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Charles Sanders Peirce

Charles Sanders Peirce :-


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Información personal
Nombre en inglés Charles Sanders Peirce Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacimiento 10 de septiembre de 1839
Bandera de Estados Unidos Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos
Fallecimiento 19 de abril de 1914 (74 años)
Bandera de Estados Unidos Milford, Pensilvania, Estados Unidos
Causa de muerte Cáncer
Sepultura Milford Cemetery Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacionalidad Estadounidense
Religión Iglesia episcopal en los Estados Unidos Ver y modificar los datos en
Wikidata
Familia
Padres Benjamin Peirce
Sarah Peirce
Cónyuge Juliette Peirce
Educación
Educado en Universidad de Harvard
Información profesional
Ocupación Filósofo, lógico y científico
Empleador Universidad Johns Hopkins
Alumnos Christine Ladd-Franklin Ver y modificar los datos en Wikidata
Movimiento Pragmatismo Ver y modificar los datos en Wikidata
Miembro de Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos
Academia estadounidense de las Artes y las Ciencias
Distinciones

Miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias Ver y


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Firma Signature of Charles Sanders Peirce (1839–1914).png


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Charles Sanders Peirce (pronunciado /ˈpɜrs/purse en inglés)1 (Cambridge,


Massachusetts, 10 de septiembre de 1839 - Milford, Pensilvania, 19 de abril de
1914) fue un filósofo,2 lógico y científico estadounidense. Es considerado el
fundador del pragmatismo y el padre de la semiótica moderna o teoría de los signos,
junto con Ferdinand de Saussure.2
Índice

1 Biografía
2 Obra y valoración crítica
3 Concepción de la ciencia
4 Concepción triádica del signo
5 Véase también
6 Referencias
7 Bibliografía
8 Enlaces externos

Biografía

Hijo de Sarah y Benjamin Peirce, fue profesor de astronomía y matemáticas en la


Universidad Harvard. Aunque se graduó en química en la Universidad Harvard, nunca
logró tener una posición académica permanente a causa de su difícil personalidad
(tal vez maniaco-depresiva), y del escándalo que rodeó a su segundo matrimonio
después de divorciarse de su primera mujer, Melusina Fay. Desarrolló su carrera
profesional como científico en la United States Coast Survey (1859-1891),
trabajando especialmente en astronomía, en geodesia y en medidas pendulares. Desde
1879 hasta 1884 fue profesor de lógica a tiempo parcial en la Universidad Johns
Hopkins. Tras retirarse en 1887, se estableció con su segunda mujer, Juliette
Froissy, en Milford (Pensilvania) donde murió de cáncer después de 26 años de
escritura intensa y prolífica. No tuvo hijos.

Para los hispanoparlantes no deja de ser sorprendente que desde 1890 Peirce
añadiera un "Santiago" a su nombre y utilizara con alguna frecuencia para su firma
la de "Charles Santiago Sanders Peirce". Puede encontrarse una detallada
explicación al respecto aquí (en inglés).
Obra y valoración crítica

Peirce publicó dos libros, Photometric Researches (1878) y Studies in Logic (1883),
y un gran número de artículos en revistas de diferentes áreas. Sus manuscritos, una
gran parte de ellos sin publicar, ocupan cerca de 80.000 páginas. Entre 1931 y 1958
se ordenó temáticamente una selección de sus escritos y se publicó en ocho
volúmenes con el nombre de Collected Papers of Charles Sanders Peirce (generalmente
citado por volumen [punto] párrafo, en la forma "CP x.y"). Desde 1982, se han
publicado además algunos volúmenes de Writings of Charles S. Peirce: A
Chronological Edition (volumen [dos puntos] página: "W x:y"), que aspira a alcanzar
treinta volúmenes.

