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Lección nro. 2
Julio MAIER ha sostenido a lo largo de toda su obra,3 y casi en soledad, que la CN previó el juicio
por jurados para todo el país y que las provincias solo conservaron la facultad de organizar sus tribunales. Esto significa, en
términos prácticos, que debería regir una ley general de juicio por jurados para toda la Argentina (aunque
quizás no para todos los delitos) mientras que a las provincias les correspondería establecer qué jueces
intervendrían en esos procesos. Sobre esta cuestión volveremos en las clases siguientes.
1 Clase Nº 3 del Curso de CPO, Régimen del proceso penal, Facultad de Derecho, UBA.
2 Ver nuevamente el trabajo de Máximo Langer, Dicotomía acusatorio – inquisitivo y tradición jurídica anglosajona, en
Maier, Julio B. J. / Bovino, Alberto, El procedimiento abreviado, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2001, ps. 97
– 133.
3 Cfr. Derecho Procesal Penal. Fundamentos, t. 1, 2ª ed. Editores del Puerto, Buenos Aires, 2006 § 2, A; § 7, C y E;
del mismo autor, El juicio por jurados, en Constitución de la Nación Argentina, en Daniel Sabsay (dirección) / Pablo
Manili (coordinación), Constitución de la Nación Argentina, t. 1, Hammurabi, Buenos Aires, 2009, ps. 1020 -
1043; del mismo autor, Sobre enjuiciamiento por jurados, instrucciones a jueces y fundamentos de sentencias criminales, en
Binder, Alberto / Harfuch, Andrés (directores), El juicio por jurados en la jurisprudencia nacional e internacional, Ad
– Hoc, Buenos Aires, 2016, ps. 69 – 78; del mism autor, La reforma procesal penal para implementar un sistema de
juicios terminados por jurados, en AA.VV, Juicio por jurados en el proceso penal, Ad – Hoc, Buenos Aires, 2000, ps. 11-
16.
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Sin embargo, el legislador nacional de la segunda mitad del siglo XIX decidió
emprender otro camino, pese a que algunas comisiones habían trabajado antes con
distintos proyectos para establecer el juicio por jurados. De este modo, en 1889 se sancionó
el Código de Procedimiento en Materia Penal (en adelante, CPMP) elaborado por Manuel
Obarrio, basado en una legislación española que en ese momento ya había sido derogada. Es
decir, que este código procesal no solo iba a contramano del diseño constitucional, sino
que su propio modelo ya no estaba vigente cuando comenzó a regir en nuestro país.
Como puede verse, respondía claramente al modelo inquisitivo, por lo cual se dijo
que había nacido “viejo y caduco”, según una feliz expresión de Alfredo Vélez Mariconde
(procesalista cordobés al que nos referiremos más abajo).
La importancia de este código radica en que rigió durante más de cien años, pues
recién fue reemplazado en 1991 (mediante el llamado Código Levene {h}).
Para entender el alcance territorial del CPMP debe tenerse presente que se aplicaba
en la Capital Federal y los territorios nacionales, esto es, organizaciones políticas que no
eran provincias y dependían directamente del gobierno federal. Vale recordar que hasta la
reforma constitucional de 1994, la ciudad de Buenos Aires era gobernada por un
intendente elegido por el Presidente de la Nación y el Congreso Nacional era,
simultáneamente, la legislatura local. Además, desde fines del siglo XIX y hasta el primer
gobierno de Juan Domingo Perón (1946 – 1955) nuestro país contaba con nueve territorios
nacionales (las actuales provincias de Misiones, Formosa, Chaco, La Pampa, Rio Negro,
Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego). Es decir, que el CPMP se aplicaba en
gran parte del territorio argentino.
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La provincia de Córdoba será la que rompa con esta tendencia legislativa y en 1939
sancione su propio código procesal. Es obra de la Universidad Nacional de Córdoba, pues
el gobernador de aquel entonces, Amadeo Sabattini, le encargó la redacción del proyecto a
una comisión de profesores de aquella institución. Estuvo a cargo de Alfredo Vélez
Mariconde y Sebastián Soler, quizás dos de los más importantes juristas penales argentinos.
