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Taller de argumentación. Prof.

Danilo de la Hoz Páez

Estudiante:

ACTIVIDAD 1. Elabora un cuadro comparativo donde identifiques las semejanzas y diferencias entre los 3 textos propuestos a
continuación.

Criterios de comparación Texto 1 Texto 2 Texto 3

Fuente del texto

Campo o ámbito social en el que


se inscribe el texto

Lectores previstos por el autor

Objeto de discusión o tema

Etapas o partes en que se


organiza el texto

Texto 1. La bicicleta
Es un deporte que para practicarlo no necesita uno de compañeros. Propio pues para misántropos, para orgullosos, para insociables
de toda laya. El ciclista es un aprendiz de suicida. Entre los peligros que lo amenazan los menores no son para desestimarse: los
perros, enemigos encarnizados de quien anda aprisa y al desgaire; y los guardias que sin gran cortesía recuerdan disposiciones
municipales quebrantadas involuntariamente.
Desde que se han multiplicado los automóviles por nuestras calles, he perdido la admiración con que veía antes a los toreros y la he
reservado para los aficionados a la bicicleta.
En ella va uno como suspendido en el aire. Quien vuela en aeroplano se desliga del mundo. El que se desliza por su superficie
sostenido en dos puntos de contacto no rompe amarras con el planeta.
El avión y el auto no guardan proporción por su velocidad con el hombre, que es mayor que la que él necesita. No así la bicicleta.
Raro deporte que se ejercita sentado como el remar. Todos los intentos para compartirlo con otros han sido frustráneos.
Lo exclusivo de su disfrute la hace apreciable a los egoístas.
Llegamos a profesarle sentimientos verdaderamente afectuosos. Adivinamos sus pequeños contratiempos, sus bajas necesidades de
aire y aceite. Un leve chirrido en  la biela o en el buje ilustra suficientemente nuestra solícita atención de hombres sensibles,
comedidos, bien educados. Sé de quienes han extremado estos miramientos por su máquina, incurriendo en afecciones que sólo
suelen despertar seres humanos. Las bicicletas son también útiles, discretas, económicas.
Julio Torri, Tres Libros,  México,
Fondo de Cultura Económica,
1996. pp-111-112
Texto 2. Conclusiones de la paz
Por: GABRIEL RODRÍGUEZ OSORIO
16 de Julio de 2018 12:00 am
Se va el presidente Santos y deja un país devastado y con una gran polarización, dado el discurso de “amigos y enemigos de la paz”.
Es loable el intento de pacificar el país, pero inconcebible dejar crecer los cultivos de coca a 210.000 hectáreas y casi 1.000 toneladas
exportadas. Inundando no solo al mundo de cocaína, sino al consumo interno, que ha aumentado. Produciendo un nuevo panorama
de la violencia y en la mutación en varios ejércitos dedicados al negocio y dentro de ellas la disidencia, con los frentes farianos
expertos en narcotráfico. Desafortunadamente la paz ha sido una falacia, no solo la de ahora sino la de siempre. Desde la primera
república venimos confrontando, y en los últimos 120 años por la guerra de los partidos políticos, más recientemente por las
injusticias sociales (que aún perduran), la actual por el narcotráfico, y la de mañana quién sabe cuál será; tal vez la de administrar
justicia por las propias manos.
La de hoy, montada sobre el sofisma que ya no hay heridos en el Hospital Militar. Pues no los hay por la razón que el ejército está de
“brazos caídos” y no cumple su función de proteger a los colombianos, cuando el 85 % de las víctimas son civiles.
Los indicadores demuestran que no se ha avanzado casi nada. Y la paz de hoy solo consiguió amnistiar a 15 jefes que no podían
siquiera moverse por lo pesado de sus barrigas.
Según el Centro Nacional de Memoria Histórica, 60 años de conflicto dejó 320.000 homicidios, 33.000 desaparecidos, 5.750.000
desplazados, 2.120 masacres, 34.100 secuestrados, 2.460 víctimas por violencia sexual. Esto es horrendo. La violencia está muy lejos
de desaparecer según nos hacen creer. Si uno divide las cifras entre los 60 años, arroja los siguientes resultados: en 60 años hubo
566 secuestros por año. Aunque este dejó de ser un medio para la consecución de recursos económicos, dado lo dispendioso de la
logística, y ante la alternativa de conseguirlo mejor con el narcotráfico. Sin embargo, ha habido en los últimos 8 años, 360
secuestrados.
Los desplazados en 60 años han sido 95.000 personas por año. Las cifras después del acuerdo son 90.000 personas desplazadas,
todas por la “guerra de la cocaína”. De la violencia sexual hubo 2.460 en 60 años, es decir 41 personas por año. Después del acuerdo
van 4.316 personas violentadas, es decir 48 por día. Personas asesinadas 320.000 en 60 años, son 5.300 personas por año. Después
del acuerdo matan 10.600 por año. Según medicina legal hay 32 homicidios diarios. Todo producto de la descomposición de esta
nueva forma de violencia que es el narcotráfico. La conclusión es que nunca ha habido paz, y sí disminuyó cuando el Estado hizo
presencia en los territorios, y se atacaron los cultivos de coca.
¿Cuál será la solución? Sabemos de sobra que con narcotráfico y sin justicia (sobre todo social) jamás habrá paz.

