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TEOLOGIA DOGMÁTICA: Segundo Cuatrimestre

UNIDAD 5: LA REVELACION PROGRESIVA DEL NOMBRE DE DIOS

PRIMERA PARTE: Dios en el Antiguo Testamento

I) El nombre de Dios en el Antiguo Testamento


A Dios se lo conoce con diferentes nombres en el Antiguo Testamento, a saber:
Elohim; hace referencia a la divinidad de Dios, era trascendente.
Sadday; tiene su fundamento en el hecho de que estaba cerca de la montaña del Sinahí (donde Dios le da a
Moisés las Tablas de la Ley). Se decía que allí habitaba lo divino, que habitaba la fuerza.
Además de los nombrados, hay otros nombres paganos que se le atribuían cuando no se sabia como llamarlo,
como: Buac, Adonai, Melek que traducidos son Dueño, Mi Señor y Mi Rey.
Pero hay un nombre sobre todo nombre:
YHWH = YAVE = Yo soy –salvador-.
Es el nombre mas importante del Antiguo Testamento que supera a los otros nombres, porque es el nombre que
ha revelado y se ha dado a conocer Dios con Moisés.
La primera tradición es Javista:
Tiene un vocabulario característico, incluye diálogos, descripciones, reflexiones teológicas, antropomorfismos
(darle a Dios características humanas, sentimientos, cuerpo; es muy común en el antiguo testamento).
Tradición Elohísta:
Habla al hombre en los sueños, manifestado a través de los ángeles, en las nubes y el fuego; tiene como hecho
culminante las Alianzas.
Tradición Deuteronomista:
Viene del Deuteronomio; la salvación solo la podemos conseguir a través de las Leyes dadas por Yave. La Alianza,
entonces será una respuesta personal de cada uno. La constante es ustedes, el ahora y la del hoy, que de esto
depende el juicio definitivo de Dios (hacer apreciación personal).
Tradición Sacerdotal:
Es una tradición que se basa mucho en la liturgia (orden y forma con la que se llevan a cabo las ceremonias de
culto) y hace una constante referencia a los Sacerdotes de Jerusalén, es un estilo abstracto, opuesto a las
Tradiciones Yavista y a la Antropormorfismo. Tiene cronologíay descripciones de ritos.

IV) Principales ideas sobre Dios en el Antiguo Testamento


Antropomorfismos: Los antropomorfismos hay llegado a ayudar a comprender a Dios, porque en el Antiguo
Testamento es Palabra de Dios. El hombre no puede representar a Dios tal cual es, por esto con el
antropomorfismo nos acercamos a El. Por ejemplo, en el Exodo 3, se da a conocer como “Yo Soy” y como un
Dios celoso, y que a su vez, siente amor; y en Génesis observamos un Dios con arrepentimiento (vemos
claramente las características humanas).
Dios interviene en la vida del hombre, se da a conocer sin caer en Dioses mitológicos. Es un Dios personal que
forma un pueblo para el, e interviene en la historia del hombre y se comunica con el.

El pueblo del Antiguo Testamento vivía en la “Monolatría”, ellos creían en un solo, pero admitían que existían
otros; de todas formas, SU dios regía su grupo.
Se termina la idolatría, entonces se comienza con el “Monoteísmo”; es la creencia en un solo Dios, sin reconocer
la existencia de otros. Es el mismo Dios para todos igual, y “otros dioses” no existían. Aquí se enfrentaron los
Falsos Profetas (monolatría) con los que predicaban el Monoteísmo.
De aquí en adelante Dios es único, se cree en un solo Dios para amarlo, se reconoce su grandeza y majestad,
todo lo que nosotros somos viene de Dios; es confiar en Dios en todas las circunstancias, incluso en la adversidad
debemos confiar en el.
Dios es “omnipotente”; desde la Creación y la historia de Israel, Dios es Universal, le damos el título “Padre
Todopoderoso”, como padre nos conoce como hijos y con su poder nos salva y perdona libremente.
Dios es “santo”; de allí, el pueblo de Dios es santo, pues nada que provenga de El puede no serlo.

V) La cuestión de Job

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Toda prueba siempre termina en una bendición. Job es justo, modelo de hombre; toda esta cuestión de Job es
un anticipo de Cristo, “el inocente llevado a la muerte”. En el Antiguo Testamento es uno de los libros mas
extensos. El libro plantea el problema del sufrimiento del inocente y el sentido de este (igualmente, el libro no
resuelve el tema). Este tema va contra la Teoría de la Retribución Terrestre, concepción común dentro del
judaísmo; afirma que “Dios premia los buenos, y castiga los malos en la Tierra”. La prosperidad económica en el
judaísmo es símbolo de que te has portado bien y Dios te retribuyó con bienes gananciales.
El libro de Job plantea el hecho de qué pasa cuando a un hombre justo, que de golpe, cuando le iba muy bien
económicamente, tenía todo, y de golpe todo lo perdió, hasta quedar sin nada, incluso, leproso. Es pura ficción,
es una historia inventada; entonces de aquí se plantean frases como “si aceptamos de Dios los bienes, como no
vamos a aceptar los males”. Se define a Job como un modelo de paciencia. Finalmente la historia culmina con un
final felíz, ya que Dios lo retribuye con 7 veces más de lo que tenía.
Esto apunta a que no todos los buenos tienen un buen pasar, ni tampoco los malos sufren constantemente. A
veces una piedra en el camino puede ser un castigo, que notiene que ver con que sea de sucesión inmediata
(causa-efecto); y otras veces pueden ser sólo pruebas de fidelidad por parte de Dios a nosotros. Tanto lo bueno
como lo malo entra en la providencia divina. De todas formas, se afirma que “cada ser humano cosecha lo que
siembra”; esto hace alusión al sentido cristiano del sufrimiento humano, con una actitud constructiva.

VI) La idea de Dios como Padre en el Antiguo y Nuevo Testamento


Esta idea se gestó en el Antiguo Testamento. Está vinculado a 3 grandes temas:
1. Dios es Padre como creador. Un padre que “engendra”, y somos frutos de El.
2. Dios es Padre de Israel. El mismo lo expresa.
3. Más tardíamente, se afianza la paternidad de Dios sobre los individuos, especialmente, sobre los
desamparados (huérfanos y viudas).

La idea de Dios como Padre estará destinado en el Nuevo Testamento, a través de Jesús; nos enseña a llamar a
Dios “Padre”. Cristo decía en arameo, “Abba”, que era la forma en que un niño se dirigía a su Papá (denota una
carga afectiva en el término); el término esta tomado del uso común de la palabra.
Hay un gran salto desde la concepción del Dios del Judaísmo y del Cristianismo: Para el judaísmo se debía
destacar la santidad de Dios, era “el innombrable” (tampoco lo escribían a Su nombre), además, “nadie podía
verlo y seguir viviendo”, entre otros fundamentos. Esta trascendencia y santidad en el judaísmo tiene vigencia
aun hoy en día.
Tratemos de imaginar entonces, a Jesús diciéndoles a los judíos que a Dios debía llamárselo Abba, pues esto era
impensable ya que para el pensamiento de la época, era una falta de respeto. Estas son cuestiones claves por las
que Jesús fue crucificado, muerto en la cruz, por “faltar” a esas tradiciones de muchos años.
Jesús nos habla de Dios Padre, y de él lo hace como Hijo, es decir, Dios es “Abba”. Aquí surgen las dudas, no
tanto en torno al Padre, sino en torno al Hijo; pues Dios es uno y único. El problema estaba en armonizar el
Monoteísmo la Trinidad que suponía Jesús.
Aquí, como se ve, Jesús = Dios. Jesús dice de manera candente ello, de formas como:
- “Reconstruiré el templo en 3 días”; el templo había llevado 46 años de construcción, pero el lo decía en
forma simbólica, por Él mismo.
- “El que ve a mi, ve al Padre”; en respuesta a lo que Felipe pide. Una de las formas en la que Jesús da a
entender, de que El era Dios.
- “El perdón de los pecados”; cuando Jesús curaba y perdonaba los pecados, así proclamaba su divinidad.
Consecuencia: No sólo el Abba es Dios, sino también el Hijo del Abba. Se gestó el binomio
Padre-Hijo.
El acontecimiento clave, antes de que Jesús termine su misión terrena, es la revelación del Espiritu Santo. La
resurrección es lo fundamental que demuestra quién era Jesús. Por último, la acción del Espíritu Santo es
innegable: el Pentecostés; como fue que un grupo de judios, se convierte en valientes y luchan por Jesús. Esto
tomado hoy en día, toda nuestra fe es en gran medida un esfuerzo del Espíritu Santo. Este tiene esencia y ser en
el amor del Padre y del Hijo, es eternamente Dios, y es El quien nos llevará al conocimiento de la Verdad.

SEGUNDA PARTE: La revelación de Dios como Trinidad en el Nuevo Testamento

I) La revelación de Dios como Trinidad

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En la Antigua Grecia se usaba el nombre prosopón, que era la máscara que usaban los actores griegos en el
teatro. De ahí, deriva etimológicamente “persona”; los Padres de la Iglesia decidieron tomar ese nombre, para
aplicárselo al Padre, Hijo y Espíritu Santo. Aquí, evidentemente, el nombre persona toma un significado mucho
más profundo: distintas las personas no por la individualidad, sino por la relatividad. En sí, “Dios es una esencia,
y tres personas”.
En el Concilio de Nicea Constantinopla (s. IV), queda canonizado el dogma de la Santísima Trinidad, la Teoría de
Prosopón: Dios es una esencia, y tres personas.
La Trinidad es una, por su esencia, naturaleza o sustancia (sinónimos), pero las personas entre sí son distintas.
No son 3 dioses distintos; por lo tanto hablamos de un Dios Trino, Padre quien crea, el Hijo que salva, y el
Espíritu Santo vivifica (o santifica).

Dos de los hechos mas relevantes en los que se muestra la Trinidad:


1. El Bautismo de Cristo; cuando sale del agua, baja una paloma que es el Espíritu Santo, y la voz del Padre
desde el cielo: “Este es mi Hijo, en quién tengo puesta toda mi confianza”.
2. La Transfiguración; El Espíritu Santo se manifiesta esta vez a través de una nube, se escucha la voz del
Padre y Jesús con sus ropas resplandecientes anuncia la resurrección.

Pero si decimos que Dios es uno, hay manera de diferenciar a las personas? Si, y es una sola manera, mediante el
término de Relación de Origen: El Padre engendra, el Hijo es engendrado y del amor del Padre y el Hijo nace el
Espíritu Santo; denominándose ello, Hipóstasis. El Padre crea (pero también el Hijo y el Espíritu Santo), y cuando
decimos que es Espíritu Santo beatifica (también lo hace Dios y el Hijo).
Otra forma de definirlas (a las Personas de la Trinidad) es según su relación. Padre (Paternidad), Hijo (filiación), y
Espíritu Santo (espiración).
Además, encontramos la Relación de Consubstancialidad: Como dijimos antes, tiene una sola esencia, substancia
y naturaleza, por tanto, una sola divinidad. Cada una de las Personas es Dios en todo su esplendor. Padre es
Dios, Hijo es Dios y Espíritu Santo es Dios. Padre = Hijo = Espíritu Santo, por su divinidad.
Las personas divinas son relativas: El Padre es referido al Hijo, el Hijo al Padre, y el Espíritu Santo a los dos. En sí,
si digo que hay Hijo es porque primero hay un Padre. Son todos UNO, pero no hay oposición, hay distinción, pero
no oposición.
Cuando hablo de persona divina, debo hablar de Hijo, y no de Jesús, pues ese nombre es de la Naturaleza
humana; Jesús es el bebé que nació y tomó la forma y nombre, en nombre del Hijo de Dios. Es su nombre
terrestre. Cuando hablo de Trinidad, no puedo referir a Jesús para hablar a esto, debo hablar de Hijo. Es Hijo la
Palabra que nos remite a la Trinidad. En cuanto origen, Padre, Hijo y Espíritu Santo son diferentes; pero en
cuanto a divinidad son iguales entre sí.

IV) La Santísima Trinidad en la Doctrina de la Fe


La verdad revelada de la Santísima Trinidad ha estado desde los orígenes en la raíz de la fe viva de la Iglesia,
principalmente en el acto del bautismo. Encuentra su expresión en la regla de la fe bautismal, formulada en la
predicación, la catequesis y la oración de la Iglesia.
Durante los primeros siglos, la Iglesia formula más explícitamente su fe trinitaria tanto para profundizar su
propia inteligencia de la fe como para defenderla contra los errores que la deformaban. Esta fue la obra de los
Concilios antiguos, ayudados por el trabajo teológico de los Padres de la Iglesia y sostenidos por el sentido de la
fe del pueblo cristiano.
Para la formulación del dogma de la Trinidad, la Iglesia debió crear una terminología propia con ayuda de
nociones de origen filosófico (“substancia”, etc.).
La Iglesia utiliza el término “substancia” (traducido a veces también por “esencia” o por “naturaleza”) para
designar el ser divino en su unidad; el término “persona” o “hipóstasis” para designar al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo en su distinción real entre sí; el término “relación” para designar el hecho de que su distinción
reside en la referencia de cada uno a los otros.
El dogma de la Santísima Trinidad
La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: “la Trinidad consubstancial”.
Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: “El Padre
es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es
decir, un solo Dios por naturaleza”.

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Las personas divinas son realmente distintas entre sí. “Dios es único pero no solitario”. “Padre”, “Hijo”, “Espíritu
Santo” no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos
entre sí. Son distintos entre sí por sus relaciones de origen. La Unidad divina es Trina.
Las personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las personas entre sí, puesto que no divide la
unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: “En los nombres relativos de las
personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando
se habla de estas tres personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia”. En
efecto, “todo es uno (en ellos) donde no existe oposición de relación”.
A los catecúmenos de Constantinopla, san Gregorio Nacianceno, llamado también “el Teólogo”, confía este
resumen de la fe trinitaria:
Ante todo, guardadme este buen depósito, por el cual vivo y combato, con el cual quiero morir, que me hace
soportar todos los males y despreciar todos los placeres: quiero decir la profesión de fe en el Padre y el Hijo y el
Espíritu Santo. Os la confío hoy. Por ella os introduciré dentro de poco en el agua y os sacaré de ella. Os la doy
como compañera y patrona de toda vuestra vida. Os doy una sola Divinidad y Poder, que existe Una en los Tres,
y contiene los Tres de una manera distinta. Divinidad sin distinción de substancia o de naturaleza, sin grado
superior que eleve o grado inferior que abaje... Es la infinita connaturalidad de tres infinitos. Cada uno,
considerado en sí mismo, es Dios todo entero... Dios los Tres considerados en conjunto... No he comenzado a
pensar en la Unidad cuando ya la Trinidad me baña con su esplendor. No he comenzado a pensar en la Trinidad
cuando ya la unidad me posee de nuevo...

VII) Las Obras Divinas y las Misiones Trinitarias


Este designio es una “gracia dada antes de todos los siglos”, nacido inmediatamente del amor trinitario. Se
despliega en la obra de la creación, en toda la historia de la salvación después de la caída, en las misiones del
Hijo y del Espíritu, cuya prolongación es la misión de la Iglesia.
Toda la economía divina es la obra común de las tres personas divinas. Porque la Trinidad, del mismo modo que
tiene una sola y misma naturaleza, así también tiene una sola y misma operación. Sin embargo, cada persona
divina realiza la obra común según su propiedad personal. Así la Iglesia confiesa, siguiendo al Nuevo Testamento:
“uno es Dios y Padre de quien proceden todas las cosas, un solo el Señor Jesucristo por el cual son todas las
cosas, y uno el Espíritu Santo en quien son todas las cosas”. Son, sobre todo, las misiones divinas de la
Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo las que manifiestan las propiedades de las personas divinas.
Toda la economía divina, obra a la vez común y personal, da a conocer la propiedad de las personas divinas y su
naturaleza única. Así, toda la vida cristiana es comunión con cada una de las personas divinas, sin separarlas de
ningún modo: El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el que sigue a Cristo, lo hace
porque el Padre lo atrae y el Espíritu lo mueve.
El fin último de toda la economía divina es el acceso de las criaturas a la unidad perfecta de la Bienaventurada
Trinidad. Pero desde ahora somos llamados a ser habitados por la Santísima Trinidad: “Si alguno me ama — dice
el Señor — guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él”.

Apéndice: Concepto de persona en Teología


El concepto surge en el ámbito de la Teología, en la unión o encuentro de la razón y las Sagradas Escrituras. Más
específico, de la pregunta: Qué es Dios? Quien es Cristo? Esta reflexión se sirvió del griego, de la palabra
“prosopón”, hasta ese entonces, no muy usada la palabra. Daba nombre a la máscara que usaban los actores
para cubrirse el rostro en el teatro griego. Etimológicamente, sería su significado “sonar a través de…”; era el
actor que usaba la máscara el que sonaba a través del teatro. Las máscaras servían de dispositivos como
proyectores de la voz, aumentando el volumen del diálogo del actor, con lo que facilitaban a la audiencia oír lo
que decían los actores.
Pero primero, antes de llegar a persona, faltaba el traspaso del Griego al Latín: “per + sonare”, y luego si al
castellano, “persona”.
El trabajo de la Iglesia, es el de tomar la palabra, para luego gestar la idea de persona (propiamente dicha). El
concepto como tal, es un gran aporte a la sociedad toda.
Concepto de persona en la Doctrina sobre Dios
Tertuliano, escritor eclesiastico (200 DC). Acuñó fórmulas que permanecen hasta hoy. “Dios es una substancia y
tres personas”, dijo él. Es ya una síntesis del Dogma Trinitario, que se culminaría siglos posteriores. Aquí aparece
la palabra persona con todo su peso, pero sin todo su significado (todavía eran necesarios los Concilios).

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Pero, como encontró esta palabra Tertuliano? Su origen está en la llamada “Exégesis Prosopográfica” (Exégesis:
Ciencia que estudia la Sagrada Escritura, lisa y llanamente es interpretación / Prosopográfica: remitido a la
persona); es una disciplina cultivada en el seno del Teatro Griego, donde se hacía un trabajo de interpretación.
En este ámbito, persona = rol (diálogo). Los Exegetas descubren que pasa lo mismo en la Biblia; relacionan el
tema de los diálogos en el Teatro, con los diálogos en la Biblia que allí encuentran, y el término prosopón se
coloca en común para ellos.
San Justino, Padre de la Iglesia (165 DC). Aquí los roles son considerados realidades; el concepto de persona ya
no es sólo rol, son “realidades que dialogan”. Prosopón = rol, se encuentra a pasos de lograr su significado
completo.
El término Logos lo acuña por primera vez San Juan; cuando él habla de Logos, se refiere de las personas de la
Trinidad, al Hijo. El significado de la idea de persona, es diálogo.
El concepto de persona se gestó en el ámbito de la escritura, la Biblia. Y surgió en su idea de persona que
dialoga, del diálogo con Dios.
También se gesta la distinción real entre las personas de la Trinidad. Se dirá, pues, que las personas que la
componen se distinguen por la relación de origen (principio de relatividad que en Dios es eterno). Con esto, se
trata de clarificar que las personas son diferentes, pero queda claro que en cuanto a substancia son iguales.
La persona como relación
Persona es relación –que quede claro!-. Dios, son 3 relaciones propiamente dicho (es también misma substancia,
pero se explica mejor con 3 relaciones). En Dios no hay nada accidental, sólo substancia y relación. El Padre es el
acto o relación, por lo que engendra al Hijo; y este mismo pensamiento se usa también para toda la relación de
la Trinidad.

