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La presentación física
comercial, como materia prima para la industria fabricante de mejorantes, es en forma líquida, con alta
viscosidad, por lo que debe calentarse para su manipulación.
Se incorpora al mejorante mediante su dispersión en el resto de ingredientes secos.
Los Esteres mono y diglicéridos del ácido tartárico con los ácidos grasos alimenticios (E-472e), se
obtienen por reacción de fracciones de grasas animales refinadas obtenidas por destilación, con el ácido
diacetil-tartárico.
La RTS limita su utilización tanto para pan común como especial, a 3 g/kg de harina.
Comercialmente, se encuentran en escamas, en polvo, e incluso en líquido, formas todas utilizadas por
los productores de mejorantes.
La acción de los emulsionantes sobre la masa también está ligada a la mejora de las propiedades del
gluten, aunque los mecanismos bioquímicos son diferentes a los del ácido ascórbico.
Tanto la lecitina como el DATA, presentan efectos principales semejantes en la masa:
– Mejora notable del comportamiento de la masa a su paso por las diferentes máquinas de proceso, lo
que se ha dado en llamar “maquinabilidad”.
– Mayor retención de gas, lo que se traduce en una mejor tolerancia en la fermentación, y en un impulso
en el horno mucho más vigoroso.
Difieren en un aspecto particular:
– La lecitina contribuye a mantener el pan tierno durante más tiempo.
– El DATA tiende a resecar más el producto, efecto que se ve potenciado en las harinas muy flojas y en
las fermentaciones muy cortas.
Los productos terminados presentan:
– Mayor volumen, especialmente en los elaborados con DATA.
– Corteza más fina y uniforme.
– A igualdad de tiempo de fermentación, presentan una estructura más uniforme, con una miga más
suave, de poro más fino.
De modo simple, diremos que la acción de la lecitina es más moderada, por lo que está más indicada en
los procesos más largos. En éstos, tanto la mejor calidad de la harina empleada, como los efectos
positivos de una fermentación más prolongada, hacen innecesario el empleo de emulsionantes más
enérgicos.
Para procesos cortos, y para productos que requieren un volumen muy pronunciado, el DATA dará un
resultado perfecto.
Los mejorantes con DATA se presentan en forma más concentrada que los de lecitina. Así los primeros
suelen dosificarse entre 3 y 6 g/kg de harina, mientras que los últimos se emplean entre 8 y 10 g/kg de
harina.
La utilización de mejorantes muy concentrados presenta el riesgo de su dosificación en exceso, lo que
siempre tiene efectos negativos en la calidad del producto, aunque no sean dramáticos, además del
gasto innecesario que se realiza.
• Los enzimas. Las variaciones en el contenido de alfa-amilasa de las harinas, repercuten en las
características y en la regularidad del pan. La cantidad de estas enzimas naturalmente presentes en la
harina dependen de las condiciones de cultivo del trigo. En España, generalmente es baja, e insuficiente.
Es más perjudicial el exceso que se produce cuando las condiciones meteorológicas en el momento de la
recolección son las opuestas a las habituales. Si el grano maduro se moja antes de ser recolectado, se
inicia su germinación en la propia espiga. Comienzan a movilizarse las enzimas necesarias para que el
embrión pueda disponer de los nutrientes almacenados en la almendra harinosa del grano, llegándose a
actividades enzimáticas tan elevadas que perjudican tanto a la masa como al producto final.
La suplementación necesaria de alfa-amilasas en las harinas se viene haciendo desde hace muchos
años. Tradicionalmente se añadían harinas de malta, obtenidas de la germinación controlada de granos
de trigo, tostados y molidos. La cantidad y calidad de las amilasas de este origen no resultaba totalmente
satisfactoria, lo que vino a solucionarse al comenzar a producirse las denominadas genéricamente
amilasas fúngicas. Éstas se obtienen fundamentalmente de la fermentación de un hongo microscópico
(Aspergillus orizae), alcanzándose muy elevados grados de pureza y una variada gama de actividades.
Las amilasas, como todos los enzimas, se inactivan con el incremento de temperatura que se produce al
entrar al horno: son proteínas y, por tanto, termolábiles. Las amilasas fúngicas se inactivan a
temperaturas en torno a los 60º C, mientras que las naturales del trigo lo hacen por encima de los 80º C.
No sólo la temperatura es condicionante del funcionamiento de las enzimas. También lo es el pH del
medio.
El pH es una medida de la acidez relativa de la masa. La acidez en la que la actividad de las enzimas es
óptima, en procesos con fermentaciones cortas, se obtiene difícilmente cuando no se añade una porción
de masa madre.
La capacidad de producción de gas es uno de los parámetros más importantes a controlar en las harinas.
Depende, por una parte, de los azúcares libres presentes en la harina, que son los inicialmente atacados
por la levadura al comienzo de la fermentación de la masa y agotados rápidamente. La continuidad de la
fermentación viene asegurada por la obtención de azúcares fermentables a partir del almidón de la
harina.
El almidón está formado por largas cadenas construidas mediante la unión de múltiples moléculas de
glucosa. Existen dos tipos de estas macromoléculas: unas de cadena recta (amilosa) y otras de cadena
muy ramificada (amilopectina). Físicamente se agrupan estas cadenas, formando unas estructuras
peculiares llamadas gránulos.
Durante la molienda, parte de los gránulos sufren fisuras y roturas, quedando expuestos a la hidratación
masiva así como al ataque progresivo de las amilasas.
La alfa-amilasa corta las cadenas en unidades menores, denominadas dextrinas, mientras que la b-
amilasa va separando de las dextrinas unidades de maltosa. Este azúcar, formado por la unión de dos
moléculas de glucosa, es ya asimilable por la levadura. Pese a todo, el contenido en alfa-amilasa no es
suficiente para alcanzar el ritmo de fermentación requerido en los procesos actuales. Por eso es
imprescindible corregir el contenido enzimático vía el mejorante.
El efecto principal de las amilasas sobre la masa es el aumento de la velocidad de fermentación,
facilitada por la mayor producción de gas y por el ligero reblandecimiento de la masa producido por la
liberación del agua absorbida por los gránulos de almidón atacados. Una dosificación excesiva de
amilasas se traduce en masas pegajosas de difícil manipulación.
Al entrar la masa en el horno, y hasta la inactivación de las enzimas, se produce una aceleración violenta
de las diferentes reacciones implicadas en la fermentación, aumentando la producción de gas,
dilatándose éste y evaporándose el alcohol y parte del agua de la masa. La gelatinización del almidón,
mucho más sensible en ese estado al ataque enzimático, contribuye también. Las dextrinas no
consumidas, van a mantener más jugosa la miga, pero también a determinar la coloración de la corteza.
