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2 Noticias poéticas de marsupiales + Tema de Éxtasis de Santa Teresa + no podemos saber que sintió
pero preguntaremos con Bibliomancia
+ Persona que fue a Roma exclusivamente a ver escultura
• Papeles previos con frase o verso: algo que te provoque éxtasis o conexión trascendente con el
cosmos
• La noticia poética de la semana
• Bibliomancia: ¿Qué sintió Santa Teresa de Jesús?
• Yo soy: Una penetración de corazón
• El ser y la cosa: la persona sintiente y el orgasmo
• Écfrasis: El éxtasis de Santa Teresa
• Historia continuada final
«Vía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla. [...] No
era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos,
que parecen todos se abrasan. Deben ser los que llaman Querubines [...]. Viale en las manos un dardo de oro
largo, y al fin de el hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas
veces, y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo y me dejaba toda abrasada
en amor grande de Dios.»
Libro de la Vida. Capítulo XXIX.3
https://elpais.com/ciencia/2023-02-11/la-leccion-amorosa-del-topillo-de-las-praderas-o-por-
que-no-hace-falta-oxitocina-para-enamorarse.html
Se ha demostrado, que al suministrar fármacos que bloquean la unión entre la oxitocina con
sus receptores, la conducta de los topillos cambia: se debilitan los vínculos afectivos y se
suprime la monogamia. Los topillos de las praderas empiezan a comportarse como sus
parientes promiscuos, los topillos de montaña (Microtus montanus).
A diferencia de los experimentos realizados con fármacos que bloquean los receptores, los
individuos modificados genéticamente fueron capaces de formar parejas monógamas y
cuidar de sus crías, igual que los grupos control con topillos no modificados.
Ekfrasis:
Una de las estancias más importantes de la iglesia es la Capilla de Cornaro, en la que se encuentra
la escultura de Bernini El Éxtasis de Santa Teresa. Se trata de una de las obras más destacadas de
la escultura barroca.3
El Éxtasis de Santa Teresa está considerada una de las obras maestras de la escultura del
alto barroco romano. Retrata la imagen de Santa Teresa de Ávila durante el don místico de
la transverberación que describe en su Libro de la Vida.
- Transverberación
Descripción[editar]
En la teología y en la espiritualidad católica la transverberación es considerada un regalo espiritual
otorgado a personas que logran una intimidad mística con Dios, consistente en una «herida
espiritual en el corazón»,2 otorgada como señal del amor profundísimo a Dios por parte del místico. 1
«Vía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla. [...] No
era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos,
que parecen todos se abrasan. Deben ser los que llaman Querubines [...]. Viale en las manos un dardo de oro
largo, y al fin de el hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas
veces, y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo y me dejaba toda abrasada
en amor grande de Dios.»
Libro de la Vida. Capítulo XXIX.3
Busco una novia que sea de buena estatura, y en su mocedad hermosa, y que aun después de
vieja parezca harto bien: que sea de cuerpo abultado y muy blanco y con el rostro redondo y lleno,
de buen tamaño y proporción; la tez color blanca y encarnada, y que cuando esté en oración se le
encienda y se ponga hermosísima, todo ella limpia y apacible; el cabello que lo tenga, negro y
crespo, y la frente ancha, igual y hermosa; las cejas que sean de un color rubio que tire algo a
negro, grandes y algo gruesas, no muy en arco, sino más bien llanas; los ojos, en cambio, negros y
redondos y un poco carnosos; no grandes, pero muy bien puestos, vivos y graciosos, que en
riéndose muestren alegría y hagan sonreír a todo el mundo, y por otra parte se vean muy graves,
cuando ella quiera mostrar en el rostro gravedad.
La nariz que sea pequeña y no muy levantada de en medio, que tenga la punta redonda y un poco
inclinada para abajo; las ventanas de esta estén arqueadas y sean pequeñas. La boca, por su
parte, que no sea ni grande ni pequeña; con el labio de arriba delgado y derecho; y el de abajo
grueso y un poco caído, de muy buena gracia y color. Los dientes han de ser muy buenos; la barba
bien hecha; las orejas ni chicas ni grandes; la garganta ancha y no alta, sino antes metida un poco;
Las manos, por su parte, sean más bien pequeñas y muy lindas. Que en la cara tenga tres lunares
pequeños al lado izquierdo, que le den mucha gracia, uno más abajo de la mitad de la nariz, otro
entre la nariz y el tercero debajo de la boca. Toda junta parezca muy bien y de muy buen aire en el
andar, y sea tan amable y apacible, que a todas las personas que la miren comúnmente plazca
mucho.
