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QUE ES EL POSTMODERNISMO

Si bien Valdelomar empieza circunscrito en el modernismo, tal como se vislumbra en sus


primeros poemas, su elitismo y su inquietud por abrirse a nuevos temas lo hacen un
modernista terminal o un postmodernista. Aquí es necesario precisar que tradicionalmente
el modernismo ha sido dividido en tres etapas:
 Premodernismo
 Apogeo o Modernismo propiamente dicho, y
 Postmodernismo.
El Postmodernismo vendría a ser pues la última fase del Modernismo.
Las características del Postmodernismo son:
 El retorno a la realidad inmediata. Los escritores postmodernistas renegaron del
exotismo y los temas fantásticos propios de la literatura modernista. Buscaron recuperar la
emoción por las cosas humildes y simples de la vida cotidiana y retornaron, en muchos
casos, a la literatura confidencial e intimista.
 El sencillismo y la depuración de la formas de la expresión artística. Frente al
refinamiento del lenguaje modernista, los escritores postmodernistas depuran el lenguaje
poético de los elementos decorativos y optan por una forma de expresión cada vez más
clara y sencilla. Sin embargo se conservó por largo tiempo el gusto por la musicalidad en el
verso y la utilización de imágenes sensoriales.
 REPRESENTANTES;
- Abraham Valdelomar
- Percy Gibson
- Alberto Hidalgo
- Federico More
- Pablo Abril de Vivero
- Luis Alberto Sánchez
- José CarlosMariátegui
- Pedro Zulen

MOVIMIENTO COLONIDA.

Colónida, es el nombre de un movimiento literario que surgió en el Perú entre los


años 1915 y 1916, como respuesta al espíritu elitista y colonial que aún persistía en
la literatura peruana. Propugnó la ruptura con el academicismo hispano y la libre renovación
de temas y estilos, atisbando con simpatía las nuevas tendencias literarias italianas y
francesas. En ese empeño cohesionó a una generación de artistas y escritores, convocando
particularmente a los jóvenes valores de provincias, hasta entonces marginados.

El impulsador de este movimiento fue el escritor peruano Abraham Valdelomar.


Asimismo Abraham Valdelomar, recién vuelto de Europa, fundó la revista Colónida, y en la
que agrupó a los escritores más jóvenes de aquella época, tales como Pablo Abril de
Vivero, Augusto Aguirre Morales, Hernán C. Bellido, Enrique A. Carrillo, Alfredo González
Prada, Félix del Valle, Antonio Garland, Percy Gibson, José Carlos Mariátegui (Juan
Croniqueur), Federico More y Alberto Ulloa Sotomayor.

¿Grupo o Movimiento?
José Carlos Mariátegui afirmó que Colónida “no fue un grupo, no fue un cenáculo, no fue un
escuela, sino un movimiento, una actitud, un estado de ánimo. Varios escritores hicieron
“colonidismo” sin pertenecer a la capilla de Valdelomar”.1

Sin embargo, Alfredo González Prada en una carta dirigida a Luis Alberto Sánchez, fechada
el 26 de noviembre de 1940,2 reconoció que si hubo un grupo "Colónida". Habría empezado a
formarse a mediados de 1915.

Importancia de “Colónida”
 

Como observó Mariátegui, "Colónida" representó, no una revolución, sino solo "una


insurrección”, una necesaria “fuerza negativa, disolvente beligerante” contra el academicismo
reinante en la crítica y en la producción literaria, oponiéndose a figuras como José de la Riva
Agüero y Osma y Ventura García Calderón. Los colónidas estaban en contra de toda rigidez
literaria y pregonaron la renovación de temas y estilos.

Al mismo tiempo inauguró entre los literatos del Perú una conciencia cultural: en este sentido
fue un manifiesto de afirmación nacional, opuesto a la dependencia que guardaban nuestras
letras respecto de España, y defensor de un cosmopolitismo que devolviese al país su
autonomía cultural.

