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La novelesca historia del traje de valenciana.

A manera de introducción.

A algunos, les puede parecer sorprendente el titulo de este artículo, pero teniendo en cuenta la
existencia de un libro titulado Historia del vestido de labradora valenciana, pensé en que había que
diferenciarlo y se me ocurrió que esta historia tenía algo de novelesco en su evolución.

Desde que comenzamos a investigar sobre el vestido tradicional de la mujer valenciana, siempre me ha
intrigado un detalle. Este detalle, para mí, ha sido el hecho de que tanto la documentación estudiada,
como las ilustraciones de la época, nada tenían que ver con el vestido que se estaba considerando y
llamando de valenciana, o de labradora valenciana.

Como siempre he dicho la diferencia entre lo tradicional y la moda, estriba en que tradicional es el uso o
costumbre que se transmite de una generación a otra. La tradición popular son los valores, creencias,
costumbres y formas de expresión característicos de una comunidad, en especial a aquellos que se
transmiten por vía oral. Es pues, lo que conforma la cultura y el folclore o la sabiduría popular.

El historiador Luis Cabrera de Córdoba, auténtico fanático de la verdad y de la cronología, cuya obra es
una gran cantera para datos sobre las costumbres, monumentos e incluso para la historia del teatro, nos
dio ya en 1611, una buena descripción de lo que se entendía por tradicional. Según el, la tradición es
hija de la historia, y la escrita que primero fue vocal, y lo son todas, pues tradición es narración,
opinión y doctrina derivada vocalmente, sin haber escrito, con el uso de padres a hijos, y de los que
vieron las cosas, a los que no las vieron1.

Curiosamente el mismo año de 1611, Sebastián de Covarrubias, En su Tesoro de la lengua Castellana o


española, nos describía lo que era el vestido tradicional en su vocablo Vestidura. Todas las naciones han
usado vestiduras propias, diferenciándose por ellas unas de otras: y muchas han conservado su hábito
por gran tiempo. A los Españoles en este caso nos han notado de livianos, porque mudamos traje y
vestido fácilmente. Y assi el otro que se hacía loco, o lo era, andava hecho pedaços, y traya al ombro
un pedazo de paño, y preguntándole porque no se hazia de vestir, respondía que esperava a ver en
que paravan los trajes. Solos los labradores que no salen de sus aldeas, han durado más en conservar
el traje antiguo; aunque ya esto también esta estragado. El Papa Benedicto Onzeno, que era nacido de
gente humilde, viniéndole a ver su madre vestida con habito de señora noble, no la quiso reconocer
por tal, hasta que bolvio con el suyo propio. No es instituto mio tratar de reformaciones, pero notorio
es el exemplo de España en el vestir, porque un día de fiesta el oficial y su muger no se diferencian de
la gente noble 2.

1
Luis Cabrera de Cordova, criado de su Magestad. De la historia, para entenderla y escribirla. Añ o 1611, en
Madrid. Discurso primero: El que mira la historia de los antiguos tiempos atentamente y lo que enseñan
guarda, tiene luz para las cosas futuras a pues una misma manera de mundo es toda las que han sido
buelven aunque debaxo de diversos nombres, figuras y colores que los Sabios conocen porque las
consideran con diligencia y observación e hallan no solamente los nombres de las cosas, estilo dc los
pueblos mas las inclinaciones del animo los estudios de las letras artes y armas, manera de hablar
variedad de los trages, aparatos, apetito y uso de los mantenimientos mudarse con la edad.

2
Covarruvias Orozco. Sebastian de. Tesoro de la lengua castellana, o española. Madrid, 1674. Melchor Sá nchez,
a costa de Gabriel Leó n ..., 1674.
Covarrubias nos deja muy claro que el vestido popular ya a primeros del siglo XVII, era el
que utilizaba el pueblo, la gente sencilla, esos labradores que vivían alejados de la ciudad,
en las cercanías en las alquerías o en la propia ciudad en convivencia de los humildes
artesanos, como lo eran herreros, cordeleros, tejedores, curtidores y un largo repertorio de
oficios, que se las arreglaban para poder vivir y vestir de una manera digna, pero no
manifestando ningún lujo.
Todos sabemos que el pueblo, es decir, la gente sin formación cultural adecuada no suele
inventar, es la clase ilustrada o con formación en artes y ciencias, es la responsable por lo
general de las innovaciones que posteriormente son adaptadas por el pueblo, eso sí, un
poco según su conveniencia y necesidades.
Cierto es, como da a entender Covarrubias, que en esa imitación, hay un fuerte componente
de intención de imitar la riqueza y distinción de los nobles, claro que esto queda en una
simple ilusión, ya que la posterior realidad es que no puede mantenerse y termina
interpretándose con materiales toscos y de poca calidad, que por supuesto corren paralelos
a su poder adquisitivo.

Por otro lado, muchas de las modas cortesanas fueron efímeras y jamás calaron entre la
clase popular. Otras podían resultar tan incomodas para desarrollar cualquier actividad en el
campo, en el taller o en los trabajos domésticos que resultaban impensables para el pueblo
llano que no podía sacrificar su comodidad para el trabajo, en que empleaba todo el día de
sol a sol.
El vestido, en todas las culturas del mundo ha sido un distintivo de rango dentro de la
pirámide social y es por ello que los más poderosos, siempre han estado especialmente
preocupados de que las clases sociales pobres, se les acercasen demasiado. Esto llegaba
hasta en el nivel superior de la escala social. El propio rey ya se encargaba de que los
nobles de su alrededor no pudiesen sobrepasarle en lujo del vestir. Esto hacia que se
promulgasen pragmáticas, restringiendo el uso de prendas y especialmente de materiales
para determinar la posición social. De algunas de estas pragmáticas históricas ya haremos
mención en algún otro momento de este estudio que corresponda y de otras en un trabajo
que tengo preparado sobre la indumentaria valenciana de los siglos XVI y XVII. Son muchas
y demuestran que los soberanos siempre estuvieron por una parte contener el lujo, al
mismo tiempo que mantenían la diferencia entre clases sociales. Bien podemos decir que el
vestido transforma a las personas.
Como tal distintivo actuaban especialmente la calidad de los tejidos, las complejidades en el
corte de las prendas y su confección, el encarecimiento de ciertos tintes y de manera muy
concreta las guarniciones que se le colocaban como acabado final de la prenda, es decir lo
que se le llamaban cabos. Estas guarniciones como podremos ir viendo a lo largo de nuestro
estudio podían ser desde materiales de simple hilo de pita, hasta encajes de oro fino tirado.

También la iglesia arremetía constantemente contra lo que ellos llamaban excesos. Este es
el caso del cardenal de Cartagena, el célebre Cardenal Belluga, en su libro de más de 900
páginas, donde constantemente una dura critica especialmente a las mujeres. En él se
critica la grave malicia del notable exceso en los vestidos y adornos, no solo en las
mujeres, sino también en los hombres… la desnudez de pechos, brazo, bajos y
cabezas; de los afeites y todo género de ficción o composición adulterina con que
pretenden adelantar notablemente su hermosura3.

3
Contra los trages y adornos profanos en que de doctrina de la Sagrada Escritura… Lo manda dar a luz el
eminentissimo señ or cardenal Belluga, Presvitero cardenal del titulo de Santa Maria Transpontina, Obispo de
El vestido siempre ha sido transmisor de mensajes, bien por lo anteriormente expresado o
por su decoración, color o manera de llevarlo. Un estudio psicoanalítico de la vestimenta,
afirma que la vestidura habla allá donde el cuerpo no dice nada y que ayuda a crear el
género de los individuos. La vestimenta elimina los trazos del cuerpo natural y compone
otro. Su lenguaje es mudo, puesto que responde a demandas de los impulsos y se camufla
en síntomas.
Detrás de todo vestido, siempre ha estado el alfayate o sastre, que de alguna manera era
un poco creador, aunque su creación siempre era algo limitada. Por supuesto no era como
los actuales creadores de moda, que precisamente lo que hacen es innovar y de ello
depende su éxito y fama. En tiempos pasados, detrás de cualquier oficio, siempre estaba la
corporación gremial, que impedía las invenciones, o al menos hasta la época en que se
fueron debilitando. Los gremios fueron los que de alguna manera alargaban las modas en el
vestir, preservando lo que podríamos denominar vestido tradicional. Sorprende incluso de
cómo algunos libros de sastrería, continuaban en vigor después de muchos años de haber
sido editados por primera vez. Es el caso del muy conocido de Baltazar de Segovia, que
editado en 1617, fue copiado de nuevo en una edición manuscrita de varios ejemplares en
1806.

Cartagena su autor. Murcia. 1722.


A tener en cuenta en todo este proceso del vestido tradicional, es el papel de la burguesía
urbana, que siempre ha quedado un poco como entremedio del medio rural, que era el que
decíamos y deberíamos considerar como continuador de las tradiciones o costumbres y la
nobleza, gente rica y apegada a la corte. La burguesía urbana, por una parte imitaba
rápidamente a la nobleza a la moda, pero como se trataba de gente recientemente y
relativamente enriquecida nunca quedaba a la altura de esta.
Por otro lado estaba la pobreza extrema. Algo que era muy frecuente en todas las épocas
pasadas y que ahora nos parece muy alejada de la realidad. La verdad es que hasta
tiempos muy recientes, los llamados pobres de solemnidad, es decir los que no tenían
ninguna renta, en algunas poblaciones valencianas rondaban el 50% y conozco casos de
Andalucía que representaban el 70%. Quiero hacerles saber a algunos lectores de este
estudio, que su interés en la lectura pueda estar relacionado con la intención de ciertos
sectores llaman “vestirse a la antigua”, que lo tengan en cuenta y que no todo sea cosa de
vestirse de “marqueses”, como una inmensa mayoría hacen.
Probablemente uno de los motivos que más han influido en la manera de vestir de los
valencianos, ha sido el comercio y las buenas comunicaciones de nuestras tierras. Por un
lado tenemos los puertos de Valencia y Alicante, que durante todas las épocas han sido de
gran trasiego de mercaderías, que fluían posteriormente hacia el interior castellano, bajo
aragonés y alta Andalucía. El puerto de Valencia era de menor trasiego que el de Alicante,
debido a que estaba situado en una zona de playa, a la que no podían llegar los barcos de
gran tonelaje, con lo que el transporte que podríamos llamar internacional, se desviaba
hacia el otro puerto del Reino, que era el de Alicante.
El trasiego de tejidos y otros productos ligados con el vestido, siempre hizo que la burguesía
urbana del Reino de Valencia y especialmente la ciudad de Alicante, siempre tuviesen una
manera de vestir más moderna que el resto de los países del estado español. Esto lo
manifiesta claramente Cabanilles: “tienen (los habitantes de Alicante) recursos
poderosos en la marina y las manufacturas, y sobre todo en el comercio a que
debe Alicante su opulencia, sus edificios, su grandeza y luxô. El trato familiar con
hombres de todas las naciones de Europa que freqüentan el puerto ha comunicado
a los alicantinos trages y costumbres que apenas se conocen en lo interior del
reyno; la contratación y sus provechos han atraído multitud de familias nacionales
y extranjeras, que mezcladas al presente forman un pueblo en gran parte nuevo,
como lo evidencian los apellidos;...”.4

Ahora bien que esto no sucedía con el labrador valenciano, que continuó firme en el uso de
su ancestral manera de vestir, que aun a mediados del siglo XIX, era considerada la más
antigua y peculiar de toda la península.
En el caso valenciano, la manera de vestir de la gente de la ciudad, que se ocupaban del
comercio y venta de artículos, o eran maestros de algún gremio, era totalmente diferente
del que usaba de ordinario el labrador que residía en alguno de los cuarteles de la huerta de
la ciudad, que es lo que los de las poblaciones limítrofes llamábamos: “L’horta de Valencia”.
De siempre existió un antagonismo manifiesto, entre el labrador, que llamaba a los de la
ciudad “pixavins” y estos que llamaban a los de la Huerta “esclafaterrosos”.
Algunos de los estudiosos de la indumentaria, han dado gran importancia a la influencia de
la climatología sobre la indumentaria, y efectivamente lo es así, pero hay que matizar que

4
Cavanilles Palop, Antonio Joseph. Observaciones sobre la historia natural, geográ fica, agricultura, població n
y frutos del reino de Valencia, Madrid: en la imprenta real, siendo gerente D. Pedro Juliá n Pareyna impresor
de Camara de S.M. Añ o de 1797.
debe ser tratado de una manera general. Es claro que en climas benignos las ropas son
ligeras y más bien destinadas a proteger del sol y el calor, mientras que en climas muy
fríos, tenderán a proteger del frio intenso, bien sea con los propios materiales de la
confección del vestido o con mayor superposición de prendas. Como ya he indicado, esto
debe ser visto de una manera general. Muchos han querido ver una diferenciación del
vestido según las estaciones, de manera que parece que deba de haber un vestido de
verano propiamente dicho y otro de invierno. En mi opinión el aspecto general es el mismo,
solo que en invierno se superponían algunas prendas de abrigo y en verano, incluso de
prescindía de algunas de las esenciales.

En el caso valenciano, durante el verano, la mujer dentro de casa vestía exclusivamente la


camisa y las enaguas; el guardapiés o el justillo solo eran utilizados para salir a la calle y en
muchas ocasiones ni tan siquiera eso. Era muy frecuente el salir a la calle sin guardapiés o
basquiña. Durante el invierno, solía ser al contrario, se colocaban el guardapiés y
probablemente alguna falda interior supletoria que podría consistir en alguna enagua extra
o algún sayalejo de lana; echándose sobre todo ello alguna manta y el abrigo del manto.

También es de observar ciertas diferencias provinciales, propiciadas por esa cultura de la


elegancia que era distinta en cada uno de los países que componen el territorio español. En
1772, el observador François Peyrón apreciaba que no había una única realidad española en
la manera de vestir: “los catalanes del pueblo van mal vestidos y descalzos;
mientras, en Andalucía, donde la miseria es más real, parecen gozar exteriormente
de más acomodo”5

Algo que ha sido transcendental para la pervivencia del vestido tradicional en todo el
territorio español, ha sido el ajuar. De todos es sabido que la mujer española y por
supuesto también la valenciana, preparaba desde prácticamente su infancia y en compañía
de sus padres el llamado ajuar, que formaba parte de la dote y que se aportaba en muchos
casos al matrimonio, mediante una carta o contrato prematrimonial. En algunos casos con
posterioridad al matrimonio si había discrepancias entre las familias de los contrayentes.
Bueno, pues este ajuar que consistía en los objetos físicos que la mujer aportaba al
matrimonio, estaba representado en su mayor parte por prendas textiles que se
confeccionaban o se acumulaban para dicho motivo durante muchos años y por lo general al
gusto de la generación precedente, es decir a gusto de los padres.

Lo anteriormente expresado hacia que en la mayoría de los casos la nueva esposa se


encontraba con ropa de vestir o de la casa, que no habían recibido ninguna influencia de la
moda y que más bien eran el reflejo de modas pasadas, o al menos correspondientes a la
generación anterior. De todas maneras hay que advertir que con esto no queremos decir
que las modas no fueran introduciéndose, solo que lo hacían con cierta lentitud,
especialmente en el ámbito rural. Con toda seguridad que para la madre sería un orgullo
poder hacer a la hija un guardapiés como el que ella había aportado a su matrimonio.
Incluso podríamos decir que la ropa heredada, cosa que es muy frecuente en la época, se
transmite no sólo la riqueza, la genealogía, sino también la memoria de los antepasados y
con ella, se transfieren las identidades.

5
Jean François Peyron. Nouveau voyage en Espagne, 1777 & 1778; Dans lequel on traite des Mœurs, du
Caractere, des Monumens anciens y modernes, du Commerce, du Théâ tre, de la Législation des Tribunaux
particuliers i ce Royaume, & de l’Inquifition; avec de nouveaux détails fur son état aitucl, & fur une Procédure
récente Si fameuse. Tome premier. Londres, Chez P. Eiuslï, dans le Strands Et trouve a Paris, chez p. THÉ OPHILE
BARROIS , Jeune , rue du Hurepoix, près le Pont Saint-Michel. 1782.
Precisamente las cartas dotales han sido el documento esencial para elaborar este estudio,
así como otros que tengo preparados sobre los reinos de Murcia y Jaén. En ellas podemos
apreciar lo que se aportaba de ropa a la dote, con su valoración y descripción física. Sobre
la importancia de su estudio ya lo hemos hecho público en otras publicaciones anteriores y
por el momento no insistiremos más en ello. No obstante, quiero dejar claro que sobre los
resultados obtenidos de ellas planean algunas dudas.
En primer lugar hay que decir que no todos los matrimonios realizaban cartas dotales. En mi
opinión las personas de pocos caudales, es muy probable que no las realizasen ante
escribano, ya que podían hacerse con algún documento privado y así evitar el costo del acto
protocolizado. Era muy frecuente que entre los labradores, circulasen documentos de este
tipo, como ejemplo tenemos la imagen de un librito de pagos de Bautista Ferrandis de
Aldaya. En mi archivo familiar tengo algunas cartas que nunca fueron protocolizadas.
Lo cierto es que este detalle de estar o no protocolizado, solo nos resta un mínimo de su
valor como documento, ya que aun siendo evidente que faltan muchas cartas dotales, las
que hay son más que suficientes para reflejar el tipo de prenda que se aportaba, así como
para poder determinar todos los porcentajes. Tal vez los únicos porcentajes que quedarían
con ciertas dudas, serían los correspondientes al lujo de las prendas, ya que si las personas
que normalmente no las hacían eran las más pobres, que ya hemos dicho que eran muchas,
el porcentaje de las telas caras bajaría muchísimo.

Sobre el vestido tradicional histórico.

En todas mis charlas en público, así como siempre que he tenido ocasión, me he
manifestado por la existencia de dos trajes distintos de valenciana. Por una parte está el
que podríamos llamar Nacional o histórico, y que es perfectamente documentable con
documentos de la época y por otra, el que nunca se ha llevado de uso cotidiano y solo se ha
utilizado para vestirse de “Labradora Valenciana”. Este segundo, ha terminado por
convertirse en el denominado actualmente como de “Fallera”.

Para que quede suficientemente claro a los lectores, pasaremos a describir uno y otro, con
la intención de establecer unas diferencias básicas. Sobre el primero de ellos he manejado
muchísima información y documentación, para con ellas poder llegar a unas conclusiones.
En primer lugar deberemos establecer una cronología sobre dicho vestido para poder
enmarcar nuestro estudio. En el caso de la mujer, lo haremos basándonos en el cambio del
vestido antiguo que podríamos llamar talar o de su siguiente etapa, cuando el vestido
femenino comienza a partirse en dos piezas, la que cubre el tronco y la que cubre de cintura
hacia abajo y que genéricamente podríamos llamar falda, aunque en casi ningún caso se le
llama así, ya que para cada modelo de falda existe un nombre especifico.
De todas estas prendas antiguas, como son la basquiña, brial, cos, escapulario, galera,
gallerusa, gonete, gonella, habito, saya, sayuelo, cota, saboyana, pollera, ropa, ropón y
otras, anteriores a la aparición del guardapiés, tengo preparado un segundo libro pendiente
de publicación. En este punto dejar constancia de que existe un problema de onomasiología.
Es decir que se observa la mutación de las palabras, diacrónicamente esto es a lo largo del
tiempo y sincrónicamente, es decir cómo diversos términos pueden referirse a lo mismo en
el mismo periodo temporal. En este sentido nos encontramos en nombres de prendas que
aunque con un mismo nombre tuvieron características totalmente distintas a lo largo del
tiempo. Lo mismo ocurre con los tejidos. Todo esto lo iremos viendo a lo largo de este u de
otros estudios.
Así pues, comenzaremos el estudio con la aparición del guardapiés. Es el guardapiés la
prenda que marca la separación definitiva del cuerpo y la falda. Los libros de sastrería que
siempre habían incluido las prendas que necesitaban corte específico de piezas, con el
guardapiés ya no lo hacen y ni siquiera lo mencionan. Resulta claro que no hay necesidad
de ello.

Seguramente la introducción del guardapiés debió de dar al traste con mucho del trabajo
del sastre, ya que las ordenanzas gremiales solo permitían el corte a los que tenían el título
de maestros. En el caso del guardapiés, al no necesitar corte de piezas y consistir en la
simple unión de las caídas, su confección quedaba libre para modistas, costureras e incluso
las propias usuarias. El libro de sastrería del aragonés Juan de Albayzeta, publicado en
1720, cuando el guardapiés ya estaba en pleno uso no lo recoge.
El guardapiés como prenda independiente, debió de nacer a mediados del siglo XVII. La
primera cita que he encontrado es en una comedia, publicada en 1654 6, donde la
protagonista y sus damas, salen a escena con guardapieses y justillos, cantando. Ya la
siguiente cita es de 1666 7. En los dotes de valencianas, el primero es en 1673, donde
Esperança Martinez, de la plaza del conde de Carlet, aporta a su matrimonio el primer
vestido completo formado por guardapiés y jubón de lienzo casero, acompañado por un
pañuelo de cambray guarnecido de randas. Aunque no lo sé de seguro, pero puedo imaginar
que por el lugar donde vivía, debía de tener una posición acomodada 8. Cuatro años más
tarde, es ya una labradora, Ysabel Greses de la parroquia de Sant Llorens en la Huerta, en
la partida dicha de la Olleria, la que tiene uno de filadiz verde 9. Con estos datos, podemos
situar el inicio del vestido tradicional que pretendemos demostrar, en la década de los 70,
del siglo XVII.

6
Moreto, Agustín. El desdén con el desdén. En Primera parte de comedias, Madrid, Diego Díaz de la Carrera,
1654.
7
Matos Fragoso Juan de. Comedia famosa: Lorenzo me llamo. Parte veinte y seis de comedias nuevas,
escogidas de los mejores ingenios de Españ a, dirigidas a doñ a Ysabel Correas Ximenz Cisneros y Castro,
senora de la nobilisima Casa del Valle de Mena…. Madrid. 1666.
8
Archivo Patriarca. Protocolo nº 953. Añ o 1673. Escribano José de Fuentes. Dote de Esperança Martines de la
plaza del conde de Carlet
9
Archivo Patriarca. Protocolo nº 954. Añ o 1677. Escribano José de Fuentes. Dote , Ysabel Greses de la
paroquia de Sant Llorens en la Huerta, en la partida dicha de la Olleria
Desde la fecha indicada, hasta 183610, en que me aparece en los dotes, el ultimo guardapiés
de seda verde, guarnecido con galón de oro, transcurren 163 años, en los que la mujer de
la Huerta valenciana y prácticamente de todo el Reino, viste el traje formado con
guardapiés de seda como falda elegante, el zagalejo como falda de diario y la basquiña
como falda de luto y actos solemnes. El torso, lo cubre con jubones, casacas y justillos. Para
realzar la figura y regular además el escote, la valenciana usa el pañuelo de cuello y para
cubrirse y ocultar la cara, la mantilla y el manto.

Pero no podemos considerar estas fechas como absolutas, porque es seguro que a mis
manos no habrá llegado precisamente el primer dote en el que aparezca un guardapiés, lo
mismo que no lo habrá sido tampoco el ultimo, por lo que debemos calcular que su
utilización pudo ser perfectamente de unos 175 años, es decir casi 7 generaciones.

Veamos ahora, aunque solo de manera rápida las prendas que componen nuestro traje
nacional. Su estudio pormenorizado lo dejaremos para una próxima publicación. Además,
debo advertir que de ellas he hablado repetidamente en otras publicaciones y charlas. En
este trabajo, se intenta dar una visión de cómo son y cómo han evolucionado los dos trajes
que hemos mencionado.

Para el estudio de nuestro traje histórico, el que utilizaron durante seis o siete
generaciones, y que vamos a llamar en lo sucesivo Traje Nacional, hemos utilizado como
información principal, la que proporcionan los documentos notariales: cartas de dote e
inventarios pos-mortem. Para ello hemos filtrado de la base de datos documental, las
prendas siguientes: guardapiés, sayalejos, justillos, cotillas, cosets, armillas, armadores,
jubones, casacas, delantales, pañuelos y mantillas. No hemos incorporado la basquiña y el
manto, que en realidad, constituyen el vestido de las solemnidades y actos religiosos.
Despreciamos también las batas, baticas, deshabillés, pirros, tabarquinas, petos, etc., por
ser de utilización más restringida a las clases sociales altas.
Por otro lado, hemos filtrado también los registros que tenemos correspondientes al antiguo
Reino de Valencia, excluyendo los de las actuales provincias de Jaén, Albacete, Murcia,
Almería y Granada. De la similitud del vestido de estas provincias, hablaremos en otro
trabajo posterior, cuando lo hagamos de la ropa masculina. Área geográfica que viene a
coincidir aproximadamente con la antigua Cora de Tudmir o Sharq Al-andalus (Andalucia
Oriental).
Veamos a continuación un cuadro, resumiendo la base de datos estudiada.

Registros Conocemos Conocemos


Total el tejido de: el color de:
Guardapieses. 4115 3590 2922
Sayas/sayalejos/faldillas 546 434 283
Sayalejos. 848 567 497
Justillos 1071 695 692
Cotillas y corsets 221 129 123
Almillas, armadores y jubones 4600 3869 2263
Casacas 183 124 89
Delantales 3492 3080 1791
Pañ uelos 2963 1366 1152
Mantillas 2460 1939 1939
Total registros 20499 15793 11751

A.R.V. Protocolo nº 9021. Añ o1836. Escribano Juan Macias. Dote de Rosa Carbonell Gimeno, al casar con
10

Miguel Barrachina Balbastre de Benimamet.


Los porcentajes que reflejo en los gráficos, están sacados sobre los registros de los que
conocemos el tejido o el color. Se desprecian aquellos de los que no conocemos ningún
detalle.

Tejidos guardapies Color guardapies


Blancos
Lienzo 2%
Lana 3% Amarillos
12% 12% Con muestra
Espolines 1%
1%
Otros colores Azul
3% 42%
Seda baja calidad
44%

Seda de calidad
40% Verde
37%

Rojos
3%

Comentario de resultados de los guardapieses:


- La materia prima empleada es la seda.
- Que debido a la gran cantidad de tela que entra en su construcción, se utilizan los tejidos de poco
coste.
- Que los tejidos espolinados solo representan uno de cada cien.
- Que los colores mayoritarios con los azules y verdes, seguidos a bastante distancia de los amarillos.
- Las guarniciones consisten en sobrepuestos: Farfalanes, randas metálicas o de seda y franjas.

Colores sayas-sayalejos Tejidos sayas-sayalejos


Amarillos Lienzo
2% 24%

Verde Seda de baja calidad


40% 10%

Azul
50%

Rojos
8%
Lana
66%

Comentario de resultados de las sayas, sayalejos, faldillas o faldetes:


- Que como indican todas estas denominaciones, se trata de una falda más pobre que el guardapiés,
pero de las mismas características que este.
- Que al contrario que el guardapiés, la seda es minoritaria y que la mayoritaria es la lana, seguida por
los lienzos.
- Que los colores son los azules y verdes, seguidos del rojo, que sustituye al amarillo.
Tejidos zagalejos Colores zagalejos
Lanas Blancos
3% 21%

Lienzos Muestras
97% 79%

Comentario de resultados de los zagalejos:


- Los tejidos empleados son lienzos de lino, cáñamo o algodón.
- Los colores son variados y por estampación, o blancos del lienzo sin teñir.

