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PORQUÉ LLEVAR LA CRUZ EN EL MATRIMONIO

En la aldea de Siroki-Brijeg, no se ha registrado ni un solo divorcio entre sus 13,000 habitantes. No se recuerda
a una sola familia que se haya desintegrado. ¿Acaso Hercegovina goza de un favor especial del Cielo? ¿Tendrán
una fórmula mágica para mantener a raya al demonio de la discordia?

¡La respuesta es muy simple! Durante siglos, a causa de la opresión de los turcos y luego de los comunistas, el
pueblo sufrió cruelmente mientras su fe en Cristo era amenazada. Sabían por experiencia que la salvación viene
de la Cruz de Cristo. No se obtiene a través de planes de desarme, de ayuda humanitaria ni de tratados de paz,
cosas cuyos beneficios pueden ser limitados. ¡La fuente de la salvación es la Cruz de Cristo! Esta gente posee
una sabiduría que no les permite ser engañados en asuntos de vida o muerte. Por eso es que han vinculado
indisolublemente el matrimonio con la Cruz de Cristo. Han fundado el matrimonio, que produce la vida
humana, sobre la Cruz que produce la salvación.

¡La tradición matrimonial croata es tan bella que está comenzando a difundirse en Europa y América!

Cuando una joven pareja se prepara a casarse, nadie les dice que han encontrado al hombre o la mujer ideal.
¡No! ¿Qué les dice el sacerdote?

³Han encontrado su cruz. Y es una cruz para ser amada, soportada, una cruz que no debe soltarse, sino
estimarse.²

Si a los novios les dijeran esto en Francia, ¡quedarían estupefactos! Pero en Hercegovina, la Cruz representa el
amor más grande y el crucifijo es el tesoro de la casa.

Cuando la novia y el novio parten hacia la iglesia, llevan consigo un crucifijo. El sacerdote bendice el crucifijo,
que ocupa una parte central en el intercambio de votos. La novia pone su mano derecha sobre el crucifijo y el
novio pone su mano sobre la de ella. Así, ambas manos quedan unidas en la cruz. El sacerdote cubre estas
manos con su estola mientras ellos proclaman sus votos de fidelidad, de acuerdo a los ritos de la Iglesia. El P.
Jozo explica que la novia y el novio no se besan, sino que en vez de eso besan la cruz. Ellos saben que están
besando la fuente del amor. Cualquiera que esté lo suficientemente cerca para observar las dos manos de los
contrayentes unidas sobre la cruz entiende claramente, que si el marido abandona a su esposa o si la esposa
abandona al marido, soltarán la cruz y se apartarán de ella. Y si abandonan la cruz, ya no les queda nada. Lo
habrán perdido todo porque abandonaron a Jesús. Habrán perdido a Jesús.

Al término de la ceremonia, los recién casados se llevan el crucifijo con ellos y le asignan el lugar de honor en
su casa. Éste se convierte en el punto focal de la oración familiar, porque el joven matrimonio cree
profundamente que la familia nace de la Cruz. Cuando surge un problema o irrumpe un conflicto, será delante
de esta cruz que buscarán ayuda. No irán a un abogado, no consultarán a un adivino o a un astrólogo, no
dependerán de un psicólogo para resolver sus dificultades. No, irán directamente delante de su Jesús, delante de
la cruz. Ahí se arrodillarán y llorarán sus lágrimas y derramarán sus corazones frente a Jesús y, sobre todo,
intercambiarán su perdón. No se irán a dormir con un peso en el corazón porque se habrán vuelto a su Jesús, al
Unico que tiene poder para salvar.

Enseñarán a sus hijos a besar la cruz cada día y a no irse a dormir como los paganos, sin haber primero dado
gracias a Jesús. En cuanto a los hijos, el primero de sus recuerdos será que Jesús ha sido siempre el Amigo de la
familia, respetado y abrazado. Le dicen ³buenas noches² a Jesús y besan la cruz. (Como dice el Padre Jozo, ³se
van a dormir con Jesús, ¡no con un osito de peluche!²). Saben que Jesús los abraza y que no no hay nada de qué
temer y sus miedos se desvanecen en su beso a Jesús.

