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Universidad de Chile

Facultad de Filosofía y Humanidades / Instituto de Estudios Internacionales


Licenciatura en Estudios Internacionales
Historia del siglo XX – Prof. Ulises Cárcamo S.

Prueba Grupal Final

Nombres Estudiantes: Emilio Bahamonde, Elisa Cifuentes, Millaray Dinamarca y Josefina


Tapia

1. - Tras las Guerras Mundiales, las colonias, que habían hecho una contribución
especial al esfuerzo bélico de las metrópolis europeas, empezaron a exigir
compensaciones políticas a la vez que el foco del poder en el mundo abandonaba
las potencias coloniales y se dirigía hacia Estados Unidos y la Unión Soviética,
grandes ganadores del conflicto y ambos con un enfoque anticolonial. Al
respecto, ¿Cómo se puede explicar el proceso de descomposición imperialista y
de la descolonización tanto en Asia como en África? Refiérase a los contextos
internos y externos, especialmente a las similitudes y diferencias, políticas,
económicas y culturales, existentes en dichos procesos. (50 pts)

La segunda guerra mundial tuvo consecuencias devastadoras para las potencias partícipes de
este conflicto. Durante la guerra, la economía fue centralizada, y el sistema productivo y los
recursos de las naciones beligerantes pasaron a estar bajo control del Estado, quien destinó al
esfuerzo bélico la mayor parte de la producción. La población civil se transformó en mano de
obra dedicada a la industria pesada, en especial a la industria siderúrgica y química; también
se necesitaron obreros que se dedicaran a la industria textil para producir los uniformes de los
soldados que iban a la guerra. La escasez de trabajadores, debido a que la mayor parte de la
mano de obra había sido reclutada para la guerra, fue amortiguada con la incorporación de la
mujer al sistema productivo, siendo el más importante, su papel en la fabricación de
armamentos. De aquí nace la imagen de Rosie the Riveter, ícono cultural estadounidense que
representa a las trabajadoras norteamericanas que participaron de la producción de la
industria bélica.
La movilización de la población hacia los sectores urbanos industriales, y el reemplazo de la
producción de bienes de consumo por la industria dedicada al ejército, tuvo como resultado
un severo racionamiento de los alimentos y combustibles. Un ejemplo de ello es el
racionamiento de alimentos y ropa en Gran Bretaña, debido al bloqueo económico alemán.
Uno de los países que sufrió las peores consecuencias de la escasez de alimentos fue
Holanda, que sufrió de una terrible hambruna durante los años 1944-1945, causada por el
embargo de las cargas de alimento por parte de la administración militar alemana, y que se
vio agravada por un duro invierno. Para mayo de 1945, más de 20.000 personas habían
fallecido por inanición.
Al finalizar la guerra, el ámbito económico fue uno de los más afectados. A las pérdidas de
infraestructura urbana y viviendas, debido a las ocupaciones, saqueos y constantes
bombardeos, así como las instalaciones industriales y las fábricas que sufrieron daños por los
bombardeos y por la falta de mantenimiento, se le suman los sistemas de transporte, como
carreteras, puentes, estaciones de ferrocarril, puertos y túneles, además de los ferrocarriles y
los barcos de mercancías, que fueron destruidos o severamente dañados durante el conflicto,
quedando completamente fuera de servicio, o bien, necesitaban costosas reparaciones.
El sector agrícola también sufrió grandes daños, ya sea por la destrucción del equipo para la
agricultura, la pérdida de este por los saqueos, o el daño y contaminación de la tierra debido a
los bombardeos, las minas terrestres, y el uso de armas químicas y nucleares. El
envenenamiento de las aguas, la erosión y degradación de la tierra, la deforestación, la
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destrucción de ecosistemas, y la muerte a largo plazo de especies animales y población


