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Reseña de lectura sobre La “Guía”, forma del pensamiento

Zambrano, María. Hacia un saber sobre el alma, Madrid, Alianza Editorial, 2000, págs.71-97

Héctor González Belmonte. Historia de la filosofía contemporánea I, Facultad Filosofía UB

RESUMEN

El siguiente texto es un ejercicio hermenéutico de reseña sobre un escrito de María Zambrano en el


que se acota el género literario de la Guía como forma original de pensamiento. Es una forma que
se resiste a la objetivación científica porque su función está apegada a la vida del perplejo,
entendido como caso particular que debe ser curado de la perplejidad, debilidad del ánimo causada
por la impermeabilidad de la vida a un conocimiento que no le es adecuado. Posee un carácter
comunicativo y enigmático que dista del carácter enunciativo y clarificado propio de la ciencia. No
se propone el acceso a la pregunta por el ser, sino que se centra en tender un camino que lleve a ella,
suscitando un movimiento que permita el tránsito hacia un saber superior bloqueado por la
perplejidad.

ABSTRACT

The following text is a hermeneutic exercise of review on a writing by María Zambrano in which
the literary genre of the Guide is delimited as an original form of thought. It is a form that resists
scientific objectification because its function is attached to the life of the perplexed, understood as a
particular case that must be cured of perplexity, weakness of spirit caused by the impermeability of
life to a knowledge that is not adequate to it. It has a communicative and enigmatic character that is
far from the enunciative and clarified nature of science. Access to the question of the being is not
proposed, but focuses on laying a path that leads to it, provoking a movement that allows the transit
to a superior knowledge blocked by perplexity.

ÍNDICE

1. Qué es una guía

2. La guía, forma del saber de experiencia

3. La experiencia de la vida

4. La Guía, objetivación de la experiencia

5. Idea de la vida

6. Acción y transparencia

7. La perplejidad

8. Bibliografía

1
1. Qué es una guía

Guía remite a guiar, conducir o portar. Pero más bien portar en el sentido de viento portante
actuando sobre una vela y produciendo -a través de una acción concreta que reconfigura toda la
relación de fuerzas y contrafuerzas- un movimiento efectivo. Guiar y guiarse es la destreza
ejercitable más importante en la sabiduría taoísta, por lo que se adivina que se trata de un género
literario no filosófico canónico occidental. Sugiere un “conducir”, pero un conducirse a través de un
medio adecuado.
Este medio adecuado es un camino y también una escalera que hay que seguir paso a paso.
Convocando a Heráclito, dice María Zambrano que “el sabio no dice ni oculta: indica”. Éste es uno
de los ejemplos textuales que mejor pueden sincretizar el sentido genérico de este saber de las
Guías, abandonado por los grandes sistemas de pensamiento occidental. Es una suerte de metonimia
lo que representa esta indicación, que transita, por así decir, desde lo que es solamente indicativo,
en un extremo, hasta aquello a lo que podría atribuirse una categoría lógica, en el otro. Pero no una
clarificación lógica, sino más bien una especie de nota o señal, que socorra y facilite el tránsito en el
largo itinerario, cuya cartografía se desconoce ab initio.1
La Guía, íntimamente ligada a la Confesión (como género literario), es una forma
ampliamente desarrollada durante el Renacimiento, procedente de la antigüedad, junto a otras tales
como Diálogos, Meditaciones, Epístolas y Consolaciones. Es una escritura hablante, diáfana y
dirigida a un interlocutor oyente. Se trata esencialmente de una forma de convencimiento, de una
matriz de convicciones desarrollada y tendida a los pies del que desee y esté en la condición de
recibirla. A la cual se accede por una suerte de concurrencia que conlleva también algún tipo de
obediencia no forzada, sino que requiere un cierto sentido del deber. 2
María Zambrano, para ejemplarizarlo en el ámbito filosófico, remite más a la actividad
cultural de Sócrates, interrogando a los transeúntes, que a Platón o Aristóteles en la academia. La
Guía pretende mover el alma del perlejo y reinsertarlo en el mundo de la vida, para que no
abandone los objetos de la experiencia común en los que debe participar. Si su participación no es
creadora, por espléndida que sea la cultura que la circunscribe, va a provocar en el perplejo que su
sed se convierta en humillación, de manera que lo que va aparecer es resentimiento y subversión
intelectual.
La consecuencia de la subversión intelectual generalizada es una transmutación hórrida, que
consiste en la “reducción del Arte a propaganda, de la Filosofía a Metodología de la ciencia, y de la
Ciencia misma en persecución de lo útil”.

