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Lejos de la cruz del sur y al amparo de la Virgen de los peligros, el petreo puente recostaba

sus pilotes en el agua tranquila del rio. El graznido acompasado de las aves entre los juncos
marcaba el lento declive del dia, que comenzaba a morir buscando el sol esconderse tras
las sierras.
Las sombras tomaban ya posesion del lugar, y una extraña calma se adueñaba del paraje,
tan transitado a menudo por los transeuntes que pasaban del Centro de la ciudad hacia el
populoso barrio del Carmen, ya volviendo de sus quehaceres cotidianos, ya en camino a la
vieja estacion de tren.
Con talante taciturno, un hombre solo aguardaba bajo los arcos, observando la niebla que
se iba levantando entre las orillas, como si de miasmas se tratase, con gesto pensativo y un
cigarro medio apagado entre los labios; ya a derecha o a izquierda, oteaba el paisaje como
quien tiene la certeza de que ese dia y no otro sera el señalado. Las manos en los bolsillos
para palear el frio; sobre la camisa un poncho rojo por todo abrigo daba la impresion de un
ser macizo, compacto.
Un rumor de pasos rompio la quietud del ambiente, seguido de rozar de ramas y un golpe
seco que logro que Saravia (nombre por el que atendia el moreno emponchado) atinara a
levantar la vista y alzarse en pie con la rapidez de un resorte.
-Canovas! Se le estaba haciendo tarde, ya crei que no vendria
-No estoy de humor para bromas Saravia... terminemos con esto, si es tan amable.
-Terminemos, dice... no sea iluso hombre, he llegado a pensar que el problema no tiene
solucion.
-Si esta vez lo mato, problema arreglado, pijo!
-Ahi esta la cosa, ve? Ocurre de pronto que no tengo demasiadas intenciones de dejar que
me de el finiquito... este pellejo esta ya muy cuarteado, pero le tengo cierto aprecio, por
costumbre, vio?
-Yo no le he preguntado si usted quiere que lo mate. Le he dicho que lo matare, y punto
pelota.
- Mire, Canovas... entiendo que sea usted un poco paleto, pero tampoco abuse. Sabe tan
bien como yo que no es capaz de matarme por merito propio. Lo ha intentado noche tras
noche los ultimos 70 años, sin éxito alguno. Y lo mismo corre para mi, asique estamos
condenados.
-Sabe dios que hemos tratado, y mas lo sabe el diablo, joder...
Dicho esto, se saco el sombrero y lo tiro a la orilla con hastio. Con un movimiento casi
imperceptible, llevo la mano derecha a la cintura, lo que no escapo a la vista de Saravia.
- Mi querido huertano, aun no sabe que me conozco todos sus movimientos?
Deje eso y escucheme, haga el favor...
-Tiene 3 minutos. Luego no respondo de lo que suceda.
- Muy bien, muy bien. Despues de todo, llevamos 7 decadas con este asunto, 3 minutos
mas o menos no nos cambiaran demasiado. Sabe que es lo que mas me jode, Canovas?
Que a esta altura del partido, ni siquiera estamos seguros por que peleamos.
- Por Dolores, o ya no se acuerda? Joder con la memoria del zagal...
- Siempre tan obvio, Canovas. Cree usted que por venturosa dicha se me puede haber
olvidado el brillo de esos ojos chocolate, esos labios que manchaban de rojo su tez
bronceada? Le parece a usted que es posible olvidar su risa cristalina, su andar
desenfadado? No hombre no, eso es imposible. Ambos fuimos hasta la locura por
conquistarla, por agradarle, por ser el destino de los suspiros de un ser tan bello como
terrible. Cuando llegamos a las manos por cumplir ese cometido, La Gitana decidio que
hasta que uno prevaleciera sobre el otro, ninguno de los dos tendria lugar en su corazon.
Han pasado 70 años y aquí seguimos, intactos, incolumes, diestros ambos en las artes de
la guerra, curtidos en la pelea y sin embargo, inmaculados. En cambio, la inmortalidad
condicionada que nos otorgo no le fue extendida tambien a ella por el Espiritu. Dolores, me
temo, hace rato ya que partio, y nosotros seguimos aquí, esquivando puntazos todas las
noches, en nombre ya ni sabemos de que, producto de una maldicion tan vieja como
efectiva.
Mientras duro el largo parlamento del moreno, Canovas no se movio. Escucho en silencio,
pensativo, asintiendo cada tanto con la cabeza. Luego, se hizo un silencio incomodo que el
Huertano rompio casi con solemnidad.
-Que sugiere, Saravia? Le queda un minuto
-Aqui queria llegar. Entiende usted que la sentencia fue clara, uno debe morir para que se
obre la libertad. Ya Dolores no nos espera, pero al menos me gustaria poder descansar, es
agotador repetir todas las noches la misma escena. Aunque la idea de un empate no me
cae simpatica, voy a proponerle un trato: decretemos tablas, como en ajedrez, vio?
Ya no nos queda por que pelear, lo hacemos por costumbre, por fervor, por orgullo si
quiere... hemos perdido los dos. Terminemos con esto de la unica forma posible, firmemos
la igualdad. Nos esperara probablemente una eternidad sin amor, pero al menos nos
haremos compañía.
Canovas asintio una vez mas, se adelanto, dejo caer la Hoz que antes habia buscado en su
cintura y mansamente busco la mano que Saravia le tendia, sellando asi un pacto de no
agresion y rompiendo por fin el conjuro.