humana por la absorción de las sustancias tóxicas que quedan en el ambiente, son solo
algunas de las consecuencias que podemos mencionar.
La guerra también tuvo un impacto en la demografía de Europa y Asia. Si bien no hay una
cifra exacta, se estima que hubo entre 50 y 60 millones de muertos, 35 millones de heridos, y
3 millones de desaparecidos; siendo la población masculina joven (20-30 años) y la población
adolescente femenina (10-20 años) la más afectada. En comparación, el número de fallecidos
supera con creces los números estimados de la Primera Guerra Mundial; esto se puede
atribuir a las masivas matanzas de civiles que acontecieron en este conflicto. En definitiva, la
segunda guerra fue una guerra total. Más que la rendición del enemigo, se utilizaron todos
los recursos nacionales disponibles, para su destrucción y aniquilación total, sin discriminar
a la población civil. Por consiguiente, las consecuencias del final del conflicto fueron
fundamentales para el proceso de descomposición imperialista.
El proceso de reconstrucción europeo tuvo que afrontar grandes dificultades. Gran parte del
potencial industrial se había perdido durante el conflicto, y las industrias y fábricas que
habían sido adaptadas a los esfuerzos bélicos, debían reconvertirse a la producción de bienes
y servicios, y las que habían quedado en el suelo, debían ser reedificadas. Las ciudades
devastadas por los bombardeos y los saqueos, cuya población había sido desplazada,
necesitaban ser reconstruidas en un corto plazo.
No obstante, la escasez de materias primas y alimentos, así como la disminución de la mano
de obra en una sociedad agotada y con hambre, cuya mayoría previamente obrera ahora
retornaba del frente de batalla herida e imposibilitada de volver a trabajar; los sistemas de
transporte que habían sido deteriorados, sumado a los barcos mercantiles que habían sido
hundidos y los ferrocarriles de transporte que habían quedado inutilizados, impedían un flujo
expedito de los suministros y mercancías necesarios; lo que causó una inevitable disminución
de la producción y productividad.
Como no estaban las condiciones para igualar los niveles de producción previos a la guerra,
había una insuficiente cantidad de productos que exportar. Así también, las relaciones
comerciales y los intercambios se vieron reducidos, y hubo una fuga de capitales extranjeros;
lo que, en conjunto con las protestas sociales y políticas, condujo a Europa (y Japón) a
experimentar una devaluación de la moneda y consecutivas olas inflacionarias. No había
dinero ni medios de pago para importar las materias primas, alimentos, ni aquellos equipos
necesarios para la reconstrucción.
Estaba claro que los países europeos afectados no tenían los medios para levantarse por sí
mismos, por lo que la reconstrucción pasó a estar supeditada a la ayuda de aquellos gobiernos
aliados que no habían sido devastados. La figura principal en las políticas de ayuda para la
reconstrucción europea fue Estados Unidos, el único capaz de proporcionar una ayuda
financiera a gran escala; esta superpotencia emergente tomó el papel de banco del mundo. El
Plan Marshall, programa de ayuda económica para la recuperación social y económica de
Europa, consolidó el nuevo orden mundial dirigido por Estados Unidos. La ayuda no fue un
acto desinteresado de caridad, sino que a través de la reconstrucción europea se esperaba
frenar el avance de las ideas socialistas, que se expanden más rápidamente en sociedades
pobres y con altas tasas de desigualdad.
El precario contexto al que se enfrentaban las potencias coloniales (Bélgica, Francia, Reino
Unido, Portugal y Países Bajos) hizo insostenible la mantención de las colonias, ya que
resultaba muy caro y poco beneficioso, y la situación de las metrópolis no daba abasto. “Las
viejas potencias coloniales pasaron a un segundo término ante el surgimiento de las dos
superpotencias, EE.UU y la URSS” (García y Gatell, p. 233).
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En las colonias de África y Asia, desde hace un tiempo venía ocurriendo un cambio en la
mentalidad de los habitantes con respecto a los colonizadores europeos; desde comienzos del
siglo XX, que el hombre blanco mostraba signos de debilidad. En 1905, Japón había logrado
superponerse al gran Imperio Ruso, y las consecuencias de las dos guerras mundiales habían
dejado en claro que los europeos no eran invencibles, y que estaban sujetos a los vaivenes de
la historia. Surge así, una conciencia antiimperialista; “la opinión pública mundial comenzaba
a ser consciente de que los imperios coloniales difícilmente podían mantenerse y de que el
anticolonialismo tenía cada vez más defensores” (García y Gatell, p. 234).
Es preciso recordar, que, durante la segunda guerra mundial, las potencias reclutaron parte de
la población de las colonias de Asia y África como contingente militar, así como explotaron
sus recursos frente a la escasez de las metrópolis; todo bajo la promesa de concederles
parcelas de independencia, o bien, una independencia completa al finalizar la guerra. La
formación de estas tropas coloniales fue la base teórica y práctica para los movimientos
independentistas, que durante su participación en el conflicto aprendieron estrategias
militares, entrenamiento militar, se profesionalizaron en el ejército, y aprendieron cadenas de
mando.
No obstante, las promesas nunca se cumplieron, lo que no hizo más que avivar los
sentimientos antiimperialistas. La repulsión hacia los extranjeros que habitaban y controlaban
las colonias; la identificación como tercer mundo - autodenominación nacida desde la
Conferencia de Bandung en 1955 - y la consecuente diferenciación de los europeos (en
específico de las superpotencias, ya que en esta misma conferencia se origina la idea de no
tomar partido ni por Estados Unidos ni por la URSS); así como el sentimiento nacionalista y
la influencia de las ideas liberales y socialistas - que son absorbidas por la población en Asia
y África - fomentaron la aparición de grupos armados en estos territorios.
Realizamos una pequeña digresión para mencionar que los factores que influenciaron de gran
manera en el proceso de descolonización venían aflorando desde el periodo de entreguerras,
