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La ceiba de la memoria y Ver lo que veo, la memoria de una Cartagena ausente.

Estudio
comparado de la construcción literaria de Cartagena en Roberto Burgos Cantor.

Mauricio Gutiérrez Castaño.

Una compilación de textos biográficos y académicos sobre Roberto Burgos Cantor, hecha por
Ariel Castillo y Adriana Urrea, llamada Memoria sin guardianes (2009), permite vislumbrar en
varios apartados el interés de este autor por la significación de Cartagena a partir del arte
literario. Ante esto, en uno de los textos del libro anteriormente mencionado, en el que se
transcribe una entrevista a Burgos1, se le plantea la pregunta por la obsesión de narrar a
Cartagena como un “espacio literario” (pg, 123). La respuesta de Burgos se apoya en “la
necesidad de establecer un determinado espacio en el cual se mueve la ficción” (pg. 123),
necesidad que, además, adjudica a la tradición universal de la literatura. Sin embargo, esta
necesidad va más allá de una norma preestablecida por los clásicos y las tradiciones. La obra de
Roberto Burgos Cantor, no solo representa a Cartagena desde diversas costumbres, miradas,
clases sociales o tiempos, sino que representa la memoria de Cartagena, es decir, imbuye las
imágenes y signos de su obra de la reconstrucción no del espacio físico, sino de la experiencia
del espacio y lo que este ha producido y produce en sus habitantes. Para ir más a fondo, no es
una sola Cartagena la que aparece en la obra de Burgos, sino un intento por asir la Cartagena
toda compuesta por la multiplicidad cotidiana de sus habitantes. Además, Cartagena y memoria
son dos constantes en la obra de Burgos; no es gratuito el título del libro compilatorio del que se
ha hablado con anterioridad, Burgos convierte su memoria en una memoria universal a través de
sus obras, puesto que las voces que allí aparecen no son solo las voces de personajes literarios,
sino las voces de años y años de acontecimientos que asomaban al abismo del olvido.

“El lenguaje en un momento dado, tiene que dar cuenta de la totalidad del mundo. Narrar
contando el mundo, no circunscribiéndolo a un anecdotario muy preciso; seguramente eso es lo
que fragua un polo, una voluntad tan viciosa detrás de la frase, detrás de su elaboración”
(Entrevista a Burgos Cantor en Castillo y Urrea, 2009, pg 126).

Por eso, el presente trabajo se une al acontecimiento de la esclavitud en La ceiba de la memoria


(2018), y el acontecimiento de un desalojo de un barrio en Ver lo que veo (2018) para

1
Redacción cultural. (1995), “El boxeador es héroe no por lo que gana sino por lo que pierde”, Solar. El periódico
de Cartagena, 18 de junio: 8-10.
compararlos bajo el marco de la reconstrucción de la memoria de una Cartagena múltiple. Para
empezar, cabe aclarar cuáles son los elementos a comparar en las dos obras, para determinar esto
se hace uso de una elección en términos narratológicos de Mieke Bal (1990). El actante que se
elige por parte de La ceiba es: el personaje de Analia Tu-Bari; en Ver lo que veo: El personaje de
Otilia. Los dos personajes, como actantes, comparten una relación sujeto – objeto similar que
varían en las formas de sus objetivos. Paralelamente, Analia y Otilia, pueden compararse en su
sentido de conservación de la memoria en tanto la mirada y la palabra son los medios para
nombrar la ausencia de lo que no se ve y va perdiendo su nombre.

A continuación, hay que señalar las acciones y contexto que rodean a los personajes. Analia Tu-
Bari, se presume como una princesa africana arrancada de su tierra y traída al puerto de
Cartagena como mercancía de esclavitud; en este proceso pierde la vista y su forma de ver el
mundo se traslada a una vista superior que adivina, a partir de matices sensoriales más marcados
desde el sonido y el tacto, la intensión de las demás personas. En su voz se registran hechos de la
vida nocturna y oculta de varios personajes que se encuentran en la ciudad, junto a esto, hay que
resaltar también las palabras que Analia dedica al nombramiento de lo que ya no existe en su
realidad: su tierra natal, sus costumbres y su pasado; hasta su mismo nombre pasa a ser un
nombramiento secreto que solo ella y el lector conocen. Por otro lado, Otilia comparte una suerte
de observadora infatigable, el mundo, que es el barrio y la ciudad de Cartagena que se muestra
como una innombrable lejana, cobran forma, sentido y acciones a partir de lo que los ojos de este
personaje permiten traducir en palabras; también, como Analia, la voz de Otilia permite que las
acciones de los demás personajes y los sucesos aledaños cobren vida en la obra.

