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La Memoria de Un Fruto: La Fiesta Del Pijuayo: Caravelle
La Memoria de Un Fruto: La Fiesta Del Pijuayo: Caravelle
Edición electrónica
URL: http://journals.openedition.org/caravelle/2983
DOI: 10.4000/caravelle.2983
ISSN: 2272-9828
Editor
Presses universitaires du Midi
Edición impresa
Fecha de publicación: 1 junio 2018
Paginación: 87-102
ISBN: 978-2-8107-0572-6
ISSN: 1147-6753
Referencia electrónica
María Eugenia Yllia y Nancy Ochoa, « La memoria de un fruto: La Fiesta del Pijuayo », Caravelle [En
línea], 110 | 2018, Publicado el 01 febrero 2019, consultado el 19 marzo 2020. URL : http://
journals.openedition.org/caravelle/2983 ; DOI : https://doi.org/10.4000/caravelle.2983
Caravelle – Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien est mis à disposition selon les termes de la
licence Creative Commons Attribution - Pas d'Utilisation Commerciale - Pas de Modification 4.0
International.
87 Caravelle 110
p. 87-102
Nancy Ochoa
Centre EREA – Université de Paris Nanterre - Nanterre 1
Desde hace varias décadas los pintores indígenas boras y huitotos de la cuenca
del Ampiyacu, en la Amazonía peruana, han representado diversos aspectos de su
memoria histórica, siendo la época de la explotación del caucho uno de los temas
más explorados en los últimos años 2. La revitalización de la memoria a través de
la pintura ha planteado narrativas visuales que dan a conocer saberes ancestrales y
reflejan el amplio conocimiento que tiene el poblador amazónico de su biodiversidad
y la estrecha relación con su medio ambiente. Entre sus múltiples saberes tradicio-
nales, destaca la cosecha y aprovechamiento del pijuayo (Bactris gasipaes Kunth),
palmera que forma parte de un importante ritual representado en la pintura de
Víctor Churay Roque.
La pintura La Fiesta del Pijuayo o Báhjaá Meéme fue exhibida en la exposición
Los Bora y la fiesta del Pijuayo 3, en el Museo Nacional de la Cultura Peruana el
año 1998. Junto a ella se podían apreciar algunas máscaras con tocados zoomorfos
tallados en madera utilizados en el ritual. Estas piezas fueron realizadas por Víctor
Churay, Alberto Flores, Julia Mibeco, Isaac Nepire, José Panduro, Rolando Pan-
duro y Eduardo Soria, miembros de las comunidades bora de Pucaurquillo y Brillo
1. Las autoras agradecen a Ulla Holmquist, Directora del Museo del Banco Central de Reserva, el haberles facili-
tado el uso de la biblioteca y tomar las fotos de la indumentaria de los Bora. De igual manera reconocemos a la
historiadora María Belén Soria por haber proporcionado una importante documentación. Asimismo, queremos
dar las gracias a Michel Gilonne por su atenta lectura y sugerencias a nuestro manuscrito.
2. Los Bora, los Huitoto y los Ocaina son originarios del medio Caquetá y del Putumayo en Colombia. Actualmente
habitan en el Perú a lo largo de los ríos Putumayo, Ampiyacu, Napo, Nanay y sus afluentes, (Pevas, Mariscal
Castilla, Loreto) y algunos individuos residen en ciudades como Iquitos o Lima.
3. La exposición fue curada por la historiadora María Belén Soria, investigadora del Seminario de Historia Rural
Andina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima, Perú).
4. El nombre llanchama se emplea para identificar varios árboles de características similares, aunque de distin-
tas especies, como la Olmedia aspera y la Poulsenia armata (familia Moráceas) o la Manicaria saccifera (fam.
Palmáceas). La llanchama es un material obtenido de la corteza interior de un árbol que luego de ser cortada
y golpeada, se lava y se seca al sol hasta formar un lienzo, con el que se confeccionan cobertores, hamacas,
trajes, etc. Actualmente los artistas lo utilizan como lienzos.
