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LIBRETO

SEMANA SANTA

CRISTO DE
EMAÚS

2022

1
JUEVES SANTO
1.- CAMINO A JERUSALÉN1

Antes de iniciar la Eucaristía

NARRADOR: Llegado a la región de Cesarea de Filipo, el Señor hizo esta pregunta a


sus discípulos:

JESÚS: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?

DISCÍPULOS: Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno
de los profetas

JESÚS: Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?


PEDRO: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.
JESÚS: Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la
carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra
ella.
A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en
los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.
No le digan a nadie que Yo soy el Mesías.
Debo ir a Jerusalén y allí sufriré mucho por todo lo que han preparado en mi contra los
ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, seré entregado en sus manos me matarán,
pero resucitaré al tercer día.

NARRADOR: Tomándolo aparte, Pedro se puso a reprenderle diciendo:

PEDRO: ¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá esto!”


JESÚS: ¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus
pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!

JESÚS: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y
sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí,
la encontrará. Debo ir a Jerusalén

INICIO DE LA EUCARISTÍA

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Mateo 16, 13-28

2
2.- ÚLTIMA CENA2

Ocurre después de la Homilia

NARRADOR: Llegó el día de la fiesta de los Azimos, en el que se había de sacrificar


el cordero de Pascua. Cuando llegó la hora, Jesús se puso a la mesa con los apóstoles; y
les dijo:

JESÚS: Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer, porque
les digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios.

NARRADOR: Era costumbre entre los judíos que en la fiesta de los Azimos el
sirviente de la casa, lave las manos a todos los invitados, y como entre ellos no estaba
presente el sirviente, Entonces se pusieron a discutir entre sí quién de ellos sería el que
iba a hacer aquello.

PEDRO: Juan, toma la lavacara y lava las manos de todos los presentes
JUAN: No, Pedro estoy junto al Señor, que lo haga Santiago
SANTIAGO: Y ¿por qué yo? que lo haga Judas
JUDAS: Quien debe hacerlo es Juan porque es el más joven.

NARRADOR: Entonces entre ellos hubo también un altercado sobre quién de ellos
parecía ser el mayor, a todo esto Jesús los reprendió y les dijo:

JESÚS: Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los que
ejercen el poder sobre ellas se hacen llamar bienhechores; pero no será así entre ustedes,
sino que el mayor entre ustedes sea como el más joven, y el que gobierna como el que
sirve.

NARRADOR: Inmediatamente fue Jesús quien tomó la lavacara y se puso a lavarles no


las manos, sino los pies, había hablado del lavatorio de los pies como de una
purificación de las culpas diarias, porque los pies, estando sin cesar en contacto con la
tierra. Al llegar a Pedro, éste se opuso y dijo:

PEDRO: Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?


JESÚS: Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde
PEDRO: No me lavarás los pies jamás

NARRADOR: Pedro decía esto porque sentía que lo que estaba haciendo su maestro
era una gran humillación para Él

JESÚS: Si no te lavo, no tienes parte conmigo


PEDRO: Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza
JESÚS: El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio.

NARRADOR: Jesús lavó los pies a todos los discípulos y cuando se acercó a Judas, lo
hizo del modo más cordial y afectuoso, acercó el Rostro a él y le dijo en voz baja que

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Lucas 22, 7-24 y Juan 13, 3-30

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debía entrar en sí mismo; que hacía un año que era traidor e infiel. Judas hacía como
que no le oía y hablaba con Juan.

JESÚS: Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.

NARRADOR: Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: No todos están limpios.
Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo:

JESÚS: ¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman “Maestro” y el


“Señor”, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los
pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Porque les he dado ejemplo,
para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes.

NARRADOR: Jesús continuó hablando sobre su reino y sobre la forma en que debían
servirse mutuamente, cuando le dijo a Pedro:

JESÚS: ¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder zarandearte como al
trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto,
confirma a tus hermanos.

PEDRO: Señor, estoy dispuesto a ir contigo hasta la cárcel y la muerte


JESÚS: Te digo, Pedro: No cantará hoy el gallo antes que hayas negado tres veces que
me conoces.

NARRADOR: Jesús continúo cenando con sus discípulos y al finalizar la cena dijo:

JESÚS: En verdad, en verdad les digo que uno de ustedes me entregará.

NARRADOR: Los discípulos se miraban unos a otros sin saber de quién hablaba. Uno
de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le
hizo una seña y le dijo:

PEDRO: Pregúntale de quién está hablando

El, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dijo

JUAN: Señor, ¿quién es?


JESÚS: Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar.

Y, mojando el bocado, lo tomó y se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. Jesús lo hizo
con afecto cordial para avisar a Judas sin denunciarlo a los otros; pero éste estaba
interiormente lleno de ira. Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dijo

JESÚS: Lo que vas a hacer, hazlo pronto.

NARRADOR: Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como
Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: Compra lo que nos hace
falta para la fiesta, o que diera algo a los pobres. En cuanto tomó Judas el bocado, salió.
Era de noche.

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3.- GETSEMANÍ3
Ocurre luego de la comunión

NARRADOR: Salió y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos, y los discípulos
le siguieron. Eran cerca de las nueve cuando llegaron allí. La tierra estaba todavía
oscura; pero la luna esparcía ya su luz en el Cielo. Jesús estaba triste y anunciaba la
proximidad del peligro. Llegado al lugar les dijo:

JESÚS: Siéntense aquí, mientras voy allá a orar.

NARRADOR: Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, Santiago y


Juan, comenzó a sentir tristeza y angustia. Juan se preguntaba cómo era posible que
Jesús quien siempre los había consolado, podía ahora estar tan abatido. Entonces Jesús
les dijo:

JESÚS: Mi alma está triste hasta el punto de morir, quédense aquí y velen conmigo.

NARRADOR: Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra.


Cuando Jesús se separó de los discípulos su tristeza y angustia aumentaban; se
encontraba temblando mientras oraba, como un hombre que busca abrigo contra la
tempestad. En esta profunda oración parecía presenciar el horrible espectáculo de todos
los pecados cometidos desde la caída del primer hombre hasta el fin del mundo, y su
castigo. Jesús estaba entregándose a la Justicia Divina en satisfacción de nuestros
pecados, amante e inocente, armado sólo de su Amor inefable. Todos los pecados del
mundo se le aparecieron bajo infinitas formas en toda su fealdad, los tomó todos sobre
Sí, y se ofreció en su oración a la Justicia de su Padre Celestial para pagar esta terrible
deuda.

Cuando esa multitud de crímenes pasó sobre su Alma como un océano, Satanás le
suscitó, como en el desierto, tentaciones innumerables, comenzó a acusarlo, le atribuía
las faltas de sus discípulos, los escándalos que había dado, le reprendió por haber sido la
causa de la degollación de los Santos Inocentes, así como los padecimientos de sus
padres en Egipto, el no haber salvado a Juan Bautista de la muerte, en cierta forma,
Satanás presentó delante del Alma de Jesús, para turbarlo, todo lo que se hubiera
reprochado en el momento de la muerte a un hombre ordinario. Finalmente fue tentado
presentándoseles los crímenes innumerables de los hombres, nuestros pecados, y
principalmente la ingratitud para con Dios.

Y suplicaba diciendo:

JESÚS: Padre mío, si es posible que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero,
sino como quieras tú.

