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POR
GUSTAVO BARRIENTOS
-1997-
ÍNDICE
AGRADECIMIENTOS
INTRODUCCION
PARTE 1. MARCO TEORICO Y CONCEPTUAL
I. EL ESTUDIO DE LA EVOLUCION Y ADAPTACION DE POBLACIONES
HUMANAS PREHISTORICAS DESDE UNA PERSPECTIVA
BIOARQUEOLOGICA
I.1. Perspectivas evolutivas en arqueología
I.2. Adaptación
I.3. El rol de los estudios de restos humanos arqueológicos dentro de un
marco evolutivo
I.4. El registro arqueológico y el registro bioarqueológico: marco
conceptual
II. SALUD, STRESS Y NUTRICION
II.1. Los conceptos de salud y stress en antropología
II.2. La influencia de la nutrición sobre el crecimiento y el desarrollo
II.3. Malnutrición e infección
II.4. El estudio bioarqueológico de la salud y nutrición de poblaciones
prehistóricas
II.5. La naturaleza de las muestras esqueletarias de poblaciones
cazadoras-recolectoras y el alcance de la interpretación bioarqueológica
de los patrones de salud y nutrición.
III. NUTRICION, MORBILIDAD Y MORTALIDAD EN POBLACIONES
CAZADORAS-RECOLECTORAS
III.1. Estudios de poblaciones actuales
III.2. Estudios bioarqueológicos
PARTE 2. EL REGISTRO BIOARQUEOLOGICO DEL SUDESTE DE LA
REGION PAMPEANA
IV. EL AREA DE ESTUDIO
IV.1. Descripción ambiental y paleoambiental
IV.2. Antecedentes
V. ANALISIS DE LA COMPOSICION, DISTRIBUCION ESPACIAL Y
TEMPORAL DE LAS MUESTRAS DE ENTIERROS HUMANOS DEL AREA
V.1. Introducción
V.2. Materiales y métodos
V.3. Resultados
V.4. Discusión
VI. LOCALIDADES Y SITIOS ARQUEOLOGICOS MUESTREADOS
VI.1. Arroyo Seco 2
VI.1.1. Introducción
VI.1.2. Antecedentes
VI.1.3. Temporadas 1992, 1995 y 1996. Estrategia de excavación y
resultados
VI.1.4. Estructura sexual y etárea de la muestra
VI.1.5. Procesos de modificación post-depositacional de los restos óseos
humanos de Arroyo Seco 2
VI.1.6. Cronología de los entierros humanos del sitio Arroyo Seco 2
VI.2. Laguna Los Chilenos
VI.2.1. Introducción
VI.2.2. Antecedentes
VI.2.3. Prospecciones
VI.2.4. Sitio LCH1
VI.2.5. Los entierros humanos del sitio LCH1
VI.2.6. Procesos postdepositacionales de formación del registro
bioarqueológico
VI.3. Laguna Tres Reyes 1
VI.3.1. Introducción
VI.3.2. Antecedentes
VI.3.3. Temporada de excavación 1994-1995
VI.3.4. Estructura etárea y sexual de la muestra de esqueletos humanos
VI.3.5. Procesos de modificación post-depositacional de los entierros
humanos
VI.4. Laguna La Larga
VI.5. Túmulo de Malacara
VI.6. Estancia Santa Clara
VI.7. Península Testón
VI.8. Laguna de Puán
VI.9. La Segovia
VI.10. Los Huecos
VI.11. Napostá
VII. INTEGRACION DE LA INFORMACION BIOARQUEOLOGICA Y
FORMULACION DE UN MODELO REGIONAL ACERCA DE LA EVOLUCION
DE LAS POBLACIONES HUMANAS EN EL SUDESTE DE LA REGION
PAMPEANA
VII.1. Introducción
VII.2. Marco cronológico
VII.3. Variabilidad morfológica inter e intramuestral
VII.4. Deformación craneana artificial
VII.5. Prácticas mortuorias
VII.6. El modelo
VII.7. Expectativas biológicas
PARTE 3. EL ESTUDIO BIOARQUEOLOGICO DE LA SALUD, NUTRICION Y
DIETA DE LAS POBLACIONES ABORIGENES DEL SUDESTE DE LA REGION
PAMPEANA
VIII. HIPOPLASIAS DEL ESMALTE DENTAL
VIII.1. Introducción
VIII.2. Materiales y Métodos
VIII.3. Resultados y Discusión
IX. LINEAS DE HARRIS
IX.1. Introducción
IX.2. Materiales y Métodos
IX.3. Resultados y Discusión
X. HIPEROSTOSIS POROTICA
X. 1. Introducción
X.2. Materiales y Métodos
X.3. Resultados y Discusión
XI. PROCESOS INFECCIOSOS
XI.1. Introducción
XI.2. Materiales y Métodos
XI.3. Resultados y Discusión
XII. COMPOSICION ISOTOPICA ( δ13C) DE MUESTRAS HUMANAS,
FAUNISTICAS Y VEGETALES: INFERENCIAS PALEODIETARIAS
XII.1. Introducción
XII.2. Materiales y métodos
XII.3. Resultados y Discusión
XIII. DISCUSION
PARTE 4. CONSIDERACIONES FINALES
XIV. EL ESTUDIO ARQUEOLOGICO Y BIOARQUEOLOGICO DEL
SUDESTE DE LA REGION PAMPEANA EN PERSPECTIVA
BIBLIOGRAFIA CITADA
AGRADECIMIENTOS
Muchas fueron las personas que, a través de los años, hicieron posible
que el trabajo que dió origen a esta tesis pudiera ser realizado.
En particular, los Dres. Gustavo Politis y Evelia Oyhenart invirtieron
tiempo y esfuerzo en mi formación científica. Su constante estímulo,
asesoramiento, apoyo, confianza y dedicacion para corregir mis errores, han
sido la base del desarrollo de este trabajo.
Con el Lic. Fernando Oliva compartimos, desde el inicio de mi carrera,
muchísimas horas de enriquecedora discusión arqueológica, tanto en el
campo como en el laboratorio. Sin embargo fueron su amistad y su
permanente apoyo quienes más contribuyeron a la realización de esta tesis y
a quitar el tedio al trabajo de todos los días.
Los Lic. Marcela Leipus, Patricia Madrid, Gustavo Martínez, Cecilia
Landini, Marta Roa, María Gutiérrez y Jorge Moirano me brindaron su
amistad y discutieron muchos aspectos de este trabajo, efectuando valiosas
observaciones. En especial, Marcela sufrió los desvelos de mis primeros años
de investigación, por lo cual le estaré siempre agradecido.
Sugerencias y observaciones de singular importancia fueron efectuadas
por los Dres. Aníbal Figini, Clive Gamble y James Steele durante distintas
etapas de la investigación.
Esta tesis no podría haber sido terminada sin la inestimable colaboración
en los trabajos de campo y gabinete de Ana Carlotto, Florencia Pan, Mariano
del Papa, Paola Ponce, Catalina Peña, Iván Pérez, Fabricio Suárez, Marcela
Pinto, Andrés Izeta y Martín Vázquez, alumnos de la carrera de Antropología
de esta Facultad.
Los alumnos del curso 1995 del Taller de Osteología de la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de
Buenos Aires participaron activamente en las tareas de limpieza y
catalogación de la muestra del sitio Laguna Tres Reyes 1.
Numerosos alumnos de las carreras de Antropología de las Universidades
Nacionales de La Plata, Buenos Aires y Rosario participaron en los trabajos
de campo realizados en los sitios Arroyo Seco 2, Campo Brochetto, Laguna
Tres Reyes 1 y Laguna Los Chilenos 1 y 2.
Miembros de diferentes museos y particulares de los partidos
correspondientes al área de estudio desempeñaron una función destacada
durante las excavaciones, prospecciones y trabajo de laboratorio. Por su
activa participacion deben mencionarse la Sra. Marisa Martín, la Srta.
Imelda Andrieu y el Sr. Hugo Coronel.
La Sra. Patricia Sarmiento, del Servicio de Microscopía Electrónica de
esta Facultad, invirtió, con entusiasmo, tiempo y dedicación en la puesta a
punto de las técnicas de pretratamiento de las muestras óseas analizadas
histológicamente.
Las Dras. Adriana Casamayouret y Alejandra Baglivo, del Servicio de
Radiología del Hospital Interzonal de Agudos Gral. San Martín de la ciudad
de La Plata prestaron inestimable colaboración en la obtención de las
muestras radiográficas.
El Dr. Gustavo Politis y los Lic. Fernando Oliva, Cristina Bayón y Patricia
Madrid me facilitaron gentilmente el acceso a sus datos isotópicos (δ13C)
inéditos.
Las investigaciones estuvieron financiadas por el Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), a través de becas y
subsidios, y por subsidios de la Universidad Nacional de La Plata, de la
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, de la
Fundación Antorchas y The British Council. Las municipalidades de los
partidos de Saavedra, Tornquist, Puán, Gonzales Chaves y Tres Arroyos
prestaron también apoyo económico y logístico durante los trabajos de
campo.
La Facultad de Ciencias Naturales y Museo de La Plata me facilitó sus
instalaciones para poder llevar a cabo este trabajo. En particular, deseo
agradecer al Dr. Héctor M. Pucciarelli, Jefe del Departamento Científico de
Antropología por acojerme en el departamento a su cargo y brindarme todo
su apoyo.
Los técnicos del Departamento Científico de Antropología del Museo de La
Plata, Sres. Roque Díaz y Héctor Díaz colaboraron gentilmente en diversos
aspectos de mi trabajo.
A todas estas personas e instituciones deseo expresar mi más profundo
agradecimiento; sin su ayuda y aliento no hubiera sido posible la
presentación de esta tesis. Al mismo tiempo deseo remarcar que los errores
que pudiera contener este trabajo son de mi exclusiva y absoluta
responsabilidad.
INTRODUCCION
I.2. Adaptación
El término adaptación, tanto en biología como en ecología evolutiva, se
halla asociado a una amplia gama de significados (ver Alland, 1975;
Dobzhansky, 1974; Dunbar, 1982; Little, 1982; Mazess, 1978; Medawar,
1951; Stern, 1970; entre otros). De los diferentes significados atribuídos al
término adaptación hay tres que consideramos significativos respecto de los
objetivos de este trabajo. En primer lugar, la adaptación puede ser entendida
como un proceso por el cual un organismo cambia, se ajusta o conforma a
las limitaciones o restricciones de su ambiente. En este sentido, la
adaptación puede ser el producto de la selección natural operando sobre
muchas generaciones de individuos, o puede ser una respuesta conductual,
fisiológica o morfológica, adquirida o aprendida durante el transcurso de la
vida de un organismo, constituyendo así una parte fundamental de los
procesos de intra e intervariación.
En segundo lugar, la adaptación puede ser conceptualizada como una
medida del grado de conformidad entre un organismo y su ambiente. Esta
concepción parte de la premisa que establece la inexistencia de la
adaptación perfecta o de absolutos adaptativos, lo que implica que el
carácter adaptativo de un rasgo puede ser establecido sólo en un sentido
relativo (Lewontin, 1978).
Finalmente, la adaptación puede ser considerada como un proceso de
resolución de problemas (Maynard Smith, 1978; Dunbar, 1982; Foley, 1987;
Foley y Dunbar, 1989; O'Brien y Holland, 1995). Todo ambiente plantea
problemas de supervivencia, de valor selectivo, que los organismos deben
solucionar. La selección natural opera sobre los caracteres morfológicos,
conductuales, fisiológicos y bioquímicos de un organismo, siendo su
resultado el éxito reproductivo diferencial. Las potenciales soluciones se
encuentran afectadas por factores limitantes (en el sentido de Dawkins,
1982) tales como la variabilidad genética, la impredictibilidad, los
constreñimientos históricos, etc, siendo el producto final la adaptación
(Foley, 1987).
Como puntualizamos en el apartado anterior, en años recientes se ha
cuestionado el rol del estudio de la adaptación dentro de un marco evolutivo
en antropología y en arqueología. Algunas de las objeciones elevadas contra
el uso del concepto de adaptación en estas disciplinas se apoyan en la crítica
de Gould y Lewontin (1979) acerca de lo que estos autores denominan
"adaptacionismo" o "programa adaptacionista" (i.e. Dunnell, 1989; O'Brien y
Holland, 1995). Este consiste, entre otras cosas, en la construcción de
explicaciones aparentemente plausibles acerca de las funciones de diferentes
rasgos (i.e. conductuales, morfológicos, tecnológicos, etc.), pero de un modo
que, en última instancia, no resulta posible de ser probado. La amplia
difusión de este tipo de construcciones en antropología y arqueología,
básicamente dentro de enfoques neofuncionalistas, condujo a algunos
autores a considerar como secundario el rol de la adaptación dentro de la
explicación arqueológica (i.e. Borrero, 1993; Dunnell, 1989; Rindos, 1984).
