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Es un tratado de 1693 sobre educación escrito por el filósofo inglés John Locke.
Durante más de un siglo fue la obra filosófica más importante sobre educación en
Gran Bretaña. Traducido a casi todos los principales idiomas de Europa, fue un
referente en los escritos pedagógicos posteriores; incluso Jean-Jacques Rousseau
reconoció su influencia.
En 1684 Edward Clarke pidió consejo a su amigo Locke para educar a su hijo, a lo
que éste respondió con una serie de cartas que recogían pensamientos relativos a
la educación. Sin embargo, hasta 1693 no se decidió a publicar el tratado y lo hizo
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La educación del siglo XVIII se puede considerar que ha estado influida por dos de
sus planteamientos. En primer lugar, la hipótesis de que la educación hace a la
persona, lo que se opone al modelo agustiniano y también al cartesiano que
suponen un cierto innatismo (es decir, no adquiridas por la experiencia) y otorga a la
educación un lugar secundario en el desarrollo humano. Así, Locke señala: "Creo
poder asegurar que de cien personas hay noventa que son lo que son, buenas o
malas, útiles o inútiles a la sociedad, debido a la educación que han recibido”, por
lo que esta se convierte en el motor del desarrollo humano. En su libro Ensayo
sobre el entendimiento humano Locke plantea la hipótesis de que el hombre nace
con su "mente en blanco", como una tabula rasa a la que se va dando forma o
grabando con sus experiencias. Aunque Locke creía en la existencia de talentos y
habilidades naturales, defendió esta postura contra el innatismo. Por ello alerta a
los padres a que estén atentos a esas habilidades o talentos que sus hijos pueden
mostrar y a que les proporcionen las actividades adecuadas para su mejor
desarrollo.
Cuerpo y mente
Locke aconseja a los padres que consoliden cuidadosamente unos buenos hábitos
físicos en sus hijos como primera medida para abordar su educación académica.
No es sorprendente que ésta sea su primera propuesta ya que realizó estudios de
medicina en Oxford. Sin embargo, esta idea del cuidado físico, de atender
especialmente a las necesidades físicas, se puede considerar muy influyente en
los manuales para cuidar a los niños utilizados en Occidente desde entonces. Con
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Ofrece por tanto una serie de recomendaciones concretas tales como la necesidad
de que los niños aprendan a nadar, de que practiquen paseos al aire libre, utilicen
ropas adecuadas, que mantengan una alimentación saludable, así como los
modos de abordar los periodos de sueño. Todo ello en el marco de una de las
ideas que defendió con firmeza: la necesidad de someter a los niños a condiciones
algo duras; por ejemplo si hace frío no abrigarles en exceso para que cuando sean
mayores puedan resistir mejor el frío. O bien que para prevenir el resfriado los
niños deberían lavarse todos los días los pies con agua fría, o algo más mayores
tomar duchas de agua fría. De este modo propone una serie de medidas
concretas para educarlos en un ambiente exigente. Estas ideas se hicieron muy
populares en los siglos siguientes, aunque no se siguieran en muchos casos.
Virtud y razón
La mayor parte del libro se dedica a la forma en que se puede inculcar la virtud en
los niños. Considera que la virtud se alcanza a través de la auto denegación y
racionalidad, así señala que el fundamento de la virtud consiste en "que un
hombre sea capaz de rehusarse la satisfacción de sus propios deseos, de
contrariar sus propias inclinaciones y seguir solamente lo que su razón le dicta
como lo mejor”. En el proceso educativo destaca la importancia de educar desde
niño la necesidad de actuar racionalmente y la responsabilidad que esto supone
para los padres, así señala: "El que no haya contraído el hábito de someter su
voluntad a la razón de los demás cuando era joven, hallará gran trabajo en
someterse a su propia razón cuando tenga edad de hacer uso de ella". [ ]También
destaca los modelos que se le ofrecen como fuente de errores educativos en
ejemplos y juegos como "Pegame, para que yo te pegue”, o cuando se convierte
a los vestidos en "materia de emulación y vanidad", [ ]o el hecho de que se alaben
las mentiras y las excusas de los niños "cuando van en beneficio de los padres" [.]
De este modo señala como un grave error "mimar a los niños e inculcarles los
principios del vicio”.
llegarán a ser los mejores hombres". [] También rechaza el uso de la violencia "no
por golpes, por las riñas y otros castigos serviles", [] reclamando una educación
más inteligente para los niños a medida que van creciendo. Propone por
consiguiente un sistema de disciplina basado en la estima y la vergüenza de lo
realizado, más que en las recompensas y castigos. [] Defiende el uso del
razonamiento con los niños, el hecho de ofrecerles explicaciones adaptadas a su
edad al considerarlos como criaturas racionales, así señala "debéis de hacerles
comprender, por la dulzura de vuestras maneras, ..., que lo que hacéis es
razonable en sí, tanto como útil y necesario para ellos". [ ]El método principal que
propugna para formar a los niños y jóvenes es proporcionarles ejemplos.