Tejidos justillos Colores justillos


Seda baja cal- Azul
Lana Lienzo idad 20%
1% 4% 15% Con muestra
31%

Seda superior
30%
Rojos
10%

Seda de calidad Otros colores


50% 28% Verde
11%

Comentario de resultados de los justillos:


- Los tejidos empleados son de seda casi en su totalidad.
- El porcentaje de sedas de calidad superior es muy elevado y generalmente, se trata de tejidos
espolinados. Consecuencia de la poca cantidad de tela necesaria para su construcción.
- Que al ser tejidos espolinados, estos llevan muestras. Además, sospecho que muchos de los que
aparecen como otros colores, se refiera al fondo del tejido y también sea con muestras tejidas del color
del fondo.
Lirnzos
6% Tejidos de cotillas y cossets Colores de cotillas y cossets
Lanas Blanco
Otros colores 3%
1% Sedas de baja calidad 9% Azul
12% 13%

Seda superior
30%
Con muestra
30%

Rojo
Sedas de calidad 38%
51%

Verde
7%

Comentario de resultados de las cotillas y cossets:


- Que aunque en los documentos aparezcan como cotillas, cossets o corsets, son la misma prenda que el
justillo, aunque en algunos casos podrían estar destinadas a uso interior.
- Que en ningún caso, se les llama coteta, como modernamente se han inventado los que comercian con
la indumentaria tradicional. La coteta, es una prenda de uso exclusivamente infantil o militar, y que
estudiaremos en su debido momento.
- Los porcentajes de los tejidos empleados, son los mismos que en los justillos, aunque se puede
observar algo más de lienzos.
- Que el color rojo, come algo de participación a los otros colores.

Tejidos de almillas-armadores-jubones Colores de almillas-armadores-jubones


Sedas de baja calidad
4% Azul Rojo Verde
3% 4% 2%
Lienzos
4% Lanas Morado
28% 10%

Sedas de calidad Otros colores


46% 14%

Seda superior Negro


18% 63%

Blanco
4%

Comentario de resultados de las almillas, armadores y jubones:


- Se trata de la misma prenda. En la zona sur, el termino jubón convive con los de almilla o armador.
- Los tejidos más empleados son los de seda. Los tejidos de seda de superior calidad, también son
bastante empleados, aunque no tanto como en los justillos.
- Los colores más empleados son el negro y el morado.
Tejidos de casacas Colores de casacas
Lienzos Sedas de baja calidad Muestra Azul Rojo Amarillo
Lanas 2% 1% 6% 2% 4% 4%
14% Morado
7%

Sedas de calidad
44% Oscuro
15%

Seda superior
39% Negro Blanco
56% 6%

Comentario de resultados de las casacas:


- Es un jubón sin armar, con tres faldones y con mangas de bota (d’estral).
- El tejido más empleado, es la seda de superior calidad o media alta.
- Aparece con más frecuencia en los dotes de mujeres de posición social elevada.
- Las labradoras, como no podían utilizarla con la frecuencia que desearían, la sustituían con los jubones
con mangas de bota.
- Al igual que los demás jubones, el color más empleado por las valencianas era el negro. Seguido de
otros colores oscuros y el morado.

Tejidos de delantales Colores de delantales


Sedas de baja Azul
calidad 3%
Lienzos 21% Verde
32% Negro 2%
32% Con muestra
16%

Otros colores
8%

Sedas de calidad
Lanas 40%
7% Blanco
39%

Comentario de resultados de los delantales:


- Hay dos épocas diferenciadas. La primera llega a 1760 y la segunda arranca en dicho año y llega hasta
final de este trabajo.
- En la primera época, los delantales son de seda en el 99% y de color negro en el 60%. También de dos
colores (probablemente rayados, aunque no podemos documentarlo) que son negro y verde,
representan el 25% y finalmente el verde en un 6%.
- En la segunda época los lienzos pasan a ser el 71%, mientras la seda representa solo el 22% y la lana el
7%. Con referencia a los colores, aparece el blanco que pasa a ser el 64%, desaparecen los verdes y
negros-verdes; el negro continua, aunque solo en el 18%; y aparecen los de muestras con varios colores
en el 16%.
Tejidos de pañuelos Colores de pañuelos
Seda
21% Otros
colores
16%
Lana Negros
1% 9%

Muestras
1%

Lienzos Blancos
78% 74%

Comentario de resultados de los pañuelos:


- Los tejidos empleados son mayoritariamente lienzos y de color blanco.
- Muchos de los blancos son bordados y guarnecidos con randas.
- En muchas ocasiones son medios pañuelos.
- Los hay también de seda y con colores variados. Aunque entre estos hay un claro predominio del color
negro.

Tejidos mantillas 1ª Colores mantillas 1ª


Lienzos Negro
Seda Rojo 1%
1% 2%
4%

Lana Blanco
95% 97%

Tejidos mantillas 2ª Colores mantillas 2ª


Negro
Lienzos 21%
28%

Lana
59%

Seda
13% Blanco
79%
Comentario de resultados de las mantillas:
- Se distinguen claramente dos periodos distintos, que vienen marcados por el Real Decreto de 7
Septiembre de 1789, permitiendo la entrada libre de musolinas y demás géneros de algodón
procedentes de Asia.
- Hasta 1790, las mantillas son prácticamente en su totalidad de lana tupida blanca, en tejido de bayeta.
Como guarnición, suelen llevar una cinta de color circundándola. Su forma, siempre es la de un medio
círculo.
- A partir de 1790, aunque la lana es la principal fibra utilizada, irrumpen los lienzos de algodón,
especialmente la mosolina. Comienzan también a posicionarse las de seda.
- Entre las labradoras, la forma usual, continua siendo la de medio circulo, llamada mantilla redonda.
Lógicamente es la forma más cómoda para permitir movimientos que las mantillas largas que
descansaban sobre los brazos no permitían.
- Aunque el color predominante continua siendo el blanco, ya se nota el crecimiento del negro que se
producirá a partir de 1830.

La población de la zona estudiada estaba especialmente dedicada a la agricultura, algo más


del 70% lo son, el resto pertenecen a otros oficios, clero y nobleza. De estos labradores tan
solo un 25% son propietarios de las tierras que cultivan. Con referencia a las posibilidades
económicas, ya hemos dado con anterioridad unos porcentajes que nos hacen ver que la
imagen, podía ser en muchas ocasiones como la vemos en estas pinturas. En los
documentos estudiados de los hospitales (no incluidos en el presente trabajo), lo más
corriente es que se indique “la roba que porta son pentols”. En una ocasión se indica “porta
una capa en prou bon us, sols te tres forats de a pam”. Que lejos está de la realidad cuando
vemos a las valencianas actuales vestidas de fallera o con ese nuevo sustituto de mujer
cortesana de finales del siglo XVIII.

De los documentos estudiados, se pueden extraer conclusiones sobre los tejidos empleados.
En el caso valenciano, murciano e incluso almeriense, debido a su gran producción
sericícola, podemos decir que las fibras más empleadas eran la seda para la ropa exterior y
el cáñamo para la interior. Eso sí, sin olvidar que en el reino de Valencia, siempre se
produjeron buenos tejidos de lana y con nombre propio, como lo fue la famosísima grana de
Valencia.
La realidad no era que los valencianos fuésemos más ricos y por eso podíamos permitirnos
el lujo de utilizar sedas, en lugar de otros tejidos, simplemente era que en Valencia la
materia prima más barata era la seda de baja calidad, como lo eran el hiladillo o el aldúcar.
El primero se sacaba de la seda rota y que tenía que producirse con un proceso de hilado
que por lo general se hacía en las casas y el segundo se sacaba del capullo ocal o
manchado, que podía crear taras en el tejido a la hora de tintarlo, además de ya haber sido
perjudicado por el proceso químico, producido por la deyección de la mariposa.
Los colores es otro de los detalles importantes que nos proporcionan los documentos. En
primer lugar debemos decir que el pueblo llano, ese que ya hemos indicado que en su
mayoría era pobre y estaba prácticamente en la línea de la indigencia, no tenía más
remedio que vestir de colores lisos y sin muestra. Por supuesto también lo hacía con los
colorantes que eran más baratos y se obtenían con una mayor facilidad, siendo estos los
azules, verdes y amarillos simples, quedando prácticamente fuera de su alcance los rojos,
amoratados, mordorés y otros.

Los vestidos solían embellecerse decorándolos con guarniciones que podían ser de distintos
materiales. Las había metálicas, hechas en plata u oro, que podía ser fino o falso. Con
referencia a su calidad se distinguían tres calidades: finos, entre-finos y falsos. Los hilillos
de oro y los de plata fina, se preparaban en el país y los alambrillos para hacer los falsos se
traían por lo general de Alemania 11. Las mismas que se hacían con hilos metálicos, se
podían hacer con cualquier otra fibra textil, aunque en la mayoría de las ocasiones esta solía
ser la seda. Entre las guarniciones podemos distinguir varios tipos: Galones, randas, flecos,
agradables, cordoncillos, franjas y cintas.

Los dibujantes de grabados.

Por un lado, tenemos los grabados, el grabado podemos considerarlo como la fotografía de
la época, y además, si tenemos en cuenta que en la mayoría de las ocasiones, en las que se
representa a la mujer valenciana, con su característico vestido de la época, ya que la
mayoría de estos grabados corresponden a colecciones hechas exprofeso para divulgar
nuestro vestido fuera de nuestras fronteras, tenemos que viene a ser como esas postales
fotográficas de valencianas que después veremos en las fotografías que aportaremos de la
segunda mitad del siglo XIX y XX.

Vamos a poner tres ejemplos. Prefiero utilizar para ello las estampas sin colorear, ya que
uno de los grandes problemas en la interpretación de los grabados, es el hecho de que
intervengan varias manos. En primer lugar tenemos la del pintor o inventor; en segundo
lugar la del grabador que esculpe sobre la plancha de cobre, para después a continuación
imprimir; y finalmente tenemos al iluminador o coloreador de la estampa impresa y lista
para su venta.

De todos estos profesionales que intervienen en la creación de la estampa, tan solo el


primero, es decir el inventor, pintor autor de un dibujo de línea, es el único que está
obligado a conocer lo que plasma en un boceto, pues de eso se trata la mayoría de las
veces, de un simple boceto, sin pretensiones artísticas. El segundo o grabador, suele ser el
que posteriormente figura como autor de la obra, él es el responsable de que la obra que de
lo más perfecta posible en el sentido artístico y quien da el toque de uniformidad y conjunto
a toda la serie o colección de estampas.
Una vez realizados estos trabajos, la estampa es puesta a la venta. Es entonces cuando el
comprador pide la estampa tal cual, o puede pedirla coloreada, o incluso pedir que se la
coloreen a su gusto. Es de suponer, que en ocasiones la estampa pudo colorearse mucho
tiempo después de ser estampada. Así pues, debemos entender que la estampa coloreada,
es muy probable que este con colores que nada tengan que ver con la realidad.

En primer lugar, analizaremos un grabado de la colección Trages de España e Indias de


Juan de la Cruz Cano y Olmedilla. El autor del dibujo o inventor de las estampas que
representan a la pareja de valencianos, es José Antonio Ximeno y Carrera, que había nacido
en Valencia en el año 1757 y del que conocemos muy pocos datos, pero que debió morir
después de 1807, fecha de que conocemos sus últimas obras. El grabador de la obra fue el
mencionado Juan de la Cruz Cano y Olmedilla, que era madrileño y hermano del célebre
sainetista Ramón de la Cruz. Esta colección de grabados, se publicó en 1777.
Observaremos en el grabado que la valenciana lleva un guardapiés (falda) de un único color
y sin ningún muestreado. La guarnición consiste en un farfalán al aire y alechugado,
delantal negro, jubón con mangas que probablemente sean de casaca, llamadas de destral,

11
Ronquillo y Vidal, José Oriol: Diccionario de materia mercantil, industrial y agrícola, que contiene la
indicació n, la descripció n y los usos de todas las mercancías. Barcelona, 1851-1858.
guarnecidas con encajes, pañuelo al cuello, mantilla blanca con cinta y con aspecto pesado
como de lana. Los complementos consisten en arracadas, cruz del pecho, aguja del pelo y
un rosario al cuello en el que se advierten una cruz y dos medallas o relicarios.
Dibujo original que Josep Ximeno, envió a Juan de la Cruz, para pasarlo a grabado.

Biblioteca Nacional.
Veamos a continuación dos grabados correspondientes a la obra Atlante Español, en la que
el autor, nos dice, al hablar del vestido murciano: El trage de que usa la gente de
distinción, es el mismo que el que se estila en la Corte; y el de la gente común de
ambos sexos, es como se manifiesta en la Estampa segunda, numero primero, y
segundo. E insiste cuando lo hace del vestido valenciano: Las mujeres son atractivas,
ayrosas, amigas de bayles, y del trabajo. El mismo trage que se estila en la Corte,
usa la gente de distinción del Reyno de Valencia; pero el de la gente común de
ambos sexos, es muy parecido al que visten los murcianos y es como se manifiesta
en las estampas…12

Tanto el grabado correspondiente a Murcia, como el de Valencia, son coincidentes en el


aspecto general del vestido, como en lo referente a la economía de ambos reinos. La
murciana, posa a la puerta de la alquería, sentada frente a la devanadera, con el huso en su
mano izquierda. El murciano, se ocupa de las tareas agrícolas. El vestido de ella, se
compone de guardapiés monocolor con guarnición de farfalán, jubón de manga larga,
delantal y pañuelo blancos, ahogador en la garganta y cofia en la cabeza. El de él, se
compone de zaragüelles, calzón de negrilla, camisa, chupetín, montera y alpargates.

12
Atlante Españ ol, ó descripcion general Geográ fica, Cronoló gica, é Histó rica de Españ a, por Reynos, y
Provincias: de sus ciudades, villas, y Lugares mas famosos: de su Població n, RÍOS, Montes, &c. Adornado de
estampas finas, que demuestran las Vistas perspectivas de todas las Ciudades: Trages propios de que usa cada
Reyno¡ y Blasones que les son peculiares. Sacado a luz por d. Bernardo Espinalt y Garcia, Oficial del correo
General de esta Corte. En Madrid, en la Imprenta de Pantaleó n Aznar. Añ o de 1778.
En el grabado valenciano, podemos apreciar, tanto en el cómo en ella, las mismas prendas.
El farfalán de ella, parece ser doble y zigzagueante, lleva además mantilla, colocada en
bandera y en el ahogador, se distingue claramente una cruz. En el labrador, se observa el
capotet, dejado sobre el hombro sin ceñir, medias de arrugar sin pie y espardenyes de
ramalet. El embojado de los gusanos en manos de ella y la operación de hilado del cáñamo
que realiza la niña que se ve a cierta distancia, nos indican las tareas de las mujeres de la
Huerta.

A la Colección general de los trajes que en la actualidad se usan en España 1801-1804,


corresponden los grabados que vienen a continuación. El título es claro, se trata de los
trajes de uso en el momento, intentando por supuesto que se adviertan las diferencias
existentes entre provincias y clases sociales. Este mismo autor hizo otra colección con las
Modas de Madrid, que se publicó en el año 1804 y otro titulado Colección general de los
trages que usan actualmente todas las naciones del mundo descubierto. Estamos pues ante
un verdadero especialista del tema.
El autor es Antonio Rodríguez, nacido en Valencia en 1765 y fallecido con posterioridad a
1823. En este caso, el grabador, fue el salmantino Manuel Albuerne y Guerrero.
Como vemos la Labradora lleva prendas muy similares a la anterior de Juan de la Cruz, con
25 años de diferencia. Guardapiés monocromo y sin dibujos en la tela, farfalán al aire
colocado en zigzag, delantal blanco de mayor tamaño, jubón de mangas de casaca y
guarnecidas de encajes, pañuelo al cuello puesto con suma elegancia, sencillo collar de
perlas de varias vueltas, arracadas, aguja, peineta, rosario al cuello, media blanca y zapato
con hebilla.

En el caso de la Hortelana, la vemos más de diario, con guardapiés monocromo, en el que


se advierte un sobrepuesto indefinido; justillo, camisa de lienzo, con las mangas
guarnecidas de randas y reguladas por medio de cintas; delantal y mantilla colocada a
bandera; media blanca y zapato.

En el número 3 del Memorial Literario o Biblioteca Periódica de Ciencias, Literatura y Artes


del 30 de enero de 1808, se publicó la estampa, titulada Trages del Reyno de Valencia, con
cuatro dibujos de Antonio Rodríguez. Estampa, que al encontrarse suelta en la Biblioteca
Nacional, Valeriano Bozal los dio por anónimos, pero con influencias de Rodríguez. La
realidad, es que en la publicación de la estampa, se indica que la autoría es de Rodríguez.
Los editores del periódico, se propusieron hacer con los coleccionables un tomo por cada
reino de España, iniciando el primer tomo con el Reyno de Valencia. Con la entrega nº 16,
debería haber concluido el primer tomo, pero la guerra de la Independencia lo impidió,
quedando sin rematar nuestro reino. El Reyno de Aragón y la provincia de Cataluña, que
parece ser que están preparadas, se quedaron sin imprimir. Así pues, esta nueva colección
de trajes y vistas de ciudades, dibujada por Rodríguez, se interrumpió, quedando solo la
lámina correspondiente a Valencia. La intención de Rodríguez, era hacer cuatro dibujos de
trajes por entrega, dos de hombre y dos de mujer, con vestido de trabajo y de festivo 13.

La descripción que hace de las estampas, aporta muy poco para nuestra investigación, ya
que se limita a copiar la descripción de Cavanilles, que como recordaremos, solo hace
referencia al trage masculino, y del femenino simplemente dice que en días festivos, los
justillos y guardapieses son de seda. No obstante, sí que recogeremos los comentarios de
uniformidad, o de diversidad que apunta: El trage común de la mayor parte del Reyno
es el que se presenta en la lámina, especialmente desde Cataluña y Aragón por el
centro hasta Alicante, y si hay alguna diferencia no es esencial, pues consiste en
llevar el calzón de lienzo (zaragüells) un poco más corto o más largo, o la
casaquilla con mangas (capotét ) que nunca se ponen, que en los unos suele ser
de seda, en otros de filadis, y en otros de paño, o en llevar sombrero gacho
grande, gorro o monterita pequeña 14. El trage de los habitantes de la Ciudad es el
común de la Corte y demás ciudades capitales de España, el qual difiere muy poco,
del generalmente usado en Europa y América, exceptuando el capote y capa, que
es muí característico de los españoles15. De la mujeres del campo y huerta de Orihuela,
nos confirma: Las mujeres de todos estos parages, visten del mismo modo que las
que se incluyeron en la lámina y si hay alguna diferencia no es esencial, pues
consiste en el color de las medias, en la figura del rodete, de la aguja con que le
aseguran, u otra cosa de esta naturaleza16.

La imagen de a continuación, lleva un justillo del que asoman las mangas y el cabezón de la
camisa, guarnecida con randas; guardapiés monocromo, que tan siquiera tiene guarnición,
muy apropiado para un día de labor; pañuelo y delantal de indiana, percal o zaraza; en el
tocado, se aprecia claramente la peineta y la aguja.

13
Nuevo prospecto del perió dico intitulado Memorial literario o sea biblioteca perió dica de ciencias,
literatura y artes. Consta de 4 pgs. Encuadernado junto a la Gazeta de Madrid de 22 diciembre 1807 y 25
diciembre 1807. Biblioteca Universidad Complutense. Madrid.
14
Memorial Literario o Biblioteca Perió dica de Ciencias, Literatura y Artes. Entrega nº 3. 30-1-1808.
15
Memorial Literario o Biblioteca Perió dica de Ciencias, Literatura y Artes. Entrega nº 9. 30-3-1808.
16
Memorial literario o sea biblioteca perió dica de ciencias, literatura y artes. Entrega nº 6. 29-2-1808.
En la anterior imagen, vemos que se trata de día festivo, y su atuendo, consiste en jubón
negro, con mangas de bota guarnecidas de randas; guardapiés monocromo, con dos
farfalanes al aire; pañuelo y delantal de musolina blanca; mantilla de bayeta guarnecida de
cinta de color; collar, probablemente de cuentas de nácar, con su cruz de lo mismo.

A continuación unos grabados, correspondientes a la Colección de trages de España,


publicada en 1825, lo que dejaríamos una cadencia de otro cuarto de siglo. El inventor o
pintor de la colección fue el valenciano Josep Ribelles y Helip (probablemente Felip). Había
nacido en Valencia en 1778 y falleció en Madrid en 1835, con lo que conoció perfectamente
el vestido de valenciana de bastantes años. En esta ocasión el grabador fue Juan Carrafa.
Estamos con las mismas, guardapiés monocromo y sin dibujo, sustituye el farfalán por una
puntilla de bolillo probablemente metálica; jubón de manga a la sangradura, dejando ver las
mangas de la camisa guarnecidas con encajes; delantal y pañuelo al cuello, ambos blancos,
guarnecidos de randas y probablemente de musolina; arracadas, aguja, peine y al cuello un
collar probablemente de cuentas de nacar cón una cruz de lo mismo.
No se entiende la diferenciación que hacen Ribelles y Rodriguez entre labradora y hortelana,
aunque rápidamente nos apercibimos que una es en traje de más vestir que la otra. Es decir
que llamaban traje de Labrador al de vestir en días festivos y de Hortolana al de diario. De
nuevo observamos el guardapiés o sayalejo monocromo, con guarnición al borde inferior;
en lugar del jubón, lleva un justillo, que deja asomar las mangas de la camisa, guarnecidas
de cintas; pañuelo, mantilla y delantal de musolina blanca y sin guarnición; calza media
blanca y zapato escotado; el moño, aunque de difícil interpretación, diría que corresponde al
llamado de picaporte, ya que no está soportado por la aguja, y si en cambio, lleva una
pequeña cinta; el aderezo consiste en arracadas de tres almendrillas, peineta y collar de
cuentas gruesas y con una cruz.

Esta colona, lleva guardapiés o saya de un único color y sin guarnición, como
correspondería a una mujer que está trabajando (en este caso hilando); justillo, que no se
aprecia, camisa de mangas sin guarnición; pañuelo de colores, probablemente de indiana o
zaraza y delantal de algún lienzo de algodón; calza alpargatas y probablemente no lleva
medias; el peinado consiste en moño con aguja, peineta rectangular, arracadas de a tres
pinjantes y collar de cuentas con cruz.
Esta última lleva guardapiés o saya, de tejido sin muestra, como todas las que hemos visto,
y sin ningún tipo de guarnición; justillo, que deja ver las mangas de la camisa, sin
guarnición; calza alpargates y sin medias; el peinado consiste en una larga trenza, que
remata con un lazo de cinta. Como aderezo, solo lleva el prácticamente obligatorio collar
devocional de cuentas con su cruz.

Y probablemente la última representación del vestido popular sea el de esta acuarela de


autor y año desconocidos, aunque está fechado y firmado, pero por desgracia son ilegibles.
Yo por mi parte la fecharía en la década de los 40 del siglo XIX. En este caso, los colores
deben de considerarse válidos, ya que se trata de los propiamente representados por el
pintor.
En la pintura podemos advertir un guardapiés liso azul, con una franja dorada o amarilla,
que más bien parece farfalán por la manera de ir sujeto por la parte superior, delantal y
pañuelo blancos, justillo, camisa en la que se advierte una pequeña guarnición en la
manga, que además se sujeta con cinta. Barquillos en las orejas, cruz colgada de cinta,
relicario o guardapelo en forma de corazón, peine, aguja y rascamoño. Como vemos por lo
tardía de la representación, incorpora ya el rascamoño.

La pintura sobre cerámica.

Pasemos ahora a los paneles de cerámica realizados en su mayoría en talleres de la ciudad


de Valencia. Los paneles cerámicos nos dan una clara realidad de lo que es el vestido de la
valenciana, ya que en ellos, se representa la vida cotidiana, especialmente en la cocina, y
que la mayoría de ellos se realizaron con intención de colocarlos en cocinas de las casas
palacio. No hay problema con los colores, ya que la paleta a utilizar, a pesar de no ser muy
amplia es lo suficiente para plasmar la realidad valenciana. Tan solo ofrecen problema el
rojo que no existía en el siglo XVIII y principios del XIX; el plateado que tampoco existía; el
negro como había que hacerlo con manganeso, podía quedar como morado en caso de
querer hacerle alguna muestra; en el caso del blanco, para distinguirse del vidriado de
estaño, había que darle algo de matablanco, es decir azularlo.
En este primer panel, advertimos a dos mujeres con guardapiés azules, la una lleva una
guarnición que podemos interpretar de puntillas de oro, aunque tal vez se quería
representar plata. Los delantales y los pañuelos son blancos; uno de los jubones es azul y el
otro podría ser marrón, aunque tal vez sea la posibilidad que ha tenido el pintor al mezclar
manganeso con naranja. Es de advertir que ambas llevan las mangas de casaca, llamadas
popularmente de “destral”, por su forma parecida a la de un hacha. Las dos llevan collar
ajustado a la garganta y a las dos se les advierte la camisa en el escote y las mangas. La
una parece no llevar pendientes y si aguja, mientras que la otra lleva unos pequeños
pendientes y cofia. Ambas calzan zapato negro, en las que a una se le advierte las hebillas.
Una de ellas lleva cofia con cinta.
En este otro panel, se representa a una mujer más enjoyada, que aunque está en la acción
de servir la mesa, más bien parece ser la señora de la casa. En una mano lleva una
mancerina con jícara de chocolate y pastas y en la otra una salvilla con dos jícaras. Su
vestido consiste en un guardapiés claro, en el que se advierten unas como pequeñas flores
de cuatro pétalos, con farfalán blanco al aire; delantal negro con farfalán; jubón negro con
mangas de casaca; por donde asoma las mangas de la camisa con guarnición de encaje (el
negro para jubón y delantal, se ha conseguido a base de diluir el manganeso); pañuelo de
cuello blanco guarnecido de encaje. La joyería consiste en arracadas y cruz de cuello con
espejuelos y medios verdes, probablemente a juego con la aguja, en la que no se advierte
el detalle; peineta claramente sobredorada y zapatos negros con hebillas de plata.

Veamos ahora algunas pinturas. En la de a continuación podemos ver a las dos jóvenes
oferentes que visten a la manera tradicional, aunque por la calidad de las fotos no podemos
apreciar los colores de los guardapiés, una parece llevar una basquiña negra. Una lleva
justillo verde y camisa de manga larga arremangada a los codos. La otra jubón negro.
Ambas llevan delantales y pañuelos de cuello blancos.
Otra pintura que resulta muy interesante es el cuadro conservado en el Museo Mariano de la
Virgen de los Desamparados, en que aparece el Beato Gaspar Bono en el milagro en el que
curo a una niña que tenía la cabeza al revés. En él se aprecia el jubón negro, el pañuelo
blanco y el guardapiés o saya de color rojo.
Muy interesante resulta también el bodegón de cocina, pintado por Félix Lorente, pintor
valenciano, especializado en bodegones, que vivió en pleno siglo XVIII. Por las
características del vestido, podríamos asimilarla con una valenciana, especialmente, si
tenemos en cuenta, que la producción del chocolate y todos los utensilios sobre la mesa,
podrían ser perfectamente valencianos. Por otro lado, parece ser que nunca salió de
Valencia. Los paisajes que aparecen en sus obras, son típicamente valencianos. Lleva jubón
negro, guardapiés azul, pañuelo y delantal de musolina, cofia de seda roja y un cordoncillo
ahogador del que cuelga un relicario o medallón.

La escultura.

También en la escultura podemos encontrar representación del traje de valenciana. José


Esteve y Bonet, nacido en Valencia en 1742, realizó varias figuras de valencianas con
destino al Belén del Príncipe. Aquí podemos ver una de ellas con justillo de color claro,
camisa de manga larga, con cintas que claramente están colocadas fuera de lugar y
guarnecida con encajes. El guardapiés de color azul liso.
Estamos pues ante una forma de vestir que se mantuvo durante unos 170 años, es decir,
unas 6 generaciones la utilizaron. Los motivos de su abandono son claros, por un lado la
moda que venía empujando, y digo empujando, porque los labradores por lo general poco
dados a los cambios, tal vez no serían partidarios de su aceptación. De hecho cada vez que
se introducía alguna moda nueva, solía ser ridiculizada por los coloquieros. Por otro lado la
creciente introducción de los tejidos de algodón que eran mucho más baratos, frescos y
llamativos. Y finalmente la decadencia de la producción sericícola valenciana, que cada vez
estaba más especializada en tejidos de calidad para su consumo en ornamentos religiosos,
cortinajes y tapicerías. A menor producción y mejoras técnicas, fue inherente la
desaparición de los tejidos de seda de baja calidad que eran los que se utilizaban para los
guardapieses. Como conclusión saco que nunca ha existido el supuesto vestido de
valenciana de espolín o de tejidos floreados.

