Está en la página 1de 68

Table of Contents

CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
LA TUTORA
DEL MULTIMILLONARIO
BRIGITTE LOOR
Copyright © 2021 Brigitte Loor
Todos los derechos reservados.
ISBN:
CONTENIDO
Capítulo 1
N.º pág. 4
Capítulo 2
N.º pág. 23
Capítulo 3
N.º pág. 39
Capítulo 4
N.º pág. 56
Capítulo 5
N.º pág. 75
Capítulo 6
N.º pág. 91
Capítulo 7
N.º pág. 108
Capítulo 8
N.º pág. 120
Capítulo 9
N.º pág. 145
Capítulo 10 N.º pág. 163
CAPÍTULO 1
INGRID
Llegaba tarde para variar.
Cogí el bolso al vuelo haciendo que se cayese accidentalmente el
cuenco de las llaves que tenía en el mueblecito de la entrada. Justo
lo que necesitaba, ponerme a recoger cosas consiguiendo que mi
medio moño se fuese al traste y los colores apareciesen en mis
mejillas.
Fui hasta la estación de tren más cercana prácticamente corriendo.
No vivía precisamente en un barrio bien comunicado y se me
escapaba el que tenía previsto, faltaría a la quedada con mis
amigas; ¡De ninguna manera!
Pasé el billete por el escáner pero la puerta eléctrica e quedó a
medio abrir.
Decidí meterme de todas formas aún sintiendo que podían decirme
algo por hacerlo.
Por fin me subí al vagón y me senté en un asiento vació que había
junto a la ventana. A mi lado se posicionó una chica que debía
tener más o menos mi edad y no tuve más remedio que fijarme en
las diferencias que había entre nosotras.
Llevaba una vestimenta extravagante que iba a juego con su
permanente rizada de color dorada, sus uñas eran grandes garras
afiladas de color
amarillo y sus labios rojo cerraban su perfecto aspecto de ir a
posar para fotografías.
¿La juzgaba? Ciertamente no, aunque yo era bastante distinta.
Me quedé pensando en mi pelo listo hasta la cintura de color
castaño, tan corriente como el de cualquiera; Mis ojos marrones
que, por mucho que mi madre se empeñase en decirme que eran de
color miel, eran simplemente color tierra; Y mi look, que era el
típico vaquero pitillo, zapatillas blancas y un suéter holgado.
Cuando por fin el tren se dignó a llegar hasta mi parada, lo
agradecí. Si hubiera tardado un poco más la chica se hubiera dado
cuenta de mi inspección y yo me habría muerto de vergüenza;
Solían pasarme cosas como aquella.
– ¡Ingrid! –gritó Sarah haciendo aspavientos desde la esquina de la
plaza.
Sarah iba colgada del brazo de Nicolai, nuestro mejor amigo y el
chico más loco de toda la ciudad. Sus sueños apuntaban tan alto
que te hacía reír con sus disparatados planes.
– ¿Bueno, y ahora qué hacemos? –interrogué al juntarnos.
Nosotros éramos así, movíamos las agendas en un intento
imposible de quedar para después no saber ni qué íbamos a hacer:
Podíamos acabar en el
cine, en el teatro o en una churrería después de una noche de
fiesta.
–Hoy tengo un plan que os vais a morir. –anunció Nicolai.
– ¿Nos vamos a morir de la risa? –pregunté caminando entre el
gran gentío que llenaba el centro de la ciudad aquel fin de semana.
–Ponte seria que tengo el plan que va a quitarle la pena a nuestros
cuerpos.
–Hizo una pausa para guiarme el ojo. –Y a nuestras carteras. –
añadió.
–Eso último sí que me interesa. –intervino Sarah tras teclear algo
en su móvil. – ¿Cuál de vosotros, queridos amigos, dice que me va
a invitar al café? –interrogó con un gesto de falsa culpabilidad.
–Piedra, papel o tijera. –dijimos Nicolai y yo al mismo tiempo
para jugarnos ese deber.
–Siempre sacas tijera. –acusó Nicolai quejicoso.
–Y aún así sigues sacando papel. –dije sintiéndome bien por
ganarle más que por no pagar.
Entramos en una bonita cafetería que era la comidilla de toda la
gente divertida del momento: Una pastelería erótica.
– ¿A dónde nos has traído? –exigió saber Sarah algo colorada. –
¿Tú te crees que aquí podemos hablar de cosas serias, Nicolai? –
cuestionó negando lentamente con la cabeza.
– ¿Y quién necesita hablar de temas serios? Lo que hace falta es
divertirse, despejar la mente, darse alegrías. –afirmó convencido
de llevar la razón.
–Para ti es fácil, tienes trabajo. –refunfuñó mi amiga.
–Oh, sí, he estudiado una carrera para ser dependiente de ropa. –
ironizó de vuelta.
–Bueno, dejadlo anda, ya pago yo. –intervine viendo los
derroteros que tomaba la conversación.
–Aquí, la millonaria. –exclamó divertido Nicolai.
No era millonaria, ni mucho menos. Había estudiado derecho para
después darme cuenta de ser un alma libre que no quería ese tipo
de trabajo y conseguir titularme como masajista. Por suerte, había
conseguido un trabajo como fisioterapeuta en un gimnasio en el
que ganaba más o menos un sueldo decente pero ni mucho menos
para tener un colchón de dinero ahorrado o algo por el estilo. A
penas me daba para vivir, vestirme y salir con mis dos petardos
favoritos.
–Para mí un pene de chocolate XL. –pidió Nicolai al camarero tan
pancho y sin un ápice de vergüenza.
A Sarah le faltó meter la cabeza dentro de la camiseta de lo roja
que se puso.
–Para nosotras dos cafés. –intervino esperando que valiese con
pedir consumiciones “normales” también.
– ¿Alguna galleta con forma? –interrogó el chico señalando con su
mano el gran escaparate lleno de escandalosos y sugerentes
dulces.
–No, no. Déjalo. –contestó mi amiga queriendo salir de ahí.
– ¿Éste era el plan? –pregunté tras tomarle algunas fotos con su
pene de chocolate y darle algunos sorbos a mi café. –Digo, está
entretenido el sitio, pero no veo cómo va a llenar nuestros cuerpos
de alegría. –añadí. –Y
aunque diese por buena esa parte, lo de la cartera llena… ¡Será
vacía! –
exclamé riéndome.
–Qué poca paciencia. –aseguró Nicolai terminando de desmontar
la forma a mordiscos. –He conseguido unas entradas para el club
más selecto de la ciudad. ¡Podemos codearnos con famosos! –
anunció emocionado.
Sarah y yo nos miramos tratando de encontrarle un sentido a lo
que decía.
Él siempre había querido estar en un mundo de glamur donde lo
más importante fuese quién eras que era lo mismo que preguntar
por qué motivo eras famoso. A nosotras, sin embargo, nos daba
más igual y casi preferíamos divertirnos sin pretensiones en otro
local más de nuestro estilo.
–Pero para ir ahí hay que arreglarse mucho. –dijo Sarah. –Y las
consumiciones deben ser carísimas. –añadió notablemente a favor
de dejar pasar e plan de nuestro amigo.
– ¡No podéis hacerme eso! No tenéis ni idea de lo que me ha
costado conseguirlas. –aseguró cruzándose de brazos.
–Vamos, si siempre que salimos acabas volviendo a casa sin
nosotras. –dije sonriendo.
Nicolai salía para cazar una “alegría” para su cuerpo y casi
siempre lo conseguía. Con el suplemento de conseguir que encima
su conquista fuese un famoso, no iba a tardar en dejarnos solas ni
un solo minuto.
–Es vuestro deber como amigas. –aseguró señalándonos.
–Pues yo no puedo. –afirmó Sarah refunfuñando. –Además,
podríamos ir a un pub divertido con gente corriente y real. –dijo
dando un portazo al plan de Nicolai.
–Venga, no quiero ir solo. Da mala imagen. –contestó el
interesado. –
Hagamos una cosa, acompañarme y si os aburrís y yo he
conseguido plan, os vais a uno de esos pubs. –sugirió dando por
finalizado el problema.
–Nos va a hacer ir para media hora. –exclamó quejándose Sarah.
–Bueno, con un poco de suerte se enamora y nos deja tranquilas. –
dije consciente de hacerle de rabiar con mi comentario.
–Las mismas probabilidades hay de mi enamoramiento que del
vuestro. –
picó de vuelta.
Ninguno de los tres habíamos tenido especial suerte en el amor.
Pese a haber tenido algunas relaciones, habíamos acabado
desencantados.
–Venga Sarah, hagámoslo. –accedí. –Se ve que es la ilusión de su
vida. –
añadí haciendo un gesto sobre lo absurdo que era.
–Pero no me vengáis con pintas de pobre. –dijo señalándonos.
–No te pongas exquisito que ni vamos. –amenacé.
Cuando por fin cayó la noche terminé de vestirme mirando en el
espejo que el vestido negro que había utilizado la Nochevieja
anterior, me quedaba que ni pintado. Tacones del mismo color y el
pelo suelto recién lavado iba a tener que ser suficiente arreglo para
ir al dichoso local de “famosos”.
El teléfono me sonó ya estando en el taxi que iba a llevarme hasta
la puerta de la discoteca.
–Nena, que no puedo ir. –afirmó Sarah al otro lado de la línea.
–Oye, Sarah… ¡No puedes dejarme sola! –exclamé ganándome
una mirada a través del retrovisor interior por parte del taxista.
–De verdad que me surgió quedarme cuidando de mi sobrina y no
puedo. –
dijo a modo de disculpa.
Sabía que no era cierto, a ella no le gustaba para nada esa clase de
salidas y se escaqueaba siempre que podía, pero más de una vez
me dejaba a mí en la estacada al hacerlo.
–Bueno, hablamos mañana. –concluí a modo de despedida al ver
que ya había llegado a la calle indicada.
– ¡Ingrid! –exclamó Nicolai haciendo aspavientos para que lo
localizase haciendo la cola.
–Vaya cola hay, ni que repartieran caramelos dentro. –bromeé
poniéndome a su lado.
–Ese vestido es de Nochevieja. –acusó muy cerca de mi oreja.
– ¿Y qué esperabas? ¿Qué me comprase uno solo para la ocasión?

interrogué sorprendida ante su despilfarro.
Él sí que se había comprado ropa para entrar al local de los
famosos, ni quería imaginarme los planes que tenía en su cabeza
para aquella noche. En mi opinión, todos se le iban a chafar
porque él esperaba demasiado de un simple baile en una buena
discoteca.
– ¿Qué quieres tomar? –cuestionó mirando cada rincón del local
con sus ojos bien abiertos.
Que en aquel sitio fuesen algunos medio famosos, y de vez en
cuando se llenasen los reservados con algunos de los que
aparecían en las revistas, no significaba que la multitud fuese
menos corriente que nosotros, solo con más dinero.
–Ginebra con limón. –dije tras pensarlo.
– ¡Madre mía, madre mía, madre mía! –exclamó emocionado
Nicolai cogiéndome del brazo de tal forma que pensé que me iba a
cortar la circulación.
– ¿Qué te pasa? –pregunté murmurando mientras intentaba soltarle
de mí.
– ¡Es él! –afirmó señalando a alguna parte.
– ¿Quién? ¿Qué pasa? –cuestioné sabiendo que estaba exagerando.
– ¿Qué medio famoso viste? –interrogué con poca emoción.
–Es Axel, no ha cambiado nada. –murmuró clavando su vista en
un reservado en particular.
¿Axel?
Busqué al individuo señalado con la mirada y, al interceptarlo,
comprobé sin esfuerzo que sí era él. Hacía tan tiempo…
Mi menté voló a un tiempo atrás en el que yo todavía era
estudiante de derecho y me ganaba la vida dando clases
particulares como tutora a otros estudiantes. Un día recibí la oferta
para ser la tutora de un chico, dos años más joven que yo, que
necesitaba aprobar para seguir en el club de fútbol donde intentaba
prosperar.
–Vámonos. –dije con muchos más recuerdos agolpándose en mi
memoria.
– ¿Ingrid? –interrogó una voz conocida a mi espalda cuando yo ya
luchaba contra el gentío por salir.
Me giré para encontrarme admirando los ojos azul marino de
Axel. Seguía igual de alto y si era posible más potente físicamente
hablando. Su mandíbula era cuadrada y su nariz estilo griego. Era
tan difícil no quedarse mirando su atractivo.
–Hola Axel. –saludó Nicolai emocionadísimo.
– ¿Qué hay Nicolai? –interrogó él con su misma voz ronca de
siempre.
–Pues aquí, con Ingrid, comprobando si puede encontrar una
alegría para su cuerpo. –soltó consiguiendo que le mirase como si
se hubiese vuelto loco.
¡Qué vergüenza!
– ¡Axel! –llamó alguien por detrás de él.
–Esperarme un momento, ahora vuelvo. –pidió clavando sus ojos
en mí.
–Claro. –contestó Nicolai con su mejor sonrisa.
–Vámonos. –murmuré en cuanto se alejó.
– ¿Pero qué te pasa? –cuestionó Nicolai andando a mi lado.
–Que no me apetece ahora pararme a hablar, estoy cansada así que
me quiero ir. –aseguré.
–Si acabamos de llegar. –dijo frenándose.
–Pues aquí te quedas, yo me voy. –concluí cogiendo la delantera
para salir de allí más rápido de lo que había entrado.
CAPÍTULO 2
INGRID
Ya habían pasado un par de horas desde que había llegado a casa
sin parar de pensar en lo pequeño que era el mundo pese a lo que
podía parecer. Me puse a recordar el día que el camino de Axel se
había cruzado con el mío.
– ¿Entonces solo tengo que ir la residencia donde se ubican los
jóvenes deportistas, localizar a Axel y evaluar por dónde debe
empezar a salvar su curso? –interrogué mirando a la mujer,
Francesca, que me había contratado para arreglar el futuro de su
hijo.
–Te digo que no es un chico fácil. De hecho, he recurrido a ti
como alternativa. –aseguró consiguiendo que yo enarcase una
ceja. –He probado con profesores particulares titulados pero les
da puerta enseguida. Es un chico difícil. –añadió.
–Hay quien dice que las tutoras o tutores somos buenos por eso. –
recalqué ansiosa de captar aquellas clases particulares.
Esa mujer me estaba ofreciendo todos los días tres horas bien
remuneradas e incluso algunos días del fin de semana dobles. Era
algo que, dada mi economía, me emocionaba.
–Eso vamos a comprobar… –murmuró empezando a hacer
garabatos en un papel pequeño. –Necesita aprobarlas todas
aunque quede poco de curso, tan solo un trimestre, sino tendrá
que abandonar el equipo de fútbol donde juega y lo arruinará
todo. –concluyó.
Me tendió la tarjeta escrita y se levantó tras dejar dinero de sobra
en la bandejita para hacer frente a la cuenta.
No me gustaba demasiado la gente así de prepotente pero el
mundo era prácticamente de los que tenían dinero y yo solo era un
peón más a utilizar.
Comprobé la dirección escrita en la tarjeta y, tras consultar la
distancia en el google maps, salí hacia allí cargada de
expectativas.