Currículo académico
enseñanza que abandone los métodos propios del humanismo y basados en las
artes liberales, concediendo gran importancia a la enseñanza científica y la
práctica profesional, por ejemplo recomienda que los chicos aprendan un oficio
manual o incluso varios.[]
El objetivo principal de este escrito "es cómo un joven caballero debe ser educado
desde su infancia". Con relación a las chicas señala que aunque no cubre tan
perfectamente la necesidad de educación de las hijas, ya que la diferencia de sexo
requiere un tratamiento diferente, no será difícil aplicarlo atendiendo a éste. Así
para Locke, la educación es fundamentalmente la misma para hombres y las
mujeres, sólo serían necesarias pequeñas y evidentes adaptaciones para las
mujeres. Esta interpretación está apoyada por una carta que escribió a la Sra
Clarke en 1685 declarando que "no reconozco ninguna diferencia de sexo en su
mente relacionadas... con la verdad, la virtud y la obediencia". [] Martin Simons
afirma que "En lugar de enviar los niños a las escuelas que hacer caso omiso de
sus necesidades y enseñarles cosas de poco de valor, Locke sostiene que debe
enseñarse a las niñas en el hogar cuestiones útiles y necesarias como la
artesanía, la casa, ... Al igual que su contemporánea Mary Astell, Locke creía que
la mujer puede y debe ser enseñada a convertirse en un ser racional y virtuoso []
Barrionuevo, M.E. (2005), John Locke (1632 - 1704). Su vida, su obra y pensamiento: En
Revista Iberoamericana de Educación, 25 de abril de 2005 ISSN 1681-5653
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ESTUDIOS. Filosofía-historia-letras
Verano-Otoño 1996
Lo primero que llama la atención, al ser una calidad bastante rara entre
los filósofos, es el sentido extraordinario de la oportunidad de que dio
muestra Locke. Con señalada prudencia, en una Inglaterra dominada
por guerras civiles, con un sabor claro de guerras de religión, supo
publicar su obra en el breve tiempo de cinco años -en 1689, imprime
La Epístola sobre la tolerancia, al año siguiente, el Ensayo sobre el
entendimiento humano, y los Dos Tratados sobre el Gobierno, y por fin
en 1693, Pensamientos sobre la educación- justo cuando el triunfo de
la revolución llamada gloriosa (1688) había creado las condiciones
ideales para la recepción de un pensamiento, si no demasiado original,
sí perfectamente adecuado a la demanda de una burguesía que estaba
saliendo del cascarón. De ahí su enorme éxito en su tiempo y en los
que le siguieron.
Digo que convendría leer este escrito en clase para hacer patente a los
jóvenes de hoy que hubo un tiempo en que se pensó de forma muy
distinta: cuesta trabajo hacerse cargo de que se pueda pensar de
manera contraria a lo que nos parece evidente, y el valor pedagógico
del libro de Locke recae en el esfuerzo que es preciso realizar para
imaginar una Europa en la que se estaba dispuesto a emplear la
violencia más brutal en defensa de la fe. Todavía en mi juventud, y no
hace tantos años, un profesor universitario, enfurecido por nuestras
quejas por la falta de libertad, nos lanzó a la cara aquello de toda la
libertad para la verdad y ninguna para el error, la defensa más
arbitraria de la intolerancia de que tengo noticia. Un mejor
conocimiento de un pasado no tan lejano puede servirnos a la hora de
juzgar otras culturas no europeas de nuestros días.
“l
“la sociedad era la fuente de toda moral, junto con la afirmación de que las mismas sociedades son creadas por individuos que
pueden cambiarlas”,
Es verdad que históricamente John Locke no ha sido visto como un pedagogo y sus aportes hasta ahora están saliendo a luz como
parte de la “Nueva Historia”, por ello hay que reconocer que los pensamientos de Isaac Newton, que afectaron a las comprensiones
de ese tiempo también afectaron la educación, en su aplicación serían un logro del autor estudiado. Basta recordar su temporada en
los Países Bajos cuando escribió las Cartas a E. Clarke, que serán conocidas como Algunos Pensamientos sobre la Educación y que
versaban sobre la educación de su hijo. Cartas que fueron llevadas al francés, al alemán y al italiano en su época.
¿Qué planteaba John Locke en Algunos Pensamientos sobre la educación? Hay que precisar que en Occidente primaba la creencia
que toda sabiduría provenía de dios, la cual era fuente de toda ilustración personal y por ende del orden social existente. El principio
de la sabiduría era el temor de dios. John Locke (1693) con sus pensamientos filosóficos y políticos de que “la sociedad era la fuente
de toda moral, junto con la afirmación de que las mismas sociedades son creadas por individuos que pueden cambiarlas”, marcan
una transición en los procesos educativos existentes. Los planteamientos sobre el entendimiento humano o sobre la mente, estaban
presentes en las concepciones educativas de los siglos XVIII y sobre todo el XIX. La idea de que la mente es pasiva en la percepción,
permanecería durante mucho tiempo como postulado básico de la metodología científica y llegaría a ejercer una profunda influencia
en la teoría de la educación. Así lo explican Bronnowski y Mazlish (1963), “la idea de pasividad de la mente permaneció hasta que
apareció el principio de la incertidumbre de Heisenberg y en Física el de relatividad de Einstein, lo que llevó a una nueva idea
El famoso aforismo quam tabula rasa John Locke lo traspuso al concepto de la mente infantil la que es “como papel blanco o cera,
que se puede moldear y adaptar como se quiera. (...) Así la diferencia que puede encontrarse en las maneras y habilidades de los
hombres se debe más a su educación que a ninguna otra cosa”. (Locke, 1693).
