Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Carlos Yusti
La historia de la literatura, o para especificar, del libro como objeto
curioso de conocimiento/entretenimiento, es el de una enorme
hoguera iluminando ese camino farragoso de la intolerancia. El
combustible es el temor (y el odio) debido al contenido de algunos
libros. No obstante (desde que ardi la gran biblioteca de Alejandra
pasando por los auto de fe de la china, de los religiosos contra los
cdices del nuevo mundo, de los nazis y por las piras emprendidas por
los dictactozuelos de terror y sangre que ha padecido Latinoamrica) el
libro ha llegado hasta nuestros das. Hoy no los quemamos, pero lo
ahormamos en un Kindle y en ocasiones los pasamos por esa rfaga
luminosa del escner, que es un poco como quemarlos desde la
metfora de estos tiempos cibernticos en la que estamos
entrampados.
Cuando era un escritor primerizo, con ms nfulas y malas maneras
que folios escritos, lo que deseaba era que mis gusanos
mecanografiados fuesen tachados por la censura, que pasaran por la
afilada y dipsmana tijera del censor; que mis escritos se convirtieran
en mariposas de cenizas colando sobre el cadalso de la pira pblica.
Un escritor censurado, un libro quemado era un pase directo a la
gloria, a la inmortalidad. Sueos imbciles de juventud.
En un remate de libros me hice con un ejemplar del libro Del buen
salvaje al buen revolucionario de Carlos Rangel. Libro maldito por
excelencia en nuestro pas (y quemado simblicamente en algunas
universidades) que daba algunos puntapis a esa idealizacin de la
revolucin y del proletariado asaltando el cielo. El libro fue presa de la
inquina de nuestra izquierda exquisita y de cubculo universitario.
Los incendiarios y encapuchados de ayer son nuestros ilustres
funcionarios de hoy. Ya no tienen necesidad de quemar libros. Ahora
desde sus oficinas de burcratas desaparecen el papel y se hacen con
las tintas y privatizan las imprentas. Ya no censuran los libros,
sencillamente no los publican o los asfixian en una fila interminable de
libros y autores por publicar.
Jorge Luis Borges ha escrito algo que podra ser un eficaz cortafuego:
Yo sigo jugando a no ser ciego, yo sigo comprando libros, yo sigo
llenando mi casa de libros. Los otros das me regalaron una edicin del
ao 1966 de la Enciclopedia de Brokhause. Yo sent la presencia de ese
libro en mi casa, la sent como una suerte de felicidad.