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1. INTRODUCCIÓN
1. En el primer tema, se han visto algunas de las formas en las que el contexto cultural
influye sobre el individuo. No son las únicas, y en este nuevo capítulo se apuntan también
otras formas de influencia entre el medio social y las personas singulares.
3. Cada plano tiene algunas características propias. Las relaciones entre ellos son muy
complejas; cada uno de ellos influye en y es influido por los demás.
a) Cada plano tiene cierta independencia del resto, cierta autonomía. Desarrolla sus
funciones propias independientemente de los demás. Uno, por ejemplo, puede estar enfermo
y enamorado a la vez; o se puede estar con una persona físicamente atractiva que nos
repugna afectivamente; o se puede desear el sillón y, en cambio, tomar la decisión de
estudiar o, al revés, se puede ver que es necesario estudiar mientras uno prefiere quedarse en
el sillón; etc...
b) Una clara relación con el resto: cada acción, cada modificación en un plano, afecta
a la situación de conjunto, influye en las reacciones del resto de los elementos. Así, la falta
de sueño nos hace negativos, nos paraliza, agranda la valoración de los problemas... y,
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aunque parece una situación afectiva, lo único que necesita esa persona es dormir; o, en un
funeral, un chiste puede sacarnos de una situación de dolor; o un gran proyecto vital puede
arruinarse porque se nos hace imposible soportar a la persona con la que habría que
ejecutarlo...
a) La corporalidad humana
Como se sabe, en el nivel físico y químico, todos los sistemas y órganos del cuerpo
vivo -vegetal, animal o humano- están compuestos por elementos físicos comunes: agua,
grasas, gelatinas, fosfatos, carbonato cálcico, cloruros sódico y cálcico, etc. La materia de la
vida es básicamente la misma que la que tienen los cuerpos inertes: hidrógeno, hierro,
oxígeno, litio, etc. Más del cincuenta por ciento del peso del cuerpo humano es simplemente
agua. Esos elementos en los seres vivos, y en el hombre, forman un organismo complejo:
esos millones de células diferenciadas se distribuyen en sistemas altamente equilibrados
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1. Como se sabe, hasta hace pocas décadas, la noción común sobre el universo suponía que,
en su conjunto, siempre había sido de la misma manera. La observación común permite
apreciar que el mecanismo del cosmos es constante, con ciclos regulares que se repiten
periódicamente, tanto en nuestro planeta como en el movimiento de los planetas y de las
estrellas. Considerado como un todo, el cosmos parece mantenerse de forma permanente. La
teoría de la relatividad de Albert Einstein, que formula en 1905 con carácter especial,
inicialmente mantuvo esa misma posición.
1 El cerebro "es explicable en principio como una aplicación particular de las leyes de la física, (...) el hombre no es
sino un objeto material y no tiene sino propiedades físicas, (...) toda conducta humana tendrá un día una explicación
física". MACKAY, D, BRAINS, Machines and Persons, London 1980, pp. 60 y ss, cit. por RUIZ DE LA PEÑA, J.,
Imagen de Dios, Paulinas, p. 127
2 Cfr. RUIZ DE GOPEGUI, L., Cibernética de lo humano, Madrid 1983, cit. por RUIZ DE LA PEÑA, J., Imagen de
Dios, Paulinas, p. 123 y ss
3 Un valioso intento de divulgación sobre esas cuestiones se puede encontrar en MARTÍNEZ CARO, D., Génesis,
Eunsa, Pamplona 2008, aunque no recoge los numerosos hallazgos que se han dado en los últimos años, especialmente
en astrofísica, biología y paleoantropología.
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del universo, y que viene a ser el residuo de la radiación térmica descrita en la hipótesis del
átomo primitivo, o del Bing-Bang, como es denominada ahora.
3. Es suficiente aquí con recordar algunos de los periodos de esa evolución. Aunque
naturalmente las cifras varían de una publicación a otra, porque están basadas en criterios
coherentes pero estimativos, suele fijarse el origen del universo hace 14.700 millones de
años. La teoría mantiene que justo en ese inicio se dio un estallido de energía pura,
unificada, que en pocos segundos comienza a mostrar asimetrías, gracias a las que aparecen
las cuatro grandes fuerzas del universo, la fuerza gravitatoria, la fuerza electromagnética, la
fuerza de interacción fuerte y la fuerza de interacción débil.
Según la física actual, es posible hacer algunas deducciones sobre esos momentos
iniciales, pero no sobre el momento mismo primero, porque carecemos de medidas de
cualquier género para determinar qué significa una energía en estado puro, como la que
debió darse en el instante inicial. Esas deducciones pueden tener algún sentido a partir de 10 -
34
segundos, según el cuánto mínimo formulado por Planck, que señala la llamada ‘barrera
de la gravedad cuántica’. Esa imposibilidad implica que el origen del universo, la
cosmogénesis, sigue siendo un misterio para la ciencia, aunque nos hayamos acercado a él.
No sabemos si se trata de un origen absoluto, o si aquella energía originaria era el producto
de un universo anterior, o si de aquella energía originaria surgieron otros universos paralelos
al nuestro en otras dimensiones,…
Según esas hipótesis, el desarrollo inicial de esa explosión produjo en pocos minutos
diferentes formas de radiación o de energía, y, más tarde, las primeras subpartículas y
partículas elementales de materia: electrones, fotones, protones, deuterio, litio,… que
pasaron por distintas fases de recombinación y reionización. Doscientos millones de años
más tarde comenzaron a formarse las primeras estrellas, como conglomerados superdensos
de partículas materiales, y a configurarse las primeras galaxias, reunidas por la fuerza
gravitatoria. Existen cientos de miles de galaxias, y cada una contiene cientos de miles de
estrellas.