después de la primera guerra mundial; entre ellos, la revolución de octubre, el surgimiento de
“una serie de movimientos y de partidos de carácter nacionalista (…) [y el aumento de] las
luchas y las insurrecciones nacionalistas” (García y Gatell, p.233).
Estas voluntades anticolonialistas fueron apoyadas por las emergentes superpotencias,
Estados Unidos y la Unión Soviética, que con el fin de la guerra se instalaron como los dos
nuevos focos de poder. Ambas superpotencias adoptaron un enfoque anticolonial, ya que
“con este apoyo, tanto americanos como soviéticos veían la posibilidad de aumentar su
influencia económica o ideológica en el seno de los nuevos Estados” (García y Gatell, p.
234); fue una estrategia geopolítica. La materialización del enfoque anticolonial fue la
resolución 1514 (1960) de la ONU - institución que desde 1945 tiene entre sus objetivos el
mantenimiento de la paz y seguridad internacional, y la defensa y promoción de los derechos
humanos - que señalaba el derecho a la autodeterminación de los pueblos, en consideración
de los derechos humanos fundamentales. Así como la defensa de “los derechos de los pueblos
a escoger su forma de gobierno” (García y Gatell, p. 234), principio declarado en la Carta del
Atlántico (1941).
La descolonización, proceso de las colonias de Asia y África para acabar con el sistema de
administración y dominación colonial, y alcanzar la independencia de las colonias europeas,
se comienza a gestar una vez finalizada la segunda guerra mundial, y se vio favorecida por el
debilitamiento de las potencias coloniales por las consecuencias económicas, políticas y
sociales que arrastró el conflicto, y fue potenciada por las superpotencias que veían en su
independencia la oportunidad de expandir sus áreas de influencia, y así realizar una estrategia
geopolítica que les beneficiara económica y políticamente.
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No obstante, este proceso independentista no se llevó a cabo en movimientos homogéneos, es


decir, no ocurrieron en los mismos espacios geográficos ni temporales, ni por los mismos
motivos, ni se lograron de forma similar. Algunos de los movimientos de liberación fueron de
ideología comunista, como en Indochina, en donde el Viet-minh se formó como una alianza
entre el partido comunista del territorio y grupos nacionalistas; otros fueron de carácter
indigenista, como fue el caso de Senegal; también hubo aquellos de inspiración panarabista
en los sectores de África y Medio Oriente; y otros de motivación panafricana, que caracterizó
al África Subsahariana. También podemos mencionar a aquellos que tenían una ideología
puramente nacionalista, como el Frente de Liberación Nacional argelino; o aquellos que
“hicieron de la reivindicación de su identidad religiosa uno de los componentes básicos de su
nacionalismo” (García y Gatell, p. 234); o bien, también hubo aquellos que se basaron en la
defensa de los intereses de las elites.
De igual modo, un elemento en común que presentaron la mayor parte de estos
levantamientos, fue que los personajes que las lideraron pertenecían a la aristocracia local, y
habían sido educados en las ciencias sociales en Europa y Estados Unidos, lugares en los que
se habían enriquecido con ideas liberales y marxistas; las que al volver, difundieron entre los
habitantes de las colonias, y “crearon organizaciones políticas, y a veces militares, tanto para
enfrentarse a la metrópoli como para iniciar la construcción del nuevo Estado independiente”
(Ibidem).
El proceso de descolonización consta de tres etapas; la primera de ellas ocurre entre los años
1945 y 1955, y tiene como espacio geográfico el continente asiático y Oriente Medio. El
primer país en proclamar su independencia en esta zona fue Indonesia, el 17 de agosto de
1945, siendo un movimiento de tipo nacionalista. Este territorio había estado bajo el dominio
de los Países Bajos, quienes en un principio se negaron a aceptar esta resolución, enviando
sus tropas a atacar la región. No fue hasta cuatro años después, en 1949, que Holanda, bajo
las presiones de Gran Bretaña, y viendo el poco éxito que había tenido su débil ejército,
reconoció a Indonesia como un estado independiente. El primer presidente oficial de este
estado independiente fue Kusno Sosrodihardjo, también conocido como Sukarno.
De manera similar, la independencia de la Indochina francesa fue declarada por primera vez
en 1945 por el Viet-minh de Ho Chi Minh, quien bautizó el territorio como República
democrática de Vietnam. Previamente, desde 1940, Japón había ocupado progresivamente la
zona en el entretiempo que Francia estaba bajo control Alemán, hasta que en 1945 se retira al
perder la guerra y se reinstaura el dominio francés. Francia, al igual que con todos los
intentos de emancipación de su dominio colonial, se resistió de forma violenta a perder el
control sobre los territorios de la Indochina, lo que ocasionó una cruenta “Guerra de
Guerrillas” que perduró hasta 1954, cuando las tropas francesas fueron derrotadas en Dien
Bien Phu, y abandonaron el país, reconociendo su independencia en Ginebra el mismo año.
“Como consecuencia de las negociaciones se crearon diversos Estados: Laos, Camboya,
Vietnam del Norte y Vietnam del Sur” (García y Gatell, p. 234). Estos territorios serían la
sede de un sangriento conflicto un par de años después.
La India y Pakistán alcanzaron su independencia en 1947. Como habíamos mencionado
previamente, las colonias europeas habían prestado sus servicios como contingente militar
durante la segunda guerra mundial; e India no había estado ajena a la formación de tropas
coloniales en favor de Inglaterra, con la promesa de la concesión de la independencia una vez
finalizado el conflicto. Como antecedente, desde 1885 existía el Partido del Congreso
Nacional Indio, que, a partir de 1920, bajo la dirección de Mahatma Gandhi, promovió la
independencia completa de la India del dominio británico. Asimismo, desde 1906, la Liga
Musulmana tenía como objetivo la protección de los intereses e ideales musulmanes; y
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posteriormente, luchó por el establecimiento de Pakistán como un estado musulmán