La escritora Roberta Binkley interpreta que Enheduanna siente un amor apasionado por la diosa y se
funde con ella para formar una unidad trascendente, en el umbral entre el cielo y la tierra, de donde
surge la inspiración y la creación.
“La poderosa dama, respetada en la junta de gobernantes, ha aceptado las ofrendas. El sagrado corazón
de Inanna se ha calmado. Para ella la luz se hizo dulce, el deleite se extendió sobre ella. Estaba llena de la
más clara belleza. Como la luz de la luna que asciende, ella exudaba deleite."
—Obstat sexus [el sexo lo impide]. Con esta concisión, que sólo la lengua latina permite,
anunciaba el Papa Pío XI, por boca de Monseñor Aurelio Galli, su negativa a declarar a Teresa de
Jesús Doctora de la Iglesia, cuando la Orden del Carmelo Descalzo le elevó la petición, en el año
1923.
Trance de grafomanía:
El malhadado prejuicio hagiográfico ha impedido reconocer algo muy obvio, nunca afirmado hasta
este momento y que todavía causará escándalo en algunos: Santa Teresa gozaba del placer de
crear como una verdadera adicción, especie de bendito “asimiento” de que, por fortuna nuestra, no
llegó a ser consciente. Son hasta los médicos quienes han de poner coto al oneroso
desbordamiento casi grafómano: “Me ha mandado el doctor que no escriba jamás sino hasta las
doce y algunas veces no de mi letra” (178, I). Sus monjas no en vano la ven escribir a altas horas
de la noche, con el rostro todo encendido, en trance creador que, muy de acuerdo con sus
profundas convicciones, sin duda armonizaba lo divino y lo humano, lo sobrenatural y el puro placer
estético[6].
Etimología
Del latín tardío extasis ("trance, asombro"), del griego antiguo ἔκστασις (ékstasis, "desplazamiento,
pasmo"), de ἐξίστημι (exístēmi, "desplazar"), y este de ἐκ (ek, "fuera") + ἵστημι (hístēmi, "estar de
pie").
• Primer paso: La vía iluminativa: alucinaciones y delirios que llevan a un plano de percepción
superior.
• El tercer paso: La vía unitiva: el cuerpo se abandona y se une con la percepción transitoria con la
divinidad. El yo queda anulado y con este el control y la responsabilidad respecto a uno mismo.
A principios del Siglo 20 cuando se revisó la obra de Santa Teresa y los archivos de la Inquisición en que
se hablaba de ella. Se rectifica el linaje que se había inventado sobre ella y se instaura su condición de
conversa.
Encontramos en Santa Teresa una interconexión entre la interioridad y la exterioridad de uno mismo. En
la perspectiva exógena de uno mismo encontramos la honra como mecanismo de control social. En este
sentido, para instaurar la honra se debía aludir al linaje familiar. Cosa que ella no podía hacer y es por
eso que aludía al buen comportamiento y la honestidad de ella y su familia.
La honra a la mujer le viene dada por la constelación familiar. También se podía acceder a esta mediante
el matrimonio o la inserción en un convento religioso. Este en ese tiempo era un lugar de libertad para
las mujeres. Ahí podían estudiar y evadirse del débito conyugal que obligaba a la mujer a tener
relaciones con el marido siempre que este lo requiriese.
En el convento convergían las mujeres desheredadas y las mujeres que no querían casarse o volver a
casarse más.
En el Concilio de Trento se reacciona contra la relación directa de los feligreses con Dios así como a las
distintas versiones de la plegaria. Los mecanismos de esta estaban sometidos a muchos controles.
O bueno, también puedo pensar a la inversa y en vez de imaginar que propósito le daban nuestroas
ancestroas a sus figutitas venusianas parta extrapolar por qué motivo yo ahora me he comprado una
hecha de resina, observar que significado le estoy dando yo a poseer dicha estatuilla. Observarme en mi
esperanza de que la posesión de este objeto simbólico atraiga la obtención del ser que esta representa a
mi vida y, entonces, especular que quizá en un pasado su intención no fuera otra que la que
atávicamente ejecutó yo en mi cavernícola actitud coyuntural.
