Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
EL EJEMPLO
CONSTITUCIONAL
DE INGLATERRA
ISBN 978-607-02-1768-5
A José Manuel Pereira de la Fuente (1909-1988)
y a Amelia Menaut Frías (1909-1985),
en cuyo hogar se estimulaba la vida intelectual.
In memoriam
Patris Matrisqve Memoriae Sacrvm
CONTENIDO
Presentación.............................................................................. XV
Nota a la segunda edición......................................................... XXI
Capítulo primero
FUENTES Y CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES
DE LA CONSTITUCIÓN BRITÁNICA
Capítulo segundo
¿ES EL REINO UNIDO UN ESTADO?
I. Introducción....................................................................... 21
II. El punto de vista cultural.................................................... 23
III. El punto de vista histórico.................................................. 25
IV. El punto de vista territorial................................................. 25
V. El punto de vista social....................................................... 27
VI. El punto de vista jurídico-político...................................... 30
Capítulo tercero
LA DIMENSIÓN HISTÓRICA
DE LA CONSTITUCIÓN BRITÁNICA
I. Fase medieval..................................................................... 36
II. Época Tudor....................................................................... 39
XI
XII CONTENIDO
Capítulo cuarto
LA DIMENSIÓN TERRITORIAL DEL RÉGIMEN
POLÍTICO BRITÁNICO
I. Introducción...................................................................... 63
II. Aspecto exterior: la British Commonwealth of Nations... 64
III. Aspecto interno: reinos y territorios pertenecientes
al Reino Unido.................................................................. 72
IV. Recapitulación sobre la dimensión territorial.................... 91
Capítulo quinto
EL PARLAMENTO Y SU SOBERANÍA
I. Introducción...................................................................... 95
II. Origen y evolución histórica............................................. 96
III. La soberanía o supremacía del Parlamento........................ 111
Capítulo sexto
CÓMO ES Y QUÉ HACE EL PARLAMENTO
Capítulo séptimo
EL EJECUTIVO
I. La Corona.......................................................................... 145
II. El Consejo Privado............................................................ 158
III. El gobierno de Gabinete.................................................... 159
IV. El primer ministro.............................................................. 165
Capítulo octavo
EL RULE OF LAW
Capítulo noveno
JUECES Y TRIBUNALES
Capítulo décimo
LAS LIBERTADES DE LOS INGLESES
I. Introducción...................................................................... 213
II. ¿Cuáles son los principales textos constitucionales?......... 216
III. Rasgos principales de las libertades inglesas..................... 219
XIV CONTENIDO
Epílogo..................................................................................... 241
Bibliografía.............................................................................. 251
El ejemplo constitucional de Inglaterra, editado
por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la
UNAM, se terminó de imprimir el 10 de octubre
de 2010 en Desarrollo Gráfico Editorial S. A. de C.
V., avenida Municipio Libre 175-A, colonia Porta-
les, delegación Benito Juárez, C. P. 03300 México,
D. F. Se utilizó tipo Times New Roman de 9, 10
y 11 puntos. En esta edición se usó papel cultural
70 x 95 de 50 kilos para las páginas interiores y
cartulina couché de 1 kilos para los forros; cons-
ta de 500 ejemplares (impresión offset).
Presentación
XV
XVI PRESENTACIÓN
Este pequeño trabajo no fue concebido para competir con los tratados
y manuales existentes, sobre todo ingleses, fue concebido para dar una rá-
pida visión de lo esencial del sistema británico clásico (no de la situación
actual) de una manera breve y accesible a cualquier lector. Las referencias
a los desarrollos constitucionales de hoy, no son para informar sobre el es-
tado de la Constitución británica en 1990, cosa que los libros ingleses ha-
cen mucho mejor, sino para marcar el contraste con el modelo clásico. Al
mismo tiempo, el libro tiene también un segundo propósito, que es tratar
de arrojar luz sobre las diferencias cualitativas, profundas, que hay entre
el constitucionalismo inglés y el de nuestra área cultural.
Desde otro punto de vista, señalaremos que los tecnicismos están re-
ducidos al mínimo, y las citas son las imprescindibles. Para beneficio
de los lectores menos informados, el libro tiene un tono reiterativo que
espero que lo haga más accesible, sin volver por ello enfadosa la lectura
para los especialistas. No obstante, hay conocimientos que se dan por
supuestos porque pertenecen a los rudimentos de la teoría constitucional
general (que en buena parte nació reflexionando sobre Inglaterra): qué
es una Constitución, la distinción entre rígidas y flexibles, que en este
caso es muy importante, la separación de poderes, el imperio del derecho
en sus dos formas principales: de rule of law y régime administratif, las
distinciones entre parlamentarismo y presidencialismo, entre el Estado
unitario y el federal, y otras materias elementales.
El origen de este trabajo está en unos apuntes tomados en el curso
1983-1984 por un estudiante, Rafael López de Cerain. En cursos suce-
sivos, fueron revisados dos veces, por Pedro López Ortega y por María
Marcos; a todos les doy las gracias sinceramente porque aunque haya
mucha diferencia entre las versiones originales y la que ahora ve la luz,
ésta no existiría sin aquéllas. Por otro lado, algunas partes no son entera-
mente nuevas: el capítulo sobre la dimensión histórica de la Constitución
británica ha sido ya publicado, en redacción algo diferente, en la Revista
Chilena de Derecho XVII (1990, 449-466), y el que estudia la configura-
ción territorial del Reino Unido ha sido presentado como ponencia, algo
diferente y más breve, en la Escola Galega da Administración Pública de
Santiago. Algunos otros capítulos han sido expuestos en un Seminario de
Derecho Inglés celebrado en la Universidad de Navarra.
El capítulo de agradecimientos es largo para un trabajo tan corto. Mi
primera deuda fue con los libros de texto que más usábamos los estu-
diantes en mi Facultad de Derecho de Santiago de Compostela: los de
PRESENTACIÓN XVII
XXI
XXII NOTA A LA SEGUNDA EDICIÓN
Esta edición no está actualizada. Explicaré por qué: lo que aquí nos
interesa es el ejemplo constitucional inglés clásico, y resulta que muchas
innovaciones posteriores a 1997 no encajan fácilmente en él. Si el cons-
titucionalismo británico pasa a ser más o menos como cualquier otro,
pasará a tener para nosotros el mismo interés que cualquier otro y dejará
de ser un ejemplo, mientras que su constitucionalismo histórico seguirá
teniendo el interés de todo lo modélico e intemporal. Lo menos importan-
te es que el primer ministro sea hoy David Cameron y no Thatcher (aho-
ra Baronesa Thatcher) o que hayan fallecido la reina madre, la princesa
Diana, lord Dahrendorf y sir Bernard Crick, quien tuvo la gentileza de
prologar esta obra. En cambio, es importante que David Cameron tenga
que gobernar en coalición con el liberal-demócrata Nick Clegg, en una
especie de “cogobierno” ajeno al constitucionalismo británico (aunque
no necesariamente malo desde otros puntos de vista). El derecho consti-
tucional británico está cambiando precisamente ahora —para bien o para
mal, es otra cuestión; además, no todos los cambios merecen el mismo
veredicto—.
Veamos una lista de las mudanzas que han tenido lugar desde la pri-
mera edición de este libro, y cuyo estudio se omite en esta nueva edición
por las razones dichas. Mencionaremos en primer lugar, en el aspecto te-
rritorial, la devolution of powers a Escocia y Gales, que en conjunto pue-
de considerarse exitosa y hoy ya razonablemente asentada. Últimamente
hay en Gran Bretaña una clara tendencia en ese sentido, por suerte exenta
del dramatismo observable en España. Incluso el modesto Gales ha au-
mentado hace pocos años su capacidad legislativa y las facultades de sus
instituciones políticas, las cuales, además, podrían seguir creciendo (Go-
vernment of Wales Act 2006). Pero Inglaterra tiene mucha experiencia
en conceder e incluso fomentar el autogobierno, así que la devolution,
aunque ajena al paradigma clásico, no necesariamente erosiona la fábrica
constitucional inglesa, que podría soportar, si llega el caso, hasta la in-
dependencia de Escocia, como soportó las de Irlanda o Canadá (aunque
muy diferentes entre sí). Más afectan al núcleo del constitucionalismo
inglés los dramáticos cambios en la Cámara de los Lores (ahora menos
tradicional e irracional, pero también menos independiente), la Consti-
tutional Reform Act 2005 y con ella la muy reciente creación de una Su-
prema Corte (2009) y otros aspectos más. En el país en que la corrupción
económica solía tradicionalmente ser menor que en otros lugares, hubo
un gran escándalo en la primavera de 2009 a causa de los inmoderados
NOTA A LA SEGUNDA EDICIÓN XXIII
rias, como también, por descontado, más pleitos. El resultado de todo ello
es que hoy allí también hay activismo judicial, cosa que sus jueces repeti-
damente rechazaban en el pasado (los jueces ingleses, jueces de common
law en un ambiente judicialista, eran moderados creadores de derecho, no
de política, y no practicaban un activismo judicial comparable, por ejem-
plo, al de los jueces norteamericanos).
Pero donde se puede observar uno de los mayores alejamientos, y en
principio no para bien, es en el terreno de los derechos y libertades, y
ello en el país de los englishmen birthrights, precisamente donde era la
libertad lo que se daba por supuesto, y las restricciones lo que había de
justificarse. En 1998 se aprobó la citada Human Rights Act con el fin
de incorporar el Convenio Europeo de Derechos Humanos al derecho
británico; lo que supuso un cambio relevante pero no negativo para la
libertad en principio.
En la edición de 1990 de este libro se decía:
Comenzaremos con una aclaración previa acerca del empleo de las pala-
bras “Inglaterra”, “Gran Bretaña” y “Reino Unido”. El Reino Unido de la
Gran Bretaña e Irlanda del Norte es, como su nombre lo indica, una unión
bajo una Corona, que, al revés que la Unión Americana, no tiene carácter
federal. La forman, como su nombre indica, Gran Bretaña e Irlanda de
Norte, y la Gran Bretaña se divide, a su vez, en las siguientes unida-
des políticas menores: Inglaterra, que es un reino; Escocia, otro reino, y
Gales, que es un principado. Irlanda del Norte o Ulster (Ulster: antigua
provincia que resultó partida, quedando una pequeña parte al otro lado de
la actual frontera) es una “provincia”. Los extranjeros llamamos a menudo
“Inglaterra” a todo ese conjunto, pero, en realidad, England es sólo Ingla-
terra; Britain o Great Britain es la isla entera (o sea, Inglaterra, Gales y
Escocia), y United Kingdom (Reino Unido) es la isla, más Irlanda del Nor-
te. Las pequeñas islas del Canal y Man, en sentido estricto, no pertenecen
a Inglaterra, ni siquiera al Reino Unido, pero sí a la Corona. El término
“islas Británicas”, que incluye también Irlanda y disgusta a los irlandeses,
es puramente geográfico y no dice nada, por tanto, desde el punto de vista
constitucional.
A lo largo de este libro hablaremos de Inglaterra, Gran Bretaña o el
Reino Unido procurando distinguir, especialmente en el capítulo dedicado
a la organización territorial y, en todo caso, siempre que lo requiera el con-
texto. La costumbre continental de usar intercambiablemente “Inglaterra”,
“Gran Bretaña” y “Reino Unido” debería evitarse, al menos cuando pue-
da inducir a confusiones serias. Con todo, conviene tener en cuenta que,
aunque hoy lo más exacto sería decir siempre “Constitución del Reino
Unido”, la Constitución es, o al menos fue, más inglesa que de las otras
1
2 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
gana los pagarían, se resisten a pagar para no captarse las antipatías de sus
conciudadanos, a quienes, según todas las predicciones racionales, está
reservada la victoria, para que el día de mañana no les apunten por la calle
con el dedo como a malos ciudadanos.1
1 Lasalle, Fernando, ¿Qué es una Constitución?, Barcelona, 1976, pp. 118 y 119
(originalmente fue una conferencia pronunciada en Berlín en 1862; la versión usada aquí
es la traducción española).
4 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
que es, siempre fue. Los jueces interpretan el derecho... Lo que resulta es
simplemente una declaración de «el derecho»”.3
Esta concepción tuvo que ver con el desarrollo de la doctrina del pre-
cedente, pero, además, merece ser citada ahora, junto con las frases de
Holmes, para iluminar lo que era el derecho desde la perspectiva del
common law. Ése era el derecho que el poder tenía que respetar, ése era el
“derecho del país” (the Law of the Land) que aparece en los documentos
constitucionales ingleses y, despúes, en la Constitución norteamericana.
Lo primero nos ilumina lo que hay que entender por imperio del derecho
o Estado de derecho, y sugiere que, si el derecho era eso, el imperio de
derecho no coincide con lo que se suele decir actualmente. Lo segundo,
si recordamos el carácter privado del common law, nos informa sobre un
tipo de relación entre Constitución y resto del ordenamiento jurídico, que
no es el dominante ahora en España.4
Y, en fin, junto con el common law, hay que mencionar la natural justi-
ce, que está más allá de las leyes escritas y que se resume, sobre todo, en
los dos principios romanísticos nemo iudex in causa sua y audi alteram
partem. Abarca también un sentido general de respeto a los derechos de
las personas, juego limpio y justicia procesal.
B. Judge-made law: derecho creado por los jueces a base de sentar
precedentes. También se le llama case law, por nacer de los casos con-
cretos, de los litigios. Hoy en día, los jueces no tienen tanta libertad para
crear derecho como antes, pero en comparación con los continentales
todavía juegan un importante papel. También hay diferencias dentro de
los diversos campos del derecho británico: en los últimos decenios los
jueces han llevado a cabo un importante desarrollo en el terreno jurídico-
administrativo. Si alguien no encuentra gran diferencia entre case law y
common law, tiene razón, por lo que se refiere a épocas pasadas, en las
que había muy poco derecho legislado, pero hoy aumenta la cantidad de
ocasiones en que los jueces, aun elaborando case law, pues ello es inevi-
table, lo hacen aplicando un derecho que no es common law.
