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En este ensayo se defenderá la tesis de que los animales no tienen sentimientos. Para ello,
demostraremos que no tienen lenguaje. A propósito de esto, diremos que es necesario el
lenguaje para tener sentimientos. Particularmente, discutiremos la creencia de que la
conducta pueda ser un medio, separado del lenguaje, que nos permita atribuir
emocionalidad a seres vivos que no tengan lenguaje.
Durante el ensayo se discutirá la posición del filósofo australiano, Peter Singer, quien
aboga por la conducta en los animales como criterio de consideración para una ética
animal. Ya que la conducta –piensa este autor–, parecida a la de los humanos, sería indicio
de sufrimiento en ellos.
Lo primero, será discutir la dualidad lenguaje/conducta que implícitamente realiza. En ese
apartado podremos abordar desde la neurociencia y el lenguaje el problema de los
sentimientos. Sin embargo, será solo desde el lenguaje que nuestra posición sea defendida
de manera autosuficiente. Lo segundo será defender la posición del lenguaje modernizando
la exposición y contenido de su argumento, concentrándonos en sus modos de aparición
bajo su recursividad.
Con todo, esperamos sortear la confusión que se tiene del debate de la ética animal,
sobreponiendo la creencia de que lo que hemos hecho con los animales en lo concerniente a
sus experiencias ha sido una personificación injustificada. Y esto, lejos de quedar en el puro
debate teórico, se ha permeado en la calidad de vida en los seres humanos que sufren
creyendo en el ‘‘sufrimiento’’ animal.
1
Cf., Singer, P. Liberación animal. p. 47.
Respecto a lo anterior, intentaré modernizar el argumento lingüístico/representacional
atacado por Singer. El autor, respecto a la posición del lenguaje, comenta que
… se puede abordar por dos vías. Primero, existe una vaga trayectoria de
pensamiento filosófico, derivada quizá de ciertas doctrinas asociadas al influyente
filósofo Ludwig Wittgenstein, que sostiene que no podemos atribuir
significativamente estados de conciencia a seres sin lenguaje. Esta postura no me
parece muy plausible, ya que aunque el lenguaje pueda ser necesario para el
pensamiento abstracto, al menos en cierto nivel, los estados como el dolor son más
primitivos y no tienen nada que ver con el lenguaje (Singer, 1999, p. 50).2
No estoy de acuerdo con lo anterior. Pues creemos que es el lenguaje justamente el que
permite hacer conjeturas respecto a fines prácticos (conductuales) asociados a los intereses
en los organismos. Además, tenemos que el reconocimiento de nuestras emociones o
sentimientos son siempre acusados por un conjunto de pensamientos. Ejemplo: <<Me duele
el estómago, acá, arriba del ombligo>> (ubicación espacial). <<Es un dolor intermitente
pero intenso>> (descripción del dolor). <<Comí mucho en el almuerzo, ¿será por eso?>>
(presunta causa del dolor). <<Tomaré Viadil para evitar otro malestar>> (solución del
dolor). ¿No son todos estos pensamientos distinguidos unos de otros para hablar con
significado del fenómeno del dolor? ¿Cómo expresar el dolor de otro modo sin hablar o
pensar?
Por otro lado, los animales no poseen lenguaje, sino un sistema de comunicación, por tanto,
no poseen intereses asociados a la racionalidad presente entre los grupos humanos como
exponía Singer cuando hablaba del racismo y sexismo (fines prácticos). Puesto que la
racionalidad es una capacidad derivada de la herramienta del lenguaje. Para reforzar lo
anterior, nos apoyaremos en la evidencia neurocientífica, la cual, de la mano del científico
Joaquin Fuster, nos permitirá anclar la capacidad del lenguaje a una instancia evolutiva
presente solo en los humanos, diferenciándola de la comunicación por señales o sonidos
tenida por las especies no-humanas.