“Al principio sólo existían el Caos y la Noche, el negro Erebo y el profundo Tártaro;
la tierra, el Aire y el Cielo no habían nacido todavía; al fin, la Noche de negras alas
puso en el seno infinito del Erebo un huevo sin germen, del cual, tras el proceso
de largos siglos, nació el apetecido Amor, con alas de oro resplandeciente y rápido
como el torbellino. El Amor, uniéndose en los abismos del Tártaro al Caos alado y
tenebroso, engendró nuestra raza, la primera que nació a la luz”
De esta forma narraba Aristófanes el nacimiento de Eros, el dios Amor. Haciéndolo
emerger desde los conceptos contrarios a la vida, pero a la vez complementarios
de esta. Sin Eros no hay nacimiento, tan solo un devenir oscuro, errático,
profundo, abismal y nocturno. Para que exista el mundo y nuestra estirpe debe
existir antes la fuerza creadora del apego en los seres.
Lo erótico es el leit motiv del inicio ex nihil de una historia que según predican los
expertos en física y cosmología tiene asegurado un final circular de fría y negra
noche, de caos termodinámico de máxima dispersión de energía y de profundo
abismo de Tártaro por el que flotarán sin sentido ni unión las partículas que un día
compusieron las cosas.
El cuento, sin embargo, está en qué aventuras viviremos hasta llegar a ahí. En no
transitarlas de forma individual y aséptica sino en vivir entrelazadamente entre
consciencias que se reconocen unas a otras en medio de la vorágine de este
mínimo fueguito entre dos grandes edades del hielo que somos.
¿Pero qué hacer con el mito de Eros en medio de una pandemia que nos obliga a
veces a un cautiverio casto y distante y otras tantas a no poder tocar, ni abrazar a
las personas que, entonces, tan solo son entidades protoplasmáticas sin cuerpos
que acariciar ni abrazar? Quizá puras almas o consciencias psicológicas con las que
hacer el amor con palabras y conceptos. Lo artificial humano una vez superada
(momentáneamente) la tiranía de los cuerpos.
Y esto nos remite a la historia en que hasta el mismo Eros se enamora de Psique,
que era una vulgar princesa mortal que representaba esta deificación del alma
humana, haciendo que este abandone el Olimpo para marcharse con ella.
El poder terrenal del encanto perecedero haciendo que el propio amor caiga en su
propio encantamiento creando una paradoja irresoluble que engatusa a la,
recordemos, mismísima fuerza creadora del mundo de los seres.
Ahora, en nuestro tiempo, quizá también el eros está absorto en la fábula
romántica del amor y busca desesperadamente la atroz poesía que corrobore su
deleite en forma de arquetípica historia de encuentros casuales y flechazo erótico
de bello ser que sea el espejo al que besar nuestra propia imagen representada en
este y con esta darle sentido a la concatenación de besos y coitos que nos ha
traído hasta aquí.
Pero recordemos otra vez que eros, al menos en teoría, era ni más ni menos que
la fuerza destructora del caos y no el infante alado en que luego quedó convertido
y que armado con su arco de juguete y con una venda en los ojos se dedicaba a
revolotear entre los vericuetos de loas humanoas para ensartar al azar a unas
personas con otras.
Y, ahora, en la nueva era que se avecina, tal vez, debemos incorporar lo erótico
como parte de lo lúdico a modo de conciencia mutua que destruya el entramado
de deseos inocuos que han ido conformando secularmente esta nueva noche
primordial en la que andamos sumidos, este preludio de tártaro en que vagamos a
la deriva a través de nuestras insensatas vidas esperando que nazca del vacío la
existencia futura en su máximo esplendor.
No podremos vivir una evolución de la humanidad sino matamos al paródico
cupido y demás serafines y querubines en que dejaron convertido al dios Eros los
tiempos y sentir que este revive en nuestro interior con toda la intensidad ingente
con alas de oro resplandeciente, y rápido como el torbellino y así engendre
nuestra raza, la primera que renacerá a la luz.
Aunque sea tan solo por compensar, mientras dure, la inercia sistémica del
universo de acercarnos de nuevo al frio, al vacío, al abismo, a la nada.
Anteros.
Y, sin embargo, por mucho que renazca no habría que dejar que Eros rija nuestro
destino. Él es una fuerza poderosa que coagula las otras fuerzas y las potencia o
inhibe, pero no debiera ser el destino, no el inevitable devenir que nos somete.
Más aun sabiendo que nos puede ser adverso y, además, que nos suele ser
adverso y sus ciegas flechas de tiempo van y vienen, muchas veces, sin sentido e,
incluso, otras veces, con un sentido contrario al raciocinio humano de lo que
debiera ser.
