amablemente cedida por Cástor CARTELLE.

Parte I Introducción
Foto de la sala de los Gliptodontes del Museo de La Plata (Argentina).

Parte II Sistemática y Filogenía


Evolución de los Perissodactyla. Modificada de Edwin H. COLBERT (1980).

Parte III Paleoecología, Evolución y Extinción


Dibujo de Mauricio ANTÓN que representa 3 tamaños de caballo.

.
INDICE
INDICE Caballos fósiles de América del Sur 7

Prefacio
PARTE I - INTRODUCCIÓN
Capítulos

I Por qué tanto interés en estudiar los caballos


– La domesticación del caballo y su utilización en el universo cotidiano y sim-
bólico
– Los caballos y la Evolución
II Antecedentes históricos de los Équidos en América del Sur
III. Asociaciones faunísticas y edades del Cenozoico tardío en América del Sur
– El ciclo Pan-Pampeano
– Las Edades mamífero de PASCUAL et al. (1965-1966)
– El esquema bioestratigráfico de la Región Pampeana (CIONE & TONNI 1999,
2001)
IV Principales sitios, Colecciones y Museos
V Nomenclatura de los caracteres esqueléticos y dentarios de los caballos
– Dientes superiores
– Dientes inferiores
– Huesos

PARTE II - SISTEMÁTICA Y FILOGENIA

VI Sistemática y filogenia de los Perisodáctilos


– Características del Orden Perissodactyla OWEN, 1848
– El origen de los Perissodactyla
VII Filogenia de la Tribu Equini
– Filogenia de la tribu Equini
VIII Las especies del género Hippidion OWEN, 1869
– La controversia entre Hippidion y “Onohippidium”
– El análisis multivariante en la identificación de especies
– Resultados
– Sistemática Paleontológica
– Descripción de un cráneo de Hippidion principale
– Descripción de un cráneo de Hippidion devillei
– Consideraciones finales
IX Las especies del subgénero Equus (Amerhippus) HOFFSTETTER, 1950
– El análisis multivariante en la identificación de especies
– Resultados
– Sistemática Paleontológica
– Conclusiones
8 ALBERDI & PRADO INDICE

PARTE III - PALEOECOLOGIA, EVOLUCIÓN Y EXTINCIÓN

X Paleoecología, dietas y locomoción


– Principales adaptaciones en la evolución de los Équidos Cenozoicos
– Adaptaciones de las especies en América del Sur
XI Evolución del tamaño corporal, hábitat y climas
– La influencia del tamaño corporal en la historia de la vida
– El tamaño corporal
– Variables que predicen mejor la masa corporal de los Équidos
– El patrón de cambio en la masa corporal de los Equini fósiles
XII Los Équidos y el Gran Intercambio Biótico Americano
– Edad de las planicies australes
– El GABI
– Los Équidos y el GABI
XIII La extinción de la megafauna pleistocena en América del Sur
– Las extinciones en la Provincia Pampa: Uruguay y Argentina
– Las evidencias en el Noroeste de Argentina
– Las evidencias en la Subregión Patagónica: Chile y Argentina
– Las evidencias en la Región Central de Chile
– Las evidencias en Colombia y Venezuela
– Las evidencias en Brasil
– Las evidencias en Ecuador
– Consideraciones finales
XIV Los estudios de genética molecular en los caballos
– El ADN de “Jurassic Parck”
– Degradación y preservación del ADN en los huesos fósiles
– Aislando el ADN antiguo
– ADN de huesos y dientes
– ADN y los caballos fósiles

Anexos I a XIII
Bibliografía
P R E FA C I O
P R E FA C I O Caballos fósiles de América del Sur 11

El objetivo primordial de este libro fue reunir y actualizar todos los artículos que hemos rea-
lizado durante más de quince años sobre los caballos fósiles de América del Sur. En este
volumen también se incluyen las investigaciones recientes sobre inferencias de paleodietas
basadas en el análisis de isótopos estables, tendencias evolutivas de las especies, extincio-
nes y los estudios de paleontología molecular en caballos.
La historia comenzó en la primavera del año 1985 con una invitación del Profesor
Rosendo Pascual para que María Teresa Alberdi consultara las colecciones del Museo de La
Plata. Paralelamente, el año anterior, José Luis Prado iniciaba los estudios de los caballos
fósiles de Argentina con una beca de investigación del CONICET. A partir de ese momento
se estableció una fluida colaboración entre ambos autores que ha permitido profundizar los
estudios sobre los caballos fósiles y las faunas del Neógeno de Europa y América del Sur.
Esta intensa colaboración fue posible gracias al apoyo económico imprescindible de varios
Convenios bilaterales entre el CSIC y el CONICET, los Proyectos Conjuntos del Programa
de Cooperación Científica con Ibero América de la AECI, la Comunidad Europea y el apoyo
de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires y del Museo
Nacional de Ciencias Naturales, CSIC, de España.
Al principio comenzamos por estudiar las colecciones del Museo de La Plata y el
Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia. En esas instituciones conta-
mos con la valiosa colaboración de Rosendo Pascual y José Bonaparte, responsables de las
colecciones, a quienes queremos agradecer todo su apoyo y las útiles discusiones manteni-
das con ellos. Asimismo queremos agradecer en estas instituciones la colaboración brinda-
da por Marcelo Reguero y Susana Bargo (MLP) y de Alejandro Karmarz y José Luis Gómez
(MNCN).
Durante estos años también revisamos las colecciones del Instituto Miguel Lillo de de
la Universidad Nacional de Tucumán y del Museo Municipal de Ciencias Naturales "L.
Scaglia" de Mar del Plata. En esas instituciones contamos con la apreciable colaboración de
Jaime Powel y de Galileo Scaglia, responsables de las respectivas colecciones. También
nuestro agradecimiento a Alejandro Dondas de Mar del Plata.
En 1988 conseguimos ayudas independientes (MTA del CSIC y JLP del CONICET)
para estudiar las colecciones de équidos del Museo de la Universidad Politécnica de Quito
(Ecuador) y del Museo Nacional de Historia Natural de Cota-Cota, La Paz (Bolivia).
Queremos agradecer al Sr. Herrero y a Solymar López de Ecuador todas las facilidades y
ayudas recibidas, así como a Eliana Flores, directora del MNHN de Bolivia y a Freddy
Alvarado que nos ayudó en todo momento con el material. En Bolivia también queremos
agradecer de manera especial a Margarita del Toro que nos facilitó el estudio de un cráneo
completo de Hippidion depositado en la Universidad de La Paz y a Federico Anaya del
GEOBOL.
Como parte de esta colaboración, obtuvimos apoyo de la Comunidad Europea (contra-
to núm. CI1* -CT90-0862) para un proyecto más amplio que incluyó a investigadores de la
División de Paleontología de Vertebrados del Museo de La Plata (Argentina), el
Departamento de Paleobiología del Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid
(España), y el Dipartimento di Scienze della Terra de la Università di Pisa (Italia). El pro-
yecto que denominamos: "Continental records of climate and biological evolution of the last
5 Ma by correlation between northern hemisphere (S-W Europe) and southern hemisphere
12 ALBERDI & PRADO P R E FA C I O

(Argentina)" se desarrolló durante el trienio 1991-1993. Los integrantes de los distintos


equipos estaban constituidos por: Eduardo P. Tonni (coordinador de la parte argentina), José
L. Prado, A. María Baez, M. Susana Bargo, Daniel Berman, Mariano Bond, Alberto L.
Cione, Francisco Fidalgo, Oswaldo Gentile, Francisco J. Goin, José H. Laza, Adriana López
Arbarello, Adriana N. Menégaz, Edgardo Ortiz Jaureguizar, Ulyses F.J. Pardiñas, Gustavo
Scillato-Yané, Claudia P. Tambussi, Diego Verzi, F. Fidalgo, O. Gentile y M. Guiomar
Vucetich. María T. Alberdi (responsable del proyecto y coordinadora de la parte española),
Esperanza Cerdeño, Antonio Ruiz Bustos, Begoña Sánchez y José Trinidad de Torres. Y
Gabriello Leone (coordinador de la parte italiana), Francesco Paolo Bonadonna, Giovanni
Zanchetta, Antonio Longinelli y Giulio Bigazzi. A todos ellos nuestro más profundo agra-
decimiento.
Durante estos años se prospectaron y excavaron, en su mayor parte, las barrancas de la
costa atlántica de la provincia de Buenos Aires en los alrededores de Mar del Plata. Durante
estas campañas de campo se obtuvieron importantes colecciones de restos fósiles de verte-
brados, moluscos, polen, etc., que nos permitieron elaborar una monografía donde se reco-
pilaron y sintetizaron, poniendo al día, los datos sobre las faunas de mamíferos de los últi-
mos cinco millones de años de Argentina, y en algunos casos de toda América del Sur. A
partir de estos datos de paleobiología, geoquímica (isótopos estables del oxígeno) y geocro-
nología tratamos de examinar la evolución del clima global durante este periodo, confron-
tando los datos del hemisferio sur con los obtenidos hasta entonces en el entorno del
Mediterráneo occidental.
Durante todos estos años el Prof. Prado se ha involucrado totalmente en los trabajos que
se llevan a cabo en el Departamento de Paleobiología del MNCN, y desde el último pro-
yecto, BTE2001-1684, ha entrado a formar parte del mismo.
En el bienio 1999-2000 la Dra. Alberdi consiguió un Convenio bilateral del CSIC con
Chile para el estudio de los équidos, entre otras faunas, de ese país. Con motivo de esa estan-
cia se estudiaron los escasos restos de caballos depositados en el MNHN de Santiago donde
queremos agradecer de manera muy especial el apoyo y la ayuda de Daniel Frassinetti y de
Ivette Iraya, y los numerosos restos de Hippidion procedentes de la cuevas de la patagonia
extraandina depositados en el Instituto de la Patagonia, donde queremos agradecer de mane-
ra muy especial la colaboración de Alfredo Prieto y de Mateo Martinic, Director del Centro.
En 1999 el Prof. Pardo revisó las colecciones del Museo de Ciencias del Colegio Lasalle
y de la Universidad Nacional de Bogota en Colombia. En tanto que la Dra. Alberdi comen-
zó a revisar las colecciones del Brasil depositadas en el Museo Nacional de Rio de Janeiro
donde agradecemos de una manera muy especial a Deise Henriques y el Jefe del
Departamento, Alejandro Kellner. También se visitaron las colecciones del Museo de
Historia Natural de la Universidad Federal de Minas Gerais y del Museo de la Pontificia
Universidad Católica de Minas Gerais donde contamos con la colaboración inestimable de
Cástor Cartelle.
Durante estos años, con el apoyo económico de los proyectos españoles, pudimos tener
acceso al estudio de distintas colecciones europeas que contienen restos importantes de
équidos de América del Sur, colectados durante el siglo XIX y parte del XX. Así, M. T.
Alberdi visitó el Naturkunde Museum de Berlín, donde están depositadas las colecciones
que estudió Branco de Ecuador y parte de la Patagonia. En este Museo agradecemos las ayu-
P R E FA C I O Caballos fósiles de América del Sur 13

das de Karl Fischer y más recientemente de Wolf-Dieter Heinrich. En el Zoologisk Museum


de Copenhague está depositada la colección Lund que Tove Hatting y Kim Aaris-Sørensen
nos facilitaron para su estudio. En Suecia estuvimos en el Malmömuseer de Malmö donde
están depositados restos de la Cueva Eberhardt de Patagonia recolectados por Lagret y nos
ayudó muy amablemente Sverker Waden; en el Swedish Museum of Natural History de
Estocolmo, Lars Werdelin nos facilitó la revisión de material de Tarija y Ulloma (Bolivia)
depositados en el mismo; en el Museo de la Universidad de Uppsala Solweig Stuenes nos
facilitó la revisión del material depositada en él. En Paris, en el Muséum Nacionale
d’Histoire Naturelle, revisamos las colecciones de América del Sur que son numerosas y
proceden de distintos países (Colección Weddell que estudió Boule de Tarija, Bolivia,
Colección de Hoffstetter de Ecuador, entre otras). Su estudio fue facilitado amablemente por
Christian de Muizon. Los restos depositados en el Museo de Historia Natural de Londres
fueron facilitados por Jeremy Hooker. Los proyectos españoles que nos facilitaron estos
estudios fueron PB88-0008, PB91-0082, PB94-0071, PB97-1250 y BTE2001-1684 y estan-
cias en el MNHN de Paris en varias ocasiones, vía el Intercambio de investigadores entre el
CSIC y el CNRS de Francia.
En Estados Unidos se revisaron las colecciones de Arqueología y Paleontología del
Museo de Historia Natural de Nueva York, donde contamos con la colaboración de Richard
Tedford y Malcom McKenna. También se revisaron las colecciones de América del Sur
depositadas en el Field Museum de Chicago con la ayuda de John Flynn.
Mas recientemente hemos estudiados los restos de caballos fósiles provenientes de
sitios arqueológicos en Argentina, donde queremos agradecer la colaboración de Gustavo
Politis, Laura Miotti, Mónica Salemme, Gustavo Martínez, María Gutiérrez y Gustavo
Gómez.
En Uruguay hemos consultado las colecciones de la Universidad Nacional de la
República donde contamos con la apreciable colaboración de Martín Ubilla y Daniel Perea.
Además queremos expresar nuestro profundo agradecimiento a todas aquellas personas
con las que hemos discutido ampliamente distintos aspectos de las faunas de América del
Sur durante estos años, en especial a Edgardo Ortiz Jaureguizar, Esperanza Cerdeño,
Begoña Sánchez, Beatriz Azanza, entre otros.
También queremos agradecer a Edgardo Ortiz Jaureguizar la lectura crítica del manus-
crito y a Isabel Alberdi la revisión final del mismo.
Por último un agradecimiento muy especial a las instituciones que albergan nuestra
investigación y de las que hemos recibido a lo largo de todos estos años el apoyo necesario,
como son el INCUAPA de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNC, Olavarria y el Museo
Nacional de Ciencias Naturales, CSIC, donde queremos agradecer de manera especial la
colaboración del Laboratorio de Fotografía y al Servicio de Publicaciones (Luis Gómez
Argüero) la maquetación de este manuscrito.

María Teresa ALBERDI


José Luis PRADO
Parte I
Introducción
Capítulo primero Caballos fósiles de América del Sur 17

E N la literatura se ve claramente como


una gran parte del conocimiento de los
caballos está relacionado con la historia de
e incluso fríos o condiciones extremas como
las de la tundra. Al final del Paleolítico las
bandas de cazadores redujeron al caballo
POR QUÉ TANTO

la humanidad. En efecto, los caballos han casi a nivel de exterminio en la mayor parte INTERÉS EN
tenido un papel importante en la ciencia, en de Europa, quedando un cierto número de
ESTUDIAR LOS
el arte y en la cultura. En el viejo mundo los sobrevivientes en las llanuras de Rusia y en
datos más antiguos de la asociación entre Asia noroccidental, algunas manadas en
CABALLOS
caballos y culturas primitivas se encuentran Escandinavia meridional y en la Península
en las pinturas del Paleolítico Medio y Su- Ibérica, mientras que en el resto de Europa
perior que aparecen en el interior de algunas
Figura I-1.
cuevas o aleros, principalmente en Francia y
Detalle del
España. Uno de los ejemplos clásicos en el
gran techo
arte rupestre son las pinturas de Altamira
pintado de
(Santander, España Figura I-1 y I-2). Parece la cueva de
ser que estas pinturas fueron hechas por los Altamira.
primeros Homo sapiens, quienes representa- En el cen-
ron caballos salvajes entre otros mamíferos tro, aproxi-
del Pleistoceno superior. Estas pinturas en madamen-
cuevas aunque se encuentran principalmen- te, se
te en Europa occidental también las hay en observa el
otras zonas del Viejo Mundo. dibujo de
En América, el registro arqueológico de un caballo.

las primeras bandas de cazadores recolecto-


res se encuentran asociadas con abundantes
restos de caballos, estos caballos america-
nos se extinguieron hacia finales del Pleisto-
ceno, conjuntamente con otras especies de
grandes herbívoros (ver capítulo XIII de
este libro). En el viejo mundo, por el contra-
Las especies actuales de Equus
rio, los équidos salvajes, incluyendo los
caballos y las especies relacionadas (cebras
Si bien no hay un acuerdo sobre el número de especies de équidos
y asnos) persisten hasta el Holoceno.
actuales (E ISENMANN considera 10 especies de Equus actuales,
EISENMANN 1980, 1981). La mayoría de los autores consideran 6
especies vivientes, sin tener en cuenta el caballo doméstico (Equus
LA DOMESTICACIÓN DEL CABALLO Y
caballus). El Equus przewalskii del Asia central que es un caballo de
SU UTILIZACIÓN EN EL UNIVERSO
patas cortas, con una cabeza maciza con el aspecto de un poni es
COTIDIANO Y SIMBÓLICO
considerado como el antecesor de Equus caballus. Hay por lo menos
dos especies de asnos, el asno salvaje Equus asinus, que fue carac-
Durante el Paleolítico medio (100 a 35 ka
terístico del nordeste de África y el onager (Equus hemionus) que es
años AP) los caballos salvajes estaban am-
un asno salvaje de Asia. En tanto que entre las cebras se reconocen
pliamente distribuidos en Europa y en las
tres especies claramente diferenciadas (Equus burchelli, Equus
latitudes media y alta de Asia. Los caballos,
gre vyi y Equus zebra) incluso a través de los estudios de ADN mito-
a diferencia de los asnos y las cebras, se
condrial (GEORGE & RYDER 1986) Figuras I-3.
adaptaron muy bien a los climas templados
18 ALBERDI & PRADO Capítulo primero

Figura I-3. Árbol filogenético de las seis espe-


Figura I-2. Detalle desaparecieron prácticamente (AZZAROLI cies de Equus generado por RYDER et al.
de un grabado de 1984). (1978, 1979). Modificado de
un caballo de la La domesticación del caballo parece GEORGE & RYDER
Cueva de haber comenzado en el sudeste de Rusia,
Altamira tomado según indican los datos arqueológicos (Fi- Como sucedió con el descubrimiento del
de BREUIL & gura I-4) en la cultura de la estepa, entre el fuego y con la invención de la rueda, se con-
OBERMAIER (1935).
curso inferior del Dnieper al oeste y el Volga sidera que la domesticación del caballo ha
al este, en pueblos de agricultores y cazado- sido una de las etapas decisivas en la historia
res esta parece situarse en el inicio del grupo de la humanidad. El caballo ha permitido un
étnico Indo-Europeo (KUZMINA 1977). mejor medio para viajar y acortar distancias,
Durante la primera fase de esta cultura el lo cual ha aumentado la influencia y la movi-
caballo era escaso, sólo ocasionalmente era lidad del hombre, y los resultados del traba-
objeto de caza. A partir de un cierto momen- jo en el medio ambiente. Rapidamente se vio
to sus restos aumentan considerablemente; también su utilidad en la guerra. Desde
por ejemplo en Dereivka los restos de caba- Alejandro Magno hasta Napoleón, los mejo-
llo constituyen prácticamente el 60% de los res guerreros han ido a caballo y las batallas
animales domésticos. más brillantes fueron ecuestres. Todos los
Se considera que la domesticación del imperios, desde el Macedonio hasta el
caballo no fue una empresa fácil y eso expli- Francés se forjaron a lomos del caballo, esto
ca el retraso con respecto a la domesticación fraguó la leyenda de los guerreros indoma-
de otras especies, ya que domar un caballo bles y el centauro. En Mongolia se recuerda
no es lo mismo que domesticar a otros ani- el mayor imperio de todos los tiempos, el
males más pequeños. Tampoco es fácil con- que forjó Temuyín, apodado después Gengis
trolar a una manada de caballos salvajes, Khan, que conquistó toda Asia al frente de
como ocurre con los rebaños de ovejas que una horda de fieros guerreros a caballo que
se controlan prácticamente con un perro. La dormían y comían a lomos de sus cabalgadu-
domesticación definitiva del caballo tuvo ras. Las culturas orientales apreciaron las
lugar aproximadamente al final del quinto o bondades de los caballos domesticados. Una
el cuarto milenio antes de Cristo. Para de las evidencias más antiguas son los solda-
Dereivka hay dataciones en torno a 4350 a dos y caballos de terracota de la dinastía
3720 a.C. (BERGER & PROTSCH 1973) Figura Xian descubiertos en China y que datan de
I-5. 210 años AP (Figura I-6)
Capítulo primero Caballos fósiles de América del Sur 19

También los caballos se entrelazan en


nuestra vida cotidiana, en el arte y, la cultu-
ra. Un ejemplo es la obra de Leon Tolstoi
“Historia de un caballo”. Narra, a través de la
vida equina de “Patizanco”, las injusticias y
la indolencia a la que son sometidos los seres
humanos a causa de la discriminación, ade-
más del paso del tiempo y la cotidianidad
que rodease al hombre. Otro ejemplo lo
encontramos en el Guernica de Picasso. En
este lienzo se destaca la figura del caballo,
cuya cabeza emerge desde las profundidades
de la pintura con un rictus de desesperación
y dolor, con un grito contenido que pretende
escaparse de su boca abierta (Figura I-7).
En la mitología antigua el caballo tuvo
un papel prominente. Por ejemplo, los Cen-
tauros que tenían cuerpo de caballo y busto
de hombre eran uno de los seres fabulosos Figura I-4. Distinto tipos de cabezas de caballos vivientes. A: caballo
mejor descrito y conocido, pues por su natu- domestico Equus caballus caballus; B: caballo salvaje asiático Equus
raleza mixta podían alternar y conversar con caballus przewalskii; C: onager asiático o asno salvaje Equus hemionus;
los hombres (Figura I-8). Otro ejemplo era D: asno Equus asinus; E: cebra de Bruchell Equus quagga burchelli; F:
Pegaso, el caballo alado de la mitología cebra de montaña Equus zebra; G: cebra de Grévy Equus grevyi.
griega. Se creía que nació del cuerpo de Me- Modificado de SIMPSON (1951).
dusa, una de las Górgonas, después de que el
héroe Perseo la hubiera decapitado. Se decía
que Perseo montaba este caballo alado cuan-
do luchó con el dragón marino para librar a
Andrómeda encadenada a las rocas sobre el
mar (Figura I-9).
En la mitología medieval frecuentemen-
te se hace referencia al unicornio. Había dos
concepciones de la imagen de éste. La que
provenía de la tradición griega, en la que era
más parecido a un caballo con un único
cuerno que le sale de la frente (Figura I-10),
en tanto que otros lo representaban como
una cabra. En realidad no se sabe cuando
surgió la leyenda del unicornio, pero ha con-
seguido estar presente en la imaginación
popular, en la literatura y en el arte más que Figura I-5. Fragmento de hueso trabajado de
cualquier otro animal creado por la fantasía caballo de Eke (Bélgica), correspondiente al
del ser humano, e incluso figura en el escu- inicio de la Edad del Hierro. Modificado de
do de armas de la casa real de Inglaterra. Se GAUTIER (1990).
20 ALBERDI & PRADO Capítulo primero

Figura I-8. Representación de Centauro en un


Figura I-6. Caballo de terracota de la Armada
relieve de la época Helénica.
del Emperador Qin (Xian, China). a:
varios caballos; b: un caballo
(Foto de Ana ALBERDI). En el mundo simbólico el caballo es un
arquetipo de carácter universal, que aparece
tanto en el mundo superior o celeste como
decía que sus cuernos eran usados para
en el inferior o ctónico. El caballo como
convertirlos en vasos, y aquel que bebiera en
símbolo pasa fácilmente de la noche al día,
ellos, estaba inmunizado contra los venenos.
de la vida a la muerte, ya que relaciona fácil-
mente los opuestos de una manifestación.
Los sacrificios de caballos fueron practica-
dos por los romanos y los chamanes de los
pueblos uralo-altaicos tanto para el ritual de
su viaje al cielo como para las ceremonias
de iniciación chamánica. Sabemos que el
caballo está presente en la mentalidad ho-
mérica en relación con los ritos fúnebres, así
en La Iliada (siglo VIII a. C.), Aquiles sacri-
fica cuatro caballos sobre la pira funeraria
de Patroclo, que cumplirán la misión de lle-
var el alma del difunto al reino de Hades:
era, pues, el caballo un genio psicopompo,
es decir, un conductor del alma. El caballo
era utilizado por los chamanes, como medio
para obtener el éxtasis, esto es, la "salida de
uno mismo" que hace posible el viaje místi-
co. Este viaje místico no tiene forzosamente
un rumbo infernal: el caballo permite a los
chamanes volar por los aires y llegar al Cielo.
Figura I-7. Detalle del Gernica de Picasso.
Capítulo primero Caballos fósiles de América del Sur 21

LOS CABALLOS Y LA EVOLUCIÓN Figura I-10.


Detalle del
Esta relación de los caballos con la humani- Unicornio
dad también se refleja en el mundo de la cien- tomado de la
Lámina de
cia y del conocimiento. Así los caballos jue-
Bernhard von
gan un papel predominante en la historia de
Breydenbach,
las teorías evolutivas. La familia Equidae
Peregrinatio
tiene una de las historias evolutivas mejor in Terram
conocidas, debido en parte a que su registro Sanctam,
fósil es uno de los más abundantes. Esto Magonza
puede deberse a que son formas herbívoras 1486,
con tendencia a vivir en grandes manadas que Monaco,
favorecieron la abundancia de sus restos. Los Bayerische
caballos se han expandido por todo el mundo, Staatsbiblio-
excepto Australia y la Antártica, durante prác- thek, Inc. c.a.
ticamente 60 millones de años. Se originaron 1725.
Modificado
en América del Norte hace más de 50 millo- Asia. Esto los convierte en una herramienta
de la página 151 del
nes de años y se han extinguido en su gran única en el registro paleontológico para el
Catálogo de la
mayoría hace unos 10.000 años. En la actua- desarrollo de estudios evolutivos. Muchos de
Exposición de Leonardo,
lidad persisten algunas especies en África y estos procesos evolutivos sólo pueden ser a Milán 1983.
analizados desde la Paleontología. Es así
como el estudio de los équidos no sólo com-
pleta el conocimiento sobre la historia de la
vida en el pasado con información sobre los
fósiles, sino que permite ejemplificar muchos
de estos eventos. Por ejemplo el paleontólogo
Albert GAUDRY (1827-1908) trató de demos-
trar que los restos fósiles de Vertebrados con
características “intermedias” entre formas an-
teriores y posteriores pueden hallarse en to-

Figura I-11. Evolución de la pata de los caballos desde el


Eoceno hasta el Plioceno. De izquierda a derecha
Figura I-9. Representación de Pegaso, Orohippus, Palaeotherium, Anchitherium, Hipparion y
el caballo alado. Equus. Tomada de GAUDRY (1896).
22 ALBERDI & PRADO Capítulo primero

Tendencias evolutivas de los équidos

La evolución de los équidos se manifies-


ta especialmente en sus extremidades (de
tipo mesaxónico), y su dentición que pasa
de braquidonta a hipsodonta acompañada
de la molarización de sus premolares.
Según la clásica interpretación de
MATTHEW (1926) y SIMPSON (1951) estos
cambios morfológicos van variando a lo
largo de más de 50 millones de años en
concordancia con los cambios que se ope-
ran en el medio (Figura I-12). Durante el
Terciario hubo un progresivo crecimiento
de las llanuras acompañado de distintos
cambios climáticos. Una disminución de
las precipitaciones y de las lluvias tropi-
cales desarrolló grandes claros en las pra-
deras de llanuras. Los caballos se adapta-
ron a estas nuevas condiciones y en gran
parte la evolución de los caballos es el
registro de esta progresiva adaptación.
Los cambios en la dentición están dirigi-
dos principalmente al desarrollo de un
aparato masticador más eficiente en rela-
Figura I-12. Representación de las líneas filéticas de la fami- ción con la trituración de un alimento más
lia de los caballos según SIMPSON (1951). Tramos horizon- duro debido a que una mayor aridez trae
tales de abajo a arriba: Eoceno – Oligoceno – Mioceno – consigo el desarrollo de hierbas más
Plioceno – Pleistoceno – Reciente o actual. Tramos vertica- duras. Por ejemplo, la molarización de los
les de izquierda a derecha: América del Sur - América del premolares trae consigo un aumento de la
Norte - Viejo Mundo. superficie de trituración. Por otra parte, la
mayor altura de la corona de los molares
trae consigo una prolongación de la vida
del aparato masticador. El cambio en las extremidades y en el pie puede explicarse como una adapta-
ción progresiva a un clima seco y a un medio de llanuras abiertas y suelos más duros. Por otra parte,
alcanzar una mayor velocidad es esencial como autodefensa en herbívoros que habitan medios abiertos.
Estos cambios conllevan una mejor rentabilidad de la velocidad por una parte y de la alimentación por
otra. Las tendencias progresivas que caracterizan esta historia evolutiva se pueden resumir en: una
aumento de tamaño del animal (cráneo y cuerpo), una reducción de los dedos laterales con predominio
del dedo central que tiene su máximo exponente en el caballo actual E q u u s, una molarización de los pre-
molares, un aumento de la altura de la corona de los dientes yugales (hipsodoncia), una progresiva com-
plicación de la superficie masticadora de los dientes, un aumento de la altura de la parte frontal del maxi-
lar y las mandíbulas para un mejor alojamiento de sus dientes yugales y un alargamiento de la parte ante-
rior de la cara con el fin de colaborar al mejor emplazamiento de este tipo de dientes.
Capitulo primero Caballos fósiles de América del Sur 23

dos los yacimientos. La evolución de los


caballos era uno de los ejemplos favoritos de
GAUDRY, quien encontraba en los fósiles de
Hipparion una típica forma intermedia entre
los caballos de tres dedos y los actuales
(GAUDRY 1896) (Figura I-11)
Los paleontólogos creemos que la evolu-
ción ha estado condicionada por los proce-
sos cuya caracterización e interpretación se
tiene que estudiar a través del registro fósil.
Estos estudios se suelen enmarcar en lo que
se denomina macroevolución, que compren-
de los procesos evolutivos que afectan a las
especies y a los taxones de rango superior a
lo largo del tiempo geológico. Uno de los
rasgos distintivos con la ecología evolutiva
es que ésta estudia procesos que involucran
un lapso corto de tiempo, que incluye a
especies actuales. En estas especies actua-
les, la mayor parte de los cambios morfoló- Figura I-13. Evolución
gicos asociados con la especiación son pe- del cráneo de los caba-
queños y en teoría pequeños cambios de llos desde Eohippus
comportamiento bastarían para generar nue- hasta Equus. Tomado de
vas especies. Por el contrario, el registro fó- SIMPSON (1951).
sil parece indicar que el cambio morfológi-
co se concentra en los fenómenos de espe- En el registro fósil de los équidos se
ciación. Según E LDREDGE (1995) las espe- puede observar que la frecuencia de espe-
cies poco diferenciadas desde un punto de ciación cambia de un grupo de especies a
vista morfológico están condenadas a una otros. Según E LDREDGE & GOULD (1972)
rápida extinción y no van a dejar restos fósi- esta tasa diferencial de especiación puede
les. La probabilidad de extinción temprana explicar las tendencias morfológicas obser-
de una especie recién aparecida sería inver- vables en muchos grupos de organismos
samente proporcional a su grado de diferen- fósiles, sin necesidad de que ocurran cam-
ciación ecológica y adaptativa. bios graduales en periodos largos de tiempo.
Muchos de los estudios sobre équidos Por ejemplo, la tendencia al aumento de la
fósiles han sido de suma utilidad para ejem- talla corporal de los équidos durante gran
plificar varias modalidades de cambio mor- parte del Cenozoico se debe probablemente
fológico evolutivo que dan lugar a especia- a que se ha producirá más especiación de las
ción. Por ejemplo, se pueden encontrar ejem- formas de mayor talla a lo largo del tiempo
plos de cambios rápidos y posterior estabili- y las especies que han ido sobreviviendo
dad morfológica, sin y con ramificaciones son, por tanto, más grandes. La acentuación
(cladogénesis) y cambios graduales (anagé- de un determinado rasgo anatómico a lo
nesis) combinados con estabilidad morfoló- largo de la historia evolutiva de un linaje
gica (ver capítulo XI y ALBERDI et al. 1998). puede deberse a la aparición diferencial de
24 ALBERDI & PRADO Capítulo primero

especies que presentan dicho carácter, lo co en el tiempo de aparición de un carácter, o


que en su momento fue denominado por los cambios en la tasa de formación o de
STANLEY (1975) como selección de espe- transformación de un rasgo morfológico.
cies. En estos ejemplos hay que estudiar que MCNAMARA (1990) señala que el gigantismo
tipo de fenómenos subyacen a una frecuen- o el aumento del tamaño corporal en relación
cia de especiación diferencial. Las diferen- con otros procesos heterocrónicos en el tiem-
tes tasas evolutivas de un grupo a otro de po, son muy corrientes entre los mamíferos,
especies responden a una selección que ac- lo que indica que es bastante común que se
túa a este nivel de especies. Sin embargo, en seleccione el mayor tamaño como rasgo
los ejemplos paleontológicos, es difícil favorable. Esta tendencia fue denominada ley
reconocer el nivel en el que tiene su causa la de COPE. STANLEY (1973) señala que el
tasa diferencial, por lo que es más correcto aumento de tamaño está generalmente rela-
hablar de ordenación de especies para des- cionado con formas especializadas y por lo
cribir las pautas macroevolutivas de espe- general, el registro muestra que las formas
ciación diferencial (VRBA 1980). iniciales de un clado tienen un tamaño medio
La evolución de los équidos también se menor que el conjunto de sus descendientes.
ha utilizado para ejemplificar procesos hete- La evolución de los équidos desde el Eoceno
rocrónicos a lo largo del tiempo geológico hasta el Pleistoceno en América del Norte es
(ALBERDI et al. 1995a). Heterocronías son las un claro ejemplo del aumento del tamaño en
variaciones durante el desarrollo ontogenéti- un linaje a través del el registro (Figura I-13)
Capítulo II Caballos fósiles de América del Sur 25

L A familia Equidae GRAY, 1821 aparece


en el Eoceno superior de América del
Norte y presenta una importante radiación
anterior a la de E q u u s. La cita más temprana
de Hippidion corresponde a la localidad de
Uquía (Argentina) asignada al Plioceno supe-
ANTECEDENTES
adaptativa desde el Mioceno hasta el Pleis- rior-Pleistoceno inferior (MARSHALL et al. HISTÓRICOS DE
toceno. Estos cambios quedan claramente 1982; PRADO et al. 1998), mientras que los
LOS ÉQUIDOS
reflejados en la morfología y morfometría del primeros caballos E. (Amerhippus) proceden
cráneo y las extremidades. En América del del Ensenadense de Tarija (PRADO & ALBERDI
EN AMÉRICA
Sur esta familia aparece con posterioridad al 1994) datado por MACFADDEN et al. (1983)
cierre del istmo de Panamá que hace unos 3 como Pleistoceno medio, en torno a 1.0 - 0.7 DEL SUR
Ma favoreció el intercambio faunístico entre Ma (MACFADDEN 2000)
América del Norte y Sur, conocido como el ALBERDI & PRADO (1993) y PRADO &
Gran Intercambio Biótico Americano (WEBB ALBERDI (1996) consideran que el género
1991). Como apuntan ALBERDI & PRADO Hippidion es endémico en América del Sur
(1993) y PRADO & ALBERDI (1994) la apari-
ción de Hippidion en América del Sur es

Figura II-1. Primer diente de caballo


recuperado en América del Sur (Bahía Figura II-2. Primer hueso de caballo recupera-
Blanca, Argentina) por Darwin durante H.M.S. do y descrito por LUND (1846). Es un MCIII
BEAGLE. En vista oclusal y lateral. procedente de Lagoa Santa (Brasil)
Tomado de OWEN1840. en vista dorsal.
26 ALBERDI & PRADO Capítulo II

Figura II-3. El primer dato de un caballo fósil en


Dientes de América del Sur data de 1840, cuando
caballo pro- OWEN describe un molar superior, encontra-
cedentes de
do por Darwin durante la expedición H.M.S.
Lagoa Santa
BEAGLE, al cual identifica como Equus caba -
(Brasil) des-
llus y que posteriormente, en 1845, nomina
critos por
como Equus curvidens (Figura II-1). Peter
LUND
(1846). II-3a:
LUND (1840, 1842, 1846), naturalista danés,
P3-4 dere- describió y figuró la primera pieza consis-
cho de tente en un metacarpo, encontrado en una
Equus prin - gruta de la región cárstica de Lagoa Santa
cipalis; II- (Estado de Minas Gerais, MG) (Figura II-2).
3b: M1-2 En 1846, describe el hallazgo de unos dien-
derecho; y II tes aislados procedentes de las cavernas de
3c: m1-2 Lagoa Santa (MG, Brasil), para los que crea
izquierdo de
las especies: Equus neogaeus LUND, 1840 y
Equus caba -
Equus principalis, LUND, 1846 (Figuras II-
llus.
3a, II-3b y II-3c). A partir de este momento,
Tomados de
las determinaciones de estos materiales de
la lámina
XLIX de
Lagoa Santa han seguido un camino incier-
LUND (1846). to y caótico. Los materiales coleccionados
por L UND fueron enviados a Dinamarca y
posteriormente, los referentes a Equinae,
fueron estudiados en detalle por BOAS
(1881), WINGE (1906) y SEFVE (1912).
Peter L AUSSEN, contemporáneo y com-
patriota de LUND, recuperó en las grutas cal-
cáreas de la región de Curvelo, próxima a
Lagoa Santa, diez molares que se encuen-
donde se expande desde el Plioceno supe- tran en el Museo Británico de Historia Natu-
rior al Pleistoceno final. También consideran ral (LYDEKKER 1887). Posteriormente, HO-
que es un grupo monofilético geográficamen- LLAND (1920) registra el hallazgo de dos

te restringido a América del Sur y no encuen- dientes en Pedra Vermelha, Estado de Bahia.
tran evidencias sobre las relaciones de este Un molar superior pertenece, probablemen-
género con «Onohippidium» galuhai de Norte te, a la especie Equus (Amerhippus) neogeus
América que describieron MACFADDEN & (LUND 1840).
SKINNER (1979). Sobre la presencia de un solo En 1855, GERVAIS estudia los mamíferos
género de hippidiformes ha habido y continúa de América del Sur. Este autor reúne bajo el
habiendo controversia, en parte debida a las nombre de Equus neogaeus parte de los
distintas valoraciones sobre los caracteres que materiales de Lagoa Santa, los de distintas
se pueden considerar genéricos o sólo especí- localidades de la provincia de Buenos Aires
ficos (ver ALBERDI 1987; ALBERDI & PRADO (Argentina), los de Chile y los materiales de
1993, 1998; MACFADDEN 1997, 1998; entre tamaño grande recolectados por W EDDELL
otros). en Tarija (Bolivia). Asimismo, mantiene el
Capítulo II Caballos fósiles de América del Sur 27

nombre de Equus principalis para los restan-


tes materiales de Lagoa Santa, en tanto que
crea la especie Equus devillei para deno-
minar unos restos de tamaño pequeño proce-
dentes de Tarija, y apunta la posibilidad de
incluir también E. principalis (?). Creemos
que de aquí parte la confusión entre las dos
especies citadas por LUND para Lagoa Santa.
LUND (1846), figura un diente grande: E.
principalis (Tabla XLIX, figura 1) y dos En 1883 BRANCO describe detalladamente la Figura II-4. Cráneo de
dientes pequeños: E. neogaeus (Tabla XLIX, especie Equus andium con los restos proce- Hippidion procedente de
Lobería (provincia de
figuras 3 y 5). Ver figura II-3 de este trabajo. dentes de Ecuador, que habían sido nomina-
Buenos Aires, Argentina),
En 1869, OWEN, atendiendo a las dife- dos por WAGNER (1860) como Equus fossilis
descrito por MORENO (1891)
rencias que separan a estos caballos de andium, incluye también las especies E q u u s
como “Onohippidium”
América del Sur de los hasta ese momento quitensis WOLF, 1875 y Equus lundii BOAS, munizi.
conocidos, reúne las especies de Equus da- 1881 basadas en materiales de Ecuador. La
das por LUND (1846) en un subgénero que especie de WAGNER se debe considerar nomen
denomina Hippidion. En este trabajo crea nudum (ver MONES 1986).
también la especie Equus arcidens para los
restos procedentes de Arroyo Gutiérrez
Figura II-5.
(Uruguay) y en 1870 considera Hippidion a
Molar superior
nivel genérico e incluye en él las tres espe- derecho des-
cies precedentes. En el análisis comparativo crito por
realizado por OWEN, queda claro que E. AMEGHINO
arcidens e E. principalis tienen un tamaño (1904) como
similar, mientras que E. neogaeus es clara- Nesohippidion
mente más pequeña. B URMEISTER en 1875 del Pampeano
reexamina las especies de Hippidion (Hippi - inferior de la
d i o n n e c H i p p i d i u m BU R M E I S T E R 1 8 7 5 ) . provincia de
Este autor reúne bajo el nombre de Hippi - Buenos Aires.

dium neogaeum a las especies E. neogaeus


LUND y E. devillei GERVAIS; en tanto que
bajo el nombre de Hippidium principale
incluye a E. principalis LUND, E. macrogna -
thus WEDDELL, E. neogaeus GERVAIS e H.
arcidens OWEN. Posteriormente, en un tra- En resumen, hasta1890 sólo se habían
bajo de 1889, crea Hippidium nanum para citado dos géneros de caballos para América
referir unos materiales de tamaño pequeño del Sur: Hippidion y E q u u s. Sin embargo,
procedentes de Tarija. Con respecto al géne- MORENO en 1891 introduce un nuevo género:
ro Equus, este mismo autor incluye bajo el Onohippidium, al describir un cráneo com-
nombre de E. curvidens OWEN a las especies pleto procedente de la localidad de Lobería
E. affinis caballo LUND y E. americanus (prov. de Buenos Aires) al cual denomina
GERVAIS; y en E. macrognatus WEDDELL a Onohippidium munizi (Figura II-4).
las especies E. argentinus BURMEISTER y E. En 1889, AMEGHINO analiza unos restos
andium BRANCO. extraídos de las excavaciones del puerto de
28 ALBERDI & PRADO Capítulo II

Figura II-6.
Serie izquier-
La Plata y otros de la localidad de Luján,
da con M1-M3 denominándolos respectivamente Hippidion
del angulatum e Hippidion compressidens. En
Ensenadense 1904 este mismo autor incluye la primera de Figura II-7. M3 derecho del Ensenadense de
de Tarija des- estas especies en un nuevo género, Nesohip - Tarija descrito por AMEGHINO (1904)
crita por pidion (Figura II-5), en tanto que la segunda como Parahipparion.
AMEGHINO la transfiere a Onohippidium. Este mismo
(1904) como año, AMEGHINO funda los géneros Stereohip - ce cinco nuevos géneros con lo que la siste-
Stereohippus. pus y Parahipparion (Figuras II-6 y II-7, mática de esta familia se va ampliando con-
respectivamente) para los materiales proce- siderablemente, máxime si tenemos en cuen-
dentes de Tarija y Patagonia respectivamen- ta las nuevas especies que se van nominan-
te, y renombra Hipphaplous procedente de do dentro de cada uno de estos géneros.
las barrancas del Paraná como: Hipphaplus Por su parte, PHILIPPI en 1893 estudia
(Figura II-8). MONES 1986, considera ésta unos restos procedentes de Bolivia, en los
una enmienda ilegítima. En 1908 introduce cuales identifica dos tamaños, uno grande
un nuevo género al analizar unos restos pro- que denomina H. bolivianum y otro pequeño
cedentes de las barrancas de Chapadmalal que asigna a H. nanum BURMEISTER, 1889.
que denomina Plagiohippus. De esta mane- Los primeros restos procedentes de la
ra AMEGHINO además de reconocer los géne- Patagonia extraandina fueron excavados por
ros ya existentes en la bibliografía, introdu- HAUTHAL (1899; en la Cueva del Milodón) y

Figura II-8. Serie izquierda con P2-M3 del Ensenadense de Mar del Plata (Provincia de Buenos
Aires) descrita por AMEGHINO (1904) como Hipphaplus.
Capítulo II Caballos fósiles de América del Sur 29

angulatum. En Onohippidium menciona una


única especie, O. compressidens.En tanto que
dentro de Parahipparion reconoce las si-
guientes especies: P. saldiasi, P. devillei, P.
bolivianum, P. burmeisteri y P. peruanum. En-
tre los Equus reconoce como especies válidas
E. neogaeus, E. curvidens y E. andium.
OLIVER (1919) describe E. curv i d e n s
OWEN en Chile y explica que sólo PHILIPPI
(1892-93) indica su presencia clara y anota
que ya en 1888 aparecieron los primeros
restos fósiles de caballo en Concepción, en
Figura II-9. M3 derecho de Tarija denominado la quebrada del Cerro Caracol, de los que
por AMEGHINO (1904) Equus insulatus. sólo quedan unos dientes y fragmentos de
mandíbula.
estudiados por R OTH (1899, 1902) y L EH- En 1920 BOULE & THEVENIN estudian las
MANN NISTCHE (1899, 1902) quienes los iden- faunas de Tarija y reconocen las siguientes
tificaron como Onohippidium saldiasi. Este especies de Hippidion: H. neogaeum e H.
último, indica la coexistencia del hombre principale. Asimismo encuentran un cráneo
con un gran desdentado y un équido (Hippi - que presenta una fosa preorbital dorsal, el
dium), debido a la presencia de industria. cual asignan a Onohippidium devillei. Entre
NORDENSKIÖLD (1900) amplió la lista de los Equus mencionan una forma de tamaño
fauna encontrada en la cueva Última Espe- mediano que denominan a nivel subespecífi-
ranza. SMITH-WOODWARD (1900) describe co como E. andium insulatum.
una caverna cercana (Last Hope Inlet, Pata- OLIVER (1926) hace referencia a un
gonia) donde cita una lista de fauna muy pequeño caballo, Parahipparion saldiasi,
abundante en la cual está presente Onohip - entre los restos de Última Esperanza (= Cue-
pidium saldiasi. ROTH (1902) describe res- va Eberhardt, = Cueva del Milodón, provin-
tos de mamíferos de la Cueva Eberhard (= cia de Magallanes), y Equus curvidens
Cueva Milodón) donde también cita a Onohip - (OWEN) en San Antonio; Tierras Blancas (La
pidion saldiasi. Unos años después (1908), Ligua); Calera (Lo Aguirre); Taguatagua;
NORDENSKIÖLD describe unos restos proce- Nirivilo, (Constitución); Concepción; San
dentes de la localidad de Tirapata (Perú), de Pedro y Los Corrales (Carahue). En una con-
un tamaño mediano que denomina Onohip - ferencia OLIVER (1927), expone que Tarija
pidium peruanum. representa el enclave más importante de la
SEFVE (1912) realizó la primera revisión fauna de América del Sur y el posible origen
global de la familia en América del Sur y de las formas chilenas que podrían haber lle-
reconoció solamente tres géneros válidos den- gado hasta Ulloma, a través del río Desa-
tro del grupo de los hipidiformes: Hippidion, guadero. De hecho, de Ulloma se conocen
Onohippidium y Parahipparion. En 1910 restos de équidos semejantes a los de Tarija,
creó el género Hyperhippidion, que en 1912 entre ellos señala Equus curvidens. Indicó
lo incluyó como subgénero de Parahipparion. también que E. curvidens fue encontrado en
Dentro de Hippidion reconoce solamente tres Taguatagua, en Nirivilo cerca de Constitu-
especies: H. bonaere n s e, H. principale e H. ción, en San Antonio cerca de Placilla, en La
30 ALBERDI & PRADO Capítulo II

cepción y otro de Concepción mismo y vuel-


ve a insistir en la presencia de esta especie en
Chacabuco. OLIVER (1935), en la lista corre-
gida de la fauna chilena y en referencia a
Perissodactyla, indica que en el Museo
Nacional de Historia Natural de Santiago hay
cuatro huesos de las extremidades proceden-
tes de Tierras Blancas (La Ligua), que él asig-
na a Hippidion nanum BURMEISTER. Relata
también que se ha encontrado esta especie en
las excavaciones de Las Pozas en la Hacienda
Chacabuco. Y cita Parahipparion saldiasi en
la Cueva del Milodón, que quedaron en el
Figura II-10. Dientes
Ligua, en Concepción, en San Pedro, y en el Museo de La Plata (Argentina), y Equus cur -
superiores de
Hippidion procedentes fundo Los Corrales cerca de Carahue, que ya videns en la Hacienda Chacabuco.
de Uquía y descritos citó en su lista preliminar de 1926. También FUENZALIDA (1936a) indica la presencia
por KRAGLIEVICH (1934) habla de un pequeño caballo, Parahipparion de caballo, Equus curvidens, en las localida-
como Hippidion saldiasi, entre los restos de Última Esper a n z a des chilenas del Potrero “El Tranque”, y
uquiense. 1: P2 dere- (= Cueva Eberhardt = Cueva del Milodón). también en Los Vilos y Tierras Blancas en la
cho (MNCN-5324); 2: PADBERG-DENKPOL (1926-29) recuperó vecindad de Catapilco (La Ligua). FUENZA-
P3-4 derecho (MNCN- treinta dientes y diez metápodos en diversas LIDA (1936b) cita restos entre los que desta-
5327); 3: M 3 derecho grutas del municipio de Pedro Leopoldo, ca un molar superior, un atlas, un axis, un
(MNCN-5326).
que forma parte de la región de Lagoa Santa fragmento de cintura pélvica, un fragmento
Depositados en el
(MG, Brasil). Algunas de estas piezas fue- de fémur y una primera falange central asig-
Museo Nacional de
ron estudiadas por SOUZA CUNHA (1960) nable a E. curvidens, así como un fragmen-
Ciencias Naturales
quien las atribuyó a "Hippidion principalis" to mandíbular y una primera falange central
“Bernardino
Rivadavia”, Buenos (LUND 1846). Estas piezas están depositadas de Hippidion. En ese mismo año (1936c)
Aires (Argentina). en el Museo Nacional de Rio de Janeiro. describe estos restos encontrados en Chaca-
SPILLMANN (1931) sitúa la mayoría de buco (30 km al N de Santiago), los restos de
los équidiformes de Ecuador en el género Los Vilos procedentes de la cabecera del
Neohippus sin proponer una diagnosis del Estero Quereo (a unos 3 km al S de Los
género; a su vez asigna a “Hippidium Jijoni” Vilos) y el material de Tierras Blancas (alre-
una muestra semejante a la que asignó a dedores de La Ligua). Parte de este último
Neohippus. material lo asigna a Hippidion sp.; parte del
En 1934, L. K RAGLIEVICH describe un material de Chacabuco lo describe como
material Uquía (noroeste de Argentina) que una nueva especie de hippidion: Hippidion
describe como Hippidion uquiense (Figura chilensis, que según él, es más pequeño que
II-10). En tanto que RUSCONI, en 1949, crea, los restos de La Ligua y se encuentra, en
a partir de un premolar de leche proveniente parte, en el Museo Nacional de Historia
del "Puelchense" de Buenos Aires, la espe- Natural (Santiago) y parte en el Museo de
cie Parahipparion puelchensis. Concepción y que se diferencia de Parahip -
OLIVER (1934) hace referencia a tres dien- parion bolivianum referido por PHILIPPI para
tes de E. curvidens descritos por PORTER en los restos de Ulloma. El resto de especime-
los alrededores de San Pedro, frente a C o n- nes de équidos los asigna a Equus curvidens.
Capítulo II Caballos fósiles de América del Sur 31

BIRD (1938) consideró los restos de las hippus) neogaeus para la forma del Brasil.
cuevas de Pali Aike y Cerro Sota como De Hippidion sólo cita una falange algo
Onohippidium. rodada y sin localidad.
SPILLMANN (1938) describe cuatro nue- PAULA COUTO (1953) refiere una falange
vas especies distintas para el género Neo - ungueal de équido encontrada en Xique
hippus en Ecuador: Neohippus Martinei, Xique, Estado de Bahía (Brasil).
Neohippus Santae-Elenae, Neohippus Riva - EMPERAIRE & LAMING (1954) en el estu-
deneirae y Neohippus Postremus dio de la Cueva del Milodón, indican la con-
En 1938, MATTOS, narra el descubrimien- temporaneidad entre el hombre y Onohippi -
to de un cráneo muy fragmentado encontrado dium en dicha Cueva.
en la gruta Lapa do Galinheiro, municipio de FERNÁNDEZ DE ÁLVAREZ, en 1957 crea el
Lagoa Santa (MG, Brasil) perteneciente a la nuevo género Hypohippidium, con la espe-
especie Equus (Amerhippus) neogaeus. Este cie H. humahuaquense a partir de unos res-
cráneo se encuentra depositado en la colec- tos de tamaño pequeño, procedentes de la
ción del Museo de Historia Naturais, Belo Quebrada de Humahuaca (noroeste de Ar-
Horizonte. En esta colección hay, pertene- gentina). En 1958 esta autora describe y
cientes a la misma especie, diversos dientes y figura los restos atribuidos a H. uquiense por
metápodos recolectados en la región de KRAGLIEVICH (1934) y en 1959 reúne todas
Lagoa Santa en la década de 1930 que nunca las formas hippidiformes de tamaño peque-
fueron estudiados. PRICE (1944) refiere "res- ño en el género Parahipparion.
tos de équidos" encontrados en Araxá (MG) SOUZA CUNHA (1959) da cuenta del
en asociación con otras piezas pleistocenas hallazgo de un P2, también de Santa Vitória
de Eremotherium y Stegomastodon. do Palmar, identificándolo como Equus sp.
En 1944, PAULA COUTO, describió un Posteriormente (1966, 1978), este autor
fragmento de molar encontrado en Santa registra la presencia de molares y falanges en
Vitória do Palmar, Estado de Río Grande do los municipios de São Rafael, Estado de Rio
Sul que atribuyó a Hippidion sp. Grande do Norte, Limoeiro e Itapipoca, am-
VIDAL (1946) colectó tres molares y cua- bos en el Estado de Ceará (Brasil) que iden-
tro metápodos en Pesqueira, Estado de Per- tifica como pertenecientes a Hippidion sp.
nambuco (Brasil), que identificó como per- En 1971, estudió algunas piezas de la colec-
tenecientes a Equus sp. ción LUND para determinar el tipo de una de
HOFFSTETTER, en 1950 crea el género las especies brasileñas: Equus (Amerhippus)
Amerhippus para englobar a todas las for- n e o g a e u s. El mismo autor en 1981 describe
mas caballinas de América del Sur. Pos- un cráneo, una mandíbula y una vértebra
teriormente, en 1952 incluye Amerhippus provenientes de la localidad de Corumbá
como un subgénero de Equus. Este autor (Estado de Mato Grosso do Sul, Brasil) y
reconoce para Ecuador varias especies de para estos restos propone una nueva especie:
Equus: E. (Amerhippus) andium, E. (Amer - Equus (Amerh i p p u s) vandonii (Figura II-11).
hippus) martinei y E. (Amerhippus) santae- En 1960, PORTA analiza las colecciones
elenae (las dos últimas descritas previamen- procedentes de la sabana de Bogotá (Colom-
te por SPILLMANN 1938). H OFFSTETTER tam- bia) y describe un cráneo colectado por el
bién menciona E. (Amerhippus) insulatus en Hno. D ANIEL (Lasaliano), nominándolo co-
Tarija, E. (Amerhippus) curvidens para la mo Equus (Amerhippus) lasallei (Figura II-
provincia de Buenos Aires y E. (A m e r - 12). S OUZA CUNHA (1960) cita una nueva
32 ALBERDI & PRADO Capítulo II

Figura II-11. gins (Chile); así como de la presencia de


Cráneo des- Hippidium en Taguatagua. La primera data-
crito por ción radiométrica de esta localidad se debe a
SOUZACUNHA
MONTANÉ (1968a, b) para el nivel paleoin-
(1981) como
dio de 11.380 ± 320 años AP por 14C sobre
Equus
hueso de tibia de mastodonte. M ONTANÉ
(Amerhippus)
(1969) fecha un nivel superior de Tagua-
vandonii.
Depositado
tagua en 6.130 ± 115 AP correspondiente a
en las un nivel de cazadores-recolectores con
Colecciones industria y sin fauna, que él cree que repre-
del Museo localidad con H. principale en Lapa Mor- senta la ocupación humana más antigua en
Nacional de Rio de tuaria, Lagoa Santa (MG, Brasil). Chile central.
Janeiro (Brasil). FUENZALIDA (1961) hace referencia a los CASAMIQUELA (1969) enumera crítica-
restos de Equus e Hippidion existentes en mente los mamíferos continentales de Chile
las colecciones del Museo Nacional de His- y su paleogeografía. Entre los équidos, ade-
toria Natural de Santiago de Chile y los des- más de referir los datos anteriores, señala la
cribe someramente. presencia de un metápodo de Onohippidium
HOFFSTETTER & PASKOFF (1966) analiza- en Sta. Rosa de Chena, Marruecos (Santia-
ron la presencia de Macrauchenia e Hippi - go) y una mandíbula de caballo procedente
dion en América del Sur y su distribución de la cantera de Conchalí, así como molares
geográfica, definieron qué formas son más de un presunto caballo de Cabrería, cerca de
australes y diferenciaron la distribución de La Rinconada, Tarapacá. PASKOFF (1971)
Hippidion y Onohippidium, con un registro indica la edad radiométrica de 9.100 ± 300
más amplio para éste último, que llega por el AP para la localidad de Los Vilos (Chile) a
partir de tejidos óseos de Mastodonte.
En 1971, SOUZA CUNHA resume bastante
bien los avatares de la nomenclatura de los
caballos de América del Sur. Ello le permi-
tió determinar la prioridad entre Equus neo -
gaeus y Equus curvidens por una parte y,
por otra, la denominación de los primeros
Hippidion descritos, procedentes de Lagoa
Santa (Brasil). En el primer caso la prioridad
Figura II-12. S hasta Patagonia y por el N se encuentra en corresponde claramente a E. neogeus (no E.
Cráneo descrito Los Andes de Perú y Ecuador y en altitudes neogaeus) siguiendo las normas del Código
por PORTA (1960) elevadas, como por ejemplo Ulloma en Internacional de Nomenclatura Zoológica.
como Equus Bolivia y Tirapata en Perú. Consideran que En el segundo la denominación corresponde
(Amerhippus) lasa - Hippidion parece ocupar una zona más res- a Hippidion principale, ya que sus restos
llei procedente de tringida, encontrándose en Brasil, Bolivia, originales fueron siempre asignados a Hip -
la sabana de Chile, Paraguay, Uruguay y Argentina. pidion, mientras que los restos de neogaeus
Bogotá, en vista CASAMIQUELA et al. (1967) señalaron los correspondieron en parte a Hippidion y en
lateral. Modificado
hallazgos de la Laguna Taguatagua en la parte a Equus.
de PORTA (1960).
cuenca del río Cachapoal, a 13 km de San CASAMIQUELA & CHONG (1974) citan ic-
Vicente de Taguatagua provincia de O’Hig- nitas de un équido que nominan Ichnhippus
Capítulo II Caballos fósiles de América del Sur 33

cotaposi, en el Plio-Pleistoceno de la Figura II-13.


costa de la provincia de Antofagasta, zona Esqueleto
de Quebrada La Chimba, unos 4 km al E de montado de
la línea de costa (Chile). CASAMIQUELA Hyracotherium
(1976) describe los vertebrados de Taguata- (= Ephippus)
gua e indica la presencia de Hippidion y en el American
Equus, el primero por la robustez del esque- Museum of
leto y el segundo por un diente. M ONTANÉ Natural
History de
(1976) resume todos los fechados paleoin-
Nueva York.
dios conocidos de las regiones chilenas,
indicando las faunas acompañantes.
En 1979, MACFADDEN & SKINNER citan
la presencia de los géneros de hipidiformes,
Hippidion y Onohippidium, en América del secos, soporta una vegetación ampliamente
Norte, refiriéndolos como Hippidion sp. y esclerofílica que se desarrolló durante el
Onohippidium galushai. ALBERDI & PRADO Holoceno, coincidente con la llegada de los
(1993) consideran que estas determinacio- paleoindios y la extinción de mastodontes y
nes son erróneas y que los restos en cuestión caballos.
corresponden a una forma cercana a Plio - En 1984, PRADO realizó un análisis mul-
hippus-Astrohippus (Figura II-13). tivariante con los metápodos de los géneros
TAMAYO & FRASSINETTI (1980) entregan Hippidion, Onohippidium, Parahipparion y
un Catálogo crítico de los mamíferos de Equus (Amerhippus) existentes en las colec-
Chile, tanto vivientes como fósiles. En él se ciones argentinas. Este autor concluyó que
detalla un panorama completo del registro no es posible diferenciar entre sí los metá-
fósil y su información hasta ese momento. podos de Hippidion y Onohippidium, y que
Los primeros datos sobre la Quebrada de los de Parahipparion si bien se discriminan
Quereo, en la provincia de Choapa (Chile), son bastante semejantes al grupo Hippidion-
se deben a VARELA (1977, 1981), que anali- Onohippidium.
za la geología del Cuaternario de Quereo – ALBERDI et al. (1986) describen por prime-
Los Vilos. NÚÑEZ et al. (1981) hacen una ra vez los restos de Barro Negro (Jujuy, Argen-
relación completa de su fauna y de la ocu- tina) que identifican como Hippidion sp.
pación paleoindia. Posteriormente, citan los MACFADDEN & AZZAROLI (1987) descri-
niveles con fauna extinta: Quereo I (> 11.400 ben un cráneo de Equus insulatus de Tarija.
años AP) y Quereo II (situado entre 11.100 En este trabajo, ambos autores discuten el
± 150 y 9.370 ± 180 años AP), donde los status de la nomenclatura de las especies de
restos de caballos son escasos (NÚÑEZ et al. Equus (Amerhippus), fundamentalmente las
1983, 1994a). mencionadas por HOFFSTETTER en 1952 y
HEUSSER (1983), en su estudio polínico sugieren como válidas Equus (Amerhippus)
sobre la Laguna de Taguatagua, indica que a n d i u m, Equus (Amerhippus) lasallei, Equus
durante el Pleistoceno tardío debieron darse (Amerhippus) curvidens y Equus (Amerhip -
intervalos más fríos y más húmedos que pus) insulatus, y la posibilidad de otras dos
caracterizaron el clima de la Edad de Hielo especies válidas, E. (Amerhippus) santae-ele -
chilena a esa latitud. Agrega que el clima nae y E. (Amerhippus) martinei de las cuales
actual, con inviernos húmedos y veranos dicen se desconocen restos craneales.
34 ALBERDI & PRADO Capítulo II

ALBERDI (1987) discutió el status de la ALBERDI & PRADO (1992) llevaron a


nomenclatura de la familia Equidae GRAY en cabo una revisión bibliográfica de los restos
América del Sur y analizó los caracteres de équidos de América del Sur que confirmó
taxonómicos que diferencian los distintos la presencia de sólo dos géneros de équidos
géneros de hippidiformes en la literatura en este continente: Hippidion y Equus (A -
correspondiente y llegó a la conclusión de merhippus). Estos autores en 1993, revisa-
que estos caracteres no deberían considerar- ron los restos de hippidiformes de Argentina
se como genéricos. Debido a ello propuso y Bolivia y llegaron a la conclusión de que
que todas las formas de hippidiformes se en la Región Pampeana y en el yacimiento
incluyeran en el género Hippidion (no Hip - de Tarija (Bolivia) estaban presentes dos
pidium) de acuerdo con las reglas de Nomen- hippidiformes, Hippidion principale e Hip -
clatura Zoológica, concluyendo que sólo pidion devillei. Observaron ciertas variacio-
habría dos géneros válidos para este conti- nes en las proporciones de los miembros de
nente: Hippidion y Equus (Amerhippus). ambas especies entre un área y otra. En su
ALBERDI et al. (1987) analizan las formas análisis incluyeron los restos que MACFAD-
terminales de Hippidion en algunas cuevas de DEN & SKINNER (1979) describieron como
la Patagonia argentina y chilena entre las que Hippidion sp. y “Onohippidium” galushai y
incluyen los restos de las cuevas chilenas de consideraron que estos restos están más
Cueva del Milodón, Cueva Fell, Cueva Pali cerca de Pliohippus que de Hippidion. La
Aike y Cerro Sota, que asignan a H. saldiasi. presencia de Hippidion saldiasi la restringen
Estos autores consideran esta especie restrin- a la zona de la Patagonia austral. En 1994
gida geográfica y estratigráficamente a un estos mismos autores, PRADO & ALBERDI,
periodo del Pleistoceno final, registrada entre llevaron a cabo un análisis similar con los
13.000 y 8.500 años AP, en la región Pata- restos de equidiformes de las distintas loca-
gónica (MIOTTI et al. 1988; MIOTTI & SALEM- lidades de América del Sur, a partir de las
ME 1999). poblaciones de Ecuador, Bolivia y Argen-
BERGQVIST et al. (1997) indicaron la ocu- tina, hasta aquel momento las más numero-
rrencia de H. principale en Taperoá y Cam- sas, y algunos restos de Brasil y Colombia.
pina Grande (Estado de Paraíba, Brasil) y en Estos autores llegaron a la conclusión de
Itapipoca (Estado de Ceará, Brasil). B EL- que todas las formas de equidiformes de
TRÃO & LOCKS (1989) señalan la presencia América del Sur deben incluirse en el géne-
de la misma especie en Central (Estado de ro Equus (Amerhippus) y revalidaron cinco
Bahia, Brasil). Fueron muy pocas las piezas especies: E. (A.) andium en la cordillera de
colectadas en estas localidades. C ARTELLE Los Andes ecuatorianos, E. (A.) insulatus en
(1989, 1992) indica la existencia de piezas Tarija (Bolivia), E. (A.) neogeus en las loca-
de Hippidion en São Raimundo Nonato lidades de Brasil y Argentina, que incluye E.
(Estado de Piaui, Brasil), en Ourolândia y curvidens como sinonimia siguiendo las
Santana (Estado de Bahía (Brasil); así reglas de Nomenclatura Zoológica, E. (A.)
mismo, de Equus (A.) neogeus, en las loca- santaeelenae restringida a la Península de
lidades citadas de São Raimundo Nonato e Sta. Elena en Ecuador y E. (A.) lasallei refe-
Ourolândia. Este material, excepto el de rida al cráneo descubierto en la sabana de
Piaui, está depositado en el Museo de Cien- Bogotá (PORTA 1960), que es difícil de iden-
cias Naturais, Belo Horizonte (Brasil).(Figura tificar con ninguna de las otras cuatro espe-
II-14) cies por carecer de restos del esqueleto
Capítulo II Caballos fósiles de América del Sur 35

apendicular y poseer un cráneo enorme,


el más grande en talla encontrado hasta la
actualidad en América del Sur.
PRADO et al. (1998a) confirman la presen-
cia de Hippidion devillei en la localidad de
Esquina Blanca (Jujuy, Argentina) que repre-
senta, sin duda, el registro más antiguo de es-
ta especie en América del Sur (Figura II-15).
Consideran que la “Edad-mamífero” Uquiense
es válida y que esta localidad debe situarse
en una edad cercana al límite Matuyama/Gauss
(WALTHER et al. 1996, 1998).
ALBERDI & FRASSINETTI (2000) descri-
ben y sitúan taxonómicamente los restos de
équidos de las localidades chilenas y seña-
lan su distribución geográfica y sus relacio-
nes con otros équidos sudamericanos, ade-
más de referirlos al Pleistoceno superior,
Edad Mamífero Lujanense. Indican la pre-
sencia de Equus (Amerhippus) e Hippidion
en Chile. Concretamente, Equus (Amerhippus)
andium se encuentra en Valle de Elqui y
Calera (Lo Aguirre). En Chacabuco, Tagua-
tagua, Huimpil y en Los Vilos identifican
Equus (Amerh i p p u s) sp., debido a que los Figura II-14. Esqueleto de Hippidion montado en el Museo
escasos restos disponibles son difíciles de de Historia Naturais de Belo Horizonte (Estado de Minas
asignar entre las especies santaeelenae e Gerais, Brasil). El cráneo corresponde a un molde
insulatus. Los restos de Conchalí y Colina del cráneo de Hippidion de Mercedes
(provincia de Buenos Aires, Argentina).
los atribuyen a cf. Equus (Amerhippus) sp. y
Foto cedida amablemente por C. CARTELLE.
los restos de San Bernardo quedan simple-
mente como Equus sp. Por otra parte,
Hippidion está presente en Chacabuco, del Medio, Cueva Lago Sofia 1 y 4 datados
Santa Rosa de Chena, Taguatagua, Tierras entre 13.500 y 10.000 años AP por FAVIER-
Blancas y en Patagonia. Los restos de DUBOIS & BORRERO (1997); los del Alero
Taguatagua se asignan a Hippidion princi - Tres Arroyos 1 estudiados por LATO R R E
pale, mientras que los de Chacabuco y Santa (1998); restos de la Cueva de La Ventana y la
Rosa de Chena se asignan a H. saldiasi. Los Cueva de Los Chingues, estudiados por SAN
restos de Tierras Blancas los dejan como ROMÁN et al. (2000); y los restos de Cueva
Hippidion sp. del Milodón, Cueva Fell y Cueva Pali Aike
ALBERDI & PRIETO (2000) estudiaron en descritos en parte por ALBERDI et al.1987 (ver
detalle los restos de Hippidion recuperados figuras 1 y 2 en ALBERDI & FRASSINETTI
en la zona por los investigadores del Instituto 2000; figura 1 en FRASSINETTI & ALBERDI
de La Patagonia (Punta Arenas), en los últi- 2001). Estas localidades, en su mayor parte,
mos años. Estos restos proceden de Cueva corresponden a sitios paleoindios de cazado-
36 ALBERDI & PRADO Capítulo II

Figura II-16. Mandíbula de Hippidion saldiasi


de Cueva Fell (F-100) depositada en el Museo
Regional de la Patagonia (Punta Arenas,
Chile). En vista lateral.

se estratigráficamente en un lapso de tiempo


que se extiende entre los 1,69 Ma como
edad máxima hasta momentos anteriores a
Brunhes tardío ( > 0,1 – 0,2 Ma), cuya edad
más antigua correspondería a la parte supe-
rior del Pleistoceno inferior. Lo asignan a H.
principale, tanto por sus caracteres morfoló-
gicos como por su tamaño y por la presencia
de una fosa preorbital grande.
ALBERDI et al. (2001a) describen una nueva
localidad, Piedra Museo, con Hippidion saldia -
Figura II-15. Restos res-recolectores como se deduce del si en la Patagonia extra-andina, datada por
de Hippidion devillei número importante de restos que presentan AMS entre 12.890 y 10.400 años AP y consi-
procedentes de caracteres de este tipo. La mayor parte de derada por MIOTTI et al. (1999) como la ocupa-
Esquina Blanca, estos restos están depositados en el Instituto ción más temprana del hombre en Patagonia.
Uquía (Jujuy). 1: vista de la Patagonia y proceden de niveles del ALBERDI et al. (2003) estudian los restos
anterior de la 1FIII Pleistoceno tardío-Holoceno temprano, data- de équidos de Brasil, y suponen que todos
(MLP 95-IX-1-3); 2: proceden del Pleistoceno superior aunque
dos entre 13.000 y 8.500 años AP, es decir,
idem vista posterior;
del Pleistoceno final de las Cuevas de la algunos no tienen procedencia estratigráfica
3: fragmento de tibia
Región Patagónica Austral (Figura II-16). En exacta (Figura II-17). Constatan la presencia
(MLP 95-IX-1-4).
Última Esperanza están ubicadas las cuevas de Equus (Amerhippus) neogeus, Hippidion
Depositados en el
de Lago Sofía 1 y Lago Sofía 4, la Cueva de principale e Hippidion devillei en Brasil y
Museo de La Plata
(La Plata, Buenos La Ventana, la Cueva del Medio y por excluyen otras especies de équidos. Con-
Aires, Argentina). supuesto la Cueva del Milodón. En la región cretamente, en la nueva localidad de Toca dos
volcánica de Pali Aike se sitúan la Cueva de Ossos (Ourolândia, Estado de Bahia) están
Los Chingues, la Cueva Fell, la Cueva Pali presentes las tres especies: Equus (Amer -
Aike y Cerro Sota, mientras que el Alero Tres h i p p u s) n e o g e u s, Hippidion principale e
Arroyos 1 está en Tierra de Fuego. Hipparion devillei. Describen un cráneo de
ALBERDI et al. (2001b) describen un crá- Santana (Estado de Bahía) y lo asignan a
neo completo de Hippidion hallado en la Hippidion devillei. En la zona de Lagoa Santa
zona costera de Mar del Plata (provincia de confirman la presencia de Equus (Amer -
Buenos Aires, Argentina), que debería situar- hippus) neogeus e Hippidion principale, y
Capítulo II Caballos fósiles de América del Sur 37