En Algunos Pensamientos sobre la Educación, el médico-filósofo, plantea una educación para los “gentleman”, especialmente
orientados para el mantenimiento del cuerpo y de la mente, pero también para el cultivo de la vida en sociedad y el desenvolvimiento
laboral. Planteaba ya un “ideal de hombre” para una sociedad determinada. En cuanto a la finalidad de la educación en la virtud, la
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sabiduría, las buenas maneras y el aprendizaje. En esto se resume la formación del caballero o gentleman.(Locke, 1963)
Jaramillo Uribe, (2002) explica que el “gentleman” era una mezcla de noble y de burgués. A la formación mundana y humanista
agrega la formación profesional y técnica. Tiene las cualidades de la crianza nobiliaria, pero no desdeña el trabajo, ni la técnica, ni el
mundo de los negocios y la economía característicos de la civilización industrial… Y, el “Squiare”, el caballero rural… este tipo de
humano une el conocimiento del hombre –sentido político, diplomático, mundano- la efectividad funcional de quien conoce las
técnicas modernas (p.62 y 63). Tanto para el “gentleman” como para el “squiare”, el cuidado del cuerpo a través del ejercicio
colaboraría para su templanza y su salud corporal. Locke ofreció la clave para la reconciliación de la educación humanista del
caballero con el punto de vista que sostiene que «el aprendizaje se puede convertir en un juego y un placer para los niños» (Locke
John Locke insistía la importancia de la educación desde el hogar, escenario de amor pero también de disciplina, sin caer en el
castigo, que no conducía sino a dejar una impronta en la vida del infante y resulta el “menos eficaz de los que pueden utilizarse en
educación… Los golpes y los demás castigos serviles y corporales no convienen, pues, como disciplina en la educación de un
niño…”. Ellos llevan a la violencia antes que a ala razón. Insistía en la vital importancia de las buenas costumbres. De aquí su
máxima famosa, que tanto fue criticada (sobre todo por Rousseau) de razonar con los niños, es decir de tratarlos como seres
racionales apenas fuera posible. De donde lo que se buscaba era hacerles comprender que todo lo que se discutía era favorable para
sus vidas. El camino de la mente a la razón coincide con un progresivo camino hacia la libertad.
El juego es un factor educativo de enorme importancia, y no sólo como ejercicio físico. El juego guía a calcular las propias fuerzas, a
vencerse, a conducirse con beneficio sobre el mundo externo, por lo que debe ser tenido en cuenta en la educación intelectual.
Además, puede ser partida de enseñanzas intelectuales. “Hay que empezar por el juego y convertir éste, poco a poco en trabajo. (...)
Para John Locke el estudio debe ser algo natural y libre, placentero, que satisfaga al niño y sus deseos. Para ello esbozo su plan de
trabajo: Habría que enseñarle la lengua propia; lectur de libros fáciles y agradables, directamente, sin normas rígidas; importante
inculcarle una segunda lengua y después latín, la historia, la geografía, ciencias naturales, geometría y “todas las otras ramas de la
cultura que se refieren a cosas que los sentidos perciben”. Desdeñaba la retórica, la lógica y la metafísica que no servían para nada.
Le daba importancia a la Física de su tiempo. Su fin de formación intelectual”es preparar a éste (gentleman) de forma que absorba
cualquier ciencia a la que desee dedicarse y sea capaz de libertad de pensamiento”, sin reglas y nociones dudosas.
En su similitud al Humanismo, es afecto al estudio desde las fuentes, al respecto dijo: ” recurrid a la fuente original y no toméis
materiales de segunda mano. No hagáis de lado a los grandes maestros, (...) familiarizaos plenamente con los principios de los
autores originales, confirmadlos y luego sacad vosotros mismos las deducciones del caso”.
Otra idea de Locke, es la importancia que le atribuye a los ejercicios corporales, propone, asimismo a la esritura, a la lectura, el uso
del caballo, la espada, trabajos en madera y en plantas y árboles ornamentales. Esto fundamentaba su máxima extraída de Juvenal
Probando resumir entonces, puede decirse del pensamiento educativo de John Locke.
· Lo planteamientos educativos no están ya imbuidos de finalidad teológica. “Un espíritu sano en un cuerpo sano, es una
· Después de un cuerpo sano viene que éste obedezca al espíritu, de manera tal que “en todas las ocasiones se inclina a aprobar, lo
· Hay que doblegarse ante la razón propia. Haciendo énfasis en que el maltrato no conlleva, pero si una sana,”con el fin de que se
vaya acostumbrando a la libertad que proporciona comportarse de acuerdo a la razón”. En este enunciado hallarnos las tres
categorías que profieren el discurso de Locke en lo pedagógico: libertad (freedom), razón (reason) y costumbre (custom).
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· Sus planteamientos van dirigidos hacia los caballeros rurales especialmente: “pues, en cuanto este estamento se haya puesto en
orden por medio de la educación, rápidamente los pondrá a todos los demás.”
