Está en la página 1de 4

El concepto de persona.

El amor a las personas


“Persona significa lo que es más perfecto en toda la naturaleza, es decir, lo que subsiste en la naturaleza
racional”. Suma Teol., 1, q.29, a.3, c.

Por su carácter racional y libre la persona es el ser más perfecto del cosmos. Sin embargo, queda dilucidar si
esta condición le confiere además un valor superior al de cualquier otro que exista. Podría pensarse que no
necesariamente por tener una perfección de la que el resto de los seres carece, tiene un valor o dignidad
mayor que ellos y que, por ejemplo, la vida de la persona debiera protegerse lo mismo que la de cualquier otro
animal o incluso vegetal.

Para abordar esta cuestión es útil comenzar por definir lo que se entiende por dignidad. Este vocablo proviene
del latín, y significa lo adecuado, lo conveniente o conforme a algo. Se dice de las cualidades o de las
relaciones, en cuanto se conforman a las personas, cosas oficios o actividades. Digno del hombre se dice el
vestido, la casa, etc. Tiene que ver, por tanto, con la justicia (que es la virtud humana que consiste en tener una
firme y constante voluntad de dar a cada uno lo que le corresponde). Pero el término digno indica además una
cierta excelencia, superioridad o nobleza. Tiene que ver con un rango, un oficio, familia etc.

Conlleva también una autoridad. De ahí lo de “dignatario”. El Presidente de la República, por ejemplo, en virtud
de su cargo, tiene una dignidad superior a la de cualquier otro ciudadano.

Pero esta perspectiva no agota el contenido de la palabra dignidad, pues para hablar de la dignidad de la
persona, es necesario abordarla desde una perspectiva ontológica, es decir desde la perspectiva de la
naturaleza. El ser humano no es un peldaño más dentro de la naturaleza, pues sus cualidades específicas, la
racionalidad y la voluntad, lo hacen estar muy por encima del resto de los seres vivos, pues por ellas tiene la
capacidad de ser dueño de sus actos (por lo cual es inherente a él la responsabilidad de los mismos), y de
perseguir fines que él mismo se propone. Por esto es que el vocablo “alguien” sólo lo referimos a las personas.
Una primera y elemental distinción de las cosas que existen es que hay cosas (algo) y personas (alguien). Es
verdad que no llamamos “cosas” a los animales, pero no podríamos tampoco hablar de “persona animal”; por
esto es que nos referimos a ellos como individuos de una especie determinada; pero no son un “alguien”.

El valor especial del hombre, la dignidad humana, es incomparable a la del resto de los seres vivos. Poner a la
persona a la misma altura que un animal en virtud de que los dos comparten el hecho de estar vivos, es
rebajarla a un nivel inferior al que le corresponde, y significa negar o pasar por alto su naturaleza o esencia u
olvidar el carácter espiritual que posee. El valor de cada uno de los entes de la naturaleza viene dado por lo que
son, y no todos los seres son iguales. La naturaleza espiritual del hombre, que le confiere la capacidad de
conocer la verdad, actuar libremente y de amar, es la raíz última de la especialísima dignidad del ser humano.
Esta dignidad, por tanto, es inalienable y viene dada por el hecho de ser persona y no en virtud de ser una
persona con tales o cuales características. Los seres humanos pueden perder libertades o derechos, pero la
dignidad humana no se puede quitar nunca, pues viene dada por la propia naturaleza.

A la persona considerada en su totalidad, en cuanto que es persona, se la debe respetar en virtud de lo que es,
y no en virtud de cómo es, por eso es que la dignidad del ser humano es inalienable, es decir, que a la persona
no se la puede despojar de ella. Este respeto se fundamenta en el hecho de que la persona, absolutamente
considerada, no puede ser usada por otra como un objeto o mero instrumento para conseguir un fin
determinado, porque esa persona no puede ser tratada como un medio porque es un fin en sí misma. Por otra
parte, la experiencia de toda persona indica que cada uno quiere ser amado desde lo más profundo de su ser
con un amor benevolente; siempre se tiene la necesidad radical de saberse amado “por sí mismo”, únicamente
en virtud de que se existe, por el solo hecho de ser lo que se es: persona. Esto supone el entendimiento de que
toda persona es digna de amarse con el mismo amor de benevolencia con el que cada cual quiere ser amado.
Esta es la consecuencia principal de la dignidad del ser humano, y por estas razones el usar a una persona como
instrumento u objeto es atentar contra la dignidad humana.