Con ellos colaboró Ricardo C. Núñez. El primero es un procesalista cordobés, de enorme
trascendencia, no sólo por las obras que redactó4 sino también por los discípulos que
formó. Entre ellos, Julio MAIER, a quien ya hemos citado y, como veremos en los puntos
siguientes, fue el autor de distintos proyectos de ordenamientos procesales. El segundo
coautor de este CPP (Soler) seguramente ya Uds. lo habrán escuchado nombrar: su gran
mérito fue combatir al positivismo criminológico y desterrar, al menos en la doctrina, el
derecho penal de autor.
4 Su tesis doctoral se refería a “La competencia federal”; escribió gran cantidad de artículos, proyectos de
Código Procesal y un tratado de Derecho procesal penal.
5 Para quien esté interesado puede consultar el trabajo de Eugenio SARRABAYROUSE, La Constitución de 1949.
Nuevos delitos, ampliación de garantías constitucionales y reformas de la organización judicial, en Mauro BENENTE
(compilador), La Constitución maldita. Estudios sobre la reforma de 1949, EdunPaz Editorial Universitaria, 2019, ps.
223-245.
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Como puede verse, se pensó, como camino intermedio, que la Corte Suprema
actuara como Tribunal de Casación,8 para que ella, a través de sus sentencias, unificara la
interpretación y aplicación de los códigos de fondo. Sin embargo, la ley reglamentaria
nunca fue sancionada y la Corte tampoco funcionó como tribunal de casación con respecto
a las reglas de derecho común.9
6 Cfr., por todos, PASTOR, Daniel, Recodificación penal y principio de reserva de código, Ad-Hoc, Buenos Aires, 2005,
ps. 136.
7 Uno de los logros de la Revolución Francesa de 1789 es la codificación. El afán racionalista llegó también a la
legislación. La ley, como expresión de la voluntad popular (transmitida por el legislador) regulaba en un libro,
de manera integral, determinada materia (civil, penal, laboral). Napoleón fue el encargado de sancionar los
códigos que luego expandió por toda Europa y de allí llegó a nuestra América Latina. De allí también que sea
habitual la distinción entre derecho continental europeo y derecho común (common law). Uno y otro se diferencian
por la fuente del derecho que tiene mayor preeminencia: la ley en uno, la jurisprudencia en otro. Sin embargo,
estas diferencias tajantes deben ser matizadas; además, todos los sistemas jurídicos basados en la ley sufren
los embates del neoconstitucionalismo y la vigencia de los principios; a ellos se suman los Tratados
Internacionales de Derechos Humanos, que han modificado la forma tradicional de entender e interpretar los
sistemas jurídicos.
8 Los tribunales de casación tradicionalmente tuvieron la función de uniformar la jurisprudencia mediante la
interpretación de la ley; es decir, que la cuando establecían el significado de una regla (por ejemplo, qué ingresaba
dentro del concepto de arma para agravar el delito de robo) esa decisión era obligatoria para todos los otros jueces,
principalmente aquellos cuyas sentencias revisaba (por esa razón, llamados “jueces inferiores” expresión propia de
una concepción “vertical” del Poder Judicial). Sobre este tema volveremos también más adelante.
9 Cfr. DE LA RÚA, Fernando, El recurso de casación, Zavalía, Buenos Aires, 1968, ps. 72.
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Dentro de esta evolucion, es central la cita del Proyecto de Reforma Procesal Penal
de 1986 (conocido como “Proyecto Maier”) que durante el gobierno de Raúl Alfonsín (y
con el apoyo del Consejo para la Consolidación de la Democracia, presidido por el jurista
Carlos Nino)10 planteó una modificación del proceso penal federal en sus dos aspectos
esenciales: las reglas que regulan el procedimiento propiamente dicho y la organización judicial
que apoyaba esa transformación. Este proyecto es clave para entender la evolución posterior. Si
bien su trámite legislativo fracasó (no logró la aprobación del Congreso Nacional; y luego,
el gobierno de Carlos Menem optó por sancionar el llamado Código Levene (h), ley 23.984)
fue tomado por modelo por varias provincias y se expandió por América Central (Costa
Rica, Guatemala, Honduras). 11Además, muchas de las ideas plasmadas por este Proyecto
fueron tomadas por la legislación posterior.