NARRADOR: Se puso en pie, sus rodillas vacilaban, juntaba las manos, se encontraba
inundado de sudor, tenía la fisonomía descompuesta y estaba sin poder reconocérselo,
los labios pálidos y erizado el cabello.
Regresó entonces donde los discípulos y los encontró dormidos; y le dijo a Pedro:

JESÚS: Simón ¿duermes? ¿Con que no pudiste velar una hora conmigo?
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Mateo 26, 36- ; y Lucas 22, 39-

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NARRADOR: Cuando los discípulos oyeron su Voz tan alterada y casi extinguida, no
supieron qué pensar, y si no hubieran sido los tres que vieron al Señor transfigurarse en
el monte Tabor, lo hubieran desconocido. Entonces Juan le dijo

JUAN: Maestro ¿qué tienes? ¿Debo llamar a los otros discípulos? ¿Debemos huir?
JESÚS: Si viviera, enseñara y curara todavía treinta y tres años, no bastarían para
cumplir lo que tengo que hacer de aquí a mañana. No llames a los otros ocho, los he
dejado allí, porque no podría verme de esta manera, caerían en tentación, olvidarían
mucho y dudarían de Mí. Pero ustedes, velen y oren para no caer en la tentación.
Velen y oren, para que no caigan en tentación, que el espíritu es fuerte, pero la carne es
débil.

NARRADOR: Y alejándose de nuevo, se fue a orar. Ellos tres se angustiaban, se


entristecieron y se preguntaban ¿Qué tiene? ¿Qué le ha sucedido? ¿Por qué está así?

Vinieron Ángeles a mostrarle en una serie de visiones todos los dolores que había de
padecer para expiar el pecado. Le fue mostrado cuál era la belleza del hombre antes de
su caída, y cuánto le había desfigurado y alterado esta caída. Vio el origen de todos los
pecados en el primer pecado, la significación que tenía y la esencia de la
concupiscencia.

Sin embargo, Jesucristo el nuevo Adán quería dejar sobrevenir el sueño de la muerte en
Cruz (a semejanza de cuando Adán cayó en sueño y de su costado Dios creó a Eva),
quería dejar abrir su costado, a fin de que la nueva Eva, su esposa virginal, la Iglesia,
madre de todos los vivos, fuera formada; quería darle la sangre de su Redención, el
Agua de la Purificación y su Espíritu; quería darle los Santos Sacramentos para que
fuera una esposa pura, santa y sin mancha. Al tomar la naturaleza humana para sufrir la
Muerte por nosotros, dejó también a su Padre y a su Madre, y se unió a su esposa la
Iglesia; se ha hecho una sola carne con ella, alimentándola con el Santísimo Sacramento
del Altar, en donde se une continuamente con nosotros.

Le fue mostrado la satisfacción que se debía dar a la Divina Justicia, un padecimiento de


Cuerpo y Alma, comprendiendo todas las penas debidas a la concupiscencia de toda la
humanidad; la deuda del género humano debía ser satisfecha por una naturaleza
humana, exenta de pecado, la del Hijo de Dios. Ningún lenguaje puede expresar el dolor
y el espanto que sobresaltaron el Alma de Jesús a la vista de estas terribles expiaciones;
el horror de esta visión fue tal, que un sudor de Sangre salió de todo su Cuerpo.

Por segunda vez oró diciendo:

JESÚS: Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad.

NARRADOR: Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban
cansados. Los dejó y se fue a orar por tercera vez.

Se presentó a Jesús los enemigos que lo maltratarían en su presencia real en el


Santísimo Sacramento, realizando profanaciones, irreverencia, negligencia, desprecio,
abuso y sacrilegio. Se le presentaron ciegos, paralíticos, sordos, mudos y aun niños.
Ciegos que no querían ver la verdad; paralíticos que no querían andar con ella; sordos

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que no querían oír sus avisos y amenazas; mudos que no querían combatir por ella con
la espada de la palabra; niños perdidos por causa de padres y maestros mundanos y
olvidados de Dios mantenidos con deseos terrestres. Veía un abandono al culto divino,
deshonrando la práctica Eucarística, y todo eso no por fruto de pobreza, sino de
indiferencia, de pereza o de la dependencia en intereses terrestres, así como comuniones
tibias e indignas.

Jesús se había dado a nosotros por el alimento en el Santísimo Sacramento, a fin de


juntar en un solo Cuerpo, el de la Iglesias su Esposa, mediante una gran obra de Amor:
la Eucaristía, donde todos los hombres debían consumirse en la unidad, pero que en esta
visión se convertía, por la malicia de los falsos doctores, en piedra de choque y de
separación, siendo una de las razones por las que, muchos, llenos de furor se reunirían
para atacar a la Iglesia y buscar destruirla. Y fue tentado por la indiferencia que existiría
ante su gran sacrificio de amor, que parecería invisible e incluso irrelevante por los
hombres. Y tomando fuerzas.

Nuevamente repitió las mismas palabras:

JESÚS: Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad.

Fue entonces cuando, abandonándose a la voluntad del Padre, se le presentó una nueva
visión, vio a Adán, Eva, los Patriarcas, los Profetas, los justos, sus parientes y Juan
Bautista, esperando su llegada al mundo inferior, con un deseo tan fuerte, que esta vista
fortificó y animó su Corazón lleno de amor. Su muerte debía rasgar el cielo y rescatar a
todos los cautivos del pecado, y vio además todas las legiones de Bienaventurados
futuros que, juntando sus combates al mérito de la Pasión, debían unirse por medio de
Él al Padre Celestial.

Era una visión bella y consoladora, vio la salvación y la santificación saliendo como un
río inagotable del manantial de Redención, abierto después de su Muerte. Los apóstoles,
los discípulos, las vírgenes, los mártires, los confesores, los ermitaños, los Papas, los
Obispos, los religiosos, los laicos, en fin, todo el ejército de Bienaventurados se
presentó a su vista. Todos llevaban una corona sobre la cabeza, y en ella flores que
diferían de todos los colores, de olor, de virtud, según la diferencia de los
padecimientos, de los combates, de las victorias con que habían adquirido la gloria
eterna.

Toda la vida de los Bienaventurados y sus actos venían únicamente de su unión con los
méritos de Jesucristo, era la Comunión de los Santos futuros que pasaba ante el Espíritu
del Salvador y rodeaban el Corazón amante del Redentor como una corona, esta visión
dio al Alma de Jesús alivio y fuerza. Amaba tanto a sus hermanos y a sus criaturas, que
hubiera aceptado gustoso todos los padecimientos que iba a sufrir por la redención de
una sola alma.
Jesús aceptó libremente el cáliz de sus padecimientos y recibió nueva fuerza.

Se puso de pie y regresó entonces donde los discípulos. Y les dijo:

JESÚS: Ahora ya pueden dormir y descansar. Miren, ha llegado la hora en que el Hijo
del hombre va a ser entregado en manos de pecadores.
¡Levántense! ¡Vámonos! Miren que el que me va a entregar está cerca.

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SE EXPONE EL SANTÍSIMO. FINAL DE JUEVES SANTO

VIERNES SANTO
Todavía estaba hablando cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo
numeroso con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes y los ancianos del
pueblo. Les había dicho que la señal para entregar a Jesús era aquel a quien Judas le dé
un beso.

Judas intentó tomar medidas con los que le acompañaban para que Jesús y sus
discípulos no se dieran cuenta de que los había traicionado, quería entrar en el Huerto
antes que sus acompañantes y saludar y besar a Jesús como amigo y discípulo, sin que
eso se perciba como algo fuera de lo común, para que entonces los soldados se
presentasen y arrestaran a Jesús. Había hecho todo este plan para que creyeran que el
arresto de Jesús se había dado por casualidad, y cuando todos huyeran, él también huir.

Fue cuando Judas se acercó a Jesús y le dijo:

JUDAS: Salve Rabbí

NARRADOR: En ese instante le dio un beso. Frente a ello Jesús le dijo:

JESÚS: Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del Hombre?

NARRADOR: Viendo los que estaban con él lo que iba a suceder, dijeron:

DISCÍPULOS: Señor ¿herimos a espada?

NARRADOR: Y uno de ellos hirió al siervo del Sumo Sacerdote y le cortó la oreja
derecha. Pero Jesús dijo:

JESÚS: ¡Basta ya! Vuelve la espada a su sitio, pues quien usa la espada, perecerá por la
espada. ¿No sabes que podría invocar a mi Padre y él, al momento, me mandaría más de
doce ejércitos de ángeles? Pero así había de suceder, y tienen que cumplirse las
Escrituras.