independiente.
Entre los años 1946 y 1947, distintos enfrentamientos convulsionaron a la potencia británica;
es preciso mencionar que “la India había sido el primer foco nacionalista del Imperio
Británico” (García y Gatell, p. 236), desde la fundación del Partido del Congreso. A pesar de
la resistencia pacífica de Gandhi y su movimiento de desobediencia civil, “la India no
consiguió pacíficamente la independencia, pues la represión de los británicos fue muy dura”
(Ibidem). El ascenso de los laboristas al poder posibilitó la realización de negociaciones, y se
estableció, en 1946, un gobierno provisional en la India; y comienza a elaborarse un plan para
la independencia. A pesar de que surgieron roces – que estuvieron a punto de generar una
guerra civil –, causados por las diferencia entre la mayoría hindú y la minorías musulmanas
(manipuladas por Gran Bretaña), el 15 de agosto de 1947, Gran Bretaña reconoce la
independencia de la India; esta queda dividida en India y Pakistán. Producto de luchas
internas en Pakistán – financiadas por la India – en 1971 surge Bangladesh.
Actualmente, la memoria ha traído a colación el intento de independencia previo a Mahatma
Gandhi, que se recuerda con el nombre de la Rebelión de los Cipayos, que transcurrió entre
los años 1857 y 1858. Los cipayos, soldados indios de la Compañía Británica de las Indias
Orientales, en respuesta a la acumulación del malestar por los abusos de la Compañía, al
avance británico en la zona, y a la explotación de las tierras indias; organizaron un motín, al
que se le unieron diversas situaciones de desorden civil. El conflicto escaló, y fue
severamente sofocado por las tropas británicas; no obstante, significó, en 1858, la disolución
de la Compañía Británica de las Indias Orientales, y el cambio de administración, pasando la
India a ser gobernada directamente por el Imperio Británico. Podemos concluir entonces, que
la repulsión hacia el gobierno extranjero, y las ansias por la independencia de mano de un
movimiento armado, se pueden encontrar casi un siglo previo a lo que fue la descolonización
durante la Guerra Fría.
En Oriente Medio o mundo árabe, por su parte, ya se habían establecido algunos Estados
independientes – Turquía e Irán -; pero había otros que seguían bajo la influencia británica,
como Egipto, o sometidos como protectorados de Francia, como lo fueron Siria y el Líbano, y
Gran Bretaña, al que correspondían Palestina, Arabia e Irak. Al terminar la segunda guerra, la
reconstrucción y reindustrialización de Europa necesitaba como combustible el petróleo; bajo
esta razón, surgen distintos conflictos por acaparar las reservas de petróleo, y se generan
tensiones en los protectorados antes mencionados. Bajo la premisa de que Gran Bretaña
quería abandonar sus protectorados en 1945, las Naciones Unidas (ONU) crearon el Estado
de Israel en 1948, se sospecha que bajo razones económico - políticas. El mismo día en que
se declara su independencia, comienza el conflicto árabe – israelí, ya que los países árabes se
negaron a aceptar su legitimidad.
La segunda etapa corresponde al proceso de descolonización de África, que al igual que en el
resto del tercer mundo, puede ser descrito en diferentes etapas. Como antecedente previo a la
independencia del continente, hacia 1950, la mayoría de los territorios africanos seguían bajo
el control de los imperios europeos. Las únicas excepciones a esta realidad eran Etiopía, Libia
y Egipto, quienes habían promulgado su calidad de independientes previamente, debido a
ciertos acuerdos entre los Aliados, tras la segunda guerra mundial. Aún así, la influencia
europea no dejó de estar presente, siendo la tutela británica sobre Egipto, un ejemplo de ello.
El punto de inicio de la descolonización africana se ubica en el norte de África; y uno de los
protagonistas más tempranos de ella fue Egipto, bajo la dirección de Gamal Abdel Nasser. Si
bien, como se mencionó anteriormente, la independencia del Egipto ya había sido declarada
años antes, por lo que no era una novedad, sí lo fue su establecimiento como República; y
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más tarde, la controversial nacionalización del Canal de Suez. La nueva república sirvió de
ejemplo - y de gatillante - para la independencia de los países árabes, quienes se inspiraron en
sus ideales anticolonialistas, y en la reivindicación del islam como factor de identidad cultural
y religiosa.
La emancipación del Norte continuó en la zona del Magreb (noroeste de África), y que se
caracterizó por tener vías muy diferentes para su realización. En términos de violencia,
podemos afirmar que incluso en aquellos territorios que se independizaron por medio de
negociaciones “pacíficas”, hubo casos de agitaciones de carácter nacionalista; no obstante,
existe claramente una diferencia entre quienes lograron una salida fluida a la dominación, y
los que tuvieron que recurrir al conflicto armado. Este último es el caso de Marruecos y
Túnez, quienes eran protectorados franceses, y fueron capaces de llegar a acuerdos con sus
respectivas élites indígenas sin mayores problemas.
Por otro lado, Argelia es uno de los territorios que sí sufrió la resistencia del imperio. Los
intereses en una gran colonia agrícola, que todavía no estaba suelta de la correa de la
metrópolis, fueron los motivos que justificaron la intervención de Francia. De aquí nacen los
movimientos nacionalistas más radicales, y comienza una guerra de liberación. El Frente de
Liberación Nacional peleó en contra de una Francia inescrupulosa, y que no quería que se
repitiera un fallo como el de Indochina. En medio del conflicto, cae la IV República francesa,
y con ello, cambian las caras al mando. El retorno de De Gaulle, concluye con el descontento
de los colonos, cuando reconoce la autodeterminación de Argelia. Los franceses asentados en
el territorio se convierten en una fuente de insurrección que es rápidamente apagada, y se da
paso a las negociaciones, dejando atrás alrededor de 30.000 franceses muertos, y un estimado
de un millón de muertes indígenas (García Gatell, p. 238).
A la independencia de África del Norte se le suma la del África subsahariana, en el período
entre 1955 a 1965. El imperio británico opta por una política de pactos con las naciones, y
progresivamente aumenta los integrantes de la ya establecida Commonwealth. Ghana (1957),
Nigeria (1960), Sierra Leona (1961), Tangananica (1961) y Uganda (1962) pactan sus
independencias; pero en Kenia, la insurrección de los Mau-Mau ralentiza el camino de la
independencia, hasta que se proclama en 1963. En Sudáfrica, la insurrección proviene de los
mismos colonos, que se niegan a aceptar las medidas generales que había establecido el
Imperio británico. La respuesta de los colonizadores fue el rechazo de la Commonwealth; y la
implementación del Apartheid como medida de segregación racial y mantención del poder
por parte de la minoría blanca.
En los territorios de dominación francesa, De Gaulle propone un referéndum para la
emancipación gradual de las colonias. La propuesta consistía en firmar un pacto de
autonomía gradual bajo una nueva comunidad francesa; o la independencia total sin ningún
tipo de ayuda financiera. Guinea fue la única en pronunciar sus deseos de independencia total
en 1958, afirmando que “preferimos la pobreza en libertad que la riqueza en esclavitud”
(Sékou Touré como se citó en García y Gatell, p. 240). Eventualmente, todas las otras
colonias obtuvieron la independencia; ya que la idea de la comunidad francesa fracasó.
El Congo Belga es recordado como uno de los episodios más conflictivos de la independencia
en África. Bélgica usó las rivalidades étnicas y los conflictos sobre los límites territoriales a
favor de sus intereses como colonia. En 1958, el Movimiento Nacional del Congo reclama la
independencia; y en el año 1960, Bélgica cede a la petición. Sin embargo, se mantiene un