“La inquietud les poseía conforme ganaban en en conocimiento; el saber ofrecido era inasequible y
la ignorancia tampoco resultaba habitable”

La forma de pensamiento que ofrece la guía es la de un pensamiento que ya se ha


transformado a sí mismo y por ello tiene la capacidad de transformar la vida del que viene a
insertarse bajo su eidos.

“La vida humana reclama siempre ser transformada, estar continuamente convirtiéndose en contacto
con ciertas verdades. Verdades que no pueden ser ofrecidas sin persuasión, pues su esencia no es ser
conocidas, sino ser aceptadas. Y cuando la vida humana no acepta dentro de sí cierto grado de verdad
operante y transformadora, queda sola y en rebeldía, y cualquier conocimiento que adquiera no le bastará”.

1 Itinerario que María Zambrano después desarrolla temáticamente en su etapa de madurez en la escritura
de Notas de un método, Madrid, Tecnos, 2011
2 Weil, Simone, La agonía de una civilización y otros escritos de Marsella, Madrid, Trotta, 2022

2
María Zambrano sistematiza la diferencia entre los géneros de Guía y Confesión en función
de su direccionalidad. En la confesión es el que confiesa quien quiere salir de la situación donde se
halla. En la guía es el receptor el que cambiará su situación vital. En los Sistemas, la objetivación de
la verdad es extrema hasta el punto que desaparece el hombre concreto que la impone. En las Guías
y Confesiones, lo extremo es “la existencia objetiva en el acto de escribir”. El pensamiento aquí se
encuentra en su grado mínimo de abstracción y generalidad, por lo que se encuentra en su forma
medicinal, “en su forma extrema misericordiosa, especialmente en la Guía”.3
No es específicamente un sujeto filosófico el que recibe la orientación de la guía, sino un
hombre concreto cuya relación con la vida se ha problematizado. A este hombre, no le aclararía
nada el idealismo de Platón o la clarificación de Aristóteles. Para María Zambrano son los
pitagóricos, en la antigüedad, quienes trazaron un camino que hiciera posible el acceso a las formas
supremas. Las categorías platónicas son impermeables, no hay posibilidad de tránsito entre sus
estratos, y de haberlo no es deseable para la vida, como demuestra la suerte del iluminado que
vuelve a la caverna después de haber visto la luz. La Guía está dirigida en una primera instancia a la
vida del perplejo, a su ánimo, que debe moverse.

2. La Guía, forma del saber de experiencia

Lo que los pitagóricos propusieron – y esto es un tema fundamental para comprender a


María Zambrano en éste y otros escritos- es la posibilidad de un camino. Según se indica en el
texto, la pretensión de Pitágoras se aparece hoy como desmesurada, vista desde el prisma de la
filosofía. Según Zambrano, la pretensión de Pitágoras, -de haberla tenido-, sería la de haber guiado
a la Filosofía en su totalidad. Pero la Filosofía, así como la vocación cristiana, irrumpe con una
violencia tal para apropiarse del saber, del conocimiento del Ser, que la posibilidad de esta posible
Guía pitagórica queda imposibilitada. Solamente Sócrates, como se dijo antes, se aproximó al modo
de hacer de la Guía en la Mayéutica, por querer hallar el logos de la vida cotidiana4.
La clarificación de Aristóteles también se alejó de la finalidad de la Guía: establece saber de
experiencia, de arte y saber científico. Pero el saber de experiencia aristotélico es el conocimiento
de la naturaleza, no del hombre real. Su ética no sirve de guía al perplejo: está situada frente a la
vida humana con carácter de ciencia universal y objetiva, de modo que no está prendida al alma del
que la necesita. “En realidad es la metafísica de la vida humana, de la physis humana, que sería la
psicología”. En Maimónides el aristotelismo se transforma en en medicina y penetra en el alma,
porque el conocimiento del individuo no cabe en el conocimiento universal de la Filosofía, pero sí
en el medicinal, que se ocupa del caso.

