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Vigilante de la Historia | Incidente de

la Tajada de Sandia | 15 de abril de 1856.


El 15 de abril de 1856 en Panamá un sangriento enfrentamiento entre panameños y
norteamericanos que la historia registra con el nombre de “incidente de la tajada de
sandía”. Todo parecía transcurrir como un día normal en la Panamá atrincherada,
bulliciosa y dividida por una muralla, en la cual vivían los de adentro, la gente de
intramuros, y los de afuera, es decir los del arrabal. Hasta entonces había calma
hasta cuando este pasajero estadounidense, bajo los efectos del alcohol, se
enfrascó en una discusión personal con un vendedor ambulante llamado José María
Luna. La discusión surgió cuando Oliver se negó a pagarle a Luna el precio de una
rebanada de sandía, cuyo importe ascendía a la suma de un real.

Ante los reclamos de Luna, Oliver lo amenazó con un arma de fuego. Luna sacó
entonces a relucir su cuchillo, y se desencadenó el desorden mientras la multitud se
ponía a salvo. Hubo un ataque indiscriminado en donde se hicieron disparos, hubo
heridos, muertos y provocó el saqueo y destrucción de varios establecimientos de la
ciudad. El gobernador de Panamá en esos momentos era Francisco de Fábrega, a
quien le tocó enfrentar los desórdenes y evitar que la revuelta tomara proporciones
incontrolables, así como confrontar la actitud de algunos estadounidenses, que se
sintieron agredidos y ultrajados y pintaron el hecho como una acción ``premeditada''
por parte de los panameños contra sus vidas, integridad y propiedades en Panamá.
Después de reclamos diplomáticos y de un largo proceso para deslindar
responsabilidades, Nueva Granada tuvo que asumir la culpa por los daños
causados y, ocho años después, pagar a Estados Unidos una suma superior a los
400 mil dólares en oro como compensación.

El Ferrocarril de Panamá, trajo imponderables beneficios económicos y sociales al


Istmo de Panamá, sin embargo, constituye un trauma para la nacionalidad, por la
abrupta inmigración que recibió nuestro territorio a partir de la década de 1850, aun
cuando una gran cantidad de esos viajeros, lo hacían en estado de tránsito, fueron
muchos los que se establecieron en Panamá.

Algunos de los viajeros en tránsito, eran aventureros, hombres sin ninguna


educación, individuos de todas las tendencias y de los más censurables hábitos, y
se caracterizaban por un permanente estado de violencia.

El incidente de la Tajada de Sandía, o el Motín del 15 de abril de 1856, constituye


un testimonio de excepción sobre un hecho histórico de la mayor trascendencia en
nuestros anales del siglo XIX.

Este evento histórico acaeció en la ciudad de Panamá, en las inmediaciones


próximas a la estación del ferrocarril, lugar conocido como el barrio de la Ciénaga,
(hoy Mercado de Mariscos) muy próximo a la playa de Peña Prieta, área que forma
parte de la bahía de Panamá, conocida como la Avenida Balboa y actualmente
como la Cinta Costera.

Los hechos se originaron a raíz del enfrentamiento físico entre el panameño José
Manuel Luna, vendedor de frutas y el norteamericano Jack Oliver, quien tomó una
tajada de sandía que consumió y no quiso pagar. Aún más, ante el insistente
reclamo del frutero, el yanki lo insultó y saco amenazante un revólver.

Luna se le enfrento con un puñal, entonces otro compañero de Oliver, para evitar
problemas pagó el real, valor de la tajada de sandía, luna dio por terminado el
problema y dio la vuelta, pero un peruano presente, de nombre Miguel Abraham, se
abalanzó sobre Oliver, le arrebato el revólver y se echó a correr. que presenció el
incidente, sorprendió a Oliver arrebatándole el arma y huyó con ella. Fue así como
la turba de estadounidenses salió detrás del peruano e iniciaron el tiroteo.

Los residentes de la ciudad, viendo la situación, se armaron con machetes y


respondieron, dando inicio a una batalla campal entre locales y estadounidenses.
Éstos últimos al verse en desventaja se atrincheraron en la estación del ferrocarril y
otras instalaciones cercanas.

Mientras esto sucedía, el tren Illinois llegaba de transportar estadounidenses que


venían de la ciudad de Colón, los cuales de la nada quedaron en medio de la
reyerta.

La policía llegó tarde, a una hora y media de haber iniciado los disturbios, con la
presencia del gobernador interino del Estado Federal, Francisco de Fábrega, quien
durante el intercambio de disparos recibió una bala en la copa de su sombrero y uno
de sus acompañantes resultó herido, por lo que ordenó a la policía ocupar toda el
área de la estación y los alrededores. Las autoridades panameñas realizaron las
investigaciones de rigor, y el juez del crimen Buenaventura Correoso al tenor de las
declaraciones de testigos de los hechos determinó que los panameños no fueron
responsables de los actos de violencia.

A pesar de los testimonios recibidos, el ministro norteamericano Sr. Browlig negó el


alegato de testigo. Situación que, según los propios cónsules de Francia, Inglaterra
y Perú, la responsabilidad del ataque recayó contra los norteamericanos. Thomas
W. Waed cónsul de los Estados Unidos, insistió en realizar sus propias
investigaciones, y luego se las entregó a James Browling, quien las remitió a Nueva
Granada (Colombia). Esta última no aceptó las exigencias y los Estados Unidos
respondieron con un pliego de exigencias, las cuales señalaban que se erigieran
dos municipalidades independientes y neutrales en las ciudades de Panamá y
Colón, con la extensión de diez millas y que se deberían resarcir los daños
ocasionados. Otro hecho que provocó más ira fue el establecimiento, por parte de
Cornelius K. Garrison, de un servicio de transporte de mercancías y pasajeros a
través del istmo, en abierta competencia con los antiguos remeros y acarreadores
nativos.