Media un gran abismo entre el lenguaje humano y la comunicación animal no
jerárquica (…) Ello se debe a que los animales simplemente carecen de los circuitos
corticales necesarios para crear, generalizar y conceptualizar que tenemos nosotros
(…) Sin lugar a dudas, la diferencia entre la comunicación animal y el lenguaje es la
naturaleza creativa del segundo, algo en gran medida atribuible a la recursividad
(Fuster, 2010, p. 244)
En principio, la neurociencia expone el funcionamiento asociado a los estímulos internos y
externos del entorno (ciclo percepción/acción). Estos estímulos se asocian en redes
neuronales, las cuales codifican la información recibida de los estímulos para luego, en
forma de información de salida, comunicar en imágenes, emociones, pensamientos o
verbalizaciones. En un sentido fundamentalista, la constitución del lenguaje con el cual
referimos a la realidad corresponde, por ende, a los intereses de los seres sintientes. Y esto
2
Las negritas son mías. Están ahí para advertir aquellos estados prelingüísticos a los que alude Singer. Más
adelante objetaremos esta postura que aboga por estados que van más allá de los dominios del lenguaje.
porque, ya sea si vinculamos o intentemos distanciar a los sentimientos (como un más allá)
de los pensamientos, requerimos de una mediación representacional del lenguaje. Luego,
como esta capacidad es dada por un desarrollo y configuración específica del cerebro para
ser posible, decimos que solo los humanos sienten. Pues somos quienes tenemos tal
capacidad de ordenar y significar el lenguaje con su amplia recursividad. Según Fuster, este
componente diferenciador sería la corteza prefrontal dada por la neo-corteza desarrollada
en los humanos.
En el cerebro humano existen dos regiones corticales con áreas de asociación. Una,
en la parte posterior del cerebro, se extiende por grandes porciones de los lóbulos
parietal, temporal y occipital (…) que contienen redes de conocimientos y memoria.
Estas redes (…) se encargan de los aspectos superiores de la cognición, entre los
que se incluyen la percepción, el lenguaje, y la inteligencia. La otra región
asociativa es la corteza prefrontal, (…) que atiende los aspectos ejecutivos de la
cognición, en especial la organización temporal de acciones en las esferas de la
conducta, el lenguaje y el razonamiento. (Fuster, 2010, pp. 63, 64)
El lenguaje, como una función anclada al desarrollo neuronal, está solo presente en la
especie humana. Según lo dicho anteriormente, es irrelevante los tipos de ‘‘lenguaje’’ en
otras especies, pues, así como nosotros aquí exponiendo información científica, solo el
lenguaje humano advierte del conocimiento con el cual discutimos temáticas asociadas a
las capacidades objetivas y consideraciones éticas. O sea, estas son temáticas discutibles
gracias a que pertenecen, elementalmente, a la recursividad de conceptos de la que hablaba
Fuster.
Pese a lo anterior, debemos hacer notar que Fuster no piensa –así como nosotros aquí– que
el lenguaje sea la única condición de la esfera sintiente en animales. Pues nos comenta, en
relación con la formación de su corteza, lo siguiente:
En los mamíferos posteriores, la neocorteza crece con fuerza, empujando las dos
viejas cortezas una contra otra en la parte central del hemisferio central (…)
Además, en los primates, el hipocampo está implicado en la adquisición y la
recuperación de recuerdos, mientras que la amígdala lo está en la emoción: dota a
los recuerdos de sentimientos3 (Fuster, 2010, p. 62)
Una objeción surge a la luz de esta evidencia: si los sentimientos no están implicados por la
posesión de un lenguaje humano, sino, más bien, por la presencia de determinadas partes
físicas (poseídas por algunas especies no-humanas) ¿cómo podríamos justificar lo
contrario: que solo la especie tendría la posibilidad de poseer sentimientos? Respondemos:
lo que rescatamos de la evidencia neurocientífica de Fuster no son sus conclusiones, sino la
relación entre el lenguaje y determinados elementos neuronales tenidos solo por la especie
humana. Con lo anterior, decimos –al contrario de Fuster– que el relato entre ciertos
elementos físicos y la posesión del lenguaje es coherente, y la relación entre ciertos
3
Las cursivas son mías.
