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Esso Álvarez

La fotografía como memoria política y social


Carlos Yusti

Hoy cualquiera con un dispositivo celular puede ser fotógrafo. No obstante, a


un reducido número de “dinosaurios”, en el mejor sentido se entiende, que
trabajan la foto desde todos sus aspectos (algunos todavía ingresan al cuarto
oscuro y sumergen el papel en algunas sustancias químicas para descubrir la
magia ineludible de la imagen surgiendo en el papel), y la tienen no como un
pasatiempo de aficionados, sino como un encuentro exacto con la realidad y la
memoria.
Conozco a varios de estos “dinosaurios” que se preocupan por convertir la foto
en un pacto con la belleza, la memoria y la creatividad. Intentan que la
fotografía sea el pulso de ese instante preciso que lo congela todo y trasciende
el tiempo. Entre esos dinosaurios es necesario mencionar a Esso Álvarez.
Fotógrafos como Esso Álvarez tienen la suerte de estar en esos momentos que
se podrían denominar como cruciales y que de alguna manera escriben una
nueva página de la historia, son el ojo que todo lo ve desde la tribuna mientras
los leones del poder hacen su espectáculo.
Como muchos otros fotógrafos Esso Álvarez ha retratado el poder con todas
sus máscaras, con esa inconfundible “quincallería verbal”, la expresión de
Uslar Pietri refiriéndose a Rómulo Betancourt y su multisápida monserga
discursiva, que vende cuento de hadas, sin hadas claro, al mayoreo. Del poder
político con sus personajes más conspicuos y los buscones más grotescos de
todos los calibres. Esso ha retratado toda esa parafernalia de guardaespaldas,
de adláteres vampíricos succionando el brillo artificial que brinda un poderoso,
vistiendo la sotana o el uniforme que sea. Esso ha captado en sus fotos todo
ese fasto de teatral mesianismo del que hacen gala mucho de nuestros
politicastros de saldo y ocasión. Como buen fotógrafo en sus fotos puede
leerse (entrelíneas) una ironía, una burla a todo ese oropel que el poder
derrocha en sus tumultuosos encuentros o en sus exclusivos y protocolarios
festejos.
Esso Álvarez es oriundo de Maracaibo, estado Zulia, Venezuela, (1960).
Especie de Investigador visual, coleccionista ecléctico, editor y promotor
cultural. Su trabajo como fotoperiodista y editor gráfico en diversos medios de
comunicación impresos data desde 1983 al 2008. Sus fotografías se han
exhibido en exposiciones colectivas e individuales. Y su trabajo fotográfico ha
obtenido varios reconocimientos dentro y fuera del país. También ha sido
profesor en la Universidad Nacional Experimental de las Artes, UNEARTE,
Ceca-Armando Reverón. Su exposición Estética del poder que reúne una
antología de fotografías (1980-2013) fue expuesta en la Galería de Arte
Nacional, Caracas, en julio del año 2016 y en marzo del año 2017, se exhibió
en el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia, dentro de la programación del
festival Foto Maracaibo 2017.
En su conjunto las fotografías sobre el poder más que una presentar una
estética deja al descubierto ciertas características que se acercan más al ritual,
con su pompa incluida, con una puesta en escena que cuida los detalles cuyo
credo es el engaño y la estafa. El poder carece de ética y estética. Existe más
bien un manejo sutil de la realidad, que si se mira bien está rozando el
espectáculo de feria ambulante más que de la política en el mejor sentido.
Esso retrata en sus fotos fragmentos de esta puesta escena, que siempre
cambia de escenario, pero la cual mantiene intacta su mecánica ritualista, sus
fórmulas adaptables para captar la atención del público sea este grande o de
petit comité. Lo que si tiene una estética en la manera como Esso retrata a los
personeros del poder, su manera de capturarlos/pillarlos en sus andanzas
rocambolescas las cuales van de la mano del sainete o de la ópera bufa.
En esa exposición antológica Estética del poder estaban reunidos buenos y
malos, tiranuelos y humildes, politicastros de oficio con su caradurismo de
siempre y niños con toda su inocencia sin afeites. Todos en armónica y extraña
conciliación. Lo escrito por Margarita D’amico es bastante exacto: “Por eso en
la exposición se respira convivencia, conciliación, entendimiento, solidaridad,
integración, conexión, actitudes positivas todas, muy útiles en la época en que
vivimos. Estamos inmersos en tiempos de gran complejidad, que también son
tiempos para contar, mostrar, entender lo que está pasando y esta es una
buena noticia. En suma, Esso le quiso hacer un homenaje al país, un homenaje
