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Nada más difícil que transformar la ideología, creencias, verdades establecidas, mitos y
saberes del pensamiento revolucionario, de una revolución en proceso o de una revolución
instalada.
No menciono la Revolución en la Revolución de la que hablaba Regis Debray que tan en boca
fue del trotskismo. ¡No!, no escribo sobre eso. Me refiero a otra cosa.
Me refiero, a ese inconsciente colectivo que se apodera de la praxis transformadora y que
es más contrarrevolucionaria que la derecha más cerrada y conservadora. Y de lo que ocurre
cuando la acción es reacción. Hablo de los pioneros que quieren revaluar lo que ha dejado
de ser y ya no es acción de cambio.
Invoco aquí a los innovadores críticos que son capaces de cuestionar lo ineficaz de lo
establecido como revolucionario, o, de la de viejo que se reclama portador de lo nuevo. A
los que se salen del molde para recrear y reorientar las luchas, ¡sí que les va mal¡: son
incomprendidos, perseguidos y silenciados. Y lo peor, muchos de ellos, asesinados. Ese fue
el Ricardo Lara Parada que conocí. El hombre, que, por convicción, pasó de profeta armado
a profeta desarmado. ¡No por vencido, sino por convencido!
Por ser un generador de nuevas rutas e innovador de métodos del cambio, por atreverse a
decir lo que dijo y por ser audaz de hacer lo que hizo. Por eso precisamente, a punta de
pistola, lo asesinaron.
Por precursor de lo que es la vigencia de hoy. Por innovar revoluciones. Por decir que
primero pueblo y después fusiles. Que sí a la lucha en el campo, pero también en la ciudad.
Que obreros y también clase media, afros e indígenas, en fin, el país nacional, la Colombia
oculta. Reivindicó que era válida la lucha electoral y la democracia para el cambio. Incluso
cuestionó la validez de los absolutos de cómo ser militantes del cambio. De Camilo aprendió
que cualquier cristiano, cualquier ciudadano de a pie, puede ser revolucionario.
En la complicada y larga contradicción entre Estado e Insurrección, el establecimiento so
pretexto de defender sus privilegios, ha ido del asesinato a la masacre e incluso al genocidio.
Y en esta espiral de muerte, devino la degradación del conflicto en la que los actores
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Publicado en “Ricardo Lara Parada: En el Corazón de sus amigos (2015), compiladora Mónica Lara,
Ediciones DISTMA, pp. 70-74”. Revisión de texto 2022.
armados no ahorraron ni tiros, ni puñaladas. Ricardo Lara, no solamente sufrió el rigor del
establecimiento, sino el de su propia organización que lo ejecutó.
La guerra sucia ha sido el desborde de la lucha. De la lucha sin cuartel. No hay historia que
alcance a recorrer someramente nuestros Desastres de la Guerra, los del Conflicto
Colombiano. Ante esto, no se puede decir mucho, máxime cuando son las mismas
organizaciones del cambio las que se convierten en devoradoras de sus hijos, de aquellos
que las reivindicaron y a la que le ofrecieron tanta dedicación y entrega. No cabe ni una
autocrítica. Eso sería llorar sobre leche derramada.
¡Si al menos pudiéramos devolverles su valor de revolucionarios, ya eso sería mucho! El
asunto de esta narrativa es resaltar algunos aportes de Ricardo en su paradigma de los
cambios. Rememoro encuentros en Bogotá con el poco ortodoxo y gran político Jaime
Bateman, comandante del M19; y sus diálogos con el visionario German Zabala en Panamá
y Nicaragua, que a su vez fue un referente para Jaime y Ricardo. Entre ellos, los temas no
fueron de poca monta, se adelantaron 35 años o más, en aportar a las bases de una Paz
negociada y a un paisaje de futuro. Me resumo entonces en sus paradigmas y rupturas, en
sus críticas y autocriticas: