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PSIQUIATRIA
MAYOR
Compilado por:
Ps.Cl. Galo Bravo Corral. Mgs
2019
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Trastornos afectivos: trastornos depresivos
Definición
Los trastornos afectivos son una serie de entidades clinicas que tienen en común la alteración
del estado del animo. Por estado del ánimo se entiende un estado emocional que influye en
todas las esferas del individuo, se instala agresivamente, es persistente en el tiempo y se
refleja pensamiento, la conducta, la actividad psicomotora, manifestaciones somáticas y en la
manera como el individuo se relaciona y percibe el medio ambiente. Los es afectivos oscilan
entre dos polos: la manía y la melancolía. En este apartado se analizarán los trastornos
depresivos.
Historia
Podríamos decir que la depresión es tan antigua como la humanidad, y de ello dan cuenta el
sinnúmero de escritos científicos y literarios (sobre todo de los poetas). Cronológicamente, y
sin querer abarcar todo lo escrito, pasaremos a describir a algunos de los autores más
representativos.
Aunque cada paciente melancólico actúa bastante diferente que los demás, todos ellos
muestran miedo o desesperación. Creen que la vida es mala y odian a los demás, aunque no
todos quieren morirse. Para algunos, el miedo a la muerte es la preocupación fundamental
durante la melancolía.
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[...] la melancolía perturba el espíritu más que otras enfermedades del cuerpo. Una de sus
clases llamada hipocondríaca, está ubicada en la boca del estómago; la otra está en lo íntimo
del cerebro. Los accidentes que a partir de ella suceden al alma, parecer ser el temor y la
tristeza. Ambos son pésimos porque confunden al alma. En efecto, la definición de la tristeza
es la pérdida de lo muy intensamente amado.
Por otra parte, anotó en este mismo escrito cómo la energía libre (libido) es retraída sobre el
yo, y el sujeto se identifica con el objeto abandonado, lo que lleva a la célebre frase: “La
sombra del objeto cayó así sobre el yo.
Autores contemporáneos
Dentro de los autores contemporáneos encontramos un sinnúmero de investigadores que han
hecho aportes al tema en diferentes aspectos:
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Adolf Meyer (1866-1950): adoptó el término depresión en vez de melancolía, por el
origen más biologista de la palabra depresión (pressed down - presionado hacia
abajo).
Aaron Beck (1967): trabaja el modelo cognitivo de la depresión.
J. Schildkraut y otros (mediados del siglo XX): describen el papel de las aminas
biógenas en los trastornos del afecto.
Siglo XXI: un número cada vez más creciente de investigadores en todo el mundo
aportan conocimientos alrededor de aspectos genéticos, biológicos, farmacológicos,
epidemiológicos, psicoterapéuticos y psicosociales de estos trastornos.
Epidemiología de la depresión
Para el 2020 se espera que la depresión sea la primera o segunda causa de carga de
enfermedad global. El impacto de la depresión se debe ante todo a la discapacidad que
ocasiona y a los años de vida perdidos, ya sea por suicidio o por comorbilidad médica. Su inicio
en una etapa temprana de la vida, el curso por lo general crónico y las dificultades que
conlleva para alcanzar logros académicos y profesionales también dan cuenta de su impacto
negativo. La depresión es así misma una causa importante de productividad perdida, dado el
alto ausentismo y presentismo laboral que la acompaña, es decir que, aunque asista al lugar de
trabajo, no hace nada.
Dentro de los trastornos afectivos, la depresión y sus subtipos revisten mayor importancia en
cuanto a prevalencia.
En los últimos 15 años se han llevado a cabo los mayores estudios epidemiológicos en el área
de la psiquiatría. Dos de ellos, el Epidemiologic Area Study y la National Comorbidity Survey ,
realizados en Estados Unidos y que utilizaron entrevistas estructuradas para obtener
diagnóstico psiquiátrico, nos aportan cifras de trastornos afectivos que demuestran la
importancia de estos, si se tienen en cuenta las menores prevalencias de otras entidades
médicas.
La depresión mayor tiende a afectar dos veces más a las mujeres que a los hombres; la edad
de inicio, en promedio, es de los 20 a los 30 años, con un pico entre los 30 y los 50 años para
mujeres, y entre los 40 y los 60 años para los hombres; así mismo, es más común entre
personas viudas, divorciadas y separadas; se puede precipitar por eventos traumáticos, muerte
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de familiares, pérdidas económicas o eventos que sean interpretados como negativos por la
persona.
La prevalencia de depresión es aún más alta en pacientes que sufren enfermedades médicas.
Por otra parte, la comorbilidad de los trastornos depresivos es frecuente, pues se encuentra
gran asociación entre trastornos de ansiedad y trastornos depresivos. Se ha descrito que
cuando el diagnóstico primario es depresión mayor, de un 42 a un 53 % de los pacientes
presentan cualquier trastorno de ansiedad; un 22%, ataques de pánico con agorafobia, y de un
20 a un 36%, trastorno generalizado de ansiedad.
Así mismo, la depresión mayor se asocia con fobia social en un 15 a 20% y con trastorno
obsesivo- compulsivo (TOC) de un 4 a 15 %. Además, se ha descrito que de un 10 a un 50% de
los pacientes con depresión tiene abuso de alcohol y otras conductas de riesgo (manejar a gran
velocidad bajo efectos del alcohol, riñas frecuentes, fumar excesivamente, deportes extremos,
etc.), y otras conductas como los intentos de suicidio y el suicidio consumado, que parecerían
estar muy asociados con cuadros afectivos. En el caso de los suicidios, se ha descrito depresión
mayor hasta en un 60% de los casos.