William James reconoció a Charles Peirce como fundador del pragmatismo. El


pragmatismo, como Peirce lo describía, puede entenderse como un método de resolver
confusiones conceptuales relacionando el significado de concepto alguno con un
concepto de las concebibles consecuencias prácticas de los efectos de la cosa
concebida (CP 8.208) — las implicaciones imaginables para la práctica informada. El
significado de un concepto es general y consiste no en los resultados individuales
fácticos mismos sino en el concepto general de los resultados que ocurrirían. Sin
ninguna duda, esta teoría no guarda ninguna semejanza con la noción vulgar de
pragmatismo, que connota una burda búsqueda del beneficio así como la conveniencia
política. En cambio, el pragmatismo de Peirce es un método de experimentación
conceptual, hospitalario para la formación de hipótesis explicativas, y propicio
para el uso y la mejora de la verificación. Típico de Peirce es su interés en la
formación de hipótesis explicativas como fuera de la alternativa fundacional
habitual entre el racionalismo deductivista y el empirismo inductivista, aunque
Peirce fue un lógico matemático3 y un fundador de la estadística.4

Peirce es también considerado como el padre de la semiótica moderna: la ciencia de


los signos. Más aún, su trabajo —a menudo pionero— fue relevante para muchas áreas
del conocimiento, tales como astronomía, metrología, geodesia, matemáticas, lógica,
filosofía, teoría e historia de la ciencia, semiótica, lingüística, econometría y
psicología. Cada vez más, ha llegado a ser objeto de abundantes elogios. Popper lo
ve como “uno de los filósofos más grandes de todos los tiempos”. Por lo tanto, no
es sorprendente que su trabajo y sus ideas acerca de muchas cuestiones hayan sido
objeto de renovado interés, no solo por sus inteligentes anticipaciones a los
desarrollos científicos, sino sobre todo porque muestra efectivamente cómo volver a
asumir la responsabilidad filosófica de la que abdicó gran parte de la filosofía
del siglo XX.

La filosofía de Peirce incluye:

un sistema pervasivo de tres categorías (primero, calidad de sentimiento;


segundo, reacción, resistencia; tercero, representación, mediación) (CP 1.545–559,
5.66–81, 88–92);
la creencia de que la verdad es inmutable y es a la vez independiente de las
opiniones particulares (falibilismo) y capaz de ser descubierta (ningún
escepticismo radical) (CP 5.388–410);
la lógica, como la semiótica formal,5 sobre signos, sobre argumentos, y sobre
los métodos de investigación (CP 1.180–202) — incluyendo el pragmatismo filosófico
(que él fundó), también una doctrina de sentido común crítico (CP 5.438–63, 497–
525), y el método científico; y
en la metafísica:
el realismo escolástico (CP 5.93–101, 8.208),
la creencia en Dios (CP 6.452–85), la libertad (CP 6.35–65), y, a lo menos,
una forma atenuada de inmortalidad (CP 7.565–78, 6.519–21),
un idealismo objetivo (pero no absoluto ni Kantiano) (CP 6.7–34), y
la creencia en la realidad de lo continuo y de tres cósmicos factores y
principios evolucionarios: el azar absoluto (espontaneidad), la necesidad mecánica,
y el amor creativo (CP 6.278–317).

En la obra de Peirce, el falibilismo y el pragmatismo pueden parecer que funcionan


algo así como el escepticismo y el positivismo, respectivamente, en las obras de
otros. Sin embargo, para Peirce, el falibilismo se equilibra con un anti-
escepticismo y es una base para creer en la realidad del azar absoluto y de la
continuidad (CP 1.141–75), y el pragmatismo somete a uno a la creencia
antinominalista en la realidad de lo general (CP 5.429–35).

Sin embargo, Charles S. Peirce no debería ser considerado principalmente como


filósofo o como lógico, sino como científico, tanto por su formación como por su
carrera profesional. Sus informes a la Coast Survey son un testimonio notable de su
experiencia personal en el duro trabajo de medir y obtener evidencias empíricas.
Una mirada a esos informes oficiales o a sus Photometric Researches producidos en
los años 1872-1875 proporciona una vívida impresión de trabajo científico sólido.
Como escribió Max Fisch, «Peirce no era meramente un filósofo o un lógico que ha
estudiado cuestiones científicas. Era un científico profesional con todo derecho,
que llevó a su trabajo las preocupaciones del filósofo y del lógico».