NARRADOR: En ese momento, Jesús se dirigió a sus perseguidores y les dijo:

JESÚS: A lo mejor buscan un ladrón y por eso salieron a detenerme con espadas y
palos. Yo sin embargo me sentaba diariamente entre ustedes en el Templo para enseñar,
y no me detuvieron.

NARRADOR: Entonces todos los discípulos abandonaron a Jesús y huyeron, mientras


Él fue arrestado, se lo llevaron y le hicieron entrar en la casa del Sumo Sacerdote
Caifás. Sin embargo, Pedro los iba siguiendo de lejos.
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Los jefes de los sacerdotes y el Consejo Supremo andaban buscando alguna declaración
falsa contra Jesús, para poderlo condenar a muerte. Pero pasaban los falsos testigos y no
se encontraba nada. Al fin llegaron dos que declararon: «Este hombre dijo: Yo soy
capaz de destruir el Templo de Dios y de reconstruirlo en tres días.» Entonces el sumo
sacerdote se puso de pie y preguntó a Jesús:

SUMO SACERDOTE: ¿No tienes nada que responder? ¿Qué es esto que declaran en
contra tuya?

NARRADOR: Pero Jesús se quedó callado. Entonces el sumo sacerdote le dijo:

SUMO SACERDOTE: En el nombre del Dios vivo te ordeno que nos contestes: ¿Eres
tú el Mesías, el Hijo de Dios?

JESÚS: Así es, tal como tú lo has dicho. Y yo les digo más: a partir de ahora ustedes
contemplarán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Dios Todopoderoso, y lo
verán venir sobre las nubes del cielo.

NARRADOR: Entonces el sumo sacerdote se rasgó las ropas, diciendo:

SUMO SACERDOTE: ¡Ha blasfemado! ¿Para qué necesitamos más testigos? Ustedes
mismos acaban de oír estas palabras blasfemas. ¿Qué deciden ustedes?

NARRADOR: Los presentes respondieron: ¡Merece la muerte!

Luego comenzaron a escupirle en la cara y a darle bofetadas, mientras otros lo


golpeaban diciéndole: Mesías, ¡adivina quién te pegó!

Mientras esto sucedía habían encendido una hoguera en medio del patio donde tenían
arrestado a Jesús, y varias personas se encontraban alrededor, Pedro se sentó entre ellos.
Una criada, al verle sentado junto a la lumbre, se le quedó mirando y dijo:

CRIADA: Este también estaba con él


PEDRO: ¡Mujer, no le conozco!

NARRADOR: Alejándose de ese lugar, poco después otro, viéndole dijo:

CRIADO: Tú también eres uno de ellos


PEDRO: ¡No lo soy!

NARRADOR: Nuevamente se alejó, y pasada una hora, otro lo miró y aseguraba:

CRIADO: Este también estaba con él, pues además es galileo.

NARRADOR: Entonces Pedro empezó a proferir maldiciones y afirmando con


juramento dijo:

PEDRO: ¡No sé de qué me hablas! Yo no conozco a este hombre

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NARRADOR: Y en aquel momento, estando aún hablando, cantó un gallo, y fue el
momento en el que el Señor se volvió y miró a Pedro, y recordó Pedro las palabras del
Señor, cuando le dijo: Antes que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces.

Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.

Salió de la casa de Caifás y reconoció a Juan y a la Virgen María a la luz de las


antorchas y de la luna, quienes estaban en búsqueda de Jesús; fue como si su conciencia,
despierta ahora al estímulo de la mirada del Hijo, se presentara ahora a la persona de la
Madre. María le dijo:

MARÍA: Simón ¿qué ha sido de Jesús mi hijo?

NARRADOR: Y estas palabras penetraron hasta lo más íntimo de su alma. No pudo


resistir y se dio la vuelta, retorciéndose las manos, pero María su fue hacia él, y dijo con
profunda tristeza:

MARÍA: Simón, hijo de Jonás ¿no me respondes?

PEDRO: ¡Oh Madre, no me hables! Lo han condenado a muerte, y yo lo he negado tres


veces vergonzosamente.

NARRADOR: Y luego como fuera de sí, huyó.

La Virgen Santísima tenía el Corazón partido con este nuevo dolor de su Hijo, negado
por el discípulo que lo había reconocido primeramente como Hijo de Dios Vivo.

Buscó acercarse a su Hijo donde lo tenían prisionero, luego de haberlo condenado a


muerte. María estaba en espíritu con Jesús, y Jesús estaba con María.

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VIA CRUCIS DEL VIERNES SANTO

1ª ESTACIÓN.
Jesús condenado a muerte.
PILATOS: ¡Sacerdotes de Jerusalén! ¡pueblo de Israel! Pongan atención a mis
palabras. Ustedes me han traído a este Jesús de Nazareth; lo acusan de alborotar al
pueblo. Sin embargo, yo no he encontrado ningún delito en él. Lo envíe al rey Herodes;
y el tampoco encontró ningún delito en él. Por consiguiente, me veo obligado a dejarlo
en libertad.
CAIFAS: ¡Te equivocas Pilatos! Si tú lo dejas en libertad, no eres amigo de Cesar. Este
hombre, Jesús de Nazareth lleva ya tres años alborotando al pueblo; miles de personas
lo siguen, miles de personas estas de parte de él. Y hace algunos días, esa gente, aquí en
Jerusalén, acaba de proclamarlo Rey de los judíos. Pusieron sus mantos en el camino,
cortaron ramos de los árboles y lo proclamaron rey de Israel, rey de los judíos. Y en el
imperio romano, no puede haber dos reyes; o el Cesar de Roma, o Jesús de Nazareth
Rey de los judíos. Y si te pones de parte de Jesús de Nazareth, estarás en contra del
cesar de Roma; y él te condenara como enemigo suyo.
PILATOS: Entonces, ¿Qué quieren que haga con Jesús de Nazareth, rey de los judíos?
CAIFAS: Crucifícalo, yo Caifás con la autoridad que tengo, proclamo que no tenemos
más rey que el Cesar. ¡A Jesús crucifícalo!
HEMORROISA: ¡No hagas eso Pilatos! ¡Jesús de Nazareth es inocente de toda culpa!
El cura a los enfermos, y ayuda a los pobres; él hace milagros a favor de los ciegos, de
los paralíticos, a favor de los leprosos. Miren: yo era un leproso; desde que era un niño,
mi cuerpo estaba lleno de lepra. Y Jesús de Nazareth hizo un milagro, y me curo: vean
mi piel, vean mi cuerpo, vean mis manos, vean mi cara; ya no tengo lepra. ¿Es esto un
delito? ¿Vas a condenar a Jesús de Nazareth, por haberme curado de mi lepra? Jesús de
Nazareth es inocente, Pilatos. ¡Déjalo en libertad!
CAIFAS: ¡Cállense la boca! ¡Usted no tiene derecho a hablar delante de las
autoridades! Es cierto que Jesús de Nazareth curo a muchos enfermos; es cierto que dio
vista a los ciegos, que abrió los oídos a los sordos, que soltó la lengua a los mudos. Es
cierto que curo a paralíticos y leprosos como usted. Pero todo eso lo hizo no por el
poder de Dios, sino por el poder del demonio, de belcebú, príncipe de los demonios. Y
por eso debe morir Jesús, porque está poseído por el espíritu de satanás.
FARISEO 1: Pilatos, en nombre de la ley de Moisés, en nombre de la ley de nuestros
padres, pido que Jesús de Nazareth sea crucificado. Yo soy fariseo, hijo de fariseos,
conozco la ley y soy guardián de la ley. Este hombre, Jesús de Nazareth ha violado la
ley del sábado, haciendo curaciones en el día del sábado; ha ido en contra de las
costumbres de nuestros mayores que nos obligan al ayuno y a la penitencia, porque el
Jesús de Nazareth, se ha dedicado a comer y a beber en compañía de los publicanos y
los pecadores que están fuera de la ley. Y si algunos de los de aquí presentes declara
inocente a Jesús de Nazareth, se hará cómplice de él; estará en contra de la ley de