a la fotografía analógica, al blanco y negro, la convivencia, la conciliación. Y lo
logró. No sólo con grandes figuras del poder político, económico y cultural, sino
también con imágenes de gran ternura, el poder de los niños que juegan en
viviendas humildes”.
El poder desde distintas facetas con sus figurones y figurines de rigor. El
individuo como animal político, donde a veces destaca mucho más el animal. El
hombre como ser social en su rol de comparsa o de protagonista. No sin razón
Luis Velázquez escribe: “Álvarez transfiere a la fotografía su sentido de
responsabilidad y compromiso con el «hombre» en cuanto ser social de
dimensión histórica, lo que hace que la obra se cargue de verdad, conciencia y
sensibilidad, características distintivas de los relatos que ofrecen las dinámicas
sociales”.
A Esso le gusta poco que le incluyan en la lista de artista de la fotografía y no
es casual que sus referentes sean fotógrafos como Josef Koudelka, Manuel
Álvarez Bravo, Korda o Paolo Gasparini. Esso lo ha expresado muchas veces:
“No me considero fotógrafo y menos un artista, soy un comunicador”. Y en sus
fotos se nota su sentido periodístico, ese tono reporteril que busca captar los
momentos inesperados, terribles y mágicos que la cotidianidad trae metida en
las uñas.
Esso estudiaba Ingeniería Agrónoma, pero hacía fotos con una cámara de
bolsillo y ahí comenzó todo. Su mamá le dijo que como fotógrafo de seguro se
moriría de hambre, pero si eso le permitía ser feliz ella le daría todo su apoyo.
Luego de muchos avatares y antes de terminar su carrera de ingeniería se
cambió a estudiar Comunicación Social, se compró una cámara fotográfica
profesional y decidió que utilizaría la cámara para escribir con imágenes las
metáforas que escribía su entorno. Esso Álvarez también ha dicho: “Quizás
porque vengo de las ciencias, de la exactitud, de resultados concretos,
mientras que en el arte no; el único poder que tiene el materializador de ideas,
es su propio acto creativo dado con las herramientas que tiene a su alcance”.
El periodismo le permitió estar presente en los lugares más inusuales y con los
personajes menos cotidianos. No obstante, nunca ha olvidado de donde viene
y que para dedicarse a la fotografía como profesión ha hecho otro montón de
oficios menos sublimes.
En la actualidad Esso sigue explorando las posibilidades comunicacionales del
arte y ha experimentado con el collage, la pintura e incluso ha escrito uno que
otro texto sobre fotografía, pero siempre desde esa grada del observado
inquieto y acucioso. En este fragmento de su crónica-entrevista sobre Korda se
percibe su nítido pulso periodístico: “Con su humor autóctono Korda dijo, de
entrada, en nuestro cuarto y último encuentro, que la entrevista costaría
quinientas fulas (500 dólares americanos). Mientras, él, uno de los fotógrafos
emblemáticos del proceso revolucionario cubano, degustaba de su infaltable
elixir etílico y nos invitó a compartir con sus recuerdos medianamente
ordenados en una atmósfera con olor y sabor a tabaco: botellas vacías de Vat
69, las memorias amarillentas atesoradas en los recortes de prensa y las
imágenes de las transformaciones fisonómicas de Cuba en los últimos 50
años.”
Con sus fotos Esso Álvarez ha hecho un dibujo sinuoso de la vida, de la
memoria viajando hacia la historia. Ha tratado de ser un espectador honesto.
Con sus fotos no juzga y sólo intenta fijar la realidad desde su estética
particular de reportero gráfico.
En una noche cualquiera estábamos en un café compartiendo con otros
amigos y Esso dijo (palabras más, palabras menos): “La foto busca revelar
aquello que se esconde a simple vista. Lo sencillo en ocasiones se encuentra
tejido con intrincados y tenues hilos de complejidad”. También en esa
oportunidad Esso habló de muchas cosas. De la luz y la sombra que entra en
la fotografía como otro invitado más de la realidad circundante. Habló de sus
encuentros con Korda en la Habana. Del país que parece en la actualidad una
foto movida. De la realidad morosa/morbosa que fluye por la cloaca de las
redes sociales. De la fotografía como un Funes memorioso que intenta fijar los
detalles de una realidad siempre cambiante y no siempre prístina.
Ese verso escrito por Carlos Augusto León sin duda resuena en la memoria
sanguínea de Esso: El alba sigue pura0sobre los hombres. Sin duda en la
fotos hecha por Esso esa pureza del alba se divisa entre líneas, esa metáfora
de los individuos curtidos de luces y sombras garabateando de la mejor la
manera historia.

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