· Así entonces, una buena educación para John Locke es aquella que atiende lo físico y lo mental. De donde el cuerpo no es para
consentirse sino para fortalecerlo en distintas maneras. El buen educador insiste en ejercicio, juego y abundante sueño, “el gran
· Locke considera que la educación ha de estar en armonía con la socialización de clase. Asimismo está convencido de que las
enormes diferencias que comprobamos entre los individuos son en mucha mayor medida producto de la educación que de la
naturaleza. Si las diferencias sociales dependen de la educación recibida, importa mantener el privilegio educativo como forma de
dominación social. Una clase social conserva su papel de clase dirigente, si sabe educar a sus miembros de la forma que convenga
a sus intereses. La gentry, que hasta cierto punto ha permanecido hasta hoy como clase dirigente, fue muy consciente de lo que
· Parte de que no hay nada en el entendimiento que no haya pasado ante por los sentidos, dando con ello un carácter realista al
transcurso educativo. De donde su didáctica promueve el concepto de una educación integral, basada en la formación física,
intelectual y moral del hombre y en una enseñanza que ha de partir de los objetos, de la indagación directa y la experiencia personal,
del juego, del estudio libre y del ejercicio, del hábito, de la ordenación y de la gradualidad.
· “El trabajo del maestro no consiste tanto en enseñar todo lo aprendible, como producir en el alumno amor y estima por el
conocimiento, y ponerlo en el camino correcto para aprender y mejorarse cuando así lo desee.”
· “La mayor habilidad de un maestro es provocar y mantener la atención de su alumno. En tanto lo logre, puede estar seguro de
avanzar tan rápidamente como las habilidades del estudiante lo permitan. Para logarlo, debe hacer que el niño comprenda la utilidad
de lo que se le enseña, y hacer que vea que gracias a lo que ha aprendido puede hacer cosas que antes eran imposibles, algo que le
da una ventaja sobre los ignorantes. A ésto debe agregar dulzura en todas sus lecciones, y una cierta ternura en su trato, que haga al
niño sensible y le muestre que lo ama y que sólo busca su bienestar. Éste es el único modo de ganarse el afecto del niño, a fin de
· Una crítica que se puede plantearse al realismo disciplinario y a la doctrina educativa empirista de John Locke es que pensaba que
ésta era para la clase dominante, para el propietario, al que consideraba ciudadano. Igualmente la concepción de la educación como
La influencia de John Locke en estos albores del siglo XXI puede verse dibujada, entonces, en:
· La tríada de libertad (freedom), razón (reason) y hábito o costumbre (custom) como fundamentos del discurso pedagógico.
INTRODUCCIÓN. John Locke fue uno de los pensadores más influyentes de la historia.
Su teoría política influyó en la Constitución americana y francesa. Sus puntos de vista
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1. Juventud. John Locke nació cerca de Bristol, Inglaterra, en 1632. Su padre era
un abogado de éxito y un hombre de medios cómoda. Locke recibió una educación
rudimentaria, bajo la tutela de su padre, antes de entrar en la Escuela de
Westminster. Estudió a los clásicos en la preparación de Oxford. En 1652 ganó
una beca para Christ College de Oxford. Durante su estancia en Oxford, Locke
quedó impresionado por el pensamiento de René Descartes. Esto lo llevó a un
interés por la ciencia y la medicina.
3. EXILIO. Locke sigue siendo un puritano toda su vida. Apoyó los esfuerzos del
conde de Shaftesbury para evitar que el Stuart católico, Jacobo II, de llegar al trono
de Inglés en la sucesión a su hermano, Carlos 11. Esta campaña fracasó. Después
de James accedió al trono, Shaftesbury fue detenido y traición a la patria triedfor en
1681. A pesar de Shaftesbury fue absuelto, él y Locke se exilió en Holanda.
Shaftesbury murió en ese mismo año. Locke pasó a la clandestinidad después de
que James 11 pidió su extradición para ser juzgado por traición a la patria. Locke
logrado vivir estos años en la pequeña renta mensual que recibió de herencia de su
padre. Cuando Guillermo de Orange y María capturado el trono en 1688, Locke era
libre de volver a Inglaterra.
Citas
John Locke, 1692
Parte II
¿Quién espera que bajo un tutor el joven se vuelva un crítico eximio, un orador o un lógico, que llegue al
fondo de la metafísica, la filosofía natural o las matemáticas, o sea un doctor en historia o cronología?
Aunque un poco de cada una de estas materias deben serle impartidas, es sólo para abrir la puerta de modo
que mire dentro, como quien inicia una relación, pero no para que se explaye en ellas.
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Cuanto antes se lo trate como un hombre, más rápido se volverá uno. Si se admite al joven en
conversaciones serias lentamente se elevará su mente por sobre las ocupaciones usuales de la juventud, y esos
intereses en los que típicamente pierde el tiempo. Es común observar que muchos jóvenes continúan con sus
comportamientos y conversaciones de escolares simplemente porque sus padres los mantienen a distancia y
en esa condición merced al trato infantil que les brindan.