Aunque las cifras, cuando son tan grandes, son difícilmente imaginables, en un rincón
de una de esas galaxias, hace unos 7.000 millones años se forma nuestro sistema solar, y en
él nuestro extraño planeta, ese curioso punto azul en la inmensidad del cosmos. La Tierra
tiene unas características realmente singulares entre las formaciones planetarias que
conocemos hasta ahora: el tamaño, la distancia al sol, la masa inercial que forma con la luna,
el eje de inclinación, el campo magnético, la elevada proporción de agua y carbono, etc. En
un cierto sentido, ese punto azul que es nuestro planeta es algo insignificante en el universo;
en otro sentido, es, al mismo tiempo, algo excepcional.
c) El origen de la vida
1. Parece que hace unos 3.500 millones de años comenzó a darse vida en la Tierra. De
modo similar al origen del universo, de momento, el origen de la vida es en gran parte aún
desconocido. En esa época del universo, nuestro planeta tenía aún temperaturas demasiado
elevadas, y su configuración material y geológica era notablemente diferente de la actual. De
ese tiempo, sin embargo, datan los primero fósiles que se han encontrado de organismos
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vivos, las primeras células procariotas. Son organismos celulares enormemente complejos,
con estructura de pared celular, membrana citoplásmica, nucleoide, ribosomas, cadenas de
RNA y DNA, etc. Nada cierto sabemos del modo en que aparecieron, y todas las teorías que
se han dado sobre su formación son hipótesis especulativas, que van siendo rectificadas a
medida que aparecen nuevos descubrimientos.
Nuestra clasificación de las especies biológicas está basada en los tres diferentes
tipos de células que están en la base de las tres grandes líneas de los seres vivos: bacterias,
arqueas –que se agrupan con las bacterias en el grupo de procariotas-, y eucariotas. Todas
ellas tienen elementos comunes, y comparten una parte de la cadena de genes. Parece por
ese motivo que todos los seres vivos procedemos de un tronco común. La hipótesis más
razonable supone que esos tres grandes grupos de organismos unicelulares proceden de un
antepasado común, que es desconocido, y al que se denomina como LUCA (last unknown
common antecessor).
Es lógico que se postule ese antepasado común, porque no se explica aún que no se
hayan encontrado restos intermedios entre las moléculas replicantes de fragmentos de RNA -
que son compuestos químicos muy simples y anteriores a las células- y esas células. Son
demasiado grandes las diferencias de estructura y complejidad entre ambas. El salto de las
primeras a las segundas es muy improbable, o quizá imposible, y, por esa razón, el origen de
la vida, la biogénesis, sigue siendo una incógnita.
2. Tal y como la conocemos por ahora, la historia de la vida comienza con la aparición de
esos organismos unicelulares que son las bacterias y las arqueas, que siguen formando la
mayor parte de la vida en la Tierra. Hace 2.100 millones de años, aparecen células mucho
más complejas, las eucariotas, de las que proceden paulatinamente las plantas, los animales y
los hongos. Al comienzo de la vida, se forman los primeros organismos multicelulares, en un
lento proceso: hace 1.000 millones de años los primeros vegetales multicelulares –ciertos
tipos de algas-; hace 600 millones de años, los primeros animales multicelulares –ciertas
esponjas marinas-. Pero justo después –hace unos 550 millones de años- se produce una
explosión biológica, que apenas sabemos explicar, que produce animales mucho más
complejos, con músculos, órganos, nervios, y capacidad de automoción, y, también, en muy
poco tiempo, animales vertebrados, y con una rudimentaria estructura cerebral.
Sería demasiado extenso intentar resumir las seis grandes extinciones y renovaciones
de las especies biológicas que jalonan esa historia de la vida, de las que aún hoy tenemos
información insuficiente, durante esos dos mil millones de años, y que terminan en las
especies vivas actuales. Pero no es indiferente recordar esa larga transición, porque nuestra
especie está al final, muy al final, de ese recorrido. Con esas grandes magnitudes de la
naturaleza, la especie humana es aún una recién llegada.
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1. La especie humana, como otras especies vivas, es aún muy reciente, si se contempla
dentro de esos tres mil quinientos años en los que existen seres vivos, o dentro de esos dos
mil años en los que existe el tipo de células que forman nuestro organismo. Un ejemplo
gráfico habitual es el de imaginar una línea de doscientos metros, como la largura de dos
campos de fútbol, que representa esos dos mil años, y marcar en ella el momento de la
aparición de la especie homo, a unos dos centímetros del final.
De momento, los fósiles y restos más antiguos de nuestra especie datan de hace unos
2.5 millones de años. El registro de fósiles humanos es muy reducido –en los casos más
antiguos se reduce a huesos de dentición o fragmentos craneales o huesos aislados-, y está
localizado en regiones muy concretas, en las que hay excavaciones más numerosas. Ordenar
de forma secuencial esos fósiles y establecer relaciones entre ellos se parece mucho al
trabajo de hacer un puzzle del que se tienen solamente algunas piezas, o al de un detective
que va descubriendo la verdad, poco a poco, por medio de evidencias parciales. Por esa
razón, ante nuevos descubrimientos de otros restos, y con frecuencia, en otros lugares, se
modifican continuamente las fechas y las interpretaciones de la evolución de los homínidos y
de los humanos. De ahí que no sea conveniente presentar aquí con detalle un cierto tipo de
historia de la especie humana, que sería engañosa en el momento actual de los
descubrimientos que tenemos.
