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ELLA

[Cuento]
Paola Jarava
Desde las tinieblas de llamo, los gritos silenciosos no me permiten escucharte, solo quiero volver a verte, volver a
sentirte, jamás debí irme…
Entrada la noche recordé su mirada, de nuevo tan clara, tan visible, tan penetrante, tan hermosa;
sentí un frio helado rozando mi espalda, me gire,- la ventana estaba abierta, creí haberla cerrado
antes, no lose, quizás lo olvide, muchas cosas olvidaba por esos días, era solo yo, envuelto entre
pensamientos, inmerso en recuerdos, sumido en memorias de un ayer, de sentimientos oscuros
disfrazados de realidades ocultas, diversas, espesas como la niebla, jamás había vuelto a ser el
mismo desde su partida.
La mañana siguiente mis ojeras eran descomunales, rozaba el cansancio y la melancolía, el
estúpido despertador de nuevo retumbaba en mi cabeza como martillos agudos y su simpleza e
inutilidad me agobiaban, la noche nuevamente me dejaba más y más recuerdos, ¿acaso no podía
olvidarlos, tan solo dejarlos de lado para poder seguir con mi vida?, no podía dormir pero soñaba,
me alzaba entre montañas altas hechas de nubes de colores para caer después entre calderos
ardientes de pasta de dientes, algunos sueños eran claros y divertidos, otros perturbadores, sin
sentido, llenos de rostros, demasiados rostros irreconocibles, divididos por el espacio, por los
ambientes quebrados, rojizos y purpuras, señalizados, me guiaban hacia ella, me la enseñaban,
para luego dejarme con un claro espesor entre lo real y lo ficticio; mis manos temblaban, de
nuevo tenía que levantarme para ir a un trabajo que ya no tenía sentido, ya nada tenía sentido.
Me dispuse a dormir, quería dormir, quería descansar, tan solo unos minutos, cuando de
golpe sentí su voz, nuevamente su voz, la imaginaba, deseaba que estuviera a mi lado, que
descansara al otro lado de la cama, que soñara conmigo, que fuera ella, de nuevo ella;- me gire
de nuevo para encontrarme con su rostro, allí estaba ella, tan cálida como siempre, sus ojos
verdes me observaban, apacibles ante mi presencia, y su cabello negro caía por su rostro como
cascadas enaltecidas por su belleza, era tan bella, es tan bella, arrastre mi mano por las sabanas,
acercándome poco a poco a su cuerpo, hacia ella, mi mano casi llegaba cuando volví mi mirada
de nuevo hacia sus ojos, irreconocible, me aterre al darme cuenta que su alma, que su esencia ya
no estaba en sus ojos, solo no estaba y de a poco su cuerpo se disolvió entre la realidad y mis
sueños, cenizas levantadas por la brisa que entraba apresuraba por la ventana se la llevaba, de
nuevo estaba soñando, de nuevo estaba en mi cama y ahí no estaba ella.
Poco a poco gotas de lluvia se asomaron en esa noche cálida, otra noche de insomnio, otra de
estupor y de nostalgia, permanecía despierto, porque aunque en sueños, esos pavorosos y dulces
a la vez, de nuevo la encontraba, no soportaba verla y perderla, cada vez, mi imaginación, mi
agotamiento, mi desanimo se confundían más y más entre mis más profundos deseos, mi realidad
y ella.
Cinco meses después, aislado, acorralado, solo, observaba los conejos azules corretear por
las habitaciones, sobre mí, mientras el arcoíris brotaba de a poco por entre las paredes, columnas
de caramelo nacían por las hendiduras de los muros, decidí que encontrarla a ella en ese mundo
de fantasía, de colores distantes, de texturas apacibles, de olores cálidos y dulces, de paisajes de
ensueño que se perdían entre tormentas de cordura era posible, decidí que ese mundo había sido
creado para mí como un refugio distante, no me había percatado que ella, ella, quería que entrara,
que me permitirá soñar y deslizarme, correr por entre las montañas más altas, poco a poco me
deje ir, mi pena, mi tormento se desvanecía, sujeto al deseo simplemente me deje ir, presa de la
espera, de mi vigilia mis ojos se entrecerraron por última vez, mi sumisión a la realidad había
finalizado, escuche un bit, un pequeño sonido y una luz dentro de mi pecho que poco a poco se
apagaba para dejarme solo entre una oscuridad perpetua.
Entre la oscuridad, entre la penumbra de ese almacén gigante, filas y filas de nosotros, de
hombres y mujeres diseñados a semejanza de nuestro creador, tan solo esperamos, decaídos,
nuestros cuerpos, nuestros cables son corroídos por la lluvia y la brisa, instrumentos de sueños,
de felicidad provisional, transitoria por el tiempo, amalgamas de fantasías somos y seremos, por
ahora solo esperamos, solo esperamos a ser activados.
Autor: Paola Jarava

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