“La Filosofía ha pretendido siempre la máxima objetividad, el mayor desprendimiento de lo


individual: Dios, la naturaleza, el conocimiento, la universalidad. Y en cuanto a su papel de “camino de
vida”, su poder estribaba en sacar al individuo de sus prisiones como la mística, más por el conocimiento de
la razón”

La aparición de un conocimiento intelectual extremo, puro, no racional, ha sido razón


suficiente para que la mística se haya convertido en el término último de la Filosofía, como sucede
en el pensamiento de Plotino o Bergson. A entender de María Zambrano, el saber de experiencia,

3 El ejemplo concreto de guía que propone Zambrano es la Guía para perplejos de Maimónides, que a su
entender es la más ilustrativa de su género, porque representa una síntesis de horizontes culturales muy
heterogéneos: orientales, árabes, judíos y griegos. Zambrano, María. Hacia un saber sobre el alma, Madrid,
Alianza Editorial, 2000
4 Según María Zambrano, también Ortega y Gasset en su “periodismo”. Zambrano, María. Hacia un saber
sobre el alma, Madrid, Alianza Editorial, 2000, pág. 89

3
aunque pueda ser místico, es anterior al filosófico y no se resigna completamente a ascender a
epistemología. Dicho género de saber de experiencia se blindó, por así decir, en la Guía,
meditaciones, epístolas, consolaciones y otros géneros excluidos del canon filosófico, contra el
absolutismo que se extendió por el pensamiento europeo a partir del Renacimiento y que culminó
en la soberbia torre de Hegel, cuya dialéctica continúa siendo dos siglos después “una fuente
constante de irritación”5.
La absolutización no sólo tuvo lugar en el pensamiento filosófico, sino también en el
religioso. Para María Zambrano, la pobreza de sistemas de filosofía española en la Modernidad
tiene su correlato en la literatura y en el pensamiento religioso, en el cual habría sido la
Contrarreforma de San Ignacio de Loyola la única que apenas habría suscitado una cierta
conmoción en la pétrea inmovilidad de las doctrinas eclesiásticas. En este contexto, las guías daban
cuenta “anunciando, profetizando”, de la desgracia que irremediablemente iban a padecer a causa
de su soberbia. Movimientos tales como el quietismo y el iluminismo descendieron en estos siglos a
las catacumbas de la razón de un modo similar al cristianismo romano primitivo, o a lo que sería la
Ciudad de Dios de San Agustín respecto a la República de Platón.

“Son voces débiles que claman ante algo que va a aplastarlas, y de lo que no se saben defender
porque lo odian demasiado”.

3. La experiencia de la vida

Para María Zambrano la experiencia que queda aprisionada y “no se deja arrebatar al cielo
de la objetividad” es además reactiva contra la objetividad misma. Esta reacción es amarga, burlona
y denuncia la vanidad del propósito que la impulsa, rozando el cinismo, “si el cinismo no fuera total
desesperación y derrota”, o como dice en otra ocasión, -citando a Nietzsche-, “la nobleza de las
almas toscas”. Ve reflejadada esta amargura burlona en el rostro de los pueblos españoles,
poseedores de este conocimiento de experiencia en forma de secreto que ha sido “atropellado,
cuando menos olvidado, por el saber universal, ético o metafísico”.

“La Filosofía, como toda ciencia, se manifiesta en forma enunciativa, impersonal. No es,
propiamente hablando, comunicativa.”

Sin embargo el saber de experiencia sí es “comunicativo y enigmático, sin contradicción”.