Figura II-18. MCIII de Hippidion de Tirapata


(Perú), dos juveniles y uno adulto, deposita-
dos en el Museo Natur Historiska
Figura II-17. Este dibujo representa una cue-
Riksmuseet, Estocolmo (Suecia).
vas de los alrededores de Lagoa Santa
(Estado de Minas Gerais, Brasil). Fue diseña-
do por BRANDT, secretario de Peter LUND, y incluyen en Hippidion devillei (Figura II-
representa una pieza histórica de la paleonto- 18). EATON (1914) cita una fauna en
logía brasileña. Cedida amablemente por Ayusbamba (zona de Cuzco, Perú) con
C. CARTELLE. varios fragmentos de cráneo y varios hue-
sos, alguno de Parahipparion que él consi-
ponen en duda la presencia de Hipparion dera muy parecidos a la forma que presentan
d e v i l l e i.Así mismo citan Equus (Amerhippus) los de Tirapata. FALGUÈRES et al. (1994)
neogeus en la localidad de Lage Grande (Mato citan Equus (Amerhippus) santaeelenae en
Grosso do Sul) e identifican los restos de la zona de Cupisnique, situada en el desier-
Corumbá (Mato Grosso do Sul), asignados a to costero del Perú, en una latitud sur 7º30’,
Equus (Amerhippus) vandonii por SOUZA del Pleistoceno superior.
CUNHA (1981), con Equus (Amerhippus) neo - En las Colecciones del Museo de la Uni-
geus. versidad de San Marcos (Museo de Historia
De los restos de équidos de Perú no hay Natural de Lima), hay restos de Equus
estudios detallados, si bien Vera EISENMANN (Amerhippus) recuperados en los últimos
los está estudiando. No obstante, podemos años por Mario U RBINO y Rodolfo S ALAS,
afirmar que están presentes Equus (Ame - todos del Pleistoceno superior. Este material
rhippus) e Hippidion. En la literatura anti- procede de las localidades de Sacaco y
gua ya NORDENSKIÖLD (1908) cita en Aguada de Lomas en Arequipa, Samaca a
Tirapata (Perú) la presencia de Onohippidium 340 km al Sur de Lima, y en Ica a nivel del
peruanum, que A LBERDI & PRADO (1993) mar.
Capítulo III Caballos fósiles de América del Sur 39

E L registro de la historia de los mamífe-


ros continentales de América del Sur es
uno de los más completos del planeta, sólo
de Oeste a Este (PASCUAL et al. 1985). Este
patrón, vinculado principalmente con el
choque entre las placas Sudamericana y
ASOCIACIONES
superado por los de América del Norte y Pacífica y la consecuente subducción de esta FAUNÍSTICAS Y
Europa. Sin embargo, se diferencia de ellos última, explica por qué en la región pampe-
EDADES DEL
por estar principalmente restringido a su ana el registro de la historia de los mamífe-
porción meridional y, de forma más especí- ros comenzó en el Mioceno tardío (PASCUAL
CENOZOICO
fica, al actual territorio argentino (PATTER- et al. 1996).
SON & PASCUAL 1972). La conjunción de Desde comienzos de este siglo, diversos TARDÍO EN
una gran extensión latitudinal, una menor autores ya habían destacado la estrecha vin-
dimensión longitudinal, la cercanía con la culación entre los cambios mayores en la AMÉRICA DEL
Antártida occidental, la existencia de un composición de la fauna de mamíferos de
activo borde de contacto con la placa América del Sur y los eventos físicos que SUR
Pacífica en sentido Norte-Sur y la compara- afectaron al paisaje y los ambientes del con-
tivamente escasa distancia existente entre un tinente durante el Cenozoico. Más aún, auto-

punto cualquiera del continente y el mar, res como AMEGHINO (1906), KRAGLIEVICH Figura III-1.
hace que una modificación del ambiente (1934), y SIMPSON (1940) propusieron repre- Correlaciones estrati-
físico regional se transmita más rápidamen- sentar esta vinculación a partir del agrupa- gráficas del Cenozoico
te a la biota de la zona austral que a aquella miento de las sucesivas faunas de mamíferos tardío de América del
Sur. Tomado de
ubicada en las regiones intertropicales del en distintas categorías de nivel jerárquico cre-
ALBERDI et al. (1995b)
continente (PASCUAL 1984; PASCUAL & ciente (por ejemplo "Fauna"-"Ciclo Faunís-
ORTIZ JAUREGUIZAR 1990; PASCUAL et al. tico", sensu KRAGLIEVICH 1934). Más tarde,
1996). De acuerdo con las evidencias dispo- ORTIZ JAUREGUIZAR (1986) y posteriormente
nibles, a lo largo del Terciario los ambientes PASCUAL & ORTIZ JAUREGUIZAR (1990, 1991),
propicios para la vida y/o la preservación de propusieron un esquema más complejo y
los animales, ya sean continentales o mari- explicativo, integrado por Subciclos, Ciclos,
nos, fueron desplazándose de Sur a Norte y Superciclos y Megaciclos Faunísticos. De
40 ALBERDI & PRADO Capítulo III

acuerdo con estos autores, los Subciclos y Formaciones Pisos continentales y


Ciclos faunísticos, que representan verdade- de agua dulce
ros cronogramas (OLSON 1952; WEBB 1983),
estarían principalmente vinculados a cambios Post-pampeano Aimarense
físicos de escala regional, en tanto que los Platense
Superciclos y Megaciclos Faunísticos estarí-
an básicamente relacionados con cambios Pampeano Lujanense
físicos a escala global (PASCUAL & ORTIZ Bonaerense
JAUREGUIZAR 1990; PASCUAL et al. 1996). Ensenadense
Esta relación fauna-gea parece verse corrobo- Puelchense
rada por recientes estudios de geología
secuencial regional (LEGARRETA et al. 1990; Araucano Hermosense
BOND et al. 1994). Araucanense
Rionegrense

Tabla III-1.- Unidades faunísticas de


E L CICLO PA N - PA M P E A N O mamíferos, litológicas y cronológicas según
AMEGHINO (1906). Modificada de
El comienzo de este ciclo está marcado por PASCUAL et al. (1996).
un cambio en los ambientes como resultado
de la fase orogénica Diaguita, causante de la sobre la base de una inferencia teórica y no
elevación de las Sierras Pampeanas. Esto en un registro incuestionable de mamíferos
tuvo como consecuencia el establecimiento provenientes de su localidad tipo, Uquía, en
de la división ambiental que se observa el noroeste de la Argentina (PASCUAL et al.
actualmente en el Sur de América del Sur: 1965). En efecto, los registros procedentes
semidesiertos de altura en la región occiden- de esta localidad "llenaban" el hiato en la
tal y la húmeda planicie Chacopampeana en evolución de los mamíferos sudamericanos,
la oriental. Biocronológicamente este ciclo que A MEGHINO reconocía entre las faunas
está representado por tres Edades mamífero: provenientes de sus pisos Chapadmalalense
Uquiense, Ensenadense y Lujanense, más el y Ensenadense en los acantilados costeros
registro actual (PASCUAL & ORTIZ JAUREGUI- del sureste de la provincia de Buenos Aires.
ZAR 1990; ALBERDI et al. 1995b) Figura III- Este hiato era muy importante para AMEGHI-
1. Estos nuevos ambientes posibilitaron la NO, ya que representaba el límite entre sus
llegada masiva de varios grupos de inmi- "formaciones" Araucana y Pampeana, que
grantes neárticos entre los que se encuentran autores posteriores utilizaron para señalar el
los équidos (WEBB 1985). Este evento, límite Plio-Pleistoceno en Argentina (PAS-
denominado "Gran Intercambio Biótico CUAL & FIDALGO 1972; FIDALGO et al. 1975;
A m e r i c a n o" (STHELI & WEBB 1985), MARSHALL et al. 1984; PASCUAL 1984).
comienza en el ciclo anterior, en la Edad Durante este ciclo se produjo un incre-
mamífero Huayqueriense, con la entrada de mento en el número de inmigrantes nortea-
los primeros colonizadores (i.e. Cyonasua), mericanos paralelamente con un descenso
pero tiene su mayor manifestación en la en el número de grupos nativos. El incre-
Edad mamífero Ensenadense (TONNI et al. mento en las formas inmigrantes obedece
1992). La Edad mamífero Uquiense, con la tanto a la aparición de géneros diferenciados
que comienza este ciclo, está reconocida en América del Norte, esto es inmigrantes
Capítulo III Caballos fósiles de América del Sur 41

primarios como Hippidion, Tapirus y Felis, Tipos de Faunas Pisos de Tiempo


como la diferenciación en América del Sur Faunas Panpampeanas Pampeano
de grupos nativos pero pertenecientes a fami- (Uquiense)
lias norteamericanas, inmigrantes secunda- Chapadmalalense
rios como son Stegomastodon, Equus y L a m a
(MARSHALL et al. 1982; WEBB 1985). Entre Faunas Araucanas Montehermosense
los grupos inmigrantes, los que experimen- Tunuyaniense
taron una mayor diversificación son los car- Huayqueriense
nívoros y los ungulados. Estos últimos dis- Mesopotamiense
minuyeron más desde la Edad mamífero
Faunas Pansantacrucenses Chasiquense
Lujanense hasta la actualidad. Por su parte
(Mayense)
los Cricétidos incrementaron notablemente
Friasense
su diversidad. Durante todo el ciclo predo-
(Colloncuranense)
minaron los Caviomorpha y Cingulata.
Santacrucense
Desde un punto de vista trófico persistió el
(Karaikenense)
predominio de los tipos pastadores, aunque Colhuehuapense
su diversidad descendió progresivamente a
lo largo del ciclo. Faunas Deseadenses Deseadense
Por otra parte, la mayoría de los mamí-
feros que intervinieron en el "Gran Inter- Faunas Pancasamayorenses Mustersense
cambio Biótico Americano", estaban adap- Casamayorense
tados a ambientes de sabana, y migraron Riochiquense
desde latitudes templadas en el Norte hacia
el Sur y en dirección opuesta. Esto presupo- Tabla III-2.- Unidades faunísticas de mamíferos,
ne la presencia de un corredor continuo de litológicas y cronológicas según SIMPSON (1940).
hábitats abiertos (WEBB 1985). Modificada de PASCUAL et al. (1996).

tas. En ese momento, SIMPSON (1940) en un


LAS EDADES MAMÍFERO DE trabajo pionero, ordenó los depósitos conti-
PA S C U A L ET A L (1965, 1966) nentales de América del Sur (Tabla III-2).
Posteriormente, PASCUAL et al. (1965, 1966),
Carlos y Florentino A MEGHINO establecie- utilizando las faunas de AMEGHINO y sobre
ron, a partir de los trabajos de D’ORBIGNY la base de los conceptos de S IMPSON y las
(1842) y D OERING (1882), una escala de recomendaciones de SAVAGE (1962) en los
referencia para el registro de mamíferos del esquemas del hemisferio norte, proponen un
Cenozoico de América del Sur (A MEGHINO esquema de Edades mamífero para América
1880, 1889, 1906, 1908). Esta escala ha sido del Sur. Este esquema, basado sobre el regis-
la base para todos los esquemas que se pro- tro de la Región Pampeana y Patagonia, esta-
pusieron con posterioridad (Tabla III-1) blecía edades sobre la base del grado evoluti-
PASCUAL et al. (1996) señalan que en la vo de los mamíferos de la misma manera que
década de los años 40 existía una considera- lo hizo AMEGHINO y contemplaba además las
ble confusión por que el mismo nombre era primeras y últimas apariciones y los cambios
utilizado frecuentemente para denominar en las asociaciones de mamíferos a lo largo
rocas, tiempos y unidades faunísticas distin- del tiempo.
42 ALBERDI & PRADO Capítulo III

Sin embargo, estas Edades mamífero no procedentes de esta localidad representaban


han sido reconocidas como unidades bioes- el hiato en la evolución de los mamíferos
tratigráficas por los respectivos códigos más sudamericanos que AMEGHINO (1915) reco-
allá de su utilidad para establecer correla- nocía entre las faunas provenientes de sus
ciones y analizar los eventos evolutivos a “pisos u horizontes” Chapalmalense y Ense-
nivel continental. Desde la década de 1950 nadense en los acantilados costeros del
varios autores han tratado de unir los estu- sureste de la provincia de Buenos Aires.
dios de paleontología de vertebrados con los La antigüedad del “Uquiense” sigue
métodos clásicos de la bioestratigrafía siendo motivo de debate (C IONE & TONNI
(TEDFORD 1970; WOODBURNE 1977, 1987). 1996; PRADO et al. 1998a, 2000; T ONNI &
Recientemente, varios autores han elabora- CIONE 2000; WALTHER et al. 1996, 1998).
do esquemas bioestratigráficos formales a Las primeras manifestaciones sobre la edad
nivel continental con faunas de vertebrados, de los sedimentos portadores de mamíferos
pero estos no están exentos de errores uquienses fueron aportadas por DE CARLES
(PROTHERO 1995). (1912), quien los asignó al Montehermo-
sense, al igual que ROVERETO (1914).
KRAGLIEVICH (1934) expresó que los
L A EDAD MAMÍFERO UQUIENSE fósiles provenientes de la Formación Uquía:
“…proceden, por lo menos, de dos horizon-
Los mamíferos de la Formación Uquía se tes; uno de ellos, el Uquiense, confinante
conocen desde los trabajos realizados por el con el Chapadmalense, y el otro relacionado
naturalista Enrique DE CARLES en 1906 y con el Ensenadense”.
1909, en la zona de la Quebrada de Huma- A pesar de que algunos de los fósiles
huaca, Jujuy (D E CARLES 1912). Sobre la descritos por CASTELLANOS (1950) no pose-
base de estos hallazgos, CASTELLANOS en procedencia estratigráfica, puede decirse
(1923) fundó el “piso Uquiense”. Posterior- que la mayoría provienen de los niveles
mente, KRAGLIEVICH (1930) creó la “Forma- basales y medios ya que este autor establece
ción Uqueana” basándose en el “piso Uqui- que en los niveles superiores solamente se
ense” de CASTELLANOS y lo atribuyó al Plio- halló Promacrauchenia. Este autor dividió a
ceno medio. Sin embargo, años más tarde la Fm Uquía en 3 secciones, caracterizándo-
este mismo autor (KRAGLIEVICH 1934) reco- las por niveles perfectamente identificables,
noció que los mamíferos de Uquía provení- una toba dacítica basal y por la inclinación
an de distintos horizontes estratigráficos, de los estratos.
unos de un nivel inferior entre el post-Cha- MARSHALL et al. (1982: 987) considera-
palmalense (= Chapadmalalense actual) y el ron Esquina Blanca la localidad típica, tanto
Ensenadense, y otros de uno superior al de la Formación Uquía como de la “Edad
Ensenadense. Es a la fauna del primero a la mamífero” Uquiense, por ser: “…the most
que denomina “uquiana”. richly fossiliferous and stratigraphically the
PASCUAL et al. (1965) reconocen la thickest section…”
“Edad mamífero” Uquiense y observan que
esta unidad se ha definido sobre la base de Geocronología
una inferencia teórica y no de un registro
incuestionable de mamíferos provenientes Las primeras dataciones radiométricas fueron
de su localidad tipo. En efecto, los registros publicadas por MARSHALL et al. (1982). Estos
Capítulo III Caballos fósiles de América del Sur 43

autores obtuvieron dataciones de 40K/40Ar de tran en esta parte de la secuencia correspon-


los niveles tobáceos inferiores en los perfiles den a la Zona de Paraglyptodon chapadma -
de Chucalezna (LGM 205, KA 3836) y lensis y también se hallan en la fauna de
Esquina Blanca (LGM 202, KA 3912). Tam- Inchasi (Bolivia) de edad Chapadmalalense
bién dataron otros niveles tobáceos en la parte (CIONE & TONNI 1996). Estratigráficamente
superior de esos perfiles. se encuentran por debajo de la toba datada
En recientes estudios (WALTHER et al. LGM 202 (3,54 Ma) o Toba 2 (más de 3 Ma).
1996, 1998; PRADO et al. 1998a, 2000) se
detalla que la toba basal de Esquina Blanca, El primer registro de équidos en
Toba 2 (U4), se encuentra aproximadamente a América del Sur
unos 15 m de la base no expuesta. Corres-
ponde a la misma toba datada (LGM 202) por Del nivel superior se ha exhumado reciente-
MARSHALL et al. (1982). La toba superior, mente un fragmento de tibia de Hippidion
Toba 1 (U21), se halla a unos 190 m por enci- devillei (PRADO et al. 1998a). También se ha
ma de la base no expuesta, y unos 40 m por registrado Hippidion devillei, en la Sección
encima de la toba datada (LGM 201) por media de la Formación Uquía en Esquina
MARSHALL et al. (1982). Las muestras de Blanca, donde está asociado con los registros
MARSHALL dieron los siguientes valores: la de Urotherium, Platygonus cf. P. uquiensis y
inferior, LGM 202 (3,54 ± 0,04 Ma) y la supe- Promacrauchenia. También en esta sección,
rior LGM 201 (dos muestras: KA 3863, 3,7 ± pero con una ubicación estratigráfica más baja,
0,5; KA 3865, 3,8 ± 0,2). Según estos autores, se registra Hippidion devillei, asociado con
“… anomalously old ages were obtained rela- Scelidotheriinae cf. Scelidotheridium y
tive to the basal dacitic tuff “ (pág. 987). Microcavia. Urotherium, Promacrauchenia y
Según KELLEY (1997), la Toba 1 (U24) Platygonus se hallan por debajo de la Toba 1,
posee una edad de 2,5 Ma y la Toba 2 (U4) datada en 2,5 Ma (WALTHER et al. 1998) y por
posee una edad más antigua, mayor de 3,0 encima de la LGM 201, mayor de 3 Ma. Si
Ma. tenemos en cuenta el esquema bioestratigráfi-
Estos valores radiométricos de las tobas co propuesto por PASCUAL et al. (1996) o el de
inferiores son similares a los obtenidos por CIONE & TONNI (1995, 1999), la presencia de
40
Ar/39Ar en la toba de Ayo Ayo (2,9 ± 0,006 Hippidion devillei en Uquía representa el
Ma) en Bolivia (MARSHALL et al. 1992). registro más antiguo de estas formas endémi-
Esta toba se encuentra estratigráficamente y cas en América del Sur. Estos datos están apo-
por correlación en el tope de la sección de yados por las dataciones radiométricas. Por
Inchasi (MACFADDEN et al. 1993; C IONE & otra parte, es concomitante con los tiempos del
TONNI 1996). También están muy próximos poblamiento de los taxones inmigrantes du-
a la edad obtenida (3,3 Ma) por el método rante el Gran Intercambio Biótico Americano.
40
Ar/39Ar en las escorias del Chapadmala- Asimismo, la Formación Uquía también
lense (SCHULTZ et al. 1998) en la costa de la es importante desde el punto de vista paleo-
provincia de Buenos Aires. biogeográfico. En esta unidad se ha registra-
Los estudios recientes señalan que los tér- do un roedor eretizóntido (puercoespines)
minos basales de la Fm. Uquía podrían corre- estrechamente relacionado con los géneros
lacionarse con los del Chapadmalalense de la de puercoespines vivientes, Coendu y
costa de la provincia de Buenos Aires. Erethizon. “La presencia de eretizóntidos en
Prácticamente todos los taxones que se regis- la Fm. Uquía constituye el último registro de
44 ALBERDI & PRADO Capítulo III

la familia en territorio argentino y el más Los primeros datos paleomagnéticos del


antiguo eretizóntido vinculado a la radiación Ensenadense provienen de la ciudad de
de los puercoespines neotropicales” (C AN- Buenos Aires (N ABEL & VALENCIO 1981;
DELA & REGUERO, 1999). VALENCIO & ORGEIRA 1983). En base a estu-
dios paleomagnéticos realizados en las
barrancas de Mar del Plata, ORGEIRA (1990)
L A EDAD MAMÍFERO ENSENADENSE correlaciona la Formación Miramar con el
Ensenadense y pone su límite superior en la
El Piso Ensenadense fue definido por base del subchron Jaramillo, alrededor de
AMEGHINO (1889) sobre la base de su “Pam- 1,07 Ma. Por otra parte, TONNI et al. (1999)
peano inferior” (AMEGHINO 1880). Este en un reciente estudio faunístico y paleo-
autor distinguía en las localidades de magnético en las inmediaciones de la ciudad
Ensenada del puerto de La Plata y de de La Plata identifican las Formaciones En-
Buenos Aires varios niveles que denominó senada y Buenos Aires. Estos autores atribu-
“Preensenadense”, “Ensenadense basal” y yen el límite entre estas dos formaciones al
“Ensenadense cuspidal” (AMEGHINO 1909, límite entre el Ensenadense y el Lujanense,
1910). PASCUAL (1965) incluye los fósiles ubicándolo muy próximo al límite Matuya-
provenientes de estos niveles en la fauna de ma/Brunhes (0,78 Ma) que se encuentra en la
la Edad mamífero Ensenadense. cúspide de la Formación Ensenada.
PASCUAL (1968) señala que el reconoci-
miento de esta edad se ha hecho sobre la Tarija y la Edad mamífero
base de los registro provenientes de la For- Ensenadense
mación Ensenada que afloran respectiva-
mente a lo largo de la ribera del río Paraná La fauna de Tarija es una de las más repre-
en Santa Fe, del Río de la Plata y los regis- sentativas de la Edad mamífero Ensena-
tros de la Formación Miramar citados por dense. Los primeros estudios fueron realiza-
KRAGLIEVICH (1952, 1953) en la costa atlán- dos por ROVERETO (1914) que crea la Edad
tica a un lado y otro del cordón de Tandil. La Tarijense para referirse a los mamíferos de
comunidad de mamíferos presenta el más esta localidad. Posteriormente, B OULE &
típico carácter pan-pampeano, según la deno- THEVENIN (1920), refieren esta fauna al Plio-
minación dada por SIMPSON (1940), con un ceno. KRAGLIEVICH (1930) considera que la
incremento notable de elementos alóctonos fauna de Tarija es más moderna que el clási-
y persistencia de formas nativas. Actual- co Ensenadense y más antigua que el Luja-
mente se conocen registros asignados a esta nense, pero en un trabajo posterior (1934) le
edad de un gran número de localidades en el asigna una Edad Ensenadense. Más recien-
interior de Argentina (PARDIÑAS & DES- temente MARSHALL et al. (1979, 1984) con-
CHAMPS 1996; TAUBER 1997). sideran a la mayor parte de la Formación
Recientemente, UBILLA & PEREA (1999) Tolomosa, en Tarija, como Ensenadense, pero
proponen que la presencia de Scelidodon cape - resaltan que la porción superior de dicha
llini en la Formación Libertad, en Uruguay, Formación es más joven, tal vez Lujanense.
indicaría una Edad Ensenadense de los sedi- Estos autores ubican el límite entre la Eda-
mentos portadores. Los niveles inferiores de la des Ensenadense y Lujanense en 300.000
Formación Ñuapua en Bolivia son referidos al años. Mediante estudios paleomagnéticos
Ensenadense (MACFADDEN & WOLF 1981) MACFADDEN et al. (1983) correlacionan este
Capítulo III Caballos fósiles de América del Sur 45

límite con los niveles anteriores al límite Figura III-2.-


Bruñes/Matuyama ubicándolo en torno a Correlación
500.000 años. M ACFADDEN (2000) a partir paleomag-
de nuevos datos isotópicos de la parte supe- nética, lito-
rior de la Formación Tolomosa sitúa el lími- lógica y
te superior del Ensenadense entre 0,7 y 0,6 situación
Ma. Asimismo señala que el conjunto fau- de los nive-
nístico de Tarija es homogéneo, incluso los les fosilífe-
ros de la
registros de las localidades cercanas de San
Formación
Pedro y Pueblo Viejo, y en consecuencia las
Tolomosa
refiere al Ensenadense, descartando la idea
(Bolivia).
de que la parte superior de la secuencia Modificada
tenga una fauna de transición con el Luja- de
nense (Figura III-2). MACFADDEN
(2000).

L A EDAD MAMÍFERO LUJANENSE

La mayoría de los registros que han servido


para reconocer esta Edad provienen de la
Región Pampeana de Argentina. AMEGHINO
(1880, 1889) reconocía dos pisos diferentes
en la parte superior de su Formación Pam-
peana, el piso Bonaerense o Pampeano
superior (= Bonaerense de FRENGUELLI 1950
o Formación Buenos Aires de KRAGLIEVICH
1952) y el piso Lujanense o pampeano
lacustre (= Lujanense de FRENGUELLI 1950 o
Miembro Guerrero de la Formación Luján que justifiquen alguna escisión...” (PASCUAL
de F IDALGO et al. 1973). Parcialmente, la et al. 1965).
Edad mamífero Lujanense de PACUAL et al. PASCUAL & ODREMAN (1973) y MARSHALL
(1965) fue basada en los mamíferos proce- et al. (1984) incluyen en esta edad a los
dentes de estos pisos. mamíferos provenientes del Bonaerense,
Esta Edad fue reconocida por PASCUAL et siguiendo a PASCUAL et al. (1965). Pero REIG
al. (1965) e identificada por “...la última (1981) sugirió dividir la Edad mamífero
aparición de un gran número de taxa que Lujanense en dos subedades: Lujanense y
caracterizaron las demás Edades referidas al Bonaerense, volviendo a la idea original de
Pleistoceno...”. Esta Edad es asignable con- AMEGHINO.
vencionalmente al Pleistoceno tardío A esta edad se refieren las faunas prove-
(PASCUAL et al. 1965; MARSHALL & PASCUAL nientes del Miembro Guerrero de la Forma-
1978; MARSHALL et al. 1984), basándose en ción Luján descritas entre otras en las loca-
la mastofauna de la Formaciones Buenos lidades de Paso Otero (PRADO et al. 1987);
Aires y Luján “...porque los mamíferos que Quequén Salado (ALBERDI et al. 1989);
se hallan en ambas no presentan diferencias Luján (TONNI et al. 1985); río Reconquista
46 ALBERDI & PRADO Capítulo III

feros registrados en la parte inferior de la


Formación La Postrera (FIDALGO et al. 1973;
FIDALGO & TONNI 1981); Arroyo Barran-
quitas en San Luis (STRASSER et al. 1996); y
Tafí del Valle en Tucumán (COLLANTES et
al. 1993); entre otras.
En Uruguay en varias localidades de la
Formación Sopas y Dolores (PEREA 1988;
UBILLA 1985; UBILLA & ALBERDI 1990;
UBILLA et al. 1995; VIZCAÍNO et al. 1995), y
en Chile se han mencionado una gran canti-
dad de localidades referidas a esta Edad, por
ejemplo Pampa del Tamarugal, La Chimba
(CASAMIQUELA & CHONG 1974), Chiuchíu
(CASAMIQUELA & SEPÚLVEDA 1974), Tongoy
(HOFFSTETTER & PASKOFF (1966), Limahuida,
Los Vilos, Quebrada de Quereo (NÚÑEZ et al.
1983), Catapilco, Tierras Blancas, Calera,
Chacabuco, Conchalí (CASAMIQUELA 1999),
Colima, Casablanca y Lagunillas, entre mu-
chas otras. Una relación de sitios Lujanenses
en Chile se encuentra en FRASSINETTI & AL-
BERDI (2001). En Brasil las principales colec-

Figura ciones de faunas lujanenses provienen de los


III-3.- estados de Minas Gerais (Región de Lagoa
Biozonas del Santa, LUND 1840, 1842, 1846; SOUZA CUNHA
Plio- 1960) y Bahía (Región de Ourolândia), tam-
Pleistoceno bién se mencionan registros en las localidades
establecidas de Pedra Vermelha (HOLLAND 1920), Araxá
por CIONE & (PRICE 1944), Santa Victória do Palmar
TONNI (1995 a
(PAULA COUTO 1944; SOUZA CUNHA 1959),
y b) para la
Taperoá y Campina Grande (BERGQVIST et al.
parte sur de
(PARDIÑAS et al. 1995); Punta Hermengo 1997), São Raimundo Nonato y Santana
América del
Sur en el sentido del (TONNI & FIDALGO 1982); las Brusquitas (CARTELLE 1989, 1992; ALBERDI et al. 2003)
Código Argentino de (FIDALGO & TONNI 1983); los conjuntos fau- entre otras. En Bolivia se describen varias
Estratigrafía (1992). nísticos del Miembro La Chumbiada de la localidades de la Formación Ulloma (MAR-
Modificado de CIONE & Formación Luján (DILLON & RABASSA SHALL & SALINAS 1991) y los niveles medios
TONNI (2001). 1985); Arroyo Perucho Verna en la provin- de la Formación Ñuapua (MACFADDEN &
cia de Entre Rios (T ONNI 1992), e incluye WOLF 1981) se refieren al Lujanense. En Perú
también los conjuntos faunísticos recupera- las faunas asignadas al Lujanense provienen
dos de las formaciones Arroyo Seco, Santa de las localidades de Cupisnique (FALGUÉRES
Isabel y Lobería, descritos por KRAGLIEVICH et al. 1994), Huango y Talara, al N en zona
(1952) en los acantilados costeros entre costera, mientras que Uchcumachay y Aya-
Santa Clara del Mar y Miramar; los mamí- cucho proceden de la zona central y algo más
Capítulo III Caballos fósiles de América del Sur 47

interior (HOFFSTETTER 1970; MARSHALL et al. 2) Biozona de Neocavia depressidens. Com-


1984); en zona de cordillera las localidades de prende el “Chapadmalalense” de VIGNA-
Tirapata (NORDENSKIÖLD 1908) y Ayusbamba TI (1925), “Miembro de limolitas claras”
(EATON 1914) con Hippidion. Además, en las y “Miembro de limolitas estratificadas”
colecciones del MUSM de Lima hay restos de BONAPARTE (1960) y la “Unidad lito-
procedentes del Sur, cercanos a la costa, de estratigráfica II” de F IDALGO & TONNI
Aguada de Lomas y Sacaco (Arequipa) y de (1982). Localidad tipo: Farola de Monte
Samaca (Ica). En Ecuador varias faunas de Hermoso
altura provenientes de la Formación Cancagua 3) Biozona de Paraglyptodon chapadma -
han sido referidas al Lujanense, como Punín, lensis. Comprende los niveles desde la
Quebrada Colorada y Alangasi, entre otras base del acantilado costero hasta el paleo
(HOFFSTETTER 1952), en tanto que en la suelo 5 de ZÁRATE (1989), y la “Forma-
Península de Santa Elena se han referido ción” Chapadmalal de KRAGLIEVICH
varias localidades de la Formación Pichi- (1952). Localidad tipo: Barranca Parodi.
lingue (HOFFSTETTER 1952). En Colombia se 4) Biozona de Platygonus scagliai. Com-
conocen varias localidades lujanenses en las prende los niveles entre el paleosuelo 7 y
Sabanas de Bogotá (PORTA 1960). También 9 de Z ÁRATE (1989), y la “Formación”
HOFFSTETTER (1971) diferencia, como en Barranca de los Lobos de KRAGLIEVICH
Ecuador, dos tipos de faunas Lujanenses una (1952). Localidad tipo: Barranca Parodi.
que se registra en la zona de llanura y otra en 5) Biozona de Akodon (Akodon) lorenzinii.
la zona de cordillera que se relaciona con las Comprende los niveles entre el paleosue-
faunas de Punín. También, VILLARROEL et al. lo 9 y el 11 de ZÁRATE (1989), y la “For-
(1989) citan una fauna lujanense en el desier- mación” Vorohué de KRAGLIEVICH (1952).
to de la Tatacoa. En Venezuela las principales Localidad tipo: Barranca Parodi.
faunas lujanenses vienen de Muaco (ROYO 6) Biozona de Ctenomys chapadmalensis.
GÓMEZ 1940; ROUSE & CRUXENT 1963), Comprende los niveles entre el paleosue-
Cucuruchú y Lago de Valencia, entre otras. lo 11 y 13 de ZÁRATE (1989), y la “For-
mación” San Andrés de KRAGLIEVICH
(1952). Localidad tipo: Punta San Andrés.
E L E S Q U E M A B I O E S T R AT I G R Á F I C O 7) Biozona de Tolypeutes pampaeus. Com-
DE LA REGIÓN PA M P E A N A prende los niveles entre el paleosuelo 13 y
(CIONE & TONNI 1999, 2001) la “Tosca” 6 de ZÁRATE (1989), el límite
inferior corresponde a la base “Forma-
Estos autores consideran una serie de ción” Miramar de KRAGLIEVICH (1952).
Biozonas como zonas de asociación en el Localidad tipo: Punta San Andrés
sentido del Código Argentino de Estrati- 8) Biozona de Megatherium americanum.
grafía (1992) Figura III-3. El límite inferior coincidiría con la For-
mación Buenos Aires de PARODI &
1) Biozona de Trigodon gaudry i. Com- PARODI BUSTOS (1952). Localidad tipo:
prende el “Hermosense típico” (VIGNATI no definida por los autores
1925; BONAPARTE 1960; TONNI et al. 9) Biozona de Equus (Amerhippus) neo -
1992) y la “unidad litoestratigráfica I” geus. Según se entiende, comprendería
(FIDALGO & TONNI 1982). Localidad tipo: los sedimentos marinos asignados al últi-
Farola de Monte Hermoso mo interglacial (0,13 Ma) en el río Que-
48 ALBERDI & PRADO Capítulo III

quén Salado (PARDIÑAS et al. 1996), el Estas biozonas son válidas para algunas
Miembro la Chumbiada (DILLON & RA- localidades clásicas de la Región Pampeana
BASSA 1985) y el Miembro Guerrero de donde hay un registro muy completo. Pero
la Formación Luján en la localidad de no han resultado de utilidad cuando se pre-
Paso Otero (PRADO et al. 1987). Locali- tende correlacionar los conjuntos faunísticos
dad tipo: no definida por los autores, tal de otras regiones de América del Sur o
vez Paso Otero. incluso con otras cuencas en la misma re-
10) Biozona de Lagostomus maximus. Com- gión, por ejemplo el caso de Uruguay (UBI-
prendería el Miembro Río Salado de la LLA et al. 2004). Por esta razón, en esta
Formación Luján. Localidad tipo: no monografía se utilizan las Edades mamífero
definida por los autores, tal vez Paso para poder utilizar unidades reconocidas en
Otero. todas las localidades de América del Sur.
Capítulo IV Caballos fósiles de América del Sur 49

E L origen de las colecciones faunís-


ticas se remonta al siglo XV. Su
auge y mayor desarrollo se produce en los
obtener las mejores piezas, destruyen datos
del material encontrado in situ irrecupera-
bles a posteriori y que son de vital impor-
P R I N C I PA L E S
siglos XVII y XVIII, debido a las expedi- tancia para poder relacionar unos ejemplares LOCALIDADES,
ciones científicas que promovieron distintas con otros, para vincularlos con su tiempo o
COLECCIONES Y
naciones europeas y que contribuyeron a un ambiente, etc.
incremento considerable de las colecciones En el Hemisferio Norte, la Familia Equi-
MUSEOS
y su documentación, siendo el punto de par- dae reviste una gran importancia ya que ha
tida de los Gabinetes de Historia Natural. servido como modelo de estudio para expli-
Esto trajo consigo el desarrollo de museos o car diversos mecanismos de la evolución
instituciones similares y de publicaciones biológica (OSBORN 1918; ABEL 1928; SIMP-
científicas que trataban sobre dicha diversi- SON 1951; entre otros). Más recientemente,
dad presente y pasada. De esta manera, se sus especies han demostrado ser excelentes
favoreció la conservación de parte de la bio- indicadores bioestratigráficos y paleoclimá-
diversidad. La conservación adecuada de las ticos (GROMOVA 1949; E ISENMANN 1984;
colecciones precisa que éstas estén bien EISENMANN & GUERIN 1984; BONADONNA &
documentadas con el fin de recuperar el ALBERDI 1987; ALBERDI & BONADONNA
máximo de datos posibles. En el caso de las 1988; ALBERDI 1989).
colecciones paleontológicas, es documenta-
ción fundamental: el tipo de resto, su proce-
dencia (geográfica y estratigráfica), las
características sobre el entorno en que se
formaron los yacimientos, cómo se forma-
ron, etc... lo que representa la base de los
estudios tafonómicos. La conservación y el
mantenimiento de las colecciones es una res-
ponsabilidad, tanto de los científicos como
de la misma sociedad en su conjunto, porque
representan el patrimonio de la humanidad.
Para esto es necesario, en primer lugar: con-
servar los fondos adecuadamente para su
correcta documentación e investigación; en Figura IV-1.
segundo lugar: que sean accesibles a toda la En América del Sur, los estudios de los Uno de los
comunidad científica nacional e internacio- caballos fósiles comenzaron a mediados del autores
nal; y, por último: es imprescindible la for- siglo XIX, con el hallazgo realizado por DAR- excavando
mación de expertos capaces de obtener y WIN de un molar en las proximidades de en
transmitir un conocimiento científico de la Bahía Blanca (OWEN 1840, ver figura II-1). A Centinela
biodiversidad presente y/o pasada. En el partir de esta publicación proliferaron notas y del Mar
caso de las colecciones paleontológicas la trabajos puntuales, que en la mayoría de los (provincia
de Buenos
recuperación de restos requiere excavacio- casos no reflejan la diversidad global de este
Aires,
nes sistemáticas, que tratan de obtener la grupo (Capítulo II de este libro). En consen-
Argentina).
máxima información de la situación espacial cuencia, los trabajos de tipo monográfico son
de los restos. La intromisión de aficionados, escasos, o sólo se refieren parcialmente al
en algunos casos verdaderos especialistas en registro de un país en particular (SEFVE 1912;
50 ALBERDI & PRADO Capítulo IV

Bolivia; Museo Nacional de Historia Natural


Figura IV-2. de Santiago (MNHN), Instituto de la
B. Sánchez, Patagonia y Museo Regional de Magallanes
E. Cerdeño en Punta Arenas, en Chile; Museo Nacional
y A. Ruiz de Rio de Janeiro en Rio de Janeiro (MNRJ),
Bustos
Museo de Historia Naturais de la Universidad
excavando
Federal de Minas Gerais (MHN) y Museo de
en la
la Pontificia Universidad Católica de Minas
Barranca
Parodi, en
Gerais en Bello Horizonte (MCN), en Brasil;
las proximi- Museo de la Escuela Politécnica Nacional de
dades de Quito (MEPN), en Ecuador; y Museo de His-
Miramar toria Natural de la Universidad San Marcos
(provincia de Lima (MUSM), en Perú.
de Buenos Aires, BOULE & THEVENIN 1920; HOFFSTETTER — en América del Norte las colecciones del
Argentina). 1952; ALBERDI & PRADO 1993; PRADO & AL- American Museum of Natural History, Nueva
BERDI 1994; ALBERDI & FRASSINETTI 2000; York (AMNH), depositadas en los Departa-
ALBERDI et al. 2003; entre otros). En este mentos de Paleontología y de Arqueología; y
libro trataremos de dar una visión global de la en el Field Museum de Chicago (FM), USA.
información existente sobre Hippidion y — en Europa las del Institute de Paléon-
Equus (Amerh i p p u s) diseminada por los mu- tologie du Muséum National d'Histoire
seos de América y Europa. Así como, sinteti- Naturelle de París (IPMNHN), en Francia;
zar su situación taxonómica y analizar los
aspectos relacionados con su llegada, diversi-
ficación, distribución y evolución paleoeco-
lógica y paleoclimática en América del Sur. Figura IV-3.
Pata ante-
Los Museos que contienen colecciones
rior de
importantes de fósiles de équidos de Amé-
Hippidion
rica del Sur están dispersados por el mundo,
montada en
y se encuentran depositados en Instituciones las
y Museos de América y Europa. Colecciones
Las colecciones estudiadas más importantes del Museo
son: de La Plata
— en América del Sur las del Museo de La (Argentina).
Plata (MLP), Museo Argentino de Ciencias
Naturales "Bernardino Rivadavia" de Buenos
Aires (MACN), Museo Municipal de
Ciencias Naturales "L. Scaglia" de Mar del
Plata (MMCN) e Instituto Miguel Lillo de la
Universidad Nacional de Tucumán (LIL), en
Argentina; las colecciones de la Universidad
de la República, Montevideo, en Uruguay;
Museo Nacional de Historia Natural de La
Paz (MNHN) y Museo del Servicio
Geológico de Bolivia (GEOBOL), en
Capítulo IV Caballos fósiles de América del Sur 51

ción de Arqueología de este Museo (MLP).


El material, muy escaso, consiste en un frag-
mento del arco cigomático (AEP1 F(w)
200), un fragmento de la sínfisis mandibular
con todos los incisivos y caninos (AEP1
K56), tres sucesivas vértebras torácicas
(AEP1 B-329, B-330 y B-331), un MTIII
izquierdo (AEP1 F(e) 195), una 1FIII com-
pleta (AEP1 F(e) 210) y otra muy rodada
(AEP1 B?), y una rótula (AEP1 D(w) 859)
(Ver ALBERDI et al., 2001a).
En el Museo Argentino de Ciencias Na-
turales "Bernardino Rivadavia" de Buenos
Aires (MACN) están depositadas todas las
colecciones que hicieron los hermanos
AMEGHINO, Carlos y Florentino. También
contiene algunos restos procedentes de la
localidad de Tarija en Bolivia, y los dientes
recolectados antiguamente por D E CARLES
en 1912 y que KRAGLIEVICH (1930) asigna a
Hippidion “uquiense” procedentes de Esqui-
Figura IV-4. G. Zanchetta, G. Gómez y A. na Blanca. Estos son: un fragmento de sínfi-
Bonadonna tomando muestras para isótopos sis totalmente deformada; cuatro dientes
en la cantera Avellaneda de Olavarria (provin- superiores derechos (un P2, un P3-4, un M1-
cia de Buenos Aires, Argentina). 2, y un M3), dos inferiores izquierdos (un
p2, y un m3, ambos en fragmentos de man-
Naturkunde Museum de Berlín (NKM), en díbula); un fragmento de la cavidad glenoi-
Alemania; Zoologiske Museum of Kopen- dea del omóplato; dos fragmento de pelvis
han (ZMK), en Dinamarca; el Natural His- que conservan el acetábulo (uno derecho y
tory Museum de Londres (NHM), en Ingla- otro izquierdo); un astrágalo izquierdo; una
terra; Malmö Museer, Malmö (MM), Natur segunda falange del tercer dedo (2FIII) y
Historiska Riksmuseet, Estocolmo (NHRM) otra tercera (3FIII). Detalles del material
y Evolutionsmuseet de la Universidad de estudiado en Anexo II.
Uppsala, en Suecia. En el Museo Municipal de Ciencias Na-
En el Museo de la Plata (MLP) están turales "L. Scaglia" de Mar del Plata (MMCN)
depositados restos procedentes de toda está depositado el cráneo de Hippidion prin -
Argentina, principalmente de la región pam- cipale que describió REIG (1957; 381-M)
peana y de Patagonia, así como de otros paí- como Onohippidium sp., y un húmero y un
ses de América del Sur, en especial del yaci- radio de la Barranca Costera al NE de Mira-
miento de Tarija en Bolivia. Detalles del mar, cerca de Baliza Chica, Formación
material estudiado en Anexo I. Los restos Vorohué; un radio de Playa Santa Elena, y
recuperados por MIOTTI ( MIOTTI 1993, 1995, un húmero de Miramar (Mar del Plata).
1996; MIOTTI et al. 1999) de la localidad de Además, hay unos restos de Equus (Ame -
Piedra Museo están depositados en la Colec- rhippus): un cráneo incompleto de la For-
52 ALBERDI & PRADO Capítulo IV

mación Lobería (560-M); una parte del crá- Equus (Amerh i p p u s) lasallei. Este ejemplar
neo y mandíbula de Mar del Plata, alrededo- está depositado en el Museo de las Escuelas
res de la Playa Santa Elena (58-S); un frag- Cristianas (Lasalianas MCLU - sin número).
mento de la mandíbula de Barranca de “La En las colecciones del Museo Nacional
Perla” (43-S); un maxilar derecho con P2- de Historia Natural de Santiago están depo-
M3 de Arroyo Frias (Villa Gobernador Gál- sitados los fósiles de équidos de las locali-
vez), provincia de Santa Fé (646-S). Tam- dades más importantes de Chile, todos con
bién está, el cráneo completo de Hippidion la sigla SGO.PV. Esta sigla corresponde a la
principale recuperado recientemente en los Sección de Paleontología del Museo Nacional
acantilados costeros del sector norte de Mar de Historia Natural de Santiago (Chile).
del Plata por Alejandro Dondas y el personal Detalles del material en el Anexo V.
del Museo Municipal “Lorenzo Scaglia” Los sitios arqueológicos procedentes de
(MMP -2600). Este representa una nueva la Patagonia chilena, en la provincia de
localidad de Hippidion en Argentina y ha Magallanes, zona sur de Chile, han suminis-
sido descrito por ALBERDI et al. (2001b). trado numerosos restos de megafauna, que
En el Museo del Instituto Miguel Lillo están depositados, en su mayor parte, en el
de la Universidad Nacional de Tucumán Instituto de la Patagonia (Punta Arenas) y
(LIL) están depositados unos pocos dientes corresponden al Pleistoceno final, donde
de Hippidion y de Equus (Amerhippus) de la ALBERDI & PRIETO (2000) reconocen la pre-
provincia de Buenos Aires recuperados por sencia de Hippidion saldiasi. (Detalle de los
RUSCONI. restos estudiados en el Anexo VI).
En los Museos de Bolivia están deposi- Cueva del Milodón situada en el Parque
tados gran cantidad de restos de équidos de Nacional del mismo nombre, se conoce tam-
la localidad de Tarija. Especialmente en las bién con los nombres de Última Esperanza
colecciones del Museo Nacional de Historia y/o Cueva Eberhardt. La datación más anti-
Natural de Cota-Cota, La Paz (MNHN). gua de esta fauna es de 13.183 ± 202 BP
Estos restos se detallan en el Anexo III. (BORRERO 1997). Los restos de Hippidion
En el Museo del Servicio Geológico de saldiasi se encuentran depositados en nume-
Bolivia (GEOBOL) los restos son escasos, rosos Museos como el Museo de la Plata, en
aunque en el estudiamos un cráneo de Hip - el Natural History Museum de Londres, en
pidion entero depositado en el Departamen- el Naturkunde Museum de Berlín, en el
to de Paleontología de la Universidad (1242), Museo de Malmö y en el American Museum
un calcáneo sin número y otro UF-91956 of Natural History de Nueva York. Cueva
(sigla de la Universidad de Florida). Lago Sofía 1 se ubica fuera del Parque
En las colecciones de Ecuador destacan Nacional de Cueva del Milodón, a 20 km al
las del Museo de la Escuela Politécnica Na- N de Pto. Natales, en los bordes del Lago
cional de Quito (MEPN), donde están depo- Sofía, sobre una terraza glacial frente al
sitados parte de los restos estudiados por cerro Benítez. Los restos de fauna fueron
HOFFSTETTER en los años 50. Detalles del registrados por debajo de los niveles arqueo-
material en el Anexo IV. lógicos y están datados en torno a 12.900
El único resto procedente de Colombia lo años AP (BORRERO et al. 1998). Cueva Lago
hemos tomado de la literatura. Corresponde Sofía 4, situado al lado de la anterior es
al cráneo de la Sabana de Bogotá descrito por prácticamente un cubil (B ORRERO, et al.
PORTA (1960) como una nueva especie: 1997). Cueva de La Ventana, cerca de la
Capítulo IV Caballos fósiles de América del Sur 53

Cueva del Milodón pero fuera del Parque, Figura IV-5.


está al N de Puerto Natales. Cueva del Medio Uno de los
está ubicada aproximadamente 1000 m al autores en la
este de la famosa Cueva del Milodón y a 500 Sala de
m al este de la formación conocida como Colecciones
de Equidae
‘Silla del Diablo’, como parte del Parque
en el
Nacional de Cueva del Milodón, 25 km al
American
norte de Pto. Natales (NAMI 1987). Cueva de
Museum of
Los Chingues: está ubicada en el Parque
Natural
Nacional de Pali Aike. Cueva Fell, se en- History,
cuentra situada en la margen derecha del río Nueva York,
Chico (52º4’S y 70ºW, Chile), cerca del examinando
Parque Nacional de Pali Aike y de la fronte- restos fósi-
ra con A rgentina, en la Estancia Brazo les de la
Norte. Cueva Pali Aike, situada en el Parque Colección
Nacional Pali Aike. Los restos son muy Frick.
escasos y prácticamente todos están deposi-
tados en el Departamento de Arqueología
del American Museum of Natural History,
Nueva York. Cerro Sota situado al sur del
río Chico, aproximadamente a 1 km al sur
de la Cueva Fell, representa un cubil. En
esta localidad, los restos de fauna extinta se
encuentran asociados a un entierro de cre-
mación que fue considerado durante mucho
tiempo contemporáneo de la fauna. Poste-
riormente, se dató en torno a 3900 años AP
(ver B ORRERO & MCEWAN 1997). Alero de
Tres Arroyos 1 se encuentra situado en la Kovenhan. Detalle de los restos estudiados
Isla Grande de Tierra de Fuego, Región XII en Brasil en el Anexo VII.
de Chile, cercano a la Sierra Carmen Silva, En el Departamento de Paleontología del
a unos 10 km al suroeste de la localidad chi- American Museum of Natural History de
lena de San Sebastián y a 20 km de la costa Nueva York (AMNH) están depositados res-
atlántica (M ASSONE 1987; L ATORRE 1998). tos de Ecuador, tanto de las localidades de la
La mayoría de los restos corresponden a cordillera, como de la Península de Santa
fragmentos de hueso que desde el punto de Elena (Figura IV-5). En el Departamento de
vista paleontológico no son significativos. Antropología están depositados una serie de
Los restos de équidos de Brasil están restos de Hippidion de la Expedición BIRD,
depositados en las colecciones de los siguien- procedentes de la Patagonia. Detalle de los
tes museos: Museo Nacional de Rio de Janeiro, restos en el Anexo VIII.
Museo Historia Naturais de la Universidad En el Field Museum de Chicago están
Federal de Minas Gerais en Bello Horizonte, depositados numerosos restos de équidos
Museo de la Pontificia Universidad Católica procedentes de América del Sur. Detalle de
en Bello Horizonte y Zoological Museum los mismos en el Anexo IX.
54 ALBERDI & PRADO Capítulo IV

En Europa hay Colecciones muy impor- colección contiene varios restos de équidos
tantes con restos de équidos de América del procedentes de Bolivia que se detallan en el
Sur, que fueron excavados principalmente Anexo XII.
durante el siglo XIX y la primera mitad del En el Malmömuseer de la ciudad de
XX. Este es el caso del Institute de Paléonto- Malmö (Suecia) tienen una pequeña colec-
logie du Muséum National d'Histoire Nature- ción de restos provenientes de la Patagonia
lle de París (IPMNHN) donde están deposi- chilena, concretamente los restos de Hippi -
tadas parte de las colecciones de BOULE, de dion de la Cueva Eberhardt, recolectado por
GERVAIS, de H OFFSTETTER, entre otros. De- LAGRET. Estos consisten en los siguientes
talles del material estudiado en este centro restos: 106 – fragmento de piel con pelo; 99
en el Anexo X. – calcáneo derecho; 108 – extremidad distal
En el Natural History Museum de de MCIII derecho; 103 – fragmento de man-
Londres (NHM), Inglaterra, están deposita- díbula con dp2-dp3 derecho; 97 (98) – dos
dos algunos restos de Hippidion saldiasi p r o- 2FIII (97 entera, una un fragmento de la
cedentes de Cueva del Milodón, Patagonia. parte postero-distal; 95 (49b) – 3FIII; 94a -
Consisten en varias falanges del tercer dedo: fragmento de maxilar izquierdo con P2; 100
1FIII, 2FIII y 3FIII, estas últimas conservan – astrágalo izquierdo; s/n – P2 izquierdo;
la pezuña (siglas M15824, M8719, M8041, 104 – 1FIII rota; 96 – 2FIII; 105 a [A’] –
cada número incluye varios restos). navicular derecho del tarso y mágnum dere-
En el Zoologiske Museum of Koben- cho; 105 – navicular del tarso, mágnum y
havn (ZMK), en Dinamarca está depositada escafoides o navicular del carpo, todos dere-
la Colección LUND. En ella destacan los res- chos; 180 1 – articulación de escápula, posi-
tos de Hippidion de Brasil, en especial de la blemente joven; 180 B – articulación de
región de Lagoa Santa, recuperados en su escápula más robusta y más grande (posi-
mayor parte por Peter LAUSEN. Detalles del blemente adulta); 109 - incisivos I1, esmal-
material estudiado en Anexo XI. te de I3?.
En las colecciones del Natur Historiska En el Naturkunden Museum de Berlín
Riksmuseet de la Universidad de Estocolmo están depositados varios restos procedentes
(Suecia) están depositados los restos de de América del Sur. Hay restos que vienen
Hippidion de Tirapata (Perú), que consisten de Cueva del Milodón (= Cueva Eberhardt,
en: 1 fragmento pequeño de cráneo, 3 frag- = Última Esperanza) de Hippidion saldiasi,
mentos de hemimandíbulas, 3 fragmentos que R. HAUTHAL recogió en Patagonia.
de húmero, 3 radios enteros, 1 tibia entera, 2 También están depositados restos de équi-
metacarpianos enteros, 3 calcáneos, 4 astrá- dos de Ecuador y Tarija, sobre todo cráneos
galos, 3 1FIII, 2 2FIII y 2 3FIII. Este mate- y mandíbulas de Equus ( Amerhippus) an -
rial no ha sido incluido por estar en estudio dium y Equus (Amerhippus) insulatus. Deta-
por el Dr. Lars W ERDELIN. Además, esta lle de los restos en el Anexo XIII.
Capítulo V Caballos fósiles de América del Sur 55

T ODA clasificación se basa en las dife-


rencias existentes entre los objetos, en
nuestro caso restos fósiles a clasificar. Esa
número de caracteres posibles, obtuvo su
media, máximo y mínimo, índices de anchu-
ra en dientes y gracilidad en huesos, entre
NOMENCLATURA
variación es la fuente de la evidencia taxo- otros. En referencia a los caracteres morfo- DE LOS
nómica. que denominamos caracteres. A la lógicos, indicaba si estaban presentes o
CARACTERES
hora de llevar a cabo un estudio taxonómico ausentes, su frecuencia en número o por
sobre los équidos fósiles y tener que selec- medio de porcentajes, etc. Para el plega-
ESQUELÉTICOS
cionar los caracteres para este estudio, nos miento del esmalte de los dientes, tanto
encontramos en la literatura con diversas superiores como inferiores, estableció una Y DENTARIOS DE
nomenclaturas, distintos tipos de caracteres nueva fórmula expresada como fracción
para un mismo hueso, o diferencias en la (GROMOVA 1952:27-28). Esta misma autora, LOS CABALLOS
manera de medirlos. Una de las premisas a fue la primera en llamar la atención sobre la
tener en cuenta es que los caracteres son variación de la morfología de los dientes, si
datos que se obtienen mediante una obser- estaban poco gastados o mucho -el estado de
vación sistemática, es decir, controlada por desgaste-, y los agrupó en cuatro estadios:
una hipótesis o por una idea precisa del poco usados, medianamente usados, usados
fenómeno a estudiar (CRISCI & L ÓPEZ y extremadamente usados, y señaló para
ARMENGOL 1983). Estos datos deben ser cada grupo una serie de características mor-
objetivos, en el sentido de que cualquier otro fológicas propias (GROMOVA 1952:139 y
investigador logre reconocer los mismos siguientes). Posteriormente, PIRLOT (1956)
hechos que fueron registrados y por lo tanto elaboró un estudio biométrico en el que pre-
obtenga los mismos datos. En consecuencia sentó diagramas de frecuencia y dispersión
hemos realizado nuestros análisis sobre de puntos de algunas poblaciones de Hi -
caracteres cuantitativos, con el convenci- pparion del Vallés-Penedés (España); inclu-
miento de que son los más objetivos y pre- so utilizó la prueba del χ2 para ver el grado
cisos posibles. de significación de algunas diferencias entre
Antes de adentrarnos en la definición de los huesos e incluso de algunas medidas de
los caracteres, debemos analizar como han dientes. Suministró las variables estadísticas
variado a lo largo del tiempo las metodolo- de cada medida: media y sus intervalos de
gías aplicadas a su estudio, en particular en confianza (X±), desviación estándar y sus
lo referente a los estudios sistemáticos de intervalos de confianza (S±) y coeficiente de
dos grupos de équidos ampliamente repre- variación (C.V.). Para comparar variables
sentados en el registro de América y Eurasia dos a dos utilizó una t-Student (P IRLOT
como Hipparion y E q u u s. Los primeros estu- 1956:70), y obtuvo el grado de significación
dios en estos grupos fueron principalmente de las diferencias.
descriptivos, pero desde un comienzo utili- SONDAAR (1961), en su estudio del Hi -
zaron una metodología cuantitativa. pparion de la cuenca de Calatayud (Teruel,
GROMOVA (1949, 1952) realizó un estu- España), siguió a GROMOVA (1952) en la ela-
dio monográfico sobre équidos (Equus e boración de tablas de medidas de dientes y
Hipparion respectivamente), y por primera huesos del esqueleto. Realizó diagramas de
vez insiste en la importancia de estudiar dispersión para dientes y elementos del
estos grupos a partir de grandes series de esqueleto apendicular, y elaboró odontogra-
restos. Se puede decir que inició los estudios mas (cortes en sección a distintas alturas de
cuantitativos en équidos, tomó el máximo los dientes) para representar la variación de
56 ALBERDI & PRADO Capítulo V

de la misma, debido a que es la parte donde se


Figura V-1. une a la raíz. No obtuvo índices, sino diagra-
Ejemplo de mas de dispersión y de desviación de las
un diente medias frente a la media de una población que
cortado en se toma como estándar (SIMPSON et al. 1963),
secciones para lo cual utilizó el material de Concud
para explicar (España) como estándar, por ser... “el material
los distintos más completo y la población local más homo-
estadios de
génea...” (FORSTEN 1968:7). Los parámetros
desgaste o
estadísticos los calculó siguiendo a SIMPSON
grupos de
et al. (1963). Agrupó las poblaciones por
edad de un
molar de
semejanza aproximativa, alegando que los
équido hip- coeficientes de variación no indican ninguna
sodonto. variación grande. La mayor parte de los datos
Tomado de que procesó FORSTEN (1968) están tomados
SONDAAR de la literatura, y, en general, de material esca-
(1961). so. Prescindió de los dientes aislados, que uti-
lizó únicamente para obtener el índice de hip-
sodoncia e índice de desgaste en relación con
el tiempo para el cálculo de la edad. Extra-
polando del desgaste anual de los dientes en
los rasgos de la superficie oclusal de los Equus estimado por LUNDHOLM (1947) en 2,5
dientes con el desgaste donde se puede com- mm al año, dedujo una edad máxima entre 10
probar, por ejemplo, la distinta pauta de y 11 años para Hipparion. Consideró los cam-
variación de P3-4/p3-4 y M1-2/m1-2 con bios en las figuras de los dientes de Hipparion
respecto a M3/m3 (Figura V- 1). Aplicó tam- como posibles adaptaciones ecológicas.
bién χ2 para analizar la confluencia de las En este punto, al realizar una evaluación
fosetas en Hipparion. Indicó porcentajes de de los estudios de équidos fósiles previos a
presencia/ausencia de protostílido y ectostí- los años 70 podemos observar dos tenden-
lido en dientes inferiores de Hipparion. cias claramente contrapuestas, por un lado
FORSTEN (1968) en su revisión del Hi - estudios con predominio de análisis morfo-
pparion paleártico, siguió, en parte, la nomen- lógicos (GROMOVA y SONDAAR), y por otra
clatura de GROMOVA (1952) y SONDAAR parte estudios con un fuerte desarrollo de la
(1961), por ejemplo para la descripción de la biometría (PIRLOT y FORSTEN). Una armoni-
fosa preorbital y del cráneo se basa en los zación de ambas tendencias fue llevada a
caracteres de GROMOVA, a los que agregó cabo por ALBERDI (1974) en el estudio de los
algunos caracteres propios. Esta autora, para restos de Hipparion en España. Esta autora,
el número de pliegues de esmalte de la pre- y agrupó los dientes yugales en cuatro grupos
postfoseta de los dientes superiores dio un siguiendo a SONDAAR (1961), tanto en supe-
número único, que representa la media del riores como inferiores: P2/p2, P3-4/p3-4,
número de pliegues de todas las categorías de M1-2/m1-2 y M3/m3, debido a la dificultad
dientes de una población. La longitud y de separar muchas veces P3/p3 de P4/p4 y
anchura del diente las tomó justo en la base de M1/m1 de M2/m2, e incluso P4/p4 de M1/m1.
la corona, que representa la zona más variable Para el análisis comparativo de los dientes
Capítulo V Caballos fósiles de América del Sur 57

yugales, calculó la media de la altura máxi- ro de medidas. ALBERDI (1974) buscó aquellas
ma de cada tipo de diente, que suele estar en medidas de determinadas pieza del esqueleto
torno a 60 mm, y los dividió en 6 estados de que pudieran indicar diferencias significativas
desgaste, de 10 mm cada uno, con el fin de en la talla general de las que poder inferir el
compararlos con los dados por SONDAAR grado de las diferencias. Así, en los huesos lar-
(1961). Para los análisis comparativos eli- gos buscó la mayor o menor gracilidad, por
minó los dientes que presentaban un escaso ello en MCIII y MT III (representados en la
desgaste o con desgastes muy avanzados mayoría de las poblaciones) obtuvo el índice
(ger y V), es decir los extremos y comparó de gracilidad o “masividad” dado por HUSSAIN
los desgastes I a IV totalmente equiparables (1971). Midió en ellos longitud máxima, diá-
con los de S ONDAAR (1961). Analizó la fre- metros transverso y antero-posteriores de la
cuencia de los pliegues en las distintas zonas extremidad proximal, otro tanto en la distal,
mesial y distal de la prefoseta y de la postfo- diáfisis, entre otras. En los huesos cortos úni-
seta de los P3-4 y M1-2, para obtener en cada camente obtuvo la talla, mediante las dimen-
una de ellas la moda con respecto al plega- siones de longitud (L), anchura (A) y altura
miento en los distintos tipos de dientes en las (H) para su comparación con los distintos gru-
poblaciones de Hipparion españolas. En el pos. Para los casos en que dos muestras bas-
caso del pliegue caballino, hizo lo mismo con tante semejantes presentan ciertas diferencias
respecto a P3-4 y M1-2; de esta manera, en el cuantitativas, se desarrolló un coeficiente de
análisis comparativo se puso de manifiesto contrastación Z, que actúa como una t de
que en algunos grupos se diferencian más STUDENT con N1 + N2 – 2 grados de libertad,
precozmente que en otros; otra gráfica deter- elaborado por J. ALBERDI.
minó qué estado de desgaste está más repre- Sin embargo, en este punto de las inves-
sentado en cada yacimiento, o lo que es lo tigaciones sobre los équidos, a finales de los
mismo, qué edad predomina en cada pobla- años 70, no había un consenso sobre como
ción, lo que dibujó la curva de cómo varía el debían relevarse los caracteres. En conse-
plegamiento en los distintos grupos. cuencia dos investigadores se referían al
Desde un punto de vista cuantitativo, con- mismo carácter pero lo median en forma
sideró la longitud y anchura del protocono en distinta y por tanto la comparación de datos
la superficie oclusal, así como la altura de la procedentes de distintas fuentes era de
muralla en dientes sin desgastar, para obtener dudosa fiabilidad. A esto se sumaba otro
la hipsodoncia y en los demás para determi- problema, que las medidas que se obtienen
nar su grado de desgaste, así como el índice sobre un mismo hueso suelen variar según la
de anchura de los dientes en superficie oclu- persona que las realice, ya que no todos al
sal. En los maxilares y series mandibulares medir una longitud lo hacen a partir de los
completas, midió la longitud de la serie P2- mismos puntos morfométricos. En 1979c,
M3/p2-m3, longitud de la serie premolar (P2- Vera EISENMANN presenta una revisión del
P4/p2-p4), y longitud de la serie molar (M1- género Equus considerando las formas
M3/m1-m3); y obtuvo con ello el índice de actuales y fósiles, donde propone un enfo-
longitud de la serie molar (MM/mm) con res- que morfométrico para el análisis de los
pecto a la premolar (PP/pp), tanto en superio- équidos.
res como en inferiores. Con el fin de unificar las distintas nomen-
En relación con el esqueleto apendicular, claturas y equipara las diferentes medidas
los autores precedentes dieron un gran núme- utilizadas por los distintos autores, se cele-
58 ALBERDI & PRADO Capítulo V

bró en noviembre del año 1981 en la ciudad ha conseguido la “Hipparion Conference”


de Nueva York una reunión de todos los consiguió facilitar enormemente los estu-
especialista en caballos que se denominó la dios comparativos entre los especialistas.
“Hipparion Conference” bajo los auspicios Previamente, son numerosos los estudios
de la “National Science Fundation” USA. sobre fósiles de équidos (ALBERDI 1974;
En ese encuentro se marcaron las pautas y EISENMANN 1986) o de otros mamíferos
las recomendaciones sobre las medidas más (VON DEN DRIESCH 1976) que contienen un
significativas, así como la forma de tomarlas sistema para su estudio o, como en el caso
(EISENMANN et al. 1988). Con ello, se pre- de VON DEN DRIESCH (1976), para los restos
tendía, no sólo tener un manual metodológi- fósiles de mamíferos obtenidos en sitios
co sobre los parámetros más importantes y arqueológicos. Entre ellos, hay bastantes
los puntos morfométricos exactos para coincidencias pero no son totalmente equi-
tomar las dimensiones, sino también facili- parables. En la “Hipparion Conference”, a
tar los estudios comparativos a partir de la partir de las metodologías más usadas, desde
literatura. Aunque esto último no siempre se el sistema de medidas empleado por GRO-
MOVA (1949, 1952) a los sistemas empleados
por los sucesivos investigadores a lo largo
de los años (GABUNIA 1959; SONDAAR 1961;
Figura V-2. Las
FORSTEN 1968; P RAT 1980; A LBERDI 1974;
dimensiones más
importantes del
EISENMANN 1976, 1979c, 1980, 1981; e n t r e
cráneo, en vista otros) se elaboró un útil manual consensuado
ventral, recomen- con recomendaciones para el estudio de los
dadas en la équidos. Entre estas recomendaciones, se
“Hipparion seleccionaron los criterios morfológicos y
Conference”. métricos más representativos de los distintos
Tomada de grupos de la subfamilia Equinae.
EISENMANN et al. En nuestros estudios sobre la sistemática
(1988). de los équidos de América del Sur hemos
utilizado las dimensiones propuestas en la
“Hiparión Conference”. Para facilitar el
reconocimiento de los datos sobre morfome-
tría, ver capítulos de taxonomía. Incluimos
en este apartado las figuras más importantes
y las medidas seleccionadas tomadas de EI-
SENMANN et al (1988). Todas las medidas
vienen representadas por números arábigos.
Las dimensiones del cráneo y la mandí-
bula se especifican a continuación, si bien,
muchas veces en los cráneos sólo se pueden
tomar algunas dimensiones, ya que rara-
mente o sólo en algunos yacimientos muy
ricos y que el material presentan una con-
servación excepcional podemos tomar todas
las medidas craneales.
Capítulo V Caballos fósiles de América del Sur 59

Figura V-4. Las


dimensiones
más importantes
del cráneo, en
vista occipital.
Tomada de
EISENMANN et al.
(1988).