¿Soy comprensivo con los defectos de mi cónyuge o enseguida salto, me enfado y me dejo llevar por la ira,
recriminándole sus miserias?
Cuando mi cónyuge actúa mal, ¿le miro con los ojos con los que Cristo me mira a mí, con amor, con
misericordia, tratando de rezar más por él y disculpando su fragilidad?
¿Busco cualquier oportunidad para tener detalles de cariño con mi cónyuge adelantándome a ayudarle en
aquellas cosas que crea que pueda necesitar de mí, o simplemente sorprendiéndole con cosas que sé que le
gustan?
¿Me enfado cuando mi cónyuge no me da la ayuda o el cariño que yo creo que me merezco, exigiéndoselo hasta
enfadarnos si es necesario?
¿Sé perdonar y disculpar e intento comprender cuando mi cónyuge no sabe hacerme feliz?
¿Busco más mi complacencia que la suya?
¿Soy capaz de renunciar por amor a cosas que a mí me gustan o me apetece hacer, incluso hago cosas que no
me apetece por amor a mi cónyuge?
¿Siento envidia de las capacidades, virtudes o dones que tiene mi cónyuge?
¿Doy gracias a Dios por haber elegido un esposo/a tan bueno para mí, porque con sus cualidades me ayuda a ser
mejor en aquello en los que yo soy más débil?
¿Me dejo ayudar por mi cónyuge o reacciono con soberbia pensando que no necesito su ayuda porque yo soy
tan bueno o más que él o ella?

¿Me gusta sentirme importante en mi familia pensando que mi opinión es la más acertada y que todos tienen
que hacer lo que yo quiero?
¿Me siento superior a mi cónyuge?
¿Humillo a mi cónyuge, recriminándole lo mal que hace determinadas cosas?

¿Soy delicado y cariñoso con mi cónyuge, especialmente cuando ha hecho algo que me ha molestado?
¿Hablo con respeto a mi cónyuge o uso malas formas, gestos o acciones?
¿Cuándo he metido la pata, pido perdón enseguida para que no se haga más grande el enfado o me dejo llevar
por el orgullo y dejo de hablarle o hago como si no hubiera pasado nada?

¿Creo firmemente que mi cónyuge es mi pilar, mi roca, o me apoyo en cosas terrenales o en otras personas?
¿Creo que nuestro matrimonio está hecho a prueba de todo, porque lo ha bendecido Dios y Él nos sujeta en todo
momento o pienso en tirar la toalla en cuanto la cosa se complica?
¿Acudo a Cristo, especialmente a través de los sacramentos, para que nos dé la fuerza necesaria para construir
un matrimonio santo?
¿Perdono de corazón a mi cónyuge cuando se equivoca y me hiere o voy guardando todo en el saco de los
reproches y se lo echo en cara cuando nos enfadamos?
¿Soy yo mismo delante de mi cónyuge o intento crear una imagen, no reconociendo cuando hago mal las cosas,
por orgullo?
¿Juzgo duramente los fallos de mi cónyuge o siento pena y tristeza como si fueran propios?

En las situaciones difíciles, ¿soy el apoyo incondicional de mi cónyuge o pienso que se lo ha buscado y ahora
que lo solucione por su cuenta?
¿Soy misericordioso con los fallos de mi cónyuge?
¿Intento que se haga siempre lo que yo quiero o sé ceder mis gustos por mi cónyuge?
¿Me cuesta perdonar?
¿Veo a mi cónyuge como el camino que Dios me ha dado para llegar a él?
¿Hablo siempre bien de mi cónyuge, defendiéndole en las conversaciones, si es necesario?
¿Doy gracias a Dios por el cónyuge que ha elegido para mí?

ELEMENTOS DE UN MATRIMONIO CRISTOCÉNTRICO

El matrimonio es algo difícil. No es solamente 40 o 50 horas de trabajo a la semana, sino 168 horas a la semana,
los 365 días del año, “hasta que la muerte nos separe”; no hay días libres, vacaciones o licencias médicas. Pero
que sea un trabajo duro no significa que está plagado de miseria, falto de gozo o que sea algo doloroso. Por
trabajo duro, me refiero a que el matrimonio demanda que pongamos atención a detalles en la relación
matrimonial, que aprendamos a amar a nuestra pareja sacrificialmente, y que nos entreguemos a cumplir esos
elementos que edifican, fortalecen y ayudan al matrimonio.

