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Cultura científica.

Clemente Reza (1), Laura Ortiz E. (1), Víctor Feregrino (1),


José Luis Córdova F. (2), Antonia Dosal (3),
(1) lauroze@hotmail.com, ESIQIE-IPN, (2) cts@xanum.uam.mx , UAM- Iztapalapa, (3
(3) dosala@servidor.unam.mx , Fac. de Química UNAM,

ÁMBITO
1. Enseñanza de las ciencias y sociedad
Valores y ciencia

PALABRAS CLAVE
cultura, modelo científico, medios de información, escritura.

OBJETIVOS
Caracterizar algunos de los elementos de la actividad científica que permiten hablar de
cultura científica.
Proponer elementos de análisis de la noción de bienestar y el vínculo de éstos con la cultura
científica.

MARCO TEÓRICO
Una acepción usual, mas no exhaustiva, de cultura incluye los siguientes elementos:
lenguaje, ideas, creencias, costumbres, códigos, instituciones, instrumentos, técnicas, obras
de arte, rituales y ceremonias. Lo que no deja duda acerca de la pertinencia del concepto
“cultura científica” ya que el medio científico (sea escolar o de investigadores) comparte
muchos de los elementos anteriores en forma específica.

Hace cosa de 50 años, C. P. Snow afirmó: “Es la cultura humanista occidental la


considerada cultura. Lo que es una pérdida en lo práctico, en lo intelectual y en lo
creativo”. A pesar de la incidencia de la ciencia y la tecnología en los niveles de bienestar
de la población hay un gran desconocimiento de los principios científicos fundamentales,
del método, de los instrumentos y modos de financiamiento de los grupos de investigación.

Esta ignorancia está a punto de generar actitudes anticientíficas y un retorno al pensamiento


mágico. Y es que el pensamiento científico sólo tiene unos 400 años de existencia, y pudo
desarrollarse gracias a la escritura, el debate y la argumentación como afirma Olson (1998).
Aceptar esta hipótesis lleva a la conclusión de que, al faltar estas actividades, escritura,
debate, argumentación se regresa al pensamiento mágico. Es importante subrayar que la
escritura fue clave para el desarrollo del pensamiento científico al darle persistencia
material al debate y permitir la acumulación del conocimiento en la memoria de la
humanidad.

Por otra parte, Logan (1982) afirma que la emigración a las ciudades durante la revolución
industrial modificó muchos patrones culturales, por ejemplo: del fatalismo a la libertad, del
núcleo familiar al individualismo; de la educación mediante el trabajo comunitario a la
enseñanza escolar desligada de la producción. La industrialización llevó a un uso creciente

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de las máquinas y la demanda de mano de obra en las fábricas provocó migración del
campo a las ciudades.

Así como la revolución industrial llevó a una devaluación de la mano de obra, la revolución
electrónica ha llevado a una devaluación del trabajo intelectual. Ciertamente, la producción
industrial ha llevado a una disminución de los precios de los bienes, pero ésta no ha
resultado únicamente de la innovación tecnológica o los avances científicos sino, en gran
medida, por el control de precios de materias primas, insumos, mano de obra, derechos de
empleados, etc. Y, obligado es decirlo, la producción y la investigación tecnológica está
dirigida principalmente a bienes suntuarios para un mercado mundial.

En la cultura, como en el lenguaje los significados, han resultado de convenciones


logradas en miles de años. Swadesh (1995) propone que ningún instrumento humano tiene
la antigüedad que tiene el lenguaje; seguramente precedió a la producción del fuego y de
instrumentos de piedra. Es improbable que cualquier recurso cultural tenga mayor
antigüedad. Sin embargo, el lenguaje es mucho más que un medio de comunicación y
representación; el agudo análisis de Lakoff (1995) muestra cuánto del lenguaje influye en la
interpretación del entorno, en las sensaciones y las acciones del sujeto.

Missika (2002), amplía las ideas anteriores al afirmar que los instrumentos y técnicas de
comunicación actúan sobre los procesos perceptivos y cognitivos porque son precisamente
dispositivos de percepción y de cognición; estos instrumentos, p.ej. periódicos, libros,
televisión, cine (ya no sólo el lenguaje) modifican nuestras maneras de ver, de juzgar, de
comunicar, de valorar y de razonar. Además, cada instrumento relaciona a los individuos a
través de redes con una estructura original. Pensemos en los periódicos del s.XIX, en los
cafés de principios del siglo XX, y la actual WEB y en los modos de relación de las
personas.

