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1 Juan 1:5-10

Introducción de la epístola de Juan


Juan busca con esta carta que podamos mantener una estrecha relación con el Señor conforme
permanezcamos en la verdad.
La mayoría de la gente entiende que las cosas importantes en la vida no son cosas en sí – sino que son las
relaciones que tenemos. Dios ha puesto el deseo de tener una relación en cada uno de nosotros, un deseo
que llevaba la intención de ser satisfecho en las relaciones con otras personas, pero, sobre todo, en una
relación con Él. En esta carta, Juan nos dice la verdad sobre las relaciones – y nos muestra cómo tener
relaciones que son reales, tanto ahora como por la eternidad.
Las tres epístolas fueron también llamadas cartas, sin embargo, la primera carta no tiene la forma o el estilo
de una carta. No tiene saludos al principio ni en la conclusión de la obra. El estilo es más bien el de un
sermón. Tiene todas las características del mensaje escrito por un fiel pastor que siente amor y preocupación
por un grupo determinado de creyentes.
Como lo comento Andrés: Había una familiaridad natural con el cristianismo. Muchos de los creyentes eran
hijos y nietos de los primeros cristianos. Pero ya este primer amor había menguado, así que podemos incluso
verlo desde la perspectiva de nuestra vida cristiana, y tomar esta carta para nosotros, entonces en este
estudio Juan nos va a hacer recordar a Cristo como cuando lo conocimos para que podamos volver al primer
amor.

Mensaje de Dios para nosotros

Vr.5: La luz representa lo bueno, puro, verdadero, santo y confiable. Las tinieblas representan al pecado y lo
perverso. Decir "Dios es luz" significa que es perfectamente santo y veraz, y que solo Él puede sacarnos de
las tinieblas del pecado. La luz también se relaciona con la verdad, y esa luz expone todo lo que existe, sea
bueno o malo. En las tinieblas, lo bueno y lo perverso parecen iguales; en la luz, es fácil notar su diferencia.
Así como no puede haber tinieblas en la presencia de la luz, el pecado no puede existir en la presencia de un
Dios santo. Si queremos tener relación con Dios, debemos poner a un lado nuestro estilo de vida pecaminoso.
Es hipocresía afirmar que somos de Él y al mismo tiempo vivir como se nos antoja. Cristo pondrá al
descubierto y juzgará tal simulación. (Para que haya tinieblas debe haber ausencia de Luz)

Vr.6: Aquí Juan nos confronta, nos lleva a entender que no podemos tener comunión con Dios y seguir
viviendo en las tinieblas. No podemos vivir como el mundo, pensando en que hay que vivir una vida loca,
porque la vida es solo 1. Aquí Juan expone el error de llamarse cristiano y seguir viviendo en maldad e
inmoralidad. No podemos amar a Dios y coquetear con el pecado al mismo tiempo.
En la actualidad muchos cristianos desconocen su verdadera condición. Saben que son salvos, han
experimentado la conversión y se han arrepentido en algún momento de su vida. Sin embargo, no viven en
verdadera comunión con Dios.

Vr.7: El pecado es el obstáculo para la comunión. Y la sangre de Jesús, recibida por fe como pago por nuestro
pecado, resuelve el problema del pecado y abre el camino a la comunión con Dios.

¿De qué forma la sangre de Jesucristo nos limpia de TODO pecado? En la época del Antiguo Testamento, los
creyentes simbólicamente transferían sus pecados a la cabeza de un animal, que después se sacrificaba
(Levítico 4). El animal moría en su lugar, redimiéndolos del pecado y permitiéndoles que siguieran viviendo en
el favor de Dios. La gracia de Dios los perdonaba por su confianza en Él y por haber obedecido los
mandamientos en cuanto al sacrificio. Esos sacrificios anunciaban el día en que Cristo quitaría por completo
los pecados. Una verdadera limpieza del pecado vino por medio de Jesucristo, el "Cordero de Dios, que quita
el pecado del mundo" (Juan 1:29). El pecado, por su propia naturaleza, trae consigo muerte. Ese es un hecho
tan cierto como la ley de la gravedad. Jesucristo no murió por sus propios pecados; no los tenía. En su lugar,
por una transacción que nunca lograremos entender totalmente, murió por los pecados del mundo. Cuando le
entregamos nuestra vida a Cristo y nos identificamos con El, su muerte llega a ser nuestra. Descubrimos que
de antemano pagó el castigo de nuestros pecados; su sangre nos ha limpiado. Así como resucitó del sepulcro,
resucitamos a una nueva vida de comunión con El (Romanos 6:4)
Si tenemos comunión con Dios, tenemos comunión con nuestros hermanos que también tienen comunión con
Dios.
 
Vr.8-10: Romanos 3:23 nos dice que todos hemos pecados, entonces debemos reconocer que somos
pecadores.
Confesar significa “decir lo mismo que”. Cuando confesamos nuestro pecado, estamos dispuestos a decir (y
creer) lo mismo que Dios dice acerca de nuestro pecado.
(Spurgeon): “trata a Dios con sinceridad y él te tratará con sinceridad. No hagas pretensiones ante Dios, sino
desnuda tu alma, déjale verte cómo eres, y entonces él será fiel y justo para perdonar tus pecados y limpiarte
de toda maldad”.
Romanos 3: 23-26
23 
por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su
gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la
fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados
pasados, 26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al
que es de la fe de Jesús.

Nuestro llamado hoy es:

 Entender que somos pecadores


 Reconocer y confesar nuestros pecados ante Dios, para que así Él pueda limpiarlo.
 Acercarnos cada día más a Dios para poder tener comunión e intimidad con Él y así de esta forma ya
no viviremos más en tinieblas.

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