Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
LILIANA BODOC i
esta p i b a .
también la más feliz. Ella era tan flaca que sus pantalo-
bauticé Rapunzel.
26 27
LILIANA BODOC LAS MENTIRAS D E L F U E G O
Veíamos a Rapunzel casi a d i a r i o , cuando volvía- Ella tenía ropa de todos colores y el fuego le obedecía.
mos del colegio. —Debe ser difícil hacer eso — m e atreví a comentar
Cuando nos acercábamos a la esquina, yo cruzaba los difícil es salir a trabajar a las seis de la mañana todos
dedos para que el semáforo nos detuviera en el sitio indica- los días.
do, ¡usto para ver a Rapunzel haciendo malabares con cla- Y puso la radio.
vas encendidas. Jugar con fuego, sonreír en mitad de una Algunas veces no hablaba m i papá sino su bolsillo.
calle dispuesta a arrancar en amarillo a cualquier precio. — M i r a si le voy a dar plata por la pavada que hace.
debidamente planchado. Yo con un pelo t a n lacio que ¡rompiéndose el l o m o ! Y no haciendo piruetas en una
C l a r o que no siempre el semáforo nos detenía por- A mí me daba vergüenza. Sobre t o d o cuando Ra-
que no siempre es roja la buena suerte. En esas ocasio- punzel se acercaba a la ventanilla, sonriendo, y m i viejo
nes veía a Rapunzel parada j u n t o al semáforo. N o son- le decía que no con el dedo índice. Ella iba al auto de
reía. Solo esperaba el m o m e n t o de entrar a escena. A atrás y m i papá seguía hablando del asunto por un par
veces tomaba agua de una botella. de cuadras. La cosa cambiaba cuando, p o r alguna ra-
N u n c a me m i r a b a . Y eso me daba u n poco de ra- zón, m i mamá viajaba con nosotros. Ella buscaba unas
b i a . . . A fin de cuentas, éramos casi de la misma edad. monedas, se estiraba sobre el m a l h u m o r de m i padre y
28 29
LILIANA BODOC L A S MENTIRAS D E L F U E G O
—Por lo menos sabe decir gracias —comentaba m i Lunes de lo peor, lunes pegajoso. La ciudad teñida de
C o m o entonces yo iba en el asiento trasero, tenía la A lo mejor eso ayudó a que sucediera lo que suce-
posibilidad de darme vuelta para ver a esa chica, t a n dió. A lo mejor iba a suceder de todos modos, aunque
Algunas veces no hablaba m i viejo sino su licencia aunque sea lunes y tenga ganas de atravesar la esquina
— ¿ A vos te parece esta piba? Se pone a joder justo M i papá se detuvo. Y a pesar de que las huellas de
a la hora p i c o . . . Te j u r o que cambiaría de camino con la llovizna estaban cerca, Rapunzel apareció frente a
tal de no verla más. Pero estos —decía " e s t o s " — están nosotros. M i viejo bufó con ganas.
Rapunzel sonreía aunque no le diéramos monedas. vas estaba deslucido, húmedo. Y Rapunzel no sonreía
aquí para allá, con los segundos contados. ¡ C ó m o si se Eso, el lunes y la fatalidad.
hubiese escapado del Cirque d u Soleil! Rapunzel se distrajo, se demoró alcanzando una
Era día lunes y había estado lloviendo toda la ma- autos que estaban atrás y no entendían qué pasaba. Ahí
A l mediodía, cuando salí del colegio, apareció el encima. Y ahí, justo ahí, Rapunzel corrió en dirección a
30 31
LILIANA BODOC L A S M E N T I R A S DI I F U E G O
32 33
LILIANA BODOC LAS MENTIRAS D E L FUEGO
solamente dos sillas, una de plástico blanco y otra de Y esa expresión intentó disimular m i decepción. L o
madera. T a l vez p o r eso m i papá ofreció ir a c o m p r a r que yo creía que era el sol, resultó ser una moneda.
—Tenes tonada de otra parte — d i j e . Antes de que pudiera contestarme, se abrió la puerta.
Sabía que m i papá n o iba a demorar demasiado, así verla bien, le pidió que se cuidara. Y después carraspeó
que me animé a decirle lo que me desvelaba. para indicar que era hora de irnos. Rapunzel quiso dar-
—Es l i n d o hacer malabares c o n fuego, ¿no? nos las facturas que quedaban.
—Saco unas monedas para mantenerme. M i mamá saber qué hacer cuando volviéramos a verla. Por m i
me ayuda un poco; pero t a n t o no puede. parte, fingí no darme cuenta del cambio.
34 35
LILIANA BODOC
Little Boy
36 37