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Moisés, de las leyes del Sinaí. ¡Pido en, nombre de la ley de Moisés que Jesús de
Nazareth sea crucificado!
ESCRIBA: Pilatos en nombre de las tradiciones más sagradas. Crucifica a Jesús de
Nazareth. Jesús de Nazareth ha violado las escrituras y la tradición de los judíos, yo soy
escriba, y conozco bien lar tradición de nuestros mayores. Y este hombre Jesús de
Nazareth, ha despreciado la alianza de nuestro padre Jacob, por querer establecer una
nueva alianza con Dios. ¿A nombre de quién? ¿Qué acaso Jesús de Nazareth, es más
grande que nuestro padre Jacob?, ha despreciado los sacrificios del templo de Jerusalén,
diciendo que se puede rendir culto a Dios en cualquier lugar profano. Más aun, se ha
atrevido a decir que destruyamos el templo de Jerusalén, porque él es capaz de
reconstruirlo en tres días. Si en tres días, cuando nuestros antepasados tardaron más de
40 años en construirlo. ¿No es esto una blasfemia? ¿No es esto una violación a las
tradiciones más sagradas de nuestro pueblo, de nuestra raza? Pilatos si nos condenas a
muerte a Jesús de Nazareth, estarás violando las tradiciones de nuestro pueblo judío, del
pueblo de Israel.
PILATOS: Repito que no he encontrado en él, delito alguno. Miren, les propongo lo
siguiente: es costumbre que en la fiesta de la pascua se deje en libertad a un prisionero.
Tenemos a un hombre llamado Barrabas que fue hecho prisionero, por ser asaltante en
los caminos. Escojan ustedes; ¿a quién quieren que deje en libertad, a Barrabás o Jesús
de Nazareth?
PUEBLO: Deja libre a Barrabas, ¡condena a muerte a Jesús de Nazareth!
PILATOS: Repito que no he encontrado ningún delito en Jesús de Nazareth.
PUEBLO: Crucifícalo, ¡que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!
PILATOS: (Mientras se lava las manos) yo no me hago responsable de la muerte de
este hombre. Allá ustedes. ¡Ustedes responderán por la sangre derramada de Jesús de
Nazareth! PUEBLO: Crucifícalo, ¡que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros
hijos!
SOLDADO 1: Jesús de Nazareth ha sido condenado a morir en la cruz. La sentencia
debe cumplirse de inmediato ¡pongámonos en marcha!
2ª ESTACIÓN. JESÚS CARGA SU CRUZ.
SOLDADO 2: Conforme a la ley romana, el condenado a morir en la cruz, debe cargar
con su cruz, ¡aquí está tu cruz Jesús de Nazareth! ¡Cárgala sobre tus hombros!
ANAS: Conforme a las leyes judías, debías morir apedreado, o arrojado desde lo alto
del templo, Jesús de Nazareth. Pero vas a morir conforme a las leyes romanas: morirás
crucificado. Es la ley romana la que te juzga y la que te condena. Será la ley romana y
las autoridades romanas las que se manchen con tu sangre, debo estar limpio de toda
mancha para poder ofrecer los sacrificios en el templo de Jerusalén para estas fiestas de
pascua. En esta forma, yo quedo limpio de tu sangre, Jesús de Nazareth, porque eres
juzgado y condenado no por la ley judía sino por las leyes romanas, ¡carga tu cruz Jesús
de Nazareth! ¡Carga tu cruz romana que me deja limpio de toda mancha!

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ESCRIBA: Según las sagradas escrituras, el Mesías debía salvar a Israel; hacer de
Israel la nación más poderosa del mundo. ¿No que tú eras el Mesías, Jesús de Nazareth?
¿No que eras el enviado de Dios? Quisiste ser el Mesías, de los pobres, ¡pues carga tu
cruz, Jesús de Nazareth! ¡Carga tu cruz Mesías de los ciegos, Mesías de los pobres,
¡Mesías de los leprosos! ¡Carga tu cruz Mesías de los pecadores!
FARISEO 2: ¡Carga tu cruz, Jesús de Nazareth! Tú dijiste que nosotros los fariseos le
impedimos al pueblo el camino al cielo; pues carga tu cruz, camino del infierno. Tú
dijiste que nosotros los fariseos hacíamos de nuestros discípulos, discípulos del
demonio, ¡pues carga tú Cruz abandonado de todos los discípulos! Tú dijiste que
nosotros los fariseos estábamos ciegos y que éramos guías ciegos: pues abre bien los
ojos para no caer por el camino, con tu cura a cuestas. Tunos llamaste a los fariseos,
malditos e hijos del pecado; carga ahora con tu cruz de pecador y asesino. Tú nos dijiste
a los fariseos que estábamos sucios y corrompidos en nuestro interior, pues procura no
ensuciarnos ahora con tu sangre de condenado a muerte. Tú nos llamaste a los fariseos,
sepulcros blanqueados llenos de corrupción y podredumbre: ¡mírate ahora como estas,
lleno de saliva que te arrojan los soldados, lleno de tierra, de sangre, lleno de muerte!
Tu nos llamaste a los fariseos asesinos de profetas; ¡pues carga tu cruz Jesús de
Nazareth; carga tu cruz de asaltante, de asesino. Jesús de Nazareth; ahora estas pagando
todas las injurias que nos dijiste a nosotros, los fariseos del pueblo de Israel.
SOLDADO 2: La sentencia de muerte se debe de cumplir ¡Adelante hacia el calvario!
3ª ESTACIÓN. JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ.
HEMORROISA: ¡Miren ya se cayó! ¡ya se desmayó! ¡Cuidado con la cruz: le va a
caer encima y lo va a aplastar! (se acerca a Jesús y le sostiene la cruz) vamos a ayudarle,
vamos a levantarlo. ¡Traigan agua, porque ya no puede seguir caminando!
LEVITA: ¡Alto ahí! ¡Que nadie se acerque, que nadie lo toque! Jesús de Nazareth está
manchado de pecado; esta impuro; y aquella persona que lo toque quedara manchado
con el pecado de este hombre. Estamos en la fiesta de la Pascua; y ninguna persona que
este, manchada de pecado puede celebrar la fiesta.
HEMORROISA: Este hombre, Jesús de Nazareth, me curo de mis hemorragias; ahora
él está sufriendo injustamente, si el me ayudo a mi ¿Por qué no le puedo ayudar yo a él?
¿Quién es usted para impedirlo?
LEVITA: Yo soy un levita, descendiente legítimo de la tribu de Levi. Y mi vida está
consagrada a los servicios religiosos en el Templo de Jerusalén. Y este hombre Jesús de
Nazareth predico al pueblo en contra de nosotros, los levitas, en su parábola del buen
samaritano; ahí habla de un hombre herido por ladrones que no pudo ser auxiliado ni
por un sacerdote del templo ni por un levita que pasaban por el mismo camino. El que
auxilio al herido fue un samaritano; y según Jesús de Nazareth, fue ese samaritano el
único de los tres que alcanzo la misericordia de Dios.
HEMORROISA: ¡Claro que sí! Ese samaritano fue el único que alcanzo la
misericordia de Dios, porque amo a su prójimo y amar al prójimo es amar a Dios y no
hacer caso del prójimo es no hacer caso de Dios.

