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La pulsión, el agujero negro

Nota aclaratoria: Las notas están incluidas dentro del texto en la forma de *( …
hasta cierre de… ), para facilitar la lectura en la pantalla del dispositivo.

F: Los primeros tópicos de Freud eran, verdaderamente, de hecho, cientistas,


neurofisiológicos; después, en el camino, esos modelos se han vuelto casi
antropomórficos; el segundo tópico —el yo que se bate con el ello y el personaje
gesticulante del superyó…— se presenta, de cierta manera, como una
descripción que podría hacer un delirante. En cuanto a las adiciones kleinianas,
y otras, sobre la mala madre, el inconsciente ahí está poblado de todo un teatro
maniqueo, y eso no funcionaba mal; creo que funcionaba bastante bien…
La corriente de gente “seria” —la escuela francesa de psicoanálisis— ha
limpiado este aspecto antropomórfico, aparentemente delirante, y las
descripciones del inconsciente culminaron en los matemas y la estructura. ¡Eso
se volvió más serio!
Yo, yo tendría más bien la tendencia a tomar las plantas delas primeras
siembras, para proponer un modelo de inconsciente que sería el de un curandero
de México o de Bororo *( Los bororos, conocidos también como “Coroados”
o “Parrudos”, son un pueblo indígena de la Amazonia, que habita
principalmente en Brasil), partiendo de la idea de que los espíritus pueblan las
cosas, los paisajes, los grupos; que hay todo tipo de devenires, de haecceidades,
que deambulan un poco por todas partes, y entonces, una especie de
subjetividad objetiva, si se puede decir, que se encuentra enroscada,
fraccionada, recogida, al arbitrio de los agenciamientos. La mejor exposición
estaría, evidentemente, en el pensamiento arcaico.
Me parece, finalmente, muy legítimo intentar modelizar nuestra representación
a partir de esta fenomenología de las potencias del inconsciente, en particular
de las que han sido descritas en las sociedades arcaicas pre-capitalistas. Intentar
escapar al inconsciente monoteísta triangulado, el inconsciente de la Santa
Trinidad y de toda una serie de dualismos esenciales. Retomar las concepciones
freudianas (primera y segunda tópica), para ver, no lo que se puede conservar,
sino que tipo de traslación es posible en otra concepción, digamos, más
panteísta; ver lo que se puede intentar capitalizar del aporte freudiano (esfuerzo
loable, porque, durante un largo periodo, teníamos más bien la tendencia a
lanzar todo fuera de borda).
¿Cómo hacer una translación del aporte freudiano (primera y segunda tópica)
en una teoría de los agenciamientos?
En las concepciones freudianas, partimos de cuatro dimensiones de la pulsión:
- El impulso tiene un carácter cuantitativo, según una tópica que es la de
reservar alguna parte, por ejemplo, reserva en el yo. Este impulso —
categoría metapsicológica de la libido—, de hecho, queda
extremadamente difícil de determinar: ¿qué adviene del impulso, en el
momento en que estamos en presencia de dos pulsiones fundamentales,
Eros y Tánatos? Problema teórico: ¿Tánatos, es verdaderamente una
segunda pulsión? Quizá es una des-compensación, una des-compresión
de Eros: una especie de desunión que trabaja la pulsión, en tanto que
factor de intrincación o de unión. El dualismo pulsional en Freud es, de
entrada, tan complejo… pero no es en eso en lo que quiero demorarme.
- La fuente que podría ser, según las concepciones, de diferentes
naturalezas. (Otras dificultades se plantearon entre la fuente y los objetos
pues, frecuentemente, son categorías que se encabalgan; pero aquí,
podemos, de todas maneras, mantenerlas tal como han sido aportadas en
el vocabulario freudiano). La fuente —donde hay todas las zonas
erógenas, pero donde algunas son prevalentes— implica también la
noción de encajonado, que concierne a los objetos completos (yo, objeto
parental). Nosotros tenemos entonces el impulso, la fuente de donde
viene el impulso. ¿Cómo se encarna el impulso?
- El objeto: es el medio por el cual se realiza este impulso que pasa a través
de esta fuente.
- Los objetos completos: el objeto completo puede ser un encajonado
parental, lo que nos remite a toda una “virgulación” *(una sustantivación
de la palabra ‘vírgula’) edipiana, o lo que puede ser el objeto completo
del yo (problemática del narcisismo).
- Objetos parciales: nos remiten a la problemática de las zonas erógenas,
después de toda la economía pre-edipiana, con Mélanie Klein, etc..
- La meta. Freud siempre insiste mucho en distinguir la noción de meta y
la noción de objeto. Esto es importante pues nos permite separar la noción
de pulsión de la noción de instinto, por ejemplo. La meta representa una
especie de finalidad, de “destino de la pulsión”. Del objeto se puede decir
que es un medio, mientras la meta es una dirección; lo que yo preferiría
llamar: un modo de valoración (¿Qué es lo que vale, la pulsión?). La
pulsión es, entonces, portadora de valores.
Y, es ahí que encontramos la problemática de los diferentes sistemas
pulsionales: según una tópica tendremos una oposición entre la realidad y el
placer, entre las pulsiones de conservación de la vida y de Eros. Después, en
otro sistema, será una oposición más fundamental de Eros y de Tanatos, Eros
englobando los otros sistemas de oposiciones pulsionales. Finalmente, son las
modulaciones de la meta pulsional, o los modos de valoración pulsional.
Queda un problema que simplemente voy a evocar: ¿Cuál es el estatus de la
representación en todo este asunto? Es evidente, globalmente, que hay
oposición entre una infraestructura biológica en la pulsión y un sistema de
representación: en tanto que impulso —en tanto que fuente, en todo caso, al
mínimum— la pulsión tiene necesidad de enviar representantes, de delegar, de
delegados, de ahí esta expresión muy compleja que ha sido traducida bajo la
forma de representante de la representación. Ahora bien, es muy delicado saber
si es toda la pulsión con sus cuatro dimensiones quien delega una
representación, bajo la forma de dos cosas que son:
- El representante de la representación o, como prefiero decir, la
representación delegada.
- El afecto que se libera bajo forma cuántica (quantum de afecto).
Tal es la representación. Pero, ¿el impulso y la fuente, que son esta base
infraestructural biológica de la pulsión, se expresan a través de esta? O bien,
¿eso es todo, el objeto y la meta? Hay una cierta ambigüedad. Si ustedes tienen
una aclaración sobre eso…
Sea como sea, es claro que el inconsciente freudiano —en tanto que vehicula
los fantasmas, los escenarios, las frases complejas— no concierne más que a la
representación. El inconsciente freudiano no conserva el impulso, la fuente, la
libido, como tales.
Es importante distinguir, el inconsciente freudiano lo es en un espacio de
representación. Si no accedemos a este espacio —por el performance
lingüístico, del lenguaje, de la asociación libre, toda la técnica…— no se trata
del inconsciente freudiano.
En las cuatro dimensiones que he intentado exponer, he propuesto un sistema
donde el inconsciente (o poco importa como se lo llame) no estaría funcionando
ligado a un sistema representativo y principalmente al hecho de que tengamos
que hablar del lenguaje, de las representaciones de las palabras, de los objetos.
Es así, como lo decía al inicio, un inconsciente que está por todas partes.