No debe ocuparse todo el tiempo en darle lecturas y en dictarle magistralmente aquello que debe observar y
respetar. Escucharlo a su debido momento, y acostumbrarlo a razonar sobre lo que se le propone, hará que las
reglas le sean más sencillas y se afirmen más sólidamente, y le dará mayor aprecio por el estudio y la
instrucción.
Deben mostrársele ejemplos, y solicitar su juicio. Esto abre el entendimiento más que las máximas, no
importa qué tan bien se las haya explicado, y afirma las reglas en la memoria a causa de la práctica. Las
palabras son, en el mejor de los casos, débiles representaciones, y poco más que la sombra de las cosas.
Que un niño nunca debe ser tolerado ante cualquiera cosa que pida, menos todavía cuando llora, es
evidente. Pero corro el peligro de ser malinterpretado y por eso me explicaré. Es apropiado que los niños
tengan libertad de pedir a sus padres, y que con toda ternura se los complazca y se los provea, sobre todo
cuando son pequeños. Pero una cosa es decir "tengo hambre" y otra "quiero comer carne asada".
La recreación es tan necesaria como el trabajo o la comida. Pero desde que no puede haber recreación sin
placer, el cual no depende siempre de la razón sino del capricho, debe permitirse a los niños no sólo
divertirse, sino hacerlo a su manera, siempre que sea inocentemente y sin perjuicio para su salud.
En cuanto a la posesión de bienes materiales, enséñese a compartir lo que se tiene, libre y fácilmente con
los amigos, y a aprender por experiencia que los más generosos son los que más tienen.
Desde el principio debe educarse a los niños en el aborrecimiento de la matanza o tormento de cualquier
criatura viva, y enseñarles a no desperdiciar o destruir nada salvo que sea para preservar algo más noble.
La curiosidad en los niños es un apetito del conocimiento, y debiera ser alimentada no sólo como un buen
signo, sino como el gran instrumento que la naturaleza nos ha dado para eliminar la ignorancia en la que
nacemos, y sin la cual seríamos criaturas inútiles.
Esto me parece obvio: que los niños odian estar ociosos. Lo que importa entonces es que su humor esté
siempre ocupado en algo útil, procurando que lo que tengan que hacer sea para ellos una recreación, y no un
trabajo.
Aunque estemos de acuerdo en que los niños deben tener muchos juguetes, pienso que no debería
comprársele ninguno. Esto contribuiría a que alejen sus mentes de lo superfluo, volviéndose inquietos y
perpetuamente deseosos de obtener algo más, incluso sin saber qué, y a nunca sentirse satisfechos con lo que
tienen.
Cuando se lo descubra en la primer mentira, debe reaccionarse como descubriendo algo monstruoso en él,
antes que reprocharle una falta ordinaria. Si la repitiese, la siguiente vez deberá ser seriamente reconvenido, y
mostrársele que ha caído en desgracia frente a su padre, madre y todos los que lo rodean. Si todavía ésto no lo
cura, deberán darse algunos golpes, porque luego de tanta advertencia una mentira premeditada debe ser vista
siempre como obstinación, y nunca permitirse que pase sin castigo.
Los niños, temerosos de que sus faltas sean vistas al natural, tratarán, como todos los hijos de Adán, de
inventar excusas. Ésta es una falta que orilla la mentira y que lleva a ella, y no debe ser tolerada, sino más
bien curada a través de la vergüenza, mucho antes que por la violencia.
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Cuando considero cuánto se habla sobre la necesidad de enseñar Latín y Griego, sobre los años que se
deben ocupar en ello, y cuánto ruido se hace para nada, se me ocurre que los padres todavía viven temerosos
de la vara del maestro, a la que ven como única herramienta educativa, y por eso aceptan estas reglas como si
todo en la enseñanza se limitase a ellas. ¿De qué otro modo es posible que un niño sea encadenado a los
remos durante siete, ocho o diez de los mejores años de su vida para apropiarse de un idioma o dos, cuando
podrían adquirirlos más fácilmente y más rápido si se los enseñase jugando?
Los niños no deberían trabajar, ni sus mentes ni cuerpos ocuparse de esto. Si se los fuerza y ata a los libros
a una edad naturalmente enemiga de estos menesteres, es seguro que odiarán el estudio por el resto de sus
vidas.
La mayor habilidad de un maestro es provocar y mantener la atención de su alumno. En tanto lo logre,
puede estar seguro de avanzar tan rápidamente como las habilidades del estudiante lo permitan. Para logarlo,
debe hacer que el niño comprenda la utilidad de lo que se le enseña, y hacer que vea que gracias a lo que ha
aprendido puede hacer cosas que antes eran imposibles, algo que le da una ventaja sobre los ignorantes. A
ésto debe agregar dulzura en todas sus lecciones, y una cierta ternura en su trato, que haga al niño sensible y
le muestre que lo ama y que sólo busca su bienestar. Éste es el único modo de ganarse el afecto del niño, a fin
de que se aplique al estudio y aprecie lo que se le enseña.
El trabajo del maestro no consiste tanto en enseñar todo lo aprendible, como producir en el alumno amor y
estima por el conocimiento, y ponerlo en el camino correcto para aprender y mejorarse cuando así lo desee.