El gluten en la panadería
Por Francisco Tejero
El gluten de trigo es un polvo ligeramente amarillento, con un contenido en humedad del 9 a 12 %, que
añadido a la harina aumenta el contenido proteico de la misma y sirve además para que ciertos panes
especiales con alto contenido en fibra o de centeno, puedan panificarse sin problemas, obteniendo de
ellos un volumen aceptable. Del mismo modo, con su adición pueden adecuarse procedimientos
tecnológicos de panificación.
Cuando mezclamos la harina con el agua y comienza el amasado, el vaivén de la amasadora proporciona
una materia elástica denominada masa, la cual proporcionará unas características variables a la calidad
de la proteína de la harina. El 80 % de dichas proteínas están formadas por un grupo complejo de
proteínas insolubles en agua, en el que dominan la gliadina y la glutenina. Estas dos proteínas,
mayoritarias en la harina, son las que durante el amasado forman el gluten, responsable de formar una
estructura celular impermeable a los gases.
El panadero puede aumentar la fuerza y la calidad de las harinas agregando una cantidad variable de
gluten, de entre 1 y 4 kg por cada 100 kg de harina.
Obtención del gluten
El gluten se obtiene por lavado continuo de la masa, secándola después a temperaturas no muy elevadas
(ver Gráfico 1).
Para la obtención de gluten, se realiza un proceso continuo y automático donde primero se realiza un
amasado de la harina con agua y sal, amasándose perfectamente, condición indispensable para la
obtención de un buen rendimiento y una buena calidad. Posteriormente, hay una fase de lavado, la masa
se separa del gluten húmedo y de la lechada del almidón. El gluten húmedo se seca, eliminando así el
agua con celeridad y asegurando un gluten seco con una pérdida mínima de vitalidad.
El gluten, ya seco, deberá tener una escala determinada de granulación –dependiendo del uso al que se
destine variará su granulometría–, y también deberá mantener una vitalidad perfecta. En el proceso se
obtiene otro producto, el almidón, gracias a otro complicado método. Las harinas promedio producen
alrededor de 15 kg de gluten y 50 kg de almidón por cada 100 kg de harina.
Ventajas del gluten
1.- Aumenta la fuerza y la tolerancia de la masa. Cuando a una harina de W=120, se le añade un 2 % de
gluten se puede aumentar la fuerza hasta W=160, esto nos puede dar una idea del alto contenido
proteico del gluten. Sin embargo, se debe tener en cuenta que a medida que aumenta la fuerza aumenta
también la tenacidad, por lo que puede acarrear problemas en aquellos procesos de fabricación donde la
longitud de la barra a formar sea muy larga, debido a las tensiones que ejerce la masa durante el
formado.
2.- Aumenta la absorción del agua. Por cada kilo de gluten seco que se añade a la masa hay que añadir
un litro y medio de agua, aumentando de esta forma la absorción y el rendimiento del pan.
3.- Mayor volumen del pan. Al mejorar la retención de gas durante la fermentación, su consecuencia es
un aumento del volumen del pan.
4.- A mayor cantidad de gluten incorporado permite un porcentaje mayor de harina de centeno o de otros
cereales o granos ricos en fibra.
5.- Refuerza las paredes laterales del pan de molde. Uno de los problemas del pan de molde es cuando
los laterales de los panes se hunden. Este problema puede ser debido a múltiples causas: no haber
cocido el pan el tiempo suficiente, haber tardado mucho tiempo en sacar el pan del molde, o utilizar una
harina floja de escaso contenido en proteínas. Cuando se debe a esta última causa se corrige bien
empleando una harina de mayor fuerza o bien añadiendo entre 1 y 4 % de gluten.
6.- Facilita que al rebanar el pan de molde no se desmigue al tener mayor resistencia de miga. Aumenta
la conservación y la esponjosidad en el pan de este tipo.
7.- En el pan de hamburguesa, y en general en los bollos de alto contenido en grasa, con la adición de
gluten, la estructura queda reforzada, impidiendo que la pieza se arrugue una vez cocida.
Dónde añadir el gluten
Como se ha mencionado, el gluten es el responsable de la retención de gas y de la estructura celular de
la masa, por lo tanto será necesario añadirlo cuando sea necesario retener gas o cuando queramos
reforzar la estructura de la masa. Si lo que queremos es aumentar el porcentaje de proteína de la harina
hay que tener en cuenta que por cada 1 % de gluten añadido, la mezcla aumentará un 0,6 % su
contenido en proteína; así pues, si tenemos una harina con el 13 % de proteínas y se añade 1 % de
gluten, la mezcla se transforma en 13,6 % de contenido proteico.
Por tanto, se añadirá gluten cuando la harina sea floja, el contenido en grasas y azúcares en la
formulación sea elevado y en panes de alto contenido en fibra. Dependiendo del uso al que se destine, la
cantidad variará entre 1 y 4 kg de gluten por cada 100 kg de harina.
Cómo añadir el gluten
Lo primero que se debe hacer es mezclar el gluten con los ingredientes secos, antes de mezclarlo con el
agua. El contacto directo del gluten con los componentes líquidos de la masa provoca la formación de
grumos en la masa difíciles de disolver.
Se debe modificar la cantidad de agua, añadiendo 1,5 litros por cada kilo de gluten incorporado. Del
mismo modo el tiempo de amasado se incrementará progresivamente a medida que aumenta su
dosificación. Para dar una idea, cada 2% de gluten añadido se incrementará el tiempo de amasado en un
15%. Este aumento del tiempo de amasado se debe a la necesidad de formar mayor cantidad de gluten
proporcionado por el incremento de la proteína adicional.
El pan de molde ha de tener un volumen adecuado en relación al tamaño del molde, la miga resistente y
la corteza suave, el alveolado ha de ser pequeño y uniforme; y al cortar el molde no se deben hundir las
rebanadas. Para conseguir estas peculiaridades el principal factor es emplear una harina de las
características especificadas.
Harinas integrales
Según la Reglamentación Técnico-Sanitaria española, para la fabricación del pan, la harina integral “es el
producto resultante de la molturación del grano de trigo, maduro, sano y seco, industrialmente limpio, sin
la separación de ninguna parte de él”, es decir, con un grano de extracción del 100 por 100.
Para las harinas integrales el contenido de ceniza o material mineral que permite es de entre 1,5 y 2,3% y
el contenido en fibra entre el 2 y 3%.
La harina integral debe de proceder de trigos de fuerza, para compensar el debilitamiento que ofrece el
salvado.
Al contener la harina integral íntegramente el salvado y el germen del grano de trigo tiene una gran
tendencia al rápido enranciamiento por lo que el almacenamiento, sobre todo en verano, hay que
reducirlo considerablemente en relación con la harina blanca.
Hay muchos panaderos que utilizan por harinas integrales la mezcla de harina blanca con salvado, que la
mayoría de los fabricantes de harinas comercializan como harina integral. La elaboración de pan integral
no plantea demasiados problemas siempre y cuando la harina proceda de trigos de fuerza. Los
problemas más frecuentes son:
– Si la masa se extiende y da síntomas de decaimiento durante la fermentación, es muy probable que la
masa esté fría y blanda, o que la harina no procede de trigos de fuerza.