El moreno tomo la mano que franca se le ofrecia, y a la velocidad del rayo saco con la
izquierda el facon por debajo del poncho: un rayo de plata atraveso el espacio entre los dos,
un brillo busco la carne, un rugido perforo la noche.
Mientras la sangre a borbotones comenzaba a decorar el blanco traje del español que
incredulo trataba de articular palabra, Saravia se inclino, solto su mano y le dijo
suavemente:
-Sabra usted disculparme, Canovas... no intente hablar, le he perforado un pulmon si no
juzgo mal, y eso solo acelerara lo inevitable. Escucheme atentamente...
Ahora mismo usted piensa que lo he traicionado, que me aproveche de su nobleza, que fue
estupido creerme, y algo de eso hay, no lo niego. Aun asi, hice lo que hice en beneficio suyo
-Vayase usted a la mierda – dijo Canovas con un hilo de voz, y escupio una bocanada roja.
-Perfectamente, pero primero dejeme que le explique... he obrado sin honor, he faltado a mi
palabra. Actitudes altamente reprochables, y no me enorgullezco de eso, aunque el fin que
persigo es mas alto de lo que usted piensa...
Como le he dicho, unicamente una muerte desataria la libertad. Lo pense demasiado, y
llegue a la conclusion de que solo quien muriese podria alcanzar a Dolores en donde sea
que este. Como le dije, estoy cansado, no quiero pelear mas. El premio se me antoja
lejano,y usted lo merece sin duda mas que yo. Por lo tanto, muera ahora en paz, vaya con
su Gitana, que yo me quedare aquí, o en el mejor de los casos, me llevara el Infierno. Si mi
teoria es correcta, es usted el ganador, y yo he perpetrado el sacrificio mayor, una eternidad
tormentosa en favor de la concrecion de un amor ajeno. Y si mi teoria falla, bueno, lamento
decirle que habre ganado, porque estara usted muerto en minutos. En uno u otro caso, es
para mi una victoria. Descanse, Canovas. Alguien se llevara su cadaver por la mañana...
Dicho esto, dejo caer el cuerpo del huertano sobre la hierba, se dio media vuelta y se perdio
en la lejania. Arriba, el sol comenzaba a asomarse, ya la niebla se disipaba, y con ella, se
iban tambien los ecos de una traicion. El cuerpo fue retirado horas despues, y el crimen
etiquetado como “muerte dudosa” quedo archivado en los cajones de alguna fiscalia: en el
mundo de hoy, no queda tiempo para espectros, ni conjuros, ni amores perpetuos.

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