Con lo anterior, se puede pasar entonces a la construcción de Cartagena a partir de las


experiencias de los personajes ya mencionados. Uno de los pilares en común de Analia y Otilia
es el de la ausencia. Ambas viven la ausencia en el mismo espacio denominado la ciudad
amurallada y la experiencia con este lugar desconocido que niega el pasado de estos personajes.
La reconstrucción de Cartagena en La ceiba de la memoria y en Ver lo que veo no se hace por
medio de la descripción de los edificios o los lugares, sino en la permanencia de las palabras y la
memoria colectiva del destierro y la ausencia dolorosa de algo que fue y aún busca como
nombrarse.
“¿Será eso historia? Ese asunto, un secreto, algo que uno vio, algo que uno oyó, algo que a uno le
pasó, algo que uno hizo, un motivo escondido, e queda allí, entre quienes hablamos y después el
olvido eterno […] Carpintero, ¿tú crees que tener historia es tener pasado? Una pared a la cual
recostarse para mirar adelante. No sentir la inseguridad del vacío. ¿De dónde venimos?” (Burgos,
Ver lo que veo, pg. 124).

La ausencia en la cita anterior se refleja en la conexión del personaje con un pasado que se pueda
asir en la memoria y explicar el presente dado, es decir, la ausencia de esta memoria que no se
puede ligar a un constructo o a un objeto dado que represente la historia de sus pasados, de su
identidad. La significación del espacio se ve carente, justamente por esta falta de ligadura con
algo anterior, sin embargo, el rescate de Otilia obedece luego a la construcción de memoria a
partir de la alteridad, al reflexionar el presente ante otro, el Carpintero. Durante toda la obra, no
solo el Carpintero hace las veces del otro, Otilia, interpone su palabra y por ende su construcción
de memoria ante varios interlocutores como los músicos y las muchachas del salón de belleza,
del cual se hablará más adelante. Lucetti (2009), citando a Mijaíl Bajtín, señala la formación de
alteridad y de la persona propia a través del otro, dando a entender que la interacción con el
entorno, donde la voz propia acude al otro y este responde, va dando forma a la innovación de la
memoria y, por ende, a la identidad. Pero, la identidad no es el problema, ni lo que corresponde a
este trabajo, sino la construcción de memoria y ésta a un espacio para significarlo. Por eso, la
ausencia de un pasado se podría comparar y explicar a partir de los sucesos que se exponen en
La ceiba de la memoria.

“Nos cuentan. Quitan las cadenas y los hierros a los muertos y los tiran a la bestia del mar. Me da
sufrimiento que se pierdan en este lugar desconocido donde quedan a la deriva y sin el árbol de
ceiba donde ponemos su nombre y sus acciones para que los paseantes y los vientos y los pájaros
cuenten del muerto y él sepa que su recuerdo lo tenemos acá y esté tranquilo en la muerte, sin
reclamos” (Burgos, La ceiba de la memoria, 126).

En la experiencia de Analia, el otro desaparece y no existe, y la forma de representar a este otro


se hace imposible. Existe entonces, en esta obra, una muestra de la experiencia del nuevo
territorio (Cartagena y el proceso de llegar a ella y significarla) de la ausencia de tierra propia y
de sujetos también propios. Ante esto, García (2013), plantea los procesos de deculturación que
se viven en esta novela de Burgos, procesos por los cuales se destruyó el pasado y el legado, al
otro y la posibilidad de construcción de una memoria establecida y constante. Es por eso, que el
comparativo que se hace entre Analia y Otilia puede tomarse también como el principio y la
consecuencia de la vivencia del pasado en un lugar determinado; Analia Tu-Bari, la vivencia de
la barbarie, la defensa del nombramiento de las cosas, la protección de una mística que apenas
sobrevive y la oscuridad de unos ojos que no ven y no encuentran una otredad; Otilia, las
secuelas de una barbarie que no cesa, las ansias por nombrar y soltar las palabras, la
manifestación de nuevas costumbres y la luz incesante de unos ojos que observan y narran.

Para agregar, cabe detenerse en las palabras que constantemente empiezan los discursos de
ambos personajes. En Analia Tu-Bari se manifiesta el “Cuándo. Cuándo vine”, mientras que en
Otilia la fórmula de “Ver lo que veo. Veo lo que veo. Siempre veo lo mismo”. Las palabras de
Analia se embarcan en una pregunta sin interrogación, la entonación, sin embargo, denota la
pregunta, en su no encierro de signos, la apertura a una ambigüedad del espacio y el tiempo que
refleja el mismo personaje en cuanto a su ubicación ante su realidad. La incertidumbre de Analia,
da cuentas de las figuras de un sueño en el que las voces y los acontecimientos no tienen el
menor sentido.