– Si durante la fermentación se rompen las piezas, es debido a que la masa ha quedado dura y caliente.
– Cuando el pan rompe en el horno es por no haber fermentado el tiempo suficiente.
– Los panes integrales con poco volumen pueden ser debidos a que no se ha amasado el tiempo
suficiente. Hay que recordar que a las masas integrales es necesario aumentarlas un 10% de amasado
en comparación al pan común.
– Si el pan se hunde en el horno es porque se ha pasado de fermentación.
Salvado
Son muchos los panaderos que elaboran panes con salvado, denominándoles panes integrales.
Compran por una harina integral lo que solamente es harina envuelta con salvados.
El pan que se le ha añadido salvado se denomina, según la Reglamentación española, pan de salvado
que es elaborado con harina a la que se añade salvado en el momento del amasado en una cantidad de
200 g de salvado como mínimo por kilogramo de harina.
El salvado que se destina para el pan debe cumplir las especificaciones técnicas que debe reunir el
salvado destinado para el consumo humano.
Debemos entender entonces por pan integral el que se elabora con harina integral y por pan de salvado
aquel que se elabora con harina blanca y salvado.
Harina de centeno
El centeno es un cereal panificable, el segundo en importancia después del trigo. La harina de centeno
puede ser de cualquier grado de extracción. Cuanto mayor sea el grado de extracción más oscura es la
harina. Los tipos de harinas más frecuentes de encontrar son de:
– 60% de extracción (Harina blanca)
– 85% de extracción (Harina algo oscura)
– 100% de extracción (Harina integral muy oscura)
La Reglamentación Técnico-Sanitaria española define al pan de otro cereal como aquel en el que se han
incorporado harinas de otro cereal en una proporción mínima del 51%, y recibe el nombre de pan de este
último cereal.
Así pues el pan de centeno será aquel que se le haya incorporado un mínimo de 51% de harina de
centeno.
La calidad panadera de la harina de centeno es inferior a la del trigo. Esta es la principal razón por lo que
no se elaboran panes al 100% de centeno.
La actividad enzimática de la harina de centeno es muchísimo mayor que en la harina de trigo, es decir,
el contenido en enzimas es superior. Esto provoca frecuentemente que durante la cocción gran parte del
almidón se transforme en otros tipos de azúcares que dan como resultado miga húmeda difícil de cocer.
El almidón de centeno gelatiniza más rápidamente que el almidón de trigo, es decir, se gelifica a
temperatura relativamente baja, (55-65º C), temperaturas a las cuales la actividad de la alfa-amilasa se
encuentra al máximo. Si la acción licuante de la amilasa continua demasiado tiempo, el pan de centeno
tendrá una miga húmeda y será un pan pesado y de poco volumen.
Para corregir este problema, es posible acidular las masas, el descenso de pH en la masa reduce
notablemente la actividad enzimática. Para aumentar la acidez se puede añadir masa madre ácida,
adicionar un litro de vinagre por 100 kg de harina, añadir 3 gramos de ácido cítrico por kilo de harina o 3 g
de ácido láctico por kilo de harina.
Para elaborar pan de centeno es frecuente añadir harina de trigo de alto contenido de proteínas, o si por
el contrario se quiere elaborar pan de centeno con alto contenido de harina de dicho cereal hay que
añadir gluten de trigo en un porcentaje que varíe entre 6 y 10% sobre el peso de la harina.
Una buena mezcla destinada a la elaboración de pan de centeno es: 7 kg de harina de centeno, 2 kg de
harina de fuerza y 1 kg de gluten.
Harina de gran fuerza para bollería
Todas las masas de bollería no hojaldradas, en la que su composición contiene altos contenidos de
grasas y azúcares, requieren harinas con alto contenido en proteínas.
El Gráfico 2 representa una harina ideal para bollería. Con una W de 400, una P de 95, una L de 125, un
P/L=0,83 y un contenido en Proteínas de 14,5%.
El huevo y su uso
Por Francisco Tejero
Los huevos son un ingrediente importante en la composición de algunos tipos de panes y de casi todos
los productos de bollería y pastelería. Poca, o muy poca importancia, se les da. El conocerlos por su
categoría, la forma más correcta de conservarlos, así como los problemas que acarrea la mala práctica
de su manipulación y las enfermedades de las que son portadores, es de gran importancia para el
panadero y el pastelero.
Un huevo está constituido por la siguiente estructura de fuera hacia dentro:
Cáscara. Compuesta por carbonato cálcico. Representa el 12 por ciento del peso del huevo y su color
varía según el plumaje de la gallina. La gallina blanca pone huevos blancos.
La cáscara está recubierta por dos membranas que forman en los polos del huevo dos cámaras de aire.
El tamaño de esta cáscara determinará la calidad y el tiempo del huevo, cuanto mayor es su tamaño más
tiempo ha transcurrido desde la puesta.
Albúmina o clara. Representa el 55 por ciento del peso del huevo. Es una sustancia viscosa y
transparente, soluble y se coagula y blanquea a la temperatura de 65º C.
Yema. Representa el 33 por ciento del peso. Es la parte más nutritiva del huevo y su color depende de la
alimentación de la gallina. Está compuesta principalmente por agua y proteína (ver Gráfico 1).
Los huevos se clasifican por su frescura y por su peso. Los huevos extrafrescos poseen una cámara de
aire de 4 mm máximo. Conservan esta denominación durante 7 días. Cuando se los denomina frescos la
cámara de aire es de 6 mm.
Las categorías de los huevos son:
A: Huevos extrafrescos.
B: De segunda calidad. Frescos destinados a la venta.
C: De uso industrial.
La categoría C es la más empleada en la panadería y pastelería y se clasifica según su peso (ver Gráfico
2).
Alteraciones
Los huevos, como producto natural, pueden presentar alteraciones microbiológicas:
– Salmonella
– Escherichia coli
– Estafilococos
Salmonelosis. La salmonella es un germen que contamina los alimentos. Proviene de los animales
portadores de la salmonella (el huevo y sus derivados y la carne).
Provoca en el cuerpo humano diarrea y fiebre. Por ello hay que tener muy presente que en épocas
calurosas, es decir, cuando la temperatura y la humedad es apropiada permiten la multiplicación de estos
gérmenes. (Ver Gráfico 3).
Escherichia coli. Esta bacteria se encuentra en el tubo digestivo del hombre y otros vertebrados. No suele
ser patógena pero en algunos casos vence los organismos defensivos y ocasiona septicemia, peritonitis,
hepatitis y otras infecciones.
Estafilococo. Estas bacterias se encuentran fácilmente en el agua, el suelo, el polvo, parasitando en
tegumentos y mucosas, y son frecuentes causa de infecciones.
