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. c. Mahatma Gandhi
D. Adolfo Hitler
E Nelson Mandela:
II Parte
Marta trabaja en la empresa “Informáticas del Sur, S.A.”, con sede en Antequera.
Fue contratada hace seis meses, y, a pesar de que le gusta su trabajo (el
mantenimiento de sistemas informáticos), piensa que no se la valora
suficientemente.
“Veréis”, nos cuenta, “yo soy una persona muy responsable: desde pequeña me
caracterizaba por cumplir mis tareas en el colegio incluso antes de que me las
reclamaran; siempre llevo mis asuntos al día y creo que soy una persona en la que
se puede confiar.
Pero en esta empresa me siento agobiada. Mi jefe inmediato, Pedro G., está
siempre vigilándome y agobiándome para que termine incluso antes de plazo los
trabajos.
Parece que me intente sorprender en faltas que, por otra parte, yo no cometo:
llegar tarde a las citas con los clientes, derrochar material o invertir el tiempo en
tareas personales... cosas que, por cierto, sí hace mi querido compañero Manuel,
que lleva en la empresa tres años…no me malinterpretéis, que no creo que sea
mala gente, pero tirando a vago sí que es, y a veces se le ve viniendo de una
supuesta cita de trabajo con bolsas del supermercado o chateando en horas de
oficina…¡a él no le dice nada!.
Nos contesta, sin dudar un segundo, que su jefe ideal es quien es capaz de
conseguir que se ilusione con un proyecto, que sea alguien con quien se pueda
contar, que esté tanto a las duras como a las maduras, y que sea una persona
capacitada, que resuelva las dudas y “sobre todo”, nos cuenta, “necesito que
confíe en mí y yo en él”. “¡Claro que yo trabajaría más y mejor si mi jefe fuera mi
jefe ideal!”.
Cuestiones:
Llamará a uno por uno dejándoles claro cuáles son sus obligaciones y
responsabilidades y avisándoles de las consecuencias de no seguir los
procedimientos establecidos.
A partir de ahora le pondrá objetivos a cada uno que permitan llegar a los cero
defectos.
Asimismo, les va a controlar muy de cerca para ver los resultados a corto plazo. Si
persisten las quejas de los clientes tomará medidas disciplinarias que podrán
llegar al despido. Transcurridos unos meses el jefe de Antonio le llamó a su
despacho para preguntarle si era consciente del estilo que estaba aplicando con
los empleados y si pensaba seguir con esos criterios de funcionamiento.
A lo cual Antonio respondió que sí. Siempre que había habido problemas había
actuado de esa manera, y que no la pensaba cambiar.
De esta manera, creo que soy íntegro conmigo mismo y sincero con usted y
cuando los colaboradores se dan cuenta que lo tienes claro se someten
perfectamente a las directrices y consiguen los objetivos más altos.