UNIDAD 6: EL MISTERIO DE JESUCRISTO

PRIMERA PARTE: Presentación de Cristo en la Sagrada Escritura

En esta unidad conoceremos a Cristo. Para conocer de Él su vida, quién fue, nos remitiremos a los Evangelios
(Marcos, Mateos, Lucas y Juan quienes son llamados evangelistas). Vale destacar que Marcos y Lucas no fueron
discípulos de Cristo, en cambio, Mateos y Juan sí lo fueron.
De lo antes dicho, concluimos en que:
Apóstoles: Mateo y Juan.
Varones Apostólicos: Marcos y Lucas (o también, llamados solamente “evangelistas”).
Los Varones Apostólicos son llamados porque no conocieron al Señor personalmente. Sí, por su parte, lo hicieron
Mateos y Juan. No obstante, vale aclarar, no es menos importante el testimonio de Marcos y Lucas.
Evangelios Sinópticos son los de Marcos, Mateos y Lucas. Así se les llama, porque dan un “pantallaza” de la vida
de Jesús; son similares entre sí, en su formato. Tienen un Tríptico introductoria los tres. Evangelio teológico es el
de Juan, y es en éste donde se ve la Unión Hipostática. Es una mirada diferente a la de los otros tres autores,
desde la pasión y el amor por el Señor y no sólo un compendio de la vida de Cristo.

Evangelios Sinópticos

MARCOS MATEOS LUCAS


*No es Apóstol de Cristo. *Es Apóstol de Cristo. *No es Apóstol de Cristo.
*Escribió entre el año 65 y el 70. *Escribe alrededor del año 80. *Escribió entre el año 80-85.
*Sus escritos eran destinados a los *Sus escritos eran destinados a los *Les escribe a los judíos conversos.
cristianos provenientes del judíos conversos. *Cuenta de la vida infante de Jesús.
paganismo, y hace hincapié en *Cuenta de la vida infante de Jesús. *Fue educado por Pablo.
costumbres israelitas. *Su Evangelio se divide en 5 *Pone de relieve a la mujer.
*Llama a Jesús, “Hijo de Dios”. discursos, como el Pentateuco en el *Tiene relatos particulares,
*No hace referencia alguna en sus Antiguo Testamento. anunciaciones y dato, que dan a
escritos a la infancia de Jesús. *Muestra a Cristo como el designio pensar que podría llegar a haber
de Dios. tenido un vínculo, una amistad, con
*Lo titula como el Nuevo Mesías, la Virgen María.

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Hijo de Dios, Señor, el Enviado.

*Tienen en común el Tríptico introductoria.


*Todos destinan sus escritos a los cristianos, pero a grupos “específicos” según cada uno.

I) Jesucristo en el Evangelio de San Marcos


Comenzamos con el estudio de éste Evangelio, pues se cree es uno de los más antiguos (alrededor del año 70
DC). Marcos fue discípulo de Pedro, por ello escribe mucho sobre la predicación de este último.
Marcos es un evangelista, pero no un testigo directo de las obras de Jesús pues no es un Apóstol. El título que le
da a Cristo es el de “Hijo de Dios”; contará en su Evangelio de la buena noticia (Jesús es Hijo de Dios), y la
relaciona a ésta con el título de Hijo de Dios.
Marcos tiene una finalidad muy concreta: mostrar a Jesús de Nazaret como Mesías, Hijo de Dios. Lo declara en la
primera línea de su relato: «comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios».
La respuesta a la pregunta que recorre todo el Evangelio: ¿Quién es Jesús de Nazaret?, sólo aparece con su
muerte y resurrección. Por eso, Marcos deja de lado el nacimiento y la infancia de Jesús (carentes de
importancia para su propósito), y comienza su relato con la aparición del Precursor, para seguir con el ministerio
público de Jesús y, finalmente, con su pasión y resurrección.
A diferencia del Evangelio de Mateo y Lucas, éste comienza con la predicación de Juan Bautista. No hace
comentario alguno sobre la anunciación de Cristo, ni su infancia, entre otros. Resalta los rasgos más humanos de
Jesús, y a partir de ellos, nos lleva progresivamente a descubrir en Él al hijo de Dios, porque detrás de su persona
se esconde un gran secreto: “el secreto mesiánico”, que sólo se revela en su Muerte y Resurrección.
En el Evangelio de Mateo, por ejemplo, el lugar principal lo ocupan los discursos de Jesús, en el Evangelio de
Marcos, en cambio, los MILAGROS son descriptos con precisión (dieciocho milagros de los que dos son
exclusivos de Marcos). A Mateo le interesan sobre todo las ENSEÑANZAS de Jesús; a Marcos, en cambio, sus
ACCIONES. Es riquísimo en hechos y detalles: nombres, números, tiempo, espacio, color, sentimientos.
Junto al tema de la identidad de Jesús, un segundo tema destaca en el Evangelio de Marcos: el discipulado. Los
discípulos son un constante punto de mira para el evangelista. El discípulo es llamado a la comunión con el
Maestro para proseguir su obra (3,14). El Evangelio de Marcos nos revela no sólo quién es Jesús, sino también,
quien es verdadero discípulo de Jesús. 

Estructura:
El Tríptico introductorio (común en los Evangelios Sinópticos), es predicación de San Juan Bautista, el bautismo
de Jesús y las Tentaciones. La predicación del Bautista proclama un bautismo de conversión, para el perdón de
los pecados. El Bautismo de Jesús es un episodio donde se proclama la filiación divina de Jesucristo (filiación =
dependencia que se tiene de una cosa).
Las tentaciones de Jesús en el desierto: Luego de ser Bautizado, Jesús fue llevado por el Espíritu Santo al desierto
donde estuvo 40 días y fue tentado por Satanás; vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían.

Predicación de Juan Bautista: Hijo de Israel, primo hermano de María. El Tríptico nos da referencia directamente
del comienzo de la vida social de Cristo. Juan Bautista fue el precursor de Jesús, como el último profeta de Cristo.
El anunciaría quién es verdaderamente Cristo, pues el Mesías esperado había llegado. El es el mensajero que
“preparó el camino” para la llegada de Jesús.
Evangelización en Galilea:
Esto es el Evangelio: la buena Noticia de que el Reino de Dios irrumpe en el Mundo y está personificado en Jesús .
La entrada en el Reino exige un nuevo estilo de vida: es preciso convertirse, y creer en esa Buena Noticia.
Cristo proclama su Evangelio en la región de Galilea. Lo hace por medio de comparaciones, parábolas, y a través
de obras como son los milagros (realiza diversas curaciones). Muchos comienzan a seguirlo, por ello para
colaborar en su Ministerio, Él elige a “los Doce”, quienes serán sus Apóstoles. De igual forma, ya asoma en el
horizonte la oposición de la gente “religiosa” de la época.

Los detalles sobre nacimiento e infancia los ha dejado el evangelista para la comunidad cristiana, porque lo que
quiere es presentarnos al Mesías Salvador.

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Relata la predicación de Jesús en Galilea, proclama el cumplimiento del designio de Dios de salvar a su pueblo.
Elige a los discípulos para que estén con El.
Comienza la actividad de curaciones y milagros junto con la de proclamación de la palabra.
Viaje de Jesús fuera de Galilea:
Aunque todavía no había llegado el momento de llevar la Buena Noticia a los paganos, Jesús incursiona en
tierras extranjeras. También allí pone de manifiesto el poder de Dios sobre las enfermedades y sale al encuentro
de las necesidades humanas.
Durante este viaje fuera del territorio de Israel, tiene lugar la profesión de fe de Pedro, que es como la clave de
todo el Evangelio de Marcos (recordemos de Pedro fue mentor de Marcos). Este Apóstol Pedro, portavoz de los
demás, lo reconoce como el Mesías, o sea, el Cristo, el Ungido de Dios por excelencia. Jesús acepta estos
nombres, pero impide develar el secreto mesiánico que se revelaría recién, plenamente, en su muerte.
A partir de allí, instruye cuidadosamente a sus discípulos y les anuncia su Muerte y Resurrección; un signo
importante de ello, es la Transfiguración del Señor en presencia de sus tres Apóstoles. Recordemos que la
Transfiguración es el estado glorioso en que Jesucristo se mostró en un monte elevado ante la presencia de sus
discípulos Pedro, Juan y Santiago, cuando sus vestiduras se volvieron blancas, radiantes; y se les aparecieron
Moisés y Elías, conversando con Jesús.

Comienza el camino de Jesús a Jerusalén.


Tres anuncios: Pasión, Resurrección y Enseñanzas a los discípulos.
Ministerio de Jesús en Jerusalén:
Jesús entra a Jerusalén para llevar a su pleno cumplimiento la misión que el Padre le había encomendado. Al
llegar a la Ciudad santa aclamado como Rey y Mesías, Él entra montado en un asno, como quien trae la paz,
eliminando así toda idea de mesianismo político.
En Jerusalén, Cristo debe enfrentar a los que profanan el Templo de Dios y a los dirigentes Judíos, quienes
cuestionan su autoridad y ponen a prueba su enseñanza. Allí Jesús anuncia la destrucción del Templo y la ruina
de Jerusalén. Ambas prefiguran el fin del mundo, y se entremezclan con Él en un mismo relato simbólico. Pero
antes de que llegue este fin, la Buena Noticia tendrá que ser anunciada.

Nos ofrece controversias doctrinales, y polémica.


El discurso sobre el fin (escatológico) cierra esta sección.
La Pasión-Resurrección:
Los cuatro Evangelios desembocan en el relato conmovedor de la Pasión del Señor, seguido del anuncio de su
Resurrección. Dicho relato y anuncio, constituyen al Buena Noticia por excelencia proclamada por los Apóstoles
al mundo.
San Marcos en su Evangelio pone de relieve esta Buena Noticia, la noticia de un Mesías crucificado y resucitado,
y lo hace en su relato de la Pasión de una manera muy especial, con gran objetividad, queriendo hacernos
comprender que detrás de la soledad y la humillación de Jesús, detrás de su dolor y fracaso, se esconde el
verdadero triunfo, el cual es el reconocimiento de Cristo como Hijo de Dios.
Jesús es traicionado por Judas, a cambio de 30 moneda de plata que le darían los sumos sacerdotes si el les
entregaba al Señor.
Durante la Cena Pascual, Jesús les dijo a sus Doce discípulos que uno de ellos lo traicionaría. Paso seguido, Jesús
instituye la Eucaristía tomando el pan, bendiciéndolo, y repartiéndolo entre sus discípulos; posteriormente, hace
lo mismo con la copa de vino.
Judas se hizo presente en Getsemaní (donde estaba Jesús con algunos de sus discípulos), acompañado por una
multitud armada enviada por los sumos sacerdotes quienes arrestaron a Jesús, y se llevaron.
Cunado Jesús comparece ante el Sanedrín (Consejo supremo de los judíos, en el que se trataban y decidían los
asuntos de estado y de religión), luego de ser interrogado, es condenado a muerte por “blasfemia”, es decir, por
proclamarse a sí mismo ante el Consejo como el Hijo del Hombre.
Pedro al ser acusado de estar con Jesús, este se negó y la profecía de Jesús se cumplió (“Antes de que el gallo
cante por segunda vez, me habrás negado tres veces”, dijo Jesús).
Jesús fue llevado ante Pilato, quién después de preguntar a la muchedumbre a quién quería que pusiera en
libertad, si a Jesús o a Barrabás (homicida en alzamiento popular), el pueblo incitado por los sumos sacerdotes
eligió al homicida; luego de azotarlo, Jesús fue llevado para ser crucificado.
Antes de crucificarlo, los saldados le colocaron una corona de espinas y se burlaron de Él.

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Posteriormente, lo crucificaron junto con otros dos presos. La inscripción de su cruz, causa de su condena, decía:
“El Rey de los Judíos”.
Una vez muerto en la cruz, Jesús fue entregado a José de Arimatea (miembro del Sanedrín), quién luego de
envolverlo en sábanas, lo depositó en un sepulcro clavado en la roca y selló la entrada haciendo rodar una
piedra.
Pasado el sábado, las mujeres que siempre lo acompañaron compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús,
pero cuando llegaron al sepulcro del Señor, la piedra había sido movida: un joven que estaba allí dentro les dijo
que Jesús había resucitado; debían informárselo a sus discípulos, pero las mujeres no lo hicieron porque tenían
miedo.

Esta contenida en la última parte del Evangelio. Narra: La agonía de Getsemaní; la comparecencia ante el
Sanedrín; crucificado entre dos ladrones.
El mensaje del Ángel anunciado; la resurrección de Jesús culmina el Evangelio.

El mesianismo del Servidor Doliente; por los detalles que Marcos destaca en el Calvario, Jesús aparece como el
Mesías Doliente.
Marcos muestra la que para el es la cualidad central de Jesucristo, el que es Hijo de Dios (cualidad divina).
Además, muestra su condición humana (se fatiga, se conmueve)
II) Jesucristo en el Evangelio de San Mateo
Este Evangelio lleva el nombre de Mateo –un recaudador de impuestos que abandonó su profesión para seguir a
Jesús-. Fue escrito hacia el 80 DC, y va dirigido especialmente a los cristianos de origen judío.
Dado a quienes esta dirigido, Mateo se apoya muchas veces en textos del Antiguo Testamento, vinculándolos
para demostrar que el designio de Dios anunciado por los Profetas alcanza su pleno cumplimiento en la persona
y obra de Jesús. Mateo, al darle el título de “Señor” a Jesús, reservado sólo para Dios en el Antiguo Testamento,
afirma implícitamente su carácter divino.
Este evangelista atribuye especial importancia a las enseñanzas de Jesús. Uno de los temas centrales de sus
discursos es El Reino de Dios. En ellos, Cristo aparece como el Nuevo Moisés, que lleva a su plenitud la Ley de la
Antigua Alianza.
El Evangelio de Mateo ha sido llamado el Evangelio de la Iglesia, por el papel preponderante que ocupa en él la
vida y la organización de la comunidad congregada en nombre de Jesús. Esta comunidad es el Nuevo Pueblo de
Dios, el lugar donde el Señor resucitado manifiesta su presencia y la irradia a todos los hombres.
El autor divide su Evangelio en 5 discursos de Jesús. Este cuerpo central, esta precedido por el relato de la
infancia de Jesús (que en Marcos no figura) y culmina con la Pasión y Resurrección.
Estructura
El Evangelio de la Infancia de Jesús
Mateo nos anticipa quien es Jesús de Nazaret. Relata su “genealogía”; más que literal, es una genealogía
simbólica; tiene aspecto histórico también, pero lo que se trata de transmitir es que Jesús fue enviado para
salvarnos.
María lo concibió en su seno por obra del Espíritu Santo, y José, al darle el nombre de “Jesús” asumió sobre Él la
función paterna y lo incorporó legalmente a su linaje davídico, para que se cumpliera lo que había sido
profetizado.
Jesús nació en Belén de Judea (lugar que fue profetizado que sucedería), y lo visitaron unos Magos de Oriente
trayéndole ofrendas. Luego de la partida de éstos, el Ángel del Señor se le presentó en sueños a José y le dijo
que huyeran con María y Jesús a Egipto, hasta su aviso. Herodes quería matar a quién había nacido profetizado
como el Jefe del Pueblo de Israel.
Los magos no regresaron donde Herodes, y éste al verse engañado mandó a matar a todos los menores de 2
años en Belén y alrededores.
Cuando Herodes muere, Jesús y sus padres se dirigen a Judea, pero al ver que no seguro, se establecen en
Nazaret (será llamado Nazareno).
La promulgación del Reino de los Cielos
Antes de comenzar su misión, Jesús recibe el bautismo de Juan. Aunque Él no tiene necesidad, y Juan se opone a
hacerlo, Jesús insiste en ser bautizado porque es lo justo; la justicia, en el lenguaje de Mateo, es el perfecto
cumplimiento de la voluntad de Dios. La entrada en el Reino depende esta justicia, y Jesús quiere cumplirla en sí
mismo para después exigirla a sus discípulos.

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Después del bautismo en el Jordán, Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto; es tentado por el espíritu del
mal, que intenta apartarlo del camino mesiánico. Así, el revive las “pruebas” que había experimentado Israel en
el desierto, durante los 40 años de su marcha hacia la Tierra prometida. Al vencer esta tentación, Cristo asume el
destino del Pueblo de Dios y manifiesta una vez más su absoluta fidelidad a la voluntad divina.
Cuando Juan es arrestado, Jesús se retira a Galilea. Allí encuentra a sus primeros discípulos que lo siguen.
El Sermón de la Montaña
A la cuestión de cómo debe ser el comportamiento de quienes quieren entrar al Reino de los Cielos responde
este primer discurso de Jesús. Allí, Él se manifiesta como el nuevo Moisés, que descubre el verdadero sentido y
las exigencias más radicales de la Ley promulgada en el Monte Sinaí; Él no destruye esa Ley, pero tampoco la
considera intangible. Viene a darle cumplimiento.
Este Sermón resume toda la moral cristiana, y se presenta como una invitación a ser perfectos, como es perfecto
el Padre que está en los Cielos. No propone un tipo de organización social, pero sienta las bases y señala las
pautas de toda verdadera fraternidad.
Es un nuevo estilo de vida, que se funda en el amor llevado hasta sus últimas consecuencias y convierte a los
discípulos de Jesús en luz del mundo.
Los signos y la predicación del Reino de los Cielos
Los Profetas que habían anunciado que el Reino de Dios traería paz, alegría, devolvería la salud a los enfermos, y
acabaría con el sufrimiento; con la llegada de Jesús, aquellos anuncios comienzan a realizarse. Mateo quiere
poner esto de manifiesto, por ello reúne en los dos capítulos siguientes milagros realizados; pues ha llegado al
era mesiánica, y los milagros de Jesús son las señales de esa presencia divina.
Instrucción a los Misioneros
Como los milagros de Jesús son el comienzo de una obra que debe continuar, Jesús envía a los Doce dándole una
serie de consignas precisas (recogidas por Mateo en su segundo discurso) para extender su propia acción.
Además, les da el poder de expulsar los espíritus impuros o curar cualquier dolencia.
Estas instrucciones dadas por Jesús, y dirigidas a los Misioneros (de todos los tiempos), son una exhortación a
proclamar el Evangelio con valentía, y al mismo tiempo, una invitación a anunciar el mensaje de Jesús, no sólo de
palabra, sino también ayudando a aliviar las miserias humanas.
En un comienzo, Jesús los envía a “encarrilar” a las ovejas perdidas del pueblo de Israel, pero después de su
Resurrección, el mensaje se hará Universal.
El Misterio del Reino de los Cielos
El Reino de Dios ya está presente; los milagros y las palabras del Señor lo atestiguan. A través de sus obras, Jesús
se manifiesta como el Servidor del Señor anunciado por Isaías, hasta que un día se cumpla el gran signo
mediante su Resurrección de entre los muertos.
Pero la actitud de Jesús no sólo provoca dudas y extrañeza, sino también una abierta oposición. Él exige un
cambio de vida tan radical, que muchos se niegan a romper con los viejos moldes, especialmente los escribas y
fariseos (escriba: Entre los hebreos, intérprete de la Ley / Fariseo: Entre los judíos, miembro de una secta que
afectaba rigor y austeridad, pero eludía los preceptos de la ley, y, sobre todo, su espíritu), encerrados en una
fidelidad a la Ley, mal comprendida. Sin embargo, otros llegan a comprender, y así comienza a formarse en torno
a Jesús la comunidad de sus discípulos, el verdadero Israel de Dios.
Las parábolas del Reino
A pesar de la oposición cada vez más abierta, Jesús no se deja intimidar. Enseña el Reino de los Cielos, en forma
de 7 parábolas; por medio de estas breves comparaciones, el Señor llama a la reflexión y trata de entrar en
diálogo con sus oyentes.
De esas parábolas, se desprende que el Reino de los Cielos es una nueva situación, un nuevo estado de las cosas,
que viene de Dios y se inicia con Jesús, pero reclama la respuesta de todos los hombres.
Las primicias del Reino de los Cielos
Pedro hace un magnífica profesión de fe en su medianidad, y Jesús lo establece como el cimiento sólido y firme
donde se asentará si Iglesia; a partir de allí, Jesús manifiesta a sus discípulos que el Mesías debe padecer y morir,
pero simultáneamente, deja entrever la gloria de su Resurrección, Transfigurándose en presencia de alguno de
ellos.
Instrucción a los Discípulos
La consumación del Reino de los Cielos
Mateo relata el viaje del Señor a Jerusalén.
Discurso sobre el final de los Tiempos