Almacenamiento y conservación
Los huevos se deben conservar en frío, entre 5 y 8º C, sacando del refrigerador sólo aquellos huevos que
vayan a ser utilizados.
Ovoproductos
Son productos obtenidos a partir del huevo, de sus diferentes componentes, una vez quitada la cáscara y
la membrana, y que están destinados al consumo humano.
La Legislación española obliga a que el ovoproducto tenga ausencia de Salmonella, Escherichia coli y
Estafilococos y por tanto hay que aplicarle un tratamiento térmico que garantiza la total destrucción de
estas bacterias.
Los ovoproductos se clasifican en :
Albúmina o clara
– Líquidas-Pasteurizadas-Refrigeradas.
– Congeladas.
– Desecadas.
Yemas
– Líquidas-Pasteurizadas-Refrigeradas.
– Congeladas.
– Desecadas.
Huevo entero: Batido
– Líquido-Pasteurizado-Refrigerado.
– Congelado.
– Desecado.
Su tratamiento industrial se divide en:
– Pasteurización: Elevación de la temperatura hasta 65º C por un intervalo de entre 120 a 240 segundos.
– Ultra pasteurización: Elevación de la temperatura hasta 70º C en 90 segundos.
Influencia en la elaboración
En las masas fermentadas, el huevo da a la miga un color amarillo natural, que la vuelve más sedosa y
delicada, aumenta la conservación del producto y le da un sabor característico.
En las masas batidas ricas en huevo (magdalenas, bizcochos, cakes, etc.) la yema permite obtener una
buena miga, permitiendo mayor emulsión al aumentar el volumen del batido, lo que repercutirá en un
mayor esponjamiento. También las partes ricas en huevo se conservan blandas durante más tiempo.
Control de calidad y de frescura
La comprobación de la calidad del huevo se puede realizar de varias formas:
– Sumergiéndolo en una solución de agua al 10 por ciento de sal. Cuando el huevo es fresco del día, se
hunde hasta el fondo. A los dos o tres días flotará en el medio del recipiente. Transcurridos 15 días flotará
en la superficie del agua.
– Rompiendo un huevo sobre una superficie plana se puede apreciar cuando un huevo es fresco, porque
la clara no se extiende y la yema es abombada. Cuando se trata de un huevo no reciente o envejecido, la
clara se extiende, es más líquida y la yema más plana.
– También por una serie de parámetros se puede controlar su calidad:
• Extracto seco total.
• Ausencia de gérmenes patógenos.
• Recuento total de aerobios.
• Recuento de mohos y levadura.
• Color, buena coloración y yema anaranjada
• Ausencia de cualquier olor.
• Frescor, que indica que el huevo no está envejecido.
•Ácidos, por medio de la medición del pH de la clara se observa su evolución aumenta al envejecer el
huevo.
Alteraciones del huevo
Las alteraciones físico-químicas del huevo son:
• Huevo envejecido.
• Huevos incubados.
• Desplazamiento de yemas.
• Pérdida de peso.
• Aumento de la cámara de aire.
• Aplanado de yema.
Enranciamiento de las grasas: los antioxidantes
Por Francisco Tejero
Muchas de las especialidades panaderas y pasteleras contienen en su composición algún tipo de grasa,
bien directamente (aceites o margarinas), bien en la composición del producto (huevos o derivados
lácteos). Estos productos tienden a oxidarse, ocasionando el típico problema del enranciamiento. Para
evitarlo se utilizan los antioxidantes. En este artículo damos un repaso a los diferentes tipo de
antioxidantes y sus características.
En la fabricación de pan, bollería y pastelería intervienen aceites vegetales, grasas animales, lecitinas,
mantequilla, margarinas, huevos y leche. Todos estos ingredientes son susceptibles de enranciarse. Por
lo general, estas materias primas están estabilizadas durante su procesamiento para asegurar su
conservación.
Con la excepción del agua, la mayoría de los alimentos están constituidos por cierta cantidad de lípidos y
es la degradación oxidativa de los ácidos grasos poliinsaturados los que resultan ser el principal factor
que limita la vida de los productos de panadería de larga conservación (pan tostado, magdalenas, pastas
secas, galletas, hojaldres, etc.).
Uno de los grandes problemas de la industria panadera es precisamente el de la estabilización de las
grasas, ya que en muchas ocasiones están estabilizadas por el fabricante de la grasa, aunque en otras
ocasiones no lo están, o son insuficientes o no contienen los aditivos antioxidantes adecuados. De tal
forma, que muchos panaderos y pasteleros utilizan, sin saberlo, ciertos antioxidantes que, como se verá
más adelante, ya están prohibidos en la panadería.
En muchas ocasiones las recetas se formulan con productos naturales exentos de antioxidantes, lo que
produce que se enrancien
con mayor facilidad.
Los alimentos están constituidos fundamentalmente por hidratos de carbono, proteínas y grasas. Dentro
de las grasas están incluidos mono, di y triglicéridos, ácidos grasos libres e hidracarburos y ciertas
vitaminas. Las grasas y los aceites son más susceptibles de enranciamiento debido a la estructura
química que presentan. En general, la vida media de los alimentos es limitada, siendo los síntomas mal
olor y sabor.
El enranciamiento puede definirse como la estimación organoléptica subjetiva de un olor desagradable
que afecta a la calidad de los productos. Este deterioro se debe a la reacción del oxígeno atmosférico con
determinados compuestos de los alimentos, formándose no solamente compuestos no deseables sino
también altamente tóxicos.
Existen dos factores que afectan a la oxidación de las grasas:
– Auto-oxidación.
– Hidrólisis.
• Auto-oxidación. Es el resultado de la exposición al oxígeno que genera en las grasas compuestos
desagradables desde el punto de vista organoléptico e incluso tóxicos. Por tanto, es un proceso
irreversible de oxidación de los ácidos grasos insaturados. Esta etapa auto-oxidación se divide a su vez
en tres:
– Iniciación. Se inicia el enranciamiento por la luz, el calor y por la materia mineral que se encuentra en
los alimentos, formando hidroperóxidos.
– Propagación. Los hidroperóxidos son compuestos muy inestables y se descomponen en radicales,
aldehidos, cetonas y alcoholes, que son los causantes del mal olor.
– Terminación. Toda esta cantidad de compuestos reactivos que se forman comienzan a interaccionar
entre ellos acelerando aún más el proceso de enranciamiento.
• Hidrólisis. El enranciamiento hidralítico es producido por una acción enzimática; esta acción no se
produce en los productos horneados, ya que la temperatura de cocción destruye las enzimas. Sin
embargo, en las grasas no cocidas, cremas de decoración, masas batidas con demasiada humedad por
cocciones rápidas o poco cocidas, o cuando algún componente de la receta lleve lipasas, las enzimas
atacan a las grasas.
