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Experiencias Etnográficas: Anastasia Téllez Infantes (Coordinadora)
Experiencias Etnográficas: Anastasia Téllez Infantes (Coordinadora)
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PRÓLOGO
sional o ficticio. Es decir, nunca se consigue ser del todo nativo, (a lo más
un nativo marginal), o sólo se consigue durante un breve tiempo tras el cual
se produce el retorno aunque eso signifique una resocializacion en la cultura
de procedencia, o en realidad lo único que se consigue es un aceptable grado
de simulación. Cualquiera de esas opciones puede ser desafiada tan simple-
mente como reclamando la primariedad de la socialización primaria, es de-
cir, la que tienen los nativos. Hay razones para que continúe indefinidamen-
te no resuelto el contraste permanente entre el conocimiento, la penetración,
la comprensión extensiva o profunda de los investigadores y de los nativos.
Este contraste adopta múltiples formas y se deja colorear por las identidades
reclamadas, pues sólo así puede entenderse que incluso los nativos des-
arraigados tan abundantes en un mundo post-moderno, o bien se apropien de
las visiones de los investigadores o encuentren permanentemente razones
para disentir de ellas.
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Prólogo
Pero no son menores las emociones que inundan el ánimo cuando simple-
mente se pretende compartir la vida -al menos parte de ella- con otras per-
sonas y se asume el compromiso de respetar su forma de vivirla. Aun siendo
excepcional, no es menos un foco de experiencias que pronto se dejan -se
deben dejar- moldear por la rutina y que más o menos imperceptiblemente
también conducen al aburrimiento y al hastío. No está demás reconocer que
la rutina es muchas veces una buena tabla de salvación ni que la informa-
ción producida en actitud de rutina no es menos valiosa que la que parece
brotar en episodios de efervescencia. Ni está demás reconocer el valor del
aburrimiento, porque como experiencia no tiene por qué tener menos cali-
dad -etnográfica- que otras. Más que “tiempo perdido”, el aburrimiento con-
lleva otro sentido del tiempo que está en la concepción primaria del trabajo
de campo “intensivo” y que no es lo mismo que la búsqueda compulsiva de
la rentabilización del tiempo.
Los modelos para el trabajo de campo han de ser múltiples. Sin duda
es la situación metodológica posiblemente más flexible en todo el ámbito de
las ciencias. Si diera la impresión de que esa flexibilidad fuera una debilidad
y de que la senda aparentemente se borre una vez recorrida es porque no hay
que buscarla trazada en otro sitio que en los compañeros de viaje, el investi-
gador y aquellas gentes con quienes convivió.
Honorio M. Velasco.
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INTRODUCCIÓN
1
Geertz, C. (1989) El antropólogo como autor. Barcelona: Paidós.
2
Rabinow, P. (1992) Reflexiones sobre un trabajo de campo en Marruecos, Madrid, Júcar
Universidad
3
Barley, N. (1989) El antropólogo inocente. Barcelona. Editorial Anagrama.
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Introducción
4
Velasco, H. y Á. Díaz de Rada (1997) La lógica de la investigación etnográfica. Un mo-
delo para etnógrafos de la escuela. Madrid, Trotta.
5
Comas D´Argemir, D. (1995) Trabajo, género, cultura. La construcción de desigualdades
entre hombres y mujeres. Icaria, Institut Catala d’Antropología.
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Experiencias etnográficas
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Experiencias etnográficas
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Introducción
Por su parte, Javier Eloy Martínez Guirao nos ofrece unas interesan-
tes reflexiones sobre su singular y original investigación antropológica sobre
las artes marciales y el taekwondo en particular, abriendo de este modo una
temática apenas abordada en nuestro país para todo aquel que desee hacer
una incursión etnográfica sobre un tatami.
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CONVIVIR Y COMPARTIR CON LOS HARE KRISNA.