Aunque Peirce fue un filósofo sistemático en el sentido tradicional de la palabra,


su obra aborda los problemas modernos de la ciencia, la verdad y el conocimiento a
partir de su propia experiencia como lógico y científico experimental que trabajaba
en el seno de una comunidad internacional de científicos y pensadores. Aunque
realizó importantes contribuciones a la lógica deductiva, Peirce estaba
principalmente interesado en la lógica de la ciencia y, más especialmente, en lo
que llamó abducción (como complemento a los procesos de deducción e inducción), que
es el proceso por el que se genera una hipótesis, de forma que puedan explicarse
hechos sorprendentes. Peirce consideró que la abducción estaba en el corazón no
solo de la investigación científica sino de todas las actividades humanas
ordinarias.

Una dificultad en el estudio de Peirce es que la interpretación del pensamiento de


Peirce ha provocado durante años un amplio desacuerdo entre los estudiosos
peirceanos, debido en parte a la presentación fragmentaria y caótica de su obra en
los Collected Papers y en parte a su ir contracorriente. El hecho es que Peirce no
es un filósofo fácil de clasificar: algunos lo consideraron un pensador
sistemático, pero con cuatro sistemas sucesivos, otros lo vieron como un pensador
contradictorio, o como un metafísico especulativo de tipo idealista. Sin embargo,
en años más recientes ha comenzado a ganar aceptación general una comprensión más
profunda de la naturaleza arquitectónica de su pensamiento y de su evolución desde
sus primeros escritos en 1865 hasta su muerte en 1914. En la última década todos
los estudiosos peirceanos han reconocido claramente la coherencia básica y la
sistematización del pensamiento de Peirce.
Concepción de la ciencia

Las afirmaciones de Peirce sobre la naturaleza de la actividad científica tienen


una sorprendente continuidad con las discusiones contemporáneas en epistemología,
metodología y filosofía de la ciencia, sobre todo por el énfasis que puso en el
carácter social y comunitario de la ciencia. Sin duda, algunas de las
manifestaciones de su absoluta confianza en el progreso científico resultan hoy en
día anacrónicas. Peirce era un hombre del siglo XIX y, en consonancia con el
espíritu de su época, tenía una fe casi religiosa en la capacidad de la ciencia
para descubrir la verdad. En este sentido, Peirce era un firme defensor de una
aproximación científica a la filosofía. Es más, en cierto modo Peirce quería
transformar la filosofía en una ciencia estricta, hacer de la filosofía una
“filosofía científica”, no solo en los ámbitos de la lógica y la epistemología,
sino de manera más urgente y necesaria en metafísica y cosmología.

Hoy en día esa pretensión puede parecer anticuada, e incluso ridícula, propia de
los filósofos del pasado o del positivismo más crudo e intransigente. Esta actitud
científica ha motivado que Peirce, a diferencia de otros pragmatistas como William
James o F. C. S. Schiller, fuera visto con simpatía e incluso admiración por parte
de muchos pensadores de la tradición de la filosofía analítica. Sin embargo, aunque
en alguna ocasión denominara al pragmatismo como una filosofía proto-positivista
(EP 2:339, 1905), sería más que inexacto decir que Peirce fue un filósofo
positivista en sentido estricto. En primer lugar, una de las lecciones que más
vivamente aprendió del devoto espíritu unitario de Harvard, —del que su padre,
Benjamin Peirce, fue incansable promotor— era la idea de reconciliar ciencia y
religión. Este es, efectivamente, un impulso central en toda la obra de Peirce que
a menudo ha pasado desapercibido por los autores que sostienen una lectura
naturalista de la máxima pragmática y del método científico. De hecho, para Peirce
la investigación científica es la actividad religiosa por excelencia, puesto que su
objeto es, sencillamente, la búsqueda apasionada y desinteresada de la verdad (CP
1.234, 1901).