5. Coca (Erythroxylum coca), especie vegetal.
6. Ampiri: sustancia preparada a base de tabaco (Nicotiana tabacum) y sal vegetal, el cual se usa para lamer la
coca hecha polvo.
7. Actualmente, la maloca de los Bora, Huitoto y Ocaina del Ampiyacu ya no sirve de vivienda, sino de lugar de
reuniones. En ciertas malocas se reúnen las asambleas comunales. Pero en todas, se celebran ocasionalmente fiestas
tradicionales y, en las noches, personas adultas o de edad van a preparar su coca y conversar entre hombres. En
algunas malocas se reciben turistas para presentarles danzas folklóricas y cobrar por el espectáculo (Gasche, 2011).
8. El curaca Víctor Churay Flores narra que el día que empieza la fiesta, el dueño de la purma (chacra) saca con
su gente una corteza de carapa (cáscara de árbol de topa) para formar un cilindro cocido con soga de tamshi
(bejuco silvestre). Esta carapa de topa se entierra en medio de la maloca del dueño de la fiesta. Encima se
coloca una cedama (tela cernidora) hecha de bombonaje (Carludovica palmata), y vacían sobre ella la masa del
pijuayo que estuvo guardado en el canasto de tamshi. Luego se chapea (mezcla) la masa con un poco de agua,
hasta que llene la carapa que tiene un metro de largo, y después se la tapa con hojas de plátano y allí permanece
una noche para que se fermente (Soria, 2001).
9. Casabe: galleta grande de yuca rallada.
10. Cahuana: bebida hecha de almidón de yuca diluido en agua hervida, a menudo mezclado con pulpa de aguaje,
ungurahui, huasaí, umarí, piña o con miel de abeja.
Nuestros padres nos contaban que cierto día los abuelos se fueron por el río Caquetá,
(antes Perú y ahora Colombia), y en una fiesta de la tribu Méénímuje que significa
shipibo-konibo, señaló que, después de una corta estadía en el Seminario, regresó a su comunidad para buscar
las plantas, la tierra y otros elementos para crear los colores con los cuales iban a pintar sus cuadros.
14. La importancia de su obra no solo se advierte en la trascendencia que ha tenido en la cuenca del Ampiyacu,
de donde provienen los artistas indígenas amazónicos Brus Rubio, Santiago y Rember Yahuarcani, cuya obra
ha tenido un impacto global, sino también abrió la puerta a otros artistas de otros pueblos indígenas que han
cambiado el horizonte de la historia del arte contemporáneo peruano (Yllia 2005).
sajino, escucharon cantar bonito a estos animales y trajeron las canciones al Yahuas
yacu. Nosotros no sabemos qué está diciendo cada animal en su canción, solo hace-
mos el sonido y los movimientos que realiza cada animal al compás de las canciones.
Unos dicen que los del clan Méénímuje eran también boras, pero que hablaban otro
dialecto parecido al bora de nosotros y este dialecto no entendemos mucho; otros
dicen que es otra lengua que no se parece al de los boras. En esta fiesta nos pasamos
toda la noche bailando, comiendo, bebiendo chicha de pijuayo, jugando y cantando
a los animalitos y eso nos da mayor alegría y risa. En la segunda noche de fiesta los
danzantes se colocan las otras máscaras hechas de llanchama o caucho macho. En
la cabecera de estas máscaras solo se coloca la figura de peces (cualquier pez) porque
los peces son más escurridizos y traviesos. Los hombres entran a la maloca en fila.
Allí nuevamente las mujeres deben permanecer con la cabeza agachada al piso hasta
que termine el segundo ruedo de danzantes dentro de la maloca (testimonio del
curaca Víctor Churay Flores en 1998, Soria 2001).