Siguiendo a Mayr (1988b: 149), podemos decir que no hay nada
inherentemente incorrecto dentro del programa adaptacionista, siempre y
cuando éste sea ejecutado de un modo apropiado. Según O'Brien y Holland
(1992: 44; 1995: 189), el único modo de escapar a la crítica de Gould y
Lewontin es tratar de discriminar entre adaptaciones y no-adaptaciones o
maladaptaciones de un modo correcto, y sólo entonces tratar de identificar la
función probable de cada adaptación. A diferencia de Gould y Lewontin,
Mayr (1988b: 151) y O'Brien y Holland (1995: 189) no pretenden que esto
último se logre al primer intento, ya que no existe nada malo en la estrategia
de prueba y error consistente en proponer diferentes hipótesis en forma
sucesiva cuando la primera, o las subsecuentes, fallan. El único "pecado"
consiste, en este contexto, en sentirse cómodo con una conclusión
simplemente porque los datos parecen ajustarse bien al argumento
propuesto. Sin embargo, hay que tener en cuenta que esta última objeción
es válida para cualquier construcción científica, ya sea ésta resultante o no
de la operación de un programa adaptacionista.
La posición sustentada en este trabajo es que el estudio de la adaptación,
entendida como un proceso de resolución de problemas, es importante y
debe ocupar un lugar acorde entre los objetivos de nuestra disciplina. La
reacción ante los enfoques neofuncionalistas no debe implicar
necesariamente el relegamiento del estudio de la adaptación a un segundo
plano, tal como ha sido recientemente sugerido por algunos autores (i.e.
Borrero, 1993: 15). El desarrollo de marcos conceptuales y metodológicos
que permitan el estudio conjunto de la adaptación y del proceso evolutivo
que conduce a ella, constituye uno de los desafíos más importantes que la
arqueología deberá enfrentar en los próximos años.
IV.2. Antecedentes
En los últimos años se han publicado un número considerable de síntesis
acerca del desarrollo histórico de las investigaciones arqueológicas en la
Región Pampeana, que abordan el problema desde distintas perspectivas
(Boschín, 1991/1992; Boschín y Llamazares, 1986; Politis, 1988; 1992;
1995). En el presente trabajo nos centraremos en el desarrollo de las
investigaciones vinculadas a los restos humanos recuperados en la región,
remitiendo al lector a las obras antes citadas para la obtención de un
panorama más amplio acerca de los antecedentes arqueológicos generales.
Las investigaciones antropológicas en la Pampa Bonaerense han sido
pioneras dentro del contexto de los estudios arqueológicos y
antropobiológicos en la República Argentina y en América del Sur. Los
desarrollos intelectuales y la emergencia de nuevas ideas en Europa hacia la
segunda mitad del siglo pasado contribuyeron en forma decisiva al
surgimiento y desarrollo de la antropología y de la arqueología en el
continente americano. Entre los más significativos se hallan, sin dudas, el
descubrimiento de la gran antigüedad del género humano en el Viejo Mundo,
la publicación de la obra de Darwin El Origen de las Especies (1859), y la
consolidación de la geología como ciencia (Willey y Sabloff, 1980).
En nuestro país, estos acontecimientos coincidieron con el proceso de
consolidación jurídica, institucional y territorial del Estado Argentino. Tras el
logro de la unidad nacional hacia la década de 1870, todos los esfuerzos
fueron puestos en la resolución del problema indígena, debido a que la
existencia de una "frontera interior" atentaba contra el proyecto político,
económico y social impulsado por los miembros de la llamada "Generación
del '80" y compartido por la élite dirigente. Numerosos investigadores
contribuyeron directa e indirectamente, a través de la generación de
conocimiento acerca de distintos aspectos [i.e. Moreno, 1876; Zeballos,
1876; 1878a; 1881; Doering 1882; Ebelot, (1878) 1968], a la ocupación
definitiva de las regiones chaqueña, pampeana y patagónica, ya que sus
informes fueron tomados como base para el diseño de las operaciones
militares llevadas a cabo entre 1879 y 1885 (Podgorny y Politis, 1990/1992;
Walters, 1976). La formación de las primeras colecciones documentadas de
restos óseos pertenecientes a aborígenes pampeanos y nordpatagónicos de la
provincia de Buenos Aires data de esta época. Estanislao Zeballos, durante
la realización de su Estudio Geológico sobre la Provincia de Buenos Aires
(1876) y su Viaje al País de los Araucanos (1881), exhumó varios esqueletos
de indígenas presuntamente araucanos, que pasaron a integrar su colección
particular, parte de la cual fue luego donada al Museo de La Plata
(Lehmann-Nitsche, 1910). Al mismo tiempo, Moreno (1874), dió a conocer
los materiales arqueológicos y los restos humanos recuperados durante uno
de sus viajes por la zona de Carmen de Patagones y la cuenca del Río Negro,
algunos de ellos ya visitados por P. Strobel en 1867 (Fisher y Nacuzzi,
1992). La primera excavación intensiva y sistemática de una estructura
funeraria la realizó Zeballos, en colaboración con P. Pico, F. Moreno y H.
Burmeister, miembros de la Sociedad Científica Argentina, en el denominado
"Túmulo de Campana", situado en las proximidades de la localidad
homónima, en el NE de la provincia de Buenos Aires. En este sitio se
recuperaron veintisiete esqueletos humanos y abundante material
arqueológico (Zeballos, 1878b; Zeballos y Pico, 1878).
Estos primeros intentos sistemáticos de descripción y clasificación de
restos arqueológicos y antropológicos llevados a cabo durante la década de
1870, marcan los orígenes formales de la arqueología y de la antropología en
la región. En este sentido, constituyen la expresión local de un fenómeno
más amplio de diferenciación y expansión de las Ciencias Naturales, tanto
en Europa como en América.
En el plano biológico, la mayoría de los investigadores (i.e. C. Berg, H.
Burmeister, R. Lista) adscribía, al menos inicialmente, a una concepción
creacionista - y por lo tanto fijista - de las especies, incluído el hombre. Esta
postura, fuertemente influenciada por el dogma teológico tuvo, en Cuvier y
Agassiz, a sus principales sostenedores en Europa y en Estados Unidos
durante la primera mitad del siglo XIX. Respecto al género Homo, dentro de
esta concepción pronto se diferenciaron dos posturas: el poligenismo y el
monogenismo. La primera de ellas consideraba que la diversidad humana
actual era el resultado de diversas creaciones independientes ocurridas en
distintos lugares, tanto en el Nuevo como en el Viejo Mundo. La segunda,
por el contrario, afirmaba que el género humano no comprendía más que
una sola y única especie originada en el continente asiático, a partir del cual
se habría diseminado por todo el mundo. Las características divergentes
observadas entre los distintos grupos humanos eran explicadas como las
consecuencias de la acción de distintos factores ambientales (i.e. clima,
alimentación, modo de vida, vestimenta, etc.) (Vilanova, 1872).
Hermann Burmeister, un prestigioso naturalista de origen alemán,
radicado en el país a instancias de Mitre y Sarmiento a partir de 1862
(Fernández, 1982; Babini, 1986), tenía una concepción poligenista del orígen
del hombre [Ameghino, (1880) 1947: 115]. Su participación en el plano
oficial, como director del Museo de Buenos Aires y como director de la
Academia de Ciencias de Córdoba, permitió que sus ideas se impusieran y
que pronto fuesen seguidas por jóvenes investigadores locales tales como
Francisco P. Moreno, Ramón Lista y Estanislao Zeballos. La fuerte posición
antievolucionista de Burmeister y sus seguidores condujo a los mismos a
sostener un escaso interés por la estratigrafía, a desconfiar de las pruebas
acerca de la existencia de un probable hombre fósil pampeano, y a centrar
su interés en la recolección de restos arqueológicos superficiales y en la
excavación de túmulos, cementerios y tumbas aisladas (i.e. Moreno, 1874;
1876; Zeballos, 1878b; Zeballos y Pico, 1878) (Fernández, 1982).
No puede sorprender, entonces, la reacción de estos investigadores
ante las ideas expresadas por F. Ameghino a partir de 1875, referentes a la
gran antigüedad del poblamiento humano de la Región Pampeana.
Florentino Ameghino, de origen italiano pero radicado en Luján, en el
noreste de la provincia de Buenos Aires, desde muy joven tuvo acceso a las
obras fundamentales del geólogo inglés C. Lyell, considerado el padre de la
geología moderna (Márquez Miranda, 1951; Fernández, 1982). La lectura de
estos libros, y la de muchos otros pertenecientes a diversos naturalistas,
incentivaron su curiosidad acerca del origen y de la antigüedad del hombre.
Desde una perspectiva evolucionista o "transformista" enraizada, según sus
propias palabras, en la línea de Lammarck, Geoffroy Saint-Hilaire y Darwin
[Ameghino, (1880) 1947: 147-148], este investigador sostenía que el hombre
es el descendiente de un tipo único actualmente extinguido, y que su origen
se encontraba en una única región, a partir de la cual se había diseminado
por toda la superficie de la Tierra. Puesto que hasta ese momento no se
había podido determinar qué punto de la superficie del globo había sido la
cuna primitiva del género humano, no había razones, según Ameghino
[(1880) 1947: 149], para hacer emigrar a las poblaciones humanas del Viejo
al Nuevo Mundo, ya que tal emigración bien podía haberse verificado en
sentido contrario. La gran antigüedad del poblamiento de la Región
Pampeana, inferida a partir de la asociación recurrente de artefactos y restos
óseos humanos con huesos de animales extinguidos (i.e. gliptodóntidos y
megatéridos) en estratos atribuídos al Terciario era, según Ameghino,
equiparable a la antigüedad atribuída al hombre en el Viejo Mundo por
numerosos autores de la época (i.e. Bourgeois, Vogt, Ramorino, Gervais, De
Mortillet, de Quatrefages, Cartailhac, Worsaee, etc.). Esto no implicaba, tal
como fuera expuesto en La Antigüedad del Hombre en el Plata (1880), que el
género humano haya tenido a América por cuna. Sin embargo, en trabajos
posteriores (i.e. Ameghino, 1884; 1909; entre otros) desarrolló la tesis del
orígen autóctono del hombre, que defendió hasta el momento de su muerte
en 1911.
Muchas de las críticas realizadas a la obra de Ameghino, basadas
principalmente en los errores en la asignación de la edad a las unidades
geológicas por él estudiadas, frecuentemente dejan de lado el hecho del
insuficiente conocimiento geológico y bioestratigráfico de la época, a nivel
tanto regional como continental, y el carácter notablemente común de las
proposiciones de la alta antigüedad del hombre en América en base a
evidencias que actualmente se considerarían insuficientes (Politis, 1988).
Diversos autores norteamericanos contemporáneos de Ameghino, se
mostraban igualmente interesados en demostrar la gran antigüedad del
hombre en el Nuevo Mundo, entre ellos F. Putnam, C. Abbott y J. Whitney,
(Willey y Sabloff, 1980).
Los diversos árboles filogenéticos construídos por Ameghino a través de
los años (Ameghino, 1884; 1909), tuvieron como referente empírico
numerosos hallazgos de restos óseos humanos recuperados en distintos
puntos de la provincia de Buenos Aires, principalmente en el norte y en el
litoral atlántico (i.e. Arroyo Frías, Arroyo Siasgo, La Tigra, Arrecifes,
Banderaló, Fontezuelas, Chocorí, El Moro, el Puerto de Buenos Aires, etc.).
A comienzos de este siglo, en Estados Unidos se produjo un notable
avance metodológico que derivó en una mayor rigurosidad en los estándares
de prueba solicitados en relación al problema del hombre temprano en
América. Los principales responsables de este cambio fueron William R.
Holmes y Ales Hrdlicka (Willey y Sabloff, 1980). Ambos investigadores, desde
el campo de la arqueología y de la antropología física respectivamente,
defendían la idea de que el hombre no había alcanzado el Nuevo Mundo sino
hasta después del fin del Pleistoceno. Hrdlicka, en especial, fue implacable
en su crítica a todos los supuestos hallazgos que atestiguaban una alta
antigüedad del poblamiento americano debido a que, con frecuencia, éstos
habían sido recuperados con técnicas de excavación deficientes, y habían
sido datados mediante correlaciones estratigráficas poco confiables.
En 1910, con motivo de la realización del XVII Congreso Internacional
de Americanistas en Buenos Aires, arribaron al país Ales Hrdlicka y el
geólogo Bailey Willis, ambos pertenecientes a la Smithsonian Institution de
Washington. Entre los meses de mayo y junio de 1910 recorrieron con F.
Ameghino diversos sitios de la costa y del interior, recogiendo materiales
superficiales que luego fueron estudiados por W. Holmes (Daino, 1979).
Analizaron cada una de las evidencias utilizadas por Ameghino para
sostener su tesis del origen sudamericano del hombre, basándose en los
criterios empleados para rechazar la antigüedad pre-holocénica de algunos
sitios de Norte América (Hrdlicka, 1907). Estos criterios incluían una buena
documentación de las condiciones de hallazgo, la existencia de asociaciones
claras, de carácter primario, una identificación estratigráfica incuestionable,
algún grado de fosilización en los huesos y marcadas diferencias anatómicas
de los restos respecto al hombre actual (Hrdlicka, 1912:19; Fagan, 1987).