Simultáneamente mostró una preocupación por reivindicar y apoyar a los jóvenes valores de
provincias, hasta entonces olvidados o simples convidados de piedra.

Pero el movimiento “colónida”, demasiado heterogéneo y anárquico, no pudo condensarse en


una tendencia sólida y consistente. Sin embargo, el individualismo, la valentía, la agresividad y
hasta la extravagancia de los "colónidos" dieron sus frutos. Aún cuando el grupo había
finalizado en 1916, el movimiento siguió en marcha y se propagó por todo el Perú, en un
alarde esteticista que nunca se había visto hasta entonces.

En resumen, “Colónida” constituyó el tránsito de la sensibilidad modernista hacia


el vanguardismo. Autores peruanos como César Vallejo y Alberto Hidalgo, próximos al
colonidismo al comienzo de su obra, lograrían unos años después instalar la “nueva literatura”
tan buscada.

BIOGRAFIA DE ABRAHAM VALDELOMAR.


Pedro Abraham Valdelomar Pinto nació en Ica el 27 de abril de 1888. Fue hijo de
Anfiloquio Valdelomar Fajardo y de María Carolina de la Asunción Pinto Bardales.
Vivió en una pequeña casa en la cuadra tres de la calle Arequipa en su natal Ica.

En 1892 se trasladó con su familia al puerto de Pisco, donde su padre encontró


trabajo como empleado de la aduana. Allí empezó sus estudios primarios. Las
experiencias de su infancia, vinculada al mar y al campo, influyeron decisivamente
en su obra. En 1899 se trasladó a Chincha donde concluyó su educación primaria.

En 1900 viajó a Lima donde estudió la secundaria en el Colegio Guadalupe; allí


fundó y dirigió un periódico escolar: La Idea Guadalupana (1903). En 1904
concluyó sus estudios secundarios y durante unos meses desempeñó el puesto de
archivero en la Inspección Municipal de Educación de Chincha.
En 1905 Valdelomar se matriculó en la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, pero dejó las clases al año siguiente para emplearse como dibujante en
las revistas Aplausos y silbidos, Monos y Monadas, Actualidades, Cinema y Gil
Blas, donde también trabajó como director artístico.
En 1909 publicó sus primeros versos de estilo modernista en la revista
Contemporáneos y al año siguiente decidió reanudar sus estudios, aunque la
universidad nunca le interesó mucho, y en 1913 terminó por abandonarla
definitivamente.
En 1910 aparecieron publicados los primeros cuentos de Valdelomar en las
revistas Variedades e Ilustración Peruana, y al año siguiente aparecieron por
entregas en las mismas revistas sus novelas cortas La ciudad de los tísicos y La
ciudad muerta -donde hizo manifiesta la influencia recibida por parte del escritor
italiano Gabriele D´Annunzio-, iniciando también su colaboración con el diario La
Prensa de la capital peruana. En 1912 participó en la campaña presidencial de
Guillermo Billinghurst, siendo elegido presidente del Centro Universitario
billinghurista, y, luego del triunfo de su candidato, llegó a ser nombrado
administrador de la Imprenta del Estado y director del diario oficial El Peruano.