APUNTES SOBRE UN TRABAJO DE CAMPO ANTROPOLÓGICO6
Jaume Vallverdú
Universitat Rovira i Virgili. Tarragona
Universitat Oberta de Catalunya. Barcelona
Introducción
Transcurría verano del 92. Acababa de dejar atrás los cursos de doc-
torado en Antropología urbana y, habiéndolo pensado lo justo, decidí pro-
yectar mi trabajo de tesis sobre el movimiento Hare Krisna, en España más
formalmente conocido como Asociación para la Conciencia de Krisna. En
aquel entonces, el grueso de artículos nacionales sobre el grupo y demás
6
Este trabajo de campo se desarrolló de forma intermitente entre los meses de octubre de
1992 y febrero de 1993, y en mayo y junio de 1995, en la comunidad Nueva Vrajamandala
de Brihuega, Guadalajara. Contó con el apoyo de una beca de investigación durante el año
1994-95 concedida por la Fundación Jaume Bofill de Barcelona. Aprovecho la ocasión para
agradecer una vez más la ayuda y confianza de todas las personas e instituciones que hicie-
ron posible dicho trabajo de campo, entre ellas, especialmente, el Dr. Joan Prat y la Dra.
Dolors Comas del Departamento de Antropología Social y Filosofía de la Universidad
Rovira i Virgili de Tarragona, así como a todos los/las Hare Krisna que conocí a lo largo
del estudio su entrañable hospitalidad, amistad y colaboración.
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Capítulo 1
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Sobre la construcción de esta imagen véase Vallverdú, 1995.
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Experiencias etnográficas
Pero, ¿por qué Hare Krisna y no otro grupo? Por ningún motivo ni
preferencia en particular, ni desde el punto de vista religioso ni sectario –
distinción, por lo demás, que en lo fundamental sólo cabe en términos de
poder-. Bastaron algunas insinuaciones cercanas de ánimo y una clara con-
signa: o ahora o quizás nunca. Y también, aunque es posible que a un nivel
más inconsciente, ese toque “exótico” de los Hare Krisna, especialmente
atractivo para un neófito a punto de emprender el “rito de paso antropológi-
co” del trabajo de campo. Hubo otras cuestiones más académicas que tam-
bién influyeron en la decisión, como evaluar sobre el terreno la deslegitima-
ción social del grupo en el marco de una investigación colectiva sobre nue-
vos movimientos religiosos,9 y la posibilidad de hacer una etnografía acorde
con mis primeros pasos en el estudio de la religión, dirigida a “exprimir”
cualitativamente una comunidad bien delimitada en lo humano y en lo físi-
co.
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Para un análisis más detallado de los aspectos que se presentan en este artículo, remito al
capítulo metodológico de dicha tesis (Vallverdú, 1997) o de su versión publicada (Vallver-
dú, 2001).
9
Véase al respecto Prat, J. (coord.), 1990-91; 1992-93.
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Capítulo 1
Por otro lado, cuando no se forma parte del contexto estudiado −co-
mo era mi caso− el equilibrio del análisis interpretativo depende mucho de
las actitudes de respeto mutuo, de predisposición a escuchar y comprender,
de la sensibilidad hacia las cosas y las vivencias ajenas... Todo ello, desde
una “horizontalidad relativa” (si se aceptan, como veremos, los diferentes
planos en que se encuentran investigador e investigados) no forzada sino
surgida de la interacción natural y espontánea. En palabras algo más técni-
cas: del acceso empático encontrado antes que buscado. Además, dado que
las condiciones y experiencias que plantea el trabajo etnográfico son tan
múltiples como cambiantes, es muy difícil dar con una receta para lograr el
escenario perfecto (si es que existe). A menudo uno debe fabricarse su pro-
pia farmacia con los remedios que va aplicando en las diversas situaciones,
y al final, con un poco de suerte, su empeño puede verse recompensado.
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Experiencias etnográficas
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Capítulo 1
Es obvio que todo papel declarado de antemano intenta dejar las co-
sas claras. Se supone que uno sabe lo que quiere, y que todos saben quién
eres, qué pretendes, y también, en cierta manera, que “eres diferente”,
“otro”. No obstante, aunque necesario y clarificador, sigo pensando que el
rol adoptado debe ser elástico según las circunstancias, a sabiendas que, con
frecuencia, son las respuestas instantáneas o “sobre la marcha” a las even-
tualidades del trabajo de campo las que determinan buena parte del éxito de
una investigación cualitativa.
En la cabaña de iniciación
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Hare Krisna, Hare Krisna, Krisna Krisna, Hare Hare, Hare Rama, Hare Rama, Rama
Rama, Hare Hare. En este “gran mantra” o “gran canto de liberación de la mente”, Krisna y
Rama son nombres de Dios y Hare es Su energía interna.
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