elementos físicos y sentimientos no lo es.4 Lo primero es coherente porque la idea del
lenguaje como derivado de ciertos elementos físicos no presupone un distanciamiento de
los términos lingüísticos que se usan con determinadas operaciones neuronales. O sea, la
descripción física no contradice la presencia del lenguaje porque es el lenguaje el mismo
medio con que aquella descripción física es dada. En cambio, la presencia de los
sentimientos como estados prelingüísticos sí lo es, ya que su intromisión requeriría de la
herramienta lingüística de la que se trata de diferenciar. Por eso lo segundo es incoherente,
porque la idea de que los sentimientos, como forma de expresión <<primitiva>>, y como
tal, alejada del lenguaje, no se podría vincular con estructuras físicas; conocidas y
determinadas por la distinción que reciben del mismo lenguaje.
Conforme a lo anterior, sobre los animales que nos siguen en la escala evolutiva –nos dirá
Fuster–.
…que los delfines y los grandes simios son capaces de cierta clase de lenguaje muy
primitivo, en el sentido que pueden emitir una gran variedad de sonidos y aprender a
emitir algunos sonidos especiales para nombrar ciertos individuos u objetos. Sin
embargo, no pueden usar ninguna forma combinatoria de sonidos que corresponda a
un significado complejo como ocurre con el lenguaje real, al menos un significado
que los seres humanos sean capaces de descifrar (Fuster, 2010, p. 244, v. nota 15)
Podemos considerar que la comunicación animal es un precursor del lenguaje
animal, desde luego; hay ejemplos de <<protolenguajes>> en ciertos primates,
como los chimpancés o los monos vervet. Sin embargo, en el <<lenguaje>> animal
no se han puesto de manifiesto de manera concluyente ni la recursividad ni la
sintaxis,5 dos características fundamentales del lenguaje (Fuster, 2010, p. 252, v.
nota 21)
Lo que argumentamos conforme a esta evidencia es que, dado que los animales carecen de
esta funcionalidad, por la falta de un desarrollo de su corteza prefrontal, no serían capaces
de tener intereses del mismo modo que la especie humana. Esta diferencia no es irrelevante,
sino crucial cuando nos referimos al cumplimiento de los intereses desde estímulos físicos
anclados, de tal manera que permita asociar los estímulos con una finalidad intencional en
los animales no-humanos.
Pese a esto, nos podríamos detener en una nueva objeción: que la diferencia de tipo en el
‘‘lenguaje’’ animal, como no siendo distinguible en términos humanos, no es un criterio
anulador del lenguaje capaz de expresar sentimientos. Pues la mayoría de los individuos
4
‘‘Sin duda, es insensato suponer que sistemas nerviosos casi idénticos fisiológicamente, con un origen y una
función evolutiva comunes y que llevan a comportamientos parecidos en similares circunstancias, funcionen
de un modo radicalmente distinto en el plano de los sentimientos subjetivos’’. * (Singer, 1999, p. 47)
(Las cursivas son mías.). ¿Qué hay de insensato en suponer un funcionamiento distinto (radical o sutil) en dos
estructuras que son parecidas y no equivalentes en sus elementos y operaciones? No concentrarse en la
diferencia, por mínima que sea, entre dos estructuras cerebrales es despreciar posibles particularidades que
cambian radicalmente el curso de una discusión. Singer erró al razonar de este modo, asumiendo que las
mínimas diferencias no le jugarían una mala pasada.