Suele decirse que, según la teoría de Darwin, el hombre desciende del mono, aunque
en realidad no es así. Los monos del nuevo y del viejo mundo, los simios menores, los
orangutanes, los gorilas y los chimpancés tienen una evolución diferente a la de los
homínidos, y su línea evolutiva se separa de la nuestra entre hace 40 y 6 millones de años, en
diferentes grupo. Las especies, que preceden a la humana y que tienen algo en común con la
nuestra, son Austrolopithecus (africano, anamense, afarense, etc.) y Paranthropus (boisei,
robusto, etíope, etc.), de los que se han encontrado restos de hace 4.5 millones de años y de
hace 3 millones de años respectivamente. Ambas especies conviven con la especie homo
durante unos cientos de miles de años, en el caso de la primera, o de un millón de años, en el
caso de la segunda. Ambas tienen algunos rasgos físicos aislados que se parecen a los de los
hombres en cuanto a la dentadura, o la estructura ósea de cadera y columna -que les permite
andar erguidos ocasionalmente-, como se dan también ahora esos rasgos en algunas especies
de monos
Los fósiles más antiguos de nuestra especie suelen clasificarse en gran medida según
el lugar en el que se han encontrado. Entre ellos, aún siendo escasos o poco representativos,
suelen subdivirse en distintos grupos, según similaridades y divergencias morfológicas,
aunque no se trate de un criterio demasiado riguroso, porque también hoy en día son muy
diferentes, en ese sentido, las formas de un pigmeo africano, un indoeuropeo, un asiático,
etc. A grandes rasgos, los primeros grupos de homo (habilis, erectus, ergaster, antecessor,
etc.) se desarrollan más menos sucesivamente, porque también conviven en la misma época,
desde hace 2.5 millones de años hasta hace 200.000 años, y se encuentran restos en África,
Europa y Asia.
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Son finalmente sustituidos por el homo neanderthalensis, que comienza hace unos
350.000 años, y más tarde por el homo sapiens arcaico, que comienza hace unos 200.000
años. Desde hace unos años, ha desaparecido la división estricta que parecía existir entre
neandertales y sapiens. La información genética que se ha logrado obtener de ambos es casi
idéntica, y, de hecho, nuestro genoma contiene información genética de ambos. Eso significa
que ambos grupos convivieron y fundaron sociedades y relaciones comunes4. Nuestro grupo
humano, el homo sapiens sapiens, comienza hace unos 40.000 años; se fija esa fecha con el
criterio de que los restos encontrados son anatómicamente idénticos a los actuales, y,
también, porque se datan en ese momento numerosas innovaciones en instrumentos de
piedra, hueso, etc., o en la forma de los enterramientos.
2. Ese proceso arranca con el nacimiento, que, en el caso del hombre, le hace ser consciente
de que su vida no es simplemente autónoma o independiente de los demás. Por el contrario,
4 Esa nueva perspectiva exige revisar textos que suponían la independencia de ambos grupo, como es el caso del t exto
de Martínez Caro, citado poco antes, o, con más razón, el texto de ARSUAGA, J.-MARTÍNEZ, I., La especie elegida,
Temas de Hoy, Madrid 1998.
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la vida personal tiene un origen temporal que no ha sido decidido por el propio individuo. La
vida nos ha sido dada sin nuestro consentimiento o permiso.
Para el ser humano resulta especialmente importante esa conciencia de tener un ser
recibido de otros, o, en otras palabras, de tener un origen en otras personas. Esta conciencia
difiere de la de otros seres vivos, para quienes los progenitores resultan útiles solamente
mientras dependen de ellos, y para quienes resulta evidentemente irrelevante la posibilidad
de no haber existido. Para el hombre, ser hijo 5 resulta una nota instintiva de su identidad.
b) La procedencia biológica
Por otra parte, apreciamos la semejanza en los rasgos, las actitudes, las
costumbres,… con la familia de origen. Los padres se reconocen con más sencillez en los
hijos que nacen de su carne, y al revés. La filiación biológica, en ese sentido, tiene unas
características algo diversas a la filiación adoptiva, aunque eso no significa que sea
necesariamente mejor, porque hay padres que quieren a sus hijos adoptados con más
intensidad que otros a los hijos propios. Aun con esa aclaración, las relaciones entre padres e
hijos, en un caso y otro, exigen diferentes actitudes en cuanto al reconocimiento, aceptación,
empatía afectiva, autoridad, etc.
5 El nacimiento significa la aparición de algo auténticamente nuevo; lo auténticamente nuevo es cada hombre. La
novedad es en parte originalidad: la aparición en el origen de alguien diferente. Desde esa condición, se plantean las
relaciones entre el ser humano y sus progenitores. Cfr. ARENDT, H., La condición humana...
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dependencia que cada hombre o cada mujer sienten respecto de sus orígenes biológicos; el
ser humano experimenta una notable curiosidad hacia aquellos de quienes desciende, aunque
–en ocasiones- no haya tenido trato o conocimiento con ellos. Los considera responsables de
su configuración orgánica y de su propia existencia.
Por esa razón, la procedencia biológica, para el hombre, plantea la pregunta sobre las
razones de su existencia personal, sobre su origen.
c) La procedencia biográfica
1. Además, cada persona procede biográficamente de sus padres. El nacimiento del ser
humano es también diferente al nacimiento en otras especies animales. El organismo humano
al nacer no está aún suficientemente desarrollado; en términos biológicos, se habla de un
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‘parto prematuro’ para diferenciarlo de lo que ocurre en otras especies, en las que los
individuos al nacer cuentan con un organismo más completo. En estas especies, la cría
depende durante muy poco tiempo del cuidado de los adultos, y adquiere enseguida el
mínimo de autonomía necesario para su supervivencia. En el ser humano, el nacimiento se
produce cuando el organismo es aún precario, en cuanto a su configuración anatómica, pero
especialmente en cuanto al desarrollo cerebral: aún no se han constituido los lóbulos
frontales, no se han distribuido los sistemas necesarios para la transmisión de información
neuronal, y la corteza cerebral –esencial para el desarrollo del pensamiento lógico- es casi
inexistente.