Quizá por eso en la mitología griega Eros tiene un dopelanger: Anteros. Este era la
personificación del amor correspondido y vengador del amor no correspondido.
Era hijo de Ares y Afrodita, quienes lo dieron a su hermano, que estaba solo, como
compañero de juegos. Anteros castigaba a los que desdeñaban y no
correspondían el amor de otroas, por lo que es el vengador o deus ultor de
Cupido.
Y así, del mismo modo que no aceptamos a Eros como divinidad absoluta también
me niego a aceptar el influjo de Anteros y su vendetta resentida contra este. No
puedo ser el juguete roto de ningún dios por el mero hecho de que mi destino no
coincida inexorablemente con el destino de otra persona.
Yo te quiero libre en tu elección, aunque esta esté sujeta a mil pulsiones. Quiero
que elijas impunemente desde tu deseo en el abanico más amplio de opciones
que puedas tener. Prefiero que me desdeñes antes de que algo coarte tu libre
decisión de quererme si fuera el caso.
Porque de nada serviría que estuviera a mi lado si esa no fuera tu voluntad.
Porque yo elijo para mi mismoa la justicia antes que la felicidad. Porque postulo
que, más allá del desenfreno de Eros y el resentimiento de Anteros, tan solo se
puede ser feliz si se es libre.
Y me alegro si encuentras aquello que te haga sentir bien y realizada y en
conexión con el mundo y no sé si te voy a decir, como tú me decías a mí, que
tienes el Eros desubicado, porque quien sabe. Pero seré noble o, al menos,
intentaré serlo. Y no permitiré que el viejo y traicionero Anteros dispare su dardo
emponzoñado hacia mí. Y preservaré nuestra Amicitia por encima del Pathos. Y
algún día, ojalá se valore este acto como una hazaña mítica y nos traiga equilibrio
sobre el caos y amor por encima de odio. Y todo vaya, en parte, de algún modo,
dentro de las posibilidades, más o menos bien.
Ángel González - A veces
Escribir un poema se parece a un orgasmo:
mancha la tinta tanto como el semen,
empreña también más en ocasiones.
Tardes hay, sin embargo,
en las que manoseo las palabras,
muerdo sus senos y sus piernas ágiles,
les levanto las faldas con mis dedos,
las miro desde abajo,
les hago lo de siempre
y, pese a todo, ved:
¡no pasa nada!
Lo expresaba muy bien Cesar Vallejo:
“Lo digo y no me corro”.
Pero él disimulaba.
El orgasmo infinito.
Llegado al punto más álgido del coito los amantes se sumergieron en un placer conjunto que los condujo
al éxtasis recíproco de sus orgasmos mutuos. Quedaron imbuidos por el milenario protocolo de la
concupiscencia conjunta que los colmaba de feromonas y endorfinas liberadas en un electroshock
convulsivo y sincopado en que los cerebros quedan convertidos en un flujo constante de supernovas en
ebullición y arcoíris constante en la pirotecnia centrifuga de sus encéfalos.
Su piel erizada como ectoplasmas delirantes en que millones de poros supuran almizcle mientras una
fuerza electromagnética inasible recorre su epidermis como un enjambre de abejas asesinas.
Sus ojos se perdían entonces en el abismo que separa el horizonte inagotable de la mirada del otro y las
múltiples retinas concatenadas en la colección de pupilas extraviadas de la eternidad.
Y un abrazo ancestral solapa sus muslos y retroalimenta sus entrañas entre excrecencias y concavidades
contiguas que vibran enardecidas en pos de la estirpe de la especie humana.
Y pasaron los segundos y luego los minutos y las horas. Y seguían los amantes sumidos sumidos en el
goce omnipresente de un orgasmo infinito que no cesaba nunca y no remitía ni por un instante en su
esplendor máximo de fruición. Pasaron los meses y luego los años y aún permanecían ahí unidos los
amantes en su éxtasis mortal de lujuria e incontinencia. Pasó la vida y los arrebató la muerte. Pero aun
así no cesó el apocalipsis placentero en que siguieron sumidos por siempre los amantes. Más allá de su
conciencia y de la conciencia del mundo y del paso de la historia con sus siglos venideros en los que el
mundo proseguiría y todo se metamorfosearía en todo mientras el orgasmo infinito continuaba ahí
irreductible e imperecedero.