En 1854, en una nota dirigida al gobernador de Panamá (por entonces una provincia
de la República de la Nueva Granada), José María Urrutia Añino, José de Obaldía le
hace saber de su preocupación, compartida por el encargado de negocios
estadounidense James Green, porque «en la provincia de Panamá continúan las
desavenencias entre novogranadinos y anglo-estadounidenses, proveniente del
cobro que se hace a los últimos del derecho denominado de pasajeros»,
sugiriéndole medidas a tomar a fin de «prevenir cualquier desgracia allí». También
advirtió que la apertura del ferrocarril transístmico significaría el abandono del
antiguo transporte acuático terrestre con la consecuente pérdida de puestos de
trabajo de los lugareños.

Todos estos hechos trajeron como consecuencia que se fuera creando en los
istmeños, un resentimiento contra los estadounidenses que pululaban a través del
istmo en viaje de ida y vuelta a California a través del Ferrocarril Transístmico.
Mientras que la mayoría de los emigrantes se comportaban con cierto respeto, los
excesos notables de una minoría irresponsable mantuvieron al istmo en conmoción
durante los primeros años de la fiebre del oro. Gran parte de los viajeros portaban
armas de fuego y los problemas entre borrachos eran frecuentes. La violencia y los
incidentes sangrientos de estos disturbios intensificaron la diferencia que ya existía
entre colombianos y estadounidenses. El 15 de abril de 1856 desembarcó de un
buque procedente de California el estadounidense Jack Oliver que, como un
pasajero más, acudió a la calle de La Ciénaga, a un puesto de frutas administrado
por José Manuel Luna, oriundo de Parita. Oliver iba con unos compañeros en
estado de embriaguez cuando tomó una tajada de sandía que estaba a la venta, se
la comió y se marchó sin haber pagado por ella. José exigió el pago de la tajada que
era un real (cinco centésimos), pero Oliver le insultó y le amenazó sacando la pistola
que portaba. El vendedor de frutas respondió sacando un puñal, y estuvieron a
punto de ir a la pelea cuando uno de los compañeros de Oliver decidió costear la
tajada de sandía, calmando a Luna.

No obstante, la situación no acabó cuando un peruano de nombre Miguel Abraham


sorprendió a Oliver tomándole la pistola y salió huyendo de la escena.3 Tanto Oliver
como sus compañeros salieron en busca del peruano a punta de pistola, dando
inicio el tiroteo. Los residentes de la ciudad, viendo la persecución, se armaron con
machetes y respondieron al tiroteo, iniciando una batalla campal entre locales y
estadounidenses. Los estadounidenses, superados en número, buscaron refugio en
la estación del ferrocarril, que se ubicaba a unos metros del mercado.

Justo cuando se inició la revuelta, llegaba un tren de Colón con 940 pasajeros, entre
ellos hombres, mujeres y niños estadounidenses que debían embarcarse ese mismo
día a California. Todos buscaron refugio en la estación del ferrocarril.

La policía llegó tarde, a una hora y media de haber iniciado el tiroteo, con la
presencia del gobernador interino del Estado Federal, Francisco de Fábrega.
Durante la refriega, Fábrega recibió una bala en la copa de su sombrero y uno de
sus acompañantes quedó herido. Dado que era de noche, el jefe de Estado dedujo
que los tiros provenían de la estación, por lo que ordenó a la policía ocuparla.

Entrevista al historiador Rommel

Escarreola, sobre la vida de Victoriano Lorenzo


Fue un líder indígena nacido en la segunda mitad del siglo XIX en el área rural de
Penonomé, provincia de Coclé, no se sabe con exactitud la fecha, pero sí que fue
en 1867. Fue ejecutado en la Ciudad de Panamá el 15 de mayo de 1903, en la
Plaza de Armas, hoy Plaza de Francia.

Según indica el periódico “La Universidad” (Semanario, 2020), Lorenzo fue un


campesino que a la edad de nueve años fue entregado al jesuita Antonio Jiménez
de la parroquia de Capira, por su padre.

A los 25 años, en 1889, es nombrado por el alcalde de la provincia de Coclé. Un año


después, en 1890, se casa con María Lorenza Moran, pero esta unión zozobra dos
años más tarde cuando es recluido en la cárcel de las Bóvedas en la ciudad de
Panamá, al declarársele culpable del homicidio de Pedro de Hoyos o Espejos, un
lugareño de Sincelejo, departamento de Bolívar, quien le disputaba la Jurisdicción
administrativa de regidor, y en consecuencia el cobro de los impuestos "del trabajo
personal subsidiario, pecuario y los de diezmos y primicias" de los caseríos de
dichos parajes, a favor de la alcaldía de Capira (Obando Quintero, 2003).

De la correspondencia generada en el despacho de Victoriano sobre dicho conflicto,


se colige que como autoridad es respetuoso del principio del orden y la jerarquía y,
además, consistente en penar la transgresión de la estima y el honor de su persona.
Es por ello que denuncia ante el señor prefecto de Coclé las "amenazas, y con su
carácter de hombre de otros lugares", las tropelías del citado Hoyos (Obando
Quintero, 2003).

Ante las injusticias e iniquidades cometidas por los caciques locales contra la
población indígena (la formada por los populares "cholos", a los que el cacicazgo
colonial, apoyado por el conservadurismo del poder central colombiano, dispensaba
el mismo trato que a las bestias de carga), Victoriano Lorenzo desató y encabezó la
rebelión de los indios y tomó parte activa en la Guerra de los Mil Días, un conflicto
armado que, planteado en principio como una disputa entre liberales y
conservadores, trajo consigo la independencia de Panamá respecto a Colombia.