2. Estas condiciones biológicas implican que el desarrollo del sujeto dependa esencialmente
de las relaciones sociales con el entorno. La capacidad cerebral se desarrolla plenamente
solo si se reciben estímulos procedentes de otras personas humanas. En otro caso, el cerebro
no completa sus fases de desarrollo, y el sujeto no llega a ser capaz de entenderse a sí mismo
como persona, ni de establecer funciones intelectuales, ni de plantear relaciones racionales
con el mundo que le rodea. Al nacer, el ser humano está parcialmente indeterminado, y,
precisamente eso le permite desarrollarse de muy diferentes maneras. Los otros animales, en
cambio, nacen con una configuración cerebral ya completa, y, por esa razón, prácticamente
fijada; su capacidad de aprendizaje es, por tanto, muy reducida. La plasticidad típica del ser
humano se configura con el aprendizaje, con la educación. Los progenitores orientan el
desarrollo de las capacidades iniciales en una dirección u otra: hacen de sus hijos personas
sensibles para la música o no, para el esfuerzo físico o para la indolencia, para el orden o el
desorden, etc.
sus logros vitales... Así detectan las aptitudes que tiene y procuran fomentarlas para que
pueda enriquecer su personalidad, destacar en el entorno profesional y social, cultivar
aficiones que le procuren satisfacción, etc.
Esa influencia no debería entrar en colisión con el respeto incondicional hacia el hijo:
los padres intervienen activamente en el proceso de la construcción de la identidad del hijo,
la dirigen en determinadas direcciones, y en principio tienden a hacerlo sin eliminar la
libertad progresiva que cada hombre va adquiriendo con los años. En principio, el proceso
educativo se apoya en ese principio de buena voluntad con el que los adultos tratan a otros
seres humanos que, en esa etapa, son más débiles, carecen de defensas o argumentos
propios, y pueden ser manipulados.
c) Esa tarea educativa debe cumplir algunas condiciones para respetar el valor de la
personalidad incipiente de los menores. En primer lugar ha de ser reversible. No se deberían
generar automatismos o condicionamientos que no puedan ser rectificados personalmente.
Cada uno ha de ser capaz de rechazar o de aceptar libremente, de asumir personalmente si lo
desea o de eliminarlo si no, los valores, destrezas, capacidades u orientaciones que los
padres han transmitido. Lo mismo, o aún más, puede aplicarse a la educación de la
personalidad a través de otras instancias externas, como la escuela, los profesores, las
academias, etc.
En estos años, los avances científicos están planteando una nueva cuestión en este
campo. Cada vez es mayor la posibilidad de intervenir en el genoma que se transmite. Con el
tiempo, parece que los padres pueden llegar a ‘programar’ algunas cualidades físicas de sus
hijos: su capacidad intelectual inicial, sexo, aptitudes corporales, etc. La manipulación
genética es, desde este sentido, una alteración de las relaciones entre padres e hijos. El hijo
debería ser aceptado incondicionalmente, tal y como es, como un ser humano que merece el
mismo respeto que uno mismo.
Habitualmente, para los padres esa posibilidad de diseñar las capacidades de sus
descendientes se utilizaría para la felicidad de estos últimos: eliminar enfermedades o
defectos, aumentar algunos rasgos positivos... Esta nueva posibilidad plantea un complejo
conjunto de problemas que están aún por resolver 6. La cuestión de fondo es que el hijo
6 Si la manipulación genética mejorase algunas capacidades, parece a primera vista que sería legítimo para
los padres utilizarla, o algo similar se podría decir de drogas determinadas que potencian el desarrollo
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estaría condicionado por esas elecciones de forma irreversible, y podría acusar a sus padres
de los efectos negativos que esos condicionamientos provocaron más tarde en su vida y que
podrían haberse evitado.
4. La primera identidad personal, que se recibe del entorno, es el sustrato sobre el que cada
uno edifica su identidad libre, a partir de su experiencia personal, sus decisiones y elecciones
libres. De aquella identidad primera, se guarda una memoria parcial; el niño, al crecer, olvida
gran parte de su proceso de formación, en parte porque la memoria cerebral se conforma
tardíamente en el ser humano. La identidad subjetiva sufre a lo largo de la existencia
profundas transformaciones, en la medida en que varía la conciencia psicológica que uno
tiene de sí mismo. Aún así, lo más importante del ser humano no es la consciencia que tiene
de sí, sino su propio ser. Somos el mismo sujeto desde que nacemos hasta que termina la
existencia, aunque la conciencia que tengamos de nuestro ser en el mundo se vaya
modificando con el tiempo.
a) Introducción
cerebral, la capacidad de aprendizaje, etc. (cfr. Kaplan). Sin embargo hay argumentos para profundizar más
en esa cuestión: a) los efectos secundarios que provocan realmente esos mecanismos son reales y no es
sencillo determinar si los efectos beneficiosos lo son tanto como para justificar los efectos nocivos; b) aún en
el caso hipotético de que no se diesen esos efectos secundarios, se provocan efectos secundarios existenciales:
un hijo especialmente dotado de inteligencia, capacidad de atención y de aprendizaje puede sufrir
aislamiento, enrarecer su carácter, perder satisfacción en sus relaciones sociales, etc.; c) esas acciones son
irreversibles desde el punto de vista del hijo: resultan ser condicionamientos añadidos a los que posee
biológicamente y son condicionamientos libremente dispuestos, voluntarios por parte de los adultos que se
convierten en constructores artificiales de la personalidad de otro ser humano; y d) esa estimulación o
modificación responde a un modelo predeterminado de felicidad, que puede ser erróneo: quizá un niño no
necesita ser capaz de atender intensamente durante nueve horas diarias, y será más feliz si se distrae,
bromea, se ‘esponja’ en las relaciones con otros (cfr. Echarte). En realidad, podemos utilizar la ciencia para
eliminar enfermedades o defectos orgánicos, pero parece que aún no sabemos tanto de la naturaleza humana
como para ser capaces de sustituirla en sus finalidades espontáneas, en sus propios mecanismos de
equilibrio, en sus procesos temporales de desarrollo, etc.