C. Statute law: leyes escritas, parliament acts o statutes emanados
del cuerpo legislativo, por contraste con el common law y el case law.
En el uso ordinario no hay diferencia entre act of parliament y statute;
no obstante, aunque todas las parliament acts son statutes, no todos los
statutes son parliament acts, pues los reyes, con su Consejo, pudieron le-
gislar hasta que, en el siglo XVII, el Parlamento monopolizó la potestad
legislativa.
D. Antes de estudiar otras fuentes procede decir algo sobre las rela-
ciones entre Statute law y common law. Hasta la época del juez Coke
(principios del siglo XVII), Inglaterra era un país de common law, dere-
cho judicial, y equidad, con un mínimo de derecho legislado. Después de
1688 se estableció el principio oficial, actualmente vigente: como el Par-
lamento es soberano, sus leyes prevalecen sobre el common law y pueden
derogarlo entero, si bien no lo harán. Aun así, entre 1688 y la reforma
del Parlamento de 1832, se legisla muy poco. A partir de esa fecha se va
legislando más y más, pero el common law sobrevive, incluso con buena
salud. Tras la Segunda Guerra Mundial se legisla todavía más.
La evolución que acabamos de sintetizar es, con variantes, la misma
ocurrida en los Estados Unidos y en otros países de common law, los
cuales, en distintos momentos del presente siglo, han pasado de tener
un sistema jurídico de common law y judicialismo “a otro en el cual las
leyes, dictadas por los legislativos, se han convertido en la fuente prima-
ria del derecho”.5 Como el common law es privado, cabría añadir que el
proceso tiene también otro significado: el del crecimiento del derecho
público a costa del privado. Uno podría sentirse tentado a concluir que
el common law ha sido derrotado por la ley, pero la conclusión puede ser
precipitada, por dos razones. La primera, porque en los años sesenta y se-
tenta ha vuelto el common law a mostrar su fuerza expansiva, en el cam-
po jurídico-administrativo (véase el capítulo octavo). La segunda razón,
no exclusivamente inglesa, es que la misma superproducción de leyes, a
menudo demasiado concretas o poco jurídicas, devuelve al juez el arbi-
trio y la preeminencia, pues se ve obligado a interpretarlas como puede,
con la posibilidad de desarrollar, así, una especie de nuevo common law.6
En realidad, estos fenómenos también son visibles, mutatis mutandis,
en España y otros países de tradición legalista. También aquí ha crecido
la moderna legislación a costa de las otras fuentes (viejas leyes, juris-
prudencia, principios generales, e incluso grandes códigos); ha crecido
5 Calabresi, Guido, A Common Law for the Age of Statutes, Cambridge, Massachu-
setts, 1982, p. 1.
6 Por lo que se refiere a Estados Unidos, cfr. ibidem, p. 178.
FUENTES DE LA CONSTITUCIÓN BRITÁNICA 7
el derecho público a costa del privado, y tanto proliferan las normas es-
critas, frecuentemente degradadas, que los jueces —especialmente los
constitucionales, donde los hay— vuelven a ocupar un lugar central, di-
gan lo que digan las verdades oficiales.
Para terminar, en cuanto a la proporción de materias reguladas por
cada fuente, señalaremos que antes había muchas, la mayoría, que esta-
ban regidas sólo por el common law —por ejemplo, los delitos de affray,
riot y contempt of Court, que mencionaremos en el capítulo décimo—;
obviamente, hoy son pocas. Las cosas reguladas simultáneamente por el
common law y por el derecho legislado son, hoy, muchas —por ejemplo,
los tres viejos delitos de common law antes citados—; mientras que un
número de cosas no muy grande, pero creciente, está regulado sólo por la
legislación moderna —por ejemplo, la protección contra la informatiza-
ción de datos privados, sometida a la Data Protection Act—.
E. Equity: recurso a los principios generales de la moral y del derecho
para corregir, complementar o suavizar las soluciones que se derivarían
de una aplicación estricta de la ley. Es de origen canónico, más que ro-
mano, y procede también de la Edad Media. Nació para complementar el
common law, que ofrecía pocos recursos judiciales y se había tecnificado
demasiado (lo que después ocurrió también a la equity). En principio no
era una fuente del derecho, sino un criterio para la aplicación de las otras
fuentes, pero en el siglo XVI se le dotó de un tribunal propio, la Court of
Chancery (Tribunal de la Cancillería), que desapareció con la reforma de
la judicatura de 1873. Paradójicamente, con la desaparición de su juris-
dicción especial, la equidad pasó a ser principio inspirador para todos
los tribunales. También dio lugar al recurso judicial llamado injunction,
que es una orden judicial de hacer o abstenerse de hacer una cosa. Se
comprende que, como las fronteras entre common law, justicia natural
y equidad no están del todo claras (para un continental están más bien
oscuras), las disputas entre la jurisdicción de common law y la de equity
fueran frecuentes, hasta que Jacobo I ordenó que la equidad prevaleciese
en toda decisión judicial sobre las otras fuentes.
F. Finalmente añadiremos las costumbres, usos y convenciones y los
books of authority. Las convenciones son usos y costumbres especial-
mente importantes, consideradas obligatorias por las personas afecta-
das; sus fronteras con varias de las anteriores fuentes están, igualmen-
te, borrosas. Aparecen no sólo cuando no hay legislación, sino también
cuando la ley es impotente para regularlo todo; dejando a un lado que la
8 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
7 Renwick & Swinburn, Basic Political Concepts, 2a. ed., Londres, 1987, p. 25.
FUENTES DE LA CONSTITUCIÓN BRITÁNICA 9
3. El carácter histórico
cabe decir que su Parlamento es, en cierto modo, el origen de los demás
parlamentos actuales, ha tenido más continuidad que la propia Corona.
Realmente, sería difícil concebir una Gran Bretaña sin Parlamento y sin
monarquía, aunque allí también hay republicanos. Diremos también, ade-
lantándonos al estudio de la Commonwealth (capítulo cuarto), que esa
Corona tiene carácter plurinacional.
9 Sobre las colas, cfr. los agudos comentarios de Camba, Julio, Londres, 1916, pp.
108, 109, 154 y 155.
FUENTES DE LA CONSTITUCIÓN BRITÁNICA 13
fondo: tres palabras abstractas seguidas bastan para que le tomen a uno
por un “maldito filósofo continental”. Prefieren guiarse por el sentido co-
mún más que por la lógica. Se conforman con que las cosas terminen bien,
como en la obra de Shakespeare: “Es bueno todo lo que termina bien”.
Siendo la política de naturaleza prudencial, es natural que estos plantea-
mientos resulten buenos. La revolución inglesa del siglo XVII triunfó por-
que pretendía metas alcanzables; la francesa del XVIII propugnó cambios
totales, hasta en lo más insignificante; pues bien, los resultados de ambas
revoluciones hablan por sí mismos.
El antiintelectualismo angloamericano merece ser subrayado. Los in-
gleses —incluidos los profesores— no son muy intelectuales en el sen-
tido continental, y no se esfuerzan por aparentar cultura; al contrario, se
definen a sí mismos como “una nación de tenderos”. Antes de la Primera
Guerra Mundial, escribió Julio Camba:
“No soy muy bueno en aritmética, lo siento. Por favor, Juanita, corríja-
me si me equivoco, pero creo que la raíz cuadrada de 97.344 es 312”. 12
E. Liberalismo más que democracia. Jennings decía que la frase aris-
totélica “el hombre es un animal político”, no es muy cierta por lo que
se refiere a los ingleses, que desean ante todo que los dejen ocuparse de
sus asuntos en sus casas y en paz, en vez de que les fastidien con la polí-
tica.13 Dejando aparte las precisiones sobre el exacto sentido de la frase
de Aristóteles, es cierto que los ingleses no extienden mucho los criterios
democráticos a la vida social. Decir de una cosa que es popular, no siem-
pre es bueno, decir exclusive muchas veces, lo es. Aceptan las jerarquías
sociales como algo natural y respetan a los “mayores y mejores”. Sin
embargo, esto se conjuga con el individualismo y la defensa del derecho
de todo hombre, incluso del más humilde, pues como dice uno de sus
refranes: “un gato bien puede mirar a su rey”. En realidad, Inglaterra ha
sido una oligarquía en la cual las elites se benefician (o se beneficiaban) de
la deferencia de unos gobernados que no se preocupaban demasiado por la
igualdad. A su vez, los squires, señores territoriales, como Trelawney en
La isla del tesoro, actuaban con un paternalismo que ha estado vivo en el
tradicional componente tory del partido Conservador, hasta que Thatcher
y los neoconservadores lo han sustituido por el economicismo insolidario
de nuestros días. Como Inglaterra es un país muy rural, los squires eran los
principales integrantes de esa oligarquía, usualmente denominada “squi-
rearquía” (los squires formaban la gentry, conjunto de landed gentlemen
de estilo merry old England, o sea, “vieja y alegre Inglaterra”). También
en esto recordaba Inglaterra a la antigua Roma. Con todo, el hecho de que
a los ingleses les guste el campo más que la ciudad, como se puede ver
en las novelas de Jane Austen, no impide que el Reino Unido sea, desde
hace tiempo, el país del mundo con menos población activa dedicada a la
agricultura; incluso hoy, el visitante del Reino Unido percibe enseguida
que la ciudad mediterránea es una creación de otras latitudes. Tampoco
escapó a la perspicacia de Camba el aprecio inglés por el campo y por
el deporte, por contraste con el menosprecio español hacia ambas cosas,
en su época.14 Esto no quiere decir que no exista una tradición urbana
12
Ibidem, p. 38.
13 Jennings,
W. Ivor, El régimen político de la Gran Bretaña, Madrid, 1962, escrito
en 1954; publicado en alemán en 1958 como Das Britische Regierungssystem, Colonia,
y trad. del alemán al español en el año citado.
14 Camba, Julio, Londres, cit., pp. 49 y 50.
FUENTES DE LA CONSTITUCIÓN BRITÁNICA 15
Dickens escribía eso con ironía, pero algo había de cierto. Medio siglo
después, estando Julio Camba en Londres, vio un hombre-anuncio que
buscaba buenos ciudadanos para Memphis (Tennessee, Estados Unidos).
Ello le movió a escribir que, efectivamente, el inglés es buen ciudadano,
mientras que el español es buena persona, un hidalgo, “un hombre admi-
rable; pero no como ciudadano”.18 Quitando la exageración periodística,
la tradición española, como la de otros países culturalmente emparentados
con nosotros, era así: buenos hijos, padres o amigos, y malos ciudada-
nos. Hoy los españoles parecen haber mejorado algo como ciudadanos,
aunque sigan lejos de alcanzar esa rara mezcla de independencia, crítica
al gobierno, interés por lo público, y colaboración con el gobierno. Los
ingleses son, o eran, “cumplidores de la ley” (law abiding), a menos
que la juzguen injusta; si bien hoy en día su respeto hacia el derecho en
general parece haber disminuido. Camba los ridiculizaba, hablando de
un adolescente que soñaba con cumplir las leyes y costumbres, cuando
fuese adulto.19 Ello es inexacto porque no son legalistas, no son buenos
ciudadanos en el sentido de la exagerada caricatura de los alemanes que
es frecuente oír o leer: gente que ama recibir órdenes, incluso absurdas, y
que no cruzaría un semáforo rojo ni para apagar un incendio.
17 Dickens, Charles, Our Mutual Friend, 1865, cap. XI.
18 Camba, Julio, Londres, cit., pp. 126 y 127.
19 Ibidem, pp. 87 y 88.
FUENTES DE LA CONSTITUCIÓN BRITÁNICA 17
20 Miller, Alice D., The White Cliffs, cit. por Mikes, George, How To Be an Alien, cit.,
p. 6.
18 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
21 Mikes, George, ibidem, p. 16; pero nótese que los ingleses, que son en realidad una
mezcla, usan a menudo “raza” imprecisamente y sin sentido racial, por ejemplo, “la raza
humana”.
FUENTES DE LA CONSTITUCIÓN BRITÁNICA 19
aire cuando regresa en avión, como espera ver los acantilados blancos si
regresa en barco.
La allegiance (“lealtad”) vinculaba al inglés con sus señores naturales
y con su reina, no con el Estado, ni siquiera con la nación. El sentido de
amor y obligación casi religiosa se observa en muchos ejemplos. Antes,
cuando a los niños católicos se nos pedía algo desagradable, se nos decía
que lo hiciéramos por los niños chinos. A los ingleses, en cambio, niños
o mayores, se les decía: “Piensa en Inglaterra”. También es tradicional la
relación entre ser inglés y tener un alto estándard de moralidad; cuando
Trelawney, en La isla del tesoro, se entera de los perversos planes de los
piratas, sólo se le ocurre decir: “¡Y pensar que son todos ingleses!”. Otro
aspecto, de contornos difusos, pero en conjunto muy visible, es la especial
relación de los ingleses con Inglaterra: no la consideran como un mapa,
menos aun como un Estado, sino como una rara mezcla de un hogar fa-
miliar (home, “casa”), o un gran club, o bien como un ser merecedor del
máximo afecto y sacrificio, casi como una deidad panteísta. Exageran-
do, se diría que ser inglés consistiría, entonces, en esa participación del
hombre en la Dea Britannia, que parece flotar sobre el poema de Brooke.