Peirce adoptó un concepto muy amplio de ciencia que no quedaba restringido a las
ciencias entendidas como ciencias de laboratorio. Para él la ciencia no consiste ni
única ni principalmente en una colección de hechos o métodos, ni siquiera en un
conjunto sistemático de conocimientos; se trata de una actividad social. Esto es,
la ciencia es una investigación auto-controlada, responsable y auto-correctiva
llevada a cabo por hombres y mujeres reales bajo un mismo principio de cooperación
con vistas a un fin muy particular: la consecución de la verdad (CP 7.87, 1902;
cfr. EP 2:459, 1911). En otras palabras, la ciencia es un “proceso vivo” encarnado
en un grupo de investigadores y animado por un intenso deseo de averiguar cómo son
las cosas realmente (CP 1.14, c.1897), por “un gran deseo de aprender la verdad”
(CP 1.235, 1902). De hecho, dirá Peirce, “el deseo de aprender” es el más
importante requisito de la ciencia y la primera regla de la razón (CP 1.135, c.
1899). Este requisito viene de la mano de otro precepto que, según Peirce, debería
escribirse en todas las paredes de la ciudad de la filosofía: “no bloquear el
camino de la investigación” (CP 1.135, c. 1899). De acuerdo con su experiencia como
científico entrenado en las salas de laboratorio, Peirce quería hacer de la
filosofía una ciencia alejada tanto del diletantismo literario como de la filosofía
académica tradicional, a la que consideraba animada por un espíritu dogmático y
racionalista.

Pero esto no suponía reducir, como hacía el positivismo, todos los modos de
conocimiento al conocimiento científico, sino que indicaba simplemente la necesidad
de abordar los problemas filosóficos con una actitud experimental. Es decir, con un
talante comunicativo y abierto a la revisión continua, a la necesaria corrección
que implican tanto la discusión pública con los colegas como el contraste con la
experiencia en el proceso de investigación científica. Esta actitud, que Peirce
denominó falibilismo, era una consecuencia necesaria de su rechazo radical del
fundacionalismo característico de la filosofía moderna, que consideraba encarnada
de modo prototípico en la figura de Descartes. En concreto, Peirce criticó muy
duramente el repliegue de la filosofía moderna hacia el interior de la conciencia,
el recurso a la introspección como garantía del conocimiento y la idea de
intuición, entendida como aquella cognición no determinada por cogniciones previas.
En su rechazo del espíritu escolástico, el cartesianismo había hecho del cogito la
fuente última de la certeza, así como el eslabón fundante de todo el edificio del
conocimiento, entendido como una cadena de razonamientos que se deducen de ese
fundamento o principio necesario. Como consecuencia, el individuo y su conciencia
constituían, en última instancia, la única garantía de la ciencia y el conocimiento
racional. Para Peirce esto era una "filosofía de sillón", meramente especulativa y
alejada del modo en que realmente trabajan los científicos. Para Peirce la ciencia
era, en gran medida, el trabajo cooperativo y comunitario de hombres y mujeres
trabajando en intercomunicación, corrigiéndose unos a otros en un proceso continuo
de revisión de hipótesis, que conduciría a una opinión final encarnada en una
comunidad ideal de investigadores.

De igual modo, la duda metódica era para Peirce un modo insincero de acercarse a
los problemas del conocimiento, pues no tenía en cuenta que los seres humanos
estamos siempre enmarcados en un proceso activo y dinámico de corrección y
adquisición de nuevas creencias. Este proceso es descrito y detallado en lo que
denominó como los métodos para la fijación de las creencias. En este proceso, la
duda es una irritación, una insatisfacción real producida por la resistencia que la
realidad impone sobre determinadas creencias previas debido a una situación nueva
que desafía el conjunto de hábitos acumulado por la experiencia. La duda es, por
tanto, un catalizador para la puesta en marcha de nuevas creencias que permitan
controlar esa situación inestable y, por tanto, proporcionan al agente de
disposiciones firmes para actuar. Como dice Peirce, no se puede dudar a placer. La
duda cartesiana es una duda artificial, una “duda de papel” (CP 5.445, 1905). En
definitiva, no podemos pretender dudar en la filosofía de aquello de lo que no
dudamos en nuestros corazones (CP 5.265, 1868).
Concepción triádica del signo
Juliette y Charles Peirce en el jardín de su casa, Arisbe, en 1907.