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Por eso, es impropio, inexacto o confuso decir que el hombre tiene cuerpo -y alma-,
como si pudiera prescindir de él. El hombre es cuerpo; en ese sentido, la expresión 'mi
cuerpo es mío' es en parte errónea, porque el cuerpo no es simplemente algo de mi
propiedad, un instrumento que puedo usar o no, como si no influyera en mi 'verdadero'
modo de ser, que está al margen de las decisiones fundamentales que puedo tomar sobre mi
vida; en realidad habría que decir 'mi cuerpo es -soy- yo', lo que le afecta me afecta a mí, lo
que hace lo hago yo...
7 "El ser del objeto interno y externo de ambas experiencias soy yo mismo, soy en primer lugar, para mí mismo, mi
propia interioridad y exterioridad". WOJTYLA, K., Persona y acción, BAC, Madrid 1982, p. 8. "El hombre es
consciente de su cuerpo, y lo experimenta también; tiene experiencia de su corporalidad, igual que la tiene de su
sensibilidad y de su emotividad". Ibidem, p. 63.
8 "El cuerpo humano es parte constitutiva de la persona, la cual a través de él se manifiesta y expresa. Gracias a la
unión con el espíritu, el cuerpo es la manifestación de la misma persona. Se puede decir también que el cuerpo es la
misma persona en su visibilidad". Congr. para la Doctrina de la Fe, El don de la vida, Palabra, Madrid 1992, p. 19.
9 MALO, A., Essere persona. Un’antropologia dell’identità, Armando, Roma 2013, p. 35-36.
10 MALO, A., Essere persona. Un’antropologia dell’identità, Armando, Roma 2013, p. 34.
11 En ese sentido, el cuerpo humano es propiamente lo subjetivamente inconsciente. Cuando Lacan afirma que “soy
donde no pienso” (Escritos I, Siglo XXI, México 1972, p. 202) se refiere a las estructuras inconscientes del deseo y de
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placer o el dolor adquieren cierta intensidad. La opacidad del cuerpo para nuestra vida
consciente convive precisamente con esa vida consciente, y en esa aparente paradoja residen
las complejas relaciones entre lo que somos y lo que pensamos que somos, lo que vivimos y
experimentamos y las estructuras que hacen posible la vida y la experiencia personal.
2. Por esa razón, se entiende que algunas formas de pensamiento sean dualistas. Entienden
que el cuerpo y el espíritu son realidades diferentes, simplemente yuxtapuestas, sin que
formen una unidad real. Entre otros, se ha dado el dualismo griego, que partía de que el
alma preexiste en un mundo anterior, antes de su unión con el cuerpo. Este, desde ese
planteamiento, vendría a ser una cárcel, o un castigo, para el alma, algo pernicioso de lo que
hay que desprenderse, y la muerte misma vendría a ser una liberación. Sin esa visión tan
pesimista del hombre, se ha dado también el dualismo racionalista. Para Descartes, la razón
–res cogitans- y la materia –res extensa- no pueden estar en el mismo plano. La razón es
independiente del cuerpo, y es la encargada de dirigir al cuerpo. En el otro extremo, se han
dado también errores que, para evitar esa dicotomía entre alma y cuerpo, niegan uno de los
aspectos de la personalidad humana. Se da así el monismo materialista, que cree que el
hombre, su pensamiento, su libertad,… se reducen a mecanismos complejos de la materia, o
el monismo idealista, que, justo al contrario, cree que la materia es solamente una categoría
con la que el espíritu se entiende a sí mismo, una fabricación del espíritu en su manera de
percibir al mundo y a la realidad.
3. Puede hablarse de alma y cuerpo teniendo mentalmente que ambos principios realmente
no existen separadas. Para no entrar en cuestiones estrictamente filosóficas, en lugar de
cuerpo y alma, hablaremos en estas páginas de cuerpo e intimidad, porque es difícil
distinguir realmente entre corporalidad e intimidad, ya que en la práctica se dan unidos. De
todos modos, aunque sólo sea por pura didáctica vamos a tratar de relacionar ambos
conceptos12.
1. La articulación entre corporalidad e intimidad ayuda a entender que la vida humana es una
vida también materialmente humana. El hecho de ser hombres significa un modo de estar en
el mundo, un modo material de estar en el mundo, un modo material de vivir; o, aunque sea
repetir lo mismo con palabras semejantes, para que la vida humana tenga plenitud, riqueza
interior, perfección... ha de tener plenitud material, riqueza material -no en el sentido de
riqueza de bienes exteriores-, perfección material.
la razón, o, aún más, a los recuerdos e impresiones reprimidos, pero se mueve aún en la dialéctica psicoanalítica. Su
intuición es más comprensible si se aplica en cambio a la misma corporalidad humana.
12 "Porque el hombre es uno no podemos hablar de 'actos del cuerpo' y 'actos del alma'; pero forzando la realidad, con
una intención didáctica, podríamos decir que el cuerpo le da al alma su fuerza, y recibe de ella la luz, el conocimiento,
la voluntad". MOYA CORREDOR, J, El sentido de la vida, Eiunsa, Barcelona 1993, p. 83.