A partir del conocimiento de su padre y sus tíos, Mibeco, el pintor Víctor Chu-
ray evoca el proceso de organización y desarrollo de la ceremonia de pijuayo, en la
que sin duda también deben haber contribuido los recuerdos de las celebraciones
que vio durante su niñez; además en aquella época era una de las festividades tra-
dicionales de las comunidades bora del Ampiyacu, como observó Ochoa entre los
años 1980 a 1983.
La fiesta del pijuayo se celebra una vez al año generalmente en el mes de febrero, pues
en esa época la palmera del pijuayo da sus huayos (frutos). Esta fiesta es organizada
por el curaca bora que tiene en sus purmas (chacras) buena producción de pijuayo y
constituye una acción de gracias por la cosecha obtenida y a la vez es un rito petitorio
de nuevos alimentos y frutos. El curaca convoca a su gente para que le ayuden a
cosechar, ordenando luego a sus mujeres que preparen abundante chicha de pijuayo
para los invitados, mientras tanto se dirige con su ampiri a hacer la invitación a los
curacas de otros clanes a que participen en la gran fiesta del pijuayo.
Cuando estos curacas aceptan la invitación del primero, se comprometen al mismo
tiempo unos a fabricar las máscaras de los animales míticos que participan en la fiesta
y otros a proporcionar abundante mitayo. Así el simbolismo social de la fiesta es la
plena reciprocidad entre clanes cuyo propósito es conseguir determinados productos
alimenticios por canje (Soria 1998).
ayudan a las mujeres a preparar las parcelas, cazan y preparan el polvo de coca, el
ampiri y sal de monte en gran cantidad para el consumo de todos.
La mayor parte de las “fiestas” o “bailes de idiomas” de los Bora, Huitoto y
Ocaina del Ampiyacu son extremadamente complejos porque no solamente se trata
de la puesta en escena de uno de los mitos fundadores de los Bora, sino que estas
ceremonias además están asociadas a la evolución de las “carreras ceremoniales” de
los celebrantes o de los dueños de la maloca, en donde se celebra la palabra creadora o
interpretativa del mundo. En estas festividades y en toda situación de comunicación
en la que la palabra es un hacer, un acto, los tres pueblos comunican y consumen
el ampiri (mezclado con sal-de-monte, vegetal) y el polvo de coca (mezclado con
las cenizas de las hojas de cético) (Gasché 1982).
La fiesta del pijuayo se realiza generalmente durante dos días en los cuales los
anfitriones o dueños de la fiesta se organizan para recibir a sus invitados. El primer
día colocan en el centro de la casa un recipiente hecho de corteza de árbol en donde
echan la masa de pijuayo que han preparado las mujeres que mezclan con un poco
de agua. Al costado de este recipiente los anfitriones colocan las presas que traen los
invitados para que las mujeres preparen la comida. Ese mismo día las mujeres, además
de preparar la comida, preparan planchas de casabe para ofrecer a los participantes.
La indumentaria que utilizan los danzantes que representan los animales míticos
durante la fiesta está hecha en diferentes etapas. En la pintura, Víctor Churay solo
representa a los hombres elaborando los tocados en una casa detrás de la maloca;
este dibujo contrasta con lo observado por Gasché (1974), Guyot (1975) y poste-
riormente Ochoa en las comunidades de Brillo Nuevo y Pucaurquillo, donde las
mujeres pintaban los tocados (comunicación personal).
En el Perú, Rafael Girard (1958) registró el mito del Juego de la pelota y del
pijuayo, así como la Fiesta del pijuayo entre los Bora de Brillo Nuevo y los Huitoto
de Pucaurquillo de los ríos Ampiyacu y Yahuasyacu. Algunos años después, Nancy
Ochoa publicó una de las versiones del mito Meemeba, narrado en 1982 por Manuel
Mibeco (Ochoa 1999), quince años antes de la variante de Julia Mibeco de Brillo
Nuevo, publicada en el catálogo de la exposición (Soria 1998). La versión de Ochoa,
permite establecer un nexo entre la información consignada por Girard (1958) y la
recopilada por Soria (1998), en el marco de la investigación del Seminario de His-
toria Rural Andina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM).