Justo frente al edificio lleno de colores en el que residían los
deportistas de distintos clubs, me detuve un instante para
recuperarme de la gran distancia recorrida y cogí seguridad
convencida de marcar la diferencia con ese tal Axel.
–Axel. –llamé tocando a la puerta de la habitación por tercera
vez. –Soy la nueva tutora. –dije sintiéndome algo azorada al
comprobar que algunos de sus compañeros se fijaban en mi
presencia.
–No te va a abrir. –aseguró un chico de aspecto amable, color de
pelo castaño, algo bajito para ser deportista y de ojos marrones. –
Siempre hace lo mismo. –añadió.
El muchacho pasó por mi lado con una sonrisa y un encogimiento
de hombros hacia la que debía ser su habitación.
– ¿No me vas a abrir? –interrogué notando que la sangre
empezaba a arder dentro de mí.
Pasó por mi cabeza llamar a la madre del muchacho para
contarle lo que estaba sucediendo pero deduje, de la actitud
severa durante la conversación, que eso podía haber pasado con
otras candidatas.
Fui hasta la recepción con la confianza que me caracterizaba
ganándome una mirada curiosa del hombre de recepción.
– ¿Le puedo ayudar en algo? Es una residencia deportiva
exclusiva de hombres. –explicó poco simpático.
–Necesito una copia de la llave de la habitación ciento dieciséis. –
solicité.
–No puedo hacer eso, solo se le pueda dar una copia a la madre,
padre o tutor acreditado. –afirmó poniéndose algo tenso.
Le escribí un mensaje a la madre de Axel indicándole mi idea y
esperando que, al no darle problemas sino soluciones, me diera la
autorización. El hombre de la recepción recibió a los pocos
segundos una llamada y empezó a decir que “Sí” a todo.
– ¿Y? –interrogué convencida de las palabras de Francesca por la
cara del hombre.
–Aquí tienes. –dijo tendiéndome una llave en forma de tarjeta con
el número de la habitación impreso.
–Entro así que tápate si es que no estás visible. –anuncié metiendo
la tarjeta en la cerradura correspondiente.
– ¿Cómo has entrado? –interrogó un chico alto, con el cabello del
color del azabache, y unos ojos extremadamente azules.
–Con esto. –contesté enseñándosela de lejos para después
guardármela directamente en el bolso. –Así que si ya has
terminado con tus chiquerías, te sientas y hacemos un primer
examen de contenidos para comprobar tu nivel. –dije intentando
no distraerme por el hecho de estar viendo los perfectos
abdominales del chico, quien andaba sin camiseta.
– ¿Cómo te llamas? –preguntó sentándose sin más en una de las
sillas que estaba ubicada frente al escritorio.
–Ingrid. –afirmé ante su media sonrisa. –Y ni creas que puedes
planear algo para que me vaya porque, aunque no sé cómo eran
las otras, me hace falta el dinero.
–Pues casi lo siento por ti, porque no tengo intención de poner de
mi parte y aunque lo hiciese no voy a aprender nada nuevo. –
aseguró con un chasquido de lengua.
–Tu capacidad de aprender la voy a evaluar yo. Además, estoy
segura de lo que estoy viendo. –murmuré echándole un vistazo a
los libros del curso correspondiente para escribir preguntas
específicas.
– ¿Y qué estás viendo? –cuestionó recostándose en la silla
dejando más a la vista sus abdominales aún descubiertos.
–Que lo único que te pasa es vaguedad pura. –contesté sin pena
alguna por decirle la verdad.
–Eres sincera… –dijo casi divertido. – ¿Qué edad tienes? –
preguntó como si eso explicase que hubiese conseguido estar con
él más de quince
minutos.
–Solo dos años más que tú. –afirmé tranquila. –Soy estudiante de
derecho, razón por la cual tengo que dar clases particulares. Me
gradué en el instituto con honores así que soy apta para ayudarte
a que saques todo lo del año en el último trimestre. –concluí.
–No me niego a intentarlo. –respondió sorprendiéndome. –Pero a
mí las ganas se me van en un suspiro. –añadió.
–Espero que no en todo porque sino pobre de tus amantes. –solté
riéndome para después arrepentirme.
Tenía que comportarme.
–Es raro que mi madre te haya contratado siendo así. –comentó.
–No voy a entrar en cómo piensas que soy, pero te puedo
contestar a lo que acabas de decir… Sé bien con quién trato en
cada momento y a ella no le hablé así. –acepté. –De todas formas,
si quieres hacer algo para que me vaya, estás en tu derecho de
perder el tiempo.”
– ¿Por dónde empezamos? –cuestionó ensanchando su sonrisa.
–Por buscar una camiseta que ponerte. –ordené suspirando.
No pensé en decírselo pero, sin duda, iba a trabajar más tranquila
sin tener en mi campo de visión su marcado cuerpo, tan bien
formado para ser todavía un joven de casi dieciocho años.”
Había hecho todo lo posible por no divagar en mi memoria pero
había acabado quedándome dormida en algún momento.
Comprobé en el reloj que eran las siete de la mañana y eso me
confería tan solo una hora para prepararme antes de volar hasta el
gimnasio.
Me serví un café enorme, adoraba las tazas grandes, después de
vestirme cómodamente y comprobar las citas que había
concertadas con mi trabajo de fisioterapia en el gimnasio. Lo
cierto era que ni siquiera había muchas lesiones, la mayoría de las
citas eran para usarme como relajadora muscular.
Ante mi runrún del día anterior, le escribí a Nicolai para
comprobar cómo le había ido en la discoteca de famosos tras mi
partida, por no decir huida.
Inconscientemente, acabé en Instragram buscando a Axel. No lo
había hecho desde que había terminado de ser su tutora, seis años
atrás, pero me fue imposible no hacerlo.
Cómo no, sus fotos eran perfectas. Enseñaba su impresionante
cuerpo de tantas formas y en tantos escenarios que bien podría
haberse tratado del perfil de un modelo. En una de los post vi a Val
y a Carlton con él por lo que tuve que sonreír al comprobar que
seguían siendo amigos.
Los tres mosqueteros…
Había sido profesora particular de los otros dos ante la insistencia
de las amigas de la madre de Francesca al comprobar los
resultados con Axel, pero solo con él había pasado tanto tiempo
como para dudar de nuestra relación.
Negué con la cabeza cerrando la página de sopetón. No debía
perder el tiempo porque, si hubiera querido rememorar viejos
tiempos, me tendría que haber quedado en lugar de huir de Axel
en la discoteca mientras se iba hacia un amigo prometiendo volver.
Llegué al gimnasio pasando por recepción para decirle a Sheila
que ya podía mandarme gente, pero no la encontré. Solo entonces
caía en la cuenta de lo vacío que estaba el gimnasio.
Salí a la puerta nuevamente para quedarme mirando el cartel verde
que había pasado por alto la primera vez.
“Cerrado por traspaso”
¿Traspaso? ¿Qué diablos era aquello?
– ¡Terry! –grité con la intención de encontrar a mi jefe durante los
últimos tiempos.
–Ingrid, aquí estás… –dijo moviéndose de un lado para otro. –
Siento no habértelo dicho pero aunque tenía intención de traspasar
el local era algo lejano. –afirmó buscando algo en una carpeta. –
Recibí una oferta espontánea. –añadió.
– ¿Y sabes si piensan mantener mi puesto? –cuestioné con los
dedos cruzados para que así fuera.
–Por lo que tengo entendido traen el material y al personal del
exterior así que… Creo que no. –dijo con cierto tonito de pena.
–Bueno, pues… Si ya no hay nada que pueda hacer. –murmuré
sintiendo que aquella mañana empezaba de manera muy pesada
para mí.
Recogí el cheque baladí de mi liquidación junto a mi carta de
recomendación y salí del gimnasio sin rumbo fijo.
– ¿Te pillo ocupada? –cuestionó Nicolai al teléfono.
–Hasta ahora contestas… –dije sin ganas de bromear en realidad.
–Es que acabo de salir a la calle. ¿Estás en el gimnasio que pase a
contarte?
–preguntó notablemente agitado.
–No me digas que acabas de salir a hurtadillas del apartamento de
un nuevo amante. –murmuré negando con la cabeza aunque él no
podía verme.
– ¡No me juzgues! Voy hacia el gim. –anunció con intención de
colgar.
– ¡No! –chillé evitando que diese por concluida nuestra
conversación antes de tiempo. –Me han despedido. –solté sin
intentar suavizar la situación. –Te espero en la gofrería de la
esquina. –concluí colgando.
No iba a quedarme escuchando su gemido de sorpresa que
incluiría un montón de “No pasa nada” cuando en realidad sí
pasaba.
Pedí un gofre de chocolate bien cargado para aliviar mis penas,
aunque quizá no era la mejor idea del mundo gastarme lo poco que
tenía en cosas como aquella.
– ¿Qué has hecho? ¿Conseguiste erguir la bandera de algún cliente
en un contacto tórrido o qué? –preguntó Nicolai sentándose frente
a mí con ganas de esperar un buen chisme.
– ¿Hablamos primero de tu ropa, que es la misma que ayer? –
repliqué dejando claro que no estaba en la mejor de las
situaciones.
– ¿Quieres que empiece yo? –preguntó haciendo un gesto de caída
de pestañas.
–Lo mío se termina pronto. Van a trasladar el gimnasio, sobro. –
afirmé intentando restarle importancia.
Ya tendría tiempo luego de lamentarme de mí misma.
–Pues yo acabé con un chico monísimo con pretensión de acabar
siendo actor que solo ha conseguido un par de actuaciones como
pasante de fondo.
–dijo encogiéndose de hombros quitándole también importancia.
–Míranos, uno peor que otro. –exclamé.
– ¿Por qué saliste corriendo ayer? –interrogó mi amigo sin darme
tregua.
–Estaba agobiada con tanta gente. –mentí.
–Axel volvió a preguntar por ti. –comentó con una sonrisa pícara y
maliciosa.
– ¿Sí? –interrogué con el corazón latiendo a doble compás por un
momento.
–Me dijo que te dijera que se alegraba de verte de nuevo y que
esperaba que coincidierais otro día. –informó.
–Ah, bueno, pues quizá otro día… –dejé en el aire.
– ¿Por qué no te tiraste directa a su cuello? Está hecho un bombón
y ya no tienes que plantearte eso de la ética. –dijo sacando a
relucir el pasado. –Que si no está bien, que si es mi alumno, que si
su madre me paga…. –enumeró.
–No remuevas, Nicolai. Ahora porque nos hayamos cruzado no
vamos a empezar a hablar de lo que pudo o no pudo haber pasado.
–concluí.
CAPÍTULO 3
INGRID
Estaba paseando por el supermercado del barrio persiguiendo a
Sarah que estaba intentando hacer una compra que no acabase con
su economía, con la pensión de su padre no daba para más.
– ¿Y qué sabes de Nicolai? Sigue enfadado porque no fui a la
discoteca esa.
–dijo encogiéndose de hombros mi amiga.
–Está exagerando la espera para torturarte. –aseguré
despreocupada. –Sois un par de locos. –añadí.
–Tiene que entender que a mí no me gustan esas cosas… Le
quiero pero hay cosas en las que somos bien distintos. –concluyó.
–Espérate. –dije al comprobar que alguien me llamaba pese a ser
tan temprano.
– ¿Ingrid? –interrogó una voz nada conocida al otro lado de la
línea.
–Sí, soy yo. –aclaré con una intención de dar por finalizada la
conversación, sintiéndolo mucho, si se trataba de una oferta
comercial.
–He recibido una muy buena crítica de usted como fisioterapeuta y
querría ver si podía acercarse a nuestras instalaciones para
concretar cuál sería su lugar de trabajo junto con las condiciones.
–explicó.
–Claro, dígame y anoto. –dije intentando buscar algún papel en el
bolso sin que se me cayese todo lo que lleva dentro apelotonado.
Tuve que aguantarme la tentación de preguntarle si se trataba de
una recomendación de alguien del gimnasio, quizá había sido el
propio Terry y después de todo no me había dejado en la estacada.
– ¿Qué pasa? –interrogó Sarah sosteniendo una caja de donuts que
estaba sopesando echar en el carrito.
–Es de primera necesidad. –aseguré cogiéndole el paquete para
echarlo en el carro. –Me tengo que ir a una entrevista así que te
dejo. –añadí.
– ¿Una entrevista ya? ¿Cómo lo haces? –cuestionó abriendo
mucho la boca.
– ¡No tengo ni idea! –chillé ya yéndome.
Me acerqué a la dirección directamente en taxi, tampoco era
cuestión de hacer esperar una hora a quien me hubiese llamado
mientras buscaba en qué transporte llegar y qué ruta era la más
rápida. Bajé frente a un gran edificio de color gris que tenía pinta
de ser algo serio. Leí que se trataba de una clínica de
rehabilitación y terapias.
–Buenos días, me llamaron para una entrevista. –dije sintiéndome
algo torpe frente a la recepcionista.
–Sí, el señor Joshep está esperándola. –aseguró sonriente. –Último
despacho de ese pasillo. –añadió señalando.
– ¿Ingrid, verdad? –preguntó un hombre de unos cincuenta años
esperando en la puerta de su despacho.
–Sí, soy yo. –confirmé intentando mantener la calma.
–Siéntate por favor. –solicitó para tomar también asiento él. –
Necesitamos incorporar a una fisioterapeuta para el centro y he
recibido una buena crítica de tu profesión y de tu responsabilidad.
–afirmó tranquilo.
El hombre me pasó unos papeles donde se especificaba que mi
jornada sería completa en el centro aunque incluía
desplazamientos a casas particulares en caso de lesión. Era un
centro de rehabilitación enfocado para deportistas profesionales.
El sueldo era más que generoso y, tras el periodo de prueba,
quedaría de forma indefinida en la empresa.
¡La suerte estaba de mi parte!
– ¿Dónde hay que firmar? –interrogué procurando que no se
notase mi prisa.
Aún no terminaba de creerme que no estuviese soñando.
–Pues te preparan el contrato desde recursos humanos en cuanto
nos prestes tu documentación. Pero, si puedes, me gustaría que
empezases hoy mismo.
–dijo buscando entre sus papeles.
–Claro, ¿por dónde empiezo? –cuestioné ansiosa.
Miré mi vestimenta sencilla y me dije a mí misma que mis zapatos
no eran los más adecuados para trabajar el cuerpo humano,
adoraba los crocks para esa tarea de balancearme al compás de lo
requerido para cada lesión, pero no estaba para ponerme exquisita
precisamente.
–Mira, debes ir a casa de uno de los deportistas para tratar una
lesión recurrente. Aquí tienes la dirección. –señaló en un papel
impreso. –De todas formas, te pongo en esta funda su historial
médico para que te fijes ante todo en sus lesiones anteriores de
cara a prevenir más problemas y superar los que tiene. –añadió. –
No sé si lo he mencionado, pero el transporte está abonado como
extra; Puedes coger taxis para ir y volver de las casas de
particulares tantas veces como necesites. –concluyó
extendiéndome una tarjeta llena de números.
–Vale, pues me voy volando. –afirmé tan nerviosa que me
temblaban un poco las manos.