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Refiere cuando el Reino de Dios alcanzará su plenitud; el fin del mundo está descrito con expresiones simbólicas,
que no deben ser tomadas textualmente, que se mezcla con la descripción de la ruina de Jerusalén. Pero como
nadie sabe cuando llegará el fin, el Señor nos exhorta a estar siempre prevenidos, y servirlo a Él en el más
pequeño de sus hermanos.
La Pasión y la Resurrección de Jesús
San Mateo nos presenta el acontecimiento capital de ese Reino esperado: La Muerte y Resurrección del Señor. El
relato de la Resurrección, particularmente extenso, está precedido por el de la Última Cena, donde Jesús
anticipa simbólicamente el Sacrificio de la Cruz; por medio de éste, inaugura la Nueva Alianza sellada con su
sangre, y gracias al amor con que se entregó, nosotros podemos participar de su misma Vida.
Describe como San Marcos la Resurrección de Cristo, pero este autor sigue su relato aún más. Jesús, una vez
resucitado, se les aparece a las mujeres y les pide que les avisen a sus hermanos que vayan a su encuentro en
Galilea.
Los guardias que habían acompañado a las mujeres, fueron a contar a los sumos sacerdotes lo sucedido; estos
los sobornaron pidiéndoles a cambio de dinero que dijesen que los discípulos de Jesús robaron su cuerpo
durante la noche. Ellos cumplieron con el pedido, y esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de
hoy.
Los once discípulos fueron donde Jesús los había citado, y Él les dijo que fueran por todos los pueblos, y háganlos
discípulos del Señor bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, pues Él estará con ellos
hasta el fin del mundo.

III) Jesucristo en el Evangelio de San Lucas


Compañero de viaje del Apóstol Pablo, Lucas escribió este Evangelio unos 50 años después de la muerte de
Jesús; recoge información de todos los testigos oculares de la vida de Jesús y escribe su Evangelio para
robustecer la fe de los cristianos.
Al ser un cristiano de origen pagano, su libro está dirigido especialmente a ellos. Vale recordar, que Lucas no fue
un Apóstol (no fue uno de los Doce elegidos).
Uno de los aspectos más importantes de la Buena Noticia que San Lucas quiso destacar es el carácter de
universal de la Salvación; pues Dios no hace distinción entre raza o color, y quiere que todo el mundo se salve, y
lo haga a través de Jesús.
Asimismo, este Evangelio se llama también el Evangelio de la Misericordia; Lucas nos presenta constantemente a
Jesús como aquel que vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido.
Pero no por ser misericordioso es menos exigente: su autor insiste en la conversión, el cambio de vida como
condición indispensable para alcanzar la Salvación, y el fruto de dicha conversión, es el gozo que sienten
aquellos que creen en la Buena Noticia.

Estructura
Evangelio de la Infancia (capítulo 1-2).
Este Evangelio, como el de San Mateo, se remonta hasta el nacimiento de Jesús. Por otra parte, San Lucas hace
un paralelismo entre la infancia de Jesús y Juan (el Bautista); no los pone en una situación de igualdad, sino que
a Juan lo presenta como el precursor, quien va delante del Señor preparando su camino. Jesús, en cambio, es el
Sol naciente que viene a guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Preparación del Misterio de Jesús (del 3,1 al 4,13 de la Biblia).
Esta parte nos cuenta: “Predicación de Juan el Bautista”; “El Bautismo de Jesús”; “Las tentaciones de Jesús en el
desierto”.
Lucas también presenta una genealogía ascendente, que va desde José (su figura paterna, quien lo crió) hasta el
mismo Adán; esto es con el fin de demostrar que Jesús es Hijo de Dios y vino a Salvarnos.
Ministerio en Galilea (4,14 al 9,50).
Jesús inicia su misión en Galilea, donde encuentra la ciudad de Nazaret, y comienza su actividad evangelizadora.
El Señor no está solo: elige a los Doce Apóstoles, para enviarlos a proclamar su evangelio. Los Apóstoles lo
reconocen como el Mesías de Dios.
También se encuentran aquí, discursos de Jesús en forma de parábolas, milagros que Jesús realizó, y la
Transfiguración llevada a cabo frente a tres de sus Apóstoles.
Subida a Jerusalén (9,51 al 19,28).

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Una vez concluida su misión en Galilea, Jesús se encamina a Jerusalén. Esta ciudad es la meta final de su misión,
pues allí debe dar cumplimiento al designio salvador de Dios.
En este camino hacia la Pascua, encontramos numerosas e importantes enseñanzas del Señor, de como lograr
una vida de desprendimiento para ser dignos del Reino de Dios.
También, a lo de esta subida, se agudiza la hostilidad con Jesús. Sus enemigos se escandalizan porque perdona
los pecados y come con los pecadores; Jesús a esto responde con parábolas de la misericordia como: La oveja
perdida y encontrada, El Hijo pródigo (“derrochón”).
Ministerio de Jesús en Jerusalén (19,29 al 21,38).
Este capítulo comienza con la entrada mesiánica. Luego, Jesús expulsa a los vendedores de su Templo; además
se dan controversias con los distintos grupos.
La Pasión y la Muerte de Jesús
Este capítulo nos recuerda a: la Última Cena; la Traición de Judas; el arresto de Jesús; la negación de Pedro; Jesús
ante el Sanedrín; Jesús ante Pilato; Camino al Calvario; la crucifixión de Jesús; la Muerte de Jesús y su posterior
Sepultura.
La Resurrección y la Ascensión de Jesús
Su cuerpo ha sido transfigurado, glorificado para siempre: es un cuerpo nuevo y espiritual. Los discípulos al
principio dudan, pero luego creen, y el Señor confirma su fe. Esa es la Buena Noticia más esperada, la que
cambió el curso de la historia.
El mismo Cristo les recordó a sus Apóstoles que el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer
día. Antes de separase visiblemente de ellos, y regresar a los cielos, los hace depositarios de su Buena Noticia,
para que sea proclamada en todas partes, revestidos con la fuerza del Espíritu. Así, los discípulos regresaron a
Jerusalén y permanecieron en el Templo alabando a Dios.

Hay 2 títulos que le dan a Jesús, que ocupan un lugar preponderante en todos los Evangelios:
*Hijo de Dios. Título Divino, ontológico.
*Mesías. Refiere a su misión, “vino para salvarnos”.
Luego del relato de Jerusalén, Lucas tiene otro díptico (libro): “Hechos de los Apóstoles”. Es un libro, obra de
Lucas, y narra el origen de la Iglesia básicamente; es una enseñanza Eclesiológica, en cambio, los Evangelios son
enseñanzas Cristológicas. Cuenta las primeras misiones de los Apóstoles cuando iban a predicar, y fijan las bases
jerárquicas que hasta hoy se respetan; es decir, primero era Pedro a la cabeza, con los Apóstoles. Luego, el Papa
con sus Obispos.
El término Pneuma, remite al Espíritu Santo cuando aparece este término (en el Evangenlio).

IV) Jesucristo en el Evangelio de San Juan


Juan es el llamado “discípulo amado”, pues se conoce que es el que mas estimaba Jesús. Es el más tardío de los
Evangelios; difiere considerablemente de los tres anteriores. Tenía como destinatarios inmediatos a las
comunidades cristianas de Asia Menor. Juan, en su Evangelio, no habla por sí mismo, sino que da testimonio de
la Verdad que escuchó del Padre.
Con más insistencia que los otros Evangelistas, Juan acentúa la oposición entre Jesús y los que se niegan a creer
en Él, quienes son designados con el nombre de “los judíos”.
A diferencia de los Evangelios Sinópticos, que mencionan una sola subida de Jesús a Jerusalén, Juan habla de tres
Pascuas celebradas en la Ciudad santa.
En lugar de las parábolas del Reino tan utilizadas en los otros Evangelios, Juan se vale de breves y expresivas
alegorías (ficción en virtud de la cual algo representa o significa otra cosa diferente). También emplea símbolos
para referirse a la persona de Jesús, en especial, el pan y el agua le sirven para hacer una verdadera “catequesis
sacramental” sobre el Bautismo y la Eucaristía.
Más que los hechos de la vida de Cristo, lo que trata de poner de relieve Juan es el significado que ellos
encierran, y que sólo por medio de la fe se los puede descubrir. Su objetivo fundamental es conducirnos a la
Vida eterna, que consiste en conocer al único Dios verdadero; con razón, se lo ha llamado el Evangelio Espiritual.

Estructura
Prólogo (1 al 1,18).
Mientras que el Evangelio de Marcos se inicia con el Bautismo del Señor y los de Mateo y Lucas se remontan a su
infancia, Juan va más lejos aún y comienza hablando de su origen divino. Presenta a Jesús como la Palabra de

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Dios personificada, hecha carne. Es más que una introducción este Prólogo; es un resumen de todos los temas
contenidos en el resto del libro.
Los Evangelio Sinópticos, presentan a Juan el Bautista como el profeta que prepara el camino del Señor; el
cuanto Evangelio, en cambio, lo presenta como un testigo de Jesús. Juan da testimonio de él. El bautista
atestigua que Jesús es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, evoca la figura del Servidor sufriente
que se entrega a la muerte para expiar el pecado del mundo.
*Primera Parte: El Libro de los Signos de Jesús (1,19 al 12,50)
El Bautista dio un valioso testimonio acerca de Jesús, pero este evangelista tiene un testimonio aún mayor: son
las obras que realiza en nombre de su Padre. Dichas obras, San Juan las llama signos, y a ellos esta destinada
esta primera parte. Las obras de Jesús son signos que dejan traslucir el misterio de su Persona y el sentido de su
misión. Juan nos narra 7 de esos signos de Jesús.
A pesar de los muchos signos que hizo en su presencia, muchos se obstinaron a no creer en Él, y esta
permanente confrontación entre fe e incredulidad constituye el trasfondo del drama descrito en este Evangelio.
*Segunda Parte: El Libro de la Hora de Jesús (capítulos del 13 al 21), el Misterio Pascual –muerte y resurrección-.
Toda esta segunda parte gira en torno a la hora de Jesús; se trata de la hora de su Glorificación por medio de la
muerte. La hora de su paso de este mundo al Padre; la hora del triunfo de la luz sobre las tinieblas, del amor
sobre el egoísmo, de la vida sobre la muerte.
San Juan no narra la institución de la Eucaristía, como lo hacen los otros tres evangelistas; en cambio, presenta el
relato del lavatorio de los pies a sus discípulos. Nos da una lección fraternal, a imitación de Jesús, quién no ha
venido para ser servido, sino para servir.
San Juan también cuenta en su Evangelio la Muerte de Jesús, pero revive los acontecimientos con la profundidad
que lo caracteriza. Juan, detrás del triunfo aparente de los enemigos de Jesús, ve la hora del juicio de Dios sobre
el mundo. Este mismo evangelista, nos ha conservado las palabras con las que el Señor proclamó la maternidad
de María sobre todos los que creen en Él; y Juan también es el único que menciona la sangre y el agua brotadas
del costado de Cristo cuando los soldados en vez de quebrarle las piernas como lo hicieron con los otros dos
crucificados al costado de Cristo, le atravesaron una lanza, y en seguida brotó sangre y agua, como signos del
Bautismo y la Eucaristía, donde se comunica y alimenta la Vida en el Espíritu.
La hora de Jesús incluye su Muerte y posterior Resurrección como dos momentos inseparables del mismo
“Misterio Pascual”. El sepulcro vacío, es indicio de que Jesús ha sido glorificado, pero Él se deja ver y palpar, a fin
de confirmar en la fe a sus discípulos. Sin embargo, bien sabemos la fe no depende y está más allá de las pruebas
sensibles.
Luego, sus discípulos son enviados por Él a continuar su misma misión. Y para que puedan cumplir dicha misión,
Jesús les comunica su Espíritu, confiriéndoles a la vez el poder de perdonar los pecados.
Apéndice (capítulo 21).
Probablemente este capítulo fue añadido posteriormente por algunos de sus discípulos. En él, se relata la pesca
milagrosa que es el último signo de Jesús resucitado. También, este Apéndice nos recuerda la triple profesión de
amor que Jesús le pidió a Pedro.

Prólogo:
Juan habla de Logos = Palabra, aunque también puede ser entendido como “Verbo”. Palabra, designa a Persona,
Dios Hijo. No lo aclara desde el comienzo, pero después si se hace evidente; revela a la persona en el versículo
14, y se esclarece mucho más en el versículo 18.
Versículo 14:
“…Y la palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del
Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad…”
Versículo 18:
“…Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que es Dios y está en el seno del Padre”.
Al Logos lo designa en el texto como: Divino, Creador, Luz Verdadera (la luz como sinónimo de la verdad); se
denota que por medio del Hijo, Dios se hizo visible y “se encarnó”, y gracias a ello, es representable en
imágenes, y es por esto que es válido idolatrar y venerar esas imágenes.
San Juan también practica y aplica 7 frases con “YO SOY”.
Juan anticipa… “La Palabra se hizo carne”. Aquí, el término Palabra es de naturaleza divina, Persona = Hijo; en
cambio el término carne, remite a la naturaleza humana del Hijo.

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V) Jesucristo en las Cartas de San Pablo
Las llamadas “Cartas Paulinas” son las cartas que ha escrito San Pablo. Pablo, como profesión, era soldado. Fue
un gran Apóstol, un gran luchador, y se “convirtió” (ya que era soldado romano).
Tenía como misión perseguir a los cristianos. A el, se le aparece Jesús como una luz que lo cegó, y fue tal el
“enamoramiento” que este sintió por el Señor, que comenzó a seguirlo.
Fue viajando por muchos lugares, como Antioquia, Grecia, Roma, España y Asia Menor, por donde fue dejando
cartas, o hablándoles a las personas a través de ellas. (Vale agregar, a manera de información adicional, que
Lucas fue discípulo de Pablo). En el caso de los cristianos de Roma, eran una comunidad formada por “judíos
convertidos” en católicos, y paganos (gentiles) devenidos en católicos; Pablo consideraba que era necesaria una
línea teológica clara y profunda para permitir la convivencia de ambas secciones de la comunidad, en una Iglesia
de Cristo.
Las cartas, difieren unas de otras en su extensión y contenido, pero mantienen siempre la misma estructura:
Saludo Inicial, y Acción de Gracias. Pablo, en sus cartas, predica a Cristo como “el Salvador”, mediante su muerte
y posterior resurrección. El centro era siempre la Palabra de Jesucristo.
Las cartas Paulinas son:
 Carta a los Romanos.
Considerando su misión en Oriente terminada, proyectó una nueva etapa en su obra de evangelización: llevar la
Buena Noticia a Occidente, desde Roma hasta España, donde todavía ese campo de actividad permanecía virgen.
Para preparar su visita, el Apóstol les escribió una carta a los cristianos de Roma; en ella, logra una síntesis
doctrinal, describe la universalidad del pecado y la obra redentora (“rescatista”) de Cristo. Además, trata temas
como la libertad cristiana, el Bautismo y la nueva Vida en el Espíritu. Por ello, y por los demás temas tratados,
esta carta tiene una excepcional importancia para el Cristianismo.
 Primera carta a los Corintios.
Corinto era la ciudad más grande de Grecia. Su condición cosmopolita, la habían vuelto un lugar muy conocido
por la inmoralidad de sus costumbres. Igualmente, después de mas de 1 año de trabajo, Pablo logró establecer
una fervorosa comunidad, la cual apenas Pablo se alejó comenzó a confrontarse con los grupos defensores de
las costumbres paganas.
La llegada de predicadores emisarios de Pedro, agravó aún más la situación provocando la formación de bandos
rivales. Había confusión de costumbres, muchos caían en el libertinaje moral; había una escandalosa división
entre ricos y pobres y hasta algunos confundían el Evangelio con la sabiduría puramente humana, como también
negaban la resurrección de los muertos.
Por ello Pablo, escribe esta primera carta a los Corintios, para establecer el orden y responder consultas,
exponiendo varios temas doctrinales y de orden práctico. Esta carta muestra la vida de una comunidad y su
situación ante el paganismo.
 Segunda carta a los Corintios.
Establecido momentáneamente el orden interno de la comunidad con el envío de la Primera Carta, poco
después se suceden nuevos eventos: predicadores judaizantes (que practican el Judaísmo) querían desautorizar
la persona y enseñanzas de Pablo. A causa de ello, Pablo hace un viaje fugaz a Corinto, donde los problemas no
se solucionan, lo que amerita la escritura de su Segunda Carta escrita en Éfeso, donde pablo reivindica su
condición de Apóstol y desmiente acusaciones.
Mas tarde Tito, su discípulo, le da buenas noticias sobre la situación en Corinto y Pablo, que se disponía a viajar
por tercera vez a la ciudad, envía una carta de reconciliación.
E su forma actual, esta llamada Segunda Carta a los Corintios, se encuentra una recopilación de varios escritos
de Pablo, provenientes del intercambio epistolar que mantuvo con la Iglesia de Corinto.
 Carta a los Gálatas.
Esta carta dirigida a la comunidad de Galacia (comunidad del Asia Menor), es un espontáneo escrito de Pablo,
quién se enfrentar a predicadores cristianos venidos de Jerusalén: estos se consideraban respaldados por
Santiago, hermano del Señor, quien era una de las columnas de la Iglesia junto con Pedro y Juan. Sostenían, que
los fieles devenidos del paganismo debían someterse a la Ley de Moisés, practicar la circuncisión, para ser
verdaderos hijos de Abraham; en fin, eran judaizantes que no dejaban que la Iglesia se desvinculara del
Judaísmo.
Pablo en su carta, afirma la libertad del cristiano, llamado a recibir la salvación como un don de Dios que se
alcanza por la fe, y no por sometimiento a las exigencias de la Ley. Esta carta precede a la de los Romanos y trata
los mismos temas.