Nuestro gran asunto es la virtud y la sabiduría: Nullum numen abest si sit Prudentia. Enséñese a dominar
las inclinaciones y a someter el apetito a la razón. Hágase la mente lo más sensible que se pueda al elogio y la
reprobación y entonces se habrá instilado un verdadero principio que no se compara con el miedo a la vara, y
que será el cimiento donde luego apoyar los más grandes principios de la moralidad y la religión.
John Locke
Como ya he dicho, la sociedad conveniente a los niños es el hogar. Casi estoy dispuesto a
detener mi pluma y a no importunaros más sobre este asunto, porque, puesto que el ejemplo
y la sociedad, en efecto, tienen más influjo que todos los preceptos, que todas las reglas y
todas las instrucciones, pienso que es casi enteramente inútil hacer un largo discurso sobre
otras razones y hablar más de ello sin ningún propósito. Pero estaréis dispuestos a
preguntar: ¿Qué haré yo con mi hijo? Si lo retengo siempre en casa corre peligro de
convertirse en un pequeño señor, y si le envío fuera de casa, ¿cómo puedo librarle del
contagio de la rudeza y del vicio, que tan de moda está por todas partes? En mi casa se
conservará más inocente, pero también más ignorante del mundo; acostumbrádose a no
cambiar de compañía, y viendo constantemente las mismas caras, será, cuando llegue al
mundo, un ser tímido u obstinado.
Confieso que por ambos lados existen inconvenientes. Educado fuera de casa, el niño se
hará, es verdad, más atrevido y más capaz de valerse entre los niños de su edad, y la
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emulación de los compañeros dará más vida y habilidad a su joven espíritu. Pero hasta que
encontréis una escuela en la que el maestro tenga tiempo para vigilar las costumbres de sus
discípulos y en la que la experiencia os pruebe que pone tanto cuidado en darles una buena
educación y en formar su espíritu en la virtud, como en acostumbrar su lengua a los
idiomas clásicos, mostraréis, forzoso es convenir en ello, un extraño amor por las palabras
si, prefiriendo el lenguaje de los griegos y los romanos a las cualidades que hacían de ellos
gentes valerosas, estimáis que vale la pena de exponer, por un poco de griego y de latín, a
todos los azares de la vida común la inocencia y la virtud de vuestro hijo. En cuanto al
atrevimiento y a la seguridad que los niños pueden adquirir en el colegio, en la sociedad de
sus camaradas, se mezcla ordinariamente con tanta grosería y tanta presunción, que con
frecuencia se ven obligados a olvidar cosas poco convenientes y malsanas. Desde que
entran en el mundo, los hábitos adquiridos en el colegio tienen que desaparecer y dar lugar
a mejores usos, a maneras verdaderamente dignas de un hombre bien educado. Si se
considera hasta dónde el arte de vivir y de conducir, como se debe, sus asuntos por el
mundo es radicalmente opuesto a estos hábitos de petulancia, de malicia y de violencia que
se aprenden en el colegio, se convence uno de que los efectos de una educación privada
valen infinitamente más que las cualidades de este género y que los padres deben retener a
sus hijos en la casa para preservar sus inocencia y su modestia como virtudes que se
aproximan más a las de un hombre útil y capaz, y lo preparan mejor. Nadie ha pensado ni
aun sospechado jamás, que la vida tímida y retirada que se impone a las niñas haga de ellas
mujeres menos instruídas o menos capaces. El trato social cuando se acerquen al mundo,
les dará pronto una satisfactoria seguridad; y todo lo que el carácter pueda tener de rudo y
de violento debe procurarse apartarlo del hombre, porque el valor y la firmeza no reposan, a
mi juicio, en la rudeza y la mala educación.
La virtud es cosa más difícil de adquirir que el conocimiento del mundo, y, si la pierde el
joven, es difícil recobrarla. La pusilanimidad, la ignorancia del mundo, que son los defectos
imputados a la educacion doméstica, no son las consecuencias necesarias de la vida
familiar, y, en todo caso, aunque lo fuesen, no constituirían males incurables. El vicio es ya
un mal más tenaz y más incurable; y, por consiguiente, del que hay que defenderse en
primer lugar. Si conviene prevenir con cuidado esa muelle blandura que enerva
frecuentemente a los niños educados mimosamente en la casa, es precisamente en interés de
su virtud. Es preciso temer, en efecto, que este carácter débil no sea demasiado fácilmente
presa de las impresiones viciosas y que no exponga al joven novicio a las malas
tentaciones. Es preciso que un joven, antes de dejar el abrigo de la casa paterna, antes de
que se sustraiga a la tutela de su preceptor, haya adquirido una cierta firmeza de carácter y
haya sido puesto en relación con los hombres para asegurar sus virtudes y no dejarle
emprender un camino ruinoso, o arriesgarse en un precipicio fatal antes de estar
suficientemente familiarizado con los peligros del trato social y poseer la firmeza necesaria
para no ceder a las tentaciones. Si no hubiera este peligro que temer, no sería tan necesario
combatir desde muy temprano en el niño la timidez y la ignorancia del mundo. El trato con
los hombres le corrige rápidamente, razón más poderosa todavía para tener un buen
preceptor en la casa. Porque si nos hemos de esforzar en darle un aire viril y una seguridad
conveniente, es principalmente como una defensa de su virtud cuando sea llamado a
gobernarse por sí mismo en el mundo.