Atrapamos al inconsciente como a la gripe. Atrapamos al inconsciente en un
paisaje, en una rostridad, en una animalidad… y después uno hace algo, o no
hace nada, nos hacemos tragar por… no hay especificidad por el hecho de tener
que metabolizarlo en una representación. Entonces, al mismo tiempo, lo que
caracterizaría esas “formaciones del inconsciente” (en adelante, más vale
sustituir la palabra directamente y decir: agenciamientos), es que los
agenciamientos no son pulsiones; pueden ser pulsiones, pero pueden no serlo.
En todo caso, no es un sistema pulsional que cae en la dicotomía del encajonado
de los objetos, de los sistemas de zonas erógenas, de impulso, etc… puede pasar,
por supuesto, que un agenciamiento se enganche a objetos parciales, tome la
apariencia de impulsos compulsivos, pulsionales, o de cosas de ese género, pero
esas son variantes como cualquier otra.
La expresión
Entonces, en lugar de poner en la base (con la idea de una base de oposición,
base de infraestructura y la superestructura representativa) el impulso, yo
pondría, al contrario, el sistema de valoración en el primer rango, que será la
expresión. Volviendo a atar así todas esas categorías (expresión, meta…), los
sistemas de representación más que ser llevados a la cima de un sistema de
infraestructura, pasan a primer rango bajo la forma de expresión, y no bajo la
forma de representación. Siendo la expresión: un cierto tipo de componentes
que mantienen una relación de expresión con diferentes componentes de
contenido, pero sin ninguna necesidad intrínseca, puesto que puede hacer ahí
—según la expresión de… inaudible— un relativismo de la relación de
expresión del contenido (por ejemplo, un componente somático: hoy, lo que se
expresa, es mi mal de estómago, que representa todo el sistema…). Siempre hay
un nivel particular de expresión que anuda el conjunto de los componentes de
contenido. Entonces la expresión deviene el modo de valoración, y la
expresión-valoración deviene primera en el sistema. Entonces, más que hablar
de libido, hablaremos, esta vez, de deseo, en el sentido que esa expresión tiene
aquí de característica: sobre la base de lo que envuelve como expresado, como
territorio y como desterritorialización, produce algo que es el equivalente de lo
que (inaudible) y (inaudible) describen como formación lejos del equilibrio. La
expresión actual hace posible la atribución de haecceidades, de devenires, de
todo tipo de cosas del inconsciente objetivo, recoge espíritus, los “rabs” (¡un
viejo recuerdo entre nosotros!), y fabrica con, una semiotización lejos del
equilibrio de los estratos. El objetivo, la finalidad de lo que ya no es la pulsión
libidinal, sino de lo que es la formación deseante, es una semiotización alejada
del equilibrio. En un caso, hace la neurosis, en otro hace poesía, en otro un
sistema comportamental en un medio social dado, etc.. creando tanto sistemas
de valoración que, de cierta manera, se mantienen unidos, agenciando
formaciones desterritorializadas, y después todo tipo de flujos, ideológicos,
económicos, etc..
El contenido
Decía la última vez que el contenido puede, también, paralelamente a la
semiótica dominante, trabajar por su cuenta. Ciertas dimensiones de contenido
lo hacen, y era eso lo que nos hacía comparar la potencialidad, en esta segunda
dimensión del contenido, de un inconsciente esquizo, por oposición al
inconsciente neurótico o normal. En efecto, ahí, envuelve sustancias
heterogéneas, modos de valoración disidentes, contradictorios, antagonistas,
ambivalentes, perverso-polimorfos, etc. Es también la dimensión que recepta lo
que podríamos llamar las singularidades extra-sistémicas o trans-sistémicas…
la dimensión de contenido que pone en juego sustancias heterogéneas
(evidentemente, cada vez habría que articular lo que son las sustancias y lo que
son las formas y las materias que se emiten de las singularidades, escapando a
la relación sustancia/forma) correspondiendo, en cierto modo, a la noción de
fuente en Freud; en el sentido en que lo son esas sustancias heterogéneas, que
pueden ser, por ejemplo, la economía oral o la economía anal, la economía de
la mirada o de la escucha —que había sido añadida a la lista de los objetos a por
Lacan. Él había hecho, hace ya mucho tiempo, a propósito de los objetos a, una
topología de encadenamiento, con el phallus en la cima, el objeto oral, la
mirada, etc. En ese momento, yo había dicho —y él estaba un poco atónito:
“Pero, también hay los objetos transicionales de Winnicott, y también los
objetos institucionales…” Yo había hecho una categorización de los objetos a,
b, c, n. Finalmente es la misma idea.
El caso particular de una reificación —o más exactamente de una relación
agujero negro— con el seno, con la mierda, con la mirada o la escucha, es
posible —es lo que hace la textura misma de la clínica— en el mismo sentido
que las otras substancias posibles, que son las sustancias, por ejemplo, de las
semióticas económicas, etológicas (se las incluirá, más bien, en la dimensión
siguiente), o cualquier otro componente puede entrar en este tipo de
agenciamiento, sea para estar atrapado en una expresión específica de una cierta
valoración deseante, sea para hacer un trabajo de disidencia, de autovaloración,
un sistema de ambivalencia, de ambigüedad, etc.
Entonces, esta noción de contenido es la extensión —como la relación de una
integral a una derivada— de la noción de fuente.
El territorio
Decía, la última vez, que la noción de territorio era la tercera dimensión. En
México me encontré con un señor, psicoanalista, que me dice:
— “En fin, ¡usted ha reintroducido la validez de todas las búsquedas
psicoanalíticas sobre el yo! Porque tiene el inconsciente neurótico, el
inconsciente psicótico, y después toda la exploración del yo como
sistema inconsciente, las búsquedas de Anna Freud, etc.
— Si, si usted quiere, ¡eso no me molesta! Con la única condición de
considerar que esos territorios pueden ser, en efecto, el yo; pueden ser
todos los yo parciales a lo Mélanie, entonces yos agujero negro, yos de
abolición; pero pueden ser la persona, los grupos, todos los modos de
territorialización, la familia, todo lo que se relaciona con el socius, todo
lo que envuelve sistemas de trazos de rostridad, ritornelos, todas las
escrituras posibles que hacen territorios.”
Vean como salimos de las dificultades mayores del Freudismo para componer
el socius a partir de las identificaciones del yo —principalmente en Totem y
Tabú, y toda la especulación sobre la psicología colectiva—. Se ha llegado a
cosas completamente aberrantes, perdiendo toda la especificidad de los modos
de territorialización del socius, o de los modos de territorialización familiares,
etc.
Mientras que ahí, el yo o la familia —el triángulo edipiano o la familia más
amplia— son casos particulares de territorialización, es lo mismo de los casos
específicamente ligados a la hegemonía de los flujos capitalísticos. En ese caso,
estamos reducidos a tener yo, mientras en las sociedades primitivas arcaicas, las
relaciones transitivas son tales que la problemática del yo se plantea sólo
excepcionalmente: en ese artículo de Clastres por ejemplo, en el momento en
que el cantante, en la noche, va a cantar solo, para él mismo. Entonces es una
relación que está, pura y simplemente, en un cara a cara con la muerte, y en la
que es remitido a una especie de excomunión.