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 Carta a los Efesios.
No contiene ninguna noticia esta carta, ni parece responder a peligros concretos; por tanto, se cree que fue
escrita por Pablo (o por algún discípulo de él), en forma de encíclica y luego, más tarde, se señala a la Iglesia de
Éfeso como destinataria.
 Carta a los Filipenses.
Pablo cae preso en ciudad de Éfeso, probablemente, y cuando los cristianos de la Iglesia de Filipo se enteran de
ello, envían un subsidio para ayudarlo. Pablo, en agradecimiento les envía una carta escrita particularmente en
tono familiar e íntimo.
 Carta a los Colosenses.
Escrito dirigido a la ciudad de Colosas (Asia Menor), donde se destaca la supremacía absoluta de Cristo sobre
todas as cosas, y en particular, sobre las jerarquías angélicas. Allí, grupos profetizaban una filosofía errónea, que
Pablo en esta carta combate.
 Primera carta a los Tesalonicenses.
Escrita a los paganos convertidos en cristianos, habitantes de Tesalónica, esta era una comunidad que quedó
tras la abrupta partida de Pablo, con insuficiente información religiosa. Entonces el Apóstol, les envía esta carta
aclarando dudas y exhortándolos a vivir la vida de Cristo.
 Segunda carta a los Tesalonicenses.
Como la primer carta no produjo todos los efectos deseados, Pablo insiste enviando una segunda carta donde
hace nuevamente hincapié en la Venida del Señor al fin de los tiempos, pero esta vez centrándose más en los
signos de deben precederla.
 Primera carta a Timoteo.
Carta Pastoral, dirigida a uno de sus colaboradores (el otro es Tito); cambia la forma literaria de ellas, lo que
supone la autoría de algún otro colaborador y no del mismísimo Pablo. La carta contiene recomendaciones
prácticas para la conservación y transmisión de la tradición apostólica, e inculca a su discípulo la necesidad de
combatir aquellos que enseñan doctrinas extrañas.
 Segunda carta a Timoteo.
Preso Pablo por segunda vez, poco antes de su martirio, le dirige esta carta a su hijo muy querido, donde insiste
en mantener intacta la doctrina verdadera. Con tono íntimo, y a manera de despedida, Pablo envía esta carta
mientras aguarda su momento final.
 Carta a Tito.
Luego de evangelizar la Isla de Creta, Pablo envía esta carta a su discípulo con el fin de aclarar temas pastorales,
mientras le recuerda su responsabilidad como comunicador de la enseñanza recibida.
 Carta a Filemón (breve nota a Filemón).
Dirigida a un rico ciudadano de la ciudad de Colosas, Pablo envía esta nota junto con el esclavo fugitivo Enésimo,
pronunciando una condena implícita a favor de la libertad, y recordándole que este ser humano no debe ser
tratado como esclavo, sino como un hermano querido.
 Carta a los Hebreos.
Con la fe de los destinatarios en peligro, Pablo les envía esta carta (con aspecto de sermón litúrgico) para
exhortar a los cristianos a seguir el camino que conduce de este mundo perecedero al mundo celestial,
presentándoles a Jesucristo como el Sumo Sacerdote; los destinatarios de este escrito, son cristianos
provenientes del Judaísmo.

Solamente la carta a los Romanos y a los Efesios intentan presentar de manera más semántica una síntesis
doctrinal; pues si bien son cartas, pocas veces tratan temas de interés para unos pocos, más bien, están dirigidas
a la comunidad toda (por el contrario, el escrito al amigo de Pablo, Filemón, constituye una excepción a esta
regla).

SEGUNDA PARTE: El Reino de Dios Predicado por Jesús

Es la presencia de Dios entre nosotros, esta presencia esta iniciada en la tierra con nuestro bautismo.
Cuando Jesús habla del Reinado de Dios… se refiere en primer lugar, como los profetas y los salmistas a una
intervención personal, todopoderosa, y absolutamente gratuita de Dios, que por su hijo se afirma como el Señor,
cambia el rumbo de la Historia, hace prevalecer su voluntad en todo el género humano y destruye el imperio de
Satán.

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El establecimiento de la soberanía divina en el mundo será fruto de una intervención divina del cielo, creadora
en cierto modo; este acontecimiento creador, aparece en un gran número de palabras (el grano de mostaza).

I) Características generales del Reino


El carácter Escatológico del Reino de Dios: Cuando Jesús proclamaba la Buena Nueva de Dios, y exhortaba a la
conversión en sus misiones, esto provocaba una impresión en los oyentes. Ello, se debía a que lo anunciado por
Jesús era un Reino realizado en su plenitud, absolutamente eficaz y definitivo para los últimos tiempos.
(Escatológico, significa de ultratumba, más allá de la muerte)
Carácter salvífico del Reino de Dios: El amor y benevolencia de Dios son para Jesús lo primero (realización de la
voluntad salvífica de Dios); luego, por la necesidad de conversión, oímos la amenaza de juicio y condenación. La
salvación no es un tema lejano, sino que es presente y eficaz. Así, el Reino de Dios, no es el lugar donde se va a
dar la salvación, sino que Él es la salud. Alcanzar la salvación es entrar en su Reino, Jesús anuncia la libertad
salvífica de Dios y su misericordia como señorío de Dios.
Carácter puramente religioso y universal del Reino de Dios: La salud anunciada y prometida con el Reino de Dios,
es una dimensión puramente religiosa. Jesús nos cuenta como es ese Reino, muchas veces valiéndose de
metáforas tradicionales; pero no debe confundirse, pues sus relatos constituyen un lenguaje simbólico,
empleado para nombrar a las cosas eternas.
Al ser el mensaje puramente religioso, también sobre sale su universalidad, primero ofrecida a Israel y después a
todas las naciones. Las puertas de Dios están abiertas para todos, ya que sólo en el Juicio Final se da la
separación de Buenos y Malos; Jesús no crea una comunidad de santos, sino una de creyentes.
El Carácter de intimación del Reino de Dios: Esta conversión que Cristo exige de todos, es una condición
indispensable para entrar en el Reino; hay una conexión íntima entre Fe y conversión. Jesús, además, llama a su
imitación personal por parte de los hombres para obtener parte de su Reino futuro.

II) Presencia del Reino en la obra de Jesús


Las curaciones de Jesús, señal del Reino de Dios: La vinculación de su predicación con sus milagros curativos, se
desprende que su predicación central no puede desvincularse de su persona. Queda aún más claro si lo situamos
dentro del contexto del Antiguo Testamento, donde se anunciaba la venida del Mesías.
Por ejemplo, la curación de los sordos no es sólo la liberación de un defecto personal, sino también la apertura
de los oídos para las palabras de la salud. Las curaciones son una manifestación de que el Reino ha llegado, no
todavía en su plenitud, pero sí ya operante. A los milagros, podría denominárselos como Reino de Dios en
Acciones.
Jesús establece que el Reino de Dios “ha llegado” (testimonio de lo cual, es Jesús y su acción de expulsar los
demonios). La presencia real se denota en el conjuro y expulsión.
Jesús tiene la firme convicción que se le ha otorgado todo el poder divino, y con ese poder se le abre camino, en
sus acciones, al Reino Escatológico de Dios.
Los hombres no pueden poner trabas ni detener el Reino de Dios predicado por Jesús, pero el camino será
distinto si haya la puerta abierta que si tapa una cerrada. Muchos son llamados, pero pocos los elegidos.

El Reino de Dios e Iglesia: Dios ejerce su dominio, no en el mundo en general, sino su pueblo elegido (la Iglesia),
al que se unirán todos los demás pueblos. El Señor Jesús dio comienzo a su Iglesia por la predicación de la Buena
Nueva, esto es, del advenimiento del Reino prometido desde siglos en las Escrituras. Este Reino brilla ante los
hombres en la palabra, las obras, y la presencia de Cristo. El Reino se identifica con Cristo, el inaugura y le da
forma a la Iglesia que está al servicio del Reino ya que ve más allá.

El Reino de Dios: La salvación consiste en creer y acoger el misterio del Padre y de su amor, que se manifiesta y
se da en Jesús mediante el espíritu. Así se cumple el Reino de Dios.

Cristo hace presente el Reino: Jesús lleva al cumplimiento al plan de Dios. La proclamación y la instauración del
Reino son el objeto de su misión; pero hay algo más, pues Jesús en persona es la Buena Nueva, hay plena
identidad entre mensaje y mensajero. En sí, proclama la Buena Nueva no sólo con lo que dice y hace, sino
también con lo que es.

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La entrada en el Reino se hace presente mediante la Fe y la conversión, y no por la mera pertenencia étnica.
Jesús nos revela este Dios que Él mismo llama amorosamente Abba, es un Padre lleno de compasión que
perdona y concede las gracias perdidas gratuitamente. Por ello, concluimos en que realmente Dios es amor.

Características y exigencias del Reino: Jesús revela progresivamente las características y exigencias del Reino
mediante sus palabras, sus obras y su misma persona. Él invita a todos los hombres a entrar al Reino de Dios. El
Reino pertenece, ya aquí en la Tierra, a quienes lo acogen con corazón humilde. A ellos le son revelados los
misterios del Reino de Dios. Jesús acompaña con signos y milagros para atestiguar que el Reino está presente en
Él.
El Reino, alcanza a la persona humana en su dimensión tanto física como espiritual, y tiende a transformar las
relaciones humanas a medida que aprenden los hombres a amarse, perdonarse y servirse mutuamente. Jesús
centra toda su misión en el mandamiento del amor, para que se amen los unos a los otros como Él nos amo a
nosotros.
En resumen, el Reino de Dios es la manifestación y la realización de su designio de salvación en toda su plenitud.

En el Resucitado llega a su cumplimiento y es proclamado el Reino de Dios: Al resucitar Jesús de entre los
muertos, Dios ha vencido a la muerte y en Él ha inaugurado definitivamente su Reino. La resurrección confiere
un alcance universal al mensaje de Cristo, a su acción y a toda su misión.

El Reino con relación a Cristo y a la Iglesia: El Reino de Dios no es de este mundo, no es de aquí. No debe
reducirse este Reino, a un “reino del hombre” amputando sus dimensiones profundas y mirando hacia un
progreso terreno. Ahora bien, no es ese el Reino de Dios que conocemos por Cristo, pues aquel no puede ser
separado de la Iglesia, dado que tiene la misión de anunciarlo e instalarlo en todos los pueblos. El Reino de Dios
es ante todo una persona que tiene el rostro y el nombre de Jesús de Nazaret, imagen del Dios invisible.
Cristo ha dotado a la Iglesia, su cuerpo, de la plenitud de los bienes y medios de salvación, el Espíritu Santo mora
en ella, la vivifica con sus dones y carismas, la santifica, la guía y la renueva sin cesar. La Iglesia no es un fin para
sí misma, sino fervientemente solicita ser toda de Cristo, en Cristo y para Cristo, y toda igualmente de los
hombres, entre los hombre y para los hombres.

La Iglesia al servicio del Reino: Lo está ante todo mediante el anuncio que llama a la conversión. La Iglesia sirve al
Reino, fundando comunidades e instituyendo Iglesias particulares, con el servicio a la sociedad por la
comprensión y estima de las instituciones humanas. También sirve, difundiendo en el mundo los valores
evangélicos (expresión de ese Reino).
La Iglesia es signo, y a la vez, promotora de los valores evangélicos entre los hombres y sirve con su intersección,
al ser éste por su naturaleza don y obra de Dios.

III) Exigencias Morales de Jesús


El hombre debe prepararse para participar en el Reino, pero se determinan ciertas condiciones para entrar.
Aquellos que acepten ahora la palabra de Jesús y acomoden a ella su vida, podrán oír en el primer día, aquellas
otras palabras de salvación.
En la predicación de Jesús, encontramos que la realidad del Reino es el centro de su enseñanza moral, que exige
la obediencia y el amor para el presente, en una actividad de expectación.

La exigencia de conversión: Fundamental exigencia de Jesús; debe ser de corazón, e implica una actitud total del
hombre, una conducta religiosa, un arrepentimiento, penitencia, y una respuesta al llamado de Dios.
Jesús llama a la conversión porque en Él se hace presente la misericordia ilimitada de Dios y Él mismo trae el
perdón. Es sólo posible cuando el hombre se considera a sí mismo pequeño e insignificante, como un niño, pues
Dios exalta a los humildes. Una conversión a medias, no es conversión: Jesús exige una conversión radical.

La exigencia de la Fe: Significa creer en el mensaje del Reino que nos trae Jesús, aceptando todo lo que este
Reino simboliza personalmente para el hombre. La Fe auténtica, unida con el amor de Jesús, obliga al
cumplimiento de sus preceptos. El significado moral de la Fe implica la exigencia de conversión, el requerimiento
a la obediencia al Hijo de Dios y a la aceptación de su mensaje.

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La llamada al seguimiento: Jesús los llama a ser sus discípulos y a compartir la vida con Él. Las exigencias para
seguir a Jesús son: el Sermón de la montaña y el mandamiento del Señor. De todos se exige el seguimiento a
Cristo, pero de modo diferente, según la vocación individual.

El Sermón de la Montaña: Para el judío piadoso el problema capital era cómo conseguir la justicia a los ojos de
Dios; la respuesta del rabinismo era, “acumula por medio del cumplimiento de los mandamientos y por las
buenas obras, un número suficiente para contrapesar tus culpas”, con el objetivo de salir airoso de su Juicio.
Pero en realidad, lo que interesa es la plena obediencia a la voluntad divina, la meta es la justicia. Para Jesús lo
decisivo en la acción moral es la actitud interior, el centro de la personalidad moral es el corazón, pero no se
desvaloriza de modo alguno la acción exterior, más bien, lo exige Jesús como fruto de la acción interior.
Jesús, quería liberar a los hombres de los innumerables preceptos que rodeaban a la Ley de Moisés, pero no
quería en modo alguno que se viva una vida entregada a la arbitrariedad, se debe tener una absoluta obediencia
a la santa voluntad de Dios.
Sus exigencias no son sólo de actitud interior, sino que quiere que sean preceptos para ponerlos en práctica.

El Mandamiento fundamental del Amor: Es el precepto fundamental de la moral cristiana. Jesús ha señalado un
amplio campo al ejercicio del amor a Dios. El amor a Dios obliga a perdonar al hermano. Así en Marcos se nos
presenta como “un Doctor de la Ley”, que reconoce la prioridad del amor sobre el culto exterior. En Lucas se
complementa con el relato del buen samaritano: la situación es un contexto práctico, qué hacer para alcanzar la
vida eterna.
Señalamos, de lo antes dicho, una indisoluble conexión interna entre los preceptos (el amor a Dios, y el amor al
prójimo), como también la reducción de toda ley a este precepto fundamental. Para Jesús el amor a Dios es la
obediencia y servicios.
Vale aclarar, que tampoco podemos reducir el amor de Dios al mero ejercicio del amor al prójimo, pues el amor
exige a todo el hombre. El amor a Dios no es modo alguno una actitud de debilidad; más bien, debe engendrar
fortaleza y valor para la confesión intrépida y el martirio (dar la vida).
Sobre el amor a Dios, se edifica el amor al prójimo; el amor a Dios fundamenta, precisamente, el precepto
también esencial de perdonar sin reservas y con toda sinceridad al humano hermano. Pero no podemos
expresar este amor para “ejercitar la religiosidad”, o conseguir una recompensa en los cielos; debe ser de forma
desinteresada.
Debemos extender este amor al prójimo, también hacia el enemigo, pues debemos atender al comportamiento
de Dios mismo que hace brillar el sol para buenos y malos.
Este precepto, como vemos, aporta tanto a la religión como a la moral (toda) un peculiar enriquecimiento.

TERCERA PARTE: Los Misterios de la vida del Señor


Designio de Dios de realizar la salvación de los hombres, por medio de su Hijo Jesucristo; esta tomado desde los
inicios de los tiempos, y oculto pero revelado en la plenitud de los tiempos. Es un designio salvífico, manifestado
abiertamente a través de su Hijo.

I) Toda la vida de Cristo es un misterio


Los Misterios tienen rasgos comunes, y los 3 rasgos deben ser aplicados a cada uno de los misterios. Los rasgos
son:
1. Revelación: Es lo que es la vida de Cristo; no hay nada de Él que no sea manifestación. Cristo revela al
Padre.
2. Redención: Es el sacrificio de Cristo en la Cruz y la sangre derramada en ella; por ello, la Cruz es el signo
que lo identifica.
3. Recapitulación: Atendiendo a la etimología, deriva de capita = cabeza; entonces Recapitular es “Re-
encabezar la Humanidad”. Cristo recapitula la humanidad, por ello San Pablo lo define como el nuevo
Adán (y María la nueva Eva). La humanidad que está “descabezada” (fue conducida al pecado), necesita
del Hijo de Dios, para cumplir el designio de Dios, por su Hijo.

II) Encarnación, Concepción y Nacimiento

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Es el momento de plenitud, el inicio. Nosotros vivimos en esa plenitud, y culminará con la segunda venida de
Jesús, y éste es su mensaje Escatológico.
La Fuente del concepto de Encarnación, la hallamos en la afirmación de Juan “Y la Palabra se hizo carne, y habitó
entre nosotros, y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y
verdad”. Dios se hizo carne para salvar a la Humanidad, para manifestarnos el amor que Dios nos tiene; para ser
nuestro modelo (entiéndase, humanamente hablando), y en cuanto tal, debe ser imitado por sus discípulos para
hacernos partícipes de la naturaleza divina (según San Pedro).
Cuando se cumplió el tiempo establecido Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley para redimir
a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos Hijos adoptivos

III) La circuncisión, presentación en el Templo y a los doce años en el Templo


La Circuncisión de Jesús:
Al octavo día de su nacimiento, es señal de su inserción en la descendencia de Abraham, en el pueblo de la
Alianza, de su sometimiento a la Ley y de su consagración al culto de Israel en el que participará durante toda su
vida.
Es un rito Judío desde la promesa y designio de Abraham. El mismo Jesús es un hombre que se debe incorporar a
la humanidad, entonces le realizan la circuncisión, ya que sus Padres María y José eran una familia Judía, por lo
que Jesús debía formar parte de la familia de Dios. La circuncisión la efectuaba el Sacerdote, y la sangre
representaba al cordero pascual (liberación del pueblo de Egipto).
La circuncisión, se hace entonces, para participar de la promesa de Dios y va a ser así un hombre completo. Se le
da el nombre de Jesús (etimológicamente, significa Yavé, salva).
En la circuncisión se ven los tres rasgos.
La Revelación: Se ve en el nombre, Yavé salva, en dar cumplimiento a la Alianza.
La Redención: La sangre derramada.
La Recapitulación: Va a conducir al pueblo hacia la gloria eterna.

Presentación de Jesús en el Templo:


La Presentación de Jesús en el Templo lo muestra como el Primogénito que pertenece al Señor. Toda la
expectación de Israel es la que viene al Encuentro de su Salvador (la tradición bizantina llama así a este
acontecimiento). Jesús es reconocido como el Mesías tan esperado, luz de las naciones y gloria de Israel, pero
también signo de contradicción. La espada de dolor predicha a María anuncia otra oblación (ofrenda y sacrificio
que se hace a Dios), perfecta y única, la de la Cruz que dará la salvación que Dios ha preparado ante todos los
pueblos.
Llevan a Jesús al Templo y lo presentan, ya que esto significaba el rescate del primogénito, la purificación porque
Moisés decía que el primer Hijo varón de la familia había que presentarlo a Dios, aunque el Evangelio no habla
de rescate alguno, porque Jesús era Dios (el Mesías) y es el que Dios envía a salvarnos.
En la presentación de Jesús en el Templo, lo rasgos se ven:
La Revelación: Jesús es presentado, y no rescatado porque Él era realmente Dios
La Redención: El rescate (porque en verdad es Él quién nos viene a rescatar).
La Recapitulación: Porque es el niño quién vino a salvarnos y a encabezar el Pueblo hacia la gloria.

