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Contenido

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Prefacio

Introducción: Orando por una vida plena

Diciembre 1 – Una misión de búsqueda y rescate

Diciembre 2 – Prepara tu corazón para recibir a Cristo

Diciembre 3 – Acércate al Salvador

Diciembre 4 – El propósito de la época navideña

Diciembre 5 – ¿Por qué sucedió la Navidad?

Diciembre 6 – La pasión de Dios por Sí mismo en Navidad

Diciembre 7 – Vino a bendecirnos

Diciembre 8 – Dios es digno de confianza

Diciembre 9 – ¿Por qué el Hijo del Hombre?

Diciembre 10 – Lo que la Navidad vino a destruir


Diciembre 11 – La celebración del amor de Dios

Diciembre 12 – La gloria del Verbo encarnado

Diciembre 13 – La Navidad marcó la historia

Diciembre 14 – La compasión que Dios promete

Diciembre 15 – Nuestro verdadero tesoro

Diciembre 16 – Libres para ser parte de la familia de Dios

Diciembre 17 – Vino a servir

Diciembre 18 – Frustración tierna y llena de gracia

Diciembre 19 – El regalo que no puedes comprar

Diciembre 20 – Recibe Su reconciliación

Diciembre 21 – Prepara tus ojos para la Navidad

Diciembre 22 – Algo digno de cantar

Diciembre 23 – Nuestra mayor necesidad en Navidad

Diciembre 24 – Disfruta de todas las promesas de Dios

Diciembre 25 – Gracia: el tema dominante de Navidad


Conclusión: ¡NACIÓ EL SALVADOR!
Prefacio
Me siento como el apóstol Pedro al final de su vida cuando escribió su
segunda carta. Recordó dos veces la razón de su carta a sus lectores. En el
primer capítulo escribió: “Considero que tengo la obligación de
refrescarles la memoria mientras viva en esta habitación pasajera que es mi
cuerpo” (2 Pedro 1:13). Luego, en el último capítulo, lo dijo una vez más:
“he procurado refrescarles la memoria” (2 Pedro 3:1).
Pedro primero quería recordarles y, después de recordarles, quería
animarlos. Este es el propósito de este pequeño libro devocional navideño:
recordar y animar.
La palabra en griego para “animar” es usada con frecuencia para
despertar a alguien de un sueño. Esa es la manera en que se utiliza, por
ejemplo, en Marcos 4:39: “[Jesús] se levantó, reprendió al viento y ordenó
al mar”. Pedro asume que sus lectores cristianos necesitan ser levantados.
Sé que eso es verdad en mi vida. Especialmente cuando se aproxima la
Navidad.
Tiendo a ser espiritualmente tibio, somnoliento y desanimado. Esa es la
forma en que somos los seres humanos, incluyendo los cristianos, incluso
cuando hablamos de cosas grandiosas. Pedro sabe esto y, por tanto, escribe
para “levantar” o “animar” a sus lectores para que no solo sepan la verdad,
sino que también la experimenten.
Por eso he escrito estos devocionales. Lo que tú y yo necesitamos no son
verdades nuevas. Las verdades nuevas no son verdades, probablemente. Lo
que necesitamos son recordatorios de la grandeza de las verdades de
antaño. Necesitamos a alguien que nos diga una verdad antigua de una
forma fresca. A veces ni siquiera de una forma fresca.
Lo que Pedro quiere decir (y lo que yo quiero decir) cuando habla de
“levantar” o “animar” es sentir el gozo que Dios planeó para la Navidad.
“Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría
para todo el pueblo” (Lucas 2:10). No es una alegría pequeña. No es una
alegría modesta. Es “mucha alegría”. Si no sentimos esto cuando
meditamos en la encarnación del Hijo de Dios, necesitamos ser
“levantados”. Necesitamos ser “animados”.
Me refiero a la Navidad —y a este libro— como “el gozo verdadero”, ya
que el gozo que Jesús trajo al mundo no tiene comparación en la historia.
Una vez que lo tenemos, no puede ser destruido. Jesús dijo: “Nadie les va a
quitar esa alegría” (Juan 16:22).
El gozo que Jesús trajo es de otro mundo. Es el mismo gozo que Jesús
tiene en Dios Padre —el cual ha tenido desde la eternidad y lo tendrá por
siempre. No hay mayor gozo que el que Dios tiene en Sí mismo, porque
Dios es el objeto más grande del gozo, y, además, Dios tiene la mayor
capacidad de gozo.
Jesús dijo: “Les he dicho esto para que tengan Mi alegría y así su alegría
sea completa” (Juan 15:11). Su gozo era el gozo de Dios mismo. Él
promete darnos ese gozo. Esa es la obra del Espíritu Santo: Derrama el
amor de Dios sobre nuestros corazones (Romanos 5:5) y así derrama el
gozo de Dios en Sí mismo.
“El fruto del Espíritu es amor, gozo…” (Gálatas 5:22 RV60). Esto es un
“gran gozo”. No puede ser arrebatado. Es indestructible.
Ah, pero sí puede dormitar. Es por eso que Pedro dice: “considero que
tengo la obligación de refrescarles la memoria” (2 Pedro 1:13). Sí, eso es
muy cierto, ya que, muchas veces, después de haber visto grandes
maravillas, no sentimos nada. Así que es apropiado que Pedro les
escribiera, una y otra vez, para despertar sus afectos hacia la maravilla más
grande de todas: la venida y la obra de Jesucristo, el Hijo de Dios, en este
mundo.
Mi deseo es que el Espíritu de Dios use estas palabras para abrir tus ojos
a la gloria de Cristo y te dé un nuevo apetito por Su gozo indestructible.
Introducción

Orando por una vida plena


Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado Su
gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y
de verdad […] De Su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia.
– JUAN 1:14-16.

Ese día decembrino fue un momento muy especial. Un hombre en


nuestra iglesia recién había orado las palabras de Juan 1:14-16 en una
reunión de oración previa al servicio. Dios me concedió en ese momento
emocionarme fuertemente por la palabra “plenitud”. Fue una experiencia
extraordinaria. Fue como si el Espíritu Santo se hubiera derramado sobre
mí.
Pude sentir el peso que la palabra llevaba —la plenitud de Cristo. Sentí la
maravilla de haber recibido gracia sobre gracia de esta plenitud. Y, aun en
ese momento, estaba recibiendo gracia sobre gracia. Sentí que no había
nada más dulce que estar bajo los pies de Cristo, leyendo Su Palabra toda
la tarde, hasta que rebosara en mí Su plenitud.
¿Por qué tuvo tal impacto en mí esta plenitud? ¿Por qué me sigue
afectando de forma tan inusual aun en este momento? Hay varias razones:
» La plenitud que me inundaba con gracia era del Verbo que estaba con
Dios y era Dios (Juan 1:1-2); entonces, Su plenitud es la plenitud de Dios
—una plenitud divina e infinita.
» El Verbo se hizo carne, haciéndose uno de nosotros y alcanzándonos con
Su plenitud —una plenitud accesible.
» Cuando este Verbo apareció en forma humana, Su gloria fue manifestada
—una plenitud gloriosa.
» Este Verbo era “el único Hijo del Padre”, así que la plenitud divina fue
enviada y mediada por Dios —No envió a un ángel, sino a Su propio Hijo
para darnos Su plenitud.
» La plenitud del Hijo es una plenitud llena de gracia —No me ahogo en
Su plenitud, sino que soy bendecido en ella.
» Esta plenitud no es solo llena de gracia, sino también de verdad —No
recibo gracia con adulaciones ignorantes; esta gracia está basada en una
realidad firme y sólida.

Cuando degusto esta iluminación sobre la plenitud de Cristo, escucho al


apóstol Pablo decir: “Toda la plenitud de la divinidad habita en forma
corporal en Cristo” (Colosenses 2:9). Lo escucho decir: “Porque a Dios le
agradó habitar en Él con toda Su plenitud” (Colosenses 1:19). Y, una vez
más: “En Quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del
conocimiento” (Colosenses 2:3).
La oración de Pablo era que pudiéramos experimentar la plenitud de
Cristo; no solo conocerla, sino ser llenos de ella. Así es como Pablo oraba
por nosotros: Que “puedan comprender, junto con todos los santos, cuán
ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan
ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la
plenitud de Dios” (Efesios 3:18-19).
La “plenitud de Dios” es experimentada, dice Pablo, cuando se nos da la
capacidad de “poder comprender” el amor de Cristo en su anchura,
largura, altura y profundidad. Es decir, en su plenitud. Esto es increíble: la
plenitud de Dios es la comprensión (la experiencia) de la plenitud del
amor de Cristo. Esa plenitud llena al Hijo de Dios y es derramada sobre
nosotros.
Así que, cuando escucho a Pablo hablando a los Romanos sobre “la
abundante bendición de Cristo” (Romanos 15:29), lo escucho describir mi
experiencia. ¡Cuánto anhelo esto para ti!
Encuentra tiempo a solas en esta época navideña, y busca experimentar
esto. Ora lo que Pablo oró en Efesios 3:14-19: “Que sean llenos de la
plenitud de Dios”, y que puedas “comprender, junto con todos los santos,
cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo […] que
sobrepasa nuestro conocimiento”.
Esta es mi oración para ti en esta Navidad: que puedas experimentar la
plenitud de Cristo, que puedas conocer de corazón esta gracia sobre gracia;
que la gloria del Unigénito Hijo del Padre brille en tu corazón y te dé luz
para conocer la gloria de Dios en la faz de Cristo; que puedas asombrarte
de lo real que Cristo puede ser para ti.
Diciembre 1

Una misión de búsqueda y rescate


El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
– LUCAS 19:10

En esta época del año nos enfocamos en el significado de la venida del


Hijo de Dios al mundo. Y la intención de nuestra celebración debería ser
la misma intención por la que Él vino, la cual está resumida en Lucas
19:10: “El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había
perdido”.
La venida de Jesús era una misión de búsqueda y rescate. “El Hijo del
hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”.
La Navidad es una época para pensar sobre la misión de Dios, de buscar
y salvar a los perdidos de la ira venidera. Dios levantó de los muertos “a
Jesús, Su Hijo, que nos libra del castigo venidero”. Esta es una época para
atesorar y adorar esta cualidad de Dios; un Dios que busca y rescata, un
Dios con una misión, un Dios que no es pasivo o indeciso. Nunca se
encuentra en modo automático, sino que activamente envía, persigue,
busca y salva a los perdidos. Ese es el significado de la Navidad.
El libro de los Hechos es una celebración de la búsqueda de Dios por los
perdidos. Es una historia que trata de la búsqueda continua de Jesús por
los perdidos en todas las naciones. Hechos es la historia de cómo la iglesia
primitiva entendió estas palabras: “Como el Padre me envió a Mí, así Yo
los envío a ustedes” (Juan 20:21). Es la historia de cómo la búsqueda
vertical de Dios se convirtió en la búsqueda horizontal de Jesús al
derramar Su misión sobre la iglesia…sobre nosotros.
Jesús vino al mundo en la primera Navidad y, desde entonces, cada
Navidad es un recordatorio de cómo Él continúa rescatando más y más
vidas. La búsqueda de Jesús también es nuestra búsqueda, al entrar en las
vidas de los que nos rodean en este mundo.
Diciembre 2