A continuación, presentaremos las dos últimas versiones del mito del pijuayo
recopiladas por Soria (1998) y Ochoa (1999). Ambos relatos se complementan y
permiten mostrar la gran capacidad de síntesis realizada por el artista para contarnos
a través de imágenes el ritual del pijuayo en un solo lienzo.
16. En la recopilación participaron también el padre del artista, curaca Víctor Churay Flores y Eduardo Soria.
17. Esta variación del mito, es una de las primeras referencias al trabajo escultórico del tallado de los peces.
18. Píínééwá Niimúhe, hombre antiguo, caza muchos animales con pucuna. De piinée, “centro, medio”.
19. Iámé Wátyo Núhba, padre de todos los animales que se encuentran en la tierra.
Su suegro, al ver que su yerno mataba a su gente, le tendió una trampa para que no
continúe asesinando a su gente.
Entonces, un día cuando Píínééwá Niimúhe salió a cazar con sus hombres no lograban
atrapar a los monos porque estos se escapan y ellos los seguían hasta que se dieron
cuenta que estaban rodeados por la gente de Iámé Wátyo Núhba. Al verse rodea-
dos y sin posibilidad de escaparse se transformaron en saltamontes pero muchos
murieron con excepción de Píínééwá Niimúhe que fue auxiliado por su esposa quién
se encontraba encerrada en el mismo lugar. El mito relata enseguida la vida de la
pareja, la desconfianza del padre de su esposa hasta que este logra asesinarlo, porque
continuaba matando a su gente.
De la unión de Píínééwá Niimúhe y Wáatso Nuhba nació Híjchííhyo 20 que fue un
buen cazador como su padre, hasta que un día devoró a su madre sin percatarse.
Esto hecho lo incitó a deambular por todo el mundo. Un día se cruzó en su camino
dos jóvenes Táwáhmihoji Mééwanrupi (mujeres mariposas de color azul).
Así caminaba el joven por el mundo atravesando muchos obstáculos que le permitían
adquirir experiencia hasta que un día vio a dos mujeres que cogían frutos y desa-
parecían cuando entraban al agua. Un día logró atrapar a una de ellas y construyó
una casa grande en donde vivía con las dos hermanas. Ellas eran hijas de Dooráme
Bóóa 21 y se llamaban Iniji Mééwamú y se parecían al pez sábalo, pero ellas no comían
peces porque eran sus parientes.
Un día Híjchííhyo escuchó que ellas deseaban comer gusanos que se reproducen en el
árbol de guaba, entonces él para complacerlas hizo aumentar la cantidad de gusanos
a tal punto que les alcanzaba para invitar a su padre Dooráme Bóóa.
Enseguida las esposas de Híjchííhyo lo llevaron al mundo del agua para visitar a su
padre Dooráme Bóóa. Él no se encontraba tranquilo en ese lugar porque los peces
lo acosaban y le preguntaban donde se encontraba su corazón para matarlo y él
respondía que estaba en sus tobillos como sus esposas le habían advertido. Entonces
los peces le pinchaban en sus tobillos y rodillas, pero la raya le mordió tan fuerte
que después no podía caminar.
En esa misma época Dooráme Bóóa realizaba la fiesta de la pelota en donde todos
jugaban de rodillas con una pelota hecha de la resina de shiringa (Hevea episcopus).
Entonces Híjchííhyo muy adolorido lanzó la pelota hacia los racimos de pijuayo que
se encontraba cerca de la puerta de la casa y los frutos se desparramaron en el suelo.
Al ver esto Dooráme Bóóa dijo a sus parientes que recojan todos los frutos con sus
semillas porque temía que Híjchííhyo se apoderara del pijuayo, pero él se comió un
fruto sin que se diera cuenta.