2. Longitud del paladar: longitud mínima


entre el punto medio de la línea que co-
necta los bordes anteriores del P2 y el
punto más mesial de las coanas (P).
3. Longitud vomerina: desde el punto P al
punto medio de la muesca o hendidura
vomerina.
4. Longitud post-vomerina: desde el punto
medio de la muesca o hendidura vomeri-
na al basion (punto situado en el punto
medio del borde ventral del foramen
mágnum).
5. Longitud post-palatina: desde el punto
P al basion.
6. Longitud basilar: desde el prostion hasta
el basion.
Figura V-3. Las dimensiones más importantes
7. Longitud premolar: alveolar y sobre el
del cráneo, en vista dorsal. Tomada de
lado vestibular, sin P1 si está presente.
EISENMANN et al. (1988).
8. Longitud molar: alveolar y sobre el lado
Las dimensiones del cráneo en el plano vestibular.
ventral o alveolar, Figura II-2, son: 9. Longitud de los dientes yugales supe-
riores: alveolar, sin P1 si está presente.
1. Longitud del hocico desde el prostion 10. Longitud de las coanas: en proyección
(punto más mesial del maxilar) hasta el desde el punto P hasta el punto de unión
punto medio de la línea que conecta los de las partes gutural y caudal del vomer
bordes anteriores de P2. (siempre aproximado).
60 ALBERDI & PRADO Capítulo V

Figura V-5. Las


11. Anchura mínima de las coanas.
dimensiones más 12. Anchura máxima de las coanas.
importantes del 13. Anchura del paladar: al nivel de P4-M1. Figura V-6. Las dimensiones más importantes
cráneo, en vista 14. Anchura mínima del hocico: las puntas del del cráneo, en vista lateral, recomendadas en
lateral. Tomada calibre sobre los bordes del premaxilar. la “Hipparion Conference”, sólo para aque-
de EISENMANN 15. Anchura del hocico: entre los bordes llos animales que presentan fosa preorbital.
et al. (1988). posteriores de los I3. Tomada de EISENMANN et al. (1988).
16. Longitud de la fosa temporal máxima.
17. Longitud entre el basion y el foramen 24. Altura occipital: desde el punto medio
etmoidal. del borde dorsal del foramen mágnum
al punto medio de la cresta supra-occi-
Las dimensiones del cráneo en el plano pital.
dorsal, Figura V-3, son:
Las dimensiones del cráneo de perfil
18. Anchura frontal: anchura más grande entre Figura V-5, son:
los procesos orbitales (medir con compás).
19. Anchura bizigomática: máxima anchura 25. Altura facial: con el compás, a nivel
entre los puntos más exteriores de los anterior a P2.
arcos zigomáticos (medir con compás). 26. Altura del cráneo: con el compás, al
20. Anchura occipital: mayor anchura de la nivel del margen posterior del proceso
cresta supra-occipital. orbitario.
21. Línea ocular anterior: desde el prostion 27. Altura exterior del meato auditivo
al punto más exterior del proceso orbital. externo.
22. Línea ocular posterior: desde el punto 28. Diámetro antero-posterior orbital
más exterior del proceso orbital al punto 29. Diámetro orbital perpendicular al ante-
medio de la cresta supra-occipital. rior.
30. Longitud de la hendidura naso-incisi-
Las dimensiones del cráneo en vista occi- val: desde el prostion a la parte poste-
pital Figura V-4 son: rior del orificio nasal.
31. Longitud de la mejilla: desde la parte
23. Anchura basi-occipital: mayor anchura posterior de la abertura nasal al punto
en la base de los procesos paraoccipitales. más anterior de la órbita.
Capítulo V Caballos fósiles de América del Sur 61

Las dimensiones del perfil del cráneo (en


caso de presencia de fosa pre-orbital)
Figura V-6, son:

32. Distancia entre la órbita y la fosa preor-


bital.
33. Longitud máxima de la fosa preorbital.
34. Distancia entre la parte posterior de la
fosa pre-orbital y los forámenes infra-
orbitales.
35. Altura de la fosa preorbital: perpendicu-
lar a su longitud máxima (33). Figura V-7. Las dimen-
siones más importantes
36. Distancia entre la fosa preorbital y la
de los dientes
cresta facial.
superiores, en
37. Altura de la parte posterior del foramen buenos resultados. En general, los premola- vista bucal y
infra-orbital al borde alveolar superior. res son más grandes que los molares; el M1 oclusal. Tomada
38. Altura de la parte posterior de la fosa inicia el desgaste antes que los premolares de EISENMANN et
preorbital al borde alveolar superior. P3 y P4, y en esos estadios el M1 es más rec- al. (1988).
tangular y los P3-4 más cuadrangulares.
Mientras que la forma de los molares con el
DIENTES SUPERIORES desgaste se hacen más alargada en sentido
buco-lingual y los premolares permanecen
Los dientes son los restos más abundantes más cuadrangulares. En los molares, espe-
fosilizados de los équidos ya que suelen cialmente los M2 suelen tener la anchura dis-
conservarse bastante bien. Es importante tal más reducida que la anterior; y los P3
hacer buen uso de los rasgos de los dientes y suele tener la superficie oclusal inclinada
saber usar su valor discriminante. Algunos mesialmente; también los estilos de la mura-
deben ser medidos, otros deberían ser conta- lla, parastilo-mesostilo suelen ser más
dos, otros descritos y de algunos especificar anchos en los premolares que en los molares.
su presencia o ausencia. La mayoría de los
caracteres están bastante bien definidos y Las dimensiones de los dientes superiores,
más abajo especificamos las definiciones de Figura V-7, son:
los caracteres más significativos, así como
la forma de tomar sus dimensiones, o contar 1. Altura del diente: tomada sobre el ante-
los pliegues y especificar el estado de des- roestilo en los P2, desde el borde de la
gaste que se debe tener en cuenta (ALBERDI superficie oclusal hasta la base de la
1974; EISENMANN et al. 1988). corona, y sobre el parastilo en el resto de
La separación de P2 y M3 es sencilla los dientes yugales. Para obtener los cua-
debido a que al carecer de dientes en el espa- tro grados de desgaste, se deben medir
cio anterior y en el posterior, respectivamen- los distintos tipos de dientes en ejempla-
te, su morfología es claramente distinta. Sin res que estén sin usar, y dividir la altura
e m b a rgo no hay caracteres definitivos para máxima de la población en 4 grupos, que
separar P3 de P4, ni M1 de M2. El uso de serán los cuatros grupos de edad o esta-
varios caracteres al mismo tiempo puede dar dios de desgaste de los dientes.
62 ALBERDI & PRADO Capítulo V

gastar. ALBERDI (1974) lo calculó dividiendo


la altura máxima por la longitud mesio-dis-
tal en superficie.
Este índice se estudia en P3-4/p3-4 y
M1-2/m1-2, tanto superiores como inferio-
res. Generalmente, se apunta una marcada
correlación entre la hipsodonia y el tipo de
alimentación de gramíneas, y se observa
también una tendencia de tipo evolutivo: las
formas más evolucionadas son las más hip-
sodontas en Hipparion, y este carácter se
puede relacionar con las épocas en que hubo
un mayor desarrollo de las gramíneas.
Índice del protocono (IP), es importante
para discriminaciones inter-específicas y
debe ser calculado sobre cada tipo de diente,
2. Longitud mesio-distal de la superficie en los cuales el desgaste oclusal haya hecho
Figura V-8. Los
oclusal del diente. aflorar la morfología del protocono. La fór-
caracteres mor-
fológicos de los
3. Longitud mesio-distal de la superficie mula es longitud oclusal del protocono x
dientes superio- oclusal del protocono. 100/longitud oclusal del diente
res que se 4. Longitud buco-lingual de la superficie Índice de anchura de los molares (A x
observan en oclusal del diente. 100/L), donde A representa la anchura buco-
vista oclusal. Las medidas 2 y 4 se deben tomar también lingual en superficie oclusal y L la longitud
a un centímetro de la base del diente, con el del ectolofo, o anchura mesio-distal en super-
fin de obtener un mayor número de datos ficie oclusal, nos indica la anchura relativa
comparables. En los M3 puede ser interesante con respecto a la longitud del ectolofo en la
tomar estas medidas en el punto medio de su superficie oclusal, en porcentajes.
altura, mejor que en superficie, debido a la Índice de longitud de la serie molar y pre-
inclinación de la superficie oclusal. molar (L M1-M3 x 100/L P2-P4) indica la
A partir de las dimensiones de los dientes se longitud relativa de la serie molar con res-
obtienen una serie de índices que indican la pecto a la premolar, en porcentajes. Sólo se
proporción relativa de las medidas involu- pueden obtener estos índices cuando se dis-
cradas en su obtención, concretamente: pone de series dentarias completas.
Índice de hipsodontia (IH).— Este índice
es importante para estimar el grado de adap- Los caracteres morfológicos más impor-
tación a una dieta dura. Tanto Equus como tantes de los dientes superiores se reseñan
Hipparion tienen dientes hipsodontos, en a continuación. Figura V-8
contraposición con otros équidos, como pueda
ser Anchitherium. No obstante, hay formas Pliegue caballino (Plc). Es el pliegue de
que son más hipsodontas que otras. La fór- esmalte que se forma en los dientes yugales
mula es L x 100/ H, donde L, significa lon- superiores frente a la pared interna del pro-
gitud mesio-distal del diente, o lo que es lo tocono, situado en la unión del protolofo y
mismo longitud del ectolofo en superficie o metalofo. Puede ser muy complicado o fal-
en la base, y, H la altura en dientes sin des- tar. Generalmente los autores dan la media
Capítulo V Caballos fósiles de América del Sur 63

del número de pliegues caballinos en una postfoseta (Dpost). En las poblaciones muy
determinada población. Esto puede en parte numerosas, tiene sentido y es posible hacer
desfigurar la posible situación de la media y este análisis por separado en los distintos
la moda con respecto a la mediana y a la estados de desgaste (del I al IV), observan-
curva de variación según el desgaste en los do que con éste disminuye considerable-
distintos grupos. Por ello, se puede realizar mente la profundidad de los pliegues, y pue-
una gráfica con las distintas frecuencias de den quedar incluso figuras anómalas o
pliegues en cada población, obteniendo de deformadas. Se pueden considerar más pri-
esta manera su moda, su recorrido y su ten- mitivas las formas muy complicadas, con
dencia; siempre teniendo en cuenta el estado muchos pliegues, en el caso de Hipparion.
de desgaste de los molares, en las poblacio- Confluencia de las fosetas (Confl. Fos.).
nes numerosas (A LBERDI 1974). De esta Las fosetas en los dientes superiores se pre-
manera, se observa como disminuye o se sentan a veces unidas por su zona más
pierde la profundidad y la complicación de labial. Esto puede deberse en algunos casos
este pliegue con el desgaste. En general este a que los pliegues del metalofo no están aún
carácter se observa sobre P3-4 y M1-2 que formados en la parte superior de la corona
son las piezas en que está mejor representa- (dientes poco gastados). Sin embargo, en la
do (sobre P2 y M3 son más variables). Se mayoría de las formas podemos considerar
puede considerar primitiva la presencia de esta variante como una característica especí-
pliegue caballino complicado. fica, sobre todo en términos de frecuencias.
Pliegues de las fosetas (PlsFos). Las fose- Se suele dar, predominantemente, en P2, no
tas de los dientes superiores suelen presen- siendo tan frecuente en los otros dientes, y
tarse limitadas en general con un plega- normalmente más en premolares que en
miento más o menos reiterado y profundo molares (muy raro en estos últimos). SON-
sobre las paredes mesial y distal del esmal- DAAR (1961) ya consideraba este carácter.
te; esta complicación varía considerable- Esta unión varía con el estado de desgaste
mente de unos grupos a otros. La mayoría de del diente. Aunque la presencia de confluen-
los autores presentan el número de pliegues cia de las fosetas es más frecuente en las
por una fórmula dada por GROMOVA (1952), especies de Hipparion, también está presen-
mientras que F ORSTEN (1968) lo expresa te en algunas formas de Equus.
mediante una sola cifra. Estas fórmulas no Bucle disto-lingual de la prefoseta (B. D-
representan la verdadera evolución morfoló- L pref). En esta zona de la prefoseta el
gica de este rasgo en cada diente a lo largo esmalte suele presentar un pliegue destaca-
de su crecimiento. ALBERDI (1974), como en do -más profundo, amplio y complicado-
el caso del pliegue caballino, representa grá- que en el resto de ella, siendo denominado
ficamente las frecuencias de los pliegues en por algunos autores “bucle prefoseta” (ver
las distintas zonas de las fosetas, marcando SONDAAR 1961:227). La amplitud de varia-
su moda, recorrido y tendencia, en cada ción de este carácter es relativamente peque-
muestra o población estudiada. Para ello se ña, salvo en el caso de aquellas formas
cuenta el número de pliegues en la parte donde el esmalte está menos plegado y el
anterior o mesial de la prefoseta (APre) y en bucle prefoseta es sencillo. Igualmente, que
la distal o posterior de la prefoseta (DPre) en otros caracteres, este disminuye su intensi-
P3-4 y M1-2, igualmente en la parte anterior dad con el desgaste, llegando incluso a des-
de la postfoseta (APost) y posterior de la aparecer en un desgaste muy avanzado.
64 ALBERDI & PRADO Capítulo V

P refoseta abierta lingualmente (Pre f . delimita la sección del protocono, general-


A.ling.). En algunos dientes con las figuras mente liso, en algunos casos puede presen-
de desgaste perfectamente formadas, se tarse algo rizado, o muy rizado. Tanto en
manifiesta a modo de un puente o canal, que Hipparion como en Equus sólo se encuentra
pone en comunicación la prefoseta con la de manera esporádica. Sin embargo, a veces,
parte lingual del diente en la región del pro- podemos observar en este esmalte ondas
tocono, carácter que se presenta con distinta poco pronunciadas o estrechamientos en los
frecuencia en unos grupos y otros. extremos, que pueden considerarse en senti-
Forma del protocono (F. Pr.). La forma o do amplio rizo, o plegamiento, y correspon-
sección del protocono en la superficie oclu- der a canales o estrías a lo largo de la altura
sal es un carácter al que se atribuye un valor de la corona.
taxonómico a nivel de género, como es el Forma del hipocono (F. Hy). De la misma
caso de Hipparion, definido por presentar el manera que el protocono, el hipocono, que
protocono aislado formando una columna varía con el grado de desgaste del diente
lingual independiente del resto del diente. presenta una forma característica. Puede
En el caso de Equus este queda unido al pro- variar de oval, más o menos redonda, a
tolofo por una comunicación entre la colum- triangular, más o menos anguloso y estran-
na del protocono y el resto de la superficie gulado. No parece un carácter significativo a
del diente. Su forma se utiliza muchas veces la hora de separar grupos.
para separar distintas especies. Puede variar Estrangulamiento del hipocono (hy
desde oval a más o menos circular, y de más estrg.). Salvo en los dientes sin desgastar, el
o menos cuadrangular a triangular o sub- hipocono se encuentra unido al “lofo”; pero
triangular en H i p p a r i o n; y subtriangular esta unión es progresiva, en los dientes poco
más o menos alargado en Equus. gastados la unión del hypocono con el lofo
Unión del protocono con el protolofo (Pr. es estrecha (estrangulado), con los senos
Un.). Con el desgaste de la superficie del hipoconales bastante pronunciados. A medi-
diente también el protocono va perdiendo su da que avanza el desgaste los senos hipoco-
figura típica. Así, en Hipparion el protoco- nales van perdiendo profundidad y el hipo-
no con el desgaste se une al protolofo. En cono queda cada vez más abierto al lofo, lle-
Equus este carácter va perdiendo su morfo- gando en estados avanzados de desgaste a
logía, ya que el protocono está siempre perderse, o quedar aislado en el interior del
unido al protolofo. Este rasgo se puede con- diente. Así este carácter está directamente
tabilizar en porcentajes teniendo en cuenta relacionado con el carácter anterior y el
el grado de desgaste del diente en el cual el siguiente.
protocono se encuentra unido al protolofo. Senos hipoconales (S. Hy). Se denominan
Generalmente, la mayor frecuencia en la así las dos hendiduras, una distal llamada
manifestación de este carácter se da en P2 surco hipoconal y otra lingual, menos pro-
de Hipparion, quizás por ser el diente más nunciada, conocida como constricción hipo-
braquiodonto o bien por su posición en el conal, que son las que dan forma al hipoco-
campo morfogenético (BUTLER 1939, 1956). no, y a su mayor o menor estrangulamiento.
Se puede considerar un carácter típico de En general van perdiendo profundidad con
este diente, según la teoría de “gradientes” el desgaste es decir con la edad del animal
de BUTLER (1939, 1956). Estos tres últimos caracteres, están ínti-
Protocono rizado (Pr. Riz.). El esmalte que mamente ligados entre si, pero no siempre
Capítulo V Caballos fósiles de América del Sur 65

se presentan, intensifican o reducen simultá-


neamente, por ello se consideran caracteres
separados.

Las dimensiones de la mandíbula de per-


fil, Figura V-9, son:

1. Longitud: desde el punto entre los alvéo-


los de i1 a la parte posterior del cóndilo.
2. Longitud del hocico: desde el mismo
punto entre los alvéolos de i1 y el punto
medio de una línea que conecta los bor-
des anteriores de p2. 15. Ángulo entre la línea alveolar y la línea Figura V-9. Las
3. Longitud premolar: alveolar y sobre el que conecta la parte posterior de m3 y la dimensiones
lado vestibular. cima del cóndilo. más importan-
4. Longitud molar: alveolar y sobre el lado tes de la mandí-
bula, en vista
vestibular. Las dimensiones 7, 13 y 14 están en la vista
lateral y ventral.
5. Longitud de los dientes inferiores yuga- ventral de la sínfisis mandibular.
Tomada de
les: alveolar.
EISENMANN et al.
6. Distancia entre la parte posterior del
(1988).
alvéolo de m3 y el borde posterior de la DIENTES INFERIORES
rama ascendente: en el mismo plano
alveolar que las dimensiones 3, 4 y 5. En general se toman los datos sobre los
7. Anchura del hocico: entre los bordes dientes permanentes (los dientes juveniles
alveolares posteriores de i3. son prácticamente iguales con las figuras
8. Altura de la mandíbula a nivel del cón- más alargadas). En el caso de los dientes ais-
dilo: perpendicular al plano alveolar lados lo más importante es separar las dis-
(como todas las otras alturas), desde la tintas categorías de dientes. Como en el caso
cima del cóndilo a el plano tangente que de los dientes superiores es fácil separar p2
forma la rama horizontal de la mandí- y m3, pero la distinción entre p3 y p4 por un
bula. lado y m1 y m2 por otro, o incluso entre p3
9. Altura de la rama ascendente: desde la – p4 y m1- m2 muchas veces es bastante
base de la depresión entre el cóndilo y el difícil. Cuando no sean posibles estas sepa-
proceso coronoide en el mismo plano. raciones, al menos, se deben separar p2, p3-
10. Altura de la mandíbula posterior a m3 p4, m1-m2 y m3.
(siempre perpendicular al plano alveo- Por otra parte, cuando se trata de caba-
lar). llos con dientes de coronas altas, se observa
11. Altura de la mandíbula entre p4 y m1. que la morfología de los mismos varía con
12. Altura de la mandíbula en el borde ante- la edad del animal (grado de desgaste). Para
rior de p2. poder comparar mejor la morfología de los
13. Longitud de la sínfisis: desde el punto dientes y evitar las variaciones de la edad,
situado entre los alvéolos de i1 y la muchos autores propusieron organizar gru-
parte más posterior de la sínfisis. pos de edad y hacer las comparaciones
14. Anchura mínima de la sínfisis. siempre con edades iguales: así G ROMOVA
66 ALBERDI & PRADO Capítulo V

corona, y FORSTEN (1968) exactamente en la


base de la corona. EISENMANN (1980) consi-
dera que este es el peor punto para tomar las
medidas, donde además suele haber una grue-
sa capa de cemento. En la “Hipparion
Conference” se decidió que en los dientes
aislados se tomaran estas medidas en super-
ficie oclusal, procurando no incluir el ce-
mento, y a un centímetro de la base de la
corona. El estudio de las medidas oclusales
deberá realizarse en los distintos grupos,
considerándose adecuado en EISENMANN et
al. (1988) cuatro grados de desgaste.
En el caso específico de dientes superio-
Figura V-10. Las dimensiones más importantes de los res e inferiores deben especificarse las pecu-
dientes inferiores, en vista lingual y oclusal. Tomada de liaridades de cada uno ya que varían la
EISENMANN et al. (1988). forma y muchos de los caracteres morfoló-
gicos, entre otras cosas. Por ello los estudia-
(1949, 1952) propone 4 grupos de edad; mos independientemente.
ALBERDI (1974) propone seis para el estudio
de Hipparion de la Península Ibérica; y Las dimensiones de los dientes inferiores,
MUSIL (1969) tres grupos. Por supuesto el Figura V-10, son:
número de dientes en cada grupo de dientes
es menor que en el conjunto, por lo que SON- 1. Altura del diente: tomada sobre el ante-
DAAR (1961) propone medir sus longitudes y roestílido en p2, desde el borde de la
anchuras a un centímetro de la base de la superficie oclusal hasta la base de la
corona, y sobre el parastílido en el resto
de los dientes yugales. Para obtener los
cuatro grados de desgaste, se deben
medir los distintos tipos de dientes en
ejemplares que estén sin desgastar, y
dividir la altura máxima de la población
en 4 grupos, que serán los cuatros grupos
de edad.
2. Longitud mesio-distal de la superficie
oclusal del diente.
3. Longitud del prefléxido.
4. Longitud del doble nudo, metacónido-
metastílido.
5. Longitud del postfléxido.
6. Longitud buco-lingual de la superficie
oclusal del diente.
Figura V-11. Principales caracteres morfológicos de los dientes Las medidas 2 y 4 se deben tomar tam-
inferiores que se observan en vista oclusal.
bién a un centímetro de la base del diente,
Capítulo V Caballos fósiles de América del Sur 67

con el fin de obtener un mayor número de simplemente un rudimento en la base del


datos comparables. En m3 puede ser intere- diente.
sante tomar estas medidas en el punto medio Protostílido (Psd). Es una columna secunda-
de su altura, mejor que en superficie, debido ria externa que se desarrolla sobre el borde
a la inclinación de la superficie oclusal. mesio-labial del protocónido en los dientes
inferiores, excepto en p2. Está presente en la
Los caracteres morfológicos más im- mayor parte de los caballos hipsodontos. Su
portantes de los dientes se reseñan a con- presencia es muy diversa ya que puede
tinuación. Figura V-11 variar desde muy desarrollado, fuerte o con
múltiples columnillas, a muy fino e incluso
Pliegue caballínido desarrollado (plcd). rudimentario sólo en la base del diente.
también llamado pticostílido, corresponde a ALBERDI (1974) lo representó en frecuencias
un pliegue que se desarrolla en la zona del de presencia.
ectostílido, a modo de un pliegue caballino Protostílido multiplicado (Psdx). Como ya
en la depresión labial o externa de los dien- hemos apuntado más arriba, el desarrollo de
tes yugales inferiores (EISENMANN et al. esta estructura es muy variable, pudiendo
1988). Este carácter puede estar presente o presentarse multiplicado. Por ello, lo repre-
no, según los grupos, varía también con el sentamos en porcentajes, especificando si
desgaste, y disminuye e incluso desaparece bífido, trífido o múltiple que llega en algu-
en desgastes muy avanzados. Este carácter nos grupos, a estar dividido en cinco colum-
parece marcar una cierta tendencia evoluti- nitas o más con su consiguiente grosor basal.
va, lo encontramos muy acusado en las for- Se puede considerar una variante del carác-
mas más evolucionadas de Hipparion, for- ter anterior, ya que caracteriza a las formas
mas caballinas que presentan una morfolo- que lo tienen muy desarrollado.
gía característica en la depresión externa o Protostílido unido (Psd un.). De la misma
zona del ectostílido. manera que ocurría en dientes superiores
Ectostílido (Ecsd). Es una columna externa con el protocono, el protostílido se une al
de esmalte y dentina que se desarrolla en la protocónido con el desgaste. Se expresa en
parte bucal de los dientes inferiores en la porcentajes de cada una de estas uniones,
depresión externa, partiendo del cíngulo según los grados de desgaste, como expre-
basal. Aparece bien desarrollado en todos sión de la altura preferente de esta fusión
los dientes de leche, en adultos suele faltar para cada grupo o muestra, siendo en unos
en la mayoría de las formas. Se puede con- más precoz que en otros; en la mayoría ocu-
siderar un carácter primitivo, como adapta- rre en estados avanzados de desgaste. En los
ción a una alimentación más dura (SONDAAR casos de protostílido multiple la unión al
1961:263; GROMOVA 1952). Este carácter se protocónido suele ser escalonada.
ha considerado específico y/o subgenérico, Esmalte rizado (esm. riz.). El esmalte de
como es el caso de Stylohipparion con un los dientes inferiores en estado de desgaste
ectostílido muy desarrollado y característico precoz suele presentarse rizado, mantenien-
aflorando en la superficie oclusal de sus do este rasgo en algunos grupos, con des-
dientes inferiores. ALBERDI (1974) indica los gastes más avanzados, como carácter distin-
porcentajes de este carácter, en las poblacio- tivo. En desgaste muy avanzado el esmalte
nes españolas de Hipparion que lo presentan aparece liso prácticamente en todos los gru-
(nunca en p2) si está bien desarrollado o es pos.
68 ALBERDI & PRADO Capítulo V

Lazo metacónico-metastílido (L. Med- aplicando todos los métodos estadísticos posi-
Msd). Los dientes inferiores del género bles. Observamos que la variación de talla es
Hipparion presentan un dibujo muy caracte- bastante marcada aun entre piezas del mismo
rístico en forma de lazada redondeada, en la yacimiento. Sin embargo las diferencias rea-
región centro-lingual del diente; mientras les las hallamos con la comparación de las
que en Equus el lazo tiene forma más angu- proporciones de las medidas de cada pieza, de
losa. Observamos en las especies de Hippa - un yacimiento con respecto a otro. Y parecen
rion evolucionadas una clara convergencia más acusadas las diferencias de talla entre los
con Equus para este carácter. huesos largos, que entre los cortos.
Por ello se diferencian dos tendencias en Esbeltez (Esb.). Esta característica única-
los équinos respecto a este carácter; un “lazo mente se puede observar en los huesos largos,
tipo hiparionino” y otro “tipo equino”. cuanto más largos y estrechos, más esbeltos o
Además, el lazo en su zona central forma un gráciles son. Los huesos que están mejor
seno en V más o menos abierto, variando representados en la mayoría de las poblacio-
según el grupo y el tipo de diente (ej. en p2 nes y que tienen una gran importancia en el
generalmente muy abierto y poco profun- tipo de desplazamiento de los animales de
do). También observamos en la base de la V este grupo son los metápodos: MCIII y
un pliegue hacia el exterior, más común en MTIII. El índice de robustez o gracilidad de
poblaciones primitivas de Hipparion. La estos, siguiendo a HUSSAIN (1971) y ALBERDI
base de la lazada, en algunos grupos, pre- (1974) se calcula mediante esta fórmula
senta un estrechamiento muy pronunciado A diáfisis x 100/L total
formando a modo de un pedúnculo, muy donde A es la anchura mínima del punto
característico del género Equus, y que sólo medio de la diáfisis y L es la longitud total
encontramos en las formas de Hipparion del metápodo en porcentajes. BERNOR et al.
más evolucionadas. (1990) cree que es más ajustada la misma
Forma del protocónido e hipocónido (F. fórmula pero tomando la anchura articular
Prd e Hyd). Bucalmente, el protocónido e distal máxima en lugar de la anchura míni-
hipocónido, en los dientes inferiores de Hip - ma en la diáfisis. Los resultados son equipa-
parion, tienen una forma característica, más rables en ambos casos. Este índice indica la
o menos redondeada, como si su pared bucal mayor o menor robustez o gracilidad de los
estuviera algo abombada, mientras que en huesos largos.
Equus es muy plana. Este carácter se pre- El ángulo que forma la faceta de articu-
senta de la misma manera que los anteriores lación para el hamatum con la faceta de arti-
en las especies de Hipparion evolucionadas. culación para el mágnum en el MCIII, fue
Podría ser una posible convergencia. empleado por primera vez por HUSSAIN
(1971) para relacionar el estado primitivo o
derivado, -a mayor inclinación de la faceta
HUESOS para el hamatum, menor ángulo-, y primiti-
vo, con la evolución, el ángulo iría aumen-
Talla (T). El tamaño de un ejemplar puede tando. Sin embargo, en el caso de los equi-
representarse numéricamente, mediante un nos está muy relacionado con el soporte del
número o varios que nos indiquen cuantitati- peso del animal, más centralizado en los
vamente su tamaño, y nos permiten la compa- metápodos a medida que los dedos laterales
ración numérica entre distintas poblaciones, se van reduciendo.
Capítulo V Caballos fósiles de América del Sur 69

Además de las medidas del cráneo y la


mandíbula especificadas más arriba, EISEN-
MANN et al. (1988) indican las medidas más
recomendables para tomar en las piezas más
significativas del esqueleto apendicular, que
se reseñan a continuación.
De los restos de la escápula y la pelvis,
se toman sólo algunas medidas de las articu-
laciones. Estos restos raramente se conser-
van enteros.

ESCÁPULA Figura V-12

1. Longitud máxima, medida en paralelo a


la espina.
2. Anchura mínima a nivel del cuello.
3. Anchura máxima del proceso articular.
4. Anchura máxima articular.
5. Anchura antero-posterior máxima articu-
lar. Figura V-12. Las dimensiones más importantes de la
6. Anchura antero-posterior máxima de la escápula, en vista lateral distal y en sección.
espina Tomada de EISENMANN et al. (1988).

PELVIS Figura V-13

Figura V-13. La
1. Diámetro del acetábulo.
dimensión más
importante de
Entre los huesos largos destacan el húmero,
la pelvis en
radio, ulna, fémur y tibia. vista lateral, es
acetábulo.
HÚMERO Figura V-14 Tomada de
EISENMANN et al.
1. Longitud máxima. (1988).
2. Longitud máxima de la cabeza.
3. Anchura mínima de la diáfisis (oblicua).
4. Diámetro perpendicular al anterior.
5. Anchura máxima proximal.
6. Anchura antero-posterior proximal a
nivel del tubérculo mediano.
7. Anchura máxima de la tróclea.
8. Anchura antero-posterior máxima dis-
tal.
9. Altura máxima de la tróclea (parte
medial).
70 ALBERDI & PRADO Capítulo V

Figura V-14. Las dimensiones más importantes del húmero, el radio, el fémur y la tibia. Los dos prime-
ros a la izquierda y los dos últimos a la derecha. Tomada de EISENMANN et al. (1988).
Capítulo V Caballos fósiles de América del Sur 71

Figura V-15. Las dimensiones más


importantes de la ulna. Tomada de
EISENMANN et al (1988).

10. Altura mínima de la tróclea (parte


media).
11. Altura de la tróclea en la cresta sagital
(cerca del cóndilo).

RADIO Figura V-14 Figura V-16. Las dimensiones más importantes de los metápodos
centrales, MCIII a la izquierda y MTIII a la derecha.
1. Longitud máxima. Tomada de EISENMANN et al. (1988).
2. Longitud medial.
3. Anchura mínima. 12. Anchura del cóndilo ulnal.
4. Anchura antero-posterior de la diáfisis a
nivel de la dimensión 3. ULNA Figura V-15
5. Anchura articular proximal.
6. Anchura antero-posterior articular pro- 1. Longitud máxima.
ximal. 2. Longitud del oleocráneon.
7. Anchura máxima proximal. 3. Anchura articular máxima.
8. Anchura articular distal. 4. Anchura antero-posterior mínima del
9. Anchura antero-posterior articular dis- oleocráneo.
tal. 5. Anchura antero-posterior a través del
10. Anchura máxima distal. proceso anconaeo (antiguo pico del oleo-
11. Anchura del cóndilo radial. cráneo).
72 ALBERDI & PRADO Capítulo V

8. Diámetro de la faceta anterior para el


cuarto carpal.
9. Diámetro de la faceta articular para el
segundo carpal.
10. Anchura máxima supra-articular distal.
11. Anchura articular máxima distal.
12. Anchura antero-posterior máxima distal
de la quilla.
13. Anchura antero-posterior mínima distal
del cóndilo lateral.
14. Anchura antero-posterior máxima distal
del cóndilo medial.
15. Angulo medido en la parte del desarro-
llo dorso-medial de la quilla.
16. Diámetro de la faceta posterior para el
cuarto carpal.

Equivalencias nominales de los huesos car-


pales:
Escafoides = Radial = hueso carpal radial
Figura V-17.
Lunatum = Semilunar = Intermedio = hueso
Las dimen-
carpo intermedio
siones más
importantes
Triquetum = Piramidal = Lunar = hueso
del calcá- carpo ulnar
neo y el Pisiforme = hueso carpo accesorio
astrágalo, el primero Trapecio = primer carpal
arriba y el segundo Trapezoide = segundo carpal
abajo. Tomada de Mágnum = Capitatum = tercer carpal
EISENMANN et al. (1988). Unciforme = Hamatum = cuarto carpal

TERCER METACARPAL (MCIII) FÉMUR Figura V-14


Figura V-16
1. Longitud máxima.
1. Longitud máxima. 2. Longitud desde la cabeza del fémur al
2. Longitud medial. cóndilo lateral.
3. Anchura mínima (en torno a la mitad 3. Anchura mínima de la diáfisis (obli-
del hueso). cua).
4. Anchura antero-posterior de la diáfisis a 4. Diámetro perpendicular al anterior, a
nivel de la medida 3. nivel de la medida 3.
5. Anchura articular proximal. 5. Anchura máxima proximal.
6. Anchura antero-posterior articular pro- 6. Anchura antero-posterior máxima pro-
ximal. ximal.
7. Diámetro máximo de la faceta articular 7. Anchura máxima distal.
para el tercer carpal. 8. Anchura antero-posterior máxima distal
Capítulo V Caballos fósiles de América del Sur 73

(no en ángulo recto con el eje en longitud


del hueso).
9. Anchura máxima de la tróclea.
10. Anchura antero-posterior máxima de la
cabeza del fémur.

TIBIA Figura V-14

1. Longitud máxima.
2. Longitud medial.
3. Anchura mínima.
4. Anchura antero-posterior mínima a la
altura de la diáfisis, más o menos al
nivel de la dimensión 3.
5. Anchura máxima proximal.
6. Anchura antero-posterior máxima pro-
ximal.
7. Anchura máxima distal.
8. Anchura antero-posterior máxima dis-
tal.
9. Longitud de la fosa digital.

CALCÁNEO (CAL) Figura V-17

1. Longitud máxima.
2. Longitud de la parte proximal.
3. Anchura mínima.
4. Anchura máxima proximal.
5. Anchura antero-posterior máxima pro- Figura V-18. Las dimensiones más importantes de las falanges del
ximal. dedo central, -A-B-C-D de la 1FIII, E-F de la 2FIII y G-H-I de la 3FIII-.
6. Anchura máxima distal. Tomada de EISENMANN et al. (1988).
7. Anchura antero-posterior máxima dis-
tal. TERCER METATARSAL (MTIII)
Figura V-16
ASTRÁGALO (AS) Figura V-17
1. Longitud máxima.
1. Longitud máxima. 2. Longitud medial.
2. Diámetro máximo del cóndilo medial. 3. Anchura mínima, a la altura media de la
3. Anchura de la tróclea (en el vértice de diáfisis.
cada cóndilo). 4. Anchura antero-posterior de la diáfisis
4. Anchura máxima. al mismo nivel de la dimensión 3.
5. Anchura articular distal. 5. Anchura articular proximal.
6. Anchura antero-posterior articular distal. 6. Anchura antero-posterior articular pro-
7. Anchura antero-posterior máxima medial. ximal.
74 ALBERDI & PRADO Capítulo V

7. Diámetro máximo de la faceta articular PRIMERA FALANGE DEL DEDO CEN-


para el tercer tarsal. TRAL (1FIII) Figura V-18
8. Diámetro de la faceta articular para el
cuarto tarsal. 1. Longitud máxima.
9. Diámetro de la faceta articular del 2. Longitud anterior.
segundo tarsal. 3. Anchura mínima.
10. Anchura máxima distal supra-articular. 4. Anchura proximal.
11. Anchura máxima distal articular. 5. Anchura antero-posterior proximal.
12. Anchura antero-posterior máxima distal 6. Anchura distal de la tuberosidad.
de la quilla. 7. Anchura articular distal.
13. Anchura antero-posterior mínima distal 8. Anchura antero-posterior articular dis-
del cóndilo lateral. tal.
14. Anchura antero-posterior máxima distal 9. Longitud mínima del “trigonum phalan-
del cóndilo medial. gis”
15. Angulo medido en la parte del desarro-
llo dorso-medial de la quilla. SEGUNDA FALANGE DEL DEDO
CENTRAL (2FIII) Figura V-18
Equivalencias nominales de los huesos tar- 1. Longitud máxima.
sales: 2. Longitud anterior.
Pequeño cuneiforme = primero + segundo 3. Anchura mínima.
tarsal. 4. Anchura máxima proximal.
Gran cuneiforme = tercer tarsal. 5. Anchura antero-posterior máxima pro-
Cuboides = cuarto tarsal. ximal.
Navicular = Escafoides = hueso tarso central. 6. Anchura máxima articular distal.

METÁPODOS LATERALES TERCERA FALANGE DEL DEDO


CENTRAL (3FIII) Figura V-18
1. Longitud máxima.
2. Anchura antero-posterior mínimo de la 1. Longitud desde el borde posterior de la
diáfisis. superficie articular a la punta de la
3. Anchura máxima proximal. falange.
4. Anchura antero-posterior máxima pro- 2. Longitud anterior.
ximal. 3. Anchura máxima.
5. Anchura articular distal. 4. Anchura articular.
6. Anchura antero-posterior articular dis- 5. Anchura antero-posterior articular
tal. 6. Altura máxima.
7. Angulo entre la planta y la línea dorsal
En el caso de Equus e Hippidion sólo se (este ángulo debe ser medido con la
toman las medidas 1, 3 y 4 (5 y 6 corres- falange apoyada sobre una superficie
ponden a Hipparion que aún conserva los plana).
dedos laterales). 8. Circunferencia de la planta.
Parte II
Sistemática y Filogenia
Capítulo VI Caballos fósiles de América del Sur 77

CARACTERÍSTICAS DEL ORDEN como en el caso de los caballos. La presencia


PERISSODACTYLA OWEN, 1848 de un quinto dígito sólo se registra en las for- SISTEMÁTICA Y
mas más primitivas. En general, en la mano y
E L concepto de Perissodactyla que no-
sotros utilizamos en este libro es simi-
lar al utilizado por PROTHERO & SCHOCH
en el pie de los perisodáctilos sólo hay tres
dedos funcionales (Figura VI-2). El astrága-
FILOGENIA

DE LOS
lo, en su extremo superior, presenta una doble
(1989), quienes incluyen en este grupo a los
quilla que da lugar a una superficie en forma
extintos Hyracoidea, Equidae, Rhinocero- PERISODÁCTILOS
de polea típica, para articular con el maléolo
thidae y Tapiridae.
de la tibia. Su superficie distal, que se articu-
Los Perissodactyla se caracterizan por ser
la con otros huesos del tarso, es más bien
ungulados mesaxónicos (Figura VI-1), es
decir, presentan un pie en el cual domina el
tercer dígito, el central. El eje del pie pasa por
el tercer dedo. La reducción del número de Figura VI-2.
dígitos tuvo lugar a lo largo de la evolución Representación de
de este grupo desde el Eoceno y se refleja en los tres dedos funcio-
las formas con tres e incluso un solo dígito, nales de las extremi-
dades anteriores (a la
izquierda) y posterio-
res (a la derecha) de
los Perissodactyla a
lo largo de su evolu-
ción. De abajo a arri-
ba: Orohippus,
Mesohippus,
Miohippus, Hipparion,
Pliohippus y Equus.
Modificado de
SIMPSON (1951).

Figura VI-1. Comparación del tipo de reduc-


ción de los dedos de las extremidades en
ungulados paraxónicos (a la izquierda) y
mesaxónicos (a la derecha). Modificada de
MACFADDEN (1992).
78 ALBERDI & PRADO Capítulo VI

Además de los caracteres ya menciona-


dos, los perisodáctilos se caracterizan por el
alargamiento progresivo de sus extremida-
des, por el gran aumento de la talla y por el
desarrollo de cuernos nasales en los rinoce-
rontes y en los brontoterios.
Los elementos más importantes en la
evolución de los perisodáctilos, además de
las extremidades, son los caracteres denta-
rios. La dentición de los perisodáctilos en
general es completa, los tres incisivos suelen
estar presentes arriba y abajo, formando un
eficiente mecanismo de corte (I3/i3). Usual-
mente se presenta un diastema y los caninos
pueden o no estar presentes (C1/c1). Tanto
en incisivos como en caninos pueden darse
distintas especializaciones características de
cada grupo. Los dientes yugales se caracte-
rizan principalmente por la molarización de
los premolares con la excepción del primer
premolar (P1/p1) que se presenta en las for-
mas primitivas y se reduce o se pierde en los
grupos más evolucionados (P2-4/p2-4). Los
molares son tres superiores y tres inferiores
(M1-3/m1-3). Este alto grado de desarrollo
dental contrasta con los pequeños y poco
desarrollados premolares que aparecen en
los artiodáctilos. Uno de los aspectos más
característicos de la temprana evolución de
los perisodáctilos es el gran número de para-
lelismos que aparecen. En el Eoceno, la
mayoría de las series premolares se molari-
zan en los équidos, en los tapires y en los
Figura VI-3. Distintos tipos de astrágalos de Perisodáctilos desde
rinocerontes. En los distintos grupos de
las formas más primitivas a las más evolucionadas. A: tipo más pri- Brontotheriidae los premolares están mola-
mitivo; B: Hyracoidea; C: Tapiridae; D: Rhinocerotidae; E: Equidae. rizados en menor grado, mientras que en
Modificada de MACFADDEN (1992). otros y en Amynodontidae, el acortamiento
de la parte facial del cráneo retarda la mola-
plana (Figura VI-3). Su esqueleto se caracte- rización. Finalmente, en muchos grupos
riza, además, como el de todos los ungulados, existe una ligera tendencia a molarizar los
por carecer de clavícula en la cintura escapu- premolares, incluso cuando los molares son
lar y por presentar, en el lado externo del poco especializados. En estas líneas filoge-
fémur una cresta subtrocantérica muy des- néticas donde los premolares se molarizan,
arrollada (tercer trocánter de CUVIER). el proceso ocurre de diferentes maneras y en
Capítulo VI Caballos fósiles de América del Sur 79

Figura VI-5. Evolución


de los dientes yugales
inferiores de los
Perissodactyla a lo largo
del tiempo. De arriba
abajo las series corres-
ponden a “Eohippus”,
Equus, Diceratherium,
Protapirus, Limnohyops,
y Moropus. Todas están
representadas por la
serie completa p2-p3-p4-
m1-m2-m3. Modificada
de ALBERDI & CERDEÑO
(1995).

guiente, un aumento en la eficacia de estos


dientes para triturar las plantas más duras.
Otro paralelismo en la evolución dentaria es
la adquisición independiente del mesostilo
en varios linajes de équidos, brontotérios y
calicotérios. El mesostilo nunca aparece en
tapires o en rinocerontes.
Los molares superiores de la mayoría de
las formas primitivas de perisodáctilos, tie-
nen diferenciado el hipocono y constan de
seis cúspides bunodontas. Los cónulos inter-
Figura VI-4. Evolución de los dientes yugales medios sólo están bien desarrollados primi-
superiores de los Perissodactyla a lo largo tivamente, de donde deriva la típica condi-
del tiempo. De arriba abajo las series corres- ción lofodonta: un ectolofo en forma de
ponden a “Eohippus”, Equus, Hyrachyus, «W» que aparece en muchas formas, así
Caenopus, Protapirus, Homogalax, como puentes transversales denominados
Palaeosyops, y Moropus. Todas están repre- protolofo y metalofo, que se encuentran en
sentadas por la serie completa P1-P2-P3-P4- tres de los cinco grupos principales (Figura
M1-M2-M3, excepto Moropus que está repre- VI-4). Los molares inferiores tienen forma
sentada por la serie P2-M3. Modificada de
de un par de «V», derivadas del trigónido y
ALBERDI & CERDEÑO (1995).
del talónido originales, que en muchos llega
a alcanzar una estructura en «W», debido a
diferentes tiempos según los géneros. Esta la unión de sus extremos adyacentes. En
molarización significa un aumento conside- otros casos, la parte posterior-central del
rable de la superficie de masticación –super- molar se modifica, dando lugar a crestas
ficie oclusal de los dientes- y, por consi- transversales (Figura VI-5).
80 ALBERDI & PRADO Capítulo VI

grupo de ungulados, que en conjunto se los


denomina Condylarthra. Se trata de un con-
junto de cinco o seis linajes distintos que se
ubican en la base de la radiación de los
ungulados.
Los perisodáctilos son conocidos desde el
Paleoceno más temprano y sus ancestros
están seguramente entre los antiguos condi-
lartros fenacodóntidos que tuvieron una
radiación importante hacia el Paleoceno tar-
dío (RADINSKY 1969). Phenacodus ha sido
interpretado como una forma muy cercana al
ancestro de los caballos ya que es un animal
pequeño y sus extremidades son largas y pri-
mitivas. Los dedos laterales son más cortos
que el dígito tercero central y los dientes
yugales poseen una superficie amplia de tri-
turación de la misma manera que se observa
en los primitivos caballos (BENTON 1990).
Desde sus comienzos, los primitivos
Perisodáctilos evolucionaron a lo largo de
tres líneas distintas. Una de ellas es el Su-
borden Hippomorpha, que agrupa a los
extintos paleotérios, a los brontotérios o tita-
Figura VI-6. Pie anterior (izquierda) y poste- notérios y a los équidos; una segunda línea
rior (derecha) del équido primitivo del evolutiva está constituida por el suborden
Eoceno inferior –Hyracotherium-, con cuatro Ceratomorpha, que comprenden los tapires
dedos en la extremidad anterior y y los rinocerontes; y finalmente la tercera
tres en la posterior. Modificado de línea evolutiva la forman los representantes
ALBERDI & CERDEÑO (1995). del suborden Ancylopoda, que incluyen a
los extraños, calicotérios, provistos de
EL ORIGEN DE LOS P ERISSODACTYLA garras, y a sus antecesores.
Algunos géneros de calicotérios, salvan-
En la actualidad, solamente se encuentran do las distancias, son casi similares a
presentes seis géneros referidos a caballos, Eohippus y otros perisodáctilos de principios
rinocerontes y tapires. Esto representa sólo del Eoceno. En el Eoceno medio y superior
una pequeña muestra de la diversidad de los de América del Norte encontramos en
numerosos linajes de perisodáctilos registra- Orohippus y Epihippus, los descendientes de
dos en el Cenozoico temprano. El origen de este équido primitivo, en el cual la estructura
este grupo ha generado grandes controver- fue esencialmente la misma, y en los que
sias y hoy en día no hay un consenso entre todavía había 4 dedos en la extremidad ante-
los especialista sobre este tema (ALBERDI & rior (Figura VI-6). Desde el punto de vista
CERDEÑO 2003). Muy posiblemente, el ori- evolutivo se inició, la molarización de los dos
gen de este grupo esté asociado con un gran últimos premolares (Figuras VI-4 y VI-5).
Capítulo VI Caballos fósiles de América del Sur 81

Las tendencias evolutivas de estos pri- Figura VI-7.


mitivos fenacodóntidos del Paleoceno invo- Cladograma de los
lucran a dos complejos adaptativos: por una grandes grupos de
Perissodactyla. II-7a:
parte la especialización de las extremidades
cladograma de los
para correr, que incluye una remodelación
grupos de ungulados:
radical de la articulación de las extremida-
ART: Artiodactyla;
des que restringe el movimiento lateral,
CET: Cetacea; SIR:
principalmente el tarso y el carpo. Por otra, Sirenidae; PRO:
un cambio en el patrón de las cúspides Proboscidea; PER:
molares y de la musculatura de la mandíbu- Perissodactyla. II-7b:
la que incrementa la trituración lateral. Esta cladograma de los
inicial radiación adaptativa se produce ape- grandes grupos de
nas aparece el orden a comienzos del Eo- Perissodactyla: HYR:
ceno dando lugar a la diferenciación de por Hyradoidea; BRO:
lo menos dos, tres o cinco grandes grupos Brontotheriidae; EQU:
Equidae; PAL:
asignados a sub-ordenes o super-familias de
Pallaeotheriidae;
perisodáctilos (SIMPSON 1945; ROMER 1966;
CHA:
PROTHERO & SCHOCH 1989; respectivamente)
Chalicotheriidae;
Estas tendencias ya se podían observar
TAP: Tapiridea; RHI:
entre los miembros más antiguos de cada Rhinocerotoidea.
grupo como en: Hyracotherium, un équido, Modificado de
Homogalax, un tapir y Paleomoropus, un PROTHERO & SCHOCH
calicotério. Los primeros brontotérios (tipo (1989).

Hiracoideos como Perisodáctilos

La posición sistemática de Hyracoidea dentro de la Clase Eutheria sigue siendo motivo de controversia. Diversas
opiniones pueden encontrarse en BENTON (1988), NOVACEK (1989, 1990), PROTHERO et al. (1988), entre otros.
FISCHER (1989) se pregunta si ellos están más relacionados con los Sirenia y Proboscidea (= Paenungulata) o corres-
ponden al grupo hermano de los ungulados de dedo-impar –perisodáctilos-. WYSS et al. (1987) consideran que los
caracteres morfológicos (sinapomorfías) no soportan la monofilia de Paenungulata, especialmente si se compara con
las sinapomorfias del grupo hermano Hyracoidea + Mesaxonia. Sin embargo, para FISCHER (1989) el test de los
caracteres morfológicos (taxeopodia, musculatura, membranas fetales y placentales y morfología del cráneo) usa-
dos como argumentos para asumir la teoría de WYSS indican evidencias positivas débiles. También indica que los
datos moleculares que soportan la monofilia de Paenungulata son inconsistentes. Y considera que hay caracteres
apomorfos en los órganos locomotores, en el maxilar y en las trompas de Eustaquio, que agrupan a Hyracoidea con
Perissodactyla. Según él, el saco de Eustaquio parece ser el carácter más significativo, que representa una estructu-
ra compleja y única de hiracoideos, équidos y tapires. Basándose en TASSY & SHOSHANI (1988), FISCHER asume que
la persistencia de una protuberancia en el maxilar es una condición derivada, restringida a hyracoideos y mesaxo-
nios. Referente a la locomoción, este autor considera que la coincidencia de muchos caracteres apomorfos de sus
órganos locomotores es más plausible debido a un proceso de adaptación común a la cursorialidad en el grupo tron-
cal de Hyracoidea y Mesaxonia. El asume esto debido al hecho de que algunas apomorfías sólo se encuentran en
estos dos grupos.
82 ALBERDI & PRADO Capítulo VI

ciaban de los de los tapires en que tienen las


coronas mas altas. Los molares superiores
están formados por una cresta longitudinal
externa (ectolofo) unida a la anterior y limi-
tando entre ellas un valle medio. Los mola-
res inferiores constan de dos crestas trans-
versales que, en el caso de los rinocerontes,
se prolongan hacia delante contactando por
la cara labial y determinando dos valles,
anterior y posterior. En tapires, dichas cres-
tas quedan independientes con el valle
rinoceronte, con gran protuberancia ósea en medio abierto lingual y labialmente. La
Figura VI-8.
Reconstrucción
el cráneo) representados por los géneros morfología de los molares entre los Rhino-
paleobiológica de Lambdotherium y E o t i t a n o p s, aparecen cerotoidea es bastante conservadora, pero
Hyracotherium. Tomado de abruptamente en el registro hacia finales del hay una enorme variabilidad en el patrón de
ALBERDI & CERDEÑO (1995). Eoceno temprano, y seguramente también los caninos e incisivos, que RADINSKY
son parte de esta radiación temprana de los (1969) utilizó para caracterizar cada familia.
perisodáctilos. La quinta superfamilia de pe- Hyracotherium, Homogalax y Paleomoro -
risodáctilos, los rinocerontes, aparecen al pus se distinguen entre ellos por pequeñas
diferencias en el patrón de las cúspides
molares y la talla. Pero hacia el final del
Eoceno temprano, una segunda radiación
adaptativa produce un solapamiento en la
talla entre los representantes de cada super-
familia, pero los caracteres diagnósticos de
los molares permanecen constantes. Hyra -
cotherium presenta el patrón de los molares
más primitivos a partir del cual se pueden
derivar los de las demás formas de periso-
dáctilos (ver recuadro). En general, las dife-
rencias en el patrón de las cúspides de los
molares entre los primeros équidos, tapires,
calicotérios y brontotérios indican diferen-
Figura VI-9. Evolución cias en el tipo de masticación, por lo menos
de la inclinación del comienzo del Eoceno tardío en América del en los individuos juveniles, que sugieren
pie de los Norte y Asia, y aparentemente derivan de que la especialización en la dieta es el factor
Perissodactyla en rela- una radiación secundaria de los tapires. Los principal en la temprana radiación de los
ción al suelo a lo largo
géneros primitivos eran tipo tapir en tamaño perisodáctilos.
de la evolución. De
y forma del cuerpo, pero los dientes presen- Con frecuencia, los caracteres de los
derecha a izquierda:
taban un incremento de la función cortante dientes y de las extremidades en las prime-
Hyracotherium,
que está asociada en algunos grupos con el ras formas se utilizan para determinar las
Mesohippus,
Hipparion, y Equus. subsiguiente incremento en la talla y una direcciones de evolución de éstos y pueden
Modificado de SONDAAR gran adaptación a la cursorialidad. Los dien- derivarse casi directamente de los dientes y
(1969). tes de los primeros rinocerontes se diferen- extremidades de ciertos condilartros. Por
Capítulo VI Caballos fósiles de América del Sur 83

Hyracotherium

Es el más característico de los primitivos perisodáctilos y, por lo


tanto, puede ser considerado como un prototipo de este grupo de
mamíferos. Era un animal del tamaño de un zorro, ligero, con las
extremidades claramente adaptadas para correr, dorso ligeramente
curvado, cola más bien corta y cráneo largo y bajo (Figura VI-8).
Tenía 19 costillas, detrás de las cuales había 6 vértebras libres de cos-
tillas, como era común en los perisodáctilos. Las apófisis de las vér-
tebras en la región escapular eran alargadas para la inserción de los
Figura VI-10. Series yugales superior, P2 a
M3, e inferior, p3 a m3, de Hyracotherium.
fuertes músculos de la espalda. Sus miembros eran gráciles y el pie
Tomada de ALBERDI & CERDEÑO (1995). alargado con el carpo y el tarso elevado del suelo, de tal manera que
los dedos quedaban bastante inclinados en relación al suelo (Figura
VI-9). Tenía 4 dedos en las extremidades anteriores y 3 en las poste-
ejemplo, el género Tetraclaenodon del Pa-
riores, sin embargo, desde un punto de vista funcional, todas las
leoceno de América del Norte, está estrecha-
extremidades eran tridáctilas y cada dedo terminaba en una pequeña
mente relacionado con Phenacodus, en el
pezuña. El cráneo de Hyracotherium era alargado, con la cavidad cra-
que los molares superiores son cuadrados,
neal comparativamente pequeña y las órbitas abiertas por detrás. Los
con 6 cúspides bunodontas bien desarrolla-
incisivos pequeños con coronas en forma de cincel y los caninos
das que forman la corona. Este modelo, algo
reducidos. Los dientes yugales eran de tipo bunodonto: los premola-
modificado, aparece en el género Hyraco -
res no estaban aún molarizados y los dos últimos superiores eran de
therium del Eoceno, el perisodáctilo más
forma triangular. Los molares superiores cuadrangulares con 4 cúspi-
primitivo conocido. Por simple sucesión evo-
des anchas: paracono y metacono, que estaban conectadas con las dos
lutiva de la unión entre las cúspides antero-
cúspides internas, protocono e hipocono, por abajo formando crestas
interna e interna, se llega a formar un puen-
oblicuas protolofo y metalofo. En los molares inferiores, el talónido
te oblicuo o protolofo. Por unión entre la
era tan alto como la parte anterior del diente (trigónido). La cúspide
cúspide intermedia-posterior y la interna se
antero-interna (paracónido), estaba muy reducida; las dos cúspides
forma otro puente oblicuo, metalofo, y
anteriores (protocónido y metacónido) y las dos posteriores (hipocó-
mediante la unión de dos cúspides exterio-
nido y entocónido), estaban conectadas por crestas transversales o
res, una anterior y otra posterior, se forma el
puentes. Tal fue el modelo de diente, desde el cual se desarrolló la
ectolofo. De igual manera, las cúspides de
completa y variada dentición de las diversas líneas evolutivas de los
los dientes inferiores en los mamíferos de
perisodáctilos a lo largo del Cenozoico (Figura VI-10).
tipo Tetraclaenodon pueden haberse trans-
formado en un puente transverso o lófido,
tan característico de los primitivos periso- astrágalo es redondeada, como es frecuente
dáctilos, ya conseguido en los molares infe- en los mamíferos carnívoros. Estos rasgos
riores de Hyracotherium. dan al pie gran flexibilidad. Sin embargo, en
Quizás una diferencia morfológica signi- Hyracotherium los huesos del carpo están
ficativa entre Tetraclaenodon e Hyraconthe - colocados alternados, de manera que cierran
rium puede encontrarse en la estructura del las intersecciones entre ellos, y la superficie
pie. En Tetraclaenodon, los huesos del carpo articular inferior del astrágalo es relativamen-
están algo redondeados y situados en serie, te más plana. Por esta razón el pie de Hyraco -
con una fila superior sobre otra fila inferior. therium es comparativamente más rígido y
En el tarso, la superficie articular inferior del menos propenso a los movimientos laterales
84 ALBERDI & PRADO Capítulo VI

que el pie de los condilartros. Sin embargo, el


pie en Hyracontherium tenía los dedos más
alargados. Estas modificaciones desde Tetra -
claenodon a Hyracotherium, señalan un cam-
bio en la adaptación, dirigido a acentuar una
mayor eficacia para correr sobre tierra firme.
En consecuencia, Hyracotherium tenía un pie
bien organizado en relación con la vegetación
Figura VI-11. Representación del cráneo de que le rodeaba y, en especial, para huir rápi-
Hyracotherium. Équido primitivo que carece damente del ataque de sus depredadores. Pro-
de la barra post-orbital. bablemente esta adaptación para una carrera
más rápida, fue una respuesta a la presión de
los depredadores agresivos que favoreció el
Dentición de los équidos
éxito de los primeros perisodáctilos y recí-
procamente, quizá fue la falta de tal adapta-
La dentición de los Équidos modernos responde a un patrón que se
ción en los condilartros, lo que eventualmen-
puede observar en el caballo, y que con variaciones, puede identificar-
te causó su extinción. Durante la transición
se en las formas primitivas. Todos los incisivos están presentes en los
del Eoceno al Oligoceno, cuando numerosos
caballos actuales. Amplios y en una apretada fila, constituyen un efi-
carnívoros fisípedos estaban bien establecidos
ciente aparato cortante. Detrás de ellos hay un largo diastema, en el
y eran eficientes cazadores, los condilartros se
cual se sitúa un canino de talla variable. El primer premolar superior es
extinguieron, pero sus descendientes mejor
vestigial, cuando se conserva, y se sitúa en la parte anterior de la serie
adaptados, los perisodáctilos, prosperaron
dentaria yugal. Los dientes yugales (P2-4/p2-4 y M1-3/m1-3) tienen las
siguiendo muchas líneas evolutivas.
coronas altas con un modelo prismático complicado, cuyo aspecto
Una segunda radiación evolutiva que
varía con el desgaste del mismo, como consecuencia de la trituración
involucró a catorce familias dentro del grupo
de la vegetación de tipo silíceo, mediante las láminas de esmalte y den-
de los perisodáctilos tuvo lugar temprana-
tina, y del cemento que recubre el diente y sus intersticios.
mente en el Eoceno. Una de las cuales era la
Este modelo puede ser identificado en los primitivos bunodontos
familia Equidae, la cual se caracteriza por la
y lofodontos que se encuentran en los primeros équidos. En los mola-
pérdida de la clavícula, la reducción del pie,
res superiores el ectolofo está representado por dos medias lunas, el
tridáctilo o monodáctilo y el alargamiento
paracono y el metacono con proyecciones externas formadas por el
de las extremidades como una adaptación a
parastilo, mesostilo y metastilo, y puentes transversales internos
ambientes abiertos.
(ectolofo y metalofo) que conectan con el protocono y el hipocono, y
Los Équidos modernos son los que
que dan lugar a un modelo con muchos pliegues. La presencia de
alcanzan el más alto grado de especializa-
cemento, que no existe en las formas primitivas, confiere a los dien-
ción en las extremidades: un mecanismo casi
tes yugales mayor efectividad en la trituración, lo cual supone el paso
perfecto adaptado al desplazamiento rápido
de un animal ramoneador a triturador de pastos duros. Los dientes
sobre tierra dura y casi incapaz de ningún
inferiores han tenido una historia similar, pero el modelo, obviamen-
otro tipo de movimiento. El húmero y el
te, deriva de una forma primitiva en la cual el eslabón de conexión
fémur son cortos pero pesados, y el radio y
entre las dos «V» es suministrado por un metastílido adyacente al
la tibia presentan mayor longitud y son los
metacónido y premolares y molares son casi idénticos. La parte facial
principales soportes de las patas anteriores y
del cráneo es alargada, debido a la longitud de la serie dentaria yugal
posteriores respectivamente. La diáfisis de
y al diastema. En los caballos modernos, hay una barra post-orbital
la ulna está reducida y fusionada al radio,
(Figura VI-11).
mientras la fíbula queda reducida a una
Capítulo VI Caballos fósiles de América del Sur 85

esquirla en la parte superior de la tibia. Sólo


un dedo, el tercero, está bien desarrollado, y
tiene un metápodo muy alargado y falanges
cortas; la última falange termina en una
estructura semicircular que soporta la pezu-
ña. Los dedos laterales quedan reducidos a
esquirlas con articulaciones proximales, que
corresponden a los dedos perdidos. Los car-
pales se disponen en dos series formando un
arco, entre el radio y el metacarpo, con el
magnum (soporte normal del 3º dedo), alar-
gado y el primer carpal vestigial. Análoga-
mente en el tarso, el navicular juega un papel
importante, ensanchándose para soportar el
peso del pie junto con la polea del astrágalo
y el subyacente ectocuneiforme.
De todas las historias evolutivas ninguna es
tan bien conocida como la de los Équidos. Hay
diversas razones para esto, pero quizás la más
lógica o convincente es que su registro fósil es
el más completo y el mejor conocido. Las ten-
dencias progresivas que caracterizan la evolu-
ción de los équidos durante el cenozoico pue- Figura VI-12. Evolución de los dientes de los équidos. Las
den resumirse en: aumento de la talla; alarga- líneas horizontales marcan los niveles estratigráficos,
miento de las extremidades y del pie; reducción empezando por abajo Eoceno, Oligoceno, Mioeno,
de los dedos laterales con predominio del dedo Plioceno y Pleistoceno. La línea discontinua marca la
central; enderezamiento y robustecimiento de diferencia entre los dientes de los animales ramoneado-
la espalda; ensanchamiento de los incisivos; la res (izquierda) y los de animales pastadores (derecha).
Modificado de SIMPSON (1951).
molarización de los premolares; aumento en la
altura de las coronas de los dientes yugales
(hipsodoncia); complicación progresiva de los menudo, se afirma que estos animales evolu-
relieves de las superficies de masticación; des- cionan, con pequeñas desviaciones, siguiendo
arrollo en profundidad de la porción frontal del una trayectoria rectilínea desde el pequeño
cráneo y de la parte inferior de la mandíbula Hyracotherium del Eoceno hasta el evolucio-
para acomodar las coronas más altas de los nado Equus del Cuaternario. Esto no es tan sen-
dientes yugales; alargamiento de la cara por cillo, ya que si bien en alguna línea se puede
delante del ojo que también favorece la aco- seguir un patrón de este tipo, cuando todos los
modación de los dientes yugales; aumento del fósiles son tenidos en cuenta, esta historia no se
volumen y complicación del cerebro. Estos presenta como una sencilla progresión a lo
cambios evolutivos se inician en el Eoceno largo de una simple línea recta. En los comien-
continuando hasta el final de la Era Cenozoica. zos de su historia, ciertamente, los équidos que-
Estas tendencias generales han llevado a consi- daron confinados a una línea de desarrollo pro-
derar a este grupo como un ejemplo de evolu- gresivo: Hyracotherium (Eoceno inferior) →
ción en línea recta o «ortogénesis», y, muy a Orohippus (Eoceno medio) → Epihippus
86 ALBERDI & PRADO Capítulo VI

En contraste con estos équidos conserva-


dores, la línea principal de la evolución de
los caballos continuó durante el Mioceno
vía Merychippus, del tamaño de un pequeño
poni. El pie conservaba tres dedos, pero los
laterales estaban tan reducidos que eran de
poca utilidad y el animal caminaba sobre el
tercer dedo (dedo central), cuyo extremo
estaba guarnecido por una pezuña redonde-
ada. La cara era alargada y profunda, con
mandíbula inferior también ahondada. En
Merychippus, con dientes de coronas altas y
cubiertos con cemento, las crestas dieron
lugar a varias uniones y el esmalte estaba
plegado. Con el desgaste del diente, resalta-
Figura VI-13.
(Eoceno superior) → Mesohippus (Oligoceno ban las complejas bandas de esmalte, dando
Cladograma de la sub- inferior) → Miohippus (Oligoceno medio y lugar en la superficie a ligeras o débiles líne-
familia Equinae. superior). En consecuencia, al final del Oli- as de dentina y cemento. Estas coronas del
Modificado de goceno, los équidos alcanzaron un status avan- diente, tan difíciles de describir, fueron efi-
MACFADDEN (1992). zado de ramoneadores, capaces de comer hojas caces elementos de molienda para fibras
y yemas de plantas, de correr rápidamente y duras de plantas y semillas, a fin de poder
caminar sobre la tierra dura (Figura VI-12). ser más fácilmente digeridas. En M e ry -
Al comienzo del Mioceno se produjo una chippus aún se mantenía abierta la barra
gran diversificación, siguiendo distintas ten- post-orbital, pero ya estaba algo separada la
dencias evolutivas, probablemente como res- órbita de la región temporal.
puesta a la diversificación de ambientes a los SIMPSON (1951) señala que durante el
que podían adaptarse, y especialmente por la Mioceno se produce la más importante trans-
gran expansión de las gramíneas y otras plan- formación de la historia de los équidos. Esta
tas herbáceas. Archaeohippus del Mioceno transformación se observa claramente en los
muestra un pequeño aumento de talla y el molares y los premolares. También los incisi-
desarrollo progresivo del cráneo, con dientes vos se hacen más resistentes y aparecen infun-
y patas de tipoMiohippus. Otra línea evoluti- díbulos que incrementan la eficiencia de los
va, los Anchitheriinae del Mioceno aumenta- mismos. Este patrón de cambio se desarrolló
ron tanto en talla, que al final fueron casi tan con variaciones y fluctuaciones desde Para -
grandes como los équidos más recientes; pero hippus y continuó durante el Mioceno medio y
eran conservadores, ya que tenían dientes de superior en Merychippus. Simultáneamente, en
tipo Miohippus y tres dedos funcionales. la morfología dentaria se producía: un incre-
Probablemente fueron habitantes del bosque mento en la altura de la corona y la aparición de
y ramoneaban como hacen los ciervos en la la dentina. Los dientes se hicieron más altos
actualidad. Durante el Mioceno, Anchithe - para resistir el grado de desgaste que producía
rium emigró al Viejo Mundo, donde se exten- una dieta a base de pastos duros. Los dientes
dió ampliamente, mientras en Norteamérica altos se caracterizaban por la presencia de un
Hypohippus, evolucionó a partir de un ante- nuevo tejido, el cemento, de característica blan-
cesor de Anchitherium. da que soportaba las duras columnas de esmal-
Capítulo VI Caballos fósiles de América del Sur 87

te. Las raíces de los dientes también se hicieron presentantes de la tribu Hipparionini migran al
profundas lo que ocasionó que los alvéolos se Viejo Mundo en el Mioceno donde se registran
ubicaran por delante de las orbitas. El patrón de por primera vez a comienzos del Mioceno
los lofos en molares y premolares recuerda al superior (ALBERDI 1989; WOODBURNE 1989),
de los caballos modernos. Todos estos cambios persistiendo hasta el Pleistoceno medio en el
eran necesarios para remplazar una dieta ramo- sudeste de Asia y África (BERNOR & ARMOUR-
neadora por una pastadora que se produjo en el CHELU 1999). Durante dicho lapso de tiempo
Mioceno. Este fue el cambio más radical y estos équidos se cuentan entre los grupos de
rápido que ocurrió en la evolución de los caba- ungulados más abundantes de las faunas del
llos. La evolución del resto del cuerpo en Viejo Mundo (BERNOR & LIPSCOMB 1995)
Parahippus y Merychippus fue mucho más El estudio sistemático de las especies de
lenta que la ocurrida en la dentición. El cráneo la tribu Hipparionini del Viejo Mundo es
comenzó a tener una apariencia como la de los extremadamente complejo, debido funda-
caballos más modernos, el hocico se alargó, y mentalmente a las discrepancias sobre el
las órbitas comenzaron a cerrarse por la pre- valor, que diferentes autores le dan a la mor-
sencia de una barra post-orbitaria. La propor- fología de la fosa preorbital y su uso en la
ción de las extremidades y el tamaño del cuer- caracterización de géneros (EISENMANN 1976,
po varió de una especie a otra, pero se mantu- 1981, 1982; FORSTEN 1980, 1982, 1983; MAC-
vo en los mismos términos en que existe en los FADDEN 1984; EISENMAN et al. 1987; ALBERDI
caballos actuales. De todas maneras, la posi- 1989). Mientras algunos autores han soste-
ción sistemática de Merychippus es controver- nido la existencia de un único género con
tida (EVANDER 1989). Para algunos autores, varias especies y/o morfotipos sensu lato
algunas especies de “Merychippus” son el (ALBERDI 1974, 1989; ALBERDI & MORALES
grupo hermano de la tribu Hipparionini, en 1981; ALBERDI & ALCALÁ 1999), algunos
tanto que para otros lo son de la tribu Equini sostuvieron que las especies deben ser agru-
(HULBERT 1989). Si bien, SIMPSON (1951) plan- padas en un único género, diferenciando
tea dos líneas de caballo a partir de Mery - subgéneros (QIU et al. 1987; EISENMANN 1998),
chippus: Merychippus (Merychippus) que da y otros reconocieron la existencia de diver-
lugar a Hipparionini y Merychippus (Proto - sos géneros y grupos de especies, algunos
hippus) que da lugar a la tribu Equini. De todas parafiléticos (FORSTEN 1984; BERNOR &
maneras, independiente de la nomenclatura LIPSCOMB 1995; BERNOR et al. 1996; FORSTEN
que se adopte para ambos grupos, se produjo 1997a, 1997b; B ERNOR & ARMOUR-CHELU
una enorme radiación de los mismos en 1999). A pesar de estos inconvenientes taxo-
América del Norte, Europa, Asia y África nómicos, los Hipparionini del Viejo Mundo
durante el Mioceno medio. De la tribu Equini han sido utilizados con exito por los paleon-
nos ocuparemos en detalle en el capítulo tólogos para establecer correlaciones estrati-
siguiente. La tribu Hipparionini QUINN, 1955 gráficas (ALBERDI & MORALES 1981;
es un grupo monofilético de équidos que se FORSTEN 1984; EISENMANN & SONDAAR
reconoce por la presencia de un pliegue caba- 1989; B ERNOR et al. 1996) y para realizar
llino persistente y bien desarrollado en los estudios evolutivos, biogeográficos y/o
molares, y porque el metacarpiano V se halla paleoecológicos (FORSTEN 1975; BERNOR et
articulado primariamente con el IV (HULBERT al. 1990; H AYEK et al. 1992; B ERNOR &
& MACFADDEN 1991). Registrados por prime- LIPSCOMB 1995; CERLING et al. 1997; EISEN-
ra vez en el Mioceno medio de América del MANN 1998; ORTIZ JAUREGUIZAR & ALBERDI
Norte (MACFADDEN & SKINNER 1981), los re- 2003).
88 ALBERDI & PRADO Capítulo VI

Sistemática de los Perissodactyla


Siguiendo a PROTHERO & SCHOCH (1989) la clasificación de este orden, en grandes gru-
pos, hasta el nivel de Familia es como sigue:
Orden Perissodactyla OWEN, 1848

Suborden Hyracoidea HUXLEY, 1869


Familia Pliohyracidae OSBORN, 1899
Familia Procaviidae THOMAS, 1892

Suborden Mesaxonia MARSH, 1884


Infraorden Hippomorpha WOOD, 1937
Superfamilia Pachynolophoidea PAVLOW, 1888
Familia Pachynolophoidae PAVLOW, 1888
Superfamilia Equoidea GRAY, 1821
Familia Equidae GRAY, 1821
Familia Palaeotheriidae BONAPARTE, 1850
Infraorden Moropomorpha SCHOCH, 1984
Subinfraorden Isectolophomorpha PROTHERO & SCHOCH, 1989
Familia Isectolophidae PETERSON, 1919
Subinfraorden Rhinotapiromorpha PROTHERO & SCHOCH, 1989
Superfamilia Lophiodontoidea GILL, 1872
Familia Lophiodontidae GILL, 1872
Superfamilia Chalicotherioidea GILL, 1872
Familia Chalicotheriidae GILL, 1872
Suborden Ceratomorpha WOOD, 1937
Magnafamilia Deperetellidea RADINSKY, 1965
Familia Deperetellidae RADINSKY, 1965
Familia Rhodopagidae RESHETOV, 1975
Magnafamilia Lophialetidea MATTHEW & GRANGER, 1925
Familia Eoletidae SCHOCH, 1989
Familia Lophialetidae MATTHEW & GRANGER, 1925
Magnafamilia Tapiridea BURNETT, 1830
Superfamilia Tapiroidea BURNETT, 1830
Familia Tapiridae BURNETT, 1830
Superfamilia Rhinocerotoidea OWEN, 1845
Familia Amynodontidae SCOTT & OSBORN, 1883
Familia Hyracodontidae COPE, 1879
Familia Rhinocerotidae OWEN, 1845
Infraorden Titanotheriomorpha HOOKER, 1989
Familia Lambdotheriidae COPE, 1889
Familia Brontotheriidae MARSH, 1873
Capítulo VII Caballos fósiles de América del Sur 89

L A subfamilia Equinae es un clado mono-


filético definido por cinco caracteres
dentarios: cemento permanente; presencia
sia. Por ejemplo, autores como STIRTON
(1940), LANCE (1950), SIMPSON (1951) y
QUINN (1955) consideran, sobre la base de
FILOGENIA DE
del pliegue caballino en premolares y mola- sus relaciones de parentesco, que ‘Merychip - LA TRIBU EQUINI
res; presencia de pliegue en el linguafléxido; pus’ (Protohippus) es el ancestro de Calippus
p2 con un ectofléxido moderadamente pro- y Pliohippus, mientras que Pliohippus es el
fundo; y altura de la corona a nivel del M1- ancestro de todas las especies de Hippidion,
M2 mayor que 23-28 mm (HULBERT 1988a; Astrohippus y E q u u s. Por otra parte, autores
HULBERT & MACFADDEN 1991; MACFADDEN como HULBERT (1989) y MACFADDEN (1992)
1992). Este clado representa la mayor radia- sugieren que Merychippus es el grupo herma-
ción evolutiva de los caballos hipsodontos. no de Equini e Hippotheriini.
En la misma se reconocen dos grupos: las tri- EVANDER (1989) indica que la tribu Pro-
bus Equini e Hippotheriini (PROTHERO & tohippini se caracteriza por un hipocono con
SCHOCH 1989; PRADO & ALBERDI 1996). el surco distal somero, que es común a los
La tribu Hippotheriini (=Hipparionini géneros “Merychippus” Protohippus y Plio -
QUINN, 1955), se caracteriza por el aisla- hippus. Señala que la tribu Equini, se carac-
miento del protocono del protolofo, e inclu- teriza por la pérdida secundaria de la fosa
ye a los géneros Hipparion sensu lato, Pseu - preorbital e incluye a las especies de Dino -
dohipparion, and Neohipparion. hippus y Equus. Este autor señala que las
La tribu Equini comprende siete géneros, relaciones filogenéticas entre ambas subtri-
uno disperso en todo el mundo (Equus), cinco bus son poco claras.
endémicos de América del Norte ( Pro - Recientemente, PRADO & ALBERDI (1996),
tohippus, Calippus, Pliohippus, Dinohippus y realizaron un análisis cladístico sobre la tribu
Astrohippus) y uno endémico de América del Equini y la congruencia entre la hipótesis filo-
Sur (Hippidion) (ALBERDI & PRADO 1998a). genética obtenida y el registro fósil. En base
El linaje de los Equini se registra desde el a este cladograma propusieron una clasifica-
Mioceno medio en América del Norte. El pri- ción de esta tribu que difiere de la de
mer registro para América del Sur es del EVANDER (incluida al final de este capítulo).
Plioceno superior de Argentina, en Esquina PRADO & ALBERDI (1996) utilizaron cator-
Blanca, Jujuy (PRADO et al. 1998a) y se extin- ce especies referidas a la tribu Equini, in-
gue a finales del Pleistoceno (MARTIN & cluidas las formas de América del Sur. La
KLEIN 1984; ALBERDI & PRADO 1993; PRADO polaridad de los caracteres fue determinada
& ALBERDI 1994; POLITIS et al. 1995). Desde por el método de comparación con el “out-
un punto de vista filogenético, la tribu Equini group” o grupo hermano (ELDREDGE & CRA-
se distingue de la tribu hermana Hippotheriini CRAFT 1980; WATROUS & WHEELER 1981;
por una apomorfía: el protocono conectado al HUMPHRIES & FUNK 1984; MADDISON et al.
protolofo (HULBERT 1988a; HULBERT & 1984) usando en conjunto la otra subt r i b u
MACFADDEN 1991; MACFADDEN 1992). (Hippotheriini) de la Subfamilia Equinae
como grupo hermano. En algunos casos, el
estado apomórfico fue determinado utilizan-
FILOGENIA DE LA TRIBU EQUINI do Merychippus (s e n s u EVANDER 1989;
HULBERT 1989; H ULBERT & MACFADDEN
Las relaciones filogenéticas dentro de la 1991), algunas de cuyas formas considera-
tribu Equini han generado cierta controver- ron como grupo hermano de ambas tribus.
90 ALBERDI & PRADO Capítulo VII