Prepara tu corazón
para recibir a Cristo
¿Cómo va a ser posible que ustedes crean si unos a otros se rinden gloria, pero
no buscan la gloria que viene del Dios único?
– JUAN 5:44

Dios gobierna y controla sobre todo. No hay otra cosa que Él pueda
darte esta Navidad que satisfaga tus necesidades y deseos mejor que la
consolación que le dio a Israel y la redención que le otorgó a Jerusalén: la
restauración de pérdidas pasadas y la liberación de enemigos futuros, el
perdón y la libertad, la amnistía y la fuerza, la sanidad de los errores
pasados y la garantía de un futuro prometido.
Si esta Navidad tienes un deseo en tu corazón que el mundo no ha sido
capaz de satisfacer, ¿será acaso que ese deseo es el regalo navideño de Dios,
preparándote para ver a Cristo como el consolador y redentor, y para
recibirle como realmente es?
¿Cómo se prepara el corazón para recibir a Cristo como realmente es?
Muy sencillo. Primero, el corazón debe desencantarse de los halagos que le
hagan los demás. “¿Cómo va a ser posible que ustedes crean si unos a otros
se rinden gloria, pero no buscan la gloria que viene del Dios único?” (Juan
5:44; 1:17-18).
Segundo, el corazón debe desencantarse de la seguridad que el dinero y
las cosas materiales prometen para satisfacer el alma. “Oían todo esto los
fariseos, a quienes les encantaba el dinero, y se burlaban de Jesús” (Lucas
16:14).
Tercero, junto con el desencantamiento frente a los halagos de la gente y
al poder del dinero, debe haber un deseo real de ser consolado y redimido
por encima de lo que el mundo pueda ofrecer.
Cuarto, debe haber una revelación de Dios Padre, abriendo los ojos de
tu corazón, a fin de que puedas gritar, como un hombre que descubre un
tesoro increíble, “¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente, la
consolación de mi pasado, la redención de mi futuro! ¡Ahora te veo y te
recibo como realmente eres!”.
Mi deseo es que Dios abra tus ojos esta Navidad. Que ese sea tu regalo y
tu testimonio.
Diciembre 3

Acércate al Salvador
El Dios que da la paz levantó de entre los muertos al gran Pastor de las ovejas,
a nuestro Señor Jesús, por la sangre del pacto eterno. Que Él los capacite en
todo lo bueno para hacer Su voluntad. Y que, por medio de Jesucristo, Dios
cumpla en nosotros lo que le agrada. A Él sea la gloria por los siglos de los
siglos. Amén.
– HEBREOS 13:20-21

Una de las cosas que le agradan a Dios es que Su pueblo continúe


acercándose a Él por toda la eternidad. Dios está obrando en nosotros con
este fin.
Hebreos 13:21 dice que Dios hace esto “por medio de Jesucristo”, lo que
quiere decir que Jesús ha comprado esta gracia para nosotros a través de Su
muerte, y que Jesús ora e intercede por nosotros ante el Padre.
En otras palabras, cuando el escritor de la carta a los Hebreos dice que el
acercarnos a Dios es lo que nos califica para la obra salvífica y eterna de
nuestro Sumo Sacerdote, no quiere decir que Él nos deja solos en nuestros
propios esfuerzos pecaminosos como si pudiéramos acercarnos a Dios por
nuestra cuenta. Al contrario, nuestro Sumo Sacerdote intercede por
nosotros y le pide al Padre que haga lo que Hebreos 13:21 dice que hará —
obrar en nosotros aquello que le place— “por medio de Jesucristo”.
Permíteme ilustrar esto con la forma en que esto ocurría cuando nuestro
Sumo Sacerdote estaba en la Tierra. En Lucas 22:31-32, Jesús le dice a
Pedro: “Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido zarandearlos a ustedes
como si fueran trigo. Pero Yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú,
cuando te hayas vuelto a Mí, fortalece a tus hermanos”. Entonces, Jesús ya
intercedía por los Suyos cuando estaba en la Tierra. Su oración por Pedro
era para que su fe —nuestra fe— no falle.
Además, Jesús estaba tan confiado en Su oración por Pedro que le dijo:
“Cuando te hayas vuelto a Mí”, no “si vuelves a Mí”. Entonces, aun
cuando Pedro tambaleó y lo negó, su fe no falló para siempre. Esa es la
oración del Señor por nosotros. Esta es una pieza más de nuestra gran
seguridad y esperanza en esta epístola.
¿No es maravilloso que Dios nos llame a volvernos a Él esta Navidad?
¿No es maravilloso que este grande y santo Dios de justicia nos diga:
“Acérquense a Mí por medio de Mi Hijo, el Sumo Sacerdote. Acérquense.
Acérquense”?
Esta es Su invitación en estos devocionales navideños: “Acérquense a Mí
por medio del Sumo Sacerdote. Acérquense a Mí, confesando, orando,
meditando, confiando y adorando. Vengan. No les echaré fuera”. Pues
Cristo “puede salvar por completo a los que por medio de Él se acercan a
Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:25).
Diciembre 4

El propósito de la
época navideña
Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y
para dar Su vida en rescate por muchos.
– MARCOS 10:45

La Navidad trata de la venida de Cristo a este mundo. Trata del Hijo de


Dios, quien existía desde la eternidad con el Padre, como “el resplandor de
la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que Él es” (Hebreos 1:3).
Trata del nacimiento virginal de un niño, concebido milagrosamente
por el Espíritu Santo, ya que era el Hijo de Dios; no en la forma en que tú
y yo lo somos, sino en una forma completamente diferente (Lucas 1:35).
Trata de la venida de un hombre llamado Jesús, en quien “toda la
plenitud de la divinidad habita en forma corporal” (Colosenses 2:9). Trata
de la llegada del “cumplimiento de los tiempos” que había sido
profetizado por los profetas antiguos, que nacería un gobernante en Belén
(Miqueas 5:2), y cuyo nombre sería Consejero admirable, Dios fuerte,
Padre eterno, Príncipe de paz (Isaías 9:6). Este niño sería el Mesías, el
Ungido, el Vástago del tallo de Isaí, el Hijo de David, el Rey (Isaías 11:1-
4; Zacarías 9:9).
Y, de acuerdo con Marcos 10:45, la Navidad trata de la venida del Hijo
del hombre que no “vino para que le sirvan, sino para servir y para dar Su
vida en rescate por muchos”. Estas palabras son una breve explicación de la
Navidad, y espero que Dios las grabe en tu mente y corazón en esta época.
Abre tu corazón para recibir el mejor regalo imaginable: Jesús se ha dado
a Sí mismo por ti, muriendo y sirviéndote, para estar contigo por toda la eternidad.
Recibe esto. Aléjate de tu pecado y de tu propia justicia. Hazte como un
niño. Confía en Él. Confía en Él. Confía en Él con tu vida.
Diciembre 5

¿Por qué sucedió


la Navidad?
Ustedes saben que Jesucristo se manifestó para quitar nuestros pecados. Y Él
no tiene pecado […] El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir las
obras del diablo.
– 1 JUAN 3:5, 8

1 Juan 3:1-10 nos dice dos veces por qué sucedió la Navidad; es decir,
por qué el eterno y divino Hijo de Dios vino al mundo en forma humana.
En el versículo 5 Juan dice: “Ustedes saben que Jesucristo se manifestó
para quitar nuestros pecados. Y Él no tiene pecado”. Entonces, la ausencia
de pecado en Cristo es afirmada: “Él no tiene pecado”. Y la razón de Su
venida es afirmada: “Se manifestó para quitar nuestros pecados”. Luego, en
la segunda parte del versículo 8, Juan dice: “El Hijo de Dios fue enviado
precisamente para destruir las obras del diablo”. El enfoque que Juan tiene
en mente al mencionar “las obras del diablo” es el pecado que el diablo
promueve. Esto lo vemos en la primera parte del versículo 8: “El que
practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha estado pecando desde
el principio”. Entonces, las obras del diablo que Jesús vino a destruir son
las obras del pecado.
Así que Juan nos dice dos veces que la Navidad —la venida del Hijo de
Dios— sucedió para erradicar el pecado, es decir, para destruir las obras
del diablo. Jesús nació de una virgen a través del Espíritu Santo (Mateo
1:18-20), “siguió creciendo en sabiduría y estatura, y cada vez más gozaba
del favor de Dios y de toda la gente” (Lucas 2:52), y fue perfectamente
obediente y sin pecado durante toda Su vida y ministerio, hasta morir en la
cruz (Filipenses 2:5-8; Hebreos 4:15). Lo hizo para destruir las obras del
diablo, para erradicar el pecado…
… Nuestro pecado. Aprópiate de lo que Él ha hecho y ámalo por ello.
Toma las mismas palabras del apóstol Pablo y hazlas tuyas: “Lo que ahora
vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio
Su vida por mí” (Gálatas 2:20). Es así como Jesús destruyó las obras del
diablo y nos rescató de nuestro pecado. No dejes que pase esta Navidad sin
antes haber lidiado con tu pecado y con el diablo. Cristo vino para darte
victoria.
Diciembre 6

La pasión de Dios
por Sí mismo en Navidad
Para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica Tu nombre.
– JUAN 12:27-28 (NBLH)

Una de las escenas más famosas en la Biblia es cuando los ángeles le


anunciaron a los pastores que ya había nacido el Salvador. Lucas nos dice
que “de repente apareció una multitud de ángeles del cielo, que alababan a
Dios y decían: ‘Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que
gozan de Su buena voluntad’” (Lucas 2:11-14).
Gloria a Dios, paz a los hombres. Los ángeles son enviados para
anunciar algo con claridad: el Hijo de Dios vino a Su creación para
mostrar la gloria de Dios y para reconciliar a Su pueblo con la paz de
Dios. Jesús vino a mostrarnos la salvación del gran Dios, y a hacer al hombre feliz
en Él.
Por tanto, cuando leemos Juan 12, no es sorpresa escuchar a Jesús orar
para que esto sucediera en el punto más importante de Su vida terrenal, es
decir, Su muerte y resurrección. Su oración era que Dios se glorificara a Sí
mismo en el rescate de los pecadores. Lee Juan 12:27-30:
“Ahora todo Mi ser está angustiado, ¿y acaso voy a decir: ‘Padre, sálvame de esta
hora difícil’? [Sabemos que se refiere a Su muerte, porque en el versículo 24 dijo:
“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere,
produce mucho fruto”]. ¡Si precisamente para afrontarla he venido! ¡Padre,
glorifica Tu nombre!”. Se oyó entonces, desde el cielo, una voz que decía: “Ya lo
he glorificado, y volveré a glorificarlo”. La multitud que estaba allí, y que oyó la
voz, decía que había sido un trueno; otros decían que un ángel le había hablado.
“Esa voz no vino por Mí sino por ustedes”, dijo Jesús.