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Las cursivas son mías.
humanos –se nos advertirá– expresamos y analizamos nuestras emociones a través de
distintos modos de nuestro lenguaje. Respondemos: pero ¿acaso no entendemos, pese a esa
gran variedad de expresiones, que hay en ese individuo una experiencia asociada al dolor,
alegría, pena, terror, etc.? Y ese entendimiento, ¿acaso no es alertado por el trabajo que yo
como espectador (receptor de esas expresiones en otros) realizo mediante el
pensamiento/lenguaje? Nuestra única manera de acceder a nuestras experiencias es
mediante el uso del lenguaje, ya sea imaginando estados subjetivos en otros, o
corroborándolo empíricamente. En cualquier caso, el fantasma del lenguaje sigue ahí.
Singer continua con otro aspecto su argumentación contra la reducción lingüística: los
modos no hablados de expresión.
La segunda manera, más fácilmente comprensible, de enlazar el lenguaje con la
existencia de dolor consiste en afirmar que la mejor prueba que tenemos de que otra
criatura sufre es cuando nos lo dice. Éste es un argumento de otro tipo, porque no
niega que quienes carecen de lenguaje puedan sufrir, sino solamente que jamás
podamos tener suficientes razones para creer que están sufriendo. Con todo, este
tipo de argumento también fracasa. Como ha señalado Jane Goodall en su estudio
sobre chimpancés, In the Shadow of Man, cuando se trata de expresar sentimientos y
emociones el lenguaje es menos importante que otros modos de comunicación no
lingüísticos6, como un animoso golpecillo en la espalda, un abrazo efusivo, el
apretón de manos, etc. Los signos básicos que usamos para transmitir el dolor, el
miedo, la cólera, el amor, la alegría, la sorpresa, la excitación sexual y tantos otros
estados emocionales no son específicos de nuestra propia especie (Singer, 1999, p.
50)
Refinemos el argumento del lenguaje objetado por Singer. Acá diremos que, efectivamente,
quien no posea lenguaje tampoco posee sentimientos. No tiene sentido alguno afirmar que
no sea el lenguaje hablado (o pensado) el único medio por el cual sepamos del sentir de
otros seres vivos. Lo que frecuentemente se pasa por alto, sea cotidiana o
especializadamente, es que toda afirmación, negación, duda, respecto de la realidad; nuestra
o la de otros, está basada en recursos lingüísticos.
Específicamente, si Jane Goodall habla acerca de modos no lingüísticos de comunicar
emociones y sentimientos, diremos que no entiende (como gran parte de las tradiciones
filosóficas, que postulan este tipo de dualidad: sentir y pensar.) el poder explicativo del
lenguaje. Pues sucede que, incluso los modos ‘no’ ‘lingüísticos’ 7 (como un <<golpecillo en
6
Las cursivas son mías. Advertimos la insistencia del autor en creer que la conducta y sentimientos son
estados prelingüísticos.
7
Lo importante aquí es ver, detenidamente, la permanente e insustituible aparición del lenguaje bajo su
amplia recursividad. Partículas lingüísticas como el ‘no’ no implican, en ningún caso, la posibilidad de
comprender la experiencia más allá del lenguaje, pues dependemos de él para cualquier propósito en
cualquier aspecto posible. O ¿cómo se harían saber o sentir a Uds. mismos de sus malestares sin abrir la boca,
sin pensar en que sienten, específicamente, dolor y no alegría, sin el lenguaje? La negación, como modo
recursivo del lenguaje, no puede entenderse como la suspensión, aunque sea en parte, del lenguaje por la
conducta para explicar, expresar, transmitir, sentimiento alguno. Hay más: la negación, la duda, la suspensión
del juicio son trampas que el lenguaje pone a nuestro entendimiento que nos hacen creer que podemos escapar
la espalda>>) son modos lingüísticos, ya que existe una proposición lógica construida con
un significado tan específico como su sintaxis. No es trivial que la defensa de Singer sobre
el sentir (como un estadio prelingüístico) sea tan específica, en forma y contenido (como,
por ejemplo, al decir: <<la conducta de los animales expresada sin un recurso lingüístico de
por medio>>.).
