Los historiadores contemporáneos reconocen que lo dicho por Hernán Cortés en
las Cartas de Interacción es la guía principal o predominante en el discurso sobre la conquista de México, mostrando los períodos que van desde Veracruz en 1519 hasta la caída de Tenochtitlán en 1521 en manos de los españoles. También permiten a Cortés, capitán general de la expedición, seleccionar los hechos "importantes y representativos" que servirían de "apoyo a cronistas e historiadores posteriores". Lo que sucedió en los dos o más años que transcurrieron entre la llegada de las tropas de la corte a la costa de Veracruz y su victoria debió ser bastante esquivo; sobre todo porque la naturaleza física y humana, así como las lenguas y costumbres de los pueblos encontrados, resultaban completamente ajenas y complicadas para los recién llegados. Es bien sabido que los observadores de un mismo evento nunca se relacionan con él de la misma manera. También es notable que Cortés no pudo presenciar todo lo que relató en sus cartas. Sus ubicaciones geográficas e inclinaciones subjetivas dirigían su atención y juicios; y luego seleccionó las profesiones y nombró su contenido e importancia. Por otro lado, aunque la segunda y tercera epístolas fueron escritas en octubre de 1520 y mayo de 1522, pocos meses después de las decisivas ocupaciones, su memoria no funcionó como una cámara idílica capaz de captar la verdad. Con el tiempo, lo vivido, imaginado y escuchado se ha convertido en una funcionalidad de la que se beneficiaría personalmente o en su conjunto. Cortés escribió con el propósito principal de justificar sus tácticas y métodos como legalmente esenciales para obtener del monarca el reconocimiento de sus hazañas y los honores y favores que resultaron. En tal entorno, es obvio que borraría lo que es incómodo, problemático o inútil. Desde que se estampó en las cartas de interacción, la historia de la conquista ha sobrevivido intacta y aún funciona como la esencia del mito fundacional del país mexicano. En otras palabras, las crónicas y relatos posteriores han sido impecables en consolidar "la verdad" de lo sucedido, aun cuando se han agregado detalles, impresiones de otros soldados, anécdotas y se han incluido cosas alejadas de la verdad histórica.
En la situación de Andrés de Tapia, Bernal Díaz del Castillo y Francisco Aguilar,
tres soldados que acompañaban a Cortés fueron testigos presenciales del hecho, y años después sus escritos fueron consolidados, enfatizados y omitidos. Ese Capitán General. Es algo difícil de admitir porque deberían haber mirado las cosas desde un ángulo diferente y haberlas entendido de una manera diferente. Por no hablar de estos no testigos, es decir, aquellos cuyas distancias temporales y espaciales, indirectas o no simultáneas a lo ocurrido, les obligaron a recoger informes de otros. Para el historiador Juan Miralles, uno de los biógrafos más citados de Cortés, la obra de Bernal Díaz del Castillo es también un tema común de la conquista mexicana. "Desde abajo", de "chismes militares". De hecho, Bernal agrega testimonios de otros soldados al relato de las putas para resaltar los riesgos que han corrido y la contribución que han hecho a la "pacificación" del Nuevo Mundo. Pero si se presta atención a los hechos importantes y la sucesión que implican, quienes relatan sin presenciar lo sucedido (Fernández de Oviedo, Motrinía, López de Gomara, Vázquez) de Tapia y Cervantes de Salazar) lo embellecen con escenas imaginarias: mayoritariamente inventados diálogos, variantes mitológicas griegas y romanas, referencias bíblicas y teológicas y fragmentos autorizados. Es cierto que hay pruebas, decretos de residencia y otros documentos producidos durante la conquista, pero no registran las tácticas que usaron los generales para controlar a sus enemigos en la India y quiénes eran. No ha mostrado interés en saber
Lo que hicieron también se refieren al comportamiento cruel y perverso del