Frente a la concepción dualista que tiene su origen moderno en el lingüista


Ferdinand de Saussure, para Peirce las palabras, los signos, no son solo lo que
está en nuestro discurso en lugar de las cosas, sino que, sobre todo, signo es «lo
que al conocerlo nos hace conocer algo más» (CP, 8.332, 1904). Según Peirce, "no
tenemos ningún poder de pensamiento sin signos". En principio el proceso de
indagación puede caracterizarse como un proceso que opera en virtud de la
manipulación de signos (o "pensamientos–signos"). De acuerdo a Peirce, el
pensamiento es continuo, es decir, en la continuidad del pensamiento los
pensamientos–signos están en permanente flujo. Un pensamiento lleva a otro y este a
su vez a otro y así sucesivamente. Pero en el proceso de indagación, gatillado por
la obstaculización del flujo de la experiencia, ejercemos un control sobre la
continuidad del pensamiento. Dicho control hace posible constreñir las asociaciones
de pensamiento.

Esto supone un contraste con los filósofos de la Edad Moderna, pues tanto
racionalistas como empiristas sostuvieron que tenemos un conocimiento directo e
infalible de nuestros propios pensamientos, y en ese conocimiento fundaron tanto la
ciencia como la autonomía moral del individuo.

Desde sus primeros escritos Peirce rechazó tajantemente tanto el dualismo


cartesiano como la tesis de Locke de que todo pensamiento era percepción interna de
ideas. Esta concepción de los efectos del conocimiento determinará su original modo
de considerar también el operar de los signos. Pierce estudió en profundidad el
fenómeno del signo y elaboró su propia noción, diferente del concepto
estructuralista de inspiración saussureana. Para Pierce el signo es algo que, bajo
cierto aspecto, representa alguna cosa para alguien. Esto significa -en el fondo-
que el signo posee una composición tríadica, y en ese cuerpo emergen y se hacen
presente en él, sus tres elementos formales.

El ariete de toda su reflexión es la comprensión de la estructura triádica que


conforma la relación lógica de nuestro conocimiento como un proceso de
significación. Peirce caracteriza la noción de signo como:

Un signo o representamen es algo que está para alguien por algo en algún respecto o
capacidad. Apela a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo
equivalente o quizás un signo más desarrollado. Ese signo que crea lo llamó el
interpretante del primer signo. El signo está por algo, su objeto. Está por ese
objeto no en todos los respectos, sino por referencia a un tipo de idea a la que él
llamó algunas veces "la base" del representamen.

La función representativa del signo no estriba en su conexión material con el


objeto ni en que sea una imagen del objeto, sino en que sea considerado como tal
signo por un pensamiento. En esencia, el argumento es que toda síntesis
proposicional implica una relación significativa, una semiosis (la acción del
signo), en la que se articulan tres elementos:

El signo o representamen (que es el nombre técnico que emplea Peirce), es «algo


que está para alguien en lugar de algo bajo algún aspecto o capacidad. Se dirige a
alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo equivalente o quizá un
signo más desarrollado. Ese signo creado es al que llamo interpretante del primer
signo. Este signo está en lugar de algo, su objeto. Está en lugar de algo no en
todos sus aspectos, sino sólo en relación con alguna idea a la que a veces he
llamado la base (ground) del representámen» (CP 2.228, c.1897).
El objeto es aquello por lo que está el signo, aquello que representa.
El interpretante es el signo equivalente o más desarrollado que el signo
original, causado por ese signo original en la mente de quien lo interpreta. Se
trata del elemento distintivo y original en la explicación de la significación por
parte de Peirce y juega un papel central en toda interpretación no reduccionista de
la actividad comunicativa humana. Este tercer elemento convierte a la relación de
significación en una relación triádica —frente a todo dualismo cartesiano o
estructuralista post-saussureano—, pues el signo media entre el objeto y el
interpretante, el interpretante relaciona el signo y el objeto, y el objeto funda
la relación entre el signo y el interpretante.