Mediante la aplicación de estos criterios, Hrdlicka concluyó que no existía
ningún tipo de evidencia que sustentara los reclamos de gran antigüedad
geológica de los restos humanos y de los materiales arqueológicos descriptos
por Ameghino (Hrdlicka, 1912: 386). Por el contrario, atribuyó a estos
hallazgos una edad reciente, lo que era concordante con su modelo de
poblamiento post-glacial del continente americano (Hrdlicka, 1925; ver
Politis, 1988: 68).
La refutación de la tesis de la existencia del hombre terciario en la
Región Pampeana, y la consiguiente demostración de la relativa modernidad
del poblamiento humano del área condujo, junto con la pérdida de la fluidez
en la comunicación entre la Argentina y el resto del mundo a raíz de la
Primera Guerra Mundial (Politis, 1988), a que la evidencia recuperada en la
Región Pampena en las décadas subsiguientes no fuera incorporada, salvo
raras excepciones (i.e. Boule, 1915; Obermaier, 1925), a la discusión acerca
de los orígenes de la humanidad.
Sin embargo, el impacto local de los trabajos de Hrdlicka y de sus
colaboradores no fue de igual magnitud que aquel producido sobre la
comunidad científica internacional. En nuestro país, numerosos
investigadores (i.e. J. Blanco, A. Castellanos; S. Roth, L. M. Torres, C.
Ameghino, F. Outes, M.A. Vignati, E. Boman, J. Frenguelli, etc.)
continuaron interesados vivamente en el tema, adoptando diversas posturas
respecto a la antigüedad del poblamiento de la Región Pampeana. El carácter
doméstico de la discusión, centrada principalmente en los hallazgos
efectuados en el litoral atlántico bonaerense con posterioridad a la muerte de
Ameghino (ver Daino, 1979), llevó a que ésta, con el transcurso del tiempo,
se agotara en sí misma, ya que los presupuestos teóricos y metodológicos
operantes conducían, muchas veces, a la obtención de resultados
francamente contradictorios (ver ejemplos en Politis, 1988: 70).
La excavación de sitios consistentes en estructuras monticulares o
"túmulos" ocupó también un lugar destacado en las investigaciones
arqueológicas y antropológicas durante las primeras décadas de este siglo.
Los trabajos de Salvador Debenedetti (1911) en Baradero y de Luis María
Torres (1907; 1911) y Samuel Lothrop (1932) en el Delta del Paraná,
permitieron la recuperación de aproximadamente ciento cincuenta
esqueletos humanos junto a abundante material arqueológico. Durante la
excavación del llamado "Túmulo de Malacara" (Torres y Ameghino, 1913),
una construcción monticular ubicada aproximadamente a doscientos metros
de la línea de costa, cercana a la desembocadura de los arroyos Nutria
Mansa y Pescado (Partido de Lobería), se recuperaron trece esqueletos
humanos, algunos de ellos con ajuar funerario, asociados a gran cantidad de
instrumental lítico y óseo (Vignati, 1960).
Los primeros estudios craneológicos efectuados sobre series
pertenecientes a aborígenes de la provincia de Buenos Aires fueron
realizados por F.C. ten Kate (1893), quien estudió la colección de cráneos
presuntamente araucanos perteneciente al Museo de La Plata. Los mismos
fueron continuados, en las primeras décadas de este siglo, por Carlos Marelli
(1909; 1914; 1919). Este autor fue el primero en utilizar técnicas
estadísticas y diseños experimentales sencillos para el análisis de datos
antropológicos (Carnese et al., 1992). Los estudios biométricos de Marelli
(1914; 1919), efectuados sobre series compuestas por aborígenes
patagónicos provenientes de Chubut y Río Negro, y por los cráneos
araucanos estudiados por ten Kate en 1893, se inscriben dentro de la línea
iniciada a fines del siglo pasado por A. Quetelet, F. Galton, E. Warren y A.
Fawcett, entre otros, cuyo objetivo era el estudio de la variabilidad y
correlación de caracteres mediante el uso de la bioestadística (ver Day, 1992;
Sober, 1992). A diferencia de lo planteado por los representantes de la
escuela morfológica, que por ese entonces comenzaba a desarrollarse en
Italia y Alemania (Sergi, 1900; 1911; Biasutti, 1912; von Eickstedt, 1934) y
que tan grande impacto tendría posteriormente en el desarrollo de la
antropología física argentina, estos autores enfatizaban el carácter continuo,
no tipológico, de la variación biológica (cf. Marcellino, 1994).
Desafortunadamente, ningún otro antropólogo local continuó con la línea de
investigación planteada por Marelli, siendo ésta poco menos que ignorada
por las principales figuras que a partir de entonces, y por muchos años,
dominaron el escenario de la disciplina. La crisis mundial del paradigma
evolucionista, ocurrida a comienzos del presente siglo, afectó por igual al
amplio espectro de las Ciencias Naturales. Dentro del campo de la naciente
antropología profesional, la reacción contra las fuertes influencias
Darwinianas y Spencerianas en la explicación del cambio cultural, tuvo
como consecuencia el eventual abandono de este paradigma y el surgimiento
de nuevas alternativas teórico- metodológicas, tales como las escuelas
funcionalista y estructuralista, surgidas en Francia e Inglaterra durante el
primer tercio del siglo XX; el particularismo histórico, que hizo su aparición
en Estados Unidos bajo la dirección de F. Boas; el difusionismo extremo en
Gran Bretaña, liderado por G.E. Smith y W.H. Perry; y, finalmente, la
"Escuela de Viena", surgida en Alemania y Austria, como una aproximación
histórico-cultural de raíz difusionista (Harris, 1968; Palerm, 1977; Politis,
1988). Esto condujo, entre otras cosas, a que las investigaciones
antropológicas paulatinamente abandonaran el enfoque materialista,
naturalista y positivista que las había caracterizado desde sus comienzos,
adoptando uno de naturaleza más humanista (ver Fernández, 1982: 172-
173). Una de las consecuencias más importantes de este cambio fue la
orientación histórica que adoptaron los estudios arqueológicos y
antropológicos. Desde un punto de vista metodológico, la investigación
etnohistórica se constituyó, en muchos casos, en un medio de contrastación
de hipótesis arqueológicas (i.e. Vignati, 1931). El interés por la
diferenciación étnica y racial de los restos óseos humanos, en tanto elemento
útil para el trazado de la historia cultural de los distintos grupos humanos,
se acrecentó notablemente durante este período (i.e. Vignati, 1937; 1938;
Imbelloni, 1937a; 1937b). El principal teórico local del historicismo cultural
fue José Imbelloni, quien a partir de la década de 1920 hizo su aparición en
el escenario científico del país (Carnese et al., 1991/1992; Arenas y Baffi,
1991/1992). De origen italiano, Imbelloni estaba fuertemente imbuído de las
ideas de la Escuela de Viena. A través de su cátedra de antropología de la
carrera de Historia de la Universidad de Buenos Aires y de la dirección del
Museo Etnográfico, pronto se transformó en el principal impulsor de esta
escuela en los medios científicos locales (Politis, 1992). A la luz del
paradigma difusionista, los miembros de la Escuela de Viena centraron su
interés en temas vinculados con el poblamiento americano, los fenómenos
migratorios y las razas (Carnese et al., 1991/1992). La construcción de
esquemas clasificatorios, cuadros taxonómicos y mapas distribucionales
constituyó uno de los principales intereses, pues se esperaba que éstos
revelaran las diferentes rutas de ingreso y la antigüedad relativa de las
diversas "olas migratorias" que, se suponía, habían poblado el continente
americano. El diagnóstico racial, imprescindible para llevar a cabo esta
tarea, era realizado a través del análisis de variables morfológicas con
técnicas escópicas y métricas. La concepción tipológica, eminentemente
esencialista de la variabilidad biológica (Hull, 1992, Mayr, 1959; Sober,
1992), condujo a considerar a las razas como entidades reales, discretas y
estables en el tiempo y en el espacio.
Las causas que motivaron que la Escuela de Viena a partir de la década
del '30 y hasta fines de los años '60, e incluso más allá (ver Politis, 1988;
Boschín, 1991/1992; Carnese et al., 1991/1992), alcanzara un desarrollo
tan notable dentro de la antropología argentina, son múltiples. Entre ellas
pueden mencionarse el espacio teórico vacante que se había producido por
la crisis del evolucionismo (Politis, 1992), y el espacio académico resultante
de la cesantía y eliminación mayoritaria de los antropólogos de la vieja
guardia - en su mayoría de tendencias liberales (i.e. Márquez Miranda,
Aparicio, Canals Frau, Salas, Frenguelli, Vega, etc.)-, tras el advenimiento
del peronismo al poder en 1946 (González, 1991/1992). La obra de Imbelloni
creó el clima intelectual propicio para la llegada de profesores e
investigadores que abandonaban la devastada Europa de postguerra. De este
modo, en 1946 arribó al país Marcelo Bórmida, profesor en Ciencias
Naturales y discípulo de S. Sergi y, en 1948, el famoso prehistoriador
austríaco Osvaldo Menghin, dos figuras importantes en el desarrollo de la
arqueología y de la antropología de las regiones Pampeana y Patagónica.
Imbelloni y Bórmida realizaron escasos estudios de restos óseos humanos
recuperados en la provincia de Buenos Aires. Imbelloni (1937; 1938) asignó
algunos de los hallazgos realizados en la provincia a los distintos tipos
morfológicos o razas por él definidos, y Bórmida (1953/1954) analizó series
de cráneos provenientes de diversos sitios ubicados entre los ríos Negro y
Colorado (i.e. Bahía San Blas). Sin embargo, ambos investigadores ejercieron
una fuerte influencia sobre los diversos autores que, en su momento,
abordaron el estudio de las poblaciones aborígenes prehistóricas del
territorio bonaerense (i.e. Gerber, 1966; Patti de Martínez Soler, 1967;
Fortich Baca, 1976; Colantonio, 1981; Colantonio y Marcellino, 1982; 1983;
Casamiquela y Noseda, 1970; Casamiquela y Moldes, 1980; etc.). A partir de
la década del `70, y sobre todo durante la del `80, se produjo en el país una
renovación a nivel teórico y metodológico en el ámbito de la antropología
biológica, que afectó también al campo del estudio de la biología de los
grupos prehistóricos, principalmente aquellos de las regiones Patagónica,
Central y Noroeste (i.e. Cocilovo, 1975; 1981; 1984; Cocilovo y Baffi, 1985;
Cocilovo y Di Rienzo, 1985; Bordach et al., 1985, etc.). Este cambio,
derivado de la adopción de un enfoque evolutivo neodarwinista, significó el
abandono de la concepción tipológica de la variación biológica. El concepto
de raza (tal como éste era entendido por los adherentes a la Escuela de
Viena), se tornó poco operativo pues se hizo evidente que, al no estar
definido en términos genético-poblacionales, poseía un escaso valor
explicativo y un elevado nivel de incertidumbre (Carnese et al., 1991/1992;
cf. Marcellino, 1994). En su lugar, se propuso el estudio de poblaciones o
grupos poblacionales (materiales provenientes de uno o varios sitios
próximos; Carnese et al., 1991/1992), para lo cual resulta imprescindible el
análisis de los factores de variación intramuestral (i.e. edad, sexo,
deformación artificial, etc.), que condicionan en forma directa la
comparabilidad entre las distintas series. El foco de interés se desplazó
desde la taxonomía hacia el estudio del proceso microevolutivo de las
poblaciones, principalmente a nivel morfológico (i.e. Cocilovo, 1984; Cocilovo
et al., 1982; 1987/1988). Sin embargo, esta renovación no tuvo impacto en
el estudio de las poblaciones aborígenes prehistóricas de la Región
Pampeana. En esta región, hasta fecha tan tardía como 1990 es posible
hallar en la literatura trabajos interesados en problemas clasificatorios,
abordados mediante el empleo de técnicas estadísticas multivariadas (i.e.
Méndez y Salceda, 1989; 1990).
El notable crecimiento que experimentó la arqueología pampeana a
partir de comienzos de la década de 1980, tanto en el número de
investigadores como en la diversidad de temas de investigación y modos de
abordaje (ver Politis, 1988; Barrientos et al., 1996), condujo a que se
prospectaran áreas extensas (en especial en las áreas Interserrana, Sur y
Serranas de Tandilia y Ventania) y se detectaran y excavaran numerosos
sitios arqueológicos, muchos de ellos con entierros humanos. El análisis
restrospectivo del desarrollo de la disciplina muestra que, en los últimos
ciento veinte años, han habido variaciones en el grado de cooperación entre
la arqueología y la antropología biológica en torno al estudio de las
poblaciones humanas prehistóricas. En general, ambos campos han
operado con objetivos de investigación paralelos (Guichón y Figuerero Torres,
1991). Sin embargo, es indudable que en el pasado han habido momentos
en los que éstos han trabajado sobre objetivos comunes. Los trabajos
producidos dentro del marco histórico-cultural de la Escuela de Viena, que
guardaron entre sí una notable coherencia teórico metodológica, partieron de
la premisa de la existencia de una estrecha asociación entre entidades
biológicas y culturales (i.e. Imbelloni, 1938; ver Carnese et al., 1991/1992).