Ahora, atentar contra la dignidad humana no es sólo tratar a alguien como esclavo, o llegar al extremo del uso
que dieron los nazis a los judíos en los campos de concentración. Si miento a un conocido para conseguir algo
de él que quiero para mí, o si me hago amigo de una persona por interés, o si mantengo un noviazgo
únicamente para obtener placer de la otra persona, o si hago a alguien objeto de burlas para divertirme, o le
doy a cualquier persona un trato inadecuado debido a su origen, raza, posición social o política, también estoy
atentando contra su dignidad.

En el sentido anterior, cualquier persona, sea quien sea, tiene la misma dignidad, y esto se conoce por
“dignidad natural”. Pero también existe otro sentido según el cual podemos referirnos a la dignidad. Según
esto, no todas las personas tienen la misma dignidad por igual. Esta otra dimensión de la dignidad tiene su
fundamento en la naturaleza moral de la persona humana. Es decir, la persona, porque es libre, es también
responsable de sus actos y tiene, por tanto, el deber durante toda su vida de ir perfeccionándose como ser
humano, es decir, de vivir cada vez más una vida más humana, según su propia naturaleza se lo exige. La
persona va adquiriendo mayor dignidad en la medida en que se hace mejor persona, y esto se da
primordialmente en la medida en que practica las virtudes, a través de las cuales puede acercarse al fin último,
que es su felicidad.

La primera fuente de la dignidad es, entonces, su propia naturaleza: se es digno porque se es lo que se es.

Pero la dignidad moral tiene que ver con aquello que Santo Tomás, siguiendo a Aristóteles, llamaba la
“segunda naturaleza”. La persona humana no se va perfeccionando únicamente en la medida en que va
creciendo y llegando a la adultez o por azar, sino que, por ser libre y por lo tanto responsable de sus actos,
puede y debe perfeccionarse también de un modo libre. Y esto se logra, como se vio en la sesión anterior (Nº
18), a través del ejercicio de las virtudes, por las que el hombre, en la medida en que se habitúa a realizar
ciertas operaciones y actos buenos, se va perfeccionando y adquiriendo una “segunda naturaleza”, de carácter
moral, en virtud de su calidad humana. Este carácter virtuoso es lo que, hoy en día, se suele llamar ‘dignidad
moral’.

Ahora bien, en muchos casos ocurre que atribuimos una dignidad superior a ciertas personas, pero no en virtud
de su calidad moral, sino por otro tipo de cosas. En efecto, en nuestra sociedad a la gente con más poder,
dinero o capacidades artísticas o intelectuales se le suele dar un trato distinto, “más digno” que a una persona
humilde o sin educación, o con menos influencias. Pero la dignidad moral no puede tener su sustento en tales
causas, puesto que los aspectos recién nombrados no hacen que alguien se convierta, de suyo, en alguien
bueno. Que alguien sepa mucho o que tenga mucho poder no lo hace más digno por ese solo hecho. La razón
por la cual alguien se puede hacer moralmente más digno es a partir de su calidad humana; y el criterio último
por el cual se puede calificar a alguien como con mayor o menor calidad humana, y por tanto con mayor o
menor dignidad moral, es por el ejercicio de las virtudes o, dicho de otro modo, por su capacidad de vencer el
egoísmo al que por defecto tienden los hombres (y que suele ser la razón por la cual se le pasa a llevar a otros
su dignidad), y ordenar su vida hacia el bien de otros. Vale decir, en el amor que se tiene a otras personas. Este
es el criterio por el cual alguien puede ir adquiriendo o perdiendo dignidad moral, aunque la dignidad natural
no la pierda nunca.

La dignidad dice relación a una cierta excelencia, que viene dada por lo que se es, pero también por cómo
ocupa una persona su libertad. En este sentido es que, por ejemplo, el Padre Hurtado tiene una enorme
dignidad moral a nuestros ojos: no por el poder que ejerció, sino porque entregó su vida –como tantas otras
personas- al servicio a los demás. En este sentido moral de la palabra, el padre Hurtado no tuvo la misma
dignidad que, por ejemplo, un ladrón o un asesino, aunque tuvieran ambos la misma dignidad natural.

Características de la Persona.