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LEVITA: ¡Eso es falso, completamente falso! Los sacerdotes y levitas trabajamos en el
templo, en los sacrificios que día a día se ofrecen a Dios altísimo. Estas funciones
sagradas nos exigen estar limpios de pecado, limpios de toda mancha para poder ofrecer
los sacrificios. Y el tocar a un pobre, a un enfermo, a un leproso, a un herido, nos
mancha, nos quita la pureza legal necesaria para estos oficios sagrados. ¡la ley de
nuestros padres nos prohíbe acercarnos a personas manchadas de pecado! Por lo tanto,
aquel que toque con sus manos a este pecador, Jesús de Nazareth, a este condenado a
muerte, se manchara con su pecado. Y no podrá celebrar la fiesta de la Pascua.
HEMORROISA: Usted hermano levita, cumpla con sus obligaciones; no se acerque a
los pobres, ni a los leprosos, ni a los heridos, ni a los pecadores, para no mancharse. Yo
solo sé, que antes yo estaba lleno de lepra, y este hombre Jesús de Nazareth me curo; él
está herido, necesita de mí y ni usted ni nadie sobre la tierra me pueden impedir
ayudarlo, así como el me ayudo a mí. Así que hágase a un lado, por favor, (empuja a un
lado al levita; se acerca a Jesús; toma la cruz y lo ayuda a levantarse).
SOLDADO 3: El reo ya está en condiciones de seguir adelante. La sentencia de muerte
se debe cumplir. ¡Adelante hacia el calvario!
4ª ESTACIÓN. JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE.
MADRE DE JESUS: ¡Jesús de Nazareth, Jesús Hijo mío: ¡Yo soy tu madre! ¿me
oyes? Soy tu madre. Mis ojos ya no tienen lágrimas para llorar; mi corazón está
destrozado por lo que han hecho contigo, carne de mi carne, sangre de mi sangre. Sigue
hasta el final, hijo mío; no traiciones la fe que nos has predicado. Recuerda a los siete
hermanos Macabeos a quienes quisieron hacer renegar de su fe; uno a uno fueron
martirizados en presencia de su madre; y su madre los animaba uno por uno a dar su
vida antes que renegar de su fe. Yo también hago lo mismo, aquí estoy a tu lado; y si así
fuera la voluntad de Dios, a tu lado quiero morir. Pero no traiciones la fe que nos has
predicado.
ANAS: (Dirigiéndose al pueblo) ¡Es la madre de Jesús de Nazareth! En las bodas de
Cana de Galilea, ella le pidió a su hijo que transformara el agua en vino. Y su hijo hizo
el milagro; y hubo vino, mucho vino, seis tinajas de piedra llenas de vino para que todo
mundo estuviera alegre. ¡Anda mujer! ¿Por qué no le pides ahora que vuelva a hacer el
mismo milagro? ¡Necesitamos vino, mucho vino para festejar la muerte del Rey de los
Judíos!
MADRE DE JESUS: Ya el anciano Simeón en el Templo de Jerusalén me había
profetizado lo que ahora está sucediendo: que serias signo de contradicción, qué harías
caer a muchos y a otros levantarse; Que la fuerza del Altísimo estaría sobre ti para
humillar a los soberbios, para derribar de su trono a los poderosos y exaltarías a los
pobres y humildes; que los ricos los dejarías con las manos vacías y calmarías el hambre
de los pobres. Tú diste de comer a los hambrientos, curaste a los enfermos, perdonaste a
los pecadores y llevaste a los pobres la esperanza de salvación. Y por eso ahora los
poderosos te van a matar. Jesús hijo mío: no traiciones la fe que nos has predicado.
ANAS: Dile a tu hijo que repita el milagro de las Bodas de Cana, necesitamos vino,
mucho vino, para celebrar como caen los poderosos, para ver como son exaltados los

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pobres y humildes. Queremos festejar lo que estamos contemplando: como muere la
esperanza, la salvación de los enfermos y pecadores.
MADRE DE JESUS: Hijo mío, los fuertes y poderosos te han torturado, te han
martirizado; y ahora te van a matar. Sin embargo, tu poder va más allá de la muerte. Yo
sé que después de mucho volverás a la vida; y realizaras en todos nosotros, en los
pobres del mundo entero, tu obra de salvación. Jesús de Nazareth, Jesús hijo del
Altísimo, Jesús hijo mío ¡que Dios te acompañe!
ANAS: ¡Soldados aparten a esta mujer! ¡Quiere impedir que se cumpla la sentencia de
muerte en contra de su hijo!
SOLDADO 4: ¡Apártate mujer! Ya no es hora de llorar lo que la ley ha ordenado. La
sentencia de muerte se debe de cumplir. ¡Adelante hacia el Calvario!
5ª ESTACIÓN. SIMÓN DE CIRENE AYUDA A JESÚS.
CENTURION: El condenado a muerte ya no tiene fuerzas para cargar con su cruz. Es
costumbre que el reo cargue su cruz hasta el sitio donde será crucificado. Pero en este
caso, no es posible, pues este hombre Jesús de Nazareth ha perdido mucha sangre, y se
encuentra ya muy débil. Por consiguiente, deberá ser ayudado por otra persona.
(Empieza a buscar entre el pueblo) ¡Atención, soldados! Llamen para acá a ese hombre
que viene de trabajar en el campo. (Los soldados cumplen la orden, y a empujones
acercan a Simón de Cirene) Tu ¿Quién eres? ¿Cómo te llamas?
SIMON: Me llamo Simón de Cirene. Soy campesino. Vengo de trabajar la tierra; tengo
dos hijos: Alejandro y Rufo.
SOLDADO 5: ¿Conoces a este hombre, Jesús de Nazareth?
SIMON: He oído hablar de él; ha ayudado a mucha gente necesitada: a leprosos, a
enfermos, a ciegos y paralíticos. Desde hace tiempo oí decir que las autoridades lo
andaban buscando para matarlo, pues decían que andaba alborotando al pueblo.
SOLDADO 5: Tu estas fuerte, y el apenas puede cargar la cruz. ¡Vas a tener que
ayudarlo!
SIMON: Señor, no puedo hacerlo. Yo trabajo, y soy una persona honrada; yo no soy
ningún delincuente para andar cargando una cruz. Más aun, mi religión judía me impide
acercarme a delincuentes y malhechores, y menos a cargar la cruz de ellos porque
quedaría manchado con el pecado de ellos. Y para poder celebrar la fiesta de la Pascua,
necesito estar limpio de todo pecado, de toda mancha.
SOLDADO 5: ¡A mí no me importan las creencias de tu religión judía! Yo soy romano
y de religión romana. Este hombre no puede cargar con su cruz, o mando que los
guardias te den cien azotes. Y entonces ciertamente no podrás celebrar tu fiesta de
Pascua. (Simón duda un momento; por fin, de mala gana carga la cruz de Jesús sobre
sus propios hombros).
SOLDADO 5: Simón de Cirene ayudara a Jesús a cargar la cruz. ¡Adelante hacia el
calvario!