Así pues, durante muchos años, he estado dándole vueltas al asunto. En principio, era algo
que no llegaba a comprender, pero que intenté justificarlo con la teoría que hubiese
adoptado cualquiera, y que es lo que hemos hecho la mayoría de los investigadores. Esta
teoría que ahora me parece equivocada, es que pintores y literatos costumbristas en activo
desde mediados del siglo XIX, habían desarrollado un modelo de traje característico de la
mujer de la Huerta de Valencia, que ellos no habían conocido en uso.

Después de años de andar entre documentación antigua, comencé a sospechar que tal vez
podría estar equivocado en la línea de justificación que había elegido y pensé que la lógica
podía ser otra totalmente distinta. O tal vez no buscaba en el lugar correcto.
Aunque ya hace un tiempo que comencé a madurar la nueva teoría, siempre la he
mantenido aparcada, ya que suponía algo tan novedoso que tal vez no fuese compartido y
entendido por el resto de las personas, que si bien no se dedican a la investigación, sí que
lo hacen en el campo de la utilización del vestido que llamamos típico.
Finalmente, me he decido a publicar mi teoría sobre la historia del traje de valenciana.
Hasta ahora, el único libro titulado así, era el de Francisco Almela y Vives, que en 1962,
publicó el titulado “Historia del vestido de labradora valenciana”. En dicho libro, Almela y
Vives, Apostillaba y corregía a José Ortega y Gasset en su prólogo a la edición de Tipos y
trajes de España. Libro básicamente de fotografías de José Ortiz de Echague, publicado en
1930. Ortega y Gasset, en su prólogo, al tratar de la ciencia del traje popular, afirmaba que
“Este no suele ser muy antiguo y añadía que su origen no suele ser popular” 17.

Estas afirmaciones parecían molestar un poco a Almela y Vives, que plantea la pregunta,
con algo de sorna. “¿De dónde provenía, pues?” y continua con las palabras de Ortega y
Gasset. ”El traje de la hembra popular aragonesa y el de la valenciana son el traje
de la dama dieciochesca interpretado en material humilde por oficiales toscos”.
Claramente Ortega y Gasset estaba en el camino acertado y advertía que algo fallaba.
Almela y Vives, sigue dándonos claves de lo ocurrido. A mediados del siglo XIX se inicia, a
grosso modo, la preterición del vestido típico de la huertana valentina para adoptar modas
más uniformes y generalizadas; adopción que puede darse por consumada a principios del
siglo actual. “Durante este periodo florecen en Valencia numerosos pintores que
tienen como denominador común el costumbrismo, entendido en su sentido más
amplio, pues mientras unos se ciñen a la anécdota con propósito casi documental,

17
Tipos y trajes de Españ a. José Ortiz de Echague. Editorial Espasa Calpe Madrid 1930.
otros aprovechan lo que pudiera llamarse folklore con un sentido puramente
decorativo”18.
Con estas palabras Almela, nos deja claro que estos pintores surgidos y activos desde
mediados del XIX, son los que fijan las características del vestido de la valenciana. No
obstante, deja muy clara la diferencia entre Bernardo Ferrandis y el resto. De Ferrandis, nos
indica que era el único que había conocido algunos testigos de la indumentaria tradicional y
que había acumulado gran cantidad de ropa en su estudio del jardín de Roca. De dicho
pintor nos dice que sus trajes evidencian una gran sobriedad. No obstante, por mi parte
debo añadir que aunque fue el pintor que mejor reflejo el vestido tradicional, se le nota la
influencia de ese folclorismo que menciona Almela.

18
Historia del vestido de labradora valenciana. Francisco Almela y Vives. Valencia 1962. Trabajo que obtuvo
el premio en los Juegos Florales de Lo Rat Penat en 1961.
Está claro que los pintores posteriores a Ferrandis, con un total desconocimiento de la
indumentaria tradicional, crearon un modelo típico, que en la actualidad es el que prevalece.
Pero lógicamente, ese modelo lo debieron de sacar de algún lado y esa es la clave de la
cuestión y el tema que en este artículo nos interesa.

Los bailes de máscaras.

Vamos pues a centrarnos en mi teoría y distanciarnos ya del resto del libro de Almela.
Comenzaremos haciendo algunas referencias a las mascaradas. Las mascaradas en un
principio eran más bien propias de las fiestas de Carnaval, tanto a nivel popular y en la
calle, como a nivel aristocrático dentro de los salones de los palacios. Felipe V, las había
prohibido en varias ocasiones 1716, 1719 y 1745.
Al llegar al poder su hijo Carlos III, y producirse el Motín de Esquilache, era de primordial
interés en mantener el orden público, con lo que Campomanes y el Conde de Aranda
intentaron desviar la atención del pueblo, proponiéndole al rey el consentimiento de bailes
públicos y en los salones, pero de manera controlada. De inmediato el arzobispo de Toledo,
se puso en contra de Aranda, intentando impedir que el rey consintiese la aprobación, pero
finalmente Aranda se salió con la suya y se publicaron unas instrucciones en 1767, que en
realidad solamente eran propicias para los bailes en salón y bien poco para el pueblo llano.
Dichos bailes de máscaras, estaban autorizados siempre que parte de la recaudación
fuese a parar a fines benéficos. Los bailes de máscaras no fueron nunca populares, en
realidad al tener que pagar entrada, solo podían asistir la nobleza, la burguesía y muy pocas
personas del pueblo llano. En realidad la supuesta apertura era un sometimiento al orden
racionalista, en definitiva el pueblo necesita diversiones y es preferible dárselas controladas
que impedírselas. Incluso se prohíbe llevar trajes alusivos a los estamentos y se fijan ciertas
normas para el embozo de los hombres: “VIII. No se permiten por trages de Máscara,
los que son de Magistrados, ni de Eclesiásticos, ni de Ordenes Religiosos, ni de
Colegios, ni de Hermitaños: tampoco capas pardas, sombreros redondos, ni
monteras, a menos que estas sean pequeñas, y en trage Valenciano, u otro que las
use”. Este artículo, resulta muy interesante para nosotros, ya que indica claramente el uso
de la montera valenciana y asimila a esta la de otras provincias.

En el artículo IX, se cita de nuevo el traje valenciano: Así dicho trage Valenciano, como
otro Provincial de España, o de Nación Estrangera, u otros habituales, y distintivos
de ciertas especies paysanas, no se podrán llevar en su natural calidad usual de
lana, sino figurados de Tafetán, Olandilla, o genero diferente, que manifieste el
carácter, pero que no sean trapos indecentes, que desdicen de semejantes
funciones”. Es decir, que de nuevo, se presenta al traje valenciano, y en este caso podría
referirse al de la mujer, como el principal de todos, asimilando al resto de países 19.

19
Instrucció n para la concurrencia de Bayles en má scara en el carnaval del añ o 1767. De Orden del Gobierno.
Madrid, en la Oficina de D. Antonio Sanz, Impresor del Rey nuestro Señ or, y de su Consejo.
Otra versión de las Instrucciones es el Reglamento para el bayle de máscaras en la
ciudad de Sevilla, en este carnaval de 1768, nos indica que se puede ir vestido con el traje
de un reino o provincia, y especifica claramente el de valenciano y holandés: “XII
Tampoco se permiten las capas pardas, sombreros redondos y monteras grandes,
ni los mantos y mantillas. Y si las mujeres que vayan al Baile quisieren usar de la
mantilla para el abrigo de la calle, tendrán que dejarla a la entrada del Teatro.
Cualquiera que quisiere ir vestido en el traje de un Reino o Provincia, como
valenciano, holandés, etc. y asimismo en otros propios de paisanos, como
labradores o jardineros, no lo podrán llevar en su calidad natural, esto es, en
aquellas mismas especies de lana de que comúnmente usan; pues todos han de
ser figurados, con tafetán, holandilla y demás telas permitidas, de modo que
manifiesten el carácter con aseo, sin servirse de vestidos groseros, impropios para
tales concursos”20. En este artículo, se funden los artículos 8, 9 y 10 del Reglamento.

De todas las versiones del Reglamento que conozco, la más completa es precisamente la
de Valencia, que por cierto no pone como ejemplo el traje valenciano. En la versión
publicada en Valencia, se hace hincapié de que para circular por las calles y asistir al baile,
se debe evitar el excesivo coste en el traje, por lo que se indica que las autoridades podrán
tomar medidas en contra de los que no observen el Reglamento.

“Como uno de los obgetos principales del presente assunto es, el quitar toda
ocasión de gastos, y excessos inútiles, nadie podrá usar de terciopelos rizos, ni
cortados, ni de telas floreadas, aunque sean de un solo color, como las grisetas, ni
telas de plata finas, ó falsas, ni con guarniciones de dichas especies en ningún
vestido, ni con encages, blondas, gasas, flores de mano, canutillos, y pieles finas.
Se excluyen también qualesquiera piezas en uno, y otro sexo, que tengan piedras,
ó perlas, aunque sean falsas, assi en el vestido principal, como en el adorno de él;
y en los mismos términos se prohiben los bordados, ó sobrepuestos, aunque sean
de seda, ó estambre, pues únicamente ye consentirán guarniciones de tafetán
sencillo, de cintas felpillas, ó cintas lisas, y algunas plumas de aves caseras, que
notoriamente no sean equivocables á la vista, con las preciosas, y finas.

Las gasas de toda especie no se permitirán para uso alguno, y solo las mosolinas
en los buelos regulares de las mujeres y su acostumbrado abrigo del pañuelo, con
tal que no sean bordadas; en una palabra, es menester hacerse cargo, que lo que
en el dia conviene es, la sencillez, honestidad, y moderación, y por consiguiente
valga por regla general, que será permitido todo aquello, que contribuya al logro
de dichos obgetos, y prohibido todo lo que se oponga, ó lo embarace; y assi
qualquiera que se presente en alguno de los modos prohibidos, ó equivalente; se
hará salir desde luego del Theatro, quedando al arbitrio de la Justicia ordinaria,
tomar las demás providencias, que correspondan, según la naturaleza del
sucesso”21.

20
Reglamento para el hayle de Mascaras, en la Ciudad de Sevilla, en este carnaval de 1768, en Sevilla, en la
Imprenta Mayor de dicha ciudad. Archivo General de Simancas, «Gracia y Justicia», leg. 993, n. 84 bis.

21
Politica y economía del bayle de mascara en la Casa Interina de Comedias de esta ciudad de Valencia, para el
carnaval del añ o 1769. A la orden del señ or corregidor y gobierno de sus cavalleros regidores. Siendo su
producto para edificar nueva casa de comedias; cuyos miles gozan el santo hospital general de la misma. Con
licencia. En Valencia : por Benito Monfort, añ o 1769.
Los bailes de máscaras comenzaron celebrándose primero en el Corral del Príncipe, según
indican claramente las instrucciones antes citadas y a partir de 1767, también en el teatro
de los Caños del Peral, que había permanecido cerrado durante más de veinte años y que se
rehabilitó para estos eventos. En Madrid eran dos veces por semana desde final del año
hasta la Cuaresma. Sólo durante cinco temporadas estuvieron permitidos en España los
bailes de máscaras, fue entre 1767 y 1773. Fueron prohibidos inmediatamente cuando el
conde de Aranda fue sustituido por el obispo Manuel Ventura Figueroa en la Presidencia del
Consejo de Castilla.
El baile en mascara de Luis Paret y Alcazar. 1767.

De cualquier manera los bailes de máscaras adoptando estas medidas que hemos visto, se
hicieron ocasionalmente en varias ciudades, eso sí, solicitándose como cosa muy especial.
Nos constan peticiones de Mallorca en 1807 22, de Sevilla en 181123, de Córdoba en 181224 y
seguramente habrá muchas más que no he conseguido localizar.
Es en el reinado de la Regente María Cristina de Borbón, en los años 1834 25 y 1835, cuando
se vuelven a restaurar los bailes de máscaras, publicándose la Circular de 26 de Diciembre
de 1835 por la que se autorizaba a los Gobernadores Civiles a que dieran permiso para
celebrar bailes de máscaras siempre que se entregaran alguna parte de las recaudaciones a
los establecimientos piadosos26.

Las Instrucciones y el Reglamento que antes hemos visto, hablan del traje valenciano de
manera que dejan entender que se trata tanto del hombre como de la mujer, pero ahora
pasaremos a ver una serie de documentos que lo hacen explícitamente de las mujeres. Se
trata de publicidad sobre alquiler o venta de trajes de valenciana para los bailes de
máscaras. De ellos se desprende la gran aceptación que tenía entre las damas y gente
llana el disfrazarse a la manera valenciana para dichos eventos.

Los datos de a continuación están sacados del Diario de Avisos de Madrid.

En su edición correspondiente al día 14 de febrero del 1836, nos dice: En el almacén


de muebles de la subida de san Martín, frente a la portería de dicha iglesia, se
alquilan trajes de valenciana, pasiega 27 y de aldeana a 20 rs, cada uno;

22
Informe de Juan Miguel de Vives a Marqués Caballero en el que justifica las razones por las que el Real
Acuerdo de Mallorca accedió a la solicitud del Ayuntamiento de Palma para poder celebrar los bailes de
má scaras, prohibidos de manera general por Real Orden de 16 de febrero de 1807, en la convicció n de que la
ciudad tenía concedida la gracia real de hacer estas diversiones por espacio de 8 añ os.

23
Reglamento del mariscal duque de Dalmacia para la celebració n de bailes de má scaras en el teatro pú blico
de la ciudad de Sevilla a 11 de diciembre de 1811. Este manifiesto estaba entre la documentació n de una
valija interceptada a un correo francés. La mayoría son comunicaciones, circulares, bandos, edictos y
manifiestos impresos de la Comisaría Regia de Extremadura y otras autoridades de la provincia. Documento
que forma parte del legajo ESTADO,3116.

24
Expediente del permiso solicitado por Casimiro Montero para dar bailes pú blicos y hacer rifas en el Teatro
Có mico de Có rdoba. Có rdoba a 22 de enero de 1812. La Regencia del Reino previene al Baró n de Casa
Davalillo, jefe político de la provincia de Có rdoba, que notifique al empresario Casimiro Montero, dueñ o y
director del Teatro Có mico de la ciudad, que no puede acceder a su solicitud para dar bailes pú blicos y hacer
algunas rifas en dicho teatro, y que le advierta que la verdadera satisfacció n y placer del pú blico consiste
ú nicamente en la mejor elecció n de las piezas dramá ticas y en el buen desempeñ o de los actores. Se remite un
ejemplar impreso del Reglamento de los bailes de má scaras y otro del sorteo de una onza de oro, dispuestos
ambos en tiempos de la dominació n francesa. Expediente 108 del legajo CONSEJOS,11415.

25
Diario de Avisos de Madrid de enero de 1834. En primer lugar, se publica la autorizació n de la reina Maria
Cristina. Accediendo S. M. la Reína gobernadora á las sú plicas del ayuntamiento de esta heró ica villa para que
se Ie permitiese verificar en los teatros bailes de mascaras con el fin de resarcirse en parte de las
considerables pérdidas que han sufrido los fondos municipales en el presente añ o có mico por resultas de la
suspensió n de funciones,, y conociendo S. M. que es diversió n, tan aná loga á la cultura del vecindario de
Madrid, nunca podrá llenar mejor sus deseos que cuando se sujete á las formalidades y garantías qu«
constituyen la esencia de los espectá culos pú blicos ba tenido á bien su ejecució n desde el presente mes de
enero el pró ximo carnaval observando con la mayor exactitud las reglas siguientes: A continuació n se vuelven
a recordar las normas de 1776 y en la secció n de espectá culos ya se anuncia el baile, con la indicació n del
programa y de las normas y servicios que regiran el saló n.

26
Archivo Historico Nacional. Consejos Suprimidos, Consejo de Castilla, Diversiones Pú blicas, Legajo 1.104,
nº 7.
27
Recibe el nombre de pasiego el habitante de los territorios de La Pasieguería. Este territorio españ ol
capuchones y dominós de toda moda a 10 rs, cada uno. Como vemos en esta primera
nota, solo hace referencia explicita a los de valenciana y de pasiega, agrupando el resto
como de aldeana.

Diario de avisos de Madrid. 21/1/1838. ALMACEN DE TRAJES, calle del


Príncipe, núm. 15, frente al villar del Morenillo, se alquilan dominós de gró
bardados para señora a 20 rs; id guarnecidos de cinta a 16, trajes de valenciana,
serrana, pasiega, gitana y otros a 16 y 24 rs; capuchones de gró lisos y labrados a
6; id. En raso o bordados a 29; dominós negros para caballero a 6 y 10 rs.; trajes
de moro para caballero a la antigua, griego. majo, escocés, etc. a 16 y 24 rs;
además hay un gran surtido de caretas a precios sumamente arreglados.

En el de 6 de enero de 1839. En este además se aclara que el aderezo se pagara por


separado: En la carrera de S. Gerónimo, contiguo a la Fontana de Oro, donde todos
los años ha habido trajes del mejor gusto, este año se ha aumentado con dominós
de señora y caballeros, capuchones y adornos, todo nuevo y con la mayor equidad;
también hay dominós de caballeros a 6 rs., y capuchones a 8; trajes de boleras a
24; de valencianas a 16, pagando las arracadas por separado. El detalle den que el
aderezo se pague por separado, hace pensar en su especial valor.

El de 23 de febrero de 1840, el traje incluye el aderezo. En la calle del Príncipe, núm.


11, se alquilan dominós de seda negros y de colores al precio de 8 y 10 rs;
vestidos de valenciana completos, con sus aderezos a 20 rs; y al mismo precio los
de serrana y pasiega.

En el de 1 de febrero de 1846, se advierte específicamente que además de los trajes se


alquilan los aderezos para valenciana y mallorquina. En el almacén de trajes de
máscaras que estuvo en la calle de Valverde, esquina de la del Desengaño, visto la
mucha aceptación que han tenido estos años anteriores, y por la infinidad de
varios trajes que hay en este establecimiento, se avisa al público que se ha
trasladado a la calle de la Luna, número 14, piso bajo; también se alquilan
aderezos sueltos de valenciana y mallorquina, todo sumamente a precios nunca
vistos.

En el de 4 de febrero de 1849. Gran almacén de trajes de máscaras- A la calle de


Atocha núm. 85, tienda, se halla el gran depósito de trajes de máscaras de
Navarro, de todas clases, como lo tiene acreditado en los años anteriores y son los
siguientes: trajes a la antigua española y a lo Luis XIV, y a la Federica y
mosqueteros y de todas épocas; igualmente para señoras …También se alquilan
aderezos para valenciana.

Diario de avisos de Madrid. 4/2/1835. En la calla del Carmen entrando por la


Puerta del Sol, tienda de la derecha, número 21, se alquilan aderezos completos
para trajes a la valenciana, compuestos de peine de plata, collar de perlas, pieza
de garganta y cruz, pendientes, dos agujas y seis sortijas, todo de hermosa
pedrería y por el equitativo precio de 30 rs, por cada función. En este vemos la
totalidad de lo que formaba el aderezo de valenciana para las madrileñas de la época.
Resulta curioso lo de las seis sortijas, formando parte del aderezo.

Diario de avisos de Madrid. 31/12/1833. En la tienda de géneros de la costanilla


de Santiago, esquina con el callejón de las Yervas, hay un excelente surtido de lo
comprende las cabeceras de los valles de los ríos Miera, Pisueñ a y Pas; río, este ú ltimo, del que toman el
nombre; así como los cuatro valles má s septentrionales de Espinosa de los Monteros, en Burgos.
siguiente: dominó de venta, y alquilados a 10 rs por día, …. vestidos de marinero a
12, de moro a 16 , de indio y de chino a 40, para señora de mora y china, de vestal,
de Ana Bolena y otros varios a 20, de paya rústica, aldeana francesa, a la antigua
de corte, concubina del serrallo, de pasiega, fingido colmenero, la Villana de
Sagra, de polaca y de india, a 16; plumas negras para alquilar a real cada día,
vestidos superiores de maja y bolera muy arreglados y todos a estrenar; cintas de
raso varios colores a 4 cuartos y más anchas a 6, pañuelos blancos bordados para
traje de valenciana 12, … En este se ofrecen los pañuelos blancos de valenciana y las
cintas de raso en dos tamaños.

Diario de avisos de Madrid. 19/1/1837. ADEREZOS DE VALENCIANA PARA


MASCARAS. En la calle del Carmen, número 4, se alquilan aderezos de valenciana,
compuestos de las piezas siguientes: peine de plata, dos agujas, pendientes,
collar, pieza de garganta con cruz o joya y 8 sortijas, todo ello de hermosa y
brillante pedrería como tiene acreditado en los años anteriores; además en este
año se han habilitado otros de mucho más lujo que se alquilarán a diferentes
precios. De nuevo nos encontramos con sortijas en cantidad, en este caso son ocho.
Diario de avisos de Madrid. 9/2/1837. La persona que se hubiese hallado un alfiler
de valenciana de piedras verdes que se perdió en el salón de máscaras de la
plazuela de Santiago, tenga la bondad de entregarlo en la carrera de san
Gerónimo, casa de la bollería, y se le darán más señas, y el hallazgo. En el, se hace
referencia al color de las piedras.

Diario de avisos de Madrid. 20/3/1837. Entre otros artículos de moda. Agujas finas de


última moda a la valenciana a 12, 16, 18 y 24 rs.

Llama especialmente la atención la gran cantidad de oferta que hay de aderezos. En el


de 26 de julio de 1837.En la acreditada tienda de quincalla, sita en la calle del Príncipe,
núm. 15 nuevo….agujas a la valenciana muy bonitas y finas a 14, 16 y 20 rs…

Diario de avisos de Madrid. 8/5/1838. Baratura estremada. Debiendo marcharse


muy pronto el dueño de la tienda de quincalla, sita en la calle de los Jardines,
núm. 30 nuevo, previene a este respetable público que desde hoy día tendrá más
rebaja en los jéneros que restan en dicha tienda, para que de este modo puedan
aprovecharse de esta ocasión, a saber…agujas finas a la valenciana, las de 16 a 8.

16 de noviembre de 1838. Géneros de quincalla que nunca se han visto tan


baratos. En el almacén de Apolo, calle de la montera, núm. 17, se acaban de recibir
los jeneros siguientes:….alfileres para peinado de valenciana a 12 rs el par…
En el de 9 de febrero de 1839, se cita la composición del aderezo completo, indicando que
el peine es el complemento más distintivo y que seguramente el que más se identificaba
con el traje. Así mismo, se hace referencia a los rascamoños. Los aderezos de valenciana
para mascaras que los años anteriores se alquilaban en la calle del Carmen,
número 4, tienda, continúan este año en el mismo sitio y términos que siempre,
habiéndolo mejorado extraordinariamente; nada se puede decir en su abono;
baste saber que son los más arreglados en precio, los mejores y más completos
que hay en Madrid, constando los regulares de las piezas siguientes: collar,
arracadas, piezas de garganta, aguja, rascamoños, alfiler, pulseras, sortijas y
peine, que es la pieza más esencial del traje, habiéndolos también de mucho más
lujo y adorno.
Diario de avisos de Madrid. 10/2/1838. En la calle del Carmen, número 4, continua
como los años anteriores, el alquiler de aderezos de valenciana para bailes de
máscara, compuestos de las piezas siguientes: peine de plata, aguja para el pelo y
dos rascamoños, arracadas, collar, pieza de garganta y sortijas, todo de hermosa y
brillante pedrería, advirtiendo que los hay de mucho más lujo y aumento de
piezas. Se advierte que son dos los rascamoños.
Diario de avisos de Madrid. 18/2/1838. Descripción de un sujeto de la noche pasada en
un baile de máscaras en Madrid: Luego que dancé gran parte de la noche, ya con una
beata, ya con una jitana, ya con una domina, ya con una valenciana de las futuras
parientas de mi amigo, previo acuerdo de este, y después de fumar un puro en
otro gran salón de descanso…

Diario de avisos de Madrid. 12/1/1839. Calle de Jacometrezo, número 26, cuarto


principal. Se vendan aderezos da valenciana, a saber: uno con peineta, pendientes
de á tres, pinchador y agujas doradas en 130 rs.; uno con peineta blanca,
pendientes y agujas doradas en 110, y otros muy bonitos y de última moda; dichos
aderezos se alquilan para las máscaras, unos a 26 rs. y otros a 20. Resulta
interesante la cita de que los pendientes son “de a tres”, aunque no se indica si son de tres
almendrillas o de tres chorrillos. En el segundo aderezo, se demuestra que el aderezo era
con peineta de plata y el aderezo es dorado. Finalmente los que no se venden, son los
ultima moda, es decir alguna invención novedosa en aquel momento.
Diario de avisos de Madrid. 23/1/1841. TRAJES DE MASCARA. En la costanilla de
Santiago, tienda prenderia continua abierto el acreditado y abundante almacen
que de este género ha estado en los años anteriores. Hay trages de mallorquina,,
valenciana, dominó y capuchones para señoras y dominós para señores...
Diario de avisos de Madrid. 8/2/1841. En el último baile de máscaras del teatro de
la Cruz se perdió una perilla de plata con algunos dorados, figura de almendra, de
una arracada de valenciana, se suplica a la persona que la haya encontrado tenga
la bondad de entregarla en la calle de Hortaleza, número 27, cuarto segundo,
donde se darán más señas y el hallazgo. En este caso los pendientes serian de tres
almendrillas.
Diario de avisos de Madrid. 11/2/1842. En el baile de mascaras del Circo, la noche
del 6, se extravió una aguja de valenciana de plata afiligranada…En este caso el
anuncio, tiene la particularidad de ser de bolas afiligranadas.

22 de mayo de 1839. En la calle de la Milicia Nacional (antes de boteros), numero


6 nuevo, entrando por la calle Mayor a la izquierda, cuarto principal, al lado de una
tienda de zapatería, se hace almoneda de unos jeneros…agujas de cabeza redonda
a la valenciana a 6 y 8 rs…. Se confirma la probabilidad de que algunas agujas, pudieses
ser de bolas afiligranadas.
Diario de avisos de Madrid. 27/1/1842. Ocasión ventajosa para las personas del
buen gusto aficionadas a las máscaras, en la calle de la Montera, núm. 57, tienda
de quincalla, hay un magnífico y gran surtido de aderezos de plata para las
señoras aficionadas a los trajes de valenciana, mallorquína y demás disfraces, los
que se alquilan durante la temporada de Carnaval al ínfimo precio de 40 rs, con la
condición de devolverlos el miércoles de ceniza.

17 de enero de 1847. En la calle del Carmen, núm. 4, hay un completo surtido de


objetos de adorno, de hermosa pedrería, engastado en plata, propio para bailes de
máscaras, que son los siguientes: aderezos completos para valenciana, peines
para todos los trajes, agujas, rascamoños, collares, piezas de garganta,
pendientes, arracadas, pulseras, broches, piezas de petos, cruces de todos los
tamaños, hebillas para zapatos….

22 de enero de 1847. Mascaras. Se vende un ADEREZO de plata con piedras, para


traje de Valenciana, compuesto de pendientes, collar y pulseras; en la calle del
Arco de Santa María, núm. 19, cuarto principal de la izquierda, darán razón.
Otro detalle importante es que en los avisos, solo se hace referencia específica a los
aderezos de valenciana y mallorquina, debido con toda seguridad a que eran los más
llamativos y característicos, es el caso del día 23 de febrero de 1843. Ocasión ventajosa
para las personas de buen gusto aficionadas a las máscaras. En la calle de la
montera, núm. 57, tienda de quincalla, hay un magnifico y gran surtido de
aderezos de plata para las señoras aficionadas a los trajes de valenciana,
mallorquina y demás disfraces, los que se alquilarán durante la temporada de
Carnabal al ínfimo precio de 40 rs, con la condición de devolverlos el miércoles de
ceniza. Este como algunos otros anuncios, hacen reflejo de que el aderezo de valenciana y
mallorquina, o bien eran similares o erán los mas diferenciados del resto.
Y lo mismo ocurre el 25 de enero de 1846. Se vende un violín antiguo de la escuela de
Amati, y una gran porción de aderezos de piedras engastados en plata para
valenciana y mallorquina; calle de las Tres Cruces, número 2, cuarto 4 º de la
izquierda.