La comorbilidad durante toda la vida puede alcanzar las siguientes cifras en pacientes con
trastorno depresivo recurrente (depresión mayor), con los siguientes trastornos:
La tabla 42.3 muestra cómo Stein y Hollander describen una intersección de síntomas
depresivos y ansiosos de esta forma.
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En Colombia, el estudio más reciente (2015) encontró una prevalencia de síntomas depresivos
mediante el cuestionario de tamizaje de síntomas mentales de adolescentes, jóvenes y adultos
(SRQ) de 4 o más síntomas depresivos, del 19,8% de las personas; el 23,1 % en las mujeres y el
15,1 % en los hombres. Al realizarse la Entrevista psiquiátrica diagnóstica internacional
compuesta y computarizada (Composite Psychiatric Diagnosis Interview) para trastornos
depresivos se evidenció una prevalencia de vida del 5,4%, con 4,4% para hombres y 6,4% para
mujeres. Para trastorno depresivo mayor se encontró un 4,3 %, con cifras de 3,2% para
hombres y 5,4% para mujeres. En materia de prevalencias del último año la cifra es de 1,9 %,
con 2,7 % para mujeres y 1,2 % para hombres.
En lo económico, algunos datos de 1993 demuestran que la depresión tiene un alto costo. Para
los Estados Unidos se calculó el costo anual de la depresión en 43,7 billones de dólares, de los
cuales un 5 % se debe a una disminución en la productividad y el ausentismo laboral del
enfermo; un 23 % depende de los cuidados médicos, psiquiátricos y farmacológicos, y un 17%,
del costo asociado con los suicidios por depresión.
Factores etiológicos
Para los trastornos afectivos se han descrito diversos factores etiológicos: genéticos,
biológicos, psicológicos y sociales.
Genéticos
Se ha demostrado cierta influencia genética en los trastornos afectivos mayores (trastornos
bipolares y trastorno depresivo mayor), que parece asociarse con una aparición más temprana
de la patología y de la depresión mayor con episodios recurrentes. En ambos trastornos se ha
encontrado una mayor frecuencia de presentación (concordancia) en gemelos monocigóticos
(60 %) y dicigóticos (12 %). Sin embargo, se tiene claro que el patrón de transmisión no es
único y que es posible que existan varias formas para ello. Los estudios más recientes de
asociación genómica más amplia muestran una combinación de factores en varios trastornos
mentales.
En los últimos años se han descrito otros factores biológicos asociados con los trastornos
afectivos, como alteraciones en la cantidad y sensibilidad de los receptores pre- y
postsinápticos de estos neurotransmisores, así como alteraciones en el sistema GABA, en la
actividad de la MAO plaquetaria y en neuropéptidos, como la vasopresina y los opioides
endógenos, en la patofisiología de estos trastornos.
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Se han asociado múltiples enfermedades con trastornos depresivos y en algunos casos como
aquellos que comprometen el sistema endocrino (cushing, hipotiroidismo, hipertiroidismo,
suplencia estrogénica y periodo posparto); por eso, se ha sugerido una influencia de este
sistema en los trastornos del afecto. Al respecto, existen los siguientes indicios:
Por último, en lo que respecta a los factores biológicos, se encuentran alteraciones en el ritmo
circadiano, dadas por:
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predice mayor probabilidad de recaídas. Se cree que el estrés es el factor crítico que explica la
disminución del volumen y de la neurogénesis en el hipocampo. Los antidepresivos, por su
parte, pueden aumentar la neurogénesis en el hipocampo.
No hay, entonces, una “geografía cerebral” o mapa cerebral único en la depresión, sino una
serie de anormalidades en la interacción funcional de distintas redes o circuitos neurales. El
origen de la alteración funcional en los circuitos no es claro aún; es posible que los cambios en
los neurotransmisores ya descritos ejerzan un efecto sobre estas vías. Las diferencias en estos
patrones también pueden ayudar a dividir en grupos los síntomas depresivos y en la respuesta
a tratamientos. Por otra parte, la acción de los antidepresivos se puede entender como una
reactivación de la plasticidad neural como consecuencia de la activación de genes, a su vez
resultado del aumento de las catecolaminas sinápticas y su efecto sobre receptores sinápticos.
Psicosociaies
Se ha descrito una serie de factores de riesgo para las diferentes condiciones de los aspectos
psicosociaies. También, se ha descrito la influencia de factores psicológicos en la aparición de
trastornos afectivos de tipo depresivo, como aquellos relacionados con las pérdidas reales o
imaginarias, introyección de objetos perdidos, circunstancias vitales estresantes, agresión
vuelta contra sí mismo, discrepancias entre los ideales y la realidad, deprivaciones tempranas
(por ejemplo, separaciones tempranas de la madre, pérdida de los padres antes de los 20
años), rasgos de personalidad de tipo obsesivo (histéricos o dependientes), sentimientos
incrementados de desesperanza (desesperanza aprendida), modelos cognitivos (en los cuales
se aprenden esquemas depresógenos en los que se vivencia el mundo negativamente) y
traumas en la infancia, como el abuso sexual, se asocian con depresiones más tempranas,
entre otros.
Clasificación
Los trastornos depresivos son varios y se pueden clasificar teniendo en cuenta la Clasificación
internacional de las enfermedades, décima edición (CIE-10), así:
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2. Trastorno depresivo recurrente: equivalente al trastorno depresivo mayor del DSM-5. Se
divide en cinco tipos de manera similar al episodio, así:
Enfermedad médica.
Inducido por sustancias o medicamentos.
Otras formas de trastornos afectivos:
Depresión atípica.
Disforia posparto (matemity blues).
Depresión posparto.
Síndrome mixto de ansiedad y depresión.
Melancolía.
Depresión doble.
Depresión enmascarada.
Trastorno disfórico premenstrual.