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6ª ESTACIÓN. LA VERÓNICA ENCUENTRA A JESÚS Y PIADOSA LIMPIA
SU ROSTRO.
Las mujeres tratan de impedirlo sin lograrlo.
VERONICA: ¡Mira Judith! ¡Ahí está el maestro! ¡Mira como viene! ¡Azotado,
coronado de espinas, abandonado por sus apóstoles! ¡Apenas puede caminar! Ahí está
María, su madre, acompañando al hijo en sus sufrimientos. ¡Todos lo han abandonado!
Mira Judith: entra en esa casa, y pide un vaso de agua para el maestro.
JUDITH: ¡Está prohibido por las costumbres de Pascua! Si te acercas a un asesino, a un
pordiosero o a un leproso, y le das un vaso de agua, o lo tocas con las manos o con el
vestido, quedas manchado con su pecado. Y está obligada a irte a purificar al Templo
para poder celebrar la Pascua.
VERONICA: ¡Ya lo sé! ¡Nuestras costumbres judías nos impiden acercarnos a los más
necesitados!
JUDITH: ¡Así es! ¡No podemos ayudar a Jesús de Nazareth! Los que son pobres,
enfermos o delincuentes están en pecado; Dios los ha castigado; y cargan ese castigo, de
padres a hijos, de generación en generación, hasta que no se purifiquen en el Templo y
hagan penitencia. Cada uno tiene que expiar su propio pecado. Si tu ayudar a Jesús de
Nazareth, el no podrá expiar completamente su pecado, y además tu quedaras manchada
con el pecado de él.
VERONICA: Pues Jesús de Nazareth, nuestro maestro, predico todo lo contrario: que,
para ser perdonados de nuestros pecados, debemos perdonar al prójimo; que, si no das
de comer al hambriento, si no das de beber al sediento, que, si no ayudas al encarcelado,
tus pecados no te son perdonados. ¡y yo también lo creo! Yo estoy segura de que, si
ayudo a los necesitados, Dios me perdonara mis pecados.
RAQUEL: No insistas, Verónica; Jesús de Nazareth está en pecado, está manchado de
sangre, está condenado por las autoridades; y si te acercas a él, tú también te mancharas
con su pecado.
VERONICA: ¡Eso no es cierto! Si tu padre o tu madre están enfermos, manchados, ¿no
te acercas a ellos y los ayudas? Si alguno de tus hermanos esta golpeado, lleno de
sangre ¿no te acercas y le ayudas? Jesús, el divino maestro, está sufriendo; y yo no
puedo quedarme aquí, sin hacer nada. ¡Voy a ayudarlo!
RAQUEL: ¿Te has vuelto loca, Verónica? ¿Qué vas a hacer?
VERONICA: Mira como tiene su cara llena de sangre, de salivazos, de tierra y de
sudor; le voy a limpiar el rostro. Yo sé que es el Mesías; y está sufriendo a manos de sus
perseguidores; voy a limpiarle el rostro con este sudario.
JUDITH: ¡No lo hagas Verónica! ¡No te acerques a él! Si lo haces, te mancharas con su
pecado; si lo haces, iras en contra de nuestras tradiciones, en contra de la ley, en contra
del Templo. ¡Verónica no lo hagas! !Veronicaaaaaaa! (Judith trata de detener a
Verónica; esta se escapa, se acerca a Jesús y le limpia el rostro; al recoger el sudario,
encuentra dibujado en el mismo sudario el rostro de Jesús).

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VERONICA: (Mostrando el sudario al pueblo) Vean el rostro de Jesús de Nazareth en
este sudario. ¡Él es el Mesías! Es cierto lo que predicaba: que el perdón de los pecados
se obtiene ayudando a los pobres, a los más necesitados. ¡Dios ha hecho el milagro!
Dios ha demostrado que la salvación de nosotros viene cuando ayudamos a nuestro
prójimo.
SOLDADO 6: ¡Guarden silencio mujeres! Dejen que el reo continúe su camino. La
sentencia de muerte se debe de cumplir ¡Adelante hacia el Calvario!
7ª ESTACIÓN. JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ.
SOLDADO 1: ¡Alto! El reo acaba de caer por segunda vez; debemos esperar mientras
se repone.
ANCIANO DEL SANEDRIN: Es la segunda vez que caes, Jesús de Nazareth. Tú nos
difamaste a los ancianos del pueblo, a los ancianos del Sanedrín. Paga, pues el pecado
que cometiste contra nosotros… ¡Atención israelitas de Jerusalén! Recuerden aquella
tarde cuando Jesús de Nazareth estaba enseñando en el Templo de Jerusalén. Los
escribas; los fariseos y los ancianos del Sanedrín le llevamos a aquella mujer
sorprendida en adulterio para que el la juzgara. Y el no acato la ley de Moisés que
condena a muerte en adulterio; más aún, nos echó en cara nuestros propios pecados, y
dijo: El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Es que todos tenemos
pecados, y por eso ninguno de nosotros se atrevió a apedrear a aquella mujer.
ANCIANA: Yo también tengo tu edad, anciano del Sanedrín. Y bien también te puedo
decir que Jesús de Nazareth obro con justicia al no condenar a aquella mujer adúltera.
Porque todos ustedes los escribas y fariseos y los doctores de la ley, castigan el adulterio
solamente en la mujer, pero lo perdonan en los hombres. Y para que veas que no
miento, responde a mi pregunta: ¿Por qué un hombre puede adulterar y no lo matan a
pedradas? ¿Por qué la ley protege solamente a los hombres y no protege también a las
mujeres?
ANCIANO DEL SANEDRIN: ¡Mujer, cierra la boca y no hables más! Nuestras leyes
prohíben el que una mujer hable en público. Delante de Dios es mayor el pecado de una
mujer del pueblo, que el pecado de uno de nosotros, los miembros del Sanedrín; ¿Por
qué? Porque nosotros tenemos la voz de la sabiduría y de la experiencia; nosotros somos
la autoridad suprema del pueblo de Israel. Y Jesús de Nazareth, no hizo caso de nuestra
autoridad ni de nuestros méritos; y en vez de condenar el pecado de aquella mujer
ignorante, mujer pecadora del pueblo, nos juzgó a nosotros y nos puso en evidencia
delante del pueblo de Jerusalén.
ANCIANA 2: Repito que Jesús de Nazareth tuvo razón. Con autoridad o sin autoridad,
con experiencia o sin experiencia, los hombres y mujeres somos hijos de Dios; y delante
de Dios, las mujeres tenemos los mismos derechos que los hombres. Dios creo a Adán y
Eva, al hombre y a la mujer para que formaran una misma carne, una misma sangre
delante de Dios y del universo entero, para obtener la misma misericordia por parte de
Dios tanto los hombres como nosotras las mujeres.
ANCIANA 3: Yo estoy totalmente de acuerdo con lo que dice ella. Las leyes de Moisés
que ustedes enseñan no nos protegen a nosotras las mujeres, solamente protegen a los

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hombres. Y lo demuestro: el pecado de adulterio es el mismo pecado cuando lo comete
un hombre que cuando lo comete una mujer; ¿no es verdad? entonces el castigo debería
ser el mismo para el hombre y para la mujer. ¡Pero no es así! Y lo que pasa es que, si un
hombre casado se mete con otra mujer que no es la suya, no le hacen nada; pero si una
mujer casada se mete con un hombre que no es el suyo, la matan a pedradas, ¿es justa
esta desigualdad? ¿Por qué a la mujer si la castigan, y al hombre no?
ANCIANA1: Y por eso odian a Jesús de Nazareth, porque Jesús de Nazareth quiere
que las leyes protejan no solamente a los hombres sino también a las mujeres.
ANCIANA 2: Y por eso mismo Jesús de Nazareth no quiso condenar aquella mujer
adúltera que le llevaron para que la juzgara. No la condeno porque quiso demostrar que
la misericordia de Dios persona lo mismo al hombre que a la mujer.
ANCIANA 3: Y la autoridad que tienen ustedes en el Sanedrín, no sirve de nada para
alcanzar la misericordia de Dios. Y ya lo dijo Jesús de Nazareth: que los publicanos y
los pecadores y las prostitutas, si, las mujeres de mala vida alcanzaran el perdón y la
misericordia de Dios primero que todos ustedes los ancianos del Sanedrín. porque los
pecadores y pecadoras son humildes y se han arrepentido de sus pecados; en cambio
ustedes, los ancianos del Sanedrín, se confían en la autoridad que tienen, y no quieren
reconocer tantos pecados que tienen, y no quieren reconocerlos porque están llenos de
orgullo.
ANCIANO DEL SANEDRIN: ¡Eso que acaban de decir, es falsedad y mentira! Eso es
lo que ha venido predicando este hombre Jesús de Nazareth, y por eso mismo, Dios que
es justo Juez lo está condenando a él y nos está dando la razón a nosotros los ancianos
del Sanedrín. ¡Dios te castiga ahora, Jesús de Nazareth, por haber querido condenarnos!
¡Dios está castigando tu soberbia al levantarte en contra de la ley de Moisés y a favor de
esta mujer pecadora! Está castigando tu orgullo que se levantó en contra de nosotros los
ancianos del Sanedrín, los ancianos de Israel.
SOLDADO: Ya guardé silencio, ya no aumenté el sufrimiento de este hombre.
¡Soldados levanten al reo y ayúdenlo para que siga su camino! La sentencia de muerte
se debe de cumplir: Adelante hacia el calvario.
8ª ESTACIÓN. JESÚS ENCUENTRA A LAS PIADOSAS MUJERES.
MA. MAGDALENA: ¡No es posible! ¡Miren como viene Jesús el maestro! El que
perdono mis pecados, el que me saco los demonios que yo tenía dentro; ¡miren como lo
han atormentado! Jesús de Nazareth, Maestro: yo soy María Magdalena, María la que
era una pecadora pública. Tú me perdonaste mis pecados, tú me devolviste la dignidad
que yo había perdido delante de todos. ¡No es posible que te estén atormentando en esa
forma!
MADRE DE SANTIAGO: Mi hijo Santiago es uno de sus apóstoles. Yo conozco bien
la predicción de Jesús de Nazareth; y él nos defendió siempre a las mujeres de Israel.
Nuestras costumbres dicen que las mujeres no deben participar en los servicios de la
comunidad; y él nos pedía que trabajáramos a favor del pueblo en compañía de sus
apóstoles. Nuestras costumbres les permiten a los hombres la poligamia; Jesús de
Nazareth predico el matrimonio del hombre con una sola mujer. Los fariseos y escribas