Al frente de los llamados "montañeros" o "guerrilleros de las montañas", Victoriano


Lorenzo acudió a la contienda atraído por las promesas de tierra y libertad que
constituían una de las consignas del bando liberal. La influencia que ejercía entre
los cholos desde sus primeras reivindicaciones de justicia e igualdad le convirtieron
en uno de los cabecillas más peligrosos, pues atraía cada vez más hacia sus filas al
resto de los desheredados.

Llegó así a alcanzar grado de general del Ejército Liberal durante una guerra civil
que se prolongó por espacio de tres años (1898-1902). Pero, en violación de los
tratados que preludiaban ya el fin de la contienda, Victoriano Lorenzo fue apresado
y condenado a morir frente a un pelotón de fusilamiento. Pese a las proclamas en
defensa del guerrillero lanzadas por algunas de las personalidades, como el político
Belisario Porras, el escritor Guillermo Andreve, y otros líderes liberales como Carlos
A. Mendoza y Eusebio A. Morales, fue ejecutado el 15 de mayo de 1903, en los
paredones de la Plaza de Chiriquí. Incorpora a la guerra civil a su salida del presidio,
en julio de 1899, debió actuar como "regidor". A un año después de su salida del
presidio, en junio de 1900, se incorpora con un grupo de cholos coclesanos a la
guerra civil político-partidista, de manera aparentemente circunstancial, cuando el
caudillo liberal panameño, Belisario Porras, le encarga al grupo de 200 individuos
que comanda, que transporte un parque de guerra desde San Carlos a las
inmediaciones del poblado de La Chorrera, que está a 35 kilómetros de las goteras
de la ciudad de Panamá, para el asalto final en julio del mencionado año.

Sabido es que el ejército liberal fue aparatosamente derrotado en el Puente de


Calidonia. En este episodio trágico Victoriano no tiene participación alguna, dado
que las armas y demás pertrechos encomendados a su persona quedaron a la
espera de ser reclamados por los jefes liberales, pero esto no se dio. El jefe
indígena se devuelve con el valioso cargamento y lo atesora en la montaña, hasta
nueva orden (Sisnett, 1972)". Otro trauma tan prolongado, tormentoso y al mismo
tiempo heroico como la guerra de los Mil Días, que provocó una sangría de cerca de
5.000 muertos, en un Panamá al que penosamente la poblaban 316.000 habitantes,
de los cuales dos tercios vivían dispersos en la campiña, y la capital departamental
alojaba apenas a 25.000 individuos aproximadamente. En el otro extremo, la
ponderación del mestizo guerrillero lo descalifica y reduce a despreciable. Su táctica
es estigmatizada de "inhumana" y al grupo subalterno de Victoriano se le tilda de
"facciosos".

El aguerrido combatiente indígena istmeño se mantuvo alzado en armas desde


octubre de 1900 hasta noviembre de 1902, cuando lo sorprende la firma del Tratado
de Paz Wisconsin. A raíz de las intenciones del cumplimiento de este acuerdo
bipartidista entre liberales y conservadores, aupado por el gobierno norteamericano.

Victoriano es aprehendido el 29 de noviembre de 1902 en el poblado de San Carlos,


sin que aparentemente tenga conocimiento de esta situación -si nos atenemos a lo
que trasluce el testimonio de un protagonista de calidad, sobre aquel incidente-, por
su copartidario el general Benjamín Herrera y, mediante una sutil decisión
sospechosa emanada del citado Herrera, es trasladado a la bahía de Panamá en el
"Bogotá" y posteriormente entregado a las autoridades departamentales.

Estas, a su vez, lo mantienen recluido en la cárcel de las Bóvedas, sin que se


definan las causales de su detención por espacio de poco más de un mes, al cabo
del cual es encausado por delitos comunes que se suponen había cometido
personalmente, o bien por las tropas bajo su mando durante la guerra. Lo
interesante aquí es que durante este cautiverio, hasta su ejecución, Victoriano
Lorenzo redactó tres cartas en las que deja traslucir algunos rasgos muy
reveladores de su personalidad, del grupo social a que pertenece y retrata ciertas
circunstancias cotidianas administrativas de la región coclesana indígena. El 24 de
julio el periodista Sacrovir Mendoza editó un reportaje sobre el fusilamiento, que
cuando el General Vázquez Cobos lo leyó, ordenó que allanaran la imprenta y la
destruyeran.

En efecto, el peligro que la revuelta de los cholos capitaneados por Victoriano


Lorenzo suponía para los clanes privilegiados del país iba mucho más allá de las
cuestiones políticas que se dirimían en la Guerra de los Mil Días, ya que el líder
montañero había levantado un auténtico clamor de indignación popular contra los
estamentos sociales superiores que ultrajaban a la población indígena hasta
reducirla -siempre con la connivencia del poder central colombiano- prácticamente a
la condición de esclava. El ultraje y la explotación seculares a que venían siendo
sometidos los cholos del Istmo corría el peligro de generar, merced a la rebelión
instada por Victoriano Lorenzo, un auténtico resquebrajamiento de los cimientos que
sostenían el orden establecido, por lo que las clases dominantes se vieron en la
imperiosa necesidad de acabar con el líder guerrillero para asegurar -con
independencia de los cambios que trajera el desenlace de la guerra- el
sostenimiento de sus privilegios ancestrales. Fue así como, en flagrante violación de
todos los pactos y tratados que preludiaban ya el fin de la contienda, Victoriano
Lorenzo fue apresado, juzgado sumarísimamente y condenado a morir frente a un
pelotón de fusilamiento, como única vía de contención de la amenaza que suponía
para los poderosos la insurrección de la población indígena. Fueron inútiles las
proclamas en defensa del guerrillero lanzadas por algunas de las personalidades
precipuas del país, como el político y diplomático Belisario Porras, el escritor
Guillermo Andreve, y otros líderes liberales como Carlos A. Mendoza y Eusebio A.
Morales: las autoridades impuestas por los clanes políticos y sociales más
poderosos decretaron su ejecución, que se llevó a cabo a mediados de mayo de
1902, en los paredones de la Plaza de Chiriquí.Cuando Belisario Porras crea la Ley
de Revisión del Catastro en 1913 crea un instrumento que permitió en 1915
segregar globos de terreno para dar en propiedad a desposeídos por latifundistas de
los que quería erradicar su tierra Victoriano Lorenzo. Y promulga en 1916 el Código
Fiscal con el cual erradicar el cobro de rentas o diezmos a los indígenas por parte
de latifundistas y la Iglesia. Y fue por el Decreto 44 de 1913 que Porras entregó al
antiguo secretario de Lorenzo, Candelario Ovalle, la creación y otorgamiento de
tierra de la Reserva Indígena de Coclé que beneficiaría a 6000 personas. Y gracias
a ese status los habitantes lucharon para que no usaran sus tierras para embalse
del Canal en 1999 con motivo de su ampliación.