Depresión bipolar
Clínica y diagnóstico
Existen ciertas características esenciales para diagnosticar cuadros depresivos. Dentro de los
rasgos fundamentales, cabe resaltar los aspectos explorados a continuación.
Afecto (ánimo)
Dentro de la dimensión del afecto, en los cuadros depresivos se puede encontrar tristeza,
deseos de llorar, disminución de la reactividad a eventos externos, pérdida de placer e interés
por actividades usualmente placenteras, baja autoestima, apatía, sensación de vacío, tensión,
ansiedad, irritabilidad o frustración. En los niños o los adolescentes es más común encontrar
irritabilidad.
Pensamiento y cognición
En los trastornos depresivos se puede encontrar disminución de la concentración, baja
productividad, enlentecimiento del pensamiento y del lenguaje, dificultad para tomar
decisiones, culpa inapropiada, indecisión, pesimismo, desesperanza, ideas de minusvalía,
ideación de muerte o suicida. Pueden coexistir síntomas psicóticos, como alucinaciones o ideas
delirantes, que pueden o no estar de acuerdo con el estado de ánimo. En caso de los delirios,
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estos pueden ser de tipo depresivo; esto es, con temáticas de culpa, ruina, muerte y
minusvalía.
El estudio de los efectos de la depresión sobre las funciones cognitivas ha sido un tema cada
vez más estudiado. En efecto, los déficits cognitivos asociados con el ánimo depresivo
permiten entender mejor los efectos negativos de la depresión sobre el desempeño funcional
en diversas áreas. Vale la pena recordar que la cognición se compone de varias funciones,
como la atención, la memoria episódica y verbal, la velocidad del procesamiento y la función
ejecutiva. Se ha descrito un compromiso global de la función cognitiva, aunque es posible que
algunas funciones mejoren más con el tratamiento que otras. Estudios recientes sugieren que
la función ejecutiva y la flexibilidad cognitiva mejoran con la respuesta al tratamiento; sin
embargo, otras áreas cognitivas no lo hacen, a pesar de la mejoría clínica en la depresión. Esta
es un área que requiere mayores estudios y modalidades terapéuticas novedosas, dada su
importancia para una plena recuperación de la depresión.
Actividad psicomotora
Por lo general, en los cuadros depresivos se evidencia un retardo; no obstante, en algunos
casos puede observarse agitación, inquietud e hiperactividad sin propósito, sobre todo en
personas de edad y en asocio con cuadros de melancolía.
Manifestaciones somáticas
En los cuadros depresivos se encuentra insomnio o hipersomnia, disminución o aumento del
apetito con sus consecuencias respectivas en el peso, disminución de la actividad sexual,
disminución de la vitalidad, fatigabilidad, disminución de la energía. Por otra parte, una serie
de quejas somáticas, como dolores de cabeza, espalda y de otras partes del cuerpo, pesadez
en las extremidades, quejas gastrointestinales, cardiovasculares, etc.
Para el diagnóstico de los diferentes trastornos afectivos es importante tener en cuenta los
criterios establecidos para ellos en la CIE-10, que guardan muchas semejanzas con los
esbozados por el DSM-5.
Los episodios depresivos se convierten en trastorno depresivo recurrente cuando, además del
episodio actual, ha habido por lo menos un episodio depresivo leve, moderado o grave, con
una duración mínima de dos semanas y separado del nuevo episodio al menos por dos meses
libres de cualquier alteración significativa del ánimo. Este requerimiento es abolido del DSM-5,
en el que requiere solamente l episodio para ser catalogado de trastorno.
Por otra parte, se puede precisar, en el marco del episodio o trastorno depresivo recurrente
(trastorno depresivo mayor) leve o moderado, la presencia o no del llamado síndrome
somático si están presentes cuatro de los siguientes síntomas:
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Pérdida marcada del apetito.
Pérdida del 5 % o más del peso corporal en el último mes.
Notable disminución de la libido.
Criterios generales
Por lo menos dos años de estado de ánimo depresivo constante o recurrente
constantemente (de acuerdo con el DSM-5, en niños y adolescentes la duración debe
ser de un año).
Periodos de estado de ánimo normal rara vez mayores a algunas semanas; sin
episodios de hipomanía.
Ninguno o muy pocos episodios depresivos durante los dos años llenan los criterios
para trastorno depresivo recurrente (DSM-5).
Síntomas
Durante por lo menos algún periodo de depresión, mínimo tres de los siguientes
síntomas deben estar presentes:
Disminución de la energía o actividad reducida.
Insomnio.
Pérdida de confianza o sentimientos de inferioridad. O Dificultad para concentrarse.
Llanto fácil.
Pérdida del interés o dificultad para disfrutar el sexo u otras actividades placenteras.
Sentimientos de desesperanza o desesperación.
Percepción de inhabilidad para asumir las responsabilidades del diario vivir.
Pesimismo sobre el futuro o rumiación sobre el pasado.
Aislamiento o retraimiento social. O Disminución de la locuacidad.
Trastornos del afecto secundarios
Existen dos: por enfermedad médica y el trastorno inducido por sustancias. En estos
dos grupos, la característica primordial es que los síntomas depresivos rueden
explicarse con mayor claridad por una enfermedad médica.
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Tiene como características primordiales: ser muy reactivo al medio (hipersensibilidad al
rechazo), aumento del apetito o de peso, ansiedad, síntomas vegetativos, hipersomnia y
sensación de pesadez en brazos y piernas (parálisis de plomo).
Se caracteriza por tristeza, llanto, irritabilidad, falta de energía, insomnio global, intermitente o
matinal, ansiedad, cefalea y cuestionamientos acerca de su habilidad para cuidar al recién
nacido. Una quinta parte de las mujeres pueden desarrollar depresión posparto o cuadros de
mayor gravedad (psicosis posparto).