Se entenderá que, en general, tampoco tiene sentido asumir una realidad con un estilo dual
de experiencia: lo práctico, por un lado, y lo teórico, por otro. Mientras haya una
configuración y selección distintiva de los elementos que participan de los sentimientos en
este caso, habrá una base lingüística que refiere análogamente al pensamiento.
Volvamos sobre nuestra respuesta, ya que se le podría levantar esta objeción: que los
estados de conducta en otros seres efectivamente no son expresados mediante recursos de
este lenguaje (sintáctico y semántico) sino que con los lenguajes sonoros de las especies.
Respondemos: afirmar algo así sería entender erróneamente los modos de aparecer del
lenguaje. Los pensamientos que tengo acá, adentro de mi mente, no son cuestión distinta de
lo que expreso en el habla o en la escritura. Así, cuando observo la conducta u oigo a otras
especies suponiendo expresiones incognoscibles para un humano, lo que hago es distinguir
mentalmente (y como la mente es el lenguaje digo, lingüísticamente) ‘que’ ‘un’ ‘perro’
‘mueve’ ‘su’ ‘cola’ ‘al’ ‘ser’ ‘acariciado’ ‘y’ ‘eso’ ‘,’ ‘me’ ‘parece’ ‘que’ ‘significa’ ‘que’
‘está’ ‘contento’ ‘en’ ‘un’ ‘modo’ ‘no’ ‘humano’.
El lenguaje corresponde al tren de pensamientos en la mente y como tal, mis conclusiones y
acciones éticas se debieran corresponder a este conocimiento. Los animales no deben estar
considerados como seres sujetos a derechos y esto no por pensarme como intelectualmente
superior, sino intelectualmente distinto. Pero tal es la diferencia que, las temáticas de las
discusiones, todas, –incluida acá la ética– pertenecen del todo al terreno humano.
Ahora sí, con mayor seguridad que al inicio decimos que fue ¡una falsa proyección
personificadora de estados emocionales inexistentes de humanos a no-humanos!
Consideraciones prácticas de esta ética animal
Dadas así las cosas queda un problema más del que hacerse cargo. Si decimos que los seres
humanos son quienes, exclusivamente, deben estar sujetos a consideraciones éticas respecto
a su existencia y modo de llevarla, queda preguntar por los animales que se encuentran
reconocidos por humanos por motivos afectivos.
Pues, dado que hay individuos humanos tras el cuidado de ellos ¿se convierten los animales
no-humanos en seres de consideración ética producto de las consideraciones éticas que, por
ejemplo, una familia tiene con su mascota? La respuesta es sí. Sin embargo, se habrá
notado que esta atribución ganada es solo indirecta, es decir, no propia del animal. Lo
mismo surge al remitirnos al escenario de individuos humanos que, por falta de lenguaje
(por enfermedades cognitivas, por ejemplo), no son capaces de establecer vías de
expresión, ni hablada, ni conductual (apuntar, guiñar para decir sí o no). Casos en que,
tratar a los animales como si tuvieran la capacidad de sentir. Soy contradictorio, pero esto se explica
sencillamente.
Sucede que los pensamientos en su conjunto, a decir: nuestra ideología respecto a los temas más variados está
construida por un proceso de aprendizaje, el cual, a través de la repetición y aplicación (tiempo e intensidad)
refuerza nuestros pensamientos y acciones aplicadas al diario vivir.
Me tocó vivir en un contexto donde los animales, por medio de diversos recursos de la cultura, han sido
antropomorfizados (considérese la venta de artículos para su cuidado, comida que sacia su hambre,
propagandas contra su maltrato, comerciales que les confieren vínculos afectivos con humanos, etc.). Así, he
aprendido a considerarlos sintientes por más que mi disposición teórica aquí: la académica: para probar esta
tesis –en torno al pensamiento como condición de las emociones– sea opuesta. Todo es una cuestión de
disposiciones… y de tolerancia también.