En el versículo 27 Jesús dijo: “Para afrontar [la muerte] he venido”. El


propósito de Su muerte está en el versículo 28: “Padre, glorifica Tu
nombre”. Es por eso que se aproxima Su muerte.
El Padre escucha la oración de Jesús y responde: “Ya lo he glorificado, y
volveré a glorificarlo”. Recién había glorificado Su nombre a través de
Jesús en la resurrección de Lázaro (Juan 11:4, 40) y, ahora lo haría una vez
más en la muerte y resurrección de Jesús.
No perdamos el énfasis en el compromiso de Dios por glorificarse a Sí
mismo. No solo Jesús ora para que Dios se glorifique a Sí mismo: “Padre,
glorifica Tu nombre”, sino que el Padre mismo dice: “Ya lo he glorificado,
y volveré a glorificarlo”. Dios envió ángeles para declarar esto en Lucas 2, y
lo dice una vez más en Juan 12:28: “Ya lo he glorificado [Mi nombre], y
volveré a glorificarlo”.
La razón más profunda de por qué vivimos para la gloria de Dios es que
Dios vive para Su propia gloria. Nos apasiona la gloria de Dios porque
Dios se apasiona por Su gloria.
Lo que hace que esto sean buenas noticias, especialmente en el evangelio
de Juan, es que la gloria de Dios está llena de gracia y verdad. “Y el Verbo
se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado Su gloria, la
gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de
verdad” (Juan 1:14).
Lo más glorioso acerca de Dios es que es tan vasto y autosuficiente que la
gloria de Su ser se derrama sobre nosotros en gracia y verdad. No nos
necesita, pero lo hace por amor a nosotros. Tal es la gracia que recibimos
en Navidad.
Diciembre 7

Vino a bendecirnos
Moisés dijo: “El Señor su Dios hará surgir para ustedes, de entre sus propios
hermanos, a un profeta como yo; presten atención a todo lo que les diga.
Porque quien no le haga caso será eliminado del pueblo”. En efecto, a partir
de Samuel todos los profetas han anunciado estos días. Ustedes, pues, son
herederos de los profetas y del pacto que Dios estableció con nuestros
antepasados al decirle a Abraham: “Todos los pueblos del mundo serán
bendecidos por medio de tu descendencia”. Cuando Dios resucitó a Su siervo,
lo envió primero a ustedes para darles la bendición de que cada uno se
convierta de sus maldades.
– HECHOS 3:22-26

Lo que este pasaje nos enseña es que Dios trajo a Jesús a escena para
bendecir a Su pueblo. “Todos los pueblos del mundo serán bendecidos por
medio de tu descendencia”.
Dios le dijo a Su Hijo en el cielo: “El día ha llegado; he prometido
bendición; ahora es el tiempo de cumplir esa promesa; Tú serás Mi
emisario de bendición; quiero bendecir a este mundo; tengo tanto que
darles; ve y bendice a Mi pueblo; bendice a todas las familias de la tierra a
través de Mi pueblo; bendícelas, bendícelas”.
Podemos ver esto en los versículos 25 y 26 cuando la bendición de Dios
es mencionada dos veces. El versículo 26 dice explícitamente que Dios
envió a Jesús al pueblo de Israel para bendecirlos. Y cuando dice que Dios
lo envió a Israel primero, significa que bendecirá al resto de los pueblos
después. El versículo 25 aclara que este era el propósito de Dios cuando
hizo Su pacto con Abraham: “En ti, todas las familias de la Tierra serán
benditas”. La bendición fue primero para los judíos y, gracias al Mesías
judío, después fue también para todos los pueblos, y eso te incluye a ti.
Permíteme decirte que Dios está cerca de ti en esta época navideña. Tú
estás incluido en el versículo 25. No importa que ya hayan transcurrido
dos mil años. Con Dios, mil años son como un día (2 Pedro 3:8). Con
Dios, es como si esta promesa fuera hecha ayer. Así de fresca es Su
bendición para ti. Si te acercas a Él en fe, recibirás la bendición. De eso
trata la Navidad —de la mayor bendición.
Diciembre 8

Dios es digno
de confianza
Moisés dijo: “El Señor su Dios hará surgir para ustedes, de entre sus propios
hermanos, a un profeta como yo; presten atención a todo lo que les diga.
Porque quien no le haga caso será eliminado del pueblo”. En efecto, a partir
de Samuel todos los profetas han anunciado estos días. Ustedes, pues, son
herederos de los profetas y del pacto que Dios estableció con nuestros
antepasados al decirle a Abraham: “Todos los pueblos del mundo serán
bendecidos por medio de tu descendencia”. Cuando Dios resucitó a Su siervo,
lo envió primero a ustedes para darles la bendición de que cada uno se
convierta de sus maldades.
– HECHOS 3:22-26

Del mismo pasaje, ahora aprendemos que parte de la bendición es que


la veracidad de Dios ha sido demostrada.
Pedro apila las promesas. En el versículo 22 dice que Moisés predijo la
venida de un profeta como él. En el 24 dice que todos los profetas, desde
Samuel hasta el último de ellos, proclamaban estos días, los días de Jesús.
En el 25 dice que Dios le hizo una promesa a Abraham sobre estos días. El
punto es que Jesús demostró la veracidad de estas promesas cuando vino.
Jesús demuestra que Dios es digno de confianza; que cumple Su palabra.
Así es como Pablo lo describe en Romanos 15:8: “Les digo que Cristo se
hizo servidor de los judíos para demostrar la fidelidad de Dios, a fin de
confirmar las promesas hechas a los patriarcas”. Esto es claro como el
cristal. Cristo vino a demostrar que Dios dice la verdad y que cumple Sus
promesas. La Navidad significa que Dios es digno de confianza.
Esto es parte de la bendición que Él trae, y que nos ofrece en esta época
navideña. Es una bendición, ya que si es olvidada, la vida moral y
espiritual se desintegra. El fundamento de la vida moral es la veracidad de
Dios. Una sociedad que olvida la centralidad de la veracidad absoluta de
Dios olvida el fundamento de la verdad, de la moralidad y de la belleza.
La Navidad es la reafirmación del fundamento de toda verdad, bondad y
belleza. Este es el significado de la Navidad: Dios es verdadero.
La veracidad de Dios es algo que no cambia en medio de un universo
cambiante. La veracidad de Dios es el absoluto inamovible. Si olvidamos
la veracidad de Dios, el ancla se levanta, el timón se afloja, la quilla se
rompe y el barco de la vida (política, social, educacional, científica,
familiar) queda a la deriva del viento de los deseos humanos.
Lo digo de todo corazón: demostrar la veracidad de Dios es una gran
bendición. Dale esa bendición a tus hijos. Dile una y otra vez a la siguiente
generación: “Dios es fiel, Dios cumple Su palabra, Dios no miente, ¡Dios
es digno de confianza!”. Esa es una de las bendiciones de la Navidad.
Recíbela como un regalo maravilloso, y dáselo a cuantas personas puedas.
Diciembre 9

¿Por qué el
Hijo del hombre?
Ciertamente les aseguro que ustedes verán abrirse el cielo, y a los ángeles de
Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.
– JUAN 1:51

¿Por qué Jesús es llamado el Hijo del hombre en el versículo 51 y en los


demás Evangelios? Todo está relacionado con la Navidad.
No es simplemente porque es humano. Es debido a que el personaje del
“Hijo del hombre” en Daniel 7:13 es tanto humano como mucho más que
solo eso. Este era el título favorito que Jesús usaba para Sí mismo: Hijo del
hombre. Se usa más de ochenta veces en los Evangelios, y solo Jesús lo usa
para referirse a Sí mismo.
Jesús obtuvo el título “Hijo del hombre” de Daniel 7:13-14:

En esa visión nocturna, vi que alguien con aspecto humano venía entre las
nubes del cielo. Se acercó al venerable Anciano y fue llevado a Su presencia, y se
le dio autoridad, poder y majestad. ¡Todos los pueblos, naciones y lenguas lo
adoraron! ¡Su dominio es un dominio eterno, que no pasará, y Su reino jamás
será destruido!
Este es un lenguaje glorioso, real y soberano (Juan 3:13; 5:27; 6:62).
Pero tiene una connotación diferente a los títulos Hijo de Dios y Rey de Israel.
Suena más ordinario y humilde. Entonces, cuando Jesús usaba este
término, Su reinado, gloria y soberanía no eran tan explícitos. Solo
aquellos que tenían oídos para oír podían entender el significado excelso
del término Hijo del hombre cuando Jesús lo usaba para referirse a Él
mismo.
No fueron los líderes judíos los que le dieron este título. Jesús mismo se
lo dio. El pasaje clave es Juan 3:14-15: “Como levantó Moisés la serpiente
en el desierto, así también tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para
que todo el que crea en Él tenga vida eterna”.
Entonces, podríamos decir que la mayor gloria que tú y yo podemos ver
es la gloria del Hijo del hombre, el Señor del cielo, cuyo dominio es eterno, y
quien fue levantado en la cruz para morir por los pecadores.
Así que, en esta Navidad, cuando veas al Hijo de Dios como el Rey de Israel
y como el Hijo del hombre, asegúrate de verlo en la cruz, como el glorioso
dador de la vida eterna.
Diciembre 10

Lo que la Navidad
vino a destruir
El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir las obras del diablo.
– 1 JUAN 3:8

La venida del eterno Hijo de Dios al mundo como el Dios-hombre,


Jesucristo, es un hecho histórico. Aun así, miles de personas dicen que
creen este hecho, pero viven como todos los demás. Tienen las mismas
ansiedades y las mismas frustraciones que el resto de la gente.
Evidentemente, contestar acertadamente una encuesta sobre la historia de
la religión no tiene mucho peso.
Eso es porque la venida del Hijo de Dios al mundo es mucho más que
un hecho histórico. Era un mensaje de esperanza enviado por Dios para
adolescentes, padres solteros, mujeres con sobrepeso, esposos gruñones,
esposas deprimidas, homosexuales, predicadores y amantes —y para ti.
Y, debido a que el Hijo de Dios vivió y murió, y ahora reina con poder,
el mensaje de Dios a través de Él es mucho más que un hecho histórico. Es
un regalo navideño para ti de parte del Dios viviente.
Así dice el Señor: El significado de la Navidad es que lo bueno y
precioso de tu vida nunca se perderá, y lo malo e indeseable de tu vida
puede ser cambiado. La Navidad vino a destruir tu temor de perder las
buenas cosas de la vida y tu preocupación de que las cosas malas nunca
cambien.
El mensaje de esperanza de Dios en esta Navidad es que lo bueno no
tiene que ser perdido y que lo malo puede ser cambiado. El diablo obra
para quitar lo bueno y traer lo malo. Jesús vino a destruir las obras del
diablo.
Diciembre 11

La celebración
del amor de Dios
Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo el
que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna.
– JUAN 3:16

En Juan 3:16 Jesús nos enseña que el Dios vivo es un Dios de amor.
Deja que eso penetre en ti. El Dios vivo es un Dios de amor. Él ama. De
todas las cosas que podríamos decir sobre Dios, podemos estar seguro de
esto: Él ama.
El mismo autor de Juan 3:16 dice en 1 Juan 4:8: “Dios es amor”. Creo
que esta frase significa, por lo menos, que dar y servir para el beneficio de
otros es más piadoso que recibir y ser servido. Dios no tiene necesidades.
Dios es dador. Dios es amor.
Así que Jesús especifica lo que nos quiere decir cuando habla del amor
en Juan 3:16: “Tanto amó Dios”. El “tanto” aquí no significa una cantidad
de amor, sino una forma de amar. No quiere decir “Dios amó tanto”, sino
“Dios amó de tal forma”. “Tanto amó Dios” significa: “De tal forma amó
Dios”.
¿Cómo amó Dios? Nos amó de tal forma “que dio a Su Hijo unigénito”.
Y sabemos que este regalo consistió en que Su Hijo fuera entregado al
rechazo y a la muerte. “A los Suyos vino, y los Suyos no le recibieron”
(Juan 1:11). En vez de eso, lo mataron. Jesús dijo sobre esto: “Yo te he
glorificado en la tierra, y he llevado a cabo la obra que me encomendaste”
(Juan 17:4). Entonces, cuando el Padre entregó a Su Hijo unigénito, lo
entregó a la muerte.
Esa es la clase de amor que tiene el Padre. Es un amor dadivoso. Es un
amor que da Su tesoro más preciado —Su Hijo.
Medita en eso esta Navidad. Fue un amor muy costoso. Un amor muy
poderoso. Un amor muy doloroso. El significado de la Navidad es la
celebración de este amor. “Tanto amó Dios…”. La gran maravilla es que
Dios le da este costoso amor a un mundo de pecadores indignos como los
somos nosotros.
Diciembre 12