Este cuadro se presenta por disminución abrupta de los estrógenos y la progesterona luego del
parto. Así mismo, se han asociado a este cuadro antecedentes personales o familiares de
depresión, pobre red de apoyo, conflictos de pareja y patrones de crianza sobreprotectores.
Por lo general, remite espontáneamente, y requiere psicoeducación y un buen
acompañamiento por parte de la pareja.
Depresión posparto
Dada la dificultad en establecer una diferencia nítida entre la depresión durante el embarazo
y en el posparto, se ha adoptado recientemente el término depresión perinatal, definida
como episodios de depresión mayor que ocurren ya sea durante el embarazo o en el primer
año posparto.
Además, casi la mitad de los casos de depresión posparto se originan durante el embarazo. La
prevalencia de depresión perinatal oscila entre 7 y 20 %, pero puede aumentar hasta el 35 o 40
% en mujeres con mayor riesgo. Los factores de riesgo para la depresión perinatal son historia
previa de depresión, falta de apoyo psicosocial, madres solteras, adversidad socioeconómica y
exposición a violencia doméstica o eventos traumáticos. La presencia de depresión materna
durante el embarazo y en los primeros años de vida se ha asociado con desenlaces adversos
para el infante. Ello refuerza la importancia de detectar y tratar la depresión perinatal,
teniendo en cuenta además que hay evidencia de la efectividad de tratamientos psicosociales
en la prevención de esta.
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Síndrome mixto de ansiedad y depresión
El síndrome mixto de ansiedad y depresión aparece cuando se presentan síntomas depresivos
y ansiosos, pero en ninguno de los dos casos revisten la magnitud para diagnosticar trastornos
depresivos o ansiosos de manera independiente.
ansiedad en pacientes con depresión se asocia con una menor respuesta al tratamiento, tanto
con antidepresivos como con terapia cognitiva.
Melancolía
La melancolía se caracteriza por una pérdida grave del interés y placer en actividades que son
habitualmente agradables, pérdida de la reactividad a sucesos normalmente placenteros,
insomnio de madrugada, gran depresión en las mañanas, retardo o agitación psicomotoras,
pérdida del apetito, de peso y de la libido, y culpabilidad grave o inapropiada.
Depresión doble
La depresión doble es un tipo de depresión en la cual, sobre un cuadro de distimia, se
presentan episodios depresivos mayores.
Por lo general, se presentan delirios de tipo depresivos: ruina, culpa o muerte. Las ideas
delirantes de ruina y muerte pueden hacer referencia al propio cuerpo, lo que lleva al
síndrome de Cotard, en el cual puede sentir que el cuerpo está muerto o que alguna parte no
funciona (por ejemplo, tengo todo muerto por dentro, mi corazón no funciona, siento que mi
intestino está muerto o no funciona, etc.).
Depresión enmascarada
La depresión enmascarada es un cuadro depresivo que se manifiesta por medio de síntomas
somáticos, como cefalea, lumbagos, dolores indiferenciados, fatiga, problemas
gastrointestinales, cambios en el apetito y trastornos del sueño, que pueden ser difíciles de
diagnosticar como cuadros depresivos en primera instancia y requieren sospecha y habilidad
por parte del clínico.
Por lo general, se presenta en personas que tienden a expresar sus emociones (en este caso
la depresión) por medio de vías no verbales, que tienen menor introspección acerca de lo
psicológico, mayores dificultades con la nominación de emociones (alexitimia), así como
grados más bajos de educación y, en ciertos casos, mayoría de edad.
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Se caracteriza por síntomas de depresión, ansiedad y/o labilidad emocional durante la última
semana de la fase luteínica o progestacional (que se inicia después de la ovulación y culmina
con el inicio de la menstruación). Aun cuando más de dos tercios de las mujeres presentan
síntomas durante la fase luteínica, solo un 3 a 8 % de las mujeres en edad reproductiva
informan síntomas disfóricos, irritabilidad y labilidad del humor, que bloquean las relaciones
interpersonales habituales de las mujeres que lo presentan.
Depresión bipolar
Es aquella depresión que se da en el marco de una enfermedad bipolar. Tiene las
características de un episodio depresivo mayor y puede virar hacia el polo expansivo
(hipomaniaco o maniaco) o mixto cuando se trata con antidepresivos.
Exámenes paraclínicos
En términos generales, el diagnóstico de los cuadros anteriormente descritos es clínico, ya
que no hay hallazgos de laboratorio típicos. No obstante, en ocasiones se requiere descartar
enfermedades somáticas que puedan estar en la base del trastorno. En estos casos, los
laboratorios dependerán de la sospecha del clínico.
Diagnóstico diferencial
Los trastornos depresivos deben diferenciarse de:
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la demencia, pero suscitada por depresión, en la que los síntomas cognitivos se
resuelven con la mejoría de la depresión). Es frecuente que casos de demencia cursen
con síntomas depresivos y alteraciones en el comportamiento durante las fases
iniciales. Además, la depresión de inicio tardío que cursa con cambios cognitivos
marcados y que amerita un diagnóstico diferencial con pseudodemencia en su mayoría
evoluciona hacia la demencia, no así los casos de depresión y cambios cognitivos leves.
Son necesarias una cuidadosa historia clínica y una evaluación adecuada, incluyendo
pruebas neuropsicológicas, para establecer estos diagnósticos diferenciales
Enfermedades con síntomas semejantes a la depresión (por ejemplo, algunos
síntomas del cáncer, insuficiencia renal crónica, etc.): muchas de estas pueden
presentar comorbilidad con trastornos afectivos.
Hipotiroidismo o hipertiroidismo.
