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Ronald Coase, uno de los fundadores del análisis económico del derecho, descubrió que hay un
costo de poder celebrar un contrato y lo llamó “costo de transacción”, el cual es un elemento central
para entender el teorema de Coase.
Los costos de transacción son todos aquellos costos paralelos en los que incurre una persona /
empresa para llevar a cabo la celebración de un contrato o la realización de una determinada
transacción. Está relacionado con el tiempo de búsqueda, la velocidad y dificultad con la que se
llevan las negociaciones para arribar a un acuerdo y los costos de tiempo/recursos en el caso de un
incumplimiento para poder ejecutar el contrato.
Los costos de transacción tienen que enfrentar un problema que es el de las externalidades, es
decir el efecto que le genero a otras personas, el costo de la transacción que yo quiero realizar.
Las externalidades generan una divergencia, (justamente lo que Coase llama costo social), que es
entre el costo privado de algo y el costo social de algo, es decir, si yo desarrollo una actividad, esta
actividad tiene un costo y ese costo se traslada a los otros, pero parte del costo de mi actividad no
se incorpora a un costo mío, si no que lo absorbe otra persona, por lo tanto, no lo tengo en cuenta
para tomar la decisión.
El problema suele estar en que el costo social suele ser más alto que el costo privado.
Lo que plantea Coase es, que existan externalidades y genere un problema no necesariamente tiene
que implicar una intervención estatal a través de una regulación.
De hecho, lo que va a decir Coase es, si los costos de transacción son bajos, no importa la regla
legal para llegar a la solución eficiente, las partes se van a poner de acuerdo para resolverlos,
aunque reconoce que si los costos de transacción fueran muy altos tal vez si se requiera de
regulación e intervención Estatal, tal se puede poner como ejemplo el hecho de que una fábrica
contamine. Por más que se pusiera de acuerdo y abone una indemnización a todos los pobladores
aledaños, igualmente el tema de la contaminación y cuidado del medio ambiente es de carácter
Estatal.
En contraposición con esta postura tenemos a Owen Fiss, quien no está de acuerdo con los
métodos alternativos para la resolución de conflictos, alegando que es una técnica altamente
problemática para reducir los procesos judiciales.
Fiss se fundamenta en que, ante un conflicto entre partes, la disparidad de recursos puede
influenciar el acuerdo, por la información a la que pueda tener acceso la parte más vulnerable, por la
posible necesidad de compensación inmediata que requiera la parte más pobre, lo que pueda hacer
que llegue a un acuerdo que lo perjudique con tal de arribar a él pronto, o lo que es peor, que la
parte más pobre pueda ser forzada a acordar porque no tiene los recursos para financiar el litigio.
En cambio, la sentencia judicial aspira a la independencia de las desigualdades distributivas.
Otro de los problemas es que las negociaciones muchas veces se llevan a cabo entre
representantes de grupos u organizaciones, quienes pueden tener intereses personales para llegar a
un acuerdo que realmente no beneficie a todo el grupo u organización. Lo que decía Coase de la
negociación para disminuir los costos de transacción se vería afectada por cuestiones puramente
prácticas, no pueden ponerse de acuerdo cientos de personas a la vez, entonces el representante
podría tomar una decisión que no satisfaga a todos por igual.
Por último, la visión de los métodos alternativos de resolución de conflictos que plantea Owen Fiss,
es que tienen como objetivo principal llegar al acuerdo como sustituto de sentencia. Sin embargo,
en muchos casos la sentencia no es el fin del juicio sino solamente su comienzo.
Las negociaciones y los acuerdos buscan el acuerdo en sí, en cambio el proceso judicial busca la
verdad material, que se realice un análisis del derecho y la posibilidad de arribar a un veredicto que
sea lo más parecido a eso que se llama justicia.
Consigna 3: Emergencia
Compare las sentencias del caso Avico con las sentencias de los casos Smith, Bustos y
Massa, y la disidencia del caso Ercolano, todas de la CSJN.
La crisis del ’30 y el primer golpe de Estado en nuestro país, genera que se empiecen a abordar
temas relacionados con la crisis y emergencia, como por ejemplo el fallo Ercolano que refirió a una
crisis habitacional , derivada de un tema sociológico de la época, con la inmigración que llegaba a
nuestro país, no había donde acogerlos , por lo que se ubicaban en pensiones en condiciones
deplorables , sumado al abuso por parte de los propietarios generaron que la Corte comience un
camino de Constitucionalismo social.
Empezó a hablar de emergencia y a dictar fallos como Ercolano, donde se restringe el derecho a la
propiedad en pos de la función social, aplicando lo que se conocería como Poder de policía.
Podemos mencionar también el fallo Avico, donde primaron los derechos patrimoniales adquiridos,
en virtud del artículo 14 y 17 de la constitución nacional, por sobre la reglamentación restrictiva de
emergencia, sobre todo en casos de irretroactividad de la ley.
Ahora la implementación del sistema de emergencia como limitador de los derechos emanados por
la constitución comenzó a tomar otras connotaciones, sobre todo recién entrado el siglo XXI con los
fallos, Massa, Smith y Bustos, los tres relacionados a la crisis del 2001 y al corralito económico que
privó a los particulares retirar los fondos de sus cajas de ahorro y cuando quisieron disponer de
ellos los mismos fueron pesificados , disminuyendo así el valor real de su patrimonio en cuanto a
que estos anteriormente habían estado en dólares , los cuales no fueron devueltos en la misma
cantidad.
Cuando hablamos de Emergencia, el Congreso tiene que dictar una ley general, que proteja los
intereses de los ciudadanos, y tiene que existir una relación de razonabilidad entre la emergencia y
la restricción, además de que debe ser establecida por un tiempo determinado que debe ser breve.
Pero si lo comparamos con lo que sucedió en 2001 con la doctrina del esfuerzo compartido,
entendemos que el esfuerzo no es precisamente compartido, sino que la devaluación la padeció
solamente el ahorrista en detrimento de su Patrimonio.
A todo esto, el juez argentino que votó en disidencia en el fallo Ercolano, el Dr. Antonio Bermejo dijo:
“la propiedad no tiene valor ni atractivo, no es riqueza, propiamente, cuando no es inviolable por la
ley y en el hecho”. Sobre la escasez de viviendas dijo “en un momento dado puede ser
sobreabundancia en otro, y la misma razón de estado llevaría a imponer autoritariamente el aumento
del alquiler, lo que en definitiva significaría la desaparición de propietarios y de inquilinos
reemplazados por el Estado, que se habría convertido en empresario de un inmenso falansterio”.
Para Bermejo se alteran las garantías constitucionales al fijar por ley el precio del uso de la
propiedad sin la voluntad de su dueño, para beneficiar a otro, y así privándole de sus derechos sin
sentencia previa ni indemnización.
Bermejo consideraba que el contrato de locación es privado y no es un acto de interés público, por
lo que el Estado no puede aplicar el poder de policía para restringir el derecho que lo reglamente.
El juez Antonio Bermejo no deja dudas sobre su postura en cuanto dice que sí reconoce la facultad
de los poderes públicos para fijar el alquiler “habría que reconocerles la de fijar el precio del trabajo y
el de todas las cosas que son objeto del comercio entre los hombres. La vida económica de la
Nación con las libertades que la fomentan quedaría confiscada en manos de legislaturas o
congresos que usurparían por ingeniosos reglamentos todos los derechos individuales hasta caer en
un comunismo de Estado en que los gobiernos serían los regentes de la industria y del comercio y
los árbitros del capital y de la industria privada”.