Por tanto atractivo para el hombre perplejo que resulta deslumbrado por la Filosofía, cuya
enunciación vive como un flash, como un exceso de luz, ya que “es relación del Ser o de sus leyes”.
Este saber rehúsa de la vanidad de un conocimiento que no le es adecuado. En la Guía, queda la
verdad en un estado naciente, en forma de insinuación suficiente que será aceptada por la vida del
perplejo en su justa medida. La vida se asusta ante las verdades eternas de la ciencia por su
inadecuación a la forma esencial de la vida, o sea, al tiempo.
El abandono pretendido o real del tiempo significa la pérdida de la experiencia, que es fruto
suyo. Por eso el saber de experiencia permanece al lado del instante, del tiempo fragmentario que a
la conciencia le es dado conocer legítimamente desde la vida, y es por ello carente de vuelo en un
principio.

“Y he aquí un género, la Guía, que pretende sistematizar este saber de experiencia sin elevarlo por
ello a ciencia. Es originalidad y encanto el secreto de tal género; sistematizar, elevar a universalidad lo que se
resistió a ella; verificar, por fin, esa ascensión que había rehuído con hosca sonrisa, con gravedad lindante en
la cazurrería de Sancho. De Sancho más grave aún que Don Quijote, pues, como la experiencia, nunca se

5 Hans Georg Gadamer, prólogo de La dialéctica de Hegel, Madrid, Cátedra, 2000

4
libera del peso del tiempo, de la pesantez de las horas, nunca fantasea ni especula, nunca se encarama sobre
las bardas de su huerto”.

4. La guía, objetivación de la experiencia

Entre los referentes clásicos, se encuentran los fragmentos de Heráclito, pues su forma
fragmentaria contiene sin embargo una cierta continuidad o sentido. Se abren así a ser un método o
camino, lo cual es una aproximación a la Guía, que es “quizá la unidad suprema de este saber
experimental de la vida”. Se podrían, tal vez, incluir los fragmentos de Epicuro, entre estos
referentes griegos, así como su fragmento más largo, Carta a Meneceo, -que tendría que incluirse
en las Epístolas, género satelital de la Guía, como se indicó en el primer punto-. Ejemplarmente
comunicativo es el comienzo del fragmento 123 de dicha epístola de Epicuro:

“Tú medita y pon en práctica los principios que siempre te he aconsejado, teniendo presente que son
elementos indispensables de una vida feliz. Considera en primer lugar a la divinidad como un ser viviente
incorruptible y feliz, según la ha grabado en nosotros la común noción de lo divino, y nada le atribuyas ajeno
a la inmortalidad o impropio de la felicidad.”6

En ocasiones los autores de guías pueden ejercer una cierta violencia para “unir algo que
correría por su cuenta, para concentrar algo cuya forma natural es la dispersión”. Sería tentador, un
desafío, hacer ascender esta experiencia a ciencia. Pero no es así para la Guía, aunque lo parezca en
algún caso específico. La Guía debe su peculiaridad a permanecer en un grado comunicativo, cuyo
saber de experiencia se vierte en la unión de lo que anda disperso en el perplejo. La Guía “es
comunicante y activa, transformadora”. Dicho de otro modo, es la experiencia del interlocutor, la
que en virtud de del grado de comunicación a que ha llegado, la que constituye la razón “de aquello
que persigue”.

5. Idea de la vida

La idea de la vida debe ser “informadora, de la que se derive una inspiración continua en
cada acto”, pero no debe ser una idea abstracta. El perplejo, confuso o disperso, sabe de su propia
vida que es “una vida”, pero el acceso a “la vida” no resulta posible sin una idea que reúna la
facultad ordenadora y unitiva en que la perplejidad – dispersión, multiplicidad pululante de los
actos y focos atencionales- se oriente en un haz, en predisposición abierta hacia la inspiración de la
Guía, puesto que “la idea [de la vida] ha de ser una inspiración”.
María Zambrano apela en este sentido a las circunstancias de su maestro Ortega como el
tejido de la realidad que fundamentan “el pensamiento en la necesidad que la vida tiene de él para
salir de su originaria confusión y perplejidad”. Las aportaciones de la fenomenología, sobre todo de
Husserl, “por modesto que sea”, han contribuido al consiguiente “descubrimiento de la unidad de la
vida” en el que, a entender de Zambrano, se inscriben las corrientes personalistas y existencialistas.
Por ejemplo, en un lenguaje estilizado, también enigmático, y esencialmente pedagógico,
Heidegger parece encarnar aproximadamente al interlocutor de una Guía, en quien lo extremo es “la
existencia objetiva en el acto de escribir”. En este caso es un decir, comunicando, en referencia al
último hombre y su parpadeo:

6 García Gual, Carlos, Lledó, Emilio. Hadot, Pierre. Filosofía para la felicidad. Epicuro. Madrid, Errata
Naturae, 2013

5
“Esa peculiaridad esencial descansa para el animal racional en la manera como él estabiliza todo lo
que es como sus objetos y como sus propios estados, lo pone ante él y se sitúa ante lo así puesto como quien
está ante unas circunstancias universales” 7

Parece que se siente una cierta enharmonía entre los discursos zambraniano y heideggeriano
concernientes a tratar de formar una idea de vida a través de la sugestión, la evidencia o el indicio,
en ese sentido de reunir lo disperso, y atendiendo al saber de experiencia, a la idea de vida y a
aquello que se resiste a categorizarse, junto a la perplejidad y el parpadear nietzscheano al que se
refiere Heidegger. Sin embargo se debe atender a la especifidad del pensamiento de Zambrano y a la
consideración óptima que hace de la novela como el género literario por excelencia para ilustrar la
idea de vida, que extrae especialmente de los comentarios y explicaciones, fuera de cátedra, que
rozando lo personal, recibió e intercambió con su profesor Ortega y Gasset.
En esta importancia que Zambrano otorga a la novela como ayudante o paradigma de la
Guía, se puede quizá entrever que hay una remisión hacia lo mítico que aleje de la verdad al
perplejo para sencillamente entretenerlo. Pero la Guía no va a prescindir del mythos si así lo
requiere el caso particular del perplejo, ya que si tal remedio le resulta útil, -por ser un género de
alguna manera medicinal,- sería, en tal caso, indicado su uso, al entrar en la esfera ética de la
medicina, entendida más como arte que como ciencia. Cabe matizar brevemente, citando a Antonio
Gómez8, que “un mito es lo que vehicula, funda y forja una verdad catalizando afectos”.
Y también la estética puede aportar luz a la configuración de una idea de vida, pues en ella
puede perdurar la esencia de una enseñanza a pesar de que el maestro, el interlocutor de la Guía,
haya renunciado a la doctrina o creencia que le daba forma. En la novela, la libertad viene a ser
“extraída” y no “impuesta”. Se podría decir que se trata de una libertad vital.

“Una vida en dispersión y confusión es una vida en quietud pantanosa. Y una vida será aquella que
sepa discurrir por su tiempo, ser antes que nada una forma feliz de andar por el tiempo, no sumidas como
están las cosas, ni como están sumergidos en temblor los vegetales, ni como prisionero el animal, sino a la
manera despierta y libre como debe estarlo el hombre”.

6. Acción y transparencia

La idea de vida que anteriormente se prefiguraba como una necesidad que la vida tiene de
inspirarse, es desarrollada por Zambrano en este punto en los términos siguientes:

“La vida es actividad incesante, aun en su quietud. Y esta actividad aun en quietud ha de tener en un
mínimo grado de transparencia. Transparencia de la vida quiere decir no más que esté abierta para aceptar y
fuerte para resistir. Aceptación y resistencia parecen ser las condiciones últimas de la vida”.

Respecto a este particular, resulta inadecuada una tautología que contrarreste la fuerza
poética del decir zambraniano. El desarrollo del punto continúa aludiendo a una ascensión en
escala, elemento clave del pensamiento de María Zambrano, en especial en sus escritos de madurez,
como se dijo anteriormente. Pero el problema de fondo que se asienta en esta cuestión no es otro
que el de la tradición. Pues para Zambrano, los diferentes cánones de una cultura son reproducción
de un canon único, “módulo de un ser vivo”. La “reviviscencia” de estos cánones configuran a su
juicio la tradición.
Diferentes tipos de seres entran en contacto con este problema y la Guía mantiene una
relación diferente con cada uno de ellos. En primer lugar, las “criaturas innominadas, anónimas”,
7 Lección VII del invierno de 1951 en Friburgo. Tómese la cita en su sentido relativo a las circunstancias,
la idea de unidad de la vida y la enunciación que “deja la verdad en estado naciente”. Heidegger, Martin.
¿Qué significa pensar? Madrid, Trotta, 2005
8 Gómez Villar, Antonio, Los olvidados, ficción de un proletariado reaccionario, Bellaterra, 2022, pág.39