Uso crónico de sustancias psicoactivas o medicamentos (alcohol, barbitúricos,
antihipertensivos que afectan las aminas centrales, interferón, etc.).
Trastornos por somatización o esquizofrenias incipientes.
Los mismos trastornos de depresión (distimia frente a depresión mayor, bipolar frente
a unipolar, etc.).
Tratamiento
Para una presentación más detallada del abordaje terapéutico, se recomienda consultar las
guías de práctica clínica que han sido elaboradas basadas en la revisión sistemática de la
evidencia y que tienen alta concordancia entre ellas.
Generalidades
Alcanzar la remisión no solo implica un mejor funcionamiento para la persona, sino que
también disminuye la probabilidad de recurrencia y cronicidad; en particular, la persistencia de
alguno de los síntomas nucleares de la depresión (el ánimo triste/vacío y la pérdida del interés
por las actividades usuales/anhedonia incrementan de manera significativa el riesgo de
recaída.
Por ello, es esencial que la persona tenga la información necesaria sobre las ventajas y
desventajas de cada modalidad terapéutica para lograr una decisión compartida que tome en
cuenta las preferencias del paciente. Además, el modelo biopsicosocial también permite
entender que el abordaje del paciente debe ser integral y abarcar aspectos psicosociales y no
solo los biológicos. En la medida en que un porcentaje significativo de pacientes con depresión
cursan con recurrencia y cronicidad, su participación activa en el tratamiento, el automanejo y
los cambios en el estilo de vida (por ejemplo: ejercicio, manejo del estrés) son también
terapéuticos.
Luego de un entusiasmo inicial con la efectividad de los antidepresivos, los datos recientes
confirman que, si bien son útiles, muchas veces no son suficientes por sí solos. Se estima que
entre un 30 a 40 % de los pacientes logran una remisión con el tratamiento inicial con
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antidepresivos; luego de una secuencia de tratamientos, un tercio de los pacientes siguen sin
alcanzar la remisión. La magnitud del efecto del tratamiento (tamaño del efecto) de los
antidepresivos para la depresión es de 0,30, lo cual se considera un efecto modesto.
Los síntomas residuales más comunes luego de tratamiento con antidepresivos son insomnio,
fatiga, dolores físicos múltiples, y síntomas cognitivos como pobre concentración y poca
motivación. El afecto depresivo, el enlentecimiento psicomotor y la ideación suicida suelen
presentar mejor respuesta.
Recomendaciones
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b. Psicoterapia: las psicoterapias que han sido estudiadas hasta el momento y que
muestran ser eficaces en la depresión incluyen la terapia cognitiva, la psicoterapia
interpersonal y la activación conductual. Las intervenciones psicoterapéuticas durante
la fase de mantenimiento también disminuyen el riesgo de recaída para pacientes con
depresión. La eficacia de la psicoterapia interpersonal para tratamiento del episodio
agudo de depresión y para prevenir recaídas es similar a la terapia cognitiva-
comportamental (CBT). Las psicoterapias durante la fase aguda también ofrecen
beneficios a largo plazo comparados con grupos control. Tenemos:
Psicoterapia cognoscitivo conductual (PCC).
Psicoterapia interpersonal.
Activación comportamental, terapia de resolución de problemas, psicoterapia
dinámica, entrenamiento de habilidades sociales y terapia de apoyo.
c. Psicoterapia y medicación.
d. Terapia electroconvulsiva (TEC).
e. Estimulación magnética transcraneal: hay evidencia parcial de su efectividad
(aplicación diaria prefrontal izquierda durante varias semanas); se tiende a reservar
para casos sin respuesta al tratamiento usual.
En la mayoría de los casos de depresión leve y moderada hay evidencia de una efectividad
comparable para las psicoterapias y los antidepresivos. En la práctica clínica, para las
depresiones graves se prefiere iniciar con antidepresivos, aunque un metaanálisis reciente
encontró que hay eficacia comparable para antidepresivos y psicoterapia cognoscitiva-
conductual Hay evidencia de la superioridad del tratamiento combinado (antidepresivos y CBT)
para depresión grave comparado con solo antidepresivos. Sus resultados dependen de:
Adherencia: tal vez el factor pronóstico más importante es la adherencia del paciente
al tratamiento. Lograr una buena alianza y procurar una atención centrada en la
persona que incluya una información adecuada y las preferencias personales
fortalecen la participación del paciente. Entre los factores para la falta de adherencia
encontramos: n Efectos secundarios no manejados, Abandono del tratamiento una vez
se logra la mejoría.
Escogencia de la medicación: la mayor diferencia entre los antidepresivos radica en su
perfil de efectos secundarios, tolerabilidad, costo y acceso. En la literatura científica,
en general se acepta que los antidepresivos tienen una eficacia similar, aunque
algunos meta- análisis encuentran diferencias en la efectividad entre ellos. Sin
embargo, sí hay diferencias individuales en la respuesta a los antidepresivos y a otros
tratamientos, aunque en la actualidad no hay exámenes o pruebas que permitan
predecir la respuesta individual.
Según el diagnóstico clínico:
Distimia más episodios depresivos (depresión doble): mantenimiento a largo plazo del
tratamiento.
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-Si hay comorbilidad: el trastorno de tipo distinto al del afecto marca la elección del
antidepresivo; por ejemplo, con trastornos de pánico es necesario emplear un antidepresivo
con eficacia en el tratamiento del pánico.
Cronicidad.
Antecedentes de recurrencia, o Antecedentes familiares,
Gravedad de los síntomas, a Historia de respuesta a tratamientos anteriores,
Comorbilidad. a Preferencia del paciente.