Con motivo del Cincuentenario de la República en 1953 se hizo el primer homenaje


a la figura del Cholo. En 1955, se lanzó la Ley 67 que ordenaba un busto a Lorenzo
en el sitio del ajusticiamiento que no se cumplió.

Del mismo modo, la Asamblea Nacional en 1966 lanza una Resolución mediante la
cual declara injusto el ajusticiamiento de Lorenzo. Y la Ley 57 de 2007, mediante la
cual lo declaran héroe y mártir de la nacionalidad panameña. En 2015, la
investigadora científica Nina K. Müller-Schwarze escribe la obra antropológica The
blood of Victoriano Lorenzo.

Victoriano Lorenzo: el primer

guerrillero de América Latina


El acto de recordación tuvo como escenario la Plaza de Francia, ubicada en el
Casco Antiguo (lugar del fusilamiento). La Universidad de Panamá a través de la
Vicerrectoría de Asuntos Estudiantiles (VAE) se destaca, año tras año, en la
realización de los actos que recuerdan y condenan el injusto fusilamiento del Héroe
de la Rebeldía Nacional Victoriano Lorenzo.

La traición y el asesinato del "cholo" Victoriano, marcó la historia de esta nación y


estimuló a sus connacionales a buscar la forma de alcanzar su independencia y
soberanía. El cholo (indígena) Victoriano Lorenzo Troya (1867-1903), considerado el
primer guerrillero de Latinoamérica, recibió hoy múltiples homenajes a 118 años de
su muerte, tras la sanción de una corte militar.
En lo que fuera asentamiento colonial en la ciudad de Panamá se conserva el
patíbulo, donde integrantes de la Fundación para la Preservación del Patrimonio
Histórico del Casco Antiguo recordaron el injusto fusilamiento, en tanto
organizaciones y comunidades anunciaron recordatorios en varios puntos de la
nación.

La ejecución se produjo frente al cuartel de sus enemigos del Batallón Colombia, en


la plaza Las Bóvedas, actualmente Plaza Francia porque rememora la presencia
gala en los inicios de la construcción del canal interoceánico.

Aunque es considerado popularmente como un héroe nacional, cuyo nombre


enarbolan los más humildes, no existen monumentos en su memoria, sino una
pequeña tarja en el sitio de su muerte y algunos bustos en barriadas y ciudades.

‘En un juicio militar donde los acusadores y defensores eran los mismos fue
condenado a muerte. Nadie creía en la culpabilidad de Lorenzo. Las intenciones
políticas del juicio habían fracasado; era totalmente impopular el fusilamiento’,
escribió Rafael Ruiloba en su ensayo El doble fusilamiento del general Victoriano
Lorenzo.

‘El 15 de mayo de 1903 salió de la prisión en la mañana, según narra un testigo y la


gente estaba protestando. En la tarde fue llevado al paredón improvisado frente al
cuartel del Batallón Colombia. Desde Bogotá llegó un telegrama del gobierno
conservador donde se ordenaba que Victoriano Lorenzo no fuera fusilado. Pero la
oligarquía aceleró el fusilamiento’. Lorenzo era el líder de una corriente del
liberalismo popular que luchó en la Guerra de los Mil Días (liberales versus
conservadores) bajo la consigna Pan y Tierra, bandera política distinta a la de los
bandos en pugna, afirmó el investigador, quien aseveró que su método se basó en
‘la guerra de guerrillas’. Aunque Victoriano no tuvo posibilidad de asistir a una
escuela, aprendió a leer y a escribir con el sacerdote jesuita Antonio Jiménez, de
Capira y en 1889 fue nombrado corregidor de El Cacao, por el alcalde de
Penonomé.

Es legendaria la rivalidad que surge entre Victoriano y Pedro de Hoyos, cuyos


abusos contra la comunidad indígena de Trinidad fueron denunciados en varias
ocasiones ante las autoridades.

Cuenta la historia que en una fiesta en casa de Gil Cárdenas aparecen Hoyos y sus
secuaces amenazando de muerte a Lorenzo. Se da el enfrentamiento entre bandos
y en defensa propia Victoriano termina quitándole la vida a Hoyos.

Al día siguiente, se presentó ante las autoridades. Es entonces detenido y


condenado a nueve años de cárcel recluido en las Bodegas de Chiriquí donde
cumplían penas también delincuentes comunes y peligrosos.