De todas maneras, esos territorios del yo —como lo he dicho y repetido con
Deleuze— no son territorios que haya que considerar de manera reificada: son
territorios que implican siempre una cierta potencialidad de desterritorialización
catastrófica, que hemos llamado agujero negro. Esto, evidentemente, nos
ayudará considerablemente, cuando intentemos reflexionar en lo que es esta
famosa intuición de la pulsión de muerte en Freud; en eso que es una cierta
relación de la muerte con el narcisismo; en que son las compulsiones de
repetición. En efecto, un cierto tipo de perdida de persistencia acarrea
inexorablemente un agujero negro: los diferentes agenciamientos entran en
resonancia los unos respecto de los otros en su descompensación. Es una
desterritorialización en la que se enganchan en un fenómeno de resonancia y de
eco (ver la tabla: consistencia de la expresión de las diferentes sustancias de
contenido, de las diferentes persistencias de territorio; esas categorías —objeto
y territorio— están en correspondencia).
La dimensión maquínica
Se trata esencialmente de un maquinismo abstracto. Al mismo tiempo que la
dimensión de desterritorialización, es aquella que, precisamente, me hacía decir
al inicio que ahí, verdaderamente hay todo, los espíritus, los “rabs”, todo lo que
puede habitar los paisajes, todos los otros agenciamientos no-humanos, todos
los devenires no-humanos: cogidos ahí, en ese modo de valoración.
Esta dimensión maquínica se relaciona con la transistancia *(neologismo
referido a cierta transito finito, que se distingue de la persistencia), puesto que
cada vez, tenemos el equivalente de un agujero negro posible. A nivel de la
consistencia, de la sustancia, de la persistencia y de la transistancia. Es,
precisamente, lo que hace esta operación de atribución —de idealidad
objetiva— de todo lo que arrastra como devenires, como espíritus: todas las
idealidades mágicas posesivas, pero también todas las idealidades matemáticas
(un matemático que recoge una idealidad matemática y la atribuye a un
agenciamiento experimental, hace el mismo tipo de operación expresiva),
estéticas, sociales, etc.
Esta dimensión maquínica no sustituye una economía general; pone en juego
singularidades, devenires; monta singularidades de diferentes materias de
expresión. Y es precisamente lo que llega en lugar del impulso libidinal.
Bien, al comienzo, teníamos la idea de un inconsciente fundado sobre una
cantidad general abstracta, que, a través de una fuente, un objeto, de fines, daba
los representantes de la pulsión: sea los delegados representativos; sea los
afectos, en cierto modo, como exceso, como incapacidad de hacer pasar en la
representación. Esto implicaba una descarga, un cierto tipo de economía
pulsional. Ahí, no se trata de la economía general del impulso, entonces no de
termo-dinámica. Sino, más bien lo que llamé: una semiótica alejada del
equilibrio, capaz de trabajar directamente con los incorporales, por definición
incuantificables, puesto que son, como tales, singularidades. No es cuestión de
cuantificar los espíritus o las idealidades matemáticas: son puras singularidades
que, sin embargo, entran en una cierta economía de la expresión, para fabricar,
no impulsos libidinales, sino una cierta valoración del deseo. (esto no es, para
nada, asimilar las interpretaciones analógicas, como las de (inaudible), o los
arquetipos jungianos).
Esta perspectiva le quita la relación del deseo a la representación. El deseo no
es fantasmático. Procede de un modo de semiotización alejado del equilibrio.
Las fuentes son múltiples, heterogéneas; los objetos diferenciados al infinito.
No se trata de hablar de relación de objeto: puede existir una prevalencia de las
relaciones de objeto, o de economía intra-familiar, pero se trata de casos
particulares de una economía de los diferentes modos de territorialización de
los agenciamientos entre sí. No se trata, ya no, de una psicogénesis en las
relaciones de objeto.
M: Comprendo que quieras comparar los agenciamientos con las primera y
segunda tópica, pero esto me parece que rebate demasiado pronto lo que dices
en otra parte.
F: ¡Era el objeto! El sistema de conclusión sobre las cuatro dimensiones del
agenciamiento en Mil Mesetas puede aplicarse a cualquier cosa: las máquinas
de guerra, etc., el problema era, aquí, intentar ver si ese tipo de modelo puede
servirnos para desarrollar una concepción, finalmente muy práctica, de esta
pregunta: “¿Qué se busca en el análisis o la terapia, que sea familiar, individual
u otra?”
En la línea de esas cuatro categorías freudianas —que, si se reflexiona, se
encuentran por todas partes, en todas las disidencias: podríamos rehacer otro
modelo, lacaniano— la clave, es la idea de que haya en cierto modo un
inconsciente representativo (que lo llames “inconsciente significante”, u otro,
¡poco importa!) y es lo que permite atribuir todas las fantasías, los sueños, los
actos fallidos, todo lo que procede del proceso primario a una subjetividad
individual de la que no saldrías nunca más: tu no ves, para nada, como un
inconsciente comunica con un inconsciente a través de la transferencia, la
sugestión, la hipnosis, las identificaciones… ¡No saldrás nunca! O, entonces,
no saldrías más que a condición, justamente, de eyectar todas las singularidades.
Tomemos el ejemplo del que me hablabas hace un momento, volviendo a este:
¿ese hombre que estaba, después de ocho años en análisis…?
M: Tiene 33 años, vive con su madre desde los 3 años. Solo; su analista me lo
ha enviado, efectivamente, después de ocho años de análisis. Es alguien que
tiene, lo que se llama clásicamente, una neurosis obsesiva: extremadamente
escrupuloso, a tal punto que no puede ejercer el trabajo de psicólogo, esta
reducido a hacer de peón. Y aún así, en el dormitorio de los estudiantes, hace
un trabajo inverosímil, verificando, por ejemplo, si arrastra dos o tres bolas de
polvo en el piso, el se pregunta, a partir de qué diámetro del “montón” debe
reclamarle a los estudiantes. Entonces. Ese es el gran problema: es necesario
medir el diámetro de esas pequeñas acumulaciones de polvo con un instrumento
especial. En la mañana, cuando se levanta, reflexiona para saber cómo va a
vestirse: ¿cuál es el coeficiente teniendo en cuenta que un vestido de piel, es ¼,
una camisa ½…?
F: ¿Cuál es la unidad?
M: Para él es una especie de unidad teórica respecto del coeficiente de
calentamiento. Por ejemplo, un día se dice: “¡Ah! ¡Esta mañana es 2.3/4!.
Entonces, se viste en 2.3/4 (vestido de piel = ¼, etc.). En la mañana, en la radio,
escucha el pronóstico del tiempo: “Ah, ¡pero ayer tarde, ¿el pronóstico era de
cuánto? ¡ya no se las cifras de ayer en la tarde!” y entra completamente en
pánico. Es necesario, absolutamente, que saque las cifras del día anterior en la
tarde para encontrar con respecto a ellos los de la mañana, y así el sabe si
aumento, descendió, etc… ¡Ese tipo tiene una vida increíble!
Quiere ir a la misa. Problema: va a comulgar, pero, entonces, es necesario que
vaya a confesarse antes de comulgar y que no haya tenido ideas sucias en el
intervalo. Entonces, le va a contar al confesor que él ha acariciado el vientre de
su perro y ¿en qué medida no se debería acercar al lugar del pene,
inconscientemente, para que el pene del perro entre en erección?... la confesión
termina: él no debe pensar en nada hasta el momento de la comunión. Es
infortunado, ¡él tiene una vida así!
Para vestirse, se demora una hora y media para elegir: tiene el coeficiente, pero
después, ¿qué medida? Tiene que elegir.