I. Tradicionalismo e innovación. Inglaterra puede preciarse de combi-
nar ambos planteamientos sin el enfrentamiento de otros países. Lo tra-
dicional es para un inglés digno de atención por principio; algo que por
el mero hecho de haber soportado el paso del tiempo merece seguir con-
servándose. Traditional es a menudo un adjetivo laudatorio, de tal forma
que hasta los establecimientos comerciales compiten para mostrar anti-
güedad ininterumpida, aunque sea en la venta de té o salchichas. Pero esa
reverencia hacia lo tradicional nos les ha impedido dar entrada tambien a
las innovaciones, con un equilibrio bastante afortunado —aunque quizá
con un cierto predominio de lo conservador—. Refiriéndose al episcopa-
do anglicano en el turbulento siglo XVII, lord Falkland dijo una frase que
es mejor no traducir: “when it is not necessary to change, it is necessary
not to change”. Quizá pudiera decirse que la olgarquía gobernante ingle-
sa se ha pasado los siglos resistiéndose inteligentemente a los cambios,
y admitiéndolos luego, pero justo lo necesario para no tener que cambiar
demasiado. Pero no hay que olvidar, primero, que esa resistencia ha sido
inteligente, y, segundo, que existe una tradición radical inglesa, muy cla-
ra desde el siglo XVII. Al fin y al cabo, Inglaterra ha ido por delante de
Francia en muchas ocasiones, y sus cambios han sido no sólo más tem-
pranos, sino también más duraderos que los efectuados en otros países.
Capítulo segundo
I. Introducción
22 Rose, Richard, “Is the United Kingdom a State?”, en Rose y Madgwick (eds.),
Understanding the United Kingdom, Londres, 1982, pp. 100 y ss.
23 Passerin d’Entreves, Alessandro, La notion de l’Etat, París, 1969.
21
22 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
24 Dyson, Robert, The State Tradition in Western Europe, Oxford, 1980, pp. 36 y ss.,
y 186 y ss.; Rose, Richard, op. cit., pp. 100-110, 118 y ss.
25 Dahrendorf, Ralf, “The Politics of Economic Decline”, Political Studies, XXIX,
1981, p. 290.
¿ES EL REINO UNIDO UN ESTADO? 23
26 Cfr.
Rose, Richard, op. cit., p. 100.
27 Burke,
Edmund, A Vindication of Natural Society, or a View of the Miseries and
Evils Arising to Mankind from Every Species of Artificial Society. In a Letter to Lordby a
Late Noble Writer, 1756, pp. 42 y 43 (esta edición es la hecha por el profesor F. Pagano,
Indianápolis, 1982); se refiere a Maquiavelo, Discursos..., libro I, cap. 3.
¿ES EL REINO UNIDO UN ESTADO? 25
31 Poggi, Gianfranco, The Development of the Modern State, Londres, 1978, pp. 92
y 93, aunque se refiere más al monismo social que al territorial.
28 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
32 Dyson, Robert, The State Tradition in Western Europe, Oxford, 1980, pp. 51, 81
y ss.
33 Leibholz, Gerhard, Conceptos fundamentales de la política y de teoría de la Cons-
titución, Madrid, 1964, pp. 165-202.
30 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
y su incomodidad con los jueces libres y las otras fuentes son fáciles de
explicar. Es claro que en el Reino Unido ni siquiera hoy se dan aquellas
características. Curiosamente, tampoco se dan en muchos países estatis-
tas, ni siquiera en Francia, así que uno se pregunta qué hado nos lleva a
vivir de verdades oficiales incumplidas. Así, los jueces británicos admi-
ten como precedentes no vinculantes, pero “persuasivos”, las sentencias
norteamericanas y de países de la Commonwealth, así como de tribunales
inferiores.34 En la realidad, también en España se tienen en cuenta ciertas
fuentes del derecho teóricamente no admitidas, como las opiniones de
profesores influyentes y la jurisprudencia de los países prestigiados aquí;
por ejemplo, la sentencia del Tribunal Supremo español de 25-IV-1989
(ponente: profesor González Navarro) se apoya expresamente en la sen-
tencia norteamericana Trop vs. Duller: en definitiva, una muestra más de
que el constitucionalismo legalista y estatista no supone una diferencia
tan grande como dicen nuestros tratados y manuales. Debido tanto al in-
evitable papel del juez como a la poca seriedad con que aquí se vive el
legalismo oficial, resulta que nuestras comunidades políticas y nuestros
ordenamientos jurídicos se parecen a los de common law más de lo que
dicen las declaraciones formales, pero al no reconocerlo ni obtenemos
del estatismo lo mejor que tiene ni nos beneficiamos de lo que el common
law nos pudiera aportar.
Una importante faceta jurídica y política del estatismo, la cual sí pare-
ce existir en el Reino Unido, es la soberanía política y legislativa, que allí
se atribuye al Parlamento y es el único dogma del derecho constitucional
británico. Siendo la soberanía algo así como el alma del Estado (supo-
niendo que tal cosa exista), su presencia supone, en principio, un serio
contrapeso a la anterior argumentación. Pero, como ya hemos dicho, no
es Inglaterra el país para tomarse en serio las teorías. La soberanía nunca
se ha entendido en sentido fuerte, como absoluta, ilimitada, sino que sus
titulares han creído que debían ejercer moderadamente ese poder supre-
mo, el cual, por otra parte, a partir de la ejecución de Carlos I, tampoco se
ha mostrado tan ilimitado. En lo político, el Parlamento no ha sido mucho
más soberano que el de cualquier otra constitución que, aunque atribuye-
se la soberanía al pueblo, careciera de control de constitucionalidad de las
leyes (como el Parlamento francés en la Tercera República, por ejemplo).
Y la soberanía de hoy, suponiendo que exista, corresponde realmente al
LA DIMENSIÓN HISTÓRICA
DE LA CONSTITUCIÓN BRITÁNICA
• Fase medieval.
• Época Tudor, que coincide aproximadamente con el siglo XVI (de
1485 a 1603).
• Época Estuardo, de 1603 a 1688 (aunque, en puridad, después de la
Revolución Gloriosa de 1688 continuaron reinando monarcas Es-
tuardo hasta 1714, fecha de la llegada al trono del primer Hannover,
Jorge I).
• Fase de 1689 a 1832.
• Periodo clásico, de 1832 a la década de 1960.
• Momento actual, de ahí en adelante.
35
36 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
I. Fase medieval
Desde nuestro actual punto de vista, esta fase no fue tan interesante
como otras. Para orientar al lector hispano, podríamos, quizá, comparar
la monarquía Tudor con los reyes Católicos, y los primeros Austrias en
España: reyes enérgicos que estaban construyendo una monarquía nacio-
nal fuerte y reinaron en momentos de expansión. Como en España, tam-
bién en Inglaterra empezó pronto la construcción de lo que con el tiempo
podría llegar a ser, más o menos, un Estado, para luego no continuar. La
reforma anglicana y la Act of Supremacy fueron parte de un proceso de
acumulación de poder que culminaría en la soberanía o supremacía del
Parlamento con la Corona; la figura clave fue Thomas Cromwell.
Se podría discutir si los Tudor, los reyes Católicos y los Austrias eran
realmente estatistas —desde luego que en sentido decimonónico no lo
eran—, pero ésa es materia en la que no podemos detenernos ahora, entre
otras razones porque el nacimiento del Estado no fue un fenómeno claro
ni igual en todas partes. Aquí queremos aludir a los reforzamientos del
poder monárquico que se registraron en ambos países en esas épocas,
y que en Inglaterra, antes que en ningún otro reino, se habían dado ya
bajo Enrique II Plantagenet. Que esos tempranos rasgos de centralismo
y territorialismo formaran parte de un proceso coherente de construcción
estatal y que acabaran o no cuajando en un auténtico Estado, como el
francés del siglo XIX, es otra cuestión, sobre la que nos pronunciamos en
el capítulo correspondiente.
Por lo que se refiere a los textos constitucionales, pocos son los que
proceden de esta época. Mencionaremos las dos Laws in Wales Acts de
1535 y 1542, que ordenaban la plena incorporación jurídica de ese prin-
cipado a Inglaterra, pues, a diferencia de Escocia, Gales no pactó en pie
de igualdad.
En cuanto a las instituciones políticas, hay que mencionar los orí-
genes del Consejo Privado del rey y los avatares experimentados por
40 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
36 Smith, Thomas, De Republica Anglorum, 1589, cit. en Peaslee, III, 290; nótese que
el autor no era un campeón de las libertades del Parlamento, sino un ministro de la reina
Isabel.
DIMENSIÓN HISTÓRICA DE LA CONSTITUCIÓN BRITÁNICA 41
Considerando que por la Gran Carta [se refiere a la de las libertades de In-
glaterra y del bosque, de 1297] muchas veces confirmada en el Parlamento
está legislado que ningún hombre libre será detenido ni encarcelado ni des-
tituído de su posición libre ni de sus libertades ni libres costumbres ni será
proscrito ni desterrado ni de ninguna otra forma destruído y que el Rey no
lo juzgará ni lo condenará sino por el legítimo juicio de sus iguales o por el
derecho del país... (preámbulo, en Peaslee, III, 308).
Y considerando que
39 Sobre la importancia del té, cfr. Camba, “Superioridad dramática del té respecto al
chocolate”, Aventuras de una peseta, cit., pp. 67 y 68.
DIMENSIÓN HISTÓRICA DE LA CONSTITUCIÓN BRITÁNICA 49
belión, la obediencia ciega o lo que sir Isaiah Berlin llama “la retirada a
la ciudadela interior”. Sin ella no puede hablarse con propiedad de acti-
vidad política. Por las mismas razones, se produjo la consolidación de los
primeros partidos políticos, Whig y Tory, destinados a turnarse pacífica-
mente en el gobierno.
Ocupémonos ahora de los documentos constitucionales. Hubo pocos
dignos de mención, porque mucho de la evolución política mencionada
se produjo por costumbres y convenciones. El primer texto importante
fue el Act of Settlement de 1700, que trata de lo que su nombre indica:
el establecimiento de la dinastía Hannover. Pero su denominación origi-
naria no era esa, sino An Act for the further Limitation of the Crown and
better securing the Rights and Liberties of the Subject, y su interés viene
precisamente de ahí y de que es el primer texto que ordena la inamovi-
lidad de los jueces quamdiu se bene gesserint, o sea, “mientras se com-
porten bien” (secc. 3,7, según la versión de Dareste, 538; luego repetido
en el artículo III, 1 de la Constitución norteamericana). Hasta entonces,
como hemos visto, sólo se había proclamado la independencia y la uni-
dad de jurisdicción. En cuanto a derechos y libertades y su fundamenta-
ción, esta ley dice:
Son confirmados el derecho y las leyes [el original dice laws and statutes]
del reino. Y... las laws de Inglaterra son el derecho de nacimiento de las
gentes de allí y todos los reyes y reinas que asciendan al trono de este reino
deberán administrar el gobierno del mismo de acuerdo con las dichas leyes
y todos sus servidores y ministros deberán servirles... de acuerdo con las
mismas (secc. 4; en Peaslee, III, 319).
Esta ley fue seguida por la Union with Scotland Amendment Act de
1707. Pero sobre estos temas volveremos al tratar la dimensión territorial
de la Constitución británica.
las rígidas, o más, según con cuál Constitución rígida hagamos la com-
paración. Para muchos autores, los tres principios constitucionales más
importantes son la soberanía del Parlamento, el imperio del derecho y la
separación de poderes.
Nosotros pensamos que el trasfondo y los criterios que han servido
para interpretar las cosas en un sentido, y no en otro, han sido, entre
otros, los siguientes. Primero, ciertos conocidos rasgos del carácter in-
glés, como el realismo, el temperamento conservador y reformista, la
moderación, el gusto por el empirismo como forma de resolver los pro-
blemas y la facilidad para el compromiso. Segundo, el common law con
sus principios procedentes del universo jurídico-privado: igualdad ante el
derecho, unidad de jurisdicción (relativa, como veremos en el capítulo de
la judicatura), y justicia natural. El common law, con su mentalidad es-
pecífica, ha sido el trasfondo y filtro aplicado a lo largo de los siglos por
el Parlamento y, sobre todo, por los jueces. Lo que repugnaba al common
law no llegaba a integrarse en el sistema, como ocurrió con las pretensio-
nes absolutistas de los Estuardo. Es, repetimos, como si la Constitución,
aun siendo flexible, en ciertos aspectos fundamentales mostrara también
una cierta rigidez.
Pero, al fin y al cabo, los que vivimos bajo Constituciones escritas y
rígidas, ¿qué enseñanzas podemos inferir de la historia de la Constitu-
ción inglesa? No tantas como de otros de sus aspectos, ciertamente, pero
alguna sí, pues por poco que dure un documento constitucional, aunque
sea rígido, siempre estará expuesto a la interpretación que de él hagan
los jueces y legisladores. El ejemplo clásico es el norteamericano, pero
mutatis mutandis el fenómeno puede observarse también en una Consti-
tución joven, como, por ejemplo, la española: hoy no sería realista decir
que está igual que cuando fue aprobada, en 1978. Así que una Constitu-
ción, sobre todo si es flexible, pero también aunque sea rígida, necesita
un espíritu, unas líneas maestras o un sentido que desempeñe la función
que desempeñó el espíritu del derecho inglés. Esto no es imposible: en
el pasado, a pesar del legalismo oficial, el derecho no constitucional es-
pañol ha funcionado, durante muchos decenios, no sólo con leyes sino
también con principios generales más o menos vagos que informaban y
daban unidad al conjunto, aunque las Constituciones o las leyes no los
proclamaran expresamente, y los jueces los tenían en cuenta. La compa-
ración no es del todo exacta porque el common law fue pronto traducido
a fórmulas, pero no parece impropia en lo esencial. En todo caso, ello
62 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
43
Bagehot, Walter, The English Constitution, 1867. Las ediciones utilizadas son las
I. Introducción
1. Miembros independientes
45 Yardley,
David, Introduction to British Constitutional Law, 7a. ed., Londres, 1990,
p. 167; como se ve, una definición que no define mucho, pero es que lo definido no per-
mite muchas más precisiones.