Sin embargo, por su inteligencia destaca, desempeñándose como auxiliar y


pasando a ser secretario de oficiales. Más tarde se hizo sastre, barbero y aprendió
sobre la aplicación de las leyes. Cuando tenía nueve años fue entregado al Jesuita
Antonio Jiménez por su padre a petición del prelado, con el objetivo de educarlo y
orientarlo en los servicios a la Iglesia Católica. Bajo la dirección de Jiménez
aprendió a leer, a escribir y a contar. Fue barbero, zapatero, carpintero y sastre. En
ese período acompañó a su progenitor a la ciudad de Panamá para atender algunas
diligencias legales relacionadas con las personas que estaban bajo su jurisdicción, y
entonces conoció al Dr. Belisario Porras Barahona (1856-1942) político liberal con el
cual tendría una larga y estrecha amistad. Con el reconocimiento de sus paisanos y
con el aval formal del Alcalde de Penonomé, fue nombrado Regidor de El Cacao en
1891. En ese mismo año, a causa de las provocaciones del Regidor del lado este
del río Trinidad, el señor Pedro de Hoyos, sucedió un hecho trágico: tras la
búsqueda de Lorenzo para ponerlo preso, según intención de Pedro de Hoyos, se
produjo una trifulca que terminó con la muerte violenta de este señor. Después del
incidente, Lorenzo se entregó a las autoridades y fue condenado a nueve años de
prisión en las celdas de Las Bóvedas, en la ciudad de Panamá. Su abogado
defensor fue el Dr. Carlos Antonio Mendoza Soto (1856-1916) político liberal. En la
cárcel, sus lecturas sobre la guerra, las armas, las ideas y los derechos ciudadanos
fueron abundantes. Cumplida su condena a finales de 1899, volvió a El Cacao para
dedicarse a la agricultura y rehacer su vida. La Guerra de los Mil Días de octubre de
1899 a noviembre de 1902 fue una de las guerras civiles que, durante el siglo XIX,
azotaron el territorio colombiano, del cual formaba parte el Departamento de
Panamá. En marzo de 1900 dio inicio una primera parte de esta conflagración en el
Istmo con una invasión encabezada por el liberal panameño Dr. Belisario Porras, y
terminó con la derrota liberal en la batalla del Puente de Calidonia en la ciudad de
Panamá. Con fecha de 14 de mayo de 1900, el Dr. Porras, desembarcó en Punta
Burica, Provincia de Chiriquí y, en camino al pueblo de Santa María, en la región
central, le dirigió una carta a Victoriano Lorenzo.

Es así que al regresar a su pueblo escribe al vicepresidente de la República un


memorial en que denunciaba la explotación de los indígenas y pedía que se les
liberara del trabajo forzado, se le reintegraran las garantías de que antes gozaban y
se les nombrara un "nuevo gobernador de indígenas". Estados Unidos impone la
paz entre liberales y conservadores mediante el convenio firmado en el acorazado
Wisconsin el 21 noviembre de 1902. El 28 capturan a Victoriano, con el argumento
de que había manifestado que no compartía el acuerdo y tomaría de nuevo las
armas. El líder intentó fugarse en Nochebuena, pero fue recapturado a las pocas
horas. El gobierno colombiano, temeroso de que el guerrillero panameño fuera
puesto en libertad, decidió que fuese condenado a muerte, presentándolo como un
malhechor.

El 13 de mayo de 1903 el general Pedro Sicard Briceño, comandante militar de


Panamá y Bolívar, llegó a la capital del istmo procedente de Bogotá. Al día
siguiente, Sicard Briceño ordenó que Lorenzo fuera sometido a un Consejo de
Guerra. A la 13:00 de tal día, se fijaron los carteles reglamentarios anunciando el
Consejo. A las 14:00 se instaló el Tribunal. Algunos jueces como José Segundo
Ruiz eran enemigos mortales y confesos de Victoriano Lorenzo. A las 8:30 del 15 de
mayo, ya estaba dictada la sentencia de muerte. A las 17:00 se cumplió la
sentencia. Entre la instalación del Consejo de Guerra y el fusilamiento, apenas
transcurrieron 27 horas. Victoriano Lorenzo es considerado héroe nacional de
Panamá. El 30 de enero de 1966 la Asamblea Nacional de Panamá declaró injusta
la ejecución del general y lo presentó como un auténtico dirigente popular. La figura
de Victoriano tiene un papel destacado en las letras panameñas, evidenciando su
importancia en la memoria histórica de la nación. En el prólogo de la novela El
guerrillero transparente se incluye una cita del escritor colombiano Vargas Vila que
afirma que al enterarse del fusilamiento del cholo guerrillero dijo: “yo anuncié la
separación de Panamá, cuando la inútil crueldad de José Manuel Marroquín,
asesinando a Victoriano Lorenzo, estranguló en lo alto de la horca la paciencia de
aquel pueblo”. En agosto de 1901, mandó llamar a su amigo Belisario Porras, a
quien reconoció como jefe Civil y Militar. Esta fidelidad hacia Porras lo llevó a
abandonar al General Domingo Díaz, el 16 de septiembre, pues éste se negó a
reconocer la autoridad de Porras. En diciembre apareció Benjamín Herrera con una
flotilla, numerosos soldados y buen armamento. Enseguida envió por Victoriano, con
el cual se entrevistó en privado y reconoció el rango, pues sabía que la nueva
invasión liberal no podría avanzar sin el apoyo del Cholo. Muy distinta fue la actitud
de Herrera hacia Porras. Herrera dedicó el año 1902, a controlar el interior, cuando,
esta guerra casi ganada, empezó a ser influenciada por un hecho desconocido para
sus actores aquí: la negociación de un tratado para construir el canal por Panamá
entre Estados Unidos y Colombia. En Panamá la guerra llegó a su fin mediante un
tratado firmado en el acorazado norteamericano Wisconsin, el 21 de noviembre de
1902 (justo dos meses antes de la firma del Tratado Herrán-Hay). Rubricaron por los
conservadores Víctor M. Salazar y Alfredo Vásquez Cobos, y por los liberales Lucas
Caballero y Eusebio A. Morales.

El Tratado del Wisconsin, además de la deposición de las armas de los sublevados


y las garantías para sus vidas, el artículo 7, señalaba la elección democrática de un
Congreso, cuyo primer objetivo sería aprobar «Las negociaciones relativas al Canal
de Panamá.