La casa a la que llegué en menos de diez minutos, ventajas de ir en
taxi hasta la puerta, era innecesariamente enorme. Como no saliese
de allí una familia de quince, no se entendía para qué tanto
espacio.
Llamé al interfono para darme cuenta en ese instante de no haber
tenido tiempo ni para consultar el historial. Bueno, a esas alturas,
tampoco me daba tiempo a ver nada así que decidí darle una
hojeada para saber por lo menos el nombre de mi cliente: Fui
directa al historial para quedarme boquiabierta con la mirada fija
en la letra negrita.
“Axel Giurpe”
No era posible.
–Ingrid, un gusto volver a verte. –aseguró Axel plantado delante
de mí.
– ¿No tienes a nadie para que abra esta puerta? ¿Has gastado
demasiado en metros cuadrados? –interrogué con ironía.
–Es posible. –contestó divertido. –Pasa, vamos hacia el gimnasio.
–añadió volviéndome la espalda.
¿Y si me iba de allí?
No, primero tenía que averiguar si el trabajo era real o si a Axel se
le había ocurrido alguna genialidad para torturarme.
–Parece que tienes un buen espacio para el tratamiento, déjame
que vea tu historial. –solicité.
Me di la vuelta para dejar el bolso en la primera silla que vi y
consulté el historial con la vista fija en la pared para evitar caer en
mirarle.
–Cuánto tiempo… ¿Todo bien? –preguntó llamando mi atención
nuevamente.
–Todo excelente. –afirmé sin ganas de dar explicaciones.
El corazón me latía demasiado rápido. No estaba preparada para
aquella situación.
– ¿Y cómo has pasado de estar estudiando para abogada a ser
fisioterapeuta? –interrogó sacando la evidencia a la luz.
–No me gustaba lo que debía hacer en esa profesión, así que la
cambié. –
respondí decidiendo qué tratamiento era el mejor para comenzar a
rehabilitar el tendón algo estirado de Axel.
–Capacidad para estudiar nunca te faltó. –aseguró tranquilo.
Axel no se lo pensó dos veces antes de quitarse los pantalones y
quedarse en bóxers frente a mí. Bajé la vista azorada para después
repetirme a mí misma que había estado frente a hombres así en
muchas ocasiones, era parte de mi trabajo al reparar lesiones en
ciertas zonas.
– ¿Cuánto has tenido que ver en mi contratación? –interrogué
haciendo un gesto para pedirle que se tumbase boca abajo en la
camilla.
–Me llegó que necesitaban una fisioterapeuta al mismo tiempo que
la información de tu despido por traspaso. –afirmó ya tumbado.
– ¿Y esa información salió en la prensa o qué? –pregunté sabiendo
que no.
–Nicolai me lo dijo por Instagram ayer. –afirmó respondiendo a mi
pregunta. –De todas formas, me podrías haber dicho tú que ahora
eras fisio sino hubieses salido corriendo de la discoteca. –acusó.
Presioné aún más el punto de la dolencia pensando qué decirle.
–Es una apuesta muy arriesgada conseguirme trabajo, y más aún
poner tu futuro deportivo en mis manos sin tener en cuenta que no
sabes nada de mi trabajo. –afirmé.
–Sé que si te dedicas a ello es porque sabes hacerlo, es así de
sencillo contigo. –aseguró acabando su frase en una risa ronca.
¿Algo era sencillo conmigo?
–Tú conseguiste seguir en el deporte… –murmuré yo sintiendo
que no quería remover nada.
–Gracias a ti aprobé. –dijo levantando un poco la cabeza.
–Mantenla abajo. –ordené más por no enfrentarme a su mirada que
porque me molestase para mi trabajo.
–De todas formas, a ninguno nos ha ido mal. –afirmó.
– ¿Sabes? Tienes razón. Gracias por el trabajo, Axel. Curarte será
mi agradecimiento. –dije intentando quitarme el sentimiento del
pasado que empezaba a ahogarme.
– ¿Cómo lo ves? –interrogó tranquilo.
–Creo que como reconocimiento está bien, voy a preparar un plan
de recuperación completo y se lo hago llegar a los del instituto de
salud para que aprueben mis sesiones. –aseveré.
Fui a por mi bolso con las ansias de salir de allí.
–Quédate a tomar un café por lo menos, por los viejos tiempos.
Anda que no pasábamos tiempo juntos. –murmuró.
–Vale. –dije sin molestarme en decirle cómo me gustaba el café.
–Dos con leche y azúcar. –Axel le pidió los cafés a un empleado
que pasaba por el salón al salir nosotros del gimnasio privado. –
¿Sigue gustándote igual? –preguntó con una media sonrisa.
–Hay cosas que no cambian. –murmuré.
“Ya había pasado un mes desde que había empezado a trabajar
con Axel y nuestra rutina era tan complicada como inusual.
Llegué como siempre recién comida a la habitación de Axel y
toqué esperando que no me abriese, como era costumbre, para
utilizar a continuación mi tarjeta.
– ¿Habrá un día en el que me abras tú mismo la puerta? –
interrogué ignorando su costumbre de recibirme sin camiseta tan
despreocupado.
–El día que tú faltes a una clase, cuánta puntualidad. –murmuró
sentándose a mi lado. – ¿Café? –preguntó sonriendo un poco
señalando la máquina.
–Por favor, que aguantarte es un trabajo durísimo. –exclamé
divertida.
Había conseguido cogerle el truco al dichoso Axel, solo había que
darle tres cuartos de las sesiones y dedicar el resto a conocer por
qué era como era. Le apasionaba el deporte y, desde el club, les
obligaban a mantener un expediente aceptable académico. Él les
había pedido a sus padres que le metiesen en un fp privado que
llenase esa casilla sin necesidad de estudiar, pero éstos se habían
negado.
¿No era lógico que si entrenaba tanto no tuviese la mente
preparada para estudiar?”
–Veo que Nicolai y tú seguís siendo igual de amigos que siempre.
–aseguró en cuanto nos pusieron los cafés.
– ¿Val, Carlton y tú también mantenéis la amistad, no? –interrogué
sin querer dejar a la vista que había estado esculcando en su perfil
de
Instagram.
–Sí, ambos juegan en equipos aunque Carlton solo en equipo
local. –
aseguró.
–Siempre fue el más flojito con sus metas, pero también era el más
feliz. –
comenté acordándome de cuando lo conocí mejor empezando a
darle clase.
–Todos bien, seguimos quedando cada vez que podemos y
hacemos todos los viajes juntos. Además están entre los abonados
al centro de salud en el que ahora trabajas. Es la institución que
lleva prácticamente a todos los profesionales del deporte. –
explicó.
–Así pagan como pagan. –dije contenta con ese hecho.
Era una buena suma que, si se hacía estable, iba a conseguir
sacarme de mi cuenta mileurista.
–Pues me alegro de haberte ayudado. –contestó levantándose del
sofá.
–Nos vemos en la próxima sesión, de todas formas no cargues el
tendón porque puede convertirse en una lesión fuerte. –aseguré
poniéndome en mi rol profesional.
–Siempre teniendo que hacerte caso. –dijo burlonamente.
–Y lo que te queda. –añadí sonriendo sin querer.
Una vez en la puerta, preparada para salir, y sabiendo que debía
volver al pasar el fin de semana, sentí un escalofrío recorriendo
toda mi espina dorsal. Algo se estaba removiendo dentro de mí y
no estaba preparada para empezar de nuevo a tener esa sensación
de manera constante.
Recordé cómo habían sido las cosas antes, años atrás, cuando la
confianza había conseguido calar entre nosotros. Cuando conseguí
que me hablase de sus aventuras, de sus amigos e incluso de las
cosas que le gustaban hacer cuando no estaba entrenando,
durmiendo o estudiando conmigo.
El ambiente en nuestras últimas clases había llegado a ser tan
tenso que no parábamos de mirarnos los labios, aguantarnos las
ganas, y pegarnos constantemente el uno a otro haciéndonos los
accidentados.
Estuve tan cerca de olvidarme del deber….
No iba a volver a pasarme.
Escribí un mensaje en el chat de mis amigos para ver si íbamos a
salir ese fin de semana. Necesitaba despejar mi mente y conseguir
que me ayudasen a centrar mis ideas: Lo único importante de ese
trabajo era mi estabilidad y mi remuneración, nada de Axel.
CAPÍTULO 4
INGRID
Pasear por algún parque natural aprovechando el sol del fin de
semana era típico en nosotros.
–Esto de intentar hacer vida sana es aburridísimo. –murmuró
Nicolai quejándose, como hacía siempre, de hacer algo de deporte.
–Bueno, al menos el chisme de hoy estará bueno. –afirmó mi
amigo para entrar en estado de emoción.
– ¿Ah, sí? –interrogó Sarah que no sabía nada del tema.
–Que te cuente de su nuevo trabajo. –pidió Nicolai.
–Ah, sí, si la llamaron ayer estando conmigo. –recordó Sarah.
–Lo que no sabes es quién le consiguió su trabajo. –dijo jocoso mi
amigo.
– ¿Tú? –preguntó ella inocentemente.
–Axel Giurpe. –aclaré yo que no estaba dispuesta a entrar en el
trapo del cotilleo máximo.
– ¿El futbolista buenorro que casi os cuesta la amistad hace años a
vosotros dos? –interrogó extrañada.
–Nunca estuvo en peligro nuestra amistad. –afirmó refunfuñando
Nicolai.
No era cierto, sí casi nos había costado nuestra buena relación
porque él intentaba que yo abandonase todos mis reparos de ir a
por Axel pese a ser su tutora y estar siendo pagada por Francesca,
y yo no quise cruzar esa línea. Cuando salí con el corazón roto de
mi intento de ser ética, me lo echó en cara y estuve a punto de
mandarle a freír espárragos.
–Aquí el cotilla que le dijo, después de cruzarnos con él, que yo
me había quedado sin trabajo por si podía hacer algo por mí y el
otro, agradecido por mis servicios de la época o la semi amistad
que mantuvimos, me consiguió uno bastante bueno. –expliqué
intentando restarle importancia.
– ¿Y no puede encontrar uno así de rápido para mí? Tengo la
carrera de turismo. –dijo soltando un suspirito.
–Es que no te mueves, hija. –aseguró Nicolai empezando otra de
sus recurrentes discusiones.
En ese caso, tenía razón, Sarah había hecho una carrera que
pegaba con ella en cuanto a la parte teórica, sabía muchísima
historia de cada lugar y tenía una gran retentiva, pero, en contra
tenía ser tímida. Habíamos visto a gente menos preparada
dirigiendo tours por la ciudad.
–Le preguntaré a Axel aunque no creo que tenga puestos por ahí
preparados para cubrir. –dije intentando calmar los ánimos.
– ¿Y te sigue haciendo tilín? –preguntó mi amiga sentándose en un
banco.
–A mí no me hace nada. Además, ni siquiera sé qué es de su vida
privada. –
respondí con la verdad por delante.
– ¿No habéis tenido ocasión de hablar? –intervino Nicolai
enarcando una ceja.
–Pues he tenido una sesión con él pero no hemos hablado de nada
personal.
Soy una profesional y solo quiero atenderle en su lesión que es mi
trabajo. –
aclaré chasqueando la lengua.
–Bueno, de todas formas, ten en cuenta que igual que te da el
trabajo, te lo puede quitar. –afirmó Sarah con los pies en la tierra.
No podía olvidar que, cuando era su tutora y estábamos al final del
curso, a pocas semanas del fin del periodo escolar, su madre me
canceló las clases y ni siquiera llegué a tener una última
conversación con Axel que no dio señales de vida.
–Me da igual. –aseguré encogiéndome de hombros. –Mes que
dure, mes que cobro como una reina. –afirmé intentando tomarme
la situación con
humor pese a que por dentro me preocupaba.
–Estoy agotado. –suspiró Nicolai bebiendo agua de su botella azul
chillón.
–Pues no haberte empeñado en llevarnos tan lejos, podríamos
haber ido al parque de siempre. –refunfuñó Sarah.
Solo con ese comentario caí en la cuenta de la mirada aguileña de
Nicolai.
– ¿Por qué nos trajiste aquí? –interrogué casi saltando.
Justo en ese momento la sonrisa de mi malévolo y liante amigo se
ensanchó. Localicé el motivo de las chiribitas de sus ojos a unos
metros de nosotros, deteniéndose al vernos.
Axel, Val y Carlton detuvieron su trote.
–Ingrid. –dijo Carlton sonriendo con sinceridad, como era común
en él. –
¡Cuánto tiempo! –exclamó dándome dos besos.
Le eché un vistazo a mi ropa comprobando que llevaba por lo
menos un buen chándal conjuntado.
–Me alegro de verte. Siempre vosotros tres juntos. –murmuré
sintiéndome incómoda por momentos.
– ¿Qué hay? –interrogó Val con un movimiento de cabeza.
–Hola. –murmuró Axel calvando sus ojos azules en mí.
–Bueno, qué bonita coincidencia pero nosotros ya nos íbamos. –
afirmé cogiendo del brazo a cada uno de mis amigos.
– ¿Ya? –interrogó Nicolai dándome un pequeño codazo.
–Sí, tenemos que ir a comprar algo de ropa. –contesté esperando
que eso fuese suficiente del agrado de mi amigo malévolo como
para acabar con aquella tortura.
–Pues nos vemos mañana. –dijo Axel con actitud serena.
Sus amigos le miraron con extrañeza.
– ¿Sabéis? Deberíais venir a la fiesta que doy en mi casa. –
comentó Val tan enigmático como siempre.
Val era rubio, fino y alto. El más enigmático de los tres y con el
que menos feeling había sentido en el tiempo de darle clase; Tenía
una personalidad algo extraña en la que predominaba el quedar
bien de cara a los demás y dejar claro que tenía mucho dinero
desde su nacimiento.
– ¿Una fiesta? –chilló Nicolai.
–Ya lo perdimos. –murmuré poniendo los ojos en blanco.
Invitar a mi amigo a una fiesta donde, además, iba a haber gente
“chick”, era igual que echar al traste mi pretensión de irme sin
involucrarme demasiado.
–Tú pásame la dirección y allí nos vemos los seis. –contestó
Nicolai sin pensarlo.
–Te la mando por mensaje privado. –afirmó Val.
–Allí nos vemos entonces. –murmuró Axel pensativo.
–Así hablamos un poco, que hace mucho que te perdimos la pista.
–añadió Carlton dándome de nuevo dos besos.
–Claro. –respondí controlando mis nervios.
Claro que no habían sabido nada más de mí, me despidieron sus
madres al mismo tiempo y nadie se puso en contacto conmigo
desde ese momento.
Era lógico que, después del último curso, ya no iban a contar con
mis servicios para nada, pero me habían despachado semanas
antes solo alegando que ya no necesitaban mis servicios aunque
quedaban finales.
También había esperado una despedida correcta de los tres e
incluso una amistad.
No volvería a quedar en ese lugar, no daría opción.
–Tú sabías que ellos iban a estar aquí. –acusé mirando a mi amigo
en cuanto los tres se fueron.
–Lo vi en Instagram, lo publican absolutamente todo, con
ubicación. –dijo como si me estuviese diciendo una genialidad en
vez de una estupidez.