Factores que influyen en la oxidación de las grasas
Las grasas que contienen algunos productos de panificación y pastelería contienen mezclas de ácidos
grasos que difieren significativamente en su sensibilidad a la oxidación. Además, contienen compuestos
no lípidos que interaccionan con complicadas acciones enzimáticas y con las grasas, lo que influye en la
velocidad de oxidación. Veamos cuáles son los principales factores que influyen en la oxidación de las
grasas.
• Composición en ácidos grasos. La auto-oxidación de los ácidos grasos saturados es muy lenta y no se
oxidan prácticamente en condiciones normales. En cambio, a altas temperaturas, los ácidos grasos
saturados pueden experimentar una oxidación significativa. Por el contrario, los ácidos grasos
insaturados se oxidan tanto más fácilmente cuando más dobles enlaces lleven.
• La presencia de ácidos grasos. En algunos aceites comerciales la presencia de ácidos grasos libres
pueden aumentar la incorporación de trazas de metales que pueden actuar como catalizadores a partir
de los tanques de almacenamiento o de las tuberías y, en consecuencia, incrementar la velocidad de
oxidación de los lípidos.
• Superficie libre. En el almacenamiento de las grasas la velocidad de oxidación aumenta
proporcionalmente con el área de líquido expuesto al aire. En las grasas especiales para croissant, una
vez destapado el papel que lo cubre, acelera la oxidación por contacto directo con el aire.
• Humedad. En los alimentos desecados cuyo contenido en agua es muy bajo (actividad del agua menor
0.1), la oxidación se produce muy rápidamente. El incremento del contenido de humedad a un valor Aw
0,3 retarda la oxidación. Pero, sin embargo, cuando la actividad del agua es muy alta (Aw = 0,55 – 0,85)
la velocidad de oxidación aumenta.
• Luz y temperatura. La energía radiante, la luz –especialmente la radiación ultravioleta– y el calor,
aceleran la oxidación. Por el contrario, a temperaturas de congelación se paraliza.
• Antioxidantes. Los antioxidantes son sustancias que retardan la velocidad de oxidación, por lo que
previenen el enranciamiento o el deterioro debido a la oxidación. Existen muchos compuestos, tanto
sintéticos como naturales, pero en la fabricación del pan y pastelería, sólo están autorizados los que
aparecen en la Reglamentación Técnico-Sanitaria. Hay que tener en cuenta que si no tienen algún
tratamiento térmico, los productos o las grasas de pastelería sólo están permitidos los naturales
(Tocoferoles y los Esteres de Ácido Ascórbico).
Se clasifican los antioxidantes en:
– Sintéticos
– Naturales.
· Antioxidantes Sintéticos
• BHA Butil -Hidroxi-anisol (E-320)
• BHT Butil-Hidroxi-Toluol (E-321)
Los antioxidantes sintéticos BHA y BHT son muy efectivos en grasas animales y menos en las grasas y
aceites vegetales. El BHT es tóxico en proporciones mayores a las permitidas. El BHA presenta el
inconveniente de que comunica un olor fenóloco que puede ser perceptible si el aceite es sometido a un
fuerte calentamiento.
• Esteres de gelato.
• Galato de propilo E-310.
• Galato de dodecilo E-312.
Son antioxidantes sensibles al calor, no siendo efectivos después de los procesos de cocción o fritura.
Suelen emplearse en combinaciones de BHA.
· Antioxidantes naturales
• Alfa Tocoferol E-307.
• Gama Tocoferol E-308.
Los tocoferoles, debido a la alta concentración y presencia habitual en aceites vegetales y otras plantas
que contienen lípidos, fueron los primeros antioxidantes aislados de las plantas.
La mayor parte de los aceites vegetales insaturados contienen entre 0,1 y 0,5% de tocoferoles. Pero,
durante el proceso de refinado del aceite se pierde la mayor parte de ellos, lo que hace necesario volver
a añadírselos después para garantizar la estabilidad de los aceites.
Los antioxidantes sintéticos son más volátiles en los procesos de fritura y horneado que los tocoferoles,
por lo cual, estos últimos proporcionan más estabilidad en las grasas.
Otra de las ventajas de los tocoferoles es que están permitidos en todo el mundo, no así el BHA y el BHT,
debido a que tienen efectos secundarios para la salud, tal y como demuestran numerosos estudios
realizados, aunque como cualquier producto, bien sea natural o sintético, depende de las dosis que se
utilice.
Por todo ello, podemos decir que los tocoferoles son seguros, efectivos y fáciles de manejar y además
funcionan bien a altas temperaturas.
• Ácido Palmitil-6-L-ascórbico E-304.
Aunque el ácido ascórbico es insoluble en grasa, cuando se encuentra en presencia de ácido palmitil, sí
es soluble en la grasa. Se utiliza en la fabricación de bebidas y para la estabilización de las grasas y
aceites.
Mezcla sinérgica de antioxidantes
Se encuentran en el mercado mezclas que contienen dos o más antioxidantes, por lo que hay que
asegurarse que están incluidos en la lista positiva para la fabricación del pan. La combinación de dos o
más antioxidantes funciona mejor que la equivalencia cuantitativa de cualquiera de ellos por separado;
esto hecho se denomina sinergismo.
La utilización de estos antioxidantes en asociación se autoriza en cantidades tales que la suma de los
tantos por ciento de cada uno de ellos referida a su cantidad máxima autorizada no debe superar 100.
(Ver Tabla 1).
Los antioxidantes autorizados no pueden ser utilizados en los obradores de panadería, excepto que el
fabricante de la grasa garantice que ésta no contiene ningún antioxidante y que el obrador cuente con las
instalaciones adecuadas para una perfecta homogeneización.
BHA y BHI hasta marzo de 1997 se podían añadir en las grasas destinadas a la panadería pero
actualmente sólo está permitido en algunos preparados de pastelería.
En esta legislación hay que tener en cuenta que el 31 de enero de 1997 se aprobó en Real Decreto
147/97 mediante el cual se transpone la Directiva Comunitaria de Miscelancos y entre otros aditivos se
regula la utilización de antioxidante. Este Real Decreto es de obligado cumplimiento desde el 25 de
marzo de 1997.
Resumiendo, se puede decir que solamente los Tocoferoles Naturales y los esteres de Ácido Ascórbico
están permitidos en todo tipo de alimentos. En el caso de aceites y grasas que se utilizan en la industria y
se someten a tratamientos térmicos, se permiten antioxidantes sintéticos pero en la dosis máxima que se
indica.
Los aceites y las grasas, tanto emulsionadas como sin emulsionar, que van a ser consumidas de forma
directa, sólo podrán incorporar como antioxidante los Tocoferoles, Esteres de Ácido Ascórbico y
derivados del Ácido cítrico.