Lógicamente con el ajetreo del baile, solían perderse alguna parte del aderezo, con lo que
nos encontramos también con algunos avisos de extravíos, en los que se suplica su
restitución a cambio de una gratificación económica. Es el caso del 23 de febrero de 1836.
Se suplica a la persona que haya encontrado un alfiler de piedras de Francia,
engastado en plata, que se cayó del peinado a una señora en el teatro de Oriente
la noche del domingo de carnaval, cuya falta descabala un aderezo de valenciana,
se sirva de entregarlo en la tienda de plumista, calle de la Montera, núm. 35,
frente a la Angosta de san Bernardo, donde se manifestará el compañero y darán
de hallazgo todo el valor del alfiler perdido.
Diario de avisos de Madrid. 11/2/1839. PERDIDAS. A la una y media de la mañana
del domingo se ha perdido una aguja de valenciana desde las cuatro calles carrera
de san Gerónimo, hasta las Cortes; a la persona que la entregue en la plazuela del
Ángel número 20, cuarto segundo se le enseñará la compañera y dará el hallazgo.
O el del día 22 de mayo de 1839. La persona que haya encontrado una aguja de
valenciana, de plata con piedras falsas; que se perdió en la noche del 3 del
presente en el salón de baile del teatro del Príncipe, se servirá entregarla si gusta
en la plazuela de Santo Domingo, tienda de Cadorniga, en donde enseñarán la
compañera y darán una gratificación.

La propia reina era gran aficionada a los bailes de mascara y no perdía la ocasión de
realizarlos en el mismo Palacio Real, al que invitaba a algunos nobles y diplomáticos.
Disponemos la descripción del correspondiente al realizado en la noche del día 15 de febrero
de 1849, y que publicö El Clamor Público del día 17. El traje más concurrido era el de maja
o bolera, pero el de valenciana era también uno de los más repetidos. Lo llevaron una de las
hijas del Marqués de Camarasa28, y la mujer del recién acreditado embajador de Austria.
Todo hace pensar que el traje de valenciana, era de los más valorados y elegantes.
Baile de trages en Palacio.- El baile de trajes verificado anteanoche en los salones
del real palacio, estuvo más brillante y animado que cuantos en la presente
temporada ha dado la Reina……La Reina vestía un magnifico traje representando a
Margarita de Navarra…doña María Cristina llevaba un vestido oscuro; las
hermanas de S.M. el rey lucían graciosos trages de capricho.

La condesa de Toreno llamaba la atención por su lujoso traje y el valor de los


brillantes de una magnifica corona con que adornaba su cabeza; las señoritas de
Camarasa vestían la una de griega y la otra de valenciana…La señorita de Zarco
vestía de amazona, de croata la condesa de Vilches, la condesa de Montijo de
griega, de majas la señorita de Cabarrús, la marquesa de Santa Cruz, la señora de
Campos, las señoritas de Palacios, Tilli y Oñate…Las condesas de Castillejo y
Vista-Alegre llevaban sencillos y ligeros vestidos de polaca. El traje de la
embajadora de Austria era de Valenciana y el de la de Nápoles amazona de Luis
XIV…..
Pero la acogida del disfraz de valenciana en los bailes de mascara era general. Ya vimos que
lo era en Sevilla y el periódico La Época de Madrid en su edición del 19 de marzo de 1849,
publica un artículo de Emilio Mateli, en el que se describe un baile celebrado en La Coruña.
Aquí una dama de la corte de Luis XV con falda de brocado, el erizón y el pelo
empolvado que daba mayor realce a su grave y encantador semblante; allí una
linda y esbelta aldeana, con un corpiño de terciopelo negro y basquiña de seda
azul caprichosamente adornada, y que permitía ver un pie digno de la envidia de
una hija del Betis; mas allá una preciosa valenciana, cuyo traje armonizaba con el
lánguido e incitante mate de su rostro….

A tal extremo llegó la popularidad del traje de valenciana que el Diario de avisos de Madrid
del día 11 de diciembre de 1836, publica un cartel taurino, en el que uno de los novilleros,
en este caso novillera, va vestida de valenciana.
Plaza de toros. En la tarde de hoy domingo 11 del corriente (si el tiempo lo
permite) la segunda corrida de novillos embolados de las concedidas a los
hospitales generales de esta corte…seguirán otros dos novillos, también
embolados, que picarán las valientes y varoniles aficionadas Magdalena Garcia,
natural de Zaragoza, y Mariana Duro, que lo es de Valencia, vestidas
gallardamente la primera de aldeana y la segunda de valenciana, a fin de que el
público pueda distinguirlas y decidir cuál de las dos es más intrépida…

También el panorama teatral se vio invadido por la representación de música y baile


valenciano, lógicamente interpretado con esos vestidos de alquiler que tenían las roperías
de máscaras. Así pues el Diario de avisos de Madrid del día 22 de noviembre de 1840,
publica una representación benéfica para el día siguiente, en la que se interpreta una
sinfonía patriótica, un drama histórico y una comedia, donde en el intermedio musical se
baila la jota valenciana ejecutada por los individuos de cuerpo de baile.

28
Eran las hijas Jacobo Gayoso de los Cobos Téllez-Giró n, XIV marqués de Camarasa. María del Pilar, despues
Duquesa de Plasencia y María Josefa, después Condesa de Amarante.
El día 10 de febrero de 1841, se interpretan la comedia Dios los cría y ellos se juntan, una
gran sinfonía y el sainete Los dos viejos, uno llorando y otro riendo. En el intermedio
musical se advierte que: No pudiendo tener lugar, por enfermedad de doña Josefa
Diez, un padedú nuevo que estaba destinado a este beneficio, se bailará la jota
valenciana, que tan aplaudida fue del público, cuando se estrenó a mediados del
pasado año.
Una nueva función del 27 de enero de 1842, incluye el entreacto musical de la jota
valenciana montada por el maestro de baile Manuel Casas, con música del profesor de
orquesta don Manuel Martínez.

En 19 de octubre de 1845, se interpretó en el teatro de Buena-vista de Madrid, como


entreacto musical bailaron la jota valenciana cuatro niños. El 26 de mayo de 1846, en el
teatro del príncipe, se bailó: La jota valenciana (nueva) bailada a ocho, música de
don Carlos Oudrid.

El día de Año Nuevo de 1847, El Clamor público, publicaba la sesión de la Nochevieja en el


teatro del Circo, primer teatro que funcionó para actos sociales de la nobleza en Madrid, en
la que se había bailado la jota valenciana: Bailaron perfectamente la jota valenciana
doce parejas de la compañía coreográfica, dirigidas por el señor Vera, y hubieron
de repetirla entre los estrepitosos aplausos del público…Asistió S.M. la Reina
acompañada de su augusto tío señor Infante don Francisco y de su prima la
infanta doña Josefa…
Interesante resulta la descripción del periódico La España del 23 de diciembre de 1848, para
una función del teatro de La Cruz, en la que se interpretó: la comedia nueva en tres
actos titulada Lo primero es lo primero. Jota valenciana de cuakeros bailada por
dieciséis personas.
También hay noticias de que las bailaran bailadores famosos, como ocurrió el 16 de octubre
de 1850: Danza valenciana nueva, compuesta por el director de baile don Antonio
Ruiz y en la que tomarán parte doña Petra Cámara y todo el cuerpo de baile. O el
20 de mayo de 1851, en el teatro de La comedia, que lo hizo la inglesa Fanny Stanley, una
joven amazona que durante un tiempo disfrutó del afecto del público madrileño, no solo
montando a caballo sino bailando el Ole o el Vito. Desde su llegada en 1850 obtuvo el
aplauso de la afición: Una fiesta valenciana, bailable nuevo compuesto don Manuel
Guerrero, en el que tomará parte la joven inglesa Miss Fanny Stanley y todo el
cuerpo de baile.

Lo mismo parece que ocurrió con la música y el baile, aunque yo no me considero


capacitado para hacer un juicio justo. Todos estos montajes que hemos citado, solo
demuestran que los cuadros de baile en Madrid, bailaban jotas valencianas, cuya música
había sido escrita por compositores no valencianos, con coreografías montadas por
maestros de danza que tampoco lo eran y finalmente bailadas por el cuerpo de baile oficial
del teatro donde se interpretaban, al que además se solía incorporar la bailadora estrella del
momento, aunque se tratase de una inglesa.

Creo que al igual que paso con el vestido, pasó con la música y el baile. Con posterioridad a
Madrid, aparecieron también en Valencia y otros puntos del territorio nacional, escuelas de
baile que se dedicaron a la divulgación de cantes y bailes de dudoso origen auténticamente
popular. Por experiencia propia, debo decir que en mi familia se formó una ronda a finales
del siglo XIX, para tocar en los saraos familiares y cuyos instrumentos se estrenaron la
noche del cambio de siglo. Pues bien, las partituras de las jotas, malagueñas, valencianas y
otras, que ellos interpretaban, estaban compuestas por Juan Mas Ferrandis.
Indudablemente que en esa época y un lugar como Aldaya, aun se interpretarían melodías
tradicionales, pero está claro que había que aportar novedades.

Lo que ocurre cuando un vestido o un baile popular son adaptados para la escenificación,
es que se modifica sustancialmente, intentando darle teatralidad. En el caso del traje de
valenciana, sin ninguna duda que para las faldas se pensó automáticamente que como las
telas que llegaban a la corte desde valencia eran espolines o sedas brochadas, las
valencianas también deberían de vestir con ellas. Por otro lado, las señoras de la nobleza,
que eran las que más consumo hacían del disfraz no aceptarían ir con una tela cualquiera,
sino con la más vistosa.
La valenciana de mascara. Pintura anónima, propiedad de María Victoria Liceras.

Nos consta una representación de una de estas valencianas disfrazadas de mascara, en un


retrato que ya habíamos utilizado todos los que nos dedicamos al tema de la indumentaria,
pero que desconocíamos su paradero. Pues recientemente salió a la venta en una subasta
madrileña y fue adquirido por María Victoria Liceras. Dicho retrato representa a una señorita
cortesana, disfrazada para máscaras, con la máscara en la mano, con guantes negros y un
monillo escotado a la moda de ese momento.
Pintura anónima, propiedad de María Victoria Liceras Ferreres.

De todas estas citas, podemos claramente advertir que el traje de valenciana, se había
convertido en el favorito de las damas de la corte. Así nos lo indica don Francisco de Paula
Mellado en 1845, al hablar de las mujeres valencianas: “Las mujeres gozan justamente
del título de hermosas y amables en su trato. Su vestido es tan elegante y sencillo
que no hace muchos años fue de rigurosa moda para los bailes de Carnaval hasta
entre las más aristocráticas damas cortesanas29.

29
Españ a geografica, historica, estadistica y pintoresca descripcion de los pueblos mas notables del reino é
islas adyacentes ... / por Francisco de Paula Mellado. Madrid : Mellado-Editor : Gabinete literario, 1845.
Así pues, tengo claro que durante la época de 1833 a 1845, se había formado en Madrid un
traje que identificaba a la mujer valenciana en todo el territorio nacional. Todo esto, sin
intervención de los valencianos, que como aun pintaba Bernardo Ferrandis, sus valencianas
continuaban llevando guardapies liso con guarnición. Con esto no quiero decir que el traje
en cuestión, no tuviese un fundamento, sino que lo que ocurrió, es que se sustituyó las
telas corrientes de seda que siempre habían llevado las valencianas, por espolines y
brocados, que nunca excepto rarísimas ocasiones, habían sido utilizados.

Los pintores costumbristas.

El primero fue Bernardo Ferrandis y Badenes (1835-1885). En su pintura se advierte una


cierta autenticidad, que se nota especialmente en la indumentaria con que representa a los
hombres. Es el único que ocasionalmente, los pinta con calzones de negrilla, cofia, montera
y con capotets de mangas independientes. El cabello de los hombres, largo y caído en
“polseres” (guedejas) y aunque no se advierte por llevar la cofia, la coronilla rapada como
los curas. En su pintura, se manifiesta claramente la época que intenta representar, que por
lo general corresponde a la generación anterior a la suya, es decir el primer tercio del siglo
XIX. Es conocedor de muchas costumbres, como el uso del rosario como complemento
devocional del vestido.

Tan convencido estaba Ferrandis con “les polseres”, como cosa tan tradicional de los
valencianos, que no dudó de retratar a su padre vestido a la antigua y con pelo largo, a
tamaño mayor del natural y presentarlo a la Exposición Nacional de Madrid, siendo
premiado con Segunda Medalla, y adquirido por Isabel II, para su exhibición en el Palacio
Real.
Un alcalde valenciano, de 1800. pintado en 1861.
Ferrandis Luna, nos comenta de que a Bernardo Ferrandis, se le acusó de cierta sobriedad
frente a exuberancias y amplitudes de los pintores posteriores 30. Continúa Ferrandis Luna,
describiendo los tipos de las pinturas de Bernardo Ferrandis y elogiando su variedad. …
pinto docenas de valencianas; y sin embargo, cada traje es distinto a otro, lo que
demuestra la variedad de tipos y de líneas que existían en su tiempo -mediados
del siglo XIX-, y por ende el error actual de considerar el actualmente difundido
como único valenciano, cuando lo cierto es que, manteniendo las prendas
características, Bemardo Ferrandis tiene pluralidad de tipos. Dos prendas típicas
se han abandonado casi en el indumento y son: una el chal de fleco, que,
sostenidas dos puntas, sobre los brazos y la tercera caída a media espalda, servía
para cubrir el busto, contorneándolo y para dar graciosa ocupación a los
antebrazos y manos… Otra prenda poco usada, y sin embargo muy típica
valenciana, es la mantilla blanca larga -mantellina de randa- que cubría la cabeza
y sus aderezos, envolvía la espalda y se prolongaba por el cuerpo. Sin ella la mujer
vestida de labradora no tiene solución para los actos religiosos, para asistir a una
procesión, ni tampoco para salir de un baile.

Esta opinión de Salvador Ferrandis Luna, hay que enmarcarla en el año 1949, cuando hace
120 años que ha desaparecido el traje nacional. Para el pañuelo de fleco, que comenzó a
utilizarse a partir de 1830, ya le parece que debía formar parte del traje nacional, lo mismo
que las mantillas blancas de toalla, ambos o ternos. Ahora bien, lo cierto es que no
debemos dejar en el olvido este apunte de Ferrandis Luna, ya que si formaría parte de esa
evolución posterior, que por supuesto estudiaremos en otro trabajo.

30
VALENCIA ATRACCIÓ N, , numero 175. 1949. Pag. 7.
El Tribunal de las Aguas. Detalle. Museo de Bellas Artes de Burdeos.

En las pinturas de Ferrandis, vemos a las labradoras con guardapìes azul y de otros colores
lisos, justillos verdes, rosa o rojos, las mangas afaroladas de las camisas, las largas mangas
de los jubones, el abultado moño trasero sin caragols, las agujas de buen tamaño y la
peineta. Especialmente interesante, resulta la labradora del Tribunal de las aguas, en su
primera versión (1865), la que se conserva el en el Museo de Bellas Artes de Burdeos y que
fue adquirida por Napoleón III. En ella se aprecia mucho mejor que en versión de Valencia,
el guardapiés azul con guarnición.
Continúa Salvador Ferrandis Luna, estableciendo diferencias entre la pintura de Bernardo y
los demás pintores del momento: Otro asunto importante es el de los “caragols” del
peinado. Ni el Tribunal de las Aguas, ni en El cuerpo del delito, dos de los más
conocidos y reproducidos cuadros de Ferrandis, ni en ninguno otro suyo, las
labradoras jóvenes adornan sus sienes y orejas con caragols; siempre las enseñan
desnudas y airosas, con la prolongación de “les arracades, polques o raims”; el
pelo se estira para buscar el monyo alto y no bajo, como se acostumbra ahora.
Compárense las cabezas de labradoras de Ferrandis con el peinado que
actualmente se confeccionan las valencianas, y se advertirá una superioridad muy
grande a favor de las el pintor y en orden a la elegancia y estilización. Solamente
en mujeres de edad el pintor Ferrandis las pone caragols. Los caragols del peinado
los hemos conocido todavía en las serranías churras de Valencia asomando en
mujeres viejas por los bordes del pañuelo con que cubrían sus cabezas. El tema no
deja de ser interesante y apto para discutirlo, pero lo cierto es que los cuadros de
Bernardo Ferrandis, constituyen un Museo de Indumentaria Valenciana. Como
vemos, Salvador arremete directamente contra el uso de los “caragols”, que el ve como
anacrónicos y pertenecientes a la moda de finales del siglo XIX. Por otro lado, reivindica el
moño trasero construido alto, en lugar de las modas posteriores, que lo sitúan
prácticamente sobre el cuello.
Detalles del óleo Contribución de sangre. 1881. Museo Municipal de Málaga.
Después de Ferrandis , ya nadie pinta el verdadero guardapiés, a excepción hecha del
alicantino Antonio Amorós y Botella (1849-1925), que lo hace en un cuadro en el que
aparecen dos niños bailando, vestidos a la manera antigua, mientras que el resto de la
familia, viste a la manera que vestía por entonces la gente de la Huerta. Hay que tener
presente, que en la zona alicantina del norte de la provincia, se mantuvo en vigor el
guardapiés azul, con guarnición de farfalán.

Ferrandis fue el auténtico creador de la escuela malagueña de pintura, junto a su amigo, el


pintor también valenciano Antonio Muñoz Degrasin. Algunos de sus discípulos, pintaron
cuadros de costumbres valencianas, como el caso de José Nogales Sevilla (1860-1939). La
pintura de Nogales, aun gurda características de Ferrandis, pintando faldas o guardapieses
azules, justillos y pañuelos blancos, eso sí, ya mezclados con jubones de mangas
afaroladas.
José Nogales Sevilla (Málaga, 1860-1939)

José Moreno Carbonero.


Vicente Borrás Mompó (1835-1903), nació el mismo año que Bernardo Ferrandis, y como
Amorós, realizó obras que reflejaban la manera de vestir del momento. En el cuadro que a
continuación ponemos como ejemplo de su obra, se puede advertir un guardapiés a rayas
verticales

En 1858 llega de visita a Valencia la reina Isabel II, y en el palacio de Cervelló, se le hace
una recepción a la que asisten varias señoritas, que por supuesto serian de la aristocracia, o
al menos de familias relevantes. Esto queda plasmado en un cuadro que existe en el
palacio, pintado por el valenciano Antonio Galbien y Meseguer (1841-1896), que por cierto
nunca pintó cuadros costumbristas. En el podemos ver que unas van ataviadas con los
trajes que hemos citado como de máscaras y en los que se advierten ciertas modificaciones
“a la moda”, como es el peinado con rodetes o “caragols”, al que tanto fervor atacaba don
Salvador Ferrandis Luna (parece que los Ferrandis somos los discordantes en este tema de
la indumentaria), cuando en su última etapa (principios de la década de los 50), en un
artículo de 16 de marzo de 1952, titulado “Gala y ornato de las labradoras”, decía: ¿Son
indispensables en el peinado típico valenciano y el peinado aplastado sobre la
nuca? ¿No resultan más esbeltas la cabeza y el cuello si las orejas están libres de
caragols y el peinado se eleva, sin prescindir de modo alguno de la pinta y de les
agulles”.
En el mismo cuadro podemos apreciar a otras señoritas, que tal vez por pertenecer a la
clase de las labradoras adineradas o terratenientes, van vestidas con guardapiés liso y sin
caragols, lo que en principio correspondería a la indumentaria tradicional valenciana. Queda
claro que ante la reina se debía llevar el vestido con el que se reconocía a la valenciana y
que seguramente la propia reina habría llevado en algún baile de máscaras.
Recordemos que en el año 1858, aún no habían comenzado a pintar ninguno de los
afamados pintores que fijarían el vestido de valenciana. Tan solo lo había hecho Bernardo
Ferrandis. Por aquella época estaba desarrollándose la figura de Joaquín Agrasot y Juan
(1837-1919), pintor que continuaría aun entre dos aguas, a él corresponden la autoría de
pinturas que reflejan el vestir de su época fielmente, sin fantasías que intenten imitar una
manera de vestir que ya no ha conocido. Su época productiva de temas costumbristas
valencianos se inicia aproximadamente en 1868 y repite muchas veces versiones del mismo
tema, por lo que resulta muy difícil establecer cronologías.
Pongamos como ejemplo este que representa una feria a las afueras de una población, uno
de los temas preferidos del pintor. Este sería el vestir usual del ámbito rural entre 1860 y
1880.
Y otros de manifiesto folklorismo, en los que aparece ya la figura esterotipada que hemos
descrito como la valenciana de mascara. Es el caso del que a continuación insertamos. Ellas
todas con peinado de caragols, que era la moda del momento y que solo correspondía a una
generación. Con referencia a los hombres bien podemos decir que visten a la manera de los
labradores, de una manera que ya venía siendo de un par de generaciones.
De este pintor, podemos observar mucha obra, ya que fue muy prolífico. En muchas de
ellas, vemos que las telas representadas, son algodones estampados y no espolines como
se ven en pintores posteriores.
Colección Ferrandis-Bermejo.

De Josep Brú y Albiñana (1855-1921)., no hemos encontrado ningún cuadro que intente
representar el estereotipo mencionado, su pintura que intenta representar siempre una
escena tradicional, es el célebre del juego de pelota, en el que aparece un individuo con
manta morellana en primer plano y otro más adelante, mientras que el resto llevan mantas
valencianas de muestra. Y como no, el inevitable alcalde con su cossiol. En la imagen
siguiente vemos a la gente de una alquería mondando el azafrán. Las mujeres visten como
las labradoras del momento.
En el caso de José Mongrell Torrent (1870-1937), toda su obra gira ya en torno al
estereotipo. En esta, como en todas las que hemos visto de esta época, en la que se ha
perdido el vestido tradicional y vemos al alcalde que nunca existió. Alcalde que pintarán
también Esteve, Brú, Zapatér y López Mezquita.

El gran pintor de La luz Joaquín Sorolla (1863-1923), también continuó con la línea
folklorista, siendo decisivo, para fijar el estereotipo. Y lo mismo ocurre con todos los
pintores nacidos en la segunda mitad del siglo XIX.
Lo que vieron nuestros pintores costumbristas.

Los pintores costumbrista que desarrollaron el traje típico de la Labradora Valenciana, todos
nacieron con posterioridad a haberse dejado de utilizar el vestido nacional de la valenciana.
Bernardo Ferrandis  y Badenes en 1835, Joaquín Agrasot y Juan 1837, Antonio Galbien y
Meseguer 1841, Antonio Amorós y Botella 1849, Josep Brú y Albiñana 1855, Joaquín
Sorolla y Bastida 1863, José Mongrell y Torrent 1870, etc. Así pues, ninguno de ellos pintó
lo que veía en las calles, sino lo que se imaginaba, que habían vestido la generación
anterior.

Para documentar esos años, nada mejor que los Boletines Oficiales de la Provincia. Los
boletines comenzaron a editarse en 1833, de inmediato a producirse la división territorial de
Javier de Burgos, en la que se dividió el territorio español en provincias. En el caso de la
provincia del Reino de Valencia, se formaron tres nuevas provincias alrededor de las
ciudades de Alicante, Castellón y Valencia; en esta nueva división, ya no se tuvo en cuenta
la de Játiva, contemplada en el proyecto de 1822, dentro del Trienio Liberal. En el boletín,
se publicaban las buscas y capturas de personas reclamadas por la justicia, así como todos
los autos judiciales y otros asuntos oficiales. La descripción corresponde a la ropa que
realmente llevaba puesta en el momento en que se publica en el boletín.

1846. Busca y captura de la gitana Dolores Hernandez y Echevarria, de 26 años.


Viste zagalejo de percal con farfalan de lo mismo, medias y zapatos; y todo su
trage está entre labradora y gitana.

1846. Desaparición de Joaquina Borguñ, de 56 años, vecina de Murviedro. Viste


sagalejo de bayeta encarnada y encima otro de percal azul a rayas y con florecillas
amarillas. Jubón de percal tambien azul a florecitas sueltas amarillas. Pañuelo al
cuello de color morado a ramos blancos, zapatos y medias, unas veces grisas y
otras azules
1847. Cadaver de una mujer encontrado en la partida del Mas del Curro, en el
termino de Naquera. Viste Camisa de lienzo, enaguas de lo mismo, bastante
remendadas, zagalejo blanco con muestras, corsé de color verduzco, tambien
remendado y mantilla negra con terciopelo alrededor.

1851. Francisca Saura, de Vinaroz, vestida con unas sayas azules rayadas,
pañuelo al cuello de algodón, en mangas de camisa, justillo de color azul y
alpargatas de cañamo con cinta negra.

1854. Cadaver de una joven de entre 16 y 20 años, encontrado bajo la Peña de las
Horcaqs, en termino de Cirat. Viste pañuelo del cuello, azul a flores amarillas;
corsé de algodón azul; camisa delgada, vieja; enaguas de lienzo de casa, usadas;
un delantal de indiana morado; zagalejo tambien de indiana, color de rosa, con
emparrado del mismo color; aguja del moño con piedras azules falsas, un
pendiente de cobre, tambien con piedras azules falsas.

1855. Hallazgo de un cadaver. Muger que viste un jubón de indiana azul, un


zagalejo de la misma tela, aunque de diferente dibujo, una saya de bayeta verde
con muchos remiendos, una camisa de lienzo basto, medias azules, albarcas con
cordelillo de cañamo, un pañuelo de yerbas azul oscuro con flores grandes.

1857. Desaparición de Maria Tarrega, de 30 años, vecina de Altura. Vestia un


zagalejo o vestido de sarasa a muestras de color morado; pañuelo de pita colorado
y blanco, bastante usado, al cuello; aguja de labradora y dos picadores a la
cabeza, y pendientes de piedras de vidrio verdes; todas estas alhajas de las
llamadas falsas, y zapatos.

1857. Busca y captura del matrimonio de Crevillente, formado por Catalina


Cuartero y Gabriel Fernández, de Crevillente. Ella viste Jubón de indiana de color
encarnado y la labor unos redondalitos y de manga ancha, una saya de muletón
dorado, otra de indiana, medias azules, zapatos rusos, un pañuelo al cuello de lana
dulce, otro de seda a la cabeza, y una mantilla de sarga con cinta de terciopelo.
Gabriel viste: sombrero calañés, chaqueta de paño negro fino con forro encarnado
y trencillas en las mangas verdes y encarnadas, pantalón der verano a cuadros,
medias de hilo blancas, alpargates fraileros con cinta blanca, faja encarnada ancha
de algodón y seda.

1858. Desaparición de Maria Garcia y Lopez, de 46 años. Vecina de Algimia de


Almonacid. Viste zagalejo de indiana, de pie azul, con rayas y flores encarnadas y
pajizas; justillo de alducar encarnado; pañuelo al cuello, pie azul con flortes
encarnadas y pajizas y algo blancas; pañuelo a la cabeza, pie azul, tambien con
flores encarnadas y pajizas, y alpargatas de cañamo. Lleva consigo una almohada
de muselina y dentro de ella una mantilla de seda negra, con encaje; zapatos de
seda de color; dos o tres pañuelos negros de seda para el cuello y una camisa de
lienzo como sin coser.

1859. Cadaver de una mujer encontrado en la partida de Matella en el termino de


Culla. Se encontraron, esparcidas por el suelo , unas sayas de algodón, rayadas de
blanco, a más de medio uso; otras de lo mismo, también rayadas, en muy mal
estado; otras de cáñamo, de las llamadas vions, todas rasgadas, cuasi sin poder
usar; una camisa a medio uso, de algodón blanco, un poco rasgada, sin duda por
las fieras; un pañuelo del cuello de algodón, con viras azules, en mal estado; otro
pañuelo de la cabeza, azul, con flores coloradas, en mal estado; un delantal de
algodón, con cintas negras, en mal estado; un capacito de palma, a medio uso, que
contenía dentro un justillo muy rasgado, que no se comprende a qué parte de ropa
pertenecía; un par de alpargatas, muy viejas, y varios trapos de diferentes colores;
un sueco; una faltriquera de criatura, con cintas blancas, de ropa de algodón, y
remendada con remiendo de lienzo, y dentro se encontró cuatro reales en una
moneda de plata, y cinco en moneda de cobre.