 El 1º de noviembre de 1919 Abraham Valdelomar sufrió un accidente mientras


participaba en la segunda sesión preparatoria del Congreso, a consecuencia del
cual murió al cabo de dos días, siendo trasladados sus restos a Lima, luego de ser
embalsamados. Póstumamente se publicó Los hijos del sol (cuentos incaicos,
Lima, 1921), conjunto de relatos escritos alrededor del año 1910, y Tríptico heroico
(Lima, 1921), libro de poemas patrióticos dedicados a los niños de las escuelas del
Perú.
Arielismo
El arielismo fue una corriente ideológica latinoamericana de principios del siglo
XX que tomó su nombre de la obra Ariel del escritor uruguayo José Enrique Rodó.
Se caracterizaba por oponer al utilitarismo anglosajón los valores de la cultura
greco-latina heredados del Imperio Español en Hispanoamérica. Expresaba una
visión idealista de la cultura hispanoamericana como modelo de nobleza y
elevación espiritual en contraposición a la cultura de los Estados Unidos como
ejemplo de sensualismo y grosería materialista. 1
El arielismo es anterior al ensayo Ariel y es inicialmente formulado por Ruben
Dario y Paul Groussac.2 "Desde comienzos de los años 90 del siglo XIX, The
Tempest se convirtió en una de las más recurridas fuentes de metáforas políticas y
culturales en Hispanoamérica y el Caribe. Antes que por la presencia de tropos
coloniales (como el canibalismo) en su trama y personajes, o la posible alusión al
naciente colonialismo inglés en las Américas, la obra hace parte de la historia
cultural latinoamericana por las insistentes lecturas, reescrituras y apropiaciones
que han hecho de sus dramatis personae -en particular Calibán, Ariel y Próspero-
verdaderos personajes conceptuales o agentes de enunciación retórico-cultural
para pensar y definir América Latina y diversos proyectos nacionales e
identidades."3
A principios del siglo XX, después de la consolidación del sistema de Estados
iberoamericanos, la búsqueda de la identidad hispanoamericana se intensificó.
Muchos de los intelectuales, escritores y filósofos se sentían muy decepcionados
ante el triunfo del positivismo y el liberalismo que había caracterizado el
pensamiento social y filosófico de la última mitad del siglo XIX.
En 1900 se publicó en Montevideo la primera edición de Ariel, obra dedicada por
su autor a la juventud de América. El trabajo constituyó la tercera entrega de la
serie “La vida nueva” y significó la consagración de Rodó como escritor
en Uruguay y en América. La obra fue elogiada por la crítica de habla hispana de
la época y tuvo gran impacto en toda América. En ella Rodó proponía el rescate
de la cultura latinoamericana en toda su unidad y en su conjunto. A quienes, en la
búsqueda de la identidad, no solamente uruguaya sino americana, dirigían su
mirada hacia Europa o hacia los Estados Unidos, Rodó ofrecía una respuesta
nueva.4
A Rodó le inquietaba el tema de la identidad cultural de su país y de su región,
ante la aceleración de las transformaciones modernizadoras y la llegada masiva
de inmigrantes, la emergencia de los Estados Unidos como potencia y la derrota
española en la guerra hispano-estadounidense de 1898 en Cuba. Rodó propuso a
la juventud de América una nueva valoración de su pasado y una nueva mirada
hacia su futuro.5
El simbolismo de la obra de Rodó está directamente tomado de la obra de William
Shakespeare, La tempestad. En ella se presentan los personajes
de Ariel, Calibán y Próspero. El simbolismo e ideologización que de esos
personajes hizo Rodó fue antecedido por los del filósofo e historiador
francés Ernest Renan y del educador y periodista brasileño José Veríssimo.
Renan, en su drama filosófico “Calibán, suite de La Tempête” (1878), simboliza a
la cultura aristocrática en la figura de Próspero, que es derrocado cuando Calibán,
sinónimo de las masas, asciende al poder. El ascenso de las masas y de la
democracia hace sucumbir a Ariel, espíritu de aristocracia. Veríssimo, a partir de
sus reflexiones sobre la educación en su país, atacó a la cultura y a la ciencia
estadounidenses, considerándolas mediocres y utilitaristas en contraposición a un
ideal de identidad nacional brasileña. Rodó retomó el uso simbólico de Renan,