Agua 58 l
Sal 2.000 g
Mejorante c.s
Levadura 2.500 g
El proceso de fabricación
El amasado variará en función del tipo de amasadora, pero lo ideal es conseguir una masa fina y elástica,
incorporando la levadura al final del amasado y procurando que la temperatura sea del orden de los 23º
C, teniendo en cuenta que la masa debe ser un poco más consistente que en el proceso normal.
La división se deberá realizar lo más rápido posible, por lo que el tamaño de los amasijos, así como la
velocidad de la divisora, van a determinar el tiempo de permanencia de la masa en la tolva de la divisora.
El tiempo habitual de reposo de las bolas es de 10 a 15 minutos, que resulta escaso para la maduración
de la masa, razón por la cual debe reforzarse conforme se ha indicado.
El formado debe ser bien apretado, evitando que la masa se desgarre.
El bloqueo
Se denomina bloqueo a la fase o período de tiempo en que la cámara está aportando frío intenso para
conseguir que se detenga la actividad fermentativa de la masa.
Son muchos los autores que han opinado sobre qué temperatura y cuánto tiempo son los óptimos de
bloqueo. La respuesta correcta a esta cuestión hay que encontrarla teniendo en cuenta la cantidad de
levadura prensada, el tamaño de las piezas, la frecuencia de entrada de carros a la cámara, los kilos de
masa introducidos, así como el grado de ocupación de la cámara.
Expuesto esto, estamos en condiciones de decir que puede ser válido un bloqueo a la temperatura
comprendida entre – 5 y – 14º C. Será el panadero quien lo determine, teniendo en cuenta lo
anteriormente expuesto, así como el tiempo, que debe oscilar entre una y tres horas.
Refrigeración de la masa
Una vez transcurrido el período de bloqueo, la cámara se estabiliza entre 0 y 1º C. En este estado, la
masa estará en buenas condiciones durante las próximas 20 horas. Sin embargo, cuando se prolonga el
tiempo (pan que se elabora el sábado para cocerlo el lunes, por ejemplo), hay que hacer algunas
modificaciones, dotando a la masa de mayor fuerza y aumentando el período de bloqueo.
El calentamiento
La etapa más crítica de la fermentación controlada se produce en el paso del frío al calor. Cuando el
calentamiento se lleva a cabo muy rápidamente, se produce una condensación de humedad sobre la
masa, provocando una elevación de la actividad enzimática, lo que se traduce en un color rojizo en la
corteza, que adquiere un aspecto duro y cristalino.
La subida térmica de la cámara ha de ser progresiva, de tal forma, que si se programan seis horas de
fermentación, la rampa de subida ha de ser la mitad del tiempo; es decir, la cámara debe tardar tres
horas en alcanzar la temperatura programada para la fase de fermentación. Con esta medida, la masa se
va atemperando gradualmente, evitándose la condensación sobre la superficie de las barras.
La fermentación y la cocción
Una vez que la cámara se ha estabilizado a la temperatura de fermentación, y habiendo cuidado que la
subida térmica haya sido progresiva, nos encontramos en la fase final de la fermentación.
También se ha discutido mucho sobre cuál debe ser la temperatura ideal de fermentación. Después de
varios ensayos estamos en disposición de decir que, en el sistema rápido de panificación, la temperatura
ideal de fermentación controlada es de 26º C. Hemos llegado a tomar este valor teniendo en cuenta que
la masa es muy mala conductora del calor, y que tarda bastante tiempo en estabilizarse la temperatura
interior de la barra con respecto a la temperatura de la superficie. Si la temperatura de la cámara está por
encima de 26º C se produce una diferencia de volumen en la parte interior con respecto a la corteza.
También hay que tener en cuenta que si se eleva la temperatura de la cámara a niveles superiores, la
condensación que ello provoca, acarrea los problemas antes mencionados.
El volumen final de fermentación se controlará ajustando la dosificación de levadura y el tiempo de
fermentación, sin que sea necesario modificar la temperatura de fermentación que, repito, debe ser de
26º C.
La humedad de la cámara también hay que tenerla en cuenta para que en ningún caso sobrepase el
70%. Con estos parámetros de temperatura y humedad no hay riesgo de deshidratación en la masa.
Una vez fermentada la masa, ya está lista para el horneado, pero hay que tener en cuenta que las
actividades enzimáticas de la masa durante el bloqueo, refrigeración y fermentación han seguido su
curso, lo que produce una dextrinización superior en la corteza del pan. Esto hace que aumente la
coloración de la corteza, así como su cristalización. Para paliar, en parte, este problema hay que bajar la
temperatura del horno 10 o 15º C con respecto a lo habitual y aumentar un poco el tiempo de cocción.
Antes de equiparse con una cámara de fermentación controlada hay que tener en cuenta las capacidades
de cocción, de tal forma que si sólo se dispone de un horno, lo ideal es una cámara con capacidad para
dos carros.
Hay algunos panaderos que se aventuran a instalar cámaras de más capacidad y, para controlar el
volumen de los últimos carros tienen que ir reduciendo levadura en las masas, con la consiguiente
pérdida de fuerza y sus consecuencias; o bien vuelven a refrigerar la masa en espera del turno de
cocción, lo que provoca una nueva deshidratación de la corteza y la aparición de pequeñas ampollas en
la corteza así como un aspecto cristalino.
Por todo ello, cuando se dispone de un solo horno, es más aconsejable instalar dos cámaras con
capacidad para dos carros cada una, que una sola con capacidad para cuatro carros.
Almacenamiento
Las propiedades del producto vivo que adquirimos, van a evolucionar en función de las condiciones de
almacenamiento y, principalmente, de la temperatura.
Para evitar el deterioro de sus características, debe conservarse siempre en refrigerador o en cámara
frigorífica, entre 0º C y 10º C, si bien la temperatura óptima es de 4º C.
En estas condiciones, y siempre que no se dañen los envases, se garantiza su perfecta conservación
durante treinta días, lo que se expresa en forma de Fecha de Consumo Preferente.
Naturalmente la frecuencia de suministro habitual hace innecesario un almacenamiento tan prolongado.
Control de calidad del panadero
A su recepción. Deben iniciarse los controles de esta materia prima en el momento en que llega a la
panadería, comprobando que la cantidad adquirida corresponde con la reflejada en el albarán de entrega.
La comprobación de los pesos de las unidades de venta, cajas de diez kilos, debe hacerse conforme a la
Norma de Control de Contenido Efectivo de los Productos Alimenticios, reguladora de esta materia.
Se debe anotar el número de lote recibido y la fecha de consumo preferente, que nos ayudarán a utilizar
siempre el producto que entró primero en nuestro almacén.
Después deberá tomarse la temperatura interior de las pastillas, que no deberá superar los 10º C.
Sin más espera, debe introducirse en el frigorífico, para evitar calentamientos innecesarios además de
perjudiciales.
