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Pese a las palabras que habían salido de entre sus labios, el segador era también impaciente,

caprichoso si es que se quería ser un poco mas detallado. La maldición daría apenas un paso en
dirección a la joven, adelantando su zurda para rodear con suavidad la cadera ajena y
adelantando su pelvis, no mucho, apenas lo suficiente como para que sus pieles desnudas
volvieran a encontrarse. Su verga, cada vez mas vigorosa pese a la tremnda carga que había
soltado hace apenas unos instantes

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