EL RÉGIMEN POLÍTICO BRITÁNICO 65
venir cada vez menos, como así fue. De esta manera, esa ley, con suce-
sivas transformaciones, llegó a ser la Constitución del Canadá. Bajo ella
nació un Parlamento elegido por los canadienses a imagen de Westmins-
ter y parcialmente independiente del mismo, del cual a su vez procedía
un ejecutivo responsable ante él, no delegado de Londres; o sea, en de-
finitiva, un parlamentarismo canadiense con entidad propia. La organi-
zación judicial también era del país, pero tenía su cúspide en el Consejo
Privado de la Reina, en Londres.
En 1931 fueron equiparados al Canadá Australia, Nueva Zelanda y
otros países. Si bien legalmente no eran otra cosa que colonias auto-
gobernadas, cada día eran más independientes en la práctica, y aunque
Londres continuase reteniendo la última palabra, nadie pensaba que el
Gabinete o el Parlamento británicos fueran a intervenir en asuntos inter-
nos de esas naciones. El Westminster Statute les reconoció independencia
legislativa tanto para asuntos internos como externos. Como son monar-
quías, aunque algunas sean federales, su actual soberano es Isabel, “Rei-
na del Canadá (por ejemplo) y de sus demás Reinos y Territorios, Cabeza
de la Commonwealth”, que está representada por una especie de virrey
llamado “gobernador general”, normalmente natural del país, que no hay
que confundir con un delegado del gobierno de Londres. La reina tiene
un palacio en el Canadá con sus soldados y cambios de guardia. El cese
de la competencia de Westminster sobre esas antiguas colonias no hizo
cesar la allegiance o relación de lealtad a la Corona, que continúa viva
hoy. Quedó también como un residuo la jurisdicción del Consejo Privado
de la reina como última instancia de apelación, pero la mayor parte de
los países han ido aboliéndola: existe aún en unos quince miembros de la
Commonwealth independientes, entre ellos Singapur y Jamaica. En 1982
el Canadá alcanzó la plena independencia legal aunque sin detrimento de
sus vínculos con el monarca ni de su pertenencia a la Commonwealth;
de hecho, las banderas de cuatro de las diez provincias canadienses re-
producen la Union Jack o parte de ella, como también las de Australia y
Nueva Zelanda; más o menos como si algunos Estados mexicanos o pro-
vincias argentinas hubieran conservado en sus banderas algún recuerdo
de la española.
Dice Yardley que los miembros plenos e independientes de la Com-
monwealth forman algo así como un club cuyos socios son absolutamen-
te iguales en estatus, lo que significa que la Gran Bretaña ha perdido
su antigua posición. El club cuenta ahora con unos cincuenta miembros
66 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
—— Antigua y Barbuda
—— Australia
—— Islas Bahamas
—— Bangladesh
—— Barbados
—— Belice
—— Botswana
—— Brunei
—— Canadá
—— Chipre
—— Dominica
—— Gambia
—— Ghana
—— Granada
—— Guayana
—— India
—— Jamaica
EL RÉGIMEN POLÍTICO BRITÁNICO 69
—— Kenia
—— Kiribati
—— Lesotho
—— Malasia
—— Malawi
—— Islas Maldivas
—— Malta
—— Mauricio
—— Namibia
—— Nauru
—— Nigeria
—— Nueva Zelanda
—— Pakistán
—— Papúa Nueva Guinea
—— Reino Unido
—— Islas Salomón
—— Samoa Occidental
—— San Cristobal y Nevis
—— Santa Lucía
—— San Vicente y Granadinas
—— Islas Seychelles
—— Sierra Leona
—— Singapur
—— Sri Lanka
—— Suazilandia
—— Tanzania
—— Tonga
—— Trinidad y Tobago
—— Tuvalu
—— Uganda
—— Islas Vanuatu
—— Zambia
—— Zimbabwe
70 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
—— Antigua y Barbuda
—— Australia
—— Islas Bahamas
—— Barbados
—— Belice
—— Canadá
—— Granada
—— Jamaica
—— Mauricio
—— Nueva Zelanda
—— Papúa Nueva Guinea
—— Reino Unido
—— Islas Salomón
—— San Cristobal y Nevis
—— Santa Lucía
—— San Vicente y Granadinas
—— Tuvalu.
—— Bangladesh
—— Botswana
—— Chipre
—— Dominica
—— Gambia
—— Ghana
—— Guayana
—— India
EL RÉGIMEN POLÍTICO BRITÁNICO 71
—— Kenia
—— Kiribati
—— Malawi
—— Maldivas
—— Malta
—— Namibia
—— Nauru
—— Nigeria
—— Pakistán
—— Seychelles
—— Sierra Leona
—— Singapur
—— Sri Lanka
—— Tanzania
—— Trinidad y Tobago
—— Uganda
—— Vanuatu
—— Zambia
—— Zimbabwe.
—— Antigua y Barbuda
—— Islas Bahamas
—— Barbados
—— Belice
—— Brunei
—— Dominica
—— Gambia
—— Kiribati
72 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
—— Isla de Man
—— Islas del Canal
—— Jamaica
—— Mauricio
—— Nueva Zelanda
—— San Cristobal y Nevis
—— San Vicente y Granadinas
—— Santa Lucía
—— Singapur
—— Trinidad y Tobago
—— Tuvalu.
48 Cfr.Elazar, Daniel (ed.), The Federal Polity, New Brunswick, N. J., 1974, pp.
240-242.
49 Ibidem, p. 241.
76 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
A. Escocia
52 Midwinter, Arthur et al., Politics and Public Policy in Scotland, Londres, 1991, pp.
3 y ss., y 203-211.
EL RÉGIMEN POLÍTICO BRITÁNICO 79
Lord Cooper señalaba también otro problema, al que no vio una so-
lución estrictamente legal en el presente derecho constitucional inglés:
aunque se admitiera que dicho Tratado de Unión es “ley fundamental”
inviolable por las ulteriores leyes, ¿qué órgano impediría al Parlamento
legislar contra el Tratado, si el Reino Unido carece de un tribunal como
los supremos de las federaciones? Volvemos al problema del uso que
Westminster ha hecho de su omnipotencia.
Otra sentencia interesante es la mencionada English vs. Donnelly &
Anor de 1958, en la cual la Court of Session de Edimburgo resuelve un
conflicto de leyes entre una escocesa y otra inglesa, ambas modernas y
EL RÉGIMEN POLÍTICO BRITÁNICO 81
54 Kellas, James, “The Scottish and Welsh Offices as Territorial Managers”, Regional
Politics and Policy, 1, 1991, pp. 98-100.
82 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
2. El país de Gales
El tenor literal de esta ley habla por sí mismo. Más adelante se decreta
la supresión del derecho galés: “... Las leyes ordenanzas y estatutos de
este reino de Inglaterra, por siempre, y ningunas otras leyes ordenanzas
ni estatutos... serán tenidas usadas practicadas y ejecutadas en el dicho
país o dominio de Gales...”.
La uniformidad jurídica quedaba también reflejada en lo siguiente:
... y que todas y cada una de las personas nacidas y por nacer en el dicho
principado, país o dominio de Gales, tendrán disfrutarán y heredarán todas
y cada una de las libertades derechos privilegios y leyes dentro de este
reino, y los otros dominios del Rey, como los otros súbditos del Rey natu-
ralmente nacidos dentro del mismo tienen disfrutan y heredan.
dados del norte, de los nueve que formaban la antigua provincia irlande-
sa denominada “Ulster”, decidieron quedar vinculados al Reino Unido
formando la provincia de Irlanda del Norte, y el resto prefirió formar el
Irish Free State, que más tarde terminó convirtiéndose en república, rom-
piendo todos los vínculos con el Reino Unido, e incluso abandonando
la Commonwealth. Una advertencia sobre los nombres: por la razón que
hemos señalado, es más correcto decir “Irlanda del Norte” que “Ulster”,
porque lo segundo es una denominación geográfica que designa una am-
plia zona del norte de la isla, que no coincide con la provincia y que ha
quedado, en parte, fuera del Reino Unido.
El problema de Irlanda del Norte viene de lejos, es en gran parte reli-
gioso y se originó con los asentamientos de colonias inglesas y escocesas
mayoritariamente protestantes, y con la discriminación a que fueron so-
metidos los nativos católicos desde el siglo XVII, teniendo que trabajar
las tierras en onerosos arriendos y subarriendos para poder subsistir, ya
que Irlanda era, y es, más pobre que la Gran Bretaña. El Ulster, por otra
parte, siempre ha sido algo diferente del resto de Irlanda.
Desde 1921 existe en Irlanda del Norte un Parlamento propio (en la
actualidad suspendido en sus funciones), llamado Stormont por el edifi-
cio donde se reunía, el cual, en 1922, para mantener la allegiance con la
Corona y la pertenencia al Reino Unido, proclamó su independencia del
Parlamento del Estado Libre de Irlanda. Londres le confirió amplias fa-
cultades en materias de su interés, dejándole incluso algunos impuestos a
su discreción, aunque el control económico final siguió en Westminster.
Es un Parlamento bicameral, pero pequeño en número, con cincuenta y
dos comunes y veintiséis senadores. La Corona está representada por un
gobernador, que ejerce su cargo durante seis años. El esquema se com-
pletaba con un gobierno norirlandés autónomo dirigido por un primer mi-
nistro y responsable ante el Parlamento de la provincia. El Poder Judicial
culminaba en una corte suprema de justicia, reservándose para ciertos ca-
sos la apelación a la Cámara de los Lores como última instancia. Irlanda
del Norte disponía también de su propio cuerpo de policía y de una fuerza
de reserva. Como se ve, el planteamiento recordaba al que se había pues-
to en práctica, con éxito, en Australia, Canadá y Nueva Zelanda.
Durante varias décadas, Londres se comportó como solía hacer en es-
tos casos: dejándoles en paz mientras no le creasen problemas. Pero la
situación de los católicos era injusta. De 1922 a 1972 gobernaron los
intransigentes unionistas sin interrupción. Las cosas se deterioraron en
EL RÉGIMEN POLÍTICO BRITÁNICO 87
Vamos a hacer una referencia breve a la isla de Man y a las islas del
Canal, aunque son todas ellas pequeñas, para completar el heterogéneo
panorama territorial.
La primera, Man, es una dependencia de la Corona, que no forma parte
del Reino Unido y que tiene su derecho propio, en gran parte histórico,
que no tiene que ver con el common law. La potestad legislativa reside en
el Parlamento de la isla, pero la legislación de Westminster se aplica allí
cuando las leyes lo dicen expresamente o se deduce así. El Parlamento
de Man se llama The Court of Tynwald, y, según los isleños, es el más
antiguo del mundo; todos los años se celebra la apertura con gran pom-
pa y ceremonia. Aunque es muy pequeño, tiene dos cámaras, el Consejo
Legislativo y la Casa de las Llaves (House of Keys). Man tiene también
su ejecutivo, más un representante de la Corona llamado teniente-gober-
nador y un sistema judicial propio del cual se puede recurrir, en última
instancia, al Consejo Privado de Londres, no a los Lores, porque Man no
forma parte del Reino Unido, sino de la Commonwealth. Por razones ob-
vias, la influencia de Inglaterra es grande, pero Man no ha ingresado en
las comunidades europeas.
Las más importantes de las islas del Canal, otra curiosidad histórica
no menos interesante, son Jersey y Guernsey; también permanecen fuera
de las comunidades europeas —para casi todos los efectos—, también
56 Birrell, Derek, “The Westminster Parliament and Northern Ireland Business”, Par-
liamentary Affaire, 43, 1990, p. 435.
EL RÉGIMEN POLÍTICO BRITÁNICO 89
D. El autogobierno local
58 Cfr. Kellas, op. cit., pp. 430-434; Midwinter et al., op. cit., pp. 212 y ss.
59 Kellas, op. cit., pp. 434 y 435; Midwinter, op. cit., pp. 213 y 215.
EL RÉGIMEN POLÍTICO BRITÁNICO 93
EL PARLAMENTO Y SU SOBERANÍA
I. Introducción
95
96 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
Los Tudor no dictaban leyes por simple proclamación real, aunque pu-
dieran hacerlo en virtud del Act of Proclamations, porque esa medida
tenía escasa popularidad: como los parlamentos les fueron dóciles, apro-
bando y revocando cambiantes leyes eclésiasticas a voluntad del monar-
ca, no prescindieron de ellos. En cambio, frente a los Estuardo, reyes
medio extranjeros, el Parlamento no se iba a mostrar dócil.
De esta época procede también el predominio de los Comunes sobre
los Lores.
la causa del rey. Hasta los atuendos enfrentaban a los dos bandos: los
“cabezas redondas” con el pelo corto y vestiduras muy sobrias que les
daban un aspecto como monástico, por un lado, y los “caballeros”, por el
otro, con pelucas de rizos y ropas vistosas como las del conde duque de
Olivares en el cuadro de Velázquez.
Antes de 1642, año de la ruptura de las hostilidades, el Parlamento ob-
tuvo varias conquistas formales: aprobación de la Petition of Rights, sus-
pensión de la facultad del rey de dictar leyes por sí solo por vía de procla-
mation, abolición del tribunal especial llamado “de la Cámara Estrellada”
(por el lugar en que se reunían), reconocimiento del Habeas Corpus por
una ley de 1640, y exigencia de responsabilidad a un alto servidor real,
Thomas Wentworth, conde de Strafford. Strafford no era un mal hombre,
pero acabó acusado y condenado por el Parlamento, y entregó su cabeza al
verdugo para pagar por lo que en realidad era responsabilidad de Carlos I.