Jesús perdido y hallado en el Templo a los doce años:


Jesús deja entrever en ello el misterio de su consagración total a una misión derivada de su filiación divina: “ ¿No
sabíais que me debo a los asuntos de mi Padre?” María y José no comprendieron esta palabra, pero la acogieron
en la fe, y María conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón, a lo largo de todos los años en que
Jesús permaneció oculto en el silencio de una vida ordinaria.
Así, esa respuesta nos muestra la conciencia que tiene Jesús de su condición, de su misión; la vocación de Jesús
era la de anunciar a su Padre Yavé, ya que Él a los 12 años sabía quién era y tenía plena conciencia de su
descendencia divina.
Los rasgos de Jesús perdido y hallado en el Templo a los doce años, se ven:
La Revelación: Cuando dice que Él debe encargarse de los asuntos de su Padre, y momento en el que habla y
asombra a los Doctores de la Ley.
La Redención: El hecho de obediencia a su Padre y la salvación.

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La Recapitulación: muestra la obediencia de Jesús hacia María, José, y hacia su Padre. La obediencia de Jesús en
lo cotidiano, inaugura la obra de restauración de lo que la desobediencia de Adán había destruido.
El hallazgo de Jesús en el Templo es el único suceso que rompe el silencio de los Evangelios sobre los años
ocultos de Jesús; de este suceso en adelante nada se sabe de la vida de Jesús hasta el Bautismo de éste,
momento en el que Jesús tenía aproximadamente 30 años.

IV) El Bautismo
El Bautismo de Cristo en las orillas del Jordán, manifestación de la santísima Trinidad (“Teofanía”), que también
se da en la transfiguración.
El comienzo de la vida pública de Jesús es su bautismo por Juan en el Jordán. Juan proclamaba un bautismo de
conversión para el perdón de los pecados. Una multitud de pecadores, publicanos y soldados, fariseos y
saduceos y prostitutas viene a hacerse bautizar por él. Entonces aparece Jesús, el Bautista duda, pero Jesús
insiste y recibe el bautismo. Entonces el Espíritu Santo, en forma de paloma, viene sobre Jesús, y la voz del cielo
proclama que Él es mi Hijo amado. Es la Epifanía (manifestación) de Jesús como Mesías de Israel e Hijo de Dios.
Por el bautismo, el cristiano se asimila sacramentalmente a Jesús que anticipa en su bautismo su muerte y su
resurrección: debe entrar en este misterio de rebajamiento humilde y de arrepentimiento, descender al agua
con Jesús, para subir con él, renacer del agua y del Espíritu para convertirse, en el Hijo, en hijo amado
del Padre y vivir una vida nueva: Enterrémonos con Cristo por el Bautismo, para resucitar con él; descendamos
con él para ser ascendidos con él; ascendamos con él para ser glorificados con él.
Todo lo que aconteció en Cristo nos enseña que después del baño de agua, el Espíritu Santo desciende sobre
nosotros desde lo alto del cielo y que, adoptados por la Voz del Padre, llegamos a ser hijos de Dios.
Conversión interior para sí, para luego poder escuchar a quién realmente nos iba a Bautizar con el Espíritu Santo.
Jesús va a ser el ciervo doliente, aquel que no venía a ser servido, sino por el contrario, venía a servir.
En el Bautismo aparece y se ve reflejada la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo).
Los rasgos en el Bautismo, se ven:
La Revelación: Este es mi Hijo amado.
La Redención: A partir del momento del Bautismo, comienza su vida pública, y su camino hacia la Cruz para la
salvación.
La Recapitulación: La obediencia.

V) Las tentaciones de Jesús


Cristo es llevado al desierto por el Espíritu Santo. Dios no lo induce a la tentación sino que lo pone a prueba.
Tentación es todo aquello bueno o malo en si mismo, que impide cumplir la voluntad de Dios. Los evangelios
hablan de un tiempo de soledad de Jesús en el desierto inmediatamente después de su bautismo por Juan:
Impulsado por el Espíritu al desierto, Jesús permanece allí sin comer durante cuarenta días; vive entre los
animales y los ángeles le servían. Al final de este tiempo, Satanás le tienta tres veces tratando de poner a prueba
su actitud filial hacia Dios. Jesús rechaza estos ataques que recapitulan las tentaciones de Adán en el Paraíso y
las de Israel en el desierto, y el diablo se aleja de él hasta el tiempo determinado.
La primera de las tentaciones fue la del pan, es la tentación de lo fácil. La segunda “caer desde la torre del
templo”, y hace referencia a la tentación de lo espectacular, aquello que llama la atención respecto a nosotros.
La tercera es la “del reino, la del poder”, y es la tentación de poner en la inteligencia algo que sustituye a Dios.
“y el diablo se aleja hasta el tiempo determinado...” y Cristo es tentado nuevamente, pero ya no en el desierto,
sino antes de su pasión en el monte de los olivos, allí Cristo tiene “miedo”; como así también en su muerte...
“aleja de mi este cáliz... pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”.
Los evangelistas indican el sentido salvífico de este acontecimiento misterioso. Jesús es el nuevo Adán que
permaneció fiel allí donde el primero sucumbió a la tentación. Jesús cumplió perfectamente la vocación de
Israel: al contrario de los que anteriormente provocaron a Dios durante cuarenta años por el desierto, Cristo se
revela como el Siervo de Dios totalmente obediente a la voluntad divina. En esto Jesús es vencedor del diablo; él
ha atado al hombre fuerte para despojarle de lo que se había apropiado. La victoria de Jesús en el desierto sobre
el Tentador es un anticipo de la victoria de la Pasión, suprema obediencia de su amor filial al Padre.
Los rasgos en las Tentaciones de Jesús, se ven:
La Revelación: No tentarás al Señor tu Dios.
La Redención: Se hace evidente al vencer el demonio con su muerte, por eso Dios lo salva.
La Recapitulación: La obediencia del Hijo al Padre.

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VI) La Transfiguración
A partir del día en que Pedro confesó que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, el Maestro comenzó a mostrar
a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén, y sufrir... y ser condenado a muerte y resucitar al tercer día: Pedro
rechazó este anuncio, los otros no lo comprendieron mejor. En este contexto se sitúa el episodio misterioso de la
Transfiguración de Jesús, sobre una montaña, ante tres testigos elegidos por él: Pedro, Santiago y Juan. El rostro
y los vestidos de Jesús se pusieron fulgurantes como la luz, Moisés y Elías aparecieron y le hablaban de su
partida, que estaba para cumplirse en Jerusalén. Una nube les cubrió y se oyó una voz desde el cielo que decía:
“Este es mi Hijo, mi elegido; escuchadle”.
Por un instante, Jesús muestra su gloria divina, confirmando así la confesión de Pedro. Muestra también que
para entrar en su gloria, es necesario pasar por la Cruz en Jerusalén. Moisés y Elías habían visto la gloria de Dios
en la Montaña; la Ley y los profetas habían anunciado los sufrimientos del Mesías. a Pasión de Jesús es la
voluntad por excelencia del Padre: el Hijo actúa como siervo de Dios. La nube indica la presencia del Espíritu
Santo: Apareció toda la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el Espíritu en la nube luminosa (Santo
Tomás de A.). Tú te has transfigurado en la montaña, y, en la medida en que ellos eran capaces, tus discípulos
han contemplado tu Gloria, oh! Cristo Dios, a fin de que cuando te vieran crucificado comprendiesen que tu
Pasión era voluntaria y anunciasen al mundo que Tú eres verdaderamente la irradiación del Padre.

VII) Los Milagros


Jesús acompaña sus palabras con numerosos “milagros, prodigios y signos”, atestiguando que Jesús es el Mesías
anunciado. Por tanto, los milagros sirven para fortalecer la Fe en aquel que hace las obras de su Padre. No
obstante, Jesús no vino a abolir todos los males “aquí abajo”, sino a liberar a los hombres de la esclavitud más
grave, la del pecado, que es el obstáculo en su vocación de hijos de Dios y causa de todas sus servidumbres
humanas.
Un tipo de milagro que aparece más frecuentemente en los Evangelios son las curaciones. Jesús caminaba entre
la muchedumbre, y en torno a Él se abría un vacío, y de Él salía una fuerza que curaba a todos. Una de las
conocidas, y redactada en los Evangelios (San Lucas), es la curación de la suegra de Pedro, quitando Jesús la
fiebre que estremecía su cuerpo. Otras curaciones son la que Jesús propino son, devolver la vista a un ciego, la
movilidad a un tullido (similar a paralítico).
Lo llamativo que se ve en los relatos de las curaciones, es que pareciera como si Jesús no necesitara ni si quiera
querer hacer el milagro; sólo es menester que alguien se le acercase con disposición abierta, y deseoso, y emana
de Él fuerza y obra.
Pero para Jesús curar no significa reducir el dolor, y de ser posible, eliminarlo –que es lo que busca el hombre
social y caritativo-. No es que ello le repugne, pero Él mira el dolor más a fondo. El curar de Jesús es un orar
desde Dios, es revelar a Dios y conducir a Dios.

VIII) El Misterio Pascual


El Misterio Pascual de Jesús, comprende su Pasión, Muerte, Resurrección y Glorificación; está en el centro de la
Fe cristiana, porque el designio salvador de Dios se ha cumplido de una vez por todas con la muerte redentora
de su Hijo, Jesucristo.
Hay un doble aspecto en el misterio pascual: por su muerte nos libera del pecado (muere su forma humana,
pero por su condición divina no es un despojo de vida mortal), y por su Resurrección nos abre el acceso a una
nueva vida. Esta es, en primer lugar, la justificación que nos devuelve a la gracia de Dios a fin de que, al igual que
Cristo fue resucitado de entre los muertos... así también nosotros vivamos una nueva vida. Consiste en la
victoria sobre la muerte y el pecado, y en la nueva participación en la gracia. Realiza la adopción filial porque los
hombres se convierten en hermanos de Cristo, como Jesús mismo llama a sus discípulos después de su
Resurrección: “Id, avisad a mis hermanos”. Hermanos no por naturaleza, sino por don de la gracia, porque esta
filiación adoptiva confiere una participación real en la vida del Hijo único, la que ha revelado plenamente en su
Resurrección. Jesús manifiesta el amor, constituyéndolo en el mandamiento principal del Evangelio: “Amarás al
Señor, tu Dios, con todo tu corazón”; además, Jesús une otro semejante al primero: “Que os améis los unos a los
otros”.
La razón por la cual este sacrificio de Jesús es eficaz para toda la humanidad, encuentra su sentido en el simple y
profundo hecho del amor de Dios, que por amor toma sobre sí los pecados del mundo; y este amor debe ser
doble: amor del Dios Padre que permite al Dios Hijo arriesgarse en la obediencia absoluta de la pobreza y del

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abandono, y amor del Dios Hijo que por amor se identifica con nosotros pecadores, cumpliendo con libre
obediencia en todo esto la voluntad del Padre.
Por último, la Resurrección de Cristo, y el propio Cristo resucitado, es principio y fuente de nuestra resurrección
futura: Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de los que durmieron... del mismo modo que en Adán
mueren todos, así también todos revivirán en Cristo. En la espera de que esto se realice, Cristo resucitado vive
en el corazón de sus fieles. En El los cristianos saborean los prodigios del mundo futuro y su vida es arrastrada
por Cristo al seno de la vida divina para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y
resucitó por ellos.

CUARTA PARTE: El Ser de Cristo. La Unión Hipostática

I) La Escritura: Jesús es el Hijo


Hijo de Dios, para el Antiguo Testamento, significa una filiación (que significa procedencia de los hijos respecto
de los padres) adoptiva que establece entre Dios y su criatura unas relaciones de intimidad personal. Jesús
distingue su filiación de la de los discípulos. Recibe el nombre de Hijo único de Dios.
Después de su Resurrección, su filiación divina, aparece en el poder de su humanidad glorificada, constituido
como Hijo de Dios con poder.
El testimonio de la Escritura nos dice que Jesús se presenta como alguien que se mantiene en actitud filial
delante de Dios como Padre. No es un hijo, sino que es el Hijo.
El título “Hijo” no es un mero atributo, sino que es el sujeto. Consiste en un ser divino. Jesús se manifiesta Dios y
hombre; el vínculo de unidad de estos dos centros de manifestación es su filiación, su vida. No se trata de un
hombre convertido en Dios, es el Hijo quien se hace hombre. El sujeto que es el Hijo existente de manera divina,
que toma una manera humana de existir.

II) Interpretación Eclesial de la filiación de Cristo hasta el Concilio de Calcedonia


El Concilio de Calcedonia fue un concilio ecuménico que tuvo lugar en el 451 DC, en Calcedonia, ciudad de
Bitinia, en Asia Menor.
Es el cuarto de los primeros siete concilios ecuménicos de la Cristiandad, y sus definiciones dogmáticas fueron
desde entonces reconocidas como infalibles por la Iglesia Católica y por la Iglesia Ortodoxa. Rechazó la doctrina
del monofisismo (doctrina que negaba que en Jesucristo hubiera dos naturalezas, sólo aceptaban la naturaleza
divina de Él), defendida por Eutiques (Eutiquianismo, forma radical del monofisismo), y estableció el Credo de
Calcedonia, que describe la plena humanidad y la plena divinidad de Cristo, segunda persona de la Santísima
Trinidad.
Precedentes
El Concilio de Calcedonia se encargó de dilucidar y aclarar errores Cristológicos que se dieron a lo largo de la
historia, como lo son:
 Siglo II. “Adopcionismo”. Defiende la postura de que Jesús es concebido como alguien que Dios adopta
en el momento del Bautismo, negándole a Jesús la Naturaleza Divina (ser Hijo de Dios). Se da este movimiento
en los judíos convertidos al cristianismo.
 Siglo II. “Modalismo”. Caen en un error Trinitario primero, y en uno Cristológico después. No concebían
la idea de un Dios Trino, para ellos las personas divinas son “modos” ya que ven a Jesús como un modo de
manifestación de Dios (humano santo), pero no realmente como Hijo de Dios.
 Siglo II. “Patripasionismo”. El problema aquí está en que ellos sostenían que quién sufrió en la Cruz no
fue el Hijo, sino el Padre.
Hasta aquí, las corrientes vistas niegan la naturaleza divina de Cristo.

 Siglo II. “Docetismo”. Se desarrolla en cristianos procedentes de la cultura griega. Tienen influencias del
Agnosticismo (sectas que sobre valoraban el tema del conocimiento) y el Dualismo; Para ellos, Jesús es hombre
en apariencia, y no entero. Van en contra de la parte humana de Jesús, pues como era considerado “ el cuerpo
como algo malo y el alma lo bueno” (Dualismo), entonces sostenían, Dios no podía enviar a su Hijo como
hombre; en carne y hueso.
Esta corriente, en cambio, niega la naturaleza humana de Jesús.

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 Siglo III. “Pablo de Samosata (Herejía Adopcionista)”. Para él, la palabra griega “ousía” = persona. Había
errores de terminología, pues en realidad, el significado de ousía era sustancia, esencia, significados diferentes
del de persona, por lo que se oponía al Concilio de Antioquia (268), motivo por el cual excomulgado. Aún más,
aseguraba que “María no era la madre del Verbo”, Dios hecho hombre, lo cual ayudó a la decisión del Concilio.

 Siglo IV. “Arrió”. Negó la consustancialidad del Hijo con el Padre. Sigue la idea del Adopcionismo. Ven al
verbo por un lado, que se une a la carne; y se entiende a esa unión como la del cuerpo con el alma. A este le
contesta el Concilio de Nicea (325 DC), afirmando que Jesús es de la misma sustancia de Dios engendrado, no
hecho.

 Siglo IV. “Apolinar de la Odisea”. Busca establecer la unicidad de Phycis (naturaleza) en Jesús. El error en
el que incurren, es que se debe hablar de de Jesús como 2 naturalezas diferentes, la divina y la humana.
Sostienen que “Verbo + Carne” es como en el hombre es, “Alma + Cuerpo”. Lo plantean como lo hizo Aristóteles,
como una “Unión Sustancial”. El error está en que este pensamiento es inaplicable a Cristo, pues en el “Alma +
Cuerpo” se unen dos co-principios, mientras que en Cristo se unen “Verbo + Carne” que son dos naturalezas
completas en sí; por lo tanto, se llega a la conclusión que no es aplicable el pensamiento aristotélico.

Precedentes inmediatos del Concilio de Calcedonia


En el Concilio de Éfeso (431) había sido condenada la herejía nestoriana, que defendía que las dos naturalezas
(divina y humana) de Cristo eran completamente independientes entre sí, es decir, que Cristo era a la vez Dios y
hombre, pero formando un compuesto de dos personas distintas (falta de concepción clara del concepto de
sustancia). Además, éste niega llamar a María Theotocos, que significa “Madre de Dios”, pues sostenía que ella
era madre del hombre en el que habitaba Dios (Jesús). En el concilio, San Cirilo de Alejandría se había distinguido
rebatiendo las tesis de Nestorio.
Por su parte, el Concilio de Éfeso contestó a Nestorio que “El verbo al unirse en su persona, a una carne
animada, por un alma racional, se hizo hombre”, posición Filosófica Aristotélica.
Eutiques
En 444, dos años después de la muerte de Cirilo, un anciano archimandrita de Constantinopla llamado Eutiques,
comenzó a predicar que la naturaleza humana de Cristo estaba como absorbida por la divina, de modo que, en la
unión de ambas, no había sino una naturaleza (monofisismo).
En un sínodo (Concilio de Obispos) regional celebrado en Constantinopla en 448, Eusebio de Cesarea denunció
las tesis de Eutiques. El sínodo expresó inequívocamente la ortodoxia de la doctrina de las dos naturalezas, y
requirió la presencia de Eutiques. Éste se negó rotundamente a aceptar la decisión del sínodo, reafirmándose en
su doctrina de una sola naturaleza de Cristo, por lo que el sínodo lanzó anatema (excomunión) contra él y contra
sus partidarios.
El "latrocinio de Éfeso"
Eutiques no aceptó la autoridad del sínodo, y recurrió al Papa León I. Éste respondió con la Epístola Dogmática,
en la que reafirmaba la doctrina de las dos naturalezas. Esta solución no fue aceptada por Eutiques ni por sus
partidarios.
El Concilio
El concilio se reunió en Calcedonia en octubre de 451. Asistieron unos 600 obispos, de los que solamente 2 eran
occidentales, dejando aparte los legados pontificios. Los partidarios de Eutiques debieron aceptar la Epístola del
Papa para continuar formando parte de la Iglesia. Trece obispos egipcios, sin embargo, rehusaron aceptarla,
arguyendo que sólo aceptarían "la fe tradicional".
En su canon 28, el Concilio aprobó también la práctica equiparación de las sedes de Roma y Constantinopla, a
pesar de las protestas del Papa.
Se dice que en este concilio fue la primera vez que se utilizó el término griego “Prosopón”, que quiere decir
máscara, para referirse a persona, como hoy conocemos el término.
Jesús no es una mezcla entre ambas naturalezas, sino que siendo Dios también tiene naturaleza humana, porque
tuvo pasiones y sentimientos como todos nosotros, pensó a través de una inteligencia humana y sintió a través
de un alma humana.
Por eso afirmamos que Jesús aún siendo hombre, ES VERDADERO DIOS, de la misma naturaleza de su Padre,
naturaleza divina, y con la misma característica: la subsistencia. Por eso decimos que Es, porque no necesita de
nadie para existir.