Se utilizaron 20 caracteres, cinco de la dura nasal poco retraída, a nivel del P2 o


morfología craneal (1 a 5), seis de los dientes anterior (H ULBERT 1988b, 1989; H UL-
superiores (6 a 11), cuatro de los dientes infe- BERT & M ACFADDEN 1991; WATABE
riores (12 a 15), tres de la mandíbula (16 a 1992). Este estado es considerado como
18) y dos del esqueleto apendicular (19 y 20). primitivo. Se codificó de la siguiente
manera, 0 (anterior a P2); 1 (entre P2 y
Caracteres y codificación M1); 2 (posterior al M1) (Figura VII-1).
2. Fosa malar. Conviene aclarar que la
Figura VII-1. Cráneo de 1. Profundidad de la fosa nasal. Algunos fosa malar considerada aquí y que HUL-
Hippidion principale con mamíferos actuales, como los tapires, BERT (1988b) menciona, es la misma que
hendidura nasal poste- poseen un hueso nasal retráctil que está GREGORY (1920) llamaba “fosa facial” y
rior al M2. Modificado de asociado a una trompa en forma de pro- GROMOVA (1952) denominaba como
PRADO & ALBERDI (1996).
boscis corta. Este carácter es muy raro “fosa infracraneal”. Considerando a las
especies de Hippotheriini como grupo
hermano vemos que la fosa malar o está
ausente o es muy somera y en conse-
cuencia se codificó este carácter de la
siguiente manera, 0 (ausente o somera);
1 (presente) (Figura VII-2).
3. Fosa preorbital dorsal. Este carácter es
el mismo que GREGORY (1920) denomi-
naba “fosa lagrimal”, G ROMOVA (1952)
llamaba “fosa supracranial”, PIRLOT (1953)
consideraba como “fosa preorbital”, y
SKINNER & MACFADDEN (1977) denomi-
naron como fosa “naso-maxilar”. Este
carácter ha sido utilizado por varios
autores como uno de los rasgos más
importantes en la clasificación de los
équidos fósiles. Sin embargo, nosotros
consideramos que su uso debe ser res-
tringido ya que su morfología es variable
(FORSTEN 1983; EISENMANN et al. 1987;
ALBERDI 1989). Según GROMOVA (1952)
esta morfología varía con la ontogenia.
No consideramos adecuado el uso de la
Figura VII-2. Cráneo de en las formas fósiles de caballos. Sin morfología de la fosa a nivel taxonómi-
Astrohippus stocki con embargo, algunos Hipparion de Eurasia co, especialmente a nivel genérico (AL-
fosa malar (FM). parecen tener una adaptación como la BERDI & PRADO 1993, 1998; PRADO &
Modificado de PRADO & mencionada para los tapires (STUDER ALBERDI 1996). En consecuencia sólo
ALBERDI (1996).
1911; SEFVE 1927). Tanto en las especies hemos considerado la presencia o ausen-
de Merychippus como en los grupos más cia de esta fosa y no su morfología. En
primitivos de Hippotheriini (morfotipo 1 poblaciones donde el número de cráneos
de ALBERDI 1989) presentan una escota- es numeroso, como es el caso de la loca-
Capítulo VII Caballos fósiles de América del Sur 91

lidad de Piera en el Vallés-Penedés, la


fosa presenta una gran variedad de forma
y tamaño variando de pequeña y redon-
deada a grande, algunas veces es más
profunda que otras, está abierta anterior-
mente mientras que otras presenta una
bolsada posterior más o menos profunda.
Por otra parte, no hemos detectado una
relación alométrica en estos cambios
(ALBERDI & PRADO 1998). Considerando
que las especies más avanzadas de Hip-
potheriini (morfotipo 6 de ALBERDI 1989)
Figura VII-3. Cráneo de “Onohippidion” galushai con fosa preorbital dor-
ya no presentan fosa preorbital dorsal
sal (FPOD) y hendidura nasal menos pronunciada, al nivel del parastilo
(HULBERT 1988b; WATABE 1992), la pre- de P4. Modificado de PRADO & ALBERDI (1996).
sencia de la misma es considerada como
un estado primitivo. Los dos estados de
este carácter se codificaron de la siguien-
te manera, 0 (presente); 1 (ausente) (Fi-
gura VII-3).
4. Longitud del hocico. Este carácter está
determinado por la relación entre la lon-
gitud del diastema superior (I3-P2)
–LDS- y la longitud de la serie molar-
premolar superior (LSMP). HULBERT
(1988b) define cinco estados para este
carácter, en nuestro caso, como analiza-
mos un conjunto distinto de équidos,
hemos considerado sólo dos. Todas las
especies de Hippotheriini tienen un hoci-
co largo, en consecuencia este estado es
considerado como primitivo. La codifi-
cación es la siguiente, 0 (largo: LDS =
40% de LSMP); 1 (corto: LDS = 40% de
LSMP) (Figura VII-4).
5. Posición del borde anterior de las coa -
nas. La tendencia hacia la retracción del
borde anterior de las coanas está estre-
chamente relacionado con la longitud de
la región facial. Todas las especies de
Merychippus y los grupos más primiti-
vos de Hippotheriini (morfotipo 1 y 2 de
Figura VII-4. Diferentes longitudes del hocico. Empezando por arriba:
ALBERDI 1989) presentan el borde ante-
hocico largo de Hippidion, hocico intermedio de la forma “O.” galushai
rior de las coanas a nivel P4-M1 o más,
de MACFADDEN & SKINNER, y hocico corto de Astrohippus. Modificado
en consecuencia este es considerado un
de PRADO & ALBERDI (1996).
92 ALBERDI & PRADO Capítulo VII

Figura VII-6. Algunos de los caracteres impor-


tantes de los dientes superiores. A la izquier-
da un diente superior de Equus, y a la
derecha uno de Merychippus.
Modificado de PRADO & ALBERDI(1196).

que este estado se considero como primi-


tivo, 0 (redondeado); 1 (ovalado); 2 (elon-
gado-ovalado); 3 (triangular) (Figura
Figura VII-5. Diferente
estado primitivo. Se codificó de la VII-7).
posición del borde siguiente manera, 0 (a nivel de P4-M1 o 8. Pliegue interno de la postfoseta. Estos
mesial de las coanas anterior); 1 (posterior a P4-M1) (Figura pliegues se desarrollan en las paredes
con respecto a la denti- VII-5). posterior y anterior de las pre- y postfo-
ción. A la izquierda 6. Conexión del protocono. La conexión del setas. En el transcurso de la ontogenia
situado al nivel de P4- protocono ha sido utilizada para subdivi- estos pliegues disminuyen (ALBERDI
M1 en un ejemplar de dir los caballos mesodontos y los hipso- 1974). A los fines del análisis sólo se
Merychippus; y a la dontos (STIRTON 1940). En algunos traba- consideró el pliegue anterior de la pos-
derecha situado por jos recientes este carácter se ha empleado tfoseta que es más estable. Los especime-
detrás del nivel de P4-
para diferenciar las tribus Hippotheriini e nes comparados presentaban un grado de
M1 en un ejemplar de
Equini (EVANDER 1989; MACFADDEN desgaste similar. Todas las especies de
Equus. Modificado de
1992). El protocono se encuentra aislado Merychippus y los grupos más primitivos
PRADO & ALBERDI (1996).
en todas las especies de Hippotheriini de Hippotheriini presentan un plega-
(EISENMANN et al. 1988), consecuente- miento simple en las postfosetas, en con-
mente este sería el estado primitivo. Se secuencia este estado del carácter es con-
codificó de la siguiente manera, 0 (aisla- siderado como primitivo, 0 (simple); 1
do); 1 (conectado) (Figura VII-6). (complicado) (Figura V I I - 6 ) .
7. Forma del protocono de P3 a M2. En los 9. Desarrollo del Metastilo. Este carácter
dientes superiores el protocono varía de se observa principalmente en la serie P3-
redondeado a ovalado o alargado, con un P4 en un nivel medio de desgaste denta-
borde angular en algunas ocasiones. A rio. Se consideró como estado primitivo
fin de utilizar este carácter en el análisis a las especies que presentaban un metas-
filogenético se han comparado especi- tilo simple tal como sucede en la mayo-
menes con los dientes en un nivel de des- ría de los Hippotheriini. 0 (simple); 1
gaste similar (GROMOVA 1952; ALBERDI (bien desarrollado). Figura VII-6.
1974; EISENMANN 1980). Todas las espe- 10. Borde lingual del protocono. Este carác-
cies de la tribu Hippotheriini presentan ter se observa principalmente en la serie
el protocono redondo u ovalado, por lo P3-M2 en un desgaste dentario medio.
Capítulo VII Caballos fósiles de América del Sur 93

Figura VII-7. Distintas formas del protocono,


desde Merychippus totalmente aislado (a la
izquierda) hasta Equus de
forma triangular (a la derecha).
Modificado de PRADO & ALBERDI (1996).
que este estado se considera primitivo, 0 Figura VII-8. Caracteres
Las especies más derivadas de Hippo- (somero); 1 (intermedio); 2 (profundo) (Fi- más importantes de los
theriini (morfotipo 6 de A LBERDI 1989) gura V I I - 8 ) . dientes inferiores. De
presentan un borde lingual del protocono izquierda a derecha
13. Profundidad del ectoflexido. Este carácter
Merychippus
recto o cóncavo (HULBERT 1988b), mien- suele variar con el desgaste de los dientes.
Protohippus,
tras que las especies más derivadas lo El ectofléxido crece desde la cara bucal y
Pliohippus, Hippidion y
presentan redondeado o convexo, 0 en algunas ocasiones atraviesa el istmo,
Equus. Modificado de
(redondeado o convexo); 1 (recto o cón- pudiendo llegar a ponerse en contacto con PRADO & ALBERDI (1996).
cavo) (Figura VII-7). el linguafléxido. La profundidad se toma
11. Altura de la corona molar. El incremento en los p3-p4 (ALBERDI 1974; HULBERT
de la altura de la corona molar está rela- 1988b; WATABE 1992). El ectofléxido
cionado, de manera general, con los cam- somero se consideró primitivo ya que se
bios entre formas ramoneadoreas (con presenta en todas las especies de Hippo-
dientes braquiodontos) y formas pastado- theriini, 0 (somero); 1 (intermedio sin pe-
ras (con dientes hipsodontos). La altura de netrar el istmo); 2 (profundo, penetrando
la corona se mide desde su base a la cús- el istmo) (FiguraVII-8).
pide del parastilo en M1-M2. Hay consen- 14. Forma y tamaño del metacónido y me -
so entre los distintos autores en que la tastílido. Este carácter fue descrito por
altura de la corona por encima de 28 mm GROMOVA (1952), quien reconoció dos
indica caballos con dientes hipsodontos. morfologías distintas: una típica de los
Como todas las especies de Merychyppus hipoterines (o hiparionine) y otra de las
presentan coronas bajas (HULBERT 1988a formas caballinas. Este carácter también
y 1988b; HULBERT & MACFADDEN 1991), se denomina como forma del doble nudo.
este estado es considerado primitivo, 0 (< En todas las especies de Merychippus se
28 mm); 1 (> 28 mm). observa un metacónido-metastílido peque-
12. Profundidad del linguafléxido. La forma ño, por lo cual se consideró como el esta-
y la profundidad del linguafléxido varían do primitivo, 0 (pequeño); 1 (mediano)
con el desgaste. La profundidad se mide (Figura VII-8).
en los p3-p4 con un desgaste dentario 15. Borde bucal del protocono e hipocono.
medio. Este carácter parece muy variable Este carácter es muy estable y no varía
porque el tamaño del doble-lazo, metacó- durante la ontogenia (ALBERDI 1974;
nido-metastílido, puede ser pequeño o HULBERT 1988b; WATABE 1992). Todas
muy grande dependiendo del tamaño de las especies de Hippotheriini presentan
los dientes. Las especies de Merychyppus una forma redondeada, sólo las formas
presentan un linguafléxido somero, por lo más derivadas (morfotipo 6 de ALBERDI,
94 ALBERDI & PRADO Capítulo VII

1989) muestran una tendencia a una


Figura VII-9. Disposición forma más recta, 0 (redondeado); 1
de la dentición anterior, (recto) (Figura VII-8). Figura VII-11. Número de dígitos de las extre-
incisivos y caninos, y 16. Longitud del diastema i3-c. Este carác- midades. A la izquierda mano y pie de
tipo de diastema entre ter fue utilizado por B ENNETT (1980). Merychippus, y a la derecha mano y pie de
incisivos y caninos. A la Equus. Modificado de ROMER (1966).
Todas las especies de Merychyppus care-
izquierda una sínfisis de
cen de diastema, en consecuencia este es
Calippus y a la derecha
considerado como el estado primitivo, 0 mas más pastadoras presentan hocicos
una de Pliohippus.
(ausente); 1 (presente) (Figura VII-9). amplios, con sínfisis y una región incisi-
Modificado de PRADO &
1 7. Arcada incisival. Este carácter fue utili- val recta (MACFADDEN 1992: 241). Entre
ALBERDI (1996).
zado por HULBERT (1988a). En varios las especies de Equus se pueden observar
artículos se estudia el hocico y la morfo- varias morfologías de hocico y arcadas
Figura VII-10. Relación
logía de la región incisival en relación incisivales, sin embargo, Equus simplici -
de la anchura del hocico
con las preferencias alimenticias (OWEN- dens, primera forma de caballo sensu stric -
con la longitud de la
SMITH 1985; JANIS & EHRHARDT 1988). to conocida, e incluida en este estudio
serie superior. Este
carácter fue utilizado y Estos estudios sugieren que los caballos presenta la sínfisis curva. Todas las espe-
figurado por HULBERT adaptados a una dieta ramoneadora pose- cies de Hippotheriini presentan el estado
(1988a: fig. 4). en un hocico estrecho y una arcada inci- curvo, el cual es considerado como pri-
Modificado de sival curva. En contraposición, las for- mitivo, 0 (curvado); 1 (recto) (Figura VII-9).
HULBERT (1988a). 18. Anchura del hocico en relación a la lon -
gitud de la serie molar superior. Este
carácter fue utilizado por HULBERT (1988a,
1989). Los ungulados pastadores poseen
un hocico más ancho que contrasta con
el de las formas ramoneadoras. En gene-
ral, los ungulados con dietas selectivas
presentan un hocico estrecho (MACFAD-
DEN 1992). Las especies de Hippotheriini
presentan un hocico estrecho, por consi-
guiente se le considera el estado primiti-
Capítulo VII Caballos fósiles de América del Sur 95

Tabla VII-1. Matriz de datos utilizada por PRADO & ALBERDI (1996) para llevar a cabo el análisis
cladístico de la tribu Equini.

Caracteres

Taxones 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20

Outgroup 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0

Protohippus perditus 0 1 0 1 0 1 2 0 0 0 1 0 1 0 0 0 0 1 0 0

Protohippus supremus 0 1 0 1 0 1 1 0 0 0 1 0 1 0 0 0 0 1 0 0

Pliohippus mirabilis 0 0 0 0 1 1 1 0 0 0 1 1 1 1 0 1 0 0 0 0

Hippidion devillei 2 0 0 0 1 1 2 0 0 0 1 1 2 1 0 1 0 0 1 1

Hippidion principale 2 0 0 0 1 1 2 0 0 0 1 1 2 1 0 1 0 0 1 1

Hippidion saldiasi ? ? ? ? ? 1 ? ? 0 0 1 1 1 1 0 ? 0 ? 1 1

‘Onohippidium’galushai 1 1 0 0 1 1 1 0 0 0 1 2 1 1 0 1 0 0 1 0

Dinohippus interpolatus 1 1 0 0 1 1 1 0 0 0 1 1 1 1 0 1 0 0 1 0

Dinohippus leidyanus 1 1 0 0 1 1 1 0 1 0 1 2 1 1 0 1 0 0 1 0

Dinohippus' mexicanus ? 1 1 0 1 1 3 1 1 1 1 2 1 2 1 1 0 0 1 0

Astrohippus stocki 1 1 0 0 1 1 2 1 1 1 1 2 1 1 1 1 0 0 1 0

Calippus (Calippus) placidus 0 1 1 1 1 1 2 0 0 0 1 1 1 0 0 1 1 1 0 0

Calippus (Grammohippus) martini 0 1 1 1 1 1 2 0 0 0 1 1 1 0 0 1 1 1 0 0

Equus simplicidens 1 1 1 0 1 1 3 1 1 1 1 2 1 2 1 1 0 0 1 0

vo, 0 (moderado o estrecho); 1 (amplio, carácter está estrechamente relacionado


> 36%) (Figura VII-10). con el peso del cuerpo y el modo de loco-
19. Número de dígitos. El miembro periso- moción de los caballos (CAMP & SMITH
dáctilo ha sido tradicionalmente recono- 1942; SONDAAR 1968; A LBERDI 1974;
cido como el tetrápodo arquetípico. HUSSAIN 1975; ALBERDI & PRADO 1993;
Varios autores han ejemplificado la evo- PRADO & ALBERDI 1994). El índice de
lución de los caballos con la reducción gracilidad fue definido por G ROMOVA
lateral del número de dígitos (MATTHEW (1952) como la relación porcentual entre
1926; SIMPSON 1951). Todas las especies la mínima anchura y la máxima longitud.
de Hippotheriini presentan una condi- Todas las especies de Merychyppus pre-
ción tridáctila, por lo que este es el esta- sentan metápodos gráciles, por lo cual se
do primitivo, 0 (tridáctilo); 1 (monodác- lo considera el estado primitivo, 0 (grá-
tilo) (Figura VII-11). cil, con índice de gracilidad < 15); 1
20. Gracilidad de los metápodos. Este (robusto, con índice de gracilidad > 15).
96 ALBERDI & PRADO Capítulo VII

Hipótesis filogenética
Figura VII-12. Figura VII-13. Representación del cladograma
Cladograma más parsi- de las especies de Equini versus los niveles
Se utilizó el método de la sistemática filoge-
monioso de 31 pasos estratigráficos o rangos de edad siguiendo a
nética desarrollado por HENNIG (1966). Los
con un índice de con- NORELL & NOVACEK (1992a, 1992b). Las
datos fueron analizados utilizando el progra-
sistencia de 0,77 obteni- abreviaturas representan: O: grupo hermano.
do por PRADO &
ma HENNIG86 versión 1.5 para el análisis de
Pp: Protohippus perditus. Ps: P. supremus.
ALBERDI (1996) para la la parsimonia diseñado por FARRIS (1988),
CCp: Calippus (Calippus) placidus. CGm: C.
tribu Equini, utilizando aplicando la opción de enumeración implíci-
(Grammohippus) martini. Pm: Pliohippus
el programa Hennig86 ta y el procedimiento de ponderación sucesi- mirabilis. Hs: Hippidion saldiasi. Hd: H. devi -
versión 1.5 para el aná- vo. En la tabla VII-1 se presenta la matriz de llei. Hp: H. principale. Di: Dinohippus interpo -
lisis de parsimonia datos utilizada. Como resultado de este aná- latus. ‘O’g: ‘Onohippidium’ galushai. Dl: D.
diseñado por FARRIS lisis se obtuvo un cladograma de 31 pasos y leidyanus. As: Astrohippus stocki. Dm: D’.
(1988). Modificado de con un índice de consistencia de 0,77 (Figura mexicanus. Es: Equus simplicidens. S: coefi-
PRADO & ALBERDI (1996). VII-12). Se puede observar que la tribu Equi- ciente de Spearman. Modificado de
ni presenta cuatro sinapomorfías: ‘conexión PRADO & ALBERDI (1996).
del protocono’ [6]; ‘forma del protocono’
[7]; ‘altura de los molares’ [11] ‘profundi- [5(1)], ‘linguaflexido medio’ [12(1)], ‘meta-
dad del ectofléxido’ [13]. cónido y metastílido medio’ [14(1)] ‘presen-
El nodo basal muestra dos clados mayores. cia de diastema i3-c’ [16(1)] mientras que
Uno que incluye a Protohippus y Calippus; los caracteres 12 y 14 presentan cambios futu-
y otro que contiene al resto de las especies ros en el cladograma.
consideradas. El primer grupo, monofiléti- El grupo monofilético integrado por las espe-
co, presenta dos sinapomorfías: ‘hocico cies de Hippidion de América del Sur se
corto’ [4(1)] ‘amplio’ [18(1)]. caracteriza por la presencia de ‘metápodos
El segundo grupo está definido por las robustos’ [20(1)].
siguientes simapomorfías: ‘borde posterior Hippidion devillei e Hippidion principale se
de las coanas anteriores a nivel de P4-M1’ caracterizan por: ‘retracción de la hendidura
Capítulo VII Caballos fósiles de América del Sur 97

nasal a nivel del M1’ [1(2)], ‘protocono oval’ de América del Sur. Los materiales referidos
[7(2)] ‘ectoflexido profundo, penetrando en a ‘Onohippidium’ galushai por MACFADDEN
el istmo’ [13(2)]. & SKINNER (1979) quedan dentro del grupo
En líneas generales, este estudio muestra de Dinohippus sin relación evidente con
que las sinapomorfías de los dientes yugales Hippidion de América del Sur. Por su parte,
son las que definen a la tribu Equini. Por su Astrohippus stocki es considerado como la
parte, los caracteres craneales presentan más especie hermana del grupo Equus que inclu-
paralelismos y reversiones, en tanto que los ye a ‘Dinohippus’ mexicanus.
caracteres del esqueleto apendicular, la man- El análisis cladístico fue realizado sin
díbula y los dientes inferiores presentan algu- tener en cuenta el registro estratigráfico de
nas homoplasias. PRADO & ALBERDI (1996) las especies consideradas, sin embargo, esta
proponen reconocer dentro de Equini, dos información está implícita en la polaridad de
subtribus: Protohippina y Pliohippina. La pri- algunos caracteres. Se puede observar que
mera incluye dos géneros: Protohippus y existe una alta correlación entre la informa-
Calippus, y la segunda incluye cinco géneros: ción filogenética del cladograma y la del
Pliohippus, Hippidion, Dinohippus, Astro - registro fósil. Pero en este análisis hay un
hippus y Equus. La subtribu Protohippina es punto no resuelto (Figura VII-13). En este
el grupo hermano de la subtribu Equini. Este clado, Hippidion saldiasi es la forma más
último grupo representa un clado monofiléti- primitiva de Hippidion, sin embargo, en el
co compuesto por formas exclusivamente hip- registro fósil es la que aparece más tardía-
sodontas. Su radiación en América del Norte mente. A partir de los datos del cladograma
está relacionada con el predominio de am- (Figura VII-12) PRADO & ALBERDI (1996:
bientes abiertos, más áridos y con predominio text-fig. 8) consideran que el cladograma H
de pastizales. A partir del cladograma obteni- (Figura VII-13) representa la mejor hipóte-
do, estos autores proponen considerar a sis preliminar de la historia de la tribu
Pliohippus como grupo hermano de Hippi - Equini a través del tiempo geológico.
dion, Dinohippus, Astrohippus y Equus. Finalmente, sobre la base de esta hipóte-
En el cladograma se puede observar que sis filogenética P RADO & ALBERDI (1996)
las tres especies de Hippidion forman un propusieron la siguiente clasificación de la
grupo monofilético que incluye las especies Familia Equidae:
98 ALBERDI & PRADO Capítulo VII

Familia Equidae GRAY, 1821


Subfamilia Anchitheriinae LEIDY, 1869
Subfamilia Equinae GRAY, 1821
Género Kalobatippus OSBORN, 1915 (en COPE-MATTHEW 1915)
Género Archaeohippus GIDLEY, 1906
Género Parahippus LEIDY, 1858
Género Merychippus sensu stricto LEIDY, 1857
Tribu Hippotheriini BONAPARTE, 1850
Tribu Equini GRAY, 1821
Subtribu Protohippina HULBERT, 1988a
Género Protohippus LEIDY, 1858
Protohippus perditus (LEIDY), 1858
Protohippus supremus LEIDY, 1869
Género Calippus MATTHEW & STIRTON, 1930
subgénero Calippus MATTHEW & STIRTON, 1930
Calippus (Calippus) placidus (LEIDY), 1858
subgénero Grammohippus HULBERT, 1988a
Calippus (Grammohippus) martini HESSE, 1936
Sutribu Pliohippina PRADO & ALBERDI, 1996
Género Pliohippus MARSH, 1874
Pliohippus mirabilis LEIDY, 1858
Género Hippidion OWEN, 1869
Hippidion saldiasi (ROTH), 1899
Hippidion devillei (GERVAIS), 1855
Hippidion principale (LUND), 1846
Género Dinohippus-grupo QUINN, 1955
Dinohippus interpolatus (MATTHEW & STIRTON), 1930
‘Onohippidium’ galushai MACFADDEN & SKINNER, 1979
Dinohippus leidyanus (OSBORN), 1918
Género Astrohippus STIRTON, 1940
Astrohippus stocki LANCE, 1950
Género Equus-grupo LINNAEUS, 1858
‘Dinohippus’ mexicanus (LANCE), 1950
Equus simplicidens COPE, 1892
Capítulo VIII Caballos fósiles de América del Sur 99

E N la literatura se observa que, en el


transcurso de la historia de la sistemáti-
ca de los équidos de América del Sur, se han
y geográficamente se distribuye en gran
parte de América del Sur, principalmente en
Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia,
LAS ESPECIES
creado un gran número de géneros, subgé- Perú y Uruguay (Figuras VIII-1 y VIII-2). DEL GÉNERO
neros, especies y subespecies. Esta diversi-
dad de nombres no coincide con la variabi-
HIPPIDION
lidad y diversidad biológica observada al LA CONTROVERSIA ENTRE HIPPIDION Y
OWEN 1869
analizar los hallazgos en los distintos países. “ONOHIPPIDIUM ”
Si nos basamos estrictamente en el registro
paleontológico, los representantes de esta Estudios recientes consideran que Hippidion,
familia ingresan en América del Sur a fina- es un grupo monofilético, sin una relación
les del Plioceno-principios del Pleistoceno, directa con «Onohippidium» galushai de
lo que representa desde un punto de vista América del Norte (véase Capítulo 7 y PRADO
evolutivo un lapso de tiempo relativamente & ALBERDI 1996). En efecto, en la revisión
corto para justificar una radiación de estas
formas tal como se presenta en la literatura.
Una de las causas principales que conduje-
ron a esta situación es la falta de una visión
de conjunto de la diversidad del grupo. Cabe
destacar que sólo el trabajo de SEFVE (1912)
reviste carácter monográfico, ya que en él se
discutió por primera vez la totalidad del
registro.
ALBERDI (1987) analizó los caracteres
taxonómicos que diferencian los distintos
géneros de hipidiformes en la literatura de
América del Sur y planteó la necesidad de lle-
var a cabo una revisión taxonómica y biostra-
tigráfica de los mismos. Llegó a la conclusión
de que muchos de los caracteres que se utili-
zaban no eran válidas a nivel genérico, en
consecuencia propuso que todas las formas de
hipidiformes se incluyeran en el género
Hippidion (no Hippidium) de acuerdo con las
reglas de Nomenclatura Zoológica.
El nombre de Hippidion fue creado por Figura VIII-1. Distribución
OWEN en 1869 a partir de un único molar de geográfica de las locali-
una brecha antigua de la Cueva de Lagoa dades con Hippidion en
América del Sur. 1:
Santa (Brasil) y figurado por LUND en 1846.
Hippidion devillei; 2:
ALBERDI & PRADO (1993) y PRADO &
Hippidion principale; 3:
ALBERDI (1996) consideran que este género,
Hippidion saldiasi; 4:
es endémico en América del Sur donde se Hippidion sp.; ?: citas no
expande desde el Plioceno superior al confirmadas.
Pleistoceno final (ALBERDI & PRADO, 1993)
100 ALBERDI & PRADO Capítulo VIII

Figura VIII-3. Comparación de la hendidura


nasal de Hippidion principale (arriba) y
‘Onohippidium’ galushai (debajo) descrito por
MACFADDEN & SKINNER (1979).

sitúen más próximas a Dinohippus. En con-


secuencia, los restos de la Formación de Big
Sand no representarían un argumento con-
vincente sobre la presencia de Hippidion en
América del Norte.
Por su parte, MACFADDEN (1997) ha
rechazado la hipótesis sostenida por ALBERDI
(1987) y ALBERDI & PRADO (1993), de que
las especies de caballos americanos deben
reunirse en un solo género, Hippidion. Para
Figura VIII-2. Detalle de de las especies de hipidiformes, ALBERDI & MACFADDEN (1997:210) Hippidion princi -
la distribución geográ- PRADO (1993) incluyen los ejemplares colecta- pale difiere de «Onohippidium» (incluyendo
fica de las localidades dos por Frick en la Formación Big Sandy en «Onohippidium» devillei), su género herma-
con Hippidion saldiasi Mohave County, Arizona, y descritos por no más cercano, que es significativamente
en Patagonia, tanto chi- MACFADDEN & SKINNER (1979) como «Ono - más grande, menos hipsodonto, con capa de
lena como argentina. 1: hippidium» galushai e Hippidion sp., en un cemento gruesa, un desarrollo pobre de la
Cueva del Milodón; 2:
grupo aparte, posiblemente relacionado con FPOD y los metápodos ligeramente más
Cueva del Medio; 3:
Pliohippus. robustos. Estas diferencias son válidas sólo
Cueva Lago Sofía 1; 4:
Por otra parte, ALBERDI & PRADO (1993) entre Hippidion principale y Hippidion
Cueva Lago Sofía 4; 5:
Cueva Fell; 6: Pali-
consideran que Hippidion, presenta una devillei («Onohippidium» devillei sensu
Aike; 7: Alero Tres estructura del cuerpo más robusta en com- MACFADDEN 1997) de Tarija, pero no si se
Arroyos 1; 8: Cueva de paración con «Onohippidium» galushai de incluye por ejemplo el cráneo de «Onohip -
la Ventana; 9: Cueva de América del Norte, cuya morfología de la pidium» muñizi de Lobería (provincia de
Los Chingues; 10: Los fosa y de la hendidura nasal es más del t i p o Buenos Aires) descrito por MORENO (1891)
Toldos; 11: Piedra de Pliohippus (Figura VIII-3). Asimismo, y que nosotros asignamos a Hippidion prin -
Museo. HULBERT (1989) propone que estas forma, se cipale. Este último cráneo de Lobería sólo
Capítulo VIII Caballos fósiles de América del Sur 101

se diferencia del cráneo de Hippidion prin -


cipale de Luján, depositado en el Museo Ar-
gentino de Ciencias Naturales “Bernardino
Rivadavia” (num. 401, descrito por B UR-
MEISTER 1875), en que el primero presenta
fosa y el segundo no, ya que por su talla son
prácticamente iguales. Esta es otra de las
razones por la que nosotros creemos que la
FPOD posiblemente esté relacionada con el
dimosfismo sexual (Figura VIII-4).
SEFVE (1912) y BOULE & THEVENIN (1920)
interpretaban la FPOD como un carácter pri-
mitivo y por consiguiente Onohippidium
(con FPOD) era más primitivo que Hippidion
(sin FPOD). LYDEKKER (1884), GAUDRY (1862)
y SEFVE (1927) señalan que la FPOD podría Figura VIII-4. Cráneos de Hippidion principale. VIII-4a: ejemplar de
haber servido para la localización o almace- Lobería descrito por Moreno (1891) como H. munizi (arriba); VIII-4b:
namiento de glándulas que podrían ser impor- ejemplar de Mercedes depositado en el MACN con el número 401 (abajo).
tantes en la vida social del animal. P IRLOT Ambos de la provincia de Buenos Aires.
(1953) considera que este carácter debe
tener poca importancia fisiológica para el esto es una simplificación excesiva; una
animal, y muy probablemente es inestable. cuestión, es la discusión sobre la función de
FORSTEN (1982) criticó el uso de la FPOD en la FPOD que no es clara, o no hay una opi-
la sistemática de los équidos, reclamando nión definitiva entre los autores (ver discu-
que la función de este carácter es desconoci- sión en EISENMANN et al. 1987); y otra, es la
da. EISENMANN (1981, 1982) determina que variabilidad de la morfología de la FPOD
su forma no es suficiente para definir ten- dentro de un grupo determinado de équidos.
dencias de evolución o para obtener puntos Otro aspecto, es la valoración, a nuestro
concretos sobre los cuales construir una cro- entender algo subjetiva, de lo qué M AC-
nología a gran escala. FADDEN considera como “FPOD pobremen-
MACFADDEN (1997:207) resume el pro- te desarrollada”. El cráneo de Hippidion prin -
blema indicando que unos autores conside- cipale que M ACFADDEN describe y figura
ran el desarrollo de la fosa como un carácter (1997: fig. 10), en nuestra opinión presenta
para diferenciar fósiles de caballos a nivel una ligera depresión que no se puede consi-
genéricos (MACFADDEN 1992), mientras que derar una fosa, y es idéntico al cráneo de
otros, debido a que el desarrollo de la fosa Tarija num. 1242 depositado en la Univer-
puede representar un cierto dimorfismo sidad de La Paz, Bolivia, y al cráneo de Lu-
sexual y que su función es incierta (las espe- ján, provincia de Buenos Aires, depositado
cies actuales de Equus carecen de ella), indi- en el Museo Argentino de Ciencias Natura-
can que este carácter debe ser considerado les “Bernardino Rivadavia” (num. 401, des-
con mucha precaución y nunca por encima crito por BURMEISTER 1875).
del nivel especie o entre especies estrecha- Como vemos, el único rasgo controverti-
mente relacionadas (F ORSTEN, 1982, 1983; do a la hora de incluir todas las formas de
EISENMANN et al. 1987). En nuestra opinión, hipidiformes en un único género Hippidion
102 ALBERDI & PRADO Capítulo VIII

MCIII señalarse que existe una opinión generalizada


Componente % de la varianza % acumulado acerca de la variabilidad que presenta la
1,00 74,07 74,07 FPOD, principalmente entre los paleontólogos
2,00 9,45 83,52 europeos que se especializan en la sistemática
3,00 5,18 88,70 de los équidos, (G ROMOVA 1949, 1952;
GABUNIA 1959; MELADZE 1967; ZHEGALLO
MTIII 1978; EISENMANN et al. 1987; entre otros) y,
Componente % de la varianza % acumulado consecuentemente, sobre su dificultad para
1,00 57,97 57,97 utilizarla con fines sistemáticos por encima del
2,00 15,04 73,01
nivel de especie. El problema en realidad no es
sólo el rechazo del uso de este carácter a nivel
1FIII
genérico o específico. En nuestra opinión, este
Componente % de la varianza % acumulado
hecho es en parte responsable del caos taxonó-
1,00 72,51 72,51
mico existente hoy en día en algunos grupos
2,00 12,53 85,04
3,00 5,039 0,07 de équidos, como es el caso de las especies de
Hipparion durante los últimos años.
Tabla VIII-1. Varianza total de los tres prime-
ros componentes principales en metacarpia-
nos (MCIII), metatarsianos (MTIII) y primeras EL A N Á L I S I S M U LT I VA R I A N T E E N L A
falanges del dedo central (1FIII). IDENTIFICACIÓN DE ESPECIES

es la valoración que se haga de la fosa pre- El primer paso en cualquier proceso clasifi-
orbital dorsal (FPOD). catorio consiste en la elección de las unida-
Esta controversia viene de lejos, ya que se des a clasificar. En el caso de los équidos
refleja en las sistemáticas de otros grupos de fósiles, nos inclinamos por utilizar en el aná-
équidos desde sus primeros estudios. Debe lisis los elementos esqueléticos que mejorse

Figura VIII-5.
Dendograma de
la relación entre
los caracteres
de los restos del
esqueleto más
significativos:
metacarpo,
astrágalo, calcá-
neo, metatarso y
primera falange
del tercer dedo.
r = coeficiente
de correlación
cofenética.
Capítulo VIII Caballos fósiles de América del Sur 103

preserban en los yacimientos. Por esta razón


seleccionamos los elementos óseos de la
porción distal de las extremidades para estos
análisis. Para la selección y toma de medi-
das de los caracteres hemos seguido la
nomenclatura y normas recomendadas en la
“Hipparion Conference”, celebrada en Nue-
va York en 1981 (E ISENMANN et al. 1988). Figura VIII-6.
Más detalles sobre los parámetros de los Métapodos de
huesos utilizados, se encuentran en el capí- Hippidion saldia -
tulo V de este libro. El análisis multivarian- si de Patagonia.
te se aplicó sobre los restos de MCIII, AS, VIII-6a (arriba):
CA, MTIII y 1FIII de cada localidad. Sólo MTIII y MCIII de
se utilizaron los huesos completos, en los la Cueva del
que se podían medir todos los parámetros, Milodón (Punta
para evitar los “valores no comparables” en Arenas, Chile)
depositados en
el análisis. No se separaron machos de hem-
el Museo de La
bras ya que las diferencias en talla entre
Plata (MLP-6.455
ambos sexos quedan dentro de variac i ó n
y MLP-6.456, res-
general intraespecífica (WINANS, 1989). pectivamente) en
EISENMANN (1979a) analizó los metápodos vista dorsal; VIII-
de los caballos actuales y determinó que el 6b (abajo): MTIII
coeficiente de variación indica un valor muy de Piedra Museo depositado en el
bajo para todas las variables, excepto para Museo de La Plata (AEP1 FE 195/1),
las dimensiónes MCIII9, MCIII8 y MTIII9, en vista dorsal.
lo que indica escaso dimorfismo.
Las matrices básicas de datos incluyeron:
29 MCIII, 29 AS, 20 CA, 34 MTIII y 50
1FIII. No fue necesaria una estandarización
de los datos ya que sólo se consideraron los
caracteres continuos, es decir medidas ex-
presadas en la misma escala. Todas las dimen-
siones están expresadas en milímetros. A par-
tir de estas matrices se obtuvieron matrices de
correlación. Para encontrar el patrón de rela-
ciones entre la totalidad de los elementos
óseos analizados se utilizó el análisis de com-
ponentes principales (ACP). Este método,
reduce sin gran pérdida de información, el
número de dimensiones y de esa manera faci-
lita la visualización de los huesos en función
de los caracteres empleados. Estos compo-
nentes no están relacionados entre sí y, por lo
tanto, se interpretan independientemente uno
104 ALBERDI & PRADO Capítulo VIII

MCIII: correctamente clasificados el 96,2% de los grupos originales

Grupo pronosticado
Grupos 1 2 3
% 1 90,91 9,09 0,00
2 0,00 100,00 0,00
3 0,00 0,00 100,00

MTIII: correctamente clasificados el 97,1% de los grupos originales

Grupo pronosticado
Grupos 1 2 3
% 1 100,00 0,00 0,00
2 0,00 100,00 0,00
3 0,00 25,00 75,00

1FIII: correctamente clasificados el 84,0% de los grupos originales


Figura VIII-7. 1FIII del tercer dedo de
Grupo pronosticado
Hippidion saldiasi de la Cueva del Milodón
Grupos 1 2 3
depositada en el Museo de La Plata,
% 1 91,30 4,35 4,35
2 11,76 76,47 11,76 en vista posterior.
3 0,00 20,00 80,00

También se utilizó un análisis de agrupa-


Tabla VIII-2. Resultados obtenidos de la clasificación del análisis discrimi-
nante en metacarpianos (MCIII), metatarsianos (MTIII) y primeras
miento o “cluster” con el fin de identificar
falanges del dedo central (1FIII). que caracteres son los que mejor discriminan
los grupos. Se obtuvieron matrices de corre-
del otro. Cada componente contiene una parte lación entre caracteres mediante el método
de la variabilidad total de los caracteres (Tabla del ligamiento promedio a partir de medias
VIII-1). El primer componente es el que con- no ponderadas (también denominado UPG-
tiene mayor información y a menudo éste MA). El coeficiente de correlación cofenética
concentra la información sobre la talla de los (r) fue computado como una medida de dis-
caballos. Los resultados de esta técnica se torsión (FARRIS 1966) (Figura VIII-5).
representaron en ejes ortogonales a partir de Los análisis se realizaron utilizando el
los componentes principales. paquete estadístico SPSS versión 11-0. Más
Otro método de ordenación que se utili- datos desde el punto de vista metodológico
zó fue el análisis discriminante (AD). Este se pueden encontrar en CRISCI & LOPEZ AR-
análisis utiliza las distancias de MAHALANO- MENGOL (1983), MARCUS (1990) y REYMENT
BIS para la obtención de las matrices de (1991).
similitud. En este caso se indican previa-
mente los agrupamientos que se van a estu-
diar y el método consiste en maximizar las R E S U LTA D O S
diferencias. También este método es de
suma utilidad para clasificar nuevos elemen- En los resultados del análisis de componen-
tos (en nuestro caso nuevos huesos) en una tes principales presentados por ALBERDI &
clasificación o agrupamiento previamente PRADO (1993) se identifican tres grupos de
identificado (Tabla VIII-2). Hippidion. Estos se caracterizan por el acor-
Capítulo VIII Caballos fósiles de América del Sur 105

Figura VIII-10.
Análisis de
Componentes
Principales de
Hippidion de
América del Sur de
MCIII, MTIII y 1FIII.
: Hippidion princi -
pale;  Hippidion
devillei; e *:
Hippidion saldiasi.

Figura VIII-8. Metápodos de Hippidion devillei


de Tarija (Bolivia) depositados en el MNHN de
Paris. MTIII derecho (TAR-665); MCIII derecho
(TAR-667).

Figura VIII-9. Metápodos de Hippidion princi -


pale de Mercedes (Buenos Aires, Argentina)
depositados en el MACN. MTIII derecho
(MACN-401); MCIII derecho (MACN-401).
106 ALBERDI & PRADO Capítulo VIII

Figura VIII-11. Análisis tamiento y robustez del autopodio. El más


Discriminante de
pequeño (Hippidion saldiasi) de Patagonia
Hippidion de América
del Sur de MCIII, MTIII se distingue de los otros por el MCIII (Fi-
y 1FIII. : Hippidion guras VIII-6a y VIII-6b), extremadamente
principale; :
Hippidion devillei; e *:
corto y robusto, con un importante ensan-
Hippidion saldiasi. + chamiento transversal y acortamiento dorso
centriode. ventral. La 1FIII no permite una clara iden-
tificación de este grupo (Figura VIII-7). La
forma de talla intermedia (Hippidion devi -
llei), está claramente definida a partir de
MCIII, MTIII y 1FIII (Figura VIII-8) aun-
que no se diferencia bien por los AS y CA.
Esta forma se registra en Tarija, en la
Provincia de Buenos Aires y en Uquía. Entre
las muestras de Tarija y Buenos Aires hay
pequeñas diferencias: los especimenes de la
primera son algo más pequeños y más gráci-
les que los de la segunda. El último grupo, la
forma más grande (Hippidion principale),
se diferencia bien a partir de los elementos
del esqueleto analizados (Figuras VIII-9 y
VIII-10). Sin embargo, hay pequeñas dife-
rencias entre los restos de esta forma según
el área de donde provengan (Tarija o la pro-
vincia de Buenos Aires). Los ejemplares de
Tarija son ligeramente más robustos que los
de la provincia de Buenos Aires.
El análisis discriminante de los tres gru-
pos de Hippidion reconocidos por el ACP
puede suministrar una correcta identifica-
ción, especialmente en los MCIII y MTIII.
Solo el AD a partir de las 1FIII mezcla los
restos de Hippidion principale en el 5.88%
y los de Hippidion saldiasi en un 25%
(Figura VIII-11). Los rasgos o caracteres
que más discriminan son las longitudes
máximas (1,2) y la mínima anchura antero-
posterior de la diáfisis (4) del MTIII; los
mismos parámetros del MCIII más la anchu-
ra articular máxima distal (11); y la mayoría
de las anchuras de 1FIII (3,6,7) más la lon-
gitud mínima del trigonum phalangis (9). El
análisis de cluster de caracteres (Figura VIII-
5) representa la correlación entre las diferen-
Capítulo VIII Caballos fósiles de América del Sur 107

tes series de parámetros (MCIII, AS, CA, Especie tipo: Se considera Hippidion prin -
MTIII y 1FIII). En el cluster de MCIII, los cipale descrita por LUND (1940) y figurada
caracteres más relacionados son las anchu- en 1946 (Tab. XLIX, figs. 1, 3 y 5).
ras de la diáfisis y de la epífisis (3, 5, 10, 11). Distribución geográfica: El género Hippi -
El cluster del AS muestra que la longitud dion se conoce sólo en América del Sur.
máxima (1) y la anchura antero-posterior Concretamente en Argentina, Bolivia, Brasil,
medial máxima (7) son las que tienen una Chile, Colombia, Ecuador (sin localización
correlación más alta, mientras en el cluster exacta) y Perú (Figura VIII-1 y VIII-2).
del CA son las longitudes (1,2) y la anchura Distribución estratigráfica: Los restos de
antero-posterior máxima proximal (5). Para Hippidion proceden de diferentes niveles del
el MTIII son las longitudes máximas (1, 2), Plio-Pleistoceno de América del Sur. Los res-
las anchuras articulares proximales (5,7) y tos de Uquía, del Plioceno superior-Pleis-
todas las dimensiones de la articulación dis- toceno inferior son los más antiguos, que están
tal (10, 11, 13, 14). Para las 1FIII, todas las datados en 2,5 Ma (MARSHALL et al. 1982;
anchuras (3, 6, 4 ,7) están c o r r e l a c i o n a d a s . PRADO et al. 1998a). Los más reci-entes proce-
Con posterioridad, PRADO et al. (1998a) y den del límite Pleistoceno/Holoceno (ALBERDI
ALBERDI et al. (2001a, 2001b, 2003) han com- et al. 2001a, 2001b; BORRERO 2003).
parado nuevos restos de Hippidion procedentes Diagnosis del género: Hippidion se caracte-
de distintas localidades de América del Sur con riza por la retracción del nasal a nivel del
los datos elaborados por ALBERDI & PRADO M2 o posterior a M3. El hueso nasal es estre-
(1993) tanto de la dentición como de los del cho y largo en forma de estilete. La denti-
esqueleto apendicular. Este análisis les permi- ción es primitiva, tipo Pliohippus, con el
tió clasificar estos restos de Hippidion a partir protocono oval más o menos redondeado y
de los resultados de los análisis de componen- con el surco hipoconal anterior y posterior
tes principales de ALBERDI & PRADO (1993). más o menos desarrollado, que varía con el
desgaste. La morfología dental que varía en
S I S T E M Á T I C A PA L E O N TO L Ó G I C A relación al grado de desgaste y la edad de los
animales, es del tipo de los caballos Plio -
Orden Perissodactyla OWEN, 1848 hippus-Dinohippus. Las extremidades son
Familia Equidae GRAY, 1821
robustas y monodáctilas con los dedos segun-
Subfamilia Equinae GRAY, 1821
do y cuarto reducidos sobrepasando escasa-
Tribu Equini GRAY, 1821
mente la mitad de la longitud del tercer dedo.
Subtribu Pliohippina PRADO &
ALBERDI, 1996 La revisión taxonómica del género Hip -
Genero Hippidion OWEN, 1869 pidion fue llevada a cabo por ALBERDI & PRA-
DO (1993), mediante análisis multivariantes
sobre variables cuantitativas de los restos del
Sinonimias:
esqueleto apendicular más significativos.
1846 Equus LUND pp.33-35, Tab. XLIX, Estos análisis indicaron la presencia de tres
figs. 2 y 4. grupos distintos, que ellos correlacionan con
1891 Onohippidium MORENO, pp. 66-71. las tres especies válidas que determinan.
1904 Parahipparion C. AMEGHINO, pp.
273-274.
1910 Hyperhippidiun SEFVE, pp 1-43,
Láminas 1 a 6.
108 ALBERDI & PRADO Capítulo VIII

Hippidion principale (LUND 1846) Ensenadense y Lujanense (Pleistoceno medio -


superior).
Sinonimias:
Diagnosis: Es un Hippidion de talla grande.
El cráneo es comparativamente grande en
1846 Equus principalis LUND, p. 93, Lám. XLIX, fig.1.
1869 Equus arcidens OWEN, 267-268, figurado en OWEN 1870, relación al esqueleto postcraneal y se carac-
Lám. LXII, figs. 1 a 5. teriza por la profunda hendidura a la que da
1881 Equus neogaeus LUND, 1846, en BOAS, Lám. II, figs. 21 a 26. lugar la retracción del hueso nasal, a nivel
1888 Onohippidium compressidens F. AMEGHINO, en de M3 o posterior. Las series dentales pre-
AMAGHINO, 1889, p. 517, pl. XXVII, figs. 5,6 y 7. sentan los caracteres diagnósticos del géne-
1889 Hippidium angulatum F. AMEGHINO, p. 520, pl. XXVII, figs. 2 y 3. ro, significativamente más grandes en la
1891 Onohippidion munizi MORENO, pp.65-71, no figurado. longitud P2-M3 que los de Hippidion devi -
1907 Hippidium bonaerense C. AMEGHINO, p. 35-43. llei. El esqueleto es grande y fuerte, y las
1936 Hippidion chilensis FUENZALIDA, pp. 52-57, figs. 3 a 5. extremidades robustas.
1960 Hippidion principalis (LUND 1846), en SOUZA CUNHA, pp. 38-45,
Material: El material de Tarija (Bolivia)
Lám. I, figs. 1 a 6.
que B OULE & THEVENIN (1920) identifican
como Hippidium principale e Hippidium
neogeum, así como el material llamado Hip -
Holotipo: Un P3-4 derecho (LUND lo asignó a pidium neogeum por BURMEISTER (1875) de
un M2) de la cueva de Lagoa Santa, del la provincia de Buenos Aires (Argentina)
Pleistoceno de Brasil, figurado por LUND entran en esta especie. Otros restos de esta
(1846: Lámina XLIX, fig. 1). Si bien se le dio provincia que también se incluyen son los
por perdido (MONES 1986), está depositado en referidos a Hippidion principale e Hippidion
la Colección LUND del Zoological Museum, de compressidens por A MEGHINO (1889) y el
Copenhague, con el número 3019, y su proce- material que MORENO (1891) describió como
dencia exacta es: “Lapa Come Nâo bebe”, una Onohippidium munizi e Hippidion bonae -
cueva de la región de Lagoa Santa. rensis de C. A MEGHINO (1907). También se
Localidad tipo: Lagoa Santa (Estado de incluyen el cráneo de la Formación Vorohué
Minas Gerais, Brasil). (provincia de Buenos Aires) citado por REIG
Distribución geográfica: América del Sur, (1957) como Onohippidium sp., e Hippidion
expresamente en distintas localidades de la sp. de la Formación Sopas (Pleistoceno supe-
provincia de Buenos Aires (Argentina, AL- rior de Uruguay), descrito por UBILLA & AL-
BERDI & PRADO 1992, 1993, 1995; ALBERDI et BERDI (1990). Nosotros consideramos priori-
al. 2001b), Tarija (Bolivia, ALBERDI & PRADO, tario principale sobre neogeus, si bien esta
1993, 1995), en Uruguay, Departamento de última fue nominada en 1840 como “neo -
Artigas (UBILLA & ALBERDI 1990), en Chile, gaeus” debido al uso indistinto que se en-
Taguatagua (ALBERDI & FRASSINETTI 2000) y cuentra en la literatura de la época. La espe-
varias localidades de Brasil, en los Estados de cie principale siempre ha sido referida como
Minas Gerais, Bahia, Paraíba, Rio Grande do tal, en sus distintas acepciones, a una forma
Norte, Ceará y Piauí y posiblemente también hipidiforme de tamaño grande, mientras que
en Rio Grande do Sul donde se encontraron neogeus fue asignada mayoritariamente a
restos identificados como Hippidion sp. Equus. De hecho en la literatura se encuen-
(ALBERDI & PRADO 1993, 1995; ALBERDI et tran varias referencias asignando la forma de
al. 2003) Figura VIII-1. LUND de 1840 a Equus (Amerhippus), como
Distribución estratigráfica: Edad Mamífero por ejemplo HOFFSTETTER (1952), SOUZA
Capítulo VIII Caballos fósiles de América del Sur 109

Figura VIII-12. Cráneo de Hippidion principale de los acantilados de Mar del Plata, depositado en el Museo de
Ciencias Naturales “Lorenzo Scaglia” de Mar del Plata (MMP-2600). Empezando por arriba: en vista dorsal,
lateral y detalle de los dientes, respectivamente.
110 ALBERDI & PRADO Capítulo VIII
Capítulo VIII Caballos fósiles de América del Sur 111
112 ALBERDI & PRADO Capítulo VIII

CUNHA (1971, 1981), MACFADDEN & AZZA- con fosa preorbital dorsal grande (FPOD) y
ROLI (1987), entre otros. También se incluye profunda (Figura VIII-12). No se puede in-
aquí el cráneo completo encontrado en los dicar si tiene bolsa posterior, “pocket” o no,
acantilados costeros del sector norte de Mar debido a que ha perdido la parte interna de
del Plata, a unos 4 km del centro de la ciudad, la FPOD no parece que sea doble como ocu-
depositado en el Museo Municipal “Lorenzo rría en la forma descrita por MORENO (1891).
Scaglia” de la ciudad de Mar de Plata y des- La fosa derecha es mayor que la izquierda y
crito por ALBERDI et al. (2001b) como Hip - el foramen infraorbital está en el borde infe-
pidion principale. Y los restos del esqueleto rior de la FPOD (la distancia entre la parte
de talla grande de Taguatagua (Chile) identifi- posterior de la fosa preorbital y el foramen
cados por ALBERDI & FRASSINETTI (2000) infraorbital es de 104,5 mm en el lado dere-
como Hippidion principale. Los restos denta- cho y 89 mm en el izquierdo). La FPOD es
rios aislados de Toca dos Ossos (Estado de más grande en el lado derecho (127,2/55)
Bahía, Brasil) pueden indicar la posible pre- que en el izquierdo (116,5/45). La cavidad
sencia de dos formas de Hippidion: H. princi - orbitaria también es mayor en el lado dere-
pale e H. devillei, en algunas localidades bra- cho (68/60) que en el izquierdo (65/54,5).
sileñas (ALBERDI et al. 2003). La distancia entre la órbita y FPOD es de 33
y 33,5 mm, respectivamente. Sólo en el lado
Discusión: Algunos ejemplares de Hippi -
derecho se conserva el meato auditivo exter -
dion principale tienen una FPOD muy des-
no, con una altura exterior de 13,4 mm. En
arrollada, pero no siempre, puede incluso
la Tabla VIII-3 damos las dimensiones de
faltar. Como hemos visto más arriba, su
todos los cráneos de H. principale estudia-
importancia taxonómica a nivel genérico es
dos (todas las medidas van en milímetros).
dudosa. Los análisis multivariantes de A L-
Este espécimen corresponde a un individuo
BERDI & PRADO (1993) muestran pequeñas
adulto, pero joven. La retracción del nasal
diferencias entre los restos de Hippidion
alcanza la parte distal de M3 en el lado
principale de las distintas localidades. La
izquierdo, en el derecho a nivel del mesosti-
muestra de la provincia de Buenos Aires es
lo de M3. La cresta facial se inicia poste-
más variada que la de Tarija en lo que con- riormente al mesostilo de P4. La anchura
cierne a la dentición y al esqueleto postcra- basioccipital es aproximadamente de 136
neal. La talla de los elementos postcraneales mm (uno de los bordes rotos) y la anchura
de la especie de Tarija es más grande que las occipital de 67 mm, mientras que la altura
de la especie de la provincia de Buenos occipital tiene 77 mm. En vista ventral, la
Aires. La gracilidad en ambas muestras es dentición está completa y el desgaste prácti-
similar (Figuras VIII-10 y VIII-11) camente sin iniciar sobre P4, M2 y M3, pero
afloran enteros Figura VIII-12. La morfolo-
gía dentaria es de tipo primitivo, caracterís-
DESCRIPCIÓN DE UN CRÁNEO DE tica del género, aunque en la mayoría no
H I P P I D I O N P R I N C I PA L E está aún el dibujo bien perfilado. En la serie
dental derecha se observa el alvéolo de Pl,
La descripción del cráneo completo de gran en la izquierda no está tan claro. Los dientes
tamaño (MMP-2600) de la localidad de Mar yugales están todos recubiertos de abundan-
del Plata (ALBERDI et al. 2001b) indica que te cemento. Los premolares (PP) son más
este es similar a Hippidion principale (= grandes que los molares (MM), pero todos
«Onohippidium muñizi» de MORENO 1891), son muy robustos y cuadrangulares. El pro-
Capítulo VIII Caballos fósiles de América del Sur 113

tocono (Pr) oval – alargado, característico, diferencias se sitúan en la zona de la FPOD.


en germen en la mayoría, queda aislado aún La longitud total del cráneo que se describe
en P4, M2 y M3 derechos y P4 y M3 es 601 mm (6), igual al cráneo de Arrecife
izquierdos. Figuras iniciadas excepto en P4 (MCN-4102), un poco menor que el ejem-
sin desgaste, y en M2 y M3 sin desgaste. plar 1242 de Tarija, y algo mayor que el de
Hipocono (Hy) muy estrangulado o sin ini- Luján (MCN-401). Estas diferencias tam-
ciar la figura, en forma de pera con el cuello bién pueden deberse a la edad del ejemplar,
estrecho, el seno distal entrante y profundo que es más joven. La longitud del hocico es
y el lingual bien marcado en P2, P3 y M1. de 165 mm y sus anchuras 65 mm y 44 mm,
Los pliegues de las fosetas son escasos, y las muy similares a las del ejemplar de Luján
figuras de la superficie oclusal están sólo (162,5, 60,8 y 40,5 mm, respectivamente),
iniciadas. Los estilos estrechos y bien pro- el ejemplar de Tarija (1242) tiene 150, 65 y
nunciados, más el mesostilo que el parastilo. 37 mm respectivamente. Como hemos visto
La sínfisis curvada en su parte anterior, I3 en más arriba, tanto los caracteres morfológi-
germen, I2 poco gastado, el diastema entre cos como las dimensiones del ejemplar que
I3 y C no es muy grande (en torno a 20 mm). se describe muestran una gran similitud con
Los caninos son muy robustos y están en los restos de Hippidion de mayor talla de la
germen. La longitud de la serie derecha, provincia de Buenos Aires y de Tarija, que
incluido P1, es de 203,5 mm. El alvéolo de corresponden a Hippidion principale
P1 es de 15/12,3 mm, y la longitud de P1-P4 (ALBERDI & PRADO 1993; A LBERDI et al.
es de 117 mm. La serie derecha tiene una 2001b). Las diferencias que se observan se
longitud total de: P2-M3 = 193, P2-P4 = deben por una parte a la edad y por otra a la
104, M1M3 = 90; la serie izquierda de presencia o no de FPOD y a las diferencias
191,5, 106 y 91 respectivamente. La parte de forma y tamaño de la misma. La FPOD
anterior del vomer llega a nivel del mesosti- del ejemplar de Mar del Plata es grande y
lo de M2. Los caracteres morfológicos den- está bien desarrollada, sin embargo es dis-
tales de los distintos ejemplares de tinta de la del ejemplar que utilizó MORENO
Hippidion principale de la provincia de (1891; MLP-6.2) para describir “Onohippi -
Buenos Aires y de Tarija son similares dium” munizi, y a su vez distinta del ejem-
(ALBERDI & PRADO 1993, 1998; ALBERDI et plar MMP-381 de Mar del Plata. Este último
al. 2001b). Las únicas diferencias parecen ejemplar fue descubierto por REIG en 1954
corresponder a la edad que presentan los en Baliza Chica a pocos kilómetros al N de
ejemplares y a la zona de la FPOD. El indi- Miramar y descrito en 1957 como Onohip -
viduo de Mar del Plata es joven, mientras pidium sp. de la Formación Vorohué.
los otros ejemplares son de animales más Examinados estos ejemplares observamos
viejos lo cual queda claramente reflejado en que la FPOD varia entre ellos estando más
la superficie oclusal de los dientes. Las lon- desarrollada en el ejemplar MLP-6.2 que en
gitudes de las series dentales son más gran- los dos de Mar del Plata, en los cuales no
des en el ejemplar de Mar del Plata, esto es está subdividida y que son distintas entre
concordante con lo anterior (recuérdese que ellas. En el ejemplar MMP-381 se observa
en los dientes de Hippidion, y de los équidos que la retracción del nasal sobrepasa la parte
en general, la longitud mesio-distal de sus distal del FPOD mientras que en el ejemplar
dientes disminuye con la edad). Como de Mar del Plata descrito, MMP-2600, la
vemos en la Tabla VIII-3 la mayoría de las retracción del nasal no es tan profunda, pero
dimensiones son similares, y las mayores llega a nivel de M3. En nuestra opinión esta
114 ALBERDI & PRADO Capítulo VIII

Figura VIII-13.
Fragmento de
cráneo de
Hippidion devi -
llei de Tarija que
describieron
BOULE &
THEVENIN (1920).
Depositado en
el MNHN de
Paris (TAR-780).

desigual retracción del nasal puede estar 1908 Onohippidion peruanum NOR
también relacionada con la edad del indivi- DENSKIÖLD,
p. 16, figs.5 a 7.
duo. Los caracteres morfológicos dentales 1912 Parahipparion burmeisteri SEFVE, p.
de este ejemplar son similares a los de los 109, Lám. I, fig. 10 y Lám. II, fig. 19.
distintos ejemplares de Hippidion principa - 1934 Hippidium uquiense
le de la provincia de Buenos Aires y de KRAGLIEVICH, p.403, no figurado.
Tarija (ALBERDI & PRADO 1993, 1998; Figurado por FERNÁNDEZ ÁLVAREZ,
ALBERDI et al. 2001b). Las únicas diferen- 1959.
cias parecen corresponder a la diferencia de 1957 Hypohippidium humahuaquense
edad que representan los ejemplares. El FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, pp. 85-95, figs.
individuo de Mar del Plata es joven, mien- 1 a 53.
tras los otros ejemplares son de individuos
más viejos como queda claramente reflejado
en la superficie oclusal de los dientes. Las Holotipo: Fragmento de serie inferior izquier-
longitudes de las series dentales son más da, p2-m3 (TAR-687), y un astrágalo derecho
grandes en el ejemplar de Mar del Plata, lo (TAR-675) procedentes de la localidad de
cual es concordante con lo anterior. Como Tarija (Bolivia), depositados en el Instituto de
hemos visto en la Tabla VIII-3 la mayoría de Paleontología del MNHN (Paris), figurados
las dimensiones son similares, y las mayores por GERVAIS (1855: Lámina VII, figs. 11 y 12).
diferencias se sitúan en la zona de la FPOD. Localidad tipo: Uquía (Jujuy, Argentina).
Hippidion devillei (GERVAIS, 1855) Distribución geográfica: Esquina Blanca
en Uquía y Barro Negro, ambos en Jujuy,
Sinonimias: San Luis y varias localidades en la provincia
de Buenos Aires en Argentina. Tarija y U l l o-
1855 Equus devillei GERVAIS, p. 35, Lám. ma en Bolivia y Tirapata en Perú (ALBERDI &
VII, figs.11 y 12. PRADO, 1993). Santana y Toca dos Ossos
1889 Hippidium nanum BURMEISTER, p. (Estado de Bahía, Brasil) y posiblemente en
10, Lám. XI, fig. 6. la región de Lagoa Santa (Minas Gerais) en
1893 Hippidium bolivianum PHILIPPI, p. ALBERDI et al. (2003) Figura VIII-1.
88, no figurado. Distribución estratigráfica: Desde la Edad
Mamífero Uquiense en Uquía (Plioceno
Capítulo VIII Caballos fósiles de América del Sur 115

Figura VIII-14. 1FIII de Hippidion devillei de Equina Blanca, Uquía (Jujuy), en vista anterior y
posterior (MLP 95-IX-1-3).

superior; Marplatense sensu CIONE & TONNI de Tarija (Bolivia), Hippidion bolivianum de
1995a) hasta el Pleistoceno superior o Edad Ulloma (Bolivia; PHILIPPI 1893), Onohippi -
Mamífero Lujanense (ALBERDi et al. 1987), dium peruanun (NORDENSKIÖLD 1908) de
pasando por la Edad Mamífero Ensenadense Perú y varios restos de la provincia de Buenos
en Tarija (Bolivia). Aires, incluidos H. uquiense KRAGLIEVICH
Diagnosis: Hippidion de talla media, com- 1934, Hypohippidium humahuaquense FER-
parativamente más grácil, intermedio entre NÁNDEZ DE ÁLVAREZ 1957, Hippidion sp. de
H. principale e H. saldiasi. Cráneo grande Barro Negro citado por ALBERDI et al. (1986),
comparado con el esqueleto postcraneal. La e Hippidion devillei de Esquina Blanca
retracción del nasal llega a nivel del mesos- (Uquía) descrito por PRADO et al. (1998a).
tilo del M2. En vista lateral el cráneo es con- A-demás, se incluyen los restos de Toca dos
vexo, sin inflexión naso-frontal. Los carac- Ossos y Santana (Estado de Bahía) y posible-
teres morfológicos de la serie molar son los mente se encuentre en la región de Lagoa
característicos del género, siendo su longi- Santa (Estado de Minas Gerais) en Brasil
tud más corta que en Hippidion principale y (ALBERDI et al. 2003).
más larga que la de Hippidion saldiasi. El Discusión: De acuerdo con el Código de
esqueleto es corto y fuerte y las extremida- Nomenclatura Zoológica Hippidion devillei
des robustas, principalmente los metápodos es prioritario sobre Hippidion neogaeus.
y las falanges. El índice de gracilidad de los BURMEISTER (1875: 5) consideró Equus
restos de la localidad de Tarija es mayor que devillei similar a Equus neogaeus, y BOULE
el de la provincia de Buenos Aires. & THEVENIN (1920) designaron Hippidion
Material: Dentro de esta especie se incluye- devillei como Onohippidium devillei. AL-
ron los materiales que B OULE & THEVENIN BERDI et al. (1987) consideraron los restos
(1920) asignaron a Onohippidium devillei, de Barro Negro (Jujuy) como Hippidion sp.
116 ALBERDI & PRADO Capítulo VIII

y ALBERDI & PRADO (1993) los incluyeron


en Hippidion devillei. El único cráneo de
Tarija asignado a esta especie es incompleto
y se puede observar el borde inferior de una
FPOD reducida en comparación con la
Hippidion principale; está depositado en
MNHN, Paris, Figura VIII-3). El análisis
multivariante elaborado por ALBERDI &
PRADO (1993) muestra pequeñas diferencias
entre las dos áreas de distribución de
Hippidion devillei. Los ejemplares de la pro-
vincia de Buenos Aires son algo más gran-
des que los de Tarija en relación a la denti-
ción y a los restos de los metápodos. Sin
embargo, los AS y las 1FIII son más grandes Figura VIII-15. Fragmento de cráneo de
en Tarija que en las localidades de la pro- Hippidion devillei depositado en la Colección
vincia de Buenos Aires. La gracilidad es de la Universidad Pontificia Católica de Belo
ligeramente mayor en Tarija. El material de Horizonte (MCL-6277/01 y MCL-6278), proce-
la localidad tipo, en las colecciones anti- dente de Santana (Estado de Bahia). VIII-15a:
guas, consta de un fragmento de sínfisis en vista lateral; VIII-15b: en vista ventral.
totalmente deformada; cuatro dientes supe-
riores derechos (un P2, un P3-4, un M1-2, y et al. (1986, 1987), ALBERDI & PRADO (1992,
un M3) y dos inferiores izquierdos (un p2, y 1993) y ALBERDI & PRIETO (2000) la sitúan
un m3, ambos en fragmento de mandíbula); entre las más pequeñas del grupo de los
un fragmento de la cavidad glenoidea del hipidiformes, correspondiente a H. devillei.
omóplato; dos fragmentos de pelvis que Los restos de la 2FIII y la 3FIII también
conservan el acetábulo (uno derecho y otro indican un tamaño pequeño. Del análisis
izquierdo); un astrágalo izquierdo; una comparativo de estos restos deducimos que
segunda falange del tercer dedo (2FIII) y tanto la dentición como el esqueleto post-
otra tercera (3FIII). El material recuperado craneal de H. devillei poseen el menor tama-
en las campañas de campo de WALTHER et ño dentro de los hipidiformes. En el caso de
al. (1996, 1998) consta de una primera los metápodos, éstos sufren un gran a c o r t a-
falange del tercer dedo (1FIII, MLP 95-IX- miento, aunque menor que en los restos
1-3) y un fragmento de tibia rota sin las correspondientes a H. saldiasi. Estos últimos
extremidades proximal y distal (MLP 95- tienen una longitud máxima (dimensión 1)
IX-1-4), procedentes de Esquina Blanca (Fi- de 148 mm en el MCIII y 177-183 mm en e l
gura VIII-14). El tamaño de estos dientes y MTIII en la localidad de Última Esperanza,
sus caracteres morfológicos (forma del pro- mientras que en H. devillei alcanzan 190
tocono, ectofléxido, linguafléxido, etc.) son mm en el MTIII. Estas diferencias son
claramente de hipidiformes y corresponden mayores en los MCIII que en los MTIII
a H. devillei. Los restos del esqueleto tam- (Tabla VIII-4). Sería interesante llevar a
bién lo aproximan a la forma pequeña de cabo un estudio detallado sobre el acorta-
Tarija, H. devillei. La comparación de la miento de la parte distal de las extremidades
1FIII con los restos estudiados por ALBERDI de los hipidiformes (especialmente en H.
Capítulo VIII Caballos fósiles de América del Sur 117

devillei e H. saldiasi), en relación con el anterior de la órbita, que es grande y semicir-


medio en el que viven, para lo cual se nece- cular. No se observa fosa preorbital dorsal,
sitaría un mayor número de restos. Por otra solamente una ligera depresión en la zona. La
parte, los datos de KRAGLIEVICH (1934) cresta facial hace saliente al nivel posterior
sobre la altura de la mandíbula de Uquía a del parastilo de M1. La parte mesial de las
nivel de la parte anterior de P2 (dimensión coanas se sitúa a nivel de M1/M2. El foramen
12 = aprox. 56) coinciden con los restos inferorbital está más o menos situado en la
mandibulares de H. devillei de Tarija y tam- zona deprimida y al nivel de P4/M1.
bién con los restos mandibulares de Barro Conserva la serie dentaria incluido un P1
Negro, en Mina Aguilar, Jujuy (A LBERDI et reducido. Los caninos no son muy grandes y
al. 1986). Sin embargo, las 1FIII de H. sal - los incisivos están gastadísimos. La parte
diasi son más largas (dimensión 1) que las anterior al P1 presenta una ligera hendidura
de H. devillei. El material de Barro Negro que podría corresponder a un resto de fosa
parece ser más cercano a esta última especie malar. Entre las dimensiones que se han podi-
en la longitud de su MTIII y en la altura de la do medir están: longitud del hocico 1 = 203
mandíbula. (sólo hasta P1 = 193); longitud del paladar 2
= 123 (incluyendo P1 = 140); longitud de la
serie premolar P2-P4 7 = 85 (incluido P1 =
DESCRIPCIÓN DE UN CRÁNEO DE 99); longitud de la serie molar M1-M3 8 =
HIPPIDION DEVILLEI. 79; longitud del P2-M3 9 = 161 (incluyendo
el P1 = 176); longitud de las coanas 10 = 104
Los materiales identificados con las siglas c.a.; anchura mínima del hocico 14 = 36 c.a.;
MCL-6277/01 y MCL-6277/02 son dos frag- anchura del hocico a nivel de I3 15 = 47; dis-
mentos del lado izquierdo de un cráneo de tancia entre el prostion y el proceso orbital
Hippidion de talla más bien grande proce- distal 23 = 470 c.a.; longitud de la hendidura
dente de Santana (SO del Estado de Bahía, naso-incisival 30 = 418; longitud yugal 31 =
Figura VIII-15), el segundo corresponde a 0, están en línea la parte distal de la hendidu-
un fragmento de la órbita. El primero con- ra nasal y la parte anterior de la órbita; altura
serva prácticamente medio cráneo, excep- desde la parte posterior del foramen infraor-
tuando la parte posterior a la orbita. Es un bital hasta el borde alveolar 37 = 70; serie I1-
cráneo muy estrecho, con sínfisis estrecha e I3 izquierdos = 40. La serie derecha no con-
incisivos dispuestos en semicírculo, quizás serva el P1, pero se observa su huella, LT P2-
algo más alargada debido posiblemente a M3 = 164,5 (medida 9); P2-P4 = 87 (medida
una compresión lateral. Además se encuen- 7); y M1-M3 = 79 (medida 8). La morfología
tra la serie dentaria (MCL-6278), que corres- dentaria es la característica de Hippidion con
ponde a la serie derecha del mismo cráneo el dibujo redondeado, pocos pliegues y el
que está aislada pero encaja con el anterior protocono oval -ligeramente vuelto hacia
en un punto. Ambas series corresponden a dentro en el extremo distal- y de talla grande.
un adulto joven donde las figuras de M3 aun Las dimensiones de las series molar y pre-
no están formadas del todo. molar del cráneo de Santana se ajustan a las
En el fragmento izquierdo observamos dimensiones del rango de variabilidad de
una sínfisis larga y estrecha, con la hendidu- Hippidion devillei. Sin embargo, el número
ra nasal profunda que llega en su parte más reducido de dimensiones que se han tomado
distal a nivel del M3 y al nivel de la parte del cráneo entran en la variabilidad de Hip -
118 ALBERDI & PRADO Capítulo VIII

pidion principale, si bien esto puede ser de-


bido a que la deformación observada en el
sentido longitudinal del mismo, afecte de
manera especial a las dimensiones 1 y 2. Por
otra parte, el único cráneo de Hippidion
devillei, procedente de Tarija, es incompleto
y sólo disponemos de las medidas de las
series dentarias.