La gloria del
Verbo encarnado
En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era
Dios.
– JUAN 1:1

Siempre han existido sectas que se han opuesto al misterio implicado en


estas dos frases: “el Verbo estaba con Dios” y “el Verbo era Dios”. Tales
dicen que, bajo su concepto humanista, ambas cosas no pueden coexistir.
O era Dios, o estaba con Dios. Si estaba con Dios, entonces no era Dios. Y
si era Dios, entonces no estaba con Dios.
Por tanto, con el fin de escapar al problema que traen estas dos frases,
algunas veces optan por cambiar la traducción. Pero lo que este versículo
enseña es que Jesucristo, antes de ser encarnado, era Dios, y el Padre
también era Dios. Hay una pluralidad de personas en la singularidad de
Dios. Esto es parte de lo que conocemos como la Trinidad. Es por eso que
adoramos a Jesús y decimos junto a Tomás, en Juan 20:28, “¡Señor mío y
Dios mío!”.
“En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el
Verbo era Dios” (Juan 1:1).
¿Por qué Jesús es llamado “el Verbo”? Una forma de contestar a esta
pregunta es reflexionar sobre cómo pudo habérsele llamado, y por qué sería
inapropiado llamarlo de otra manera.
Por ejemplo, pudo haber sido llamado “el Hecho”. Una de las
diferencias entre un hecho y un verbo es que un hecho es más ambiguo. Si
pensamos que nuestras palabras (verbos) algunas veces son subjetivas e
imprecisas, nuestros hechos son aún más subjetivos e imprecisos. Es por eso
que, con frecuencia, necesitamos explicar nuestros hechos con palabras. Las
palabras capturan el significado de lo que hacemos con mayor claridad que
los mismos hechos. Dios ha hecho muchas obras poderosas en la historia,
pero le da cierta prioridad a la Palabra. Creo que, al menos una de las
razones de esto, es que Dios valora en alto la claridad y la comunicación.
Otro ejemplo sería si Juan lo hubiera llamado “el Pensamiento”. En el
principio era el Pensamiento. Pero una de las diferencias entre un
pensamiento y una palabra es que esta generalmente es concebida como la
llave de conexión entre el pensamiento y el recipiente. Me parece que Juan
quería que concibiéramos al Hijo de Dios como el que se comunica con Su
Padre, y como el que apareció en la historia como la comunicación de Dios
hacia nosotros.
Un tercer ejemplo hipotético sería si Juan lo hubiera llamado “el
Sentimiento”. En el principio era el Sentimiento. Yo diría que los
sentimientos no contienen claridad de intención o significado. Los
sentimientos, como los hechos, son ambiguos y necesitan ser explicados —
con verbos.
En conclusión, me parece que, al llamar a Jesús “el Verbo”, Juan
enfatiza que la misma existencia del Hijo de Dios tiene fines
comunicativos. Primero, Jesús existe, y siempre ha existido, con el fin de
comunicarse con el Padre. Segundo, pero de infinita importancia para
nosotros, el Hijo de Dios se convirtió en nuestra comunicación divina.
Podríamos decir que llamar a Jesús “el Verbo” implica que Él es “Dios
expresándose a Sí mismo” hacia nosotros.
Diciembre 13

La Navidad marcó
la historia
En efecto, a partir de Samuel todos los profetas han anunciado estos días.
– HECHOS 3:24

Hay algo tremendamente importante en este versículo que nos ayuda a


entender la enseñanza bíblica sobre la profecía y su cumplimiento.
A menudo pensamos en la profecía como algo futuro o algo que está
sucediendo en el mundo. Pero olvidamos fácilmente que nuestro pasado era
el futuro de los profetas.
Lo que necesitamos recordar es que, con la venida de Jesucristo al
mundo, comenzó el cumplimiento de los días proclamados por todos los
profetas. Y, desde esa primera Navidad, hemos estado viviendo en esos
días. Los “días postreros” predichos por los profetas no tratan del siglo
veintiuno. Los días postreros comenzaron en el año 1 después de Cristo.
Eso es lo que el Nuevo Testamento declara al unísono. Pablo dijo en 1
Corintios 10:11 que los eventos del Antiguo Testamento acontecieron
“para servir de ejemplo, y quedó escrito para advertencia nuestra, pues a
nosotros nos ha llegado el fin de los tiempos”. Para Pablo, el fin de los
tiempos no se iba a dar dos mil años después en el siglo 21.
No. El principio del fin de los tiempos ya estaba presente en el primer
siglo. El Mesías prometido había llegado. Por eso, el escritor de la carta a
los Hebreos dice: “Dios, que muchas veces y de varias maneras habló a
nuestros antepasados en otras épocas por medio de los profetas, en estos
días finales nos ha hablado por medio de Su Hijo. A Este lo designó
heredero de todo, y por medio de Él hizo el universo” (Hebreos 1:1-2).
Cuando Dios envió a Su Hijo al mundo, los últimos días comenzaron.
Es un gran privilegio vivir en los últimos días, porque Joel profetizó:
“Después de esto, derramaré Mi Espíritu sobre todo el género humano”
(Joel 2:28). Todos los profetas anticipaban la venida del Mesías, el Hijo de
David, el Rey de Israel, pues sería un día de gran bendición para el pueblo
de Dios. Y ahora ha venido, Su reino se ha inaugurado, y vivimos en la era
del cumplimiento profético.
Lo que anticipamos en el futuro, en la segunda venida de Cristo, no es
algo completamente nuevo, sino la última etapa de la bendición que ya
gozamos, porque las promesas comenzaron a cumplirse hace dos mil años.
La Navidad dividió la historia en dos eras: la era de la promesa y la era
del cumplimiento. Entonces, cuando Pedro dice en Hechos 2:34 que
“todos los profetas han anunciado estos días”, se refiere a “estos días
finales” (Hebreos 1:2), en los que Dios ha hablado a través de Su Hijo,
desde la primera Navidad hasta el fin de los tiempos.
Esta es la era en la que vivimos. Parte de la promesa que ya se ha
cumplido es enorme —la encarnación, la crucifixión, la expiación, la
propiciación, la resurrección, la asunción, la intercesión, la venida del
Espíritu Santo, las misiones globales, la reunión de las naciones, la iglesia,
el Nuevo Testamento, la oración en el nombre de Jesús, el gozo
inexplicable y la seguridad de nuestras almas.
Pero lo que todavía no se ha cumplido es real y vale la pena esperar por
ello: la segunda venida, la resurrección de los muertos, los cuerpos nuevos
y gloriosos, el fin del pecado, la glorificación, el juicio de los incrédulos,
los galardones, la entrada en el gozo del Maestro, el cielo nuevo y la tierra
nueva, la presencia física de Jesús entre Su pueblo, la idea de que no habrá
más miserias, los placeres eternos.
La Navidad marcó la historia. Es una degustación del futuro que nos
espera. Medita en lo que Cristo ha logrado por nosotros. Mi oración es que
esta realidad te llene de esperanza para el porvenir.
Diciembre 14

La compasión
que Dios promete
Les digo que Cristo se hizo servidor de los judíos para demostrar la fidelidad
de Dios, a fin de confirmar las promesas hechas a los patriarcas, y para que
los gentiles glorifiquen a Dios por Su compasión.
– ROMANOS 15:8-9

No hay palabras que podamos usar para describir los regalos de Dios, de
los cuales cantaremos por toda la eternidad. Pero los regalos más preciosos
que pudieras imaginar no son fines en sí mismos. Todos ellos nos apuntan
hacia Dios mismo. Básicamente, ese es el propósito de Sus regalos.
Su perdón, por ejemplo. Cuando Cristo se hizo nuestro siervo para
rescatarnos, quitó la maldición de la ley y la amenaza del castigo eterno
para todos los que creen. ¿Con qué fin? ¿Para que pudiéramos disfrutar el
pecado sin vergüenza alguna? No. ¡Fue para que pudiéramos disfrutar con
Dios por toda la eternidad! El perdón es precioso porque nos conduce a
Dios.
¿Por qué la gente busca el perdón? Si buscamos el perdón para tener un
mero alivio psicológico, o para escapar del infierno, o para tener más
placeres físicos, entonces Dios no es honrado.
Romanos 15:9 dice que el propósito de la servidumbre de Cristo es para
que los gentiles “glorifiquen a Dios” por Su compasión. Pero si abusamos
de la compasión de Dios, como si fuera un permiso para disfrutar el
pecado, o incluso para disfrutar de cosas inocentes, Dios no recibe gloria
por ello. Dios recibe gloria cuando Su compasión nos libera para verle a Él
como el mejor regalo y como la Persona más disfrutable en el universo.
Por eso es bueno que Cristo haya venido en nombre de la verdad de
Dios, pues la esencia de la compasión que se nos prometió es Él mismo.
Es bueno que Cristo haya venido en nombre de la verdad de Dios, pues
Su venida demuestra que Dios es verdadero en Sí mismo; Su venida
confirma las promesas de Dios, manifiesta que tales promesas son promesas
de compasión.
Este es el significado de Su venida. Este es el significado de la Navidad.
¡Oh, que Dios despertara tu corazón para que vieras tu gran necesidad de
Su compasión! ¡Que extasiara tu corazón con el gran Salvador, Jesucristo!
¡Que liberara tu lengua para adorarle y tus manos para que Su compasión
brille en ellas!
Diciembre 15

Nuestro
verdadero tesoro
Al ver la estrella, se llenaron de alegría.
– MATEO 2:10

Adorar a Jesús significa atribuirle autoridad y dignidad de manera


gozosa y sacrificial. Le atribuimos, no le añadimos. Dios no es servido por
manos humanas, como si tuviera necesidad de algo (Hechos 17:25).
Entonces, los regalos de los magos no fueron presentados para cubrir una
necesidad. Un monarca sería deshonrado si unos visitantes foráneos
vinieran con paquetes de primeros auxilios como regalos. Estos regalos
tampoco tenían la intención de ser sobornos. Dios nos dice en
Deuteronomio 10:17 que Él no acepta tal cosa.
Bueno, ¿entonces que significan los regalos? ¿Cómo es que adoran a
Jesús? Los regalos son intensificadores del deseo que sentimos por la
persona de Cristo, la misma intensidad que expresamos cuando ayunamos.
Cuando le damos un regalo así a Cristo, es una forma de decir algo como
esto:

El gozo que busco no es la esperanza de ser rico con lo que Tú me das. No he


venido ante Ti por lo que tienes, sino por lo que eres. Y demuestro esto al darte
estas cosas con la esperanza de poder disfrutarte más a Ti, no lo que posees. Al
darte lo que no necesitas y lo que yo pudiera disfrutar, estoy declarando con
total honestidad: “Tú eres mi tesoro, no estas cosas”.