10 Carlos Santiago NINO es uno de los juristas argentinos más relevantes. Entre sus obras, cabe citar…Su
muerte temprana privó a nuestra cultura jurídica de uno de sus exponentes más relevantes. Sus discípulos son
Roberto Gargarella, Roberto Saba, Carlos Ronsenkrantz, Marcelo Alegre, por citar algunos.
11 Más detalles de este Proyecto de CPP pueden verse en la obra de Julio Maier,t. 1, Derecho procesal penal. Parte
(arts. 19 – 36), Título V (arts. 37 – 42 y Título VI (arts. 43 – 47), “Doctrina Penal”, Cuadernos nº 2, 1988.
13 Se trata de establecer no sólo el perfil del juez que se pretende, sino establecer cuántos son necesarios para
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Por esta razón, cuando se sancionó el CPPN, ley 23.984 (el llamado Código Levene
{h}) volvió a repetirse la paradoja del “Código Obarrio” de 1889. Este ordenamiento seguí
el modelo de Córdoba de 1939. Así, nuevamente se sancionó un código cuyo modelo ya
había sido reemplazado en su lugar de origen. Al igual que el antiguo Código de
Procedimientos en Materia Penal, había nacido “viejo y caduco”, según la cáustica
definición de Alfredo Vélez Mariconde que ya mencionamos y retomó Daniel Pastor.14
Además, padecía de varios vicios de origen: el legislador nacional en vez de adoptar el
Código Levene {h} en su versión “original” lo retocó durante el trámite parlamentario y
luego lo reformó permanentemente hasta desnaturalizarlo por completo. Señalamos sólo
dos ejemplos: la figura del querellante no estaba originalmente prevista por Levene (h) y
fue incluida durante la discusión legislativa del proyecto o la instrucción jurisdiccional (que
no tolera una investigación preparatoria fiscal, introducida por la ley 24.826). A ello se
suman sentencias de la Corte Suprema que han declarado inconstitucionales distintos
artículos.
Otra etapa en la evolución legislativa se inicia con la sanción del código de Chubut
(ley 4566) elaborado, nuevamente, por Julio Maier, que si bien no entró en vigencia,
posibilitó el nacimiento de uno nuevo sobre sus bases (ley 5478). Como notas más
importantes, este Código cambiaba totalmente la “lógica” de los ordenamientos procesales:
empezaba directamente regulando el juicio oral y público, para remarcar su importancia.
Preveía dos instituciones novedosas: el colegio de jueces y las oficinas judiciales, encargadas
de las labores administrativas de los tribunales. Además, la instrucción preparatoria se
“desformalizaba”, es decir, no constaba en actas y las decisiones se tomaban en audiencias,
favoreciendo la celeridad y economía procesales.15 Posteriormente, se sancionaron otros
códigos patagónicos (Neuquén y Río Negro) que junto con el código de Chubut ya
mencionado, los de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (ley 2303), Santa Fe (ley 12.734),
14 Cfr. autor citado, Derecho procesal penal, t. I, Lerner, Córdoba, 1969, p. 197; la cita ha sido tomada de
PASTOR, Daniel, Código Levene, ¿nacerá viejo y caduco?, en Tensiones, op. cit., pp. 214 y sigs.
15 Por encargo del Ministerio de Justicia de la Nación, Julio Maier redactó un Código Procesal Penal Modelo,
que sigue las bases del modelo sancionado en Chubut; los mismos pueden consultarse en…
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Entre Ríos (ley 9754) y La Pampa conforman una tercera generación de CPP que siguen la
orientación mencionada.16
En esta línea se inscribe la sanción del CPPN, ley 27.063, cuyo texto fue
reordenado y renombrado por la ley 27.482 (Código Procesal Penal Federal).