13 Intimidad: "hablar de espacios interiores. de lugares recónditos, de cosas queridas, de vivencias personales... el
ámbito más nuclear del yo personal". MARTI GARCIA, M. A., La intimidad, Eunsa, Pamplona 1995, p. 19.
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Aunque aún existe una enorme ignorancia sobre la cuestión, es claro que en
ocasiones las patologías del cuerpo responden a estado anímicos, o tienen una inmediata
relación con ellos. Y, aunque no se sepa cómo actúan exactamente, los médicos, cuando se
encuentran con casos graves, explican a sus pacientes la importancia de su actitud subjetiva
para superar la gravedad de sus enfermedades, la importancia de las ganas de vivir, la
energía para superar las dificultades de un tratamiento severo, etc.
c) Protección
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"Al ver una persona, sus ropas nos esconden parte de su cuerpo, sus gestos pueden
ocultar su estado de ánimo, bastará el esbozo de una sonrisa para disimular su pena, y es que
el hombre necesita protegerse de los demás, pero esa protección no nace de un deseo de
evitar la agresividad ajena, sino de la conciencia (más o menos clara) de su realidad como
misterio.... Protegiendo su cuerpo, el hombre quiere protegerse él mismo, su intimidad, lo
que hay en él de único, de irrepetible: su propia realidad de misterio"15.
Forzar a alguien con violencia para que exprese lo que no desea atenta contra el
derecho a la propia intimidad.
14 "El cuerpo del hombre tiene en su interior una intimidad. A veces en los comentarios de la calle parece que el
hombre se agota en su aspecto externo.... Se insiste por mil caminos en la necesidad de cuidar la imagen". MARTI
GARCIA, M. A., La intimidad, Eunsa, Pamplona 1995, p. 36.
15 MARTI GARCIA, M. A., La intimidad, Eunsa, Pamplona 1995, p. 87 y 88.
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e) Conocimiento
Es claro que en nuestro comportamiento habitual, los demás nos parecen extraños
hasta que aprendemos a familiarizarnos con ellos: es decir, hasta que les conocemos
íntimamente, y aprendemos el lenguaje externo de lo que llevan por dentro; para gente
desconocida una persona seria puede parecer enfadada, mientras que para los que le
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conocen puede tener un estado normal o incluso estar alegre; o al revés, alguien que parece
reírse para quien no le conoce, puede estar haciendo mucho daño a una persona que le
conoce íntimamente16.
f) Expresión
16 "Los otros y el mundo que nos rodea se nos manifiestan a veces extraños, poco accesibles, nuestras suposiciones
sobre ello vemos que no siempre coinciden con la realidad". MARTI GARCIA, M. A., La intimidad, Eunsa, Pamplona
1995, p. 37.
17 En parte a causa del cuerpo, "el hombre tiene algo de misterio, que es la causa que impide que él pueda apresarse
como objeto conocible". MARTI GARCIA, M. A., La intimidad, Eunsa, Pamplona 1995, p. 32.
18 "Nuestro reconocimiento corporal no es tan fácil como cabría suponer inicialmente. ¿Quién no ha sentido extrañeza
ante su propia voz cuando ésta ha sido grabada, o quién no se ha sorprendido al no reconocerse en una fotografía en que
aparecía de espaldas". MARTI GARCIA, M. A., La intimidad, Eunsa, Pamplona 1995, p. 29.
19 MARTI GARCIA, M. A., La intimidad, Eunsa, Pamplona 1995, p. 41.
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El mundo interior "se hace presente -de alguna manera- en la imagen externa del
hombre, o dicho en otros términos: el mundo interior influye en el cuerpo. La mirada, el
rictus del rostro, los gestos, el mismo tono de voz, no se originan únicamente en unos
órganos físicos, sino que son matizados, vivificados por el talante, la forma de ser que nace
de lo más profundo del hombre"20.
2. Por esa razón, el cuerpo humano merece en sí mismo, el respeto que merece la persona;
no puede ser tratado o no debe ser tratado como un objeto. "A nivel ético, el respeto debido
a la persona humana debe expresarse también en el respeto por el cuerpo humano, a través
del cual se manifiesta la persona. A pesar de las apariencias existe un profundo desprecio por
el cuerpo, que se considera simplemente como un 'objeto', que se puede usar sin más" 21.
En orden inverso, las palabras aisladas difícilmente son aceptadas por los demás. Se
puede decir fácilmente un ‘te quiero’ a cualquier persona, pero eso significa muy poco si no
está confirmado por gestos y acciones. Si alguien pronuncia esa frase con gesto de
aburrimiento, o de frialdad, o lo desmiente con hechos, obviamente no resulta creíble.
El modo principal que adopta el lenguaje gestual estriba en la actitud general del
cuerpo. La figura humana, considerada como totalidad, es enormemente expresiva de la
situación anímica. Los actores saben bien que esa actitud general transmite con más fuerza
los mensajes que la gesticulación del rostro o de las manos, que son también medios
corporales muy expresivos. Actitudes generales tan simples como estar sentado con la
rigidez de una visita o tumbado con la indolencia de una tarde aburrida, la forma de andar, o
de apoyarse en la barra de un bar, saltar con una música vibrante o limitarse a llevar el ritmo
con el pié..., expresan nuestras actitudes internas parcialmente. Como se ha apuntado, el
rostro –y particularmente la mirada-, y las manos tienen también una fuerte función
expresiva. El resto del cuerpo no expresa la intimidad sino simplemente a sí mismo.