Eso significa el adorar a Dios con regalos de oro, incienso y mirra.


Espero que Dios use esta verdad para despertar en nosotros un deseo por
Cristo mismo. Espero que podamos decir de corazón:

Señor Jesús, Tú eres el Mesías, el Rey de Israel. Las naciones se postran ante Ti.
Dios lleva al mundo a reconocer que eres digno de adoración. Por tanto, ante
cualquier oposición que encuentre, con gozo te atribuyo autoridad y dignidad, y
traigo estos regalos para decirte que solo Tú puedes satisfacer mi corazón.
Diciembre 16

Libres para ser parte


de la familia de Dios
Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y
para dar Su vida en rescate por muchos.
– MARCOS 10:45

La razón por la que necesitamos el pago de nuestro rescate es porque nos


hemos vendido al pecado y hemos sido separados de un Dios santo.
Cuando Jesús dio Su vida por nuestro rescate, nuestros amos (el pecado, la
muerte y el diablo) tuvieron que liberarnos. Como resultado, ahora
podemos ser adoptados en la familia de Dios.
Pablo lo describió así en Gálatas 4:4-5: “Pero cuando se cumplió el
plazo, Dios envió a Su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para
rescatar a los que estaban bajo la ley, a fin de que fuéramos adoptados
como hijos”. En otras palabras, la redención (el rescate) nos libera para ser
parte de la familia de Dios. Huimos y nos vendimos como esclavos; pero
Dios paga nuestro rescate, nos redime de la esclavitud y nos trae consigo a
casa.
Para lograr eso, el Hijo de Dios tuvo que venir en forma humana, para
poder sufrir y morir en nuestro lugar y así pagar el rescate. Ese es el
significado de la Navidad. Hebreos 2:14 dice: “Por tanto, ya que ellos [los
seres humanos] son de carne y hueso, Él también compartió esa naturaleza
humana para anular, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la
muerte”.
En otras palabras, la razón por la que Cristo tomó forma de hombre fue
para poder morir, y así poder pagar el rescate y librarnos del poder de la
muerte. Nos liberó para ser incluidos en Su propia familia. Nos rescató
para tener una relación con Dios, el Padre de misericordia.
Diciembre 17

Vino a servir
El que quiera ser el primero deberá ser esclavo de todos.
– MARCOS 10:44

Jesús espera que Sus discípulos sean radicalmente diferentes al resto de


las personas. Se espera que se sirvan mutuamente y sirvan a los incrédulos
también. Se espera que sufran cualquier costo que este servicio conlleve. Y
habrá un costo.
Pero si ese fuera el único mensaje del cristianismo, no serían buenas
nuevas. No habría evangelio. Necesitamos algo más que solo indicaciones
de lo que debemos o no hacer. Necesitamos ayuda para ser y hacer. Es por
eso que Jesús dice en Marcos 10:45: “el Hijo del hombre no vino para que
le sirvan, sino para servir”. ¡Qué error sería interpretar Su llamado en el
versículo 44 como un llamado a servirle a Él! No es así.
Es un llamado a aprender cómo ser servidos por Él. Necesitas entender
esto. Este es el mensaje del cristianismo. Esto es lo que nos distingue de
otras religiones. Nuestro Dios no necesita nuestro servicio ni tampoco es
glorificado por nuestra ayuda. Nuestro Dios es tan vasto, tan
autosuficiente, tan lleno de poder, vida y gozo que Él se glorifica a Sí
mismo al servirnos.
Esto lo hace al tomar forma humana y al buscarnos para decirnos que no
vino a obligarnos a que le sirvamos, sino a servirnos.
Esta es una verdad en la que debemos creer y meditar: cada vez que Jesús
nos manda a hacer algo, nos está indicando cómo Él quiere servirnos.
Permítanme decirlo de esta forma: el camino de la obediencia es el lugar
donde Cristo nos encuentra como nuestro siervo, para llevar nuestras
cargas y darnos Su poder.
Cuando eres discípulo de Jesús no te conviertes en Su ayudador. Él se
convierte en tu Ayudador. No te conviertes en Su benefactor. Él se convierte
en tu Benefactor. No te conviertes en Su siervo. Él se convierte en tu Siervo.
Jesús no necesita tu ayuda; Él demanda tu obediencia y te ofrece Su ayuda.
La Navidad significa que Jesús vino a servir, no a ser servido. Vino a
ayudarnos a hacer todo lo que nos manda a hacer.
Diciembre 18

Frustración tierna
y llena de gracia
Dios lo ofreció [a Cristo] como un sacrificio […] para manifestar Su justicia. De
este modo Dios es justo y, a la vez, el que justifica a los que tienen fe en Jesús.
– ROMANOS 3:25-26

La historia de la conversión de Martín Lutero ilustra el título de esta


sección. A Lutero casi le cae un rayo y, a raíz de esto, le juró a Dios que se
convertiría en monje. Pero, como monje, no fue capaz de encontrar la paz
con Dios. Buscó a Dios como la iglesia de esos días le enseñaba —en las
buenas obras, en el mérito de los santos, en el proceso de la confesión y la
absolución, en la escalera del misticismo. Por encima de esto, la iglesia le
asignó ir a la universidad para estudiar y enseñar la Biblia.
Escucha lo que dijo Lutero más adelante sobre el punto que marcó un
antes y un después en su vida. ¿Cómo es que se preparó para ver y recibir a
Cristo como lo que realmente es?:

Deseaba ardientemente entender la epístola de Pablo a los Romanos, pero el


concepto de “la justicia de Dios” se atravesaba en mi camino, ya que tomaba la
justicia de Dios como Su castigo justo sobre los injustos. Mi situación era tal que,
a pesar de ser un monje impecable, me encontraba delante de Dios como un
pecador con una consciencia aterrada, y no tenía confianza alguna en que mis
méritos aplacarían Su ira. Por tanto, no amaba a un Dios justo y airado, sino que
lo odiaba y murmuraba en Su contra. Aun así, le rogaba a mi querido Pablo,
queriendo descubrir lo que quería decir.

Noche y día meditaba en esto hasta que vi la conexión entre la justicia de Dios y
la declaración: “El justo por la fe vivirá”. Fue ahí donde entendí que la justicia
de Dios es la justicia por la cual Dios nos justifica, a través de Su mera gracia y
misericordia. Fue ahí donde sentí que volví a nacer y que entré por puertas
abiertas al paraíso.

En el monasterio, Lutero llegó a carecer de propósito en la vida. Había


caído en la desesperación al buscar la salvación por sus propias manos.
Pero, por la gracia de Dios, no abandonó su deseo y esperanza. Dirigió su
atención al único lugar donde podía encontrar ayuda: la Biblia. Lutero
dijo: “Deseaba ardientemente entender”. Dijo: “Queriendo descubrir”. Y
dijo: “Noche y día meditaba”.
En otras palabras, Dios preparó a Lutero para ver el verdadero
significado de Cristo para que pudiera aceptarlo mediante un deseo
profundo y poderoso en su corazón de ser consolado y redimido; algo que
solo pudo encontrar en Cristo.
Y esto es lo que Dios hace vez tras vez. Quizá esté haciendo esto mismo
en ti en esta Navidad —frustrándote tiernamente con la vida que no está
centrada en Cristo, y llenándote de deseos y suspiros que no podrán ser
satisfechos en lo que este mundo ofrece, sino solo en el Dios-hombre.
¡Qué gran regalo sería! Deja que todas tus frustraciones en este mundo te
empujen hacia la Palabra de Dios. Será algo dulce —como entrar al
paraíso.
Diciembre 19

El regalo que
no puedes comprar
El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él es Señor del cielo y de la
tierra. No vive en templos construidos por hombres, ni se deja servir por
manos humanas, como si necesitara de algo. Por el contrario, Él es quien da a
todos la vida, el aliento y todas las cosas.
– HECHOS 17:24-25

Dios no quiere ser servido en una forma que implique que estamos
supliendo Sus necesidades u ofreciéndole algo que no es legítimamente
Suyo. “¿Quién le ha dado primero a Dios, para que luego Dios le pague?”
(Romanos 11:35). “Si Yo tuviera hambre, no te lo diría, pues Mío es el
mundo, y todo lo que contiene” (Salmo 50:12).
Por tanto, simplemente no podemos negociar con Dios. No tenemos
nada de valor que Él no posea. Su carro nunca se descompone. Nunca le
falta gasolina. Nunca se ensucia. Él nunca se cansa. Nunca se deprime.
Nunca es interrumpido por el tráfico; siempre puede llegar a Su destino a
tiempo. Nunca está solo. Nunca tiene hambre.
En otras palabras, si quieres lo que Jesús puede darte, no puedes
comprarlo. No puedes intercambiarlo por algo que tú tengas. No puedes
trabajar para obtenerlo. Él ya posee tu dinero y todo lo que tienes. Y,
cuando trabajas, es solo gracias a que Él te ha dado vida y aliento. Todo lo
que podemos hacer es someternos a Su oferta espectacular de ser nuestro
servidor.
Esta sumisión es llamada fe —la disposición de dejar que Él sea Dios.
Confía en que Él será el Proveedor, el Fortalecedor, el Consejero, el
Guiador, el Salvador. La fe es estar satisfechos con todo lo que Dios es por
nosotros en Jesús. Tener esa fe es lo que significa ser cristiano.
La Navidad significa que el Dios infinito y autosuficiente no ha venido
para ser servido, sino disfrutado.
Diciembre 20

Recibe Su
reconciliación
Y no solo esto, sino que también nos regocijamos en Dios por nuestro Señor
Jesucristo, pues gracias a Él ya hemos recibido la reconciliación.
– ROMANOS 5:11

¿Cómo recibimos la reconciliación de Dios y nos gozamos en Él en la


práctica? Respuesta: mediante Jesucristo. En parte, esto significa hacer de la
obra y las palabras de Jesús el contenido esencial de tu gozo en Dios.
Regocijarse sin Cristo no honra a Cristo.
En 2 Corintios 4:4-6 Pablo describe la conversión de dos formas. En el
versículo 4 dice que la conversión es ver “la luz del glorioso evangelio de
Cristo, el cual es la imagen de Dios”. Y en el verso 6 dice que es ver “la
gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo”. En ambos casos
podemos ver el punto. Tenemos a Cristo, la imagen de Dios, y tenemos a
Dios en el rostro de Cristo.
En la práctica, regocijarse en Dios es regocijarse en lo que vemos y
conocemos de Dios en la imagen de Jesucristo. Esto llega a su máxima
experiencia cuando el amor de Dios es derramado en nuestros corazones
por el Espíritu Santo (Romanos 5:5).
Dios no solo compró nuestra redención a través de la muerte de nuestro
Señor Jesucristo (Romanos 5:10), y no solo nos permitió recibir la
reconciliación mediante Él, sino que, aun ahora mismo, exaltamos a Dios a
través de Jesús.
Jesús compró nuestra reconciliación. Hizo posible que recibiéramos la
reconciliación y que abriéramos el regalo. Jesús mismo brilla desde la
envoltura —cual regalo indescriptible— como el Dios encarnado y como
el motivador de nuestro gozo en Él.
Mira a Jesús esta Navidad. Recibe el regalo de la reconciliación que Él
ha hecho posible. No lo abandones en tu escritorio. No lo abras para hacer
de Él un medio para buscar otros placeres. Ábrelo y disfrútalo. Regocíjate
en Él. Hazlo tu mayor placer. Atesóralo.
Diciembre 21