–No deberías haber forzado un encuentro. –murmuré realmente
molesta.
–Me apetecía volver a cruzarme con ellos, también los conocí
bien. –
aseguró sonriendo.
Era verdad que Nicolai me había suplido en algunas clases
particulares cuando las horas se me habían solapado entre las tres,
pero su interés solo era saber si alguno de ellos estaba dispuesto a
entregarse al placer con él.
Siempre aseguraba que a Val le gustaban los hombres, pero lo
comprobado era que a la luz del día por lo menos, los tres iban con
mujeres.
– ¿Vamos a ir a la fiesta, no? –interrogó Sarah.
– ¿Tú queriendo ir a un sitio con gente influyente para lo que hay
que gastarse dinero en arreglarse? –cuestionó Nicolai picándola.
–Es necesario relacionarse si pretendo conseguir un trabajo. ¿No
es eso lo que me estabais diciendo antes de cruzarnos con los
chicos? –preguntó haciéndose la sueca.
–Yo no pienso ir, mañana trabajo. –afirmé intentando justificarme.
–Tú nos tienes que acompañar porque además quedaría fatal que,
habiéndote conseguido un trabajo, le hagas ese feo a Axel. –
replicó Nicolai.
–Es que no nos ha invitado Axel sino Val. –aclaré.
–Pero ya dijimos que iríamos. –aseguró Sarah con un interés
impropio en ella.
–Pues ir vosotros, yo no puedo. –dije poniéndome en mis treces.
–Tú te vienes porque siempre me estás molestando para que salga
y, ahora que voy a ir, no me vas a dejar sola. –exigió Sarah.
–Bueno, pues nada, allá vamos. –concedí mirando al cielo en
busca de paciencia.
No era una buena idea, por mucho que mis amigos pensasen lo
contrario, pero allí estábamos los tres, frente a la casa de Val, un
poco más pequeña que la de Axel pero igual de exagerada,
preparados para entrar.
–Todavía estamos a tiempo de irnos. –dije reparando en lo
arregladas que iban las chicas que alcanzaba a ver.
–De aquí no se mueve nadie. –exigió poniéndose serio Nicolai.
– ¡El trío calavera! –exclamó Val acercándose a saludarnos.
–Qué bonita fiesta. –dije a modo de cumplido.
–Ingrid, tú siempre tan correcta. –contestó con cierto brillo en la
mirada que no entendí.
Val me recordaba mucho a Nicolai, quizá por eso fue con el que
mejor se llevó él de los tres.
– ¿Y Axel dónde anda? –interrogó Nicolai sin cortarse en sus
intenciones.
–No ha podido venir, tenía otro compromiso. –informó sonriendo
en mi dirección.
Tuve que reprimirle a mis pensamientos sentir que entonces yo allí
sobraba.
¿No nos íbamos a reencontrar todos? ¿No había sido ese el
pretexto?
Bueno, daba igual, era una fiesta y debía pasármelo bien.
– ¿Y Carlton? –preguntó Sarah abriendo la boca por primera vez.
– ¿Alguien preguntaba por mí? –cuestionó el aludido llegando con
su espléndida sonrisa.
–Por saber quién iba a venir y quién no. –murmuró Sarah
escondiendo la cabeza cual avestruz.
–Ingrid, estás muy guapa. –afirmó Carlton acercándose para
darme dos besos.
–Tú también. –dije divertida.
– ¿Nos ponemos al día y me explicas cómo has acabado siendo
fisioterapeuta? –interrogó prestándome su brazo para que me
colgase de él pudiendo caminar con los tacones.
–Allá vamos. –accedí.
En poco tiempo recordé por qué me sentía tan cómoda con
Carlton.
Él sabía escuchar bien, no juzgaba y siempre le veía el punto de
vista positivo a todo.
– ¿Entonces vas a tratar a Axel con su tendón flojo? –preguntó tras
un espacio de silencio. –
–Sí, yo creo que si no hace estupideces puede curarse como es
debido. –contesté sin querer entrar a hablar de Axel.
–Él siempre anda haciendo estupideces. –comentó riéndose.
–No sé cómo es ahora la verdad… –murmuré desviando la mirada
de la vista fija de Carlton.
–Pues sigue siendo prepotente, ligón y un buen amigo. –dijo
encogiéndose de hombros. –Pero bueno, hablemos de otra cosa.
¿Conseguiste viajar por ahí? –preguntó haciendo referencia a
asuntos de los que hablamos años atrás.
–No tuve mucho éxito en ese proyecto porque entre lo que gasté
en la carrera número uno y después en los estudios de
fisioterapia… –
dije pegando un suspirito.
–Ya tendrás tiempo, en este trabajo te pagarán bien. –afirmó sin
perder la ilusión de su mirada, tan noble.
– ¿Y tú, qué vidorra te pegas? –cuestioné sentándome en un
murito que había en el jardín de la casa.
– ¿Yo? Pues ya sabes, lo de siempre; Mis vacaciones con éstos
siempre fueron buenas. –respondió.
–Qué envidia. –suspiré de nuevo.
–Me da mucho gusto volver a estar así contigo, de amigos que se
van viendo. –soltó inesperadamente.
–Fuisteis vosotros los que desaparecisteis. –contesté incapaz de
quedarme callada.
No había pasando sacar el pequeño rencor que tenía hacia ellos
por la forma en la que desaparecieron.
–Nuestras madres cancelaron las clases. –dijo rascándose la nuca
visiblemente incómodo.
– ¿Qué pasó? –cuestioné decidida a aprovechar la ocasión para
quitarme esa espina.
–Francesca decidió cancelar tu tutoría permanente con Axel, no sé
por qué la verdad, pero se tomó la molestia de llamar a la madre
de Val y a la mía para que no volviéramos a tomar clases contigo.

confesó.
– ¿Y no sabes por qué? –interrogué tragando saliva. Carlton negó
con la cabeza. –De todas formas eso no debería haber impedido
que me hablaseis alguno, teníais mi teléfono y mis redes. –concluí.
–Lo siento, Ingrid. No sé qué motivos tuvieron Val o Axel, pero yo
tuve mis propios motivos para no hacerlo. Era lo mejor. –aseguró
haciendo una mueca de culpabilidad.
–Te consideré uno de mis mejores amigos en poco tiempo,
Carlton, eras mi confidente. –acusé con lástima. Carlton no dijo
nada. –Pero bueno, eso ya da lo mismo. –añadí.
–Ahora todo es distinto, somos adultos. –afirmó intentando
retenerme de palabra.
–Sí, imagino que sí. –dejé caer.
No estaba enfadada con él pero remover el pasado no iba a
servirnos de nada a ninguno de los dos.
Inconscientemente, tras disculparme un momento, me encontré a
mí misma en el aseo de la casa buscando en el perfil de Instagram
a Axel para ver dónde se había metido y por qué no había acudido
a la fiesta de Val.
En sus historias estaba bien divertido en una pachanga con gente
que no conocía seguido de una barbacoa.
No había buscado su perfil en años porque estaba bloqueada en el
de todos, pero con el tiempo me había hecho otro Instagram para
quitarme mi nombre absurdo de niña, y ahí estaba… Mirando el
perfil.
¿No debería haber preferido ir a la fiesta de Val con sus dos
mejores amigos?
CAPÍTULO 5
INGRID
Estaba parada frente a la casa de Axel con la maleta de tela con la
ropa para cambiarme cuando terminásemos el tratamiento. Nadie
me abrió la puerta cuando toqué el timbre por segunda vez por lo
que estuve a punto de irme de nuevo al instituto de salud.
– ¿Señorita? –dijo una voz servicial saliendo a recibirme. –Axel la
espera directamente en el gimnasio, siento la espera pero estaba
preparando el desayuno. –afirmó.
–Oh, no te preocupes. –dije entrando detrás de ella.
Nos bifurcamos en el salón principal, la chica por lo visto volvió
hacia la cocina. Yo, sin guía, intenté recordar cómo se iba hacia el
gimnasio. Por fin entré en la estancia donde Axel ya estaba boca
abajo en la camilla solo con un bóxer puesto.
–Buenos días. –exclamé extrañada de su mudez.
–Serán para ti. ¿Ya te llegó la notificación del instituto de salud? –
preguntó en mal tono.
–Relájate que ya estás en modo borde. –dije con un deja vú
llegando a mi mente. – ¿Qué notificación? –añadí.
No tardó en sonarme el móvil por lo que, puesto que no quería
hablar el señorito, fui hasta él para abrir un pdf del instituto de
salud con un nuevo informe sobre Axel.
– ¿Ya lo has leído? –preguntó aún sin dirigirme la mirada.
– ¿Qué pasó y cuándo? ¿Ayer no estabas en una divertida
pachanga? –pregunté ofuscada con la situación. No contestó. –
¿Rotura de ligamento? –grité abriendo mucho los ojos.
–Estaba en una pachanga, como bien has dicho. Sentí un tirón. –
comentó encogiéndose de hombros con la voz apagada.
–Eres idiota. Si estás de baja para una pronta recuperación cómo
se te ocurre meterte a hacer deporte bruto sin supervisión. –
critiqué.
–No sabía que te mandasen hasta aquí para regañarme, creía que
eras fisio. –aseguró más borde aún.
– ¿Y si me niego a tratarte con ese carácter? –pregunté poniendo
las manos en jarras.
–Pues tú verás… –amenazó silenciosamente.
Me puse una bata para evitar manchar mi ropa antes de empezar a
masajear la zona intentando localizar qué punto tenía de rotura.
Eso le iba a costar una larga baja y, eso, si no dejaba de tomar
relajantes y someterse a fisioterapia. Además de eso, tendría que
acudir al centro de salud para hacer rehabilitación máquinas
especializadas.
–Tú siempre tratando a la gente como si estuviese a tu servicio, lo
mismo que cuando llegué a tu habitación para ser tu tutora. –
murmuré mientras masajeaba.
Axel se giró un poco hacia atrás y cogió mi antebrazo con su
mano.
–Yo te traté bien mientras fuiste mi tutora. –aseguró en un tono
bajo.
–Solo cuando conseguí calmar tus nervios. –respondí haciendo un
gesto para que se volviese a tumbar dejándome seguir con mi
trabajo.
–Es que me sacas de quicio, tienes una forma de llegar e invadirlo
todo… –murmuró apretando los dientes por el dolor del masaje.
–Yo no tengo la culpa de lo que te pasa. Siempre acudes a mí
cuando necesitas cosas imposibles en un tiempo récord, aprobar o
recuperarte… –repliqué.
– ¿No será que me traes mala suerte? –preguntó en un tono más
jocoso.
–Sí, seguro que es eso. En todo caso la mala suerte me la traes tú a
mí. –acusé intentando no pensar en
lo cierto que era lo que acababa de decir.
–Bueno, por lo menos siempre que aparezco te doy trabajo. –
volvió a la carga.
–Y tal como me lo das, me lo quitas. –solté sin pretenderlo.
El silencio invadió el ambiente lo que quedó de sesión. Yo, por mi
parte, andaba pensando en cómo me habían dejado en la estacada
años atrás sin ninguna explicación y que lo que me había dicho
Carlton sobre que había sido la madre de Axel, Francesca, la que
se había asegurado de estipular que ninguno de los tres siguiese
bajo mi influencia. No podía llegar entender cuál era el motivo
que la había llevado a hacer eso puesto que, conmigo, Axel,
verdaderamente estaba aprobando; De hecho, supe después sí
había conseguido terminar el curso que le faltaba haciendo así que
no tuviera que olvidar su carrera deportiva.
En cuanto a Val y a Carlton, aunque no necesitaban mi ayuda para
aprobar, sí consiguieron mejorar sus notas y no debería haber
tenido nada que ver lo que Francesca decidiese para su hijo; ¿Qué
podría haberle dicho ella a las otras madres para que decidieran
cortar tan tajantemente la relación conmigo?
Aún con todo, mi mente se centró en buscar una explicación, cosa
que había hecho miles de veces en el pasado, para que ni siquiera
me hablasen por cualquier medio para despedirse de mí. Tampoco
sabía qué era lo que yo había esperado: Ellos eran mis alumnos y
si yo los había llegado a considerar amigos o algo por el estilo solo
era problema mío.
En mi móvil sonó un mensaje haciéndome desviar la vista hacia la
silla donde tenía el bolso, pero no podía comprobar de qué se
trataba. Comprobé saliendo de mi ensismamiento la hora en mi
reloj digital de muñeca para darme cuenta de haber cumplido ya la
sesión completa.
– ¿Ya? –preguntó Axel al notar que me había detenido.
–Sí, ya puedes vestirte. –dije desviando por completo la mirada. –
Voy un segundo a… Lavarme las manos y a cambiarme. –anuncié
sin obtener ningún tipo de respuesta.
El baño de la planta baja que me indicó la chica que me había
abierto la puerta al llegar, era enorme; ¡Y eso que se trataba del de
invitados! Tardé más de lo que había previsto porque no paraba de
mirarme al espejo, una y otra vez, intentando dilucidar si se notaba
que estaba algo nerviosa con mi reciente contacto con Axel.
– ¿Y tú como lo ves? –preguntó Axel en cuanto salí.
– ¿De qué hablas? –interrogué confundida.
–De mi lesión, de qué voy a estar hablando. –contestó sentándose
incómodo en el sofá con la pierna en alto.
–Pues necesitas tratamiento de continuo por lo menos un mes. –
respondí poniéndome en mi faceta más profesional.
– ¿Un mes viéndote a diario? –preguntó con una medio sonrisa en
su rostro.
–Sintiéndolo mucho, así es. –contesté mirando constantemente mi
reloj.
–Pues quiero que sea todos los días a primera hora de la mañana y
además prefiero tener vigilancia en mis entrenamientos porque no
pienso dejar el resto de mi físico a la deriva. –ordenó.
–Yo no tengo problema en pasarme el día por aquí. –dije
señalando el caserón. –Pero eso tendrás que hablarlo con el
instituto de salud. –afirmé.
Axel no me contestó pero se puso a teclear algo en su teléfono con
esa cara de dominar el mundo.
–He recibido una modificación de mi horario. –murmuré en
cuanto sonó mi teléfono.
El instituto de salud había aprobado que fuese allí a primera hora
de la mañana durante nada más y nada menos que tres horas para
hacer fisioterapia además de desplazar maquinaria de
rehabilitación hasta la casa.
Eso sí, habría días en los que por la tarde tendría que hacer alguna
sesión en el centro con otros deportistas.
–Pues nada, perfecto. –anunció tranquilo. –Empieza hoy tu horario
sino me equivoco. –añadió.
–Pero… ¿Vas a entrenar ahora? –pregunté consiguiendo que
negase con la cabeza. –Y tampoco tenemos las máquinas para que
las utilices. –afirmé ganándome otra negativa gestual. – ¿Y qué
quieres que hagamos? –
interrogué cruzándome de brazos.
–Vamos a desayunar. –dijo sonriendo.
–Vamos, Axel, no me pagan por eso. –aseguré poniendo los ojos
en blanco.
–Eso no importa. –exclamó viendo venir la bandeja cargada de
diferentes cositas para desayunar rico y sano. –Tomar algo y
relajarte no te va a matar.