LA GUERRA DE LOS MIL DIAS Y LA

SEPARACION DE PANAMA
En 1899 empezó una guerra civil, la llamada guerra de los mil días. Este
enfrentamiento significó la culminación de una serie de guerras civiles que marcaron
el siglo XIX. Aunque el conflicto armado entre liberales y conservadores no afectó a
todas las regiones de la misma manera, dividió a la población más que nunca. Fue
quizá la guerra más desastrosa, tanto en lo referente a los daños ocasionados en la
economía nacional como en relación con las bajas humanas registradas. Un año
después del final de la guerra se separó el departamento de Panamá. Esto se debió
a la fragilidad del concepto nacional de Colombia que tenía un sistema político poco
apto para asistir a la negociación del problema más urgente de la agenda
internacional del país: la transacción de los derechos para excavar y construir por
territorio colombiano un canal que uniría el Océano Atlántico con el Pacífico en favor
de los Estados Unidos. Con la ocupación de Cuba y Puerto Rico esta potencia se
había establecido como poder hegemónico en la región, desplazando a las
potencias europeas. No cabe duda de que la crisis que atravesó Colombia marcó un
cambio fundamental en la conciencia nacional. Pasada la conmemoración del
Centenario de la creación de la República de Panamá estamos en condiciones de
hacer un balance de los aportes historiográficos que nos quedan como saldo.
Debemos afirmar que el resultado final es positivo, pese a la falta de apoyo de los
medios oficiales. Aunque con escasa trascendencia hacia el gran público, la
intelectualidad panameña, la comunidad de historiadores y cientistas sociales
debatió en profundidad sobre el acontecimiento y sus implicaciones históricas.
Múltiples conferencias, decenas de artículos y monografías, y algunos libros vieron
la luz en este primer Centenario. La óptica desde la cual abordamos esta evaluación
no es la de un estudio bibliográfico, sino la continuidad del debate acalorado y
apasionante que se produjo durante la conmemoración. Tal y como viene
sucediendo desde el mismo 3 de noviembre de 1903, los argumentos en favor y en
contra del acontecimiento se dividen en tres bandos, bautizados por el historiador
Carlos Gasteazoro como: la leyenda dorada, la leyenda negra y la versión ecléctica.

Aquí asumimos la defensa de lo que erróneamente en Panamá se ha denominado


"leyenda negra", tomando diez de los principales argumentos esgrimidos por sus
detractores durante el debate del Centenario, desnudándolos uno por uno, para
demostrar con hechos que no estamos ante una leyenda, sino ante la cruda realidad
de lo acontecido.

En Panamá se ha denominado "leyenda negra" a las interpretaciones de los


acontecimientos del 3 de noviembre de 1903 que muestran el papel jugado por la
intervención norteamericana en la separación de Colombia. Con este calificativo se
ha pretendido desacreditar obras como la de Oscar Terán (Del Tratado Herrán-Hay
al Tratado Hay- Bunau Varilla), de Ovidio Díaz E. (El país creado por Wall Street) o
la mía (La verdadera historia de la separación de 1903). Analicemos algunos de los
argumentos esgrimidos contra estas versiones, a ver si se trata de una "leyenda" o
un análisis objetivo.

Si uno lee los libros de texto utilizados en nuestras escuelas, no encuentra ninguna
participación norteamericana en el acontecimiento. La versión de J. B. Sosa y E.
Arce (Compendio de historia de Panamá), primera historia oficial, salvo una rápida
mención del Sr. Shaler ("amigo de la separación") en Colón, y del acorazado
Nashville que "hizo desembarcar una fuerza… para proteger la salida del tren … y
los intereses y vidas de los extranjeros de aquella localidad", pareciera que Estados
Unidos no tuvo mucho que ver con la separación de Panamá de Colombia del 3 de
noviembre de 1903.

Lo mismo puede decirse de Datos para la historia de José A. Arango, fuente


privilegiada de lo que se ha llamado "leyenda dorada", para el cual los
norteamericanos sólo juegan un papel secundario, de apoyo al movimiento. Sin
embargo, Arango deja entrever la participación de algunos personajes como Beers,
Shaler, Prescott y un "caballero" que no nombra en Nueva York (William N.
Cromwell). La misma secuencia cronológica de los hechos constituye una evidencia
de que la idea de la separación proviene de Estados Unidos y no de Panamá, y ésta
sólo pasa de simple amenaza a conspiración concreta ante el rechazo del Tratado
Herrán-Hay por parte de la opinión pública colombo-panameña, mediados de 1903.
Previamente no existía ningún movimiento o conspiración separatista, ni de parte de
los liberales, que eran la oposición (ver La venta del Istmo de Belisario Porras) ni
mucho menos de los conservadores como Arango o Amador Guerrero, que tenían
íntimos lazos con el gobierno de Bogotá.
La trama de la separación sale de las entrañas de la Compañía del Ferrocarril de
Panamá, dirigida por Cromwell desde Nueva York y administrada en Panamá por
Beers, Shaler, Prescott, cuyos empleados panameños eran Arango y Amador.
Como ya se ha dicho, Beers viaja a Nueva York llamado por Cromwell a fines de
mayo (inicios de junio, según Ricord) cuando ya se ve peligrar la aprobación del
tratado por Colombia. El 13 de junio aparece el artículo de Roger Farham
preconizando a la separación, si el tratado es rechazado (subrayamos). El 28 de
julio se produce la reunión, en la finca de Las Sabanas, de los hermanos Arias,
entre los conspiradores panameños y funcionarios norteamericanos encabezados
por el cónsul H. Grudger, pero todavía no se lanza el movimiento separatista,
porque hay posibilidades de que el Senado colombiano ratifique el tratado.