6
son receptáculos y agentes que a través del intercambio simbólico, de la symboulie cotidiana,
consistente en el intercambio de consejos no escritos, “transmiten su ciencia”, la de la tradición en
la que están inmersos. Pero no lo hacen a sabiendas, pues en este caso, para Zambrano, supondría la
existencia de un grave y triste peligro para dicha tradición, que se ha visto cuestionada por quien
sería algo así como su devoto más garante.
En segundo lugar, Zambrano identifica una figura más individualizada en aquellos que “por
su mayor conciencia y capacidad, por su mayor energía vital”, exigen otra definición. Se trata de
personas enmascaradas en su “Ángel de la Guarda”, que no las acompaña sino que las precede
“mostrando a medias su rostro”, y a veces escondiéndolo: “el rostro del destino”. Llevada al
extremo esta figura, en su individualidad irreductible, se encuentra una clase de individuo cuya vida
logrará su unidad solamente a través de su propia lucha. En este individuo, la Guía no es necesaria
ni hay posibilidad de que la acepte. Mantiene una relación personal con lo divino y, por ello, de
lograr la unidad de su vida, “enriquecerá al mundo”. De algún modo su vida está predestinada a
fluctuar entre “gracia y angustia, transparencia y confusión”.
En tercer lugar aparece el perplejo. Éste individuo se sitúa por encima del “nivel común de
los que reproducen anónimamente una cultura en su forma tradicional”. Tal vez se han encontrado
en la lucha del caso anterior, -ejemplarizada en el terrible drama de Jacob, y quizá también en Job-,
pero no han logrado la unidad de su vida. No constituyen una especie única, como aquellos a los
que se les muestra lo que Santo Tomás llamó el “tormento del ángel”. Se trata de individuos que
pueden señalarse como perplejos, y sobre éstos recae la Guía.
María Zambrano sostiene que la Guía suplirá a la tradición y a los individuos geniales,
tocados por lo divino en modo peculiar. De forma que el horizonte será desplazado perennemente
gracias a esta facultad especial de la Guía, es decir, de su singular dynamys theoretikos que sin
deslumbrar - sugiriendo, indicando-, contagia visibilidad de “la propia vida en unidad con lo
demás”. Indica, finalmente, un camino que libera la dimensión activa y transparente de la vida de su
permanencia abstrusa en la perplejidad.

7. La perplejidad

La situación vital que origina la perplejidad tiene raíces en la historia y en la cultura que
habita el individuo que la padece. Es cosa de su “época” y está acotada a un recinto cultural, puesto
que no es transferible a un hombre que “habita el desierto” o vive en una cultura primitiva. Se trata
más bien de una situación vital que se da en el marco de una etapa “avanzada de una cultura” y en
concurrencia con una “falta de suficiente conocimiento”. Esta aserción se asienta en la convicción
de que un conocimiento que no dejase “margen de riesgo” constituiría un entramado de tal densidad
que la libertad quedaría anulada. Y por ende, la vida, sesgada en su atributo activo fundamental.

“La perplejidad se produce cuando el conocimiento es tal que deja margen al riesgo, cuando al elegir
tenemos que arriesgarnos”.

Las condiciones para que se realice la función de la Guía -de socorrer al perplejo en su
elección- se pueden enumerar sintéticamente en: 1. Que exista un margen de riesgo: que existan
fisuras en el entramado de la cultura que permitan un cierto tránsito libre del individuo. 2. Que no se
realicen elecciones arriesgadas sin perplejidad o “con perplejidad rápidamente vencida”. 3. Que el
perplejo goce de un abanico amplio de elecciones posibles y “hasta un cierto punto de una situación
privilegiada”, que no esté “acuciado por la necesidad”.
A María Zambrano le parece extraño que el género de la Guía hunda sus raíces en Oriente,
puesto que se atribuye a esta cultura la propiedad de ser férrea en sus castas, implacable en sus
jerarquías y tradiciones, de una fachada que no muestra fisuras por las que pudiera transitar la
perplejidad, de no ser “en algún príncipe a quien la vida se le torne sueño”.

