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LA CAUSA DEL CONTRATO: El CCyCN adopta una postura que reconoce a la causa como un elemento estructural del acto

jurídico y del contrato.


Las acepciones de la causa y la metodología seguida en el CCyCN Se ha dicho que la causa es un vocablo multívoco, que
presenta pluralidad de acepciones, entre las cuales sobresalen la que refiere a "aquello que se considera como fundamento
u origen de algo", y la que alude al "motivo o razón para obrar". Esas nociones se proyectan al campo jurídico. La primera
entronca con la llamada "causa fuente", propia de la "teoría general de las obligaciones", que es tratada con gran
rigurosidad en el CCyCN, no sólo en lo conceptual, al afirmar que "no hay obligación sin causa, es decir, sin que derive de
algún hecho idóneo para producirla, de conformidad con el ordenamiento jurídico", sino también por la metodología
seguida, en cuanto en lo relativo a los "derechos personales", se aborda al contrato y a las otras fuentes de las obligaciones,
entre las que se comprenden a la responsabilidad civil, a la gestión de negocios, empleo útil, enriquecimiento sin causa,
declaración unilateral de voluntad, y títulos valores.
La segunda da cuenta de la denominada causa fin, cuya sede natural es la teoría del acto jurídico, y de la cual el contrato es
tributaria, por tratarse de su especie paradigmática. En este punto, la metodología del CCyCN es peculiar, dado que encara
la regulación en el ámbito de los actos jurídicos, aunque luego consagra normas generales y especiales en los contratos. El
criterio debe ponderarse, puesto que va en la dirección ya señalada de fortalecer a la causa fin, proyectándola sobre el
contrato para consolidarla en el plano práctico. Pero además, porque no es una postura uniforme en el Derecho
comparado.
De hecho, los modelos señalados en los "Principios sobre los contratos comerciales internacionales de UNIDROIT" y los
"Principios Europeos de Derecho Contractual" (PECL), prescinden de ella, aunque en la búsqueda de la construcción de un
régimen único para los contratos que trasciendan los sistemas jurídicos del Civil Law y Common Law.
Es evidente que la objetivación del contrato, expresada en los contratos por adhesión a cláusulas generales predispuestas o
en los contratos de consumo, aminora sus campos de actuación, pero no es menos cierto, que aún persisten infinidad de
temas que requieren de su auxilio para una más acabada comprensión, y otros encuentran en ella, un campo fértil de
aplicación, especialmente en su dimensión subjetiva.
Hace ya varias décadas BREBBIA reseñaba entre estos grupos a la ilicitud por causa ilícita del acto; a la teoría del error; la
frustración del fin; el enriquecimiento sin causa; la simulación; a la que se agrega la estipulación a favor de terceros; la
conexidad contractual; y los pactos de familia, entre muchos otros supuestos, sobre los que se efectuarán diferentes
consideraciones.
Causa fin
Debates históricos sobre la materia La causa fin es una categoría que ha suscitado variadas teorías en diferentes momentos
históricos, cuyos desarrollos iniciales se remontan al Derecho romano, y de allí transitan por el Derecho intermedio, la
Codificación decimonónica y las emergentes del siglo XX. Para comprender los alcances fijados para la causa fin en el CCyCN,
es necesario esbozar las grandes doctrinas ensayadas en el Derecho Comparado y en el Derecho nacional.
A fin de sintetizar el planteo, y explicarlo a la vez en términos de evolución, podría recurrirse a la denominada dialéctica
hegeliana, cuya idea central reside en que todo fenómeno contiene en sí mismo un aspecto afirmativo, de identidad;
también la negación, que conduce al devenir, que a su vez actúa como el punto de partida de nuevos desarrollos. En otras
palabras, se lo suele expresar bajo la secuencia de una tesis, una antítesis y una síntesis.
La evolución de la causa fin es bastante conocida, por lo cual se centrará el estudio en las discusiones actuales. Sin perjuicio
de ello, se recuerda que hubo una primera sistematización de la causa por parte de JEAN DOMAT (tesis), la que influyó
sobre el Código de Napoleón, y en sus primeros comentadores, que dieron forma al "causalismo" en los contratos al influjo
de dicho pensamiento. Las inconsistencias de la formulación llevaron a severas críticas, que contribuyeron a eclipsarla
(antítesis), y generaron un fuerte movimiento identificado como "anticausalismo". Finalmente, y ya en el siglo XX
comenzaron a perfilarse otros estudios, que resistematizaron la noción sobre otras bases, la más significativa fue la obra de
LOUIS JOSSERAND. Allí alumbra una corriente de síntesis, que se expresa en un neocausalismo o nuevo causalismo.