Texto 3. El mundo simbólico, los mitos y la epilepsia


El hombre es, por su sensibilidad y su capacidad de raciocinio, el ser más maravilloso de la creación; pero también una criatura de
gran debilidad física. Ante las fuerzas de la naturaleza se encuentra muchas veces impotente, éstas le revelan su finitud y le
recuerdan su pequeñez en el universo; pero una capacidad que él sólo posee entre todos los demás animales, le permite trascender
sus limitaciones: la posibilidad de organizarse socialmente gracias a su aptitud para la comunicación, con base en la cual generó el
lenguaje, herramienta con la que excede los límites de su existencia corporal.
La posibilidad de acceder a lo simbólico da a los seres humanos la oportunidad de abstraerse de sus limitaciones corporales. Ante
ellas y frente a las fuerzas naturales que muchas veces los rebasan, los hombres crean mitos, símbolos que los compensan y dan
impulso a su aliento vital.
Debido al carácter religioso que el mito tuvo en la Antigüedad, Simón Brailowsky (1999) alude  al origen divino que se le atribuyó a
esta enfermedad en diversas culturas como la mesopotámica, en la que se le relacionaba con “la mano del pecado” y con el dios de
la Luna.
El hombre ha tendido siempre a dar interpretaciones mágico-religiosas a aquellos fenómenos naturales que escapan a su
comprensión, creando en torno suyo relatos fabulosos en los que agentes impersonales que la mayoría de las veces son fuerzas de la
naturaleza personificadas, realizan acciones con sentido simbólico.
Terry Eagleton (2001) ha señalado que el hombre como ser cultural se distingue por su carácter simbólico, a diferencia de otros
animales “cuyos cuerpos sólo les dejan un poder limitado para liberarse de los contextos que los determinan” (p. 145).   Los símbolos
míticos revelan a los seres humanos poderes que van más allá de los naturales y que, en el caso de la calidad sagrada que se
concedió a la epilepsia, sirvieron para explicar el porqué de las capacidades superiores de ciertos hombres que padecieron ese mal
como Hércules, Sócrates, Mahoma, Dostoyevsky, Lord Byron, Flaubert y Van Gogh, a quienes Brailowsky menciona.
La historia humana está poblada de mitos porque “el mito, igual que la ciencia, tiene la ambición de explicar el mundo haciendo
inteligibles sus fenómenos. Igual que ella, pretende ofrecer al hombre un modo de actuar sobre el universo, asegurándole su
posesión espiritual  y material. Ante un universo lleno de incertidumbres y misterios, el mito interviene para introducir lo humano”
(Mitologías, 1982: 4). No se trata de un ensueño gratuito sino de una hipótesis de trabajo, de un intento de salir de la impotencia en
que el ser humano se encuentra.
James G. Frazer (1944) relaciona los distintos mitos con un número considerable de cuestiones a las que los hombres quisieron dar
explicación por medio de ellos: el dominio del tiempo, el poder benéfico de los árboles, las estaciones del año, la muerte, la
vegetación, los poderes espirituales, el mal y los elementos. Este autor da gran importancia a la religión en virtud de cuyos mitos se
suple las limitaciones humanas ante el poder ilimitado de los dioses.
Los mitos entonces, como parte de la cultura, ayudan a sobrevivir al hombre, porque llenan vacíos de su naturaleza material al
colmar necesidades que ésta no les permite satisfacer.
Referencias bibliográficas
- Brailowsky, Simón (1999). Epilepsia: Enfermedad sagrada del cerebro, México.
- Eagleton, Terry (2001). La idea de cultura: Una mirada política sobre los conflictos culturales. Barcelona: Paidós. p.145.
- Mitologías (1982). “Del Mediterráneo al Ganges”. Barcelona: Planeta. Vol. 1, p. 4.
- Frazer, J. G. (1944). La rama dorada: Magia y religión. [Trads. Campuzano, E. y Campuzano T. ]. México: Fondo de Cultura
Económica.

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