Pero algunos no quieren esforzarse en el matrimonio. Son esos que pronuncian sus votos en la boda, mientras
cruzan los dedos o tienen un paracaídas preparado, no tienen la más mínima intención de hacer lo que sea
necesario para que el matrimonio refleje a Jesucristo y Su novia (Ef. 5). Sin embargo, es bastante revelador que
cuando Pablo describe la relación que Jesús tiene con la Iglesia como Su Novia, Él teje la historia y las
instrucciones del matrimonio para que todos la vean. Lo que él nos enseña es esto: el matrimonio no es acerca
de ti, no es acerca de encontrar tu camino, es acerca de Jesucristo glorificado en un hombre pecador y una mujer
pecadora, quienes son redimidos por el derramamiento de Su sangre mediante Su muerte, habitados por Su
Espíritu y viviendo juntos como seguidores de Cristo.

Así que, ¿Cómo debería lucir ese tipo de vida? Pensemos acerca de 9 elementos de un matrimonio centrado en
Cristo.

1. Un matrimonio Cristo céntrico implica una devoción mutua a Jesús. En otras palabras, una pareja puede
casarse, trabajar duro en su relación, aprender a servirse uno al otro y tener una relación muy bella. Pero eso no
es algo centrado en Cristo. Al tomar el nombre de Cristo como el adjetivo que da definición y poder a la palabra
“centrado”, queremos decir que Él es el Sol alrededor del cual el esposo y la esposa orbitan, el universo
completo de esta pareja encuentra su existencia y propósito en esta relación con Jesucristo. En la práctica, eso
quiere decir que el esposo y la esposa buscan crecer juntos en su caminar cristiano. Se ayudan uno al otro en
tiempo difíciles o en esas ocasiones donde la tensión de la paternidad (maternidad), el trabajo, los estudios o la
familia extendida hacen que la consistencia de la relación se dificulte. Realmente actúan como 2 piezas de
hierro afilándose entre sí.

2. Un matrimonio centrado en Cristo se caracteriza por el servicio mutuo. Nadie mejor que Jesucristo nos da
una imagen cautivante sobre el servicio, pues sabiendo que Él era Dios encarnado que regresaba al Padre
mediante la cruz y la tumba, aún así, se inclinó a lavar los pies de Sus discípulos antes de la última cena (Jn.
13). Sin importar que Pedro objetará esta acción, pues el sentía lo indigno que era para que sus pies fueran
lavados por Jesús, aún así, lo hizo. El matrimonio es el laboratorio de pruebas de un servicio que refleja a
Cristo. El orgullo, la pereza y el letargo matan a los matrimonios. Un servicio humilde evidencia amor
verdadero por la pareja.

3. Un matrimonio Cristo céntrico practica la humildad. Jesús dijo: “soy manso y humilde de corazón” (Mt. 11,
29). Las vidas humildes se construyen teniendo la mirada en la cruz. En lugar de tratar que todo gire en torno a
la satisfacción propia, se debe tener la humildad para ceder ante el otro, escuchar atentamente en lugar de
interrumpir la conversación, buscar maneras de servir y rápidamente perdonar cuando se es el ofendido.
Un matrimonio Cristo céntrico practica el perdón. Cuando dos pecadores, aunque son redimidos, se unen en
matrimonio, habrá momentos en donde las palabras, actitudes, acciones, silencios y miradas ofenden. Si se
permite que el rencor crezca, el matrimonio no puede continuar. ¡Simplemente no lo hará! Si en el cuerpo de
Cristo se nos dice que debemos ser amables, bondadosos y perdonarnos unos a otros, ¡cuánto más en el
matrimonio! (Ef. 4, 32).