Desde este punto de vista, tanto la arqueología como la antropología
biológica compartieron el objetivo común de trazar la historia, desde una
perspectiva mundial o "ecuménica" (ver Bórmida s/f; Imbelloni, 1937), de los
diferentes tipos biológicos o "razas" y de los diferentes tipos culturales de los
cuales, los primeros, eran "portadores". La reorientación de los estudios
antropobiológicos a partir de la década del '70 condujo a que, en el campo
del estudio de las poblaciones prehistóricas, se enfatizara en el análisis del
proceso microevolutivo de las mismas, principalmente desde un punto de
vista morfológico. Por otra parte, la renovación teórico-metodológica
experimentada por la arqueología argentina en general y pampeana en
particular a partir de los `80, llevó a que ésta se centrara en el estudio del
proceso adaptativo de las poblaciones aborígenes prehistóricas. Como
resultado de ello, los objetivos de investigación de ambas disciplinas
comenzaron a divergir nuevamente. La información generada por los
estudios antropobiológicos, referida principalmente a las afinidades
biológicas entre poblaciones prehistóricas medidas a partir del cálculo de
distancias biológicas interpoblacionales, no fue incorporada casi nunca a los
trabajos arqueológicos debido, principalmente, a que este tipo de análisis
escapaba a los intereses de la arqueología contemporánea (ver sin embargo,
Borrero, 1993; 1994). Sólo a partir de 1987 (Guichón y Figuerero Torres,
1991), antropólogos biólogos locales iniciaron líneas de investigación
orientadas al estudio de diversos aspectos del proceso adaptativo de las
poblaciones humanas del pasado, mediante la aplicación sistemática de
nuevas vías analíticas surgidas principalmente en Estados Unidos desde
mediados de la década del '60 (ver Cohen yArmelagos, 1984; Gilbert y
Mielke, 1985; Huss Asmore et al., 1982; Martin et al., 1985; Larsen 1987;
Saunders y Katzenberg, 1992; Sobolik, 1994; entre otros). De este modo,
comenzaron a explorarse aspectos no tenidos en cuenta por las
investigaciones tradicionales, tales como la evolución y adaptación de las
poblaciones, la anatomía funcional, el crecimiento, el desarrollo, la salud y la
nutrición (i.e. Baffi y Torres, 1991; Barrientos, 1994; Guichón, 1993; Yesner
et al., 1991).
A modo de resúmen, puede decirse que en la Región Pampeana en
general, las investigaciones antropobiológicas se caracterizaron, hasta fecha
muy reciente, por un fuerte énfasis en los estudios clasificatorios y por la
falta de consideración de la variable cronológica, especialemente debido a la
escasez de dataciones absolutas de restos humanos. Hasta el presente,
ningún estudio ha abordado el problema de la influencia de factores
medioambientales tales como los vinculados a la nutrición, en los procesos
de diferenciación morfológica y adaptación de las poblaciones aborígenes
pampeanas, no existiendo en consecuencia, información previa disponible al
respecto.
V. ANALISIS DE LA COMPOSICION, DISTRIBUCION ESPACIAL Y
TEMPORAL DE LAS MUESTRAS DE ENTIERROS
HUMANOS DEL AREA
V.1. Introducción
En la sección I.3. señalamos que el análisis regional del registro
bioarqueológico, en términos de la composición y distribución espacial y
temporal de las muestras de entierros humanos, puede contribuir en gran
medida al estudio de la variación en las propiedades organizacionales de las
sociedades del pasado. Las prácticas mortuorias constituyen sensibles
indicadores del estado de un sistema sociocultural en un momento dado de
su trayectoria a través del tiempo, por lo que un análisis regional de las
mismas resulta útil para el diagnóstico de propiedades tales como la
diferenciación interna y externa de los sistemas sociales, la movilidad, la
construcción social del paisaje, etc. Tal diagnóstico permite derivar, a su vez,
expectativas acerca de diversos aspectos de significación adaptativa y
evolutiva, tales como la salud y la nutrición de las poblaciones del pasado.
En la Región Pampeana se han registrado y publicado hasta el presente más
de cuatrocientos sitios arqueológicos, muchos de ellos conteniendo entierros
humanos. A pesar de la evidente importancia de los restos humanos en la
conformación del registro arqueológico a nivel regional, muy pocos intentos
se han realizado con el objeto de sistematizar la información bioarqueológica
disponible. Los escasos trabajos existentes sobre este tipo de problemas,
sólo abordan aspectos parciales, tanto desde un punto de vista espacial
como temporal (i.e. Traversa, 1983; Platania, 1984; Fisher y Nacuzzi, 1992).
El objetivo de este capítulo es analizar la información bioarqueológica
disponible para el sector bonaerense de la Región Pampeana, poniendo
especial énfasis en aquella proveniente de las áreas fisiográficas que
conforman el Sudeste de la Región Pampeana (áreas serranas de Tandilia y
Ventania, Interserrana y Sur; sensu Politis, 1984). La estructura del registro
- en términos del tamaño, composición y distribución espacial y temporal de
las muestras de entierros humanos - será discutida a la luz de los modelos
referentes a los procesos de formación del registro bioarqueológico,
resumidos en el apartado I.3. de esta tesis.
V.3. Resultados
En la Subregión Pampa Húmeda se han registrado hasta el presente un
total de aproximadamente cuatrocientos sitios y localidades arqueológicas.
De ellos, 87 presentan restos humanos pertenecientes a por lo menos 658
individuos. La Tabla V.1. muestra, para cada área, la información referida al
nombre de los sitios y localidades arqueológicas con restos humanos, el
NMIe recuperado en cada uno de ellos, el o los tipos de entierro presentes en
cada sitio, y la antigüedad probable de los mismos (Figura V.2.).
El área para la cual la información es menos confiable es la Costa Sur
Pampeana. En ella, los datos disponibles deben ser considerados en la
mayoría de los casos a nivel de localidad, debido a que la distinción entre los
sitios que constituyen cada una de estas localidades no resulta clara en los
diferentes informes existentes (i.e. Isla Gama, San Blas). Otro tanto ocurre
con la información referente al NMIe, ya que en los reportes disponibles los
datos acerca del número de individuos recuperado en cada sitio o localidad,
raramente se consignan con exactitud. Esta última es una situación que, en
mayor o menor medida ocurre en otras áreas, pero que en el caso de la Costa
Sur Pampeana posee un impacto mayor, lo que compromete seriamente las
posibilidades de comparación entre ésta y otras áreas de la Subregión
Pampa Húmeda. Asimismo, la cantidad de sitios y/o localidades con
entierros humanos, y el NMIe consignado para las áreas Sur y Costa Sur
Pampeana, deben ser considerados como subestimaciones de los valores
reales registrados. Félix Outes identificó un número grande pero no
especificado de sitios con entierros humanos localizados en el valle del Río
Colorado, entre el meridiano V y la costa atlántica, y en el interior del área
limitada por los ríos Colorado y Negro (Outes, 1926: 387-88). Algunos de
estos sitios, principalmente aquellos del valle inferior del río Colorado y del
litoral atlántico, se hallaban constituídos por numerosos entierros
("cementerios"), mientras que otros, aquellos ubicados en el interior del área
comprendida entre los ríos Colorado y Negro, sólo presentaban entierros
aislados asociados a áreas de actividades múltiples. En la mayoría de los
sitios localizados por Outes se identificaron entierros primarios y
secundarios. Con excepción de un caso en el área Interserrana, la
información registrada para ésta y las demás áreas puede discutirse a nivel
de sitio, lo que posibilita la comparación de los datos.
Las áreas Interserrana, Ventania, Tandilia y Sur, que conforman el
Sudeste de la Región Pampeana, poseen el 54% (47/87) de las localidades y
sitios arqueológicos con entierros humanos registrados en la Subregión
Pampa Húmeda. Por el contratrio, sólo dan cuenta del 31% (205/658) del
NMIe total registrado para la subregión. Las áreas que presentan NMIe más
altos son el Delta y la Costa Sur Pampeana (217 y 182 respectivamente). En
conjunto, ambas dan cuenta del 61% del NMIe total de la Subregión Pampa
Húmeda.
En cuanto a los tipos de entierros, en el Sudeste de la Región Pampeana
los sitios que presentan sólo entierros primarios constituyen el 68% (32/47)
del total de la muestra, los que presentan sólamente entierros secundarios el
4% (2/47), los que poseen ambos tipos de entierro el 9% (4/47), y los
indeterminados el 19% (9/47). Las áreas que presentan una mayor
proporción de sitios con entierros primarios y secundarios son las áreas
Delta (46%; 6/13) y Costa Sur Pampeana (71%; 5/7). En el total de la
muestra analizada, sólo el 2% (2/87) de los sitios o localidades arqueológicas
presenta sólo entierros secundarios, correspondiendo éstos a las áreas
Interserrana y Sur. La evidencia disponible hasta el presente indica que la
totalidad de los entierros secundarios registrados corresponderían al
Holoceno tardío. En relación a la distribución de los tipos de deformación
craneana, de los 47 sitios registrados en el Sudeste de la Región Pampeana,
en sólo 26 (55%) pudo obtenerse información pertinente. En el 92% (24/26)
de los casos se registró la presencia de algún tipo de deformación. En el 83%
(20/24) de los sitios se registró uno solo de los tres tipos de deformación
considerados, encontrándose en el 17% restante tanto la presencia de más
de un tipo, como la coexistencia de individuos deformados y no deformados.
Los tres tipos de deformación se hallan representados en distinta frecuencia,
no encontrándose sin embargo diferencias estadísticamente significativas
entre los respectivos porcentajes de representación. El tipo de deformación
más frecuente es la tabular erecta (52%; 13/25), seguida por la circular
(28%; 7/25) y la tabular oblicua (20%; 5/24).
Desde un punto de vista espacial, la deformación que presenta una
dispersión areal mayor es la tabular erecta (Sur, Ventania, Interserrana y
Tandilia). La circular y la tabular oblicua se hallan restringidas a las áreas
Ventania e Interserrana. Se observa una clara tendencia hacia el aumento
del porcentaje de representación de la deformación tabular erecta en
dirección NE-SO (Interserrana 25%; Ventania 40%; Sur 100%). Desde un
punto de vista temporal, la deformación circular se encuentra en sitios
anteriores al 3,000 AP (i.e. Arroyo Seco 2 y Laguna de Puán1) (Marcellino
s/f; Méndez y Salceda, 1990; Baffi y Berón, 1992), mientras que la tabular
oblicua y tabular erecta se hallan presentes sólo en sitios asignables al
Holoceno tardío. Dos de los 5 sitios con deformación tabular oblicua poseen
fechados radiocarbónicos cercanos a los 2,000 años AP (La Toma y Laguna
Tres Reyes 1) (Barrientos y Madrid, 1997; Madrid y Politis, 1991; Méndez y
Salceda, s/f), mientras que el único sitio con deformación tabular erecta
fechado hasta el presente (Laguna Los Chilenos 1) posee una edad
radiocarbónica de 476 ± 80 años AP (Barrientos et al., 1995).
V.4. Discusión
Consideramos que los datos bioarqueológicos de la Subregión Pampa
Húmeda deben ser discutidos tomando en cuenta los siguientes puntos: a)
las estrategias de muestreo aplicadas por los distintos investigadores a
través del tiempo, tanto a nivel regional como intrasitio, b) los procesos
tafonómicos operantes a nivel regional, y c) el rango de procesos
responsables de la distribución de los cadáveres a una escala igualmente
regional.
b) Procesos tafonómicos
En ausencia de estudios tafonómicos a nivel regional, resulta difícil
establecer una relación entre la composición diferencial de las muestras de
restos humanos recuperadas por área, y la posible distribución e impacto
diferencial de distintos agentes tafonómicos, tales como mamíferos
excavadores, erosión hídrica, composición química de los suelos, etc.
Debido al sesgo impuesto por la dispar intensidad de las investigaciones
arqueológicas en las diversas áreas, la contribución diferencial al patrón
observado de los problemas de muestreo y de los procesos tafonómicos
resulta difícil de evaluar. Una vía para tratar este problema se basa en la
comparación de la razón o tasa entre la cantidad de sitios arqueológicos
reportados para cada área en los últimos treinta años (Barrientos et al.,
1995) con la cantidad de sitios con entierros humanos registrados en cada
área (Tabla V.4.). Los resultados sugieren que una de las áreas
potencialmente más afectadas por la acción de agentes postdepositacionales
podría ser Tandilia. El porcentaje de sitios con entierros registrados presenta
diferencias estadísticamente significativas respecto de los porcentajes
correspondientes a las otras áreas, con excepción del Oeste. La baja
representatividad de sitios con entierros humanos en Tandilia no puede
explicarse, pues, argumentando la ausencia o escasez de investigaciones
arqueológicas. La mala preservación de los restos óseos en varios de los
sitios arqueológicos de esta área, principalmente aquellos ubicados en el
sector centro-occidental del sistema serrano (Menguin y Bórmida, 1950;
Zárate y Flegenheimer, 1991) sugiere una acción intensa de procesos que
promueven el decaimiento óseo, probablemente vinculados a la composición
química de los suelos (i.e. pH). Claramente, este es un problema tafonómico
de escala regional que necesita ser investigado en forma detallada.
VI.1.2. Antecedentes
La existencia de material arqueológico en la Localidad Arroyo Seco es
conocida desde hace aproximadamente setenta años, cuando el Sr. José A.