Todo signo es un representamen. Representar es la operación más propia del signo,


es estar en lugar del objeto «como el embajador toma el lugar de su país, lo
representa en un país extranjero». Representar es «estar en una relación tal con
otro que para un cierto propósito es tratado por una mente como si fuera ese otro.
Así, un portavoz, un diputado, un agente, un vicario, un diagrama, un síntoma, una
descripción, un concepto, un testimonio, todos ellos representan, en sus distintas
maneras, algo más a las mentes que los consideran» (CP 2.273, 1901). Pensar es el
principal modo de representar, e interpretar un signo es desentrañar su
significado. El representamen no es la mera imagen de la cosa, la reproducción
sensorial del objeto, sino que toma el lugar de la cosa en nuestro pensamiento. El
signo no es solo algo que está en lugar de la cosa (que la sustituye, con la que
está en relación de «equivalencia»), sino que es algo mediante cuyo conocimiento
conocemos algo más. Al conocer el signo inferimos lo que significa. El
representamen amplía así nuestra comprensión, de forma que el proceso de
significación o semiosis llega a convertirse en el tiempo en un proceso ilimitado
de inferencias. Por ello los signos no se definen solo porque sustituyan a las
cosas, sino porque funcionan realmente como instrumentos que ponen el universo al
alcance de los intérpretes, pues hacen posible que pensemos también lo que no vemos
ni tocamos o ni siquiera nos imaginamos.

Las personas o intérpretes son portadores de interpretantes, de interpretaciones.


El signo crea algo en la mente del intérprete, y ese algo creado por el signo, ha
sido creado también de una manera indirecta y relativa por el objeto del signo. En
este sentido, puede decirse que la aportación capital de Peirce consiste en poner
de manifiesto que, si se acepta que los procesos de significación son procesos de
inferencia, ha de aceptarse también que la mayor parte de las veces, esa inferencia
es de naturaleza hipotética («abductiva» en terminología de Peirce), esto es, que
implica siempre una interpretación y tiene un cierto carácter de conjetura. Nuestra
interpretación es siempre falible, esto es, puede ser siempre mejorada, corregida,
enriquecida o rectificada.
Véase también

Grupo de Estudios Peirceanos


Filosofía científica

Referencias

"Peirce", en el caso de C. S. Peirce, siempre rima con la palabra en idioma Inglés


"terse", y así, en la gran mayoría de dialectos, se pronuncia exactamente igual que
la palabra en idioma Inglés "purse": Acerca de este sonido Audio (US) (?·i). Véase
"Note on the Pronunciation of 'Peirce'", The Peirce Project Newsletter, Vol. 1,
Nos. 3/4, Dec. 1994, Eprint. (El ingleshablante normal, viéndolo escrito "Peirce",
por error asume que se pronuncia como "Pierce", como "Pirs" en Español).
Arroyo Cantón, Carlos; Berlato Rodríguez, Perla (2012). «La comunicación». En
Averbuj, Deborah, ed. Lengua castellana y Literatura. España: Oxford University
Press. p. 407. ISBN 9788467367966.
Houser, Nathan, Don D. Roberts, and James Van Evra, eds. (1997), Studies in the
Logic of Charles Sanders Peirce, Bloomington, Indiana: Indiana University Press.
Hacking, Ian (1990), The Taming of Chance, Cambridge University Press.

Peirce, C. S. (escrito 1902), Application to the Carnegie Institute, Memoir 12


(en inglës) (Joseph M. Ransdell, editor).

