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En el año 1972, Stanley Kubrick realiza la película conocida en castellano como «La
Naranja Mecánica», basada en la novela de Anthony Burgess. El origen del título se afirma que
proviene de una expresión de la jerga de la zona del extremo este de Londres (Cockney). Según
el autor llegó a escuchar en una taberna londinense antes de la Segunda Guerra Mundial, la
expresión «as queer as a clockwork orange» cuya traducción puede ser «tan raro como el
mecanismo de una naranja». Burgess dijo haberla utilizado como recurso para referirse a una
persona cuya apariencia exterior es radiante y jugosa como una naranja, pero por dentro solo es
un mecanismo de juguete controlado por el Estado, todo poderoso.
En la película, Kubrick nos introduce con Alex, un personaje infantil que bebe leche, es
amante de la violencia y la música de Beethoven. Nos lo presenta como líder de un grupo de
jóvenes que ven en la violencia un disfrute; sienten un gozo indescriptible en la “Ultra
Violencia”. Se tocan temas puntuales como el aborrecimiento a los viejos, la lucha y rivalidad de
bandas callejeras, abuso sexual, el irrespeto a la propiedad y vida humana. Así como también nos
intenta mostrar la hipocresía, lo políticamente correcto, la traición, la ambición de poder, la doble
moral y la conveniencia de la sociedad.
Kubrick nos presenta cómo el Estado imparte justicia al criminal, pero también sus
debilidades. Nos muestra un Estado que intenta rehabilitar a un antisocial como una política
pública de saneamiento social experimental, pero en realidad es una estrategia de mercado para
mantener al partido político oficial en el poder, pues se aproximan las elecciones. Luego vemos
como el criminal rehabilitado, gracias a un lavado de cerebro, es reprogramado a través de
reflejos condicionados, que le impiden pensar en violencia, sexo o escuchar la novena de
Beethoven. Así, es reinsertado en la sociedad convirtiéndolo en víctima, sufriendo violencia por
parte de sus víctimas. La opinión pública y partido de oposición, por su parte, hace presión para
desenmascarar al gobierno y no logre llegar al poder de nuevo. El resultado es trágico, Alex al
verse encerrado en un cuarto escuchando la novena sinfonía de Beethoven decide poner fin a su
vida, pero sobrevive en muy mal estado. Por su parte a la opinión pública, representada por un
periodista, quién pasa por varios estados como víctima de Alex, opositor del Estado, y por último
encarcelado por intentar asesinar a Alex, un exconvicto rehabilitado. Y finalmente el Estado
termina negociando con Alex para salvar su imagen ante la opinión pública.
¿Hasta donde debe meter sus manos el Estado? Debe velar por la seguridad e impartir
justicia, proteger la propiedad privada, crear infraestructura y servicios esenciales de interés
común. Pero no controlar mercados. No debe regular todo lo que se le viene en gana. No debe
crear, ni promover monopolios. No debe crear impuestos hasta para el oxígeno. No debe buscar
igualdad en el ciudadano metiéndole la mano en el bolsillo al que produce para dárselo al que no
lo hace, con el afán de redistribuir la riqueza. ¿Por qué no? Como decía Milton Friedman, premio
nobel en economía; «Una sociedad que pone la igualdad por encima de la libertad acabará sin
igualdad y sin libertad».
Reza un refrán costarricense «Está bueno el culantro, pero no tanto». Costa Rica está
atestada de leyes que tienen maniatados a los bien intencionados y la mesa servida a la
corrupción, esas personas que velan por sus intereses y no los de la sociedad que representan;
utilizando otro refrán: «En río revuelto ganancia de pescadores». El Estado costarricense
preocupado por la recaudación de recursos de donde sea, y por asegurarse el poder durante
cuatro años más ha llegado a liberar golondrinas como lo hizo el expresidente Luis Guillermo
Solís o poner una bandera LGTBI en la casa presidencial. Para el Estado costarricense ha sido
preferible atrapar conductores con vehículos que incumplen la restricción vehicular o sin
licencia, que velar por que se cumplan las normas de tránsito. Es preferible crear un
embotellamiento de tránsito por un operativo por el tema de la restricción vehicular aun cuando
esta ley es para evitar lo que está causando. Podría ser un mejor servicio público permitiendo un
tránsito fluido, estando vigilante ante infractores de verdad, infractores rebasando contravía,
estacionando vehículo en doble línea, pasando sin hacer los altos, estacionando frente a el portón
de la cochera de otra persona, por mencionar algo. Es cuando una ley se vuelve una burla,
cuando lo políticamente correcto tiene más importancia que la libertad del ciudadano; cuando se
dice, es por el medio ambiente o para reducir emisiones y embotellamientos.
Kubrick se refirió a La Naranja Mecánica como una sátira social que especula sobre la
posibilidad de un gobierno autoritario de condicionar psicológicamente las mentes de sus
ciudadanos. Claro está, el director utilizó un recurso dramático más fuerte (terapia agresiva y de
dolor) para que el espectador entendiera que al personaje principal se le estaba condicionando la
mente psicológicamente. Pero me pregunto será lo mismo que hacen los medios de información
con el público. ¿Acaso no son los medios de información vistos como la última palabra? ¿Acaso
el público duda de la veracidad de los medios de información? Es evidente la gran influencia de
los medios de información en la mayoría de la ciudadanía, y no olvidemos la credibilidad que
han mostrado personas catalogadas como celebridades o los «influencers». A diferencia de un
agresivo lavado de cerebro, el Estado recurre a la educación pública para insertar ideas y
condicionamientos en el comportamiento. Inserta ideas para mantenerse en el poder. De una
forma poco invasiva, y más bien hasta benevolente el Estado junto a los medios de información
logran inducir un condicionamiento en la población, insertando una idea que posteriormente
quedará registrada como historia y luego se verá una verdad. Este tipo de información y
enseñanzas predispone a la población a estar de acuerdo con el estado actual de las cosas, a
temerle al cambio, y a sentir orgullo por una supuesta idiosincrasia que fue construida que busca
un comportamiento condicionado.
La costumbre representa tierra firme para el ser humano, le proporciona una sensación de
orden y permanencia. La costumbre es lo que regula la conducta. El día que un hombre intente
rebelarse ante la costumbre es cuando aparece otro ingrediente; la imposición de grupo o presión
social. Vemos así que una idea insertada a través de la educación y los medios de información, la
presión social, lo políticamente correcto, el deseo de pertenencia y aceptación por parte del
grupo, la fuerza de la costumbre no son mas que tentáculos de un mismo monstruo, y si
deseamos compararlo con «La Naranja Mecánica» serían los engranajes que se pueden alterar
para lograr un condicionamiento preestablecido y deseado por un Estado todo poderoso.