De esta manera comenzó la responsabilidad de los ministros ante el Par-
lamento: como “el Rey no puede hacer nada malo”, son sus servidores
los que deberán hacer frente a las acusaciones parlamentarias.
Este monarca llevaba doce años gobernando sin el Parlamento cuando
en 1640, por falta de dinero para hacer frente a los conflictos de Escocia
e Irlanda, tuvo que convocar uno, que fue tumultuoso y duró sólo dos me-
ses, llamándose “Parlamento Corto”. Una amplia petición popular obligó
a Carlos I a convocar nuevas elecciones en el mismo año, de las que salió
el famoso “Parlamento Largo”, un Parlamento de squires honrados y pu-
ritanos, imposible de manejar por el rey y sus amigos, que se convirtió en
centro de la resistencia frente al monarca.
Tras la guerra, el rey fue decapitado, en parte por sus propias duplici-
dades, y murió con dignidad. El Parlamento quedó fortalecido y conver-
tido en la institución constitucional más importante. Para el Legislativo,
las cosas pudieron haber sido de otra forma con la política de Oliverio
Cromwell, antiguo líder parlamentario, jefe del ejército de los Ironsides,
y que ahora, siendo lord protector de Inglaterra, disolvió el Parlamento.
Pero Cromwell murió. Su hijo gobernó poco tiempo. La monarquía Es-
tuardo fue restaurada en 1660, y el Parlamento recuperó su protagonis-
mo, que ya no había de perder.
EL PARLAMENTO Y SU SOBERANÍA 99
3. Fase de consolidación
puede gobernar sin la confianza del Parlamento. Más tarde, en 1783, lord
North, que era el primer ministro, tory, tiene que presentar su dimisión a
Jorge III por haber perdido la mayoría en el Parlamento.
Tras los dos primeros Jorges, ausentes e inefectivos, reinó Jorge III
desde 1760 hasta 1820. Este rey ya no se consideraba alemán en absoluto.
Amaba su país, la Gran Bretaña, y quiso gobernarlo, lo cual implicaba re-
cuperar poder del Parlamento. La cosa podría haber terminado mal, pero
la casualidad acudió otra vez en favor de Inglaterra, en forma de enferme-
dad mental de Jorge III, de manera que el Parlamento y el primer ministro
—que en este caso era, además, Pitt el Joven— terminaron esta etapa re-
afirmados. Aún no era un Parlamento moderno, sino más bien una peque-
ña oligarquía de nobles y squires territoriales procedentes de unas pocas
familias, que compraban los votos y se consideraban como propietarios
de las circunscripciones electorales; algo similar al posterior caciquismo
español. Los partidos tampoco eran mucho más que grupos de amigos,
carentes de maquinaria. No desplegaban mucha actividad; quienes go-
bernaban no eran realmente los partidos, sino los sucesivos gabinetes.
Pero al final de este periodo vuelve a quedar claro que el Parlamento está
sobre el rey, que éste nunca podría gobernar sin el Parlamento, que el mi-
nisterio responde ante las cámaras y necesita la confianza de ellas, como
le había ocurrido a lord North y, en fin, que en el seno del Parlamento hay
dos partidos que coexisten y forman el gobierno y la oposición. Con todo,
tanto los whigs como los tories continuaron siendo pequeños grupos des-
organizados hasta mediados del siglo XIX.
El sufragio se hizo por fin universal, primero para los varones y des-
pués para las mujeres. En 1948 fueron abolidos los últimos restos de re-
presentación corporativa, las viejas universidades. Un partido de masas,
el laborista, hizo acto de presencia en Westminster; los liberales pasaron
a un modesto tercer lugar. Las dos guerras mundiales causaron un im-
pacto obvio en el Parlamento, pues el papel del Ejecutivo creció mu-
cho. Después de 1945 aumentó el número de delegaciones legislativas de
Westminster a favor del gobierno.
1376 El Parlamento de este año fue muy bueno: criticó a los servidores
del rey y usó el impeachment como procedimiento acusatorio, por el
cual los Comunes presentaban acusaciones ante los Lores.
1377 Elección del primer speaker de los Comunes: Thomas Hungerford.
1401 Los Comunes proclamaron su derecho a no dar dinero al rey antes de
que se remediaran sus quejas; de donde vino el principio parlamen-
tario grievances precede supplies.
1407 Enrique IV reconoció que los impuestos debían proceder de los Co-
munes.
1414 Enrique V admitió que “nothing be enacted to the Petition of the
Commons contrary to their asking” (que no se legislase nada, a peti-
ción de los Comunes, contrario a sus deseos). Plena igualdad de Lo-
res y Comunes en materia de legislación; aunque en aquella época
se legislaba muy poco.
1415 Nombramiento del primer serjeant at Arms (“sargento de Armas”).
Se trata de un oficial de la Cámara de los Comunes, que todavía
existe hoy; es el portador de la famosa Maza que simboliza la auto-
ridad de la Cámara, y que se pone siempre sobre la mesa delante del
speaker, cuando éste está presidiendo las sesiones. Aquél se llamaba
Nicholas Maudit.
1515 Una ley del Parlamento trasladó al speaker la potestad, hasta en-
tonces atribuida a la Corona, de dar permiso a los diputados para
ausentarse.
1523 Primera petición conocida de libertad de expresión dentro de la Cá-
mara, hecha por un speaker al rey, siendo speaker sir Tomás Moro,
y rey, Enrique VIII.
1543, 1571, 1576, Ferrers’s Case. En 1543 los Comunes liberaron a uno
ellos, George Ferrers, enviando al sargento de Armas con la Maza,
argumentando que ésta era autoridad suficiente para ello. En 1571,
Strickland (un diputado) fue detenido por orden de la reina, pero los
Comunes alegaron que ello rompía el privilegio parlamentario y fue
pronto liberado (Strickland’s Case). En 1576 volvió a ser enviado el
sargento de Armas para liberar a Edward Smalleye “con la autoridad
de la Maza” (“by Warrant of the Mace”).
1547 Comenzó el Commons Journal.
1586, 1604 En 1584 comenzó la costumbre de nombrar comisiones per-
manentes al principio de cada legislatura para resolver las elecciones
108 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
Es común decir que el Parlamento puede hacer todo lo que desee, que es
supremo. Legalmente esto es verdad, y es quizá la regla más fundamental
del derecho constitucional británico. La única limitación no es de tipo ju-
rídico sino de oportunidad política. Con todo, la supremacía parlamentaria
sólo se refiere a los actos legislativos del Parlamento... En este sentido el
Parlamento es el órgano soberano en el pais.
del caso inglés nos lo dificultan porque, primero, los ingleses no tenían
Estado; segundo, las abstraciones les marean, y, tercero, el poder absolu-
to les produce una repugnancia instintiva. Recordemos el famoso dicho
de lord Acton: “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe
absolutamente”.72
Pero para nosotros y desde el punto de vista del derecho constitucio-
nal, ¿tiene la soberanía parlamentaria algún significado digno de men-
ción? ¿Supone alguna diferencia real respecto de los restantes parlamen-
tos que, como el español, no son formalmente soberanos? La respuesta
es sí, la soberanía del Parlamento inglés tiene varias consecuencias jurí-
dico-constitucionales dignas de mención.
En primer lugar, implica que la Constitución, teóricamente, no vincula
al Parlamento. Ningún órgano sobre la Tierra puede dictar leyes que le
vinculen. Toda ley dictada por el Parlamento puede después ser enmen-
dada o abolida por el mismo, que es la institución competente para ha-
cerlo. Un ejemplo que se pone muchas veces es la Irish Free State Act de
1922, al declarar independiente a una parte de Irlanda (la que hoy es Re-
pública de Irlanda), derogó la Union with Ireland Act de 1800, que había
establecido la unión de los dos países para siempre.
En segundo lugar, no hay distintos rangos de leyes ni por la materia ni
porque se exijan unas especiales mayorías parlamentarias para hacerlas o
derogarlas. Como se sabe, en España, Italia y otros países continentales
no sólo existe una diferencia entre las Constituciones respectivas y las
leyes ordinarias (o sea, la “rigidez constitucional”), sino que existe, ade-
más, una categoría de leyes llamadas “orgánicas” o “constitucionales”,
que están bajo la constitución, pero sobre la ley ordinaria.
Tercero, como vemos, la soberanía del Parlamento es la otra cara de la
flexibilidad constitucional. La rigidez no es posible ni siquiera para las
partes más importantes de la Constitución, así, no existe en Inglaterra una
declaración de derechos inmodificable por Westminster.
En cuarto lugar, la soberanía del Legislativo implica que no cabe con-
trol de constitucionalidad de las leyes ni existe un tribunal constitucional
ni el más alto de los ordinarios ejerce una revisión judicial como la que
hace el tribunal supremo norteamericano. En la práctica, los controles,
que no pueden faltar por completo, como es natural, son ejercidos por
el propio Legislativo, por el electorado y, como veremos, por los jueces.
1. El bicameralismo
119
120 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
79 Morgan, Janet, “The House of Lords in the 1980s”, The Parliamentarian, 62, 1,
1981, p. 18, cit. por Norton, op. cit., p. 283.
CÓMO ES Y QUÉ HACE EL PARLAMENTO 121
y uno del SDP.82 La propia Mrs. Thatcher, con ser tan autoritaria, ha per-
dido votaciones muchas veces, lo que en España sería increíble en un
gobierno con una amplia mayoría. Por ejemplo, en 1988, cuando Mrs.
Thatcher disponía de una mayoría de 102 escaños, tuvo que hacer frente
a una propuesta, procedente de sus propias filas, para reformar las con-
trovertidas Official Secrets Acts de 1911 y 1920: el gobierno se empleó
a fondo para imponer la disciplina y, aun así, sólo consiguió una pírrica
victoria por treinta y siete votos de diferencia.83 En Westminster, ade-
más de rebeliones, sigue habiendo, de cuando en cuando, libertad para
votar en conciencia en asuntos delicados o que tienen escasa dimensión
política, y hay ocasiones en que la disciplina de voto es levantada ofi-
cialmente y los whips no actúan. En una ocasión así, hace unos años,
Thatcher perdió una votación para reintroducir la pena de muerte en
casos de terrorismo.
El sistema electoral, con sus circunscripciones muy pequeñas (com-
paradas con las españolas) en las que se elige a un solo candidato con
sus nombres y apellidos, es favorable a la independencia del diputado y
el contacto con su electorado; no obstante, la lealtad de partido es bien
considerada, tanto por los diputados como por la gente de la calle. En sí
mismas, estas tendencias parecen buenas para la democracia parlamenta-
ria, porque conducen a una situación en la cual los gobiernos con mayoría
no pueden imponerla mecánicamente en todos los casos. Ahora bien, al
producir gobiernos de mayoría, el mismo sistema electoral refuerza el sis-
tema bipartidista existente.
Pero volvamos al edificio del Parlamento. Los diputados se sientan, se-
gún el partido al que pertenezcan, a derecha e izquierda del speaker, en dos
grupos de asientos puestos en fila y formando rectángulos enfrentados.
Como queda dicho, en ambos casos los bancos de delante son para los
líderes y los de atrás para los backbenchers. Tanto las filas de un lado
como las del otro están atravesadas por un pasillo (the gangway) que di-
vide ambas huestes en dos; cuando un diputado quiere mostrar discrepan-
cia respecto de sus jefes de fila, se aleja, trasladándose a un asiento más
allá del pasillo (he moves beyond the gangway). Esta disposición de los
escaños favorece el estilo adversary, de confrontación dialéctica entre
dos bandos claros, estilo que gusta a los ingleses y que no se da sólo en
las reuniones del pleno, sino también en las de las comisiones.
A. Introducción
B. El speaker
C. La oposición
a. Función representativa
b. Función legislativa
leyes especiales, como a veces ocurre, Westminster las hará para ella, o
adaptará las generales; pero aquel reino, aunque tiene su derecho, antiguo
y moderno, carece de un órgano legislativo propio. Los jueces aplican las
leyes del Parlamento y, al aplicarlas, las interpretan, con la consiguiente
capacidad de creación de derecho, pero el legislativo podría abolir esa
interpretación judicial mediante una nueva ley, como podría también, si
lo deseara, reformar por completo toda la organización judicial británi-
ca. Pero monopolizar la producción de leyes no es monopolizar la pro-
ducción jurídica, que en el Reino Unido no corresponde en exclusiva al
Parlamento ni a nadie, como veíamos al tratar del derecho y sus fuentes,
en el capítulo primero. Y todo ese derecho no legislativo continúa siendo
importante en Gran Bretaña.
Desde un punto de vista histórico, recordaremos que, en sentido moder-
no, el Parlamento no legisló hasta la época de los Tudor, con motivo de la
reforma anglicana; incluso, después legisló poco hasta el segundo tercio
del siglo pasado, de forma que, en general, se seguía considerando que
el derecho era lo que decían los jueces, siendo las leyes más bien ex-
cepcionales. De esta manera, el common law y la equidad llegaron hasta
bien entrado el siglo XIX con buena salud. Hacia la época de la primera
reforma parlamentaria (1832), por influencia de las teorías de Bentham
(1748-1832), quien tenía mentalidad de codificador continental, West-
minster comenzó a legislar más, y más sistemáticamente, aunque toda-
vía lejos de lo que ahora es normal en cualquier asamblea legislativa. 101
Hoy Westminster hace de 50 a 70 leyes anuales;102 una cifra un poco
inferior a la de otros parlamentos, que rondan el centenar.