“Su nombre que repetía y repetía para evitar que quedara sepultado por la costumbre de los
nombres con que acá la llamaban, Magdalena, Polonia, Agustina, Potenciana, Gracia, Milagros
[…] Analia Tu-Bari, para no olvidarme y mi árbol me recibía más allá de la muerte en la voz y el
recuerdo de los míos” (Burgos, La ceiba de la memoria, pg 207-206).

De todas las demás voces que aparecen en la novela de La ceiba, la de Analia es la que goza de
mayores asincronismos y cambios repentinos de la utilización de la conjugación de los verbos y
las personas, perdiéndose incluso la perspectiva del personaje y pasando a otra totalmente
diferente. Lo que determina la experiencia de Analia en Cartagena es el antes y después de su
ceguera, asunto que permite al lector ubicarse temporalmente en las narraciones focalizadas a
este personaje. Además, esta conservación de su nombre y el olvido o la indiferencia ante los
nombres coloniales, demuestra una construcción de memoria a partir de la resistencia o la
resistencia a partir de la memoria.

“Repitiendo mi nombre para que no me lo robaran, repitiendo mi nombre para que no se muriera
en el silencio. Analia Tu- Bari, mi nombre es parte de mí, yo soy Analia Tu-bari” (Burgos, La
ceiba de la memoria, pg. 83).
La otredad de Analia Tu-Bari es el reflejo de sí misma, el secreto de su nombre que encierra su
identidad verdadera y que solo se manifiesta a sí misma. Pero esta manifestación no se queda en
lo individual. Analia construye su nombre e identidad para poder guardarla para un colectivo,
como explica Lucetti (2009), la identidad no es unidireccional y busca anclarse a procesos de
grupo que permitan un accionar de libertad. Con esto la resistencia de Analia, trasciende en el
propósito de una memoria que se proyecta en el futuro y reta al abismo del olvido:

“mi memoria es un río manso que sé llamar […] Lo que me dispongo a ser en esta tierra extraña
es una ceiba. Guardadora de acciones” (Burgos, La ceiba de la memoria, pg 86-87).

Con todo presente, la experiencia de Cartagena no solo desemboca en una construcción de


ausencias, sino también en una construcción y significación de la resistencia al olvido a través
del desarrollo de la memoria. Otilia, como consecuencia en la actualidad, plantea su discurso de
la vista en tiempos pasados y presentes. El futuro va en la prospección de lo que generan sus
palabras como propuesta de la resistencia. Un ejemplo de esto, es el salón de belleza “Salón
Grimorios” donde Otilia plantea el derecho a la memoria.

“Tú sabes, no sabía que nosotros […] tenemos derecho a una historia. A que se sepa quiénes
somos, de dónde venimos, qué soñamos, cuándo nos jodieron, cómo nos defendemos. Con tus
estudios con las franciscanas y los de maestra en la Normal será que debes escribirla, mi mirona,
mi recordadora ¿?” (Burgos, Ver lo que veo, pg 121).

Para ir concluyendo, la comparación entre Analia y Otilia, y sus experiencias en la


representación de la memoria de Cartagena, vislumbra que la unión de las obras La ceiba de la
memoria y Ver lo que veo, a partir del espacio y las diferencias de los tiempos, son en alguna
medida la causa y la consecuencia entre ellas, significando el espacio de Cartagena como lugar
de ausencias y resistencias de memorias. La Cartagena toda, se configura, a partir de estos dos
personajes femeninos, como una continuación de la crisis de la barbarie que aún no se supera,
por eso, la construcción de esta Cartagena literaria de Burgos Cantor, se define como lugar no
resuelto que aún disputa los estándares de lo que se debe de recordar o no, de lo que aún ofrece
que se encuentra en el aparente olvido.
Bibliografía.

- Bal, M (1990). Teoría de la narrativa. Ediciones Cátedra S.A. Madrid.


- Burgos, R (2018). La ceiba de la memoria. Seix Barral. Bogotá
- Burgos, R (2018). Ver lo que veo. Seix Barral. Bogotá
- Castillo, A. y Urrea, A (2009) Memoria sin guardianes. Observatorio del Caribe
colombiano, Cartagena.
- García, K.A. (2013). Historia y ficción de un puerto negrero: doce expresiones de la
deculturación en La ceiba de la memoria. Aportes para una narrativa comprada. Nexus
(14) pp 22-47.
- Lucetti, M (2009). La alteridad como configuradora de identidad. 5° Jornadas de
Jóvenes Investigadores, Instituto de investigaciones Gino Germani. Buenos Aíres,
Argentina.

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