ambiente de inestabilidad debido al surgimiento de nuevos conflictos entre etnias, apoyado en
parte por los belgas. Con el objetivo de mantener la zona minera de Katanga y separarla del
resto del Congo, la metrópolis le brinda apoyo al movimiento secesionista. La inestabilidad
política marca al Congo enumeradas veces a partir de su independencia; primero con una
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guerra civil en la que se ve involucrada la ONU, después con un vaivén desde el golpe de
estado a la guerrilla en 1965; y el cambio de nombre a Zaire, para luego ser renombrada en
1997 con el antiguo nombre del Congo.
En la última etapa, los últimos territorios que no habían alcanzado la independencia terminan
haciéndolo a mediados de los 70. En su mayoría colonias del Imperio portugués, su proceso
de emancipación se ve retrasado, en parte debido al contexto en el que se encontraba el
mismo Portugal. Es también importante recalcar la importancia económica que tenían las
colonias para Portugal - ya que se encontraban yacimientos de petróleo - siendo estas, unas de
las primeras en participar del comercio transatlántico (tanto de productos, como
lamentablemente, de esclavos).
El último imperio en África se encontraba gobernado por una dictadura militar, y sólo
después de un golpe de estado - apoyado por oficiales coloniales - se logra llegar a acuerdos
con Mozambique, Guinea Bissau y Angola. Desde la Angola independiente, aparece
nuevamente el apoyo a los movimientos en pro de la descolonización en Namibia; y
también, a los movimientos Anti apartheid que regían tanto en Sudáfrica, como el territorio
anteriormente mencionado. Esto le trae consecuencias severas, ya que el sur del país se ve
afectado por una ocupación militar por parte de Pretoria (parte administrativa de Sudáfrica).
El sur de Angola se convierte en una zona de conflicto en contra de las tropas de ocupación,
con la ayuda de una Cuba revolucionaria. En 1988, se firmaron acuerdos bajo la tutela de las
Naciones Unidas, con el objetivo de retirar ambas tropas del lugar. Desde este momento, se
reconoce el proceso de independencia de Namibia, que culmina en 1990.
El proceso de descolonización, si bien acabó con el sistema de administración colonial
europeo en Asia y África, no fue sinónimo de independencia económica y social. La
sobreexplotación de los recursos propios de esta región, así como la dominación política por
parte de las potencias coloniales por más de cien años, tanto en Asia como en África, acarreó
que, en consecuencia, al independizarse las nuevas naciones afroasiáticas, estas no contaran
con la infraestructura industrial y medios técnicos necesarios para sostener una economía
propia en el continente, carente de un mercado interno. Por esta razón, se desarrolló tanto una
dependencia tecnológica - al no poseer la tecnología moderna adecuada, debían “comprarla
a precio de oro a los países tecnológicamente avanzados mediante el pago de royalties”
(García y Gatell, p. 243) - como una dependencia económica. Como no pueden
manufacturar productos, al no estar industrializados, no tienen más opción que mantener su
papel tradicional de exportadores “de materias primas a bajo precio, pero tienen que importar
productos elaborados de los países ricos” (Ibidem). En efecto, la dependencia tecnológica y
económica provoca que “estos países se vean totalmente incapacitados para acumular el
capital necesario para financiar su desarrollo económico” (García y Gatell, p. 243); de aquí el
término que se les ha conferido de “países subdesarrollados”. En consecuencia, los pueblos
terminan endeudándose con los bancos internacionales, pidiendo préstamos financieros por
los que terminan pagando enormes cantidades de dinero durante muchos años – deuda
externa - a las mismas potencias que una vez se hicieron con sus riquezas naturales a la
fuerza. Por tanto, el crecimiento económico es prácticamente nulo, y se sigue expandiendo la
brecha entre los países “desarrollados” y el tercer mundo.
La escasa infraestructura industrial se condice con la insuficiente estructura sanitaria y
educacional. La población se moviliza de forma masiva a las ciudades; y el alto crecimiento
demográfico en países cuya estructura social – administrativa es más bien ausente, termina
por incrementar los índices de pobreza, mortalidad infantil, hambre e inanición, y
enfermedades; especialmente en el África Subsahariana.
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Los altos índices de pobreza y “subdesarrollo”, así como el malestar de una población cuyos
derechos básicos se ven mermados, engendran una espiral de violencia; y, por consiguiente,
una inestabilidad política característica de esta zona. Los constantes golpes de estado y la
desestabilización de los regímenes por parte de las ex potencias coloniales, que utilizan el
control militar para asegurarse el dominio por sobre los recursos, son tácticas similares a las
utilizadas cuando todavía estaba en vigencia el sistema colonial, sólo que ahora se camufla
bajo razones de ayuda humanitaria, o son llamadas intervenciones para poner un alto al
conflicto.
Así también, en su momento, los imperios coloniales no tomaron en cuenta la diversidad
cultural de estos territorios, y fabricaron fronteras a trazo limpio; así también, la imposición
del modo occidental – europeo causó una aculturación de los pueblos afroasiáticos, y una
“pérdida” del idioma y las tradiciones locales. Una vez se proclama la independencia, estos
hechos pasados acarrean diversos conflictos identitarios internos y problemas fronterizos en
las emergentes naciones. Este es el caso del Congo, en donde los conflictos étnicos entre los
belgas, que querían mantener sus intereses mineros, y los congoleses, enfocados en su
independencia, tuvieron como resultado, el asesinato de Lumumba - un líder progresista - en
1961; la intervención de la ONU, para detener la guerra civil causada por este hecho; y el
cambio del nombre del antiguo Congo Belga, que fue bautizado como Zaire en 1966, y
posteriormente rebautizado como Congo en 1997.
Todas estas consecuencias las podemos reunir bajo el nombre de neocolonialismo. La
promulgación de Barbados como República independiente, el día 30 de noviembre del año
presente, corresponde a una aproximación más reciente de la práctica geopolítica denominada
neocolonialismo; en específico, de las secuelas a largo plazo que ha tenido la dominación
colonial de Gran Bretaña, no sólo sobre África y Asia, sino también sobre el Caribe. A pesar
de haber sido reconocida su independencia en 1966, la ínsula fue supeditada a un sistema de
Monarquía constitucional, a cuya cabeza se había establecido la reina Isabel II como jefa de
estado. 2
Aún después de 30 años de su “independencia”, Barbados seguía bajo el yugo de la corona
británica, dependiendo políticamente de ella. El día de hoy, Barbados finalmente dice adiós a
la reina y festeja a Sandra Mason como su primera presidenta. No obstante, debemos esperar
el cómo se avecina el futuro, para ver si la joven república es capaz de establecer la
independencia económica que a sus vecinos del tercer mundo les ha costado tanto alcanzar.
Para concluir, y retomando el neocolonialismo como concepto general, la dependencia hacia
las ex potencias coloniales no se queda en el ejemplo de Barbados. Si bien no se observa una
dependencia directa, la sujeción de la dominación colonial sobre el Tercer Mundo ha causado
la pérdida substancial de la cultura previa a la colonización de occidente y una consecuente
occidentalización de los territorios de Asia y África; esto se puede atribuir en parte a la
globalización y el fenómeno transnacional del último siglo.
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2.- La Guerra Fría fue un enfrentamiento político, económico, social, militar e