Prepara tus ojos


para la Navidad
“Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?” “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente”, afirmó Simón Pedro. “Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás”, le dijo
Jesús, “porque eso no te lo reveló ningún mortal, sino Mi Padre que está en el
cielo”.
– MATEO 16:15-17

La obra indispensable de Dios, de revelarnos al Hijo —tanto a Pedro


como a nosotros—, no añade algo a lo que vemos y oímos de Jesús, sino
que es una apertura de los ojos de nuestro corazón para probar y ver la
verdadera gloria divina de lo realmente hay en Jesús.
Cuando la gente duda sobre la verdad de Jesús, no los envíes a buscar
mensajes especiales de Dios. Llévalos a Cristo. Diles lo que has visto y oído
en Su vida y enseñanzas. ¿Por qué? Porque es ahí donde Dios emite Su
poder revelador. ¡Dios ama glorificar a Su Hijo! ¡Dios ama abrir los ojos de
los ciegos cuando miran a Su Hijo!
Dios no me revela a Su Hijo viniendo y diciéndome: “Mira, John, Yo sé
que no ves nada magnífico en Mi Hijo. No lo ves como glorioso y divino y
atractivo por encima de todos los bienes terrenales. No lo ves como el
tesoro que te puede satisfacer, y no ves la belleza de Su santidad, sabiduría,
poder y amor. Pero créeme, Él es todo eso. Solo créelo”. ¡No!
Una fe así no honraría al Hijo de Dios. No puede glorificar al Hijo. La
fe salvífica está basada en una visión espiritual de Jesús como lo que
realmente es, el Hijo glorioso de Dios. Y esta visión espiritual nos es dada
mediante la Verdad inspirada, las Escrituras. Así, los ojos de nuestros
corazones son abiertos para reconocerlo y recibirlo, no por medio de la
sabiduría humana, sino por medio de la obra reveladora de Su Padre
celestial.
El apóstol Pablo dijo: “Dios, que ordenó que la luz resplandeciera en las
tinieblas, hizo brillar Su luz en nuestro corazón para que conociéramos la
gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo” (2 Corintios 4:6).
¿Cómo vas a preparar tu corazón esta Navidad para recibir a Cristo? Fija
tu mirada en Él cada vez que leas la Biblia. ¡Mira a Cristo! Considera a
Jesús y ora. Ve más allá de tu propia humanidad y pídele a Dios que te de
ojos para ver y oídos para oír, para que puedas exclamar junto a Pedro:
“Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”.
Diciembre 22

Algo digno de cantar


… Hay sacerdotes que presentan las ofrendas en conformidad con la ley. Estos
sacerdotes sirven en un santuario que es copia y sombra del que está en el
cielo […]

Pero el servicio sacerdotal que Jesús ha recibido es superior al de ellos, así como
el pacto del cual es mediador es superior al antiguo, puesto que se basa en
mejores promesas…

“Este es el pacto que después


de aquel tiempo haré…
Pondré Mis leyes en su mente
y las escribiré en su corazón.
Yo seré su Dios,
y ellos serán Mi pueblo”.

– HEBREOS 8:4-5, 6, 10

Aquí vemos que la Navidad significa dos cosas. Primero, significa que el
Antiguo Testamento es una sombra de la realidad. El templo, los
sacrificios, el sacerdocio, las fiestas y las leyes dietéticas eran una sombra de
la realidad en el cielo. Esa realidad es Jesucristo y Su obra como Sumo
Sacerdote, así como nuestro sacrificio y nuestra adoración.
Segundo, significa que Dios hace que la realidad de Cristo sea real para
nosotros mediante la obra del nuevo pacto cuando escribió Su verdad en
nuestros corazones. Dios se mueve poderosamente en nuestros corazones y
mentes para vencer nuestra resistencia ante la belleza de esta realidad. Él
escribe Su voluntad —la vedad de que Jesús es real— en nuestros
corazones, para que podamos verle como realmente es, para que confiemos
en Él voluntariamente, para que le sigamos libremente, de adentro hacia
afuera, sin restricciones externas.
Dios es justo y santo, y está separado de los pecadores —pecadores como
tú y como yo. Este es nuestro mayor problema en la Navidad —y en
cualquier otra época. ¿Cómo podremos permanecer ante la presencia de un Dios
justo y santo? No obstante, Dios es misericordioso y ha prometido en
Jeremías 31 (500 años antes de Cristo) que, algún día, Él haría algo nuevo.
Dios remplazaría las sombras con la realidad del Mesías. Además, también
escribiría Su ley en nuestros corazones para que no fuéramos movidos a
amarlo exteriormente, sino que lo amáramos y confiáramos en Él desde
nuestro interior.
Esa sería la salvación más grande que pudiera imaginarse —si Dios nos
ofreciera la realidad más grande y disfrutable del universo y luego causara
que pudiéramos verla para poder disfrutarla libre y placenteramente. Esa
sería una historia de Navidad digna de cantar. Y eso es exactamente lo que
Dios ha hecho.
Diciembre 23

Nuestra mayor
necesidad en Navidad
Pero surgirá Uno para pastorearlos
con el poder del Señor,
con la majestad del nombre
del Señor su Dios.
Vivirán seguros, porque Él dominará
hasta los confines de la tierra.
¡Él traerá la paz!
Si Asiria llegara a invadir nuestro país
para pisotear nuestras fortalezas,
le haremos frente con siete pastores,
y aun con ocho líderes del pueblo.
– MIQUEAS 5:4-5

“Él dominará hasta los confines de la tierra”, profetizó Miqueas. No


habrá ninguna resistencia que no sea aplacada. Nuestra seguridad no será
amenazada por fuerzas extranjeras. Toda rodilla se doblará y toda lengua
lo confesará como Señor. Toda la Tierra será llena de Su gloria.
“Él traerá la paz”. Sí, en este contexto incluye una paz final, política y
terrenal. Miqueas (4:3) ya lo había dicho:
Dios mismo juzgará entre muchos pueblos,
y administrará justicia
a naciones poderosas y lejanas.
Convertirán en azadones sus espadas,
y en hoces sus lanzas.
Ya no alzará su espada nación contra nación,
ni se adiestrarán más para la guerra.

Un día el Soberano —el Rey de reyes y Señor de señores— regresará y


hará de esto una realidad. El canto navideño (Al Mundo Paz, Nació Jesús)
finalmente será cumplido:

Al mundo Él gobernará
Con gracia y con poder.
A las naciones probará
Su amor y Su poder.

Pero hay una paz más profunda —una paz que debe suceder antes de
que suceda cualquier paz en la Tierra. Debe haber paz entre nosotros y
Dios. Nuestra incredulidad y Su ira deben ser removidas. Esa es la
verdadera paz, y esa es nuestra mayor necesidad en la Navidad.
Miqueas sabía que esto vendría. Él ya había experimentado esa paz
personalmente (Miqueas 7:8-9). Describe esto de forma hermosa al final de
su libro, en Miqueas 7:18-19:
¿Qué Dios hay como Tú,
que perdone la maldad
y pase por alto el delito
del remanente de Su pueblo?
No siempre estarás airado,
porque Tu mayor placer es amar.
Vuelve a compadecerte de nosotros.
Pon Tu pie sobre nuestras maldades
y arroja al fondo del mar
todos nuestros pecados.

Esta fue la gran obra del Mesías que tenía que acontecer. Sí, hay
enemigos en el mundo que deben ser derrotados si hemos de tener paz.
Pero el pecado y el juicio son el peor y más grande enemigo. El evangelio
en la Navidad es este: Cristo ha aplastado a este enemigo en la cruz. Y a
cualquiera que confía en Él, sus pecados le son arrojados al fondo del mar.
Por tanto, no decimos “gloria a nosotros”, sino “gloria a Dios en las
alturas, y en la tierra paz a los que gozan de Su buena voluntad”.
Diciembre 24

Disfruta de todas
las promesas de Dios
Pero de ti, Belén Efrata,
pequeña entre los clanes de Judá,
saldrá el que gobernará a Israel;
Sus orígenes se remontan hasta la antigüedad,
hasta tiempos inmemoriales.
Por eso Dios los entregará al enemigo
hasta que tenga su hijo la que va a ser madre,
y vuelva junto al pueblo de Israel
el resto de Sus hermanos.
Pero surgirá Uno para pastorearlos
con el poder del Señor,
con la majestad del nombre
del Señor su Dios.
Vivirán seguros, porque Él dominará
hasta los confines de la tierra.
– MIQUEAS 5:2-4

Cristo es el sí de todas las promesas de Dios, por tanto, si confías en Él,


todas serán tu herencia. Miqueas ya ha dejado en claro que Cristo
asegurará todas las promesas de Dios para nosotros. ¿Cómo nos demuestra
esto Miqueas?
Cualquier judío en esos días, al escuchar a Miqueas predecir la venida
del Soberano de Belén, quien apacentaría Su grey en la fortaleza del Señor,
pensaría inmediatamente en dos personas: El rey David y el Hijo de David,
el Mesías.
Hay por lo menos tres referencias a David en este texto: (1) David era de
Belén —es por eso que Belén es llamada “la ciudad de David”. (2) David
era el soberano de Israel —fue el gobernador más poderoso, un hombre
conforme al corazón de Dios. (3) David era un pastorcillo cuando era
niño, y después fue llamado el pastor de Israel (Sal 78:71).
El punto de estas tres referencias a David es el siguiente: Miqueas está
reafirmando la seguridad de la promesa de Dios para David. Recordemos
que Dios le dijo a David en 2 Samuel 7:12-16:

Yo pondré en el trono a uno de tus propios descendientes, y afirmaré su reino.


Será él quien construya una casa en Mi honor, y Yo afirmaré su trono real para
siempre […] Tu casa y tu reino durarán para siempre delante de Mí; tu trono
quedará establecido para siempre.