–aseguró.
– ¿Por qué no fuiste a la fiesta de Val? ¿No sigue siendo tu mejor
amigo, organizador de tus líos sentimentales? –pregunté
dejándome caer en el sofá para después coger un café.
–Tuve otra invitación y preferí la pachanga. –Señaló su ligamento.

Evidentemente, no fue una buena elección. –soltó riéndose.
–No, la verdad que no. –murmuré desviando la vista hacia otra
parte.
–Además, estaba seguro de que tú no irías. –confesó.
– ¿Y eso por qué? Quedamos en vernos allí, yo no soy de
incumplir lo que digo. –aseguré todo lo serena que la situación me
dejaba.
–Pero vi en tus ojos que querías matar a Nicolai, pensé que… Si
acababas asistiendo, preferías que yo no lo hiciera. –retó
entrecerrando los ojos.
–No tengo nada en contra de estar en el mismo espacio que tú ni
en tratarte, pero ha pasado mucho tiempo y ya no es como si
fuésemos tan cercanos. –
contesté chasqueando la lengua. –Bueno, me tengo que ir ya.
Mañana nos vemos. –dije levantándome mientras él hizo lo mismo
pese a su lesión.
– ¿Viste a Carlton por allí? –interrogó dándole un giro completo a
la conversación.
–Claro, estuve hablando con él hasta que terminó la hora decente
de la fiesta. –contesté recordando lo fácil que se me había hecho
hablar con él.
–Siempre os llevasteis bien a un punto cercano al de mejores
amigos. –
afirmó con alguna emoción en la mirada que no supe descifrar.
–Yo me llevo bien con todo el que me trate de manera correcta,
pero nada va a volver a ser como era. –contesté de forma abrupta.
– ¿Y cómo eran las cosas? –preguntó haciendo que el mundo se
parase de pronto.
–Nos veíamos todos los días y hablábamos de temas más allá de
nuestra relación tutora alumno. Con Carlton pasaba algo
parecido… –respondí intentando restarle importancia pese a las
punzadas que daba mi corazón.
– ¿Y por qué no van a volver ser así? Digo… Carlton estaría
encantado, le dio mucha pena dejar de verte. –afirmó entonces.
–Bueno, eso es algo que le corresponde solo a él decir. Además, ya
me tengo que ir. –aseguré rápida cogiendo mi bolso.
– ¡Ingrid! –llamó procurando que me detuviese. Yo solo volteé un
poco la vista hacia allí. –Mañana nos vemos. –confirmó.
Asentí y salí de allí antes de confundir aún más lo que sentía
respecto a lo que estaba pasando.
“Da la vuelta a la esquina de la casa de Axel. Carlton”
El mensaje en mi móvil, me sorprendió, pero aún así lo hice para
encontrarme con un coche precioso blanco esperándome en la
esquina.
– ¿Qué haces tú por aquí? –pregunté intentando animar mi tono.
–Sabía que tenías que tratar a Axel y he pensado que podíamos ir a
desayunar. –comentó tranquilo.
–Pues me he tomado ya un café pero… No te digo yo que no a
algo dulce. –
concedí subiéndome.
– ¿Y todo bien con Axel? Sigue siendo igual de complicado
trabajar con él por lo que sé. –comentó conduciendo.
–Ah, yo lo conozco y sé cómo tratarle. –respondí sin querer entrar
en el tema. – ¿Sabes, Carlton? Axel me dijo algo sobre ti. –
anuncié aún sabiendo que lo correcto era no hablar del tema.
– ¿Y qué te contó ese? –cuestionó sin desviar la vista de la
carretera.
–Que hablaste de mí después de dejar de asistir a mis clases… –
Esperé para ver si respondía, pero no lo hizo. –Me preguntaba qué
te impidió dirigirme la palabra aunque tu madre decidiese, por
razones equis, cancelar mis servicios.
–Pasaron cosas, Ingrid, pero no sé si yo soy el que tiene que
decírtelo. Es que Axel y Val también tuvieron sus motivos, pero
decirte los míos es de alguna forma descubrir los suyos. ¿Por qué
no olvidamos eso que ya no importa y aprovechamos el
reencuentro? –Su intento de correr la cortina del pasado no me
quitó precisamente la curiosidad.
–Bueno, vas a tener que invitarme a ese dulce por lo menos
porque, si no, no voy a poder aplacar mi curiosidad. –contesté
volviendo a recuperar momentáneamente la sonrisa.
–Yo te invito a lo que tú quieras, además, puedo venir a recogerte
cuando salgas de casa de Axel, tengo poco que hacer y vivo bien
cerca. –sugirió con gran interés.
–Ya lo vamos viendo. –murmuré poniéndome a mirar distraída por
la ventanilla.
CAPÍTULO 6
INGRID
Habían pasado tantos días de tratamiento como objeciones tenía
yo respecto a lo que mi corazón se había puesto a sentir.
Axel se empeñaba en que siempre desayunásemos juntos, después
de cada sesión de fisioterapia, y en hablar provocando que mi
corazón se sintiese débil Era casi como si no hubiera pasado nada
en el pasado, casi.
Me puse a recordar, sin pretenderlo, cómo había sido nuestra
última clase años atrás, en la que nada se dijo de cancelar mis
servicios y, mucho menos, de no volvernos a ver.
“– ¿Y crees que llegaré a ganar un premio al mejor portero? –
interrogó con la sonrisa torcida burlona como acostumbraba a
hacer.
–Sabes lo que haces, no veo por qué no. –contesté desviando la
vista de su perfecto cuello musculado.
Estábamos muy cerca, silla con silla frente al escritorio. Podía
aspirar su fragancia masculina echada a raudales antes de mi
llegada. En aquel silencio ensordecedor, nos miramos quedando
prácticamente nariz con nariz.
–Primero tienes que conseguir que apruebe. –afirmó muy bajito.
–Yo confío en ti. –respondí en el mismo tono.
Su mano voló hasta mi mejilla en un roce íntimo que anunciaba
algo más.
– ¡Axel! Nos hemos adelantado. –anunció la voz de su madre al
otro lado de la puerta.
Yo me sobresalté casi como si estuviera haciendo algo malo, como
había hecho muchas otras veces.
–Aprobarás, ya verás que sí. –dije carraspeando intentando
contener el latido frenético de mi corazón que quería olvidarse de
todo la etiqueta y besar esos labios gruesos que me miraban con
el mismo deseo, según yo.
–Cuando acabe el curso, Ingrid, voy a invitarte a cenar. –
murmuró pese a la insistencia de su madre en la puerta con los
nudillos. –Y
ya no serás mi tutora. –añadió como si fuese alguna clase de
amenaza pasional.
Axel se dirigió a la puerta y la abrió tras poner los ojos en blanco
provocando mi risa.
–Ah, hola Ingrid. –Francesca estaba seria, pero esa mujer
siempre acostumbraba a estarlo. –Escucha, te voy a pagar ya lo
de esta semana porque mañana ya salimos de viaje para las
vacaciones. –
aseguró rebuscando la cartera en su bolso.
–Creía que nos íbamos pasado mañana. –intervino Axel
enarcando una ceja.
–Tu padre ha querido adelantar el viaje y sabes cómo es. –replicó
ella.
Francesca me tendió el dinero de toda aquella semana y, tras
mirarme un par de segundos, me invitó a irme para poder hablar
con su hijo.
–Nos vemos a la vuelta de vacaciones. –dije sonriendo quizá más
de lo que debía visualizando a mi alumno favorito.
–Dalo por hecho. –reafirmó él.”
–Ingrid. –La llamada de atención de Axel, sentado frente a mí en
el sofá de su lujosa casa tras la sesión, me sacó de mis recuerdos. –
¿Estás bien? –preguntó echándose un poco hacia delante tras dejar
el café en la mesa.
Seguramente me había quedado blanca reviviendo el momento de
nuestra última clase, en la cual él había asegurado que nos
volveríamos a ver.
–Me debes una cena. –solté antes de pensar las consecuencias,
para mi pobre cabeza y mi confundido corazón, que traería sacar
aquella conversación a la luz. Axel hizo un pequeño gesto de
sorpresa. –
Digo, finalmente aprobaste. –añadí para que no hubiera lugar a
dudas de a lo que me estaba refiriendo.
–Cenamos cuando quieras. –dijo escuetamente.
– ¿Qué pasó? –interrogué decidida a llegar hasta el final del
asunto.
– ¿Por qué no volví a saber nada de ti? –pregunté cruzándome de
brazos.
– ¿Eso importa ahora? –cuestionó.
–Sí, sí que importa. No eres de fiar, Axel, y yo no puedo estar aquí
desayunando cada día sin saber si el día de mañana tú…. –Paré en
seco dándome cuenta de lo que iba a decir.
No podía reclamar lo que de verdad quería, porque eso implicaba
reconocer en alto lo que yo había sentido y enfrentarme a que él
me dijese que nunca había pasado nada de eso entre nosotros dos,
que estaba loca, que había estado años pensando en eso para nada.
– ¿Qué yo qué? –interrogó mientras me parecía que contenía la
respiración.
–Que tú me dejes sin trabajo sin explicación. –concedí
guardándome la parte emocional.
– ¿Le has preguntado a Carlton por qué dejó de asistir a tus clases?
–cuestionó de pronto. Le miré intensificando mi escrutinio. –Digo,
sé que viene a recogerte casi todos los días. –lanzó sonando a
acusación.
–Me dijo que cada uno tuvo sus motivos. –accedí a confesar. –Yo
te estoy preguntando por los tuyos. Me preguntó qué pasó del
“Iremos a cenar” al más absoluto de los silencios. –reté ya sin
contenerme.
–A mi madre no le gustó la cercanía que estábamos teniendo. –
soltó de pronto tras soltar un suspiro. –Nos fuimos de viaje y
acabé inscrito en un curso intensivo de Panamá donde,
prácticamente, pagaron por mi título. No tuve mucha opción de
negarme ni de replantear su decisión. –Hizo una pausa. –Siento
que te quedases sin trabajo de repente. –concluyó.
– ¿Y eso es todo lo que vas a decirme? –interrogué con el fuego
pasando por mis venas a toda costa.
–Sabes que mis padres son muy estrictos y lo eran mucho más
respecto a mi futuro profesional deportivo. –contestó a modo de
explicación.
–De acuerdo, te llevan a muchos kilómetros de aquí y no tienes
tiempo para hablar conmigo por ningún medio, pero volviste… –
murmuré queriendo llegar al fondo.
Si él no había sentido nada por mí y todo había sido producto de
mi imaginación, era el momento de enterarme para poder seguir
con mi vida sin esa intriga recorriendo mi pecho una y otra vez en
cada ocasión que nuestras miradas se encontraban.
–Había pasado mucho tiempo y pensé que podías estar enfadada
por el plantón. Fue pasando el tiempo y eso es todo. –concluyó.
–Claro, quedar mal con la tutora es algo que nunca quiere. Bueno,
gracias por la aclaración pero tengo que irme. –dije con el pecho
ardiendo.
¡No había mencionado ni un solo sentimiento! No lo había habido,
no por su parte. Me había hecho una película que no existía.
–Ingrid… –murmuró tocando mi antebrazo para detenerme.
–Ya me ha quedado claro. –dije soltándome. –Eráis jóvenes los
tres, por razones equis te fuiste y no me hablaste y tu madre habló
al resto porque quedaría mal que ellas sí siguieran asistiendo a la
misma tutora que no había conseguido nada porque el niño se iba
a Panamá a por el título. –enumeré sintiéndome estúpida.
–Las cosas no… –dejó las palabras en el aire al oír un ruido de
tacones acercándose al salón.
–Hola amor. –saludó una preciosa chica cuya vestimenta bien
podría haber sido para ir a recoger un premio a la alfombra roja.
Mi vista fulminó a Axel. Él había tenido mucho tiempo para
contarme que tuviera novia y no lo había hecho.
–Espérame un momento, Bea, voy a despedir a la fisioterapeuta. –
dijo.
“La fisioterapeuta” esas dos palabras se clavaron en mi pecho
como hacía mucho tiempo no me pasaba.
–Tranquilo, sé dónde está la puerta. –dije dándome prisa por
cumplir mi palabra de salir de allí.
–Hoy sales temprano. –aseguró Carlton recogiéndome, un día más,
en su coche. Se fijó en mí nada más entrar y torció un poco su
sonrisa. – ¿Qué ha pasado? –interrogó con voz dulce.
– ¿Tú eres mi amigo, Carlton? –pregunté cansada de todo aquello.
Él se echó hacia atrás como si no entendiese por qué le preguntaba
aquello. –Digo, si vas a volver a desaparecer, no quiero estar
entablando una amistad de nuevo. –concluí.
–Soy tu amigo y no me voy a ir. –afirmó cogiendo mi mano.
–Pues entonces dime qué fue lo que pasó hace años para que
desaparecieras, Axel ya me ha dado su versión. –expliqué con el
dolor aún dentro de mí.
–Mira… A Val siempre le dio igual todo, iba a tus clases porque
nosotros íbamos y, aunque se llevaba bien contigo y tú con él,
ninguno os teníais un verdadero aprecio. –Su comienzo me cuadró
totalmente y asentí en busca de la parte que me interesaba. –Axel,
si te ha contado su parte… –Hizo una pausa como si tuviese que
reflexionar sobre qué me había contado. –Se fue a Panamá. –
Asentí de nuevo. –Yo… Estaba enamorado de ti y me di cuenta de
mi error. Perseguirte no me iba a servir de nada porque a ti quien
te gustaba era Axel. –confesó dejándome totalmente boquiabierta.
– ¿Tú sabías que a mí me gustaba Axel? –interrogué sintiéndome
avergonzada.
–Era evidente, os mirabais, siempre él tenía esa especie de
posesión con tus horas como si tenerte como tutora fuese tenerte
como novia…. Cuando él….Se fue, yo no quise que el despecho te
pudiese hacer plantearte estar conmigo. –aseguró respirando.
–Gracias por ser sincero. –dije sintiendo que el puzle estaba
completo. –Pero me contaste que fue Francesca… –añadí
recordando ese dato.
–Es cierto que Francesca llamó a nuestras madres, a la de Val y a
la mía, pero en mi caso por lo menos mi madre me preguntó si me
importaba dejar de asistir a tus clases y le dije que no. –contestó
con la honestidad que le caracterizaba.
–Ahora sí, misterio resuelto. –solté empezando a mirar por la
ventanilla para contener las ganas de llorar.
–Pero ahora es distinto, Ingrid, somos adultos y podemos ser
amigos. –aseguró.
–Claro, si era solo por saber. –afirmé encogiéndome de hombros.
En ese instante me llegó un mensaje del instituto de salud
dándome vacaciones durante cuatro días por petición de Axel.
– ¿Te han modificado ya el horario? –interrogó Carlton
consiguiendo que le mirase con los ojos abiertos como platos. –
Digo, nos vamos de viaje al Caribe unos días los tres. –No me hizo
falta en realidad que me confirmase qué tres. –Bueno, la verdad es
que somos cinco. –añadió.
– ¿Cinco? –interrogué sin poder evitarlo.