Hippidion saldiasi (ROTH, 1899)

Sinonimias:

1899 Onohippidium saldiasi ROTH


p. 448, pl. V. fig. 6

Holotipo: Un M1-2 superior izquierdo des-


crito y figurado por ROTH (1899, plancha V
Figura VIII-16. 1FIII de Hippidion saldiasi de la
Cueva del Milodón, depositado en el NHM de
fig. 6 depositado en el Museo de La Plata
Londres (M-8719). (MLP 81-VI-28.8) (Argentina)
Localidad tipo: Cueva del Milodón (=
Eberhardt = Última Esperanza), prov. Maga-
llanes (Chile).
Distribución geográfica: Rrestringida a la
región Patagónica de Argentina y Chile. Las
localidades son: Cueva del Milodón, Los
Toldos, Las Buitreras, Cueva Fell, Cueva
Pali Aike, Cerro Sota, Cueva Lago Sofia 1 y
Lago Sofía 4, Cueva de La Ventana, Cueva
de los Chingues, Cueva del Medio, Piedra
Museo y Alero Tres Arroyos 1 (ver ALBERDI
et al. 1987; L ATORRE 1998; A LBERDI et al.
2001a; A LBERDI & PRIETO, 2000) Figura
VIII-2. También podría incluirse Santa Rosa
de Chena (Chile) A LBERDI & FRASSINETTI
(2000).
Distribución e s t r a t i g r á f i c a: Pleistoceno
superior- Holoceno inicial, Edad Mamífero
Lujanense. Datados entre 13.500 y 10.000 años
AP.
Figura VIII-17. MTIII de Hippidion principale, Hippidion devillei e Hippidion
Diagnosis: Hippidion de talla pequeña. Me-
saldiasi. Se observa la extraordinaria reducción del MTIII de este último. tápodos y falanges notablemente acortados
Capítulo VIII Caballos fósiles de América del Sur 119

y con las superficies articulares ensanchadas


(alargadas las dimensiones transversales).
Fuertes inserciones musculares en la cara
posterior de sus falanges del tercer dedo,
1FIII-2FIII y 3FIII, relacionadas con el tipo
de suelo en el que se desplazaron estos ani-
males, destacando estas inserciones espe-
cialmente en la 1FIII.
Material: En este grupo se incluyen los restos
colectados por HAUTHAL (1899) en la Cueva
del Mylodón estudiados por ROTH (1899,
1902) y LEHMANN NISTCHE (1899, 1902), que
lo consideraron como Onohippidium saldiasi;
el material de Los Toldos II (MENGHIN 1952, Hippidion como se observa en los análisis Figura VIII-18.
1965) que MENGONI GOÑALONS (1980) consi- Mandíbula inferior
multivariantes realizados con los huesos de
izquierda de Hippidion
dera Onohippidium (Parahipparion) saldiasi; los miembros por ALBERDI & PRADO (1993).
saldiasi de Cueva Fell
el material de Los Toldos III que También hay diferencias en otras partes del
(F-100) depositada en
HOFFSTETTER cita como Onohippidium (Para - esqueleto, pero los restos dentarios son muy
el Museo Regional de
hipparion) sp. (en CARDICH et al. 1973); los escasos para evaluar las diferencias entre ellos la Patagonia (Punta
restos de la Cueva de Las Buitreras que (ALBERDI & PRIETO 2000). Esta especie posi- Arenas, Chile).
SANGUINETTI DE BÓRMIDA & BORRERO (1977) blemente presenta una fuerte adaptación a los
consideran Hippidion, y los restos de la Cueva factores ambientales, reflejado en el acorta-
Pali Aike y Cerro Sota, que BIRD (1938) con- miento de los metápodos y el ensanchamien-
sidera como Onohippidium. Se incluyen tam- to de sus superficies articulares (ALBERDI et
bién los restos de Hippidion procedentes de al. 1987; ALBERDI & PRADO 1993; ALBERDI &
las cuevas de la Patagonia chilena, como son: PRIETO 2000). El análisis discriminante inter-
Cueva de La Ventana, Cueva de los Chingues, preta la matriz de covarianza dentro de cada
Cueva del Medio, Cueva de Lago Sofía 1 y 4, grupo a partir de los primeros dos componen-
Cueva del Milodón, Cueva Pali Aike, Cerro tes que más peso aportan al análisis. Estos
Sota, así como los del Alero de Tres Arroyos análisis permitieron una correcta identifica-
1 (ALBERDI & PRIETO 2000). También inclui- ción del MTIII de Piedra Museo como H. sal -
mos en nuestros análisis los restos estudiados diasi. En el caso de la 1FIII, que es un ele-
por ALBERDI et al. (1987) y ALBERDI et al. mento menos diagnóstico, indica diferencias
(2001a, Piedra Museo, Patagonia, Argentina), menores entre la 1FIII de Piedra Museo y la
así como otros datos estudiados en las colec- de H. devillei. La discriminación entre las
ciones del Americam Museum Natural 1FIII de H. saldiasi y H. devillei está en las
History de Cueva Fell y Pali Aike procedentes longitudes máximas (1FIII-1 y 1FIII-2). Por
de las excavaciones de BIRD; y los restos otra parte, Hippidion saldiasi se distingue cla-
depositados en el Museum of Natural History ramente de los otros Hippidion por el acorta-
de Londres y en el Naturkunde Museum de miento extremo del MCIII y el ensancha-
Berlín, procedentes de Cueva del Milodón miento de sus epífisis
(Figura VIII-16). Los restos de Hippidion de las cuevas
Discusión: hay una clara distinción entre chilenas aunque no muy numerosos, son
Hippidion saldiasi y las otras especies de ricos en primeras y segundas falanges del
120 ALBERDI & PRADO Capítulo VIII

mayoría están incompletas. Las primeras


falanges, aunque algunas están rodadas, son
extraordinariamente características. Estas
sufren un acortamiento de sus longitudes y
un ensanchamiento de sus anchuras. El «tri-
gonium phalangis» (parámetro o dimensión
9) característico de Equus en forma de V
está bastante transformado en este género
donde se observan inserciones musculares
fuertemente desarrolladas, tanto en el borde
postero-proximal como en los bordes latera-
les, aunque no siempre en el mismo grado.
ALBERDI et al. (2001a) indican que este tipo
de inserciones musculares podrían represen-
tar que este animal se desplazaba relativa-
mente despacio pero que estaba adaptado a
Figura VIII-19. Detalle de los distintos liga- recorrer largas distancias durante las épocas
mentos del pie de los caballos que dejan una en que las fuentes alimenticias eran más
fuerte impronta en las falanges de Hippidion escasas. La observación de las inserciones
saldiasi. ti: tendón interóseo; lsc: ligamento musculares en los ejemplares de Cueva
central del sesamoideo; lso: ligamento Lago Sofía 1 y Cueva de La Ventana, ambas
oblicuo del sesamoideo; lsr: situadas en zonas de altura, parecen ser bas-
ligamento recto del sesamoideo. tante más fuertes y pronunciadas (Figura
Tomada de ALBERDI et al. (2001a). VIII-19) que las del Alero Tres Arroyos 1 y
las de la Cueva de los Chingues, si bien este
tercer dedo, y de suficientes astrágalos para último ejemplar corresponde a un animal
realizar un estudio multivariante de la mayo- muy joven y el del Alero Tres Arroyos 1,
ría de las localidades. No hay restos repre- puede estar algo rodado. Esto podría indicar
sentativos ni del cráneo ni de la mandíbula. que las adaptaciones observadas en las pri-
No obstante, en el Museo Regional de la meras falanges de Hippidion se deban más a
Patagonia (Punta Arenas) hay una mandíbu- condiciones ambientales extremas que a las
la inferior casi completa de Cueva Fell con diferencias que puedan encontrase entre
las dos series dentarias: p2-m3, m3 todavía medios de llanura o de montaña, aunque no
en germen (Figura VIII-18). Le falta la rama debemos olvidar que entre las falanges ante-
ascendente y corresponde a un Hippidion riores y posteriores de un mismo animal hay
más bien joven (ALBERDI & PRIETO 2000). diferencias importantes, difíciles de distin-
Las dimensiones de esta mandíbula son: 1 = guir, en la mayoría de los casos sobre ejem-
430 ca; 2 = 119; 3 = 99; 4 = 93,5; 5 = 194 plares aislados. EISENMANN (1984) y EISEN-
(m3 está todavía saliendo); 6 = 128 ca; 7 = MANN & GUERIN (1984) ya apuntan las dife-
62,2 ca; 8 = 218,5; 9 = 280 ca; 10 = 117,5; rencias que se suelen observar en las falanges
11 = 85,5; 12 = 59; 13 = 77; 14 = 45 ca. de los équidos en relación con el substrato.
Las falanges, primeras, segundas y ter- Los metápodos, tanto metacarpianos
ceras del tercer dedo están representadas en como metatarsianos, están representados
todas las cuevas. Las terceras falanges en su únicamente por epífisis, principalmente la
Capítulo VIII Caballos fósiles de América del Sur 121

Figura VIII-20. 2FIII de Hippidion saldiasi de la


Cueva de en Medio, depositadas en el
Instituto de la Patagonia
(Punta Arenas, Chile).

distal en el caso de los MTIII y, una proxi- Figura VIII-21. 3FIII de Hippidion saldiasi de
mal de MCIII con los dedos laterales total- la Cueva Lago Sofia 1, depositadas en el
mente soldados. En la Cueva de Lago Sofía Instituto de la Patagonia
1 se encuentran varios dedos laterales com- (Punta Arenas, Chile).
pletos y aislados. El diagrama bivariante de
las epífisis proximales de los metacarpianos, muy numerosas, pero no fueron incluidas en
MCIII5/MCIII6, sitúa el resto procedente de los análisis de A LBERDI & PRADO (1993).
la Cueva de los Chingues entre los más Hemos realizado un análisis de componen-
pequeños de todos los conocidos, si bien la tes principales, donde los parámetros que
variabilidad es muy grande. En el caso del más contribuyen al componente 1 son 5, 4, 3
metatarsiano, el diagrama de MTIII10/MTIII11, y 1, y todas ellas se agrupan entre las más
indica que el diámetro transverso supraarti- pequeñas en talla de Hippidion, correspon-
cular no está muy desarrollado. En el dia- dientes a H. saldiasi. Examinando los restos
grama MTIII11/MTIII12 se observa que los procedentes de las localidades de llanura y
restos procedentes de Cueva Fell y Cueva los procedentes de zonas más abruptas, se
Lago Sofia 4 se distribuyen en el entorno de observó que quedan todas englobadas en la
H. saldiasi, mientras que el espécimen de la misma dispersión, sin observarse diferen-
Cueva de los Chingues es el que tiene la cias entre ellas, si bien, como en el caso de
extremidad distal del metatarsiano más las primeras falanges, existen diferencias
pequeña. En ambos, se observa una amplia que separan las anteriores de las posteriores
variabilidad, ya que es el parámetro más dis- y son difíciles de definir en falanges aisla-
criminante de estos huesos en su longitud das. En la morfología de las falanges detec-
máxima, como ya indicaron A LBERDI & tamos sólo diferencias debidas a que sean
PRADO (1993) y ALBERDI et al. (2001a). anteriores o posteriores, y semejantes a las
Las 2FIII (Figura VIII-20 ) de Hippidion que se encuentran dentro de la variabilidad
procedentes de las cuevas patagónicas son de una misma localidad.
122 ALBERDI & PRADO Capítulo VIII

Los restos de las 3FIII no han sido some- de corte como es el caso de Cueva de Lago
tidos a análisis multivariante por no dispo- Sofía 1, que se encuentran tanto entre los res-
ner de una población bien representada, ya tos de las colecciones del Instituto de la
que son pocas las piezas que se conservan Patagonia, Punta Arenas como del American
completas (Figura VIII-21). Desde un punto Museum of Natural History de Nueva York.
de vista morfológico, se observan dos gru- El número de esquirlas de huesos son
pos de falanges, unas con la parte distal más numerosas. Los restos que se conservan ente-
ancha, y otras más estrechas. Estas diferen- ros, prácticamente en todas las cuevas, son
cias son difíciles de analizar en un conjunto los correspondientes a los huesos del carpo y
tan incompleto, debido a que igual que en tarso, falanges primeras, segundas y terceras
las otras falanges, 1FIII y 2FIII, hay dife- del tercer dedo y algunos metápodos latera-
rencias entre las anteriores y posteriores. N o les. Los restos de hueso largo están reducidos
obstante, también podrían ser diferencias a algunas epífisis y los metápodos sólo se
debidas a las características del substrato encuentran representados por algunos frag-
sobre el que se desplazan los animales ¿habi- mentos de la extremidad distal y/o proximal.
tantes de zonas de llanura o de zonas más Los únicos restos disponible de Hippi -
abruptas?. EISENMANN (1984) y EISENMANN dion saldiasi en Chile, no procedentes de
& GUÉRIN (1984) apuntan la posibilidad de Patagonia, son un metatarso del tercer dedo
que si éstas son más anchas pueden indicar izquierdo, MTIII, en buenas condiciones
un desplazamiento sobre suelos más blandos procedente de la localidad de Santa Rosa de
y si son más estrechas sobre un suelo más Chena y una 1FIII de Chacabuco (ALBERDI
duro. Para llevar a cabo un análisis de este & FRASSINETTI 2000). El análisis discrimi-
tipo será preciso disponer de un número nante del MTIII, incluido en los análisis lle-
mayor de ejemplares completos. vados a cabo por A LBERDI et al. (2001a),
ALBERDI & PRIETO (2000) detectan en confirma esta asignación en el 100% de los
algunos ejemplares del Alero de Tres casos. El análisis discriminante del conjunto
Arroyos 1 y de La Cueva de los Chingues de los restos de las 1FIII de Hippidion nos
ciertas deformaciones en algunos huesos, da una seguridad del 97,4% de pertenencia a
semejantes a las que produce la artritis. H. saldiasi de la 1FIII de Chacabuco.
Estas manifestaciones se encuentran en Del análisis de la anatomía funcional de
algunos restos de osos de las cavernas en los caballos fósiles inferimos que Hippidion
Europa, o en algunos metápodos de Equus saldiasi es diferente a sus otros congéneres.
(Amerhippus) andium en Ecuador (TORRES De la misma manera que en los caballos
1988; ALBERDI & PRADO 1992), todos pro- monodáctilos la huella de los ligamentos cen-
cedentes de niveles finales del Pleistoceno. trales es rudimentaria o falta. Los cambios
El tipo de restos de Hippidion que se funcionales y anatómicos en Hippidion sal -
encuentran en las cuevas patagónicas chilenas diasi son el resultado no sólo de la diferente
indican que estos debieron ser transportados masa corporal sino también de los cambios
como alimento, sea por el hombre u otros car- en el hábitat. ALBERDI et al. (2001a) conside-
nívoros. De hecho, prácticamente sólo se ran esta morfología como una posible adapta-
encuentran restos de las partes distales de las ción a un medio de condiciones más abruptas
extremidades. En algunas cuevas, sin embar- unido quizás a un factor latitudinal.
go, como es el caso de Cueva Fell son muchos Consideramos que H. saldiasi pudo encon-
los restos que están quemados o tienen huellas trar un medio más adecuado en el extremo
Capítulo VIII Caballos fósiles de América del Sur 123

sur de Patagonia, provincias de Magallanes y faunas locales, por ejemplo, Mercedes


Tierra del Fuego. Esto conlleva una mayor (AMEGHINO 1907), Arroyo Seco (FIDALGO et
frecuencia de los hallazgos en dicha zona, al. 1986), entre otros, asignados a esta edad
mientras que a lo largo de Chile esta espe- por TONNI & FIDALGO (1978).
cie, que sólo aparece de forma esporádica – Hippidion principale e Hippidion devillei
hacia fines del Pleistoceno, no llegó a asen- también se registran juntos en Tarija
tarse, tal vez por la competencia con otras (Bolivia). Esta localidad esta asignada al
formas pastadoras de équidos. Pleistoceno medio, y tiene una secuencia
estratigráfica precisa (MACFADDEN & WOLF
1981; MACFADDEN et al. 1983; MACFADDEN
CONSIDERACIONES FINALES 2000). Las colecciones de Tarija son muy
antiguas y es difícil asignar los restos con
Los estudios morfológicos de los restos cra- los niveles en el esquema estratigráfico
neales por una parte y los análisis morfomé- actual. Como las mismas especies están
tricos de los miembros permiten resumir la representadas en la provincia de Buenos
situación de los hipidiformes en América del Aires, suponemos que el modelo de distri-
Sur de la siguiente manera: bución es similar. Desde este punto de vista,
— la diversificación de Hippidion tuvo un dato significativo es el suministrado por
lugar en la zona norte de América del Sur, o los datos procedentes de la localidad de
posiblemente en centro América, después del Uquia (100 km de Tarija) asignado al
Gran Intercambio Biótico Americano (hace Plioceno superior-Pleistoceno inferior
unos 3 millones de años). (MARSHALL et al. 1982). Estos restos perte-
— sólo hay un género de hipidiformes en necen a Hippidion devillei. Hoy en día hay
América del Sur: Hippidion OWEN, 1869, de nuevos restos de la Formación Uquía
acuerdo con el Principio de Prioridad (A L- (PRADO et al. 1998a) de Hippidion devillei.
BERDI 1987). Los datos paleomagnéticos indican para los
— ALBERDI & PRADO (1993) reconocen tres niveles donde afloraron, una edad cercana al
especies válidas de Hippidion: Hippidion límite Matuyama/Gauss, lo que nos inclina-
principale (LUND), 1846; Hippidion devillei ría a aceptar la primera hipótesis de
(GERVAIS), 1855 e Hippidion saldiasi (ROTH), WALTHER et al. (1996), que propone que
1899. estas localidades se sitúen entre el final de
— la distribución geográfica y estratigráfi- la edad magnética Gauss y la base del
ca de estos grupos permite hacer un esque- “evento magnético Olduvai”.
ma tentativo de como se distribuyen. En la – los restos de Vorhoué que R EIG (1957)
provincia de Buenos Aires (Argentina) se asignó a Onohippidion sp. y el cráneo de
encuentran Hippidion principale e Hippi - Mar del Plata (MMP 2600) de tamaño gran-
dion devillei. Esta última especie se encuen- de y con fosa preorbital identificado como
tra en sedimentos del Ensenadense (Pleisto- H. principale por ALBERDI ET AL. (2001a) se
ceno inferior y medio) de acuerdo con la incluyen en Hippidion principale.
edad de las localidades de Olivos, Canal de – los restos de caballos fósiles procedentes
Conjunción del Puerto de La Plata, entre del Pleistoceno superior de Brasil indican la
otros. Hippidion principale está presente en presencia de Hippidium principale e Hippi -
sedimentos del Lujanense (Pleistoceno dion devillei (ALBERDI et al. 2003). Estos
superior) de acuerdo con los restos de varias coexisten en simpatría con Equus (Ame -
124 ALBERDI & PRADO Capítulo VIII

rhippus) neogeus en la localidad de Toca de los metápodos en relación a las condicio-


dos Ossos. La presencia de Hippidion devi - nes del medio y las características del suelo.
llei en los afloramientos del área de Lagoa Ellos consideran que los metápodos largos y
Santa es dudosa. Estos autores describieron estrechos deberían estar relacionados con
por primera vez un cráneo de Hippidion medios abiertos y áridos con suelos duros y la
devillei (ALBERDI et al. 2003: fig. 5 A, 5B y vegetación escasa, mientras que los metápo-
5C) en la localidad de Santana (Estado de dos cortos y anchos deberían estar relaciona-
Bahía). dos con medios húmedos y arbolados con
– finalmente, Hippidion saldiasi está restrin- suelos blandos. Así nosotros interpretamos
gido estratigráficamente al Pleistoceno tardío, que el hábitat de Hippidion debería corres-
tal vez entre 13.000 y 10.000 AP y geográfica- ponder a un bosque húmedo con substrato
mente a la región de Patagonia en Chile y blando. Sin embargo, hay diferentes grados
Argentina (ALBERDI et al. 1987; ALBERDI & entre Hippidion devillei e Hippidion princi -
PRADO 1993; ALBERDI & PRIETO 2000). p a l e. Hippidion saldiasi muestra una especial
— las diferencias morfométricas entre las adaptación, con un extraordinario acorta-
poblaciones de Hippidion principale de Ta- miento de la longitud y ensanchamiento
rija y las de la provincia de Buenos Aires son transversal de los metápodos que no encon-
muy ligeras. La población de Tarija es com- tramos en otros grupos de H i p p i d i o n.
parativamente más grande en talla. Hippidion Consideramos esta morfología como una
devillei también presenta ligeras diferencias posible adaptación a un medio con unas con-
entre ambas regiones. La de la provincia de diciones más rigurosas debidas tanto a facto-
Buenos Aires es comparativamente más res latitudinales como altitudinales (ALBERDI
grande y más fuerte. Este podría ser el resul- et al. 1987; ALBERDI & PRADO 1993).
tados de las diferentes condiciones ambienta- – los restos de Chacabuco y Santa Rosa de
les en ambas áreas. Las variaciones adaptati- Chena descritos por ALBERDI & FRASSINETTI
vas a los diferentes medios han sido estable- (2000), del Pleistoceno superior de Chile se
cidas de manera general para los équidos por incluyen en Hippidion saldiasi. Esto permi-
varios autores (GROMOVA 1949; EISENMANN te plantear la hipótesis de que estos équidos
1979a, 1984; EISENMANN & KARCHOUD podrían presentar una vía de dispersión simi-
1982; EISENMANN & GUÉRIN 1984). Estos lar a aquella de los Gomphotheriidae (Cuvieronius
autores analizan la variabilidad morfométrica hyodon en Chile).
Capítulo IX Caballos fósiles de América del Sur 125

L os datos más recientes señalan que la


aparición de Equus en el registro de
América del Sur es posterior a la de Hip -
misma morfología dentaria un cráneo gran-
de en relación a la estructura del cuerpo, y un
acortamiento y robustez característico de las
LAS ESPECIES
DEL SUBGÉNERO
pidion. La cita más temprana de Equus pro- extremidades.
cede del Ensenadense de Tarija datado por En años recientes se han publicado EQUUS
MACFADDEN et al. (1983) como Pleistoceno varios artículos tendentes a sistematizar el
medio, en torno a 1.0 - 7.0 Ma. conocimiento de las especies de Equus
(AMERHIPPUS)
En 1950, el paleontólogo francés Robert (Amerhippus). En este sentido, MACFADDEN HOFFSTETTER
HOFFSTETTER creó el subgénero Amerhippus & AZZAROLI (1987) describen un cráneo de
para incluir a todas las especies de caballos Tarija como Equus insulatus y discuten el
1950
de América del Sur. Este autor justifica este status de las especies citadas por HOFFSTETTER
subgénero por un solo carácter: la falta del (1952). Estos autores reconocen como espe-
infundíbulo marcado en la superficie de los cies válidas en América del Sur a: Equus
incisivos inferiores y como consecuencia la andium, Equus lasallei, Equus insulatus y
pérdida de esmalte en la superficie de mas- posiblemente Equus curvidens, sin decidir
ticación. En un trabajo posterior sobre la re- claramente sobre la situación de las otras
visión de los mamíferos del Ecuador, HOFF- especies citadas (Equus santaeelenae, Equus
STETTER (1952) indicó que el cúbito es más martinei y Equus neogeus). En un artículo
fuerte en los caballos de América del Sur posterior, AZZAROLI (1992) reconoce provi-
que en otros Equus. En este trabajo H OFF- sionalmente ocho especies válidas para
STETTER ratificó seis especies de este género, América del Sur: Equus curvidens, Equus
todos incluidos en el subgénero Amerhippus andium, Equus insulatus, Equus haasei,
HOFFSTETTER 1950: Equus andium, Equus Equus martinei, Equus santaeelenae y
lasallei, Equus insulatus, Equus curvidens, Equus lasallei, y con dudas Equus neogeus
Equus santaeelenae y Equus martinei. porque considera que se conoce mal. Tam-
HOFFSTETTER también incluyó en este sub- bién incluyen en el subgénero Amerhippus
género el caballo norteamericano Equus dos formas de América del Norte: Equus
occidentalis. fraternus y Equus conversidens. CARTELLE
El reconocimiento del subgénero Ame - (1989, 1992) indica la existencia de piezas
rhippus a partir de este único carácter es de Equus (Amerhippus) neogeus en São
controvertido. Con respecto al infundíbulo Raimundo Nonato (Estado de Piaui) y en
de los incisivos, EISENMANN (1979b) que Ourolândia (Estado de Bahía).
estudia los équidos fósiles y actuales, sugie- En la última década, A LBERDI & PRADO
re que se trata de un carácter sumamente (1993), P RADO & ALBERDI (1994, 1996),
variable y por tanto su utilidad desde el ALBERDI et al. (1995a, 2001a, 2001b, 2003),
punto de vista taxonómico es problemática. PRADO et al. (1998a), ALBERDI & FRASSINETTI
Por su parte A LBERDI (1974) considera que (2000), ALBERDI & PRIETO (2000) han revi-
la variabilidad de este carácter está ligada a sado desde un punto de vista sistemático y
los cambios en la superficie oclusal del paleobiogeográfico gran parte de los hallaz-
diente por el desgaste. No obstante, PRADO gos de équidos en América del Sur. ALBERDI
& ALBERDI (1994) sugieren que es correcto (1987), A LBERDI & PRADO (1989, 1992,
usar el subgénero Amerhippus para reunir a 1993) y PRADO & ALBERDI (1994) recono-
las distintas especies de Equus de América cen dos grupos de équidos en América del
del Sur, debido a que todas presentan la Sur: equidiformes e hippidiformes. Ambos
126 ALBERDI & PRADO Capítulo IX

3) una separación ventral de los cóndilos


occipitales;
4) estructura del cuerpo robusta, con dife-
rentes grados en las distintas formas.
En la revisión de las especies de Equus
(Amerhippus), PRADO & ALBERDI (1994) reco-
nocen cinco especies: Equus (Amerhippus)
andium BRANCO, Equus (Amerhippus) insulatus
AMEGHINO, Equus (Amerhippus) neogeus (LUND),
Equus (Amerhippus) santaeelenae (SPILLMANN)
y Equus (Amerhippus) lasallei DANIEL. Las dis-
tintas localidades con Equus (Amerhippus) en
América del Sur quedan reflejadas en el mapa
(Figura IX-1).

EL A N Á L I S I S M U LT I VA R I A N T E E N L A
IDENTIFICACIÓN DE ESPECIES

Como en el caso de las especies de Hip -


pidion (capítulo VIII de este libro), se recu-
rrió al análisis multivariante para la identifi-
cación de las especies de Equus (Amerhippus).
Los parámetros y los elementos utilizados
fueron los mismos (ver también capítulo V
de este libro). Las matrices básicas de datos
incluyeron: un total de 26 series dentarias
superiores, 20 inferiores, 58 MCIII, 72 MTIII,
Figura IX-1. Distribución geográfica de las localidades con 44 CA, 53 AS y 127 1FIII. No fue necesario
Equus (Amerhippus) en América del Sur. 1: E. (A.) neogeus; 2: estandarizar los datos ya que sólo se consi-
E. (A.) lasallei; 3: E. (A.) insulatus; 4: E. (A.) santaeelenae; 5: deraron los caracteres continuos, es decir,
E. (A.) andium; 6: Equus (Amerhippus) sp. medidas expresadas en la misma escala. Sólo
se tuvieron en cuenta los huesos y dientes
grupos presentan caracteres comunes, debi- completos, con el fin de evitar los “valores
do posiblemente a una convergencia adapta- no comparables”.
tiva a ambientes similares. Estos son: No se han separado machos y hembras
ya que las diferencias en talla entre ambos
1) presencia de un cráneo grande en rela- sexos quedan dentro de variación general
ción al tamaño del cuerpo, donde cada intraespecífica (WINANS 1989). En relación
grupo tiene una morfología dentaria dis- a esto, EISENMANN (1979a) analizó la varia-
tinta, con una cierta variabilidad interes- bilidad de los metápodos de los caballos
pecífica; actuales y determinó que el coeficiente de
2) un grado grande de flexión craneal variación indica un valor muy bajo para
(BENNETT 1980); todas las variables, excepto para las dimen-
Capítulo IX Caballos fósiles de América del Sur 127

siones MCIII9 y MCIII8 y MTIII9, lo que Figura IX-2.


supone escaso dimorfismo. Estas tres dimen- Análisis de com-
siones con un alto coeficiente de variación ponentes princi-
pales de los
(EISENMANN 1979a) registran una variación
dientes yugales
baja del total de las variables analizadas (16
superiores (arri-
dimensiones para MCIII y 14 para MTIII, ver
ba) e inferiores
figura V-7 en capítulo V). Esto puede ser
(abajo). Primer
debido a la reducción de los dedos laterales componente en
en los caballos monodáctilos que redujeron la abscisas y
importancia de estas facetas en la transmisión segundo compo-
del peso del cuerpo (MCIII9 – faceta para el nente en ordena-
trapezoide y MCIII8 – faceta para el hama- das. A: E. (A.)
tum; MTIII9 – faceta para el pequeño cunei- andium; N: E.
forme), y que jugaron un papel importante en (A.) neogeus; L:
los grupos más primitivos. En los huesos lar- E. (A.) lasallei; I:
gos se calculó el índice de gracilidad (anchu- E. (A.) insulatus;
S-E: E. (A.) san -
ra mínima en la diáfisis x 100/ longitud máxi-
taeelenae.
ma; ver capítulo V de este libro), que sirve
como indicador del tipo de hábitat donde
vivieron (más abierto o más arbolado, suelos
más duros o más blandos, etc.).
Todas las dimensiones están en milíme-
tros. Se utilizó un análisis de agrupamiento
para identificar que caracteres son los que
mejor se correlacionan entre si. Para analizar Tabla IX-1. Varianza total de los tres primeros componentes princi-
la variabilidad entre todos los elementos pales en metacarpianos (MCIII), metatarsianos (MTIII) y primeras
óseos se utilizaron los análisis de componen- falanges del dedo central (1FIII).
tes principales (ACP) y el análisis discrimi-
MCIII
nante (AD).
Componente % de la varianza % acumulado
La correlación entre caracteres fue obte-
1 87,46 87,46
nida de cada matriz calculando el coeficien- 2 3,69 91,15
te de correlación de PEARSON entre cada par 3 2,38 93,53
de caracteres de cada serie. Estas matrices
sirven como entrada en el ACP. Todos los MTIII
grupos fueron identificados a partir del exa- Componente % de la varianza % acumulado
men del APC. El análisis discriminante fue 1 78,94 78,94
usado para establecer una regla de diferen- 2 9,69 88,63
ciación de estos grupos. AD, igual que ACP, 3 3,11 91,74
es una función lineal de la variable original
pesada por coeficiente. AD, también inter- 1FIII
Componente % de la varianza % acumulado
preta una rotación de los ejes de coordena-
1 86,71 86,71
das por rotación, pero el objetivo es llegar a
2 5,22 91,93
una orientación que maximice la separación 3 3,31 95,24
entre los grupos identificados. AD puede
128 ALBERDI & PRADO Capítulo IX

también ser usado para evaluar si los cen-


Figura IX-3. 3
troides son diferentes significativamente o
Análisis de
no, y a menudo para identificar ejemplares
Componentes 2
no incluidos en el análisis original con el
Principales de
2 que se establecieron los grupos (M ARCUS
Equus e
t 1
n
e 1990; REYMENT 1991).
(Amerhippus) n
o Con el fin de identificar que caracteres
p
de América m
o 0 suministran la mejor discriminación entre
del Sur de C
grupos, se escogieron los caracteres que
MCIII, MTIII y
-1 muestran valores con una contribución
1FIII, situados
máxima al ACP. Para reconocer la correla-
en este orden
-2 ción entre caracteres se utilizó el análisis de
de arriba a -2 -1 0 1 2 3
cluster. Las cinco matrices de correlación de
abajo. ?:
Componente 1 datos (MCIII, CA, AS, MTIII y 1FIII) sir-
Equus
vieron para calcular los fenogramas por el
(Amerhippus)
método de UPGMA. El coeficiente de corre-
neogeus; ?:
2 lación cofenética (r) fue computado como
Equus
una medida de distorsión (FARRIS 1969).
(Amerhippus)
1
insulatus; *:
Equus 2
e R E S U LTA D O S
(Amerhippus) t 0
n
e
santaeelenae; n
o
p A partir del análisis de componentes princi-
?: Equus m
o -1
C pales sobre los datos de dientes superiores e
(Amerhippus)
inferiores PRADO & ALBERDI (1994) identifi-
andium.
-2
can dos grupos (Figura IX-2). El primero
incluye los restos de Equus (Amerhippus)
-3
-3 -2 -1 0 1 2 3
andium, el segundo incluye a los restos de
las otras especies (Equus ( A m e rhippus) insu -
Componente 1
l a t u s, Equus (Amerhippus) neogeus, Equus
(Amerhippus) santaeelenae y Equus (Ame -
4
rhippus) lasallei). Se observa en el primer
3 componente que Equus (Amerhippus) andium
2
es un morfotipo claro caracterizado por su
pequeña talla. El segundo componente permi-
2
1
te te separar dos grupos (Equus (Amerhippus)
n
e
n 0 lasallei y Equus (Amerhippus) santaeelenae
o
p
m de Equus (Amerhippus) insulatus y Equus
o -1
C
(Amerhippus) neogeus) por la anchura de la
-2
superficie oclusal de los dientes yugales
-3 inferiores (Figura IX-2). Estos autores seña-
-4 lan que en los caballos de América del Sur
-3 -2 -1 0 1 2
las diferencias entre las distintas formas son
Componente 1 más evidentes sobre los elementos del
Capítulo IX Caballos fósiles de América del Sur 129

esqueleto postcraneal que en el craneal. Con Figura IX-4.


más precisión, se puede afirmar que las dife- 5
Análisis
rencias entre los caballos de América del Discriminante
4
Sur están más en el tamaño que en la forma, de Equus
por tanto, el segundo componente en el aná- 3 3 (Amerhippus)
lisis multivariante juega un papel secunda- 2
2 2 de América
rio. El otro grupo de especies muestra sola- n del Sur de
ó
ic 1
n
pamientos en los modelos morfológicos. Así, u
F
MCIII, MTIII y
0
Equus (Amerhippus) insulatus es una forma 4 1 1FIII, situados
intermedia entre la talla de Equus (Ame - -1 en este orden
rhippus) andium y la de Equus (Amerhippus) -2
de arriba a
n e o g e u s, principalmente por MCIII, AS y abajo. ?:
-3
MTIII (PRADO & ALBERDI 1994). Equus -6 -4 -2 0 2 4 6 8 10 Equus
(Amerhippus) neogeus, de la región Pampe- Función 1
(Amerhippus)
ana y de varias localidades de Brasil, es la neogeus; ?:
forma más grande entre las analizadas (Fi- Equus
6
gura IX-3). Esta especie se diferencia de (Amerhippus)
Equus (Amerhippus) santaeelenae por MCIII 4
insulatus; *:
y MTIII (Figuras IX-3). Por otra parte, E q u u s Equus
(Amerhippus) santaeelenae tiene la 1FIII 2 32 (Amerhippus)
2
similar a la de Equus (Amerhippus) neogeus n
ó
santaeelenae;
i
y el MTIII cercano a Equus (Amerhippus) c 0 4 ?: Equus
n
u
F 1
insulatus.(Figura IX-3 y Tabla IX-1) (Amerhippus)
-2
De Equus (Amerhippus) lasallei sólo se andium.
conoce su cráneo que morfológicamente es -4
próximo al de Equus (Amerhippus) neogeus
pero de talla más grande. Los análisis de la -6
-6 -4 -2 0 2 4 6 8 10
dentición indican pequeñas diferencias entre
Función 1
ellos, sobre todo las anchuras oclusales de los
dientes inferiores. Mientras no se encuentren
elementos del esqueleto apendicular que se
4
puedan comparar con los de las otras espe-
cies, es muy difícil establecer hasta que punto 3

es una especie distinta de Equus (Ame - 2 2


rhippus) n e o g e u s, si bien PRADO & ALBERDI
1
2
(1994) decidieron mantenerla. Ellos indican n
ó 3
ic 0 4
que sólo disponen de dos especímenes de n
u
F
Equus (Amerhippus) martinei de Ecuador, un -1 1

MTIII y una 1FIII, que coinciden con Equus -2

(Amerhippus) insulatus en el ACP. -3


El análisis discriminante (AD) basado
-4
sobre todas las especies suministra una -6 -4 -2 0 2 4 6

correcta identificación de 5 grupos, especial- Función 1


mente de los dientes inferiores y superiores.
130 ALBERDI & PRADO Capítulo IX

la 1FIII. Es interesante señalar que la mayoría


Tabla IX-2. Resultados obtenidos de la clasificación del análisis discrimi-
nante en metacarpianos (MCIII), metatarsianos (MTIII) y primeras falan- de estas dimensiones, anchuras y longitudes,
ges del dedo central (1FIII). están, en general, estrechamente relacionadas
con el tipo de suelo.
MCIII: correctamente clasificados el 98,2% de los grupos originales El análisis de cluster representa las
Grupo pronosticado correlaciones entre las diferentes series de
GRUPO 1 2 3 4 caracteres de MCIII, CA, AS, MTIII y 1FIII
% 1 100,00 0,00 0,00 0,00 (Figura IX-5 y Tabla IX-2). En el cluster de
2 0,00 100,00 0,00 0,00 MCIII, las longitudes máximas (1,2) y las
3 0,00 0,00 100,00 0,00 anchuras máximas distales (10,11) están
4 0,00 3,23 0,00 96,77
altamente correlacionadas. Desde un punto
de vista de la “morfología funcional” esto es
MTIII: correctamente clasificados el 97,1% de los grupos originales
importante porque tiene no sólo un signifi-
Grupo pronosticad
GRUPOS 1 2 3 4 cado taxonómico sino también biológico.
% 1 100,00 0,00 0,00 0,00 Las variaciones de las dimensiones 1 y 2
2 0,00 90,00 10,00 0,00 están directamente relacionadas con el tipo
3 0,00 11,11 88,89 0,00 de superficie del suelo donde estos animales
4 0,00 0,00 0,00 100,00 vivieron (alargamiento de los metápodos
sobre suelo más duro y acortamiento de los
1FIII: correctamente clasificados el 88,9% de los grupos originales mismos sobre superficie del suelo más blan-
Grupo pronosticado do), y las variaciones de las dimensiones 10
GRUPO 1 2 3 4 y 11 están relacionadas con un cambio de la
% 1 84,00 0,00 16,00 0,00
transmisión del peso y el modo de andar
2 3,23 80,65 16,13 0,00
(paso) del animal (SONDAAR 1968; HUSSAIN
3 10,00 10,00 80,00 0,00
1975). En el cluster CA, las longitudes
4 0,00 1,67 1,67 96,67
máximas (1, 2) están altamente correlacio-
nadas, y en el cluster AS la longitud máxima
El AD de los astrágalos muestra un cierto (1) y el diámetro máximo del cóndilo (2)
solapamiento entre Equus (Amerhippus) insu - también. La variación de las dimensiones 1
latus y Equus (Amerhippus) andium y entre y 2 de los AS están directamente relaciona-
Equus (Amerhippus) santaeelenae y Equus dos con su función. El astrágalo juega un
(Amerhippus) insulatus, mientras Equus papel importante, como una polea, en los
(Amerhippus) andium queda bien diferencia- movimientos hacia delante y hacia atrás del
do (Figura IX-4). De los análisis multivarian- animal, desde el momento en que recibe la
tes se deduce que los rasgos más característi- presión del peso del cuerpo y la transmite a
cos para esta diferenciación son: la longitud los dedos. Además, la variación de la dimen-
oclusal de los especimenes dentales y las sión 2 del astrágalo tiene una gran implica-
anchuras de los dientes inferiores; las anchu- ción en el paso y la velocidad de los caba-
ras máximas (5,11) y todas las anchuras ante- llos. Estas funciones están a su vez controla-
ro-posteriores distales máximas (12,13,14) de das por las dimensiones 1 y 2 del calcáneo,
los MTIII; la longitud máxima (1), la profun- el cual contiene los puntos de inserción de
didad mínima de la diáfisis (4) y las anchuras los músculos fuertes que contribuyen al
máximas (5,10, 11) de el MCIII; las anchuras mismo movimiento. Para el cluster MTIII,
máximas (4, 6) más la longitud máxima (1) de los caracteres que presentan mayor correla-
Capítulo IX Caballos fósiles de América del Sur 131

ción son las longitudes (1, 2), las anchuras Especie tipo: Equus (Amerhippus) andium
proximales (5, 7) y las anchuras a n t e r o - d i s- BRANCO, 1883, ex WAGNER, 1860.
tales (12, 13). El cluster de 1FIII indica Distribución geográfica: América del Sur
mayor correlación entre las longitudes hasta los 39º latitud Sur (Figura IX-1).
máximas (1, 2) y las anchuras proximal y Distribución estratigráfica: Los restos de
distal máximas (4, 6). Las variaciones de Equus (Amerhippus) proceden de diferentes
estas dimensiones en el MTIII así como en niveles del Pleistoceno medio y superior de
la 1FIII tienen un significado biológico América del Sur, en su mayoría de las edades
similar al indicado para el MCIII, como se de Mamíferos Ensenadense y Lujanense.
refleja en las modificaciones del esqueleto Diagnosis del subgénero: Equus (Ame -
debido a las adaptaciones al medio. La 1FIII rhippus) tiene un cráneo grande con una afi-
representa una unión intermedia en el tipo lada y marcada cresta supraoccipital. Este
de movimiento y en la transmisión del peso cráneo es proporcionalmente grande con
del caballo (Tabla IX-3). relación al esqueleto postcraneal, y presenta
la región preorbital y nasal estrecha y lige-
ramente excavada. En general, se observa
SISTEMÁTICA PALEONTOLÓGICA una separación ventral entre los cóndilos
occipitales. El vómer tiene una peculiar dis-
Orden PERISSODACTYLA posición que alcanza el proceso palatino del
OWEN, 1848 maxilar anterior al palatino. Los dientes
Familia EQUIDAE GRAY, 1821 superiores tienen protoconos triangulares.
Subfamilia Equinae (GRAY, 1821) En el protocono la parte distal es más larga
STEINMANN & DÖDERLEIN, que la mesial, y en algunos casos presenta
1890 pliegues en su esmalte. En los bordes de las
Género Equus LINNAEUS, 1758 prefosetas y postfosetas de los dientes supe-
Subgénero Amerhippus HOFFSTETTER, riores se observan pocos pliegues desarro-
1950 llados. Las mandíbulas son robustas y en la
superficie oclusal de los dientes inferiores
Sinonímias muestran que el doble nudo (lazo metacóni-
do-metastílido), es redondeado y angular
1950 Amerhippus HOFFSTETTER, respectivamente. El linguafléxido es, en
p. 433, figs. 2, 3 y 4. general, somero y más angular sobre p3-p4
1952 HOFFSTETTER, p. 233-245, y más abierto sobre m1-m2. El ectofléxido
figura 61, incluye en el varía desde somero a profundo y sólo en
subgénero Amerhippus: algunos m3 entra en contacto con el lingua-
Equus (parte), auct.; fléxido (ver Figura V-11en capítulo V. El
Neohippus (parte) ABEL, esqueleto apendicular, en general, presenta
1913, 1914, 1919; un cierto acortamiento de la parte distal de
SPILLMANN, 1931,1938; las extremidades, pero no tanto como en
Hippidium SPILLMANN, Hippidion, y más acentuado sobre la flexión
1931, no Hippidium distal del metatarsal. En general, todas las
BURMEISTER, 1875, nec especies tienen metápodos robustos y el
Hippidion OWEN, 1869. índice de gracilidad (IG) varía dentro de los
límites de robustez de este subgénero.
132 ALBERDI & PRADO Capítulo IX
Capítulo IX Caballos fósiles de América del Sur 133

Equus (Amerhippus) andium BRANCO, 1883 ex WAGNER 1860

Sinonímias:
1860 Equus fossilis andium WAGNER, pp. 336-338. Nomen nudum
según MONES (1986).
1875 Equus quitensis WOLF, p. 155. Nomen nudum según MONES
(1986).
1931 Hippidium jijoni SPILLMANN, pp. 50-52.
1938 Neohippus rivadeneira SPILLMANN, pp. 386-388, fig. 1C.
1938 Neohippus postremus SPILLMANN, pp. 389-391, fig. 1E.
1992 Equus andium BRANCO 1883; nec WAGNER-BRANCO AZZAROLI
p. 134, fig. 3b.

Lectotipo: HOFFSTETTER (1952, p. 247) con- por H OFFSTETTER (1952) procede de distin-
sideró que el material descrito por S PILL- tas localidades de los Andes Ecuatorianos, y
MANN se perdió y propuso dos lectotipos, está depositado en la Colección del Museo de
uno para Neohippus rivadeneira, ejemplar EPN (Quito) y en las del IPMNHN (Paris).
V-78 depositado en el EPN (Quito), y otro Se incluye el material también del Natur-
para Neohippus postremus, ejemplar V-430, kunde Museum (Berlín) y el de la Colección
también en el EPN. PRADO & ALBERDI (1994) FRICK del American Museum of Natural
consideran que al corresponder ambos a la History (Nueva York).
misma especie debe prevalecer el primero Diagnosis: Básicamente esta especie pre-
como Lectotipo (V-78) y el segundo como senta los mismos caracteres diagnósticos del
Paralectotipo (V-430). subgénero, en el que cabe destacar la pre-
Distribución geográfica: desde Otón, en el sencia de una órbita más ancha y situada
Norte, a Punín en el Sur de los Andes Ecua- algo más lateral y más inferior (Figura IX-
torianos (Ecuador) Figura IX-1. Además una 6). El esqueleto está caracterizado por unas
cita posible en el Pleistoceno superior de extremidades más cortas y robustas, sobre
Chile: Calera, Lo Aguirre (ALBERDI & FRAS- todo en el radio y los metápodos dando
SINETTI 2000). lugar a unas proporciones poco comunes
Distribución estratigráfica: Pleistoceno entre los caballos sudamericanos. El análisis
superior. Formación Cancagua (SAUER 1965) multivariante de dientes y huesos de las
de Ecuador. DUGAS (1986), data esta forma- extremidades indica que los restos de este
ción entre hace 40.000 y 4000 años. Asignados caballo son claramente distintos de las otras
al Pleistoceno superior por H OFFSTETTER especies estudiadas (Figura IX-3 y IX-4).
(1952). MACFADDEN & AZZAROLI (1987) los Discusión: Esta especie fue ampliamente
sitúan entre el Pleistoceno medio y superior. descrita por BRANCO (1883) y por HOFFSTE-
AZZAROLI (1992) los refiere al Pleistoceno TTER (1952). Presenta una adaptación anató-
superior. mica a factores ambientales, reflejada en el
Nivel tipo: ‘Puniense’ (HOFFSTETTER 1952, acusado acortamiento de los metápodos
p. 248). (media del índice de gracilidad: MCIII=
Material estudiado: el material estudiado 18,27; MTIII= 15,81). HOFFSTETTER (1952)
134 ALBERDI & PRADO Capítulo IX

Figura IX-5.
Cladograma de
la relación
entre los carac-
teres de los
restos del
esqueleto más
significativos:
metacarpo,
astrágalo, cal-
cáneo, metatar-
so y primera
falange del ter-
cer dedo. r =
coeficiente de
correlación
cofenética.

planteó dudas sobre esta relación ya que insulatus. Esta es la forma más pequeña de
pensaba que el acortamiento de las extremi- Equus (Amehrippus) de América del Sur
dades era diferencial. PRADO & ALBERDI (Figura IX-7).
(1994) consideran que esta especie, adapta- Aunque HOFFSTETTER (1952) considera
da a los Andes Ecuatorianos, pudo evolucio- que esta especie está restringida al corredor
nar desde una forma más grande tipo Equus interandino de los Andes Ecuatorianos.

Figura IX-6. Cráneo de Equus (Amerhippus) andium procedente de Chalán, Punín, Ecuador, en
vista lateral, depositado en el Museo de la Escuela Politécnica Nacional, Ecuador (V-2161).
Capítulo IX Caballos fósiles de América del Sur 135

Figura IX-8. Esquema del cráneo de Equus (Amerhippus) insulatus proce-


dente de Tarija, Bolivia, en vista lateral. Modificado de
MACFADDEN & AZZAROLI (1987).

Equus (Amerhippus) insulatus C. AMEGHINO,


en F. AMEGHINO 1904

Sinonímias:

Figura IX-7. MTIII (a la izquierda) y MCIII (a la 1851 Equus macrognathus WEDDELL, p. 204.
derecha) de Equus (Amerhippus) andium pro- 1855 Equus neogaeus LUND; GERVAIS (1855, pp. 33-39 Pl. 7, Figs.
cedente de Quebrada Colorada, Punín, 2 y 3.
Ecuador. Ambos en vista anterior, depositados 1904 Equus insulatus C. AMEGHINO sin publicar; publicado por F.
en el Museo de la Escuela Politécnica de Q u i t o
AMEGHINO, Fig. 250.
(MEPN: V-2328 y V-464, respectivamente).
1938 Neohippus martinei SPILLMANN, pp. 382-384, fig. 1 B.
1952 Equus (Amerhippus) martinei (SPILLMANN 1938);
ALBERDI & FRASSINETTI (2000) citan la pre- HOFFSTETTER, p. 301.
sencia de Equus (Amerhippus) andium en 1992 Equus martinei SPILLMANN 1938; AZZAROLI, pp. 137-138
algunas localidades chilenas, aunque con
dudas debido a la escasez de restos. Concre-
tamente, un M1-2 derecho de morfología y
talla que recuerdan al caballo pequeño de Holotipo: diente yugal superior (M3 no M2)
Ecuador procedente del Valle de Elqui y de figurado en F. AMEGHINO (1904, p.223), (ver
Calera, Lo Aguirre, y que se emplaza clara- Figura II-5), depositado en el MACN, núme-
mente dentro de la distribución de Equus ro 1703. No está perdido como sugirió MO-
(Amerhippus) andium, lo que podría interpre- NES (1986).
tarse como que la Cordillera de los Andes fue Distribución geográfica: Tarija (Bolivia) y
la vía que facilitó la dispersión del género Andes Ecuatorianos (Río Chiche, Ecuador);
Equus hacia el sur (ALBERDI & FRASSINETTI y quizás en Chile (Figura IX-1).
2000). Así como la posibilidad de que los Distribución estratigráfica: La localidad
escasos y deteriorados restos de Colina, Chile, de Tarija (M ACFADDEN et al. 1983) y la de
pudieran corresponde también a esta especie. Río Chiche (SAUER 1965) son referidas al
136 ALBERDI & PRADO Capítulo IX

Pleistoceno medio. HOFFSTETTER (1952) (1952) a Equus (Amerhippus) martinei podrían


indica que E. martinei es el Equus más anti- recordar a E. neogeus, pero tienen distintas pro-
guo de Ecuador. CLAPPERTON & VERA porciones en el esqueleto. PRADO & ALBERDI
(1986) en A ZZAROLI (1992) asignan esta (1994) creen que deben ser adscritos a Equus
localidad al Pleistoceno superior. (Amerhippus) insulatus por los resultados del
Nivel tipo: Edad Mamífero Ensenadense. análisis multivariante y los caracteres morfoló-
Material estudiado: incluye el material es- gicos que presentan; el AD también confirmó
tudiado por B OULE & THEVENIN (1920) y esta determinación. La distribución estratigráfi-
MACFADDEN & AZZAROLI (1987) de Tarija ca de Equus (Amerhippus) insulatus, clásica-
(Bolivia) y el de Río Chiche (Ecuador) estu- mente considerado del Pleistoceno medio,
diado por HOFFSTETTER (1952). podría llegar hasta el Pleistoceno superior
Diagnosis: El cráneo de esta especie es más según algunos autores.
grande que el de Equus (Amerhippus) ALBERDI & FRASSINETTI (2000) estudian
andium, pero similar en su morfología gene- una serie de restos, bastante reducidos, de caba-
ral. Presenta flexión craneal prominente llos de Chacabuco, Taguatagua y Huimpil,
entre la cara y la caja craneana. La cresta todos del Pleistoceno superior de Chile, difíci-
nucal se extiende detrás de los cóndilos les de discernir entre Equus (Amerhippus) san -
occipitales. El meato auditivo externo esta taeelenae y Equus (Amerhippus) insulatus.
localizado cerca de la fosa glenoidea. La Presentan unos caracteres más próximos del
región preorbital es algo estrecha, pero primero y otros más cercanos al segundo.
menos excavada que en andium (Figura IX- Debido a la escasez de los restos, estos autores
8). La mandíbula es profunda y masiva. El los asignan a Equus (Amerhippus) sp. El único
dibujo de la superficie oclusal del diente es resto fósil de Los Vilos, un acetábulo de la pel-
de Equus (Amerhipuus) pero más grande en vis que indica la presencia de Equus, tampoco
talla. Los protoconos moderadamente alar- permite identificarlo a nivel específico, y
gados y las fosetas moderadamente plega- queda como cf. Equus (Amerhippus).
das. El ectofléxido es relativamente somero
en los premolares y relativamente profundo Equus (Amerhippus) neogeus LUND, 1840
en los molares. El tamaño del esqueleto es
intermedio entre Equus (Amerhippus) andium Sinonímias:
y Equus (Amerhippus) neogeus (Figura IX-9 ).
Discusión: los huesos de los miembros corres- 1840 Equus neogeus (no n e o g a e u s)
ponden a un caballo robusto con índice de LUND, p. 319. Indica la existen
gracilidad de los metápodos: MCIII= 18,16; cia de un metatarso, sin figurarlo.
MTIII=16,01. Equus (Amerhippus) insulatus, 1840 Equus OWEN, pp.108-109, figu-
de Tarija, tiene el cráneo similar en talla a rado Pl. XXXII Figs. 13 y 14.
Equus (Amerhippus) neogeus de la provincia 1845 Equus curvidens OWEN, p. 235,
de Buenos Aires; sin embargo, es diferente en figurado en 1840, PL. XXXII,
relación a la dolicocefalia y al rostro que es figs. 13 y 14.
relativamente alto y estrecho en este último. 1846 Equus neogaeus LUND, 1840,
PRADO & ALBERDI (1994) mediante análisis Tab. XLIX, fig.5.
multivariantes pudieron discriminarlo clara- 1946 Equus aff. caballus LUND, Tab.
mente de los otros grupos. Los escasos restos XLIX, fig. 4.
asignados por SPILLMANN (1938) y HOFFSTETTER
Capítulo IX Caballos fósiles de América del Sur 137

Figura IX-9. MTIII (a


1875 Equus argentinus BURMEISTER, la izquierda) y MCIII
pp. 55-56, pl. IV, fig. 6. (a la derecha) de
1880 Equus rectidens GERVAIS & Equus
(Amerhippus) insu -
AMEGHINO, pp. 92-93.
latus procedente de
1881 Equus lundii BOAS, pp. 307-319,
Tarija, Bolivia.
Tab. I, fig. 9; Tab. II, figs. 10 a
Ambos en vista
20, agrupados todos los equidi-
anterior, el MTIII
formes de la región de Lagoa Santa. depositados en el
1905 Equus haasei RECHE, pp. 225- Museo Nacional de
241, figurado Pl. XXII. Historia Natural de
1912 Equus neogaeus LUND 1840; La Paz, Bolivia
SEFVE pp. 138-143. (MNHN-001027); y el
1952 Equus (Amerhippus) neogaeus MCIII en el Instituto
LUND-SEFVE, en HOFFSTETTER, p. de Paleontología
236. del MNHN de Paris,
Francia (TAR-1176).
1981 Equus (Amerhippus) vandonii
SOUZA CUNHA, pp. 5-6, Pl. I, II y III.

1987 Equus (Amerhippus) curvidens


OWEN; MACFADDEN & AZZAROLI p.
331.
1992 Equus curvidens OWEN; AZZAROLI
p. 134, fig. 1b.
1992 Equus neogeus LUND; AZZAROLI, p.
134, como especie incierta.

Lectotipo: como el “tipo” no fue designado


formalmente, SOUZA CUNHA (1971) identifi-
có como “lectotipo” el MCIII derecho, núme-
ro 866, colectado en la «Gruta do Caballo»
(región de Lagoa Santa) por LUND y deposi-
tado en la colección L UND del Zoologische
Museum de Copenhague (Dinamarca) (Fi-
gura IX-10 ).
Distribución geográfica: los principales res-
tos provienen de la Región Pampeana,
Argentina y otros de la región de Lagoa Santa
(LUND 1840); Corumba (SOUZA CUNHA 1981);
Sao Raimundo Nonato, Piaui (GUERIN 1991);
Montes Claros y Francisco Sá de Araxa, Figura IX-10. Lectotipo de Equus (Amerhippus) neogeus
Estado de Minas Gerais (PAULA COUTO 1979); depositado en el Zoologische Museum de Copenhague,
Itapipoca en Ceará; Curimatãs en Paraíba, Dinamarca, con el número 866.
138 ALBERDI & PRADO Capítulo IX

Figura IX-11. Salado, Paso Otero, Arroyo Tapalqué, Mon-


MCIII, derecho e tehermoso, entre otros, en la provincia de
izquierdo, de Buenos Aires, y el material de las localida-
Equus des brasileñas.
(Amerhippus)
Diagnosis: Este es uno de los caballos más
neogeus de
grandes de América del Sur. El cráneo es
Quequén
grande con la región preorbital y el nasal
Salado – Indio
Rico, deposita-
alargados. Los huesos de los miembros son
dos en el grandes y fuertes y es la especie más grácil
Museo de La de Equus (Amerhippus). Datos sobre esta
Plata (MLP- especie se pueden ampliar en SEFVE (1912:
85.II.10.3a y 138-143).
MLP-63- Discusión. El análisis multivariante realizado
VI.10.17, res- por PRADO & ALBERDI (1994) separó esta
pectivamente). especie del resto y agrupó todos los ejemplares
de la provincia de Buenos Aires con los de las
localidades de Brasil (Figuras IX-3 y IX-4). El
índice de gracilidad es mayor (MCIII= 16,16;
MTIII= 12,33). SEFVE (1912) considera que es
muy difícil separar esta especie si no conside-
ramos sus dimensiones (Figura IX-11).
También explica que Equus neogeus es el más
grande y el más grácil de las especies en com-
paración con los otros Equus de América del
Sur. WINGE (1906) sinonimiza Equus neogeus
bajo Equus curvidens, pero PRADO & ALBERDI
consideran que Equus neogeus tiene prioridad
Figura IX-12. Cráneo de Equus (Amerhippus) neogeus (PRADO & ALBERDI 1994: 475).
procedente de Toca dos Ossos (Estado de Bahía) en Desde el punto de vista, de la momen-
vista ventral y depositado en las Colecciones de la clatura, LUND (1840) describió Equus neo -
Pontificia Universidad Católica de Minas Gerais gaeus a partir de un tercer metatarsal de
(CLM-6200/01-02-03). Lagoa Santa. Mas tarde, el mismo autor
(1846) describió nuevos restos de la misma
Pesqueira en Pernambuco, Ourolândia en localidad. Refirió dos molares a Equus neo -
Bahia y Corumbá en Mato Grosso do Sul (AL- gaeus, un molar a Equus principalis y el
BERDI et al. 2003), en Brasil (Figura IX-1). resto a Equus aff. caballus. GERVAIS (1855)
Distribución e s t r a t i g r á f i c a: Pleistoceno asignó parte de este material a Equus neo -
superior de la provincia de Buenos Aires y gaeus y otra parte a Equus devillei. En 1869,
Brasil. OWEN creó un nuevo género: Hippidion, en
Nivel tipo: Edad Mamífero Lujanense. el cual incluyó en 1870 Equus neogaeus,
Material estudiado: Incluye el material Equus principalis y Equus arcidens. BOAS
estudiado por SEFVE (1912) tanto de E. neo - (1881) consideró el metatarso descrito por
gaeus como de E. curvidens de Mercedes LUND (1840) como un metacarpo y nominó
(Luján), Ayacucho, Necochea, Río Quequén una nueva especie: Equus lundii, sobre este
Capítulo IX Caballos fósiles de América del Sur 139

Figura IX-14. Fragmento de cráneo de Equus (Amerhippus) neo -


geus procedente del Municipio de Confins, Lapa do Galinheiro,
región de Lagoa Santa (Minas Gerais), en vista lateral, y deposita-
do en el Museo de Historia Natural de la Universidad Federal de
Minas Gerais (P-70).