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Es, pues, absurdo el sacrificar su inocencia para alcanzar confianza y una cierta seguridad
en gobernarse por sí mismo, en su trato con los niños mal educados y viciosos; porque el
principal objeto que se persigue enseñándole firmeza y aun a sostenerse sobre sus propias
piernas, es solamente para la conservación de su virtud. Porque si llega a suceder alguna
vez el unir a sus vicios la confianza y la destreza, y a disfrazar sus torpezas, se perderá más
seguramente de manera que será preciso o deshacer todos los hábitos que haya aprendido
con sus camaradas y desembarazarlo pronto de ellos, o bien dejarlo correr a su pérdida. Los
jóvenes no pueden dejar de adquirir seguridad, gracias al comercio de los hombres, cuando
vivan con ellos, y esto debe ocurrir cuanto antes. Lo que más reclama nuestro tiempo y
nuestros cuidados asiduos es el establecer en su espíritu los principios y la práctica de la
virtud y la buena educación. Esta es la preparación (seasoning) que debe recibir de tal modo
que no sea el borrarla fácilmente. De esto deben estar bien provistos; porque el trato social,
cuando llegan al mundo aumentará su conocimiento y su seguridad, pero es también muy
ocasionado a disminuir su virtud; es preciso, por tanto, que tengan una abundante provisión
y que de esto su espíritu se haya epentrado profundamente.
Cómo pueden ser preparados para la vida social y dispuestos para hacer su entrada en el
mundo, cuando estén maduros para esto, lo examinaremos en otro lugar. Pero no puedo
comprender cómo un niño puede adquirir el talento del trato, social y el arte de resolver sus
asuntos en el mundo por haber sido colocado en medio de un grupo de niños disipados, de
camaradas de toda clase, por haber aprendido a querellarse a propósito del trompo, o a
hacer trampas en el juego. Y es difícil adivinar las cualidades que un padre pueda esperar
que sus hijos consigan en la sociedad de estos niños que reúne la escuela procedentes de
todo género de familias. De lo que estoy seguro es de que todo el que pueda costear un
preceptor y educar a su hijo en su casa, le asegurará mejor que toda escuela, maneras
gentiles, pensamientos viriles, el sentimiento de lo que es digno y conveniente, sin contar
con que le obligará a hacer mayores progresos en sus estudios y también que hará madurar
más pronto al hombre en el niño. No es que yo intente censurar por esto a los hombres que
dirigen grandes escuelas, ni piense menospreciar su misión. Hay gran diferencia en tener
dos o tres discípulos en la misma casa o tres o cuatro veintenas de niños alojados juntos.
Cualquiera que sea la habilidad y la actividad del maestro, es imposible que tenga cincuenta
o un centenar de escolares bajo su mirada fuera de las horas de clase en que se reúnen
todos. No se puede esperar que consiga enseñarles otra cosa que lo que está contenido en
sus libros de estudio. Para formar su espíritu y sus maneras sería preciso una atención
constante y cuidados particulares prestados a cada niño; lo cual es incompatible con una
población escolar tan numerosa; y lo que, por otra parte, carecería de resultado (suponiendo
que el maestro tuviese tiempo de estudiar y de atender a los defectos individuales y a las
malas inclinaciones de cada escolar), puesto que el niño, durante la mayor parte de las
veinticuatro horas de cada día, está necesariamente abandonado a sí mismo o al influjo
pernicioso de sus camaradas, influjo más fuerte que todas las lecciones del maestro.
Pero observando los padres que la fortuna favorece con más frecuencia a los hombres
intrigantes y atrevidos, se alegran de ver a sus hijos, muy pronto, vivos y emprendedores.
Ven en ello un presagio feliz que les asegura el éxito y miran complacinetes las malas
partidas que juegan a sus camaradas o que aprenden de ellos, como si por eso realizasen un
progreso en el arte de vivir y de triunfar en el mundo. Pero yo me tomaría la libertad de
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decir quien pone los fundamentos de la fortuna de su hijo en la virtud y la buen crianza,
toma el único camino seguro y garantizado. Y no son las travesuras o las diabluras usuales
entre los escolares, ni sus maneras groseras, ni su habilidad en entenderse para devastar un
jardín, lo que hacen hábil a un hombre; son los principios de justicia, de generosidad y de
templanza, unidos a la reflexión y a la actividad, y estas cualidades no me parece que son
las que aprenden unos niños de otros. Y si un joven educado en su casa no está más
instruído en estas virtudes de lo que estaría en el colegio, yo deduciría que su padre no ha
sido bastante feliz en la elección de su preceptor. Tomad un niño de los mejores de una
clase de gramática y otro de su edad educado en la familia, y presentadlos juntos en la
buena sociedad y entonces se verá quién es el que tiene las maneras de un hombre y se
dirige con más soltura a los extraños. Yo imagino que la pretendida seguridad del escolar o
bien le comprometerá o bien le faltará; y si es tal, que le capacita solamente para el trato
con los niños, mejor estaría sin ella.