–Los dos se llevan a sus parejas, soy el único que va solo. –
anunció y se rió. De pronto, me miró con cierta intensidad
quedándose en silencio. –Podrías venir conmigo. –sugirió.
–Ay, Carlton… ¿Tú te crees que mi sueldo da para ir al Caribe? –
ironicé.
–Tenemos un viaje cerrado para seis. –Le miré sin comprenderle.

Era un viaje para parejas pero no me importó apuntarme solo
comprando el pack. Ven conmigo, lo pasaremos bien.
–Yo no pinto nada allí, Carlton. –repliqué negando con la cabeza
aunque con una sonrisa en el rostro.
–Claro que pintas, puedes hacer que no me sienta solo todo el
tiempo. Ellos van a ser parejas felices y yo un pobre peón suelto. –
afirmó haciendo una especie de puchero.
–No sé Carlton. –dudé de nuevo.
–Venga, Ingrid, siempre te estás quejando de no tener dinero para
viajar; Esto es un viaje al Caribe con todos los gastos pagados. No
me digas que soy tan mala compañía como para que lo rechaces. –
retó burlón.
–Bueno, está bien. Al fin y al cabo, somos amigos. –accedí.
Mis palabras habían sido meditadas antes de soltarlas, quería que
Carlton entendiese que solo éramos amigos. Él era bueno conmigo
y había sido totalmente sincero, incluso exponiendo lo que había
sentido por mí, no quería, bajo ningún concepto hacerle daño.
– ¡Perfecto! –soltó con un gesto de victoria con la mano. –Salimos
esta misma noche. –anunció rebuscando algo en su móvil. –A las
nueve en el aeropuerto del centro… ¿Paso a por ti a alguna parte?

interrogó tan servicial.
–No, no, tengo que hacer unas cosas en el centro y se llega
enseguida en el tren de cercanías. –contesté ya bajándome en el
sitio que le pedí que me dejara.
–Estoy muy contento de tu decisión, Ingrid, vamos a pasarlo bien
y no te preocupes por el pasado, eso ya no tiene importancia. –dijo
a modo de despedida.
¿Qué no tenía importancia?
¿Y por qué sentía el corazón tan pesado como si estuviese hecho
de plomo?
CAPÍTULO 7
INGRID
Había estado dudando hasta el último momento. Tras consultarlo
con mis mejores amigos, Nicolai y Sarah, había concluido que si
hacía caso a la cabeza no debía ir mientras que si me permitía
sentir con el corazón, iba a ver muy pronto las aguas cristalinas del
Caribe.
Me sentí nerviosa buscando a Carlton en el aeropuerto, más aún
sabiendo que no iba a estar solo.
–Llegaste. –afirmó Carlton viéndome el primero.
Los otros cuatro me miraron de pronto y pude ver una pregunta
silenciosa flotar en la mirada de Axel.
–Casi ni llego porque tenía que ponerme a buscar la ropa del
verano. –afirmé centrándome en hablar solo con Carlton.
– ¿Su fisio es tu novia? –interrogó Bea con voz de pito.
–No es su novia. –afirmó Axel casi como si le quemase la
respuesta en la garganta.
–Aún. –soltó Carlton provocándome una tos nerviosa.
¿A qué había venido eso? Me cuidé de decir nada en aquel
momento pero anoté que debía aclararlo en cuanto no
estuviésemos bajo el escrutinio del grupo.
–Bueno, esto va a ser divertido. –anunció Val y no supe si lo dijo
por el Caribe o por la situación.
Los billetes, como no podía ser de otra manera, eran de primera
clase por lo que la distancia. Me senté junto a Carlton y me di
cuenta de lo lejos que quedaban la pareja de asientos de lo demás.
– ¿Aún? –interrogué bajito esperando que supiese de lo que le
estaba hablando.
–Él se comporta como si fueses de su propiedad. –afirmó a modo
de disculpa. –Solo quería dejarle claro que no estás aquí por él. –
añadió con un tono de culpabilidad.
–Me parece bien entonces. –aseguré sonriente.
El vuelo fue tranquilo por lo que estuve relajada mirando por la
ventanilla. En un momento dado, comprobé qué hacían el resto y,
mientras Val charlaba animadamente con su pareja, Axel estaba
perdido en sus pensamientos con los cascos colocados.
–Te preguntaría en qué estás pensando pero ya lo sé. –murmuró
Carlton en mi oído.
–Es difícil porque me confunde su actitud. –confesé. No me había
parecido justo mentirle. –Soy su propiedad, tengo que desayunar
con él, pero no puede decirme que tiene novia. –solté rodando los
ojos.
–Tienes que dejar ir esos sentimientos… Siempre te hacen estar
mal. Él solo recurre a ti cuando tienes servicios que necesita. –
afirmó cogiéndome la mano.
–Lo del trabajo fue un favor, en realidad. –rectifiqué sin querer
echar leña al fuego.
– ¿Quieres que te busque otro trabajo, Ingrid? –preguntó
sorprendiéndome. –Digo, a lo mejor no quieres que tu trabajo
pueda depender de él. –añadió.
– ¿Sabes de algún sitio que necesite fisioterapeuta? –pregunté
sorprendida.
–Puedo averiguar, pero solo si estás interesada. –respondió con
una media sonrisa.
–Me gustaría que mi trabajo fuese estable y no dependiese del
humor de Axel. –confesé.
–Eso está hecho, yo te averiguo. –murmuró más feliz de lo que me
gustaba.
¿Le estaba haciendo alguna clase de ilusión sin darme cuenta?
– ¿Gustan tomar algo? –interrogó una azafata pasando por nuestro
lado.
–Pide lo que quieras. –dijo Carlton.
–Unas nueces y un café. –dijo la voz firme y ronca de Axel a
nuestra espalda.
Me giré solo un poco para comprobar que mi pesadilla particular
estaba de pie a un paso de nuestros asientos.
–Ten cuidado no vayan a tirarte las turbulencias. –dijo burlón
Carlton.
Pese a la burla vi un destello de fastidio en su voz.
–Tranquilo, tengo un físico preparado para lo que haga falta. –
contestó éste. – ¿Cómo va el vuelo? –preguntó clavando sus ojos
en mí.
–Pues bien, aquí entretenida con Carlton. Nunca falta tema de
conversación. –contesté refugiándome sin querer en mi amigo para
evitar hablar con Axel.
–Me alegro. –soltó riéndose.
¿Por qué me sonó malévola esa risa?
–Ya queda poco para aterrizar. Deberías volver con Bea, la última
vez que volamos casi le da un ataque en el aterrizaje. –señaló
Carlton.
–Querías echarle. –murmuré al oído de mi amigo en cuanto Axel
volvió a su asiento.
–Creo que es bueno para los dos que marquéis una línea. Pero
bueno, es tu decisión. –dijo poniéndose el cinturón tal y como
indicaba el icono de una pantalla.
–Tienes razón. No hay que liar las cosas como la última vez. –
murmuré tomando conciencia.
El aterrizaje fue tranquilo pese a los grititos de Bea que se empeñó
en maldecir el descenso. Alquilamos dos coches para ir hasta el
hotel y allí nos atendieron enseguida.
–Necesitaremos una habitación extra. –soltó Axel allí plantado en
la recepción.
–Es un paquete cerrado. –contestó Carlton.
Axel clavó su vista en él y respiró hondo. Su semblante era serio
pese a que su novia parecía bien contenta.
–Pues que Ingrid y Bea duerman juntas. –sugirió pese a significar
eso que él debía dormir con Carlton.
–No, no pasa nada. Como está por mí bien. –solté recordando lo
de trazar la línea.
–Pues solucionado entonces. Cada uno con su pareja de viaje. –
reafirmó Carlton.
Me costó horrores no girarme ni una sola vez a ver la cara que se
le había quedado a Axel, pero me dije a mí misma que era la
mejor;
¿Él no tenía novia? Pues yo podía dormir en la habitación que
quisiese.
–Es enorme. –dije refiriéndome a la suite que nos correspondía. –
Y
tiene sofá cama. –solté con un suspiro de alivio.
–La cama es bien grande, tranquila que no me voy a sobrepasar. –
dijo mi amigo risueño.
–Me siento más tranquila en el sofá, pero bueno, para dormir
queda un buen rato. ¿Qué tenemos para hoy? –pregunté sin
terminar de creerme que estuviese en el Caribe.
Enchufé el wifi para comprobar que tenía más de veinte mensajes
de mis amigos que no se podían creer que me hubiera ido de viaje
a un lugar tan magnífico de pronto, y sin ellos.
–Empecemos por ver la playa que hay justo enfrente del hotel, ahí
vemos si cogemos un yate o qué. –contestó Carlton.
Me metí al baño para colocarme el bikini negro y mirarme al
espejo más de una vez. Finalmente, decidí colocarme una camiseta
blanca de tirantes y un pantalón corto también ibicenco para no
exhibirme de más.
Bajamos para encontrarnos con el resto en la playa. Bea lucía un
mini traje de baño rojo a lo “Vigilantes de la playa” que poco
dejaba a la imaginación.
–Deberíamos coger un yate bien grande y pedir champán. –dijo
Bea haciendo palmaditas con su amiga Jana, la novia de Val.
–El agua cristalina es impresionante. –murmuré para nadie en
particular disfrutando de la arena de la playa bajo mis pies.
– ¿Entonces cogemos un yate? –interrogó Axel a mi espalda.
Yo estaba mirando a Carlton que estaba frente a mí. Se encogió de
hombros.
– ¿Has montado alguna vez en uno? –interrogó Carlton bajito.
Agradecía que no quisiera que Axel estuviese metido en nuestras
conversaciones pero sentía que, de alguna forma, le estaba dando
unas esperanzas que no correspondían con mis intenciones para
con él.
–Pues no, además me parece extravagante coger uno de esas
medidas para seis. –dije yendo hacia el puerto de los yates.
–Somos de lujos y ellas lo agradecen. –afirmó riéndose.
Carlton y yo nos sentamos en unos cómodos asientos en la parte
delantera, a la izquierda. Desde allí se disfrutaba de la brisa y el
sol de una forma especial pero se empañaba por la frialdad con la
que las chicas se hacían fotos para mostrar donde estaban
ubicadas.
–Te parece absurdo. –comentó Axel llegando hasta mí
aprovechando que Carlton se alejó para atender una llamada.
–Me gusta estar aquí, pero disfrutar posando para una cámara
significa que la felicidad de ellas depende de los likes que van a
obtener. –solté con sinceridad.
–Mira, si todavía me hablas. –ironizó.
– ¿Y por qué no iba a hablarte? –pregunté desganada.
–Pues no lo sé, estás muy esquiva y has aceptado dormir con
Carlton. –afirmó frunciendo el ceño.
–No veo por qué te va a interesar a ti con quién duerma o deje de
dormir. –acusé harta de su hipocresía. –Creo que esa que se hace
fotos medio desnuda, es tu novia. –recalqué.
–Somos más que amigos desde hace algún tiempo, pero ella es así,
tú no. –afirmó demostrando que estaba molesto.
–No sé qué pretendes que te diga. –aseguré resoplando.
¿No pensaba dejarme disfrutar del Caribe sin sus vaivenes?
– ¿Vas a tener algo con Carlton? –preguntó conteniendo la
respiración.
–Ese no es tu problema. –aseguré justo a tiempo para la llegada
del recién nombrado.
– ¿Me prestas a mi pareja de viaje? –preguntó Carlton.
Axel salió disparado hacia Bea y se la llevó a algún lugar fuera de
mi vista. Yo me relajé solo parcialmente porque mi pensamiento
voló para detenerme en qué estarían haciendo ellos a solas.
– ¿Bajamos a nadar? –preguntó Carlton quitándome mis
preocupaciones de encima.
–Claro. –acepté.
El día pasó sorprendentemente rápido entre nadar, tomar cocos, y
disfrutar del paradisiaco paisaje. A la hora de subir de vuelta a las
habitaciones, hubo miradas interrogatorias pero decidí seguir
adelante sin girarme.
– ¿Me ducho yo primero? –interrogó Carlton.
–Sí. –acepté rápida. –Pero quiero decirte algo… –Él se paró en
seco en nuestra habitación. –No siento eso por ti, Carlton, quiero
que quede claro porque no pretendo engañarte de ninguna forma. –
aclaré.
–Lo sé, Ingrid, me he dado cuenta, pero quiero conservar tu
amistad de todas maneras. –concedió sonriendo.
Carlton se metió a la ducha justo cuando alguien aporreó con
decisión la puerta.
– ¿Qué pasa? –pregunté abriendo de golpe ante tanta urgencia.
Axel estaba parado en el marco de la puerta y me miró de arriba a
abajo.
–Tenemos que hablar. –aseguró frunciendo los labios.
–Estoy esperando para ducharme. –informé aún con la ropa
mojada.
–Es un buen momento ahora. –replicó cogiéndome de la mano
para tirar de mí suavemente hacia fuera.
Dudé, porque estar cerca de él me ponía inevitablemente nerviosa,
pero le seguí a fin de evitar un escándalo.
– ¿Qué quieres, Axel? –interrogué cuando por fin entramos en una
habitación, que debía ser la suya. – ¿Bea no está? –pregunté
mirando hacia un lado y a otro.
–Esta es otra habitación, la he cogido para hablar contigo. –afirmó
poniéndose frente a mí tras cerrar la puerta.
– ¿Y qué quieres hablar con tanta urgencia? ¿No puedes esperar
hasta que volvamos a las sesiones de fisioterapia? –interrogué
chasqueando la lengua.
–No. Necesito que me digas si tienes algo con Carlton y por eso
estáis en la misma habitación. –pidió acercándose tanto a mí que
sentí su respiración en mí.
–Eso no tiene importancia, Axel. –murmuré queriendo escapar de
la situación.
–Sí importa. –aseguró vehemente.
– ¿Y por qué importa Axel? –interrogué procurando separarme.
–Porque no puedo soportar la idea de perderte. –confesó con los
ojos llenos de brillos.
–No puedes perder lo que no tienes Axel. –aseguré sintiendo que,
aunque mi corazón quería escuchar lo que tenía que decir, no
debíamos pasar esa línea.
–Pero tú y yo tenemos algo especial, lo sientes tanto como lo
siento. –dijo acercándome un poco más a él.
–No puedes sentir algo por alguien en tan poco tiempo. –repliqué
volteando la cabeza para evitar caer en su intensa mirada.
– ¿Poco tiempo? ¿Y todo lo que pasamos juntos cuando eras mi
tutora? –peguntó enarcando una ceja. –Siempre ha existido esto
entre tú y yo. Es el momento de vivirlo. –afirmó rozando mi nariz
con la suya.
–Si hubiera existido algo entre tú y yo en el pasado, se rompió en
el momento en el que desapareciste. –dije conteniendo las ganas
de rendirme al placer.
–No fue mi culpa, me llevaron a Panamá y me lo quitaron todo. –
aseguró rompiendo su constante silencio. –También me dijeron
que
era lo mejor para los dos, ella notó que tú me gustabas a un nivel
que lo hubiera dejado todo. –murmuró.
–Habría preferido que me dieses esa explicación hace años, sin
tener que estar preguntándome que había pasado. Además, no
pareció que te costase mucho olvidar las horas y horas que
pasamos juntos. –reté.
