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Recordar es una habilidad. Claro, hay quienes han sido bendecidos con una memoria buena.

Pero
ellos son la excepción. Para la mayoría de nosotros, recordar es una habilidad, como el hablar en
público, cantar, leer, pensar o nadar. Mejoramos una habilidad a través de arduo trabajo—
esfuerzo directo aplicado con una gran cantidad de concentración, mezclada con el conocimiento
apropiado.

Una de las debilidades más evidentes que a menudo confesamos tener está relacionada al ámbito
de lo que es recordar nombres. La excusamos declarando: «¡No soy bueno para recordar
nombres!» o «Su cara me es conocida, pero ¿cuál era su nombre?». Supongo que eso es mejor
que decir: «Su aliento me es conocido, pero no su nombre».

Pero temo que, al hacer nuestras excusas, hemos comenzado a creer algo que no es verdad. La
realidad es . . . ¡usted sí puede recordar nombres! Con muy raras excepciones, cualquiera puede
recordar a cualquiera.

El secreto está en ese breve momento de tiempo en que estamos parados frente a frente con otra
persona—de hecho, la persona más importante de su vida en ese momento. Mire, ese encuentro
momentáneo ha sido dirigido por Dios. Él ha programado que dos vidas se encuentren en ese
tiempo preciso—por lo que usted puede estar seguro de que ese encuentro es significativo.
¡También lo es el nombre! La manera en que usted una ese nombre con esa cara—y los fije juntos
en el banco de su memoria—es de importancia crucial.

Explicaré más sobre eso mañana; por ahora, nuevamente debo enfatizar la actitud mental
apropiada que debemos tener para empezar. Cada vez que alguien le es presentado y se dan la
mano, recuerde:

Esta persona es importante (¡porque lo es!)

Dios ha programado nuestro encuentro (¡porque Él sí lo ha hecho!).

No sería un error decir que las personas que poseen una memoria destacada la han desarrollado
impulsados por un fuerte deseo o una poderosa motivación. Una de las llaves que abren el alma
de una persona es cuando usted reconoce que tiene el interés suficiente como para llamar a la
otra persona por su nombre. Deje que eso sea su fuerza motivadora al hacer un determinado
intento de recordar el nombre de la otra persona. Mañana les diré cómo hacerlo.

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