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El Concilio proclamó: un solo y mismo Hijo perfecto, en la divinidad y perfecto en la humanidad,
verdaderamente hombre de alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la humanidad,
semejante en todo a nosotros –menos en el pecado-. Engendrado del Padre, en cuanto divinidad, y de la Virgen
Maria en cuanto a la humanidad. Uno sólo y el mismo Hijo Cristo Señor. Unigénito, de dos naturalezas, no
dividido en dos palabras sino un y sólo el mismo Hijo.
Esto es la UNIÓN HIPOSTATICA. Es la unión de las dos naturalezas en Cristo, reconociéndolo como hombre y
como Dios.
Jesús es Persona divina porque tiene inteligencia y alma divina, lo cual podemos comprobar por ejemplo con los
milagros que realizó y es así perfecto; pero también es perfecto en la naturaleza humana ya que tiene
conocimiento y alma racional, lo cual podemos comprobar con el sufrimiento en la cruz por ejemplo. Pero no es
persona humana, ya que no tiene pecado.
Por lo tanto decimos que Cristo tiene naturaleza divina y por consiguiente ES persona divina. Sin embargo tiene
naturaleza humana pero NO es persona humana. El Verbo asume una naturaleza humana pero la persona
humana y divina no se mezclan.

III) Reflexión Teológica sobre el Misterio de la Encarnación


Padre, es el individuo subsistente en aquella naturaleza racional. Se define a la persona como sustancia
individual de naturaleza racional.
Naturaleza, ha sido impuesta por significar la generación, también para designar cualquier principio intrínseco
de movimiento. Se precisa como lo que da a cada cosa su diferencia específica, significa esencia o el “que” de la
especie.
Cómo es hombre el Hijo de Dios; Puesto que en la unión misteriosa de la Encarnación la naturaleza humana ha
sido asumida, no absorbida, la Iglesia ha llegado a confesar con el correr de los siglos, la plena realidad del alma
humana, con sus operaciones de inteligencia y de voluntad, y del cuerpo humano de Cristo. Pero paralelamente,
ha tenido que recordar en cada ocasión que la naturaleza humana de Cristo pertenece propiamente a la persona
divina del Hijo de Dios que la ha asumido. El Hijo de Dios... trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia
de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo
verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado.
Cristo, al tener naturaleza humana tenía conocimiento humano y adquiría el mismo a través de las experiencias
diarias. Pero a su vez este conocimiento humano de Jesús manifestaba su procedencia divina.
Jesús tenía conocimiento humano y divino. Así ayudaba a Dios a entender al hombre y al hombre a tratar de
comprender a Dios y aún a sí mismo para llegar a esta en gracia de Dios.
La voluntad humana de Cristo; de manera paralela, la Iglesia confesó en el sexto concilio ecuménico que Cristo
posee dos voluntades y dos operaciones naturales, divinas y humanas, no opuestas, sino cooperantes, de forma
que el Verbo hecho carne, en su obediencia al Padre, ha querido humanamente todo lo que ha decidido
divinamente con el Padre y el Espíritu Santo para nuestra salvación. La voluntad humana de Cristo "sigue a su
voluntad divina sin hacerle resistencia ni oposición, sino todo lo contrario estando subordinada a esta voluntad
omnipotente".

UNIDAD 7: EL ESPÍRITU SANTO

I) Análisis de Juan 16 y 20, 19-23


Juan 16, 4-15
Sedan dos temas importantes en este texto: Divinidad y Carácter Personal (definido en Constantinopla). Antes
de su Pascua, Jesús anunciaba el envío de otro “paráclito” (defensor), también llamado Espíritu de la Verdad, son
nombres que designan al Espíritu Santo como persona -donde se comienza a evidenciar el trasfondo de la
Santísima Trinidad-. Este es revelado así como otra persona divina con relación al Padre y al Hijo. La palabra
Paráclito, la encontramos en los escritos de San Juan, y no designa a la naturaleza sino la función de alguien, el
que es “llamado al lado de”. En los cielos, Jesús desempeña el papel activo de abogado (promotor de la Fe), de
asistente, de apoyo; aquí en la Tierra ese rol lo lleva a cabo el Espíritu Santo que actualiza la presencia de Jesús.
Esta presencia del paráclito, está estrechamente ligada a la partida de Jesús.

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Sin embargo, esta nueva presencia divina ya no es “sensible”, como lo es Jesús, sino de orden “espiritual”. Es
Espíritu Santo aún siendo otro distinto de Jesús, lleva la presencia de Jesús a su perfección.
Juan 20, 19-23
El soplo dado por Jesús, es símbolo del Espíritu Santo. En el discurso Pascual de despedida se llega, si se quiere,
al culmen de la revelación trinitaria. Al mismo tiempo, nos encontramos con las palabras que serán el gran
mandato misional dirigido a los Apóstoles. Es el mensaje probatorio de la divinidad del Espíritu Santo, que
intercede para que los Apóstoles perdonen los pecados. Como se ve, también se instaura, de alguna manera, la
confesión y el perdón de los pecados.
El Espíritu Santo es amor personal como Espíritu del Padre y del Hijo. Es persona-amor.
Es fundamentalmente, en este texto de Juan, donde queda expresada con toda claridad la divinidad del Espíritu
Santo, puesto que se le atribuye el “perdón de los pecados”, actividad exclusivamente divina.

II) La misión conjunta del Hijo y del Espíritu Santo


Aquél al que el Padre ha enviado a nuestros corazones, el Espíritu de su Hijo es realmente Dios. Consubstancial
con el Padre y el Hijo, es inseparable de ellos, tanto en la vida íntima de la Trinidad como en su don de amor
para el mundo. Pero al adorar a la Santísima Trinidad vivificante, consubstancial e indivisible, la fe de la Iglesia
profesa también la distinción de las Personas. Cuando el Padre envía su Verbo, envía también su aliento: misión
conjunta en la que el Hijo y el Espíritu Santo son distintos pero inseparables. Sin ninguna duda, Cristo es quien se
manifiesta, Imagen visible de Dios invisible, pero es el Espíritu Santo quien lo revela.
Jesús es Cristo, ungido, porque el Espíritu es su Unción y todo lo que sucede a partir de la Encarnación mana de
esta plenitud. Cuando por fin Cristo es glorificado, puede a su vez, de junto al Padre, enviar el Espíritu a los que
creen en él: El les comunica su Gloria, es decir, el Espíritu Santo que lo glorifica. La misión conjunta y mutua se
desplegará desde entonces en los hijos adoptados por el Padre en el Cuerpo de su Hijo: la misión del Espíritu de
adopción será unirlos a Cristo y hacerles vivir en El: La noción de la unción sugiere... que no hay ninguna
distancia entre el Hijo y el Espíritu. En efecto, de la misma manera que entre la superficie del cuerpo y la unción
del aceite ni la razón ni los sentidos conocen ningún intermediario, así es inmediato el contacto del Hijo con el
Espíritu... de tal modo que quien va a tener contacto con el Hijo por la fe tiene que tener antes contacto
necesariamente con el óleo. En efecto, no hay parte alguna que esté desnuda del Espíritu Santo. Por eso es por
lo que la confesión del Señorío del Hijo se hace en el Espíritu Santo por aquellos que la aceptan, viniendo el
Espíritu desde todas partes delante de los que se acercan por la fe.

III) El nombre, los apelativos y los símbolos del Espíritu Santos


El nombre propio del Espíritu Santo
Espíritu Santo, tal es el nombre propio de Aquel que adoramos y glorificamos con el Padre y el Hijo. La Iglesia ha
recibido este nombre del Señor y lo profesa en el bautismo de sus nuevos hijos.
El término Espíritu traduce el término hebreo Ruah, que en su primera acepción significa soplo, aire, viento.
Jesús utiliza precisamente la imagen sensible del viento para sugerir a Nicodemo la novedad trascendente del
que es personalmente el Soplo de Dios, el Espíritu divino. Por otra parte, Espíritu y Santo son atributos divinos
comunes a las Tres Personas divinas. Pero, uniendo ambos términos, la Escritura, la liturgia y el lenguaje
teológico designan la persona inefable del Espíritu Santo, sin equívoco posible con los demás empleos de los
términos espíritu y santo.
Los apelativos del Espíritu Santo
Jesús, cuando anuncia y promete la Venida del Espíritu Santo, le llama el “Paráclito”, literalmente aquel que es
llamado junto a uno, advocatus. Paráclito se traduce habitualmente por Consolador, siendo Jesús el primer
consolador. El mismo Señor llama al Espíritu Santo Espíritu de Verdad.
Además de su nombre propio, que es el más empleado en el libro de los Hechos y en las cartas de los apóstoles,
en San Pablo se encuentran los siguientes apelativos: el Espíritu de la promesa, el Espíritu de adopción, el
Espíritu de Cristo, el Espíritu del Señor, el Espíritu de Dios, y en San Pedro, el Espíritu de gloria.
Los símbolos del Espíritu Santo
 El agua. El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que,
después de la invocación del Espíritu Santo, ésta se convierte en el signo sacramental eficaz del nuevo
nacimiento: del mismo modo que la gestación de nuestro primer nacimiento se hace en el agua, así el agua
bautismal significa realmente que nuestro nacimiento a la vida divina se nos da en el Espíritu Santo.

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 La unción. El simbolismo de la unción con el óleo es también significativo del Espíritu Santo, hasta el
punto de que se ha convertido en sinónimo suyo. En la iniciación cristiana es el signo sacramental de la
Confirmación, llamada justamente en las Iglesias de Oriente “Crismación”. Pero para captar toda la fuerza que
tiene, es necesario volver a la Unción primera realizada por el Espíritu Santo: la de Jesús. Cristo [Mesías en
hebreo] significa Ungido del Espíritu de Dios. Jesús es el Ungido de Dios de una manera única: la humanidad que
el Hijo asume está totalmente ungida por el Espíritu Santo. Jesús es constituido Cristo por el Espíritu Santo. Es
él, en fin, quien resucita a Jesús de entre los muertos. Por tanto, constituido plenamente Cristo en su
Humanidad victoriosa de la muerte, Jesús distribuye profusamente el Espíritu Santo hasta que los santos
constituyan, en su unión con la Humanidad del Hijo de Dios, ese Hombre perfecto... que realiza la plenitud de
Cristo: el Cristo total, según la expresión de San Agustín.
 El fuego. Mientras que el agua significaba el nacimiento y la fecundidad de la Vida dada en el Espíritu
Santo, el fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. Juan Bautista, que precede al
Señor con el espíritu y el poder de Elías, anuncia a Cristo como el que bautizará en el Espíritu Santo y el fuego ,
Espíritu del cual Jesús dirá: “He venido a traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviese
encendido!”. Bajo la forma de lenguas como de fuego, el Espíritu Santo se posó sobre los discípulos la mañana
de Pentecostés y los llenó de él. La tradición espiritual conservará este simbolismo del fuego como uno de los
más expresivos de la acción del Espíritu Santo.
 La nube y la luz. Estos dos símbolos son inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Pues
bien, estas figuras son cumplidas por Cristo en el Espíritu Santo. El es quien desciende sobre la Virgen María y la
cubre con su sombra para que ella conciba y dé a luz a Jesús. En la montaña de la Transfiguración es El quien
vino en una nube y cubrió con su sombra a Jesús, a Moisés y a Elías, a Pedro, Santiago y Juan, y se oyó una voz
desde la nube que decía: “Este es mi Hijo, mi Elegido, escuchadle”. Es, finalmente, la misma nube la que ocultó a
Jesús a los ojos de los discípulos el día de la Ascensión, y la que lo revelará como Hijo del hombre en su Gloria el
Día de su Advenimiento.
 El sello es un símbolo cercano al de la unción. En efecto, es Cristo a quien Dios ha marcado con su sello y
el Padre nos marca también en él con su sello. Como la imagen del sello indica el carácter indeleble de la Unción
del Espíritu Santo en los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y del Orden, esta imagen se ha utilizado
en ciertas tradiciones teológicas para expresar el carácter imborrable impreso por estos tres sacramentos, los
cuales no pueden ser reiterados.
 La mano. Imponiendo las manos Jesús cura a los enfermos y bendice a los niños. En su Nombre, los
apóstoles harán lo mismo. Más aún, mediante la imposición de manos de los apóstoles, el Espíritu Santo nos es
dado.
 El dedo. Por el dedo de Dios expulso yo [Jesús] los demonios. Si la Ley de Dios ha sido escrita en tablas
de piedra por el dedo de Dios, la carta de Cristo entregada a los apóstoles está escrita no con tinta, sino con el
Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón. El himno Veni Creator
invoca al Espíritu Santo como “dedo de la diestra del Padre”.
 La paloma. Al final del diluvio (cuyo simbolismo se refiere al Bautismo), la paloma soltada por Noé
vuelve con una rama tierna de olivo en el pico, signo de que la tierra es habitable de nuevo. Cuando Cristo sale
del agua de su bautismo, el Espíritu Santo, en forma de paloma, baja y se posa sobre él. El Espíritu desciende y
reposa en el corazón purificado de los bautizados. El símbolo de la paloma para sugerir al Espíritu Santo es
tradicional en la iconografía cristiana.

IV) El Espíritu Santo en la Economía Divina


Desde el comienzo y hasta la plenitud de los tiempos, la Misión conjunta del Verbo y del Espíritu del Padre
permanece oculta pero activa. El Espíritu de Dios preparaba entonces el tiempo del Mesías, y ambos, sin estar
todavía plenamente revelados, ya han sido prometidos a fin de ser esperados y aceptados cuando se
manifiesten.
En la Creación; la Palabra de Dios y su soplo (Espíritu Santo) están en el origen del ser y de la vida de toda
criatura. Es justo que el Espíritu Reine, santifique, vivifique y anime la creación porque es Dios consubstancial al
Padre y al Hijo.
El Espíritu de la promesa; Desfigurado por el pecado y por la muerte, el hombre continúa siendo a imagen de
Dios, a imagen del Hijo, pero privado de la Gloria de Dios, privado de la semejanza . La Promesa hecha a
Abraham inaugura la Economía de la Salvación, al final de la cual el Hijo mismo asumirá la imagen y la restaurará
en la semejanza con el Padre volviéndole a dar la Gloria, el Espíritu que da la Vida.

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En las Teofanías y en la Ley; Las Teofanías [manifestaciones de Dios] iluminan el camino de la Promesa, desde los
Patriarcas a Moisés y desde Josué hasta las visiones que inauguran la misión de los grandes profetas. La tradición
cristiana siempre ha reconocido que, en estas Teofanías, el Verbo de Dios se dejaba ver y oír, a la vez revelado y
cubierto por la nube del Espíritu Santo.
En el Reino y en exilio; el Reino es objeto de la promesa hecha David, será obra del Espíritu. El olvido de la Ley y
la infidelidad a la Alianza llevan a la muerte. El exilio, aparente fracaso de las promesas es en realidad fidelidad,
comienzo de una restauración prometida pero según el Espíritu.
Juan, precurso, profeta y bautista; en él se culmina la obra de preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.
Alégrate llena de gracia, en María el Padre encuentra la morada en donde su Hijo y su Espíritu, pueden habitar
entre los hombres.
El Espíritu, prepara a María con su gracia, concebida sin pecado, por pura gracia como la más humilde de todas
las criaturas.
El Espíritu; realiza el designio benevolente del Padre. La Virgen concibe y da a luz al Hijo de Dios, y por medio del
Espíritu Santo. Su virginidad se convierte en fecundidad única, por medio del Espíritu y de la Fe.
El Espíritu Santo comienza a poner en comunión con Cristo a los hombres.
Cristo Jesús; toda la misión del Hijo y del Espíritu se resumen en que el Hijo es el ungido del Padre desde su
encarnación. Jesús no revela el Espíritu, sino hasta su glorificación.
Pentecostés; El día de Pentecostés (al término de las siete semanas pascuales), la Pascua de Cristo se consuma
con la efusión del Espíritu Santo que se manifiesta, da y comunica como Persona divina: desde su plenitud,
Cristo, el Señor, derrama profusamente el Espíritu.
En este día se revela plenamente la Santísima Trinidad. Desde ese día el Reino anunciado por Cristo está abierto
a todos los que creen en El: en la humildad de la carne y en la fe, participan ya en la Comunión de la Santísima
Trinidad. Con su venida, que no cesa, el Espíritu Santo hace entrar al mundo en los últimos tiempos, el tiempo
de la Iglesia, el Reino ya heredado, pero todavía no consumado: Hemos visto la verdadera Luz, hemos recibido el
Espíritu celestial, hemos encontrado la verdadera fe: adoramos la Trinidad indivisible porque ella nos ha salvado
(Liturgia bizantina, Tropario de Vísperas de Pentecostés; empleado también en las liturgias eucarísticas después
de la comunión).