Mulazzi realizó recolecciones superficiales en el lugar. A comienzos de la
década del '70, un grupo de aficionados de la ciudad de Tres Arroyos realizó
excavaciones en lo que hoy se conoce como Sitio 1 y Sitio 2, recuperando
gran cantidad de materiales, entre ellos un total de cinco esqueletos
humanos (tres en el Sitio 1 y dos en el Sitio 2), y restos óseos de fauna
extinguida. Debido a las características excepcionales que presentaba el
Sitio 2, los Sres. A. Elgart, A. Morán y J. Móttola decidieron solicitar
asesoramiento al Museo de Ciencias Naturales de La Plata. El entonces jefe
de la División Arqueología de dicho museo, Dr. Alberto Rex González,
comenzó las investigaciones sistemáticas en el lugar en enero de 1977. Con
posterioridad, ante la necesidad de realizar un estudio integral del sitio, se
conformó un equipo multidisciplinario integrado por arqueólogos, geólogos y
paleontólogos, que llevaron a cabo excavaciones intensivas entre los años
1979 y 1981, abriéndose una superficie total de 183 m2 (incluyendo
cuadrículas, pozos de sondeo y una trinchera). Durante el trancurso de las
mismas se recuperó gran cantidad de material arqueológico, entre ellos
restos de megafauna extinguida y diecisiete esqueletos humanos con y sin
ajuar funerario (Fidalgo et al., 1986; Marcellino, ms).
Entre 1986 y 1988, se llevaron a cabo un nuevo conjunto de
excavaciones, abriéndose una superficie de 36 m2. En el transcurso de las
mismas, se exhumó el esqueleto de un niño con ajuar funerario compuesto
por un collar de colmillos de cánido (Politis et al., 1988a y 1988b). Entre los
meses de marzo y abril de 1992 se llevó a cabo una nueva campaña de
excavación, durante la cual se abrió una superficie de 24,5 m2. En las UE
"Z" y "S" se registró la presencia de catorce entierros humanos primarios e
individuales (Politis et al., 1992; cf. Barrientos, 1993). En abril de 1995 se
profundizaron las cuadrículas excavadas en 1992, recuperándose dos
nuevos individuos. Finalmente, en noviembre-diciembre de 1996 se
profundizaron las cuadrículas 42, 43, 44, 54, 55, 56, 63, 64, 65, 66 y 67,
iniciadas en diferentes temporadas entre 1980 y 1992, recuperándose restos
humanos correspondientes a por lo menos cuatro individuos.
- Entierro Nº 12
Entierro primario e individual. Individuo Nº 19 (AS19).
Cuadrículas: Nº 66 y 67.
Profundidad: Entre 1,20 m y 1,46 m.
Ubicación Estratigráfica: Techo de la Unidad "Z", en contacto con la Unidad
"S".
Depositación: Lateral izquierda.
Posición:
a) Cabeza: Apoyando parietal izquierdo sobre antebrazo derecho, con
órbitas orientadas hacia el Este.
b) Miembro Superior:
-Derecho: Dirigido hacia la cabeza.
-Izquierdo: Dirigido hacia la cabeza.
c) Miembro Posterior:
-Muslo Derecho: Semiflexionado.
-Muslo Izquierdo: Semiflexionado.
-Pierna Derecha: Muy flexionada.
-Pierna Izquierda: Muy flexionada.
Orientación: 105° respecto al Norte.
Dimensiones del Entierro:
a) Largo Máx.: 0,91 m Dirección: NO-SE
b) Ancho Máx.: 0,54 m Dirección: NE-SO
c) Espesor: 0,26 m
Asociación: Ninguna.
Estado de Conservación: Bueno.
Sexo Probable: Masculino.
Edad Probable: 50-54 años.
- Entierro Nº 13
Entierro primario e individual. Individuo Nº 20 (AS20).
Cuadrículas: Nº 64 y 65.
Profundidad: Entre 1,11 m y 1,29 m.
Ubicación Estratigráfica: Techo de la Unidad "Z".
Depositación: Dorsal.
Posición:
a) Cabeza: Apoyando parietal derecho.
b) Miembro Superior:
-Derecho: Dirigido hacia la cabeza.
-Izquierdo: Cruzado sobre la pelvis.
c) Miembro Inferior:
-Muslo Derecho: Muy flexionado.
-Muslo Izquierdo: Muy flexionado.
-Pierna Derecha: Muy flexionada.
-Pierna Izquierda: Muy flexionada.
Orientación: 100° respecto al Norte.
Dimensiones del Entierro:
a) Largo Máx.: 0,77 m Dirección: NO-SE
b) Ancho Máx.: 0,41 m Dirección: NE-SO
c) Espesor: 0,18 m
Asociación: Dos "toscas": una situada al lado del codo del brazo derecho, y
la otra al lado de la rodilla izquierda.
Estado de Conservación: Bueno.
Sexo Probable: Masculino.
Edad Probable: 40-44 años.
Observaciones: Se observó una clara articulación de los diferentes huesos ,
a excepción del cráneo, que presentaba una posición, orientación y estado
de conservación diferentes a los del resto del esqueleto. El macizo facial,
muy fragmentado, se hallaba separado de la calota, observándose la
presencia de piezas dentales dispersas alrededor del cráneo. Estos rasgos
constituyen claros indicios de pertubación postdepositacional debida a la
acción de algún agente no identificado.
- Entierro Nº 14
Entierro primario e individual. Individuo Nº 21 (AS21).
Cuadrícula Nº: 64.
Profundidad: Entre 1,17 m y 1,35 m.
Ubicación estratigráfica: Base de "S" y techo de "Z".
Depositación: Dorsal.
Posición:
a) Cabeza: Apoyando parietal izquierdo sobre hombro izquierdo.
b) Miembro Superior:
-Derecho: Cruzado sobre el pecho.
-Izquierdo: Cruzado sobre el pecho.
c) Miembro Inferior:
-Muslo Derecho: Flexionado.
-Muslo Izquierdo: Flexionado.
-Pierna Derecha: Muy flexionada.
-Pierna Izquierda: Muy flexionada.
Orientación: 10° respecto al Norte.
Dimensiones del Entierro:
a) Largo Máx.: 0,30 m Dirección: N-S
b) Ancho Máx.: 0,27 m Dirección: E-O
c) Espesor: 0,40 m
Asociación: Una lasca de sílice.
Estado de conservación: Regular.
Sexo Probable: Indeterminado
Edad Probable: 8 ± 2 años.
Observaciones: Por arriba y por debajo del esqueleto se observó la
presencia de abundante ocre en el sedimento. La distribución del
pigmento, sumada a la disposición de los huesos del esqueleto (columna
vertebral muy flexionada, muslos y piernas en una posición entre
flexionada y muy flexionada), sugiere que el cadáver, probablemente, haya
sido envuelto en forma ajustada con un material perecible (¿cuero?)
pintado con ocre. Al descomponerse y desaparecer el envoltorio, el
pigmento se depositó en el sedimento formando una capa sobre y debajo
del esqueleto. Este entierro fue considerado en el terreno como de tipo
secundario (ver Politis et al., 1992), extrayéndose en bloque. Al efectuar la
limpieza en el laboratorio, se arribó a la conclusión de que se trataba de
un entierro de tipo primario.
- Entierro Nº 15
Cuadrícula: Nº 64
Entierro primario e individual. Individuo Nº 22 (AS22).
Cuadrícula: Nº 64.
Profundidad: Entre 1, 23 m y 1,45 m.
Ubicación Estratigráfica: Techo de la Unidad "Z".
Depositación: Dorsolateral izquierda.
Posición:
a) Cabeza: Apoyando sobre el parietal izquierdo.
b) Miembro Superior:
-Derecho: Por debajo del muslo y pierna derecha, tomando muslo
izquierdo.
-Izquierdo: Por debajo del muslo y pierna izquierda.
c) Miembro Inferior:
-Muslo Derecho: Flexionado.
-Muslo Izquierdo: Flexionado.
-Pierna Derecha: Muy flexionada.
-Pierna Izquierda: Muy flexionada.
Orientación: 110° respecto al Norte.
Dimensiones del Entierro:
a) Largo Máx.: 0,81 m Dirección: NO-SE
b) Ancho Máx.: 0,73 m Dirección: NE-SO
c) Espesor: 0,22
Asociación: Cuentas de valva, subrectangulares, con doble perforación,
ubicadas alrededor del cuello.
Estado de conservación: Bueno.
Sexo Probable: Masculino.
Edad Probable: 50-54 años.
Observaciones: Se recuperó un cráneo de tuco-tuco (Ctenomys sp.) entre la
columna vertebral y el fémur derecho. El esternón se encontraba
desplazado respecto a su posición original, situándose a la izquierda del
húmero derecho.
- Entierro Nº 16
Entierro primario e individual. Individuo Nº 23 (AS23).
Cuadrículas: Nº63 y 64.
Profundidad: Entre 1,23 m y 1,48 m.
Ubicación Estratigráfica: Unidad "S".
Depositación: Lateral izquierda.
Posición:
a) Cabeza: Apoyando parietal izquierdo.
b) Miembro Superior:
-Derecho: Dirigido hacia las rodillas.
-Izquierdo: Dirigido hacia las rodillas.
c) Miembro Inferior:
-Muslo Derecho: Flexionado.
-Muslo Izquierdo: Flexionado.
-Pierna Derecha: Muy flexionada.
-Pierna Izquierda: Flexionada.
Orientación: 90° respecto del Norte.
Dimensiones del Entierro:
a) Largo máx.: 0,96 m Dirección: NO-SE
b) Ancho Máx.: 0,68 m Dirección: NE-SO
c) Espesor: 0,25 m
Asociación: Ninguna.
Estado de Conservación: Bueno.
Sexo Probable: Masculino.
Edad Probable: 25-29 años.
- Entierro Nº 17
Entierro Primario e individual. Individuo Nº 24 (AS24).
Cuadrícula: Nº 63.
Profundidad: Entre 1,32 m y 1,73 m.
Ubicación Estratigráfica: Unidad "Z".
Depositación: Ventrolateral derecha.
Posición:
a) Cabeza: Apoyando parietal izquierdo sobre rodilla derecha.
b) Miembro Superior:
-Derecho: Hacia la cabeza.
-Izquierdo: Indeterminada.
c) Miembro Superior:
-Muslo Derecho: Muy flexionado.
-Muslo Izquierdo: Muy flexionado.
-Pierna Derecha: Muy flexionada.
-Pierna Izquierda: Muy flexionada.
Orientación: 55° respecto al Norte.
Dimensiones del Entierro:
a) Largo Máx.: 0,55 m Dirección: E-O
b) Ancho Máx.: 0,36 m Dirección: N-S
c) Espesor: 0,41 m.
Asociación: Punta de cuarcita amarilla junto al fémur izquierdo.
Estado de Conservación: Bueno.
Sexo Probable: Masculino
Edad Probable: 30-34 años.
Observaciones: Alrededor del maxilar inferior se detectó la presencia de
ocre.
- Entierro Nº 18
Entierro primario. Individuo Nº 25 (AS25).
Cuadrícula: Aflora en la pared Sur de la cuadrícula Nº 63.
Profundidad: 1,10 m.
Ubicación Estratigráfica: Unidad "S".
Estado de Conservación: Bueno.
Sexo Probable: Masculino
Edad Probable: 35-39 años.
Observaciones: A nivel de la Cuadrícula Nº 63 sólo afloraban la pelvis, los
huesos del tarso y
metatarso, y los extremos proximal y distal de ambas piernas. El resto de
esqueleto aún no fue
extraído.
- Entierro Nº 19
Entierro primario e individual. Individuo Nº 26 (AS26).
Cuadrícula: Nº 65.
Profundidad: Entre 1,03 m y 1,18 m.
Ubicación Estratigráfica: Unidad "Z".
Depositación: Lateral izquierda.
Posición:
a) Cabeza: Apoyando Parietal izquierdo.
b) Miembro Superior:
-Derecho: Hacia las rodillas.
-Izquierdo: Hacia las rodillas.
c) Miembro Inferior:
-Muslo Derecho: Flexionado.
-Muslo Izquierdo: Flexionado.
-Pierna Derecha: Flexionada.
-Pierna Izquierda: Muy Flexionada.
Orientación: 45° respecto al Norte.
Dimensiones del Entierro:
a) Largo Máx.: 0,89 m Dirección: NE-SO
b) Ancho Máx.: 0,50 m Dirección: NO-SE
c) Espesor: 0,15 m
Asociación: Ovalo de "toscas" rodeando y cubriendo al esqueleto. Cuentas
de valva, subrectangulares, con doble perforación, alrededor del cuello,
por debajo del cráneo.
Estado de Conservación: Regular.
Sexo Probable: Femenino.
Edad Probable: 30-34 años.
- Entierro Nº 20
Entierro primario e individual. Individuo Nº 27 (AS27).
Cuadrícula: Nº 65.
Profundidad: Entre 1,23 m y 1,41 m.
Ubicación Estratigráfica: Unidad "Z".
Depositación: Lateral izquierda.
Posición:
a) Cabeza: Apoyando parietal izquierdo.
b) Miembro Superior:
c) Miembro Inferior:
Orientación: 80° respecto al Norte.