O Duración del tratamiento de fase aguda antes de ser considerado como una no respuesta: se
requieren al menos 6 semanas (y mejor 8) de un tratamiento con la dosis adecuada antes de
considerar al paciente como un caso de no respuesta. En la práctica, la mayoría de los
pacientes que responden mejoran significativamente hacia la cuarta semana de tratamiento.
Para determinar que un tratamiento no ha servido, siempre es necesario estar seguros de que
la dosis y la duración han sido óptimas. Los autores del estudio STAR-D recomiendan una
duración de al menos 6 semanas (idealmente 8) antes de cambiar, ya que solo la mitad de los
pacientes que remitieron al cabo de 12 semanas de un antidepresivo lo hicieron a la sexta
semana. O Causas de no respuesta a un medicamento (diferentes a que no haya sido óptimo el
manejo):
-Siempre se debe explicar el tratamiento y las opciones al paciente, y tener en cuenta sus
preferencias.
Hospitalización
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Por lo tanto, se debe evaluar acerca de: riesgo o intento de suicidio u homicidio,
síntomas psicóticos (alucinaciones, ideación delirante), pobreza del juicio, conflictos
graves con terceros a consecuencia de su enfermedad, no toma de los medicamentos
recomendados, falta de cuidados básicos hacia sí mismo (por ejemplo, no comer), que
lleven a pensar en la necesidad de optar por una hospitalización.
En aquellos pacientes mayores que por falta de soporte familiar podría darse un
agravamiento del cuadro por carencia de seguimiento de las indicaciones dadas.
Es importante recordar que la mayoría de los pacientes con depresión mayor y algunos
con manía se pueden manejar ambulatoriamente, y se obtiene una mayor efectividad
en el tratamiento. Esto si se cuenta con un buen respaldo familiar y colaboración por
parte del paciente.
Se estima que hasta un 90 % de los casos de depresión pueden ser manejados por un
equipo de atención primaria entrenado. El modelo ideal es el de cuidado colaborativo,
basado en el manejo de enfermedades crónicas. El manejo en la atención primaria
permite, así mismo, un manejo integral e integrado para muchos de los pacientes que
tienen depresión y comorbilidad médica.
Farmacoterapia
En general, es importante tener presente que los antidepresivos actúan entre los 15 y 30 días
posteriores a su administración, pero pueden demorar en promedio 30 a 60 días en actuar
plenamente (en ocasiones más).
Se recomienda iniciar los medicamentos explicando a los pacientes tanto sus efectos
secundarios —con el fin de aumentar la adherencia—, como la manera de tomarlos.
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necesidad de un tiempo mayor (un año). La medicación y la dosis de mantenimiento debe ser
la misma que fue efectiva para controlar el episodio agudo. La suspensión del antidepresivo
debe hacerse de manera lenta y bajo supervisión médica para evitar una recaída (tabla 42.5).
Edad del paciente: en general, en personas mayores de 45-50 años se tiende a utilizar
medicamentos con menores efectos cardiovasculares, como los ISRS (inhibidores
selectivos de la recaptación de serotonina), el trazodone y la venlafaxina (si el paciente
no es hipertenso).
Respuesta anterior a los medicamentos antidepresivos: si el paciente ha tenido éxito
con algún medicamento en el pasado, se recomienda utilizar el mismo si no se
encuentra contraindicado.
Respuesta de familiares con depresión: se utiliza la medicación que fue exitosa con los
familiares.
Predictores de respuesta y síntomas asociados con la depresión: existen algunos signos
y síntomas que hacen que la respuesta de pacientes con depresión sea mejor a un tipo
de antidepresivo que a otros, o que los síntomas asociados respondan mejor:
Rasgos obsesivos: la clomipramina (75-150 mg/día) o los ISRS (sertralina 50-200 mg/día;
fiuoxetina, paroxetina a dosis promedio de 20-80 mg/día; escitalopram, a dosis de 10 a 30
mg/día, o fluvoxamina, de 100-200 mg/día) actúan mejor.
Insomnio: los tricíclicos tipo amitriptilina (75-150 mg/día), la mirtazapina (15-45 mg/día) y la
fluvoxamina pueden actuar mejor sobre el insomnio, al igual que el trazodone (50-200 mg).
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Ansiedad: en general, son más ansiolíticos los anti-depresivos tricíclicos, y a mediano plazo, los
ISRS y los ISRN (venlafaxina en dosis promedio de 75-150 mg/día).
Eyaculación precoz: los ISRS. o Fumadores que desean dejar el cigarrillo: el bupropión (150-
300 mg/día).
Rasgos de depresión atípica: los inhibidores reversibles de la MAO (moclobemida), los IMAO o
los ISRS.
Contraindicaciones relativas para el uso de los ISRS: pacientes con uso de otros
medicamentos que se metabolicen mediante el citocromo P-450, problemas con el orgasmo
en las mujeres y hombres con eyaculación retardada.
Depresión refractaria
La depresión refractaria se puede definir como aquella depresión que no responde después de
un manejo adecuado de antidepresivos. En general, un 15-30% de los pacientes no responden
al tratamiento inicial adecuado con un antidepresivo. Si se incluye la respuesta parcial, el
porcentaje es mayor.
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De un ISRS por otro del mismo grupo da resultado positivo en un 65 a 71 % de los
casos.
El cambio de un ISRS por un ADT, o viceversa, es un paso lógico al emplear un
compuesto con una acción diferente al primero. Los indicios sugieren que los
resultados son positivos en un 50 % de los casos.
Unos pocos estudios sugieren que la adición de mirtazapina (15 a 30 mg/día) a un ISRS
es una estrategia eficaz para la depresión resistente.