Unas palabras acerca de las leyes inglesas: los proyectos de ley se lla-
man bills y se dividen en public bills, que son la mayoría, y private bills,
que son los que se refieren a una persona, grupo o zona determinada, más
los intermedios, hybrid bills.
La iniciativa legislativa corresponde al propio Parlamento y al gobier-
no; en la práctica, como en tantos otros sitios, sobre todo al ejecutivo,
porque controla la agenda de la Cámara excepto en los llamados “días de
la oposición”, que son unos veinte en todo el año parlamentario. De esta
manera, casi toda la legislación procede de Whitehall.
101 Stein, Peter, Legal Institutions. The Development of Dispute Settlement, Londres,
1984, pp. 90 y 91.
102 Cfr. Norton Philip, op. cit., p. 266.
138 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
Los diputados que no forman parte de la dirección del partido del go-
bierno ni del de la oposición (Private Members) pueden presentar sus
propios proyectos de ley, llamados private member’s bills, que no deben
ser confundidos con los private bills. Pero sólo unos pocos viernes del
año son hábiles para tales proyectos de ley, de manera que los que quie-
ren presentarlos tienen que ser escogidos por sorteo. Así, pocos private
member´s bills son presentados, y todavía menos llegan a convertirse en
leyes. Con todo, varias leyes importantes tuvieron este origen, bien por-
que el gobierno del momento decidió apoyarlas, bien porque los líderes
de los dos principales partidos no pusieron obstáculos.
Existe también la legislación delegada, llamada statutory instruments,
más o menos equivalente a nuestros decretos legislativos o reglamentos.
Tradicionalmente el Parlamento concedía amplios permisos para desarro-
llar así las leyes, pero tenían que ser concedidos expresamente y no se da-
ban muchos; en nuestros días, con gobiernos intervencionistas y grandes
mayorías en la Cámara, la proliferación de estas concesiones y delegacio-
nes ha terminado por crear problemas al imperio del derecho.
Como se sabe, no hay diferentes jerarquías de leyes, con lo cual la rela-
ción entre ellas es simplemente la de lex posterior derogat priori, así que
la teoría inglesa de la ley es mucho más simple que la continental, que está
llena de categorías complicadas, a menudo basadas en las experiencias
francesas y alemanas del siglo XIX. En Gran Bretaña tampoco hay re-
servas de ley ni de reglamento, por razones obvias. El Legislativo puede
dictar las leyes que desee sobre las materias que le plazca; el Ejecutivo,
al amparo de la praerogativa regis, puede dictar normas de carácter re-
glamentario (ver capítulo siguiente), pero no se puede dictar reglamen-
tos que desarrollen leyes sin permiso expreso de Westminster. Esto hace
que, en contraste con la simplicidad de la teoría, las leyes sean detalladas
como nuestros reglamentos: prolijas, farragosas y llenas de sinónimos
que casi parecen repetirse, pues se supone que la ley sale del Parlamento
dispuesta ya para ser aplicada, sin necesidad de ulteriores especificacio-
nes. Otra finalidad que se busca al concretar tanto es que la ley no sea
burlada ni interpretada con criterios distintos del que tenía el legislador.
El iter legis es complicado y diferente de los continentales: en los Co-
munes consta de cuatro frases: primera lectura (meramente formal, sin
debate), segunda lectura, fase de comisión (que termina con un informe de
la comisión a la Cámara), y tercera lectura. Finalmente en cuanto a los pro-
yectos de ley, pueden nacer en cualquiera de las dos cámaras, excepto los
CÓMO ES Y QUÉ HACE EL PARLAMENTO 139
de carácter financiero, que sólo pueden iniciarse en los Comunes. Los de-
más están sujetos a las enmiendas o al posible veto de los Lores, veto que
se ha reducido a facultad de retrasar los proyectos de ley, como máximo
durante un año a partir de la Parliament Act de 1949. Si las enmiendas de
los Lores no son aceptadas por los Comunes, termina por prevalecer la
opinión de la Cámara baja. Los bills por fin se convierten en acts (leyes)
al recibir el Royal Assent.
Como decíamos, el Ejecutivo es el legislador principal, y las leyes sue-
len salir más o menos como él desea. Aun así, la mayor parte de los pro-
yectos alcanzan el acuerdo mayoritario de ambos partidos en la fase de
segunda lectura —incluso ahora, en la década de los ochenta, a pesar de la
disminución del antiguo consenso—.103
104 Constant, Benjamín, Curso de política constitucional, trad. esp., Madrid, 1968, pp.
58-61.
142 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
critas por adelantado, a veces los que las plantean se limitan a levantarse
y decir: “La pregunta número X, Mr. Speaker”; y hay ocasiones en que
reciben respuestas similarmente breves, “Sí” o “No, Mr. Speaker”, y así
por el estilo.
Lo que ocurrió en España durante la Segunda República (1931-36) —el
claustro universitario madrileño parecía haberse trasladado a la asam-
blea, incluyendo filósofos como Ortega y Gasset— sería muy difícil en
Inglaterra y no les parecería bien. Nosotros, los continentales, somos afi-
cionados a las largas argumentaciones, sin que por eso nuestras leyes
salgan siempre mejores. En España tras el franquismo, y en Portugal al
terminar el salazarismo se discutía todo, en el Legislativo y fuera de él, y
por lo menudo. Hay, por ello, mucho sentido común en la postura britá-
nica, porque la experiencia muestra que hasta el más trivial debate tiende
a hacerse interminable; pero también se corren riesgos. Wade se queja de
que el móvil del ahorro de tiempo da lugar a ausencia de control durante
el proceso legislativo, lo que ha de sumarse a otros problemas que abun-
dan en la misma dirección:
EL RULE OF LAW
Rule of law es una expresión difícil de traducir fielmente. Rule viene del
latín regula, pero significa muchas más cosas que “regla” en español ac-
tual. Law, en cambio, parece proceder de una vieja palabra nórdica que
designaba “algo decidido”, “estatuido” o “fijado”.124 Como decíamos en
el capítulo primero, significa “derecho”, en general, no sólo “derecho le-
gislado”, entre otras razones porque éste fue escaso en Inglaterra hasta no
hace mucho tiempo. La idea del rule of law es fácil de captar: presupone
un universo regido por el derecho, y quiere decir que el derecho debe ser
quien impere y los que rigen la comunidad política deben actuar conforme
a él; que el derecho se aplique por igual a todos, a los gobernantes como a
los gobernados. Por eso, “imperio del derecho”, aunque nada literal, pare-
ce ser una de las traducciones menos malas de rule of law.125 Es una de las
grandes aportaciones inglesas al derecho constitucional.
La idea de someter el poder al derecho no fue invención inglesa, pues,
dejando aparte los precedentes griegos y romanos, era común a toda la
universitas christiana medieval. Tiene un presupuesto: que el mundo está
regido por un orden, por una gran ley o conjunto de leyes, que tiene un
sentido, y que, por tanto, el voluntarismo, el arbitrio o el capricho no
deben ser el principio del gobierno. La afirmación de la idea, que en-
tonces no era nueva, debió de producirse con motivo de la especie de
revolución jurídica que hubo en torno al siglo XIII. En España apareció
pronto, formando después parte del bagaje de la escuela de teólogos y ju-
ristas del siglo de oro. Incluso Bodino admitía que el soberano no estaba
el Reino Unido, donde ex definitione no era así, el rule of law pasó, hace
unos cuarenta años, por una notable crisis, que venía a producir, al final,
similares malos resultados.
De esta manera, y al igual que otros aspectos de esta Constitución,
el rule of law hoy ya no está como en la época clásica. Pero tampoco se
debe pensar que antes de la Segunda Guerra Mundial, ni siquiera cuando
Dicey escribía, el rule of law fuera una encarnación pura de las teorías
diceyanas expuestas en el famoso The Law of the Constitution. Como
veremos, la unidad de jurisdicción nunca ha sido absoluta, y la posición
de la Corona en los litigios frente a particulares conservaba ciertas inmu-
nidades y privilegios, poco acordes con el imperio del derecho, que eran
resultado de aplicar con criterios latos la praerogativa regis y los princi-
pios “el rey no puede ser demandado ante sus propios jueces”, “la Corona
no puede quedar vinculada por sus propias leyes”, y “the King can do no
wrong”, principios que han demostrado mucha persistencia.
Curiosamente, aunque todavía queden restos, “por lo que se refiere a la
litigación, la Corona está ahora mucho más cerca de la posición de un con-
tratante privado, un empleador privado o un ocupante particular de un local
que antes de 1947”.127 Ese cambio se debió a la actitud de los jueces, en
la que nos detendremos más adelante, y a la Crown Proceedings Act de
1947. Hasta esa ley, no se podían interponer contra la Corona actions in
tort, ni siquiera actions in contract, a menos que la propia Corona acce-
diese; así que para solucionar los consiguientes problemas había que acu-
dir a curiosas ficciones. Las propias palabras “privilegio de la Corona”
eran antes aceptadas por los jueces sin gran discusión, pero en un caso de
1968, y en otros posteriores, la Cámara de los Lores decidió que los tribu-
nales pueden rechazar la alegación de privilegio de la Corona, y exigir la
exhibición de documentos oficiales: casos Conway vs. Rimmer, 1968; R.
vs. Lewes J. J. ex parte Secretary of State for Home Department, 1973.
Ahora, los jueces pueden ordenar a la Corona que entregue documentos
oficiales relevantes para un litigio, aunque el gobierno retiene la posibi-
lidad de oponerse si lo estima necesario para el interés público o la segu-
ridad nacional, y por cierto que Mrs. Thatcher parece haber interpretado
generosamente esa posibilidad.
Debe recordarse que, en otras monarquías constitucionales, la Coro-
na, como poder neutro, está muy separada del Ejecutivo, por lo cual los
127 Yardley, David, Introduction to British Constitutional Law, cit., 1990, p. 149, el
resaltado es nuestro.
174 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
consiste en algo así como en que los órganos del Estado se sometan a
unas leyes, dictadas por el mismo Estado, coronadas por un documento
constitucional, al cual ellas se han de ajustar a su vez. Si el interrogado es
español, posiblemente añada que se trata de una cosa reciente, posterior
a la muerte del general Franco, y que el documento constitucional que
preside el edificio es aplicado por un tribunal constitucional, que algunos
dicen que está influenciado por el propio gobierno.
Uno puede sentirse tentado a pensar que el rule of law es, más o me-
nos, la versión británica de lo mismo, si acaso sazonada con algún toque
de excentricidad, de remoto origen histórico, pero no. En el caso inglés
es todo diferente: no hay un tribunal constitucional ni órgano similar, ni
una constitución escrita que vincule a las leyes inferiores, ni hay unas
leyes inferiores a otras, ni se trata de someterse sólo a la ley escrita. El
imperio del derecho inglés no es el resultado de un movimiento político
ni de un documento constitucional, reciente ni pasado, es un ideal de su-
misión del poder al derecho que está incorporado a las costumbres y tra-
diciones constitucionales. Como dice Yardley, jugando con las palabras
rule y law, “no es una regla ni es una ley”.128 Lo que es más importante:
tampoco se entiende por derecho exactamente lo mismo.
¿Cómo es ese derecho al que ha de someterse el poder? Entre nosotros,
aunque seamos los herederos naturales de la tradición jurídica romana,
el derecho aparece como algo altamente tecnificado y legalizado, alejado
del común sentido de justicia del hombre medio; como si tuviera poco
que ver con lo que al hombre corriente pueda parecer razonable, justo o
equitativo. Veamos, por contraste, lo que decía Jennings al describir el
rule of law:
Si en un Estado policía el derecho es un instrumento de control guber-
namental, en Inglaterra, más que en cualquier otro lugar, el derecho está
integrado en la convención social, por ello ha crecido con la gente... dentro
de sus costumbres.
Sólo el abogado profesional pretenderá conocer qué es el derecho, pero
todo el mundo sabe lo que está bien y mal, y esta vaga concepción no está
muy lejos de una generalización popular del derecho.
tan importantes han llegado a ser las reglas de justicia natural desde Ridge
v. Baldwin [un litigio de 1964] que se han convertido, virtualmente, en el
primer test del adecuado procedimiento administrativo. Ellas son recorda-
129 Calabresi, Guido, A Common Law for the Age of Statutes, cit.
EL RULE OF LAW 179
también sobre el rey, como en la máxima de Bracton: “rex non debet esse
sub homine sed sub Deo et sub lege quia lex facit regem”. Para los medie-
vales, el derecho no se podía hacer y deshacer como los legisladores de
hoy con sus fábricas de normas; por eso nuestra moneda corriente de que
el gobierno y el legislador están bajo la Constitución, palidece en compa-
ración con el animus, que late bajo las palabras bractonianas. En el feuda-
lismo, con su pirámide de contratos de lealtades y vasallajes, todos, desde
los más altos a los más bajos, tenían derechos y deberes —no en la misma
proporción, desde luego—; también los reyes tenían algunos deberes y
los siervos algunos derechos; lo cual no obstaba para que Inglaterra fuese
un país que aceptaba, y aún acepta, las desigualdades sociales como na-
turales. Si una de las partes del contrato feudal incumplía sus obligacio-
nes, la otra podía retirarle su lealtad. Se recordará que la expresión liber
homo de la Carta Magna, no se refería a los siervos ni a los judíos, pero
los jueces fueron haciendo una interpretación extensiva por la cual hacia
el siglo XVI casi todos estaban incluidos en esa categoría.
Después de varios siglos, estos principios vinieron a quedar tan in-
corporados a la mentalidad ordinaria que incluso la literatura infantil los
refleja. En las Crónicas de Narnia, de C.S. Lewis, se lee el siguiente diá-
logo entre el rey Lune y su hijo Cor, que no quiere heredar la Corona:
—Tú eres mi heredero. La corona te corresponde a ti
—Pero yo no la quiero, dijo Cor. Mucho antes preferiría...