Dimensiones del Entierro:
a) Largo Máx.: 0,56 m Dirección: NO-SE
b) Ancho Máx.: 0,18 m Dirección: NE-SO
c) Espesor: 0,15 m
Estado de Conservación: Regular.
Sexo Probable: Indeterminado.
Edad Probable: 8 ± 2 años.
Observaciones: Se detectaron manchas de ocre en el sedimento a la altura
de la tibia derecha y del maxilar.
- Entierro Nº 21
Entierro primario e individual. Individuo Nº 28 (AS28).
Cuadrícula: Nº 67
Profundidad: Entre 1,08 m y 1,19 m.
Ubicación Estratigráfica: Techo de Unidad "S".
Depositación: Lateral izquierda.
Posición:
a) Miembro Inferior:
-Muslo derecho: ?
-Muslo izquierdo:?
-Pierna derecha: Flexionada.
-Pierna izquierda: Flexionada.
Dimensiones del Entierro:
a) Largo Máx.: 0,38 m
b) Ancho Máx.: 0,34 m
c) Espesor: 0,11 m
Asociación: Cúmulo de toscas sobre el entierro, que comienza a aparecer a
nivel del Componente Superior, extendiéndose en profundidad hasta el
techo de la base de la Unidad "Y".
Estado de conservación: Bueno.
Sexo Probable: Indeterminado.
Edad Probable: Indeterminado.
Observaciones: El fémur, la tibia, el peroné, los tarsianos y los
metatarsianos de ambas piernas aparecen articulados. Se hallan
ausentes las demás partes del esqueleto.
- Entierro Nº 22
Acumulación de huesos humanos, muchos de ellos fracturados, dispuestos
sin ningún orden aparente. Individuos Nº 29 (AS29) y Nº 37 (AS37).
Cuadrícula: Nº67.
Profundidad Media Aproximada: 1,00 m.
Ubicación Estratigráfica: A nivel de la base de la Unidad "Y", pero en un
sedimento diferente, de distribución muy localizada. La Unidad "S" se
encuentra ausente en este sector.
Sexo: Indeterminado
Edad: Indeterminada.
- Entierro Nº 23
Acumulación de huesos humanos desarticulados y fracturados,
probablemente pertenecientes a un mismo individuo.
Individuo Nº 30 (AS30).
Cuadrícula: Nº 65.
Profundidad Media Aproximada: 1,10 m.
Ubicación Estratigráfica: Unidad "S" y techo de la Unidad "Z".
Sexo: Indeterminado.
Edad: Indeterminada.
- Entierro Nº 24
Entierro primario e individual. Individuo Nº 31 (AS31).
Cuadrícula: Nº 66.
Profundidad: Entre 1,36 m y 1,63 m.
Ubicación Estratigráfica: Unidad "Z".
Depositación: Lateral izquierda.
Posición:
a) Cabeza: Apoyando parietal derecho.
b) Miembro Superior:
-Derecho: Hacia las rodillas.
-Izquierdo: Hacia la cabeza.
c) Miembro Inferior:
-Muslo Derecho: Flexionado.
-Muslo Izquierdo: Flexionado.
-Pierna Derecha: Flexionada.
-Pierna Izquierda: Flexionada.
Orientación: 69° respecto al Norte.
Dimensiones del Entierro:
a) Largo máx.: 0,90 m Dirección: N-S
b) Ancho Máx.: 0,86 m Dirección: E-O
c) Espesor: 0,27 m
Asociación: Un óvalo incompleto de toscas alrededor del esqueleto; y cinco
puntas de proyectil, tres de ellas incrustadas en el hueso.
Estado de Conservación: Regular.
Sexo Probable: Masculino
Edad Probable: 55+ años.
Observaciones: El esqueleto fue extraído en bloque y luego limpiado en el
laboratorio.
- Entierro Nº 25
Entierro múltiple.
Ubicación Estratigráfica: Unidad "Z".
Entierro primario. Individuo Nº 32 (AS32).
Cuadrícula: Nº 66.
Profundidad: Entre 1,53 m y 1,86 m.
Depositación: Ventrolateral derecha.
Posición:
a) Cabeza: Apoyando maxilar inferior, con órbitas orientadas hacia el NO.
b) Miembro Superior:
-Derecho: Dirigido hacia la cabeza.
-Izquierdo: Dirigido hacia la cabeza?
c) Miembro Posterior:
-Muslo Derecho: Flexionado.
-Muslo Izquierdo: Muy flexionado.
-Pierna Derecha: Muy flexionada.
-Pierna Izquierda: Muy flexionada.
Orientación: 39° respecto al Norte.
Dimensiones del Entierro:
a) Largo Máx.: 0,65 m Dirección: NO-SE
b) Ancho Máx.: 0,43 m Dirección: NE-SO
c) Espesor: 0,33 m
Asociación: 1 lasca grande de cuarcita amarilla apoyando sobre fémur
izquierdo; 1 lasca grande de cuarcita amarilla apoyando sobre lado
derecho del maxilar inferior; 1 lasca pequeña de cuarcita próxima al
húmero izquierdo; 1 lasca pequeña de calcedonia próxima al húmero
izquierdo.
Estado de Conservación: Regular.
Sexo Probable: Femenino.
Edad Probable: 55+ años.
- Entierro Nº 26
Entierro primario.
Individuo Nº 35 (AS35)
Cuadrícula: 67
Año de excavación: 1995
Observaciones: En el perfil N de la Cuadrícula Nº 67 afloraban algunos
huesos correspondientes al lateral izquierdo del individuo. El esqueleto
aún no fue extraído.
- Entierro Nº 27
Entierro múltiple (Figura VI.1.2.).
Ubicación Estratigráfica: Unidad "Z".
Entierro primario. Individuo Nº 36 (AS36).
Cuadrícula: Nº 64.
Profundidad: Entre 1,82 m y 1,98 m.
Depositación: Ventrolateral derecha.
Posición:
a) Cabeza: Apoyando región facial; con órbitas hacia abajo.
b) Miembro Superior:
-Derecho: Cruzado sobre el pecho.
-Izquierdo: Cruzado sobre el pecho.
c) Miembro Posterior:
-Muslo Derecho: Flexionado.
-Muslo Izquierdo: Flexionado.
-Pierna Derecha: Muy flexionada.
-Pierna Izquierda: Muy flexionada.
Orientación: 240° respecto al Norte.
Asociación: 1 punta de proyectil de cuarcita en la región dorsal de la
columna vertebral; 1 punta de cuarcita en la región lumbar; 1 punta de
cuarcita en la región intercostal derecha.
Estado de Conservación: Regular.
Sexo Probable: Masculino.
Edad Probable: 20-24 años.
- Entierro Nº 31
Entierro primario e individual. Individuo Nº 40 (AS40).
Cuadrículas: Nº 44 y 54.
Profundidad: Entre 1,26 m y 1,45 m.
Ubicación Estratigráfica: Techo de la Unidad "Z".
Depositación: Lateral derecha.
Posición:
a) Cabeza: Apoyando parietal derecho. Orbitas orientadas hacia el N.
b) Miembro Superior:
-Derecho: Dirigido hacia la cabeza.
-Izquierdo: Dirigido hacia la cabeza.
c) Miembro Inferior:
-Muslo Derecho: Muy flexionado.
-Muslo Izquierdo: Muy flexionado.
-Pierna Derecha: Muy flexionada.
-Pierna Izquierda: Muy flexionada.
Orientación: 60° respecto al Norte.
Dimensiones del Entierro:
a) Largo Máx.: 0,73 m Dirección: E-O
b) Ancho Máx.: 0,34 m Dirección: N-S
c) Espesor: 0,19 m
Asociación: 2 cuentas circulares pequeñas de valva sobre parietal
izquierdo, 3 colmillos de cánidos perforados alrededor del cráneo.
Estado de Conservación: Bueno.
Sexo Probable: Femenino.
Edad Probable: 55+ años.
Observaciones: Se observó probable marca de pozo alrededor del esqueleto.
VI.2.2. Antecedentes
Hasta el presente, no existen antecedentes éditos de investigaciones
arqueológicas realizadas en esta localidad. Austral (1968: 10), menciona los
sitios Meunier y Pagliaccio, que sitúa en la Laguna de los Chilenos. Sin
embargo, esta cita hace referencia a sitios ubicados en la laguna Las
Encadenadas (Carta Topográfica "Colonia La Himalaya", I.G.M. 3763-34-4,
1953, E: 1:50.000), localizada en el actual partido de Saavedra,
aproximadamente a quince kilómetros al NNO de la verdadera Laguna Los
Chilenos.
J. Zetti (Madrazo, 1973), R. Gilardoni y J. San Cristóbal (Oliva, 1994
com. pers.), recolectaron gran cantidad de material lítico en posición
superficial en distintos sectores de la laguna.
Las investigaciones arqueológicas sistemáticas en esta localidad se
iniciaron en febrero de 1993, con la excavación del sitio Laguna Los Chilenos
1 (Barrientos et al., 1995). Estas investigaciones se realizan en colaboración
con el Lic. Fernando Oliva (UNLP, CONICET).
VI.2.3. Prospecciones
Las investigaciones sistemáticas en la Laguna Los Chilenos comenzaron
en febrero de 1993, a raíz de un hallazgo realizado por grupo de aficionados
locales, en el campo perteneciente a la firma Mazzieri Hnos. El mismo
consistía en un conjunto de huesos humanos, algunos de ellos dispersos
sobre la superficie de la playa y en el interior de la laguna, y otros aflorando
en el perfil expuesto de la barranca. Este sitio fue denominado LCH1.
A partir de entonces, se han realizado prospecciones en diferentes épocas
del año en un sector de aproximadamente siete kilómetros de largo, situado
entre los puntos A y B de la Figura VI.2.1. Estas prospecciones se llevaron a
cabo bajo diferentes condiciones de visibilidad arqueológica. Las dos
primeras, realizadas en mayo y noviembre de 1993, se realizaron bajo
condiciones de baja visibilidad, debido al elevado nivel del agua de la laguna.
La última prospección, llevada a cabo en marzo de 1994, se realizó bajo
condiciones de alta visibilidad, en un momento en que el descenso del nivel
del agua expuso un sector de playa relativamente extenso, con un ancho
promedio de aproximadamente 9 mts.
Como resultado de estos trabajos, se localizó otro sitio arqueológico, de
mayores dimensiones que el ya registrado, denominado LCH2, y dos
hallazgos aislados (sensu, Schlanger, 1992) (Barrientos et al., 1995). (Figura
VI.2.1.).
VI.2.4. Sitio LCH1
Hasta el presente, se ha excavado un área de 21 m2. Desde el punto de
vista geológico, se reconocieron diez unidades estratigráficas:
A) Capa de arena fina no consolidada ("médano vivo"), de 0,90 m de espesor.
B) Capa de arcillas muy estratificadas de 0,03 m.
C) Capa de arena fina consolidada, de color marrón claro, de 0,20 m de
espesor.
D) Capa de arena fina no consolidada, muy semejante a la capa A, de
aproximadamente 0,10 m de espesor.
E) Capa de arena fina con alto contenido de materia orgánica, posible
horizonte A de un suelo enterrado. Su límite inferior es difuso, siendo su
espesor aproximado de 0,20 m a 0,50 m.
F) Capa de arena fina medianamente consolidada, de color marrón claro,
interrumpida en numerosos sectores por la presencia de cuevas de
roedores y hormigueros, que afectan también parte de la capa siguiente.
Su potencia aproximada es de 0,20 m a 0,40 m.
G) Capa de arena fina con arcillas subordinadas, de color castaño oscuro, de
aproximadamente 0,40 m de espesor.
H) Capa de sedimento con alto contenido de arcillas, de color castaño claro.
Elevada presencia de nódulos de carbonato de calcio.
I) Capa de carbonato de calcio muy consolidado ("tosca"). Forma la base de
la secuencia estratigráfica.
N) Capa de sedimento areno-arcilloso de color castaño oscuro, discontinua y
lenticular, con numerosos nódulos de carbonato de calcio en su base.
Posiblemente se trate de sedimentos redepositados como consecuencia
de fluctuaciones en el nivel de la laguna (Figura VI.2.2.).
La descripción de estas unidades, aunque con pequeñas variaciones,
resulta extensible a la mayor parte de la costa sur prospectada. Las mismas,
a excepción de las unidades "I" y "N", corresponderían a lo que De Francesco
(1992) definió como Fm. La Milagrosa.
La totalidad del material arqueológico se localizó en las unidades F, G y
N. Los hallazgos recuperados en las dos primeras unidades consistieron en
cuatro tiestos de cerámica pintada, de color rojo, de un diámetro promedio
inferior a 2 cm y con los bordes rodados; nueve cuentas circulares de valva,
de aproximadamente 4 a 5 mm de diámetro; un fragmento de valva de
molusco marino (Adelomelon sp.); y diez lascas de cuarcita y calcedonia.
Entre los 1,55 mts y los 1,95 mts de profundidad, en la denominada UE "N",
constituída por sedimentos posiblemente redepositados, se recuperaron
treinta huesos humanos - en su mayoría falanges, metacarpianos y
metatarsianos -, cuatro dientes humanos, tres desechos de talla, un tiesto
de cerámica y una punta de proyectil triangular mediano-pequeña de
calcedonia.