informativo iniciado tras finalizar la Segunda Guerra Mundial entre el bloque
occidental-capitalista liderado por los Estados Unidos, y el bloque oriental-comunista
liderado por la Unión Soviética. Al respecto, ¿De qué manera la Revolución China, la
guerra de Corea y la Guerra de Vietnam contribuyeron al desarrollo de la bipolaridad
del mundo en el contexto de la Guerra Fría? (50 pts)

A mediados de 1945, ya finalizando la Segunda Guerra Mundial, se celebró la Conferencia


de Postdam, donde los jefes de gobierno de las potencias vencedoras trazaron los nuevos
lineamientos del sistema mundial. Este nuevo orden, quedó zanjado en la Conferencia de San
Francisco con la creación de la Organización de Naciones Unidas, un organismo
internacional nacido desde la idea instaurada por la fallida Sociedad de las Naciones, que
buscaba establecer un marco para la preservación de la paz y el orden mundial como un tipo
de arbitraje para posibles conflictos futuros. Ese mismo año, se comenzaron a esbozar una
serie de problemas que esclarecían una inestabilidad internacional subyacente a cuestiones no
resueltas, debido a la precariedad de estos tratados.
En Europa, había una serie de temas pendientes respecto a límites fronterizos, reparaciones
económicas de guerra, sobre la ocupación militar en Alemania y Austria; y sobre todo, la
intervención norteamericana. En el Pacífico, la presencia de los estadounidenses en Japón, y
la presencia soviética en las islas del norte, demostraban esa paz ilusoria en la que se
encontraba el mundo; la falta de consenso entre los aliados y la URSS, auguraban la
separación en dos bloques de influencia.
Las grandes potencias, quienes a pesar de participar en la ONU voluntariamente, y de
mantener periódicamente conferencias y tratados, desconfiaban las unas de las otras por la
habitual política de poder que mantienen las naciones, impulsando a los Estados menos
influyentes a alienarse contra una potencia dominante, o bien, a estar bajo su influencia. El
antagonismo ideológico entre las potencias hegemónicas repercutió en las maneras de
organizar la sociedad, en la política, y por supuesto, en la economía.
En 1947, el gobierno británico dirigido por Winston Churchill toma la decisión de suspender
la ayuda militar en Grecia, que estaba envuelta en una guerra civil debido a la insurrección
comunista. En ella se enfrentaron contra los tradicionalistas, que apoyaban un gobierno
monárquico. Gran Bretaña también retiró sus tropas en Turquía, lugar de gran importancia
militar estadounidense, debido a la ubicación geográfica estratégica; esta zona tiene el poder
de conectar el Mar Negro con el Mediterráneo, y si eso caía bajo el dominio comunista,
EE.UU perdería hegemonía. Esto implicó la retirada de las potencias europeo-occidentales de
los asuntos internacionales a favor de Estados Unidos, resultando en una desmovilización de
las fuerzas norteamericanas, y obviamente, una situación desfavorable para la potencia
estadounidense, ya que, al bajar la presencia militar en Europa, se configuró un escenario que
permitió el avance progresivo del poder del Partido Comunista en varios países de Europa del
Este. Uno de los ejemplos más claros, es el avance que tuvo en China con los ejércitos de
Mao Zedong.
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Para comprender el avance del ejército comunista en China, debemos remontarnos mucho
más atrás de la Guerra Fría; específicamente, en el año 1911. La Revolución de Xinhai, fue
una revuelta nacionalista y republicana surgida en la China Imperial, a principios del siglo
XX. En ella se derrocó a la última dinastía imperial china, la dinastía Qing, estableciendo en
su lugar, la República China. Existen diversas causas que originaron este ambiente
revolucionario en la China feudal; una de estas, es la grave condición económica del
campesinado, quienes veían sus tierras explotadas por naciones extranjeras, pero no veían
resultado alguno en el avance de su propio país. Asociaron entonces el atraso Chino al
modelo feudalista monárquico, y a la presencia de potencias extranjeras en la política local.
Como resultado, se provocaron una serie de alzamientos populares organizados por jóvenes
intelectuales en las distintas provincias del país, como la Kuan Fu Jui, la Jua Sin Jui y la Ri
Chi Jui; todos estos, bajo la consigna de “liberarse de los agresores extranjeros, hacer resurgir
a China, establecer una república y llevar adelante una equitativa distribución de la tierra”
(Ku-Cheng et al., 1972). Esta declaración realizada por la Tung Mung Jui - fusión de los
principales grupos revolucionarios llamaba a una revolución democrática.
Frente a esta amenaza, la dinastía Qing no tuvo otra opción más que depender aún más del
imperialismo para conseguir fondos; sin embargo, debido a que esto implicó mayor presencia
extranjera, el mismo campesinado y los obreros comenzaron una ola de protestas en contra de
la decisión tomada por la monarquía, y el 10 de Octubre de 1911, los grupos revolucionarios
de Jupei junto a la Tung Mung Jui, derrocaron al gobierno feudal y proclamaron un gobierno
republicano. Se proclamó entonces el Gobierno Provisional de la República de China, con
una Constitución Provisional donde se les otorgaban a las personas derechos democráticos;
instaurando en el pensamiento colectivo chino, ideas republicanas junto a ideas
revolucionarias.
Los imperialistas, sin embargo, no veían con buenos ojos el camino que había adoptado la
república, e intervinieron no de manera directa, sino que influenciando a los antiguos
dirigentes de la dinastía y a funcionarios corruptos de la Tung Mung Jui; esto tuvo como
resultado la dimisión de Sun Yat-sen, presidente provisional, frente a Yuan Shi-Kai,
personaje que favorecía los intereses extranjeros, devolviendo a China a un semifeudalismo
respaldado por el imperialismo de Gran Bretaña, Estados Unidos, Alemania y Japón. El logro
de esta revolución fue el derrocamiento de la monarquía; pero no llevó a China a su
liberación del imperialismo, debido a la poca organización con la clase obrera y la burguesía.
La revolución rusa de 1917 tuvo gran influencia en la ideología de la sociedad, y sobre todo,
en los intelectuales burgueses de varios países de Europa y Asia; siendo uno de estos, China.
El 4 de mayo de 1919 se inició un movimiento revolucionario guiado por las ideas del
marxismo-leninismo, con el fin de erradicar el sistema feudal y la intervención imperialista
en el país. El estallido de la Primera Guerra Mundial permitió a los grupos revolucionarios
tomar acción real, ya que los países imperialistas, que eran los actores principales en la
guerra, aminoraron la presión que tenían sobre China. Esto favoreció el desarrollo de la
industria en el país asiático, fortaleciendo la burguesía y las fuerzas de la clase obrera.
Surgieron de esta fuerza variados intelectuales con ideas comunistas poco desarrolladas, pero
que buscaban alzar al marxismo-leninismo como ideología victoriosa para la liberación del
país. Este cambio en la ideología llevó al pueblo chino a buscar una transformación no solo
anti feudal y republicana, sino que confiaban en una nueva democracia, anti feudal y
antiimperialista.
Después de una serie de huelgas, protestas, y propaganda, organizada tanto por estudiantes
como por la clase obrera y la propia burguesía, se logró la victoria del Movimiento 4 de Mayo
al conseguir que China no firmase el Tratado de Versalles, y al presentarse la renuncia de una
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serie de representantes políticos. Este hecho sólo logró dar más poder al marxismo-leninismo,
difundiendo la ideología y organizando a grupos de intelectuales liderados por Mao Tse-
Tung, a unirse bajo un solo partido: el comunista. Antes de la creación del PCCh, debemos de
recordar el grupo revolucionario anteriormente mencionado, la Tung Mung Jui, principal
actor en los inicios de la Revolución China. Este grupo, posterior a la revolución de Xinhai,
se refundó en lo que llamamos hoy en día la Kuomintang.
La guerra civil china, a grandes rasgos, fue el enfrentamiento entre el Partido Comunista
Chino y el grupo nacionalista de la Kuomintang, por el control de la República. La guerra
civil se desarrolló en dos etapas: la primera de ellas entre 1927 y 1937, y la segunda entre
1946 y 1949, durante la cual se llevó a cabo la Revolución china de 1949. Posterior a la
primera guerra civil, ambos grupos estaban unidos mediante una alianza llamada “Frente
Unido Democrático”, donde el PPCh se apoyó en la Kuomintang con el fin de presentar un
programa revolucionario al pueblo chino que, de alguna manera, entendía los ideales
comunistas, pero no estaban organizados para una revolución democrática. Es importante
mencionar el apoyo que le entregaba la URSS a estos dos grupos. Los soviéticos esperaban la
consolidación de los comunistas, pero estaban preparados para la victoria de cualquiera de los
dos bandos. El problema estaba en las filas del Kuomintang, donde había un grupo
izquierdista alineado con el PCCh; a su vez había un grupo que dejó de lado las ideas
progresistas hasta el punto de acudir a los imperios para organizar revoluciones en contra del
Frente Unido Revolucionario, y así derrocarlo del gobierno.
Luego de la muerte de Sun Yat-sen en 1925, la lucha por el poder en el seno del KMT
acabaría favoreciendo al ala de derecha del partido, liderada por Chiang Kai-shek, que adoptó
una fuerte postura anticomunista, sin por ello perder el apoyo de la Unión Soviética. La
postura de Chiang, a quien se le considera un traidor, agente de los intereses imperialistas,
terminó por romper la relación del KMT con el PCCh. El primer periodo de la guerra civil
finalizó con la traición de la gran burguesía capitalista a los ideales comunistas; con una
revolución obrera; y con un gobierno dictatorial de la KMT ahogando la revolución popular.
Ambos sectores contaban con ejércitos, por un lado, el nacionalista, y por el otro el rojo; los
que se enfrentaron en diversos encuentros a lo largo del país, teniendo solo un alto al fuego
en 1937 debido a la intromisión japonesa en el territorio de Manchurias. Esta guerra contra
Japón resultó en altas pérdidas para la KMT, debilitando al ejército que tenían y dejándolos
en una posición de desventaja que resultó en la inevitable derrota frente al PCCh, que además
de tener más filas en el ejército, contaba con más poder monetario al dominar la parte norte
del país.
El 1 de octubre de 1949, el Presidente Mao Tse-Tung anunció ante 100.000 espectadores en
la Plaza de Tian'anmen de Pekín, la fundación de la República Popular de China. Más de 8
millones de soldados nacionalistas se habían rendido ante el Ejército de Liberación Popular,
lo que había supuesto la total desaparición del Ejército Nacional Revolucionario; y, por tanto,
una victoria militar absoluta del Partido Comunista Chino. En 1950, el generalísimo Chiang
Kai-Shek abandona China, y se establece junto a otros nacionalistas del Kuomintang en la
Isla de Taiwán, renombrándola como República Nacionalista de China. Para finalizar, en
términos de bipolaridad, el ejemplo chino es uno de los más relevantes en la historia post
Segunda Guerra Mundial; el amplio territorio de la China continental dominado por el
comunismo, el estrecho de Taiwán bajo la KMT, y un sistema capitalista protegido por
Estados Unidos.
Luego de que EE.UU venciera a Japón en 1945, y terminara la Segunda Guerra Mundial,
Japón se vio obligado a retirarse de la península de Corea, la cual había dominado por casi
treinta y cinco años. Ya durante la Segunda Guerra Mundial, se habían organizado grupos
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clandestinos de resistencia al control japonés. Los países aliados mediante la “Declaración