De este modo, hoy nuestro país tiene vigentes un código procesal en cada provincia
más la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA); sumados a dos códigos “nacionales” o
“federales” que todavía se aplican en la CABA para algunos delitos y en el resto del país
para aquellos que corresponden a la “competencia federal”, lo que da en total 26 códigos
procesales. Esto genera múltiples problemas.
Esta modificación del CP fue sancionada junto con otras leyes destinadas a poner
en marcha el CPPN, ley 27.063 (leyes orgánicas del Ministerio Público Fiscal y del
Ministerio Público de la Defensa, 27.148 y 27.149, respectivamente; y ley de
Implementación, 27.150). Está en sintonía con la tercera etapa del movimiento de reformas
procesales provinciales que, como vimos en el punto anterior, se iniciaron con el Código de
Chubut sancionado por obra de Julio Maier. Estas receptaron criterios de oportunidad en
el ejercicio de la acción penal, a través de diversos mecanismos: el principio de
insignificancia, la proporción entre la pena y el daño sufrido, la aplicación de métodos
alternativos (composición con la víctima, reparación del daño).
Lo que nos interesa mostrar aquí, es que el texto original del CPPN ley 27.063 (en
estos aspectos no fue modificado por la ley 27.482), mencionaba a la conciliación en el art.
16Cfr. LEDESMA, Ángela, Proceso de reforma procesal penal y judicial, Momentos y ejes rectores, Revista de Derecho
Procesal Penal, GARCÍA YOMHA, Diego / MARTINEZ, Santiago, El proceso penal adversarial, t. 2, pp. 22-24.
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30 inc. c, como uno de los casos en que el representante del Ministerio Público Fiscal
puede disponer de la acción penal pública; por su parte, el art. 34 lo reglamentaba: “Sin
perjuicio de las facultades conferidas a los jueces y representantes del Ministerio Público Fiscal en el artículo
22, el imputado y la víctima pueden realizar acuerdos conciliatorios en los casos de delitos con contenido
patrimonial cometidos sin grave violencia sobre las personas o en los delitos culposos si no existieran lesiones
gravísimas o resultado de muerte. El acuerdo se presentará ante el juez para su homologación, si
correspondiere, en audiencia con la presencia de todas las partes. La acreditación del cumplimiento del
acuerdo extingue la acción penal; hasta tanto no se acredite dicho cumplimiento, el legajo debe ser reservado.
Ante el incumplimiento de lo acordado, la víctima o el representante del Ministerio Público Fiscal podrá
solicitar la reapertura de la investigación...”. A su turno, la reparación aparecía nombrada como
una causal de sobreseimiento (art. 236, inc. g), y dentro de la audiencia de control de la
acusación, como una de las propuestas que pueden realizar el acusado y su defensa
(“...proponer reparación, conciliación, la suspensión del juicio a prueba o la aplicación del procedimiento de
juicio abreviado...”; art. 246, inc. d). Sin embargo, a diferencia de la conciliación, la reparación
carecía de una regulación detallada, esto es, este código nada dice sobre sus alcances, delitos
a los que puede aplicarse y procedimiento, entre otros aspectos.
Sin embargo, la entrada en vigencia del CPPN, ley 27.063, fue suspendida por el
decreto de necesidad y urgencia (DNU) 257/2015, fundado en que no se encontraban
reunidas “...las condiciones básicas para asegurar la implementación proyectada en el plazo establecido...”,
lo que ponía, a juicio del Poder Ejecutivo, en grave riesgo la correcta administración de
justicia. Es decir, que continuó vigente el CPPN, ley 23.984 que no preveía ningún mecanismo de
conciliación, reparación o criterios de oportunidad.