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no respetan los bienes de las viudas y de los huérfanos; y Jesús de Nazareth nos
defendió en contra de los fariseos. Nuestras costumbres no perdonan el adulterio en la
mujer, pero si lo perdonan en el hombre; y Jesús de Nazareth perdono públicamente a
aquella mujer adúltera, en el Templo de Jerusalén. Por eso ahora te han condenado a
muerte: por haber defendido los derechos de las mujeres de Israel.
JESUS: ¡Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí, sino por ustedes mismas y por sus
hijos! Porque vendrán días en que se dirá: Dichosas las que no tuvieron hijos, dichosos
los vientres que no concibieron y los pechos que no amamantaron. Entonces la gente
comenzará a decir a los cerros: ¡caigan sobre nosotros! Y dirán a las colinas
¡escóndanos! Porque si esto hacen con el árbol verde ¿Qué no harán pues con el seco?
ANCIANA: Es verdad lo que acaba de decir Jesús de Nazareth: el pecado que estamos
cometiendo contra el hijo de Dios, tendrá un castigo: esta ciudad de Jerusalén, será
castigada, será maldita. Dentro de pocos años, esta ciudad de Jerusalén, estará en guerra
contra los romanos. Y los romanos vencerán la guerra, pondrán un cerco alrededor de
esta ciudad de Jerusalén para no dejar pasar ni agua ni alimentos. Y la gente que se
queda en la ciudad, morirá de enfermedades, de hambre, de sed; y los perros de la calle
se comerán los cadáveres de nuestros difuntos.
ANCIANA 4: Y habrá mujeres que preferirán comerse ellas mismas el cadáver de sus
hijos, antes que se lo coman los perros de la calle. Morirán todos los habitantes de esta
ciudad de Jerusalén, y destruirán la ciudad en tal forma, que tumbaran todas las casas,
echaran por tierra el Templo de Jerusalén, ¡Jerusalén, Jerusalén! La sangre de Jesús de
Nazareth caerá sobre ti, por haber condenado a muerte al Mesías, al Hijo del Altísimo.
ANCIANA 5: ¡Jesús de Nazareth ten compasión de nosotras las mujeres de Jerusalén!
¡tú eres el Mesías!, y tu sangre inocente caerá como una maldición sobre nosotros y
sobre nuestros hijos. Nuestro Templo de Jerusalén tan grande y tan hermoso será,
totalmente destruido, será incendiado. ¿Por qué? Porque nuestros sacerdotes del Templo
no quisieron reconocerte como Mesías, y te condenaron a muerte como blasfemo y
pecador. ¡que va a pasar con nuestra ciudad de Jerusalén, la ciudad santa? Que será
totalmente destruida, y no quedará piedra sobre piedra; y miles y miles de nosotras las
mujeres vamos a morir aplastadas bajo los escombros. ¡Qué horror! Tu sangre inocente
caerá sobre nosotros como una maldición que se desborda de generación en generación.
Jesús de Nazareth: ¡ten compasión de nosotras, las mujeres de Jerusalén!
SOLDADO 2: ¡Apártense del camino mujeres! Y dejen avanzar la procesión. La
sentencia de muerte se debe de cumplir. ¡Adelante hacia el calvario!
9ª ESTACIÓN. JESÚS CAE POR TERCERA VEZ.
SADUCEO: ¡Vean a Jesús de Nazareth! ¡Es la tercera vez que cae por tierra! Ya no
tienes fuerzas. Apenas si puede caminar. ¡Escúchenme habitantes de Jerusalén! Soy
saduceo, y pertenezco al grupo de los Saduceos. Juan el bautista nos injurio y nos
condenó llamándonos “raza de víboras”. Nos echó en cara el defender nuestra fe en
nuestro padre Abraham. Y nos amenazó y nos dijo que el árbol de los saduceos estaba a
punto de ser derribado por el Mesías, por Jesús de Nazareth. Y yo le pregunto ¿Cuál
árbol cayó primero? ¿Dónde está juan el bautista? ¡Murió degollado por los caprichos
de una mujer! ¡Donde está el Mesías anunciado por juan bautista! ¡Mírenlo ahí en el

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suelo condenado como un delincuente! ¿Cuál árbol cayó primero? ¿El de los saduceos,
o el de Jesús de Nazareth?
LEPROSO: A todo árbol se le conoce por sus frutos; y vean las obras que Jesús de
Nazareth ha hecho: curo a los sordos, dio la vista a los ciegos, alivio a los paralíticos,
quito la lepra a los leprosos. Y si no lo creen, mírenme a mí, yo fui leproso desde niño,
viví treinta años carcomido por la lepra. Y Jesús de Nazareth, me la quito; desde
entonces, ya puedo trabajar, ya puedo ir por todas partes sin que nadie huya de mi o me
desprecie. ¡Estos han sido los frutos, estas han sido las obras de Jesús de Nazareth! Y yo
les pregunto a ustedes, los saduceos: ¿Cuáles son los frutos, ¿cuáles son sus obras a
favor del pueblo?
SADUCEO: ¡Cállense la boca! ¡Usted no es más que un pobre, un ignorante, usted no
tiene derecho a hablar delante del pueblo de Jerusalén! Yo también soy saduceo; y
añado algo a lo que dijo mi hermano saduceo. Jesús de Nazareth predico la resurrección
de los muertos, hizo creer al pueblo que existe una vida después de la muerte; y
nosotros los saduceos, no creemos en esa resurrección predicada por Jesús de Nazareth.
Y yo le pregunto: Moisés, Abraham o nuestro Padre Jacob ¿Cuándo hablaron de
resurrección? Jamás hablaron de ella. ¿Acaso este Jesús de Nazareth es mayor que
nuestros patriarcas y profetas? ¿Acaso Dios altísimo lo ha glorificado más que a ellos?
Has caído por tercera vez, Jesús de Nazareth: ¿es eso resucitar? ¿Es eso tener una nueva
vida? Estas a punto de morir crucificado: ¿esa es la forma como Dios Altísimo te está
glorificando? ¡Te has equivocado Jesús de Nazareth! Tú propia muerte nos da la razón a
nosotros los Saduceos: muere con tu resurrección y vida nueva de blasfemo y
delincuente. ¡Déjanos a nosotros los saduceos vivir la única vida que existe: la de este
mundo en que estamos viviendo plenamente nuestra propia vida!
SOLDADO 3: Ustedes los saduceos igual que los ancianos del Sanedrín, no han dejado
de injuriar a este hombre. ¡ya déjenlo en paz! ¡Soldados! Ayuden al reo a ponerse de
pie, y que empiece a caminar. La sentencia de muerte se debe de cumplir ¡adelante
hacia el calvario!
10ª y 11ª ESTACIÓN. Jesús es despojado de sus vestiduras.
SOLDADO 4: (Clavando la mano izquierda del ladrón) A ver si ahora con esta mano
izquierda va a seguir robando; a ver si esta mano izquierda sigue guardando el dinero y
las joyas ajenas. ¡Ahora pagaras tus culpas asaltante, ladrón! Ahora le toca el turno a la
mano derecha: mira cómo va a quedar esta mano de asesino y delincuente mira cómo se
llena de sangre. ¡Ojalá que esta sangre de tu mano derecha sea capaz de lavar la sangre
de tantas y tantas víctimas que asesinaste por los caminos y los montes para poder
robar!
SOLDADO 6: (Clavando el pie izquierdo), con este pie siempre estuvo listo para correr
y saltar, para huir cuando robabas. ¡Mira cómo se queda ahora, quieto, inmóvil clavado
a la cruz! Y este pie derecho que nunca quiso guiarte por el camino de la honradez, de la
rectitud. ¡Que pague ahora el haberte precipitado en el abismo de la delincuencia!
JESUS: Padre, perdónalos no saben lo que hacen. (Una vez crucificado, los soldados
clavan sobre la cruz el letrero “Jesús de Nazareth Rey de los Judíos”. Levantan la cruz,
la fijan al suelo, en medio de las otras cruces donde están amarrados los ladrones).