Si no hay respuesta a estas opciones o en los casos en que exista riesgo para la vida del
paciente (ejemplo, no come, síndrome de Cotard que no responde al tratamiento, alto riesgo
de suicidio), se puede optar por terapia electroconvulsiva con anestesia y relajación (TECAR).
Psicoterapia
En general, todo paciente con trastorno afectivo debe realizar psicoterapia, con el fin de lograr
un mejor manejo del cuadro clínico, mejorar la introspección, el modelo de interacción y
actuar sobre los problemas de base.
Las psicoterapias pueden ser de diverso tipo; ello dependerá del interés del paciente, así como
de la mejor conveniencia. A manera de resumen, se podría utilizar:
22
Curso y pronóstico
Por lo general, los cuadros depresivos son de buen pronóstico si se realiza un adecuado
manejo y se tiene una adecuada red social (respaldo en el ámbito familiar o interpersonal). Así
mismo, el pronóstico dependerá de la historia familiar de depresión, edad de inicio y estrés
que rodea al sujeto.
Los trastornos distímicos son una condición crónica. En el caso de los pacientes con distimia,
tiende a aparecer hacia la mitad de la vida, que lleva, entre otras cosas, a un deterioro en el
rendimiento laboral y a tener problemas en las relaciones interpersonales, pobre interés en las
actividades comúnmente placenteras, tendencia a la somatización y a la autodestructividad,
dado el cuadro depresivo. El pronóstico de estos dos trastornos dependerá de lo oportuno y
adecuado que sea el tratamiento.
A fondo
No dejes de leer
23
https://www.msdmanuals.com/es-ec/professional/trastornos-
psiqui%C3%A1tricos/trastornos-del-estado-de-%C3%A1nimo/trastornos-depresivos
Guía de práctica clínica de los trastornos depresivos
https://consaludmental.org/publicaciones/GPCtrastornosdepresivos.pdf
Depresión: subtipos de trastornos depresivos.
https://www.youtube.com/watch?v=XXQQutEaaV8
Depresión: tratamiento y pronóstico de los diversos subtipos de depresión.
https://www.youtube.com/watch?v=ooRmA7Gd7eY
Diagnóstico y tratamiento DEL TRASTORNO DEPRESIVO en el adulto
24
https://www.dropbox.com/s/fbcxkeut51nwih6/Diagn%C3%B3stico%20y%20tratamien
to%20del%20trastorno%20depresivo%20en%20el%20adulto%20-%20GER.pdf?dl=0
______________________________________________________________________
Conducta suicida
Definición
La Organización Mundial de la Salud, en su informe sobre la prevención del suicidio del 2014,
define el suicidio como un acto deliberado llevado a cabo por la persona con el fin de quitarse
la vida y cuyo resultado es letal. El intento de suicidio es cualquier conducta deliberada,
iniciada y realizada por el sujeto, cuyo resultado no es letal. La conducta suicida es una serie de
comportamientos que incluyen pensamientos relacionados con el suicidio, su planificación, el
intento suicida y el suicidio mismo.
Historia
El suicidio es tan antiguo como el hombre mismo. Culturas previas consideraban el acto de
quitarse la vida como una respuesta a diversas circunstancias: vergüenza por derrotas militares
(harakiri en el Japón) o por no alcanzar logros propuestos, o para escapar del sufrimiento físico
o moral, como lo describe la Biblia en el caso de Judas Iscariote. En el mundo oriental, en
ciertas regiones como la India, las esposas se suicidaban en el funeral de su marido. Ya en el
siglo IV de nuestra era, el cristianismo y el judaismo condenaron el suicidio; en el Renacimiento
fue rechazado en forma considerable por la sociedad, y no fue sino hasta el siglo XVIII cuando
en Francia dejó de penalizarse como un hecho criminal. Para finales del siglo XIX el suicidio fue
relacionado con la patología mental; sin embargo, varios autores, entre ellos Esquirol,
señalaron que dentro del acto suicida hay un estado mental alterado, como resultado de una
sobrecarga emocional, por lo tanto, no siempre es patológico.
Hemos visto suicidios colectivos, por imitación, pactos suicidas, entre otros, por lo que la
estimagtización y rechazo a este tipo de conducta por diversas sociedades ha generado
respuestas diferentes para entender esta problemática. Hoy en día los estudios para
comprender el comportamiento suicida van encaminados a la interacción de factores
biológicos, psicológicos, sociales, ambientales y culturales.
Epidemiología
El suicidio es un verdadero problema de salud pública; se calcula que cada año alrededor del
mundo se suicidan aproximadamente un millón de personas. Existe un subregistro de la
conducta suicida en los servicios de salud, que no permite visualizar la magnitud de esta
condición, y como es un evento prevenible, se deben destinar recursos para disminuir la
incidencia.
El número de suicidios a escala mundial para el 2012 fue de 804.000, con una tasa de 11,4
suicidios por cada 100.000 habitantes; al discriminarlo por género se encontró que los
hombres tenían una tasa de 15 y las mujeres de 8, por 100.000 habitantes. Los suicidios
representan un 50 % de todas las muertes violentas registradas entre hombres y un 71 % entre
mujeres. Los métodos utilizados que priman a escala mundial son la ingestión de plaguicidas,
el ahorcamiento y el uso de armas de fuego.