pero, dándole a los personajes shakespereanos otra orientación, y de Verissimo
asumió el esquema dualista, maniqueo, ampliándolo al ámbito hispanoamericano. 6
Rodó propuso al personaje Ariel como símbolo de la espiritualidad de América
Latina. Tal espiritualidad hundía sus raíces en el ideal grecolatino de belleza y el
ideal cristiano de caridad, componentes que consideraba indispensables para
forjar una sociedad moderna, valiosa, no sensualista, no preocupada solo por
valores materiales y no condenada a la mediocridad. Una sociedad así debía
basarse en un sistema democrático que capacitaría a los mejores para ubicarse
como dirigentes, lo cual, por añadidura, daría lugar a una cultura superior. Esa
elite de los mejores estaría encarnada en los jóvenes intelectuales, que
contribuirían a elevar a su sociedad sobre el materialismo. Rodó creyó encontrar
así una solución cultural a la profunda problemática económico-política de América
Latina.
El pensador uruguayo estimaba que la espiritualidad de Ariel no la poseía la
cultura de Estados Unidos. El personaje de Ariel era el contrapunto de Calibán
(anagrama de caníbal), que simbolizaba al craso utilitarismo estadounidense.
Sin embargo, esta caracterización de 'Ariel' como discurso anti-imperialista (contra
los EE. UU.) tiene sus detractores. Según algunos críticos "la canonización
antiimperialista de Ariel es tan equívoca como el hecho de que se le cite y
recuerde por su tenue oposición Ariel/Calibán; asunto en verdad menor en el texto,
pero que -por efectos de las preocupaciones antiimperialistas del momento-
terminó por definir el ensayo. Rodó, de hecho, apenas si menciona a Calibán en
su Ariel; [en] sólo tres instancias, ninguna de las cuales está referida a la
geopolítica antiimperialista, sino a la «democracia» y a la revolución social.". 7 En
otras palabras, Ariel es un ensayo anti-popular, contra la vulgaridad democrática y
la emergencia de las masas.
A diferencia de Renan y su concepto aristocratizante de la cultura, Rodó no
negaba que una democracia funcional debía basarse en un nivel de vida
adecuado y en igualdad de oportunidades educativas para todos. Ello era el
prolegómeno para algo más grandioso, la constitución de un ideal supranacional
que tenía que conducir a la unidad de las naciones latinoamericanas, inspirando
así a los pueblos y a los individuos un alto sentido de acción más allá de los meros
fines nacionales. En tanto que un solo país podía tener poca tradición cultural,
América Latina, considerada como una totalidad, poseía una vasta y profunda
tradición. Rodó descubrió que entre las naciones latinoamericanas preexistía
unidad cultural por encima de las diferencias que las separaban.
A Rodó no se le ocultaban los efectos del impacto y acelerada penetración de la
cultura estadounidense en América Latina, por lo que el arielismo tenía también
como objeto combatir la asimilación de los valores pragmáticos y materialistas de
Estados Unidos. Para ello, Rodó promovió la reivindicación del pasado hispano.
El concepto arielista de integración y unidad cultural latinoamericana
probablemente haya sido la contribución más importante de Rodó a la ideología
nacionalista popular de su tiempo. También contribuyó a valorizar el poder de los
ideales y las ideas en la confirmación de la sociedad, que por extensión debían
impulsar la teoría educativa y su reforma para gradualmente transformar la vida
social y política de América Latina. Asimismo, el idealismo latinoamericanista
proporcionó a la actuación de los intelectuales mayor sentido del que podrían
lograr los nacionalismos estrechos, capacitándolos a la vez para ver por encima
de sus frustrantes y limitadoras situaciones regionales o nacionales, lo que fue una
inspiración para pensadores como el argentino Manuel Baldomero Ugarte y el
mexicano José Vasconcelos.
En su aspecto negativo Ariel consolidó un mito maniqueo en el que la parte mala
la llevaban los Estados Unidos, al considerar a ese país como carente de cultura y
a su pueblo, poseído por el materialismo. Esta visión de los Estados Unidos fue
repetida por intelectuales como el colombiano Carlos Arturo Torres y el
venezolano Rufino Blanco Fombona.

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