A) La irrepetible singularidad:

Las facultades propiamente humanas hacen de las personas seres libres que, por lo mismo, nunca son iguales a
otras. Un perro, por ejemplo, siempre es un individuo distinto de otros, pero es siempre un perro que se
comporta invariablemente como tal. Pero en el caso de los hombres, que también son individuos, además son
personas, por eso que nada una persona es Juan o Pedro; su singularidad es más plena, es más “uno”, su
unidad es mayor, porque se autodetermina libremente y de manera consciente. El término persona nombra
directamente lo singular, por eso es un alguien y no un algo.

A raíz de esto se puede concluir que los seres humanos, por ser personas, son radicalmente irreemplazables,
porque por su libertad que les es inherente no pueden existir dos personas iguales. Una persona se puede
reemplazar solo respecto de un aspecto particular de ella, -una función-, como, por ejemplo, que un
farmacéutico pueda reemplazar a otro; pero la persona considerada en su totalidad es irremplazable. Nadie le
recomienda a unos padres que acaban de perder a un hijo que intenten tener a otro para que “reemplace” al
que se murió, pues el amor que se da en las personas es, valga la redundancia, “personal”: uno no quiere a
alguien por que es alguien tan solo, sino porque es Julio o Patricia.

B) La Apertura:

La persona se define también por su “capacidad” para todo, esto es que está abierto a la Verdad y al Bien.
Principalmente, su apertura es para con otras personas, que es la ocasión donde más y mejor el ser humano
puede encontrar la verdad y el Bien. Está abierto no solo a lo finito, sino también a lo infinito, y por eso es
inherente al hombre la capacidad y anhelo de trascendencia. Es, por lo mismo, “capax Dei”, capaz de Dios. Sólo
los seres humanos tienen religiones.

Esta nota de “apertura” o del carácter excéntrico del ser humano, incluye la capacidad del hombre de amar.
Las personas se relacionan con otros primeramente por necesidad. Cada persona hasta entrada por lo menos la
adolescencia, no es muy capaz de relacionarse por gratuidad. Es decir, se relaciona más porque necesita
“recibir” que “dar”. Pero, aunque la persona es un ser indigente durante toda su vida, por su apertura está
hecha más para dar, que para recibir. El hombre es ser social, se realiza, se conoce a sí mismo, vive con otros,
para otros o según otros; pero su plenitud está más en servir a otros que en servirse de otros, en poner en
actos sus potencias no tan solo para su bien propio, sino para el bien de sus semejantes. La medida del amor,
en este caso es “amar (abrir el propio ser a otros) al prójimo como a sí mismo”. El amor que toda persona
quiere desde lo más profundo de su ser es un amor de benevolencia; siempre se tiene la necesidad radical de
saberse amado “por sí mismo”, únicamente en virtud de que se existe. Esto supone el entendimiento de que, lo
mismo que cada uno, toda persona es digna de amarse con amor de benevolencia por el solo hecho de ser lo
que se es: una persona. Esta es la consecuencia principal de la dignidad del ser humano.

C) La Intimidad:

Esta propiedad de la persona se explica de alguna manera por las otras mencionadas, pero se caracteriza mejor
vista en sí misma. Somos un quién, que significa “identidad e intimidad única, un yo interior irrepetible”. Cada
persona es un absoluto, en el sentido de algo único, irreductible a cualquier otra cosa. Nadie más es la persona
que yo soy, y de aquí proviene la importancia del nombre, pues uno es un quién, un alguien y no algo. Pues
bien, la intimidad indica ese “dentro” que sólo conoce uno mismo. El hombre tiene un interior, un dentro que
es para sí, y se abre a su propio interior en la medida en que se atreve a conocerse, a introducirse en la
profundidad de su alma. Esta interioridad o mundo interior que está abierto sólo para uno y oculto para los
demás, es la intimidad. Es una apertura “hacia dentro”. Solo por una decisión libre del sujeto, otra persona
puede acceder a esa interioridad. Esta interioridad es de tal modo profunda que ni la persona misma puede
conocer todo el universo que es como persona.

Glosario.

Dignidad natural: Es la excelencia o valor que tiene las personas por ser lo que son.

Dignidad moral: Es la excelencia que una persona adquiere en la medida en que practica las virtudes morales.

Apertura: Característica de la persona humana que hace de ella alguien esencialmente apta para salir de sí y
abierta al conocimiento de todo lo que existe.

Intimidad: Característica de la persona humana que dice relación con la vida interior que posee por ser único e
irrepetible.

También podría gustarte