–Si iba y te decía que estaba enamorado de ti pero que no te
convenía ser enemiga de mi madre si querías tener un futuro
normal, hubieras dicho que no importaba. Yo no podía protegerte
de ellos, de mis padres, de su poder. –respondió.
Mi corazón aleteó en respuesta a sus palabras aunque no era una
buena idea.
–No debo mezclar el trabajo y la vida personal. –murmuré
buscando un motivo para huir. –No está bien… –concluí mientras
me dejaba besar.
CAPÍTULO 8
INGRID
Me desperté sintiendo el calor de la persona que tenía al lado. Al
girarme vi el rostro angelical de Axel descansando sobre la
almohada. En mi cuerpo aún podía notar el rastro del deseo
cumplido la noche anterior.
El teléfono de Axel sonó varias veces consiguiendo que se
despertase y se incorporase mostrando, nuevamente, su cuerpo
arrebatador desnudo.
–Sí, está bien Val, llévatela. –dijo pese a que no había oído al
interlocutor.
– ¿Qué pasa? –pregunté agarrando la sábana contra mi pecho
descubierto.
–Val y Jana se van a llevar a Bea de vuelta, ya no quiere estar aquí.
–dijo con un pequeño encogimiento de hombros.
–Esto que ha pasado está mal. –murmuré negando con la cabeza.
–Ella sabía perfectamente que era algo pasajero y que no había
compromiso. –contestó acercándose a mí para darme un beso
tierno en los labios.
–Tampoco lo hay entre nosotros, ha sido algo esporádico. –afirmé
levantándome para buscar mi ropa rápido. – ¿Sabes si Carlton
también se va? –pregunté sintiendo que estaba sacando un tema
incómodo.
–Val no me ha dicho nada de él. –contestó enarcando una ceja.
Mi móvil sonó justo en ese momento iluminando el nombre del
susodicho.
–Tengo que ir a la habitación a hablar con él. –murmuré.
–No le debes ninguna explicación. –aseguró cogiéndome del
antebrazo y volviéndome a besar.
–Es mi amigo y no quiero que piense lo que no es. –contesté
volviendo a sentirme sofocada.
– ¿Y qué es lo que no es? –preguntó serio.
–Esto. –señalé a ambos. –Era un capricho que estaba ahí desde
hacía mucho tiempo, sí, pero no debió pasar y tampoco creo que
tengas un interés real en tener nada conmigo. Eres un libertino. –
afirmé.
No di tiempo a que me contestase porque salí volando de la
habitación en busca de Carlton. Lo encontré haciendo la maleta en
la habitación, me miró de refilón y me sonrió de manera forzada.
–Yo… –murmuré sintiéndome realmente culpable aunque no le
debía explicación alguna.
–Sabía que, si se daba la oportunidad, iba a pasar algo entre
vosotros. –aseguró. –Y me alegraría por ti si pensase que él va a
estar contigo, pero no creo que vaya a ser así. –añadió.
Yo le había dicho eso mismo a Axel pero que Carlton lo dijese me
molestó.
– ¿Y por qué? –pregunté poniéndome en jarras.
–Porque significa ponerse en contra a sus padres, y eso
precisamente es lo que le alejó de ti la primera vez. –respondió
con desdén.
– ¿Y por qué ese empeño de la madre en que no tenga nada
conmigo? No creo que sea mucho mejor que esté de cama en
cama.
–repliqué.
–Pues sí lo es, por lo menos por lo que a ellos respecta. Axel no se
compromete con nadie y eso hace que lo único que le mueva sea
su camino profesional. Por algo es el que más lejos llegó en el
mundo deportivo; Plena dedicación. –explicó siguiendo en su
quehacer.
– ¿Te vas? –pregunté con la pena de haber decepcionado un poco
a mi amigo en sus pretensiones en el viaje.
–No tengo nada que hacer aquí ya, espero que disfrutéis del
tiempo que os quedéis porque cuando lleguéis de vuelta, se
explotará la burbuja. –dijo prediciendo que mi situación iba a
acabar mal.
–No sé si voy a quedarme. –murmuré confundida.
–Pues aquí te dejo tu billete, tiene la fecha adaptable por si te
quisieras volver antes. –dijo tendiendo un papel con referencia
sobre la cama. –Sigo siendo tu amigo, Ingrid, solo que no quiero
estar en el medio cuando vuelva a salir mal porque eso significaría
volver a tener que abandonar tu camino mientras que prefiero
esperar a que te des cuenta de tu error y simplemente volvamos a
quedar, como amigos, sin Axel en la ecuación. –soltó en forma de
retahíla.
–Pues qué buenos deseos. –murmuré pensativa.
–No me malinterpretes, Ingrid, si quedáis como novios, contad
con mi amistad los dos. –concluyó echándole la cremallera a la
maleta y cogiéndola para irse.
Quedándome sola, la realidad se me echó encima de una forma
gélida.
¿Y si Carlton tenía razón y todo volvía a desmoronarse?
De hecho, ya se había desmoronado porque yo estaba allí sola,
había salido corriendo de la habitación de Axel tras una noche
tórrida y no tenía ni idea de lo que iba a pasar a continuación.
Los golpes suaves en la puerta llamaron mi atención y, cuando
levanté la cabeza encontré a Axel entrando indeciso a la
habitación.
–Ya se ha ido. –afirmé sabiendo que buscaba a Carlton con la
mirada.
–Y aún así sigues aquí, creía que me habías dicho que sabías que
lo nuestro había sido una noche y que no íbamos a llegar a nada. –
respondió rascándose la nuca.
–Ay, Axel… ¿No crees que es lo mejor para los dos dejarlo estar?
Quizá ya hemos cumplido lo que ambos queríamos o sentíamos
que habíamos dejado en el tintero. –sugerí.
– ¿Eso es lo que piensas? ¿Qué se nos pasará el capricho? –
interrogó con un tono diferente, más serio. –Quiero que nos
volvamos hoy y sigamos con las sesiones de fisioterapia. –añadió
sacando su móvil, seguramente para modificar su billete. –Nos
vemos mañana en mi casa. –concluyó saliendo disparado de allí.
Tuve que tomar aire para intentar ponerme al frente de mi propia
situación. Axel se acababa de ir diciéndome que se volvía a su
casa por lo que quedarme allí no parecía una opción. Iba a tener
que ir al aeropuerto y renunciar al viaje más lejano que había
hecho alguna vez en mi vida.
Le escribí a Nicolai y a Sarah poniéndoles al corriente de la
situación. Y recogí las pocas cosas que había dejado por la
habitación con la sensación de haber hecho todo mal, demasiado
deprisa, sin meditar las consecuencias.
Llegué directa a mi casa al bajar del avión donde no había visto a
Axel pese a estar segura de haber cogido el primero de vuelta,
quizá se había quedado a pasar la noche con alguna caribeña. La
sola idea me molestó.
Me dejé caer en la cama tras una larga ducha que no consiguió
borrar la huella que se había quedado en mi piel.
Dudé sobre cómo iba a actuar al día siguiente cuando fuese a tratar
a Axel a su casa.
¿Se suponía que debía hacer como si no hubiese pasado nada y
tratarle de su lesión?
Me dio la mañana pensando en ello entre cabezada y cabezada por
lo que llené la taza de café hasta arriba. No estaba preparada para
ir con él y trabajar pero tampoco quería dejar mi buen sueldo atrás,
si ni siquiera me había dado tiempo a llenar un poco mi cuenta
corriente.
Una idea cruzó por mi mente, el trabajo que Carlton me había
ofrecido, que ni siquiera sabía si seguía en pie, pero me dije a mí
misma que no podía huir así de Axel.
Al llegar a su casa, me abrieron la puerta y me dejaron entrar
directamente al gimnasio donde Axel me esperaba medio desnudo
y boca abajo en la camilla.
–Buenos días. –dije sintiendo que me había salido la voz medio
chillona.
– ¿Qué hay? –interrogó con tono neutral.
–Pues nada, comprobemos cómo va esa lesión después de unos
días de descanso. –dije poniéndome aceites naturales en las
manos.
– ¿Y? –interrogó cuando paré después de la sesión completamente
en silencio.
–Pues creo que tienes una recuperación acelerada fantástica. Con
las máquinas va a ir a pasos agigantados. –expliqué sin adornar ni
callar nada.
Fui directa al baño para prepararme para irme, no estaba segura de
si iba a querer que estuviese presente mientras hacía la ronda por
las máquinas: Magneto, electro y esténs.
– ¿Te vas? –preguntó enarcando una ceja al verme salir con el
bolso.
–Pues… –murmuré quedándome sin palabras para responder.
–Quédate a desayunar. –pidió con una media sonrisa, tal y como
hizo el primer día.
¿Podía mi corazón aguantar algo así?
Axel no se había molestado en ponerse camiseta y se tomaba un
café sentado en la magneto que irradiaba su tendón maltrecho. De
pronto, se rió en una carcajada seca.
– ¿Qué pasa? –pregunté entre frustrada y divertida.
–Me gusta cómo me ves cuando no llevo camiseta. –murmuró en
un tono sensual.
–No me hagas esto… –susurré sintiendo debilidad.
–Hacértelo es lo que quiero hacer todo el día. –declaró
levantándose para cogerme en brazos y llevarme hasta el sofá
dejándonos caer.
–En algún momento te cansarás de esto. –dije entre beso y beso,
pasando mi lengua entre la suya con voracidad.
–Eso no va a pasar. –aseguró tocando mis caderas con avidez para
acercarme hacia su miembro erecto.
Tras dar rienda suelta a nuestro deseo, que había durado horas en
las que no era capaz de saber dónde acababa mi cuerpo y
empezaba el suyo, me puse una camiseta suya limpia que me
prestó al salir de la ducha.
Me senté en su gran cama mientras él terminaba de vestirse en el
vestidor.
– ¿Qué pasa por esa cabecilla tuya? –interrogó sonriendo en mi
dirección antes de llegar hasta mí y besarme de forma dulce.
–Que no debemos hacer esto en horario de sesión. –respondí
tapándome las piernas con la mano.
– ¿Te preocupa que te vuelva a perjudicar en tu economía? –
preguntó sin cortarse.
–No es correcto aprovechar mi horario laboral para hacer eso. –
contesté.
–Pues seamos profesionales en horario y al acabar tu jornada, te
quedas conmigo. –murmuró pegado a mi boca.
Me quedé feliz apoyado en su pecho durante un buen rato mientras
veíamos la televisión que tenía colgada en su cuarto.
Su móvil rompió el encantador silencio y, aunque dudó un poco,
quitó el brazo poco a poco de mi piel para alcanzar el teléfono en
la mesilla.
–Sí, vale, quince minutos entonces. –contestó a lo que el
interlocutor le dijo.
– ¿Quince minutos para qué? –cuestioné cuando estuve segura de
la finalización de la corta conversación.
–Viene mi manager para cerrar unos contratos de publicidad. –dijo
carraspeando mientras buscaba la ropa a toda prisa. –Sigue siendo
mi padre. –añadió ante mi atenta mirada. – ¿Puedo pedirte un
favor? –interrogó en todo de culpabilidad. Asentí dubitativa ante
tanta prisa. –No salgas del cuarto, él no puede verte aquí. –aseguró
mordiéndose el labio.
– ¿Pretendes que me quede aquí a saber cuánto tiempo? –pregunté
sorprendida.
–Mis padres siempre vienen juntos y nos es conveniente que te
vean. –Hizo una pausa. –Además, han avisado con tan poco
tiempo que es imposible que te vayas antes de que lleguen. –
concluyó.
Esperé un poco consiguiendo asimilar lo que acababa de pedirme
y no fue, hasta que se hubo ido, que me indigné con el tema.
¿Pensaba que iba a estar escondiéndome de sus padres como si
estuviese haciendo algo malo? ¿No habíamos quedado ya que
íbamos a hacer nuestras cosas fuera del horario marcado por el
instituto de salud para las terapias?
Refunfuñé mientras hice zapping en la televisión concediendo que
era muy pronto y que debía ser por eso por lo que Axel me había
pedido que me quedase en la habitación. Pero la duda sobre si era
porque en realidad si pensaba dar por finalizada nuestro affaire
cuando se cansase, rondaba por mi mente una y otra vez.
Por desgracia, solo iba a poder comprobarlo esperando pero eso
iba a poner demasiado en riesgo a mi pobre e iluso corazón que ya
andaba dando triples mortales.
CAPÍTULO 9
INGRID
Llevábamos dos meses en el mismo plan, no salíamos de su casa;
O
estábamos haciendo su terapia que terminaba ese mismo día, o
andábamos desatando nuestros cuerpos en la cama.
Axel se había vuelto a escabullir de entre las sábanas pidiéndome
que me quedase allí sin hacer ruido para atender a su padre, quien
se metía en cada uno de los asuntos de la vida de su hijo.
Oí la puerta del cuarto tras lo que me pareció una eternidad y me
giré para mirar cómo entraba Axel con cara culpabilidad.
– ¿Qué pasa ahora? ¿Me tengo que meter en el armario? –
interrogué irónica pero cabreada.
–No, claro que no. –Se acercó a la cama y me dio un beso en los
labios. –Pero tengo que irme a comer con mis padres, han
conseguido un contacto para hacer un espot publicitario.
–Creía que íbamos a comer juntos. –murmuré suspirando
frustrada.
–Pide algo al delivery y nos vemos en cuanto termine. –sugirió.
–No. –dije contundente.
Me levanté y comencé a buscar mi ropa por la habitación para
vestirme a toda prisa.
–No te enfades. –pidió intentando que me estuviese quieta
clavando su vista en mí.
–No estoy enfadada, ha sido bonito mientras ha durado. –repliqué
pidiendo un taxi por la aplicación del móvil esperando que no
tardase en llegar.
– ¿Mientras que ha durado? ¿Es que se ha acabado? –preguntó
enarcando una ceja y poniéndose frente a la puerta para evitar mi
salida.
–Pues sí, Axel, ya estoy grandecita para ir escondiéndome. No soy
idiota, sé que no salimos a ninguna parte para que nadie que te
conozca, que es mucha gente, pueda decirle a tu padre que estás
con alguien. No sabrías qué hacer si se entera de tu relación con
alguien, investigaría, sabría que soy yo y no le gustaría un pelo. –
Hice una pausa sintiendo como la ira iba creciendo en mi interior a
cada palabra que soltaba de mi boca. Aquella situación no era
correcta y no iba a permitirlo. –Siempre te ha preocupado más el
futuro que tus sentimientos. –acusé.
– ¿Y es que se vive del aire? –preguntó intentando cambiar mis
pensamientos.
–Por supuesto que no, pero ponerle un alto a tu padre no te va a
volver pobre. Eres un deportista excelente con cierta fama ya, no
es como antes. –respondí.
–Pero ahora las cosas me van muy bien. –murmuró rascándose
nervioso la nuca.
– ¡Axel! –llamó su madre llegando hasta la puerta y golpeando. –
¿Hijo, estás visible? –preguntó esperando para entrar.
–Escóndete en el baño. –pidió en un gesto de súplica.
–No me lo estás diciendo de verdad. –Le miré incrédula. –
Además, ya ha llegado mi taxi. –añadí.