del Cairo” se habían comprometido en 1943, a otorgarle la independencia a Corea una vez
que se acabara la guerra. Sin embargo, la URSS evadió el compromiso durante las
Conferencias de Yalta y Postdam, donde se pretendía dividir el territorio en cuatro zonas de
ocupación.
Al final, después del bombardeo a Hiroshima, la Unión Soviética decidió invadir la parte
norte de Corea del Sur. Cuando Japón capitula, los EE.UU le solicitan que sus tropas
ubicadas arriba del paralelo 38 se rindieran ante la URSS, y que aquellas que se hallaran bajo
este, se rindieran ante Estados Unidos. Desde ese momento, quedaría Corea dividida en dos
zonas de ocupación. La URSS, ubicada en la zona norte se inclinaba a establecer una
república popular y comunista; mientras que EE.UU prefería formar una república
democrática y representativa en la zona sur.
En 1948 emerge la República Popular democrática de Corea (Corea del Norte); habiendo sido
unos días antes proclamada la República de Corea (Corea del Sur) como único gobierno
legítimo. Posteriormente, en 1950, Corea del Norte invade a Corea del Sur con las
intenciones de unificarlas bajo un solo régimen comunista. Iniciaba de esta forma la Guerra
de Corea, el primer conflicto de la Guerra Fría; donde la China comunista en conjunto con la
URSS apoyaron al norte, y EE.UU y Gran Bretaña apoyaron al sur.
Ahora bien, ¿qué impulsó a estas dos superpotencias a interesarse en el control de Corea? En
primer lugar, Corea siempre había sido un territorio controlado por alguien más, estando en
última instancia bajo el control de Japón, quien utilizaba a los coreanos como mano de obra.
No obstante, y como se mencionó previamente, Japón había sido obligado a retirarse tras ser
derrotado por EE.UU. Asimismo, Corea ocupaba un lugar estratégico, desde el punto de vista
de la guerra ideológica entre los bloques comunista y capitalista. Aquel que lograra
establecerse en dicha zona, podría expandir su área de influencia a través de Asia, al mismo
tiempo que mantendría al margen a su enemigo.
Por otro lado, se encontraban los intereses económicos de ambas superpotencias. El conflicto
que estalló en Corea, aparte de las intenciones ideológicas, también abarcaba el elemento
armamentístico. Un conflicto bélico, lleva consigo un gasto considerablemente alto, ya que se
necesita de armas, uniformes, transportes, recursos, etc. En este marco, tanto EE.UU como la
URSS financiaron los conflictos mediante la venta de armas. También se debe destacar la
utilidad - o la explotabilidad - que se podía obtener de Corea. En el norte, existían zonas
mineras e industriales, mientras que, en el sur, el potencial se encontraba más bien en los
territorios agrícolas. Podemos deducir entonces, que quien controlara o tuviera mayor
influencia sobre el norte, podía sacar más provecho en esta lucha por la hegemonía mundial.
De hecho, un aspecto que muestra esta “artificialidad” en el conflicto entre las Coreas, es
justamente que llegó un momento en el que la propia población coreana no sabía por qué
estaba luchando. Después de todo, todos pertenecían a una misma nación.
Lo lamentable, es que el discurso ideológico fue más fuerte y logró superponerse; por lo que,
pese a que se firmó un armisticio en 1953, la paz aún no ha sido establecida, y la tensión
entre el sur y el norte todavía prevalece, al igual que lo hacen los efectos de la guerra. La gran
cantidad de muertes pesan aún en la actualidad, y los muchos desaparecidos son buscados
hasta el día de hoy. Prevalece el pesar de las familias que fueron separadas cuando el ejército
se llevó a los hombres y jóvenes a luchar al frente de la batalla.
Asimismo, Vietnam fue otro de los países que se vieron marcados por los conflictos de la
Guerra Fría. Sin embargo, esta zona no fue siempre conocida por ese nombre; anteriormente,
formaba parte de la denominada Indochina, territorio que había estado bajo el dominio
francés hasta 1940, año en que Japón comienza una progresiva ocupación, aprovechando que
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Francia se hallaba controlada por la Alemania Nazi. Una vez finalizada la Segunda Guerra
Mundial, y tras la derrota japonesa, la Indochina volvió al control francés. No obstante,
comenzaron a surgir movimientos independentistas como el Viet-Minh, dirigido por Ho Chi
Minh.
Tras una lucha contra las tropas francesas, los nacionalistas del Viet-Minh lograron ganar y
capitular a los franceses en la batalla de Dien Bien Phu. Luego de lo acontecido, la ONU, en
Ginebra, resuelve dividir al país según el paralelo 17. Se ubica entonces, al norte, la
República Democrática de Vietnam, con un gobierno de corte comunista, que era apoyado
por la URSS y China. En oposición, al sur del paralelo, se formaba la República de Vietnam,
que poseía el apoyo americano.
Como Vietnam había quedado dividido en dos, se planteó la idea de que, mediante un
plebiscito, se decidiera la reunificación en 1956. Sin embargo, en el sur se llevó a cabo un
golpe de Estado, apoyado por EE.UU, que impidió realizar tal proceso democrático. Existía
la posibilidad de que luego de dicha reunificación, los Estados Unidos perdieran su influencia
en la zona, y que la URSS aumentará la suya, lo cual era inaceptable, y por ende, no se debía
permitir su realización por ningún motivo. Aun así, la no realización del plebiscito sirvió de
excusa a Vietnam del Norte para invadir al sur, iniciando así la Guerra de Vietnam. Toda esta
situación nos permite ilustrar cómo ambas ideologías luchaban por el poder, y se generaban
estrategias en base a los movimientos de las superpotencias; porque en el fondo, el expandir
las zonas de influencia, era una forma de ostentar superioridad.
Fue luego del incidente del Golfo de Tonkín que la guerra se intensificó en Vietnam. Dicho
incidente, en el que un destructor estadounidense se enfrentó contra una nave norvietnamita,
fue un montaje que sirvió de pretexto para involucrar más personal militar de EE.UU en la
zona. Ante tal accionar, la URSS respondió aumentando la ayuda a Vietnam del Norte. No
obstante, a medida que llegaban más tropas soviéticas, más refuerzos norteamericanos
también lo hacían. Para prevenir un enfrentamiento directo entre los dos bloques, que
implicaría el uso de armas nucleares, los soviéticos decidieron retirarse y así evitar una lucha
de grandes proporciones. Esto nos permite comprender por qué se denomina a este conflicto
Guerra Fría; ninguna de las superpotencias se enfrentó directamente, así como tampoco se
vieron implicados sus territorios nacionales.
Si ambas llegaban a enfrentarse directamente, el resultado podría haber sido una guerra
nuclear que acabara con el planeta. En vista de esta situación, el resto de los países sirvieron
de zona de combate indirecto, o de “peones”. Sin embargo, se debe mencionar que, pese a lo
comúnmente aceptado, no solo la URSS y EE.UU se vieron involucrados en este conflicto
bélico; también participaron como aliados de Vietnam del Sur: Tailandia, Australia, Corea
del Sur, Filipinas y Nueva Zelanda. Y en apoyo del Norte participaron: el Vietcong, la
República Popular China y Corea del Norte. No era solo una lucha entre las potencias, sino
también entre las ideologías y los países que estaban influenciados por estas.
El asunto anterior nos ilustra los vínculos que generó la Guerra Fría. Los vínculos militares,