UNIDAD 8: LA CREACIÓN DE DIOS

PRIMERA PARTE: La Sagrada Escritura

I) Análisis de Génesis 1-3


II) Crítica Literaria
III) Diversa forma de exposición
Se compone de dos capas distintas:
Génesis 1-2,4a, llamado el primer relato de la Creación, pertenece a la Tradición Sacerdotal. Dios crea por la
palabra solamente, no hay materia pre-existente sino que crea ex nikilo, porque se crea de la nada y por medio
de la frase “y así sucedió” ello se reafirma en le relato. Dios crea por amor y sabiduría; se denota un orden
jerárquico en la creación, va de lo más simple a lo más importante, de lo menor a lo mayor (por último, el
hombre es creado). El hombre es el ser más importante creado, por ello Dios lo hizo último. En la pirámide
ejemplificativa, el hombre está en la cúspide y es el señor de todo lo creado, a imagen y semejanza de Dios. Hay
un mensaje implícitamente sobre el mal, de Dios nada malo puede salir, no puede “crear maldad”, pues el es la
Bondad misma. De la maldad, no dice nada, sólo aclara que no hay Dualismo, sólo existe “1 principio creador”,
Dios que es bueno. Esto contrasta con el pensamiento dualista que sostenía que había 2 principios, uno bueno y
uno malo, de igual poder que coexistían.
Génesis 2,4b-3,24, el relato segundo de la Creación y del pecado original pertenece a la Tradición Yavista; aquí va
de lo mayor a lo menor, de lo más lejano a lo más cercano (el hombre). El hombre se encuentra en el centro del
círculo (metafóricamente); el hombre es creado, en este relato, y modelado en arcilla, y Dios le sopla un viento
de vida. Es hecho a imagen y semejanza, y por composición de alma y cuerpo. Este es una segunda explicación,
“a la par” de la primera, no excluyente una de otra. Es diferente del primer relato, son de dos culturas
diferentes; aquí hay que remarcar, como en el primer relato, que el hombre es libre, pero debe atenerse a los
límites de cualquier criatura y deben ser respetados como tales, pues de no hacerlo, puede tener consecuencias

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catastróficas, para sí mismo, la condición humana y la obra de Dios. Por esto, el hombre que fue creado para la
inmortalidad, ahora está sujeto a perecer.
Además en este segundo relato, se incluye el capítulo 3 del Pecado Original, que es un acontecimiento que
sucedió y llevó al hombre a la condición en la que se encuentra hoy; no se pretende allí agotar el tema de
creación, pero sí aporta una interesante postura para darle un sentido al mal en la obra de Dios. Aquí se hace
presente el Proto Evangelio, en el que se va anunciando la salvación.
Se produce un cambio en el nombre de Dios: en el primer relato Dios tiene el nombre de Elohim, mientras que
en el segundo lleva el nombre de Yave Elohim.
Génesis 1 es acusadamente doctrinal, caracterizado por una notable dimensión teológica profunda. Dios crea de
la nada y se hace evidente que no está sólo, ya que podemos apreciar la presencia del Espíritu Santo. Génesis 2,
en cambio, narra cálidamente, es más cercano a las cosas, tiene una forma narrativa más antigua, completada y
profundizada posteriormente por medio del capítulo 1.
Comparando ambos relatos, llama en seguida la atención que no son acordes en su forma de exposición; no es
que el primer relato se limita a rellenar las lagunas dejadas por el segundo, sino que cada uno de los relatos
sigue su propio camino. Ambas exposiciones tienen impronta individual tan propia que no puede establecerse
entre ellos una concordancia, se trata de 2 formas distintas de relatos en cuanto a su estructura fundamental y
en cuanto a su desarrollo.
Esta oposición se observa sobre todo en la cosmovisión referente a la situación del hombre en el conjunto de las
criaturas.
Para valorar este hecho es necesario acercarse a esos hechos con una adecuada comprensión de la inspiración.
Intervienen los hagiógrafos. Estos son empleados de Dios como escritores que piensan y escriben como
hombres.
Para entender los 2 relatos de la creación hay que tener en cuenta otro dato importante: que Dios, en su
colaboración, procede sobriamente. Dios no hace nada que el hombre, causa segunda, pueda hacer por sí
mismo. Dios no da nada que sólo sirva para satisfacer la curiosidad humana. Los hagiógrafos usaron su
cosmovisión propia para dar expresión a las afirmaciones reveladas sobre el hecho de la creación.
Podemos atribuir la obra de la creación a toda la Santísima Trinidad, ya que se hace evidente que desde los
primeros tiempos Dios no se encontraba sólo. San Juan en su prólogo decía que las cosas fueron hechas por
medio de la palabra, o sea, su Hijo.
Entonces, toda la obra de la creación, y el mundo, ha sido creado para dar gloria a Dios y para que el hombre lo
alabe hasta llegar así a un completo estado de felicidad y por último llegue a la visión beatífica (ver a Dios cara a
cara). Esto es así, porque desde los inicios y desde que caímos en el pecado original se pierde el estado de gracia.
Dios trasciende a toda la creación porque es eterno, conduce a la creación hasta el final de los tiempos (designo
de divina providencia), que son los caminos de Dios para conducir al hombre hasta la perfección de la creación
(providencia divina, es Dios proveerá, lo conseguiré).
A ambos relatos, los exegetas (especialistas) los llaman “Profecía Retrospectiva” (parte de la realidad y se
proyecta al origen, para explicar desde allí el hoy) y “Etiología Histórica” (estudia la teoría de las causas,
primeramente Aristotélica).

Hasta Génesis 2, son “Profecías Retrospectivas” (relatos simbólicos Bíblicos). En el capítulo 12, encontramos a
Abraham y pasamos al ámbito histórico; comienza la vocación de Abraham. Aquí ya son relatos históricos, reales
que sucedieron realmente, y son contados como fueron. Los otros fueron relatos metafóricos, para explicar
cosas de las que no se tienen toda la certeza. En cambio aquí, Abraham sí existió, vivió realmente.

SEGUNDA PARTE: Reflexión especulativa sobre la Creación

I) La creación: Obra de la Santísima Trinidad


"En el principio, Dios creó el cielo y la tierra": tres cosas se afirman en estas primeras palabras de la Escritura: el
Dios eterno ha dado principio a todo lo que existe fuera de él. El solo es creador (el verbo "crear" -en hebreo
"bara"-tiene siempre por sujeto a Dios). La totalidad de lo que existe (expresado por la fórmula “el cielo y la
tierra”) depende de aquel que le da el ser.
"En el principio existía el Verbo... y el Verbo era Dios...Todo fue hecho por él y sin él nada ha sido hecho". El
Nuevo Testamento revela que Dios creó todo por el Verbo Eterno, su Hijo amado. "En el fueron creadas todas las
cosas, en los cielos y en la tierra...todo fue creado por él y para él, él existe con anterioridad a todo y todo tiene

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en él su consistencia". La fe de la Iglesia afirma también la acción creadora del Espíritu Santo: él es el "dador de
vida", "el Espíritu Creador", la "Fuente de todo bien".
La acción creadora del Hijo y del Espíritu, insinuada en el Antiguo Testamento, revelada en la Nueva Alianza,
inseparablemente una con la del Padre, es claramente afirmada por la regla de fe de la Iglesia: "Sólo existe un
Dios...: es el Padre, es Dios, es el Creador, es el Autor, es el Ordenador. Ha hecho todas las cosas por sí mismo, es
decir, por su Verbo y por su Sabiduría", "por el Hijo y el Espíritu", que son como "sus manos". La creación es la
obra común de la Santísima Trinidad.

II) El Mundo creado para la Gloria de Dios


Es una verdad fundamental que la Escritura y la Tradición no cesan de enseñar y de celebrar: "El mundo ha sido
creado para la gloria de Dios". Dios ha creado todas las cosas, explica S. Buenaventura, "no para aumentar su
gloria, sino para manifestarla y comunicarla". Porque Dios no tiene otra razón para crear que su amor y su
bondad: "Abierta su mano con la llave del amor surgieron las criaturas".
Y el Concilio Vaticano I explica:
En su bondad y por su fuerza todopoderosa, no para aumentar su bienaventuranza, ni para adquirir su
perfección, sino para manifestarla por los bienes que otorga a sus criaturas, el solo verdadero Dios, en su
libérrimo designio, en el comienzo del tiempo, creó de la nada a la vez una y otra criatura, la espiritual y la
corporal (DS 3002).
La gloria de Dios consiste en que se realice esta manifestación y esta comunicación de su bondad para las cuales
el mundo ha sido creado. Hacer de nosotros "hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su
voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia": "Porque la gloria de Dios es el hombre vivo, y la vida del
hombre es la visión de Dios: si ya la revelación de Dios por la creación procuró la vida a todos los seres que viven
en la tierra, cuánto más la manifestación del Padre por el Verbo procurará la vida a los que ven a Dios". El fin
último de la creación es que Dios, "Creador de todos los seres, se hace por fin “todo en todas las cosas”,
procurando al mismo tiempo su gloria y nuestra felicidad".

III) El misterio de la creación


Creemos que Dios creó el mundo según su sabiduría. Este no es producto de una necesidad cualquiera, de un
destino ciego o del azar. Creemos que procede de la voluntad libre de Dios que ha querido hacer participar a las
criaturas de su ser, de su sabiduría y de su bondad: "Porque tú has creado todas las cosas; por tu voluntad lo que
no existía fue creado".
Dios crea “de la nada”. Creemos que Dios no necesita nada preexistente ni ninguna ayuda para crear. La
creación tampoco es una emanación necesaria de la substancia divina. Dios crea libremente " de la nada": ¿Qué
tendría de extraordinario si Dios hubiera sacado el mundo de una materia preexistente? Un artífice humano,
cuando se le da un material, hace de él todo lo que quiere. Mientras que el poder de Dios se muestra
precisamente cuando parte de la nada para hacer todo lo que quiere.
Puesto que Dios puede crear de la nada, puede por el Espíritu Santo dar la vida del alma a los pecadores creando
en ellos un corazón puro, y la vida del cuerpo a los difuntos mediante la Resurrección. El "da la vida a los
muertos y llama a las cosas que no son para que sean". Y puesto que, por su Palabra, pudo hacer resplandecer la
luz en las tinieblas, puede también dar la luz de la fe a los que lo ignoran.
Dios crea un mundo ordenado y bueno, porque Dios crea con sabiduría, la creación está ordenada: "Tú todo lo
dispusiste con medida, número y peso". Creada en y por el Verbo eterno, "imagen del Dios invisible", la creación
está destinada, dirigida al hombre, imagen de Dios, llamado a una relación personal con Dios. Nuestra
inteligencia, participando en la luz del Entendimiento divino, puede entender lo que Dios nos dice por su
creación, ciertamente no sin gran esfuerzo y en un espíritu de humildad y de respeto ante el Creador y su obra.
Salida de la bondad divina, la creación participa en esa bondad ("Y vio Dios que era bueno...muy bueno").
Porque la creación es querida por Dios como un don dirigido al hombre, como una herencia que le es destinada
y confiada. La Iglesia ha debido, en repetidas ocasiones, defender la bondad de la creación, comprendida la del
mundo material.
Dios transciende la creación y está presente en ella. Dios es infinitamente más grande que todas sus obras: "Su
majestad es más alta que los cielos", "su grandeza no tiene medida". Pero porque es el Creador soberano y libre,
causa primera de todo lo que existe, está presente en lo más íntimo de sus criaturas.
Dios mantiene y conduce la creación. Realizada la creación, Dios no abandona su criatura a ella misma. No sólo
le da el ser y el existir, sino que la mantiene a cada instante en el ser, le da el obrar y la lleva a su término.

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Reconocer esta dependencia completa con respecto al Creador es fuente de sabiduría y de libertad, de gozo y de
confianza.

IV) La Divina Providencia


La creación tiene su bondad y perfección propia, pero no salió plenamente acabada de las manos del Creador.
Fue creada "en estado de vía", hacia una perfección última todavía por alcanzar, a la que Dios la destinó.
Llamamos divina providencia a las disposiciones por las que Dios conduce la obra de su creación hacia esta
perfección:
Dios guarda y gobierna por su providencia todo lo que creó, "alcanzando con fuerza de un extremo al otro del
mundo y disponiéndolo todo con dulzura". Porque "todo está desnudo y patente a sus ojos", incluso lo que la
acción libre de las criaturas producirá.
El testimonio de la Escritura es unánime: la solicitud de la divina providencia es concreta e inmediata; tiene
cuidado de todo, de las cosas más pequeñas hasta los grandes acontecimientos del mundo y de la historia. Las
Sagradas Escrituras afirman con fuerza la soberanía absoluta de Dios en el curso de los acontecimientos: "hay
muchos proyectos en el corazón del hombre, pero sólo el plan de Dios se realiza".
Así vemos al Espíritu Santo, autor principal de la Sagrada Escritura atribuir con frecuencia a Dios acciones sin
mencionar causas segundas. Esto no es "una manera de hablar" primitiva, sino un modo profundo de recordar la
primacía de Dios y su señorío absoluto sobre la historia y el mundo y de educar así para la confianza en El. La
oración de los salmos es la gran escuela de esta confianza.
La providencia y las causas segundas
Dios es el Señor soberano de su designio. Pero para su realización se sirve también del concurso de las criaturas.
Esto no es un signo de debilidad, sino de la grandeza y bondad de Dios Todopoderoso. Porque Dios no da
solamente a sus criaturas la existencia, les da también la dignidad de actuar por sí mismas, de ser causas y
principios unas de otras y de cooperar así a la realización de su designio.
Dios concede a los hombres incluso poder participar libremente en su providencia confiándoles la
responsabilidad de "someter'' la tierra y dominarla. Dios da así a los hombres el ser causas inteligentes y libres
para completar la obra de la Creación. Los hombres, cooperadores a menudo inconscientes de la voluntad
divina, pueden entrar libremente en el plan divino no sólo por sus acciones y sus oraciones, sino también por sus
sufrimientos. Entonces llegan a ser plenamente "colaboradores de Dios".
Es una verdad inseparable de la fe en Dios Creador: Dios actúa en las obras de sus criaturas. Esta verdad, lejos de
disminuir la dignidad de la criatura, la realza. "Sin el Creador la criatura se diluye"; menos aún puede ella
alcanzar su fin último sin la ayuda de la gracia.

La providencia y el escándalo del mal


Si Dios Padre Todopoderoso, Creador del mundo ordenado y bueno, tiene cuidado de todas sus criaturas, ¿por
qué existe el mal? A esta pregunta tan apremiante no se puede dar una respuesta simple. El conjunto de la fe
cristiana constituye la respuesta a esta pregunta: la bondad de la creación, el drama del pecado, el amor
paciente de Dios que sale al encuentro del hombre con sus Alianzas, con la Encarnación redentora de su Hijo,
con el don del Espíritu, con la congregación de la Iglesia, con la fuerza de los sacramentos, con la llamada a una
vida bienaventurada que las criaturas son invitadas a aceptar libremente, pero a la cual, también libremente, por
un misterio terrible, pueden negarse o rechazar. No hay un rasgo del mensaje cristiano que no sea en parte una
respuesta a la cuestión del mal.
Pero ¿por qué Dios no creó un mundo tan perfecto que en él no pudiera existir ningún mal? En su poder Infinito,
Dios podría siempre crear algo mejor. Sin embargo, en su sabiduría y bondad infinitas, Dios quiso libremente
crear un mundo "en estado de vía" hacia su perfección última. Este devenir trae consigo en el designio de Dios,
junto con la aparición de ciertos seres, la desaparición de otros; junto con lo más perfecto lo menos perfecto;
junto con las construcciones de la naturaleza también las destrucciones. Por tanto, con el bien físico existe
también el mal físico, mientras la creación no haya alcanzado su perfección.
Los ángeles y los hombres, pecaron, y fue así como el mal moral entró en el mundo, incomparablemente más
grave que el mal físico. Dios no es de ninguna manera, ni directa ni indirectamente, la causa del mal moral. Sin
embargo, lo permite, respetando la libertad de su criatura, y, misteriosamente, sabe sacar de él el bien:
Porque el Dios Todopoderoso... por ser soberanamente bueno, no permitiría jamás que en sus obras existiera
algún mal, si El no fuera suficientemente poderoso y bueno para hacer surgir un bien del mismo mal.

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Así, con el tiempo, se puede descubrir que Dios, en su providencia todopoderosa, puede sacar un bien de las
consecuencias de un mal, incluso moral, causado por sus criaturas: Del mayor mal moral que ha sido cometido
jamás, el rechazo y la muerte del Hijo de Dios, causado por los pecados de todos los hombres, Dios, por la
superabundancia de su gracia, sacó el mayor de los bienes: la glorificación de Cristo y nuestra Redención. Sin
embargo, no por esto el mal se convierte en un bien.
Creemos firmemente que Dios es el Señor del mundo y de la historia. Pero los caminos de su providencia nos son
con frecuencia desconocidos. Sólo al final, cuando tenga fin nuestro conocimiento parcial, cuando veamos a Dios
"cara a cara", nos serán plenamente conocidos los caminos por los cuales, incluso a través de los dramas del mal
y del pecado, Dios habrá conducido su creación hasta el reposo de ese Sabbat definitivo, en vista del cual creó el
cielo y la tierra.

V) Los Ángeles
La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una
verdad de fe. E1 testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición.
De los ángeles, San Agustín dice: "El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su
naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel". Con todo su ser, los
ángeles son servidores y mensajeros de Dios.
En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales e
inmortales. Superan en perfección a todas las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello.
Cristo "con todos sus ángeles"
Cristo es el centro del mundo de los ángeles. Los ángeles le pertenecen: Le pertenecen porque fueron creados
por y para El: "Porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles,
los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él". Le pertenecen
más aún porque los ha hecho mensajeros de su designio de salvación. Desde la creación, donde los ángeles son
llamados "hijos de Dios", y a lo largo de toda la historia de la salvación, los encontramos, anunciando de lejos o
de cerca, esa salvación y sirviendo al designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal, la ley es
comunicada por su ministerio, conducen el pueblo de Dios, anuncian nacimientos y vocaciones, asisten a los
profetas, por no citar más que algunos ejemplos. Finalmente, el ángel Gabriel anuncia el nacimiento del
Precursor y el de Jesús.
De la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los
ángeles. Cuando Dios introduce "a su Primogénito en el mundo, dice: 'adórenle todos los ángeles de Dios". Su
cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: "Gloria a
Dios...". Protegen la infancia de Jesús, sirven a Jesús en el desierto, lo reconfortan en la agonía, cuando E1 habría
podido ser salvado por ellos de la mano de sus enemigos como en otro tiempo Israel. Son también los ángeles
quienes "evangelizan" anunciando la Buena Nueva de la Encarnación, y de la Resurrección de Cristo. Con ocasión
de la segunda venida de Cristo, anunciada por los ángeles, éstos estarán presentes al servicio del juicio del
Señor.

UNIDAD 9: EL HOMBRE A LA LUZ DE LA REVELACIÓN

PRIMERA PARTE: El Hombre: Su realidad

Hay ideas significativas del Hombre:


 Como “Creatura” (Tradición).
 Imagen y semejanza de Dios (Sacerdotal).
 Unidad de cuerpo y alma (Metafísico).

Su condición de creatura se ve en el relato en que Dios le dice al hombre que no coma del árbol del
conocimiento del bien y del mal (la famosa “manzana”). Adán y Eva transgreden esos límites impuestos por Dios,
queriendo ocupar su lugar, y terminaron sujetos a la mortalidad. Se le debe dar a Dios el lugar que merece, y no
querer ocuparlo el hombre, un lugar que no es propio de él.
Como imagen y semejanza, vemos las aspiraciones del hombre al bien (por ejemplo). También lo vemos en la
inteligencia, la razón, que se ve en la realidad espiritual del hombre, es decir, de donde deviene la razón. El bien,

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deviene de la voluntad (como facultad). La realidad espiritual (metafísico) está unido al cuerpo –entiéndase,
unidad sustancial, donde no se entiende al hombre “por separado”, sino como un todo-.
Lo que tenemos en común con Dios es la sexualidad, para la procreación (fin secundario) y como fin primero
para vivir un amor mutuo, por ello el hombre es creado hombre, y la mujer como mujer. La sexualidad es
sinónimo de amor (y no de placer), y Dios es todo amor. Porque Dios nos hizo hombre y mujer, y Él quiere que
nos amemos.