5. Por eso, tiene tanta importancia la expresión de la verdad o de la mentira en las actitudes
corporales; también por eso, la mentira corporal -la actuación deliberada para engañar a
otro- tiene tanta importancia en la vida de los hombres, y se perdona con tanta dificultad.
g) Acción
1. Otro aspecto de esa relación reside con frecuencia en la necesidad de traducir los estados
interiores en actividades corporales. La vida humana presupone un cierto dinamismo
material, un cierto ritmo material, que es algo más que el puro dinamismo físico, que el puro
estar en forma. Ese ritmo vital, ese ritmo material ha de ser algo natural, habitual; algo que
no necesita provocarse artificialmente. Ese ritmo material proporciona cierta plenitud en la
vida humana y de ella procede el verdadero disfrute, aunque suponga el esfuerzo de vencer
la pasividad, la 'tendencia a la horizontal'.... Si no se supera esa pasividad, la personalidad se
refugia en el mundo de la imaginación, donde uno puede 'hacer cosas' sin esfuerzo, tumbado
cómodamente en un sofá, en el mundo de los 'me gustaría...' que nunca se transforman en
realidades, en hechos vitales; algo también muy típico de nuestra sociedad, en la que
tratamos de vivir esas realidades a través de películas, video-clips, documentales sobre la
naturaleza....
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a) Introducción
1. Vamos a ver muy brevemente algunas de las implicaciones que tiene para la vida humana
la temporalidad. La temporalidad es una consecuencia de la materialidad del hombre;
tenemos una dimensión temporal porque tenemos -somos- materia, y la materia está
sometida al movimiento físico. Si no hubiese materia, en cambio, no tendríamos esa noción
del tiempo que ahora poseemos con tanta naturalidad. El tiempo en el que viviríamos sería
distinto al que percibimos ahora mismo, porque el tiempo es relativo al sujeto, al modo de
ser del sujeto. Para un insecto que vive solamente durante unas horas o unos pocos días
cada minuto es una parte importante de su existencia; si, como afirman algunos científicos,
la esperanza de vida humana será para nuestros descendientes de unos trescientos años, es
obvio que para ellos el paso de los años tendrá un sentido diferente del que tiene para
nosotros.
Algunos aspectos de lo que implica la temporalidad en la vida del hombre son los
siguientes.
1. El hombre vive en distintos tiempos, que no siempre coinciden: la sucesión de los hechos
exteriores tiene una cadencia distinta en la propia vivencia. Todos tenemos experiencia de
esos tiempos que pasan rápidamente, que parecen un minuto, porque son momentos vitales
intensos; y de esos otros tiempos que en cambio se alargan durante 'horas' aunque duren
minutos.
a) El tiempo físico es el tiempo externo, físico, universal, común con el resto de los
hombres,... marcado por una sucesión regular de acontecimientos. Es una forma de medir el
tiempo con criterios comunes para todos.
b) El tiempo biológico viene marcado por nuestro desarrollo vital. Somos bebés,
niños, adolescentes, adultos o ancianos, con grandes modificaciones fisiológicas. Desde
dentro, esos cambios hacen que percibamos el mundo con una perspectiva diferente, y
también que percibamos el paso del tiempo de forma distinta. Para un niño, fijar la atención
en algo durante más de unos minutos puede ser un esfuerzo intolerable, o puede no entender
el sentido de retrasar algo que le gusta para el día o la semana siguiente, mientras que un
adulto puede estar horas estudiando, o puede planificar sus actividades para los próximos
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meses. Desde fuera, esas diferencias parecen alterar la persona; cuando pasa el tiempo,
personas que tratamos en otros momentos pueden llegar a ser físicamente irreconocibles. Sin
embargo, internamente hay una conciencia de sí mismo a lo largo de los años, que procede
en gran parte de nuestra identidad corporal.
Nuestros procesos y ciclos biológicos nos hacen medir la duración de las cosas, con
una medida distinta de la medida objetiva del reloj, o de los astros. Así por ejemplo, en la
infancia, todos los sucesos transcurren con mayor lentitud; o un dolor de boca, nos hace
sentir el tiempo como algo terriblemente largo; o en una enfermedad prolongada, por el
contrario, la sucesión de los días es muy rápida,...
El estado de nuestra afectividad también nos hace medir la vida con otros criterios;
por ejemplo, la espera de alguien deseado o una clase que nos aburre se viven como algo
muy prolongado, o, al revés, los buenos momentos pasan a toda velocidad. Hay instantes
que, en ese tiempo vital interior, duran siglos, y horas que pasan sin que nos enteremos.
Nuestra inteligencia también tiene su propia forma de medir el transcurrir del tiempo;
cuando estamos ensimismados, concentrados en algún problema, o cuando estamos oyendo
una canción que nos interesa,... vivimos en menos tiempo por dentro del que marcan las
agujas del reloj. Todos tenemos una cierta experiencia de la ausencia de tiempo, en
momentos en los que estamos absortos en una música, en unas distracciones, o en una
reflexión profunda.
Una consecuencia es que deseamos vivir el tiempo con plenitud, con deseos de
intemporalidad, de eternidad.
2. Otra consecuencia más del transcurrir temporal es la relación que el presente mantiene
con el pasado y con el futuro. Nuestra forma de entender la existencia depende de la
memoria, de la experiencia que hemos acumulado en el pasado. Y nuestra forma de vivir el
presente depende en gran parte de la previsión que tenemos respecto del futuro. Si
esperamos que nuestros esfuerzos actuales darán resultado positivo, no nos importa
demasiado el cansancio o las dificultades que encontramos; si, al contrario, prevemos que
esos esfuerzos serán inútiles, se pierde un fuerte factor de motivación que conduce a la
pérdida de actividad, iniciativa o capacidad de reacción.