Los restos de Equus (Amerhippus) de las


localidades brasileñas han sido recientemen-
Figura IX-13. MTIII derecho de Equus te estudiados en detalle por A LBERDI et al.
(Amerhippus) neogeus procedente del Sitio
(2003). Ellos no clasifican la mayor parte de
Lage Grande (Estado de Pernambuco), en
los huesos largos por la dificultad que hay a
vista anterior y posterior, y depositado en el
veces de asignarlos a Equus (Amerhippus)
Museo Nacional de Rio de Janeiro (40-V).
neogeus o a Hippidion principale. Los res-
tos completos de huesos largos suelen ser
material y los molares referidos por L UND escasos y sólo había ejemplares enteros en
(1846) como Equus aff. caballus. WINGE la localidad de Toca dos Ossos, a excepción
(1906) consideró todos los restos de Lagoa de un húmero procedente de Lagoa Santa.
Santa como Equus curvidens. Más tarde, Estos autores indicaron la presencia de tres
SEFVE (1912) asignó a Equus neogaeus todo caballos en Brasil todos del Pleistoceno supe-
el material de Lagoa Santa y a Equus curvi - rior, pero sólo uno de Equus (Amerhippus):
dens el material de la Región Pampeana. En Equus (Amerhippus) neogeus, por su tama-
1971 SOUZA CUNHA resume muy bien estas ño grande y la morfología de sus caracteres
referencias y explica que sólo los dientes (Figura IX-12). De los restos procedentes de
referidos por L UND (1846) a Equus neo - las localidades brasileñas especificados en
gaeus y a Equus principalis, corresponden el capítulo IV de este libro, se pueden asig-
al género Hippidion, mientras el metacarpo nar sin duda a la especie Equus (Amerhippus)
y los otros dientes corresponden a Equus. neogeus los siguientes: diez 1FIII proceden-
OWEN (1840) mencionó y figuró un tes ocho de Lagoa Santa (Estado de Minas
caballo que más tarde (1845) nominó Equus Gerais) y dos de Toca dos Ossos (Estado de
curvidens. Teniendo en cuenta el Principio Bahia); dos astrágalos de Lagoa Santa; cua-
de Prioridad (I C Z N, 1985), PRADO & tro calcáneos: dos de Toca dos Ossos, uno de
ALBERDI (1994) consideraron que Equus Lagoa Santa y otro de Lage Grande,
neogeus (no neogaeus) debería tener priori- Alagoinha (Pesqueira); tres MCIII de Lagoa
dad sobre Equus curvidens. Santa, y tres MTIII de Lagoa Santa y Lage
140 ALBERDI & PRADO Capítulo IX

V-44, V-59, V-63, V-27, V-29, V-1457, V-


175, V-1, V-3, V-18, V-20, V-23, V-25, V-28,
V-35, V-1462, V-10, V-40, V-52, V-65, V-30
(HOFFSTETTER 1952, pp. 287-288).
Distribución geográfica: Las localidades
de La Carolina y Salinas Oil Fields, en la
Península de Santa Elena (Ecuador) (Figura
IX-1).
Distribución estratigráfica: Pleistoceno
superior. El material procede de la Forma-
14
Figura IX-15. Grande (Figura IX-13). Además, hay un crá- ción Pichilingue, datada por C en 26.000 ±
Cráneo de Equus neo en Toca dos Ossos, fragmentado en tres 100 BP (BALDOCK 1982).
(Amerhippus) neo - trozos, y un cráneo incompleto del Municipio Nivel tipo: Edad Mamífero Lujanense.
geus procedente de Confins, Lapa do Galinheiro, región de Material estudiado: El material estudiado
de Luján (provincia Lagoa Santa (Figura IX-14 ). Los autores
por S PILLMANN (1938) y por HOFFSTETTER
de Buenos Aires,
consideran, que el cráneo incompleto y la (1952) de los Museos de EPN (Quito) y
Argentina), en
mandíbula provenientes de Corumbá (Estado MNHN (Paris), respectivamente. También
vista lateral y
de Mato Grosso do Sul), que SOUZA CUNHA se estudiaron los restos de la Colección FRICK,
depositado en el
Museo de La Plata
(1981) asignó a Equus (Amerhippus) vando - depositados en el American Museum of Na-
(MLP-6.1). nii debe incluirse en Equus (Amerhippus) tural History (Nueva York).
neogeus, como sinonimia, debido a sus carac- Diagnosis: Mandíbula robusta similar a las
teres morfológicos y métricos (Figura IX- de las otras especies de Equus (Amerhippus)
15). y con una posición más posterior de el cani-
no. Los molares son proporcionalmente más
Equus (Amerhippus) santaeelenae anchos en relación a su longitud. En los
(SPILLMANN) 1938 dientes yugales superiores el esmalte está
más rizado que en Equus ( Amerhippus) an -
Sinonímia: dium mientras en los dientes yugales infe-
riores el rizo es más complejo. El esqueleto
1938 Neohippus santae-elenae SPILLMANN, postcraneal es más grande y más fuerte que
pp. 384-386, fig. 1D. en Equus (Amerhippus) andium, pero simi-
lar en morfología a pesar de que vivieron en
ambientes diferentes. El acortamiento de las
Neotipo: cráneo parcial de un macho adulto, longitudes del radio y de los metápodos son
depositado en el Museo de EPN, número V- también similares a los observados en Equus
3037, HOFFSTETTER (1952, fig. 85A). (Amerhippus) andium. Sin embargo, Equus
Cráneo dibujado y fotografiado por (Amerhippus) santaeelenae, tiene un esquele-
AZZAROLI (1992 p. 138, Text-Figs 1d y 2 to más ancho y más pesado. Para más deta-
corresponde a la pieza V-3037, no V-68). lles ver S PILLMANN (1938, pp. 384-386) y
Paratipo: V-68, V-187, V-176, V-69, V-242, HOFFSTETTER (1952, pp. 288-301).
V-191, V-102, V-215, V-216, V-224, V- Discusión: El fragmento de cráneo existente es
3795, V-1407, V-12, V-1404, V-1403, V- similar al de Equus (Amerhippus) neogeus, pero
1402 V-178, V-179, V-180, V-182, V-183 V- más pequeño (Figura IX-16). El protocono es
177, V-1461, V-5, V-6, V-1460, V-26 V-37, más largo, alargado en la parte distal, con una
Capítulo IX Caballos fósiles de América del Sur 141

cierta complicación del esmalte y la depresión


lingual muy marcada (HOFFSTETTER 1952, pp.
288-301). En el análisis discriminante sólo los
dientes inferiores están claramente separados
del resto de las formas (Figura IX-2). En el aná-
lisis de los huesos del postcraneal se observa
que MTIII, CA y AS son muy semejantes a
Equus (Amerhippus) insulatus, mientras que las
1FIII se superponen con las de Equus
(Amerhippus) neogeus (Figuras IX-3 y IX-4). Figura IX-16. Cráneo de Equus (Amerhippus) santaeelenae proce-
Esto indica proporciones diferentes en relación dente de La Carolina (Península Santa Elena, Ecuador), en vista
a las otras formas (Figura IX-17). Un rasgo lateral, y depositado en el Museo de la Escuela Politécnica
especial de esta especie es el índice de gracili- Nacional, Ecuador (V-3037). Neotipo de la especie.
dad que presenta diferentes modelos entre
MCIII (18,18) y MTIII (15,11). Por otra parte,
las similitudes entre Equus (Amerhippus) san -
taeelenae y Equus (Amerhippus) andium obser-
vadas por HOFFSTETTER (1952) no se detectan
en el análisis multivariante llevado a cabo por
PRADO & ALBERDI (1994) sobre MCIII, MTIII
y 1FIII, donde el material estudiado era más
abundante (Figuras IX-3 y IX-4).
Estos autores, consideran que Equus
(Amerhippus) santaeelenae comparte algu-
nos caracteres adaptativos en los huesos de
las extremidades con Equus (Amerhippus)
neogeus, pero difiere de el en la morfología
dental, especialmente en el protocono.
ALBERDI & FRASSINETTI (2000) estudian
escasos restos, de caballo de Chacabuco,
Taguatagua y Huimpil, todos del Pleistoceno
superior, difíciles de discernir entre Equus
(Amerhippus) santaeelenae y Equus (Ame -
rhippus) insulatus. Presentan unos caracteres
más próximos al primero y otros más cercanos
al segundo. Debido a la escasez de los restos
ellos los asignan a Equus (Amerhippus) sp. Así
mismo, la 1FIII de Chacabuco se situaba entre
los restos de E. (A) santaeelenae en el ACP,
mientras que en el análisis discriminante que- Figura IX-17. MTIII (a la izquierda) y MCIII (a la derecha)
daba emplazada entre los restos de Equus de Equus (Amerhippus) santaeelenae procedente de La
(Amerhippus) santaeelenae e Equus (Ame - Carolina (Península Santa Elena, Ecuador), en vista ante-
rhippus) insulatus. rior, y depositados en el Museo de la Escuela Politécnica
Nacional, Ecuador (V-31 y V-38, respectivamente).
142 ALBERDI & PRADO Capítulo IX

77, Láminas I y II). Depositado en el MCLU,


sin numerar, Bogotá.
Distribución geográfica: Cerrogordo
(PORTA 1960) y Tibitó (C ORREAL URREGO
1981), Colombia (Figura IX-1).
Distribución estratigráfica: Pleistoceno
superior. PORTA (1960) correlaciona la loca-
lidad de Cerrogordo con las del Puniense de
Figura IX-18. Cráneo de Equus (Amerhippus)
Ecuador (sensu HOFFSTETTER 1952). El sitio
lasallei procedente de Cerrogordo, sabana de
de Tibitó fue datado por 14C en 11.740 años
Bogotá, Colombia, en vista dorsal, y deposi-
tado en el Museo de las Escuelas
AP (CORREAL URREGO 1982).
Cristianas de Bogotá. Nivel tipo: Edad Mamífero Lujanense.
Material estudiado: Un cráneo completo
recuperado por el Hno. DANIEL (PORTA
1960) y unos pocos restos de Ti b i t ó
(CORREAL URREGO 1981), depositados en
los Museos de MCLU y NUB (Colombia),
respectivamente.
Diagnosis: Cráneo alto y largo, con un dias-
tema largo y el rostro relativamente más grá-
cil. Los lóbulos anteriores de los cóndilos
occipitales están unidos. Los dientes supe-
riores yugales contienen fosetas ampliamen-
te desarrolladas y con las líneas del esmalte
rizadas que dan un modelo complejo. Los
dientes inferiores yugales son más anchos
que los de las otras formas. Para más deta-
Figura IX-19. Serie superior izquierda de Equus (Amerhippus)
lles ver PORTA (1960, pp. 253-255).
lasallei procedente de Cerrogordo, sabana de Bogotá,
Colombia, en vista oclusal. Modificado de PORTA (1960).
Discusión: El cráneo de Equus (Amerhip -
pus) lasallei es el más grande de los caballos
Equus (Amerhippus) lasallei DANIEL, 1948 de América del Sur (Figura IX-18). La pre-
sencia de los lóbulos anteriores de los cón-
Sinonímias: dilos occipitales unidos se observa también
en el cráneo descrito por R ECHE (1905)
1948 Equus lasallei DANIEL, pp. 278- como Equus haasei. Ambos cráneos pertene-
279, fig. 66. cen a animales viejos. PRADO & ALBERDI
(1994) observan que esta unión de los cón-
1960 Equus (Amerhippus) lasallei dilos occipitales es un carácter variable en
DANIEL; PORTA, p. 53, Figs. 3 a 8, algunos équidos, y por ello piensan que es
Pl. I y II. posible que pueda estar relacionado con la
edad del animal. Desafortunadamente, sólo
Holotipo: Cráneo de un animal viejo de se conoce este cráneo de esta especie, que
Cerrogordo, Colombia (DANIEL, 1948). Re- corresponde a un macho, y se carece de los
descrito y figurado por PORTA (1960 pp. 53- huesos de los miembros. El análisis multiva-
Capítulo IX Caballos fósiles de América del Sur 143

riante, que sólo se pudo hacer sobre la denti- ta tendencia a reducir la talla con la altitud
ción, indica que las anchuras de los dientes cuya máxima expresión está representada en
yugales inferiores son las que más discrimi- Equus (Amerhippus) andium.
nan y es el carácter que más contribuye al — el registro más antiguo es Equus
segundo componente (Figura IX-19 y IX-2). (Amerhippus) insulatus, del Pleistoceno
Ellos creen que esta especie se puede consi- medio de Tarija (Bolivia). Las otras especies
derar válida a partir de la morfología del proceden del Pleistoceno superior de dife-
cráneo y la dentición. Esta morfología es rentes localidades de Brasil, Colombia, E-
similar a la de Equus (Amerhippus) neogeus cuador y Argentina. La distribución más
pero de talla más grande. Hallazgos futuros austral corresponde a Equus (Amerhippus)
de restos del postcraneal nos podrían permi- neogeus en la Región Pampeana.
tir una mejor definición de esta especie. — la familia Equidae se considera clásica-
mente como un buen marcador biostratigrá-
fico y paleoecológico basado sobre su
Conclusiones amplio registro en el Hemisferio norte. Los
équidos de América del Sur reflejan el últi-
Los resultados del estudio morfológico de mo escalón de esta línea evolutiva en un
los cráneos son coherentes con los análisis corto periodo de tiempo (Plioceno/Pleis-
multivariantes de las extremidades realiza- toceno). No obstante, los caracteres adapta-
dos por PRADO & ALBERDI (1994). Ellos con- tivos de las especies de Equus (Amerhippus)
cluyen que: a diferentes hábitats pueden estar correlacio-
— Equus (Amerhippus) HOFFSTETTER (1950) nados con las diferencias en sus extremida-
llegó a América del Sur procedente de des, principalmente en la superficie articular
América del Norte con posterioridad del Gran distal como se observa en otras especies de
Intercambio Biótico Americano. Este subgé- Equus (GROMOVA 1949; EISENMANN 1979a,
nero se registró en América del Sur desde el 1979c, 1984; EISENMANN & KARCHOUD
Pleistoceno medio hasta el límite Pleisto- 1982; EISENMANN & GUÉRIN 1984). Los me-
ceno superior - Holoceno. tápodos de Equus, en general, varían en
— ellos reconocen cinco especies válidas de relación al tipo de suelo, longitudes más lar-
Equus (Amerhippus): Equus (Amerhippus) gas en suelos duros y anchuras o dimensio-
andium BRANCO 1883, ex WAGNER (1860); nes transversales mayores en suelos blan-
Equus (Amerhippus) insulatus AMEGHINO dos, aunque sin ninguna relación directa entre
1904; Equus (Amerhippus) neogeus LUND estas dimensiones. DUERST (1926) considera
1840; Equus(Amerhippus) santaeelenae que el grado de gracilidad del esqueleto está
(SPILLMANN 1938) y Equus (Amerhippus) relacionado con las condiciones del medio.
lasallei DANIEL 1948. Ellos sinonimizan Equus Por ejemplo, él considera que la robustez
curvidens OWEN 1845 y Equus haasei RECHE (metápodos cortos y anchos) está relaciona-
1905 en Equus (Amerh i p p u s) neogeus; y da con un clima húmedo y frío y con un
Equus martinei (SPILLMANN 1938) en Equus medio arbolado, mientras a la inversa, la
(Amerh i p p u s) insulatus. gracilidad (metápodos largos y estrechos)
— la distribución geográfica de estas espe- estaría relacionada con un clima cálido y
cies es clara, sin solapamiento geográfico, seco y un ambiente abierto. Por otra parte,
desde Colombia en el Norte hasta la provin- GROMOVA (1949) estableció una correlación
cia de Buenos Aires en el Sur. Hay una cier- entre las anchuras de las terceras falanges
144 ALBERDI & PRADO Capítulo IX

del tercer dedo y las características del general, se observa una estructura similar en
suelo; las más anchas estarían relacionadas ambos géneros Hippidion y Equus que
con suelos blandos y las más estrechas con puede indicar una convergencia adaptativa
suelos duros. Este modelo está basado en la al medio. ALBERDI et al. (1995a) analizaron
ecología de los caballos actuales. En Amé- la relación entre la talla del cuerpo y el peso
rica del Sur, el género Equus (Amerhippus) de los Equini en los distintos continentes
es morfológicamente conservador y presen- (ver capítulo XI de este libro).
ta importantes diferencias en talla y gracili- — PRADO & ALBERDI (1994) mantienen la
dad de la parte distal de las extremidades, validez del nombre Equus (Amerhippus)
relacionadas con las condiciones del medio. lasallei para los ejemplares de Cerrogordo
Equus (Amerhippus) neogeus y Equus (Colombia) a la espera de que adicionales
(Amerhippus) santaeelenae, de regiones de hallazgos de restos del esqueleto postcrane-
llanura, son las de talla más grandes; el pri- al permitan una revisión detallada.
mero es más grácil y procede de llanuras — los restos de equidiformes en Brasil
abiertas; el segundo, más fuerte, procede de revisados por ALBERDI et al. (2003) indican
un área restringida con suelos más arenosos que todos ellos deben ser asignados a Equus
(más blandos). Equus (Amerhippus) insula - (Amerhippus) neogeus. Estos se encuentran
tus y Equus (Amerhippus) andium son for- en simpatría con Hippidion principale e
mas intermedias con los metápodos laterales Hipparion devillei, en la localidad de Toca
segundo y cuarto más grandes y más fuertes, dos Ossos. En las localidades de Lagoa
y con metápodos comparativamente más Santa está asociado a Hippidion principale.
cortos que las formas de llanura. Esto es más — en Chile la revisión de los escasos restos
acusado en la última especie. Estos autores de caballo (ALBERDI & FRASSINETTI 2000)
consideran este carácter como adaptación a indican la presencia de Equus (Amerhippus)
un hábitat de montaña con suelo duro y andium en Valle de Elqui y Calera (Lo
relieve escarpado de la misma manera que Aguirre); Equus (Amerhippus) sp. en Chaca-
lo que se observa en las especies de Hip - buco, Taguatagua, Huimpil y Los Vilos; y cf.
pidion de pequeña talla de Patagonia. En Equus (Amerhippus) sp. en Conchalí y Colina.
Capítulo X Caballos fósiles de América del Sur 145
Capítulo X Caballos fósiles de América del Sur 147

PRINCIPALES ADAPTACIONES EN LA misferio norte. Su progresiva adaptación a la


EVOLUCIÓN DE LOS ÉQUIDOS CENOZOICOS vida en praderas y sabanas y su tendencia a PALEOECOLOGÍA,
formar grandes manadas, han contribuido a
DIETAS Y
D OS aspectos esenciales para compren-
der la biología de los équidos es anali-
zar sus adaptaciones a la locomoción y sus
conformar un registro muy completo, funda-
mentalmente en América del Norte, donde
existe un gran desarrollo de los ambientes
LOCOMOCIÓN

hábitos alimentarios. Los équidos son consi- propicios para estas formas.
derados excelentes indicadores paleoam- Los équidos fueron considerados como
bientales. En gran medida esto se debe a la un ejemplo de evolución ortogenética (o
notable documentación que se tiene sobre su evolución en línea recta) relacionada con el
evolución y radiación adaptativa en el he- desarrollo de extensas planicies en América
del Norte. Se afirmaba que estos animales
habían evolucionado desde formas muy
pequeñas de cinco dedos, cráneo pequeño y
primitivo, y dientes de corona baja (braquio-
dontos), como Hyracotherium del Eoceno,

Figura X-2.
Evolución de
la morfología
de la superfi-
cie oclusal de
la familia
Equidae
desde
Hyracotheriu
m hasta
Miohippus.
Modificado de
Figura X-1. Evolución de la altura de la coro- SIMPSON
na de los dientes yugales superiores (hipso- (1951).
doncia) en Equidae. Desde Merychippus
(Protohippus) hasta Equus. Modificado de
SIMPSON (1951).
148 ALBERDI & PRADO Capítulo X

pondía a un patrón general, se dio a través de


Ortogénesis
cambios progresivos que involucraron ramas
laterales, y formas que en algunos caracteres
El registro fósil es una herramienta útil para conocer los patrones de presentaban rasgos evolucionados en tanto
cambio evolutivo a través del tiempo, es decir, nos permite recons- que en otros eran primitivos.
truir con detalle la evolución de un grupo taxonómico de rango En los comienzos de su historia los équi-
superior a nivel de especies. Además gracias a ese conocimiento dos presentaron un desarrollo progresivo,
detallado que existió de la evolución de algunos grupos, se pudo donde aumentó la talla de pequeña a media-
rechazar la idea tan ampliamente difundida a principios del siglo na, se alargaron las extremidades, se perdie-
XIX sobre la ortogénesis de la evolución. Es decir, aquellos cambios ron los dedos primero y quinto de la mano,
morfológicos en las especies a través del tiempo que son el resulta- el dedo central se desarrolló más que los
do de impulsos internos o predestinados y no el resultado de la laterales, aunque todos los dedos eran fun-
selección natural u otros factores externos. A veces, la brevedad con cionales, el último premolar se hizó molari-
que se presentan algunos de los ejemplos clásicos de evolución en forme y todos los dientes yugales desarro-
los libros de texto corre el riesgo de transmitir una idea de direccio- llaron una cresta en forma de medialuna.
nalidad en la evolución de los organismos. Esta secuencia que se puede visualizar en
Hyracotherium (Eoceno inferior), Orohippus
hasta las formas actuales de largas extremi- (Eoceno medio), Epihippus (Eoceno superior),
dades, monodáctilas, con cráneo más grande Mesohippus (Oligoceno inferior) y Miohippus
y evolucionado, y dientes de corona alta (Oligoceno medio y superior), sitúa a los équi-
(hipsodontos), como Equus (Figura X-1). dos primitivos como buenos ramoneadores,
Hoy se sabe que esta evolución si bien res- (Figura X-2)

Figura X-3.
Distribución geo-
gráfica de los
representantes de
la familia Equidae,
actuales y fósiles,
en el mundo.
Modificado de
SIMPSON (1951).
Capítulo X Caballos fósiles de América del Sur 149

Figura X-4. Tipos


de cabezas de las
distintas formas
actuales de
Equus. A: caballo
doméstico Equus
caballus
caballus; B:
Equus ferus prze -
walskii; C: ona-
ger o asno salva-
je Equus hemio -
nus; D: auténtico
asno Equus asi -
nus. Entre las
cebras: E: Equus
burchelli; F:
Equus zebra; G:
Equus grevyi.
Modificada de
SIMPSON (1951).

Una rama lateral, los Anchitheriinae, del llegó a Eurasia y África y otro por Pliohip -
grupo de Mesohippus y Mioh i p p u s, emigró a pus restringido a América del Norte y
Eurasia en el Mioceno donde evolucionaron Central. Estas son formas típicamente pasta-
hacia formas de talla media y r a m o n e a d o r a doras y mejor adaptadas a ambientes abiertos.
que habitaban ambientes boscosos. El género Equus aparece en América del
Por otra parte, durante el Mioceno infe- Norte en el Plioceno superior y se expande
rior en América del Norte, comenzaron a rápidamente por todos los continentes (ex-
surgir formas de transición entre las adapta- cepto Australia). El primer caballo america-
das a ambientes de bosque y de llanura, tal no, E. simplicidens, y algunas formas pre-
es el caso de Parahippus. El tronco principal sentes en el Pleistoceno de Europa exhiben
de la evolución de los caballos continuó rasgos característicos de las cebras, hoy con-
durante el Mioceno vía Merychippus, del finadas en África. Otros tipos de caballos,
tamaño de un pequeño poni, género ya asignados al género Equus, son los asnos
incluido en la Subfamilia Equinae. En estas (Equus asinus), que aún se pueden encontrar
formas, los dedos laterales estaban tan redu- salvajes en algunas regiones tropicales, y los
cidos que eran de poca utilidad y el animal verdaderos caballos de los cuales aún per-
caminaba sobre el tercer dedo, cuyo extremo sisten algunas poblaciones salvajes en Asia
estaba guarnecido por una pezuña redonde- Central (Equus przewalskii przewalskii de
ada. Al final del Mioceno, se originan dos Mongolia; las poblaciones de onagro, Equus
grupos descendientes de Merychipp u s, uno hemionus onager, y de tarpan, Equus gmeli -
representado por el género Hipparion, que ni, especies en peligro de extinción) (Figura
150 ALBERDI & PRADO Capítulo X

entre 20 y 10 millones de años atrás). En los


Especies actuales de équidos: primeros 2 millones de años de este lapso
temporal la diversidad de los équidos en
Las especies actuales de caballos según las describe SIMPSON América del Norte paso de 5 géneros a 13.
(1951) estarían representadas por el caballo doméstico: Esta alta diversidad se mantiene hasta el
Equus caballus caballus cuyo origen plantea discusiones, sin final del Mioceno. Clásicamente este proce-
embargo los caracteres biológicos y genéticos indican un so de diversificación ha sido asociado al desarro-
relación más estrecha con Equus przewalskii. Los caballos llo de la hipsodoncia. Esto es, que los caba-
domésticos no se consideran entre las especies vivientes de llos que se registran con anterioridad a este
caballo ya que no representan una entidad equiparable a las momento se caracterizaban por tener los
formas salvajes. El caballo salvaje asiático: Equus ferus prze - molares y premolares de corona baja (bra-
walskii hoy se encuentra restringido a pequeños enclaves en quiodontos). En tanto que las nuevas formas
las estepas asiáticas y en Europa del este (N OBIS 1971). La desarrollan dientes de corona alta (hipso-
discusión sobre la nomenclatura de Equus caballus basada en dontos) y en la mayoría de los casos ya son
la descripción de caballos domésticos se ha resuelto dejando tridáctilas o monodáctilas. Estos cambios en
la denominación Equus ferus solo para este grupo (GENTRY et la morfología de las extremidades y en los
al. 1996); el onager salvaje también llamado asno salvaje: dientes yugales han sido interpretados como
Equus hemionus, es el más pequeño de los hemionus, rápido un proceso coevolutivo en respuesta a la
y habituado a los terrenos secos se encuentra en Irán, expansión de los ambientes de sabana du-
Afganistán y Pakistán; el verdadero asno: Equus asinus de rante el Mioceno.
talla variable, soporta mal el frío y bien el calor y la sequía Como regla general, los ecólogos aso-
presentando una particular adaptación a los terrenos desérti- cian en la actualidad a los herbívoros con
cos. Entre las cebras están: la cebra de Burchell: Equus quag - dientes de corona baja con formas ramonea-
ga burchelli, hoy desaparecida procede del Estado asiático de doras (por ejemplo cérvidos) y a los que
Orange; la cebra de montaña: Equus zebra, es la más peque- poseen coronas altas con formas pastadoras
ña de las cebras y suele ser abundante en el sudeste africano (por ejemplos los caballos).
donde está protegida, y sólo quedan algunos ejemplares sal- MACFADDEN (1994) ha contrastado esta
vajes en la región del Cabo; y la cebra de Grévy: Equus grev - hipótesis utilizando métodos geoquímicos
yi, esta es la cebra más grande y vive en grupos en las zonas basados en isótopos estables. Un gran núme-
de Etiopía, en Somalia y en el norte de Kenya (Figura X-4). ro de estudios previos han demostrado que
la relación de los isótopos del carbono del
esmalte y los huesos pueden ser utilizados
X-3). Resulta extraño que al final del Pleis- para obtener información sobre la dieta de
toceno se extinguiera este grupo en América los herbívoros fósiles (D E NIRO & EPSTEIN
del Norte, donde tuvo lugar su gran desarro- 1978; VOGEL 1978; SULLIVAN & KRUEGER 1981;
llo evolutivo a lo largo de todo el Terciario y LEE-THORP et al. 1989, 1994; KOCH et al.
sólo unas pocas migraciones ocasionales alcan- 1990, 1994; Q UADE et al. 1992; C ERLING
zaron Eurasia. 1997; SÁNCHEZ et al. 2004). Esta relación de
Como ya hemos visto, hay muchos ejem- los isótopos del carbono se vincula con los
plos de adaptaciones en el registro de los distintos tipos de plantas de las que se ali-
équidos, pero ninguna es tan significativa mentan los herbívoros. Estas plantas terres-
como el proceso de especiación y diversifi- tres se las puede agrupar según el tipo de vía
cación que tuvo lugar en el Mioceno medio fotosintética que realicen sus células en tres
de América del Norte (aproximadamente tipos: (1) plantas C3 que son los árboles,
Capítulo X Caballos fósiles de América del Sur 151

arbustos, matorrales y los pastos de altas


Coevolución
latitudes y de zonas elevadas por encima de
los 3000 metros. Representan el 85% de la
biomasa terrestre y son las que utilizan ciclo La coevolución es el fenómeno que tiene lugar cuando las
de C ALVIN en su fotosíntesis; (2) plantas C4 interacciones directas o indirectas entre dos o más unidades
son los pastos tropicales y subtropicales. que evolucionan producen una respuesta evolutiva en cada
Estas plantas representan en la actualidad el una. Según la definió JANZEN (1980) “el cambio evolutivo es
10% de la biomasa terrestres y son las que una característica de los individuos de una población en res-
utilizan el ciclo de HATCH-SLACK. (3) un ter- puesta a otra característica de los individuos de una segunda
cer tipo denominado CAM (metabolismo población, seguido de una respuesta evolutiva en la segunda
ácido de las crasuláceas), que es muy raro en población al cambio producido en la primera”. La coevolu-
los ecosistemas terrestres y sólo lo realizan ción es un fenómeno de amplio espectro que comprende la
las plantas suculentas. Los estudios de fisio- mayor parte de la evolución. Los múltiples aspectos de la
logía vegetal indican que el ciclo de CALVIN coevolución son mucho más amplios de lo que usualmente se
o C3 es primitivo y está más ampliam e n t e piensa y la coevolución se da en general como resultado de la
repartido. Las evidencias fósiles señalan que interacción a diferentes niveles, como son el tiempo, el
existe desde el Fanerozoico en los ecosiste- medio y el espacio. La coevolución se considera uno de los
mas terrestres y desde el Precámbrico en los principales procesos responsable de la diversidad biótica
ambientes marinos. Por el contrario, la foto- existente. THOMPSON (1999) cree que muchos de los momen-
síntesis con el ciclo C4 es de evolución tos más importantes de la historia de la vida se deben a fenó-
reciente y es interpretada como una adapta- menos coevolutivos. SOLER (2002) muestra varios ejemplos
ción a hábitats abiertos, con alta estacionali- de coevolución: el origen de las células eucarióticas a través
dad, aridez y una reducción del CO2 atmos- de la coevolución con organismos simbióticos que dieron
férico. lugar a las mitocondrias; el origen de las plantas a través de
La hipótesis formulada por MACFADDEN la simbiosis que dio lugar a los cloroplastos; etc. El conoci-
asume que si el cambio en la altura de las miento de los fenómenos coevolutivos permite tener una
coronas dentarias ocurrido en los caballos comprensión mucho más profunda de diversos procesos de
del Mioceno respondió a un cambio adapta- interés humano, y actuar en consecuencia como por ejemplo
tivo entre formas ramoneadoras de plantas en lo referente a la conservación de la biodiversidad.
C3 hacia formas pastadoras de plantas C4,
13
esto se detectaría en la proporción de δ C zaba a declinar. La hipótesis más plausible es
del esmalte dentario. Los resultados fueron que los pastos y los herbívoros hypsodontos
diferentes de la presunción original. El rápi- coevolucionaron previamente a la expansión
do crecimiento de la altura de la corona den- de los pastos C4 más evolucionados.
taria que se registra entre 20 y 15 millones Resultados similares se obtuvieron para
de años atrás en los caballos de América del el registro de América del Sur. En efecto la
Norte, no se corresponde con la dieta ya que fauna de mamíferos del Cenozoico medio en
los análisis isotópicos del esmalte dentario América del Sur contiene una gran diversi-
indican una predominancia de plantas C3 en dad de herbívoros con dientes yugales de
la dieta que se mantiene hasta el Mioceno corona alta (por ejemplo especies de Noto-
superior. Los ecosistemas avanzados de pas- ungulados, Litopterna, Astrapotheria y Pyro-
tizales C4 comienzan a aparecer hace alrede- theria). Lo notable es que en este continente
dor de 7 a 8 millones de años, en un momen- la aparición de la hypsodoncia es temprana
to donde la diversidad de los caballos comen- en comparación con el hemisferio norte
152 ALBERDI & PRADO Capítulo X

(PATTERSON & PASCUAL 1972; SIMPSO


Fraccionamiento isotópico Por ejemplo, muchos de los herbív
gistrados en el Deseadense de P
La mayor parte de los elementos químicos naturales están (Oligoceno medio, entre 29 y 25 mi
constituidos por un conjunto de isótopos, es decir, átomos años atrás) poseen dientes de cor
cuyos núcleos tienen el mismo número de protones pero un (hypsodontos o subhypsodontos), es
número distinto de neutrones. Los isótopos del mismo ele- millones de años antes de los registr
mento tienen un comportamiento químico prácticamente primeros équidos hypsodontos en e
idéntico, por eso ocupan el mismo lugar en la tabla periódi- ferio norte. Una de las posibles ex
ca de M ENDELEIEV. De todas formas esto no implica que en nes para esta aparición precoz de l
todos los procesos químicos los isótopos de un elemento se doncia la dio STEBBINS (1981), quie
comporten exactamente de la misma manera. La separación que los pastizales habrían surgido
de los isótopos de un mismo elemento es sólo posible gracias mente en América del Sur y luego s
a determinados procedimientos físicos y físico-químicos en dieron a los demás continentes. Si
los que se utiliza la diferencia de masa. Las composiciones hay una evidencia paleontológica
que confirme esta hipótesis. Es evid
isotópicas de los elementos que tienen bajo número atómico
los mamíferos herbívoros han coevo
son también variables porque sus isótopos sufren un fraccio-
do con los pastos desarrollando la
namiento a lo largo de ciertos procesos químicos y físicos que
doncia. Y este es un fenómeno inde
ocurren en la naturaleza. El fraccionamiento isotópico es con-
te de la aparición de los pastos C4,
secuencia de que ciertas propiedades termodinámicas de las
rre, con posterioridad, en torno a
moléculas dependen de las masas de los átomos de las cuales
Mioceno-Plioceno de forma global. E
están compuestas.
mación fue recientemente corrobor
Las vías fotosintéticas denominadas del C3 y C4 fraccionan diante análisis de isótopos (MACFA
los isótopos del carbono en diferentes grados; las plantas C3 al. 1996).
y C4 tienen valores de δ13C que varían desde –22‰ hasta
–30‰, y desde –10‰ hasta –14‰ respectivamente (SMITH
& EPSTEIN 1971; EHLERINGER et al. 1986, 1991; CERLING et ADAPTACIONES DE LAS ESPECIES EN
al. 1993). La diferencia de la relación de abundancia en un AMÉRICA DEL SUR
compuesto natural se mide respecto a la misma relación en
un estándar asignado (PDB), indicado con la letra δ y defini- Las formas de équidos que lle
13 13 12 13 12
do como: δ C (en ‰) = [( C/ C)muestra/( C/ C)estandar América del Sur representan el últi
–1] X 1000). Todos los laboratorios utilizan estándares de evolutivo de este grupo. Son toda
trabajo como medio para medir las proporciones relativas de monodáctilas que se registran en un
los isótopos en el espectrómetro de masas. Para el carbono el lo temporal bastante corto en com
más utilizado es el PDB (está constituido por el rostro calcá- con el registro del Hemisferio N
reo de Belemnitella americana de la formación Pee-Dee del obstante, es posible inferir en funci
Cretácico de Carolina del Sur). En consecuencia la composi- morfología y el comportamiento
ción del isótopo del carbono del esmalte de los dientes refle- observa en las formas actuales, cier
ja la composición en la dieta de los mamíferos herbívoros taciones a ambientes particulares en
con respecto a las platas C3/C4. Cuando los mamíferos se ali- do. Si bien ambos géneros, llegaron
mentan de estas plantas se produce un enriquecimiento en pos sucesivos, Hippidion se registró
13 del Plioceno superior en tanto qu
sus tejidos esqueléticos de δ C del orden de 12 a 15‰.
(A m e rh i p p u s) apareció en el Ple
Capítulo X Caballos fósiles de América del Sur 153

1980).
oros re-
tagonia
ones de
na alta
o es 10
s de los
hemis-
licacio-
hypso-
sugirió
previa-
expan- Figura X-6. Comparación de las inserciones del trigo -
bien no nium falangis en las 1FIII de Equus (Amerhippus): a la
directa izquierda, 1FIII de Equus (Amerhippus) neogeus de
nte que Toca dos Ossos (MCL-6131, Estado de Bahia, Brasil),
uciona- Figura X-5. 1FIII de Equus (Amerhippus) neo - en vista posterior; a la derecha, 1FIII de Equus
hypso- geus de Toca dos Ossos (MCL-6131, Estado (Amerhippus) insulatus de Tarija (P14256, Bolivia),
de Bahia, Brasil), en vista posterior con el tri - en vista posterior.
endien-
gonium falangis triangular.
ue ocu-
límite en la parte distal de las extremidades (metá-
sta afir- medio, los dos produjeron tipos ecológicos podos y falanges). En general estas formas
da me- similares, tal vez como consecuencia de una presentan los metápodos de los dedos segun-
DDEN et plasticidad genotípica común. En ambos do y cuarto soldados al metápodo del tercer
géneros podemos encontrar dos tipos de dedo y con un grado de reducción de los
caballos, unos pequeños, que aparecen en mismos menor. Dicha morfología guarda
ambientes de altura o en altas latitudes (por una estrecha relación con el tipo de hábitat
ejemplo Equus (A m e rh i p p u s) andium en particular de cada especie. En efecto, si se
zonas de cordillera en Ecuador, e Hippidion analizan las formas de Equus actuales y
saldiasi en las cuevas de la Patagonia extra- fósiles de Eurasia se comprueba que existe
aron a andina de Chile y Argentina) y formas más una cierta correlación entre la longitud de
o jalón grandes registradas en sitios de llanuras, los metápodos, la gracilidad de los mismos
formas como por ejemplo Equus (Amerhippus) san - y el diámetro transversal de las terceras
nterva- taeelenae en las llanuras costeras de la falanges con el tipo de hábitat, si bien estas
aración Península de Santa Elena en Ecuador. características no necesariamente están vin-
rte. No En general las especies de Hippidion son culadas entre sí (EISENMANN 1984; EISENMANN
n de su más robustas y presentan una adaptación a & GUERIN 1984). Estos autores señalaron
que se las llanuras abiertas menos clara que en las que las especies con la porción distal de los
s adap- especies de Equus (Amerhippus). Las extre- miembros larga (i.e. Equus kiang, Equus
el pasa- midades de Hippidion son en comparación przewalskii, Equus hemionus) serían formas
n tiem- con las de Equus (Amerhippus) más cortas más corredoras y asociadas a paisajes abier-
a partir en longitud y con un cierto ensanchamiento tos, en tanto que las de extremidades dista-
Equus transversal, que les da un aspecto más corpu- les relativamente más cortas estarían asocia-
stoceno lento. Este acortamiento está más acusado das a bosques. Por otra parte un carácter
154 ALBERDI & PRADO Capítulo X

Figura X-7.
Comparación de
la dentición
yugal superior e
inferior de Equus
(Amerhippus) e
Hippidion. De
arriba abajo: P2-
M3 de Equus
(Amerhippus);P3
-M3 de
Hippidion; p2-m3
de Equus
(Amerhippus); y
p2-m3 de
Hippidion.
La escala repre-
senta 2 cm.

comúnmente relacionado con el hábitat es el tipo de suelo y clima que habitaron. Entre
grado de gracilidad o robustez del esqueleto. las especies de Hippidion se registra una
DUERST (1926) considera que la robustez forma muy pequeña, Hippidion saldiasi, que
estaría relacionada de manera compleja con presenta un acortamiento acusado de la por-
un clima frío y húmedo, mientras que la gra- ción distal de las extremidades. Este acorta-
cilidad se presentaría en especies que habi- miento es mayor en los metápodos y va
taron en clima cálido y seco. Por otra parte, acompañado de un notable ensanchamiento
GROMOVA (1949) relaciona la anchura de las de sus epífisis, sobre todo la distal. Los me-
terceras falanges con la calidad del suelo. tápodos laterales reducidos, que sobrepasan
Así a un suelo blando, ya sea fangoso, are- las 3/4 partes de la longitud, del dedo cen-
noso o cubierto de musgo o nieve, le corres- tral, se ubican en posición más lateral. Esto
pondería un diámetro transverso mayor, en indicaría una adaptación a un clima frío y
tanto que las más angostas sugerirían un húmedo, con un paisaje más boscoso.
relieve duro y escarpado. En c o n s e c u e n c i a , Por otra parte, un carácter primitivo y
si esto lo aplicamos a las especies de América que denota dos estados sucesivos en la adap-
del Sur, observamos que es posible estable- tación a un tipo de vida cursorial es la
cer una cierta asociación entre la morfología impronta de la inserción posterior del trigo -
de la parte distal de las extremidades y el nium falangis en la primera falange del ter-
Capítulo X Caballos fósiles de América del Sur 155

cer dedo (Figura X-5). En Hippidion ésta se


realiza sobre dos tuberosidades acusadas,
que no suelen sobrepasar el nivel medio de la
diáfisis (ver Figura VIII-19). En Equus
(Amerhippus) se observa una tuberosidad
única, en forma de “V” no muy sobresalien-
te, que sobrepasa ampliamente la parte
media de la diáfisis y cubre casi la totalidad
de la cara posterior de la primera falange
(AL-BERDI et al. 2001a). Esta faceta de inser-
ción seguramente sea equiparable al resulta-
do de la fusión de las dos tuberosidades exis-
tentes en Hippidion. Un dato significativo es
que las especies de Equus (Amerh i p p u s) que
no se registran en zonas de llanura, presentan
esta inserción con la misma morfología gene-
ral, pero con una cresta central que podría
indicar una inserción doble (Figura X-6). En
consecuencia, esto indicaría que en líneas
generales Equus (Amerhippus) es comparati-
vamente más cursorial que Hippidion. Entre
estos últimos, Hippidion devillei es una
forma más grácil en comparación con
Hippidion principale si bien, en general,
todos los representantes de este género se
caracterizan por su robustez. Asimismo, otro Figura X-8. Comparación de los cráneos de Equus (Amerhippus)
carácter adaptativo distintivo entre ambas e Hippidion. La escala representa 4cm.
especies es la inserción posterior del trigo -
nium falangis, que es más central en Hippi - Otro carácter que permite inferir diferen-
dion principale. Estas dos especies se regis- cias entre Equus (Amerhippus) e Hippidion
tran en la provincia de Buenos Aires y en a nivel de sus adaptaciones a diferentes ambien-
Tarija. Ambas poblaciones, presentan peque- tes es la morfología de la región naso-maxi-
ñas diferencias en cuanto a su gracilidad que lar. En Hippidion esta región es más estre-
seguramente respondan a variaciones en las cha, con fosas preorbitales en distinto grado
condiciones climático ambientales. de desarrollo según las poblaciones y una
Un dato notable que diferencia a Equus hendidura nasal retraída posteriormente, con
(Amerhippus) de Hippidion, a parte de su mor- escaso o nulo desarrollo de cornetes nasales
fología dentaria general muy distinta –evolucio- que indicaría una adaptación a ambientes
nada en el primero y primitiva en el segundo: de más cerrados, tipo parque o estepas arbóre-
tipo pliohippina-, es el diseño de los pliegues de as (Figura X-8)
esmalte en Hippidion que son más simples y los En lo que respecta a las especies de Equus
dientes conservan un cierto grado de braquio- (Amerhippus) se pueden observar ciertas dife-
doncia, que denota una adaptación a una dieta rencias, tanto en la gracilidad, como en la lon-
con poco material silicio (Figura X-7). gitud y posición de los metápodos laterales
156 ALBERDI & PRADO Capítulo X

que revisten un cierto valor adaptativo. Por un


lado, las dos especies registradas en zonas de
llanura, Equus (Amerhippus) neogeus y Equus
(Amerhippus) santaeelenae, presentan los
metápodos laterales segundo y cuarto compa-
rativamente más reducidos, no sobrepasan el
nivel medio de la diáfisis y se sitúan en una
posición posterior, y sobresalen poco del
metápodo tercero. Sin embargo, entre ambas
especies, se observa una diferencia de gracili-
dad acusada, Equus (Amerhippus) santaeele -
nae es más robusto, lo cual posiblemente se
deba a que el ambiente donde se registra es
una llanura costera de Ecuador, muy restringi-
da y con suelo arenoso. Mientras que Equus
(Amerhippus) neogeus, que es la especie más
grácil, se registra en las llanuras de las pampas
argentinas y brasileñas durante el Pleistoceno
final donde los datos climáticos nos indican
un ambiente de pastizales xerófilos y suelos
más compactados. Por su parte, tanto Equus
(Amerhippus) insulatus como Equus (Amer -
hippus) andium, son formas más robustas, con
los metápodos laterales segundo y cuarto más
desarrollados, que sobrepasan ampliamente el
nivel de la diáfisis del metápodo tercero y se
ubican en posición más lateral. Si bien ambas
especies presentan metápodos comparativa-
mente más cortos que las formas de llanura,
en Equus (Amerhippus) andium este acorta-
miento está mucho más pronunciado. Esta
morfología sería una clara adaptación a un
ambiente montañoso, con suelos duros y re-
lieves escarpados, lo cual representaría una
convergencia adaptativa con las especies de
Hippidion que colonizaron ambientes simila-
res en América del Sur (Figura X-9 y X-10)
Con respecto a las preferencias dietarias
Figura X-9. Comparación de los MTIII de Equus (Amerhippus) (arriba) de las formas de América del Sur, sabemos
e Hippidion (abajo). 1. Equus (Amerhippus) neogeus; 2. Equus por datos preliminares, basados en análisis
(Amerhippus) santaeelenae; 3. Equus (Amerhippus) insulatus; 4. de isótopos del carbono, que Equus (Amer -
Equus (Amerhippus) andium; 5. Hippidion principale; 6. Hippidion hippus) es la forma más pastadora, si bien
devillei; 7. Hippidion saldiasi. dependiendo de las localidades y las latitu-
des, esta dieta puede variar en especies pas-
Capítulo X Caballos fósiles de América del Sur 157

tadoras de gramíneas C4 a otras que tienen


una dieta mixta entre pastos C3 y C4. MAC-
FADDEN & SHOCKEY (1997) analizan las die-
tas de los herbívoros de la localidad de
Tarija (Bolivia). Estos autores sugieren que
las especies de Hippidion en Tarija, son más
de dieta mixta y la especie de Equus (Ame -
rhippus) prefiere pastos C4.
Por otra parte en un estudio que realiza-
ron MACFADDEN et al. (1996) donde se ana-
lizó el cambio global de la vegetación en
Argentina, se incluyeron entre las muestras
unas pocas de équidos, procedentes de las
provincias de Jujuy y Buenos Aires, que
indicaron una dieta mixta. En este estudio
también se detectó un cierto gradiente latitu-
dinal en los valores obtenidos para el resto
de los herbívoros, que luego se trató de
explorar con mayor detalle utilizando el
registro del género Equus en América. Es así
que con posterioridad, M ACFADDEN et al.
13
(1999) analizaron los valores de δ C de
Equus desde Alaska hasta el sur de la pro-
vincia de Buenos Aires. En este trabajo los
valores más positivos (estrictamente C4) en
América del Sur, corresponden a los especi-
menes de Equus (Amerhippus) santaeelenae
de la Carolina (Ecuador) y los especimenes
de Equus (Amerhippus) neogeus de Toca
dos Ossos (Bahía, Brasil). En contraste, los
especimenes de Equus (Amerhippus) neo -
geus de la provincia de Buenos Aires indi-
can una dieta mixta.
MACFADDEN (2000) analizó nuevos ha-
llazgos provenientes de la región de Tarija.
Estos nuevos restos proceden de una secuen-
cia asignada a la Formación Tolomosa, data-
da entre 0,7 y 1,1 millones de años atrás,
Figura X-10. Comparación de los MCIII de Equus (Amerhippus) (arriba) e
entre los que destacan los restos de équidos. Hippidion (abajo). 1. Equus (Amerhippus) neogeus; 2. Equus
En este trabajo, se registran caballos que tie- (Amerhippus) santaeelenae; 3. Equus (Amerhippus) insulatus; 4. Equus
nen una dieta mixta conjuntamente con otros (Amerhippus) andium; 5. Hippidion principale; 6. Hippidion devillei; 7.
que indicarían una dieta estrictamente C4. Hippidion saldiasi.
MACFADDEN propone una posible explicación
para estos datos. Sugiere que estaríamos en
158 ALBERDI & PRADO Capítulo X

13 18
Figura X-11. Variaciones del δ C y δ O para muestras de Hippidion y Equus (Amerhippus) de
varias localidades de América del Sur.

presencia de registros de dos niveles distin- incluimos materiales de Equus (Amerhippus)


tos, uno que correspondería a un tiempo gla- santaeelenae de Ecuador, Equus (A m e -
cial y otro a un interglaciar. En este caso los rhippus) neogeus de la provincia de Buenos
individuos que vivieron en tiempos glaciares Aires, Equus (Amerh i p p u s) insulatus de
tendrían una dieta mixta en tanto que los que Ecuador y Equus (Amerhippus) andium de
vivieron en tiempos interglaciares, más cáli- Ecuador, presentan una gran homogeneidad,
dos, presentarían una dieta predominante- indicando una dieta mixta. Solamente los
mente de pastos C4. Esto se sustenta en base ejemplares de Equus (Amerhippus) santaeele -
a los datos que relacionan la proporción de nae de Ecuador indican una dieta de pastos C4
plantas C3 y C4 en ecosistemas locales con (SÁNCHEZ et al. en prensa) (Figura X-11) Los
variaciones en la temperatura (TEERI & datos de Hippidion de distintos niveles estra-
STOWE 1976; CABIDO et al. 1997). tigráficos de la provincia de Buenos Aires
Nuestros datos preliminares, entre los que indican una dieta mixta entre pastos C3 y C4.
Capítulo XI Caballos fósiles de América del Sur 159

LA INFLUENCIA DEL TAMAÑO CORPORAL EN dimensiones externas, involucra a toda la


LA HISTORIA DE VIDA biología de cada especie. EVOLUCIÓN DEL
Los paleontólogos valoran en particular
TAMAÑO COR-
L OS organismos vivos están sujetos a las
leyes de la gravedad y la geometría. Por
ejemplo, si cualquier objeto se agranda en
la importancia del tamaño corporal, princi-
palmente porque es relativamente fácil de
medir y es un indicador relevante para cono-
PORAL, HÁBITAT
Y CLIMAS
una dimensión lineal, su superficie se incre- cer la biología de las especies fósiles. Por
mentará al cuadrado y su volumen se incre- ejemplo una de las dimensiones más utiliza-
mentará al cubo. Como la masa o el peso das para estimar el tamaño corporal es la
están relacionados con el volumen, el peso superficie oclusal de los molares de mamí-
se incrementará al cubo de la dimensión feros, que por otra parte son uno de los ele-
lineal. En general un organismo pequeño mentos esqueléticos que mejor se preservan.
tiene una mayor superficie corporal en rela- Asimismo el tamaño es una de las variables
ción con su volumen, si se lo compara con que mejor se pueden comparar entre diver-
organismos de gran tamaño. Por su parte, la sos grupos de animales y es, desde un punto
gravedad limita el crecimiento del tamaño de vista evolutivo, el cambio más frecuente
de los organismos terrestres, ya que por que se observa en los fósiles (G INGERICH
encima de un determinado límite serían inca- 1985). Cabe destacar que uno de los cam-
paces de moverse. En consecuencia, el ta- bios evolutivos más conocidos es la deno-
maño corporal, más que cualquier otro minada “ley de COPE”, que sostiene que hay
carácter descriptivo, es el determinante pri- una tendencia generalizada en los grupos de
mario de las oportunidades ecológicas, así animales a evolucionar hacia formas de
como de la fisiología y los requerimientos mayor tamaño (STANLEY 1973).
morfológicos de un animal. En las dos últimas décadas se ha incre-
Todos los organismos están definidos en mentado entre los biólogos el interés por el
función de una combinación distintiva de papel que el tamaño corporal tiene en la
caracteres que incluyen aquellos asociados capacidad de algunas especies para adaptar-
con la anatomía, la fisiología, el comporta- se a un determinado ambiente y su inserción
miento y la reproducción. En la definición en la comunidad. El tamaño corporal medi-
de las especies actuales es fundamental su do como masa corporal es una característica
tamaño corporal, su hábitat de alimentación central en cualquier especie, que determina
y los mecanismos fisiológicos de termorre- en última instancia su evolución (por ejem-
gulación, los que condicionan en gran medi- plo los mamíferos de gran tamaño se han
da su distribución geográfica. Si se conoce extinguido con mayor facilidad). El tamaño
en profundidad este patrón en las especies corporal es también un nexo entre los nive-
actuales es posible extrapolarlo a las espe- les jerárquicos, ya que está correlacionado
cies extintas. Dentro de un grupo en particu- con muchos rasgos de la fisiología y la eco-
lar, la diversidad en el tamaño corporal se logía, y puede usarse para caracterizar
representa como la diversidad de formas. muchos de los patrones de la evolución. No
Por ejemplo, los mamíferos terrestres se dis- hay que sorprenderse de la importancia de la
tribuyen en torno a seis ordenes de magnitud talla en el comportamiento de las presas y
de tamaños corporales y las aves en torno a los depredadores, su habilidad competitiva o
cinco. La selección natural para un tamaño su capacidad de termorregulación, por poner
particular incluye mucho más que las algunos ejemplos.
160 ALBERDI & PRADO Capítulo XI

Tabla XI-1. Estimación de la masa corporal en kilogramos (Kg) de las especies fósiles de la
tribu Equini de los distintos continents. N = número de ejemplares; V = tipo de medida usada
para estimar la masa corporal (F5 ó MC13); LnV = logaritmo natural de la medida V; AMNH =
datos recuperados directamente por los autores en el
American Museum of Natural History, Nueva York.

Especies N V LnV Masa Corporal


Estimada (Kg)

Europa
Equus stenonis livenzovensis 11 F5 3,706 562,84
(ALBERDI & RUIZ BUSTOS 1989)
E. stenonis vireti 27 F5 3,62 466,37
(ALBERDI & RUIZ BUSTOS 1989)
E. stenonis stenonis 6 F5 3,614 408,70
(ALBERDI & RUIZ BUSTOS 1989)
E. stenonis guthi 7 F5 3,586 370,92
(BOEUF 1986)
E. stehlini 11 F5 3,544 320,53
(ALBERDI & RUIZ BUSTOS 1989)
E. stenonis granatensis 1 F5 3,440 223,40
(ALBERDI & RUIZ BUSTOS 1989)
E. suessenbornensis 3 F5 3,814 819,75
(ALBERDI et al. 1991)
E. altidens 6 F5 3,560 388,99
(ALBERDI et al. 1991)
E. mosbachensis 25 MC13 3,541 671,15
(EISENMANN 1979a)
E. taubachensis 4 F5 3,751 580,56
(MUSIL 1977)
E. chosaricus 26 MC11 3,998 530,59
(EISENMANN 1991)
E. germanicus 78 MC11 3,951 466,84
(EISENMANN 1991)
E. hydruntinus 3 F5 3,423 210,39
(DE GIULI 1982)
E. arcelini 33 MC11 3,956 472,95
(EISENMANN 1991)

África
Equus numidicus 5 MC1 5,485 473,90
(ARAMBOURG 1969-1970)
E. tabeti 26 MC13 3,247 273,14
(EISENMANN 1979a)
E. mauritanicus 63 MC13 3,343 366,50
(EISENMANN 1979a)
Capítulo XI Caballos fósiles de América del Sur 161

América del Norte


Pliohippus mirabilis 1 MC13 2,955 111,94
(AMNH)
Pliohippus pernix 1 MC13 3,114 181,99
(AMNH)
Dinohippus leidyanus 14 MC13 3,030 140,75
(AMNH)
Astrohippus stocki 131 MC1 5,132 127,70
(LANCE 1950)
‘Onohippidium’ galushai 34 F5 3,364 171,39
(ALBERDI & PRADO 1993)
Nannippus minor 1 MC1 5,036 89,38
(LANCE 1950)
Dinohippus mexicanus 40 MC1 5,376 316,08
(LANCE 1950)
Equus simplicidens 6 F5 3,588 373,53
(AMNH)
E. conversidens 5 MC13 3,285 306,13
(DALQUEST & HUGHES 1965
E. scotti 138 MC13 3,477 555,01
(WINNAS 1989)
E. alaskae 46 MC13 3,348 372,03
(WINNAS 1989)
E. francisci 53 MC13 3,344 367,60
(WINNAS 1989)
E. occidentalis 2 MC13 3,490 574,21
(AMNH)
E. laurentius 107 MC13 3,530 648,71
(WINNAS 1989)

América del Sur


Hippidion devillei 13 F5 3,479 255,69
(ALBERDI & PRADO 1993)
H. principale 17 F5 3,648 460,35
(ALBERDI & PRADO 1993)
H. saldiasi 4 F5 3,490 265,60
(ALBERDI & PRADO 1993)
Equus insulatus 24 F5 3,570 350,72
(PRADO & ALBERDI 1994)
E. andium 56 F5 3,436 220,30
(PRADO & ALBERDI 1994)
E. neogeus 9 F5 3,592 378,79
(PRADO & ALBERDI 1994)
E. santaeelenae 9 F5 3,570 350,72
(PRADO & ALBERDI 1994)
162 ALBERDI & PRADO Capítulo XI

Tabla XI-2. Medias de la masa corporal estimada de las especies de Equini actuales, calculadas
a partir de WALKER (1983) y MACDONALD (1984) citadas por JANIS (1986, 1990). * datos toma-
dos de GAMBARYAN (1974). ** datos propios tomados en la Colección de
Anatomía Comparada del MNHN de Paris (Francia).

n Masa Corporal (Kg) Masa Corporal (Ln)

Equus asinus 4 220 5.394


E. burchelli 29 235 5.460
E. grevyi 10 400 5.991
E. hemionus 6 250 5.521
E. kiang 6 300 5.704
E. przewalskii 4 350 5.858
E. zebra 19 260 5.561
E. quagga* 2 400 5.991
E. caballus (ponis)** 4 180 5.193
E. caballus (percherones)** 2 800 6.697

E L TA M A Ñ O C O R P O R A L Si bien, algunos autores sugieren que la infor-


mación que se incorpora a este componente es
Desde un punto de vista no científico el tama- el cambio en la forma que ocurre cuando se
ño corporal es muy fácil de entender. No hay incrementa el tamaño en general. En conse-
dificultades para definir y dar ejemplos sobre cuencia, una forma más correcta de denomi-
el tamaño del cuerpo, pero, una mirada más nar al primer componente es llamarlo compo-
exhaustiva revela cierta complejidad. El con- nente de determinación del tamaño. Estos
cepto cualitativo de tamaño (como forma) es cambios frecuentemente no son isométricos,
de naturaleza compleja. Este concepto com- sino más bien cambios alométricos en sentido
plejo (o multidimensional) es difícil de carac- positivo o negativo. El concepto de alometría,
terizar o medir con una sola variable. Por en líneas generales, se refiere a cambios en
ejemplo, si se pretende comparar dos indivi- algunas variables, por ejemplo las que dan
duos que pesan lo mismo pero difieren en sus información sobre la forma de un organismo.
dimensiones lineales. ¿Cual será el mayor?, Estos cambios en la mayoría de los casos son
¿hay alguna dimensión más importante que covariantes con el incremento de la talla.
otra?. La manera más común de abordar este
problema es tomar un conjunto de variables
morfométricas que capturen el volumen que VA R I A B L E S QUE PREDICEN MEJOR LA MASA
se quiere medir. Uno de los métodos más uti- CORPORAL DE LOS ÉQUIDOS.
lizados es el análisis de componentes princi-
pales. Como resultado de la aplicación de este En los équidos y por ende en todas las espe-
análisis se obtienen factores que sintetizan la cies de América del Sur, la predicción del
información de un número mayor de varia- tamaño corporal se realizó sobre las varia-
bles. Con frecuencia en los tres factores pri- bles esqueléticas y dentales que se describen
meros se encuentra un alto porcentaje de la en el capítulo V. Una de las primeras pre-
varianza acumulada. El primer factor, en la guntas que se plantean los paleontólogos es
mayoría de los casos se asocia con el tamaño. por qué estudiar estas variables morfométri-
Capítulo XI Caballos fósiles de América del Sur 163

cas en relación con el tamaño corporal. GIN- cuatro ponis y dos percherones para cubrir un
GERICH & SMITH (1984) sugirieron al menos rango amplio de pesos ya que la recta obteni-
dos razones importantes para realizar estas da sólo es válida para el rango estudiado, por
comparaciones: encima y por debajo se trata de extrapolacio-
nes. Se utilizaron las variables del cráneo,
1) Inferencias funcionales: los requerimien- mandíbula, dentición, metápodos y falanges.
tos fisiológicos de los animales cambian Detalles de la nomenclatura y la definición de
de una manera predecible con los cam- las variables se encuentran en el capítulo V.
bios en el peso corporal. En consecuen- Para este análisis no se han considerado las
cia, cuando uno analiza la significación variaciones producto del dimorfismo sexual
funcional de los cambios en las variables ya que como señala WINANS (1989) las dife-
morfométricas, puede analizar como estos rencias en tamaño y proporciones entre
cambios se relacionan con el peso corpo- ambos sexos son mínimas y entran dentro de
ral y la fisiología del animal. la variación intraespecífica de los equidos.
2) Predicciones de la masa corporal: el Las dimensiones y los pesos corresponden a
tamaño corporal es un buen indicador de la media aritmética de todos los especimenes
la dieta de los mamíferos y las variables adultos que conforman la muestra de cada
morfológicas que genera pueden ser usa- especie.
das para estimar el tamaño corporal. Esto Análisis estadístico: hemos utilizado las
nos permite realizar reconstrucciones longitudes, áreas y el peso como una medi-
bastante precisas de la biología de las da del tamaño corporal. Estas dimensiones
especies fósiles. están relacionadas geométricamente de una
manera compleja. Cualquier modificación
Los materiales utilizados para realizar el en la talla conduce a un cambio en la forma
análisis de la masa corporal de los équidos (cambio alométrico), a menos que todas las
se detallan en la Tabla XI-1 (tomada de AL- longitudes se modifiquen en la misma pro-
BERDI et al. 1995a). porción (cambio isométrico). Para calcular
Selección de las variables: previamente a estos cambios (tanto en cambios alométricos
predecir el tamaño del cuerpo en las especies como isométricos) se utiliza la siguiente
fósiles a partir de longitudes, áreas o volúme- ecuación general (GOULD 1972, 1974):
nes, debemos establecer la correlación entre
estas variables y el tamaño corporal en las Y= a Xb
especies de caballos actuales. Siguiendo las o expresada en logaritmo:
recomendaciones de GINGERICH et al. (1982:
82) se utilizó el peso del cuerpo como un Ln Y= Lna + b LnX
indicador del tamaño. Esto facilita la compa-
ración entre especies que presentan diferen- donde, Y es la masa corporal, X es una varia-
cias en la forma de la cabeza y el cuerpo. Los ble de longitud o área, b es el coeficiente de
datos de los caballos actuales se detallan en la variación alométrico, y a es una constante.
Tabla XI-2 y fueron tomados de trabajos Mediante el coeficiente de correlación de
bibliográficos especificados en la misma PEARSON (SIMPSON et al. 1963) se seleccio-
tabla. Se incluyó Equus quagga, extinguido naron las variables que mejor se relacionan
en el año 1880 (CHURCHER & RICHARDSON con la masa corporal. Las variables que pre-
1978). También se incorporaron los datos de sentan el valor r más alto fueron utilizadas
164 ALBERDI & PRADO Capítulo XI

Tabla XI-3. Variables del Variables r %R Pendiente Intersección %SEE


cráneo, la mandíbula y
los dientes. Números C1 0.776 60.24 2.104 -4.246* 28.5
según EISENMANN et al. C3 0.358 12.86 1.214* 0.027* 42.19
(1988; ver capítulo V de C4 0.894 80.02 3.505 -10.869 20.2
este libro). C = cráneo; C6 0.853 72.91 3.590 -16.278 23.52
MD = mandíbula; P/M = C7 0.888 78.98 5.223 -17.569 20.72
premolares y molares C8 0.906 82.15 4.679 -14.316 14.09
superiores; p/m = premo- C9 0.892 79.58 5.033 -19.757 20.42
lares y molares inferio- C10 0.492 18.46 1.449* -0.375* 40.81
res. r = coeficiente de C11 0.623 38.84 4.023* -9.055* 35.34
correlación. %R = coefi- C12 0.813 66.2 4.570 -11.872 26.27
ciente de determination C14 0.659 43.51 2.847 -4.832* 33.97
en porcentajes. En los C15 0.848 71.95 4.095 -11.006 23.93
dientes r se calculó a C18 0.739 54.69 3.998* -15.431* 30.42
partir del área oclusal. C19 0.798 63.7 4.535 -18.124 27.23
%SEE = error estándar C20 0.506 25.67 1.536* -0.674* 38.96
error de la estimación. * C23 0.83 68.79 3.464 -14.671 25.17
correlación no-significa- C24 0.714 51.08 3.318 -11.700* 31.61
tiva (P>0.05). Los datos C25 0.737 54.46 2.767 -6.955* 30.5
del cráneo, del maxilar, C26 0.747 55.93 3.938 -12.250* 30
de la mandíbula y de los C27 0.176 3.12 0.572* 4.195* 44.48
dientes yugales superio- C28 0.801 64.27 6.076 -19.081 27.01
res se tomaron de C29 0.644 41.53 4.884 -13.873* 34.56
EISENMANN (1980):
tablas 25 y 38 para E. MD1 0.861 74.28 3.682 -16.380 22.92
grevyi; t.29 y 39 para E. MD2 0.803 64.56 2.080 -3.483* 26.9
burchelli; t.30 y 40 para MD3 0.899 80.93 5.336 -17.803 19.73
E. quagga; t.31 y 41 para MD4 0.877 76.92 4.320 -13.050 21.71
E. zebra; t.36 y 46 para MD5 0.9 81.16 4.910 -19.172 19.62
E. przewalskii; t.33 y 43 MD7 0.728 53.01 2.712 -5.061* 30.98
para E. asinus; t.34 y 44 MD9 0.784 61.51 2.625 -8.165* 28.04
para E. hemionus; y t.35 MD13 0.642 41.22 2.741 -6.258* 34.65
y 45 para E. kiang. Los
datos de los dientes P2 0.808 65.41 2.416 -10.583 26.58
yugales inferiores de P3 0.872 76.17 2.824 -12.750 22.06
EISENMANN (1981): t.9 P4 0.831 69.17 2.223 -8.723 25.09
para E. grevyi; t.10 para M1 0.805 64.94 2.856 -12.463 26.76
E. burchelli; t.11 para E. M2 0.803 64.58 2.606 -10.816 26.89
quagga; t.12 para E. M3 0.91 82.82 1.640 -4.569 18.73
zebra; t.17 para E.prze - P2 0.854 73.07 1.505 -3.378* 23.46
walskii; t.14 para E. asi - P3 0.915 83.87 1.874 -5.609 18.15
nus; t.15 para E. hemio - P4 0.944 89.18 2.001 -6.319 14.86
nus; y t.16 para E. kiang m1 0.865 74.9 1.916 -5.482 22.64
m2 0.889 79.16 1.774 -4.592 20.63
m3 0.881 77.67 1.461 -2.938* 21.35
Capítulo XI Caballos fósiles de América del Sur 165

Tabla XI-4. Variables del MCIII, MTIII y 1FIII. Numeros según EISENMANN et al. (1988, ver
también capítulo V de este libro). MC = metacarpal; MT = metatarsal; F = primera falange del
tercer dedo. r y %R como en Tabla 3. %SEE = error estandard de la estimación. * correlación
no-significativa (P>0.05). Los datos de MCIII y MTIII se tomaron de EISENMANN (1979a): t.2
para E. grevyi; t.3 para E. burchelli; t.4 para E. zebra; t.6 para E. przewalskii; t.1 para E.
hemionus; y E. asinus de EISENMANN & BECKOUCHE (1986: t.9). Los datos de la 1FIII de
DIVE & EISENMANN (1991): t.3 para E. grevyi; t.4 para E. asinus; t.5 para E. kiang; del apén-
dice para E. burchelli, E. zebra, E. przewalskii, y E. hemionus.

Variables r %R Pendiente Intersección %SEE

MC1 0.940 88.46 3.713 -14.209 17.33


MC2 0.914 83.61 3.269 -11.700 20.66
MC3 0.938 88.08 2.612 -3.223* 17.61
MC4 0.897 80.47 2.597 -2.498* 22.55
MC5 0.934 87.35 2.817 -5.204 18.14
MC6 0.960 92.31 3.356 -5.685 14.15
MC7 0.917 84.19 2.952 -5.903 20.29
MC8 0.940 88.39 2.632 -1.299* 17.39
MC9 0.724 52.58 0.803 4.687 35.14
MC10 0.944 89.27 2.818 -4.963 16.71
MC11 0.960 92.16 2.738 -4.672 14.28
MC12 0.972 94.62 2.916 -4.490 11.83
MC13 0.982 96.61 3.056 -4.313 9.39
MC14 0.975 95.20 3.103 -4.695 11.18
MC16 0.794 63.15 1.240 3.094 30.97

MT1 0.932 86.87 3.521 -13.688 18.49


MT2 0.908 82.51 3.489 -13.409 21.34
MT3 0.923 85.33 2.420 -2.471* 19.54
MT4 0.929 86.31 2.579 -2.885* 18.88
MT5 0.935 87.48 2.617 -4.336 18.05
MT6 0.937 87.93 2.712 -4.226 17.72
MT7 0.948 89.99 2.793 -4.686 16.14
MT8 0.891 79.44 2.172 0.429* 23.13
MT10 0.955 91.28 2.485 -3.702 15.06
MT11 0.951 90.40 2.468 -3.626 15.74
MT12 0.973 94.84 2.768 -4.061 11.58
MT13 0.959 92.07 2.830 -3.521 14.37
MT14 0.964 93.01 2.804 -3.721 13.49

F4 0.934 87.30 2.491 -3.936 16.83


F5 0.991 98.25 3.476 -6.548 6.24
F6 0.943 89.05 2.693 -4.285 15.63
166 ALBERDI & PRADO Capítulo XI

para predecir la masa corporal en las espe- dimensiones lineales, la pendiente de la


cies fósiles. Se calcularon dos parámetros regresión tiene que ser igual a 3, y la rela-
adicionales para contrastar los resultados, ción entre dos dimensiones tendría que ser
debido a que frecuentemente el valor de r es isométrica. La pendiente de la regresión
un pobre indicador del poder predictivo de usando la variable F5 es 3,476 (Tabla XI-4),
las variables independientes (SMITH 1984). este valor no es mucho mayor de 3 (p <
Estos parámetros son el porcentaje del coe- 0,01), lo que sugiere que la masa corporal es
ficiente de determinación (%R) y el porcen- levemente positiva, alométricamente, con
taje del error estándar de la estimación respecto a la variable F5. En la variable
(%SEE). El %R indica qué porcentaje de la MC13, la masa corporal se incrementa en
variación observada en la variable depen- una proporción muy cercana al cubo (pen-
diente puede ser explicada por la variación diente = 3,056; p < 0,01).
en la variable independiente y viceversa. El En general, los coeficientes de correla-
valor de R se calcula de la siguiente manera: ción de las variables craneales y dentarias y la
masa corporal son bajos. Hay algunas varia-
bles de la morfología dental con un valor de r
2
R=r más alto (C8 = 0,906; C7 = 0,888) pero estas
no predicen la masa corporal como las varia-
El %SEE refleja en general la habilidad bles de los metápodos (%SEE varía entre
de la variable independiente para predecir 14% a 44%). El resultado observado para las
correctamente entre las regresiones (SMITH variables de la mandíbula en general mues-
1981, 1984). tran valores similares a los observados para
En las tablas XI-3 y XI-4 se presentan las variables craneales y dentarias. Entre las
los coeficientes de correlación, el %R y el variables de los dientes superiores e inferio-
%SEE para cada regresión. La variable F5 res solo el P4 inferior presenta un alto valor
(anchura antero-posterior de la articulación de correlación (r = 0,944). El patrón de varia-
proximal de la primera falange del tercer ción de los metacarpales y metatarsales es
dedo) tiene un r de 0,991 y un %R de 98,25. muy similar. Los diámetros antero posterio-
La variable MC13 (anchura antero-posterior res muestran altas correlaciones. Los coefi-
mínima distal del cóndilo lateral) tiene un r cientes de correlación entre las variables de
de 0,982 y un %R de 96,61. Sobre la base de las primeras falanges y la masa corporal son
estos resultados podemos afirmar que estas los mas altos (0,934 a 0,991). Entre estas
dos variables son las que presentan una de variables el %SEE varía entre 6% y 17%. En
las más alta correlaciones con la masa cor- suma, ALBERDI et al. (1995a) consideran que
poral. Ambas variables muestran un valor las dimensiones de los metápodos predicen
bajo de %SEE del orden de 6% y 9% res- mucho mejor la masa corporal que las dimen-
pectivamente. siones del cráneo y los dientes. Asimismo, los
Como mencionamos previamente, las diámetros antero posteriores de los metápo-
dimensiones de un área son proporcionales dos y de las primeras falanges son mejores
al cuadrado de sus distancias y las dimen- estimadores de la masa corporal que las
siones de un volumen son proporcionales al anchuras y las longitudes máximas (Figura
cubo de sus distancias sólo en objetos de XI- 1). En principio esto era esperable ya que
geometrías similares. En nuestro caso, si la la masa corporal se transmite al sustrato a tra-
masa corporal se incrementa al cubo de las vés de las extremidades (HYLANDER 1985;
Capítulo XI Caballos fósiles de América del Sur 167

Figura XI-1.
Representación gráfica
de la regresión de la
masa corporal de las
especies actuales de
équidos obtenidos a par-
tir de las variables F5 y
MC13 (anchura antero-
posterior mínima distal
del cóndilo lateral del
MCIII, a la derecha). En
abscisas Ln de la varia-
ble F5 o MC13, en orde-
nadas Ln de la masa
corporal en Kg (ver
Tabla XI-1). Abreviaturas:
Ehe = E. hemionus; Epr
= E. przewalskii; Eki= E.
kiang; Egr = E. grevyi;
JUNGERS 1988). De hecho, en los últimos su mayoría a partir de la primer falange (F5 Eze = E. zebra; Ebu = E.
años han aparecido varios artículos que ana- r = 0,991) y en los casos en que no se podía burchelli; Eas = E. asi -
nus; Eca (p) = E. caba -
lizan las dimensiones de las extremidades, su contar con esta variable se utilizó el meta-
llus (ponis); Eca(h) = E.
forma y el tipo de sustrato en que habitan las carpiano (MC13 r = 0,982; MC11 r = 0,960
caballus (percherones).
especies actuales (EISENMANN 1984, 1995). y MC1 r = 0,940).
En nuestro caso se ha documentado que los Teniendo el valor de una de estas varia-
diámetros antero posteriores guardan relación bles expresado en logaritmo natural es posi-
muy estrecha con los tipos de sustratos ble predecir la masa corporal sustituyendo el
(ALBERDI & PRADO 1993; PRADO & ALBERDI valor de X en la ecuación y reemplazando
1994). Estos resultados son válidos para la los valores de la pendiente y la ordenada en
tribu Equini y no son comparables con otros el origen por los valores dados en las Tablas
trabajos que utilizan diferentes grupos de XI-3 y XI-4. Por ejemplo, de acuerdo con
Perissodactyla (JANIS 1990; SCOTT 1990), o ALBERDI et al. (1995a), la ecuación que per-
aquellos que utilizan un rango diferente de mite inferir la masa corporal de los équidos
masas corporales de Equini actuales (MAC- fósiles a partir de la variable F5 responde a
FADDEN 1986). Por ejemplo, el trabajo de la siguiente fórmula:
JANIS utiliza Equidae, Rhinocerotidae, Tapi-
ridae y Procaviidae para obtener una regre- Lny = 3,476 Lnx – 6,348
sión que abarque todos los Perissodactyla.
donde Lny es el logaritmo natural de la
masa corporal (en kg); 3,476 es la pendien-
EL PAT R Ó N D E C A M B I O E N L A M A S A te de la recta de regresión; Lnx es el logarit-
CORPORAL DE LOS EQUINI FÓSILES mo natural de F5 (en mm); y 6,348 es el
valor de la ordenada en el origen.
La estimación de la masa corporal de Como ya señalamos anteriormente, la
las especies de Equini fósiles se realizó en ecuación fue estimada originalmente sobre
168 ALBERDI & PRADO Capítulo XI

resto de los continentes sólo los de los últi-


Figura XI-2.
mos 2,5 Ma. Por su parte en América del Sur
Distribución de la
se pueden ver patrones opuestos en ambos
masa corporal de
las especies fósiles
linajes.
de la tribu Equini en
relación al tiempo EUROPA
geológico en En este continente, las especies y subespe-
Europa. En abscisas cies de Equus se agrupan en dos clados
el tiempo geológico (BONADONNA & ALBERDI 1987; ALBERDI &
en millones de BONADONNA 1988; FORSTEN 1988): el grupo
años; en ordenadas “estenoniano” (Equus stenonis livenzoven -
el Ln de la masa sis, Equus stenonis vireti, Equus stenonis
corporal en Kg.
stenonis, Equus stenonis guthi, Equus steno -
Abreviaturas: Esl =
nis granatensis, Equus stehlini y Equus alti -
Equus stenonis
dens), y el grupo “caballino” (Equus sues -
livenzovensis; Esv =
E. s. vireti; Ess = E. una muestra de équidos actuales, cuyas ma-
senbornensis, Equus mosbachensis, Equus
s. stenonis; Esgu = sas corporales presentaban un rango com- tabeti, Equus chosaricus, Equus germanicus
E. s. guthi; Est = E. prendido entre los 180 y los 800 Kg. Por esta y Equus arcelini). Equus hydruntinus no se
stehlini; Esgr = E. s. razón, las estimaciones inferiores a 180 Kg o incluye en estos grupos ya que su relación
granatensis; Ealt = superiores a 800 Kg deben ser consideradas filogenética no es clara. Esta especie presen-
E. altidens; Esu = E. con precaución, dado que los estimadores se ta algunos caracteres dentarios similares a
sussenbornensis; hallan por fuera del intervalo de confianza los estenonianos y otros que recuerdan a los
Emo = E. mosba - estadística de la ecuación. En la Tabla XI-1 asnos (STEHLIN & GRAZIOSI 1935; AZZAROLI
chensis; Eta = E. 1979; FORSTEN 1990).
se presentan las estimaciones de las masas
taubachensis; Ech = En la figura XI-2 se puede observar que
corporales para las especies fósiles.
E. chosaricus; Ege =
en ambos linajes, en distintos tiempos, la
E. germanicus; Ear
tendencia es similar, se reduce la masa cor-
= E. arcelini; Ehy =
E. hydruntinus. PAT R Ó N D E E V O L U C I Ó N D E L A M A S A
poral. También se puede observar que en
CORPORAL DE LOS EQUINI aquellos momentos o localidades en que se
dan dos formas o especies de manera sin-
En las Figuras XI-2, XI-3, XI-4 y XI-5 se crónica éstas se diferencian por su masa cor-
observan las distribuciones estratigráficas de poral, lo que sugiere que ocuparon nichos
las masas corporales en las especies de ecológicos diferentes. Por ejemplo, la pre-
Equini fósiles de Europa, África, América del sencia en un mismo yacimiento de Equus
Norte y América del Sur. Una característica altidens (estenoniano) y Equus suessenbor -
de estos patrones que se puede observar es nensis (con algunos rasgos caballinos); y un
que en cada continente se presenta una ten- segundo caso es la presencia conjunta de
dencia diferente. Hay una tendencia a la dis- Equus arcelini y Equus hydruntinus.
minución de la masa corporal en Europa y Varios autores han sugerido que la evolu-
África, mientras que en América del Norte se ción de estos équidos europeos se encuentra
observa una tendencia al aumento a través del estrechamente relacionada con la evolución
tiempo. Si bien hay que tener en cuenta que del clima y el ambientes en el pasado (AL-
en Norte América se incluyen los équidos de BERDI & BONADONNA 1988, 1990; ALBERDI
los últimos 5 millones de años, mientras en el 1989; FORSTEN 1993). Es de destacar que en
Capítulo XI Caballos fósiles de América del Sur 169

los últimos 13 millones de años, se han regis-


trado varias fases faunísticas entre las que se
destacan dos eventos migratorios de suma
importancia para la evolución de este grupo
(BERGGREN et al. 1985). El primer evento,
denominado «el evento Hipparion» ocurre en
torno a hace 11,5 millones de años (WOOD-
BURNE & SWISKER 1995), en tanto que el
segundo, denominado “el evento Equus» ocu-
rre alrededor de hace 2,5-2,6 millones de
años. A su vez, este último evento se suele
dividir en dos momentos, el primero, al
comienzo del evento, que marca su llegada a
Europa -formas estenonianas-, y el segundo
en torno a un millón de años, que señala la lle-
gada de las formas caballinas (ALBERDI &
Figura XI-3. Distribución de la masa corporal
BONADONNA 1988). Estas dos fases del even- de las especies fósiles de la tribu Equini en
to Equus se correlacionan con un descenso del relación al tiempo geológico en África.
nivel del mar, un cambio en las temperaturas Abreviaturas: Enu = E. numidicus; Eta = E.
marinas y la dispersión de los ambientes de tabeti; Ema = E. mauritanicus; Egr = E.
tundras y estepas en Eurasia (ZAGWIJN 1986; grevyi; Equ = E. quagga; Eze = E. zebra; Ebu
ALBERDI & BONADONNA 1988). Un dato inte- = E. burchelli; Eas = E. asinus.
resante es que en todos estos eventos migrato-
rios, en general, la especie que se registra por do que la velocidad máxima de desplaza-
primera vez en cada linaje es la de mayor miento se correlaciona positivamente con el
tamaño. Esto se explica en parte por varias tamaño corporal (EISENBERG 1990).
evidencias fisiológicas que se vinculan con el Los caballinos reemplazaron a los esteno-
tamaño corporal. Los animales de mayor nianos en el Pleistoceno medio (FORSTEN 1988;
tamaño retienen mayor alimento por unidad ALBERDI & BONADONNA 1988) y presentan un
de volumen que los pequeños. Asimismo las patrón similar con un amplio proceso cladoge-
formas de gran porte tienen un metabolismo nético. Una diferencia entre ambos patrones es
más elevado y en consecuencia, pueden com- que los caballinos presentan un cambio más
pensar el mayor costo energético (MCNAB rápido en la evolución de su masa corporal.
1990). También, a mayor especialización tró-
fica las formas más grandes necesitan una ÁFRICA
mayor área de alimentación (EISENBERG En este continente encontramos los dos gru-
1990). Esto se relaciona con una mayor capa- pos descritos para Europa, es decir, esteno-
cidad para rentabilizar grandes extensiones nianos y caballinos (CHURCHER & RICHAR-
geográficas, de una manera más eficiente que DSON 1978). Entre los estenonianos están
las pequeñas (TAYLOR et al. 1982). En los eco- Equus numidicus y Equus tabeti y entre los
sistemas terrestres, el costo energético de la caballinos Equus mauritanicus, Equus grev -
locomoción suele variar de forma regular en yi, Equus quagga, Equus zebra y Equus bur -
relación al tamaño del cuerpo (TAYLOR 1977; chelli. Los estenonianos africanos se regis-
TAYLOR et al. 1982). También se ha demostra- tran simultáneamente con los europeos alre-
170 ALBERDI & PRADO Capítulo XI