4. Un matrimonio Cristo céntrico es vivido con amor sacrificial. Ese es el patrón que Jesús estableció cuando
Él se dio a Sí mismo por la Iglesia en Su muerte sacrificial (Ef. 5, 25). Pero no es simplemente una cuestión de
entregar tu vida por tu pareja. Algunos hombres están dispuestos a morir por sus esposas, pero no a vivir
desinteresadamente por ellas. El amor sacrificial apunta hacia lo que es mejor para nuestro cónyuge; el amor
sacrificial de Jesús apuntaba a presentar la iglesia a sí mismo “en toda su gloria, sin mancha ni arruga ni cosa
semejante” (Ef. 5, 27). Ve y haz lo mismo.

5. Un matrimonio Cristo céntrico se comunica. El apóstol Juan enfatizó la comunión de los cristianos con
Cristo, como unos con otros (1 Jn 1, 3). La comunión o el compartir una vida juntos, involucra la comunicación.
Y la comunicación involucra a dos que escuchan y a dos que hablan, quienes están a su vez involucrados en una
vida juntos. Enfrentémoslo, la mayoría de los hombres fracasan miserablemente en la comunicación, como si
hubiera algo poco masculino acerca de hablar tierna y amorosamente con sus esposas. Sin embargo, en verdad
hace más varonil a un hombre que aprenda a escuchar y hablar con su esposa, y eso le da tiempo a ese tipo de
dulce comunión y comunicación. Así que muchachos, ¡actúen como hombres de verdad!

6. Un matrimonio Cristo céntrico crece en la intimidad. ¿No es algo que hacemos con Cristo? Buscamos
crecer en la gracia y conocimiento de Jesucristo. La oración de Pablo por la iglesia de Éfeso es sobre el
crecimiento de su intimidad con Jesús (Ef. 5, 14-19). Dios ha dado la intimidad conyugal exclusivamente para
el matrimonio (Gn. 2,24; Heb. 13, 4). Jesús es tan glorificado en el crecimiento de la intimidad conyugal, como
lo es en el servicio a otros.

7. Un matrimonio Cristo céntrico es vivido conjuntamente en la esperanza en Cristo. En lugar de centrar


todo en hijos, casas, carros, carreras profesionales, vacaciones y cuentas bancarias, cuando estamos atados a
Cristo, nuestra esperanza radiante debe estar puesta en Él y Sus promesas. Podemos estar decepcionados con la
forma en que viven nuestros hijos o por la pérdida de un trabajo o una cuenta bancaria delgada, pero nunca nos
decepcionaremos en Él (Rom. 10,11; 1 Jn. 3,3). Su esperanza nos sostiene incluso en los momentos más
difíciles. Dios ha diseñado y desarrollado Su misteriosa voluntad para que podamos conocer a “Cristo en ti, la
esperanza de gloria” (Col. 1, 24-27). Juntos, marido y mujer aprenden a apreciar su esperanza en Cristo más que
todas las cosas temporales de la vida.

8. Un matrimonio Cristo céntrico está comprometido con la iglesia. Si Cristo murió para salvar a la iglesia
(Hch. 20,28), entonces un matrimonio centrado en Cristo no puede tratar a la iglesia como una parte marginal
de sus vidas. Necesitamos de la iglesia para dar cuentas a alguien, para que nos ayude a crecer en Cristo, para
que nos una como pareja en servicio amoroso, para desarrollar nuestros dones y ministerios, para adorar juntos,
para aprender a vivir juntos en sacrificio, para agudizar nuestra comprensión de la vida y la piedad, y para
prepararnos para ver a Cristo. Como la iglesia aventaja al matrimonio en la economía de Dios (no se nos dice
que Jesús murió por el matrimonio), entonces debemos comprometernos como esposo y esposa con el cuerpo de
Cristo.
Podrías agregar algunos elementos más que sumen a un matrimonio centrado en Cristo. Las nueve que he
brindado no ocurren con solo presionar un botón, exigen trabajo duro, vivir en el evangelio, confiar en el
Espíritu y el deseo apasionado de glorificar a Jesucristo en todas las cosas, especialmente en el matrimonio.
Busquemos una mayor satisfacción en el matrimonio teniendo a Jesucristo como su centro.

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