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PROGRAMA No. 0226
LUCAS
Capítulo 19:6 - 48
Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por el evangelio según San Lucas. En
nuestro estudio del capítulo 19 de este evangelio, proseguimos hoy considerando el encuentro de
Jesús y Zaqueo. En nuestro programa anterior, dejamos a Zaqueo subido allá en el árbol
sicómoro para ver a Jesús. Y dijimos que cuando nuestro Señor miró hacia el árbol sicómoro y
vio allá a Zaqueo, creemos que se rió. Es verdad que el texto no dice que se rió, pero es difícil
leer este relato sin imaginarse que hay un poco de humor aquí. El Señor, pues, miró el árbol
como si estuviera diciendo: “Bueno, Zaqueo, querías verme. En realidad te costó mucho trabajo
subir a aquel árbol, pero ahora, apúrate y bájate de allí”. ¿Apúrate? Este hombre había pasado
casi la mitad de un día subiéndose a ese árbol, pero no le costó tanto trabajo bajarse. Y es que
siempre es más fácil bajarse que subirse a un árbol. Pues, bien, nuestro Señor continuó
diciéndole: Es necesario que pose yo en tu casa. Ahora, ¿notó usted que el Señor Jesús no se
detuvo en la casa del Alcalde, ni en la casa de un fariseo? Es decir, no se detuvo en la casa de
ninguna persona prominente. Se fue a la casa de un publicano. Continuamos hoy este relato
leyendo los versículos 6 y 7 de este capítulo 19 de San Lucas:
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Entonces él – es decir, Zaqueo – descendió aprisa, y le recibió gozoso. 7Al ver esto,
todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.
(Luc. 19:6-7)
Ahora, Zaqueo se divierte. Para él, esta era una ocasión gozosa, pero “todos murmuraban”,
nos dice el versículo 7. Ahora, ¿quiénes eran esos “todos”? Era el grupo cuchicheante que
decía cosas como: “Oye, fíjate que ese Jesús es amigo de borrachos y pecadores. Yo lo vi entrar
en la casa de un publicano. Imagínate que se vaya a cenar en la casa de un hombre pecador”
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Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes
doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
(Luc. 19:8)
Algo había sucedido en la vida de este hombre. Confesó que había robado a los pobres, y
prometió restaurar la mitad de sus bienes a los pobres y devolver cuadruplicado a aquellos a
quienes había defraudado. Se estaba comportando según la ley mosaica. ¿Recuerda usted que
estudiamos esto allá en el capítulo 22 de Éxodo? Leamos el versículo 1 de Éxodo 22 para
refrescar la memoria: “Cuando alguno hurtare buey u oveja, y lo degollare o vendiere, por aquel
buey pagará cinco bueyes, y por aquella oveja cuatro ovejas”. Algo, pues, había pasado en el
corazón de Zaqueo, y ahora era un hombre nuevo.
No se nos da ningún relato en cuanto a la conversación que hubo entre Zaqueo y nuestro
Señor Jesucristo. Por alguna razón, el Espíritu Santo no nos dio el relato de lo que tuvo lugar
entre estos dos hombres. Sin embargo, debemos tener en cuenta que cuando nuestro Señor
hablaba con los hombres, Su costumbre era hablar en cuanto a dos cosas. Primero, las
necesidades del hombre; y en segundo lugar, el poder de Dios para suplir esas necesidades. No le
era necesario a Jesús decirle a Zaqueo que él era un pecador. Zaqueo sabía que era pecador, y
todo el mundo también lo sabía. El Señor le dijo que había un remedio para el pecado. Y
creemos que Jesucristo le dijo a Zaqueo: “Voy a Jerusalén para morir en la cruz para que haya un
propiciatorio para ti, Zaqueo”. Ahora, lo que sí sabemos, según el versículo 9 es que:
Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de
Abraham. (Luc. 19:9)
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Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. (Luc.
19:10)
Este hombre Zaqueo, salió a la puerta de su casa, pero no le dijo a la multitud que estaba
afuera, que Jesús salva, guarda y satisface. Ese es un buen testimonio si es que ha sido esta la
experiencia de la persona. Zaqueo no dijo que se iba a portar mejor. Tampoco dijo que iba a ser
miembro de alguna iglesia ni que cumpliría con alguna ceremonia. Salió a la puerta, amigo
oyente, y dijo: “Soy un hombre cambiado. Soy un hombre nuevo. Me voy a portar de una
manera muy diferente a la que me he portado hasta ahora. He acudido al Señor Jesucristo y Él es
mi Salvador”.
Amigo oyente, Jesús aún ahora está entrando y pasando por el pueblo suyo dondequiera que
usted esté, y Él quiere cenar con quienes todavía no le conocen. Quiere hablarles en cuanto a su
alma y su salvación. ¿Qué le parece? ¿Ha pasado Jesús por su casa? ¿Ha llamado a la puerta de
su corazón? ¿Y qué de usted? ¿Le ha dejado entrar? Si usted le permite entrar, le aseguro que
Él entrará como Salvador para salvarle de sus pecados, así como lo hizo cuando entró en la casa
de Zaqueo.
La historia de Zaqueo es una buena ilustración de lo que dice Santiago en su carta universal,
capítulo 2, versículo 18: “Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin
tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras”. Zaqueo mostró su fe por sus obras. Él no
habló de su fe; la demostró. El mundo no está escuchando sermones hoy en día; está buscando
algo real y tangible. Zaqueo encontró eso que el mundo busca. Jesús cenó con él, y su vida fue
totalmente transformada. Acepte usted a Jesucristo, amigo oyente, como su Salvador personal y
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Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba
cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría
inmediatamente. (Luc. 19:11)
Ahora, no olvidemos que Jesús iba a Jerusalén para morir. Muchos de Sus seguidores, y aun
Sus apóstoles, pensaban que el reino estaba ya por establecerse en la tierra. Pero no era así.