De todas estas señas facilitadas por los juzgados, podemos extraer los datos suficientes
para determinar cuál era el vestido que llevaban a diario las mujeres de entre los años 1850
a 1870, época de plena gestación del traje que consideramos de disfraz.

En primer lugar, vemos que las faldas, son las llamadas sayas o zagalejos. Se le llama así,
siendo semi-interior o exterior. La destinada a uso exterior, suele ser de percal, indiana o
zaraza, todos ellos de tejidos de algodón estampado, y ocasionalmente guarnecidos con
farfalán. El de debajo, que en algunos casos es exterior, confeccionado con géneros de lana,
bayeta o muletón, de colores vivos.

Los cuerpos consisten en jubones de los mismos géneros de los zagalejos, pero que unas
veces forman conjunto con él y otras no. Justillos de seda u algodón. Vemos que en
ocasiones falta la prenda correspondiente al cuerpo, con lo que será que la camisa iría
directamente cubierta por el pañuelo.

Los pañuelos de cuello, como complemento no indispensable, unas lo llevan y otras no; los
pañuelos de cabeza, son aún menos frecuentes y parece ocupar el lugar de la mantilla. Lo
corriente de ambos pañuelos, es que fueran de algodón estampado, lana o de los llamados
“de yerbas”. En la actualidad, se llama pañuelo de “yerbas” a un pañuelo de cuadros azules
y blancos, al que se atribuye origen manchego, lo que es un error en el que caen muchos
investigadores. El verdadero pañuelo de “yerbas”, procedía de Asia, probablemente de
Paliacates, ciudad de la costa de Coronando en la India, y era estampado de colores
destacando los tonos rojos y negros con diseños vegetales. En la descripción del cadáver de
mujer encontrado en 1855, dice que el pañuelo de yerbas es azul oscuro con flores
grandes31.

Los delantales suelen ser de géneros de algodón, percal, indiana, zaraza y guinga. Las
medias de hilo o algodón, por lo general blancas o azules. Las alpargatas son de cáñamo,
albarcas o incluso fraileras. Los zapatos, de seda, pero en ocasiones los llevan, pero no los
calzan para no estropearlos. Muy normal, es que las mujeres fuesen descalzas, aunque
llevasen el calzado consigo. Las mantillas negras, de lana guarnecida con cinta o de seda
guarnecidas de encajes.

Interesante, resulta la descripción de la joyería. Se advierte que pocas son la que llevan
joyas, y en todos los casos, consiste en lo esencial, la aguja del moño a la labradora y los
pendientes. Por lo general de piedras de vidrio, consideradas falsas. A continuación, una
descripción de joyas robadas en casa de Manuel Blasco, vecino de Faura, que resulta muy
interesante, por indicarnos que en 1852, los pendientes llamados barquillos son antiguos y
los racimos son a la moderna. Un collar de tres rastros de perlas finas , con candado y
medallón de oro. Unos barquillos antiguos de oro, con tres rastros de perlas finas

31
Victoriano Salado Á lvarez (1867-1931) en Minucias del lenguaje. Identifica paliacate con el pañ uelo de
hierbas, Quizá s el pañ uelo de hierbas llegó tarde a Españ a y con otro nombre, porque en el Corpus Diacró nico
del Españ ol de la RAE no aparece pañ uelo de hierbas antes de 1884, en Picó n, Jacinto Octavio. La hijastra del
amor. El DRAE lo registra muy posteriormente, desde 1925. En realidad esta cita nuestra lo anticipa a 1855.
Pero ya en el Diario de Madrid del 16/1/1801, se indica el extravio de un pañ uelo de yerbas.
y piedras verdes. Unos pendientes a la moderna, de oro, formando racimos de
perlas finas. Tres sortijas de oro, una de ellas con diamantes. Un tembleque
guarnecido de perillas finas…,

Los viajeros por tierras valencianas.

Muchos viajeros extranjeros visitaron España, a lo largo del siglo XIX, la lista de los que
personalmente he estudiado, sobrepasa los 300. Por supuesto, todos no pasaron por tierras
valencianas, pero los que lo hicieron, pocas veces hablan del vestido de las valencianas.
Caso distinto es el del labrador valenciano, que a todos ellos, llama la atención su
originalidad. El de la valenciana, no debía tener ya ninguna particularidad durante el siglo
XIX. Los pocos que se fijan en su aspecto, lo hacen sobre el peinado y tocado.

A continuación, relacionaré todos los que he encontrado. El primero es Richard Twis, que
viajó por España durante los años 1772 y 1773, y que describe someramente el vestido del
labrador valenciano y el tocado de la valenciana: Los hombres de la clase más baja,
usan aquí unos calzones de lino que les llegan a las rodillas, parecido al kilt de los
escoceses y alpargatas de cuerda. Las mujeres no se cubren, pero se trenzan el
pelo detrás a manera de espiral y lo sujetan con un gran alfiler de plata de la
misma manera que las de Bolonia y Nápoles32.

Aun a finales del siglo XVIII, encontramos una exigua descripción del botánico valenciano
Cavanilles, en la que solo dice que las mugeres en tales ocasiones (los días de fiesta)
se presentan con justillo y guardapiés de seda33.

Por los mismos años, visito España el escritor alemán Christian August Fischer, de su viaje,
nos dejó varias recopilaciones, la primera, redactada en forma de cartas, se publicó en
1801, y al hablar de Valencia, nos dice: Valencia, septiembre de 1798. Al entrar por
Fuente la Higuera. Los hombres aquí llevan sólo camisas blancas y faldas
escocesas del mismo color, zapatos de cáñamo (Alpargatas) y medias azuladas.
Para completar el vestido, se ponen encima una pequeña chaqueta negra o
escarlata, de modo que las mangas queden flotantes. Las mujeres llevan enaguas
y corsés azules de tela de algodón, guarnecidos de cintas anchas, y envuelven sus
cabellos en círculo a la griega, sobre él detrás de la cabeza. Alrededor del cuello,
llevan un collar de grandes perlas azules, con varias pequeñas cuentas de oro y
otros adornos que descienden sobre su pecho. Su justillo elegante y estrecho
parece inventado a propósito para destacar ventajosamente a su hermoso talle. 34
Probablemente Fischer confunde el hiladillo con algodón, al describir el vestido de la mujer,

32
Travels through Portugal and Spain, in 1772- 1773. Richard Twiss. Ló ndon, printed for the auth or, vand
sold by G.Robinson, T. Becket, and J. Robson.1775.
33
Cavanilles Palop. Antonio Josef. Observaciones sobre la historia natural, geografia, agricultura población y frutos
del Reyno de Valencia. De orden superior, en Madrid, en la Imprenta Real. Año de 1795.

34
Voyage en Espà gne, aux annéès 1797 et 1798; Faisant suite au voyage en Espagne , du citoyen Bourgoing.
Par Chrétien Auguste Fischer. traducteur, Ch. Fn. Cramer. avec un appendice sur la manière de Voyager en
espagne. avec figures. Paris, 1801. Publicada en dos tomos.
ya que hay que tener en cuenta, que incluso es muy probable que desconociese la
existencia del hiladillo.

La segunda recopilación, se publicó de manera independiente por provincias, llamándose la


correspondiente a Valencia: Gemalde von Valencia 35. Ambos sexos se distinguen
principalmente por la limpieza y la elegante coqueteria de su ropa. El color
favorito es el blanco; las telas más comunes son las indianas o los lienzos. Pero en
su gala, los hombres llevan un chaleco de terciopelo negro o azul; los corsés de las
mujeres de la misma tela, en verde o en rosa.

Pero lo que hace especialmente tan atractivo el vestido de las valencianas, y que
se acerquen al ideal de belleza, y que ninguna imitación puede llegar a ella, y
ningún disfraz puede hacerlo, es esta gracia y vivacidad del sur, que aquí parece
natural e inseparable del pueblo sencillo. Insiste también sobre el calzado,
especialmente el de las mujeres, al hablar de las alpargatas: Una bailarina de la ópera
no pone más coquetería al mostrar sus zapatillas, que lo hace una labradora
valenciana, al ceñir un domingo, estos alpargates con sus cintas azules y de color
rosa. Constituyen el zapato más cómodo y el más barato que cuantos podríamos
encontrar, y por lo tanto en muchos lugares de esta provincia, son un artículo muy
ventajoso de comercio.

Durante estos mismos años, se encontraba en España, según se ha descubierto hace poco,
el escritor, anticuario y político francés Alexandre Louis Joseph, marqués de Laborde, que
bajo el patrocinio directo de Carlos IV y, sobre todo, de su Secretario de Estado Manuel
Godoy como dirigió, ya entre 1792 y 1798, un equipo de artistas y eruditos, a la cabeza del
cual permaneció durante mucho tiempo, entre los que se encontraba François-René de
Chateaubriand. Detalle curioso, es el que Laborde, no dice nada del vestido de los
valencianos, solo que es igual que el murciano, y en cambio en la obra traducida libremente
por Mariano Cabrerizo, este hace una traducción tan libre que le añade y quita lo que le
parece y que debe ser la manera de su época, por lo que debemos encuadrarla en 1816. Es
pues de tener en cuenta que la descripción asignada a Laborde, no le corresponde 36. De
todas maneras, la descripción de Cabrerizo, es exigua y de poco interés: Las labradoras,
dotadas de un donaire singular y de una viveza extraordinaria, visten telas finas y
ricos calzados en los días festivos, sin dejar el talle usado por sus antepasados 37.

De los años 1809 y 1810, conocemos una obra que sigue los pasos de Laborde, y que como
el, no hace ninguna referencia al vestido de las valencianas, y muy poco al de las
murcianas. Se trata de una recopilación de los textos de autores que habían viajado a
España, con anterioridad a 1810. Laborde, Bourgoing, duque de Châtelet, Swinburne,
Costigan, Link, Twiss, Townsend y Murphy, es pues una obra recopilatoria de un autor que

35
Gemalde von Valencia. Herausgegeben von Christian August Fischer. Leipzig. 1803.

36
Voyage pittoresque et historique de l’Espagne. Alexandre Laborde, et une société de gens de lettres et
d’artistes de Madrid. Impremierie de Pierre Didot L’Ainé.Paris. 1806.

37
Itinerario descriptivo de las provincias de Españ a, traducció n libre del que publicó en francés Alexandre
Laborde de D. Mariano de Cabrerizo y Bascuas. Valencia, 1826.
nunca nunca viajó por España 38. Lo único que aporta es una nueva versión de estampas
realizadas sobre los dibujos de Ximeno y Manuel de la Cruz.

Otros dos libros que no aportan ninguna descripción importante, son: el de Edward Hawke,
con tan solo un grabado de una venta en Benicasim, y en el que parece advertirse a una
mujer con peine39 y el de John Carr, que nos documenta el uso de las moscas o parches en
la cara de las damas valencianas 40. … en todo el reino de Valencia las damas gustan
desfigurarse también por un uso inmoderado de manchas negras en sus rostros
las presentadas en la vida en general, llevan dos muy grande en cada cara para
refrescar sus encantos en declive y también como volantes parisinas de Selwyn.

Por la misma época, había viajado por España el barón Isidoro Justin Séverin Taylor (1820 y
1823), que si nos deja alguna descripción del vestido de las valencianas, especialmente de
su tocado: Los habitantes de esta zona de la Huerta, van vestidos muy

38
L’Espagne et le Portugal, ou moeurs, usages et costumes des habitans de ces royaumes. Précédé d’un précis
historique, par M. Breton. ouvrage orné de cinquetnte-quatre planches représentant douze vues et plus de
soixante costumes différens, la plupart d’après les dessins exécutés en 1809 et 1810. Seis volumenes. Paris. A.
Nepveu, libraire, Passage des Panoramas. 1815.
39
Londonderry, Edward Hawke. Views in Spain. London. 1824.
40
Descriptive travels in the southerns and eastern parts of spain and the Balearic isles in the year 1809. Sir
John Carr. Printed for Sherwood, Neely and Jones. Londres. 1811.
pintorescamente; una camisa y los calzoncillos anchos de tela que llaman
zaragüelles, forman, con un cinturón, un sombrero de paja y alpargates de
cáñamo, el traje de los hombres; el de las mujeres es gracioso: su corsé de
terciopelo de colores variados y ricamente bordado; una falda de tela clara y
corta, con una tira de guarnición, deja percibir sus piernas y sus pies desnudos y
calzados, como los hombres, con el alpargate nacional. Su cabellera, retenida
detrás de la cabeza por un peine dorado, es separada en dos trenas enormes que,
replegadas sobre ellas mismas, toman la forma de una herradura; dos agujas de
gruesos botones adornados de piedras de colores brillantes atraviesan de parte a
parte el rodete, que así es como se llama el moño que forman las trenzas, flores
naturales en los cabellos, todo da un traje elegante y gracioso, aunque las que lo
llevan; porque se encontraría difícilmente en otro lugar que en Valencia, hasta en
las clases más humildes del pueblo de las campiñas, más gracia natural unida con
una elegancia que parece innata en las bellas Valencianas 41. Teylor, volvió a España
en 1835, acompañado por los pintores Adrián Dauzats y Pharamount Blanchard.

Como hemos indicado en todo momento, el guardapiés de hiladillo de seda, estaba en


desaparición gradual desde la segunda década del siglo XIX. Samuel Edward Cook, que
había realizado su viaje por España, entre 1829 y 1832, hace un comentario claro y alusivo
a la nueva manera de vestir de las valencianas: Las mujeres llevan ahora todo de
algodón, generalmente con un pañuelo atado en la cabeza42.

En 1830, se trasladó a España el dibujante e hispanista inglés Richard Ford, fijando su


residencia primero en Sevilla y después en el palacio del Generalife de Granada. Integrado
entre los españoles de la época, hizo distintos viajes por toda la Península en compañía de
arrieros y vestido como un natural, frecuentando siempre las clases bajas y criticando
acerbamente la corrupción y el mal gobierno del país. Durante los cuatro años de
permanencia en España, elaboró mas de 500 dibujos. Quedó tan enamorado de nuestras
costumbres que hasta su muerte vistió como un español, y así lo pintó José Domínguez
Bequer. A el le debemos la siguiente descripción, que como en la mayoría de las ocasiones,
solo lo es del tocado. Las mujeres Valencianas, sobre todo las de clase media y
superiores de la capital, no tienen en ningún caso la tez tan morena como sus
compañeras; tienen buena complexión y están entre las más bonitas y fascinantes
de toda la España; ellas en el trabajo en plena calle, y como no llevan nada sobre
sus cabezas excepto su pelo, "su gloria," nos ofrecen una mirada elegante. Su
ornamento clásico; es el rollo de pelo, moño, que es atravesado con un alfiler de
plata dorada, con botones, el acus crinatoria de Marcial; la llaman aulla de rodete;
el peine de plata dorada, es la pinteta, y una pieza de singular forma triangular
que llaman la peça o el llas; esta peineta con frecuencia está grabada con la
imagen de la patrona local, Nuestra Señora de los Desamparados43.

41
Voyage pittoresque en Espagne, en Portugal et sur la cote d'Afrique, de Tanger a Tétouan. par Isidoro Justin
Séverin Taylor. Chevalier de l'Ordre Royal de la Légion-d'honneur. Librairie de Gide fils, rue Saint-Marc, n°
20.. Paris. 1826.

42
Sketches in Spain during the years 1829 - 1832, V 1. Samuel Edward Cook. Paris. 1834.

43
A Handbook for travellers in Spain. by Richard Ford, F.S.A. En dos volumenes. Third edition. John Murray,
Albemarle street. London. 1855. Y Gatherings from Spain. Cosas de Españ a. Richard Ford (1830-1833).
Richard Ford, vestido de andaluz.

A partir de 1830, comenzamos a detectar claramente que las descripciones de viajeros y


foráneos, vienen marcadas de ese halo romántico, que intenta transmitirnos una visión
retrospectiva de un vestido que ya no se lleva. El francés Charles Didier, que viajó a España
en 1834, dice del vestido de las valencianas: Sus mujeres, son ardientes y bellas; pero
su traje solo tiene de notable un corsé elegante de seda que aprieta de mucho el
talle, y un alfiler grueso de plata de cabeza cincelada, que atraviesan en sus
cabellos, como las campesinas de Albano44.

Una descripción hecha para un periódico madrileño, de venta en toda España, nos aporta
una interesante descripción, en la que la labradora, aun viste el tradicional guardapiés azul,
al que el articulista llama zagalejo. El artículo, se titula “els miracles” y está firmado por R
de T, y corresponde al número 1º, con que se inicia la publicación, y además viene
acompañado de una graciosa, aunque no muy artística ilustración. Por la manera en que
está escrito, nos hace pensar, que no se trata de un articulista desplazado desde Madrid,
sino de algún autor local al que se le encargó el artículo. Describe así, a una muchacha
valenciana, que asiste a la representación de un “miracle de sant Vicent”. Llevaba un
peinado echado atrás, bien que realzado por la peineta triangular dorada y
grabada por ambos lados, que allí llaman de barraqueta, y la espaseta y el
punchador, dorados también, é incrustados de esmeraldas, sujetaban las pobladas
trenzas de sus largos cabellos. De las mismas piedras y de finísimo oro, eran
también los pendientes o barquillos con que se adornaba, y en cada uno de ellos
temblaban para mayor gala tres colgantes de perlas. Rodeaban su torneado cuello
numerosas sartas de aljófar que se ataban atrás con una ancha cinta de mil
colores. Sobresalía está por encima del pañuelo de clarín blanco bordado de oro

44
Une annee en Espagne par Charles Didier. Paris. En dos volumenes. Librairie de Dumont Palais Royal 88 au
Salon littéraire. 1837
que cubría su pecho, y en la. parte superior del delicado y desnudo brazo se
distinguía una manga de finísimo lienzo, guarnecida de randa. Un corsé de tisú
color de leche con flores de oro, sujetaba su delgada y esbelta cintura, y el
ahuecado zagalejo azul de seda labrada, guarnesido de encaje, la daba mayor
donaire; un ancho delantal de muselina bordado a cadeneta, pendía hasta donde
llegaba la falda, y una rica media de seda con un zapato de raso color de rosa
dejaba ver su delicado pie, y presumir mayores y más ocultas bellezas. «Es la
molinera del molí de Huguet, - decían unos que había junto a nosotros - la nevoda
del mestre de Rusafa45.

El mismo periódico, en otro artículo sobre la ciudad de Valencia, firmado por “N”, continúa
aportándonos datos sobre el vestido y tocado. Cuando lo leemos, rápidamente, sacamos la
conclusión de que no nos está hablando de un traje construido de espolín. Allí, bajo los
rústicos techos de las barracas formados de paja de arroz o de tejas relucientes,
ocultanse tal vez entre un pobre y limpio ajuar aquellas bellezas peregrinas que
solo se encuentran en la huerta valenciana. Aquel sencillo traje, aquel elegante
peinado prendido en la graciosa aguja de plata y rematado con la peineta dorada,
en que se ve esculpida la imagen de nuestra Señora de los Desamparados46;

En 1839, continua el mismo periódico, publicando cosas sobre Valencia. En un artículo


titulado “Usos y trajes provinciales. Los valencianos”, nos hace una descripción, del traje de
labradora, que es ya toda una invitación al disfraz para mascaras. Concluiremos pues,
describiendo el trage peculiar de los valencianos, y con eso algunos de nuestras
amables lectoras podrán rectificar los leves descuidos que hayan podido tener en

45
Semanario Pintoresco Españ ol. Entrega nº 1/1836. Del domingo 3 de abrl de 1836.
46
Ibidem ant. Entrega nº 21. 1836. Creo que la referencia a las peinetas con la imagen de la Virgen de los
Desamparados, es una copia de lo escrito por Ford, de no ser así, habría que pensar que pudiesen ser
abundantes, cosa que no aparece reflejada en el resto de la documentació n estudiada.
sus trages este carnaval, para poderse presentar en el que viene con toda
propiedad del país. El trage de labradora, consiste en zapato de color de rosa o de
Mahón (sabates) medias blancas, (calces), halda, o saya, (faldetes) con viso de
color de rosa47, delantal blanco, estrecho, corpiño de terciopelo negro trenzado por
delante (chipó), pañuelo de tul bordado y mangas blancas con encage, cortas en
verano y largas en invierno. El peinado a la china 48, formando dos trenzas que
cruzan por encima de la aguja de plata, peineta de lo mismo, colocada rectamente
y el punzón al lado izquierdo; el aderezo del cuello se reduce a un cordoncillo
formando un lazo por detrás, y pendiente de él una cruz por delante 49.

Trae este periódico también, un artículo dedicado en especial a la historia de las agujas del
moño de las labradoras valencianas. En él se hace un recorrido histórico desde la época
romana, acabando como vemos en el texto de a continuación. …y en el del inmortal
Carlos III en que las artes valieron algo más y adquirieron gusto y elegancia, sacó
otra vez la moda sus agujas con los nombres de flechas para señoras y de
rascamoños o mata-maridos para las manolas y gente del pueblo; pero no se
generalizó hasta el reinado de Carlos IV en que fue este adorno oscurecido otra
vez por los erizones, cofias y promontorios con que se tocaban nuestras madres y
abuelas.

Solo las valencianas han sido constantes en el uso de las agujas, y a ellas y a las
máscaras de Oriente, debemos el que hayan vuelto a aparecer en el teatro de la
moda española sin necesidad de que nos venga, como sucede con los demás
objetos de lujo, de allende el Pirineo. Nuestras madrileñas que tantas ventajas
alcanzaron con ellas en los saraos, que tantas conquistas las deben, sintieron
haber de dejarlas enteramente hasta el venidero carnaval, y consultando con su
47
No entendemos lo que quiere decir con viso de color rosa. Tal vez podría referirse a una tela tornasolada,
con urdimbre o trama rojiza. O tal vez, el autor, haya utilizado la palabra viso, sin conocer su significado.
48

49
Semanario Pintoresco Españ ol. 7-4-1839, entrega n.º 14/ 1839. Firmado por José de Vicente y Carabantes.
espejo, al desprenderse las agujas del tocado, no pudieron conformarse en
abandonarlas50.

Theóphile Gautier viajó por España entre mayo y octubre de 1840, en compañía de su
amigo Eugène Piot, que tenía intención de comprar obras de arte aprovechando la
desamortización de los bienes de la Iglesia. De este viaje salió su obra Voyage en Espagne,
en la que describe el traje de la valenciana de la Huerta, de la siguiente manera: Estos
demonios oscuros del paraíso del Huerta tienen ángeles hermosos por mujeres,
cuyo pelo hermoso es recogido en su sitio por un peine alto, y por alfileres largos
de plata adornados a los cabos por grandes botones de vidrios engastados.
Anteriormente, las mujeres Valencianas solían llevar un traje nacional encantador,
que se parecía al de las mujeres de Albania; pero lamentablemente, lo han dejado
de lado para sustituirlo por un estilo de atavío espantoso Anglo francés, para
vestidos con mangas de pierna de cordero, y otras abominaciones.

Es digno de observación que las mujeres son siempre las primeras en dejar el traje
nacional; y que casi los únicos en España que han conservado la manera antigua
de vestir, son los hombres de las clases más inferiores. Esto discriminación en lo
que concierne al traje, en un sexo esencialmente coqueto nos sorprende; pero
nuestro asombro cesa, cuando reflexionamos de que las mujeres sólo poseen el
sentimiento de la moda y no el de la belleza. Una mujer siempre pensará que
cualquier pedazo desgraciado de trapo es encantador, si es moda el llevar ese
pedazo de trapo51. Como vemos el observador Gautier, denuncia claramente la
desaparición de nuestro vestido nacional entre las mujeres y su autenticidad entre los
labradores. Por otro lado, también advertimos que en realidad nada aporta al conocimiento
de ese traje nacional de la labradora valenciana.

Durante los años 1842 al 1845, se publican cuatro obras geográficas y estadísticas. Dos de
ellas, están coordinadas por el joven geógrafo, periodista, escritor y editor Francisco de
Paula Mellado Salvador, otra por el geógrafo y político Pascual Madoz Ibañez; y la última es
una colaboración entre Antillon, Miñano, Torrente, Verdejo y otros 52. Esta ultima de carácter
general y que no nos aporta nada a nuestro trabajo. De Mellado, solamente podemos
extraer el siguiente comentario, que nada aporta al conocimiento del vestido tradicional,
pero que si lo hace a la esencia de este trabajo. Las mugeres gozan justamente del
título de hermosas y amables en su trato. Su vestido es tan elegante y sencillo que
no hace muchos años fue de rigurosa moda para los bailes de Carnaval, hasta
entre las más aristocráticas damas cortesanas 53. Tampoco Madoz aporta nada de
interés sobre el vestido de la mujer de la Huerta, del que simplemente resalta su elegancia,

50
Semanario Pintoresco Españ ol, entrega n.º 61/ 1836.
51
Voyage en Espagne. Nouvelle édition revue. Théophile Gautier. Paris. 1845.- Wanderings in Spain.
Théophile Gautier. London. Ingram. Cooke and Co. 1853. Se han utilizado las dos ediciones compará ndolas,
para poder tener una mejor traducció n, ya que no me parecian del todo correctas.

52
La Geografía pintoresca, segun los novísimos descubrimientos, tratados, balances comerciales, censos e
investigaciones. Texto segú n Antillon, Balbi, Malté-Brun, Miñ ano, Torrente, Verdejo, etc. En dos volumenes.
Madrid. 1844.

53
Guía del viajero en Españ a por Francisco de Paula Mellado. Madrid. 1842. Y Españ a geográ fia, histó rica,
estadística y pintoresca: descripció n de los pueblos mas notables del reino é islas adyacentes. Francisco de
Paula Mellado Mellado, Madrid. 1845.
olvidando la peineta, que sustituye por flores y plumas, algo que nos es desconocido hasta
el momento, y que me hace sospechar, que realmente no se informó del asunto. Las
mujeres son hermosas, de talle esbelto y de ojos grandes y rasgados, siendo su
cutis más delicado y blanco que en el resto de la Península; todas ellas aunque
sean dé las clases menos acomodadas, gastan un lujo verdaderamente estremado
en sus vestidos; adornan con flores y plumas sus cabezas, y tienen un carácter tan
fino y jovial que hace muy amable su trato y compañia54.

Donde indudablemente, se hace una descripción más completa, es al tratar los datos de
Jijona. Debido a que la obra está recopilada sobre informantes locales, por lo general
secretarios de los ayuntamientos, el informante, podía dar más importancia a unos aspectos
u otros. Queda claro que la mayoría de los secretarios, daban más importancia a los datos
económicos, que a los aspectos sociales y de costumbres. En el caso de jijona, el
informante, decidió hacer una detallada descripción del vestido utilizado por las mujeres
jijonencas. «Las mujeres se distinguen de todas las de la provincia, y aun del reino
de Valencia, no sólo por su hermosura, cuanto por su aseo, limpieza y gracioso
modo de vestir. Compónese su traje de una especie de enaguas o guardapiés algo
corto, listado de blanco y azul; justillo de raso al cuerpo, que sujeta bien su
delgada cintura, con un armazón a los pechos que llaman petillo y medias mangas
de lienzo blanco con encaje o puntilla; pañuelo blanco o de colores al cuello, cuyas
puntas atan por detrás; otro pañuelo blanco a la cabeza, generalmente caído a los
hombros; peinado todo atrás con su hermosa trenza caída á las espaldas, calzando
sus pequeños pies unas alpargatas finas de cáñamo, tan blanco como las medías
que dibujan su bien contorneada pierna».

Durante el verano de 1846, visitan España Alphonse Desbarolles, pintor y litógrafo, que vino
en varias ocasiones a España y la conocía bastante bien por lo que el gobierno de Louis-
Philippe le envió a nuestro país en misión para las bodas reales, en compañía de Pierre
François Eugène Giraud, pintor también; en Madrid se unieron y siguieron su viaje por
España con Alexandre Dumas y sus compañeros. El fruto de este viaje fue, entre otros, el
libro de éxito titulado Deux Artistes en Espagne (1855), escrito por los dos pintores,
reeditado en varias ocasiones. Al pasar por Alcala de Gisbert, nos comentan: Era, nos
acordamos de eso, día de fiesta. Todos los habitantes estaban sentados a la
sombra en las calles. Las mujeres, como verdaderas africanas, llevaban
pendientes tan pesados que les hacía falta un cordón para sostenerles. Los
hombres se recogían inmóviles y graves en sus bellos trajes valencianos, variados
al infinito por sus mantas de diversos colores abigarrados. Y al llegar a Valencia,
hospedados en la misma venta que los toreros, nos relatan el atuendo de dos jóvenes
bailadoras. Ellas ambas tenían el pecho y los brazos descubiertos. Un nudo de
cintas plateadas detrás flotaba en la cabeza y se unía a las trenzas de sus
cabelleras, que superaba un peine de oro55.