7
“El perplejo tiene ideas, sabría definir perfectamente las alternativas ante las que enmudece. Conoce.
Pero le falta ese último móvil que mueve a la vida, que le arrastra y saca de sí. No tiene presente su
personaje, no le muestra la cara.”

La Guía de Maimónides “en su intelectualismo aristotélico”, que fue sugerida por Zambrano
al inicio como Guía ejemplar, aclara las palabras simplemente, pero no vence la perplejidad, puesto
que el perplejo enmudece ante las alternativas que se le presentan a pesar de que ya las conoce.
Permanece inmóvil, incapaz de afrontar libremente el riesgo de una elección vital, que la propia
vida le ha otorgado de un modo privilegiado “hasta un cierto punto”.

“La perplejidad es una debilidad del ánimo que no proviene del conocimiento sino de la relación
entre el conocimiento y el resto de la vida que queda impermeable a él. Perplejo indica más bien sobrado de
conocimiento. En toda perplejidad hay deslumbramiento; se está ante un conocimiento que deslumbra y no
penetra”.

El perplejo permanece hermético anímicamente a la muchedumbre de acontecimientos que


le circundan y aunque su conciencia se halle a la búsqueda de una resolución, “se defiende en
realidad de encontrarla”.9 La introducción de una visión, no de- la visión en general-, es, a entender
de María Zambrano lo que podrá instaurar, o restaurar de haberse perdido, el adecuado flujo del
perplejo en su medio vital. Esta visión una, singular, puede “abrir las puertas del alma”,
enamorando. No el sistema de razones, que es ajeno a la “propia vida”, sino esta visión que se da a
través del medio claro de una figura. Ésta, la figura, es la clave de la Guía, la capaz de abrir las
puertas del alma, en un ejercicio fantástico y amoroso hasta un cierto punto.
Se trata de un amor el que suscita la Guía “contrario tal vez del amor platónico”, dirigido a
lo universal “aunque sea por mediación de lo concreto”. “Pero su problema es el mismo: reducción
del corazón, apertura del último centro de la vida”.

“¿Cómo van a conseguir las Guías esta transformación profunda en la vida, que la transmute, que la
convierta?”

En la elaboración de una Guía interviene “mucho de arte, mucho de secreto profesional, no


reducible a generalizaciones”. Existe un gran repertorio de Guías es función de su autor, cada uno
con “su personal hechizo”, y en función de la clase de perplejidad que persiguen curar. Pero en
sentencia de Zambrano, todas coinciden en “hacer salir la vida de sí” y ofrecer una imagen de la
vida que se rectifica a sí misma”.

9 Se trata de una situación que María Zambrano calificará en otros lugares de su pensamiento como una de
las más amenazantes para la vida, en las que el horizonte de visión se ha “empañado” por una acumulación
de saber inadecuado a la vida, y los acontecimientos “se nos echan encima”. Revilla, Carmen. Claves de la
Razón Poética, Madrid, Trotta, 1998

8
BIBLIOGRAFÍA

Cervantes, Miguel de, Don Quijote de la Mancha, Madrid, Santillana, 2004

E.A. Dal Maschio, Platón, la verdad está en otra parte, Batiscafo, 2015

Gadamer, Hans-Georg, La dialéctica de Hegel, Madrid, Cátedra, 2000

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Revilla, Carmen. Claves de la Razón Poética, Madrid, Trotta, 1998

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Zambrano, María. Hacia un saber sobre el alma, Madrid, Alianza Editorial, 2000

- . El hombre y lo divino, Madrid, Alianza, 2020

- . La Razón en la sombra, Madrid, Siruela, 2004

- . Persona y democracia, Madrid, Alianza, 2019

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