Cuando regresó a su casa las aves manacaracos le avisaron que había crecido una
plantita de pijuayo en el lugar donde había hecho su deposición. Entonces él la
trasplantó alrededor de su casa. Cuando el árbol dio sus frutos, sus mujeres se
dieron cuenta que él había cogido un fruto de pijuayo durante la fiesta, entonces le
avisaron a su padre.
20. Híjchííhyo, hombre cazador, recibió su nombre de los murciélagos cuando le contaron la muerte de su padre;
de llíjchííhyo “avispa-tarantula”, derivado de llíjchu “soplo” y ííhyo, alargado y delgado.
21. Dooráme Bóóa, padre de todos los peces; de doorá “ser vivo no comestible” y me “ellos”.
Dooráme Bóóa al ver que Híjchííhyo tenía un árbol de pijuayo que producía hermosos
frutos, provocó una inundación para hacerlo desaparecer, pero Híjchííhyo subió al
techo de su casa y vio que el agua arrasaba su árbol y un pequeño pez mordía la
raíz. En aquel momento le pidió al pez que le entregue la raíz, entonces él en vez de
comer al pez, lo colocó en un recipiente de agua y sembró el pijuayo.
Cuando el árbol comenzó a crecer, le preguntó al pez cómo podría recompensarlo:
“llévame a una quebrada y cuando el árbol tenga sus frutos, prepara chicha y me
darás el afrecho para alimentarme”, le dijo.
Al enterarse Dooráme Bóóa que su yerno tenía otro árbol de pijuayo lo interpeló,
pero él le respondió que no era su pijuayo porque su árbol tiene espinas y sus frutos
son de color amarillo.
Es de esta manera que Híjchííhyo trajo el árbol de pijuayo a la tierra. Después de este
acontecimiento sus mujeres regresaron a la casa de su padre.
Como podemos verlo, los mitos de origen narran la creación del mundo bora, en
el cual los héroes culturales y divinidades, entre las que destacan Pivyéébé, Mekaani
y Nimuhé (Girard 1958, Ochoa 1999, Del Águila y Mibeco 2004) adquieren
diversos nombres de acuerdo con el contexto y la acción realizada (Ochoa 1999).
En general, el mito bora del pijuayo evoca cómo la semilla de este fruto, pertene-
ciente originalmente a Doraime boa o dueño del Mundo del agua, fue robado por
su yerno, el hombre pucunero durante la celebración del juego de la pelota. Poste-
riormente, luego de algunas vicisitudes, fue cultivado en la tierra 22. Durante todo
este proceso se dan enfrentamientos entre los seres del agua – peces – y el hombre
pucunero – hombre sabio cazador –, que reflejan el intento de que la semilla per-
manezca en el mundo acuático.
Algunas versiones señalan que el hombre pucunero solo dejó sobrevivir al pez
tarpja porque tenía la semilla del pijuayo, por ello es el pez representativo, alter ego
de Meemey, primer cultivador de la palmera (Churay, Mibeco 1998, Girard 1958).
En la segunda versión narrada por Manuel Mibeco, el mito se presenta en una
narración más larga y compleja en la que se mencionan los orígenes del mundo bora
y los héroes culturales, antepasados del hombre Híjchííhyo o pucunero, cultivador
del pijuayo en la tierra. Este baja al mundo del agua a visitar a su suegro Dooráme
Bóóa y es mordido en los tobillos y rodillas por un pez raya, durante el juego de la
pelota. A diferencia de las versiones de Churay, Mibeco (1998) y Girard (1958),
Híjchííhyo come el fruto y luego evacúa su semilla en la tierra. Son las aves mana-
caracos las que le avisan del crecimiento de la palmera.