Al compositor Alexis de Garaudé, que viajó por España en 1851, debemos una breve
descripción de la mujer valenciana, que como es usual, se limita al tocado. Las
valencianas tienen una gran actividad, y dicen que gobiernan a sus maridos.

54
Diccionario geográ fico-estadístico-histó rico de Españ a y sus posesiones de Ultramar. Por Pascual Madoz.
Madrid. 1845 – 1850. Obra en 16 volumenes.
55
Deux Artistes en Espagne. Desbarolles, Alphonse. Ilustree par Eugene Giraud. Publicado en le Phanteon
Populaire. Paris. Georges Barba. 1862.
Resultan muy atractivas por sus bellos cabellos sujetos con un alfiler grueso de
oro y un gran peine en lo alto56. Otra corta descripción del tocado, recogemos en las
palabras del capellán Irlandés Archibald Neil Campbell-Maclachlan, que se encontraba en el
mercado de Valencia en 1853 y que lo describe como: ¡Una escena tan plena y
pintoresca era imposible de concebir! Ya que al lado de los puestos habituales
para compradores y vendedores, y los montones de frutas de brillantes colores,
había un número de cabinas como en una feria, todas rodeadas por una
muchedumbre variopinta. Las mujeres llevan comúnmente dos alfileres grandes
en la trasera del pelo, con finales adornados, y unos enormes pendientes. A veces,
mientras iban andando, llevaban una mantilla gruesa sobre la cabeza, que les
enmarcaba la cara57.

En 1858, el periodista y escritor londinense, George Walter Thornbury, realizo un recorrido


por España, y al pasar por Valencia, describe el vestido de los valencianos, a la par que
indica que son los grandes entendidos de caballos, los arrieros de España y los cocheros de
Madrid por excelencia. Con referencia al vestido de las valencianas, como siempre su
característico tocado. En cuanto a estas mujeres, que en Madrid, se dedican a la
venta de bebidas heladas en las calles, y que aquí están limpiando en las puertas,
llevan sus rollos de pelo perforado con grandes alfileres de plata, grandes como
dagas y llevan peines de plata dorada con la imagen de la Virgen sobre ellos, y
esos adornos y pequeñas imágenes de santos de plata, que usan como talismanes
contra el mal de ojo58.

Durante los años 1860 y 1861, lady Sophia Dunbar, que viajó en barco y en diligencia con
su familia y una criada española de intérprete, pintando muchos de los puertos españoles y
que hoy alcanzan gran cotización en las subastas de arte. Como a todos lo único que le
llama la atención es el tocado. Las mujeres peinan el pelo de una manera muy
favorecedora, un rico rodillo de pelo trenzado alrededor de la cabeza, atravesado
con agujas de plata con perillas grandes59.

En el año 1862, el dibujante Gustave Doré, convenció al barón Jean Charles Davillier,
escritor y coleccionista de arte, para realizar un viaje por España y escribir unos artículos
para publicar en Le tour du monde. Nouveau journas des voyages. Davillier preparó los
textos y Doré los dibujos. Con referencia al vestido de la mujer valenciana a su paso por
Valencia, su aportación se limita a una breve descripción de las labradoras que acudían a
vender al mercado. …Estas frutas maravillosas son vendidas por graciosas
Valencianas, de las que algunas son sumamente bellas; sus cabellos, negros como
el ala de un cuervo, son enrollados como esteras redondeadas sobre las sienes y
llevan detrás de la nuca en un moño enorme; este moño es atravesado por una
aguja larga de plata dorada que se remata a cada extremidad por un botón ancho
adornado de esmeraldas falsas o de numerosas perlas finas: durante nuestra

56
L' Espagne en 1851, ou Impressions de voyage d'un touriste dans les diverses provinces de ce royaume.
Alexis de Garaudé,... Paris. 1852.
57
Diary of a Tour in Spain During the Spring and Summer of 1853. By Archibald Neil Campbell-Maclachlan.
Published by Forgotten Books 2013. Originally published 1885. PIBN 1000341087.

58
Life in Spain: Past and Present, Thornbury, George Walter, En dos volumenes. London. 1859.

59
A family tour round the coasts of Spain and Portugal during the winter of 1860 y 1861. Sophia Dunbar
(lady.). Edimburg and London. 1862
estancia en Valencia, íbamos cada mañana a dar nuestro paseo por el mercado, y
Doré hizo allí una cosecha amplia de tipos encantadores60.

Es en realidad en la descripción de las horchaterías madrileñas, donde hace alguna


descripción mas completa del vestido. Los refrescos de las chuferías son servidos por
jóvenes chicas, invariablemente valencianas, que llaman la atención ver por su
limpieza irreprochable y su diligencia en servir a los parroquianos; llevan
ordinariamente gracioso traje nacional: jubón de terciopelo cubierto de un pañuelo
ligero de muselina cruzado sobre el pecho, la falda corta y el delantal de seda de
reflejos de cuello de palomo. Mientras que tomábamos nuestros vasos de mitj e
mitj, el nombre valenciano que se da a una mezcla en horchata de chufas y de
agua de cebada, Doré tuvo tiempo de dibujar a una de estas Valencianas, guapa
chica con los brazos desnudos y esbelto talle; un collar de perlas finas de cuatro
vueltas se enrollaba alrededor de su cuello, alrededor de una pureza irreprochable
de líneas; su cabellera negra, de una abundancia extraordinaria, se retorcía en
esteras relucientes, y adornada de largas agujas que atravesaban el moño, al
estilo de las minenti romanas, y con unos grandes peines de plata dorada que
llevan las labradoras de la Huerta, y que coronan su cabeza como una diadema 61.
En realidad el dibujo de Doré, no muestra el collar de cuatro vueltas que indica Davillier en
su texto.

Voyage en Espagne, par MM. Gustave Doré et le baron Ch. Davillier. Madrid (suite). 1862. Dessins inédits de
60

Gustave Doré. Texte inédit de M. le baron de Davillier. En Le tour du monde. Nouveau journas des voyages.
En 24 vols, editados entre 1862 y 1871. V 6.
61
Ibidem anterior, Tomo 20.
Por el año 1865, el Escritor español de origen irlandés Henry George O'Shea, publicó una
guía de viaje por España y Portugal, en la que describe escuetamente el traje y
ampliamente la joyería. Las mujeres llevan un corto zagalejo, de seda o algodón,
según el medio; un jubón aterciopelado, y un pañuelo de seda doblado sobre sus
cabezas; el rodete de pelo es perforado con un alfiler de plata dorado, con perillas,
llamadas aguja de rodete y un alto peine de plata dorado, llamado pinteta, ahora
llevado más debajo de lo que solían llevar anteriormente. Llevan joyas en
cantidad, y son sobre todo herencias de familia se transmiten de las madres a
hijas, y que pueden datar desde la época del descubrimiento de América. Las
formas son de lo más clásico, y las piedras son esmeraldas, y amatistas, a menudo
grandes y poco finas en el corte. Llevan también varios amuletos, como son las
pequeñas imágenes de plata de santos locales, y de la gran patrona local, Nuestra
Señora de los Desamparados, una cruz de filigrana de plata, etc.62.

En el año 1866, Valèrie Boissier, condesa de Gasparin, realizo su viaje llamado Paseo por
España, donde nos deja una buena descripción de las saguntinas del momento.
Encaramadas en escaleras de mano, las saguntinas blanquean con cal la fachada
de sus pobres casas: así ocupaban sus ocios la sobrina y la aya de D. Quijote.
Asean la ciudad en honor del domingo de Pascua. Todas aquellas amas de casa
llevan vestido de indiana, que oculta la pobreza con lo vistoso de los colores: ¡tela
propia de este siglo de mucha vanidad y poco dinero! Las saguntinas han dejado
sus fuertes jubones de lana, sus bordados característicos, el gracioso modelo de
su corpiño morisco, para vestirse con esas telas lacias, de colores que se
marchitan, y para llevar la flotante casaca dé las ciudades, que es el ideal de lo
feo. Pero las trenzas de su negra cabellera conservan todavía la fíbula clásica, y
arracadas de gusto oriental decoran su ovalado rostro 63.

El historiador local de Morella, José Segura Barreda, publicó en 1868, en tres volúmenes la
historia de Morella y sus aldeas. En esta obra, a pesar de lo extensa, poco es lo que se dice
de la indumentaria femenina, no obstante, resulta interesante el hecho de que en aquellos
años, aun los masoveros de la comarca, utilizaban las tradicionales sayas de paño azul.
Pero lo que si resulta interesante, son los dibujos que aporta, representando los eventos
que relaciona en el libro. Así pues, vemos en las dos estampas de a continuación, la ida a la
misa dominical y una romería64.

62
O'Shea's Guide to Spain and Portugal. Henry George O'Shea. Paris. 1889.
63
Paseo por Españ a. Relació n de un viaje a Cataluñ a, Valencia, Alicante, Murcia y Castilla por la Condesa de
Gasparin. Valencia. Imprenta de José Domenech , Caballeros, 47. 1875.
64
Morella y sus aldeas, Geografía. Estadística, Historia. Tradiciones, Costumbres, Industria, Varó nes ilustres,
etc., de esta antigua població n y de las que fueron sus aldeas, D. José Segura y Barreda. Morella. por Javier
Soto, 1868.
La visión del mercado de Valencia, que nos brinda de su visita en 1869, la historiadora
Marguerite Tollemache, denota claramente la moda de la mantilla de ambo o de terno, en la
segunda mitad del siglo XIX. Las vendedoras con pañuelos de un amarillo brillante
cubiertas las cabezas y resaltando la piel oscura de los vendedores de flores,
mientras estaban bajo sus toldos blancos y rojos que te invitan a comprar,
sonriendo con esa gracia que es peculiar del sur. Los compradores estaban allí,
ellas con sus mantillas negras, sujetadas a la trasera de la cabeza, la caída de
encaje o gasa velando la cara y con los extremos doblados artísticamente a través
del pecho; los hombres en sus alegres mantas, dieron un paseo bajo las acacias 65.

Otra visión del mercado, nos la ofrece en 1872, otro viajero francés llamado Pierre Léonce
Imbert viajó a España y de sus experiencias escribió. El traje de la vendedora está
compuesto por una falda de lana, un corsé de color verde y una camisa de mangas
huecas, bordadas en el borde, dejando desnudo el brazo. Sus cabellos se enrollan
en las patillas en forma de cebolla quemada. Largas agujas de oro, adornadas con
esmeraldas, sostienen el moño. Un pañuelo de seda para proteger el cuello 66. En
clara alusión “als caragols”.

Para finalizar esta serie de viajeros, dos cortas descripciones. La primera corresponde
James Albert Harrison. …y entre las mujeres de los campesinos las trenzas largas en
la parte posterior se mantienen unidas por un alfiler de plata, al cual un peine muy
magnífico de plata de diseño pintoresco da el acento mayor 67. La otra a Ellen
Charlotte Hope-Edwardes, que realice su viaje en 1881 y 1882. Las mujeres más pobres
llevan vestidos coloreados y mantones, y pañuelos en vez de mantillas, y algunas
de ellas, de los pueblos del país, llevan las cabezas desnudas, con el pelo
minuciosamente trenzado, y cuatro alfileres grandes a través de él 68. Describe
también a una niña. Tenía sobre el busto un jubón apretado negro y la falda muy
corta de franela escarlata, las trenzas grandes de pelo sujetado con los alfileres de
esmeralda y diamante y una tez marrón como una atractiva pera de invierno.

Las descripciones de los de aquí.

En esta apartado, veremos y comentaremos varias de las descripciones que hicieron


algunos escritores valencianos, con la intención de mostrarlo al resto de España y a otros
países de habla española.

Los valencianos pintados por sí mismos, es una obra recopilatoria de unos artículos
costumbristas recogidos de diversos autores. A mediados del siglo XIX, se hicieron estas

65
Spanish Towns and Spanish Pictures. Mrs W. Marguerite Tollemache. Ed. J.T. Hayes, London. 1870.
66
L'Espagne, splendeurs et misères: voyage artistique et pittoresque. Pierre Léonce Imbert. Paris. 1875.
67
Spain in Profile: A Summer Among the Olives and Aloes. James Albert Harrison. Houghton, Osgood, 1879.
68
Azahar : extracts from a journal in Spain in 1881-82 / by Ellen Charlotte Hope-Edwardes. 1883.
recopilaciones en varios lugares de Europa, España y América. Aunque las primeras se
hicieron en Francia e Inglaterra en 1840, a las que siguió Los españoles pintados por sí
mismos. No obstante en España, ya teníamos antecedentes de este tipo de artículos
costumbristas, en la Escenas matritenses de Ramón Mesonero Romanos, que venía
publicándose desde 1830. Un antecedente aun anterior, lo tendríamos en la colección de
grabados titulada “Los gritos de Madrid”, que venía a ser lo mismo. El artículo de la
valenciana, en el que se contaban las costumbres de las jóvenes valencianas, se le encargó
al abogado y escritor costumbrista villenense José Zapater y Ugeda (1826 – 1899), que lo
describe así: El traje que actualmente usa nuestra heroína, difiere muy poco del que
se ve en la ciudadana, pero el clásico, el que ha dado tanta celebridad a la
valenciana y del que van quedando raros ejemplares, que solo se ven en las
grandes solemnidades, es tan rico como gracioso, tan pintoresco como el de las
napolitanas. Compónese de un Zagalejo de riquísima tela de seda, ordinariamente
de brocado de fondo blanco sembrado de flores; jubón (chipó) de raso negro,
pañuelo corto y delantal de muselina o tul bordado de oro y lentejuelas; media
blanca y zapato escotado con lazo; el cabello echado hacia atrás y formando
rodete sostenido por una aguja y dos picadores (rasca-moños) precedidos de una
peineta alta en forma de mitra de plata sobredorada, con grabados y relieves;
pendientes largos de tres colgantes do perlas, llamados barquillos; un collar de
varias rastras de perlas finas o cadena de oro. con una cruz o medallón de lo
mismo sembrado: de perlas o más bien de esmeraldas pendientes del cuello, y un
pañuelo bordado en la mano. Tal es el traje de calle. Para ir a la iglesia se usa el
mismo con la diferencia de que se le añade una mantilla negra de seda, bastante
corta de modo que a causa de la altura de la peineta no baja de la mitad de la
espalda. La descripción de Zapater, deja claro que el traje que describe, ya no está en uso,
y si tenemos en cuenta la fecha de su nacimiento, el ya no debió de conocer muchos
guardapieses. Otro artículo de la misma recopilación, nos muestra el vestido de las jóvenes
valencianas de la época. Mucho antes de la carrera, las mozas y las solteras de la
vecindad discurren por los alrededores del campo, con ese aire tradicional que ni
han mudado las revoluciones ni es fácil hacer desaparecer. Por supuesto que ha de
ser muy pobre la joven y aun la vieja que no se adorné con el collar de gruesas
perlas, rica adjudicación del quinto de su madre, y con un par de barquillos de oro
con esmeraldas, que si desaparecen es para dar paso a otros pendientes de la
clase del collar. Si ha de ir a la orden del día llevará pañolón de crespón amarillo, u
otro color fuerte, y blanco si es hija de rico arrendatario o propietario acomodado,
con falda de seda de tornasol a rayas diminutas, y un buen abanico de nácar o
hueso. Las que no reúnen tantas conveniencias, se aprestan con el pañuelo de
crespón ü otro pequeño de pita, hueca falda de percal francés, y borceguíes de
cabra. Píntense como se quiera, más lindas labradoras no las hay en el mundo 69.

No obstante, haberse publicado en 1887, la obra España, sus monumentos y artes, su


naturaleza e historia de Teodoro Llorente Olivares (1836-1911), la pondremos en el
segundo lugar, ya que por la cronología en su nacimiento y por sus conocimientos históricos
del autor, le corresponde. Nos describe así a la mujer valenciana de sus días ( o tal vez la
que el recuerda de su niñez). La mujer, muy recatada y honesta, es ajena a toda
coquetería; ciñe asimismo sus sienes pañuelo oscuro, que cae atrás cubriendo la
cabeza y ocultando el cabello; otro pañuelo, cruzado sobre los hombros, tapa la
apretada cotilla; baja la recia saya azul hasta los pies, que calzan medias de
estambre, también azul, y fuerte sandalia. Sus galas, para los días festivos, son la

69
Los valencianos pintados por si mismos. Obra de interés y lujo, escrita por varios autores escritores.
Valencia.1859. Imprenta de La Regeneració n Tipográ fica.
mantilla espesa, tan recogida que apenas deja ver el rostro, y la basquiña negra:
cuando, así enlutadas, van a la iglesia, parecen lúgubres fantasmas.

Pero cuando parece verse obligado a describir el traje “La labradora valenciana”, su tono
cambia. De entrada ya advierte que se trata de un disfraz de la gente acomodada, con el
que se intenta dar un toque de tipismo en cierta solemnidades (algo que ya advertía
Zapater). Que se sacan prendas antiguas para imitarlas los roperos, es decir las roperías de
teatro, de lo que hablaremos más adelante y del peligro que supone la copia. Para disfraz
de las señoras, y para dar más carácter de valencianismo a algunas solemnidades,
se sacan de la vieja Caixa aquellas prendas, y las imitan y copian los roperos. El
corpiño (gipó) muy ajustado, de seti, negro o de color (1); el pañuelo no muy
grande, cruzado sobre el pecho, de tenue lienzo blanco (clarí), con recamaduras
de oro; la falda de seda brochada, recamada también de oro con guirnaldas de
flores tejidas sobre un fondo claro (2); la media blanca, y el zapatito de seda muy
escotado, formaban el precioso traje nupcial de la labradora rica.

Al texto precedente, hacen Llorente dos comentarios, como notas de pie de página, que
conviene revisar. El primero hace referencia a las mangas de los jubones, donde clasifica de
manga corta y de manga larga. En realidad confunde los tipos de mangas utilizados por las
valencianas. En las mangas cortas, se utilizaban tres tipos básicos; las cortas o de
sangradura, que llegaban a la sangradura del brazo; las de “munyo” o de “colze”que cubrían
algo del codo y de “destral”. Llorente aplica este último nombre a la manga larga, creando
una confusión a investigadores poco inquisitivos. Con la intención de ilustrar el error de
Llorente, inserto a continuación imágenes de los distintos tipos de mangas, en las que el
lector, podrá con facilidad identificar el error. Veamos la cita de Llorente: (1). Setí era una
tela de seda, especie de raso muy fuerte. El gipó era de manega curta, y en ese
caso, la manga, que sólo llegaba hasta la mitad del antebrazo, estaba adornada
con randa (puntilla), o de manega d'astral. Estas mangas eran largas y ajustadas,
con bocamangas salientes, de cuya forma tomaban el nombre.
El segundo comentario, hace referencia a la falda. En el caso de Zapater, la llama zagalejo y
Llorente falda, lo cual evidencia que el termino guardapiés, ya no se utiliza. Ambos
coinciden en que la falda que describen ya no se usa y que quedan escasos ejemplares en
las arcas. Llorente además advierte que las de vivos colores son muy modernas y que las
antiguas que él ha visto son verdes, con bordados menudos, como la de la fotografía del
jubón de manga larga que insertamos a continuación, y guarnecidas en la parte inferior con
pasamanerías de oro, lo que nos traslada al antiguo guardapiés. (2) La tela de la falda
era siempre de seda, gruesa y rica, pero cambió la moda con los tiempos. Las
faldas con flores de colores vivos, tejidas sobre fondo claro, son las más
modernas. Guardada por una molinera, vi una de raso blanco, primorosamente
bordada de oro: era gala nupcial de su bisabuela. De la misma antigüedad, he visto
varios ejemplares de una falda muy hermosa y típica, de color verde-escarola, con
flores menuditas bordadas de oro, y guarnecida en la parte inferior con trencillas,
de oro también70.

70
Españ a, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia. Valencia. Teodoro Llorente. T 1. Barcelona. 1887.
Finalmente Llorente, nos aclara que el tocado es lo más característico del vestido de la
valenciana. Como ya habremos advertido por todos los datos aportado con anterioridad,
efectivamente tanto los periódicos de Madrid que anuncian los disfraces de máscaras y las
descripciones de los viajeros, coinciden en ello. Veamos a continuación la detallada
descripción de Llorente. Pero lo más especial y característico, lo que la agraciaba
más, era el tocado. Caía sobre ambas sienes el cabello, en bandas muy lisas,
cubriendo las orejas con una especie de trenzadas escarapelas (caragols). Dividido
el de detrás en delgadas trenzas, formaba el rodete, aplastado sobre la cerviz,
sujeto con dos largos pinchos (agulles o rascamoños) de metal dorado, cuyas
gruesas cabezas, adornadas con esmeraldas (verdaderas o falsas) primero, y en
tiempos más recientes con perlas, sobresalían a uno y otro lado, formando juego
con las arracadas (barquillos). Completaba este artístico adorno la gran peineta de
metal (pinta), toda dorada, que daba marco triunfal a la cabeza, ornándola, como
la de los santos, con una aureola bizantina.

Tanto Zapater, como Llorente, evidencian ya el uso de la aguja formada por espada y funda
o cañón, y dos picadores (Zapater) o rascamoños. Veo la necesidad, de indicar aquí, que lo
verdaderamente necesario era la aguja, que era la que permitía formar y fijar el moño o
rodete, llamado por las valencianas “la pataca”, por su parecido con el característico pan.
Sobre las agujas, aclara que las de piedras finas o falsas son más antiguas y que las
modernas son de perlas. Evidencia también que forman conjunto con los barquillos (lo
mismo que Zapater), que por cierto, son las característica y autóctonas arracadas
valencianas.
Pero no podemos olvidar en la obra de Llorente, a la descripción que hace de las labradoras
villenenses. Jugosa descripción, que nos acerca mucho más que otras al vestido tradicional
de las valencianas. Dice: Una nota simpática que encontraréis aún en Villena,
llamada también a desaparecer, es la airosa y pequeña mantilla o rebocillo de
bayeta blanca que todavía usan algunas villenesas para ir a la iglesia, y que llevan
con mucho garbo. Pero lo verdaderamente interesante, es la nota que coloca a pie de
página, con una detallada descripción de un vestido de tiempos pasados, pero que en
algunos elementos, aún tiene vigencia a finales del siglo XIX. El traje de las campesinas
de Villena, ya muy modificado, era sobremanera airoso y les favorecía mucho.
Llevaban el cabello tirado atrás, como las labradoras valencianas, pero sin
caragols y con el rodete más pequeño; este rodete sujeto también con largos
alfileres de caprichosa orfebrería. Ceñían su cuerpo con un corpiño ajustado,
negro casi siempre, con adornos de terciopelo del mismo color, y sobre el corpiño,
el pañuelo, cruzando las puntas para rodear la cintura. Este pañuelo era de
crespón con fleco para los días de fiesta, y con muchos alfileres lo prendían al
pecho y a la espalda, formando estrechos pliegues, para que quedase muy
descubierto el cuello, que adornaban con sartas de perlas y de corales, o con
cuentas de vidrio, si no tenían para más.

También llevaban (y aún llevan) la vistosa y característica saya, que ellas mismas
tejen, saya muy corta, de lana teñida de vivos colores, y formando rayas
verticales. Adornaban estas sayas con anchas cenefas negras o de color verde
obscuro, cuyos dibujos recuerdan algo las telas indias y persas. Las medias,
blancas o de azul muy claro; los zapatos muy escotados, y para el trabajo,
alpargatas de cáñamo, con cara pequeña, y largas cintas blancas para sujetarlas.
La mantilla blanca de bayeta, que usaban siempre para ir a la iglesia, tiene vueltas
y ribete de seda también blanca. Tiene enorme valor para nosotros esta cita de Llorente,
que evidencia el uso continuado de la mantilla de bayeta, circundada por cinta de color, que
hace su aparición durante la primera década del siglo XVIII, como continuación de otro
modelo anterior, que en lugar de la cinta llevaba bordado. Esta mantilla la teníamos
documentada en la Huerta, hasta la década de los 40 del siglo XIX, pero que con esta cita,
llega hasta prácticamente al final del siglo.

En 1872, se publicó en Las mujeres españolas, americanas y lusitanas, pintadas por sí


mismas, un artículo de Purificación Llobet, una ensayista y periodista valenciana, que firmó
el artículo como Camila Calderón 71. La autora del articulo había nacido en 1852, con lo que
nada pudo ver durante su niñez del vestido tradicional, con lo que su descripción se debe
considera puramente periodística, o como mucho recogido de descripciones de transmisión
oral. También ella nos advierte de que ya no está en uso. El traje característico de la
labradora es tan pintoresco cuanto rico y gracioso. Hoy ya no se viste completo
sino en las grandes solemnidades. Sobre la falda, nos dice que es corta, cosa muy
normal, si la compara con la moda de ese momento, en el que ya no se lleva el corto
guardapiés, sustituido por las largas faldas encoladas de las señoras. Y continúa con la
descripción con la falda, a la que le devuelve el nombre de guardapiés. Y son las prendas

71
Las mujeres españ olas, americanas y lusitanas, pintadas por si mismas. Estudio completo de la mujer en
todas las esferas sociales, sus costumbres, su educació n, su cará cter, influencia que en ellas ejercen las
condiciones locales y el espíritu general del país a que pertenece. Obra dedicada a la mujer por la mujer y
redactada por las mas notables escritoras hispano-americano-lusitanas, bajo la direcció n de la señ ora doñ a
Faustina Sanz de Melgar, e ilustrada con multitud de magnificas laminas dibujadas por don Eusebio Planas. T
1º. Barcelona. Establecimiento tipográ fico de de Juan Pons, Olmo, 13. 1872.
de que se compone el traje: guardapiés o falda corta de seda, sembrado de flores,
algunas, las más ricas, lo usan de brocado, jubón de raso negro u otro cualquiera
color oscuro, con manga ceñida, que está abierta en la parte inferior, como la de
los fracs antiguos: esta parte se suele doblar sobre el resto de la mano. En el
verano, llevan en vez de este jubón, un justillo que hace las dobles veces de jubón
y de corsé, acordonado por delante. Este justillo, que se sujeta en los hombros por
una presilla, deja ver las mangas de la camisa, mangas cortas, de farolillo,
llamadas vulgarmente, y orladas con una puntilla. El justillo es de seda y de color
fuerte con vivos dorados. La descripción del guardapiés, es prácticamente copiada de
Zapater, y en cuanto al jubón, solo contempla el de manga larga, pero incorpora el justillo o
cotilla del que habían pasado Zapater y Llorente.

Con referencia a los complementos de delantal y complemento, nos dice que son de encaje
bordado en oro. Coincide con ambos en el bordado, pero en cuanto a los materiales, dice
que son de encaje y ellos de musolina y lienzo. En cuanto al delantal dice que es como el
pañuelo, con lo que no por necesidad, debemos suponer que formaban un conjunto, sino
que probablente eran del mismo material. Sobre el justillo, o jubón, se coloca su
pañuelo de encaje blanco, bordado de oro. El delantal es como el pañuelo y al
atarse por detrás, forma un gran lazo de puntas colgantes. Las enaguas todas son
lisas, es decir sin ningún bordado: pero orladas con un volante de la misma tela,
estrecho y fruncido. Lo cierto es que en toda la documentación estudiada, no se reflejan
pañuelos y delantales de encaje. El sentido común, nos hace pensar que al menos los
delantales, destinados a proteger el guardapiés, nunca pudieron ser de encaje que tendría
una clara tendencia a engancharse con cualquier cosa y que dejaría pasar los líquidos o
polvos que se derramasen sobre él.