—No es cuestión de lo que tú quieras, Cor, ni tampoco de lo que quiera
yo. Es la ley (it is in the course of law)
—Pero, padre, ¿no podrías hacer que el próximo rey sea quién tú quie-
ras?
—No. El rey está bajo el derecho, pues es la ley quien le hace rey. No
tiene más poder para abandonar la corona que un centinela para abandonar
su puesto.136
Pero este imperio del derecho, que hace ahora un siglo ensalzaba Di-
cey, sufre después el embate del Estado de bienestar y del crecimiento
del Poder Ejecutivo, y para hacer frente a ello no resulta muy eficaz. En
el fondo, la historia de los problemas del constitucionalismo parece ser
en todas partes más o menos la misma. Ya en este siglo hay un momen-
to, digamos que entre la Primera Guerra Mundial y el Informe Franks de
1957, en que el régimen administrativo francés, a pesar de sus orígenes
absolutistas, parece proteger más al ciudadano contra la inmunidad y ar-
bitrariedad de la administración que el rule of law.
Pero es mejor que reconstruyamos lo esencial de la historia, siguiendo
la síntesis que hace Henry Wade en Constitutional Fundamentals.138 En
realidad, la cosa empezó hacia el decenio de 1830 por la confluencia del
primer Parlamento reformado con las ideas de Bentham y otros acerca
del poder de la ley escrita:
1. Introducción
No fue una reforma constitucional formal lo que dio lugar a que los
jueces abandonaran su anterior pasividad. Siendo la Constitución flexible
más vulnerable, en cierto modo, que la rígida, y habiendo fallado el Par-
lamento en su función de control, inflada con nuevo contenido la antigua
prerrogativa real, y armada la administración con cheques casi en blanco
de Westminster, los jueces se encontraron con que tuvieron que romper
su antigua obediencia a las leyes —que nunca había sido absoluta; nun-
ca habían ellos sido “bocas muertas de la ley”—; así que en una serie de
sentencias famosas que se sucedieron desde mediados los sesenta, los
jueces fueron restaurando el imperio del derecho y adecuándolo a las
141 Dicey, Albert Venn, Introduction to the Study of the Law of the Constitution, 8a.
ed., Indianapolis, Liberty Press, 1915 (cap. XII: “El rule of law comparado con el Droit
Administratif”).
EL RULE OF LAW 187
JUECES Y TRIBUNALES
193
194 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
151 Bailey, Stephen et al., Civil Liberties. Cases and Materials, Londres, 1980, p. 4.
200 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
lord Hodson en el caso Shaw vs. D.P.P. de 1961. Otro de los jueces, lord
Morris, dijo que los guardianes de la moral son los jurados.152 El conoci-
do profesor Hart, en Law, Liberty and Morality, atacó ese planteamiento,
mientras que lord Devlin en The Enforcement of Morals escribía:
156 Ibidem,
p. 100.
157 Cit.
por Sampson, Anthony, The Anatomy of Britain, Londres, 1962, p. 181; lord
Denning no tiene la reputación del conservador de lord Devlin.
202 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
I. Introducción
En realidad, este libro no debería tener un capítulo especial sobre los de-
rechos y libertades.
Los libros más clásicos y autorizados sobre la Constitución inglesa
carecían de un capítulo sobre el tema. Bagehot dividió The English Cons-
titution en nueve capítulos, de los que ninguno trata en particular de esta
materia, y en el libro de Dicey se trata de algunos derechos en particular,
pero dentro del rule of law. En cuanto a El régimen político británico y
The British Constitution, de sir W. I. Jennings, dígase lo mismo que de
Bagehot, y así podríamos seguir. ¿Quiere esto decir que las libertades son
poco importantes en el constitucionalismo británico?
Responderemos reproduciendo los datos de una encuesta hecha en
1985 por encargo del Constitutional Reform Centre.172 A los británicos se
les preguntó, entre otras cosas, lo que sigue: “¿Cómo cree usted que están
protegidos sus derechos de ciudadano individual, en Gran Bretaña, hoy
en día?”. El Reino Unido hoy está en crisis, y a nosotros aquí nos afecta
el modelo clásico más que los desarrollos recientes, si se apartan de él.
Pero es interesante señalar que el 64% de los consultados respondieron
“muy bien” (very well o fairly well) y el 29% “no muy bien” o “nada
bien” (not very well o not well at all). Hay que reconocer que pocos paí-
ses del mundo arrojarían tales resultados, y eso con crisis económica y
política, y tras varios años de gobierno de Thatcher. Las respuestas acer-
ca de los factores amenazantes para los derechos fueron también dignas
de mención: el 32% dijo que los sindicatos; el 23%, los partidos políti-
cos, el 17%, las grandes empresas, y el 10%, curiosamente, el Parlamen-
to. Pero al lector hispano todavía le llamará más la atención la elección
de las instituciones que mejor protegen las libertades: la policía (47% de
172 Cfr. Constitutional Reform Quarterly Review, 1, 1, 1986, p. 3.
213
214 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
173 Bravo Lira, Bernardino, “Derechos políticos y civiles en España, Portugal y Amé-
rica Latina”, Revista de Derecho Público, 39-40, 1986.
218 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
174 Bailey,
Stephen et al., op. cit., p. 3.
175
Blackstone, cit. por Barker, “Blackstone on the British Constitution”, Essays on
common law de que nadie puede entrar en un domicilio privado sin per-
miso del dueño; después vienen los casos, definidos por el legislador y
el juez, en que se admite que los policías entren en un domicilio privado
para hacer un registro o una detención con mandamiento judicial y, en
ocasiones, sin él. Así que, si hubiéramos de atenernos únicamente a los
documentos legales, nos enteraríamos de la existencia de algunas liber-
tades sólo porque en tales o cuales leyes se establece alguna excepción
o limitación a ellas. De aquí, también, que no haya listas de derechos
sistemáticas y completas, y las que aparecen en los libros —cuando apa-
recen— son más bien cortas y sin pretensiones de ser exhaustivas.
El contraste con la tradición política española es claro, pues entre no-
sotros siempre se ha entendido que el ciudadano tiene aquellos derechos
listados en el documento constitucional que sea, y entendidos con un
criterio no siempre expansivo en el que todo depende del legislador, o,
últimamente, también del Tribunal Constitucional (el cual, por cierto, ha
asumido el favor libertatis).
Las enumeraciones de derechos y libertades no solían incluir derechos
de los llamados “positivos” o “económicos y sociales”. Eso se debía, en
primer lugar, a que las declaraciones principales fueron redactadas cuando
tales derechos no eran reclamados siquiera. Otra razón, ya explicada dos
capítulos antes, es que el Reino Unido no creó el Estado social como
desarrollo o perfeccionamiento de las libertades clásicas, sino como re-
sultado de la obligación del gobierno de velar por los desfavorecidos. En
la última década, los gobiernos thatcheristas, pretendiendo disminuir el
papel del Estado, redujeron esas prestaciones sociales. Por ello podría
ocurrir que los tales derechos económicos y sociales vinieran y se fueran
sin afectar gran cosa las libertades clásicas: libertad personal, igualdad,
propiedad, libre expresión, junto con libertad religiosa, derechos de re-
unión, manifestación y asociación, y derecho a elegir y ser elegido, si
bien algunos sostienen, a raíz de ciertas sentencias, que ahora podrían
añadirse el derecho al trabajo, pero no está del todo claro en qué consis-
te, y el derecho a conservar el propio puesto de trabajo, lo que puede dar
lugar a polémicas doctrinales.176
Pasamos ahora, en cuarto lugar, al apartado D, el papel del hombre
razonable, con quien de nuevo hemos topado.
En la práctica, las libertades dependen de la razonabilidad y moralidad
del hombre corriente, y especialmente de los policías y jueces. La vida
real de las libertades no se ventila en las leyes ni en los libros, sino en las
interpretaciones de las normas, en las decisiones sobre si hay o no motivo
suficiente para restringir una libertad o interferir en la vida del ciudada-
no, en los argumentos de los jueces para sentenciar en un sentido u otro,
y en las actitudes mentales de funcionarios y policías; todo ello reposa,
en buena medida, sobre la razonabilidad y la bona fides; por ejemplo, los
viejos delitos de common law llamados affray y riot (conductas violentas
de varias especies, individuales o colectivas, desórdenes públicos y tu-
multos con violencia), ahora regulados también por la Public Order Act
de 1986, se definen porque la violencia debe ser tal como para “causar a
una persona razonable temor por su seguridad”;177 lo que también suena
a romano. En caso de affray, hay otra referencia más a la razonabilidad:
un constable (oficial de policía) puede arrestar sin un warrant (manda-
miento judicial) “a cualquiera que él razonablemente sospeche que está
cometiendo un affray.178
En general, los policías ingleses tienen, en bastantes casos, amplia
discreción para apreciar por sí mismos cuándo deben hacer una deten-
ción o una irrupción en local privado sin mandamiento judicial, por tener
razones para pensar que se ha cometido o se va a cometer un delito. Es
claro que ello puede traer problemas porque, como advierte Yardley: “un
oficial de policía podría arrestar a alguien sin mandamiento... o podría
entrar en una propiedad privada... mientras que ningún otro policía razo-
nable habría llegado a la misma conclusión, y podría sostenerse que tal
arresto... sería, sin embargo, legítimo”.179
Extraño, para nosotros, pero siempre ha sido así en el derecho cons-
titucional inglés: el Bill of Rights rechazaba las “fianzas excesivas”, las
“multas excesivas” —a propósito: ¿qué será “excesivo” para el minis-
terio de hacienda español?—, los “castigos crueles e inusuales”. Todas
estas cosas reaparecen en la Declaración de Virginia de 1776 y en la
Constitución norteamericana. En ninguno de los casos se molestaron los
redactores en concretar esos adjetivos. En cambio, nosotros hemos sido
educados en el legalismo, estudiando y repitiendo acríticamente dogmas
librescos, como “no hay otro derecho que la norma” y “la sujeción del
juez a la ley es la garantía de la libertad del ciudadano”. Por eso, no po-
180 Ibidem, pp. 108 y 109; en cuanto al “policía razonable”, se apoya en el razona-
miento de lord Hewart en Thomas vs. Sawkins, 193, y en Piddington vs. Bates, 1960, y
Broome vs. D.P.P., 1974; véase 109, núm. 8.
LAS LIBERTADES DE LOS INGLESES 225
Victoria, por la gracia de Dios, del Reino Unido de la Gran Bretaña e Ir-
landa Reina, Defensora de la Fe,
A J. K., Guardador de nuestra Cárcel de Jersey, en la Isla de Jersey, y
a J. C. Vizconde de dicha Isla, saludos. Nos os mandamos que tengais el
cuerpo de C. C. W. detenido en nuestra prisión bajo vuestra custodia, como
está dicho, junto con el día y causa de ser él cogido y detenido, por cual-
quier nombre que pueda ser llamado o conocido, en nuestro Tribunal ante
Nos, en Westminster, el décimo octavo día de Enero próximo, para some-
terse y recibir todas y cada una de las materias y cosas que nuestro dicho
Tribunal entonces y allí considerará de él en este asunto; y tened allí en-
tonces este Mandamiento. Testigo Thomas Lord Denman, en Westminster,
el vigésimo tercer día de Diciembre en el octavo año de nuestro reinado.
A instancia de C. C. W. Por el Tribunal,
Robinson.
R. M. R.
W. A. L., 7 Gray’s Inn Square, London,
Apoderado de dicho C. C. W.181
181 Es traducción literal del habeas corpus dictado en el caso Carus Wilson de 1845,
tomado de Dicey, cap. V; en nota al pie advierte Dicey que en la mayoría de los casos, al
revés que en éste, no se fija día concreto, sino que se ordena presentar al detenido inme-
diatamente al recibo del mandamiento.
228 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
184 Lord Devlin en Hussien vs. Chong Fook Kam, 1970, cit. por Bailey, ibidem, p. 44.
185 Bailey, Stephen et al., op. cit., p. 45.
LAS LIBERTADES DE LOS INGLESES 229
por su amplitud y por el uso que se hacía de ellas, lo que dio lugar a que,
en 1988, el gobierno de Margaret Thatcher tuviera que emplearse a fondo
contra una parte de sus propios diputados. La ley fue criticada repetidas
veces por la amplitud con que definía algunas de las offences, y en 1972
una comisión presidida por el mencionado lord Franks recomendó corre-
gir ese defecto. A primera vista, la versión de 1989 parece hacer caso a
las críticas, sujetando más al gobierno y ofreciendo mayor garantía a los
ciudadanos.186
También afecta a la libertad de expresión, la venerable figura jurídi-
ca del contempt of Court (“desobediencia” u “ofensa” a los tribunales,
“interferencia” genérica en la administración de justicia), creada por el
common law hace siglos. Está regulada por el mismo common law y ade-
más por la Contempt of Court Act de 1981. La regulación, según algunos
alegan, es tan estricta que choca con el artículo 10 de la Convención Eu-
ropea de Derechos Humanos, y así se puso de manifiesto en 1979 en la
famosa sentencia Sunday Times del Tribunal Europeo. Como su nombre
indica (contempt, del latín contemptus: “desprecio”, “desobediencia”),
esta figura está dirigida contra todo lo que de obra o palabra entorpezca
la acción de la justicia; esto permite poner a los jueces al abrigo de ser
zarandeados ante la opinión pública por periodistas irresponsables, como
a veces ocurre en España; pero no está exenta de riesgos. El contempt of
Court está muy desarrollado por la jurisprudencia y se ramifica en varios
supuestos civiles y criminales, que es imposible reproducir ahora: protec-
ción de la confidencialidad de las deliberaciones de los jurados, ofensas
diversas a los jueces, publicaciones que prejuzguen el resultado de un
juicio, comentarios sobre las personas implicadas, publicación de foto-
grafias, y, en general, interferencias varias en el curso de la justicia. 187
Casos famosos fueron A-G (estas iniciales quieren decir Attorney-
General) vs. Times Newspapers Ltd., que dio lugar a una apelación ante
el Tribunal Europeo y a la dicha sentencia europea Sunday Times (1979),
y también A-G vs. English (1982), protagonizado por el famoso escritor
Malcolm Muggeridge. Antes de una confrontación electoral, Muggerid-
ge había publicado en el Daily Mail, cuyo editor era David English, el
artículo “The Vision of Life that Wins my Vote”, apoyando a una candi-
data pro vida. Malcolm Muggeridge decía que un niño que hoy naciera
186 Yardley, David, Introduction to British Constitutional Law, cit., pp. 111 y 112.
187 Oxford Companion, Oxford Concise Dictionary of Law; Bailey, Stephen et al., op.
cit., pp. 265-311.