Este es otro mito sobre el que se han gastado muchas páginas. Los hechos: junto a
Amador viajó José G. Duque quien, a través de La Estrella de Panamá fue el mayor
defensor del Tratado Herrán-Hay. Duque fue atendido primero por Cromwell, el cual
le consiguió una cita inmediata con el secretario de Estado, John Hay; pero, tan
pronto Duque salió de la reunión fue a visitar a su amigo Tomás Herrán, embajador
colombiano, y le contó la trama separatista y la presencia de Amador en Nueva
York. ¿Por qué lo hizo? Tal vez como un doble juego, por si algo fallaba.

La visita de Duque a Herrán motivó que este último dirigiera una fuerte carta a
Cromwell advirtiéndole que los intereses que representaba en Panamá estaban en
peligro si se involucraba en promover la separación. Ello motivó al abogado a
distanciarse de Amador, e hizo llamar a su socio Bunau Varilla para tratar con el
panameño. Aparentemente no se molestó en explicárselo, de ahí el cablegrama
enviado por Amador a Panamá con la expresión disappointed (decepcionado).

A la fecha de la independencia de Panamá de España, la constitución colombiana


de 1821 llevaba dos meses y tres semanas de haber sido promulgada. Dicha carta
magna no resultó grata a los próceres y dirigentes de Panamá, que eran
negociantes vinculados al tránsito y al tráfico internacional. Anglófilos por razones
mercantiles, ya que profesaban el denominado liberalismo manchesteriano y eran,
por tanto, partidarios del abstencionismo estatal, del librecambio y de una economía
esencialmente comercial. Estaban convencidos de que a Panamá le auguraba un
gran futuro que se manifestaría tan pronto fuera construida una vía férrea
transístmica. Por eso, los gestores panameños de la independencia de España
optaron por ser parte del Estado Colombiano, pero bajo el entendimiento de que,
dentro de este, Panamá mantendría autonomía económica y política. Aquel
entendimiento no sería extensivo a los ideólogos de la centralista Bogotá, lo cual
reñía fuertemente con los intereses económicos y comerciales del istmo y traería
como consecuencia los movimientos independentistas panameños, primero, por la
instauración del federalismo y luego por los innumerables intentos de separación de
la Gran Colombia y sus Estados sucesores.7Disuelta la Gran Colombia en los
países de Nueva Granada, Venezuela y Ecuador, el territorio panameño quedó
anexo a la nueva República de la Nueva Granada, siendo en consecuencia parte de
todos los cambios de denominación y organización política-territorial que en lo
sucesivo tuvo la hoy llamada República de Colombia hasta el año 1903 cuando se
dio la separación definitiva con la intervención de Estados Unidos y sus intereses
canaleros. Durante estos tiempos históricos en Panamá se dieron alrededor de
diecisiete intentos de secesión y cuatro separaciones consumadas durante el siglo
XIX.

Para la historiografía panameña, la proclamación de la República de Panamá fue


ideada por su clase política, quienes basados en una ideología liberal, habían
venido construyendo una consciencia nacionalista y autonomista desde finales del
siglo XVIII, que tuvo condiciones para materializarse finalmente, durante la
coyuntura generada por la pretensión del gobierno de los Estados Unidos de
retomar las obras de construcción del Canal de Panamá.En cambio para la
historiografía colombiana, la secesión de Panamá, constituye un atentado contra la
integridad político-territorial de Colombia, que fue ideado por los Estados Unidos en
asociación con la oligarquía liberal y conservadora istmeña de la época.

Tratado Herrán-

Hay y otros
Washington, Enero 22 de 1903 La República de Colombia y los Estados Unidos de
América, deseando asegurar la construcción de un canal para navíos, que ponga en
comunicación a los Océanos Atlántico y Pacífico, y habiendo el Congreso de los
Estados Unidos expedido una ley para tal objeto, que fue aprobada el 28 de junio de
1902, una copia de la cual se acompaña, las altas partes contratantes han resuelto
celebrar un convenio con este fin, y, en consecuencia, han nombrado como sus
plenipotenciarios: El Presidente de la República de Colombia, a Tomás Herrán,
especialmente autorizado por dicho Gobierno con este objeto: El presidente de los
Estados Unidos, a John Hay, Secretario de Estado, quienes después de haber
canjeado sus plenos poderes en buena y debida forma, han acordado los
siguientes.

No se impondrán contribuciones nacionales, municipales, departamentales ni de


ninguna otra clase sobre el Canal, los buques que por él transiten, los remolcadores
y otros buques al servicio del mismo Canal, o sobre los ferrocarriles y trabajos
auxiliares, sus almacenes, talleres, oficinas, habitaciones de obreros, fábricas de
cualquiera naturaleza que sean, depósitos, muelles, máquinas y demás obras,
propiedades o efectos que pertenezcan al canal o ferrocarril, y que se necesiten
para el servicio del mismo canal o ferrocarril y de sus dependencias, ya estén
situadas dentro de las ciudades de Panamá y de Colón o en cualquier otro lugar
autorizado por las disposiciones de esta convención .

Tampoco se podrán imponer contribuciones o cargos de carácter personal de


ninguna especie sobre los empleados, oficiales, trabajadores y demás individuos en
el servicio del canal y de sus dependencias.
Queda entendido que las líneas telegráficas y telefónicas que se establezcan para el
servicio del Canal, podrán usarse, mediante arreglos equitativos, para el servicio
público y privado, en conexión con las líneas de Colombia y de las demás
Repúblicas Americanas, y de las Compañías de cables autorizadas para funcionar
en los puertos y territorios de dichas Repúblicas; pero los despachos oficiales del
Gobierno de Colombia y de las autoridades del Departamento de Panamá no
pagarán por el servicio de dichas líneas derechos más altos de los que se cobren a
los empleados del Gobierno de los Estados Unidos.