Purificación Llobet, nos da muchos datos sobre el zapato, mientras que Zapater, solo dice
que las medias son blancas y los zapatos escotados y con lazo. La media es de seda
blanca, calada; las solteras la llevan con un bordado hacia la parte del tobillo y,
aunque se usan diferentes dibujos, es lo más común el de un pez de cortas
dimensiones. Zapato escotado, bajo, blanco antes, hoy de color, casi siempre
negro. Al principio del siglo actual se llevaban tacones, siendo curioso y de notar
un dato, y es que, en las zapaterías, se vendían los zapatos sin tacones, y una vez
comprados se llevaban casa del taconero paro que les pusiera los
correspondientes tacones, que eran siempre de madera pintada y variaban los
colores según el capricho de la que había de usarlos. Este oficio de taconero hace
muchos años que se perdió y hoy se compran los zapatos con sus
correspondientes tacones; sin embargo, lo regular es que carezcan de tacón los
zapatos de la labradora. La única que hace referencia a la mantilla, es Llobet, la que nos
dice: Para ir a la iglesia, o en las grandes solemnidades, como es la de pedir los
padres la mano de la prometida de su hijo, asistir a una visita de duelo o la
primera después de haber contraído matrimonio, se usa la mantilla de sarga negra
sarga, antes, con solo un velo por delante, hoy toda ella guarnecido de blonda.

La descripción del tocado, al igual que Llorente, habla de “caragols” colocados sobre las
sienes. Es la única que indica que los dichos caragols, se sujetan con agujas doradas. El
cabello lo llevan peinado en trenzas y recogido en la parte posterior de la cabeza
en forma redonda (rodete, en el país), y en la parte anterior se dejan dos
mechones que recogidos en forma de tirabuzón aplastado y redondo, se prende
con seis o más agujas doradas y cae sobre las sienes. En el rodete llevan una
aguja de oro o plata, de más de una cuarta y un pasador del mismo tamaño, que
encaja en el cañón que forma el cuerpo de la aguja, uno de cuyos extremos tienen,
aguja y pasador, un rosetón del tamaño de una peseta, orlado de perlas y
esmeraldas. En la parte posterior de la cabeza, donde termina el rodete, llevan una
peineta dorada y alta como la antigua peineta de teja.

En su descripción de las arracadas, podemos identificar claramente los barquillos. En cuanto


a la cruz del cuello, joya o placa, nos hace el comentario de su colocación al pecho, por las
casadas y en tiempos anteriores. Hace el comentario de la colocación al cuello del collar
sujeto por un lazo de cintas, como si dicho lazo fuera exclusivo del collar y no de la placa.
Las casadas llevaban antiguamente en el pecho una placa de piedras verdes, si no
podían ser esmeraldas, a modo de alfiler y que formaba parte del regalo que el
novio hacia a su prometida. En las orejas, arracadas (propiamente la arracada
morisca), compuestas de esmeraldas y perlas, y en el cuello collar de perlas con
una o más rastras, según sea la riqueza de la labradora, y sujeto a la parte
posterior del cuello con un broche y un lazo de cinta, que llega hasta la mitad de la
espalda.

Termina su reportaje de indumentaria, con el mismo sentido con que lo inició, indicando que
el vestido descrito no es el usual y que se trata de una recreación ocasional. El abanico es
siempre de varillaje ancho y de nácar o marfil con tela de papel. En los días de
solemnidad llevan en la mano pañuelo blanco de encaje. Sin embargo de que este
característico traje es tan lujoso, el que ordinariamente usan las labradoras es
modesto, pues todo él se compone de percal inclusos el delantal y el pañuelo.

Hay una descripción 1878, debida al médico Juan Bautista Peset y Vidal 72, pero que no tiene
ningún interés, ya que es una copia de la de Zapater, con alguna adición de la de Henry
George O'Shea.

Vestirse para las grandes solemnidades.

Como ya hemos indicado, a partir de aproximadamente 1830, había dejado de vestir a


diario su traje nacional, que sustituía por el de la moda del momento, pero popularizada y
adaptada al modo de vida de las labradoras de todos los lugares del reino. Pero como
advierten Zapater, Llorente y Purificación Llobet, había unas grandes solemnidades en las
que se intentaba recrear el traje nacional. Casi con toda seguridad, que en las poblaciones
de poca entidad, nadie se disfrazaría con un supuesto traje típico, sino que lo lógico, es que

72
Peset y Vidal. J. B. Topografia medica de Valencia y su zona o Apuntes para una medicina practica
valenciana. 1878.
sacasen de las arcas, los restos de viejos trajes que habían pertenecido a sus madres,
abuelas, o bisabuelas, y con ellos hiciesen un mix, que en realidad no correspondería ni a la
época de sus bisabuelas, abuelas, madres o la del momento.

Pero antes de continuar, es esencial que hagamos un repaso de los conceptos de tradicional
y típico. El termino tradicional en la indumentaria, a mi entender, implica que se haya usado
durante varias generaciones, lo que supondría un mínimo de 60 años. Este vestido en el
momento actual, solo puede determinarse mediante el estudio de diversos documentos. El
concepto de típico corresponde a un estereotipo predeterminado y coincidente más bien con
el “cómo nos ven desde fuera”. Es decir como identifican a la valenciana, sin necesidad de
conocer la parte histórica.

El anteriormente mencionado mix de las poblaciones periféricas, intentaría seguir el


concepto de tradicional o nacional, pero indudablemente tendría muchos problemas.
Podemos imaginar a una abuela de 1890, vistiendo a su nieta de 15 años. La madre tendrá
42, y la abuela 69 o 70. Se abre “la Caixa de la roba”… Y sorpresa, hay un guardapiés azul
o verde de hiladillo, la abuela dice que su madre (la bisabuela de la niña), tenía otro muy
lujoso de raso con unas florecillas blancas, pero que convirtieron en un cubrecama cuando
ella se casó en 1845. Y que suerte. Había también un justillo, que con una camisa de
mangas de farolillo, ya daba el efecto que se quería conseguir. Pero…el pañuelo y el
delantal?... Pues no tenemos pañuelo y delantal que hagan juego, pero es muy fácil coger
un trozo de tul y hacerlos bordados de oro, con un dibujo grande y poniéndole unas
lentejuelas, que le darán mucho brillo. Y el aderezo? Como los barquillos de oro y las
agujas, son grandes y pesan mucho, los llevamos a la joyería y seguro que nos los cambian
por unos racimos y agujas de perlas que están más a la moda.

Pues ya tenemos a nuestra labradora de un pueblo de la periferia vestida. Ha resultado


relativamente fácil. Pero ahora vamos a vestir de labradora a la hija de la tienda de
coloniales y ultramarinos que hay junto a los escalones de la Lonja. En la cómoda, nada hay
de labradora, porque siempre han sido tenderos o tejedores. Si la niña quiere vestirse para
la cabalgata de la feria, no vamos a hacerle un traje para solo utilizarlo ese día. Habrá que
ir a la ropería donde alquilan trajes para máscaras y teatro y ver qué es lo que tienen.

En Valencia, también tenemos roperías tan buenas como las de Madrid, está Insa, Pinazo,
Castellote, etc. Ellos tienen incluso para vestir los caballos de las grupas, con vistosos
mantiles y aparatosas cabezadas de seda. Y si el mozo que acompañará a la chica, quiere
puede vestirse hasta de andaluz. Porque no es necesario vestirse a la valenciana, se puede
vestir también al estilo de otras provincias.

Veamos a continuación la descripción que corresponde al año de 1872, publicada para


información de los madrileños y que resulta interesante que conozcamos en su totalidad, ya
que era casi el único acto en que se vestían intentando imitar el antiguo traje nacional. El
día 20 se inauguraron las ferias por medio de la solemne y vistosa cabalgata, que
guardó un orden parecido al del año anterior, y fue tan concurrida y brillante como
aquella. La carrera que había de seguir esta procesión cívica estaba muy
concurrida, pero hubiese tenido más aire de fiesta si sé colgase en los balcones,
como suele hacerse en otras solemnidades. Abrían la marcha batidores de la
Guardia Civil; un heraldo a caballo con el pendón de la ciudad y los timbales del
Ayuntamiento, también a caballo. Seguían ocho grupas dé los cuarteles de la
ciudad y una del pueblo dé Aldaya, precedida de un estandarte que lo indicaba así.
Casi todas estas grupas eran de niños primorosamente vestidos a la antigua,
usanza dé nuestros campesinos. El jurado que ha de distribuir entre las grupas los
premios que indicamos en otro lugar, y qué está formado por los Sres.: Boix,
Montfort, Alapont, Vidal, Gonzalez, Gómez, Martin, Andrés y Fabián, no ha fallado
aun este nuevo juicio de Paris. Tras las grupas marchaba una canoa tripulada por
dos niños y una niña y conducirá sobre un carro, en representación de los
marineros dé las vecinas playas. Seguían los carros de triunfo que suelen llevar en
la cabalgata del Corpus, el asilo municipal, colegio de niños huérfanos de San
Vicente Ferrer, Casa de Beneficencia y hospicio de Nuestra Señora de la
Misericordia; Venían luego los carros alegóricos y carretelas de algunos gremios,
entre los cuales llamaba la atención el de torneros y silleros, que llevaba varias
grupas y un carro tirado por cuatro mulas vistosamente enjaezadas, y en el cual
figuraban los aparatos propios del oficio, lo mismo. Que a él carro de los horneros.
Unos y otros arrojaban al público Objetos propios de su industria. También se
hacía notar el gremio de carpinteros, que había tenido el capricho de presentar en
dos grupas los enanos de la procesión del Corpus, y en la Junta directiva iba en
una lujosa carretela tirada, por seis caballos enjaezados con primor.

La sociedad Floral llevaba también un gran carro adornado dé verdura y flores, con
varias ninfas que arrojaban al público flores, figurando en lugar preferente la
matrona que representaba la agricultura. El Centro Republicano Federal
Instructivo llevaba también un gran carro todo adornado de banderas tricolores , y
los escudos de Barcelona, Mallorca y Valencia, y una joven representaba la
república. Iba precedido este carro de cuatro grupas de niños con traje de
labradores valencianos. El Centro Federativo de Sociedades Cooperativas y Ateneo
de las Clases Obreras, llevaba en una carretela una bandera blanca dedicada al
pueblo más adelantado relativamente en instrucción primaria, y que ya dijimos
haber sido ganada por San Juan de Enova, precedida de ocho reyes de armas a
caballo, iba la roca llamada de Valencia, y después, en carretelas descubiertas,
comisiones del Círculo Valenciano y del Casino. En otra carretela iban los
vergueros de la ciudad, y a continuación las comisiones de la Junta organizadora
de la feria y del Ayuntamiento. En esta comitiva iban algunas músicas, y una de
ellas cerraba la procesión, seguida de un piquete de Guardia civil de caballería.

El aparato de esta procesión cívica ha dejado algo que desear, por falta de aseo en
algunos carros. Las grupas han llamado menos la atención que el año pasado.
Faltaban también músicas en mayor número que amenizasen el acto, y hubiera
sido también de desear mejor orden en el arreglo de la comitiva, que se ha
fraccionado en algunos puntos. Esta numerosa cabalgata recorrió las calles
designadas, y ya anochecía cuando llegó a la Alameda. El año pasado hubo alguna
ceremonia de inauguración en el pabellón de las autoridades; pero este año se ha
prescindido de ello. En el estenso campo de la feria había gran concurrencia; pero
aun no podía lucir la Alameda el hernioso aspecto que presentará, porque se
estaban concluyendo los trabajos de decoración en casi todos los pabellones. Por
esta razón sin dada no pudo completarse tampoco la iluminación. En el puente no
pudieron colocarse los grupos de bolas de cristal!, y se iluminó con los faroles
ordinarios. Lo que presenta mucho mejor aspecto que el año anterior es la
prolongada fila de casetas para la venta, pues en su parte superior corre una
guirnalda de luces qué les da brillante apariencia. No estaba aún colocada la
iluminación de la fuente de las Cuadro Estaciones, la del arco del Sr. Campo,
aunque a primera hora no se había encendido, debía ensayarse más tarde. En casi
todos los pabellones se estaba trabajando con precipitación. En el de Nuestra
Señora de los Desamparados se colocaban los objetos para la rifa, la cual debe de
comenzar esta tarde, y en la de los Amigos del País habían colocarse también
anoche los cuadros, de modo que hoy mismo quedará abierta la Exposición. En la
tienda del Centro Republicano se veía dispuesta una estensa mesa para más de
sesenta cubiertos. Parece que anoche mismo debían tener allí una comida las
personas más importantes del partido.

Él magnífico aspecto que presentan las tiendas de pabellones construidos por las
varias sociedades, muy superiores a las que tanto llamaron la atención el año
pasado, hace esperar que la feria, cuando todo esté concluido é ultimado, Oir toca
un aspecto grandioso y sorprendente. También han mejorado mucho éste año los
cafés y horchaterías establecidos al aire libre con bonitos kioskos, que ya se veían
anoche muy concurridos. La luna, que se levantaba serena y luminosa en el
despejado horizonte, no era anoche el menor atractivo de este último paseo. En el
interior de la ciudad se inaugura también anoche el nuevo alumbrado del mercado,
cuya estensa plaza queda perfectamente iluminada, pues se han añadido treinta
faroles a los que ya había. También se encendieron por vez primera los hermosos
candelabros de la plaza de la Libertad. Algunos edificios públicos estaban
iluminados y algunas tiendas. El gobierno de la provincia y la casa municipal
hacían este alarde de fiesta.

A última hora estaban anoche ya perfectamente iluminados los pabellones del


Círculo, Casino y Centro Republicano, notándose bastante concurrencia en ellos.
En el arco del Sr. Campo se había encendido la iluminación, cuyo magnífico
aspecto no se habrá olvidará. Ayer aún no se veía grande animación de forasteros
en Valencia, pero ya comenzaban a venir trenes cargados de veraneantes. Por la
mañana llega uno de los trenes económicos de Madrid con 853 pasajeros. También
en él tren correó y en los demás vinieron llenos los coches. La concurrencia mayor
será sin duda en los días de los toros73.

73
La Época (Madrid). 23/7/1872, n.º 7.252, pá gina 1. La feria de Valencia.
Una grupa vestida a la valenciana.

Dentro de los actos de la misma Feria de Julio, había uno en el que también se
acostumbraba a acudir disfrazados a la valenciana o a la andaluza, era les Corregudes de
Joies. Aportamos a continuación una crónica de la del año 1900. Ayer continuaron los
festejos de esta capital con creciente animación. Tanto por las líneas férreas como
por la marítima han llegado muchos forasteros. En el vapor Sitjes, quo procedía de
Argel, han venido muchos argelinos con sus clásicos trajes, que llaman la
atención. El programa del día se ha cumplido en todas sus partes. A las seis de la
mañana se disparó una traca en la Bajada de San Francisco, a las ocho hubo
reparto de limosnas a los pobres, y a las doce suelta de palomas mensajeras en la
calle de Flasaders. Por la tarde se celebraron las carrerea de joies en el Paseo de
la Alameda. La comitiva se componía de gran número do grupas con el traje
característico del país y algunos andaluces, todos los dulzaineros de la provincia,
la banda de música y cuatro carreristas montando briosas jacas, para disputarse la
joya (premio). También estaba el picador Badila con lujoso traje cordobés,
montando un hermoso caballo. La comitiva recorrió las principales calles hasta la
Alameda, siendo obsequiados todos los que la componían con un espléndido
refresco en el pabellón levantado por el Ateneo Mercantil. Cerca de las ocho de la
noche empezaron las carreras, suspendiéndose al poco rato. El Jurado ha
adjudicado los premios a las grupas. El primer premio lo ha obtenido la grupa de
Catarroia, el segundo la do Paterna, y el tercero la de la huerta de Valencia.
Consisten los premios en mantones de Manila. Se han distribuido otros premios de
menor importancia. El premio de la carrera lo ha alcanzado Francisco Blanch, del
camino del Grao74.

Una grupa vestida a la andaluza.

Con motivo de la Exposición de 1909, se celebró el primer Concurso de Belleza de


Valencia. El Certamen obtuvo un éxito bien acusado. A pesar de que algunos lo
miraron con cierta prevención, acudieron a él un centenar de espléndidas
muchachas, de las cuales el Jurado eligió finalistas a las seis siguientes bellísimas
señoritas: Rosa de la Figuera y de la Cerda, Joaquina Saavedra Fontes, ambas
pertenecientes a la aristocracia; Angeles Soler y Miguel, Rosita Rodrigo Gómez y
Soledad Crístelly, de la clase media, y a Inés Sanchís Más, magnífica huertana
nacida en Aldaya y por cuya exaltación al reinado entablaron estruendosas
74
La Época (Madrid. 1849). 23/7/1900, n.º 18.003, página 2. Las ferias de Valencia.
querellas los elementos populares. Inés Sanchís es el tipo de las hermosuras de la
huerta. Desde el terruño ha ascendido al trono de la belleza, y en cuanto acaben
los homenajes a estas reinas del encanto físico, volverá a su barraca sombreada
de naranjos75. Como suele ocurrir en este tipo de crónicas sobre festejos y también sobre
el vestido, se decían inexactitudes. Nunca en Aldaya han existido barracas y por aquellos
años, tampoco había naranjos. Las seis finalistas, fueron obsequiadas con trajes de
labradora, que habían sido confeccionados por una de las roperías de Valencia, según
palabras de la propia Inés Sanchis.

Inés Sanchis Mas.

Inés Sanchis, volvió a participar al año siguiente en el concurso de grupas, en esta ocasión
acompañada por José Ferrandis. Recogemos a continuación la crónica y fotografía del
evento. El mismo día se celebraron el concurso de grupas y la carrera de joyas.
Figuraban en el primero 33 parejas, riquísimamente ataviadas al estilo regional
del país, con admirable propiedad. Las jóvenes que iban a la grupa, eran de belleza
digna de la fama que de serlo tienen las valencianas en España entera, y los
vistosos colores de los trajes de los jinetes armonizaban gallardamente con las

75
Hojas selectas. 1/1909, n.º 85, pá gina 768.
mantas y jaezes de las cabalgaduras en indescriptible conjunto que avaloraban los
radiantes esplendores del sol levantino. Numeroso público presenció este típico y
culto festejo, aplaudiendo con entusiasmo a las grupas premiadas, que desfilaron
por el paseo de la Alameda. Una de las grupas que más llamaron la atención fue la
formada por Inés Sanchís y José Ferrándis, que obtuvieron el segundo premio.
También lograron muchos aplausos las grupas de Torrente y Aldaya. El primer
premio fue concedido a la pareja María Fuster y Francisco Castellote, de Torrente,
y el tercero a la de Dolores Sanchís y Ricardo Llácer, de Aldaya 76.

La grupa de Inés Sanchis Mas y José Ferrandis de Aldaya.

76
Hojas selectas. 9/1910, n.º 105, pá gina 79.
Veinte años después, en 1920, otra belleza valenciana, Pepita Samper, tuvo la ocasión
de lucir el por entonces llamado traje regional. Pepita Samper, dice que ha recibido
innumerables regalos y muchas flores. El más importante ha sido el de El Mercantil
Valenciano: un traje regional, confeccionado con arreglo a los modelos dibujados
por cinco artistas valencianos. Es maravilloso. Ha costado varios miles de pesetas.
Se lo pondrá para ir al baile de la Opera 77. El traje de Pepita Samper, como se puede
ver por todas las noticias de la época, fue recreación de los pintores valencianos, y la
elección de la tela, correspondía a la puesta en valor de los espolines valencianos, que ya
iban en decadencia. Nada tuvo que ver con la tradición de su uso en el vestido. LA
SEÑORITA ESPAÑA. El certamen de belleza celebrado en Madrid, y la consiguiente
designación de la valenciana Pepita Samper, es suceso que ha conmovido a
nuestro público y le ha hecho saltar de satisfacción. Valencia le ha tributado un
magno recibimiento. No hemos sido sólo los varones los que hemos acudido a
77
El Liberal (Madrid. 1879). 2/2/1929.
festejar a nuestra bella reina de la hermosura: han sido las señoras y señoritas de
todas las clases sociales las que se han personado en el agasajo para proclamar
que se consideran dignamente representadas por la gentil y virtuosa Pepita. Y
luego, se ha mostrado tan valenciana, que apenas conocido su deseo de
presentarse en París vestida con el típico traje de la región, todos se han
apresurado a complacerla brindándola riquísimas telas que sean digno
complemento de su belleza y adorno preciado de su valencianismo. Se trata de un
brocatel lo que ha de ser su traje, que hoy apenas se fabrica. El número de
operarios que hoy está dedicado a confeccionar esa clase de tejidos, labor de
pacientísima inteligencia, va quedando cada día más reducido; hoy apenas lo
forman siete u ocho trabajadores, resto de los esplendores de nuestra industria
sedera, de fama universal; el más joven de ese núcleo ha rebasado ya los sesenta
años: si Dios no lo remedia, no se tardará muchos años en que desaparezca ese
brocatel maravilloso que solo en casos excepcionales como éste se compra; y claro
es, fabricarlo no resulta negocio. Nos satisface el triunfo proporcionado a la mujer
valenciana por esa señorita, cuya belleza corporal es digno relicario de sus
virtudes, por las cuales es también representante digna de la mujer española.
Vicente Badia78

Historiografía de la indumentaria valenciana.

Como hemos visto en las páginas anteriores, nos encontramos con dos trajes diferenciados,
sobre los que debemos recapitular.

Uno es el que debemos llamar Traje Nacional, que a su vez es tradicional e histórico. Este
traje, es el que es, está sujeto totalmente a su historia, no puede variarse con modas
impuestas en la actualidad. Los únicos cambios posibles, son los que determinen las
investigaciones que se realicen sobre él.

El investigador indumentarista, debe estudiarlo con todos los medios a su alcance y


demostrar su vigencia, no vale el divulgar datos de archivo, si después no se hace la debida
interpretación de ellos. Por desgracia para la indumentaria valenciana, es algo que ha
llegado a pasar. Existen publicaciones cuyo título nos dirige a pensar que se trata de
estudios formalmente realizados, sobre indumentaria tradicional valenciana, cuando en
realidad solo pretenden acercar al lector, hacia un traje a gusto del autor. Como ejemplo,
podríamos decir que se han escrito estudios con numerosos cromos con guardapieses de
espolín, y en ningún momento se ha aportado documentación de que se utilizase, ni
siquiera entre las labradoras ricas.

La investigación concreta, sobre la indumentaria valenciana era escasísima y mal orientada.


El primer trabajo de archivo fue el realizado por Josep Vicent Amorós i Barra, músico y
especialmente, numismático. Hijo del prestigioso músico agullentino Amancio Amorós. El
trabajo de Amorós, se encuadró dentro de su tesis doctoral y fue dirigida por don Roque
Chabás y Manuel Ferrandis Irles; se limitó a vaciar unos pocos inventarios de los notarios

78
El Imparcial (Madrid. 1867). 3/2/1929.
Miquel Villafarta y Damiá Burgal. Del trabajo solo se publicaron una especie de fichas, que
hemos llamado “Papeletas de Amorós” y que comentaré a continuación, ya que en realidad
solo han servido como base para que otros autores posteriores divulgaran sus errores.

De todos estos errores, el más relevante, es el que corresponde al término coteta. Amorós,
se armó tal lio con sus fichas manuscritas, que no se aclaró en el momento de publicarlas.
Como esta cita ha tenido tan gran repercusión, quiero “desfacer el entuerto”, de una vez,
para que no siga mareando a nadie. A continuación, pongo la imagen de la ficha publicada
por Amorós, que como se podrá observar no es muy extensa (lo mismo ocurre con todas las
demás).

En principio aclararemos que el protocolo de Burgal, es el nº 344 del A.R.V. El inventario de


4 de enero de 1501, corresponde al de los bienes del tejedor Pere Galduf, y dice
exactamente: “una quoteta de criatura de estopa”. Nada que ver con lo que dice Amorós.
En cambio en un inventario de 20 de diciembre de 1500, se referencia: “una coteta burella
de sa color, sense manigues”, que de suponer que es a la que se refiere. Lo peor del
asunto, es que al desconocer totalmente la indumentaria histórica, busca en el diccionario
de la RAE, de 1729, y al no encontrar la entrada “coteta”, la asimila a cotilla, sin pensar
siquiera que coteta es un diminutivo valenciano de cota, que es una especie de túnica con
mangas independientes, que llevaban los niños y mujeres, y los hombres para la guerra.

Algo que tampoco hizo Amorós, fue el comprobar que con posterioridad al inventario de
1500, se realizó almoneda de dichos bienes, y que en lugar de coteta, se referencia como
gonella. Así pues, esto es lo ocurrido con la pretendida cotilla de 1501, que tan cacareada
ha estado por algún supuesto indumentarista. En este defecto, cayeron Martínez Aloy 79 y
Joan Amades80, que publicaron sendas descripciones del traje de los valencianos, pero sin
aportar ninguna documentación de archivo. Este tipo de error, lo encontramos
habitualmente en auto titulados investigadores dedicados a la confección del traje fallero y
que intentan asimilar al traje histórico.

Veamos el caso reciente de uno de estos Indumentaristas, que interpretando la descripción


de Cavanilles, toma la palabra “capotet”. Dice Cavanilles: En los días de fiesta añaden
una chupita corta, de seda, filadiz, u otra tela decente que llaman capotet
(casaquilla corta)81. Hagamos la observación, de que Cavanilles en realidad, solo está
hablando de que los labradores valencianos, dan el nombre de “capotet” a la chupa o
casaquilla corta, aunque en realidad no sea un capotillo. A partir de aquí, nuestro
investigador, se dirige al diccionario de la RAE y busca la entrada “capotillo”; al encontrarse
con varias entradas, elige sin ningún criterio la que más le gusta, la de “capotillo de dos
haldas o faldas”, en la que se aclara: Casaquilla hueca abierta por los costados hasta
abaxo, de forma que viene a quedar como en dos mitades, por estar cerrada por
delante, con su abertura para meterla por la cabeza. Tiene mangas bobas que se
dexan caer a la espalda cuando se quiere, por estar abiertas por debaxo del
sobaco82. Si nuestro investigador, se hubiese detenido un mínimo en la lectura, se habría
dado cuenta de que en otra de las entradas, le indica que el capotillo de dos faldas, es con
la misma hechura que el sambenito de la Inquisición. En la fotografía que adjuntamos,
podemos ver un capotillo de dos faldas.

Tal vez lo peor viene cuando el investigador, asimila este capotillo de dos faldas a las varias
casaquillas que la ropería Insa, tenía para vestir a los alcaldes de cuadros costumbristas,
propiciando así la confusión total. Jesús ya nos advirtió que vendrían falsos maestros y falsos
profetas, e intentarían engañar aún a los elegidos (Evangelio de Mateo). La mejor defensa que
puedes tener contra la falsedad y los falsos maestros es conocer la verdad. Para descubrir lo falso,
estudia lo verdadero (Evangelio de Timoteo).

79
Geografia general del Reino de Valencia;dirigida por Francisco Carreras y Candi. Tomo II. Provincia de Valencia.
Tip Atlas Geografico. Barcelona. 1820-1827.
80
Arte popular / Indumentaria tradicional por Juan Amades. La Neotipia - Barcelona 1939.
81
Cavanilles Palop. Antonio Josef. Observaciones sobre la historia natural, geografia, agricultura población y frutos
del Reyno de Valencia. De orden superior, en Madrid, en la Imprenta Real. Año de 1795
82
Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad,
con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua [...].
Compuesto por la Real Academia Española. Tomo segundo. Que contiene la letra C. Madrid . Imprenta de Francisco
del Hierro.1729.
Dibujo de Manuel de la Cruz Vázquez.
Después de Amorós, transcurren 75 años, en los que nadie busca en los archivos
documentación sobre indumentaria, ni se publica nada basado en dicha documentación.

A finales de la década de 1970, el grupo de baile Alimara, con cierto afán investigador y con
la intención de dar más variedad a su vestuario, realiza una exposición de ropa,
principalmente bajada desde la Serranía. Esta iniciativa de enriquecer el encasillado
repertorio de trajes que había establecido en su momento la Sección Femenina de Falange,
pronto fue secundada por el grupo de Lo Rat Penat y después gradualmente por el resto de
grupos de baile. Es en el año 1982, cuando con motivo de la competición deportiva “Gol y al
Mundial-82, se realiza una nueva exposición en el crucero del antiguo Hospital General, en
la que participan Victoria Liceras, Francisco Zanón, Fermín Pardo y Vicent Ferrandis. De esta
reunión, surge la idea de formar una asociación para el estudio de la indumentaria
valenciana.