Figura XI-4. EISENMANN (1984) en su estudio de las extre-


Distribución de la midades de Equus sensu lato. Esta autora
masa corporal de las también señala que estas inferencias no se
especies fósiles de la
corroboran con otros grupos importantes
tribu Equini en rela-
como los bóvidos y giráfidos.
ción al tiempo geoló-
Otra conclusión importante que se deri-
gico en América del
va de la predicción de la masa corporal es la
Norte. Abreviaturas:
Ast = Astrohippus
ausencia o presencia de competencia en las
stockii; Dle = formas simpátricas. Es bien conocido que en
Dinohippus la actualidad hay especies de cebras que
leidyanus; Oga = cohabitan en un mismo lugar. Estos pares de
"Onohippidium" especies simpátricas son Equus grevyi -
galushai; Dme = D. Equus asinus y Equus grevyi - Equus burche -
mexicanus; Esi = E. lli en el este de África y E q u u s zebra - Equus
simplicidens; Eco = burchelli en el suroeste de África (FORSTEN
E. conversidens; Eal 1988). Entre cada uno de estos pares de espe-
= E. alaskae; Esc = E.
cies se observa una diferencia significativa en
scotti; Ela = E. lau -
la masa corporal, lo que estaría indicando dis-
rentius; Efr = E. fran - dedor de 2,5 millones de años pero presen- tintas preferencias ecológicas (Figura XI-3).
cisci; Eoc = E. occi -
tan un registro más corto y más pobre La excepción sería Equus burchelli y Equus
dentalis.
(Figura XI-3). El patrón de cambio en la asinus que se registran juntas en el norte de
masa corporal es el mismo que se describe África durante el Pleistoceno tardío, pero Equus
para Europa. Este grupo fue reemplazado burchelli es desplazada por los asnos en los
por los caballinos en el Pleistoceno medio sitios arqueológicos (CHURCHER & RICHAR-
(aproximadamente hace un millón de años). DSON 1978). Con respecto a Equus burchelli y
En líneas generales las cebras actuales de Equus quagga (especies con una masa corpo-
mayor tamaño viven en ambientes abiertos ral similar), tienen una distribución alopátrica
dominados por vegetación herbácea (saba- (EISENMANN 1980) y requerimientos ecológi-
nas) con un sustrato relativamente blando. cos distintos –sabanas para la primera y zonas
Por el contrario, las formas pequeñas prefie- semiáridas para la segunda– (CHURCHER &
ren las zonas de bosque con sustratos más RICHARDSON 1978).
duros (DUERST 1926; GROMOVA 1949;
EISENMANN 1984; EISENMANN & KARCHOUD AMÉRICA DEL NORTE
1982; EISENMANN & GUÉRIN 1984). Esta En este continente se reconocen dos grupos.
relación entre preferencia de hábitat y masa Uno formado por las especies de Dinohippus,
corporal puede servir para interpretar a partir Astrohippus y Equus simplicidens; y un se-
de la masa corporal de las especies fósiles gundo que incluye al resto de las especies de
sus preferencias ambientales. En consecuen- Equus reconocidas en América del Norte
cia, podemos inferir que Equus numidicus y (WINANS 1989) Figura XI-4.
Equus mauritanicus habitarían ambientes MACFADDEN (1986) en su análisis de la
abiertos tipo estepa o sabana con sustratos evolución de la masa corporal de los caballos
blandos en tanto que Equus tabeti preferiría señala que ésta se ha incrementado durante
ambientes más cerrados con sustratos duros. los últimos 10 millones de años. Los resulta-
Inferencias similares fueron propuestas por dos de ALBERDI et al. (1995a) para el Plio-
Capítulo XI Caballos fósiles de América del Sur 171

Pleistoceno de América de Norte son coinci- Figura XI-5.


dentes. Este patrón se correlaciona con cam- Distribución de la
bios en el clima y los ambientes. Se verifica masa corporal de las
especies fósiles de la
una expansión de los ambientes abiertos, con
tribu Equini en rela-
estepas, y una tendencia a climas más fríos.
ción al tiempo geoló-
También aparecen en ambientes desérticos en
gico en América del
una gran extensión de México y en el sur de
Sur. Abreviaturas:
América del Norte y se extendien en los ambien- Ein = E. insulatus;
tes de estepas y tundras en la zona de Berin- Ean = E. andium; Esa
gia (WEBB 1977, 1989; FORSTEN 1989). = E. santaeelenae;
Ene = E. neogeus;
AMÉRICA DEL SUR Hde = Hippidion
En este continente se pueden reconocer dos devillei; Hsa = H. sal -
grupos (ALBERDI 1987). El primero incluye diasi; Hpr = H. princi -
las especies de Hippidion y el segundo las de pale.
Equus (Amerh i p p u s). Dentro de Hippidion
se observan dos tendencias. Hippidion devi -
l l e i, que se registra primero presenta una
masa corporal media en tanto que las formas explicación para estos patrones podría ser el
que se registran más tardíamente presentan tiempo de llegada de cada linaje a América
distinta masa corporal. Hippidion principale del Sur. Hippidion se registra por primera vez
incrementa su masa corporal en tanto que en el Plioceno tardío (PRADO et al. 1998a).
Hippidion saldiasi tiene una masa similar a En ese momento las estepas fueron reempla-
la de Hippidion d e v i l l e i. Dentro de Equus zadas por pastizales con predominio de
(A m e rh i p p u s) la primera especie que se ambientes abiertos (ORTIZ JAUREGUIZAR
registren, Equus (Amerhippus) i n s u l a t u s, 1989; PASCUAL & ORTIZ JAUREGUIZAR 1990)
tiene una masa corporal media, en tanto que relacionados con las fluctuaciones de los
Equus (Amerh i p p u s) santaeelenae y Equus cambios climáticos globales. En consecuen-
(Amerh i p p u s) neogeus que se registran más cia, esta fue una oportunidad para las formas
tarde incrementan su masa corporal y E q u u s que incrementaron su talla. Por el contrario,
(Amerh i p p u s) andium disminuye su masa. Equus (Amerh i p p u s) se registró por primera
En ambos linajes las formas de pequeña vez en el Pleistoceno medio, cuando
masa corporal habitan ambientes de valles comienzan a percibirse cambios climáticos
montañosos o altas latitudes. En tanto que más frecuentes, donde persisten ambientes
las de masa corporal grande son de ambien- abiertos en el sur, pero predominan los
tes abiertos. Como puede verse en la Figura ambiente más cerrados en las regiones cen-
XI-5 no hay un único patrón de cambio en trales y próximas a la zona de cordillera. Así,
América del Sur como se observa en los sólo el pequeño Equus (A m e rh i p p u s)
demás continentes. Si se pueden apreciar andium colonizó niveles de alta montaña,
tendencias hacia crecimiento y decrecimien- mientras los restos de las especies vivieron
to de la masa corporal en cada linaje. Una en hábitats abiertos.
Capítulo XII Caballos fósiles de América del Sur 173

E L registro de la historia de los mamífe-


ros continentales de América del Sur es
uno de los más completos del planeta, com-
somera masa de agua se extendió a lo largo
del territorio oriental de Argentina, el oeste
de Uruguay y el sur de Paraguay. Durante el
LOS ÉQUIDOS Y
EL GRAN
parable con los de América del Norte y Eu- Mioceno tardío este mar se retrajo hacia el
ropa. Sin embargo, se diferencia de ellos por Atlántico dejando lugar a extensas planicies INTERCAMBIO
estar principalmente restringido a su porción que PASCUAL & BONDESIO (1982) denomina-
meridional (PATTERSON & PASCUAL 1972). ron “la edad de las planicies australes”. Crono-
BIÓTICO
Durante la mayor parte del Cenozoico (o lógicamente este ambiente predominó desde el AMERICANO
sea aproximadamente desde hace 63 millo- Mioceno tardío al Plioceno tardío (Edades
nes de años) América del Sur fue un «conti- mamífero Chasiquense, Huayqueriense, Monte-
nente insular». Debido a esta particularidad, hermosense y Chapadmalalense).
la fauna fósil de mamíferos terrestres sud- La aparición, desarrollo y extinción de la
americanos presentó un carácter francamen- fauna de mamíferos que dominó la edad de las
te autóctono y endémico (SIMPSON 1980). planicies australes, estuvo fundamentalmente
En este lapso temporal se pueden reco- condicionada por los cambios climático-
nocer varios eventos migratorios desde y ambientales producidos por las fases diastrófi-
hacia América del Sur, pero son en un prin- cas Quechua y Diaguita del diastrofísmo andi-
cipio esporádicos y selectivos. El primero de no (ORTIZ JAUREGUIZAR 1998). La desapari-
ellos se registra hacia fines del Cretácico o ción de esta fauna, como la de la “Cronofauna
comienzos del Paleoceno, cuando llegaron Clarendoniana” en América del Norte, se corre-
los ornitorrínquidos (Prototheria), probable- laciona con un incremento en la aridez, una
mente provenientes de Australia vía Antár- disminución en las temperaturas y un incre-
tica (PASCUAL et al. 1992), y los marsupiales mento del área ocupada por las estepas.
y placentarios, provenientes de América del En este lapso temporal se destacan dos
Norte. En el Paleoceno tardío – Eoceno tem- eventos bióticos a escala continental, que
prano se puede observar otro evento, en este condicionan la evolución y desarrollo de la
caso se trata de la emigración de marsupia- mastofauna en el continente americano:
les, edentados y “ungulados” nativos de A-
mérica del Sur hacia la Antártica (REGUERO 1) El dominio y expansión global de las plan-
et al. 2002). Por su parte en el Eoceno medio tas C4 que aparentemente coincidiría en
-tardío se registran por primera vez en Amé- América del Sur con la máxima expansión
rica del Sur dos grupos muy importantes: los de las “planicies australes” y el predomi-
roedores caviomorfos y los primates platirri- nio de sabanas herbáceas y pastizales.
nos que como las evidencias lo indican muy 2) El surgimiento del istmo de Panamá,
probablemente llegaron desde África. Tam- asociado a la fase Diaguita, que facilitó
bién hacia el Eoceno medio se registra una el “Gran Intercambio Biótico Americano”
migración de edentados pilosos (perezosos) (GABI) y el comienzo de la diferencia-
y primates platirrinos hacia las Antillas ción de las actuales zonas biogeográficas
(véase PASCUAL et al. 1996; FLYNN & WYSS en América del Sur.
1998). La consecuencia de la llegada de estos
A partir del Mioceno medio, los ambien- inmigrantes fue el establecimiento de un
tes meridionales y septentrionales de Amé- equilibrio particular y no repetido de marsu-
rica del Sur estuvieron separados por un piales carnívoros y omnívoros con placenta-
extenso mar, denominado “Paranense”. Esta rios herbívoros tanto autóctonos («ungula-
174 ALBERDI & PRADO Capítulo XII

dos» y xenartros) como alóctonos (histri-


cognatos y platirrinos).
Un variado número de evidencias con-
cuerdan en indicar que el aislamiento de
América del Sur finalizó cuando entre ésta y
América del Norte surgió el «puente» pana-
meño, probablemente completado hace unos
3 millones de años. A partir de ese momen-
to el registro fósil muestra la existencia de
una «mezcla» parcial de las faunas de a m b o s
continentes (WEBB 1985). Sin embargo, el
hecho de que el continente sudamericano se
mantuviese aislado de los restantes hasta el
Figura XII-1. Relación entre los estratos faunísticos en América del Plioceno tardío, no implicó en absoluto que
Sur y los cambios de las conexiones terrestres intercontinentales a la mastofauna no sufriese cambios en su
lo largo del tiempo geológico. Es un gráfico esquemático tomado de composición. Por el contrario, durante este
SIMPSON (1950).
prolongado intervalo temporal, se produjo

Figura XII-2. El primer estrato faunístico tal y como lo representó SIMPSON (1950). XII-2a: representa los
primeros inmigrantes (a la izquierda); XII-2b: representa los últimos
inmigrantes de este estrato (a la derecha).
Capítulo XII Caballos fósiles de América del Sur 175

Los estratos faunísticos de Simpson

En 1948 este paleontólogo norteamericano propuso que la historia de los mamíferos en América del Sur era episódica y, en
contraposición con otros continentes, estos episodios eran comparativamente escasos, pero bien diferenciados en el registro.
SIMPSON entendía que estos episodios eran el resultado de eventos inmigratorios que influyeron en la evolución geobiótica
de la mastofauna de América del Sur y que estaban en estrecha correlación con eventos geográficos (Figure XII-1). Según
este autor, este carácter episódico del registro, era el resultado de un prolongado aislamiento de América del Sur durante gran
parte del Cenozoico. Hoy en día el registro sugiere que había ciertas conexiones en particular con la Antártica.
SIMPSON describió tres eventos inmigratorios que denominó estratos faunísticos (SIMPSON 1950, 1967, 1980). El primer estrato
al que llamó el de los “viejos inmigrantes” incluía los grupos que estaban presentes en América del Sur antes del aislamiento
del resto de los continentes, posiblemente durante el más tardío Cretácico y en el Paleoceno temprano, y a los numerosos y varia-
dos descendientes de ese stock ancestral. Este primer estrato (Figura XII-2) comprendía los viejos inmigrantes provenientes de
Laurasia entre los que se encontraban los condilartros, unos ungulados primitivos cercanos a los ancestros de todos los demás
ungulados. Los marsupiales, los que posiblemente llegaron desde América del Norte a través de una cadena transitoria de islas
que aparecieron en el Caribe a fines del Cretácico, y los edentados, representados actualmente por los armadillos, los osos hor-
miguero y mielero y los perezosos, también formaban parte de los viejos inmigrantes.
En realidad esta fauna mencionada por SIMPSON correspondía a los registros del Paleoceno ya que en 1950 este autor desco-
nocía la existencia de registros de mamíferos mesozoicos en América del Sur. Los hallazgos recientes en Argentina, Brasil y
Bolivia han confirmado la presencia de mamíferos en por lo menos diez localidades que comprenden un intervalo de tiem-
po entre el Jurásico medio y el Cretácico tardío (ROUGIER et al. 2003). Estos registros provienen en su mayoría de localida-
des patagónicas que son las más ricas y mejor conocidas. Se trata de formas que se distribuyeron por América del Sur y en
parte de Gondwana tales como multituberculados y drioléstidos, así como algunos taxa únicos de América del Sur emparen-
tados con los monotremas (RAUHUT et al. 2002).
El segundo estrato (Figura XII-3), al que SIMPSON denominó el de los “viejos saltadores de islas”, incluye sólo dos grupos:
los roedores caviomorfos y los primates platirrinos provenientes de África (SIMPSON consideraba que llegaron desde América
del Norte) a través de una ruta al azar. Se cree que estos inmigrantes llegaron a América del Sur en el Eoceno tardío-
Oligoceno temprano, cuando este continente se encontraba aislado del resto, utilizando balsas naturales que fueron arrastra-
das por las corrientes marinas a través del Atlántico Sur.
El tercer estrato (Figura XII-4) fue denominado por SIMPSON como el de los “tardíos saltadores de islas” o los “últimos inmi-
grantes”. Este evento comprende lo que WEBB ha denominado el “Gran Intercambio Biótico Americano”. Este estrato se
registra desde el Mioceno temprano. En un comienzo migraron edentados tardigrados (perezosos) desde América del Sur
hacia el archipiélago del caribe (los primeros registros provienen de la isla de Cuba). Posteriormente, en América del Sur se
registra la llegada de mapaches norteamericanos (los primeros carnívoros placentarios que se registran en el continente). Ya
en el Plioceno y en el Pleistoceno se registran los restos de los taxones involucrados en este evento. Recientemente, con pos-
terioridad a la extinción de fines del Pleistoceno, se registra una nueva oleada de inmigrantes de América del Norte o de
América Central hacia América del Sur, donde se reconocen por primera vez grupos de lepóridos y de chinchílidos.

un marcado cambio en la composición de Se observa una disminución en la diversidad


las comunidades nativas, lo cual permite de los «ungulados», un incremento en la di-
inferir la existencia de concomitantes cam- versidad de los xenartros pastadores (SCILLA-
bios en las condiciones climático-ambienta- TO-YANÉ 1986) y en la de los roedores, entre
les imperantes en dicho lapso en América los que se registran gigantescas formas cur-
del Sur. soriales (PRADO et al. 1998b). Asimismo, se
Los cambios más significativos se regis- verifica un descenso de los carnívoros nati-
tran entre las formas nativas de mamíferos. vos. La información de que disponemos
176 ALBERDI & PRADO Capítulo XII

dación debió haber influido en la evolución


de las presas potenciales, representadas
mayoritariamente por formas herbívoras
tales como los «ungulados» nativos y los
grandes roedores cursoriales.
El éxito de los Équidos (inmigrantes nerí-
ticos) pudo estar, al menos en parte, vincula-
do con el mencionado cambio en la estructu-
ra y las estrategias adaptativas de los inte-
grantes de las comunidades de mamíferos.

EDAD DE LAS PLANICIES AUSTRALES

Desde un punto de vista cronológico la


«Edad de las Planicies Australes» se exten-
dió desde el Mioceno superior hasta el
Plioceno superior. Es decir los momentos
previos al GABI. Se caracteriza por el de-
sarrollo de amplias y variadas planicies a lo
largo de América del Sur, que en parte fue-
ron consecuencia de los cambios físicos que
sucedieron a partir del Mioceno medio en
este continente. Hasta ese momento los am-
bientes propicios para la preservación de los
Figura XII-3. El segundo estrato faunístico tal y como lo mamíferos continentales estaban práctica-
representó SIMPSON (1950). mente confinados a la región patagónica
(PASCUAL & ORTIZ JAUREGUIZAR 1990). En
muestra que el inicio del Gran Intercambio ese momento, como resultado de la acción
produjo en la mastofauna sudamericana de la fase orogénica andina Quechua, los
«mezcla» y enriquecimiento más que com- sedimentos con restos de mamíferos terres-
petencia y desplazamiento (PATTERSON & tres se depositaron principalmente hacia el
PASCUAL 1972). En este sentido, la llegada Norte y Noroeste de Patagonia (BONDESIO et
de los placentarios carnívoros está correla- al. 1980; PASCUAL & BONDESIO 1982).
cionada no solamente con la extinción de los Desde el punto de vista ambiental esta fase
marsupiales carnívoros que aparentemente marcó el inicio de la fase de desertización de
ya estaban en un proceso de declive (por la región y promovió un cambio radical en
ejemplo los boriénidos), sino también con la sus comunidades de mamíferos. La mayor
de formas nuevas y especializadas (por parte de los mamíferos de las Edades ante-
ejemplo los esparasocínidos) y con la des- riores, indicadores de bosques subtropicales,
aparición de otros depredadores no mamífe- pasan a ser extintos, raros o ausentes en las
ros, como las aves fororrácidas. Como bien latitudes australes de Patagonia. En contra-
sugiere PASCUAL (1986) es lógico pensar que posición con esto, se asiste a un incremento
la existencia de nuevas estrategias de depre- de los grupos cursoriales y pastadores, regis-
Capítulo XII Caballos fósiles de América del Sur 177

trándose por primera vez en la historia de


los mamíferos sudamericanos un predomi-
nio de los «ungulados» pastadores.
El desplazamiento hacia el Norte de los
ambientes favorables para la preservación
de restos de mamíferos aparece también rela-
cionado con acusados cambios eustáticos en
el nivel del mar. Esto se ve en la amplia
transgresión marina («Mar Paranense»). La
retracción de este mar dio lugar al desarrollo
de extensas planicies al Norte de Patagonia.
Este período está representado en Argentina
por cuatro Edades mamífero: Chasiquense,
Huayqueriense, Montehermosense y Chapad-
malalense. A pesar de que en estas planicies
la mayoría de los mamíferos son cursoriales
y pastadores (por ejemplo notoungulados:
Xotodontinae y M e s o t h e r i inae; roedores:
Dinomyidae y Protohydrocherinae) otros ver-
tebrados indican la presencia de que existió una
diferenciación regional que de algún modo
anticipa las actuales regiones biogeográficas.

EL GABI

Como consecuencia de la fase orogénica


Diaguita se termina de perfilar la división
ambiental que se observa actualmente en Figura XII-4. El tercer estrato faunístico tal y como lo
América del Sur. Desde un punto de vista representó SIMPSON (1950).
faunístico, el evento más significativo es la
llegada masiva de mamíferos inmigrantes migrantes primarios como Tapirus y Felis,
provenientes de América del Norte (inclu- como la diferenciación en América del Sur de
yendo América Central). Este evento, deno- grupos nativos pero pertenecientes a familias
minado GABI (“Great American Biotic In- norteamericanas, estos es «inmigrantes secun-
terchange” STEHLI & WEBB 1985), comien- darios» como Stegomastodon y Lama (MAR-
za en la Edad Huayqueriense, con la entra- SHALL et al. 1982; WEBB 1985). Entre los gru-
da de los primeros colonizadores (i.e. pos inmigrantes, los que experimentaron una
Cyonasua), pero tiene su mayor manifesta- mayor diversificación fueron los carnívoros y
ción en la Edad Ensenadense (TONNI et al. los ungulados. Estos últimos disminuyeron
1992). desde la Edad Lujanense hasta la actualidad.
El incremento en las formas inmigrantes Por su parte los cricétidos incrementaron
obedece tanto a la aparición de géneros dife- mucho su diversidad. Durante todo el ciclo pre-
renciados en América del Norte, esto es in- dominaron los Caviomorpha y los Cingulata.
178 ALBERDI & PRADO Capítulo XII

WEBB (1985) señaló que la mayoría de


El cambio global durante el Mioceno tardío en el ciclo fotosin-
los mamíferos involucrados en el GABI, son
tético de las plantas
formas adaptadas a ambientes de sabana,
que migraron desde latitudes templadas e n
Durante el Mioceno tardío se registra, la aparición en diversos gru-
el Norte hacia el Sur y en dirección opuesta
pos de plantas de una vía fotosintética alternativa a nivel interconti-
(Figura XII-5). Esto presupone la presencia
nental. Esto representa un marcado cambio en las comunidades
de un corredor continuo de hábitats abiertos.
vegetales como consecuencia de una novedad evolutiva. Con ante-
Sin emb a rgo, este corredor de sabanas que se
rioridad al Mioceno tardío, las floras tropicales de bajas latitudes
habría desarrollado durante el Plioceno y el
estaban dominadas por plantas que utilizaban la vía fotosintética de
Pleistoceno, no condice con las extensas sel-
C3. En los ambientes modernos, las plantas C3 están ausentes en las
vas y bosques tropicales que bloquean actu-
latitudes tropicales pero son dominantes en las latitudes templadas
almente el paso de los animales de ambien-
(en América del Norte > 40°N [TEERI & STOWE 1976] y en Australia
tes abiertos entre ambos continentes. WEBB
> 30°S [H ATTERSLEY 1983]) donde la estación de crecimiento se
ha sugerido que debieron existir intervalos
caracteriza por temperaturas frías; en los trópicos, solamente apare-
durante los cuales se desarrollaron corredo-
cen plantas C3 en zonas muy elevadas, como en las montañas de
res de sabanas entre las dos Américas, como
Kenya (T IEZEN et al. 1979) y Hawai (R UNDEL 1980). Durante el
consecuencia de las fluctuaciones climáticas
Mioceno tardío, las floras tropicales con plantas C3 fueron reempla-
zadas por floras con plantas C4 (CERLING et al. 1997), dando lugar a globales reconocidas durante este intervalo
la distribución global de las vías fotosintéticas que se observan en la temporal. En efecto, se han documentado fluc-
actualidad. La fotosíntesis C4 es una vía metabólica costosa que usa tuaciones en el nivel del mar durante el Plio-
la energía para concentrar el CO2 dentro de los tejidos de la planta ceno tardío y el Pleistoceno como conse-
(EHLERINGER et al. 1997). Esta habilidad para concentrar el CO2 es cuencia de los cambios en el volumen global
una ventaja en los ambientes de altas temperaturas, porque permite de los casquetes polares (SUMMERHAYES 1986).
a las plantas disminuir la conductancia en los estomas y de esta Esto se ha documentado en la Antártica. Se
manera conservar el agua sin volverse un reservorio de CO2. A pesar han postulado condiciones cálidas en la
de que el costo metabólico asociado con la concentración de CO2 Antártica alrededor de hace 3,3 millones de
dentro de los tejidos de las plantas, es menor, la fotosíntesis C4 no es años que se correlacionan con un nivel alto
ventajosa en latitudes templadas, donde la estación de crecimiento del mar en ese momento (HAQ et al. 1987).
se caracteriza por bajas temperaturas. Así, la distribución actual de Asimismo, el registro isotópico indica un
plantas C3 en latitudes templadas y plantas C4 en latitudes tropicales intervalo frío entre 3,2 y 2,7 millones de años
representa una adaptación ecofisiológica a los climas globales coincidente con la expansión del casquete
modernos. El cambio diferencial en la distribución global de las antártico (WEAVER 1973). En suma, estas
planta C3 y C4 con anterioridad al Mioceno tardío y durante el oscilaciones del nivel del mar soportarían la
Mioceno final, sugiere un cambio radical en el clima global y en la hipótesis de WEBB sobre un corrimiento en
química atmosférica durante este período. mosaico de los ambientes abiertos durante
En la última década, los estudios combinados de paleontología y los últimos 2,5 millones de años. Por su par-
geoquímica, en particular estudios de isótopos estables del carbono te, el registro de mamíferos terrestres evi-
y del oxígeno sobre el esmalte dentario de mamíferos cenozoicos, dencia que el corredor de sabanas que atra-
han sido de gran utilidad ya que preservan un registro detallado, que vesaba los trópicos se mantuvo abierto du-
permite inferir los cambios globales en los ambientes y los paleoe- rante un lapso prolongado de tiempo. Las
cosistemas terrestres (QUADE et al. 1989; MACFADDEN et al. 1999). faunas de Edad mamífero Ensenadense
Específicamente, el esmalte dentario de los animales herbívoros representarían el clímax de este intercambio.
permite reconstruir sus preferencias dietéticas (e.g. C3, C4, CAM). Una de las preguntas más frecuentes en
la literatura sobre el GABI es si los inmi-
Capítulo XII Caballos fósiles de América del Sur 179

grantes placentarios de América del Norte


habían reemplazado a los grupos nativos de
América del Sur. Este concepto de desplaza-
miento competitivo fue introducido por
SIMPSON (1950) quien resaltó la exitosa
radiación de los taxa norteamericanos en
América del Sur. PATTERSON & PASCUAL
(1972) atribuyen la extinción de los ungula-
dos nativos a su normal agotamiento.
También sugieren que los marsupiales bor-
hiaenidos (grandes marsupiales carnívoros)
fueron desplazados por los carnívoros pla-
centarios del Hemisferio Norte.
Sin embargo, uno de los mayores proble-
mas para contrastar la hipótesis del desplaza-
miento competitivo es la calidad del registro
en América del Sur. Falta una mayor infor-
mación, de los lapsos clave del tiempo y
sitios con información tafonómica. Sin estos
datos es muy difícil hablar de coexistencia de
dos taxa en un mismo yacimiento. WEBB
(1991) propuso que para analizar esta hipóte-
sis debían considerarse tres niveles tróficos:
primero la competencia entre pares de ungu-
lados por recursos limitados (por ejemplo,
dieta, agua, habilidad para migrar a zonas de
refugios durante las estaciones secas).
Segundo, en el próximo nivel trófico, el
impacto indirecto de la preferencia de deter-
minados carnívoros por sus presas y las estra-
tegias de fuga de las presas. Por último, el
impacto indirecto de los grandes herbívoros
sobre otros herbívoros, por ejemplo modifi-
caciones del hábitat por Proboscidios (OWEN-
SMITH 1988).
Teniendo en cuenta alguna de las consi-
deraciones propuestas por W EBB esta hipó-
tesis parece difícil de contrastar con el regis-
tro actual. Un caso interesante es el de los pas-
Figura XII-5. Principales grupos de mamíferos involucrados en el Gran
tadores cursoriales de la Familia Proterothe- Intercambio Biótico Americano (GABI). Modificada de BENTON (1990).
riidae (Litopterna), que aparentemente ocu-
pan la misma zona adaptativa que los Équi- pensaba que estas dos formas no habían c o e-
dos y podrían haber sido víctimas de un d e s- xistido (STUCKY & MCKENNA 1993), pero
plazamiento competitivo. Hasta hace poco se recientemente se ha confirmado la presencia
180 ALBERDI & PRADO Capítulo XII

de Proterotheriidae en dos yacimientos de


Aparición precoz de la hipsodoncia en A m é r i c a
Argentina y Uruguay (BOND et al. 2001). En
del Sur
este último asociado a Hippidion principale
(PEREA et al. 1995) y el de Corrientes, Arg e n-
En un artículo clásico, PATTERSON & PASCUAL (1972) indica-
tina, asociado con Equus (Amerhippus). Esta
ron que en el Cenozoico medio se verificaba un cambio fun-
coexistencia en el Pleistoceno tardío sería un
damental en la morfología dental y consecuentemente en la
dato en contra del desplazamiento competitivo
dieta de los mamíferos herbívoros en América del Sur. Los
y a favor de considerar que estos cambios fau-
herbívoros registrados en el Eoceno temprano y medio (hace
45 millones de años) poseen dientes principalmente de coro-
nísticos responden principalmente a los pro-
nas bajas, siendo presumiblemente ramoneadores. Por el con- fundos cambios climático-ambientales que se
trario, las formas registradas a partir del Eoceno tardío y registraron en este continente durante el tiempo
Oligoceno temprano (“Tinguiririca”, hace aproximadamente en que transcurrió el GABI.
35 millones de años) y el Oligoceno tardío y Mioceno tem-
prano de Patagonia (hace aproximadamente entre 30 a 20
millones de años) poseen una variedad de coronas altas. Por LOS ÉQUIDOS Y EL GABI
ejemplo, la mayoría de las especies de herbívoros de talla
media y grande agrupados entre los Notoungulados típicos de La radiación de la subtribu Pliohippina se
esta Edad poseen dientes hipsodontos a subhipsodontos registra en el Mioceno tardío y el Plioceno
(SIMPSON 1980). Mientras que en América del Norte, las for- de América del Norte (Edades mamífero
mas avanzadas de herbívoros de corona alta (por ejemplo la Hemphiliense y Blanquiense) cuando predo-
notable radiación explosiva de los équidos) aparecieron en el minan los ambientes de planicies abiertas
Mioceno medio (hace aproximadamente entre 18 a 15 millo- con pastizales y condiciones áridas (W EBB
nes de años, M ACFADDEN 1992). Sobre la base de estas evi- 1977). Los miembros más australes de este
dencias, PATTERSON & PASCUAL (1972) propusieron el adveni- clado tal vez se dispersaron en América
miento de las comunidades de pastizales en América del Sur,
Central y Sur antes o al comienzo del GABI
con 15 millones de años de antelación que en América del
(WEBB 1985).
Norte. Como ya hemos señalado una hipótesis plausible para
Hippidion es una forma endémica de
explicar esto fue expuesta por STEBBINS (1981) quien propuso
América del Sur y su diversificación tuvo que
que las comunidades de pastizales se habrían expandido pri-
tener lugar en alguna región del norte de
mero en América del Sur que en América del Norte. Estos
cambios en las comunidades vegetales habrían favorecido la América del Sur (incluso en América Cen-
evolución de los herbívoros hacia formas con dientes de coro- tral). Los primeros registros de este género
na alta (pastadores). Con posterioridad se supuso que estos provienen de sedimentos de Edad mamífero
cambios en la vegetación se correlacionaban con el cambio Uquiense. En efecto, el registro de Hippidion
isotópico entre pastos C3 y C4. Por el contrario, en otras regio- devillei, en la Sección media de la Formación
nes se demostró que la expansión de los biomas de pastizales Uquía en Esquina Blanca, está asociado con
y el proceso coevolutivo con los herbívoros se dió exclusiva- los registros de Urotherium, Platygonus cf.
mente entre pastos C3 (QUADE et al. 1992; CERLING et al. 1993; Platygonus uquiensis y Promacrauchenia
WANG et al. 1994). La evidencia isotópica a partir del esmalte (Figura XII-6). También en esta sección, pero
dentario, tanto en herbívoros de corona alta como de corona con una ubicación estratigráfica más baja, se
baja, provenientes de las localidades del Deseadense en registra Hippidion devillei, asociado con un
13
Argentina y Bolivia, presentan valores uniformes de δ C más Scelidotheriinae cf. Scelidotheridium, Mi -
negativos que –10‰ (MACFADDEN et al. 1996), indicando que crocavia, Urotherium, Promacrauchenia y
estas formas eran pastadoras, que se alimentaban de pastos C3 Platygonus que se hallan por debajo de la
Toba 1, datada en 2,5 Ma (WALTHER et al.
Capítulo XII Caballos fósiles de América del Sur 181

1998) y por encima de la toba datada en 3,7-


3,8 Ma (LGM 201 en MARSHALL et al. 1982).
En suma, el registro de Uquía es el más anti-
guo y esto está apoyado por dataciones radi-
métricas (PRADO et al. 1998a, 2000).
Por su parte, el género Equus se registra
por primera vez en sedimentos de Edad Ma-
mífero Ensenadense (Pleistoceno medio) en
Tarija, Bolivia. Datado entre 1,1 y 0,7 Ma, que
podría llegar hasta 0,6 Ma (MACFADDEN
2000). Este género, a diferencia de Hippidion,
ya se encontraba diferenciado en América del
Norte en el Plioceno y muy probablemente
derive de alguna forma de Dinohippus
(PRADO & ALBERDI 1996) (Figura XII-7).
Como ya hemos mencionado ambos
Figura XII-6. Perfil de la localidad de Esquina Blanca (Uquía, Argentina),
linajes responden a patrones de diversifica-
localidad más antigua con Hippidion en América del Sur
ción distintos, los cuales están de alguna
manera relacionados con el momento en que
hacen su primera aparición en el registro.
Estos patrones se repiten con algunas varia-
ciones en casi todos los grupos de inmigran-
tes norteamericanos. Entre los grupos que se
registran más tardíamente (con referencias
seguras a partir del Pleistoceno medio) no se
verifican endemismos marcados y en la
mayoría de los casos los géneros se encuen-
tran diferenciados como tales en América
del Norte. Sirven como ejemplo los repre-
sentantes de las familias Felidae, Tapiridae,
Ursidae y Gomphotheriidae. En este patrón
de dispersión y diversificación se ubicaría el
género Equus entre los Equidae. Por su
parte, los grupos que se registran a partir del
Plioceno tardío, comienzan a generar algu-
nos géneros endémicos. En este grupo se
ubicarían los representantes de las Familias Figura XII-7. Dispersión de los caballos de América del Norte a Eurasia
Camelidae, Canidae, Tayassuidae y entre los y a América del Sur. Modificado de SIMPSON (1951).
Equidae, el género Hippidion.
Capítulo XIII Caballos fósiles de América del Sur 183

E L estudio de las extinciones de la me-


gafauna pleistocena ha sido enfocado
clásicamente desde un punto de vista global,
L I US 1984; LUNDELIUS 1989) que sostiene que
un stress nutricional producido por los cam-
bios rápidos en las comunidades de plantas
LA EXTINCIÓN
DE LA MEGA-
atendiendo a los procesos y mecanismos podría ser la principal causa de las extincio-
involucrados. Sin embargo, las extinciones nes (KING & SAUNDERS 1984). En esta línea FAUNA PLEISTO-
ocurridas hacia fines del Pleistoceno y prin- de pensamiento, la propuesta de GUTHRIE
CÉNA EN
cipios del Holoceno revisten un carácter sin- (1984), quién plantea que la diversidad de las
gular, ya que afectaron diferencialmente a plantas durante el Pleistoceno tardío fue alta AMÉRICA DEL
algunos linajes en particular, siendo más y el periodo de crecimiento fue largo en con-
intensas sobre aquellos con especies de traposición con lo que ocurriría en el Holo-
SUR
mayor tamaño. ceno, es una de las hipótesis más aceptadas.
Entre las hipótesis acerca de la extinción Este cambio en la diversidad y la estacionali-
de la megafauna basada en cambios ecológi- dad repercutiría en las poblaciones de gran-
cos y climáticos sin la influencia humana des mamíferos en un lapso relativamente
existe una gran variedad. Por ejemplo una de corto de tiempo. La caída abrupta de la diver-
las más difundidas es la denominada “des - sidad de los herbívoros de gran talla en esta
equilibrios coevolutivos”(GRAHAM & LUNDE- transición indicaría que muchas de estas

Extinciones

La extinción, desde un punto de vista evolutivo, es la muerte o desaparición de todos los miembros de una especie.
Para los paleontoólogos esto implica la desaparición de los descendientes de un grupo taxonómico en un punto del
registro a nivel global.
Algunos autores refieren un tipo de extinciones regionales o biogeográficas que afectan a determinadas poblacio-
nes de una especie en localidades o zonas concretas de la superficie terrestre en tanto que otras no. En este capítu-
lo trataremos de las extinciones que afectaron a las especies a nivel global.
Se pueden clasificar las extinciones en dos tipos: (a) extinciones de fondo: son las que se observan de un modo más
o menos continuo a lo largo de un registro geológico e involucran a unas pocas especies; (b) extinciones en masa:
son las que tienen lugar en un intervalo relativamente corto de tiempo geológico y que afectan a taxones distribui-
dos en un amplio rango ecológico y biogeográfico. En este último tipo de extinciones se reconocen distintas cate-
gorías: “catastróficas”, que están relacionadas con perturbaciones globales marcadas y puntuales; “escalonadas”,
que son las que se producen en episodios sucesivos, ecológicamente selectivos y geológicamente breves; y las
extinciones “graduales” que son procesos en los que la tasa de extinción es mayor que la especiación, las pautas
son similares a las extinciones de fondo pero más aceleradas y los factores desencadenantes son globales.
A diferencia de las extinciones que ocurrieron antes o con posterioridad al Gran Intercambio Biótico Americano,
que son consideradas como extinciones de fondo, la extinción de finales del Pleistoceno en América del Sur puede
clasificarse como una extinción en masa de tipo catastrófica. El porcentaje de géneros extintos que se registra en
las Edades precedentes entra dentro del rango de las denominadas extinciones de fondo. El 22% de los géneros pre-
sentes en la Edad Marplatense (sensu CIONE & TONNI 1995a, 1995b) no se registran en la Edad siguiente, el
Ensenadense. El 7% de los géneros presentes en el Ensenadense no se registran en el Lujanense. En tanto que el
porcentaje de géneros presentes en el Lujanense que no se registran en el Holoceno sube hasta el 40% (LESSA &
FARIÑAS 1996). Según el criterio propuesto por S EPKOSKI (1986) a nivel global, las extinciones de finales del
Lujanense se clasifican como “extinciones en masa de nivel intermedio”. Lo que es comparable con los porcenta-
jes que se observan en la extinción del límite Cretácico/Terciario.
184 ALBERDI & PRADO Capítulo XIII

Tabla XIII-1. Valores de correlación significativa entre las variables climáticas y los eventos fau-
nísticos FRQ y LRQ, primeras y últimas apariciones respectivamente, normalizadas en cada
intervalo en función de la riqueza específica (RQ). Tomado de PRADO et al. (2001a).

Riqueza Riqueza LRQ FRQ


> 45 kg < 45 kg > 45 kg < 45 kg

Número de ciclos -0,872** 0,758** 0,869**

Max. d18O -0,644* 0,832** 0,729**

Min. d18O -0,777** 0,881**

Moda d18O -0,612*

Variación climática 0,908**

* = p < 0,05; ** = p < 0,01

especies se encontraron bajo una situación de inmigrante) y su clasificación (marsupiales


stress nutricional. o placentarios). Estos autores concluyen que
América del Sur es la región donde más en este registro, las formas de gran talla fue-
claramente se puede observar el efecto que ron las más vulnerables a la extinción.
las extinciones de finales del Pleistoceno Otro análisis que corrobora la vulnerabi-
tuvieron sobre la diversidad de los mamífe- lidad a la extinción de los mamíferos de talla
ros. El registro da cuenta del impacto de las grande es el realizado por PRADO et al.
mismas, ya que ninguna especie de mamífe- (2001a) (Tabla XIII-1) En este estudio se ana-
ro de talla grande del Pleistoceno sobrevivió lizan las correlaciones de seis variables cli-
18
en la fauna actual. Este fenómeno fue distin- máticas obtenidas a partir de la curva δ O
to en cada región, por ejemplo en América de los hielos antárticos (MERLIVAT et al.
del Norte llegaron a sobrevivir tres especies: 1979), con la diversidad de mamíferos de
Alces alces, Cervus elaphus y Bison bisón. los últimos 40 mil años en la Región
En tanto que en África su impacto fue mucho Pampeana y las tasas de extinción y primera
menor y vemos que la estructura de las aparición de estos (PRADO et al. 2001b). Con
comunidades de mamíferos actuales es muy el fin de obtener datos comparables, ambos
similar a la que se registra hacia finales del registros se agruparon en intervalos de 2500
Pleistoceno. años. Las seis variables climáticas conside-
En un estudio reciente, LESSA & FARIÑAS radas fueron: el número de ciclos climáticos
18
(1996) analizan en el registro de América en cada intervalo; el valor máximo de δ O
del Sur qué especies tuvieron mayor proba- en cada intervalo (que es una medida apro-
bilidad de extinción en función de su talla ximada del máximo de temperatura); el
18
(“grande” mayores de 100 Kg; “mediana” valor mínimo de δ O en cada int e r v a l o ;
entre 1 y 100 Kg, y “pequeña” menos de 1 (temperatura mínima); el valor modal de la
Kg), de su nicho trófico (herbívoro, carnívo- temperatura en cada intervalo; la magnitud
ro y omnívoro), de su origen (autóctono o de la variación climática (diferencia entre
Capítulo XIII Caballos fósiles de América del Sur 185

temperatura máxima y mínima); y la magni- modelo de simulación sobre la base del


tud del cambio climático (diferencia entre el registro de América del Norte para con-
valor modal de la temperatura máxima de un trastarla. Se simularon los primeros
intervalo y el que le precede). Así mismo los 2500 años de la dispersión de las pobla-
registros faunísticos fueron agrupados en ciones humanas. El análisis asume que
mamíferos pequeños (menores de 45 Kg) y la tasa de crecimiento de las poblaciones
grandes (mayores de 45 Kg). El análisis humanas era baja y que los patrones de
muestra que los cambios climáticos no son caza eran aleatorios. Los resultados
un fenómeno simple y que se observan, demostraron que un escenario de “over-
dependiendo de que variables climáticas se kill” es posible sin necesidad de recurrir
consideren, diferentes patrones de cambios a factores climáticos.
faunísticos. Por ejemplo el efecto de la tem- — El segundo modelo plantea la introduc-
peratura no tiene una correlación estadísti- ción indirecta de modificaciones en los
camente significativa con las tasas de extin- hábitats de finales del Pleistoceno, que
ción y aparición, sólo la riqueza de los presionaron a los mamíferos de talla
mamíferos pequeños guarda cierta correla- grande a su extinción (H AYNES 1984;
ción con los cambios en la temperatura. Por JELINEK 1967; KRANTZ 1970). Más tarde
el contrario los grados de estabilidad climá- HAYNES (2002) propuso que en América
tica, que se midieron en términos de núme- del Norte, en torno a 11000 años, la caza
ro de ciclos por intervalo y magnitud del rápida y efectiva de megamamíferos
cambio climático, tienen una correlación (mayores de una tonelada, según el cri-
significativa con los patrones de cambio terio de OWEN-SMITH 1987) tales como
faunístico. En particular se corrobora una los mastodontes y los mamuts, ocasiona-
correlación altamente significativa con la ron un cambio en los hábitats que reper-
tasa de extinción de los mamíferos de talla cutió sobre las poblaciones de otros
grande. mamíferos. Este autor se refiere a este
En los últimos años se han propuesto evento como una extinción eco-catastró-
diversos modelos para explicar el impacto fica. OWEN-SMITH (1999) argumenta que
humano en las extinciones de la megafauna. la extinción de los megamamíferos
POLITIS & GUTIÉRREZ (1998) señalan que transforma un pulso menor de extinción,
existen al menos tres modelos que explican producido por factores climáticos, en un
el grado de causalidad atribuido a los huma- pulso mayor de extinción en cascada, ya
nos: que los mastodontes y los mamuts son
— el primer modelo incluiría la hipótesis las especies clave (“keyston e species”)
formulada por MARTÍN (1967, 1973, de las comunidades de mamíferos pleisto-
1984), quién propuso que la extinción de cenos de América del Norte.
los grandes mamíferos de ambas — El tercer modelo propone que la influen-
Américas y Australia, estaba relacionada cia humana fue un “golpe de gracia” final
con la expansión rápida, (unos cientos de sobre las poblaciones de los mamíferos
años), de las poblaciones humanas en de talla grande que se encontraban redu-
estos continentes (“blitzkrieg”) y la caza cidas por efecto de los intensos cambios
rápida y efectiva que produjo una sobre- climáticos de finales del Pleistoceno
matanza (“overkill”). En relación c o n (GUILDAY 1984; MARSHALL 1984).
esta hipótesis, ALROY (2001) realizó un Uno de los puntos críticos para contras-
186 ALBERDI & PRADO Capítulo XIII

LAS EXTINCIONES EN LA PROVINCIA


Provincia Pampa PA M PA : U R U G U AY Y A R G E N T I N A

Cabe aclarar que cuando nos referimos a la Provincia Pampa es en Las evidencias sobre la extinción de los
un sentido biogeográfico. Recientemente M ORRONE (2001) ubicó caballos en este área proceden tanto de los
esta provincia dentro de la Región Neotropical, Subregión sitios arqueológicos como de los yacimientos
Chaqueña. Esta provincia comprende el centro oeste de Argentina, paleontológicos. Los registros paleontológi-
entre los 30oy 39o de latitud Sur, Uruguay y sur del estado brasile- cos más recientes provienen de varios perfi-
ño de Rio Grande do Sul. (Figura XIII-1) les en el Miembro Guerrero de la Formación
Luján (antigüedad aproximada de entre
27000 y 10000 años AP). Estos datos radio-
carbónicos se han obtenido principalmente a
partir de dataciones de carbonatos del sedi-
mento, moluscos de agua dulce (BONADONNA
et al. 1999; CARBONARI et al. 1992; FIGINI et
al. 1995, 1998) y huesos de mamíferos extin-
tos (TONNI et al. 2003). Las dataciones sobre
huesos son tres. Dos son de edentados y una
de caballo. Esta última se obtuvo a partir de
una porción de tibia asignada a Equus (A -
merhippus) neogeus recuperada de Zanjón
Seco en el Río Quequén Grande (LP-1235)
cuya antigüedad es de 10.290 ± 130 años AP
(TONNI et al. 2003).
Entre los sitios arqueológicos en la pro-
vincia de Buenos Aires, se destacan dos con
registros de équidos fósiles: Arroyo Seco 2
(FIDALGO et al. 1986; POLITIS 1984, 1989;
POLITIS et al. 1987) y Paso Otero 5 (MARTÍ-
NEZ 1997, 2001; MARTINEZ et al. 2003 (Figu-
ra XIII-2).
En Arroyo Seco 2 se ha recuperado una
significativa cantidad de restos de mamífe-
ros pleistocenos (Eutatus, Mylodon, Glos -
Figura XIII-1. Mapa biogeográfico de América del Sur sotherium, Megatherium, Toxodon, Macrau -
donde se distingue la Región Andina (en gris oscuro) y chenia, Glyptodon, Equus e Hippidion) entre
la Región Neotropical (en gris claro). 51. Provincia bio- los que se incluyen: Hippidion principale y
geogeográfica Pampa. Modificado de MORRONE (2001). Equus (Amerhippus) neogeus (ALBERDI &
PRADO 1992, 1993; PRADO & ALBERDI 1994).
tar estas hipótesis en América del Sur es el Varias evidencias como la selección de las
impacto sobre la extinción de los caballos, extremidades anteriores y posteriores, los
para lo cual es necesario contar con un buen patrones de fracturas de los huesos largos, y
registro de la transición del Pleistoceno tar- las marcas de corte, indican que estas espe-
dío Holoceno. cies fueron utilizadas por los cazadores
Capítulo XIII Caballos fósiles de América del Sur 187

Dato-taxón

Recientemente BORRERO (1997) señala


las complicaciones que a menudo se
presentan en el registro arqueológico,
relacionadas con los resultados obteni-
dos a partir de la simple asociación físi-
ca de huesos de megafauna pleistocena
y las muestras de carbón recuperadas de
un mismo depósito. Aún cuando en
algunos casos esté bien controlado y
merezca cierta credibilidad en la mayo-
ría de los casos no está bien fundamen-
tado. Por ejemplo, este autor señala un
caso cuestionable, el Sitio Los Toldos
en Patagonia, donde las piezas aisladas
de carbón fueron usadas para argumen-
tar la supervivencia de la megafauna.
Adicionalmente, es importante tener en
cuenta los procesos de formación de los
sitios antes de establecer asociaciones
entre megafuana y datos radiocarbóni-
cos. En consecuencia propone utilizar
el criterio de dato-taxón en el sentido de
GRAYSON (1987) quien asocia este tér-
mino a información cronológica rela-
cionada u obtenida del registro más
antiguo de un taxón determinado.

como un recurso alimenticio (SALEMME provienen de distintos laboratorios y repre- Figura XIII-2. Mapa de la
1987; POLITIS et al. 1995). La cronología de sentan datos-taxones para esta especie. provincia de Buenos
este sitio se conoce a través de un total de 34 En el sitio Paso Otero 5 se ha recuperado Aires con los sitios
fechados. Las dataciones correspondientes a un significativo conjunto arqueológico, que arqueológicos de caza-
restos de megafauna abarcan un lapso tem- incluye un rico registro de fauna pleistocena dores-recolectores.
poral entre 12240 ± 110 y 7320 ± 50 AP asociado con las características puntas de Tomado de POLITIS &
(POLITIS & BEUKENS 1991; POLITIS et al. 1995). proyectil cola de pescado. La asociación fau- GUTIÉRREZ (1998).

En lo que respecta a los équidos, estos auto- nística esta compuesta por varias especies de
res dan a conocer tres dataciones efectuadas mamíferos extintos (Megatherium, Glosso -
sobre huesos de Equus (Amerhippus) neo - therium, Glyptodon, Toxodon, Hemiauchenia
geus (AA-7964, con AMS que dio 11250 ± y E q u u s) entre los que destaca la presencia de
105 AP; OXA-4590, con AMS que dio Equus (Amerh i p p u s) n e o g e u s. Los sedimen-
11000 ± 100 AP; TO-1504, con AMS que tos portadores de este conjunto han sido asig-
dio 8890 ± 90 AP). Como vemos estos datos nados a la transición Pleistoceno tardío-
188 ALBERDI & PRADO Capítulo XIII

Hippidion principale y Equus (Amerh i p p u s)


neogeus (UBILLA & ALBERDI 1990; UBILLA et
al. 2004). Los niveles portadores de estos res-
tos tienen una edad mínima estimada entre
43000 a 58000 años AP (UBILLA 2003).
En los últimos años han aparecido algu-
nas evidencias de asociación entre fauna
extinguida y restos culturales en Uruguay.
SUÁREZ (2003) cita seis nuevos sitios arqueo-
lógicos en la localidad de Pay Paso con
megafauna y material lítico, datados sobre
carbón entre 9300 y 9100 años AP.
Los datos en conjunto sobre coexistencia
de megafauna y poblaciones humanas en esta
Provincia están bien documentados. Sobre la
Figura XIII-3. Detalle de marcas de corte en un húmero (AEP1-(L(s)
base de este registro varios autores (POLITIS et
713) de Hippidion saldiasi del sitio de Piedra Museo (provincia de al. 1995; TONNI 1992; TONNI et al. 1999) han
Santa Cruz, Argentina). Las líneas negras indican paquetes de planteado que la extinción de la megafauna
microestrías en los bordes de las marcas de corte. en este área se registra en torno aproximada-
Tomado de ALBERDI et al. (2001a). mente a 8500 años AP. En lo que respecta a
los caballos una sola datación (TO-1504, con
Holoceno temprano. Esta antigüedad se sus- AMS que dio 8890 ± 90 AP) apoya la hipóte-
tenta en dos dataciones de huesos quemados sis de la supervivencia de estos en el
(hueso megafauna indeterminado AA-19291, Holoceno temprano, en particular la especie
con AMS que dio 10190 ± 120 AP y hueso de Equus (Amerh i p p u s) n e o g e u s.
Megatherium AA-39363, con AMS que dio Si consideramos estos datos y la fecha
10440 ± 100 AP, MARTÍNEZ 2001). aproximada de la llegada de los primeros
En lo que respecta al registro de Uruguay, pobladores en el área se puede asumir que
observamos que se cita una rica fauna de las especies de caballos fueron explotadas
mamíferos pleistocenos que provienen bási- por las bandas de cazadores durante un perí-
camente de dos formaciones, Sopas y Dolo- odo significativo de tiempo de por lo menos
res (UBILLA 1986; UBILLA & ALBERDI 1990; 3000 años. Como veremos más adelante,
UBILLA et al. 1994), donde sólo se registran esto datos contrastan con la información de
sitios paleontológicos. Estas formaciones la región patagónica donde los datos ajusta-
geológicas pueden correlacionarse con las dos sugieren un período corto de coexisten-
clásicas unidades de Argentina. Por ejemplo, cia entre grupos humanos y caballos. Estas
se ha propuesto que la formación Dolores se diferencias se podrían deber a distintos fac-
correlacione con el Miembro Guerrero de la tores. En primer lugar se trata de especies
Formación Luján (UBILLA & PEREA 1999; distintas con adaptaciones muy acusadas.
UBILLA et al. 2004) en tanto que la Formación Las especies registradas en la Provincia
Sopas podría correlacionarse con el Miembro Pampa son formas mucho más adaptadas a
la Chumbiada de la Formación Luján o con el los ambientes abiertos y, en líneas generales,
piso Bonaerense de AMEGHINO (UBILLA et al. a las condiciones áridas o semiáridas y a la
2004). En la Formación Sopas se registran vegetación xerófila que predominaron hasta
Capítulo XIII Caballos fósiles de América del Sur 189

fines del Pleistoceno. Esto favoreció a las


El marco climático en la Provincia Pampa
poblaciones de caballos pastadores, en tanto
que el cambio hacia condiciones húmedas y
templadas benefició en gran medida a las for- Varios autores coinciden en señalar que durante la última glaciación
mas de camélidos y cérvidos ramoneadores. el clima en la mayor parte de esta Provincia fue más seco y más frío
Otro dato a tener en cuenta es que en que el actual (TONNI & FIDALGO 1978; CLAPPERTON 1993). Durante
general tanto la diversidad como la biomasa el último máximo glacial el nivel del mar descendió aproximada-
de especies pleistocenas fue mayor en esta mente 120 metros, lo que desplazó la línea de costa en algunas loca-
provincia que en la región patagónica y esto lidades hasta 300 kilómetros hacia el Este de su posición actual
se refleja también en los caballos. Es posible (TONNI et al. 1999). Estudios palinológicos realizados por PRIETO
que una mayor diversidad y mayor biomasa (1996, 2000) reconocen un período subhúmedo-seco antes de 10500
de los mamíferos herbívoros pueda estar años AP (caracterizado por una vegetación de estepa samofítica). A
relacionada con una presión de la caza dife- este período le seguiría uno más húmedo (con predominio de pasti-
rencial en ambas regiones. Por último, si zales) y con un nivel de precipitaciones cercano al actual hasta 8000
bien los patrones generales de cambio cli- años AP. Distintas evidencias sobre paleosuelos indican un cambio
mático pueden ser similares, la intensidad de hacia condiciones más húmedas en torno a 10000 años AP (FIDALGO
los mismos fue mayor en la Región Pata- et al. 1975; ZÁRATE et al. 1995). El análisis de los conjuntos de los
gónica. mamíferos de un gran número de localidades en la Provincia avalan
la hipótesis de una transición desde condiciones templadas y semiá-
ridas a más húmedas en el período comprendido entre 12000 y 8500
LAS EVIDENCIAS EN EL NOROESTE DE años AP (PRADO et al. 1997; PRADO & ALBERDI 1999). Por el con-
ARGENTINA trario, otros autores (TONNI 1990; TONNI & CIONE 1994), concluyen
a partir del mismo registro del Holoceno temprano en la Provincia
De esta región provienen varios restos de Pampa que es un período más frío y seco que el actual. En nuestro
caballos del yacimiento paleontológico de criterio, estas discrepancias se deben a una interpretación distinta de
Barro Negro (provincia de Jujuy) asignados cómo las comunidades de mamíferos responden a los cambios cli-
a Hippidion devillei (ALBERDI et al 1986; máticos. Los datos recientes sobre evidencias paleoecológicas y son-
ALBERDI & PRADO 1993). De los niveles tur- deos de hielo soportan la hipótesis de un cambio hacia condiciones
bosos portadores de estos restos se han obte- mas húmedas y cálidas en América del Sur hace aproximadamente
nido cinco dataciones a partir de la materia 10000 años AP (THOMPSON et al. 2000; MCCULLOCH et al. 2000).
orgánica que comprenden el intervalo entre
10200 ± 170 y 12530 ± 160 AP.

(ALBERDI & PRADO 1993; ALBERDI & PRIETO


LAS EVIDENCIAS EN LA SUBREGIÓN PATAGÓNICA, 2000; ALBERDI et al. 2001a). Esta especie que
CHILE Y ARGENTINA se caracteriza por sus extremidades cortas y
anchas, adaptadas a sustratos rocosos e irre-
En la Subregión Patagónica, con mayor pre- gulares y superficies congeladas, se registra
cisión en su extremo austral que comprende en la mayoría de los sitios arqueológicos de la
la cuenca del río Deseado, la Patagonia extra- región. Algunas evidencias tafonómicas,
andina y Tierra del Fuego, se cuenta con un como indicios de desposte, la presencia de
registro relativamente abundante de una marcas de descarne (Figura XIII-3) o fractu-
especie sumamente particular de caballo ras helicoidales con puntos de golpe, artefac-
americano denominado Hippidion saldiasi tos elaborados con huesos de caballo (Figura
190 ALBERDI & PRADO Capítulo XIII

Figura XIII-4. es contar con una buena cronología de los


Fragmento de depósitos en los que fueron recuperados los
costilla de materiales. Es muy frecuente que en el
Hippidion del momento de contrastar una hipótesis sobre
Alero Tres
la extinción de un determinado taxón, sólo
Arroyos (Tierra
tengamos datos cronológicos indirectos que
de Fuego) con
provengan de datos pocos fiables o no con-
rebaje y puli-
mento en la
temos con datos directos del taxón que esta-
punta. Foto mos analizando. En el caso de Hippidion
amablemente saldiasi, existen varios datos radiocarbóni-
cedida por cos sobre huesos de zonas controladas entre
Alfredo PRIETO. los que se encuentran, un húmero distal (U6)
de Piedra Museo (OXA8528, con AMS que
dio 10925 ± 65 AP, ALBERDI et al. 2001a),
una falange primera del dedo tercero colec-
tada en 1899 por H AUTHAL en Cueva del
Mylodón de la que se está analizando una
muestra de ADN (GrA-510, con AMS que
dio 11480 ± 60 AP, datos propios), una vér-
tebra de Cueva Fell 1 (NUTA-1811, con
AMS que dio 10710 ± 100 AP), y una tibia
de Fell 1 (NUTA-2331, con AMS que dio
10860 ± 160 AP, NAMI & NAKAMURA 1995).
BORRERO (2003) menciona dos nuevas data-
XIII-4), señalan la utilización de esta especie ciones sobre huesos de Hippidion saldiasi
por las poblaciones humanas (MENGONI del sitio Tres Arroyos 1. Los resultados die-
GOÑALONS 1987; MARTINIC 1992; MIOTTI & ron 12540 ± 70 AP (Beta-123152, AMS) y
SALEMME 1999; PR I E TO 1999; ALBERDI & 10685 ± 70 AP (OxA-9247, AMS), que apa-
PR I E TO 2000; ALBERDI et al. 2001a). rentemente no están asociados a contextos
Los restos asignados a Hippidion saldia - humanos.
si fueron recuperados de los siguientes Estos datos cronológicos condicionan en
sitios: Cueva del Mylodón (ALBERDI & gran medida nuestras ideas acerca de la
PRADO 1992), Piedra Museo (ALBERDI et al. extinción de esta especie. En algunos traba-
2001a), Los Toldos (MIOTTI 1993), Las jos previos la discusión sobre la coexisten-
Buitreras (SANGUINETTI 1976) Cuevas Lago cia de caballos y cazadores-recolectores se
Sofía 1 y 2 (PRIETO 1991), Cueva del Medio hizo sobre la base de la cronología de los
(NAMI & MENEGAZ 1991), Cueva Fell, Pali- sitios y sus faunas (ALBERDI & PRADO
Aike y Cerro Sota (BIRD 1988), Alero de 1993). Si utilizamos estos datos bibliográfi-
Tres Arroyos 1 (LATORRE 1998; MASSONE et cos para los sitios y sus niveles de ocupa-
al. 1997; BORRERO 2003), Cueva de los Chin- ción humana con evidencias de megafauna
gues y Cueva de la Ventana (ALBERDI & tendríamos una coexistencia entre 12500 y
PRIETO 2000) (Figura XIII-5) 8500 años AP. Esto representa un lapso de
Tal como señala BORRERO (1997) uno de 4000 años durante los cuales se registraría
los datos clave para discutir las extinciones una coexistencia entre megafauna y pobla-
Capítulo XIII Caballos fósiles de América del Sur 191

ciones humanas en Patagonia. Datos simila-


res se pueden obtener si se contempla todo
el registro de América del Sur. Sobre la base
de estos datos se podría sostener que existía
un cierto equilibrio entre las poblaciones de
caballos y la presión cazadora que ejercie-
ron las poblaciones humanas. Sobre todo,
teniendo en cuenta que esta coexistencia
implica la supervivencia de estas formas
desde el Pleistoceno más tardío hasta el
Holoceno temprano. Esta interpretación
cambia radicalmente si sólo consideramos
las dataciones obtenidas sobre huesos de
caballos. En este caso, la coexistencia se
reduce a aproximadamente 1000 años e
involucra un período clave desde un punto
de vista climático y ambiental como es el
lapso que va de 10500 a 11300 años AP. Si
sólo consideramos los datos más fiables
sobre la primera ocupación humana en el
área tenemos que hablar de 11000 años AP
(BORRERO 1999), lo que restringe el periodo
de coexistencia con los caballos a 500 años.
Por otra parte la excelente conservación
de los restos faunísticos en algunos sitios
son un dato significativo desde el punto de
vista climático. Por ejemplo, la conserva-
ción de pelos y piel de Mylodon darwini e
Hippidion saldiasi en Cueva del Mylodón,
sería el resultado de condiciones frías que Figura XIII-5. Detalle de la distribución geográfica de las localidades
incluyen suelos congelados que permitiran con Hippidion saldiasi en Patagonia, tanto chilena como argentina.
la conservación de macromoléculas, inclui- 1: Cueva del Milodón; 2: Cueva del Medio; 3: Cueva Lago Sofía 1; 4:
da la preservación de ADN en estos depósi- Cueva Lago Sofía 4; 5: Cueva Fell; 6: Pali-Aike; 7: Alero Tres
tos (PÄÄBO 1993; Höss et al. 1996). Las evi- Arroyos 1; 8: Cueva de la Ventana; 9: Cueva de Los Chingues; 10:
dencias sobre eventos fríos durante el último Los Toldos; 11: Piedra Museo.
glacial que proporcionan la geología y la Modificado de ALBERDI & PRIETO (2000).

palinología son difíciles de reconciliar en un


esquema unificado (MERCER 1976; RABASSA
& CL A P P E RTON 1990; CORONATO 1993; ños reavances glaciales que suelen estar con-
HEUSSER 1966; HEUSSER & RABASSA 1987; finados en los altos valles (RABASSA & CORO-
ARIZTEGUI et al. 1995). BENNETT et al. (2000) NATO 2002). Recientes estudios sobre polen y
señalan que pulsos fríos se registran durante diatomeas en el estrecho de Magallanes
el último Glacial y al comienzo del P o s g l a- (MCCULLOCH & DAVIES 2001) señalan un
cial posiblemente relacionados con peque- período frío y seco entre 14500 y 10300 años
192 ALBERDI & PRADO Capítulo XIII

AP. Las temperaturas similares a las actuales LAS EVIDENCIAS EN LA REGIÓN


se instalarían en torno a 10000 años AP pero CENTRAL DE CHILE
las condiciones secas persistirían en el extre-
mo austral hasta los 8500 años AP. En Chile, además de los registros de Hip -
Sin entrar en un análisis de estas eviden- pidion saldiasi en la patagonia extraandina,
cias, que son muchas, hay datos recientes se registran Equus (Amerhippus) neogeus e
que permiten correlacionar esta súbita extin- Hippidion principale en dos sitios arqueoló-
ción de los caballos en la región con un gicos de la zona central. El sitio Quereo que
evento frío, que varió en intensidad y mag- está ubicado en la costa central del territorio
nitud en distintas localidades patagónicas. semiárido de Chile, cerca de la localidad de
En tanto que la corta coexistencia con los Los Vilos, al noreste de la ciudad de Santiago.
cazadores-recolectores y las evidencias de El nivel Quereo 1 en la Formación Quebrada
su utilización, confirman la hipótesis sobre de Quereo contiene indicios de ocupación
una presión cazadora hacia finales del humana asociados con restos de Equus (A -
Pleistoceno sobre esta especie. Los datos merhippus) neogeus. Este nivel tiene varias
existentes no permiten concluir cual de los dataciones sobre madera en torno a 11500
dos factores tuvo un papel predominante, años AP (NÚÑEZ et al. 1994a). Y, en el sitio
pero seguramente ambos contribuyeron a la Taguatagua que está ubicado a unos 120 km
extinción de una especie cuya morfología la al sureste de la ciudad de Santiago, se recu-
convierte en la forma que conserva rasgos peró un diente determinado como Equus
más primitivos dentro de las especies de (Amerhippus) sp, y un astrágalo, un calcá-
Hippidion. neo y un metatarso referidos a H i p p i d i o n
Además, si los caballos se extinguieron principale (ALBERDI & FRASSINETI 2000).
en la zona hacia finales del Pleistoceno, esto Según los datos radiocarbónicos los niveles
debería tener algún impacto en las estrate- portadores de estos restos pueden situarse
gias de subsistencia y en las dietas de las entre 11000 y 10000 años AP (NÚÑEZ et al.
poblaciones humanas. MIOTTI & SALEMME 1994b). En suma, no hay evidencias en Chile
(1999) sugieren que el sistema de subsisten- de que Equus (Amerhippus) e Hippidion prin -
cia de las poblaciones humanas en Patag o n i a cipale sobreviviran en el Holoceno.
evolucionó desde un patrón de dieta genera- MORENO et al. (1994) han sugerido que la
lista durante el Pleistoceno tardío-Holoceno presencia de estos caballos y otras especies
temprano hacia un patrón especialista duran- de megamamíferos como los gomfoterios y
te el Holoceno medio. Estos autores sostie- milodontinos, podrían ser el resultado de
nen que los cazadores-recolectores de fina- una oleada migratoria transandina a través
les del Pleistoceno cazaban principalmente de algunos de los pasos ubicados en torno a
especies gregarias, que formaba manadas o los 38º S durante el último Interglacial.
rebaños como es el caso de Hippidion sal -
diasi o Lama gracilis (ambas muy frecuen-
tes en los sitios arqueológicos). Estos hábi- LAS EVIDENCIAS EN COLOMBIA Y VENEZUELA
tos de caza persistieron durante el Holoceno
sobre otras especies gregarias, como es el En las sabanas de Bogotá se encuentra el sitio
caso del guanaco, que incrementaron sus Tibitó 1 (CORREAL-URREGO 1982) de donde
poblaciones, en parte por la extinción de las proviene un conjunto faunístico, con mega-
especies pleistocenas. fauna asociada a una industria lítica y artefac-
Capítulo XIII Caballos fósiles de América del Sur 193

Figura XIII-6.
Cueva de
Lapa do
Mosquito,
Curve
(Estado de
Minas
Gerais).
Foto ama-
blemente
cedida por
Cástor
CARTELLE

tos de hueso. De este sitio se tiene una data- considera que los hallazgos en estas grutas
ción de 11740 ± 110 años AP sobre óseo no son sincrónicos y en consecuencia asociados
identificado. Entre la megafauna se encuen- a un mismo fenómeno: el aumento de la plu-
tran restos asignados a Equus (Amerhippus) viosidad. Este autor, por la presencia de mega-
lasallei. fauna y los datos radiocarbónicos (NZA-
En Venezuela se registran unos pocos 6982: 12.200 ± 200 y NZA-6984: 20.060 ±
restos de caballos en el sitio arqueológico de 290 años, realizados con AMS, sobre un
Taima-taima donde aparece una asociación coprolito de Nothrotherium y un húmero de
de megafauna e industria lítica (BRYAN et al. Mormoops respectivamente) asigna estas
1978). Los datos radiocarbónicos provienen faunas al Pleistoceno final (C ZAPLEWSKI &
de 14 dataciones (entre 14000 y 12000 años CARTELLE 1998). Sobre la base de estos
AP) en materia orgánica, carbón, y madera registros CARTELLE (1999) ha propuesto la
que según los autores indican una edad existencia de refugios de faunas de mamífe-
mínima de 13000 años AP. ros de carácter tropical o subtropical en el
Pleistoceno tardío en Brasil, cuando predo-
minaron condiciones más frías y áridas que
LAS EVIDENCIAS EN BRASIL las actuales. De hecho en la localidad de
Toca dos Ossos (Estado de Bahía) se regis-
En Brasil hay varios registros de caballos en tran en simpatría tres especies de équidos
sitios que comprenden la transición Pleis- con distintas adaptaciones como Equus
toceno-Holoceno. En general, los hallazgos (Amerhippus) neogeus, Hippidion principa -
en sitios paleontológicos provienen de los le e Hippidion devillei (ALBERDI et al.
Estados de Minas Gerais y Bahía (Región de 2003). (Figura XIII-6)
Lagoa Santa y Ourolândia, respectivamente) En la región arqueológica de São Raimundo
en ambientes de gruta. CARTELLE (1999) Nonato (Estado de Piauí), se han registrado
194 ALBERDI & PRADO Capítulo XIII

seis sitios arqueológicos que contienen proponen que los gomfoterios se extinguie-
industria lítica asociada con una fauna extin- ron en la región aproximadamente hace
tan de aproximadamente 30 especies de 16670 ± 80 años AP (EQ96003, datación de
Ve r t e b r a d o s, varias de las cuales son mamí- nivel inferior, sobre hueso, con AMS), y
feros de talla grande, entre los que se inclu- Glossotherium en el intervalo comprendido
yen Hippidion principale y Equus (Ame - entre 14450 ± 70 y 12350 ± 70 años
rhippus) neogeus. Los restos de caballos en (EQ96018 y EQ96010, dataciones de nivel
conjunto representa entre el 10% y el 33% medio, sobre hueso, con AMS). Sin embar-
respectivamente del material óseo recupera- go los caballos que se registran en el nivel
do en los sitios de Toca da Janela da Barra superior de esta zona, y de los que no se tie-
do Antonião y Toca da Cima dos Pilão. De nen dataciones radiométricas, se habrían
este último sitio hay una datación de 10390 extinguido con posterioridad a 12350 ± 70
± 80 años AP sobre restos de fogón de un años. Para la zona costera, en particular en
hogar (BETA-27345, GUÉRIN 1991). En la la Península de Santa Elena, FICCARELLI et
cueva de Toca do Serrote do Artur (en la al. (2003) proponen que las poblaciones de
misma zona arqueológica) se ha recuperado mamíferos pleistocenos de las zonas de cor-
un conjunto faunístico, que incluye mega- dillera migraron hacia la costa y sobrevivie-
fauna pleistocena (FAURE et al. 1999), en el ron a la transición Pleistoceno-Holoceno,
que se registra en los niveles inferiores 20 hasta que el nivel del mar subió en el Holo-
restos de Equus (Amerhippus) neogeus. De ceno temprano. Asimismo, mencionan que
este nivel hay una datación de 8490 ± 120 en el sitio El Cautivo (en la Península de
años AP (obtenida sobre materia orgánica, Santa Elena) aparecen las primeras eviden-
GIF 10516). Como los datos cronológicos cias de industria lítica asociada con mega-
son todavía escasos y ninguno proviene de fauna entre la que aparecen restos de Equus
dataciones de huesos de caballos, nos quedan (Amerhippus) santaeelenae. De este sitio se
dudas de la supervivencia de Equus (Amer - ha obtenido una datación sobre una conchi-
hippus) neogeus hasta el Holoceno temprano lla asociada al conjunto faunístico que dio
en Brasil. una edad con AMS de 8680 ± 80 años. En
suma, más allá de las especulaciones sobre
la migración y supervivencia de la megafau-
LAS EVIDENCIAS EN E CUADOR na en refugios costeros, el registro de équi-
dos permite señalar que E q u u s (Amerh i p p u s)
En Ecuador, en la zona de cordillera, los andium no sobrevivió en el Holoceno. Esta
registros más abundantes de équidos provie- especie, adaptada a los ambientes de cordi-
nen de la Quebrada de Chalán (Punín) en la llera, no se registra en los sitios costeros de
provincia de Chimborazo. FICCARELLI et al. la Península de Santa Elena. Por otra parte,
(1987) citan unos pocos restos asignados a un dato curioso que nos ha llamado la aten-
Equus (Amerhippus) andium (ver P RADO & ción (ALBERDI & PRADO 1992), es la presen-
ALBERDI 1994) recuperados de los niveles cia recurrente de artritis deformante ente los
superiores de la Formación Cancagua en la metápodos de Equus (Amerhippus) andium
provincia de Carchi. Estos autores han suge- procedentes de los Andes ecuatorianos
rido una extinción de la megafauna por ole- (Figura XIII-7). Este tipo de patología rara
adas sucesivas (C OLTORTI et al. 1998). En vez se manifiesta, ya que suele estar produ-
función de las dataciones que obtuvieron cida por alelos recesivos. No obstante, bajo
Capítulo XIII Caballos fósiles de América del Sur 195

condiciones de stress nutricional y en pobla- Figura XIII-7.