–Hazme ese favor, Ingrid. Hablemos de lo nuestro más tarde. –
pidió con voz de urgencia.
–Está bien, pero iros ya que mi taxi está bajando. –contesté.
Él pareció aliviado al verme desaparecer tras la puerta del baño de
su habitación, pero en ese momento tomé la decisión de romper
definitivamente el hilo que me unía a él porque no iba a traerme
nada bueno para mi vida.
¿Le preocupaba su futuro? Pues el mío sí que estaba en juego…
¡Escondida en el baño y sin poder salir a hacer nada de pareja!
Esperé un buen rato hasta que estuve segura de estar sola en la
casa, bueno junto al personal, y salí suspirando con fuerza.
Me aseguré de recoger todas las cosas, casi todo ropa, que me
había ido dejando por ahí en esos dos meses que había vivido
como un sueño. Recibí una notificación del taxi para que saliese
ya si no quería que se fuese, por lo que me fui cargada de allí sin
ninguna intención de volver.
Aproveché el camino hasta la casa de Nicolai, porque a alguien
debía contarle lo que había decidido, para enviarle mi certificado
oficial al instituto de salud sobre la finalización de la terapia de
Axel. Si me encomendaban a otros deportistas y no tenía que
cruzarme con mi antiguo alumno, estaba dispuesta a seguir
adelante con el trabajo, pero si encontraba alguna dificultad, tenía
decidido renunciar aunque me costase encontrar otro trabajo.
Bajé en el edificio de mi amigo y le marqué al teléfono para que
me abriese la puerta. No contestó por lo que empecé a tocar el
timbre.
Ante su falta de contestación, estuve pensando hasta estar segura
de su horario; Debía estar en casa. ¿Y si le había pasado algo? Al
fin y al cabo, no había hablado prácticamente con él desde que
empecé a
“salir” con Axel.
¡Qué mala amiga era!
Rebusqué en mi bolso sabiendo que debía de llevar una copia de
las llaves del apartamento de Nicolai. Tardé en dar con ellas pero,
finalmente, conseguí abrir el portal y subir de dos en dos las
escaleras hasta el maldito cuarto piso.
– ¡Nicolai! –chillé entrando a su casa.
– ¡Cierra los ojos! –gritó mi amigo escandalizado mientras yo
intentaba no mirar su desnudez y la de alguien que estaba con él
en el sofá.
¡Lo había pillado in fraganti!
– ¿Visible? –interrogué azorada.
Al bajar la mano de mis ojos pude ver el culo de Val
despareciendo tras la puerta del baño.
– ¿Qué haces aquí? ¿Cómo entras así? –preguntó ya con ropa
Nicolai.
– ¿Ese era Val? –cuestioné sin poder creérmelo. – ¿Y su novia? –
pregunté dando por supuesto que mi vista no me había fallado.
–Con la de Axel quejándose de sus rupturas –dijo sin ninguna
pena.
–Bueno, como te veo tan bien acompañado, ya me voy. –aseguré
sin quitarme el rubor de las mejillas.
– ¿Pero todo está bien? –preguntó interesado en por qué había
llegado con tanta prisa hasta allí, usando mis llaves de emergencia.
–Sí, sí, todo bien. –murmuré rápida para desaparecer a
continuación.
¿Y a dónde me iba yo para pasar el mal trago?
–Ingrid. –Una voz familiar pero que no reconocí inmediatamente
me llamó desde la parte trasera de un coche elegante. –Suba un
momento al coche por favor. –solicitó.
Pude ver a Francesa, quien supuestamente debía estar comiendo
con su hijo y el del espot publicitario, esperando que me dirigiese
hacia ella.
–La verdad es que estoy bastante ocupada. –murmuré echando a
andar calle arriba.
Me persiguió en coche indicándole seguramente al chófer que
bajase la velocidad.
–Ingrid, sé que estás viendo a mi hijo. –dijo en un tono vehemente.
–Era su terapeuta pero su tratamiento ya ha acabado, no te
preocupes. –contesté sin guardar el formalismo.
–Sube un momento, no muerdo. –volvió al ataque.
Me paré en seco y respiré hondo. No le debía ninguna explicación
a esa mujer y no pensaba dejar que me intimidase.
–Tú dirás. –dije ya en el auto detenido.
–Quiero que te alejes de mi hijo. –anunció sin tener que pensarse
si quiera utilizar palabras más dulces. –No le convienes. –añadió.
–Ya te he dicho, antes de subirme, que su tratamiento de terapia se
ha acabado precisamente hoy y no tengo intención alguna de
volver a verlo. –contesté sintiendo como mis fosas nasales se
dilataban.
–Pues no es eso lo que él nos ha dicho antes de la comida. –replicó
con ganas visibles de atacar.
¿Decirles? ¿Qué les había dicho?
–No entiendo. –murmuré en respuesta.
–Nos dijo que le estuviste tratando y que volvíais a ser amigos. –
explicó.
– ¿Amigos? –Me reí un poco porque sentí que era absurdo que
diese el paso de hablar de mí para después etiquetarme como
amiga. – ¿Y qué pasa con eso? –interrogué.
–Que entiendo perfectamente qué clase de amistad tenéis. –
contestó furiosa.
– ¿Y en qué te incumbe a ti o a tu marido con quién se acueste tu
hijo? ¿En qué perjudica su carrera o vuestra economía? –pregunté
sin necesidad de callarme.
Si ella había pensando que retándome iba a conseguirme
intimidarme por algo que, además, ya me daba exactamente
igual…
¡Iba lista!
–Eres lista… –contestó cogiendo aire. –Me da igual con quién se
acueste mi hijo, incluso si es contigo. En nada afecta eso a su
futuro, que es lo que me preocupa. –añadió.
– ¿Entonces? ¿A qué viene esta ridícula confrontación? –pregunté
con ganas de irme a mi casa a pasar mi ruptura tranquila.
–A que él siente algo fuerte por ti, y eso lo cambia todo. –aseguró.
–No cambia nada, ya te he dicho que no vamos a volver a vernos.

dije sintiendo el corazón bombeando fuerte.
–Eso no es verdad, si esa fuese la intención de Axel no te habría
mencionado de camino a la comida para dejarnos claro que iban a
veros juntos por ahí. –explicó.
Mi corazón latió de nuevo de forma irregular; ¿Era cierto que Axel
había ido directo a sacar nuestra relación del escondite?
–Pues ya sabes más que yo sobre el tema. –contesté.
Mi móvil sonó y pude ver el nombre de Axel en la pantalla.
Inevitablemente, sonreí.
–No lo cojas y escucha mi propuesta. –pidió poniendo su mano
rápidamente en la pantalla de mi teléfono. –Te pagaré
mensualmente el doble de lo que te dan en el instituto de salud sin
que tengas que hacer nada más que desaparecer. –Su propuesta
estaba sobre la mesa y yo no podía creérmelo.
–Si el sintiese algo por mí, cosa que tú estás diciendo no yo…
¿Qué tanto piensas que va a pasar? –pregunté realmente
interesada.
–Mira, niña, a estas alturas me gustaría ser sincera. Un hombre
hace muchas estupideces cuando está enamorado. A mi hijo le ha
ido bien porque está en buena forma y ha tocado recientemente la
fama, pero se le puede ir todo al traste si empieza a pensar en salir
contigo por ahí en las noches, hacer planes a futuro. Vamos,
preocuparse de algo más que no sea él mismo y su futuro
profesional. –concluyó.
–Señora Francesca, con todo el respeto, me parece increíble que
anteponga su bienestar económico, sabiendo que ya erais
adinerados de antes y que no dependéis de su fama para tener todo
lo que queráis, a su felicidad. –dije frunciendo el labio. –Debería
darte vergüenza. –concluí abriendo la puerta del coche.
–Ingrid, piénsalo. –ordenó.
–Ya lo pensé. Y que sepas una cosa, Francesca, yo jamás interferí
en el camino hacia el futuro de Axel. Es más, si no hubiera sido
por mí, habría tirado la toalla. –contesté dando un portazo a la
puerta del coche.
Solo le había dicho la verdad, Axel no habría aprobado si no
hubiera sido por mi empeño y dedicación. Por mi tenacidad para
con su mejoría, y todo mucho antes de empezar a sentir nada el
uno por el otro.
– ¿Te llevo a alguna parte? –interrogó Axel cuando ya me había
quedado allí plantada, flipando con la conversación.
– ¿Qué haces aquí? –pregunté con el pulso acelerado.
–Pues podríamos ir a comer. –aseguró despreocupado parando su
vehículo. –Sube, anda, que parece que te estoy acosando. –dijo
risueño.
Lo hice, no veía qué otra cosa podía hacer.
–Creía que tenías una comida importante con alguien de un espot.

murmuré confundida.
–Así es, pero me he negado a perderte otra vez. –confesó tocando
mi rostro a modo de caricia.
–Pero yo no puedo ser la causa de empeorar tu futuro. No tienes
que elegir, Axel, no por mi parte. –aseguré mordiéndome el labio.
–Quería que supieras que no iba a dejarte ir otra vez, lo vi en tus
ojos cuando te metiste a esconderte. –dijo demostrando que nos
conocíamos como dos perfectas moléculas unidas pese al tiempo.
–Pues si no quieres dejarme ir, no lo hagas, pero tampoco mandes
al traste tus proyectos profesionales. –sugerí sintiendo el corazón
lleno. –Y hazle entender algo a tus padres. –añadí.
– ¿El qué? –preguntó removiéndose incómodo en el asiento del
conductor.
–Que no vas a elegir, que seguirás siendo el gran profesional que
eres y que permanecerás contando con ellos. –enumeré.
– ¿Cómo puedes ser tan buena, Ingrid? He visto el coche de mi
madre, sé cómo es y sé lo que te ha podido decir. –dijo suspirando
y tocándose con una mano el puente de la nariz.
–No sé si algún día nos llevaremos bien, pero sí sé que no voy a
ser la culpable de vuestra separación. Ya se dará cuenta de tu
profesionalidad, acabarán dándose cuenta de tu valor sin necesidad
de estar atosigándote. –contesté tranquila.
–Pues entonces voy allí y nos vemos luego, tenemos que ir a
comer por ahí. –dijo besándome los labios con voracidad.
CAPÍTULO 10
INGRID
1 AÑO DESPUÉS…
Me sentí nerviosa jugueteando con mis dedos por encima de mi
vestido azul marino con brillantitos. Estaba sentada al lado de los
Giurpe y ambos padres de Axel me miraban con cierta reticencia
pese al tiempo que había pasado.
Sonreí.
Unos asientos más adelante encontré a Val junto a Nicolai quienes,
finalmente, habían gritado a voces su relación. Ambos iban
impecablemente vestidos demostrando que había sido el propio
Nicolai el que había elegido el atuendo de los dos; Siempre con su
ojo para la moda.
Pero lo que realmente me sorprendió fue ver a quién llevaba del
brazo Carlton puesto que era a mi amiga Sarah; ¡Y no me lo había
contado!
La saludé contenta con la mano en silencio.
Sarah estaba radiante con su vestido rojo, más atrevida de lo que la
había visto alguna vez. En más de una ocasión me había
preguntado por mi amigo Carlton, con quien había conseguido
retomar la relación sin confusiones sentimentales y quien
realmente se alegraba de mi relación con Axel sin altibajos de por
medio, pero no me había dado cuenta de sus intenciones.
Hacían buena pareja, los dos tan buenos….
Por fin centré mi atención en el gran escenario del evento de
entrega de premios deportivos. Era uno de los mayores
reconocimientos a gran escala en el mundo del deporte e iban a
retransmitirlo en tantos canales que, quien no conociese a los
premiados, iba a conocerlos. Precisamente allí, iban a entregarle
su trofeo a Axel por el gran bagaje que había realizado durante su
último año. Mejor portero no era poca cosa. El equipo había
admirado su gran tesón para mejorar su rendimiento físico y
cualquier secuela de la lesión era historia.
Al formalizar nuestra relación habíamos hablado muy enserio de
la intención de darle el sitio que merecía a su futuro profesional.
No íbamos a permitir que los padres de Axel confirmasen que
tenían razón y que yo no iba a ser buena para él.
Yo, por mi parte, había conseguido ser fija en el Instituto de salud
donde había recibido muchísimas felicitaciones, algunas de gente
muy importante, por mi trabajo como rehabilitadora. Era algo que
sabía hacer bien y estaba dispuesta a llevar mi carrera profesional
a lo más alto.
Cuando le llamaron a recoger el trofeo, no pude sacar mis ojos de
él, de su figura imponente que siempre me había hecho temblar, de
su media sonrisa tan cautivadora…
–Quiero dar las gracias por este premio a mi equipo, que me ha
dado la gran oportunidad de demostrar mi compromiso y
dedicación. –Empezó Axel. –Y a mis padres, que me han
acompañado siempre desde que empecé mi camino como
deportista. –Hizo una pausa y la gente se atrevió a aplaudir. –Pero,
ante todo, quiero darle las gracias a una persona que consiguió que
no dejase el fútbol en un momento en el que yo no me sentía capaz
de cumplir mis metas, en el que estuve a punto de quedarme
durmiendo en la cama día tras día sin estudiar echando a perder mi
futuro. –En ese momento, clavó sus preciosos ojos azules en mí
localizándome entre el público. –A mi novia, Ingrid, por ser la luz
que guió mi camino desde el día en el que se negó a darme por
perdido. –concluyó.
Los asistentes aplaudieron nuevamente mientras yo intentaba
contener las lágrimas de emoción que luchaban por salir. Me
levanté cuando Axel llegó hasta nuestros asientos y le besé
tiernamente pero intentando demostrarle todo lo que seguía
sintiendo por él, cosa que crecía día a día.
A solas de vuelta a su casa, me desnudó con la mirada antes de
hacerlo con sus delicados dedos. Me besó con voracidad sin dar
tregua a mis latidos irregulares. Recorrí con mis uñas su abdomen
bien definido mientras mordisqueaba su oreja juguetonamente. La
electricidad que había entre nosotros era incontrolable pese al paso
del tiempo. Me cogió a horcajadas para meternos a ambos en la
cama. Sentí su sudor salado y caliente mientras desataba mi deseo.
– ¿Ya estás convencida de lo nuestro? ¿Entiendes que no es algo
pasajero? –interrogó entre besos pasionales.
–Eso parece. –contesté entre risas.
–Ven a vivir conmigo. –pidió de pronto.
Me quedé helada, quieta intentando comprobar si hablaba de
verdad.
–No llevamos tanto tiempo Axel… –murmuré igual de enamorada
que insegura de su proposición.
–No es cierto que llevemos poco tiempo, Ingrid, tú ocupas mi
corazón desde el día en el que usaste tu inteligencia para entrar a
mi habitación y ponerme a estudiar. –dijo riéndose. –Creo que no
tardé ni un minuto en enamorarme de ti. –añadió a modo de
declaración.
–Pues… No sé qué decirte, tengo que enseñarte muchas cosas de
la vida adulta. –dije burlonamente.
–Para algo eras y siempre serás mi tutora. –declaró atrapando mis
labios para besarme.
Document Outline
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10

También podría gustarte