La Asociación Valenciana de Indumentaristas – AVI, se creó con sus principales puntos


fundacionales de:

- Aglutinar a las personas que estaban realizando trabajos de investigación documentados


en el tema indumentaria.

- Divulgar por cualquier medio (publicaciones, exposiciones, charlas y otros medios audio-
visuales) los conceptos básicos y los avances de investigación que se produjeran en el
campo de la indumentaria.

- Situar la indumentaria tradicional al nivel de que por derecho, le correspondía, es decir de


disciplina dentro de la historia.

- Que la AVI, fuese el único organismo capaz de determinar cuál era la indumentaria
tradicional valenciana y la utilización del término “indumentarista”. Teniendo en cuenta que
el término indumentaria según la RAE, es la historia del traje, solo es indumentarista el
historiador del traje y no el que lo confecciona, que debe limitarse a modista y sastre o
alfayate, que son sus nombres específicos de siempre.

Los miembros de la AVI, han realizado investigaciones en diversos archivos. Francisco


Zanón en el Archivo del Reino y en el de Gandía; Fermín Pardo en el de Requena; Victoria
Liceras en el de Biar; y yo en los del Reino de Valencia, Colegio del Patriarca, de Murcia,
Jaén, Albacete y Onteniente. Según los estudios realizados por los miembros de la AVI y
otros investigadores, que aún no forman parte de ella, se ha llegado a la determinación de
un Traje Nacional.

Del Traje Nacional al Traje de Labradora y al de Fallera.

Ya Cavanilles, en varias ocasiones utiliza el termino Nacional, que por cierto, es el que
utilizan mayoritariamente los que hablan del traje de los antiguos reinos de España. El
termino Nacional, designa a todo lo que es propio de un país o es natural de él. Nacional, no
excluye a tradicional, que es lo que se transmite de una generación a otra. El termino
tradicional, no fue aceptado por la RAE hasta 1843. Otros nombres como típico, fue
aceptado en 1853 y regional, que aunque se registra a partir de 1803, toma valor después
de la división territorial de España en regiones y provincias de 1833.

Con referencia a la indumentaria, hemos de reconocer, que el traje valenciano,


especialmente el del hombre, no se circunscribe exclusivamente al territorio del antiguo
Reino de Valencia, sino que abarca aproximadamente los territorios que fueron las antiguas
coras de Sharq al-Andalus: Tudmir, Balansya, Turtusha, Elvira y Pechina. Estos territorios,
fueron los dominados por Abú Abd Al·lah Muhámmad ibn Sa`d ibn Muhámmad ibn Áhmad
ibn Mardaniš al-Ŷudhamí, nacido en Peñiscola y llamado por los cristianos el Rey Lobo. Pero
de esto ya hablaremos en otro artículo de características parecidas a este, pero con la
indumentaria masculina.
Describiremos ahora de manera muy escueta, el aspecto general de lo que debe
considerarse Traje Nacional de la Valenciana. Lo haremos más bien ilustrándolo con algunas
fotografías ya que los documentos ya se han presentado en páginas precedentes. En
posteriores trabajos, iré publicando pieza por pieza trabajos monográficos, de todas las que
se compone.
A finales del siglo XVIII, se acentuó un movimiento artístico, más bien pictórico que
literario, al que deberíamos llamar “pintoresquismo”. Es pintoresco todo lo que merece ser
pintado o descrito, por su singularidad, originalidad, diferencia, variedad o incluso
extravagancia. Dentro de este movimiento artístico, encuadraría las colecciones de
estampas representando las diferencias en el vestido de diferentes grupos sociales. Estarían
pues, Cano y Olmedilla, Rodríguez, Ribelles o Gamborino. También lo hicieron los
extranjeros que visitaron España como John Phillip, Pharamond Blanchard, Giuseppe Canella
en cuyos cuadros nunca falta algún personaje valenciano.

Giuseppe Canella. A la puerta de una venta de camino.

La Revolución Industrial produjo un fuerte éxodo de la población del campo hacia las
ciudades, y en estas un enriquecimiento de las clases burguesas. Este progresivo abandono
del campo, hace que los artistas vean con nostalgia como se van perdiendo costumbres
ancestrales, e intentan recuperarlas plasmándolas en su obra artística, en literatura, en la
pintura, etc. La verdad es que entre los artistas este movimiento llamado costumbrismo,
tiene más de juego y entretenimiento que de propuesta científica. No podemos decir que
sean sociólogos, etnógrafos o historiadores.
El costumbrismo literario, que podríamos considerar continuador del casticismo y
pintoresquismo del final del siglo XVIII, podríamos decir que arranca con Mesoneros
Romano en 1935, con Serafín Estébanez Calderón y Mariano José de Larra. El pictórico con
José Elbo y Leonardo Alenza, representantes de la escuela madrileña; Manuel Cabral
Bejarano y Joaquín Dominguez Bequer en la andaluza; Bernardo Ferrandis en la valenciana;
Los costumbristas, intentaban transmitir con su obra las fuertes características de nuestra
nación, evidenciándola a través de costumbres y manera de vestir, amenazadas por las
verdaderas condiciones sociales del momento, que cambiaban a un ritmo galopante.

Fueron precisamente estos costumbristas, los que crearon el llamado Traje de Labradora. La
denominación de Traje de Labradora, no era algo nuevo, desde antiguo cuando se pretendía
significar algo pasado de moda o rustico, se utilizaba el término labradora. Ya en 1564, la
reina Isabel de Valois, encabezó una cuadrilla de damas “a uso de aldea, con muchas
manillas de plata y sartas de corales a las gargantas, con sus patenas grandes y capillos,
como labradoras”83, dentro de una mascarada en el Alcazar de Madrid. Como vemos el
vestirse de labradora para mascaras es algo muy antiguo. Labradora, venia pues a significar
“al uso de aldea”. Podríamos decir con toda tranquilidad, de que el término era más bien
peyorativo. Mientras que los artistas que he llamado “Pintoresquistas”, solían pintar
personajes de distintas naciones formando una escena, los “Costumbristas” formaban la
escena alrededor de una costumbre.

Cuando los literatos y pintores costumbristas valencianos, crearon el traje de labradora, lo


tuvieron relativamente fácil, tenían el ya existente disfraz para máscaras, de reconocido
prestigio entre todos los utilizados para este fin. En realidad, solo había que mantenerlo y
darle un aspecto más rico. Como antes ya habíamos indicado el de máscaras debía de
hacerse con las telas baratas permitidas, pero ahora, se trataba de un traje que nos debía
de identificar, no en las máscaras, sino ante todo el mundo. Se estaba creando lo que ya
todos conocían por Traje Regional, y no se podía permitir el que resultase pobre.

Lógicamente la fama de los tejidos valencianos labrados debió de influir en la idea de estos
artistas, que como ya hemos dicho con anterioridad, poco les preocupaba la investigación
etnográfica, siendo para ellos más importante la vistosidad que la legitimidad.

En el año de 1925, se produce una magna exposición que asegura definitivamente el


concepto de Traje Regional. Hacía mas de tres años, que la duquesa de Parcent, Dª Trinidad
von Scholzs Hermendorff, había concebido la idea de celebrar una Exposición de trajes españoles.
Según ella: Pretendíase salvar un espléndido tesoro, amenazado de muerte por las
imperiosas necesidades que trae consigo la vida moderna con su sentido
igualitario. Restos castizos de la indumentaria española, iban camino de
extinguirse, suplantados por la uniformidad enemiga del arte, del buen gusto y del
arraigo histórico. La Exposición, celebrada en 1925 en el Palacio de Bibliotecas y Museos
de Madrid, fue un evento notable que reunió en su Comité organizador a un amplio espectro
de la intelectualidad española, de la nobleza y de la politica, y cuya ambientación
museográfica contó con la colaboración de prestigiosos artistas del momento, entre los que
se encontraban los valencianos Benlliure, Ramón Cabrelles, Vicente Benedito y Manuel
Escrivá de Romaní y de la Quintana (Conde de Casal y marqués de Alginet). Al parecer
entre estos y la marquesa de Benicarló doña Emilia Fontanals y Pujals, manejaron todo lo
relativo a Valencia. De todo el territorio español, se reunieron 348 trajes completos, 3914
prendas y elementos textiles, 668 fotografías y 237 acuarelas. La prensa de todo el país
Relación de las máscaras celebradas en el Alcázar de Madrid el 5 de enero de 1564, día de Reyes, Boletín Real
83

Academia de la Historia. Colec. Salazar, sign. L. 1.


bombardeó constantemente al publico, consiguiendo que el éxito fuese total y el concepto
de Traje Regional, quedase definitivamente fijado. Ya en el discurso inaugural el conde de
Romanones planteó la idea de convertir la exposición temporal en un Museo del Traje
permanente.

La instalación de Valencia, fue la mas suntuosa de todas. Fingía una estancia o estudi de
una alquería, donde moraban acomodados hacendados; estaban vistiendo a la novia para
su casamiento y como un poco independiente de la escena y como a la puerta de la
alquería, el joven labrador, conduce, montada a la grupa del caballo, a la novia. La ropa
seleccionada y gestionada por los asesores, vendría de Valencia, procedente de roperías,
amistades de los artistas y muy probablemente de las de la marquesa de Benicarló. Esta
ropa, o al menos parte de ella, quedó depositada en Madrid, con lo que se formaría en
1935, el Museo del Pueblo Español.

El pabellón valenciano de la Exposición del Traje Regional de 1925.

El Museo del Pueblo Español, era un tema pendiente de la Republica, como se indica en el
decreto fundacional: Cumple el Gobierno con la deuda cultural y política contraída por
la República con el «Pueblo Español», que no tiene, por excepción única en
Europa, Museo adecuado que recoja las obras, actividades y datos del saber, del
sentir y el actuar de la masa anónima popular, perdurable y sostenedora, a través
del tiempo, de la estirpe y tradición nacionales, en sus variadas manifestaciones
regionales y locales en que la raza y el pueblo, como elemento espiritual y físico,
han ido formando nuestra personalidad étnica cultural. Un Museo y Archivo, en el
cual se salve lo que hoy subsiste de los productos del hacer con el saber y el sentir
del pueblo en sus manifestaciones de la Etnografía, el Folklore y las Artes
populares; un Museo laboratorio y seminario, en el que se estudie, por e! fecundo
método etnográfico contemporáneo, lo que aislada y estérilmente se analizaba por
la observación artística meramente descriptiva; …84 En referencia a los fondos de
indumentaria, quedan aclarados en el articulo 2.1, en el que se indica: Los objetos de
todas las clases, que figuran en los fondos del Museo del Traje Regional e
Historico, ingresados por compra, donación o deposito. Como director del Museo, se
había nombrado en 1934, a Luis de Hoyos Saiz85 y como Presidente del Patronato a
Gregorio Marañón y Posadillo. Entre otros cargos, figuraron los valencianos José Ferrandis
Torres, Manuel Gonzalez Martí, Antonio Michavilla Vila y Francisca Vela.

Aunque la línea de investigación propuesta por el Museo, era mas científica, que la que con
posterioridad propuso la SF, y que veremos mas adelante, tenía los mismos defectos, como
eran la regionalidad, provincialidad, comarcalidad, localidad, estacionalidad, eventos, etc.
En realidad las líneas, eran las herederas de los criterios seguidos en la exposición de 1925.
Esto era lógico, ya que Luis de Hoyos, dirigió los dos eventos. Veamos los siete puntos
sobre los que debía basarse la recuperación y catalogación:

1.º - Trajes completos, o también las prendas que los constituyen, en sus
modalidades comarcanas o locales, o en sus diversos tipos de diario de fiesta, y de
gala, así como los referentes a estados de soltera, de casado y de viudez.
2.°—En cuanto a los trajes Je niño, no han de ser meras reducciones de los áe
adultos, sino ios propias de cristianar y los usados dentro de la primera infancia.
3.0—Trajes de oficios y profesiones: de labrador, de pastor, de marinero, de
trajinante, de arriero, etc.
4.0—Ejemplares de trajes Itinerarios de mortajas, verdaderamente típicos por
reflejar hábitos y costumbre del mas rancio abolengo.
5.0 Los sombreros, las gorras. las capuchas, los pañuelos, las mantillas, las tocas,
las cofias y cuantas suertes de cubiertas de cabeza completan el traje. Adornos del
tocado, como peinetas, cintas, prendidos, etc. Documentados con fotografías de
peinado.
6.°— Calzado en todas sus formas y materiales cuero, pellejo, madera, esparto,
cáñamo y los aditamentos protectores de pie y pierna (zahones, peales, abarcas,
etc..)
7.0—Los sobrepuestos, coberturas y adornos usados con los trajes, incluso joyas 86.

Los trabajos de investigación del Museo, quedaron impresos en los Anales, pero hay que
recordar que todos parecen ir en la dirección de mantener la línea de los llamados Trajes
Regionales, en realidad, la política les marcaba la línea a seguir, al igual que posteriormente
lo hizo el franquismo, a través de la SF.

84
Anales del Museo del Pueblo Español. T 1º. Cuadernos 1 y 2. Republica Española. Ministerio de Instrucción
Publica y Bellas Artes. Madrid. Plaza de los Ministerios, nº 9. Año 1935. Calameo. Museo del Traje.
85
Gaceta de Madrid de 5 de septiembre de 1934 y Boletín Oficial del dia 20.
86
Circular General y cuestionario para la recogida de objetos del Museo del Pueblo Español.
Tocados de Valencia y de Almeria. Publicados por Nieves de Hoyos Sancho, en 1935.

Lo cierto que cuando yo tuve la ocasión de ver los fondos que aun se conservan en los
armarios del actual Museo del Traje de Madrid, se observa que allí hay mezcla de prendas
de utilización cotidiana, con las que son claramente de disfraz. Algo que por el momento no
sabemos, es la posibilidad de que una vez terminada la exposición, parte de la ropa volviese
a Valencia, a casa de los propietarios. Entre las prendas que se quedaron en Madrid,
podemos ver algún guardapiés azul y otras prendas interesantes que no fueron exhibidas en
el evento. Entre las de disfraz, me consta que hubo una donación del pintor valenciano
Manuel Moreno Gimeno, pero que no he podido saber en que consistía, aunque se podría
pensar que fuese algún traje de fallera.
Pintura de Manuel Moreno Gimeno.
Las valencianas, vestidas a la labradora que conocemos en fotografías, suelen mezclar
prendas antiguas con las de disfraz. En la fotografía que reproducimos a continuación,
podemos observar que lleva un guardapiés antiguo de damasco y guarnición metálica, a la
que le falta un trozo. El justillo, aunque no se le ve, cabría pensar que también seria
antiguo, en cambio todo el resto de los componentes, a excepción del zapato, son nuevos.
Fácilmente podemos observar lo groseros bordados y deshilados del pañuelo del cuello y
delantal, si los comparamos con los del pico de un pañuelo antiguo que hemos incorporado
en una esquina superior de la fotografía. Otro detalle interesante, son los ataderos del
collar, colocado sobre la espalda y el del delantal, que no es de cintería, ni forma conjunto
con el del collar.
En la siguiente fotografía, vemos a dos jóvenes valencianas con jubón de manga larga y
guardapiés de seda labrada. Los trajes deben ser de ropería, hechos para alquilar en la
ocasión de fotografiarse, ya que se advierte que los pañuelos del cuello y delantales, son
iguales los de ambas jóvenes. Resulta curioso ver como a pesar de que son guardapies de
disfraz, se continúa manteniendo el detalle de la guarnición metálica a la parte inferior. De
esta misma sesión fotográfica, existen otras fotografías con el mismo traje. Como vemos
aun en esta fotografía, no se han incorporado las lazadas bordeando el escote y los
ataderos del delantal.
A partir de 1930, las Falleras Mayores de Valencia, comenzaron a vestir con cierta asiduidad
el traje que nuestros costumbristas habían reelaborado como traje de Labradora. En los
primeros años, solo algunas falleras mayores vestían de valenciana. La mayoría de las
falleras mayores, que en realidad se llamaban Reinas Falleras, solían ir con trajes mas bien
propios de salón, o incluso con otras extrañas combinaciones. A continuación un grupo de
falleras del año 1930.
Las niñas, no solían vestirse ninguna.

Falleras infantiles de la falla de la Plaza del Carmen. 1930.


La fallera mayor del año 1931, se permitió llevar cola y un largo exagerado en su traje
En el año 1934, aun no se llevaban las lazadas de raso, esta moda parece ser que se
instaló unos 10 años después, a partir de 1945. Lo que si que se precia en la fotografía de
Amparo Albors Serrano, es que tanto el peine, como el resto del aderezo, son de pura
chatarrería, a pesar de tratarse de toda una fallera mayor de Valencia. Lo que viene a
indicar el poco interés en aquel momento, de vestir con propiedad.
Terminada la Guerra Civil, la sección de Coros y Danzas de España de la S: F. de Falange,
hizo del folclore, utilización con fines políticos e ideológicos, tanto en el interior del territorio
español, como en el exterior. Los trajes regionales fueron uno de los elementos mas
utilizados por la dictadura en este sentido. Partiendo de la idea de que los llamados trajes
regionales españoles habían funcionado ya desde antes de la contienda, se preocuparon de
mantener ese sentido de tradición tan presente en las bases ideológicas del franquismo.
Había que “reconstruir la Patria”. El folclore, especialmente el traje, se constituye como el
principal elemento legitimador de tradición, ye era pues, regional y tradicional. El folclore,
se convierte en la forma mas emotiva de crear esa sensación de identidad de una
determinada región o incluso provincia. Era esencial convertir el regionalismo o
provincialismo en un simple elemento estético y emocional, dirigido desde el centralismo del
régimen, evitando que volviese a resurgir la diversidad de los antiguos reinos de España
que unificaron los Reyes Catolicos.

Era necesario el tópico de la variedad de formas de cultura tradicional que convivían en


España; así, los vascos debían vestir de vascos, cantar en vasco y los catalanes, gallegos,
valencianos, lo mismo. En realidad, el fin, es identificar la tradición con los conceptos de
regional, provincial o del país. Estos tres términos solo identifican a la tradición como propia
de un soporte geográfico, pero niegan, o al menos no proponen, un sentido de nación. Sí
pues, el folclorismo regional, servía para negar y minorar un posible conflicto cultural entre
las distintas nacionalidades de España. La verdad, es que los catalanes, respecto a los
valencianos, continúan utilizando esta misma estrategia, llamando Pais Valenciano, incluso
en unos supuestos Paises Catalanes, a lo que fue un reino totalmente independiente de
Aragón y Cataluña. Además, sin tener para nada en cuenta nuestra raíces y costumbres,
claramente propias del Sharq Al-andalus y dándole la mayor importancia al aspecto
linguistico, de que en una parte del territorio, se habla una variante del occitano,
establecido como lengua oficial por el occitano Jaime I de Aragón.

Los asesores de la campaña, fueron los folcloristas de prestigio del momento, el músico
valenciano Rafael Benedito Vives, el recopilador Manuel Garcia Matos y Ramón Menendez
Pidal. Sobre sus propuestas, se establecieron las bases, para dar forma al proyecto, en el
que se incluían como esenciales la indumentaria, el canto y el baile. La finalidad parecía
estar centrada especialmente, en producir tipismos locales, atomizando al máximo las
diferencias existentes de un pueblo a otro. No se contentaron con un traje por cada pueblo,
se crearon en muchos pueblos tajes de fiesta, de trabajo, de casada, de doncella, de
verano, de invierno y otras variantes. Lo que se hacía, era recuperar del pueblo, y dirigido
desde arriba, devolverla de nuevo al pueblo. El proceso, se afianzó definitivamente con el
establecimiento del concurso de Coros y Danzas, se inició el 27 de febrero de 1942 y se
mantuvo hasta 1976.

La recogida de la información, la instrucción y homologación de lo recogido, y trasladado a


las fichas, para enviar a la Regiduría Central de Cultura en Madrid, dependía de unas
normas y unas técnicas que no tenían nada que ver con el mantenimiento de las
costumbres y los estilos tradicionales de tipo local. La indeterminación en la recogida de los
datos, por un lado, y, por otro, la posterior homologación de las a patrones estandarizados
era la norma, además de que los recopiladores eran amateurs y con pocos medios tecnicos.
Con todo esto, quedo definitivamente fijado el Traje Regional y un sinnúmero de trajes
locales, cuyas variaciones obedecían a apreciaciones de los recopiladores. Lo peor del
asunto, es que pasados 75 años, algunos investigadores, aún continúan creyendo en estos
trajes localistas.
Tanto a la hora de recopilar folclore musical como indumentaria, fueron los problemas
morales que tenía la SF. Con referencia a los cantos, fueron eliminados o cambiados, todos
aquellos que tenían algún sentido anticlerical o antirreligioso. Los bailes solo podían ser
interpretados por mujeres, incluso en los papeles de los hombres. Las mujeres no podían ir
sin los pantaloncillos llamados pololos y en el caso de las valencianas, fueron cuestionados
los escotes y largos de mangas. Además la SF, dividió en dos facciones el traje Regional, de
“ribera” y de “montaña”. El Archivo de Indumentaria de la Sección Femenina, de toda
España, se situó en la delegación provincial de Valencia.

Había que buscar unos orígenes lo mas ancestrales posibles, siempre con la intención de
crear la sensación de los antiquísimos orígenes de nuestras costumbres, queriendo hacer
descendientes los farfalanes de las regiones del sur, de la cultura tartesica; o los rodetes de
las Valencianas y castellanas de la dama ibérica de Elche.

Paralelamente, estaba consolidándose la fiesta de las Fallas. El general Aranda, había


entrado con las tropas en el año 1939 y que mejor pretendiente para fallera mayor que su
hija. La Junta Fallera, decidió que fuera la fallera mayor durante dos años consecutivos,
vistiendo un lujoso traje de espolín, perfectamente acomodado a las directrices de la SF. Es
esta época, la del despegue de las fallas, en 1940 se plantaron 35 fallas; en 1941, fueron
42; en 1942, se pasó a 72 y en 1944, ya eran 118. El numero de falleras, se multiplicó
considerablemente, pero el de vestidas de fallera aún fue muchísimo mas.

Pero volvamos por un momento a la SF. A partir de 1957, comenzó a permitir que sus
grupos de Coros y Danzas, integrasen en sus filas al elemento masculino. En 1966, se
publicó un libro guía de indumentaria, en el que se recogían 100 trajes típicos. La moda
también influyó considerablemente, por ejemplo, en el acortamiento excesivo de las faldas
durante las décadas de los años 60 y 70. En 1986 y 1987, Pilar Primo de Rivera donó al
Museo del Traje de Madrid, mas de doscientas piezas procedentes de la colección de la SF,
detalle que debe tener en cuenta, todo investigador que utilice para su trabajo los fondos de
dicho museo.

A lo largo de la lectura de este trabajo, hemos visto como se ha creado un estereotipo del
vestido de la valenciana. Como sabemos, una estereotipia, es una plancha de plomo que
sirve de molde para imprimir. Es decir, que hemos creado imagen aceptada por la mayoría
como patrón. Es lo que siempre se ha llamado traje típico, que la mayoría de las veces, es
también tópico por estar revestido de maquillajes con intención de deformar la verdad.
Podemos hacernos la siguiente pregunta ¿Pero qué sucede actualmente con ese traje típico-
tópico de labradora valenciana?

Al traje Nacional, ya vimos que se le asignaba una vigencia de unos 160 años, pero si
consideramos que el traje de disfraz de Labradora, comenzó a utilizarse como disfraz desde
1830, en este momento tendría ya una vigencia superior al Nacional. Perfectamente
podríamos decir que ambos trajes, cumplen el requisito para llamarles tradicionales. El uno
como de uso real y cotidiano y el otro como disfraz. Después de 180 años de utilizarlo como
simulación de lo auténtico, se ha convertido en un tópico tradicional, que ya no podemos
negar.

Este disfraz tipificado de Labradora, ha pasado a ser el que identifica a las falleras, como
representantes de la ciudad de Valencia, de la Huerta, e incluso de poblaciones alejadas de
la ciudad.
En el caso de Castellón, es de observar que para las fiestas de la Magdalena, Las
“gaiateras”, se visten con el denominado traje de Labradora o Castellonera, que en realidad
nunca existió. Al parecer, en 1943, las delegaciones de la SF, recibieron una circular, en la
que se instaba a que para la fiesta de San José Obrero, se formase un grupo de señoritas
ataviadas con el Traje Provincial. Por aquel entonces, nadie tenía idea de que traje podía
representar a toda la provincia. Reunidas las delegadas, Maria Victoria Comes de Burriana,
manifestó que ella tenia unas arcas repletas de ropa de su madre y de sus tias. De las
dichas arcas rebuscó lo que le pareció mas apropiado, según su criterio y siguiendo las
directrices, establecidas desde Madrid, compuso lo que se convertiría en el Traje Provincial
de Castellón de la Plana.

Con motivo de la boda real de Alfonso XII con su prima Mª de las Mercedes de Orleáns celebrada en enero de
1878, las Diputaciones Provinciales enviaron a Madrid grupos de paisanos que, ataviados con los trajes
característicos de cada lugar, cantaban y bailaban en las calles y ante los reyes.

La fiesta de Las Hogueras de San Juan en Alicante (o "Les Fogueres de San Chuan", como
comenzaron llamándose) son fundadas por José María Py y Ramírez de Cartagena en el año
1928, en la decadencia del régimen de Primo de Rivera. Tras el éxito de estas fiestas en
Valencia en el año 1927 ("Les Falles de San Chusep"), José María Py escribe un artículo en
la prensa alicantina donde propugnaba en resaltar los aspectos alicantinos e imitar las
particularidades valencianas. Junto con otros antecedentes que tenían como objetivo el
fomento comercial y turístico de la ciudad de Alicante, el artículo de Py pueden considerarse
los orígenes de la Fiesta. Las Hogueras se organizaron rápidamente y se convirtieron
básicamente en lo que hoy conocemos. Tomás Valcárcel Deza diseña el emblema de oro de
la Fiesta, convirtiéndose en el delegado artístico de la Comisión Gestora y una de las
personas que más fuertemente ha marcado la Fista. Valcárcel también diseña el traje oficial
de Las Hogueras según su propio diseño realizado en los años cuarenta.
Y para terminar unas recomendaciones.

El Traje Nacional, es de las características que hemos descrito con simples pinceladas, a lo
largo del presente trabajo.

El Traje Nacional, debería ser utilizado por los grupos folclóricos y también por los que se
visten para representación de tradiciones valencianas.

Que las características del Traje Nacional, las debe hacer publicas un organismo dedicado a
la investigación, en este caso, la Asociación Valenciana de Indumentaristas. AVI.

En el Traje Nacional, las faldas o guardapiés no deben ser de espolín o tejidos similares.

Que el vestido que llamamos de Labradora, Regional o de Fallera, se gestó en Madrid a


partir de 1834, y que con posterioridad los pintores costumbristas valencianos nacidos
después de esa fecha, lo fueron fijando en sus obras.

En el Traje Regional o Fallero, las faldas deben ser siempre de espolín o similares.

Las Falleras, en sus actos de fiestas falleras, deberían vestir el traje oficial, que en realidad
es el que hemos llamado Regional o Fallero.

La Junta Central Fallera, debería aclarar la ambigüedad del único artículo de su reglamento
que hace referencia a la indumentaria y fijar definitivamente las características del
indumento fallero, evitando en lo sucesivo lo de valenciana tradicional. Art. 64.- Uso de
indumentaria tradicional. Con el fin de dar el mayor realce y esplendor a los actos
y desfiles falleros, las Comisiones velarán porque en la fiesta de las Fallas se
utilice la indumentaria fallera y valenciana tradicional.

Indumentarista es el investigador historiador del traje.

Los comercios dedicados a la confección, no deben autodenominarse Indumentaristas. Su


denominación correcta es la de sastres o modistas.

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