Lo maravilloso de Miqueas es que afirma la certeza de esta promesa no


en un tiempo donde Israel sobresalía victorioso, sino en un tiempo donde
Israel estaba hundido en el olvido. El reino del norte estaba destruido, y el
reino del sur sería juzgado por Dios. Las promesas de Dios parecían
imposibles.
El punto de Miqueas era este: la venida de Cristo es la confirmación de
las promesas de Dios. Es por eso que Pablo dijo lo siguiente en Romanos
15:8: “Cristo se hizo servidor de los judíos para demostrar la fidelidad de
Dios a fin de confirmar las promesas hechas a los patriarcas”. También
dijo en 2 Corintios 1:20 que “todas las promesas que ha hecho Dios son sí
en Cristo”.
Si estás “en Él” por la fe, heredarás todas las promesas de Dios. La
predicción de Miqueas se hizo realidad en Jesús. Y, por tanto, todas las
promesas fueron confirmadas. Dios dijo la verdad. La Navidad es la gran
confirmación de todas Sus promesas. Si Cristo ha venido, Dios es verdad. Y
si Dios es verdad, todas Sus promesas serán realizadas para todos los que
confían en Él. Recibe este gozo inexplicable.
Diciembre 25

Gracia: el tema
dominante de Navidad
Yo soy el pan vivo que bajó del cielo. Si alguno come de este pan, vivirá para
siempre. Este pan es Mi carne, que daré para que el mundo viva.
– JUAN 6:51

En el evangelio de Juan no encontramos la historia navideña tradicional


del nacimiento de Jesús. Juan comienza diciendo: “En el principio ya
existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan
1:1). En vez de contar la historia de Navidad desde el principio, Juan
entreteje la historia de la Navidad con el propósito de la Navidad en todo
su evangelio.
Por ejemplo, después de decir que el Verbo “era Dios”, Juan dice: “Y el
Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su
gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre […] De Su
plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia” (Juan 1:14-16).
Entonces, la eterna Palabra de Dios tomó forma humana, y así, el divino
Hijo de Dios —quien no tiene origen, y nunca comenzó a existir, y era
Dios, pero también estaba con Dios— se hizo humano. Y al hacer esto
manifestó la gloria de Dios como nunca antes se había visto. Esta gloria
divina, manifiesta únicamente en el Hijo de Dios, estaba llena de gracia y
verdad. Y de esa plenitud recibimos gracia sobre gracia.
Ese es el mensaje de la Navidad en el evangelio de Juan. Dios el Hijo,
quien es Dios y quien estaba con Dios, vino a revelar a Dios en una forma
jamás vista antes. Y, en esa revelación, el tema dominante es la gracia: de la
plenitud de la revelación de la gloria divina recibimos gracia sobre gracia.
Como dice Juan 4:16-17: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a
Su Hijo unigénito [esto es la Navidad y el Viernes Santo en conjunto], para
que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no
envió a Su Hijo al mundo para condenar al mundo [la Navidad no es para
condenación], sino para salvarlo por medio de Él [la Navidad es para
salvación]”.
Al final de Su vida, Jesús estaba de pie ante Pilato, y Pilato le dijo: “¿Así
que eres Rey?”. Jesús respondió: “Eres tú quien dice que soy rey. Yo para
esto nací, y para esto vine al mundo [este es el propósito de la Navidad]:
para dar testimonio de la verdad. Todo el que está de parte de la verdad
escucha Mi voz” (Juan 18:37).
¿Cuál fue el efecto de la verdad que Jesús atestiguó con Sus palabras y
Su persona? Él mismo nos dijo en Juan 8:31-32: “Si se mantienen fieles a
mis enseñanzas, serán realmente Mis discípulos; y conocerán la verdad, y la
verdad los hará libres”. Entonces, el significado de la Navidad es este: el
Hijo de Dios vino al mundo para ser testigo de la verdad en una forma
jamás antes vista.
Él es el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6). Y el propósito de darse a
Sí mismo al mundo es la libertad. Conocerán la verdad, y la verdad los
hará libres. Libres de la culpa y del poder del pecado. Libres de la muerte,
la ceguera y el juicio.
¿Cómo sucede esta liberación? Recuerda Juan 6 cuando Jesús planeó
morir al descender del cielo. Vino a morir. Vino a vivir una vida perfecta y
sin pecado, y después a morir por los pecadores. “Yo soy el pan vivo que
bajó del cielo. Si alguno come de este pan, vivirá para siempre. Este pan es
Mi carne, que daré para que el mundo viva” (Juan 6:51).
El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros con el fin de dar Su carne
por la vida del mundo. Nosotros, como pecadores, podemos recibir gracia
sobre gracia de Su plenitud debido a que vino a morir por nosotros. Desde
un principio, la Navidad fue una preparación para el Viernes Santo.
Entonces, a lo largo del evangelio de Juan, el significado de la Navidad
es claro. El Verbo se hizo carne. Jesús nos reveló la gloria de Dios como
nadie más lo ha hecho. Murió de acuerdo a Su propio plan. Debido a Su
muerte en nuestro lugar, Él es nuestro pan. Él es la fuente de perdón,
justicia y vida. Este es el gran significado de la Navidad en el evangelio de
Juan. Este es el significado para el mundo de hoy.
Conclusión

¡NACIÓ EL SALVADOR!
Dios recibe la gloria,
nosotros Su paz
Algunas de las palabras más conocidas y felices de la Navidad son estas
de Lucas:

Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto
les servirá de señal: Encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en
un pesebre”. De repente apareció una multitud de ángeles del cielo, que
alababan a Dios y decían: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los
que gozan de Su buena voluntad.

– LUCAS 2:11–14

Quiero gloriarme con ustedes en esta Navidad, por las maravillas de este
texto, con nuestro principal enfoque en el versículo 14: “Gloria a Dios en
las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de Su buena voluntad”.
Ocurrió un día verdadero
“Hoy les ha nacido…” (versículo 11). Ocurrió un día. Un día en la
historia. No fue un día de cuento imaginario, mitológico, sino un día real
donde César Augusto era emperador de Roma y Cirenio gobernador de
Siria.
Fue un día planeado en la eternidad, desde antes de la creación del
mundo. De hecho, todo el universo (con un espacio innumerable de años
luz y de billones de galaxias) fue creado y hecho para este día glorioso, y
para lo que significa para la historia humana.
“Porque por Él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra,
visibles e invisibles, sean tronos, poderes, principados o autoridades: todo
ha sido creado por medio de Él y para Él” (Colosenses 1:16).
¡Para Él! Para Su aparición. Para este día de Su aparición. “Pero cuando
se cumplió el plazo, Dios envió a Su Hijo, nacido de una mujer, nacido
bajo la ley” (Gálatas 4:4). Ocurrió un día. El día perfecto. Cuando se
cumplió el plazo. El tiempo perfecto designado por Dios desde antes de la
creación del mundo. Ese “hoy les ha nacido”.
Ocurrió en una ciudad real
“… En la ciudad de David”. Ocurrió en una ciudad. No fue en Narnia.
No fue en la Tierra Media. No fue en una galaxia muy, muy lejana.
Ocurrió en una ciudad, a unos 11000 kilómetros de distancia de
Minneapolis. La ciudad aún existe hoy. Mi madre murió en un accidente
justo en las afueras de esa ciudad. Es una ciudad real.
El nombre de la ciudad es Belén (Lucas 2:4: “José subió […] de Galilea
[…] a Belén, a la ciudad de David”). Belén está como a diez kilómetros de
Jerusalén. Belén, la ciudad donde vivió Isaí, el padre de David, el gran rey
de Israel. Belén, la ciudad de la cual profetizó Miqueas:

Pero de ti, Belén Efrata,


pequeña entre los clanes de Judá,
saldrá el que gobernará a Israel;
Sus orígenes se remontan hasta la antigüedad,
hasta tiempos inmemoriales.

– MIQUEAS 5:2

Ocurrió en una ciudad. Una ciudad real, como lo es Minneapolis.


Salvador, Mesías y Señor
“… Un Salvador”. “Hoy les ha nacido en la ciudad de David un
Salvador”. Un Salvador. Si alguna vez has pecado contra Dios, entonces
necesitas un Salvador. El ángel dijo a José: “[Tu mujer] dará a luz un hijo,
y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus
pecados” (Mateo 1:21). Solo Dios puede perdonar los pecados que se
cometan contra Él. Es por eso que envió al Hijo eterno al mundo, porque
el Hijo es Dios. Es por eso que Jesús dijo: “el Hijo del hombre tiene
autoridad en la tierra para perdonar pecados” (Mateo 9:6). Por eso ha
nacido un Salvador…
“… Que es Cristo…”. “Hoy les ha nacido en la ciudad de David un
Salvador, que es Cristo…”. Cristo es la palabra en español para christos,
que significa “ungido”, que a la vez es el significado de “Mesías” (Juan
1:41; 4:25). Este es el Ungido que fue predicho, esperado, el que fue
ungido más que todos los demás (Salmo 45:7). El Rey supremo y ungido.
El Profeta supremo y ungido. El Sacerdote supremo y ungido. ¡Todas las
promesas que ha hecho Dios son “sí” en Cristo! (2 Corintios 1:20). Él
cumplirá todas las esperanzas y sueños de Israel. Y hará más, mucho más.
Porque Él también es…
“… El Señor”. “Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador,
que es Cristo el Señor”. El Padre eterno, poderoso Dios, Soberano,
Gobernador. El Rey del universo.
Porque un niño nos ha nacido,
un hijo nos ha sido dado,
y la soberanía reposará sobre Sus hombros;
y se llamará Su nombre Admirable consejero,
Dios poderoso, Padre eterno, Príncipe de Paz.
El aumento de Su soberanía y de la paz
no tendrán fin

– ISAÍAS 9:6-7 NBHL


El Resumen de la Navidad
La Navidad es, entonces, el gobierno eterno, universal, soberano del
Señor. El Señor de señores.
» Un día —en la historia real.
» En una ciudad —en un mundo real.
» El Salvador —para quitar toda nuestra culpa.
» El Cristo —para cumplir todas nuestras esperanzas.
» El Señor —para derrotar a todos nuestros enemigos, y asegurarnos y
satisfacernos para siempre.

Por tanto, me glorío con ustedes en esta Navidad, porque tenemos un


gran Salvador: Jesús, el Cristo, el Señor, nacido en un día, en una ciudad,
para salvarnos de nuestros pecados, de nuestros muchos pecados.
Dos grandes propósitos de esta
grandiosa noticia
Cuando el ángel había anunciado estas noticias a los pastores (versículo
11) y les había señalado el pesebre mismo donde reposaba el bebé,
repentinamente un ejército de ángeles apareció en el cielo. Evidentemente,
un ángel puede traer la noticia, pero no es suficiente con un ángel para
responder a la noticia. El significado de esta noticia, el resultado supremo
de esta noticia, demanda un ejército de ángeles. Así dicen los versículos 13
y 14 de Lucas 2:

De repente apareció una multitud de ángeles del cielo, que alababan a Dios y
decían: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de Su
buena voluntad”.