En su utilización. El aspecto del producto es el modo tradicional por el que el panadero juzga la levadura
antes de utilizarla, llegando a su rechazo en los casos en que le surjan dudas. Para evitar errores,
conviene aclarar varias cuestiones:
La humedad. Un mayor contenido en humedad no implica un mayor poder fermentativo, sino un menor
contenido en materia seca. Lo realmente importante es la calidad de tal materia seca, no su cantidad. Las
variaciones de humedad corresponden a la variabilidad natural de los procesos tecnológicos, ya que este
factor es estrechamente vigilado por el fabricante en función del modo de adición de la levadura a la
amasadora. Así, en los países donde se acostumbra a disolver la levadura en el agua, las levaduras
tienen contenidos en humedad del 72 al 74%, mientras que en los países donde se acostumbra a
desmenuzar la pastilla, las humedades deben reducirse hasta el 65-70%. Precisamente las levaduras
más activas son las que presentan mayor contenido en humedad ya que la materia seca, aunque en
inferior cantidad, presentan un comportamiento fermentativo de muy alto nivel.
El color. En torno al color, también hay cierta confusión. Hace años era bastante frecuente encontrar
levaduras que no fermentaban bien y que presentaban colores oscuros, esto indujo a pensar al panadero
que un color más oscuro implicaba un menor poder fermentativo. Pero simplemente se trataba de
levaduras averiadas, en las que el poder fermentativo original se había deteriorado. En levaduras sanas
el color no está asociado con el poder fermentativo.
Una levadura que tenga un color oscuro y sea blanda, pastosa, puede ser una levadura averiada y no es
aconsejable su utilización.
El empaquetado. La función que cumplen las envueltas de papel y celofán, es la de mantener las
condiciones de humedad de la pastilla, y la de protegerla de la contaminación externa (mohos). Por tanto,
un mal sellado del celofán no será una condición favorable para la larga conservación del producto.
La temperatura. Como se ha indicado más arriba, este es el factor primordial a controlar para asegurar la
buena conservación del producto en la panadería. Aunque cada vez menos frecuente, casi siempre en
verano, el excesivo recalentamiento de la levadura puede llevar a desarrollar el fenómeno denominado
autolisis. Al aumentar la temperatura interna de las células, las enzimas proteasas que contienen
destruyen las proteínas estructurales, provocando la muerte celular. El fenómeno se extiende
gradualmente alrededor del punto de inicio dando lugar a zonas de aspecto licuado que desprenden un
olor putrefacto fuerte y desagradable. En este estado no debe utilizarse jamás la levadura.
Reproducción
La reproducción de las levaduras se desarrolla de dos formas: por gemación y por reproducción sexual.
La reproducción por gemación es la forma más común y es un proceso en el cual la llamada célula madre
desarrolla una pequeña ampolla que va aumentando de volumen hasta separarse convirtiéndose en una
célula hija.
En el microscopio se puede observar en la pared celular las cicatrices debidas a la separación de las
células hijas. Una célula de levadura puede reproducir alrededor de 25 células hijas.
La reproducción sexual se realiza mediante el cruce de esporas, cuando las condiciones de vida son
desfavorables, como temperaturas extremas, sequedad excesiva, etc.
Composición
La composición química de la levadura prensada varía en función de la humedad y del tiempo que lleve
fabricada, pero se puede dar como media un 70% de contenido en agua. También se comercializan
levaduras con una mayor cantidad de humedad; éstas tienen aspecto de crema dependiendo del
contenido en agua. Además se obtienen levaduras secas o deshidratadas, con un contenido en humedad
de entre el 7 y el 9%. Ésta se comercializa en polvo, granulado o comprimido.
Fabricación de la levadura
La fabricación de levaduras comienza con unas cepas puras, libres de toda contaminación, denominadas
células madres. El punto de partida es una cantidad muy próxima a 1 g de células madres, a las cuales
se las introduce en un frasco con nutrientes.
En este frasco, conservado a temperatura adecuada (27/30º C), al cabo de 24 horas el número de células
iniciales se habrá multiplicado por 50. Seguidamente se añade a otro recipiente más grande donde
después de otras 24 horas las levaduras se multiplican nuevamente.
A partir de este momento, comienza el proceso industrial donde la mezcla pasa a cubas cada vez más
grandes, hasta llegar, al cabo de los seis días, a una cuba de 48 toneladas.
Las primeras etapas en la elaboración transcurren sin aireación, pero en la fase industrial las cubas
tienen potentes compresores que mantienen el caldo fermentativo bien aireado. Esta super-oxigenación
de la levadura ayuda a que se reproduzca más rápidamente.
La materia prima básica de esta fabricación es la mezcla de azúcar, la cual contiene un 50% de azúcar y
de 10 a 12,5% de materias nitrogenadas, de las cuales la mitad son asimiladas por la levadura.
Además en su composición hay materias minerales ricas en potasio y nutrientes indispensables para el
desarrollo de las levaduras.
Dicha mezcla se obtiene del residuo de la extracción de azúcar, presentada en forma de un líquido
pastoso y que antes de ser añadida como nutriente ha de ser esterilizada y clarificada para eliminar las
materias orgánicas que puedan contaminar el cultivo.
Una vez esterilizada, la mezcla se enfría a 30º C, y se le va añadiendo a las cubas de fermentación. Al
mismo tiempo el caldo fermentativo es sometido a una corriente de aire constante, que permite eliminar el
anhídrido carbónico, para que de este modo se desarrollen adecuadamente las células.
Cuando todo el azúcar de la melaza ha sido consumido por las levaduras, comienza la separación del
mosto, por medio de sucesivas centrífugas que la lavan y la orean.
Para obtener la consistencia de levadura comercial se necesita filtrar la crema por medio de filtros-
prensas rotativos a vacío que eliminan parte del agua, cayendo la levadura obtenida directamente a una
máquina amasadora que le da forma de barra y se corta automáticamente a la medida y peso deseado
para formar los bloques. Estos bloques se envuelven mecánicamente con papel y cada cuatro o cinco
bloques se envuelven con celofán.
Formadas las bolsas, pasan a cajas de cartón que se almacenan en cámaras frigoríficas a 2º C de
temperatura.
La sal en panificación
Por Francisco Tejero
El cloruro de sodio o sal común (Cl-Na), está compuesto por un átomo de cloruro de sodio y un átomo de
sodio, dicho compuesto posee la facultad de disolverse fácilmente en el agua, aportando a la masa un
sabor característico.
A excepción del pan sin sal, la sal se emplea en todas las masas fermentadas. Pocas panaderías le
brindan la atención como ingrediente saborizante, regulador de la fuerza y equilibrio de la masa y como
factor determinante de la calidad.
Obtención de la sal
La sal se obtiene del mar, en salmueras naturales y en minas de rocas de sal.
La sal marina se extrae del mar o lagos salados, por medio de la evaporación de agua que tras un
proceso de refinación y depuración está lista para su comercialización.