Este neocausalismo cuenta con dos corrientes bien diferenciadas, aunque no antitéticas:
1). El neocausalismo objetivo, desde esta perspectiva la causa radica en la función económica-social del contrato, y puede
ser caracterizada como el conjunto de intereses que parece probable que la norma contractual realice, y que son también
perseguidos por las partes. Con esta impronta, la causa resulta de utilidad para explicar muchos acontecimientos y efectos
de los contratos tal como operan en el mercado, revalorizando la regulación o tipificación especial de los mismos, la que por
ello, guarda una importante diferencia con las normas de la parte general. La noción de causa se vincula así al tipo
contractual, en cuanto pone el acento en su función abstracta, de la cual resultan los efectos legales correspondientes a los
contenidos mínimos esenciales de la figura, e incluso a aquellos impuestos por normas imperativas.
Aunque es innegable que la noción presenta utilidad para temas tales como la calificación e interpretación del contrato, la
cláusula resolutoria implícita y la suspensión del contrato, entre otros temas de interés, no deja aportar una mirada
insuficiente, por lo cual se la pretende enriquecer con nuevos horizontes, como los que emergen de la llamada causa
concreta. Sin embargo, por esta vía la objetivación parece diluirse.
2). El neocausalismo subjetivo ha sido delineado por JOSSERAND, quien afirmara algunos conceptos, a saber:
• Los móviles pueden definirse como las razones de obrar de las partes, que se presentan como los diversos sentimientos,
intereses e innumerables pasiones por las que el alma humana puede ser conmovida.
• Los móviles pueden remontarse al pasado o mirar al porvenir. Los primeros, generalmente denominados motivos,
constituyen los antecedentes del acto. El citado jurista ejemplifica con el individuo que compra un automóvil porque el que
tiene está fuera de uso. Sin embargo, para inferir adecuadamente el fin que persigue, es necesario recurrir a los móviles,
que ingresan en el porvenir, con sesgo claramente teleológico.
• Los verdaderos móviles son extrínsecos al acto, y en el ámbito de los contratos, a los efectos de preservar su intangibilidad
u obligatoriedad, es necesario que sean comunes a las partes. Por tanto, han de incorporarse al acto, para lograr valor
contractual.
• Lógicamente deben ser lícitos. Para dar cuenta de este planteo teórico, suele también recurrirse a la expresión propósito
común, muy propio de la doctrina italiana contemporánea. Así formuladas, ambas perspectivas no son incompatibles, y por
tanto, enriquecen a la teoría del acto jurídico y a la teoría general del contrato. Esto es lo que predica la doctrina
neocausalista dualista.
Postura que adopta el CCyCN El art. 281 CCyCN dispone que "la causa es el fin inmediato autorizado por el ordenamiento
jurídico que ha sido determinante de la voluntad. También integran la causa los motivos exteriorizados cuando sean lícitos y
hayan sido incorporados al acto en forma expresa, o tácitamente si son esenciales para ambas partes". El texto tiene una
redacción adecuada, que da cuenta de la corriente "neocausalista sincrética o dualista", con gran predicamento en nuestro
país, y encuentra su fuente en el Proyecto de la Comisión Federal.
En consecuencia, los desarrollos teóricos del "neocausalismo subjetivo" y del "neocausalismo objetivo", resultan de utilidad
para interpretar el derecho vigente. Sólo se advierten algunos matices sobre los cuales vale la pena efectuar algunas
consideraciones particulares, a saber:
a) Se alude inicialmente a la causa fin objetiva, a la que entiende como la finalidad abstracta del negocio, autorizada por el
ordenamiento, y que resulta del tipo.
b) En lo terminológico, para aludir a la causa fin subjetiva, se ha preferido mantener la tradición nacional, y el CCyCN refiere
a los "motivos", antes que a los "móviles" de los contratantes. Ello no resulta problemático, toda vez que lo relevante viene
dado por la caracterización que les impone sean exteriorizados, lícitos e incorporados al contrato —expresa o tácitamente
—.