En otros términos: las tecnologías de comunicación son instrumentos de percepción y


cognición y nos servimos de ellos para ver e informarnos pero también para juzgar y
razonar; influyen en los procesos perceptivos y cognitivos. En otros términos, el uso
persistente de un instrumento influye en las habilidades de un sujeto; pero, a largo plazo,
también influye en sus categorías perceptuales y sus operaciones cognitivas (Olson, 1998).

Olson afirma que los cambios conceptuales no resultan de los modos de escribir sino más
bien de los modos de leer, esto es, de los modos de interpretar. Por ejemplo, la nueva
manera de leer las Escrituras dio origen a la Reforma y la nueva manera de leer el libro de
la naturaleza originó la ciencia moderna. Nuestra comprensión del mundo, nuestra ciencia,
y nuestra comprensión de nosotros mismos, son producto de nuestra manera de interpretar y
crear textos escritos.

Holton (1998), por su parte, sostiene que los medios de información describen comúnmente
la actividad científica como un proceso lógico, lineal, jerárquico, desprovisto de toda
pasión humana, cabe añadir que no se la concibe como una actividad histórica. Cualquier
científico sabe que ésta es una caracterización absurda, disculpada por alguien que sólo
conoce la ciencia por cursos básicos o noticieros.

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Si los productos científicos y tecnológicos son de interés general para el ciudadano también
lo es la percepción de sus objetivos, métodos, instrumentos y asociaciones. La afirmación
de que la política es muy importante como para dejarla sólo en manos de los políticos
puede aplicarse también a la ciencia: ésta es una actividad demasiado seria como para
dejarla sólo en manos de los científicos. Sólo al discutir de forma regular y con
conocimiento sus objetivos y consecuencias sociales en escuelas, prensa y conversaciones
de sobremesa podremos mejorar nuestras perspectivas de comprensión del mundo, así
como las de su perfeccionamiento y el nuestro (Sagan, 1979).

DESARROLLO DEL TEMA


La cultura científica, como la misma cultura, no resulta exclusivamente de la educación
formal o escolarizada, sin embargo ésta debe incidir en la promoción y evaluación de los
valores científicos fundamentales ya que son consistentes con los de una sociedad
participativa.

En efecto, la comunidad científica no resuelve, generalmente, las desavenencias acudiendo


a la fuerza de la autoridad o de la tradición, mucho menos con la violencia; acude, por el
contrario, a la argumentación y la experimentación. Esto es, el debate forma parte esencial
tanto de la ciencia como de las sociedades democráticas; por incómodos que parezcan, la
disensión y la tolerancia son elementos indispensables de ambos proyectos.

Aunque suele reducirse la cultura científica a unas noticias o contenidos espectaculares es,
básicamente, un sistema relativamente consistente de actitudes, significados y valores más
que de contenidos. Por ello, nada es más opuesto a la ciencia que el dogma entendido como
verdad universal y absoluta. Es por ello que la tolerancia, valor clave del humanismo,
también lo es de la ciencia. Lo anterior no cancela la validez de los contenidos ya que los
jóvenes requieren de conocimientos para no llenarse de prejuicios o enseñanzas
seudocientíficas.

A pesar de que una de las grandes contribuciones de la ciencia actual es la evidencia de la


imposibilidad de reducir los fenómenos a modelos simples, este hecho no está considerado
en los cursos de ciencias, p.ej. los fenómenos meteorológicos no se pueden representar
exclusivamente con ecuaciones físicas elementales, como tampoco los fenómenos
complejos económicos (por no hablar de los referentes al bienestar, el sentido de logro, la
pertenencia a una comunidad, etcétera).

En otras palabras: la idea de modelo, fundamental en el quehacer científico, no se


considera explícitamente en la enseñanza de ciencias; el concepto de modelación conlleva
el de predictibilidad y todo modelo es una simplificación tendiente a la comprensión de
fenómenos más complejos. De aquí que no se pueda considerar una verdad científica como
una verdad absoluta. La sutil diferencia entre validez y verdad, entre conocimiento
científico y conocimiento absoluto son fundamentales para la cultura científica (Thuillier,
1988).

De forma semejante, la reducción e identificación del fenómeno con su modelo, con su


interpretación es una etapa característica del pensamiento precientífico.

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La cultura científica implica una valoración ética de prioridades; considerar sólo las
variables económicas acaba con las sociedades, con el ambiente y con la vida. Así como la
cultura busca interpretar el fenómeno humano más allá de las variables inmediatas y
mensurables (como pueden ser las monetarias o econométricas) la cultura científica
elabora, más bien crea, sus propios conceptos cuya validez es discutida en el seno de una
comunidad.