Entonces, al fin de cuentas, he comenzado con él un trabajo de tipo sistémico
clásico, empleando de entrada esto que tu llamas el aspecto estratificado del
agenciamiento. He recibido a su madre y lo he recibido a él. La madre ha
respondido muy claramente cuando le he planteado las preguntas. Ella no puede
prescindir de él financieramente: como mujer de edad, dispone de una suma
muy limitada; ella depende de él afectivamente: no sólo como centro de interés,
sin él, ella no puede escapar, pero además ella no puede imaginar que él la deje.
Primera sesión: Yo proclamo lo que él hace: es un buen chico, un chico que
ayuda a su mamá, permitiéndole tener, financieramente, un equilibrio;
permitiéndole tener alguien próximo, afectivamente, de ella, y que es centro de
interés. Entonces, no hace falta cambiar nada.
Al mes siguiente, comprendo que, en el curso de ese mes, él ha querido chupar
los senos de su madre y también dormir con ella. La ha llevado al cine a ver una
película que cuenta una historia de incesto, le ha tomado la mano…
(Fin de la cinta)
La madre: Usted ha querido que él sea un buen chico, pero él ha querido,
igualmente, ser un buen marido…
Él: Pero, ¿qué pasa?
M: ¿Por qué?
Él: ¡Es normal que a los 33 años yo viva con mi madre así!
M: ¿Por qué no? ¿Desde cuando no es más normal vivir solo con una mujer, y
su madre sola?
Él: Pero, ¡no es normal!
M: ¿Qué es la normalidad?
Él: Pero, vengo con usted para que usted me cambie.
M: Yo no tengo nada que ver de muy particular con eso. Excúseme. Es necesario
que él permanezca como es.

Él se vuelve, entonces, con su analista.


Él: El otro tipo, es un fumador. Se burla de mí, usted se da cuenta: él me dice
que no necesita cambiar.
Analista: Escuche, yo, yo no quiero mezclarme con esas máquinas.

Él vuelve a venir con su madre


Él: ¡Yo sé! Es algo que usted me hace, algo como esto, usted me dice: “¡No
cambie!”, para que yo cambie. La prueba es que ¡no voy más a la misa!
¿Entonces? ¿Voy a la misa ahora, o no?
M: No cambiar.
Él: ¡No cambiar! ¡Pero yo no sé, yo! Como no he ido a la misa, es que… ¿si yo
voy a la misa voy … a cambiar o no cambiar?
M: Pero eso está bien, estar indeciso con eso. ¡No cambie!
Él: ¡Pero pero pero pero!!!
M: Pero, está bien, ¡Felicitaciones! ¡Bravo! ¡Es exactamente eso!
La madre: Al fin de cuentas, está muy bien, porque, antes que usted, entre los
que lo han visto, un psicoanalista le había dicho que no hacía falta que eso
cambiara por el momento. Y que después, él cambiaría. Y usted, usted le dice:
“¡No es necesario que eso cambie nunca!”, muy, muy bien.
Entonces ahí, era el aspecto estratificado del agenciamiento, lo que llamamos:
la parte contra-paradoja, que impide al tipo ser contrario a lo que hace. Y, en
medio de ese tipo de trabajo que he hecho con él, uno se pone a charlar,
hablamos de meteorología, de la neblina, la temperatura; yo, de la neblina, del
faro solitario; él, del faro y de la neblina. Después hablamos de la claridad, de
la oscuridad, de cosas que se repiten y de cosas que no se repiten. Para él, es la
confusión de la vida cotidiana y la claridad de las cifras; las cifras, algo que
aporta realmente la concisión.
Bruscamente me dice que sus cifras (coeficientes, etc.) son lo que introduce una
claridad y un faro en la vida cotidiana, una vida de confusión afectiva. Y, en ese
momento, esto cambia radicalmente la sesión: el se sienta de modo diferente,
para describirme su mundo de coeficientes, de ¼, etc., como algo que era
fundamental. Y entre más escuchaba, más el me explicaba.
Él: Usted comprende, es como un faro anto-neblina, en un mundo en el que todo
está jodido, donde todo está mezclado, yo me repito: ¡Pan, pan, pan! Pero
solamente, cuando me falta una cifra, es el pánico.
M: Marque las cifras.
Él: ¡Es una buena idea! ¿Usted quiere decir: que anote lo que dice la
meteorología en la radio?
M: Si, ¿por qué no?
Entonces, él se siente privilegiado, de una parte reconocido en toda su
singularidad a propósito de las cifras, de otra parte animado a tomar nota de los
números, para poder hacer su mapa.
La sesión siguiente, él se ha ido por primera vez, por si mismo, (y sin su madre)
de vacaciones con los compañeros; y por primera vez, ha ido solo a bailar:
Él: Las chicas me han rechazado y yo no me he sentido rechazado; después de
todo. ¡ellas tienen también el derecho de rechazar!
Él ya no toma medicamentos. Ha dejado todos los anti-depresivos y duerme sin
problemas. Entonces, yo, evidentemente, me tiro de los pelos:
M: Buen Dios, ¿no va demasiado rápido?... Él necesita, absolutamente, salvar
lo que es bueno del pasado y las cosas negativas que usted había…
Y ese fue el humor de Woody Allen: él era un poco (inaudible) a su modo de
ver. (inaudible), es aquel que es desafortunado porque todo lo hace caer, que él
es torpe y condenado de las dos manos; aquel que no tiene oportunidades: el día
en que compra las velas, el sol no se esconde (un desafortunado poeta de la
Edad Media ha dicho esto). Aquel que no tiene oportunidades, lo ha hecho bien,
ese no es el problema.
Él: Yo sé que hay que hacer.
M: Ah, ¡¿Qué?!
Él: Voy a contar mis historias con humor. No lo voy a inquietar, la próxima vez,
va usted a ver.
La próxima vez, ¡él llega con un texto! Su madre y yo nos retorcíamos de la risa
durante toda la sesión, él contaba sus pánicos, sus problemas de angustia, reía.
Discutiendo, le hemos propuesto que haga un montaje, como Woody Allen, una
película. Todo fue cambiado: la cámara se acerca, vemos los rostros, el suyo, y
como pasa todo esto. Comentarios, voz en off: estábamos absolutamente riendo.
Él: Ahora, se lo que voy a hacer: voy a ir a ligarme una chica, sabiendo que ella
no me querrá. Igualmente, yo no la elegiría demasiado bella, porque no quiero
desperdiciar mis oportunidades… con las bellas. ¿Le advierto a mis compañeros
o no los prevengo? Si ellos lo saben. Intentarán burlarse de esta mujer, ¡lo que
no es justo! Yo… esto no es para burlarme de ella, nada más que para reforzar
un poco… en mi historia.
Seguramente, hay ahí elementos de contra-paradoja, o de aspectos estratificados
de agenciamiento, hacemos el mapa de las redundancias, pero hay también
elementos propiamente singulares en aquel chico. Otro caso, aún mejor, es el
de una chica que ha devenido en extremo suicida y bulímica…
F: Podría ser mejor discutir el primer caso. Porque el segundo, tu nos lo
recordarás, ¿no?
M: O.K., pero el segundo ¡vale la pena! ¡Boris Vian, la escoria de los días y
Carolyn Carlson! Y eso ha hecho cambiar completamente de nivel, lo recordaré,
pero hablemos del primer caso, si ustedes quieren.