I) El hombre a Imagen de Dios


Dios dijo: “hagamos al hombre según nuestra imagen, según nuestra semejanza, y que le estén sometidos los
peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra y todos los animales que se arrastren por el
suelo” (Gen 1,26).
Y Dios creo al hombre a su imagen: lo creo a imagen de Dios, los creó varón y mujer, y los bendijo diciéndoles:
“sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo y
a todos los vivientes que se muevan por la tierra”. Y continuó diciendo: “yo les doy todas las plantas que
producen semillas sobre la tierra, y todos los árboles que dan fruto con semilla, y a todas las fieras de la tierra, a
todos los pájaros del cielo y a todos los vivientes que se arrastren por el cielo, les doy como alimento el pasto
verde.” (Gen 1, 27-30).
Así fueron terminados el cielo y la tierra, y todos los seres que hay en ella. El séptimo día, Dios concluyó la obra
que había hecho. (Gen 2, 1-2)
Dios modelo al hombre con arcilla del suelo y soplo en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en
un ser viviente.
Dios plantó un jardín, el Edén y puso allí al hombre. Hizo brotar del suelo toda clase de árboles, e hizo brotar el
árbol del conocimiento del bien y del mal, en el medio del Jardín.
El Señor tomó el hombre y lo puso en el jardín para que lo cultivara y lo cuidara, a su vez le dio una orden:
“puedes comer de todos los árboles que hay en el jardín, exceptuando el árbol del conocimiento del bien y el
mal, porque el día que lo hagas quedarás sujeto a la muerte”.
Nuevamente modeló con arcilla del suelo todos los animales del campo y todos los pájaros del cielo, y se los
presentó al hombre para ver que nombre les ponía.
Luego el Señor dios hizo caer en un profundo sueño al hombre del cual tomó una costilla, con la cual creó a la
mujer, y se la presentó al hombre, que exclamó: “esta si que es hueso de mis huesos y carne de mi carne, se
llamará mujer, porque ha sido sacada del hombre” (Gen 2, 7-23).
Por haber sido hechos a imagen de Dios, el ser humano tiene dignidad de personal. Es capaz de conocer, de
poseer y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas, y es llamado a una alianza con su
Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar.
Dios creó todo para el hombre y el hombre fue creado para servir y amar a dios.
Debido a la comunidad de origen, género humano forma una unidad. Porque Dios creó todo el linaje humano.

II) Composición de alma y cuerpo


El término alma designa la vida humana, o mejor dicho toda la persona humana, pero también lo que hay en lo
más íntimo del hombre. “alma” significa el principio espiritual en el hombre.
El cuerpo del hombre participa en la dignidad de la “imagen de Dios”, es cuerpo humano precisamente porque
está animado por el alma espiritual y es toda la persona humana la que está destinada a ser el templo del
espíritu.
La unidad del alma y cuerpo es tan profunda que debe considerar al alma como la forma del cuerpo, es decir,
gracias al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente. En el hombre, el
espíritu y la materia constituyen una única naturaleza.
Cada alma espiritual es creada por Dios, que es inmortal. No perece cuando se separa del cuerpo en la muerte y
se unirá de nuevo a El en la resurrección final.
A veces se acostumbra a distinguir entre alma y espíritu. Así San Pablo ruega para que nuestro ser eterno, el
espíritu, el alma y el cuerpo sean conservados hasta la venida del señor. “Espíritu” significa que el hombre está
ordenado desde su creación a su fin sobrenatural, y que su alma es capaz de ser elevada a la comunión con Dios.

III) El don de la sexualidad


“Hombre y mujer los creó”

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Igualdad y diferencia queridas por Dios. El hombre y la mujer son creados, es decir, son queridos por Dios: por
una parte, en una perfecta igualdad en tanto que personas humanas, y por otra, en su ser respectivo de hombre
y de mujer. "Ser hombre", "ser mujer" es una realidad buena y querida por Dios: el hombre y la mujer tienen una
dignidad que nunca se pierde, que viene inmediatamente de Dios su creador. El hombre y la mujer son, con la
misma dignidad, "imagen de Dios". En su "ser-hombre" y su "ser-mujer" reflejan la sabiduría y la bondad del
Creador.
Dios no es, en modo alguno, a imagen del hombre. No es ni hombre ni mujer. Dios es espíritu puro, en el cual no
hay lugar para la diferencia de sexos.
Creados a la vez, el hombre y la mujer son queridos por Dios el uno para el otro. La Palabra de Dios nos lo hace
entender mediante diversos acentos del texto sagrado. "No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una
ayuda adecuada". Ninguno de los animales es "ayuda adecuada" para el hombre. La mujer, que Dios "forma" de
la costilla del hombre y presenta a éste, despierta en él un grito de admiración, una exclamación de amor y de
comunión: "Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne". El hombre descubre en la mujer como
un otro "yo", de la misma humanidad.
El hombre y la mujer están hechos "el uno para el otro": no que Dios los haya hecho "a medias" e "incompletos";
los ha creado para una comunión de personas, en la que cada uno puede ser "ayuda" para el otro porque son a
la vez iguales en cuanto personas ("hueso de mis huesos...") y complementarios en cuanto masculino y
femenino. En el matrimonio, Dios los une de manera que, formando "una sola carne", puedan transmitir la vida
humana. Al trasmitir a sus descendientes la vida humana, el hombre y la mujer, como esposos y padres,
cooperan de una manera única en la obra del Creador.
En el plan de Dios, el hombre y la mujer están llamados a "someter" la tierra, pero no debe ser un dominio
arbitrario y destructor. El hombre y la mujer son llamados a participar en la Providencia divina respecto a las
otras cosas creadas. De ahí su responsabilidad frente al mundo que Dios les ha confiado.

IV) El hombre como persona


Cada hombre es a imagen de Dios, como creatura racional y libre, capaz de conocerlo y amarlo. El hombre no
puede existir “solo”, puede existir solamente como “unidad de dos”, en relación con otra persona humana, se
trata de una relación recíproca del hombre con la mujer, y de la mujer con el hombre.
En la unidad de los dos, el hombre y la mujer son llamados desde su origen no sólo a existir simplemente
“juntos”, sino que son llamados también a existir recíprocamente, “el uno para el otro”.
El ser humano es el único ser entre las criaturas del mundo visible que Dios creador ha amado por sí mismo.

V) El hombre y la comunidad
Dios ha querido que los hombres constituyan una sola familia y se traten entre sí con espíritu de hermanos. El
amor de Dios y del prójimo es el primer y mayor mandamiento. El amor de Dios, no puede separarse del amor
del prójimo. El hombre no puede encontrar su propia plenitud, si no es en la entrega sincera de sí mismo a los
demás.
El desarrollo de la persona humana y el crecimiento de la propia sociedad están mutuamente condicionados. La
persona humana, por su misma naturaleza, tiene absoluta necesidad de la vida social. A través del trato con los
demás, de la reciprocidad de servicios, la vida social engrandece al hombre.
Las perturbaciones que tan frecuentemente agitan la realidad social proceden sobre todo, de la soberbia y el
egoísmo humano, que trastornan también el ambiente social. Todo grupo social debe tener en cuenta las
necesidades y las legítimas aspiraciones de los demás grupos. El orden social y su progresivo desarrollo deben
subordinarse al bien de la persona.
Cada uno, sin excepción de nadie, debe considerar al prójimo como otro yo.
Dios es el único juez y escrutador del corazón humano, por ello, nos prohíbe juzgar la culpabilidad interna de los
demás. No todos los hombres son iguales, toda forma de discriminación debe ser eliminada por ser contraria al
plan divino.

VI) El hombre y el trabajo


La Iglesia está convencida de que el trabajo constituye una dimensión fundamental de la existencia del hombre.
Saca esta convicción de la palabra de Dios. El trabajo, entendido como una actividad transitiva, supone un
dominio específico del hombre sobre la tierra.

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Es esta la voluntad del Creador, para que el trabajo ofrezca al hombre la posibilidad de alcanzar el dominio que
le es propio en el mundo visible. El trabajo es un bien del hombre; y es no sólo un bien útil o para disfrutar, sino
un bien digno, es decir, que corresponde a la dignidad del hombre, un bien que expresa esta dignidad y la
aumenta.

VII) El hombre en el paraíso


El primer hombre fue no solamente creado bueno, sino también constituido en la amistad con su creador y en
armonía consigo mismo y con la creación en torno a él.
La Iglesia, interpretando de manera auténtica el simbolismo del lenguaje bíblico, enseña que nuestros primeros
padres Adán y Eva fueron constituidos en un estado de santidad y justicia original. Esta gracia de la santidad
original era una "participación de la vida divina".
Mientras permaneciese en la intimidad divina, el hombre no debía ni morir, ni sufrir. La armonía interior de la
persona humana, la armonía entre el hombre y la mujer, y, por último, la armonía entre la primera pareja y toda
la creación constituía el estado llamado "justicia original".
El "dominio" del mundo que Dios había concedido al hombre desde el comienzo, se realizaba ante todo dentro
del hombre mismo, como dominio de sí. El hombre estaba íntegro y ordenado en todo su ser por estar libre de la
triple concupiscencia, que lo somete a los placeres de los sentidos, a la apetencia de los bienes terrenos y a la
afirmación de sí contra los imperativos de la razón.
Signo de la familiaridad con Dios es el hecho de que Dios lo coloca en el jardín. Vive allí "para cultivar la tierra y
guardarla": el trabajo no le es penoso, sino que es la colaboración del hombre y de la mujer con Dios en el
perfeccionamiento de la creación visible.
Toda esta armonía de la justicia original, prevista para el hombre por designio de Dios, se perderá por el pecado
de nuestros primeros padres.

SEGUNDA PARTE: El Hombre y el Pecado

No se puede estudiar al hombre, sin hablar del pecado: “Obra o pensamiento contrario a la recta razón”. Al
pecado original lo definimos, no como un acto, sino que es un hábito; no es cometido, sino contraído por
generación. Entonces, diremos que es un hábito contraído por generación.
El pecado original se pierde con el Bautismo, pero no las consecuencias de éste: se llama “concupiscencia” y es
un desorden hacia el mal (apetito desordenado de placeres deshonestos).
El llamado pecado venial son los pecados “pequeños”, como por ejemplo mentir (siempre que no tenga un
resultado trágico dicha mentira), o decir malas palabras. Pero el pecado mortal, lo que provoca es destruir la
gracia, mata la caridad; en fin, todos los dones. Lo único que nos queda es la Fe (mientras esta la mantengamos).
Esto último, posibilita que vuelva a recuperar los dones perdidos.
Para que el pecado sea considerado mortal, debo tener plena conciencia del mismo, pleno consentimiento, y
materia grave. Deben concurrir los 3 requisitos simultáneamente para que se considere como tal.
Dentro de la línea de los pecados mortales, están los pecados capitales:
Gula (desorden en el comer, beber y drogas).
Avaricia (afán desmedido de bienes materiales).
Ira (enojo desmedido).
Lujuria (desorden sexual).
Envidia (tristeza por el bien ajeno –St. Tomás-).
Pereza (descuido de las cosas a las que estamos obligados).
Soberbia (es el pecado de los ángeles).

Dentro del parentesco de los pecados mortales, están los “pecados sociales”. Es la suma, o conglomerado, de
todos los pecados personales. El responsable de este pecado, es cada uno de los que participa en ese
conglomerado; un ejemplo, es la corrupción.

I) Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia


El pecado está presente en la historia del hombre, sería vano intentar ignorarlo. Para intentar comprender lo
que es el pecado, es preciso reconocer el vínculo profundo del hombre con Dios. Sólo en el conocimiento del

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designio de Dios sobre el hombre se comprende que el pecado es un abuso de la libertad que Dios da a las
personas creadas para que puedan amarle y amarse mutuamente.

II) La caída de los ángeles


Tras la elección desobediente de nuestros primeros padres, se halla una voz seductora, opuesta a Dios que por
envidia lo hace caer en la muerte. La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno creado por Dios, pero él se
hizo malo.
La caída de estos ángeles consiste en la elección libre de éstos espíritus creados, que rechazaron no sólo a Dios,
sino también su Reino.
Es el carácter irrevocable de su elección, y no un efecto de la infinita misericordia divina, lo que hace que el
pecado de los ángeles no pueda ser perdonado. No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no
hay arrepentimiento de los hombres después de la muerte.

III) El pecado original


Es preciso conocer a Cristo como fuente de la gracia para conocer a Adán como fuente del pecado.
Tras la elección desobediente de nuestros primeros padres, se halla una voz seductora y opuesta a Dios que por
envidia los hace caer en la muerte. La escritura y la traición de la Iglesia ven en este ser, un ángel caído llamado
Satán o Diablo. Primero fue un ángel bueno creado por Dios; la escritura haba de un pecado de éstos ángeles.
Esta caída consiste en la elección libre de éstos espíritus creados que rechazaron irrevocablemente a Dios y su
reino. El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del Diablo. La más grave, en consecuencias de estas
obras, ha sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer a Dios. Sin embargo, el poder
de Satán no es infinito, no puede impedir la edificación del Reino de Dios. El hecho de que Dios permita la
actividad diabólica es un gran misterio para nosotros, pero sabemos que en todas las cosas interviene Dios para
el bien de los que le aman.
Dios creó al hombre a su imagen, y lo estableció en su amistad. El hombre no puede vivir esta amistad más que
en la forma de libre sumisión a Dios. El hombre depende del Creador, está sometido a las Leyes de la creación y
a las normas morales que regulan el uso de la libertad.

IV) No lo abandonaste al poder de la muerte


Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios lo llama y le anuncia de modo
misteriosos, la victoria sobre el mal y levantamiento de su caída.
La tradición cristiana ve en este pasaje un anuncio del nuevo Adán, que, por su obediencia hasta la muerte en la
Cruz repara con sobre-abundancia la descendencia de Adán.

V) La misericordia y el pecado
Dios nos ha creado sin nosotros, pero no ha querido salvarnos sin nosotros. La acogida de su misericordia exige
de nosotros la confesión de nuestras faltas. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es Él para perdonarnos
los pecados y purificarnos de toda injusticia.
“Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”. Pero para hacer su obra, la gracia debe descubrir el pecado
para convertir nuestro corazón.

VI) Definición de pecado


El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta, es faltar al amor verdadero para con Dios y
para con el prójimo. Ha sido definido como “una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna”.
El pecado es una ofensa a Dios. Se levanta contra el amor que Dios nos tiene y aparta de Él nuestros corazones,
es una desobediencia.
En la pasión, la misericordia de Cristo vence al pecado. El sacrificio de Cristo se convierte secretamente en la
fuente de la que brotará inagotable el perdón a nuestros pecados.

VII) La diversidad de pecados


La variedad de pecados es grande; se pueden distinguir según su objeto, o según las virtudes a las que se
oponen, por exceso, o por defecto, o según los mandamientos que quebrantan. Se los puede dividir en “pecados
espirituales” y “pecados carnales”, o también en pecados de pensamiento, palabra, acción u omisión. La raíz del
pecado está en el corazón del hombre, o sea, en su libre voluntad.

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VIII) Pecado social y personal
El pecado es un acto personal, pero nosotros tenemos una responsabilidad en los pecados cometidos por otros
cuando cooperamos a ellos: Participando directa y voluntariamente, ordenándolos, aconsejándolos,
alabándolos, o aprobándolos; no revelándolos o no impidiéndolos, cuando se tiene obligación de hacerlo;
protegiendo a los que hacen el mal.
Así el pecado convierte a los hombres en cómplices unos de otros, hace reinar entre ellos la concupiscencia, la
violencia y la injusticia. Los pecados provocan situaciones sociales e instituciones contrarias a la bondad divina.
Las estructuras de pecado son expresiones y efectos de los pecados personales. Inducen a sus víctimas a
cometer, a su vez, el mal. En un sentido análogo, constituyen un pecado social.

IX) La gravedad del pecado: Venial y Mortal


Pecado Mortal: Destruye la caridad en el corazón del hombre, por una infracción grave de la Ley de Dios. Para
ser reparado se necesita la conversión del corazón, por medio del sacramento de la reconciliación.
Para que sea mortal, tiene que constar de: materia grave, pleno conocimiento y deliberado consentimiento.
Ejemplo de ello, es la blasfemia, perjuicio, homicidio, adulterio…
Pecado Venial: Debilita la caridad, impide el progreso del alma en el ejercicio de las virtudes y la práctica del bien
moral; merece penas temporales. El pecado venial deliberado, y sin arrepentimiento, nos dispone poco a poco a
cometer el pecado mortal.
No obstante, no rompe la alianza con Dios. Es humanamente reparable con la gracia de Dios. Estos pecados
ofenden y hieren a Dios. Ejemplo de ellos, son una burla, una mentira, una palabra ociosa, una risa superflua…
No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega a acoger la misericordia de Dios mediante el
arrepentimiento, rechaza el perdón de sus pecados, y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo.

X) La proliferación del pecado


El pecado crea una facilidad para el pecado, engendra el vicio por la repetición de actos. El pecado tiende a
reproducirse y reforzarse. Los vicios pueden ser catalogados según las virtudes a las que se oponen, o también,
pueden ser referidos a los pecados capitales. Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios.

TERCERA PARTE: El Hombre y La Gracia

Al hombre no se lo puede entender desde la Fe, sin el pecado, como tampoco puede hacerse sin la gracia
(participación de la misma vida divina). Por ello, la gracia debe ser recuperada por el Sacramento de la
Confesión.

I) Mysterium pietatis
Encontramos esta expresión en una de las cartas de San Pablo. Significa misterio de la piedad, porque vence al
pecado.
Para la concepción paulina, la piedad es:
Es el mismo Cristo, porque Él se ha manifestado en la realidad de la carne humana y ha sido constituido por el
Espíritu Santo como el Justo, que se ofrece por los injustos. Él ha sido portador de la salvación (Redentor), y Él ha
sido el enviado por el Padre, y le mismo Padre lo ha elevado al cielo, como el Señor.
Este mismo misterio de la infinita piedad de Dios hacia nosotros, es así para suscitar en el alma un movimiento
de conversión, redimirla e impulsarla hacia la reconciliación.
El cristiano acoge el misterio, lo contempla y saca de el la fuerza espiritual necesaria para vivir según el
Evangelio. El cristiano está invitado a no pecar y a comportarse dignamente como verdadero hijo de Dios. Por lo
tanto, el misterio de la piedad es un amor más poderoso que el pecado, más fuerte que la muerte.

II) Gracia y Justificación


La justificación es ante todo, el perdón de los pecados, la santificación y la renovación del hombre interior, la
justificación entonces purifica su corazón y otorga el perdón. Con esta justificación, son difundidas en nuestros
corazones la Fe, la esperanza y la caridad, y nos es concebida la obediencia ala voluntad divina. Dicha
justificación nos fue merecida por la pasión de Cristo, y tiene por fin la gloria de Dios y el don de la vida eterna.
Es concedida por el Bautismo, que es un Sacramento de la Fe.

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La Gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamado: Llegar a ser hijos de Dios y
partícipes de la naturaleza divina.
La gracia es la participación en la vida divina de Dios. Nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria: Por el
Bautismo el cristiano participa de la gracia de Cristo. La gracia santificante es un don habitual y es sólo conocida
por la Fe.
El mérito del hombre ante Dios en la vida cristiana proviene que Dios ha dispuesto libremente asociar al hombre
a la vida de su gracia.
Todos los méritos de nuestras buenas obras son dones de la bondad divina.
Todos los fieles son llamados a la santidad. Para alcanzar esta perfección, los creyentes han de emplear sus
fuerzas para entregarse totalmente a la gloria y al servicio del prójimo. Lo harán siguiendo las huellas de Cristo y
la voluntad del Padre.
No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual.

III) Gracia y Libertad


La Libertad es el poder radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar. Por el libre albedrío cada
uno dispone de sí mismo. La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en la verdad.
La libertad alcanza su perfección cuando está orientada hacia Dios, hacia la gracia de Él.
En la medida en la que el hombre dirige su libertad hacia el bien, se va haciendo más libre y responsable de sus
actos.
La gracia de Cristo no se opone, por lo tanto de manera alguna, a nuestra libertad, cuando esta corresponde al
sentido de la verdad y del bien que Dios ha puesto en el corazón de los hombres.
Por el trabajo de la gracia, el Espíritu Santo nos educa en la libertad espiritual para así, hacer de nosotros,
colaboradores libres de su obra en la Iglesia y en el Mundo.

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