En las unidades G y H se localizaron dos entierros y numerosos restos
óseos humanos dispersos (Figura VI.2.3.).
Los taxa de mamíferos recuperados incluyen Ovis aries (un metapodio en
la unidad "E"), Ctenomys sp, Myocastor coipus y Dasipodidae indet.
(unidades "F", "G", "H" y "N"). No se registró la presencia de huesos de
guanaco y venado de las pampas. Esta situación contrasta claramente con la
que se verifica en el sitio LCH2, donde la primera de las especies
mencionadas se halla representada con una alta frecuencia (Barrientos et
al., 1995).
VI.3.2. Antecedentes
En la Laguna Tres Reyes, las investigaciones arqueológicas desarrolladas
durante la década del 80 condujeron a la detección, sondeo y excavación de
dos sitios localizados sobre las márgenes norte y este, denominados Tres
Reyes 1 y 2, respectivamente. Hasta el presente, en el sitio 2 sólo se han
realizado recolecciones superficiales y sondeos. El sitio 1 se encuentra en
una etapa más avanzada de investigación. Este sitio fue estudiado
inicialmente por el Lic. Luis Meo Guzmán, quien en 1981 excavó una
superficie de 16 m2 en un sector próximo al borde de la barranca.
Posteriormente, en 1986, un equipo integrado por los Dres. Gustavo Politis y
Mónica Salemme y la Lic. Patricia Madrid, con la colaboración de los Dres.
Francisco Fidalgo y Eduardo Tonni, reanudaron las investigaciones en el
lugar, ampliando el área de excavación en dos campañas realizadas en abril
de 1986 y octubre de1987.
Los distintos informes publicados e inéditos sobre este sitio,
puntualizaron aspectos particulares de la investigación, tales como la
tafonomía (Politis y Madrid, 1988); los análisis arqueofaunísticos (Salemme,
1987); la caracterización de lo que se denominó Componente Superior
(Madrid y Salemme, 1991), y el análisis tecnomorfológico y el estudio de los
procesos de formación del sitio (Madrid et al., 1991).
En el mes de noviembre de 1994 el Sr. Hugo Coronel, vecino de De La
Garma, población cercana al lugar, realizó el hallazgo de un cráneo y de
otros huesos humanos al pie de la barranca de la laguna, a
aproximadamente 3 m de uno de los sectores excavados en 1986 y 1987. La
presencia de posibles entierros humanos, un rasgo hasta ese momento aún
no registrado en el sitio, motivó la continuación de los trabajos de campo en
esta localidad arqueológica. Los mismos se realizaron en diciembre de 1994
y marzo-abril de 1995.
VI.11. Napostá
El sitio Napostá se halla ubicado en las proximidades del arroyo Napostá
Grande, en el partido de Bahía Blanca. El mismo fue localizado por la Prof.
Nora Cinquini, quien recuperó en el lugar un conjunto de entierros humanos
de tipo secundario (Tabla VI.13.1.). Desafortunadamente, no se dispone de
datos acerca del contexto del hallazgo. Las Dras. Méndez y Salceda del
Museo de Ciencias Naturales de La Plata realizaron un estudio preliminar de
carácter morfométrico (Méndez y Salceda, ms).
VII. INTEGRACION DE LA INFORMACION BIOARQUEOLOGICA Y
FORMULACION DE UN MODELO REGIONAL ACERCA DE LA EVOLUCION
DE LAS POBLACIONES HUMANAS EN EL SUDESTE DE LA REGION
PAMPEANA
VII.1. Introducción
El objetivo del presente capítulo es formular un modelo de la evolución de
las poblaciones prehispánicas del Sudeste de la Región Pampeana, con el fin
de derivar hipótesis y expectativas acerca de su proceso adaptativo,
principalmente a nivel de la salud, nutrición y dieta. En la construcción del
mismo, se prestará especial atención a la información bioarqueológica del
área, como así también a la información arqueológica y paleoambiental
relevante.
En este contexto, se considera que un modelo es una construcción que
especifica, de una manera ideal y simplificada, el modo en que operan o se
relacionan ciertos componentes del mundo real. Los modelos integran
enunciados de distinto nivel teórico, y su finalidad es hacer explícita la
información acerca de un determinado problema, las interpretaciones que en
un momento dado pueden hacerse de ella, y permitir la derivación de
hipótesis contrastables. No deben ser vistos como explicaciones finales
acerca de la relación entre las variables consideradas, sino más bien como
organizaciones parciales de la información disponible, de las que a priori se
sabe que deberán ser substituídas en el desarrollo ulterior de la
investigación (Borrero, 1985; Bunge, 1972; Kaplan, 1974; Lakatos, 1983;
Politis, 1988).
Como paso previo a la formulación del modelo se revisará el marco
cronológico actualmente disponible para el área, y se discutirá la
variabilidad temporal de aspectos claves de la organización del registro
bioarqueológico regional.
VII.6. El modelo
En los apartados anteriores hemos mostrado que el comienzo o
desaparición de rasgos asociados a la variación biológica y/o étnica de las
poblaciones prehistóricas de nuestra área de estudio coinciden,
aproximadamente, con algunas de las soluciones de continuidad en la
distribución de los fechados radiocarbónicos. Esto indicaría la posibilidad de
que algunas de las discontinuidades observadas en el registro no sean
solamente el resultado de sesgos de muestreo. En este sentido, la que
presenta mayores probabilidades de responder a otras causas (i.e.
paleoambientales), es la correspondiente al Holoceno medio, entre
aproximadamente 6,000 y 5,000 años AP. La ausencia de dataciones
correspondientes a ese lapso en ésta y otras áreas vecinas indicaría, o bien
la ausencia de ocupación humana (i.e. por migración o extinción local de
poblaciones), o bien la disminución de la visibilidad arqueológica de los
grupos debida a una significativa reducción de la densidad poblacional,
asociada a cambios en la organización de los sistemas de asentamiento y
subsistencia (i.e. mayor movilidad, menor redundancia en la ocupación,
diferente localización de las áreas de actividad, etc.). En cualquiera de los
dos casos, su efecto sobre el proceso evolutivo de las poblaciones pampeanas
prehistóricas pudo haber sido de gran magnitud.
En la Región Pampeana no parecen haber existido en el pasado
condiciones para el aislamiento de poblaciones (i.e. barreras geográficas),
como las que se infieren para ciertas áreas de Patagonia (ver Borrero,
1994/1995). Por ello, resulta poco probable que la variabilidad morfológica
que se observa a través del tiempo sea el resultado de la acción de
mecanismos evolutivos actuantes sobre poblaciones pequeñas y aisladas
desde un punto de vista reproductivo, tales como la deriva génica. Antes
bien, parece mucho más probable que tales diferencias sean el resultado de:
a) recambios poblacionales debidos a procesos de emigración y/o extinción
local de poblaciones, y/o b) flujo génico entre distintas poblaciones debido a
procesos de inmigración. El principal, pero de ningún modo único, factor
regulador de la acción de estos mecanismos pudo haber sido la alteración de
la estructura de los recursos como consecuencia de los cambios ambientales
ocurridos en la región en distintos momentos del Holoceno. Politis (1984)
propuso un modelo para el área Interserrana en el que postuló que la
densidad humana habría sido mayor durante aquellos momentos con
condiciones climáticas áridas o semiáridas, en la medida en que tales
condiciones habrían aumentado la capacidad sustentadora del área. Por el
contrario, la densidad poblacional habría sido menor durante los ciclos
climáticos húmedos-subhúmedos debido a la retracción de los principales
recursos hacia áreas vecinas (i.e. guanacos, vegetales de la Provincia del
Espinal). En base a la evidencia arqueológica y paleoambiental disponible
(Figura VII.6.1.), proponemos a modo de hipótesis de trabajo que los cambios
ecológicos asociados con el Hypsitermal habrían involucrado una notable
reducción de la densidad demográfica como resultado de reajustes
poblacionales debidos principalmente a procesos de emigración y/o
extinción local de poblaciones humanas. El paulatino incremento en la
densidad demográfica del área habría sido posible a partir de la instauración
de condiciones áridas-semiáridas (ca. 5,000 a 4,500 años AP; cf. Heusser,
s/f; Madrid y Politis, 1991; Nieto y Prieto, 1987; Prieto, 1996; Zárate y
Blassi, 1993). Sólo desde fines del Holoceno medio (ca. 4,000-3,000 años AP)
se habrían creado las condiciones para producir una ocupación efectiva del
espacio (en el sentido de Borrero, 1994/1995). Los mecanismos de
diferenciación biológica y étnica entre poblaciones humanas a partir de este
momento debieron involucrar, principalmente, procesos de inmigración y
flujo génico.
Desde un punto de vista arqueológico, no hay evidencias suficientes para
discutir la naturaleza ni los mecanismos de los procesos de diferenciación
temporal y microrregional entre las poblaciones de fines del Holoceno medio
y comienzos del Holoceno tardío. Por el contrario, sí disponemos de evidencia
para discutir estos procesos durante la última fase del Holoceno tardío,
previo a la llegada de los europeos a la región (ca. 1,000-400 años AP). Para
este período, hay evidencia arqueológica creciente acerca de la expansión de
poblaciones humanas desde el área Nordpatagónica (sector inferior de la
cuenca de los ríos Colorado y Negro, y Costa Sur Pampeana) hacia las
llanuras situadas a ambos lados del sistema serrano de Ventania. La
existencia y probable cronología de este proceso, definido como
"genenización" 1 de la Pampa Bonaerense, ya había sido sugerida con
anterioridad por R. Casamiquela, en base a evidencias lingüísticas,
2 Los alimentos recolectados incluyen también items no vegetales tales como moluscos
(Binford, 1991).
ET se aproximan a 14°C. Como un medio de controlar las variaciones en las
condiciones climáticas ocurridas en el área durante los últimos 12,000 años,
estimamos que los valores de ET pueden haber variado durante el
Pleistoceno final y el Holoceno entre 13°C y 14.5°C (clima templado
moderado a fresco, en el sentido de Bailey, 1960: 8). Empíricamente, el
modelo muestra que para 14°C de ET, el 58,8% (frecuencia modal) de las
sociedades cazadoras recolectoras consideradas (N=17) poseen una
dependencia cercana al 40% sobre alimentos recolectados. Para 13°C de ET,
el 35,7% (frecuencia modal) de las sociedades analizadas (N=28) posee dietas
basadas en un 50% de alimentos recolectados. Combinando ambas ET, el
rango de dependencia sobre alimentos recolectados varía entre 10% y 60%,
con una frecuencia modal situada en 40% (Figura VII.7.1.). De este modo, se
puede derivar una expectativa acerca de la proporción de alimentos vegetales
en la dieta de las poblaciones pampeanas tomando en consideración
variables climáticas. Sin embargo, resulta necesario tomar en consideración
las probables variaciones en las propiedades organizacionales de estas
poblaciones a través del tiempo. De acuerdo con el modelo propuesto, es
esperable que bajo condiciones de alta movilidad y baja densidad poblacional
como las inferibles para el Pleistoceno final y comienzos del Holoceno
temprano, el porcentaje de alimentos recolectados se haya acercado al límite
inferior del rango correspondiente a 13°C-14°C de ET. Por el contrario, es
probable que bajo las condiciones inferidas para los últimos 1,000 años
radiocarbónicos, sobre todo en el sector de llanura situado al SO del sistema
de Ventania (i.e. mayor densidad poblacional, uso de estrategias de
intensificación en el manejo de recursos), el porcentaje de alimentos
recolectados haya sido tan alto como el 60% o más del total de la dieta.
Respecto a la relación alimentos terrestres-alimentos marinos, los datos
tecnológicos y zooarqueológicos indican que la dieta de las poblaciones
pampeanas durante el Holoceno estuvo compuesta principalmente por
alimentos de orígen continental. Esta dieta estuvo complementada, en una
proporción desconocida, con algunos recursos de orígen marino,
principalmente mamíferos marinos tales como los lobos de uno y dos pelos
(Arctocephalus australis y Otaria flavescens) (Bayón y Politis, 1996; Politis et
al., 1994; Lorenzini, 1994). El consumo de moluscos marinos no parece
haber sido representativo en ningún momento durante el Holoceno, como
sugiere la escasez o ausencia de acumulaciones de valvas de origen
antrópico a lo largo del litoral marítimo situado entre Mar del Plata y Bahía
Blanca (i.e. Politis, 1984; Zabala et al., 1994). Por el contrario, hay
evidencias acerca de su explotación como materia prima para la confección
de artefactos ornamentales, tales como cuentas de collar (Oliva, 1987;
Politis, 1984). Los peces marinos aparentemente no fueron explotados
intensivamente con fines alimenticios. La única evidencia artefactual
posiblemente vinculada a la pesca, consiste en el hallazgo de dos anzuelos
de hueso recuperados en las barrancas de Necochea, actualmente
depositados en el Museo Nacional de Ciencias Naturales Bernardino
Rivadavia (Daino, 1970). Todo esto sugiere que, si los valores isotópicos de
restos óseos humanos (i.e. δ13C) indican consumo de alimentos marinos (ver
Tauber, 1981; Schwacz y Schoeninger, 1991; Katzemberg, 1992;
Schoenniger y Moore, 1992; Ambrose y Norr, 1993; Pate, 1994, entre otros),
la vía más probable de enriquecimiento en 13C de los tejidos humanos sería
a través de la ingesta de lobos marinos, un recurso explotable con tecnología
terrestre y posiblemente disponible, aunque en distinta densidad y
proporción etárea y sexual, en diferentes épocas del año (Politis, 1984).