Bibliografía

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de Ch. S. Peirce. Fondo Editorial ITM, Medellín, 2018.
Barrena, Sara, La razón creativa: crecimiento y finalidad del ser humano según
Charles Sanders Peirce, Rialp, Madrid, 2007.
Barrena, Sara y Jaime Nubiola, Charles S. Peirce (1839-1914): Un pensador para
el siglo XXI, Eunsa, Pamplona, 2013.
Brent, James. Charles Sanders Peirce. A Life, edición revisada y ampliada.
Bloomington, IN: Indiana University Press, 1998.
Debrock, Guy. "Peirce, a Philosopher for the 21st Century. Introduction",
Transactions of the Ch. S. Peirce Society 28 (1992), pp. 1-18. Un artículo
introductorio que explica bien por qué la filosofía de Peirce es relevante para
nuestro tiempo.
Hookway, Christopher. Peirce. London: Routledge & Kegan Paul, 1985. Una
explicación general muy buena de la obra de Peirce como precursor de la filosofía
analítica contemporánea.
McNabb, Darin, Hombre, signo y cosmos. La filosofía de Charles S. Peirce.
México: FCE, 2018.
Nubiola, Jaime y Fernando Zalamea. "Peirce y el mundo hispánico. Lo que Charles
Sanders Peirce dijo sobre España y lo que el mundo hispánico ha dicho sobre
Peirce". Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra, 2006.
Parker, Kelly A. The Continuity of Peirce's Thought. Nashville, TN: Vanderbilt
University Press, 1998.
Peirce, Charles S. Collected Papers of Charles Sanders Peirce, vols. 1-8, C.
Hartshorne, P. Weiss y A. W. Burks (eds). Cambridge, MA: Harvard University Press.
Edición clásica de los escritos de Peirce. Se trata de un trabajo fundamental que,
no obstante, adolece de ciertos criterios de selección temática, no cronológica,
que dificultan la comprensión de la unidad y la coherencia de la obra de Peirce.
Citado en el texto como CP, seguido del número de volumen y parágrafo.
Peirce, Charles S.: El pragmatismo. Encuentro. ISBN 9788474909081., 2008
Peirce, Charles S. The Essential Peirce, 2 vols., N. Houser et al (eds.)
Bloomington, IN: Indiana University Press, 1992-1998. Una excelente edición de los
trabajos filosóficos de Peirce más relevantes. Las introducciones a los dos
volúmenes, escritas por Nathan Houser, son la mejor presentación breve de Peirce.
Citado en el texto como EP, seguido del número de volumen y página.
Percy, Walker. Signposts in a Strange Land, P. Samway (ed.). New York: Farrar,
Straus & Giroux, 1991, pp. 271-291. Una introducción para no filósofos.
Vallejos, G. (1999). Peirce . Cinta de Moebio, (5)
Zecchetto V. (2002). La danza de los signos, Nociones de semiótica general.
Quito, Ecuador: Abya-Yala. pp. 70-71.

Enlaces externos

El origen de esta entrada estuvo en la voz "Charles S. Peirce" (véase el


historial) de Nupedia: The Free Encyclopedia del año 2000.
Acervo Peirceano.
Arisbe (The Peirce Gateway) Contiene los archivos de la Peirce-List, una buena
cantidad de textos de Peirce, diversos recursos para el estudio y cientos de
artículos sobre Peirce.
Commens Centro virtual para los estudios de Peirce en la Universidad de
Helsinki. Incluye un maravilloso diccionario de términos de Peirce.
CSP - Centro de Sistemática Peirceana.
Digital Encyclopedia of Charles S. Peirce La primera enciclopedia en línea que
reúne el trabajo más reciente acerca de Peirce y el trabajo inspirado por su
pensamiento en diversos ámbitos. Universidad Estatal de Campinas, Brasil.
Grupo de Estudios Peirceanos (Navarra, España). Contiene una bibliografía casi
exhaustiva de libros acerca de Peirce, y una buena cantidad de traducciones de
obras de Peirce y acerca de Peirce. Contiene también abundante documentación sobre
los viajes europeos de C. S. Peirce.
Peirce Edition Project (Indianápolis) Archivado el 20 de octubre de 2019 en
Wayback Machine. Contiene abundante información sobre Peirce y sobre la edición
cronológica de su obra.
Peirce's Logic Entrada por Eric Hammer en la Stanford Encyclopedia of
Philosophy sobre las contribuciones de Peirce a la teoría lógica.
Philosophica: Enciclopedia filosófica online - Voz Charles Sanders Peirce, de
Sara Barrena y Jaime Nubiola
The Pragmatism Cybrary Una web con mucha información acerca de los principales
pragmatistas y de las sociedades, revistas y programas sobre ellos. Resulta
especialmente útil una lista de tesis relacionadas con Peirce y el pragmatismo y
una biblioteca de pragmatistas vivos.
Peirce.org Algunos escritos de Peirce (en inglés).

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