230 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
My Lords, el artículo que es objeto del presente caso me parece ser en casi
todos los respectos la antítesis del artículo que esta Cámara (con todos los
respetos para la mayoría de los jueces del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos) consideró que era Contempt of Court en el caso A-G v. Times
Newspapers Ltd... En el presente caso... no hay en el artículo mención algu-
na del proceso al Dr. Arthur. Bien puede ser que muchos lectores del Daily
Mail que vieron el artículo, habiendo leído también el reportaje del día
anterior sobre el proceso del Dr. Arthur, y con más razón si eran miembros
del jurado en ese proceso, pensaran, esta es la clase de cosa por la que el
Dr. Arthur está siendo juzgado;... Pero el riesgo de que pensaran eso y
permitieran que ello prejuzgara sus decisiones... me parece que se descri-
be con propiedad en el idioma inglés ordinario como meramente inciden-
tal’...” Lord Diplock terminaba diciendo: “Yo admitiría esta apelación”,
en lo que estuvieron de acuerdo los lores Brandon, Elwyn-Jones, Keith y
Scarman.188
188 Véase Bailey, Stephen et al., op. cit., p. 277, de donde se tomaron los hechos, y las
palabras de lord Diplock, p. 279.
LAS LIBERTADES DE LOS INGLESES 231
recordar que Londres y las Midlands son, desde hace ya algún tiempo,
sociedades realmente multirraciales.
3. El derecho de propiedad
191 Cfr. sus declaraciones a Anthony Sampson, en Sampson, Anthony, The Anatomy of
Britain, Londres, 1962, p. 182.
LAS LIBERTADES DE LOS INGLESES 233
Erase una vez el término libertades cívicas, que tenía un significado muy
claro. Comprendía los principales derechos del ciudadano contra el poder
público: estar libre de detenciones injustas y encarcelamientos arbitrarios;
libertad de expresión y libertad de reunión. Pero a las libertades cívicas le
han sido añadidos los derechos cívicos en el sentido americano, en particu-
lar el derecho a la igualdad o a un tratamiento sin discriminación, al menos
si está basado en la raza, el sexo y la nacionalidad y (más polémicamente)
en la religión, el lenguaje, la edad, la talla, o en unas previas condiciones
de belleza. Además, han sido descubiertos o afirmados nuevos tipos de
derechos o pretensiones sociales por ejemplo, derechos a la educación,
al salario mínimo, a la seguridad social, a la intimidad, a la información
pública y a la afiliación sindical, para no mencionar los inalienables dere-
chos de los empleados a romper unilateralmente los términos de sus con-
tratos de trabajo y a persuadir pacificamente a sus compañeros de trabajo
de que trabajen o se abstengan de trabajar.192
192 Marshall, Geoffrey, “A Happy New Year for Civil Liberties”, Parliamentary
Affairs, 37, 1984.
LAS LIBERTADES DE LOS INGLESES 235
un informe del juez lord Diplock;193 sin embargo, ahora, bajo la Intercep-
tion of Communications Act de 1985, se pueden hacer interferencias te-
lefónicas sin permiso judicial (con un warrant o “autorización”, emitida
por el Home Secretary) y con fundamentos tan poco controlables como
el bienestar económico del país. El número de policías casi se ha doblado
desde 1960 (había unos 85,000) hasta 1990 (unos 150,000). El presu-
puesto dedicado al capítulo “Ley y orden” es más alto que nunca, pero
también lo son el desempleo, la criminalidad, los tumultos callejeros, a
veces muy violentos, y la población reclusa. Sin embargo, es posible que
muchas de estas evoluciones se hubieran producido igual, con o sin That-
cher en Downing Street, 10, pues son los tiempos los que han cambiado,
no sólo los jefes de gobierno.
Uno casi se atrevería a decir que esto es como una confirmación de lo
que antes señalábamos: sin constitución rígida ni derechos inviolables, un
ejecutivo enérgico con una mayoría parlamentaria grande, empeñado en
tareas arduas, como combatir el terrorismo, puede, quizás, deslizarse por
la pendiente de acumular poder, usarlo, y andar con pocos miramientos si
las libertades se interponen en su camino. Ya quedó advertido que That-
cher no ha gobernado según el estilo tradicional. De nuevo, la otra cara
de esta moneda es que el Parlamento no ha protegido debidamente las
libertades, lo cual hizo también más incómoda la posición de los jueces.
Para ser justos, convendría recordar que la reacción thatcherista, enér-
gica como fue, no careció de motivos. Los sindicatos habían alcanzado
una posición privilegiada, contraria al rule of law y lesiva para algunos
derechos individuales, para no mencionar su influencia negativa sobre la
economía británica; así que también ellos se habían apartado de la cultura
política tradicional del país. En 1981 el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos sentenció contra la extendida práctica sindical llamada closed
shop, que convertía la afiliación a un sindicato en condición necesaria
para ejercer un empleo, al amparo de la Trade Union and Labour Rela-
tions Act de 1974 (casos Young, James, y Webster). En 1984, en otro caso
planteado ante el mismo Tribunal (Reid vs. United Kingdom), el gobierno
tuvo que pagar una fuerte indemnización por vía de arreglo.194 Pero cua-
lesquiera que fuesen los factores desencadenantes últimos —posiblemente
195 Dutheil de la Rochere, Jacqueline, “Le pouvoir judiciaire et les libertés au Royau-
me-Uni”, Pouvoirs, 37, 1986, p. 113.
240 EL EJEMPLO CONSTITUCIONAL DE INGLATERRA
241
242 EPÍLOGO
201 Wade, Henry William Rawson, op. cit., pp. 100 y 101.
EPÍLOGO 249
202 Lewis, “Men Without Chests”, The Abolition of Man, Oxford, 1943, pp. 7-20.
203 Milne, “Reason, Morality and Politics”, en Parekh, B. y Berki, R. (eds.), The Mo-
rality of Politics, Londres, 1972, p. 31.
250 EPÍLOGO
251
252 BIBLIOGRAFÍA
Campbell, John, “Bertie pulls it off”, London Review of Books, vol. 12,
11-I-1990 (comentario a Sarah Bradford, King George VI, Londres,
1989).
Carroll, Lewis, Alice’s Adventures in Wonderland, 1865.
Castro y Bravo, Federico, Derecho civil de España, 3a. ed., Madrid,
1955.
Constant, Benjamín, Curso de política constitucional, trad. esp., Madrid,
1968, incluye “Principios de Política...” (1815) y “Sobre el espíritu de
conquista”.
Corwin, E. S., The “Higher Law” Background of American Constitutio-
nal Law, Ithaca, 1961.
Crick, Bernard, In Defence of Politics, Londres, 1962; 2a. ed., 1982.
——, The Reform of Parliament, Londres, 1964.
——, Political Thoughts and Polemics, Edimburgo, 1990.
——, “La tradición clásica de la política y la democracia contemporánea”,
Revista de las Cortes Generales, Madrid, 1991.
Crossman, Richard, Biografía del Estado moderno, México, 1970.
Curzon, L. B., Jurisprudence, Plymouth, 1979.
Dahrendorf, Ralf, “The Politics of Economic Decline”, Political Stu-
dies, XXIX, 1981.
Devlin, The Enforcement of Morals, 1965 (edición usada aquí: Oxford,
1968).
Dicey, Albert Venn, Introduction to the Study of the Law of the Consti-
tution, 1885 (edición usada aquí: 8a. ed., Liberty Press, Indianapolis,
1915).
Dickens, Charles, A Tale of Two Cities, 1859; versión española, Madrid,
1988.
——, Our Mutual Friend, 1865.
Diéguez Cuervo, Gonzalo, “Ensayo jurídico sobre las huelgas políticas”,
Anuario del Instituto de Relaciones Laborales, 1, 1977.
d’Ors, Álvaro, Ensayos de teoría política, Pamplona, 1979
——, Derecho privado romano, 7a. ed., Pamplona, 1989.
Dutheil de la Rochere, Jacqueline, “Le pouvoir judiciaire et les liber-
tés au Royaume-Uni”, Pouvoirs, 37, 1986.
Dyson, Robert, The State Tradition in Western Europe, Oxford, 1980.
Elazar, Daniel (ed.), The Federal Polity, New Brunswick, N. J., 1974.
BIBLIOGRAFÍA 253
1. Sentencias204
204 Las sentencias, a menos que se diga otra cosa, están tomadas de Keir & Lawson,
Cases in Constitutional Law (Oxford, 1928, reeditado varias veces), o de Wilson, Cases
and Materials on Constitutional and Administrative Law, (Cambridge, 1966, reeditado
varias veces). Si no se advierte lo contrario, las traducciones son mías y están hechas con
toda la literalidad posible.
256 BIBLIOGRAFÍA
Day vs. Savadge, 1615: Jura naturae sunt immutabilia, son leges legum;
las leyes del Parlamento ceden ante la equidad natural (juez Hobart).
Rex vs. Hampden, también llamado The Great Case of Shipmoney, 1637:
John Hampden, un amigo y coetáneo de Cromwell, se negó a pagar un
pequeño impuesto alegando que era ilegítimo. Aunque la mayor parte
de los jueces sentenciaron contra Hampden, no declararon abiertamente
al rey por encima de la ley.
Godden vs. Hales, 1686: La prerrogativa regia subsiste como resto del an-
tiguo poder soberano de los reyes de Inglaterra, los cuales pueden, por
tanto, dispensar del cumplimiento de la ley penal en casos particulares.
Diferencia entre malum in se y malum prohibitum; de lo primero no
pueden dispensar. Sujeción de los jueces al precedente.
Rex vs. Delaval, 1763: Los jueces son los custodes morum de la sociedad
(Lord Mansfield).
Sussex Peerage, 1844: Cómo interpretar las leyes (juez Tindal).
Lee vs. Bude and Torrington Junction Railway, 1871: Los jueces no son
sino servidores de la reina y del Parlamento, no pudiendo ejercer con-
trol alguno sobre las leyes; si una ley está mal toca al legislativo, y no al
juez, deshacer el entuerto, enmendándola (juez Willes).
London Tramways Co. vs. London County Council, 1898: La Cámara de
los Lores toma a la letra el principio de vinculación por los precedentes,
o stare decisis, argumentando que, si no lo hicieran así, estarían usur-
pando la competencia del legislativo.
Cooper vs. Wilson, 1937: La imparcialidad de la justicia debe ser cuidada
hasta en las apariencias.
MacCormick vs. Lord Advocate, 1953 (Court of Session, Edimburgo): Re-
laciones entre Escocia y el resto de la Unión: si la Reina puede llamarse
Isabel II en Escocia; soberanía del Parlamento en Escocia; si las leyes
de Westminster pueden ir contra los tratados de unión de 1707 y 1708.
English vs. Donnelly & Anor, 1958 (Court of Session, Edimburgo): Pleito
sobre un contrato mercantil, sin contenido constitucional; interesante
porque los jueces escoceses tratan la ley inglesa como si fuera belga o
alemana, como un caso de derecho internacional privado (tomado del
Scots Law Times, 1959).
Shaw vs. Director of Public Prosecutions, 1961: Relaciones entre moral y
derecho; jueces y jurados como custodes morum.
Ridge vs. Baldwin, 1964: Las reglas de justicia natural procedentes del
Common Law deben ser respetadas también en los procedimientos ad-
BIBLIOGRAFÍA 257
2. Leyes
Great Charter of the Liberties of England and of the Liberties of the Forest,
1297.
Confirmation of the Charters, 1297.
Laws in Wales Act, 1536.
Petition of Rights, 1627.
Star Chamber Abolition Act, 1640.
Habeas Corpus Acts, 1640, 1679, 1816 (la de 1640 es la misma Star Cham-
ber Abolition Act).
Bill of Rights, 1689. (Para Escocia, Claim of Rights, 1689).
Act of Settlement, 1700.
Union with Scotland Acts, 1706, 1707.
Union with Ireland Act, 1800.
Reform Bill, 1832.
Poor Law Amendment Act, 1834.
British North America Act, 1867.
El ejemplo constitucional de Inglaterra, editado
por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la
UNAM, se terminó de imprimir el 10 de octubre
de 2010 en Desarrollo Gráfico Editorial S. A. de C.
V., avenida Municipio Libre 175-A, colonia Porta-
les, delegación Benito Juárez, C. P. 03300 México,
D. F. Se utilizó tipo Times New Roman de 9, 10
y 11 puntos. En esta edición se usó papel cultural
70 x 95 de 50 kilos para las páginas interiores y
cartulina couché de 1 kilos para los forros; cons-
ta de 500 ejemplares (impresión offset).