PARTE 3. EL ESTUDIO BIOARQUEOLOGICO DE LA SALUD,
NUTRICION Y DIETA DE LAS POBLACIONES ABORIGENES
DEL SUDESTE DE LA REGION PAMPEANA
IX.1. Introducción
Las líneas de Harris, también llamadas "líneas transversas", "trabéculas
transversas", "líneas transversas radioopacas", "cicatrices óseas", "líneas de
detención del crecimiento" (ver discusión en Martin et al., 1985), son líneas o
bandas que pueden encontrarse en los extremos diafisarios de todos los
huesos de origen cartilaginoso. Son observables a través del uso de
radiografías debido a su gran radiopacidad. Esta última característica está
relacionada con su particular microestructura, conformada esencialmente
por trabéculas de mayor mineralización y densidad, orientadas
perpendicularmente con respecto a la superficie del cartílago de crecimiento.
Las líneas de Harris se forman durante cortos períodos de detención del
crecimiento óseo seguidos de una rápida recuperación, caracterizada por
una intensa actividad osteoblástica (Park, 1964). Las líneas de Harris han
sido producidas experimentalmente en ratas, conejos, cerdos y perros en
edad de desarrollo, mediante infección y malnutrición (Harris, 1931; Park y
Richter, 1953). En el hombre, su ocurrencia se halla vinculada a diversos
disturbios metabólicos, principalmente malnutrición proteico- calórica,
deficiencia de vitaminas A, C y D, y Kwashiorkor (Martin et al., 1985). Entre
otras posibles causas se encuentran numerosas enfermedades infantiles
tales como sarampión, bronconeumonia, influenza, laringitis, diabetes, y
stress psicológico (McHenry, 1968; Sontag y Comstock, 1938). Sin embargo,
no puede establecerse una correspondencia uno-a-uno entre episodios de
enfermedad o malnutrición y formación de líneas (Mays, 1995).
Park (1964) ha demostrado que la detención del crecimiento debe ser
completa o casi completa para que pueda formarse una línea, no resultando
suficiente para ello una mera disminución en la velocidad de crecimiento.
Asimismo, la reanudación del crecimiento longitudinal del hueso es
indispensable para la formación de una línea de Harris. Esto no significa que
tal crecimiento compensatorio o "catch-up" deba ser completo: un período de
detención del crecimiento seguido por una lenta recuperación puede ser
suficiente para producir una línea (Park, 1964). Esto implica que una
enfermedad o un stress metabólico o psicológico de carácter tanto crónico
como agudo tiene el potencial de producir la formación de una linea de
Harris. La asociación recurrente, pero no invariable, entre la formación de
líneas de Harris y estados de enfermedad o malnutrición ha conducido a
diversos investigadores a utilizar sus frecuencias como indicadores
bioarqueológicos inespecíficos de stress metabólico (i.e. Wells, 1961; Hatch
et al., 1983; Huss- Ashmore et al., 1982; Webb, 1989). Diversos problemas
interpretativos condujeron a un fuerte criticismo por parte de numerosos
investigadores a partir de la segunda mitad de los '80, quienes pusieron en
duda su validez como indicadores confiables de stress nutricional o
metabólico (i.e. Cohen y Armelagos, 1984; Larsen, 1987). En los últimos tres
años se han publicado una serie de trabajos (Hughes et al., 1996; Mays,
1995) orientados a determinar la relevancia del estudio de las líneas de
Harris como indicadores del estado de salud y nutrición de poblaciones
prehistóricas, analizando diversos aspectos acerca de su distribución dentro
del esqueleto (i.e. simetría) y su relación con otros indicadores (i.e. índice
cortical, longitud de los huesos largos, hipoplasias del esmalte. Estos
estudios concluyen que, siempre que sean analizadas en conjunto con otros
indicadores, las líneas de Harris representan útiles y relativamente
confiables indicadores bioarqueológicos del estado de salud de los individuos
de una población.
X. 1. Introducción
Hiperostosis porótica es un término descriptivo aplicado a lesiones
craneales caracterizadas por presentar una porosidad cribiforme, similar a
un tamiz (Angel, 1966). Estas lesiones se disponen con frecuencia en forma
simétrica, exhibiendo grados variables de hipertrofia osea, con canales
hipervasculares periféricos (Hengen, 1971). Estos cambios esqueletales son
visibles macroscópicamente.
La hiperostosis porótica puede ser considerada como una respuesta
inespecífica a la proliferación de la médula ósea. Diversos estudios han
demostrado que los cambios hipertróficos a nivel de la médula tienen como
causa principal la anemia por deficiencia de hierro (Mensforth, 1991).
Estudios epidemiológicos contemporáneos de alcance mundial muestran
que la anemia por deficiencia de hierro es tan común, que su incidencia es
considerada como uno de los mejores índices del estado de salud y nutrición
de una población (Organización Mundial de la Salud, 1968; Baker, 1978).
Numerosos estudios llevados a cabo en muestras esqueletarias indican que,
cuando son consideradas las relaciones sinérgicas existentes entre los
factores constitucionales y la dieta, así como otras variables (i.e.
enfermedades infecciosas), el análisis de la hiperostosis porótica constituye
una importante vía para determinar la incidencia del stress nutricional en
poblaciones prehistóricas (Mensforth et al., 1978; Mensforth; 1991; Martin et
al., 1985).
XI.1. Introducción
La gran mayoría de las enfermedades infecciosas no dejan marcas sobre el
sistema esqueletario. De aquellas pocas que afectan a los huesos, un gran
número son relativamente raras, poseen una distribución geográfica
extremadamente restringida, o afectan predominantemente a individuos de
una determinada categoría sexual o etárea (Powell, 1988). La mayor parte de
las pequeñas lesiones son de naturaleza inespecífica, y reflejan la
experiencia de un individuo a lo largo de su vida con situaciones
traumáticas, con infecciones transitorias, stress mecánico, o simples
variantes o deficiencias en el proceso de desarrollo. Los huesos normalmente
están protegidos por tejido muscular y se hallan localmente expuestos a
patógenos sólo en el caso de fracturas o penetración de objetos a través de
los tejidos blandos (i.e. proyectiles). Excepto en tales casos, los organismos
infecciosos pueden ser introducidos al hueso a través de los sistemas
linfático o circulatorio, lo que implica que puede verse afectado más de un
elemento óseo (Ubelaker, 1982). Los organismos patógenos más frecuentes
son bacterias (i.e. Stafilococus aureus, Salmonella), virus, y diversos hongos,
algunos de ellos endémicos en diversas regiones (i.e. Blastomyces,
Aspergillus, Histoplasma) (Ortner y Putschar, 1981; Poweel, 1988; Steinbock,
1976).
XII.1. Introducción
Los constituyentes orgánicos e inorgánicos del hueso proveen un registro
promediado a largo plazo de la dieta de un individuo. En los vertebrados, los
elementos y aminoácidos liberados por la digestión de los alimentos son
incorporados a la estructura de la hidroxiapatita y de las proteínas óseas,
entre ellas el colágeno, a través de la totalidad del período de vida. De este
modo, bajo condiciones favorables, la composición química del hueso puede
relacionarse cuantitativamente a la composición química de la dieta (Price,
1989; Schoeninger y Moore, 1992; Pate, 1994).
Las tasas de isótopos estables del carbono (13C/12C), expresadas como
δ13C3, han sido utilizadas ampliamente como un índice de la importancia
relativa de las plantas C3 y C4 en la dieta. Las plantas C3, que incluyen a
todos los árboles, a la mayoría de los arbustos y pastos de áreas templadas y
de estación fría, utilizan la vía fotosintética C3, o de Calvin-Benson. En este
patrón fotosintético, como primer producto del proceso se obtiene un
compuesto formado por tres átomos de carbono, denominado ácido
fosfoglicérico (Whittingham, 1974). Tales plantas poseen tasas bajas de
13C/12C (δ13C= -20 ‰ a -34 ‰ , con un valor modal de -26 ‰ ), como
resultado de la discriminación, por parte de la enzima carboxilasa, en contra
de la incorporación del isótopo 13C, de mayor peso que el isótopo 12C (Park
y Epstein, 1960). Las plantas que emplean la vía fotosintética de Hatch-
Slack o C4, son básicamente hierbas tropicales, o de estación cálida, junto
con unos pocos arbustos de las familias Euphorbiaceae y Chenopodiaceae
(Downton, 1975). Estas plantas producen, como subproductos primarios del
4 Existe una tercera vía fotosintética, seguida por los vegetales con el metabolismo ácido de
las crasuláceas (CAM). Estas son plantas suculentas de ambientes áridos (cactus, ágave y
13
ciertas euforbeáceas), que producen valores de δ C que pueden asemejarse a aquellos de las
plantas C3 si fijan el carbono durante el día, o C 4 si lo hacen durante la noche en
13
respuesta, generalmente, a condiciones xéricas. Es por ello que su δ C depende de factores
ambientales particulares, cubriendo el rango de valores de plantas C3 y C4, incluyendo
también tasas intermedias (Bombin y Muehlenbachs, 1985).
En el ámbito de la Región Pampeana, Politis (1984) propuso un modelo de
ocupación prehispánica del área Interserrana bonaerense que incluye la
explotación de los recursos provenientes de los tres principales ambientes
disponibles: la llanura, los sectores serrano y periserrano de Tandilia y
Ventania, y la costa. El análisis del registro arqueológico de los sitios
costeros, y de cierta evidencia recuperada en sitios del interior (i.e. presencia
de rodados costeros y conchas de moluscos marinos), condujo a este autor a
proponer como altamente probable la hipótesis sugerida por Holmes (1912) y
Hrdlicka (1912), y apoyada por Aparicio (1932) y Orquera (1981), de que los
sitios de la costa y de la llanura interserrana, a pesar de las diferencias
cuantitativas en la estructuración de los conjuntos líticos de ambos sectores,
fueron producidos por los mismos grupos humanos, por lo menos a partir
del Holoceno Medio (Politis, 1984). La virtual desaparición de los posibles
sitios costeros formados durante el Holoceno temprano debido al avance
hacia el interior de la línea de costa y la fijación de la línea de costa actual a
partir, probablemente, del Holoceno Medio (ca. 7,000 a 5,000 años AP;
Fidalgo y Tonni, 1983; cf. Aguirre y Whatley, 1995; Politis y Bayón, 1995;
Bayón y Politis, 1996), dificulta la extensión del modelo a las poblaciones
humanas del Holoceno temprano y del Pleistoceno final.
El análisis de los valores de δ13C obtenidos a partir del colágeno de una
muestra de esqueletos humanos del sitio Arroyo Seco 2, y de huesos de
herbívoros y carnívoros, y también de vegetales provenientes de diversos
sitios continentales y costeros del área Interserrana, tiene por objeto proveer
evidencia relevante e independiente para la discusión del modelo
mencionado, a la vez que aportar a informacion útil para el estudio de la
paleoecología de las poblaciones aborígenes pampeanas del Holoceno
temprano.
δ15N) permitirá en un futuro discutir esta hipótesis sobre una base más
sólida que la actualmente disponible.
Por último, resulta importante señalar que la información bioarqueológica
extraída de las muestras analizadas, que indica una ausencia de diferencias
significativas en la variación cronológica en casi la totalidad de los
indicadores analizados, no debe ser interpretada como indicadora de una
estabilidad adaptativa de las poblaciones humanas durante el lapso total
comprendido por el Holoceno. Las muestras esqueletarias estudiadas
corresponden a tres períodos durante los cuales la ocupación humana a
nivel regional podría ser caracterizada como "efectiva" y "estable", en el
sentido dado a estos términos por Borrero (1989/1990; 1994/1995). Una
etapa de ocupación efectiva de tipo estable se alcanza cuando la mayor parte
del espacio regional es explotada y/o ocupada. Implica, entre otras cosas, la
existencia de poblaciones cuya estructura demográfica no fluctúa mucho
durante generaciones, lo que puede resultar en una estabilización real o
aparente (ver Capítulo III) en la distribución de los marcadores biológicos
considerados (Buikstra y Mielke, 1985; Guichón, 1993; Paine y Harpending,
1996; Sattenspiel y Harpending, 1983). El análisis de muestras
correspondientes a períodos en los cuales es esperable la existencia de
poblaciones con regímenes demográficos distintos y posiblemente más
sujetos a fluctuación (i.e. Pleistoceno final-Holoceno temprano; Holoceno
medio post-Hypsitermal), podría mostrar distribuciones significativamente
diferentes a las descriptas en este trabajo. Desafortunadamente, no se
dispone aún de series esqueletarias asignables a esos períodos, por lo que la
evaluación de esta hipótesis sólo podrá ser efectuada en el futuro.
PARTE 4. CONSIDERACIONES FINALES
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