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DOCE HEROES INCONCEBIBLES

frutos de justicia. Entender estos tres aspectos abre la puerta al


abundante tesoro espiritual que hay detrás de las sencillas
palabras de Génesis 5.
EL PUNTO DE INICIO: PERDÓN DEL PECADO
La Biblia aclara muy bien que para que las personas
pecadoras puedan tener comunión con un Dios santo, primero
deben reconciliarse con Él a fin de arreglar su alienada condición
pecaminosa.
En Amós 3.3, el profeta preguntó retóricamente: «¿Andarán
dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?» El apóstol Pablo
estableció un punto similar en 2 Corintios 6.14: «porque ¿qué
compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión
la luz con las tinieblas?» Para que los pecadores estén en acuerdo
y armonía con el Señor contra quien se han rebelado (y, por tanto,
para disfrutar de comunión con Él) sus pecados deben ser
perdonados así como sus corazones limpiados y hechos nuevos.
Puede parecer obvio, pero es importante decir que Enoc era un
hombre salvo. Por la gracia divina, todos sus pecados le habían
sido perdonados y había pasado de ser enemigo de Dios a amigo.
¿Sobre qué base puede perdonar un Dios santo? ¿De qué forma
es esto coherente con su justicia perfecta? Para obtener la
respuesta, debemos ir a Hebreos 11 donde se destaca el ejemplo
de la fe salvadora de Enoc inmediatamente después de la de Abel.
El autor de Hebreos dice esto del segundo hijo de Adán: «Por la
fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo
cual alcanzó testimonio de que era justo» (Hebreos 11.4a). Como
demuestra el ejemplo de Abel, los pecadores deben acudir a Dios
como Él requiere. En el caso de Abel, Dios requería un sacrificio
animal (Génesis 4.4), el cual ofreció Abel con fe. Tales
sacrificios eran necesarios como un vivo recordatorio de que el
pecado trae muerte y que la comunión con Dios requiere una
expiación (o cobertura) del pecado. Aunque el pecador debía

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morir, se mataba un animal como sustituto para ocupar su lugar.


El sacrificio de Abel, como ocurría con todos los sacrificios
del Antiguo Testamento, señalaba a la cruz, donde Jesucristo
murió una vez para siempre a fin de hacer la única expiación plena
y satisfactoria por el pecado. Gracias a la muerte de Cristo en su
lugar, los pecadores pueden recibir perdón y ser declarados justos
por Dios independientemente de cualquier bondad moral que haya
en ellos. Con sus pecados redimidos mediante el sacrificio de
Jesús, están cubiertos con la misma justicia de Cristo. Esa justicia
imputada establece la reconciliación y permite que los seres
humanos caídos disfruten de comunión con un Dios santo.
Al igual que Abel, Enoc era un hombre que entendió su propia
indignidad y la necesidad de un sacrificio adecuado. A medida
que la verdad era transmitida de generación en generación entre
los justos descendientes de Set, Enoc habría aprendido de la
ofrenda sacrificial de Abel. Claramente, él recibió la verdad que
había en ello encerrada, entendiendo que era un pecador
inmerecido que necesitaba un sustituto ordenado por Dios para
llevar el castigo en su lugar. Su relación personal con el Señor
comenzó cuando sus pecados fueron perdonados y fue cubierto por
la justicia del Salvador que llevaría los pecados de Enoc en la
cruz y pagaría el castigo completo de todos ellos. Como todos los
creyentes a lo largo de todas las épocas de la historia, el
testimonio de Enoc fue de salvación por gracia mediante la fe.
Además, la vida de Enoc no se caracterizó por un duro
legalismo, sino por el gozo de la íntima comunión con su Creador.
La gente supone erróneamente que el Antiguo Testamento se
enfoca solamente en reglas, rituales y ceremonias. Pero como
demuestra el ejemplo de Enoc, el corazón de la verdadera religión
siempre se ha centrado en la comunión constante con Dios. El
Señor era el compañero de Enoc y su confidente; por lo que Enoc
disfrutaba diariamente de una comunión personal con Él.