En esta narración, el mito incorpora el origen de la preparación de la chicha,
ya que relata como un pez se la pide a Híjchííhyo como recompensa por darle la
semilla de pijuayo. También precisa que, una vez en la tierra, se trata de otro tipo
de pijuayo con espinas y color amarillo señalado en el primer relato de Mibeco, lo
22. En la cosmovisión bora, existen tres categorías principales de deidades masculinas: Bóóa, Núhba y Niimúhe.
Bóóa parece aplicarse a unas divinidades terrestres, subterráneas o acuáticas, Núhba a unas de orden celeste,
la palabra designa a la vez “el sol” y la “luna”, Niimúhe a unos dioses creadores o primordiales.
que posiblemente indica que la palma ha sido domesticada. Al igual que Ochoa,
el mito del chontaduro o pijuayo que registra Gasché (1974) también incorpora
el rol de los animales que participan en ella. El relato menciona que el soplador
hace la fiesta para vengarse de su suegro y de sus hombres por el maltrato recibido.
Al final, en vez de un enfrentamiento, gracias al ampiri y el tabaco, se produce un
intercambio, el dueño de la maloca recibe a todos los animales de agua.
Las dos versiones de los mitos narran particularmente la vida de un pucunero que
en la segunda versión se llama Híjchííhyo, el héroe cultural que, en su viaje por el
mundo se encontró con diversos animales hasta que comió la semilla de pijuayo y la
trajó a la tierra e incluso con su poder crea otra especie de pijuayo. Estos episodios
míticos son reproducidos en el ritual de Memeba, que rememora el momento en el
que los dueños de la fiesta y sus familiares (humanos) invitan a los espíritus de los
animales terrestres y acuáticos (no-humanos) para compartir la chicha de pijuayo
preparada de los frutos de esta palmera especialmente para esta ocasión.
En ambos relatos del mito del pijuayo, se advierte la complejidad de los cuerpos
mitológicos de las culturas amerindias que parten del principio de ‘humanidad’
como origen fundamental de todos los seres del entorno. Esta condición se frag-
mentó posteriormente en un sin número de realidades y grupos diferentes, pero,
según los pensadores indígenas, solo en el mundo de las apariencias (Viveiros 2004,
Santos 2004).
23. La indumentaria que utilizan los danzantes durante la fiesta de pijuayo es hecha en diferentes etapas, pero
Víctor Churay solo representa a los hombres elaborando los tocados en una casa detrás de la Maloca. Este
dibujo es interesante porque Nancy Ochoa observó en las comunidades de Brillo Nuevo y Pucaurquillo que
las mujeres también pintaban los tocados.
zorro, la abeja, el gusano, entre otros, seres que Híjchííhyo conoció en su travesía
por el mundo antes de traer la semilla de pijuayo a la tierra.
El amplio registro de animales que aparecen en la pintura corresponde también
a las especies identificadas por Girard que describe a los actores míticos con sus
vestuarios de la leyenda del Pifayo – expresión regional con que se conoce el fruto –
representados en la fiesta y señala:
Que las máscaras podían ser de dos formas: un primer tipo que encarna a Memey,
padre de la palmera que lleva sobre la cabeza un escudo de madera de balsa con el
mítico pez (zúngaro koripa, en bora), representado con la cabeza hacia abajo, la cola
bifurcada hacia arriba y las aletas dispuestas lateralmente; el centro de su cuerpo
señalado con una cruz equilátera, la abstracción del pez mítico, personaje principal
del mito (Girard 1958).
Según Guyot entre los Miraña, vecinos de los Bora, estas máscaras denominadas
también kepis son talladas en madera de balsa por los hombres, luego frotadas con
óxido de bario diluido en agua y después pintadas con dibujos geométricos que
antiguamente eran ejecutados por la hermana del primogénito o la esposa del jefe
de la maloca con una pintura roja extraída de la corteza de un árbol no identifi-
cado. La confección de estos kepis estaba precedida por la recitación de un mito
en relación a sus orígenes narrado por el chamán (Guyot 1975). Esta información
nos permite colegir que el personaje que se encuentra en el centro de la maloca
de la pintura de Víctor Churay representa a Memey, quien lleva la máscara con la
representación del pez mítico.
Fig. 2 – Máscara con tocado que representa a Memey con el pez mítico.......................................XV
Núhba, padre de los animales que viven en la tierra, abuelo materno de Híjchííhyo.