El vicio, si podemos creer las lamentaciones generales, madura tan pronto en nuestros días,
y se desenvuelve tan temprano entre los jóvenes, que es imposible proteger a un niño contra
el contagio invasor del mal si le abandonáis a sí mismo en un rebaño de niños, y si dejáis al
azar o a su inclinación el cuidado de escoger sus compañeros. Por qué causas fatales el
vicio, en estos últimos tiempos, ha hecho tan grandes progresos entre nosotros, y por manos
de qué hombres ha llegado a un dominio tan soberano, dejo a otros que lo averigüen. Deseo
que aquellos que se lamentan de la gran decadencia de la piedad cristiana y de la virtud y de
la insuficiencia de la instrucción y de la falta de saber que caracteriza a los jóvenes de esta
generación, hagan un esfuerzo para buscar los medios de restablecer todas estas cualidades
en las generaciones siguientes. Y estoy seguro de que si los fundamentos de esta reforma no
reposan sobre la educación de la juventud y sobre los buenos principios que se le
proporciona, todos los demás esfuerzos serán superfluos. Y si la inocencia, la sobriedad y la
actividad de las nuevas generaciones, no son cuidadas y preservadas, sería ridículo esperar
que los que deben sucedernos en la escena del mundo, estén abundantemente provistos de
esas cualidades de virtud, de habilidad y de cultura que han hecho hasta ahora a Inglaterra
digna de consideración en el mundo. Iba a agregar que también el valor, pero esta cualidad
ha sido siempre mirada como herencia natural de los ingleses. Sin embargo, lo que se ha
hablado sobre las últimas acciones marítimas (1), de un género desconocido por nuestros
antespasados me ofrece ocasión de decir que el vicio es la tumba del valor, y que una vez
que las costumbres disolutas hayan sofocado el verdadero sentimiento del honor, la bravura
no puede mantenerse ya en el corazón de los hombres. Creo que sería imposible citar un
solo ejemplo de una nación que, por famosa que fuese por su valor, haya conservado su
crédito militar y se haya mantenido temible para sus vecinos, una vez que la corrupción
haya quebrantado y roto los resortes de la disciplina, y que el vicio se haya desenvuelto
hasta el punto de osar mostrarse a cara descubierta y sin continencia.
Es, pues, la virtud, la virtud solamente, la única cosa difícil y esencial en la educación, y no
una atrevida petulancia, o una habilidad para desenvolverse (2). Todas las demás
consideraciones y cualidades deben ceder y posponerse a ésta. Este es el bien sólido y
substancial que el preceptor debe convertir en objeto de sus lecturas y de sus
conversaciones, y la labor y el arte de la educación deben llenar de ellos el espíritu, y
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consagrarse a conseguirlo y no cesar hasta que los jóvenes sientan por la virtud un
verdadero placer y coloquen en ella su fuerza, su gloria y su alegría.
Mientras más progresos haya hecho un niño en la virtud, más aptitud tendrá para adquirir
las demás cualidades. Una vez dispuesto, en efecto, a someterse a las leyes de la virtud, no
es de temer que se muestre refractario o moroso en el cumplimiento de los demás deberes;
y por eso yo no puedo dejar de preferir la educación doméstica, que se realiza ante los ojos
de los padres, con el auxilio de un buen preceptor; este es el mejor medio y el más seguro
de alcanzar el fin de la educación, siempre que la cosa sea posible y que se sigan, por otra
parte, buenos métodos. Es raro que una casa no sea frecuentada por un gran número de
personas: el padre habituará a sus hijos a todas las fisonomías que se presenten, y, en la
medida de lo posible, los pondrá en relación con los hombres de talento y de buena
educación. No sé por qué los que viven en el campo no han de llevar a sus hijos consigo
cuando hagan a sus amigos visitas de cortesía. Lo que sé bien es que un padre, que educa a
su hijo consigo, tiene más ocasiones de tenerlo en sus compañía, de darle estímulos cuando
lo juzgue a propósito, de garantirlo todo contra el contacto de los criados y de las personas
de condición inferior, que si educase a su hijo fuera. Reconozco que corresponde a los
padres adoptar una decisión sobre este punto, según sus conveniencias y teniendo en cuenta
sus circunstancias. Creo que es para un padre un mal cálculo no molestarse un poco por la
educación de sus hijos; porque la educación, en cualquier situación de fortuna que se vea
colocada una persona, es la mejor herencia que puede recibir. Pero si, después de todo,
ciertas gentes creen que la educación doméstica tiene el inconveniente de no asegurar al
niño bastantes relaciones sociales, y que la educación pública le proporciona,
ordinariamente, las que no convienen a un joven caballero, habría todavía un término
medio, a mi juicio, de evitar los inconvenientes que se encuentran de uno y otro lado.
Notas:
(1) Locke alude a la lucha indecisa entre la flota inglesa y la francesa en Bantry Bay (1684),
y a la derrota de las flotas combinadas inglesa y holandesa mandadas por el almirante
Torrington, por los franceses mandados por Tourvile, en Beachy Head en 1690. Macaulay
describe con viveza la alarma causada por esta desgracia naval.