ciones reducidas, como podría ser el caso de Vista anterior
estos équidos de los Andes ecuatorianos, de un MTIII
una alteración de esta naturaleza puede izquierdo (V-
transformarse en dominante y contribuir cir- 2315) que pre-
cunstancialmente a la extinción de la misma. senta una
Este tipo de alteraciones (osteomielitis, perios- malformación
titis y miositis petrificantes en los huesos en la extremi-
dad distal -
largos, espondilitis deformante y anquilopo-
tipo artritis-, y
yéticas en las vértebras y raquitismo en ge-
otro MTIII
neral) han sido citadas como posibles causas
derecho (V-
de extinción para algunas especies en el 453) con la
Hemisferio Norte (TORRES 1988). extremidad
distal alterada
por diagéne-
CONSIDERACIONES FINALES sis, de Equus
(Amerhippus)
Uno de los problemas para analizar la extin- andium depo-
ción de los caballos en América del Sur es la sitados en el
falta de una cronología detallada en varias MEPN, Quito
(Ecuador).
regiones y la carencia de datos-taxones de
todas las especies de équidos que se regis-
tran en el Pleistoceno tardío. No se conoce un
dato-taxon de Equus (Amerhippus) san - Quequén Grande (10290 ± 130 años AP).
taeaalenae en Ecuador y tampoco se cono- Todas las dataciones salvo una indican una
cen registros fiables de esta especie fuera de edad Pleistoceno tardío. Este dato no es irre-
la Península de Santa Elena. Por el momento levante ya que si consideramos la fecha de
no hay datos-taxones para Equus (A - 8890 ± 90 AP como dato-taxón de esta espe-
merhippus) andium ni para Equus (Amerhip cie, estamos apoyando la hipótesis de la
pus) lasallei ya que en la datación del Sitio extinción en el Holoceno temprano. En lo
Tibitó 1 no se especifica la determinación que concierne a las especies de Hippidion,
taxonómica del hueso que se dató. Sólo se solo se conoce el dato-taxón de Hippidion
conoce el dato-taxón de una de las especies saldiasi que proviene del sitio Alero Tres
de Equus el que corresponde a Equus (Amer - Arroyos 1 en Patagonia (10685 ± 70 AP).
hippus) neogeus del Sitio Arroyo Seco 2 en Cabe recordar que de esta especie hay seis
Argentina. Como ya hemos mencionado, de dataciones de varios Sitios y realizadas en
este sitio arqueológico provienen tres data- distintos laboratorios que abarcan un lapso
ciones efectuadas sobre huesos de esta espe- temporal entre 12540 ± 70 y 10685 ± 70 AP.
cie (AA-7964, con AMS que dio 11250 ± Así mismo no hay datos-taxones para Hip -
105 AP; OXA-4590, con AMS que dio pidion devillei ni para Hippidion principale.
11000 ± 100 AP; TO-1504, con AMS que En suma, un análisis pormenorizado de
dio 8890 ± 90 AP). A las que se suma la los registros conocidos en los sitios arqueo-
datación de la tibia de esta especie proce- lógicos de América del Sur demuestra que
dente del yacimiento paleontológico del Río los caballos fueron utilizados como un
196 ALBERDI & PRADO Capítulo XIII

recurso alimenticio en el centro y sur de ción. Asimismo, si bien los datos cronológi-
Chile, Argentina, Brasil, Ecuador, Colombia cos son pocos, es llamativo que las especies
y Venezuela. En consecuencia cabe suponer que tienen una mayor coexistencia con el
que por lo menos sobre algunas especies de hombre son las que presentan una mayor
équidos existió una presión cazadora impor- adaptación a la carrera en ambientes abiertos,
tante que podría haber afectado al equilibrio tal es el caso de Equus (Amerh i p p u s) neo -
poblacional de estos grupos. geus. POLITIS & GUTIÉRREZ (1998) han suge-
Además, los datos isotópicos aportados rido que en la pampa Argentina, los extensos
por distintos autores confirman que la coe- pastizales y una baja densidad demográfica
xistencia de las distintas especies de caba- de cazadores, contribuyeron a la persistencia
llos americanos y cazadores paleoindios de las comunidades de megaherbívoros des-
varió de una región a otra. Es llamativo que pués del final del Pleistoceno.
mientras Hippidion saldiasi de los sitios de En suma, el proceso de extinción de los
Patagonia habría coexistido por un periodo caballos en América del Sur es complejo y se
corto del orden de 500 años, Equus (Ame - necesitan más datos para contrastar este
rhippus) neogeus de la provincia de Buenos patrón. El cambio climático por si solo no
Aires habría coexistido varios miles de años. sería la única causa de la extinción de los mis-
Esto podría indicar que en Patagonia tanto la mos, sin duda la influencia de las poblaciones
presión de caza como la alteración de los humanas tuvo un papel complementario en la
ambientes naturales habrían sido factores adi- extinción de al menos dos especies: Hippidion
cionales que aceleraron el proceso de extin- saldiasi y Equus (Amerhippus) neogeus.
Capítulo XIV Caballos fósiles de América del Sur 197

E L registro de los équidos fósiles ha sido


uno de los ejemplos clásicos para expli-
car los procesos fundamentales de la evolu-
representadas en el genoma o son escasas en
la muestra obtenida, como es el caso de los
huesos fósiles, ha posibilitado la obtención
LOS ESTUDIOS
DE GENÉTICA
ción biológica, sin embargo varios aspectos de información genética a partir de peque-
de la evolución y las relaciones filogenéti- ños fragmentos de ADN originados por la MOLECULAR EN
cos entre las formas actuales y fósiles conti- degradación diagenética del ADN antiguo
LOS CABALLOS
núan generando controversias. Los recientes en un hueso fósil (PÄÄBO et al. 1988; PÄÄBO
avances en genética molecular y extracción 1989; P ÄÄBO et al. 1989). Actualmente, se FÓSILES
de ADN fósil han aportado una fuente de puede considerar que la técnica del PCR es
evidencias importantes para llegar a una de rutina para los especimenes de plantas y
mejor comprensión de esta problemática. animales que fueron colectados en los últi-
La aplicación de técnicas moleculares a la mos 200 años y que se han conservado en
resolución de las relaciones ancestro descen- los museos bajo condiciones adecuadas. Por
diente ha revolucionado el campo de la bio- ejemplo se obtuvo ADN de muestras de ratas
logía evolutiva. Sin embargo hasta hace poco canguro colectadas a principios del siglo pa-
se pensaba que las moléculas de ADN se des- sado que fueron luego utilizadas para estu-
truían con la muerte del animal y por lo tanto dios filogenéticos (THOMAS et al. 1989, 1990).
la única fuente de información para los pale- Las extensas colecciones de pieles de ani-
ontólogos era los estudios morfológicos y de males extinguidos recientemente han permi-
anatomía comparada.
Esta visión cambió radicalmente cuando
en 1984 se publicó la primera secuencia de
ADN antiguo obtenida a partir de un cuero
de Equus quagga extinguido en 1883 (HIGU-
CHI et al. 1984; H IGUCHI & WILSON 1984)
(Figura XIV-1). Este trabajo fue seguido por
un experimento de hibridación de ADN en
Mammuthus primigenius (JOHNSON et al.
1985) y la obtención de ADN de una momia
egipcia (PÄÄBO 1985). Pocos años después
aparecieron trabajos sobre tejidos de cere-
bros humanos de sitios arqueológicos
(DORAN et al. 1986; PÄÄBO et al. 1988).
Todos estos estudios se basaban en el análisis
de tejidos blandos. A esta altura de los estu-
dios de ADN antiguo los huesos no habían
proporcionado ningún resultado. Estos estu-
dios demostraron que el ADN, aunque
degradado, sobrevivía a la muerte del ani-
mal.
El advenimiento de la técnica de PCR
(reacción en cadena de la polimerasa), que Figura XIV-1. Equus quagga embalsamado, depositado en las
permite la amplificación de secuencias de Colecciones del Museum National d’Histoire Naturelle,
ADN en los casos en que están pobremente Paris (Francia).
198 ALBERDI & PRADO Capítulo XIV

Figura XIV-2. que sólo en pocas ocasiones unas pequeñas


Insecto incluido cadenas de ADN se conservan en los tejidos
en ámbar. Foto fosilizados y en la mayoría de los casos nin-
del Servicio de
guna. Los especialistas recomiendan extre-
Fotografía del
mas precauciones para evitar la presencia de
MNCN.
ADN extraño en el PCR. La extracción y pre-
paración de muestras fósiles debe realizarse
en laboratorios separados de donde se proce-
san las muestras de ADN moderno. La mayo-
ría del ADN fósil ha sido recuperado de las
mitocondrias en los mamíferos y de los clo-
tido realizar varios de estos estudios. ROY et roplastos en las planta. En los últimos años se
al. (1994) recientemente obtuvieron ADN de ha conseguido recuperar secuencias de ADN
una piel de museo del lobo rojo y de su com- nuclear de mamíferos pleistocenos (GREEN-
paración con coyotes y lobos grises conclu- WOOD et al. 1999).
yeron que el lobo rojo es un híbrido entre
estos dos.
Por el contrario, para los materiales de E L ADN DE “ J U R A S S I C PA R C K ”
sitios arqueológicos y paleontológicos la téc-
nica del PCR está lejos de ser rutinaria, por- Con la publicación del ADN de un insecto
incluido en ámbar (CANO et al. 1992) se
LA EVOLUCIÓN BIOLÓGICA
desató una verdadera cacería de los más
antiguos ADN. Este trabajo se basaba en un
El concepto darviniano de la evolución por selección natural es aplica- ámbar de 25 a 40 millones de años de anti-
ble a entidades que se reproducen, como por ejemplo un ser vivo, o que güedad, pero de inmediato aparecieron tra-
se replican, como un algoritmo genético. En la evolución biológica, los bajos sobre ámbar de hace 30 millones y
genes cumplen el papel de replicadores y los individuos son los porta- otro que declaraba la obtención de ADN de
dores que utilizan los genes para su transmisión. Los genes tienen en 120 a 135 millones de años de antigüedad
consecuencia continuidad evolutiva en tanto que los individuos serían (DESALLE et al. 1992; CANO et al. 1993)
efímeros. La evolución biológica se puede sintetizar como el cambio en (Figura XIV-2). A partir de ahí se comenza-
las características hereditarias de grupos de organismos a través de las ron a elaborar criterios para autentificar el
generaciones. Las variaciones en las características de los organismos ADN antiguo y reproducir estos resultados
de una población se originan a través de las mutaciones al azar de las en varios laboratorios. Surgió el problema
secuencias de ADN (los genes) que las determinan. cuando otros laboratorios no pudieron repro-
Los dos principales procesos impulsores del cambio evolutivo son la ducir estas investigaciones y las dudas se
selección natural y la deriva génica. Aunque la selección natural actúa multiplicaron (AUSTIN et al. 1997a, 1997b).
con mayor intensidad sobre los genes, células e individuos, los cambios En consecuencia, sólo se han podido
evolutivos son más visibles en las poblaciones, las especies y los clados. autentificar por otros laboratorios, las inves-
La deriva genética resulta de la variación al azar en la supervivencia y tigaciones sobre ADN antiguo con especi-
reproducción de los diferentes genotipos. Una consecuencia común de menes de menos de 50.000 años. Se estima
la selección natural es la adaptación, mientras que la deriva genética que esta fecha (o como mucho 100 Ka AP)
produce un cambio evolutivo, pero no adaptación, aunque en combina- puede constituir un límite en dicho tipo de
ción con la selección puede favorecerla estudios debido a la dinámica del proceso de
degradación del ADN. Algunas secuencias
Capítulo XIV Caballos fósiles de América del Sur 199

publicadas de fósiles con millones de años


todavía deben se verificadas antes de ser
Figura XIV-3.
completamente aceptadas. En muchas de Representación
ellas se detectó que estaban contaminadas de un fragmento
(ZISCHLER et al. 1995), incluso en muestras de la cadena de
incluidas en ámbar se detectó que estaban ADN donde se
modificadas por procesos diagenéticos (STAN- observan los
KIEWICZ et al. 1998). pares de bases.

DEGRADACIÓN Y P R E S E RVA C I Ó N D E L ADN


EN LOS HUESOS FÓSILES

A priori resulta casi imposible conocer si un


fósil se puede convertir en una buena mues-
tra para estudios de ADN antiguo en función
de la degradación de su ADN. En líneas
generales, cuanto mejor sea su estado de
conservación y menor sea su edad más pro-
bable es que se pueda obtener algún frag-
mento de ADN susceptible de ser amplifica-
do por la reacción en cadena de la polimera-
sa. Por otra parte, la elección de la pieza está
condicionada por el problema científico que
se pretende estudiar.
Los patrones de degradación de los áci-
dos nucleicos en solución son familiares. En
consecuencia es difícil que se conserve en
una forma estable ARN por mucho tiempo.
Por ejemplo, es muy difícil encontrar ARN
Descomposición post-mortem del A D N
antiguo en huesos prehistóricos ricos en cal-
cio. La situación de la molécula de ADN es
Cuando se produce la muerte de un organismo, su ADN normalmente
distinta ya que no posee grupos 2’-OH como
el ARN que lo convierten en inestable. comienza a degradarse por acción de las nucleasas endógenas. Bajo con-
diciones muy fortuitas, como puede ser una rápida desecación, bajas
temperaturas o alta concentración de sales, las nucleasas pueden comen-
AISLANDO EL ADN ANTIGUO zar a destruirse a si mismas o volverse inactivas antes de que todos los
ácidos nucleicos se reduzcan a mononucleotidos. Por ejemplo, la oxida-
La información genética de los organismos ción como consecuencia directa o indirecta de los efectos de la radiación
esta contenida en su ADN. Esta larga molé- de base, puede modificar las bases nitrogenadas y los fosfatos de los
cula helicoidal está compuesta de 4 nucleóti- azúcares del ADN del hueso. Si este es el caso, los procesos que afec-
dos que contienen las bases Adenina, Gua- tan a la degradación del ADN se ralentizan, permitiendo no sin proble-
nina, Citosina y Timina. El orden de estas ba- mas recuperar secuencias de ADN fósil.
ses especifica la información sobre la regula-
200 ALBERDI & PRADO Capítulo XIV

ción y estructura de las proteínas. La longitud idéntico al de las especies próximas vivas.
de la cadena de ADN se mide en pares de Muchas de estas secuencias se encuentran
bases, es decir los pares de bases comple- disponibles en las bases de datos.
mentarias que se unen entre ambas cadenas
helicoidales (Figura XIV- 3 ).
Durante muchos años, los evolucionistas ADN DE HUESOS Y DIENTES
esperaron el momento en que fuera posible
medir la variación molecular, es decir, la Los huesos y dientes son los restos de verte-
secuencia de nucleótidos de los genes. Ese brados fósiles más comunes. Las condiciones
momento llegó a principios de los años 80, de estos tejidos calcificados varían grande-
cuando los adelantos técnicos hicieron posible mente en función de diversos factores y en
la secuenciación del ADN de una manera sen- consecuencia el ADN que contienen también.
cilla. Asimismo, los adelantos en el desarrollo A finales de la década de los 80 se publicaron
de la técnica del PCR solucionaron varios de los primeros trabajos de ADN extraído de
los problemas que tenía el aislamiento del huesos (HAGELBERG et al. 1989; HORAI et al.
ADN antiguo. Es una técnica muy poderosa 1989). Con posterioridad, se estudió am-
que permite obtener muchas copias de una pliamente el ADN obtenido de huesos y dien-
cadena corta de un ADN específico. Este pro- tes humanos (MERRIWETHER et al. 1994).
ceso requiere el diseño de “primers“ específi- En la última década se han hecho gran-
cos para ese fragmento corto de ADN que se des progresos en la recuperación de ADN de
realiza sobre alguna especie próxima a la que restos de mamíferos del Pleistoceno tardío.
estamos estudiando. El diseño de estos “pri- El ADN es de suma utilidad para realizar
mers” permite reducir la posibilidad de ampli- estudios filogenéticos (FELSENSTEIN 1988).
ficar secuencias de ADN contaminante. El Muchos estudios, generalmente basados en
producto del PCR puede ser clonado en un ADN mitocondrial han servido para contras-
vector bacteriano o secuenciado directamente. tar hipótesis filogenéticas. Por ejemplo, el
Cabe aclarar que el término clonado hace ADN mitocondrial del lobo marsupial
referencia a aislar el ADN de uno o varios muestra que esta especie está más relaciona-
genes y no debe confundirse con clonación de da con otras especies de marsupiales austra-
organismos que es cuando se transfiere todo el lianos que con los marsupiales carnívoros de
ADN contenido en el núcleo. En nuestro caso América del Sur. Estos estudios corrobora-
se une el segmento de ADN dentro de otra ron la hipótesis basada en estudios morfoló-
molécula de ADN denominado vector donde gicos que señalan una evolución indepen-
se puede mantener o propagar a otro org a n i s- diente de estas formas de marsupiales carní-
mo como una bacteria. voros en ambos continentes (K RAJEWSKI et
Si sólo se ha podido clonar una región o al. 1992). En Nueva Zelanda los estudios
un fragmento de un gen aislado, la secuen- sobre el ADN del Moa, un ave corredora
cia de ADN obtenida puede compararse con extinta, han permitido reconstruir las rela-
secuencias obtenidas de otros miembros de ciones filogenéticas de esta especie con los
la especie u otras especies. Esta información extintos kivi y las demás aves corredoras
puede usarse para inferir relaciones filoge- actuales de Australia, África y América del
néticos y es el método más sencillo de autenti- Sur (COOPER et al. 1992). Cabe aclarar que
ficación de ADN antiguo. En efecto el ADN estas reconstrucciones de los árboles filoge-
antiguo correspondiente será similar pero no néticos sobre la base de ADN, no reempla-
Capítulo XIV Caballos fósiles de América del Sur 201

zan a los clásicos análisis filogenéticos rea-


lizados a partir de los caracteres morfológi-
cos, pero si los complementan y en algunos
casos sirven para proponer hipótesis, o
resolver nodos no resueltos por los análisis
morfológicos. Recientemente se han comen-
zado a analizar poblaciones de especies
extintas a partir de estudios de ADN. Un
ejemplo es el estudio de las secuencias de
ADN del oso de las cavernas (Ursus spe -
laeus, extinto hace unos 10000 años) prove-
niente de distintas cuevas de Europa. Estas
secuencias de ADN mitocondrial se compa-
raron con las del oso pardo (Ursus arctos)
para contrastar en que momento divergen Figura XIV-4.
ambas poblaciones, los datos obtenidos CHER & RICHARDSON 1978; BENNETT 1980; Hipótesis filogenéti-
sugieren una divergencia en torno a 1,2 Ma EISENMANN 1980, 1992; AZZAROLI 1992). co de las especies
(LOREILLE et al. 2001). También se ha estu- GEORGE & RYDER (1986) realizaron un aná- actuales de équi-
diado ADN de mastodontes (HÖSS et al. lisis de las secuencias de ADN mitocondrial dos basada en
1994), del tigre diente de sable (JANCZEWSKI obtenidas de los tejidos de la placenta, el ADN-mt de GEORGE
et al. 1992) y de los perezosos fósiles (HÖSS hígado, el corazón y el bazo de seis especies & RYDER (1986) y su
et al. 1996), entre otros. actuales, incluido E q u u s przewalskii que es concordancia con
el registro fósil
reconocido como un posible ancestro de
según FORSTEN
Equus caballus (Figura XIV-4). De este aná-
(1992).
ADN Y LOS CABALLOS FÓSILES lisis se obtuvo un árbol filogenético en donde
las cebras forman un grupo aparte de Equus
El ADN de Equus quagga fue usado para hemionus, Equus africanus y Equus prze -
comparar esta especie con las especies walskii. A partir de estos trabajos pioneros se
actuales de caballos (H IGUCHI et al. 1984). han analizado las secuencias de ADN mito-
Este fue el primer trabajo en el que datos condrial de los caballos en función de sus
bioquímicos fueron utilizados en la sistemá- implicanciones en la evolución, en la diversi-
tica de mamíferos y en particular en la filo- dad genética y en la conservación de e s p e c i e s
genia de los caballos. Como ya hemos visto y subespecies (FORSTEN 1992; OAKENFULL et
en capítulos anteriores, los caballos tienen al. 2000; OAKENFULL & RYDER 2002).
un excelente registro fósil que ha permitido Hace poco, se realizó un estudio de 191
estudiar su evolución morfológica, pero caballos contemporáneos para analizar las
todavía subsisten ciertas controversias sobre divergencias entre el ADN de los caballos
algunos aspectos filogenéticos, en especial salvajes y el de las formas domesticadas.
en lo que se refiere a las formas terminales Como ya mencionamos en el capítulo-I
de Equini y en particular al origen de las varios autores coinciden en señalar el origen
especies actuales de Equus. Gran parte de de la domesticación del caballo en Eurasia
esta controversia se centra en los estudios de en torno a 6000 años AP. Asimismo se han
morfología comparada de los dientes y las propuesto dos hipótesis alternativas. Una
variables craneales (e. g. GROVES 1974; CHUR- hipótesis postula un origen restrictivo de la
202 ALBERDI & PRADO Capítulo XIV

domesticación, la cual se desarrollaría a par- mostraron una gran diversidad en las secuen-
tir de una manada selectiva, de pocos focos cias de ADN mitocondrial. La misma secuen-
de domesticación limitados a un stock sal- cia de ADN mitocondrial fue obtenida de
vaje. Estas formas domesticadas, luego se ocho restos de caballos preservados en los
dispersarían por otras regiones. Esta hipóte- suelos congelados de Alaska, entre 12000 y
sis supone un proceso complejo de selección 28000 años AP, así como ocho restos de caba-
a través de muchas generaciones y la coe- llos de Estonia y Suiza, entre 1000 y 2000
xistencia estable con poblaciones humanas. años AP. Algunas de las secuencias de A D N
La otra hipótesis alternativa plantea que la mitocondrial de los caballos pleistocenos,
domesticación involucró a un gran número de como también de los caballos de los sitios
focos de domesticación a lo largo de las este- arqueológicos en el norte de Europa entraban
pas euroasiáticas en un período relativamente dentro de la variabilidad de los caballos
extenso de tiempo en el cual disminuyeron modernos, lo que sugiere que no se trata de
las poblaciones salvajes. En este escenario de una domesticación temprana. En consecuen-
múltiples orígenes, los especimenes habrían cia, la alta diversidad del ADN mitocondrial
sido capturados independientemente de dis- en esta muestra apoya la segunda hipótesis, la
tintas poblaciones salvajes y en consecuencia de una domesticación ampliamente distribui-
los primeros caballos domesticados no repre- da entre diversas poblaciones de Eurasia con
sentarían un stock altamente modificado por una utilización extensa de las formas salvajes
la selección. Los resultados de este análisis (VILÀ et al. 2001).
ANEXOS
ANEXOS I Caballos fósiles de América del Sur 205

Anexo I

Colecciones depositadas en el Museo de La Plata (MLP)

Región Pampeana

Hippidion:
Cráneos: MLP 6.2, MLP 6.8 y MLP 6.9
Mandíbulas: MLP 6.18 y MLP 6.19
Dientes: MLP81-IV-28.8 un M2 y MLP81-IV-28.9, un p2
Húmeros: MLP 6.38, MLP 6-37 y MLP 6-37
Radios: MLP 6-53, MLP 6-36, MLP 6-37 y MLP 6-38
MCIII: MLP 52-IX-29-96, MLP 6-404, MLP 6-405, MLP 6-35, MLP 6-408, MLP 6-406 y
MLP 6-206
AS: MLP 6-39 y MLP 6-40
CA: MLP 6-40
MTIII: MLP 6-316, MLP 6-40, MLP 6-315, MLP 6-39 y MLP 6-312
1FIII: MLP 76-XIII-2-4, MLP 6-342, MLP 6-353, MLP 6-357, MLP 6-496, MLP 6-358,
MLP 6-350, MLP 6-35, MLP 6-40, MLP 6-39 y MLP 6–23,

Equus (Amerhippus) neogeus:


Cráneo: MLP-6.1
Dentición superior: MLP-6.7
MCIII: MLP-85-II-10.3a, MLP-63-VI-10.17, MLP-6.305, MLP-6.402 (6.412), MLP-6.106,
MLP-6.306, MLP-6.397, MLP-28-III-16.8
Tibia: fragmento extremidad distal sin número
MTIII: MLP-68-IX-3.3, MLP-85-II-10.4, MLP-63-VI-10.17, MLP-6.42, MLP-6.56, MLP-
6.10
1FLIII: MLP-85-II-10.3b, MLP-85-II-13.3b, MLP-86-III-25.17, MLP-55-VIII-12.1.1,
MLP-6.42, MLP-6.360, MLP-6.219, 3 sin sigla (PA-OT), 1 sin número

Jujuy, noroeste de Argentina: 4 mandíbulas, una sínfisis, un MTIII, y una tibia de Mina
Aguilar recolectados por J. FERNÁNDEZ

Cueva del Milodón de la Patagonia


Hippidion saldiasi
MLP 6–23, fragmento de mandíbula con p3-m2 izquierda
MLP 81-IV-28.8, un M2.
MLP 81-IV-28.9, un p2.
MLP 6-160, un fragmento rama mandibular derecho con m3
MLP 6-391, un fragmento proximal de cúbito y radio derecho.
MCIII: MLP 6-456 (MCII-MCIII-MCIV derechos)
MTIII: MLP-6–455 izquierdo, MLP-6–403 derecho.
1FIII: MLP 81-VI-28.6, MLP-sin número, MLP 81-VI-28.7,
3FIII: MLP 81-VI-28.4, MLP 81-VI-28.5
206 ALBERDI & PRADO ANEXOS II

Anexo II

Colecciones depositadas en el Museo Argentino de Ciencias Naturales


“Bernardino Rivadavia” (MACN)

Región Pampeana

Equus (Amerhippus) neogeus:


Cráneos: MACN-1115, MACN-1288 y MACN-11721.
Dientes superiores: MACN: 1288, MACN 11721, MACN 1115
Dentición inferior: MACN: 9753, MACN 2835, MACN 1603, MACN 5401(1835)
MTIII: MACN-sin número

Hippidion:
Cráneos: MACN-15741, MACN-4102, MACN-9671, MACN-13763, MACN-5667,
MACN-9671 y MACN-401
Mandíbulas: MACN-401
Esqueleto apendicular: un esqueleto entero.
MCIII: MACN-2022
AS: MACN-10581, MACN-10099
CA: MACN-10581, MACN-16274
1FIII: MACN-16276, MACN-6353
MTIII: MACN-7073
1FIII: MACN-125.5

Tarija
Hippidion:
Mandíbulas: MACN-1355 y MACN-1289
ANEXOS III Caballos fósiles de América del Sur 207

Anexo III

Colecciones depositadas en el Museo de Historia Natural de


Cota-Cota, La Paz (MNHN)

Tarija

Hippidion:
Cráneo: 1242 de la Universidad de La Paz
MCIII: MNHN-101015, MNHN-001014, MNHN-001037
CA: MNHN-OO1296, MNHN-001297, MNHN-001243, GEOBOL-sin número
AS: MNHN-001302, MNHN-001291, MNHN-001303, MNHN-001305, MNHN-001301,
MNHN-001290, MNHN-001306, MNHN-001304
1FIII: MNHN-001277, MNHN-001274
MTIII: MNHN-002161, MNHN-001028, MNHN-001020, MNHN-001019-MNHN-001029

Equus (Amerhippus) insulatus:


Dientes superiores: MNHN-002160, MNHN-001432, MNHN-000922, MNHN-sin número
Dentición inferior: MNHN-000679, MNHN-001576, MNHN- 001577, MNHN-001415
CA: MNHN-001296, MNHN-001293, MNHN-001298, MNHN-001297, GEOBOL UF-
91956
AS: MHNH-001302, MNHN-001303, MNHN-001301, MNHN-001306, MNHN-001305,
MNHN-001291, MNHN-001290, MNHN-001304
MTIII: MNHN-001020, MNHN-001029, MNHN-001031, MNHN-001028, MNHN-
001032, MNHN-001018, MNHN-001019, MNHN-001010
1FIII: MNHN-001256, MNHN-001254, MNHN-001255, MNHN-001263, MNHN-001257,
MNHN-001258, MNHN-001252, MNHN-001265, MNHN-001266, MNHN-001268,
MNHN-001260, MNHN-001277, MNHN-001270, MNHN-001275, MNHN-001271,
MNHN-001269, MNHN-001259, MNHN-001262, MNHN-001273, MNHN-001274,
MNHN-003132, MNHN-001038, MNHN-001013, MNHN-003129
208 ALBERDI & PRADO ANEXOS IV

Anexo IV

Colecciones depositadas en el Museo de la Escuela Politécnica Nacional de Quito


(MEPN)

Localidades de la cordillera andina


Equus (Amerhippus) andium:
Cráneos: V-2161, V-2160, V-76 y 4 sin número
Mandíbulas: V-2138 y V-2164
Dientes superiores: V.2152, V.2135, V.2163, V.374, V.381 y V.403
Dientes inferiores: V.2162, V.2132, V.2145, V.281, V.2186, V.290 y V.242
Húmeros: V-2452, V-4071, V-37, 1 sin número y 3 de Chalán sin número
Radios: V-2531, 2280 y 6 sin número
MCIII: V.2280, V.2414, V.2408, V.2412, V.4014, V.470, V.2415, V.2411, V.466, V.2416,
V.1499, V.2301, V.1505, V.2302, V.469, V.472, V.467, V.2410, V.464, V.465, V.4084 y V.1501
Fémures: 4 sin número
Tibias: V-2474, V-2466, V-2285 y 14 de Chalán sin número
CA: V.2388, V.2229, V.2220, V.2281, V.2222, V.2231, V.2218, V.2219, V.2386, V.2216,
V.517, V.4111, V.2221, V.4112, V.4114, V.2232 y V.516
AS: V.2239, V.2251, V.2223, V.2249, V.2236, V.511, V.2390, V.2286, V.510, V.507, V.508,
V.2248 y V.2242
MTIII: V.458, V.2417, V.2328, V.1492A, V.1489, V.1490, V.1495, V.1494, V.2222, V.1493,
V.1488, V.4073, V.4076 y V.456
1FIII: V.2352, V.474, V.2325, V.2328, V.2346, V.2343, V.2329, V.4086, V.2339, V.2336,
V.2397, V.2338, V.2401, V.501, V.483, V.2334, V.2228, V.2327, V.2332, V.2341, V.2349,
V.2335, V.2331, V.502, V.2330, V.477, V.481, V.2342 y V.2396

Río Chiche (antiguo E. martinei)


Equus (Amerhippus) insulatus:
Dientes superiores: V.543 y V.543
Fémur: V-543
Tibias: V-543, V-544 y V-543
Húmeros: V-543, V-544 y V-543
MTIII: V.543
1FIII: V.543

Península de Santa Elena


Equus (Amerhippus) santaeelenae:
Cráneo: V-3037
Húmero: V-5
MCIII: V-37.
Fémur: V-1
Tibia: V-2.1
AS: V-3786, V-17 y V-16
MTIII: V-35 y V-31
1FIII: V-40, V-44, V-47, V-41, V-45 y V-43
ANEXOS V Caballos fósiles de América del Sur 209

Anexo V

Colecciones depositadas en el Museo Nacional de Historia Natural de Santiago


(MNHN)

Valle de Elqui, provincia de Coquimbo


SGO.PV.53: M1-2 de Equus (Amerhippus) andium

Los Vilos, al N de Tierras Blancas, provincia de Coquimbo


SGO.PV.31: acetábulo de pelvis y fragmentos de vértebra de Equus (Amerhippus) sp.

Quereo: fragmentos de Quereo I y de Quereo II que indican presencia de Equus

Tierras Blancas, La Ligua, provincia de Aconcagua


SGO.PV.32: tres fragmentos de tibia y una articulación distal de húmero de Hippidion sp.

Calera (Lo Aguirre), provincia de Quillota


SGO.PV.36: M1-2 rodado de Equus (Amerhippus) andium

Chacabuco, a 30 km al N de Santiago
SGO.PV.23: cinco dientes aislados, 1DP2, 1P3-4, 1P3-4, 2M1-2; un fragmento de mandí-
bula derecha con m2 y m3; un atlas y un axis; un calcáneo izquierdo y una 1FIII de Equus
(Amerhippus) sp.
SGO.PV.30: un fragmento de escápula
SGO.PV.690: 1FIII de Hippidion saldiasi
Dos fragmentos de diáfisis de fémur y varios de vértebras difíciles de identificar

Conchalí, La Palmilla, próxima a Santiago


SGO.PV.38: fragmento de mandíbula sin dientes de cf. Equus (Amerhippus) sp.

Colina, alrededores de Santiago


SGO.PV.307: dientes superiores 2 P2, 2 P3-4, 2 M1-2, 2 M 3, un I1 superior (¿), un frag-
mento del cráneo y fragmentos de vértebras y huesos de cf. Equus (Amerhippus) sp.

Punta Rieles, Macul, Santiago


SGO.PV.24: fragmento de atlas de Equus (Amerhippus) sp.

Santa Rosa de Chena, Marruecos, Santiago


SGO.PV.37: MTIII izquierdo de Hippidion saldiasi

San Bernardo (Ex Fundo Catemú), Santiago


SGO.PV.251: dientes superiores: P2, P3, P4, M1 izquierdos y P4 M1 y M3 derechos, dien-
tes inferiores p2, p3, p4 ó m1, m1 y m3 izquierdos de Equus sp.
210 ALBERDI & PRADO ANEXOS V

Taguatagua, San Vicente de Taguatagua, Cachapoal, Región del Libertador General


Bernardo O’Higgins
Equus (Amerhippus) sp.:
SGO.PV.35: P3-4 izquierdo
SGO.PV.246: MTIII derecho del nivel paleoindio
Hippidion principale:
TT-58: astrágalo derecho
TT67: calcáneo derecho

Estero de Coyanco, La Laja, Bío-Bío


SGO.PV.211: fragmento de vértebra de Equus sp.

Huimpil, Temuco
SGO.PV.689: M3 superior izquierdo de Equus (Amerhippus) sp.

La Chimba (Antofagasta) CASAMIQUELA & CHONG (1974) dan cuenta del hallazgo de ras-
trilladas mal conservadas dejadas, aparentemente, por individuos de una misma especie, que
después de su estudio, concluyen asignándolas a Ichnhippus cotaposi, nuevo género y espe-
cie, de huellas de équido.
ANEXOS VI Caballos fósiles de América del Sur 211

Anexo VI

Colecciones depositadas en el Instituto de la Patagonia, Punta Arenas (Magallanes)

Todos los restos corresponden a Hippidion saldiasi

Cueva del Milodón


Tibia: fragmento extremidad distal
1FIII: una

Cueva Lago Sofía 1


44856 C.8F 577 fragmento de mandíbula
42580 C.7C 335 fragmento de extremidad distal de 1FIII
44843 C.8F 570 fragmento de extremidad distal de fémur
44683 C.8F 502 fragmento de cráneo muy pequeño
45579 REC. SUP. fragmento de la zona de la órbita
43602 C.7E 164 dedo lateral robusto MTIV
42982 C.6D (60-65 prof.) dedo lateral fino MTII
44409 C.8F (C5-6) dedo lateral tamaño grande MCIV
43604 C.7E 166 MCIII + MCIV + MCIII derechos
42890 C.5D 20 fragmento de cráneo
43235 C.6D 106 fragmento de articulación proximal de húmero
44915 ? ? fragmento de vértebra (?)
44794 C.8F incisivo muy robusto
44249 C.8F 436
4486 C.9F 640 sesamoideos distales
44977 C.9F 660 sesamoideos distales
42694 C.4D 82
44781 C.8F 545
45466 C.9G 679 sesamoideos proximales
44975 C.9F C-2 sesamoideos proximales
44885 C.9F 645 están in situ
43677 C.8E C-3
43678 C.8E C-3
45530 C.8F 540 pisiforme derecho
44556 C.8F 459 pisiforme derecho
44974 C.9F 663 pisiforme derecho
45454 C.9G 677 pisiforme izquierdo
44943 C.9F 705 pisiforme izquierdo
44942 C.9F 704 lunatum derecho
44255 C.8F C.2 lunatum derecho
44633 C.8F 484 hamatum izquierdo
46767 C.6D 91 mágnum izquierdo
45502 C.9G 688 trapezoide izquierdo
212 ALBERDI & PRADO ANEXOS VI

45135 C.9F 20 escafoide (navicular del carpo) izquierdo


42889 C.5D 22 escafoide (navicular del carpo) izquierdo
44802 C.8F 556 escafoide (navicular del carpo) izquierdo
45453 C.9G 676 escafoide (navicular del carpo) izquierdo
44826 C.8F 566 astrágalo izquierdo
44417 C.8F 367 astrágalo derecho
43259 C.6D 97 navicular del tarso derecho
42553 C.7C 336 ectocuneiforme izquierdo
44793 C.8F 550 fragmento ectocuneiforme
44767 C.8F 542 cuboide derecho
44427 C.8F 377 M1-2 derecho (posiblemente M2)
44529 C.8F 448 M3 izquierdo
42892 C.5D SD15 articulación distal de tibia
42536 C.7C 311 1FIII del tercer dedo
43389 C.8D 588 1FIII del tercer dedo
44710 C.8F 513 1FIII del tercer dedo
44755 C.8F 537 segunda falange del tercer dedo
44763 C.8F 540 segunda falange del tercer dedo
44887 C.9F 646 segunda falange del tercer dedo
44418 C.8F 368 segunda falange del tercer dedo
44790 C.8F 549 segunda falange del tercer dedo
43603 C.7E 154 tercera falange del tercer dedo
43778 C.6F 35 tercera falange del tercer dedo
45573 Rec. Sup. tercera falange del tercer dedo
44492 C.8F 431 tercera falange del tercer dedo
45529 C.8F 549 tercera falange del tercer dedo
Además muchos fragmentos indeterminables

Cueva Lago Sofía 4


48325 fragmento cabeza de fémur
48337 y 48927 fragmentos de vértebras indistinguibles
46103 C.3C 20 apófisis de vértebra ? o costilla?
45659 C.3C 20 extremidad distal de metápodo (MTIII?)
45693 C.4C 14 extremidad distal de metápodo (MTIII?)
46399 C.4C fragmento extremidad proximal de MTIII
45752 C.1C fragmento de 1FIII del tercer dedo
45667 C.3C 37 fragmento de 1FIII del tercer dedo
45675 C.3C 45 fragmento de 1FIII del tercer dedo
45639 C.2C 30 2FIII del tercer dedo
45708 C.4C 60 2FIII del tercer dedo
45637 C.2C 28 3FIII del tercer dedo
45710 C.4C 60 fragmento de 3FIII, faceta de articulación
45709 C.4C 60 fragmento de 3FIII, faceta de articulación
45640 C.2C 30 fragmento de 3FIII
ANEXOS VI Caballos fósiles de América del Sur 213

46082 C.2C fragmento de la articulación 3FIII


47839 sec.med. mágnum derecho
46090 C.3II 53 escafoide (navicular del carpo) derecho
46615 C.4F lunatum derecho
46618 C.4C pisiforme derecho
Además hay varios fragmentos imposibles de identificar

Cueva de La Ventana:
C.2B 17 fragmento de hueso
sn REC.SUP astrágalo derecho
C.2B 4 1FIII del tercer dedo
C.1B 2 2FIII del tercer dedo
sn REC.SUP 2FIII del tercer dedo
nº 2 2FIII rodada
C.1B 12 3FIII del tercer dedo
REC.SUP 3FIII del tercer dedo, rota
C.1B 11 navicular del tarso derecho

Cueva del Medio


N 29/7C 61 162 1FIII sin articulación proximal
58 cata 25-5 limpieza 2FIII
Sector A/D 26/6 60 c1 60 3FIII muy rodadas
30/VI 110-710 tuberosidad de la parte proximal de ulna
26/65 67 26/6C-49 10 vértebra lumbar ?
27/6/9 126 articulación de escápula
24/86 91 fragmento de vértebra
177 rama mandibular de équido
28/5a 174 astrágalo derecho
407 calcáneo derecho
28/6C 180 2FIII robusta
27/9C 94 mágnum derecho
27/9C 95 hamatum izquierdo
27/9C 96 trapezoide derecho
sn mandíbula juvenil derecha dp2-dp3-dp4 (le falta
dp2)
REC.SUP fragmento de mandíbula izquierda p3 p4 m1 m2
27/9C 27/56 fragmento de serie incisival
27/9C 97 dos fragmentos de raíz de incisivos o caninos
sn p3-4 izquierdo
38 26/6B P4 o P3
26/6b 36 P3-4 derecho
51 M3 derecho
52 P3-4 derecho
27/9a 199 P3-4 izquierdo (posible P3)
214 ALBERDI & PRADO ANEXOS VI

92 M1-2 izquierdo
27/9C 80/85 P3-4 derecho (posible P4)
28/7C 194 M1-2 derecho (posible M1)
93/A 27/9C 80/85 M1-2 derecho (posible M2)

Cueva de Los Chingues


C.7D c.7 niv.9 (90-100): 3 fragmentos no identificables, 1 fragmento de órbita?
1 navicular del tarso derecho
C.7D Niv.8 (80-90): 3 fragmentos imposibles
1 fragmento alargado podría corresponder a la base de la mandíbula
3 fragmento de posibles vértebras
11 pueden corresponder a fragmentos de articulaciones distales juveniles
como son: 1FIII rodada, 2FIII solo la articulación proximal, 3FIII solo la arti-
culación proximal, articulación distal de MTIII, fragmento de articulación
distal de radio, fragmento de extremidad distal de tibia, fragmento cuboide
derecho, ectocuneiforme rodado derecho, dos lunatum 1 derecho entero, otro
izquierdo roto, sesamoideo proximal artrítico
C.7Dc.7 N.7 (70-80) todos muy fragmentados e irreconocibles: 1 fragmento de sesa-
moideo proximal, 2 fragmentos de posibles vértebras, 1 fragmento de un posi-
ble triquetum, 1 fragmento de mandíbula con restos de dientes, 1 sesamoideo
distal
C.8D N.7 (60-70)
3 fragmentos de vértebras difíciles de identificar
1 fragmento de cráneo
1 fragmento de articulación proximal de húmero
1 fragmento de articulación distal de húmero
1 fragmento de epífisis joven de radio
1 fragmento de articulación proximal de tibia
1 fragmento de articulación proximal de 1FIII juvenil
1 fragmento de articulación proximal de 2FIII (joven)
1 fragmento parte distal de 2FIII (joven)
2 sesamoideos proximales algo rotos
1 navicular del tarso derecho, rodado
1 lunatum izquierdo
C.7D N.8 (80-90)
2 fragmentos de vértebras indistinguibles
1 fragmento de sesamoideo distal
1 fragmento de una posible tuberosidad
C.8D N.7 (60-70 mm)
1 fragmento de vértebra
1 fragmento hueso del carpo roto (hamatum?)
C.? c.7 N.6 (50-60)
1 fragmento de articulación proximal de radio
1 fragmento de mandíbula
ANEXOS VI Caballos fósiles de América del Sur 215

1 fragmento de articulación proximal de radio o 3FIII muy rodada


C.8D N.7 (80-90)
2 fragmentos de articulación de húmero - uno distal y otro proximal-
1 fragmento de apófisis de vértebra
1 fragmento de raíz de canino muy robusto, también podría corresponder a un
incisivo
1 fragmento de ectocuneiforme, borde externo
1 mágnum derecho
C.9E N.(40-50 mm) escafoides (navicular del carpo) derecho
C.8D N.8 (70-80 mm) 1 sesamoideo proximal
C.9C 1P3-4 derecho, o D3-4 derecho
C.9C P2, P3, P4 derechos superiores unidos
C.9C c.5 N (40-50) S 1 pisiforme, algo roto
1 escafoides (navicular del carpo) izquierdo
1 P2 izquierdo
C.3 D1 P50/ 54434-54435 2 fragmentos de mandíbulas con huellas de dientes
53532 C.3D N.90 fragmento de cráneo, cavidad craneal
53529 C.3D N.90-127 hueso?
53773 C.3D N.95 7D? 196 costilla ?
53386 C.3D N.80-90 sesamoideo distal
54431 C.3D L.P50 sesamoideo distal
53544 C.3D N.90-95 155 sesamoideo distal
53541 C.3D N.90-129 sesamoideo distal
54037 C.3D N.105-110 sesamoideo distal roto
54038 C.3D N.105-110 sesamoideo distal fragmento
53980 C.3D N.100-105 201 sesamoideo proximal
53388 C.3D N.80-90 sesamoideo proximal
53387 C.3D N.80-90 extremidad distal de metápodo (MTIII?)
53760 C.3D N.95-100 183 fragmento de articulación proximal de radio
55777 C.3D N.106 fragmento de vértebras
53524 C.3D N.90 fragmento de articulación de metápodo rodado
53823 C.3D N.95-100 dedo lateral robusto rodado
53542 C.3D N.90 media articulación distal de metápodo
53764 C.3D N.95-100 187 articulación distal de 1FIII
53776 C.3D N.90 cabeza de fémur
53990 C.3D N.105271 patela o rótula muy rodada
53985 C.3D N.100-105 206 articulación distal de fémur o proximal de
húmero
53385 C.3D N.80-90 fragmento de hueso del tarso
53534 C.3D N.90 132 hamatum derecho
53763 C.3D N.95-100 186 2FIII muy rodada y joven
53755 C.3D N.90-100 178 1FIII joven
53992 C.3D N.105213 2FIII joven rodada
53772 C.3D N.90-100 195 resto de articulación joven de falange
216 ALBERDI & PRADO ANEXOS VI

54025 C.3D N.105-110 articulación distal de tibia


53765 C.3D N.95-100 188 fragmento juvenil de falange?
53871 C.3D N.90-100 hueso tarso o carpo fragmento
54256 C.3D(sondeo) N.35-100 P2 derecho germen
53761 C.3D N.95-100 184 DP3-4 izquierdo
53762 C.3D N.95-100 185 DP2 izquierdo germen
53983 C.3D N.100-105 204 p2 izquierdo
Además hay numerosos fragmentos indeterminables

Cueva Fell
FE 63: 4 fragmentos: 3 indistinguibles
1 extremidad distal de radio joven
A.D. 677 3 fragmentos indeterminados
A.D. Capa 7/8C base de algo?
FE 64: fragmento de esmalte de diente
1 fragmento de cráneo con cóndilo occipital
1 sesamoideo proximal
204/26 sesamoideo distal
204/26 media 2FIII
204/26 ectocuneiforme derecho
PARED 3-4 mágnum derecho
204/30 sesamoideos distales
F 22 sesamoideo proximal
204/30 sesamoideo distal
FE 67 fragmentos pequeños de un posible diente de
leche
18F esmalte de I1?
s/n 3 fragmentos de costilla
1 tuberosidad de ulna?
1 sesamoideo proximal
1 escafoides (navicular del carpo) derecho
1 pisiforme derecho
FE 58 fragmento de pelvis
F 54 4 fragmentos de hueso indeterminados
1 fragmento de diente muy desgastado
Fell 160 un fragmento de mandíbula con huellas de dien-
tes grandes
articulación distal de radio joven
FE 36 MCIII izquierdo con MCII lateral
articulación distal de tibia
Fe 59 fragmento de tibia joven, articulación distal
Muchos de los restos están quemados
ANEXOS VI Caballos fósiles de América del Sur 217

Museo Regional de Magallanes - Hippidion saldiasi-


Fell 100 mandíbula izquierda joven, prácticamente entera

Cerro Sota
C7 Sínfisis con incisivos
C2 2 1FIII
6»-12” J.R.Man. 1 3FIII
C1 1 2FIII (de la parte superior de la basura de ocupación 15» a
24» debajo de la superficie con huesos)
C3 2 1FIII (32» a 41») + 1 P3-4 izquierdo
1 M1-2 izquierdo
m1-m2 en mandíbula
C3 6 2FIII 4 enteras y 2 rodadas
C4 6 2FIII: 1 enorme, 1 algo estropeada; 3 jóvenes; 1 rodada
C4 2 3FIII: 1 entera; otro fragmento

Alero de Tres Arroyos 1


TA-1 contacto A/B N. Va (inf.) Pl. nº151 4013 fragmento de cráneo con cóndilos occipitales
TA-1 C.D. N. Va. sup. 14081 fragmento de extremidad proximal húmero
C.D. contacto AD/AB N. Va 70-75 a 88-101prof. fragmento de cabeza del húmero
TA-74/30 N XXVII nº 5 fragmento de articulación distal de húmero
TA-74/30 N XXVII 3 fragmento de articulación distal de húmero
TA-74/30 N XXVII 61 fragmento de articulación distal de tibia
TA1-Planta 46 G 17076 fragmento de navicular del tarso derecho
TA1- CVI 9582 epífisis de vértebra torácica ?
TA1-CD N6 2848 apófisis de vértebra torácica?
TA1-CD N. Va Pl. 34 10079 vértebra torácica?
TA1 17024 37 y 41 dos sesamoideos distales
TA1 17024 5 articulación proximal de 1FIII
TA1 17028 56 fragmento de articulación de posible navicular
TA1 14/30 N.XXVII 2 sesamoideo proximal
TA1 14/30 N. XXVII 1 sesamoideo proximal
TA1 CDCapa VB y VI 16957 un sesamoideo proximal
TA1 C.B-E N.VA prof. 70-74 17087 sesamoideo proximal
TA1 14/30 NE Unidad 1A SW N.XXIIIdos sesamoideo proximales (uno artrítico) y
un trapezoide derecho
TA1 14/30 XXV(5) Unidad 1A SW XXV trapezoide derecho
TA1 contacto A/B N Va Pl. 20 14000 incisivo
? DI1/I1 germen
? DI3 germen
TA1 D Va (inf) 16866 fragmento de esmalte de incisivo
TA1 14 R.C. 267 Perfil E 1A (SW) fragmento de extremidad distal de tibia
TA1 C.D. contacto A N. VB VI escafoide (navicular del carpo) izquierdo
fragmento de incisivo
218 ALBERDI & PRADO ANEXOS VI

TA1 C.D. contacto A 123 cm. prof. N. VI rotula entera


TA1 C. A/B N. Va Pl. 163 14001 primera falange del tercer dedo

Cueva Pali Aike


Restos escasos, la mayoría están depositados en el Departamento de Arqueología del
American Museum of Natural History, de Nueva York
ANEXOS VII Caballos fósiles de América del Sur 219

Anexo VII

Colecciones depositados en distintos Museos e Instituciones de Brasil

Museo Nacional de Rio de Janeiro (MNRJ)


Equus (Amerhippus) neogeus:
2 MCIII y un p3-4 de Santa Vitoria do Palmar, Rio Grande do Sul
10 molares sueltos: 1 P3-4, 2 M1-2, 3 p3-4, 2 m1-2, 2 m3, un fragmento de mandíbula p2-
p3 y I2? del Tanque 2 de Itapipoca, Estado de Ceará
1 m3 de Curimatãs, Estado de Paraíba
1 cráneo bastante completo, la mandíbula y una vértebra de Rio Paraguai en Corumbá,
Estado de Mato Grosso do Sul
1 MTIII y una 1FIII de Curaçaba, Estado de Bahía
1 MCIII derecho, 1 CA derecho, 1 2FIII y 3 M1-1 derechos de Alagoinha, Pesqueira, Estado
de Pernambuco
1 P3-4, 2 M1-2 y 1 M3 izquierdos, m1 y m2 derechos y 1 molde del MCIII de Lapa do
Cavalo, Tipo de Equus (Amerhippus) neogaeus, del municipio de Pedro Leopoldo, Estado
de Minas Gerais
Hippidion:
8 molares sueltos: 1 M1-2, 1 d3-4, 1 p2, 4 p3-4 y 1 m3 de Itapipoca, Estado de Ceará
1 P3-4 y siete incisivos de Pedro Leopoldo, Estado de Minas Gerais

Museo de Historia Natural de la Universidad Federal de Minas Gerais (MHN)


Equus (Amerhippus) neogeus
1 1FIII, 1 2FIII, 1 MTIII, 1CA, 2 AS, 1 navicular, 1 ectocuneiforme y 1 cuboide de diver-
sas grutas de la región de Lagoa Santa (MG)
fragmento de cráneo con maxilar izquierdo y derecho y dentición completa, fragmento de la
mandíbula con dientes, 1 húmero y el pié derecho completo de la cueva de Lapa do
Galinheiro, Pedro Leopoldo (MG)
P-70, fragmento de cráneo de Confins, Lapa do Galinheiro, región de Lagoa Santa (MG)
Hippidion
1 1FIII y 1 3FIII de diversas grutas de la región de Lagoa Santa (MG).
esqueleto montado de Hippidion cuyo cráneo es copia del cráneo procedente de Luján
(Mercedes, provincia de Buenos Aires, MACN-401)

Museo de la Pontificia Universidad Católica de Minas Gerais, Bello Horizonte (MCN)

Equus (Amerhippus) neogeus:


Toca dos Ossos, Ourolândia, Estado de Bahía
1 cráneo de caballo en tres trozos: MCL-6200/01 cavidad endocraneana y parte posterior del
cráneo, MCL-6200/02 serie izquierda y parte de la sínfisis, y MCL-6200/03 serie derecha
con la sínfisis y parte de la cara
1 fragmento de maxilar con P4 y M1
1 fragmento de mandíbula con p2 y p3
220 ALBERDI & PRADO ANEXOS VII

16 dientes 3 P2, 3 P3-4, 5 M1-2, 5 M3


19 dientes inferiores 1 d3-4, 2 p2, 7 p3-4, 6 m1-2, 3 m3
2 CA
2 1FIII
Lagoa Santa, Estado de Minas Gerais
3 MCIII
1 CA
2 AS
3 MTIII
9 1FIII
2FIII
1 3FIII
1 navicular
1 ectocuneiforme
1 cuboide
Lage Grande, Alagoinha Pesqueira
1 CA
1 MTIII

Hippidion principale
Toca dos Ossos
MCL-6112, maxilar superior derecho con P3-M3
MCL-6195 maxilar izquierdo con P2-M3
MCL-6197 un fragmento de mandíbula
3 fragmentos de mandíbula sin dientes
3 MCIII
1 MTIII
1CA
3 1FIII

Lagoa Santa
1 1FIII

Hippidion devillei
Santana, SO del Estado de Bahía
MCL-6277/01 y MCL-6277/01 fragmentos del lado izquierdo de un cráneo y el segundo es
un fragmento de la órbita
MCL-6278 serie derecha del mismo cráneo, encaja con el anterior en un punto

Toca dos Ossos


MCL6239 fragmento de diáfisis de fémur
MCL-6237 diáfisis de húmero
MCL-6218 distal de radio
MCL-6221 MCIII
ANEXOS VII Caballos fósiles de América del Sur 221

MCL-6263 CA
MCL-6265 AS
MCL-6264 AS
MCL-6266 AS
MCL-6227 1 FIII

H. principale y/o H. devillie:


Toca dos Ossos
2 maxilares
4 fragmentos de mandíbulas
35 dientes superiores 2 D2, 5 D3-4, 5 P2, 8 P3-4, 12 M1-2, 2 M3
37 dientes inferiores 2 d2, 1 d3-4, 3 p2, 13 p3-4, 14 m1-2, 4 m3
11 incisivos completos, 7 fragmentos de incisivos y 1 canino roto
3 fragmentos de oleocraneon
4 escápulas
9 húmeros (dos completos)
6 radios (dos completos)
5 MCIII más dos articulaciones distales
1 MCIV
8 fémures (dos completos)
4 CA
3 AS
2 MTIII
1 MTIV
6 1FIII + 1FIII rodada (MCL-6227)
2 2FIII
8 3FIII
3 naviculares
1 ectocuneiforme
2 carpales soldados (1º+2º carpal)
1 pisiforme
1 mágnum
1 hamatum

Lagoa Santa
1 CA
2 AS
222 ALBERDI & PRADO ANEXOS VIII

Anexo VIII

Colecciones depositadas en el American Museum of Natural History de Nueva York


(AMNH)

Equus (Amerhippus) andium de la zona de cordillera andina de Ecuador


2 mandíbulas
Dentición superior: AMNH: #19 y #6
Dentición inferior: AMNH: EcuA.41, EcuA.42, y 5 dientes sin número
Radios: 5 sin número
Fémures: 5 sin número
CA: AMNH: 10 ejemplares sin número.
AS: AMNH: 17 ejemplares sin número.
MTIII: AMNH: 14 ejemplares sin número.
1FIII: AMNH: 29 ejemplares sin número.

Equus (Amerhippus) santaeelenae de la Península de Santa Elena (Ecuador)


Dientes inferiores: AMNH-39409
MCIII: AMNH- sin número
CA: AMNH- sin número
AS: AMNH- sin sigla
MTIII: AMNH- 3 ejemplares sin número
1 tibia y un húmero de Salinas, sin número

Departamento de Antropología (NY-AMNH), Expedición BIRD a Patagonia, todo de


Hippidion saldiasi
Cueva del Milodón:
1FIII
1 fragmento de la extremidad distal de tibia
Cueva de Pali Aike:
P-22 p3-4 derecho
P-36 1FIII (D-35’ a R)
Cueva Fell, Capa V:
F8 2 1FIII
2 2FIII
1 ectocuneiforme
1 dedo lateral
1 fragmento de metápodo
F6 M1-2 derecho
M1-2 izquierdo
40 C F 6 extremidad distal de MCIII

De la misma Cueva del nivel CW C/SG det. y F 8:


1 P2 derecho, fragmentos de incisivos; 2 M1-2 derecho
e izquierdo
ANEXOS VIII Caballos fósiles de América del Sur 223

1 M3 derecho; 1 p2 derecho; 4 p3-4: 3 izquierdos y 1


derecho; 2 m1-2 izquierdos
Distal de tibia
Proximal de radio y distal de 2 huesos distintos?

En la Exhibición AMNH-NY, además están los siguientes restos:


41.1/85 39 E-H
E 1 MTIII izquierdo
F.8 H 1 1FIII
G 1 2FIII
F 1 3FIII
41.2 8539 B articulación distal de húmero
41.2 8533 fragmento de pelvis
41.2 8539c radio izquierdo, conserva la ulna
41.2 8533MM Cueva Fell Sur de Chile nivel 5
1 P2-M3 maxilar derecho, incluido en escayola
41.2 8533 D un p3-4 izquierdo
41.2 8533a fragmento de mandíbula con m1-m3
41.2 8539 fragmento de clavícula derecha
224 ALBERDI & PRADO ANEXOS IX

Anexo IX

Colecciones depositadas en el Field Museum de Chicago (USA)

Tarija (Bolivia)
Hippidion principale:
P14200 cráneo completo sin POF
P13773 fragmento distal de húmero derecho
P14220 radio entero
P14220 metacarpiano izquierdo
P14220 distal de metacarpiano
P13774 fragmento distal de fémur izquierdo
P14187 tibia izquierda
P13775 calcáneo derecho
P14187 calcáneo izquierdo
P14187 astrágalo izquierdo
P14187 astrágalo izquierdo
P13775 astrágalo derecho
P13773 metatarso derecho
P14187 metatarso izquierdo

Hippidion devillei:
P14211 metacarpiano izquierdo

H. principale y/o H. devillei:


P14220 primera falange
P14220 primera falange
P14187 primera falange
P14220 segunda falange
P14220 segunda falange
P14187 segunda falange
P14220 tercera falange
P14187 tercera falange

Equus (Amerhippus) insulatus:


P13678 húmero derecho
P13678 fragmento de radio
P13765 metacarpiano derecho
P14258 fémur derecho
P14258 fémur izquierdo
P13678 fragmento distal de fémur derecho
P14258 tibia izquierda
P14258 tibia derecha
P14258 calcáneo derecho
ANEXOS IX Caballos fósiles de América del Sur 225

P14258 calcáneo izquierdo


P14258 astrágalo izquierdo
P14258 metatarso derecho
P14258 metatarso izquierdo
P14258 primera falange
P14258 primera falange
P14258 segunda falange
P14258 segunda falange
P14258 tercera falange
P14258 tercera falange

Quequén Salado, provincia de Buenos Aires (Argentina)

Equus (Amerhippus) neogeus:


P14311 escápula izquierda
P14287 escápula izquierda
P14287 húmero izquierdo
P14313 fragmento distal de húmero derecho
P14321 radio izquierdo
P14313 radio derecho
P14287 radio izquierdo
P14322 fragmento proximal de radio derecho
P14322 fragmento distal de radio izquierdo
P14321 metacarpiano izquierdo
P14287 metacarpiano izquierdo
P14289 metacarpiano izquierdo
P14289 fémur izquierdo
P14187 fragmento proximal de fémur
P14313 tibia izquierda
P14311 tibia derecha
P14313 calcáneo izquierdo
P14289 calcáneo izquierdo
P14311 metatarso derecho
P14311 metatarso izquierdo
P14321 primera falange
P14321 primera falange
P14311 primera falange
P14313 primera falange
P14289 primera falange
P14287 primera falange
P14311 segunda falange
P14313 segunda falange
P14289 segunda falange
P14287 segunda falange
226 ALBERDI & PRADO ANEXOS IX

P14321 tercera falange


P14311 tercera falange
P14313 tercera falange
P14311 un calcáneo izquierdo, Región Pampeana sin especificar localidad

Además:
P14277 metatarso izquierdo difícil de distinguir entre Equus (Amerhippus) neogeus e
Hippidion principale
ANEXOS X Caballos fósiles de América del Sur 227

Anexo X

Colecciones depositadas en el Institute de Paléontologie du Museum Nationale


d’Histoire Naturelle de Paris (IPMNHN)

Tarija (Bolivia) TAR


Equus (Amerhippus) insulatus
4 dentición superiores: TAR.996, TAR.997, TAR.783 y TAR.1142
3 radios TAR-1159, TAR-1160 y TAR-1165
4 tibias TAR-1164, TAR-1163, TAR-1162 y TAR-1161
5 MCIII: TAR.1175, TAR.1179, TAR.1176, TAR.1177 y TAR.1178
5 MTIII: TAR.1192, TAR.1188, TAR.1190, TAR.1182 y TAR.1193

Hippidion
4 cráneos: TAR-691, TAR-856, TAR-795 y TAR-780
1 mandíbula: TAR-780
1 húmero: TAR-945
6 radios: TAR-892, TAR-893, TAR-946, TAR-940, TAR-963 y TAR-979
5 MCIII: TAR-666, TAR-944, TAR-896, TAR-960 y TAR-962
2 fémures: TAR-989 y TAR-986
6 tibias: TAR-894, TAR-955, TAR-978, TAR-975, TAR-977 y TAR-976
3 CA: TAR-916, TAR-941 y TAR-967
2 AS: TAR-915 y TAR-942
11 MTIII: TAR-665, TAR-966, TAR-664, TAR-959, TAR-663, TAR-971, TAR-943, TAR-
974, TAR-961, TAR-973 y TAR-957
11 1FIII: TAR-680, TAR-904, TAR-679, TAR-903, TAR-681, TAR-907, TAR-681, TAR-
902, TAR-911, TAR-970 y TAR-910

Hippidion
Región Pampeana
PAM-203 un cráneo

Ecuador
Equus (Amerhippus) andium
Dentición superior: IPMNHN-V.2159
Dentición inferior: IPMNHN-V.2181
6 MCIII: IPMNHN-sin número
2 CA: IPMNHN-AA4/7 + 1 sin número
1 AS: IPMNHN-sin número
6 MTIII: IPMNHN-sin número
2 FALIII: IPMNHN-sin número
Equus (Amerhippus) santaeelenae
1 CA: LAR.55 (V.20)
1 AS: LAR.56 (V.18)
1 MTIII: LAR.48 (V.33)
2 1FIII: LAR.51 (V.42) y LAR.65 (V.40).
228 ALBERDI & PRADO ANEXOS XI

Anexo XI

Colecciones depositadas en el Museo de Zoología de Copenhague (ZMK)

Hippidion principale

ZMK-235 cráneo de Arroyo Ramallo (Argentina)


Lapa Come Nâo bebe, Lagoa Santa (MG, Brasil):
3019 P3-4 superior derecho, TIPO de Hippidion principale
3020 un incisivo inferior i3
Lapa de Bahu, Lagoa Santa (MG, Brasil):
3374 fragmento de mandíbula con dos restos de dientes
1139 M1-2 superior derecho
1140 m1-2 inferior izquierdo
4572 un fragmento de diente inferior
1139-1140-4572 incisivos
Lapa de Escribanía Lagoa Santa (MG, Brasil):
11 huesos y restos fragmentarios de dientes
12272/12273 escafoides
12275 mágnum
12274 lunatum
12270 navicular de tarso

Equus (Amerhippus) neogeus:


ZMK-238 mandíbula de Arroyo Ramallo (Argentina)

Región de Lagoa Santa (MG, Brasil)


Lapa do Cavallo
866 MCIII derecho, TIPO de Equus (Amerhippus) neogeus
Lapa de Escribanía 5
s-n varios fragmentos de dientes
7552 fragmento de húmero derecho
7552 fragmento de diáfisis de húmero
7545 un fragmento de la extremidad distal de radio derecho
7547 una ulna izquierda
9155 un MCII izquierdo
7535 un MCIII izquierdo
7536 un MCIV izquierdo, soldado al central
7551 un fémur izquierdo
7540 un fragmento de tibia proximal
7541 un fragmento distal de tibia
7542 un fragmento de la epífisis distal de tibia
7548 una rotula derecha
7520 un astrágalo derecho entero
ANEXOS XI Caballos fósiles de América del Sur 229

7521 un astrágalo izquierdo rodado


9156 un MTII, derecho
7534 un MTIII, derecho
7532 1FIII entera
7528-7523-7530 1FIII, 2FIII y 3FIII, respectivamente
7533, 7525, 7522 1FIII, 2FIII y 3FIII, respectivamente
7527, 7524, 7529 1 FIII, 2FIII y 3FIII, respectivamente
12255 un escafoide derecho
12261 un lunatum o intermedio derecho
12257 un mágnum derecho
12256 un mágnum izquierdo
12265 un hanatum izquierdo
7539, 7532, 7525, 7522 fragmentos indeterminados
Lapa Escribanía 11
8499 fragmento de húmero derecho
8500 fragmento proximal de húmero izquierdo
8500 fragmento distal de húmero izquierdo
s-n fragmento de extremo distal de radio derecho
s-n fragmento proximal de radio izquierdo
s-n fragmento distal de radio izquierdo
s-n ulna derecha
s-n fragmento de una ulna izquierda
8511 MCIII izquierdo
85ii MCIII entero
8498 fémur derecho
8509 fragmento proximal de tibia derecha
8509 fragmento proximal de tibia izquierda
8510 fragmento distal de tibia izquierda
8512 MTIII derecho
1FIII A derecha
1FIII B izquierda
8515, 8516, 8517 1FIII, 2FIII y 3FIII, respectivamente
Lapa do Soares
7545 fragmento distal de radio derecho
3706 fragmento de articulación distal de MCIII
Lapa da Lagoa do Sumidouro
016, 3018, 3047 varios fragmentos de dientes
Lagoa Santa Flere Huler Lapa dos Coses
2662 extremidad distal de fémur muy robusta
Sin afloramiento especificado:
7534 MCIII derecho entero y artrítico
7535 MCIII izquierdo entero
7539 fragmento de articulación distal de MCIII
230 ALBERDI & PRADO ANEXOS XII

Anexo XII

Colecciones depositadas en el Natur Historiska Riksmuseet,


Universidad de Estocolmo

Tarija (Bolivia)
Equus (Amerhippus) insulatus:
7 fragmentos de mandíbula
12 dientes sueltos, superiores e inferiores
5 articulaciones de húmero
2 radios: uno derecho y otro izquierdo
5 MCIII: dos derechos y tres izquierdos
4 tibias enteras
9 calcáneos: 6 derechos y 3 izquierdos
4 astrágalos izquierdos
2 MTIII derechos
10 fragmentos de metápodos
11 1FIII
9 2FIII
6 3FIII

Hippidion principale:
M1787 fragmento de maxilar superior
M4902 una mandíbula inferior
M4901 un fragmento de sínfisis
M1791 un P2 superior
M3118 un m1-2 inferior
5 dientes sueltos

Ulloma (Bolivia)
Equus (Amerhippus) insulatus:
1 CA izquierdo
ANEXOS XIII Caballos fósiles de América del Sur 231

Anexo XIII

Colecciones depositadas en el Naturkunde Museum, Berlin

Hippidion saldiasi de Cueva del Milodón, Chile


MB.Ma. 36923 DP4 derecho
MB.Ma. 36924 DP3 derecho
MB.Ma. 36925 DP2 derecho
MB.Ma. 36926 P2 izquierdo
MB.Ma. 21705 3FIII incluida en la pezuña
MB.Ma. 21708 3FIII incluida en la pezuña
MB.Ma. 21709 3FIII incluida en la pezuña
MB.Ma. 21710 3 2FIII, algunas conservan algo de la 3FIII
MB.Ma. 21703 pezuña
MB.Ma. 21704 pezuña
MB.Ma. 21706 pezuña
MB.Ma. 21707 pezuña
MB.Ma. 36954 Carpal 3-4+5 derecho
MB.Ma. 36969 Carpal 3-4-+5 sin
MB.Ma. 36971 Accesorio
MB.Ma. 33624 coprolito

Equus (Amehrippus) andium de Ecuador:


1 maxilar derecho, P2-M3, de Punin: MB. Ma. 24675
1 maxilar juvenil de Punin: MB. Ma. 24676
1 serie superior de Punin: MB. Ma. 20225
1 P3-4 de Nuapua: MB. Ma. 20338
1 M1-2 de Nuapua: MB. Ma. 20339
2 CA: MB. Ma. 20499 y MB. Ma. 20256
9 AS: MB. Ma. 21502, MB. Ma. 21504, MB. Ma. 21512, MB. Ma. 21509, MB. Ma. 21510,
MB. Ma. 21511, MB. Ma. 20258, MB. Ma. 20260 y MB. Ma. 20259
6 1FIII: MB. Ma. 21507, MB. Ma. 21505, MB. Ma. 21517, MB. Ma. 21516, MB. Ma.
21515 y MB. Ma. 20257
2 2FIII: MB. Ma. 20490 y MB. Ma. 20250
1 3FIII: MB Ma 20252

Equus (Amerhippus) insulatus de Tarija:


1 maxilar juvenil: MB Ma 24676
1 mandíbula con la serie izquierda, p2-m3: MB. Ma. 21601
1 mandíbula prácticamente entera: MB. Ma. 24681
3 MCIII: MB. Ma. 21672, MB. Ma. 21671 y MB. Ma. 21670
1 CA: MB. Ma. 21676
2 MTIII: MB. Ma. 21674 y MB. Ma. 216732
2 1FIII: MB. Ma. 21677 y MB. Ma. 21581
232 ALBERDI & PRADO ANEXOS XIII

1FIII, 2FIII y 3FIII del mismo individuo: MB. Ma. 21679


1FIII, 2FIII y 3FIII del mismo individuo: MB. Ma. 21680 y MB. Ma. 21682
2 3FIII: MB. Ma. 21683 y MB. Ma. 21684
1 ectocuneiforme: MB. Ma. 21675
4 sesamoideos proximales y uno distal sin número
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