Según Soria, estos personajes metaforizan a la huangana / Míneébe o el jabalí de la
Amazonía peruana que se agrupan en tropas (Soria 2001). [En la videograbación
de Gasché (1974) se ve la confección de esta máscara, en particular con una resina
caliente sobre la cual se colocaban trozos de tallos cortados que servían para dar la
forma del rostro del animal.]
Fig. 4 – Máscara con tocado que representa a la Huangana / Míneébe o jabalí.......................... XVI
La avecilla llamada Víctor Díaz / Nijtyaji, come las semillas del pijuayo, también
formó parte del equipo del juego de la pelota que acompañó al hombre pucunero.
Según los Bora, su nombre responde a un sonido onomatopéyico de su canto.
Trascendencia de la fiesta
La fiesta del pijuayo metaforiza el proceso milenario de domesticación de este
fruto y su cultivó en la tierra, una conquista del hombre amazónico. Los seres
mitológicos que participan revelan relaciones de conflicto inicial, pero al final la
reciprocidad e intercambio entre seres, hombres, plantas y animales prevalecen
porque se retroalimentan mutuamente para la reproducción del universo terrestre.
El mito evoca el encuentro y negociación de animales y entidades que pertene-
cen a dos ecosistemas distintos – el acuático y el terrestre – pero complementarios.
Esta complementariedad alude al largo proceso de domesticación y cultivo de la
palmera fruto y su uso extendido por toda la Amazonía 24.
La evidencia arqueobotánica señala que el centro inicial de domesticación de la
yuca y del chontaduro (Bactris gasipaes), la única palma completamente domesticada
en la Amazonía fue en la cuenca del alto Madeira, cerca de la frontera actual entre
Brasil y Bolivia. Según Neves es muy probable que el alto Madeira fuera el centro
de la innovación cultural y el desarrollo de un sistema agrosilvícola particular basado
en el cultivo de yuca y chontaduro y otras plantas (Neves 2005).
24. Con algunas variaciones, la festividad identifica a los grupos de la zona del noroeste amazónico (que comprende
territorios de Colombia, Perú y Brasil), en donde habitan los pueblos Miraña, Bora, Huitoto, Andoque,
Yukuna, Matapi (Arawak), Taminuka, Lituana y Makuna (Tukano oriental).
25. La exposición se inauguró el día 20 de mayo de 2014 en el Claustro de San Agustín, sede de la Dirección de
Museos y Patrimonio Cultural dirigida por el museólogo Edmon Castell.
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Résumé / Mots-clés
Le peintre bora Victor Churay Roque (ou Ivá Wajyámu, « Guacamayo à plumes »),
auteur de la toile Fiesta del Pijuayo, présente un rituel qui évoque le mythe des
exploits du premier homme à avoir semé ce palmier sur la terre. Son œuvre fixe,
à partir de la perspective indigène contemporaine, le récit visuel d’une fête et la
permanence de la connaissance et de l’utilisation ancestrales de cette plante. Son
importance symbolique dépasse les frontières et s’inscrit dans les corpus mytho-
logiques, religieux et rituels des peuples indigènes du nord-ouest amazonien sur
les territoires de la Colombie, du Pérou, de la Bolivie et du Brésil, révélant des
technologies sophistiquées de production.
Abstract /Keywords
The bora painter Víctor Churay Roque (or Ivá Wajyámu, « Feathered macaw »),
author of the Fiesta del Pijuayo, presents a rite that evokes the mith of the first man
who sowed the palm tree in this land. This work sets from the indigenous contem-
porary perspective the festivity’s visual story and the permanence of the knowledge
and ancestral use of the palm tree today. Its symbolic importance spreads beyond
the borders and inscribes itself in the mythological, religious and ritual body of
knowledge of indigenous populations from north-west Amazonia in Colombian,
Peruvian, Bolivian and Brazilian territories, thus revealing the production’s sophis-
ticated technologies.