por un lado, ayudaron a iniciar la carrera armamentística, y el aumento de la inversión en
tecnología. El bloque capitalista formó la Organización del Tratado del Atlántico Norte
(OTAN), que se componía por Canadá, y países de Europa Occidental. La URSS, como
respuesta, creó el Pacto de Varsovia. Asimismo, se crearon vínculos económicos como el
Plan Marshall, que buscó frenar la influencia comunista, a través de préstamos que sirvieran
para instalar empresas y así generar empleos. Porque si había trabajo, se podía obtener un
sueldo, y por ende, consumir y evitar que, ante la necesidad, las ideas comunistas se
expandieran. La URSS, obviamente, también proporcionó apoyo a sus aliados, e impuso el
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CAME, igualmente llamado como Consejo de Ayuda Mutua Económica. Sin embargo, este
se inclinaba más por generar una dependencia a la superpotencia.
Dichas alianzas y vínculos no solo denotan las estrategias y formas de instaurar influencia
sobre los países, sino también, cómo se expandía la bipolaridad del conflicto mediante la
alineación con uno de los bloques, que, en muchos casos, se aprovechó de la vulnerabilidad y
necesidad que reinaba en el sistema internacional luego de terminar la Segunda Guerra
Mundial.
Luego de aquella digresión, otro elemento importante en la Guerra de Vietnam fue la
dimensión económica. Como se mencionó cuando comentamos la Guerra de Corea, un
conflicto de estas dimensiones conlleva un gran gasto; pero para EE.UU aquello significaba
también un negocio que se podía explotar. Las armas y los helicópteros eran indispensables, y
cada vez se necesitaba de un mayor número de ellos. Por consiguiente, no resultaba
beneficioso acabar con la guerra tan pronto, y reducir el gasto en seguridad que pretendía
ejecutar Kennedy. Aun así, pese a los beneficios que se podían obtener, las marcas que dejó
el conflicto fueron mayores. Ya con el presidente Nixon se había intentado una retirada
progresiva de las tropas norteamericanas para que la guerra fuera más bien una guerra civil;
no obstante, la operación fracasó. Además, al interior de EE.UU, surgieron una serie de
conflictos y situaciones excepcionales. Por un lado, nació el movimiento hippie, el cual, bajo
sus consignas, se oponía a esta guerra. Los estudiantes, igualmente manifestaron su rechazo
al conflicto. Por otro lado, se encontraban las marcas psicológicas que dejó Vietnam -
traumas mentales-, así como también los efectos del agente naranja - usado para exfoliar la
jungla vietnamita -. La sociedad norteamericana, a su vez, no comprendía por qué estaban
involucrados en una guerra, que además ya llevaba varios años de duración. Estos son
factores que explican en cierto modo, la retirada progresiva de EE.UU; y tras la cual, las
fuerzas de Vietnam del Sur no pudieron hacer frente a la ofensiva del norte, y terminaron
sucumbiendo, conduciendo al país a unificarse bajo un solo gobierno comunista.
Ya para ir finalizando, a China se le condujo forzosamente a abrirse económicamente en pro
del interés de las potencias coloniales. Como era de esperarse, los recursos que se podían
aprovechar no podían ser aislados de las ideas e intenciones del “liberalismo”, lo que terminó
acabando con la monarquía china y haciendo surgir movimientos nacionalistas republicanos.
Dicho proceso se remonta al periodo imperialista, pero sirve para esbozar cómo se logra
instaurar un régimen comunista con Mao a la cabeza.
La inestabilidad en la que se vio sumergida China fue de tal magnitud, que ya la formación
del Kuomintang, y su posterior división entre aquellos partidarios de las ideas liberales y los
“defensores del pueblo”, ilustra de cierta forma lo que sería posteriormente el conflicto
ideológico de la Guerra Fría. Asimismo, la traición de Chiang Kai Shek refleja el temprano
rechazo al comunismo que se gestaba en el mundo. Sin embargo, todo este actuar solo
ocasionó más conflictos; así como el ascenso de Mao, quien al saber a qué personajes
designar para cumplir una función determinada (por ejemplo, Chu Teh), pudo obtener la
victoria. De igual forma, la Guerra de Corea ilustra, ya de manera más avanzada en el tiempo,
cómo las superpotencias de la época comenzaron a influir más “directamente” sobre los
países más débiles o necesitados, para así expandir su poderío ideológico y ostentar su
superioridad. Igualmente, Vietnam muestra cómo los intereses económicos, y el temor a la
expansión del comunismo soviético en Asia, promovieron una guerra de dimensiones
terribles; que dejó marcas tanto en EE.UU como en el propio Vietnam.
A modo de conclusión, si bien la Guerra Fría se caracterizó por la bipolaridad entre los
bloques y sus áreas de influencia, existieron también los países no alineados del tercer
mundo. No obstante, esa neutralidad no fue del todo homogénea en la totalidad de Asia;
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algunos ejemplos de ello son China, Corea y Vietnam, los cuales se vieron involucrados en el
seno del conflicto entre los dos grandes bloques. Esto en parte, se debió a factores
geopolíticos, ya que dichos países se encontraban más cercanos a la URSS, y, por lo tanto,
existía una mayor facilidad a la hora de enviar tropas, al igual que al acercarse a la ideología
comunista.
También se hallaba el elemento de la expansión que favoreció el enfrentamiento. No se
debía permitir que las ideas “rojas” lograran tal avance en dichos países, sino, el prestigio
norteamericano se vería rebajado. Resultaba imposible que el defensor de la libertad dejase
imponer el bien común, por encima de las libertades individuales. Así también, estas tres
situaciones sirvieron para demostrar quien poseía mayor poder al expandirse, y al utilizar más
“marionetas” en favor de sus intereses. Lamentablemente, dicha influencia tuvo graves
consecuencias en los países afectados. China continental quedó bajo un régimen comunista, y
la isla “rebelde” de Taiwán bajo un modelo capitalista. Las Coreas siguen divididas, y en
tensión constante; en donde muchas familias aún cargan con el dolor que dejaron sus
familiares desaparecidos. La jungla vietnamita terminó destrozada por los efectos del agente
naranja; sus campos y cultivos fueron arrasados, y mucha población se vio forzada a migrar
hacia las ciudades.
Resulta trágico observar cómo el poder mueve el mundo a costa de muchas vidas; sobre todo
en esta lucha, en la que no se podían enfrentar directamente Estados Unidos y la URSS,
porque de hacerlo, el mundo entero podría haber desaparecido como consecuencia del uso de
las armas nucleares que existían de por medio. A pesar de ello, el emplear a estos estados
“satélites” no fue menos terrible; el influenciar y entrar a los territorios a crear conflictos no
resultó en un menor daño a la sociedad mundial. Al contrario, solo incrementó la división
ideológica - bipolaridad - y tensionó todas las relaciones dentro del sistema internacional.
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Referencias

Gatell, C. y García, M. (1998). La descolonización y el nacimiento del Tercer Mundo. En


Vicens Vives (Ed.), Actual. Historia del Mundo Contemporáneo (pp. 230- 245).
Editorial Vicens Vives.

Ku-Cheng, C., Jung, C., Sheng-wu, Y., Kui-wu, L., Shi-jan, W., Juan-wen, T., Ke-fu, C., &
Ching-Yao, W. (1972). Breve historia de la China Contemporánea (pp. 58- 105).
Editorial Anagrama.

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