Por otro lado, la cultura científica (como toda cultura) está relacionada a una concepción
particular de bienestar. Sin embargo, también genera actitudes críticas que la analizan. De
hecho, es la noción de bienestar la que genera un modelo tecnológico. No hay duda de que,
hoy día, el bienestar se identifica únicamente con el confort individualista y éste es el
objetivo del modelo tecnológico predominante. Sin embargo, una sociedad que reduce a
técnica y confort todas las complejas dimensiones de la vida humana, camina hacia su
desaparición.

Un tema que suscita divergencias entre historiadores, científicos y filósofos es la difusión


de la ciencia ya que ésta debe incluir los aspectos fundamentales del quehacer de los
científicos. Generalmente se reduce la difusión a los desarrollos actuales de la ciencia (y los
más espectaculares) lo que, en países con antecedentes de colonia, suele interpretarse como
un proceso unidireccional.

Por otra parte, los efectos negativos del desarrollo tecnológico llevan a que muchas
personas no valoren objetivamente la influencia de la tecnología y la ciencia y, en
consecuencia, oponen los conceptos natural y artificial con una visión mágica. Añadamos a
lo dicho la ignorancia social de la forma de trabajo de la comunidad científica, de sus
objetivos y sus formas de financiamiento, lo cual hace que la gente rechace las aportaciones
de esta comunidad y no pueda decidir sobre alternativas que le beneficien.

Sin embargo, en la asimilación y aplicación de la ciencia dominante debe considerarse el


impacto de los antecedentes culturales locales, de las organizaciones profesionales, de las
publicaciones, de la vinculación con la industria, etc. No sobra decir que el intercambio de
ideas científicas se da en muchos centros y en cualquier país, es decir, en todos sentidos. Lo
anterior no ocurre con el desarrollo tecnológico, concentrado en algunos países que
disponen de capital, cobertura de patentes, precios de materias primas, franquicias, mano de
obra, accesibilidad de mercados, etc.

Una rápida consideración de la historia de la ciencia y la tecnología en los países menos


desarrollados muestra que se ha preferido copiar o comprar soluciones en lugar de
desarrollarlas. Tal pareciera que es mayor la dependencia tecnológica actual que la
existente en la Colonia.

El desarrollo tecnológico siempre se asocia con el desarrollo científico pasando por alto la
valoración social de las actividades intelectuales. Hay un conjunto de mitos (muchos de
ellos contradictorios) que rodean a la actividad científica, p.ej. por un lado se afirma que
sólo las personas superdotadas pueden dedicarse a la ciencia; y, por el otro, se muestra el
poco aprecio de nuestra sociedad por los calificativos que desde la enseñanza básica, se da
a alumnos estudiosos: nerd, matado, aburrido, antisocial, ratón de biblioteca, machetero,

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etc. También se encuentra el caso, muy frecuente en la publicidad, donde un lenguaje
seudocientífico, es usado para ratificar la calidad del producto, p.ej. se anuncia la eficacia
de un champú por tener pH neutro.

Por otra parte e independientemente de la situación final del egresado, sea en el medio
laboral, sea en el medio universitario, es incuestionable la importancia de la cultura
científica para cualquier ser humano. Es la única vía para sopesar los modelos y reconocer
que no son definitivos. Incluido, obvio el modelo de bienestar capitalista.

CONCLUSIONES
La cultura es un conjunto de significados y valores compartidos que se manifiestan en
prácticas cotidianas. Mucho del aprendizaje de actitudes y valores se da por imitación no
tanto por reflexión. La escuela es un contrapeso al bombardeo cultural de los medios de
comunicación sólo si promueven el pensamiento científico y las actitudes críticas.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
HOLTON GERALD (1998). Einstein, historia y otras pasiones. Taurus. Madrid.
LAKOFF, G. (1995) Las metáforas de la vida cotidiana. Cátedra.
LOGAN, R.; O’HEARN, G. (1982). Thought Style and Life Style: Some Hypothesized
Relationships. Science Education 66 (4) pp.515-530.
MISSIKA, JEAN-LOUIS (2002) Los medios de comunicación y la percepción de la
realidad. Project, núm. 207. Programa Britannica Society - Informateca.
OLSON, DAVID R. (1998). El mundo sobre el papel. El impacto de la escritura y la
lectura en la estructura del conocimiento. Gedisa.
SAGAN CARL (1979). El cerebro de Broca. Grijalbo, México, 1979.
SNOW, CHARLES PERCY (1982). Las dos culturas. Ensayos científicos. Conacyt.
SWADESH MAURICIO (1995). El lenguaje y la vida humana. FCE, México.
THUILLIER PIERRE (1988). De Arquímedes a Einstein. Conaculta, Alianza Editorial,
México.

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