Cristo iba a Su muerte y la venida del reino iba a ser pospuesta hasta que viniera por segunda
vez. Ahora, en el versículo 12 de este capítulo 19 de Lucas, el Señor Jesús:
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Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver.
(Luc. 19:12)
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Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto
que vengo. 14Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada,
diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros. (Luc. 19:13-14)
Y este es precisamente el mensaje que el mundo tiene hoy en día para el Señor Jesucristo.
Sin embargo, esto no impedirá que Dios envíe a Su Hijo de nuevo a la tierra. El mundo ya se
rebeló una vez en contra de Dios y de Su Mesías. No quisieron que Él reinara sobre ellos, y por
eso le clavaron en la cruz. Y todavía hoy en día no quieren que Él reine; pero Jesucristo, sin
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Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos
siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno.
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Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. 17Él le dijo: Está
bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez
ciudades. (Luc. 19:15-17)
Mientras Él está ausente, amigo oyente, le ha dado a usted una mina. Él ha dado a cada uno
de Sus siervos una oportunidad, y es esa oportunidad lo que representa esta mina. A usted le
corresponde ser fiel en lo que Él ha puesto bajo su cuidado como mayordomo. Su mina puede
ser una ciudad entera, un grupito de personas, o un hogar. Sea lo que sea, amigo oyente, usted
tiene que ser fiel. Algunos pueden ganar cinco minas y otros diez minas mientras el Señor esté
ausente, pero cuando Él venga de nuevo, le recompensará en base a su fidelidad. Prosigamos con
los versículos 18 al 27 de Lucas 19:
18 19
Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas. Y también a éste
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dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades. Vino otro, diciendo: Señor, aquí está tu
mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo; 21porque tuve miedo de ti, por cuanto
eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste.
22
Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre
severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré; 23¿por qué, pues, no
pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los
intereses? 24Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene
las diez minas. 25Ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas. 26Pues yo os digo que a todo
el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. 27Y también
a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y
decapitadlos delante de mí (Luc. 19:18-27)
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Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén. (Luc. 19:28)
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Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los
Olivos, envió dos de sus discípulos, 30diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en
ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás;
desatadlo, y traedlo. 31Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le responderéis
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así: Porque el Señor lo necesita. Fueron los que habían sido enviados, y hallaron
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como les dijo. Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué
desatáis el pollino? 34Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita. 35Y lo trajeron a Jesús;
y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima. 36Y a su paso
tendían sus mantos por el camino. 37Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte
de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a
grandes voces por todas las maravillas que habían visto, 38diciendo: ¡Bendito el rey que
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viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! Entonces
algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus
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discípulos. Él, respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras
clamarían. (Luc. 19:29-40)
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Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si
también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está
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encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te
rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, 44y te derribarán a
tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no
conociste el tiempo de tu visitación. (Luc. 19:41-44)
Las cosas que son necesarias para su paz todavía están ocultas de los ojos de ellos. En el
salón de una convención en Jerusalen, hace algún tiempo, había un letrero prominente escrito
sobre una cortina. El letrero decía: “La ciencia nos dará la paz en nuestros tiempos”. ¡Mire,
usted eso! La ciencia nos ha dado la bomba atómica y algunas armas devastadoras, pero no nos
ha traído la paz. Jesús pudo mirar por los corredores del tiempo, y pudo ver todas las cosas en
las cuales ellos confiarían para tratar de lograr la paz. Acudirían a todo menos a Él, y fue por eso
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Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban
en él, 46diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis
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hecho cueva de ladrones. Y enseñaba cada día en el templo; pero los principales
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sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle. Y no
hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole.
(Lucas 19:45-48)
Esta purificación del templo tuvo lugar en el segundo día de Su entrada en Jerusalén, y fue en
un día domingo. Los cambistas estaban allí con los demás que vendían tórtolas. Ahora, no era
malo tener un lugar de cambio para los extranjeros de otros países para que pudieran adquirir la
moneda de curso legal. Tampoco era malo que los viajeros de lejos compraran un animal para el
sacrificio. Pero los sacerdotes hacían esto por lucro. El templo había llegado a ser un centro
comercial, y la religión había llegado a ser un fraude sistemático. Habían cambiado la casa de
Dios, de un lugar de oración, a un lugar de lucro.
Ahora, ya los príncipes religiosos habían determinado la muerte de Jesús, pero cuando Él se
metió en sus negocios, renovaron sus esfuerzos para matarle. Y lo habrían matado enseguida,
pero no lo hicieron entonces porque se dieron cuenta que – como dice aquí el versículo 48 – todo
el pueblo estaba suspenso, oyéndole.
Y, amigo oyente, permítanos esta pregunta: ¿Está usted escuchando a Jesús en este día? Él
tiene mucho que decirle por medio de Su preciosa Palabra, la santa Biblia.
Y así llegamos al final de nuestro estudio del capítulo 19 del evangelio según San Lucas. Y
aunque no nos queda mucho tiempo ya en este programa, quisiéramos sólo mencionar que en el
capítulo 20, veremos que Cristo afirma Su autoridad por medio de una pregunta en cuanto al
bautismo que recibió de Juan. Consideraremos también, la parábola de la viña. Así mismo
veremos que Jesús habla en cuanto al dar tributo a César. Contesta a los herodianos y a los