La República de Colombia concede a los Estados Unidos el uso de todos los


puertos de la República abiertos al comercio, como lugares de refugio para
cualesquiera buques empleados en la obra del Canal, y para todos aquellos que
hallándose en las mismas circunstancias de arribada forzada, vayan destinados a
atravesar el Canal y necesiten anclar en dichos puertos. El Gobierno de Colombia
no cobrará derecho alguno de tonelaje o de anclaje sobre dichos buques.

El canal, una vez construido y las bocas que le dan entrada, serán perpetuamente
neutrales, y estarán abiertas en conformidad con las condiciones de la sección 1 del
Artículo III, y en conformidad con todas las estipulaciones del Tratado celebrado el
18 de noviembre de 1901 entre los Gobiernos de los Estados Unidos y de la Gran
Bretaña.

El Gobierno de Colombia, tendrá derecho de transportar por el Canal sus buques,


tropas y municiones de guerra en todo tiempo sin pagar derecho alguno. Esta
exención se extiende al ferrocarril auxiliar para el transporte de las personas al
servicio de la República de Colombia o del Departamento de Panamá, y de la policía
encargada de la conservación del orden público fuera de dicha Zona, así como para
sus equipajes,

Los Estados Unidos tendrán pleno derecho y autoridad para dictar y hacer efectivos
los reglamentos necesarios para el uso del Canal y ferrocarriles, de los puertos que
a él den entrada y de sus obras auxiliares y para fijar tarifas y derechos, conforme a
lo estipulado en el Artículo XVI.

Los derechos y privilegios concedidos a los Estados Unidos por esta Convención,
no afectarán la soberanía de la República de Colombia sobre las propiedades raíces
que puedan adquirir los Estados Unidos por la traslación de los derechos de la
Compañía Nueva del Canal de Panamá y la Compañía del Ferrocarril de Panamá
que estén fuera de la Zona referida. El Gobierno de los Estados Unidos se
compromete a completar los trabajos preliminares necesarios para la apertura del
Canal y de sus obras auxiliares, a la mayor brevedad posible; y dentro de dos años
contados desde el canje de las ratificaciones de esta Convención, comenzará la
obra efectiva en el Canal mismo, el cual deberá estar abierto al comercio entre los
dos Océanos, doce años después de los dos años citados. En caso, sin embargo,
de que se presenten dificultades y obstáculos en la construcción del Canal,
imposibles de preveer ahora, en consideración a la buena fe con que haya
procedido el Gobierno de los Estados Unidos, a la cuantía de los gastos ya hechos
en la obra y a la naturaleza de las dificultades con que se hubiere tropezado, el
Gobierno de Colombia prorrogará los términos señalados en este artículo, hasta por
doce años más para la terminación del Canal.

Pero si los Estados Unidos en cualquier tiempo determinaren construir el Canal


virtualmente a nivel del mar, en tal caso el plazo se extenderá por diez años más.
Como precio o canon del derecho de uso de la Zona concedida en esta Convención
por Colombia a los Estados Unidos para la construcción del Canal, así corno por los
derechos de propiedad del Ferrocarril de Panamá, y por la anualidad de doscientos
cincuenta mil dólares oro que Colombia deja de cobrar del mismo Ferrocarril, así
como en compensación de los derechos, privilegios y exenciones otorgadas a los
Estados Unidos, y en consideración al aumento de gastos de la Administración
Pública en el Departamento de Panamá, ocasionado por los trabajos de
construcción del Canal, el Gobierno de los Estados Unidos, se obliga a pagar al de
Colombia la cantidad de diez millones de dólares, en oro americano, al canjearse las
ratificaciones de esta Convención, una vez aprobada de conformidad con las leyes
de los dos países respectivamente, y luego la cantidad anual de doscientos
cincuenta mil dólares, en oro americano, durante la vida de esta Convención a
contar después de transcurrir nueve años de la fecha últimamente citada. Las
estipulaciones de este Articulo son adicionales a los demás derechos asegurados a
Colombia por esta Convención.

Pero ninguna demora ni diferencia de opinión con relación a este Artículo afectará o
interrumpirá la plena operación y efecto de esta Convención por otros respectos.
Ningún cambio en el Gobierno, las leyes o 'Tratados de Colombia podrá afectar, sin
el consentimiento de los Estados Unidos, los derechos que correspondan a los
Estados Unidos en virtud de esta Convención, o en virtud de estipulaciones en
tratados que actualmente existan entre 1 os dos países o que en lo futuro se
negocien en lo relativo a las disposiciones de esta Convención.

En caso de que Colombia más tarde llegue a ser parte constituyente de otro
Gobierno o forme unión o confederación con otros Estados, confundiendo así su
actual soberanía, o independencia con la de otro Gobierno, unión o confederación,
los derechos concedidos a los Estados Unidos por esta Convención no serán en
manera alguna aminorados o restringidos.

El presidente de Colombia nombrará dos personas y el presidente de los Estados


Unidos nombrará otras dos personas, y juntas todas procederán a determinar; pero
en el caso de que no pudieran ponerse de acuerdo, por haber de cada lado igual
número de votos, los dos Gobiernos, de común acuerdo nombrarán un tercero en
discordia cuya decisión será definitiva. En el caso de muerte, ausencia o
incapacidad de algún comisionado o del tercero, o en caso de que no funcione o se
abstenga o se excuse de hacerlo, su lugar se llenará con el nombramiento de otra
persona de la manera arriba indicada. Toda decisión dictada por la mayoría de la
Comisión o por el tercero será definitiva.

Una vez firmada esta Convención por las partes contratantes será ratificada en
conformidad con las leyes de los respectivos países, y se canjeará en Washington
dentro del término de ocho meses contados desde su fecha, o antes si fuere
posible. En fe de lo cual los respectivos plenipotenciarios firman la presente
Convención y la sellan con sus sellos. Hecho en la ciudad de Washington a 22 de
Enero del año del Señor de mil novecientos tres.

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