El agua del mar tiene una concentración de sal de 27 gramos por litro de agua.
La sal de minas o sal gema es el vestigio de los mares que desaparecieron hace millones de años,
dejándola en forma de roca en las profundidades terrestres. Se obtiene de formas diferentes, o se extrae
en bloques en estado sólido o partir de salmuera.
La salmuera es un depósito natural de sal que se extrae perforando pozos hasta el extracto salino y se
introduce una tubería por donde se inyecta agua hasta obtener una salmuera saturada, es decir,
disolviéndose primero y bombeándose después, pasando a varios depósitos donde se sedimentan las
impurezas y arena. Más tarde se calienta la salmuera evaporándose el agua hasta que la sal se precipita
en granulos, luego se seca y se termina clasificándose por el grado de finura.
La sal en la historia del pan
No cabe duda que la primera vez que se empleó sal en el pan fue cuando algún panadero panificó con
agua de mar. Pudo observar que la masa, aumentaba de fuerza y tenacidad y el sabor del pan se
potenciaba.
El uso de la sal en el pan quedó relegado a cuando tenía que panificar con harinas averiadas o falta de
fuerza.
La dosificación de la sal ha pasado por varias etapas a lo largo de la historia de la panificación. A
principios del siglo XIX, cuando se utilizaba, se añadía una dosis pequeña, entre 4 y 6 gramos por kilo de
harina. Es a partir de 1960 cuando se produce el cambio fundamental que ocasiona la falta o ausencia
del sabor en el pan. La velocidad de la amasadora se duplica y el tiempo de amasado sigue igual o
aumenta.
El superamasado produjo algunas modificaciones como, la sobreoxigenación (blanqueamiento) de la
masa, y el acortamiento de la fermentación. Esto hizo que el panadero corrigiera esta ausencia de sabor
aumentando la dosificación de la sal hasta un 2% sobre el peso de la harina, o lo que es lo mismo, 20
gramos de sal por cada kilo de harina, exceptuando el pan sin sal de régimen.
Características
La sal que se emplee en la panadería cuando se disuelve en el agua debe ser limpia y sin sustancias
insolubles que se depositan en el fondo.
Es frecuente en algunos panaderos el uso de sal gorda, práctica poco aconsejable ya que si no se
disuelve bien la sal aparecerán manchas oscuras sobre la corteza. Lo ideal es utilizar sal fina fácil de
disolver, para asegurar su correcta disolución.
• Funciones de la sal en panificación. El uso de sal en panificación tiene unas funciones especiales y el
añadir la dosis correcta es uno de los condicionantes para conseguir una buena calidad en el pan. Los
efectos de la sal en el pan son los siguientes:
– Fortalece el gluten. La sal actúa sobre la formación del gluten reforzándole, aumentando la fuerza y la
tenacidad a medida que la dosificación aumenta. La falta de sal en la masa se manifiesta con masas
blandas, pegajosas y suaves y la miga del pan se desmorona. Por tanto la sal en la masa aumenta
notablemente la firmeza y mejora su manejabilidad.
– Aumenta la absorción de agua. Con la presencia de la sal en la masa el gluten absorbe más agua, es
decir, aumenta la fijación del agua al gluten, permitiendo añadir más agua en las masas. De tal forma que
la humedad en el pan será mayor, aumentando también el agua retenida por el gluten.
– Frena la actividad de la levadura. El exceso de sal tiende a reducir la capacidad de la levadura, incluso
puede detener la fermentación. En muy frecuente en las fermentaciones largas añadir un poco más de
sal, con el fin de que restrinja la actividad de la levadura durante las primeras horas de la fermentación.
También es de uso general añadir el doble de sal en verano en aquellas masas madres que se elaboran
de un día para otro y que no son conservadas en cámara frigorífica.
– Inhibe la acción de las bacterias ácidas. La sal reduce la acidez de la levadura por su propiedad
antiséptica. Retarda las fermentaciones del ácido láctico y butírico. También frena ligeramente la
actividad proteolítica mejorando ligeramente aquellas harinas con degradación.
– Tiene un efecto antioxidante. Cuando se incorpora al final del amasado existe una oxidación superior, la
miga del pan se vuelve blanca y carente de sabor. Por el contrario cuando se incorpora al principio del
amasado frena el blanqueamiento, potenciando el aroma y el sabor.
– Produce la corteza más fina y crujiente. La sal favorece el colorido de la corteza y le confiere un
aspecto más atractivo, de tal forma que el pan sin sal es siempre más pálido y de peor aspecto en
comparación con el que sí lleva sal.
– Da gusto y sabor al pan. Junto con algunas reacciones que se producen durante la fermentación y
cocción, la sal mejora el aroma y el sabor del pan.
– Aumenta la conservación del pan. La sal en el pan tiene la capacidad de aumentar la retención de
humedad de la miga, prolongándose la conservación del pan. Pero también en los días lluviosos o climas
húmedos la dosis elevadas de sal tienden a revenir el pan.
• ¿Cómo descubre el panadero que la masa no tiene sal? Cuando se ha olvidado incorporar la sal en el
amasado, puede advertirse como la masa es más blanda de lo normal y se pega a la cazuela de la
amasadora. Durante la fermentación la masa tiende a aflojarse y aplastarse. La fermentación se
desarrolla muy rápidamente.
Si se olvida incorporar la sal lo mejor es añadirla directamente a la masa aumentando un poco más de lo
normal la duración del amasado, pero la sal debe ser fina para que pueda disolverse con rapidez en la
masa.
• Cuándo debe incorporarse la sal. El incorporar la sal al comienzo del amasado o al final, depende del
color de la miga que se quiera obtener. Cuanto más se tarde en incorporarla el volumen del pan será
mayor, la miga más blanda pero el sabor del pan más insípido.
También incluye en el momento de la incorporación de la sal el equilibrio de la masa, de tal forma que
cuanto más pronto se adicione la sal, más tenaz será la masa; y por el contrario cuanto más se tarde en
añadir la sal más extensible será la masa.
En el caso de que se incorpore la levadura al principio del amasado y la sal al final provocará una mayor
actividad de la levadura, tendiendo a aumentar la fuerza y la tenacidad.
Problemas que acarrea el exceso de sal
– Aumenta la fuerza y la tenacidad de la masa.
– Retrasa la fermentación.
– Queda reducido el volumen del pan.
– El pan se reviene más de lo habitual.
– La corteza es más oscura.
• La dosificación. La cantidad de sal que se incorpora al pan es del 2% con respecto a la harina, es decir,
20 gramos por kilo de harina, cuando el amasado es intensivo es necesario aumentar la cantidad de sal
hasta un 2,2% para evitar la sobre oxidación, (blanqueamiento) y la carencia de sabor en el pan.
En las masas de bollería con alto contenido en azúcar, la cantidad de sal varia entre 1,2% y 1,8% con
respecto a la harina.