III. El juicio por jurados en las provincias de Córdoba, Buenos Aires y Neuquén
Para finalizar esta clase, queremos mostrarles cómo funciona el juicio por jurados
en algunas provincias argentinas. La descripción no será detallada, pues su estudio más
profundo lo haremos en las clases siguientes.
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Ante la falta de una ley nacional, varias provincias han puesto en vigencia el juicio
por jurados. Aquí mencionaremos ya llevan algún tiempo de implementación.
Aquí cabe señalar los puntos relevantes que diferencian el juicio por jurados de otro
realizado ante un colegio de jueces profesionales: la programación de una audiencia previa
(voir dire) para definir la integración del banco de jurados, esto es, para tratar las
excusaciones y las recusaciones de las partes (incluso sin causa) dirigidas a ellos; la
organización del debate de otra manera, bajo la dirección de un juez permanente que no
participa en la deliberación y la votación del veredicto de culpabilidad o inculpabilidad; la
separación clara entre aquél y el banco de jurados durante el debate; las instrucciones del
juez profesional para la deliberación; las exigencias de unanimidad o mayorías necesarias
para absolver y condenar, y el sistema de recursos, entre otras cuestiones.
17 Chaco, ley 7661, Mendoza, ley 9106, el CPP Río Negro (ley 5020) y el CPP San Juan (ley 1851) prevén un
jurado clásico, de doce miembros, integrado por hombres y mujeres en partes iguales para delitos graves, con
la exigencia de unanimidad para la toma de decisiones; la regulación del Chaco establece un jurado especial
para casos donde estén imputados o sean víctimas integrantes de los pueblos originarios, esto es, de las
comunidades Qom, Wichi o Mocoví (ley 7661, 4); y la de Río Negro propone jurados de siete miembros para
delitos menos graves. San Juan aprobó en diciembre de 2018 un nuevo CPP en la misma línea que los
anteriores. En Santa Fe cuenta con media sanción un proyecto de ley de enjuiciamiento con jurados de
acuerdo con el modelo clásico anglosajón. La información actualizada sobre el avance de la legislación
provincial ha sido tomada de la página http://www.juicioporjurados.org/p/legislacion.html, visita del
8.04.2019.
18 “Integración del tribunal de jurados. La ley de juicio por jurados determinará la composición, integración,
constitución, sustanciación y deliberación del juicio en el que participe un tribunal de jurados” (CPPN, ley 27.063, 249;
CPPF, ley 27.482, 282).
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El jurado de escabino o escabinado esta integrado por una mezcla de jueces profesionales, permanentes y
jueces legos y accidentales; un ejemplo de esta conformación del banco de jueces se presenta en Alemania.
En esta clase únicamente analizaremos los rasgos principales del juicio por jurados
en las distintas provincias. Luego, cuando estudiemos la unidad 3, examinaremos sus
diferencias con el procedimiento común.
En un primer momento, la ley 8123 (art. 5), modificó el CPP Córdoba, (art. 369), al
establecer un tribunal escabinado facultativo para el debate público del caso, esto es, a
pedido del Ministerio Público, la parte querellante o el imputado, compuesto por tres
jueces profesionales y dos escabinos o legos, que conformaban así el tribunal para juzgar
delitos contenidos en la acusación cuya pena fuera de quince años de privación de la
libertad o mayor a ella. Luego, por ley 9122, (CPP Córdoba, 369 II), esta integración se
tornó obligatoria para la Cámara en lo Criminal Económico, cualquiera fuera el máximo de
la escala penal prevista para el o los delitos contenidos en la acusación y sin necesidad de
requerimiento alguno. Los requisitos para ser jurado estaban contenidos en el CPP
Córdoba, art. 558.
En 2005 entró en vigencia la ley 9182 que instituyó otro sistema de jurado
escabinado integrado por ocho jueces accidentales sumados a las cámaras en lo criminal
(tres jueces permanentes y profesionales) para juzgar, obligatoriamente, los delitos
comprendidos en el fuero penal económico y anticorrupción administrativa (ley 9181, art.