Las gozosas noticias de que, un día, cuando el plazo se cumplió, en la


perfecta ciudad profetizada, había nacido un Salvador, quien era Cristo, el
Señor, tienen dos grandes resultados; dos grandes propósitos: “Gloria a
Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de Su buena
voluntad”.
La gloria de Dios y nuestra paz
La llegada de este niño será la mayor revelación de la gloria de Dios,
incluso entre las alturas celestiales, y la llegada de este niño traerá paz al
pueblo de Dios, quienes un día llenarán la tierra con justicia y paz. “Se
extenderán Su soberanía y Su paz, y no tendrán fin” (Isaías 9:7).
Lo primero y lo más importante es que Dios es glorificado por el
nacimiento de este niño. Y lo segundo es que la paz se esparcirá
dondequiera que este niño sea recibido. Estos son los grandes propósitos
de la llegada de Jesús: Una gloria que siempre sube de la humanidad hacia
Dios. Una paz que siempre baja de Dios hacia la humanidad. Que la
gloria de Dios sea cantada entre los seres humanos, por amor de Su
nombre. Que la paz de Dios sea experimentada entre ellos, por amor de Su
nombre.
Difícilmente hay una mejor manera de resumir lo que Dios pensaba
cuando creó el mundo, o cuando vino a reclamar el mundo en Jesucristo:
Su gloria es nuestra paz. Su grandeza es nuestro gozo. Su belleza es nuestro
deleite. El propósito de la creación y de la redención es que Dios es
glorioso, y una humanidad llena de paz debe conocerle y alabarle por Su
gloria.
Experimentar la paz que Él trae
“Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de Su
buena voluntad”.
La versión Reina Valera tradujo el versículo 14b así: “¡Y en la tierra paz,
buena voluntad para con los hombres!”. Pero otras versiones de la Biblia
concuerdan en que esta no es la mejor traducción. La Nueva Versión
Internacional dice: “Y en la tierra paz a los que gozan de Su buena
voluntad”. La Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy dice: “Y en la tierra
paz entre los hombres (de buena voluntad) en quienes Él se complace”. Y
la Traducción al Lenguaje Actual dice: “¡Paz en la tierra para todos los que
Dios ama!”.
La idea es que, incluso con la oferta de Dios, de darnos paz a todos, solo
Su pueblo escogido, el pueblo que recibe a Cristo y confía en Él como
Salvador, Mesías y Señor experimentará la paz que Él trae.
Observa un destello de este significado en Lucas 10:5-6 RV60, donde
Jesús dice a Sus discípulos: “En cualquier casa donde entren […] digan:
Paz sea a esta casa [Esa es la oferta de paz a todos]. Y si hubiera allí algún
hijo de paz, la paz de ustedes reposará sobre él; y si no, se volverá a
ustedes”.
La paz de Dios en Cristo es ofrecida al mundo, pero solo los “hijos de
paz” la reciben. ¿Cómo sabes si eres un “hijo de paz”? ¿Cómo sabes si eres
parte de la promesa del ángel: “paz a los que gozan de Su buena
voluntad”? Respuesta: Porque recibes al Pacificador, recibes a Jesús.
La idea central de la paz
El propósito de Dios es darte paz al convertirse en la Persona más
gloriosa de tu vida. Cinco veces en el Nuevo Testamento Él es llamado el
“Dios de paz” (Romanos 15:13; 16:20, Filipenses 4:9, 1 Tesalonicenses
5:23; Hebreos 13:20). Y Jesús dijo: “Mi paz les doy” (Juan 14:27). Y Pablo
dijo: “Porque Cristo es nuestra paz” (Efesios 2:14).
Esto significa que la paz de Dios, o la paz de Cristo, nunca podrán ser
separadas de Dios mismo y de Cristo mismo. Si queremos que la paz
gobierne nuestras vidas, Dios debe gobernar nuestras vidas. Cristo debe
gobernar nuestras vidas. El propósito de Dios para ti no es darte paz sin
que antes Él gobierne sobre tu vida. Su propósito es darte paz al ser la
Persona más gloriosa de tu vida.
Así que la clave para entender la paz es mantener unido lo que los
ángeles mantuvieron unido: La gloria a Dios y la paz a los que gozan de
Su buena voluntad. Un corazón decidido a mostrar la gloria de Dios
conocerá la paz de Dios.
Y la fe en las promesas de Dios obtenidas en Jesús es lo que mantiene
juntos esos dos elementos —Dios recibe gloria y nosotros recibimos Su
paz. Romanos 15:13 es uno de esos textos fundamentales para entender este
crucial rol de la fe: “Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y
paz a ustedes que creen en Él”. En el creer. En otras palabras, la forma
como las promesas de Dios se hacen reales para nosotors y nos producen
paz es cuando las creemos. Esto es cierto si estamos hablando de la paz con
Dios, de la paz con nosotros mismos o de la paz con otras personas.
Tres relaciones de paz
Mi gran deseo para ti en esta Navidad es que disfrutes esta paz. Sabemos
que hay aspectos universales de esta paz que son para el futuro, cuando “la
tierra se llenará del conocimiento de la gloria del Señor como las aguas
cubren el mar” (Habacuc 2:14 RV60). Cuando, como dice Isaías: “Se
extenderán Su soberanía y Su paz, y no tendrán fin” (Isaías 9:7).
Pero Jesús ha venido a inaugurar esa paz en el pueblo de Dios. Y hay
tres relaciones en las que Él quiere que busques esta paz y la disfrutes: paz
con Dios, paz con tu propia alma y paz con otras personas (en lo que de ti
dependa).
Y por paz no solo me refiero a la ausencia de conflicto y hostilidad,
también me refiero a la presencia de una tranquilidad gozosa, y de toda la
riqueza y comunicación interpersonal de la que seas capaz.
Miremos brevemente, por tanto, cada una de estas tres relaciones llenas
de paz y asegurémonos de que las estamos disfrutando tanto como
podemos. La clave para entender cada una de estas relaciones es no separar
lo que los ángeles ya habían unido: la gloria de Dios y la paz que
anhelamos: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz”.
Paz con Dios
La necesidad más básica que tenemos es la paz con Dios. Esto es
fundamental para todas nuestras búsquedas de paz. Si no vamos primero a
Él, todas nuestras experiencias de paz serán superficiales y temporales.
El pasaje clave aquí es Romanos 5:1: “En consecuencia, ya que hemos
sido justificados mediante la fe [este es el acto de creer], tenemos paz con
Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Eres justificado. Eso significa
que Dios declara que eres justo ante Su presencia porque ve a Cristo en ti.
Y eso se logra solamente a través de la fe: “Ya que hemos sido justificados
mediante la fe”. No por obras. No por tradición. No por bautismo. No por
ser miembros de una iglesia. No por obras de piedad. No por parentesco.
Solo por fe. Cuando creemos en Jesús como Salvador y Señor y Tesoro
supremo de nuestras vidas, estamos unidos a Él, y Dios cuenta Su justicia
como la nuestra. Somos justificados por fe.
Y el resultado es la paz con Dios. Es quitada la ira de Dios que nos era
adversa y que era ocasionada por nuestros pecados. Es vencida nuestra
rebelión en Su contra. Dios nos adopta en Su familia. De ahora en
adelante, todo Su trato con nosotros será para nuestro bien. Nunca se
opondrá a nosotros. Él es nuestro Padre y nuestro Amigo. Tenemos paz. No
necesitamos temer más. Esto es básico para todas las demás relaciones.
Paz con nosotros mismos
Y, como tenemos paz con Dios al ser justificados por la fe, podemos
comenzar a crecer en el disfrute de la paz con nosotros mismos, y aquí
incluyo cualquier sensación de culpa o ansiedad que tiende a paralizarnos
o desanimarnos. Nuevamente, la clave es creer en las promesas de Dios, con
la perspectiva de glorificar a Dios en nuestras vidas.
Filipenses 4:6-7 es uno de los pasajes más preciosos en este sentido: “No
se inquieten por nada [lo opuesto de la ansiedad es paz]; más bien, en toda
ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle
gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus
corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús”.
La imagen aquí es que nuestros corazones y mentes están siendo
continuamente atacados y asediados. La culpa, las preocupaciones, las
amenazas, las confusiones, las incertidumbres, todas amenazan nuestra paz.
Y Pablo dice que Dios quiere “guardar” nuestros corazones y mentes. Él
los guarda con Su paz. Él los guarda de un una forma que va más allá de
todo lo que la comprensión humana puede imaginar. No limites la paz de
Dios por lo que comprendes u observas. Él nos da una paz inexplicable,
una paz que va más allá de toda razón. Y lo hace cuando presentamos
nuestras ansiedades ante Él en oración y confiando en Él; Él las llevará por
nosotros (1 Pedro 5:7), nos protegerá.
Cuando lo hacemos, cuando venimos a Él (debemos recordar que ¡ya
tenemos paz con Él! ) y confiamos en Él como nuestro amante y poderoso
Padre celestial para ayudarnos, Su paz viene a nosotros y nos estabiliza, nos
protege de los efectos destructores del temor, la ansiedad y la culpa. Y,
entonces, podemos continuar, y nuestro Dios recibe la gloria por lo que
hacemos, porque confiamos en Él.
Te invito a que hagas esto en esta Navidad. Lleva tus preocupaciones a
Dios. Háblale de ellas. Pídele que te ayude, que restaure tu paz y, así, que
te use para hacer paz.
Paz con los demás
La tercera relación donde Dios quiere que disfrutemos Su paz es en
nuestra relación con otras personas. Esta es la que menos podemos
controlar. Por tal razón debemos afirmar esto con cuidado, como lo hace
Pablo en Romanos 12:18: “Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes,
vivan en paz con todos”.
Para muchos de ustedes, cuando se reúnan con la familia en Navidad,
habrá algunas relaciones interpersonales incómodas y dolorosas. Parte del
dolor es muy antiguo. Parte es nuevo. En algunas relaciones sabrás lo que
tienes que hacer, no importa cuán duro sea. Y en otras te sentirás
confundido y no sabrás qué camino tomar para lograr la paz.
En ambos casos, la clave está en confiar en las promesas de Dios,
cultivando una consciencia sincera de cómo Él te perdonó en Cristo. Creo
que el texto que lo explica más poderosamente para mí, una y otra vez, es
Efesios 4:31-32: “Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y
calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y
compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los
perdonó a ustedes en Cristo”.
Cultiva continuamente la sensación de sorpresa (asombro), porque, a
pesar de todos tus pecados, Dios te perdonó por medio de Cristo.
Maravíllate de tener paz con Dios. Lo que hace que mi corazón sea tierno,
amoroso y perdonador es esta sensación de sorpresa, porque yo, un
pecador, tengo paz con Dios. Extiéndela a otros, setenta veces siete.
Quizás te la restrieguen en la cara. Así lo hicieron con Jesús al
sentenciarlo a la cruz. Este tipo de cosas duelen, y pueden causarte
amargura si no eres cuidadoso. No lo permitas. Sigue sorprendiéndote más
porque tus ofensas son perdonadas en vez de preocuparte por las ofensas
que recibes. Maravíllate de tener paz con Dios. Tienes paz con tu alma. Tu
culpa es quitada.
Sigue confiando en Dios. Él sabe lo que hace. Atesora la gloria de Dios
como el tesoro supremo en el cofre de tu corazón, no tu éxito personal, tu
efectividad como pacificador o en tus relaciones interpersonales.
Y entonces será como los ángeles dicen: La gloria a Dios en las alturas es
lo primero. La paz entre Su pueblo es lo segundo.
“Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el
Señor”. Es por esto que Él vino, en un día, a una ciudad, como el Salvador,
Mesías y Soberano. Que Dios reciba la gloria, y que tú recibas la paz. Que
el Dios de paz te dé paz, y recibas Su gloria.
EL GOZO VERDADERO DE LA NAVIDAD / por John Piper

© 2015 por Poiema Publicaciones

Traducido del libro The Dawn of Indestructible Joy: Daily Readings for Advent © 2014 por John Piper,
traducido por Giancarlo Montemayor y revisado por Patricia Cardona.

Las citas bíblicas han sido tomadas de la Nueva Versión Internacional (NVI) © 1999 por Sociedad
Bíblica Internacional. Las citas marcadas con la sigla RV60 pertenencen a la Biblia Reina Valera
©1960 por Sociedades Bíblicas Unidas. Las marcadas con la sigla NBLH, a la Nueva Biblia
Latinoamericana de Hoy © 2005 por The Lockman Foundation. Las marcadas con la sigla TLA, a la
Biblia Traducción al Lenguaje Actual © 2000 por Sociedades Bíblicas Unidas.

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Categoría: cristianismo, devocionales, vida cristiana.

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