Capitán General, a veces además de su comportamiento de soldado. Revela cómo adquirieron y usaron el tesoro rescatado. Tratan de pleitos entre los conquistadores y Diego Velázquez, Pánfilo de Narváez y sus seguidores. Pero eso es lógico desde el punto de vista español. A los que dejaron testimonio, las actitudes y comportamientos de los pueblos conquistados no les atraían, y cuando integraban algo afín a ellos, lo detallaban de lo que convenía o convenía a su marcha militar. Principalmente de esta forma es la visión del vencedor. Los enemigos peninsulares de Cortés, en cambio, recurren a sus ambiciones: oro, plata, tierras, grados, títulos, honores y trabajos, aportando datos sobre los errores jurídicos de sus actividades. No intentan aclarar cuál fue el proceso de conquista o la inconveniencia de comunicarse con los indígenas. Aún no había llegado esa era, por lo que no había mucho que saber en qué consistía su uso y práctica. En particular, los rituales y creencias religiosas que guiaron su guerra. Es posible que Cortés haya recibido informes del capitán y los soldados durante su avance, que él mismo escribió. Un tratado de huida acelerada de Tenochtitlán, gracias a un ataque indígena que el comandante Supremo atribuye en última instancia a Pánfilo de Narváez. También es posible que el capitán extremeño meditara, tomara notas y buscara la coherencia interna y la "gradación dramática" en su escritura, junto con su historia literaria. Todo para impresionar al monarca y celebrar la conveniencia de su aparición y su actuación. Es decir, la primera composición de hecho, comprensible, sí, pero más cercana al mito que a la historia. Como señala el historiador Ramón Congregación el texto de Cortés, retomado por José Luis Martínez, trata sobre la bebida, el ahorro y la prestar más atención a la ocupación humana que geografía y paisaje; la precisión no es alta no se detienen lo suficiente para explicar observada por su creador.corresponde a tu momento historia, especialmente personalidad caudillo que necesita cobrar mérito cambiar de estatus social.los conquistadores los hicieron de acuerdo a su experiencia, educación e intereses mundano a un nivel tan obvio terminen de destruir el centro ceremonial de mexico les aseguro que el mismo Tenochtitlan piensa como el descubridor de su etapa próxima expedición (a Hibuera y Molucas), en búsqueda, no en curiosidad o conocimiento o los que evangelizan, sino de las mismas cosas que tienen pasó a: Oro, Mujeres y Popularidad aunque la obra de Cortez está completa, no es la esencia del mito fundacional de México invención pura, su carga subjetiva y "Modelo ficticio" subordinado a "el proyecto de" la popularidad, la gloria, el poder que crea”. Sin mitos una sección menciona la verdad no un conquistador pude contenerme por completo del evento experiencia que había que enviar al destinatario (monarca) y burócratas de la corona) y sí, realizar funciones la explicación que espera la comunidad cultural su declaración como testigo de hecho encabezada por él es poco fiable hasta el día de hoy dudar de lo detallado por el comandante de un batallón, pero tampoco lo suficientemente impresionante. Porque por muy mentiroso que seas, si quieres triunfar, lo sabes confía en su interlocutor, debe tomar la verdad como punto de partida y apoyo.
Es posible que él y sus militares siguieran matando a la población desarmada, que
recurrieran a la tortura física, amputaciones de manos, orejas y narices, quemaduras de manos y pies (el caso de Quahtemoc y otros señores), ahorcamientos, puñaladas. , envenenamiento, quema de traidores en la hoguera y forja de esclavos9. Cortés y las afirmaciones sobre el lugar de residencia de sus amigos y enemigos, principalmente socios de Velázquez, lo confirman con "naturalidad". En un principio, tal conducta bárbara no fue motivo de castigos más severos por parte de la corona de España y los defensores de la "guerra justa", como se desprende de la obra de Juan Ginés de Sepúlveda. Justificaron la violencia con la tarea revelada por Dios de destruir la herejía, el paganismo y derrotar al diablo. Sólo después Bartolomé de las Viviendas y otros escolásticos de Salamanca y figuras religiosas con inclinaciones humanísticas no aprobarían esto, haciendo estallar un problema teológico-político que habría obligado a discutir lo que concierne al mundo indígena en las disputas sobre Valladolid (1550- 1551).