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De igual modo, el término caminar expresa la idea de una


comunión momento a momento con el Señor. Y en los primeros
capítulos de la Escritura, es la forma principal en que a alguien se
le identifica como una persona que ha recibido perdón de pecados
y que ha sido reconciliada con Dios. Como Noé caminó con Dios,
escapó del juicio (Génesis 6.9). Como Abraham caminó con Dios,
recibió bendición (Génesis 17.1). Como Enoc caminó con Dios,
evitó la muerte.
Ese tipo de comunión es lo que Dios desea y provee. Ese
mismo tipo de relación es la que sigue ofreciendo hoy a los
pecadores. Como Jesús les dijo a las multitudes a las que
predicaba: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros,
y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas» (Mateo 11.28–29). Incluso ahora,
el Señor está buscando personas que acudan a Él pidiendo perdón
—en base a su sacrificio sustitutorio—, y que caminen con Él.
LA BASE: FE EN EL SEÑOR
El autor de Hebreos, en su relato de la vida de Enoc,
proporciona más luz para saber lo que significa caminar con Dios.
Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue
hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese
traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios. Pero
sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario
que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es
galardonador de los que le buscan. (Hebreos 11.5–6)
Aquí el énfasis está en la base espiritual del caminar de Enoc,
es decir, la fe en Dios. Sin esa fe, el pecador no puede
reconciliarse o tener comunión con Él. Como dice tan claramente
Efesios 2.8–9: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe;
y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que

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nadie se gloríe».
Hebreos 11.6 denota dos características descriptivas de
aquellos que, como Enoc, poseen una verdadera fe salvadora.
Primero, «el que se acerca a Dios crea que le hay». En otras
palabras, el pecador debe afirmar al Dios verdadero tal como Él
realmente es. Creer en un dios que es producto de nuestra propia
imaginación, o en el concepto genérico de un poder superior, no es
suficiente. La fe salvadora encuentra su sentido solo en el Dios
verdadero como lo revela la Escritura.
¿Cómo podemos conocer la verdad sobre Dios y la salvación?
Solo porque Él ha revelado tanto el camino como a sí mismo en su
Palabra. Incluso en los días de Enoc, en el primer milenio de la
historia de la humanidad, el Señor había revelado la verdad
salvadora sobre sí mismo y sus justos requisitos a la gente de ese
tiempo (cp. Judas 14–15). Enoc recibió esa verdad y puso su fe
firmemente en el Dios verdadero. Para usar el lenguaje de
Hebreos 11.6: Enoc creyó que Dios es, queriendo decir que
recibió a Dios de todo corazón como Él se había revelado a sí
mismo. Si queremos caminar con el Señor, nosotros también
debemos poner nuestra fe en Él tal como Él mismo se ha dado a
conocer en la Biblia.
Segundo, quienes caminan en fe deben creer que Dios «es
galardonador de los que le buscan». Esto significa que deben
confiar en que Él es su Redentor y su Salvador, creyendo que
cumplirá sus promesas a quienes pongan en Él su esperanza. Un
día, su fe será recompensada con vista y su esperanza se
materializará en gloria eterna. Ese tipo de confianza caracterizó la
fe de Enoc y es la marca de quienes caminan con Dios.
El hecho de que Dios es un Salvador y Redentor distingue al
cristianismo de cualquier otra religión del mundo. Mientras que
los falsos dioses son indiferentes, distantes, crueles y duros, el
Dios vivo y verdadero es un reconciliador y galardonador por

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naturaleza, como lo explica 1 Juan 4.8–10:


El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es
amor. En esto se mostró el amor de Dios para con
nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo,
para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en
que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos
amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por
nuestros pecados.
Debido a su infinito amor, Dios es un galardonador exuberante
de todos aquellos que ponen su fe en Él. Como les dijo Pablo a los
efesios: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares
celestiales en Cristo» (Efesios 1.3). Él concede perdón a los
pecadores, les viste con su justicia y crea en ellos un nuevo
corazón. Dios transforma a los rebeldes en hijos suyos, dándoles
su Espíritu, sus bendiciones y la promesa de la vida eterna. Él ha
provisto el único camino para que los pecadores indignos tengan
comunión con Él mediante su Hijo Jesucristo (Juan 14.6); y a
todos los que acuden, Él no los echa fuera. Como Cristo mismo
dijo: «Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí
viene, no le echo fuera» (Juan 6.37).
El caminar de Enoc con el Señor estaba marcado por la fe
firme en el Dios verdadero. Él puso su confianza en el perdón
inmerecido de Dios y su justicia imputada, sabiendo que su
esperanza en el Señor no sería defraudada. Según Hebreos 11.5,
la vida de Enoc estuvo caracterizada «por la fe» hasta el final. La
fe es la base de la vida redimida. Lo fue para Enoc y debe serlo
también para nosotros.
EL SUBSIGUIENTE RESULTADO: FRUTOS DE JUSTICIA
Caminar con Dios empieza por el perdón del pecado y
continúa mediante la fe en el Señor. En tercer lugar, da como
resultado una vida transformada. Una de las principales

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