c) Párrafo aparte merece la exigencia que se trate de "motivos esenciales". El legislador traza un recorte, y sólo juzga a éstos
como relevantes a los fines de reconocer a la causa fin subjetiva. La opción seguida por nuestro ordenamiento parece
responder al propósito de circunscribir el tema a los móviles significativos para las partes, determinantes, para los cuales
será menester bucear —en caso de conflicto— en la naturaleza del negocio, en sus circunstancias, y en las cualidades
personales de los contratantes. La limitación del campo de actuación del concepto, probablemente contribuya a la
seguridad jurídica que emerge de la obligatoriedad del contrato, al tiempo que aligera los debates sobre los márgenes y
contornos de los "motivos".
Presunción de la causa fin. Falsa causa Coherente con la vocación neocausalista a la que adscribe, el CCyCN afirma que
"aunque la causa no esté expresada en el acto se presume que existe mientras no se pruebe lo contrario. El acto es válido
aunque la causa expresada sea falsa si se funda en otra causa verdadera". El primer párrafo resulta una derivación necesaria
de aceptar que la causa fin pueda presentarse en forma expresa, o tácitamente. Asimismo, responde al sentido común,
puesto que no es lógico pensar que alguien se obligue sin razón o motivo.
La cuestión no debe confundirse con los supuestos en donde el acto reviste carácter abstracto. La parte final da cuenta de la
"falsa causa", en donde se reconoce la validez del acto si se funda en una verdadera, en tanto reúna las exigencias ya
consideradas.
Las normas que refieren a la causa fin en la teoría general del contrato
Su presencia en las diferentes etapas del iter contractual la metodología seguida por el CCyCN, ha llevado a incorporar
normas sobre la causa fin en la teoría general del contrato. La primera, constituye una mera disposición legal de remisión a
la regulación de la causa en materia de actos jurídicos. Luego, un artículo señala que "la causa debe existir en la formación
del contrato y durante su celebración y subsistir durante su ejecución. La falta de causa da lugar, según los casos, a la
nulidad, adecuación o extinción del contrato". Se trata de una norma que afina el concepto de la causa fin a la naturaleza
dinámica del contrato, apuntando a las diferentes etapas del iter contractual; de modo que, la causa no sólo debe existir al
tiempo del perfeccionamiento del contrato, sino también en ocasión de su ejecución. Ello explica los efectos que derivan de
la falta de causa, que de conformidad al momento en que se produce, podrán provocar diferentes ineficacias, sean las
propias de la nulidad, o las que resultan de la resolución.
El CCyCN también admite la adecuación, aunque ello dependerá de las circunstancias del caso. La cuestión no deja de
tensionar con algunas soluciones especiales, como la "frustración del fin del contrato", y en donde la adecuación no aparece
explicitada.
Efectos del contrato con causa ilícita o inmoral. El contrato celebrado con un motivo ilícito o inmoral individual También
se consagra una norma sobre el contrato con causa ilícita. El art. 1014 establece que "el contrato es nulo cuando:
a) su causa es contraria a la moral, al orden público o a las buenas costumbres
b) ambas partes lo han concluido por un motivo ilícito o inmoral común. Si sólo una de ellas ha obrado por un motivo ilícito
o inmoral, no tiene derecho a invocar el contrato frente a la otra, pero ésta puede reclamar lo que ha dado, sin obligación
de cumplir lo que ha ofrecido".
El inc. a) se ocupa de coordinar el régimen de la causa con el que resulta del objeto, desde que en ambos casos, del negocio
ilícito, inmoral, contrario a las buenas costumbres o al orden público, deriva la nulidad absoluta. Sin embargo, el inc. b), en
búsqueda de moralizar aún más el contrato, consagra efectos al simple "motivo individual", en tanto sea ilícito o inmoral. Es
claro que no nos encontramos en el campo de la causa fin, puesto que aquélla no fue compartida o bilateralizada, expresa o
tácitamente. Sin embargo, el legislador quiso asignarle efectos sancionatorios a tal proceder y dispuso que el contratante
que obra con dicho propósito, no tiene derecho a invocar el contrato frente a la otra, pero ésta puede reclamar lo que le ha
dado, sin obligación de cumplir con aquello que ha ofrecido. A esa tutela, parece caber también, la reparación de los daños
y perjuicios, en la medida que se configuren sus presupuestos de procedencia.