F: Lo que me llama la atención de inmediato, es esto: los analistas que han visto
a ese chico, han —bajo una u otra forma— necesariamente puesto el acento
sobre su relación con el seno, de la madre, con la situación represiva, la
forclusión del padre, etc… ¡Es evidente! Considerando que, en algún lugar de
esta dimensión territorial, había una economía de agujero negro, narcisista, sea
de naturaleza edípica, sea… ¡poco importa!
Las cosas —que, por cierto, tú no has explicado— me parece que son la fase
inductora de otro agenciamiento. Tú haces entrar la construcción de un cierto
número de componentes de contenido: creo comprender que la madre está
presente, entonces un flujo de expresión, de presencia…, un flujo de otra
naturaleza complejiza el sistema. De otra parte, estás tú mismo que te esfuerzas
por complejizar lo que tú eres respecto de lo que él espera que tú seas, además
el componente del dinero es otro elemento —“¡Después de todo, yo tengo
necesidad de que él esté enfermo!”. Es, sin duda, un producto clásico en vuestra
cocina de terapia familia, pero, en fin… esto juega, de hecho, como
complejización del modelo, desde el punto de vista de los componentes de
expresión puestos en juego. Evidentemente, lo esencial está en otra parte. El
verdadero fenómeno de descompensación (¿agujero negro?) al nivel de un
empobrecimiento general de los componentes, se encuentra el nivel positivo de
la inversión de un componente de expresión que parece obsesivo: un goce, una
pasión monstruosa por expresar algo con un cierto rigor, todas esas cosas
extraordinarias que tú has descrito. Ahí, un componente de valoración te
propulsa al límite de lo absurdo, al límite de la abolición. Pero, ¿la abolición de
qué? La abolición de todo el resto de componentes de expresión, salvo aquel.
Pero el deseo está verdaderamente ahí, está positivamente ahí, mientras que, en
esta economía, estaría negativamente cogido en una relación de falta: falta de la
madre, falta del seno materno, falta del apuntalamiento pulsional, falta de la
relación de objeto, etc.
En cuanto al reconocimiento, no es otra cosa que: “me da igual que hagas esto
o que hagas otra cosa…” es esto, la demarcación ético-política: reconocer al
otro, es importarle un carajo lo que hace o lo que no hace; ni estar con, ni estar
en contra. Eso que tú no puedes atestiguar más que manifestándote, tu, en tu
economía de expresión del deseo, tu deseo de jugar con cosas auténticas, que
no te vienen de códigos universitarios. De ahí el escándalo, en alguna parte:
“¡Oh bien! ¡entonces esté! ¿Qué es ese agenciamiento de expresión en el que la
gente se expresa verdaderamente según su economía del deseo, y no según eso
por lo que se les paga en una relación contractual económica? Pero entonces,
¡en dónde estamos nosotros! ¡Psicoanálisis salvaje! ¡Escandalo! En el límite,
¡llamar al orden a los médicos! ¡Este hombre o es perverso o está
completamente loco!: de todas maneras, este hombre es peligroso”
En un tercer tiempo, hay un agenciamiento de una complejidad tal que no podría
captarla ningún análisis lacaniano-freudiano. Sería necesario un trabajo enorme
para explorar la posibilidad de hacer un agenciamiento de enunciación en el
cual se inserten: vuestros diferentes modos de expresión + el de la mamá + el
video —aquí, este es un elemento maquínico esencial— + la iglesia —que, al
mismo tiempo, nos remite a una cuarta dimensión maquínica…
Como las máquinas abstractas —y no una quanta de libido sublimada en los
investimentos religiosos— pueden, efectivamente, intervenir en un cierto tipo
de agenciamiento de información para darle una consistencia de agenciamiento
colectivo de enunciación, con los tres personajes, el video ¡y dios sabe qué más!
Lo que me hace pensar es (inaudible), de las historias de judío o de yo-no-sé-
qué que manifiestan que ahí ha habido transformación: que es lo que ellos han
estado contando, sacado del Talmud o de otra parte, y que, de golpe, hace que
el fenómeno de transistancia transforme la consistencia de expresión. Y es esta
—eso no es una cantidad de transferencia de libido que vaya a investir sobre la
persona del analista— alguna parte, golpe de suerte o de genio o de tontería,
yo no sé, el hecho de encontrar una especie de vitamina maquínica, de meter el
(inaudible) en este agenciamiento, que él da una consistencia de expresión, lo
hace funcionar, justamente, como una capilla, una pequeña cosa, mi curandero.
Esto metaboliza las dimensiones maquínicas inconscientes que, en todo estado
de cosas, no tenían ninguna oportunidad de ser metabolizados en una
prestación… en el límite, efectivamente, para ese chico, eso quizá habría podido
arreglarse haciendo ejercicios Zen o yendo a Lourdes —¡no, no a Lourdes!
¡Ciertamente, justamente no!
M: En realidad, el (inaudible) y C trabajado a través de Woody Allen, que ha
servido de puente entre las dos iglesias; y es a partir del cine y de un texto
cinematográfico con voz off y toda una serie de movimientos que ese chico ha
comenzado a regocijarse en una distancia por relación con su situación y que él
me ha dicho, por primera vez, que experimenta placer abiertamente sin
sufrimiento.
La madre: ¡Estoy muy contenta! Usted al fin le permite estar feliz, como él es
y sin que nada cambie.
Él: Pero, en fin…
La madre:¡Ya veremos! Por el momento, estoy contenta.
F: Lo que estás diciendo, es que la meta en Freud, en los diferentes tópicos, es
lo que se puede llamar: un principio de constancia. Esto varía según los tópicos
—principalmente con la introducción de la pulsión de muerte— pero
finalmente, esto vuelve, de cierta manera, a una economía termo-dinámica de
retorno al estado inicial, que se trate del principio del placer y del principio de
realidad, o que se trate de la relación económica entre Eros y Tanatos.
Mientras que ahí, ese no es el principio de constancia, es el “que nada cambie”,
pero ¿qué? Una consistencia del agenciamiento de enunciación. Vemos que el
“que nada cambie” es del orden de la repetición, es decir de lo que yo llamo una
economía de valorización lejos del equilibrio: que nada cambie en esta
estructura de cambio que ha integrado sus elementos de singularidad. ¡Que se
sostenga! Exactamente como cuando haces una poesía, una música, un ritmo,
buscar que se sostenga, lejos del equilibrio del lenguaje ordinario, de cosas
extremadamente singulares, que no se sostendrían absolutamente en otra parte.
M: La madre, ella, tiene una lectura más a nivel del territorio. Ella comprende
esto así: es un buen médico quien mantiene a mi hijo en la familia. Pero, por el
momento, pasa esto con él: el extraordinario movimiento en el cual él está, hace
estallar completamente su relación con ella, tal como ella esperaba que siguiera
existiendo, pero sin, para nada, ser algo que tenga un sentido forzosamente a
ese nivel: eso pasa en otra parte.
F: Yo no sé si tiene algún interés buscar describir con ese tipo de modelo,
finalmente, tú comportamiento y lo que tú haces, como tú te las arreglas cuando
agencias tus intervenciones y tus enunciados, yo no sé. A mi modo de ver, esto
debería simplemente tener el interés de dar quizá más seguridad y más audacia
para liberarse de la introyección de representaciones que hemos atrapado con
las concepciones psicologizantes.