7), más los siguientes: homicidio agravado (art. 80, CP), contra la integridad sexual de los
que resultare la muerte de la persona ofendida (art. 124, CP), secuestro extorsivo seguido
de muerte (art. 142 bis, in fine, CP), homicidio con motivo u ocasión de tortura (art. 144
tercero, inc. 2º, CP) y homicidio con motivo u ocasión de robo (art. 165, CP).
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este procedimiento, ya que regula también los requisitos de los jueces legos para integrar el
colegio único.
Los dos códigos regulan de manera similar las instrucciones para la deliberación, el
desarrollo de ésta y el contenido del veredicto. En cuanto a las mayorías necesarias, el CPP
Buenos Aires (art. 371 quater) establece que el veredicto de culpabilidad requiere, como
mínimo, diez votos afirmativos sobre las cuestiones planteadas. En cambio, si el delito
22 Cfr. MALAGNINO, Stefany A., Juicio por jurados: comparación normativa de los principales institutos de cada provincia
con ley aprobada, p. 1.
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juzgado tuviere prevista pena de prisión o reclusión perpetua, se exige unanimidad de votos
afirmativos. Por su parte, el CPP Neuquén (art. 207) establece que, en los tribunales
compuestos por doce jurados, el veredicto de culpabilidad requiere como mínimo ocho
votos y si no se alcanza esa mayoría, la decisión debe ser de no culpabilidad.
Puede ocurrir que, durante la deliberación, los jueces accidentales no alcancen las
mayorías exigidas por la ley para dictar el veredicto, situación conocida como jurado
estancado, situación que normalmente conduce a un veredicto de no culpabilidad.
Por último, tanto el CPP Buenos Aires (art. 371 quater, 7) como el CPP Neuquén
(art. 238) establecen, con diferente redacción y ubicación sistemática, la carencia de recurso
del acusador contra la sentencia. El primero, lo establece de manera absoluta, mientras que
el segundo, lo admite en el caso que “…el acusador demuestre fehacientemente que el veredicto de no
culpabilidad fue producto del soborno…”.
Recomendamos leer el CPP Córdoba de 1939 y compararlo con la legislación procesal argentina
posterior. Muchas de sus reglas fueron copiadas textualmente y hoy, casi 80 años después de su
entrada en vigencia, se siguen aplicando a través del CPPN, ley 23.984 (que hoy es aplicado por la
llamada justicia nacional ordinaria en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires -CABA-) y en el ámbito
federal (aunque ya parcialmente). El CPP de Córdoba de 1939 si bien tomó como modelo el
denominado “Código Rocco” (sancionado en Italia en 1930 por el gobierno de Mussolini) significó
un avance enorme en la legislación procesal argentina.
¿Qué opina acerca de que la legislación procesal diferente afecta el principio de igualdad? Quienes
defienden las potestades provinciales para legislar en esa materia sostienen que ellas responden a la
idiosincrasia de cada lugar. ¿Qué opinión le merece?
¿Cuáles son las diferencias entre el CPMP 1889 y el CPP Córdoba 1939?
Enumere cuatro aspectos relevantes del Proyecto de Reforma Procesal Penal de 1986, denominado
“Proyecto Maier”.
¿Cuál fue el modelo del Código Procesal Penal de la Nación (CPPN, Ley 23.984)?
¿Qué Códigos Procesales Penales pueden aplicarse hoy en el territorio de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires?
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¿Cuál es la diferencia más importante entre el juicio por jurados regulado en la provincia de
Córdoba con el de las provincias de Buenos Aires y Neuquén?
V. Lecturas recomendadas
MAIER, Julio B. J, Derecho procesal penal, t. 1, 2ª ed., Parte General. Fundamentos, Editores del
Puerto, Buenos Aires, 1996, ps 391-442 (§ 5, G).
BINDER, Alberto, Derecho procesal penal, t. I, Hermenéutica del Proceso penal, Ad-Hoc, Buenos
Aires, 2013, ps. 31 y sigs.
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