Las normas especiales Además de las reglas generales de la teoría del acto jurídico y de la teoría general del contrato,
existan otras normas que conciernen a la causa fin y que resultan de institutos particulares, entre las que se destacan las de
la simulación; frustración de la finalidad, y conexidad contractual, entre otras.
SIMETRÍAS Y ASIMETRÍAS ENTRE EL OBJETO Y LA CAUSA: El objeto y la causa son elementos estructurales del contrato,
cuya defectuosa configuración puede conducir a la nulidad absoluta por encontrarse comprometido el orden público. Sin
embargo, las diferencias también son apreciables. Por caso se señala que:
a) En lo conceptual, la toma de postura que sobre ambos trae el CCyCN, despeja los debates habidos en el pasado, por
cuanto el objeto queda confinado a la materia sobre la cual recae el consentimiento, consistente en bienes y hechos en el
marco de un conjunto de reglas específicas que buscan describir normativamente la operación económica determinada que
se pretende concretar. En cambio, la causa responde a los fines, sean los propios que resultan de la función económica y
social del tipo contractual (neocausalismo subjetivo); o los que las partes han asumido como propósitos comunes o
bilateralizados.
b) En lo relacional, el objeto tiende a ser estático, puesto es principalmente considerado en ocasión de la formación del
contrato; la causa es dinámica, al proyectarse durante todo el iter contractual. Estos contrastes, se expresan con nitidez en
la pluralidad de respuestas que sobre la ineficacia se asignan a la causa.
c) En lo probatorio, la acreditación de la causa subjetiva no es una tarea sencilla, más aún frente a la cultura jurídica
imperante que tiende a no expresarla en ocasión de la celebración.
ACTOS JURÍDICOS O CONTRATOS ABSTRACTOS: se destaca que el CCyCN también contiene una regulación del acto jurídico
abstracto, que puede resultar, por ejemplo, de una manifestación unilateral de voluntad, como sucede con las garantías
unilaterales, o de contratos, tal como en el régimen anterior se admitía respecto de la promesa abstracta de pago. El texto
se integra con algunas normas especiales de lo cual resulta que:
a) El efecto característico de los actos abstractos reside en que la inexistencia, falsedad o ilicitud de la causa no son
discutibles mientras no se haya cumplido, excepto que la ley lo autorice. La lectura del texto a contrario, permite inferir que
no se trata que el acto abstracto carezca de causa, sino que la misma deba ser objeto de debate luego de su ejecución,
criterio que, con diferentes fundamentos, siempre fue reconocido en el régimen anterior.
b) Se ha tipificado una de sus especies más significativas; así, el art. 1810 CCyCN afirma que "constituyen una declaración
unilateral de voluntad y están regidas por las disposiciones de este Capítulo las llamadas 'garantías de cumplimiento a
primera demanda', 'a primer requerimiento', y aquellas en que de cualquier otra manera se establece que el emisor
garantiza el cumplimiento de las obligaciones de otro y se obliga a pagarlas, o a pagar una suma de dinero u otra prestación
determinada, independientemente de las excepciones o defensas que el ordenante pueda tener, aunque mantenga el
derecho de repetición contra el beneficiario, el ordenante o ambos". Las "garantías de cumplimiento a primera demanda",
presentan diferencias apreciables con las garantías contractuales como la fianza.
En orden a su función económico-social, el contrato de fianza constituye una garantía frente al riesgo de insolvencia del
deudor, en tanto que la garantía a primera demanda apunta a cubrir el riesgo de incumplimiento contractual. La fianza se
construye como garantía de una obligación emergente de un negocio principal, lo que da cuenta de su dependencia y de su
causa final.
La garantía a primera demanda es autónoma, excluyendo al garante la posibilidad de oponer excepciones sustentadas en el
contrato base a excepción del dolo o causa ilícita, y abstracta, en tanto la causa resulta irrelevante para la producción de sus
propios efectos. Frente al fraude o al abuso manifiesto del beneficiario, que surjan de prueba instrumental u otra de fácil y
rápido examen, se autoriza al garante o al ordenante a requerir que el juez fije una caución adecuada que el beneficiario
deba satisfacer antes del cobro. Esta protección demuestra que, aun en el acto abstracto, la causa reviste significación.

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