D: Tengo la impresión, M,, de que, cuando tú dices: “es necesario que nada
cambie”, esto te permite derivar completamente con ese chico, sobre sus propias
singularidades y también las tuyas, ¿no es así? Porque finalmente, tú solo eres
un grupo. Entonces te las arreglas para separar esos registros y eso te tranquiliza
completamente. ¡Yo ¿no sé por qué? Nunca he comprendido el ¿por qué? Lo
que has podido explicar no me satisface. Bueno, veo que funciona, ¡entonces
adhiero! Yo, jamás entendí esto hasta que te vi hacerlo, pero tengo la impresión
de que, todo esto te permite despegar con la gente que ves y explotar a fondo la
valoración de una potencia de expresión.
M: F. también me ha ayudado en este asunto. En realidad. Durante mucho
tiempo yo he trabajado de una manera tal que me censuraría constantemente, es
decir: trabajaba… yo.
D: Y, ¿tú llegabas?
M: Poco. Durante largo tiempo, yo trabajaba intentando seguir mis mapas. Un
día, F. ha visto una cinta, como esta, mia, y me ha dicho: “Pero M., lo que pasa,
no es lo que tú cuentas, es otra cosa” Él me cuenta también una historia de
maleta que yo no había visto en absoluto: “¿En qué medida esta historia de abrir
tu maleta y de cerrarla y de hablar de tú maleta con ese tipo… era verdad?”.
Después, he detenido mi censura, que se ejercía poco, de todas maneras, porque
yo no soy capaz de censurarme demasiado. Lo que hace que mis logros
terapéuticos estuviesen fuera de mi voluntad terapéutica: ellos estaban ligados
al hecho de que me dejaba ir, y no al hecho de que intentara ser un buen
terapeuta. Y ahora, es lo que hago; me dejo ir, efectivamente, a eso que tu
llamas: delirar; y yo veo que las cosas pasan, pero que me dejan completamente
atónito.
La segunsa historia es la de una niña que, cuando llega, es bulímica y…
D: Que tú no puedes abandonar.
F: ¡Esperen! Algunos pueden tener preguntas. Creo que vale la pena ver lo que
eso hace en la cabeza de todo el mundo, la historia de ese muchacho. ¿No? ¿Sin
comentarios?
M: Es la historia de una chica que es bulímica, ella practica la danza y este es
un gran problema. Viene con su mamá y su hermana. Desde el inicio, ella toma
la palabra con una extraordinaria claridad, un calor extraordinario en la relación
y, quizá algo, en realidad, entre ella y yo se constituye en ese momento.
Muy sumariamente, es una familia que tiene un mapa clásico: el padre ha
abandonado a la madre quien aún no lo cree y se imagina que él va a volver.
Una de las chicas —la que era bulímica— había partido, su hermana permanece
con la madre. Después, he aquí que ahora, parece claramente que el padre no va
a volver: la madre va a tener que mudarse, y eso no va muy bien. La mayor
vuelve y se vuelve bulímica. (en privado con D: puede que los conozcas, pero
guárdatelo para ti) Es en ese momento que vienen a mí: yo miro entonces en
que esta chica —que es una chica extraordinaria— ha vuelto a llamar la atención
sobre ella, para permitir a la madre y a la hermana respirar.
Segunda sesión: Ella se presenta como estando extremadamente bien,
claramente muy, muy bien. Pero yo no le creo, no sé por qué. Y le digo que no
debe estar bien porque ella sabe muy bien lo que le pasará a su hermana si ella
al estar bien se va; su hermana enloquecerá completamente, mas intensamente.
Ahora bien, en dos sesiones la bulimia ha caído, ¡no más bulimia! Y ha
empezado a salir de la casa. Yo le pregunto: “¿Qué le pasará a tú hermana?”,
Ella: “Efectivamente será el pánico el día en que me vaya”.
Tercera sesión: la hermana se ha ido de la casa. Llega, delgada, la exbulimica:
“Usted tenía razón cuando me ha dicho que, de mi historia, desde el inicio usted
no creía en ella. Es verdad, yo paso mi tiempo engañando a la gente y a mí
misma, diciendo que voy bien, mientras que, al fin de cuentas, desde la edad de
los catorce años, yo no he pensado más que en pegarme un tiro. Y es verdad
que, en realidad, aún en los momentos en los que decía que iba bien, no iba bien.
Entonces, cuando usted me ha dicho eso, me he preguntado, eso no es posible
¡¿Cómo lo sabe?!”
Le pido que me hable, después de decirme todo lo que ama: Boris Vian; también
yo hablo de Boris Vian, de La espuma de los días, de cosas que yo amo, de
danza, de Carolyn Carlson. Ella la ama; yo tengo un amigo en Génova al que le
gusta mucho Carolyn Carlson: entonces le he hablado de lo que mi amigo me
ha contado.
Y he visto a esta chica —extremadamente deprimida al inicio de la sesión—
ponerse a funcionar muy diferente y a decirme cosas y cosas respecto de la
danza, de la música, de los movimientos del cuerpo. Me ha contado… ¿Qué es
lo que me ha contado? Que el cuerpo era el cerebro de la cabeza, de cosas por
el estilo. Y entonces, eso se desarrollaba cada vez más de este modo, en un
punto verdaderamente exponencial. Después me ha dicho: “¡Es extraordinario
lo bien que me siento!” y luego se marchó.
Un mes más tarde: (la veo todos los meses), la he revisado, “No sé lo que ha
pasado en la última sesión, me dice, pero no me siento la misma: me siento
mucho más segura; frente a las cosas no hago todo de la misma manera. He
comenzado también a vivir esto respecto de la danza y toda una serie de cosas
que me pertenecen verdaderamente. Justamente entonces, eso de lo que le he
hablado, eran cosas sobre las cuales me deslizaba no las captaba. Ahora, yo no
sé, eso hace parte de mi”.
Yo, no sé muy bien lo que paso. Pero visiblemente, quizá es el hecho de haber
hablado de Carolyn Carlson, y ella también: es una bailarina; de haber hablado
de Boris Vian, de Charlie Parker, de gente de ese estilo, sin orden ni concierto,
así, con la madre que no dice nada. Es algo, también a nivel de lo que llamabas,
materia de expresión, que ha hecho… en todo caso, el hecho es que ahora, yo.
Yo continúo —es mi mapa habitual— diciendo que no veo porque ella cambió
—lo que me ponía en una situación difícil al inicio. Por ejemplo, en un caso
como aquel, hay en el curso de la sesión un cambio ultra-visible, y al fin de
cuentas, lo que ha pasado simplemente es —aparentemente— hablar de lo que
se ama, es todo.
F: A priori, en razón de todo lo que has contado, yo sería escéptico sobre ese
género de… Ha pasado algo, pero ¿eso se resume en el “hablar de lo que se
ama”? justamente es lo que habría que saber. No lo pienso.
D: ¿Ella no se ha enamorado de ti?
M: Creo que no, no creo que sea a ese nivel. Creo que realmente ha pasado otra
cosa: algo, visiblemente, donde ella se ha sentido a si misma en lo que vivía y
de lo que no hablaba, al fin de cuentas. Es como sí de ser aceptada como una
hija que quiere matarse desde la edad de los catorce años (en lugar de
inquietarme, acepto eso, y no quiero cambiarlo) y de hablar de lo que ella ama
y de lo que ella no ama… al inicio, yo hablaba de esta historia de querer morirse
y sobre todo de eso, es progresivamente que ella me ha llevado, ella misma, a
lo que ella amaba…
D: Esto me hace pensar un poco en el trabajo que yo hago cara a cara: tú estás
ahí, tienes secretos en común, y después eso funciona… es lo que se llama la
transferencia, y eso no es, ni más ni menos que eso; esto me parece menos
interesante que el primer caso, donde había un gran número de elementos
heterogéneos, mas diferenciados.