El ser del hombre es estar siendo, sin llegar a haber sido de forma definitiva. No
somos un río que transcurre por un cauce predeterminado por el pasado o por las
circunstancias, o una animal marcado por sus instintos. Nuestra libertad parte del pasado,
pero lo supera, porque somos capaces de rechazar lo que hicimos o aceptarlo libremente. A
lo largo de la vida, podemos descubrir facetas desconocidas de nuestra forma de ser, o
tomar decisiones para modificarla. Es decir, tenemos una conciencia variable sobre nosotros
mismos, y tenemos una forma de ser que evoluciona con el tiempo.
3. Así como somos un ser histórico en el ámbito personal, hacemos también historia de las
regiones, de los pueblos, de las culturas,…Constatamos hechos, aunque no podamos
recogerlos todos, los interpretamos después desde una perspectiva u otra.
d) La procesualidad de la libertad
1. La vida humana hay que entenderla como proceso; la procesualidad es una característica
de la vida humana: no 'existe' el presente, transcurre; la vida humana no se posee como un
todo; es progresiva, cambiante,...
nuestra personalidad actual. "Lo que fuí, no lo soy"22. Las decisiones que tomamos -y con
ellas nuestra libertad- están sujetas a la temporalidad: a) Las decisiones valen para ahora, son
válidas mientras se mantienen actualmente como tales decisiones. b) Las decisiones
requieren tiempo para realizarse. No basta con decir 'quiero hacer tal cosa': no basta con
decir quiero sacar sobresalientes, para que esa decisión se convierta en algo real. c) Las
decisiones son revocables siempre. El hombre no es un río que ha de transcurrir siempre por
un cauce fijo, sin posibilidades de marcha atrás.
e) La capacidad de compromiso
1. Que la vida humana sea temporal, significa que sólo para el hombre tiene sentido la
noción del compromiso. El compromiso es un acto de la libertad que trasciende el momento
físico; el hombre tiene la capacidad de superar parcialmente el tiempo, de concentrarlo en un
instante.
2. La tendencia a evitar el compromiso con las personas, con proyectos vitales, con
decisiones que tienen consecuencias a largo plazo,… nace de una aguda conciencia de
nuestra libertad. Queremos ser libres sin cargas, sin ataduras, condicionantes que nos
limiten. Queremos estar abiertos a las posibilidades de la vida. La dificultad del compromiso
es el tiempo físico, la durabilidad, la permanencia de las decisiones adoptadas, la fidelidad a
uno mismo o a otras personas: en el noviazgo, en el matrimonio, en el trabajo, en las
aficiones, en la amistad,... Esa apertura vital es un rasgo esencial de la libertad, y de hecho se
mantiene por muchos compromisos que asumamos. Como veremos, otro rasgo esencial de
la libertad es nuestra capacidad de autodeterminación, y sin ella la libertad quedaría como
una joya guardada en una caja de cristal, sin usar.
22 S. AGUSTIN, Confesiones.
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1. En relación con la temporalidad, ese concepto tan complejo y difícil de precisar que es la
felicidad puede ser entendido de tres maneras. Podemos entender la felicidad como instante.
A lo largo de la vida, hay momentos concretos de felicidad intensa, que son algo más que
una alegría especial. Hay acciones propias o de otros que nos hacen sentirnos plenamente
felices. Se entiende también que existen temporadas o épocas en las que nos consideramos
felices, porque hay un determinado conjunto de factores que van bien en nuestra vida. La
cuestión principal que se plantea en este sentido es si el conjunto de la existencia puede ser
considerado como una vida feliz, aunque en ella se hayan dado momentos de dificultad o de
amargura. Esta pregunta resume una de las aspiraciones principales de la vida humana
cuando aún quedan muchos años por delante –‘¿seré verdaderamente feliz en mi vida?’- o
cuando se hace balance al final de la existencia sobre el conjunto de lo que se ha vivido.
2. La felicidad humana, en su sentido propio, ya que el hombre es un ser temporal, hay que
concebirla como un estado, no como una suma de instantes. La felicidad es la plenitud vital
poseída establemente; no se puede definir sin más como un momento feliz, que transcurre y
sólo deja el recuerdo, como se escurre el agua entre los dedos.
g) La limitación temporal
1. Que el hombre sea un ser temporal significa también que tiene un tiempo limitado; de ahí
nacen algunas consecuencias más.
Cada uno dispone de un tiempo limitado total, que se corta con la muerte; en ese
arco temporal es donde puede llevar a cabo su proyecto vital; el problema de la muerte
unido al afán de inmortalidad del hombre permite una de las fundamentaciones antropológica
de lo sagrado, aunque no sea la más importante. El hombre es temporalmente limitado por
ser un ser material, y, en este sentido, la muerte es algo natural, no es nada extraño, porque
la descomposición de la materia provoca la desaparición del ser material.
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Pero, al mismo tiempo, el hombre es el único ser capaz de superar los límites del
tiempo, gracias a su libertad, a su capacidad de compromiso, a su conocimiento de la
temporalidad; por eso, para el hombre la muerte es muy poco ‘natural’, y tiene un carácter
dramático; el hombre se plantea, aspira, comprende,... también de manera natural, la
posibilidad de la inmortalidad.
Ahora además del tiempo físico y del tiempo vital, tenemos el tiempo imaginario: el
mundo de las imágenes audiovisuales es mucho más rápido que el de la vida real; hay muy
pocas películas o muy pocas escenas de películas que se filmen en tiempo real. Uno puede
vivir, sin darse demasiada cuenta, en ese tiempo ficticio y -como en las películas- querer
tener éxito ya, querer que todo se resuelva ya,... experimentar la frustración si hay que
esperar, si hay que darle tiempo a un asunto,…
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