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CAIFAS: Pilatos, ¿Por qué escribiste “Rey de los Judíos”? Nosotros no tenemos más
rey que el Cesar de Roma. Cambia ese letrero. ¡Escribe uno que diga “El que se dice rey
de los judíos”!
PILATOS: ¡Ya basta con sus exigencias! Lo que escribí escrito esta. (Los soldados
toman el manto de Jesús y lo rasgan en cuatro partes y se lo distribuyen; toman la
túnica, y al ver que es de una sola pieza, dice el soldado)
SOLDADO 1: La túnica es de una sola pieza, no la rompamos; más vale que echemos
suerte para ver a quien le toca.
12ª ESTACIÓN. JESÚS MUERE EN LA CRUZ.
Muerte descendimiento y sepultura de Jesús. Aparece juan Evangelista pidiéndole a
Jesús ser custodiado de su Madre y Jesús nos hace hijos de María. Aparecen fariseos,
escribas burlándose del poder atribuido a Jesús.
También salen a escena los ladrones, uno exigiéndole que muestre su poder y el otro
ganándose el cielo.
Intervienen en el acto:
 JUAN EVANGELISTA.
 JESUS.
 ANAS.
 LADRON MALO.
 ESCRIBA 1.
 FARISEO 1.
 SOLDADO 6.

Padre nuestro… Gloria…


JUAN EVANGELISTA: Maestro, aquí esta Juan. Tu discípulo amado; aquí está
también tu Madre María. Maestro: una cosa te pido. Te la suplico de todo corazón; pase
lo que pase, no permitas que ella se quede sola en la vida. Perdió a su esposo José, está a
punto de perderte a ti, su único hijo, no hay nadie que vele por ella, ¿Quién la
acompañara en su vejez? Maestro permíteme el que la pueda acompañar, velar por ella
todo el resto de sus días.
JESUS: Mujer, ahí tienes a tu hijo, hijo ahí tienes a tu Madre.
ANAS: Habitantes de Jerusalén, contemplen a Jesús de Nazareth en la cruz, salvo a
otros, pero el mismo no puede salvarse. Si acaso es el Rey de Israel, que baje de la cruz
y creeremos en él.
FARISEO 1: Si al Cristo, al Rey de Israel lo viéramos ahora bajar de la Cruz entonces
si creeríamos. ¿Puso su confianza en Dios? Pues que Dios lo salve ahora si de veras lo
quiere, Jesús muchas veces se proclamó hijo de Dios, y nombro a Dios como si fuera su
Padre.
MAL LADRON: Si tú eres el Cristo, ¡Sálvate a ti mismo y sálvanos también a
nosotros!

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BUEN LADRON: Ni tu que estas bajo el mismo suplicio ¿tienes temor de Dios?
Nosotros con toda razón estamos sufriendo el justo castigo de lo que hemos hecho, pero
este hombre nada malo ha hecho.
JESUS: En verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso.
ANAS: ¡Baja de la cruz, Jesús de Nazareth! Para que creamos en ti. ¡Anda, baja de la
Cruz!
JESUS: Eloi, Eloi, Lamma Sabactani… Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has
abandonado?
ESCRIBA 1: Oigan todos, este hombre está llamando a Elías.
FARISEO 2: ¡Déjalo! Vamos a ver si Elías viene a salvarlo.
JESUS: Tengo sed. (Un soldado corre a mojar un trapo en un jarro con vinagre; lo pone
en la punta de la lanza y lo acerca a los labios de Jesús. Jesús lo prueba).
JESUS: Todo se ha cumplido. ¡Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu! (Jesús
muere)
TODOS: ¡Está temblando! ¡Está temblando!
SOLDADO 6: Verdaderamente este hombre era inocente. ¡Era el Hijo de Dios!
13ª Y 14ª ESTACIÓN. JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ Y SEPULTADO.
(Un soldado se acerca a los crucificados con un palo y golpea en las piernas a los
ladrones; estos gritan llenos de dolor hasta que agonizan y mueren. Se acercan después
a Jesús para hacer lo mismo con él, pero un soldado lo detiene).
SOLDADO 2: ¡Alto! A Jesús no le rompas ningún hueso, porque ya está muerto, ábrele
mejor el costado con una lanza para asegurarnos que en verdad ha muerto. (El soldado
toma la lanza y abre el costado izquierdo de Jesús. Hecho esto, bajan los tres cuerpos de
las cruces.
FIN.

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SÁBADO SANTO
El sepulcro del Señor se encontraba resguardado por guardias, debido a que en la noche
del día viernes al sábado, Caifás y a los principales judíos, vistos los prodigios que
habían sucedido durante la Pasión y Crucifixión del Señor, y la disposición del pueblo
sobre ellos, por la noche se dirigieron a la casa de Pilatos, y le dijeron que como Jesús
había asegurado que resucitaría al tercer día, era necesario guardar el sepulcro tres días,
porque si no sus discípulos podrían llevarse su Cuerpo y esparcir el rumor de su
Resurrección.

Es así que, en la noche del sábado, las puertas del sepulcro estaban cerradas y
totalmente vigiladas por guardias, y la entrada del sepulcro estaba tapada por una gran
piedra.

Sin embargo, adentro el Cuerpo del Señor estaba rodeado de esplendor y de luz, y dos
Ángeles se encontraban en adoración restituyendo de un modo misterioso todo lo que
los verdugos y los instrumentos del suplicio le habían arrancado.

De repente entre los ángeles se vio una Gloria resplandeciente, era el Alma de Jesús
que, penetrando por la roca, vino a unirse con su Cuerpo Santísimo. Los miembros
comenzaron a moverse y el Cuerpo del Señor, unido con su Alma y con su Divinidad,
estaba radiante de luz, y comenzó a moverse.

Incorporándose el Señor, emitía grandes destellos de luz y en una de sus manos, el


Salvador resucitado, tenía una bandera flotante, como un símbolo de la victoria sobre la
muerte.

La tierra tembló, un Ángel se precipitó del Cielo al sepulcro como un rayo; puso la gran
piedra a la derecha y se sentó sobre ella. Los soldados que custodiaban el sepulcro
cayeron como muertos. Y el Señor Resucitado que había ya vencido a la muerte, salía
victorioso del Sepulcro.

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