M: Es quizá menos interesante, ahora, a pesar de todo, hay ese cambio en la
sesión.
F: Yo había empezado a decir que lo que me interesaba en la comparación de
los dos modelos, era, eventualmente, poder recuperar los mecanismos del
modelo freudiano, que no los ha inventado, que no los ha sacado de su
sombrero, sino que los ha encontrado: se trata simplemente de situarlos en un
sistema de integrales. Precisamente, parece, en lo que dices, que hay en juego,
al menos dos mecanismos-trampa clásicos: tú has frustrado la primera trampa,
pero te la tendía para que la frustraras de tal manera que te hacía caer en otra
trampa. Es una trampa de trampa: “¡Ah! Como eres fuerte, has hecho fracasar
esta trampa”. Frustrándola, has puesto el pie en la segunda, que es —
efectivamente— una trampa de transferencia. En efecto, si escuchamos como
—creo— todo el mundo te ha escuchado aquí, es evidente que te has puesto a
hablar de Carolyn Carlson, como con la hija a quien —si he comprendido
bien— tú estás muy apegado, tu amigo en Suiza. Aún más, cuando lo contaste,
había ahí una transferencia sobre D.: “Te lo digo porque tú no la reconoces, pero
—diciéndotelo— estoy seguro que tú la reconocerás puesto que…”; tu has
reproducido el doble mecanismo. Ahí, estamos verdaderamente —me parece—
en la categoría de las identificaciones, de las relaciones amorosas. Ella se
enamora de ti: entonces, ¡chócala! Podemos hacer el amor con todo tipo de
cosas, se puede hacer el amor con las palabras cuyo asunto es la danza, los
cuerpos…
X: Frente a la madre.
F: ¡Además! Sí. Si es verdad, comprendemos, evidentemente, muy bien porque
estás fastidiado y porque dices no: porque hay muerte detrás, y hay también
toda una serie de compromisos y de intereses narcisistas. Entonces,
verdaderamente, en ese otro tipo de economía, hay interés en no… Es un poco
la prueba que hiciste a P. la última vez, diciéndole: “Pero, ¡en fin! ¡En que te
has enredado! ¿Por qué llegaste a esta situación en la que entras en pánico ante
la idea… ‘telefonéame en el momento de pasar por la ventana’?, ¡qué!”
Finalmente, quizá, podemos ser llevados a interrogar de esta manera. Porque,
por principio, sobre la simple hipótesis, —puramente teórica, como un
axioma—, algo del orden de la transistancia no puede suceder (cambio de
persistencia, de consistencia), si se trata de un asunto con un componente único,
no-heterogéneo.
El interés de tu primera exposición es que ahí se tenía una multiplicidad, una
complejidad de componentes: el video, la cosa, la iglesia, la madre, etc… pero
aquí, tenemos una madre muda y un puro ejercicio de palabra significante, que
podría permitirnos interpretar tu asunto en términos lacano-freudianos.
Entonces, esto no es eso. Es muy simple: hay que buscar otra cosa.
M: … Es eso también.
F: ¡Es, peligrosamente, eso! ¡Es realmente una trampa para tontos! Porque si
llegamos a la idea de que basta con que se hable de Carolym Carlson para que
todo esté bien, bueno, de acuerdo. ¡Detengamos todo esto!
X: No creo que sea eso. Creo que hay otra pregunta que es: “¿Qué es la
intuición?” y de hecho, si esta chica a comenzado a hablar, es porque, cuando
dice: “Voy muy bien”, M. le replica: “Hay algo que no va”, entonces ¿Qué es
eso?
D: Eso, ¡es un coqueteo!
F: Si, es eso.
X: Pero para él, ¿dónde se sitúa?
M: En verdad, no es un coqueteo. Como lo he vivido, yo, había algo un poco
demasiado fácil. ¡No es posible! Esta mujer estaba completamente eufórica
cuando llego, a tal punto que me he dicho: “Eso no es posible”. Ahí, no era
simplemente sistémico, es verdad que yo no creía. Félix y yo por otra parte,
hacemos esto frecuentemente entre los dos, sin que sea forzosamente un
coqueteo: “Tú me cuentas historias”, se siente algo y, para el otro, al final de un
cuarto de hora, esto no es tan claro como eso… ahí, creo que efectivamente paso
algo, no del tipo coqueteo, sino más bien del tipo muy bien.
F: Estafa. Imaginario.
M: Absolutamente. Pero yo, yo no estoy convencido… luego, lo que me ha
enganchado a propósito de Carolyn Carlson, es que, en realidad, yo se muy
poco, pero esto evocaba lo que mi amigo me había contado. Es efectivamente
importante, pero…
F: ¡Es ella que te ha estafado! ¡Ella ha tomado algo de ti!
M: Absolutamente. Pero yo, yo no estoy convencido de que esos elementos no
existan también; eso no es tan puro, uno no es únicamente provocador de
expresión. Creo que esto pasa a diferentes niveles.
F: Recuerda lo que le has explicado a P. que, él, ha vivido así el Parnaso, hasta
el momento en que se ha persuadido de que todas las dimensiones de
agenciamientos estaban completamente contraídas. ¡Ah! ¡Todo va bien! ¡todo
va bien! Y no hubo más agarre…
M: Salvo que… es diferente.
F: Porque no había posibilidad de proliferación de las sustancias de contenido
en los nuevos agenciamientos. Tu agenciamiento de expresión en el primer
caso: vemos a ese chico encajar en un grupo de teatro, de video u otro e ir a
coquetear con la novia, etc… vemos que eso puede ir en todas las direcciones.
Pero en lo que acabas de exponernos, ¡es una relación de transferencia casí
religiosa sobre ti! ¿en qué va a desembocar esta historia? ¿Cómo vas a
continuar? Al final de quince sesiones, ¿te vas a detener? ¡No te detendrás, no
podrás! En algún momento correrás el riesgo de quedar atrapado.
Hay un destino —no el destino de las pulsiones de Freud— sino un destino
maquínico: si tu comienzas a ganar —es como en el casino, si tu juegas con
poco dinero— ¡bien! ¡estás seguro de perder! Es seguro porque no podrás
continuar jugando en el momento en que comiences a perder. Entonces lo
interesante es perder durante cierto tiempo: es el principio elemental de todos
los que ascienden. Pero tú, tú te has puesto a ganar desde el inicio, por lo que
hay que decir: “¡Ah bueno! ¡luego, eventualmente, de todas formas me
recompondré!”
M: Es ahí que nuestra herramienta es interesante, Yo le he dicho: “Usted va
demasiado rápido, yo no confío en lo que pase. Es necesario volver al pasado
para encontrar lo que había de positivo en toso eso…”. En el fondo, disponemos
de una herramienta que nos salva porque no se integra en este mapa. Es, por
otra parte, una herramienta muy a nivel del código dominante, pero por suerte
esos códigos no se recubren completamente, lo que, a veces, nos saca del asunto
a pesar de nosotros, por algo de lo que uno no se da cuenta y, creo,
afectivamente.
Cuando le he contado esta historia a Félix, mi primera frase fue: “Algo pasa
entre ella y yo y nuestras dos realidades”. De inmediato he enviado el mensaje
a nivel de ella y mío. Entonces, efectivamente, había algo del orden de la
identificación; y es verdad que hay todo un aspecto de ella al cual soy
extremadamente sensible: su inteligencia, su sensibilidad y muchas otras cosas
que hacen que tu análisis no esté mal en absoluto.
F: y la hermana, ¿qué es de ella?
M: Ella se salió del asunto.
F: Pero, ¿no la has convocado?
M: No. Yo analizo el hecho de que ella se haya ido como extremadamente
positivo, porque ella fue completamente devorada por la madre.
F: Si, pero, que sea devorada por la madre es una cosa; pero que tú la veas con
o sin la madre…
M: Para mí, siempre y cuando se salga con la suya y esté en algo propio, no hay
necesidad de verla.
F: Si, de acuerdo.
M: Porque de otra manera, refamiliarizo algo…
F: No necesariamente, familiarizar no quiere decir recibir a la familia.
Y: Pero, ¿ella se fue cuando la otra regresó, o un poco después?
M: No, la otra regreso. La madre debía mudarse y quería mudarse con su
pequeña. Ella, la de veinte años. Esta le ha dicho: “No. Me voy a otra parte”.
Y: Pero, ¿la otra había regresado?
M: La otra: ¡Tienes miedo!
La hermana: Si, tengo miedo de ir con M. porque él hace aparecer algo en mí
de lo que tengo miedo.
La otra: Está bien que no volvieras. M. me ha dicho que te dijera que, así tú
ayudas a la familia a no tener que afrontar una serie de cosas.
“Escuche, vas demasiado rápido, no comprendo tu asunto y no te sigo”, ¡es mi
diapasón!
F: Eso, ¡es muy importante!
M: Lo que hace que, en realidad, aun cuando pasan cosas que podrían
atraparme, como de todas maneras, yo le niego a la gente el cambio, como les
niego la historia del objetivo, yo me sostengo.
F: No, pero, tú ves, al menos, podríamos intentar pensar esas historias de
transferencia, de contra-transferencia y todo eso. Podemos decir: por principio,
cuando hay transferencia, contra-transferencia, es que estamos en la resistencia,
es que se está en la mierda. Justamente, lo que me parece formidable en el otro
ejemplo, es decir: “Escuche mi viejo, has lo que quieras, ¡me da igual!” Eso no
es transferencia, es el grado cero de la transferencia.
— Realmente, ¿no te importa? ¡Oh!
— ¡La prueba! Es que yo, ¡así es como lo hago!
Entonces, cuando tienes ese grado cero, esto quiere decir que efectivamente,
puedes agenciar algo sobre una especie de tabula rasa de la intersubjetividad:
“¡Ah bueno, como quieras! Tú vienes, tú no vienes; tú jodes, tu no jodes: ¡todo
va bien!”
Mientras que aquí, en el segundo caso, todavía ves los beneficios, puesto que
todos aquí lo han sentido —Ah, ¡Carolyn Carlson! — Atención, ¿Qué es lo que
estas tomando como lucro, como plusvalía libidinal? Que sea un valor positivo
o negativo, ¡poco importa! Es tanto, por supuesto, lo que arriesga, expresado
como un fenómeno de agujero negro, de repetición, de bloqueo, o dios sabe que
otro tipo de agenciamiento. Yo decía, la hermana, pero puede ser otra cosa,
porque el ideal ahí, es justamente que eso no se agencie desde el punto de vista
de la enunciación contigo: “Vaya a agenciar en otra parte. Y entre menos
escuche al respecto, mejor me portaré, porque al fin podré consagrarme a mi
novia de Suiza o a quien sabe que, ¡a la mía de Carolyn Carlson, pero no a la
tuya!” Y, entonces, es poco probable, verdaderamente, que nos encontremos
con lo mismo.
M: Otra cosa; a propósito del tiempo y el dinero, pasa frecuentemente esto:
La gente: ¡Ya termino!
M,: ¡Pues claro!
La gente: ¡Pero ha durado solamente cinco minutos!
M.: Si, tengo necesidad de ganar un máximo de dinero en un mínimo de tiempo;
usted comprende que, en estas condiciones, es necesario que eso vaya rápido.
La gente: (miradas locas, no pueden creerlo)
F: Era también la actitud de Freud frente al dinero.
M: En ese caso, juego con el hecho de que no importa.
F: ¡No es por eso que siempre funciona!
M: No, ¡no! Juego con el hecho de que trabajo como un sastre, poco a poco, y
que no puedo permitirme el lujo de retener a la gente durante cinco horas. El
otro día, alguien —que está en lo textil— me respondió que el estaba presto a
pagar un precio alto. Pero yo le dije: “Es necesario que me distraiga, usted
comprende, al final de 45 minutos, ¡estoy realmente hasta la coronilla! Entonces
verdaderamente, no puedo continuar con las mismas dos sesiones seguidas,
necesito distraerme”. Juego con ese elemento: mi placer, que es lo que más
cuenta, o mi provecho. Lo retraduzco.
F: Yo, no estoy seguro, porque eso es todavía tratarlo en términos de sistema
cuantitativo: cantidad de placer, cantidad de dinero. Esto hace parte de los
contenidos. Yo preferiría, por mi parte, una formulación mucho más
funcionalista, es decir de la cuarta dimensión: cuando eso funciona, eso
funciona; pero cuando ya no funciona o cuando no funciona más allá, es mejor
detenerse. “Si funciona, continuemos; si prefieres irte, no importa”.
M: Dicho esto, para mí el problema no es: mucho dinero, sino la manera en que
lo utilizo. En realidad, con el dinero, se juega, modulamos según las situaciones.
Por ejemplo, hoy, he recibido una familia en la que el padre, consejero
financiero de un gran banco, es extremadamente rico, además es muy
despectivo: “¿Quién eres tú? ¿Eres médico? ¿Quién es el director?” esto duro
dos horas, ¡al final era insoportable!
El padre: ¡Cuánto te debo!
M: Un franco
El padre: ¡Verdaderamente! ¡Un franco! Busca una moneda de un franco, nos
la tiende como si fuera una piedra preciosa, termina por ponerla sobre la mesa
e irse… ¡dos horas = un franco! Eso debió causar un trastorno interesante en su
cabeza.
X: Deberías haberle pedido que pagara en monedes de veinte centavos, o que
hiciera un cheque. ¡Un franco!
F: ¡Su dinero no vale un clavo! Es llevar toda su economía mental a la nada, es
como si le pidieras a un músico en un concierto: “Me haces una nota”
M: Lo que has dicho para el segundo caso me ha interesado mucho: creo que
efectivamente se trataba de evitar la primera trampa para caer en la otra. Excepto
que parece que me salí con la mía, con mi refrán: “Usted va demasiado rápido,
me parece sospechoso, deberíamos volver al pasado”.
F: También hay un problema —que no quiero introducir, porque sería
demasiado teórico—, es la idea de destino, Szondi y Compañía. Es una
concepción del inconsciente que debe calcular, no sobre fijaciones anteriores,
sino sobre lo que va a pasar en la… (FIN)

Tomado de: https://www.revue-chimeres.fr/Archives-Guattari

Traducción: Ernesto Hernández B. Cali, octubre 2021

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