25
En Colombia, de acuerdo con los datos aportados por el estudio sobre autopsias llevado a cabo
durante el 2014 por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, hubo 1.878
necropsias debidas al suicidio, con una tasa de 4,33 casos por cada 100.000 habitantes; la tasa
se mantuvo similar a la de los últimos 9 años. El grupo de edad en que se presentó un mayor
número de suicidios fue el de 20 a 24 años y el de 70 a 74 años, que superó la tasa promedio
(6,37). En cuanto al género, el 82 % (1.544 casos) fueron hombres, mientras que las mujeres
representaron el 18 %. El mecanismo utilizado en el 56,23 % de los casos fue la asfixia
mecánica por ahorcamiento y un porcentaje mínimo, por sumersión. El factor desencadenante
en el 51 % los casos no fue posible determinarlo; sin embargo, en el 28,46% de los casos, los
conflictos de pareja o expareja fueron la causa del suicidio®; por lo tanto, la dinámica de pareja
conflictiva refleja un factor de riesgo para el suicidio. Un estudio reciente reveló grados altos
de ideación suicida, desesperanza y depresión en personas que mencionaron conflictos no
resueltos con su pareja y baja satisfacción en su relación.
El estudio demostró que en Colombia el intento de suicidio, la idea y el plan suicida tienen
mayor prevalencla en las mujeres.
Factores etiológicos
Factores neurobiológicos
Desde el punto de vista de la neurobiología existe clara evidencia respecto al rol que cumplen
tres sistemas en la fisiopatología de la conducta suicida:
En los sujetos con intento suicida, en especial relacionado con conductas violentas e
impulsivas, se han identificado bajas concentraciones (por debajo de 92,5) del ácido 5-hidroxi-
indolacético (5-HIAA), un metabolito de la serotonina, en el líquido cefalorraquídeo; este
hallazgo indica que la conducta suicida está asociada con un déficit en la transmisión del
sistema serotoninérgico. En cuanto al sistema noradrenérgico, estudios indican un aumento en
la liberación de este neurotransmisor en los pacientes con una conducta suicida.
Factores genéticos
Existen datos procedentes de estudios sobre conducta suicida realizados con familiares
cercanos, niños en adopción y gemelos idénticos, los cuales sugieren que los factores
genéticos probablemente desempeñan un papel en la determinación del riesgo de suicidio.
26
Hay estudios que evidencian una zona específica del cromosoma 2 en los genomas de
personas con trastorno bipolar y sus familiares, que habían manifestado haber tenido intentos
de suicidio. Este estudio replicó resultados similares de dos estudios anteriores, realizados con
personas que habían tenido intentos de suicidio, un grupo con dependencia de alcohol y sus
familiares, y otro grupo con depresión recurrente de inicio temprano y sus familiares.
También, se ha determinado que los individuos que presentan mayores tendencias suicidas y
utilizan métodos más violentos, así como personas sin dichas tendencias, pero que expresan
violencia impulsiva, tienen cantidades más bajas del neurotransmisor serotonina y del
producto de su metabolismo (5-HIAA) en LCR que pacientes depresivos. Sin embargo, las
concentraciones bajas de serotonina parecerían estar asociadas con conductas impulsivas y
violentas.
Más recientemente han aparecido aportes efectuados por la psicología cognitiva en este
campo, que además de contribuir al enriquecimiento de la investigación sobre el tema, han
permitido desarrollar metodologías psicoterapéuticas aplicadas. Miró cita el caso de Beck y
otros, quienes encontraron una mayor propensión a la consumación del suicidio en pacientes
con desesperanza que en quienes experimentaban sentimientos de depresión sin desesperanza.
Otros factores
Otros factores que se deben tener en cuenta son la tendencia suicida anterior y actual, y el
sentimiento de desesperanza.
Factores de riesgo
Los factores de riesgo para suicidio se pueden clasificar en demográficos, psiquiátricos,
médicos, o sociales, etiológicos y otros.
Demográficos
Dentro de los factores demográficos encontramos un mayor riesgo en ancianos y
adolescentes. Respecto al género, se ha evidenciado que el intento de suicidio es más
frecuente en mujeres que en hombres (3:1), y en estos últimos es más común el suicidio
consumado (1:3). En cuanto a la raza, se ha observado una mayor tendencia al intento suicida
entre personas blancas. Durante el 2014, según el Instituto de Medicina Legal, el 77,42% de los
casos se presentaron en la cabecera municipal y el 22,20 % ocurrió en la zona rural.
Psiquiátricos
La autopsia psicológica es una estrategia utilizada como método de investigación retrospectiva
de las características de la personalidad y las condiciones que el sujeto tuvo en vida, la cual
tiene como objetivo acercarse a la comprensión de las circunstancias de la muerte. Dicha
27
estrategia ha demostrado que cerca del 90 % de los suicidios en todos los grupos de edad
están asociados con enfermedades psiquiátricas y con los trastornos adictivos. Dentro de estas
patologías, las más frecuentemente observadas son:
1. Trastornos depresivos.
2. Dependencia y abuso de sustancias.
3. Trastornos psicóticos.
4. Trastornos de personalidad.
5. Trastornos de ansiedad.
Dentro de estos, los que con mayor regularidad se relacionan son aquellos que tienen que ver
con la impulsividad —trastornos fronterizos (limítrofes), paranoides y psicopáticos—. Así
mismo, se observan en trastornos histriónicos y narcisistas, que presentan baja tolerancia a la
frustración.
Médicos
Las patologías médicas se asocian con 35-40 % de los suicidios consumados. Dentro de estas,
las más frecuentemente asociadas son las patologías terminales (cáncer, sida, etc.). Esta
incidencia aumenta hasta en un 70 % en personas mayores de 60 años. Dentro de las
patologías comúnmente asociadas con el intento de suicidio tenemos: traumatismo craneal,
esclerosis múltiple, corea de Huntington, patologías asociadas con síndrome mental orgánico,
lesiones medulares, insuficiencia renal crónica, enfermedades que causan dolores crónicos,
insomnio grave y persistente, entre otras.
Por otra parte, es importante resaltar la correlación que existe entre conducta suicida y
patologías médicas, ya que el 32% por ciento de todas las personas que consumaron el suicidio
había recibido atención médica en los seis meses precedentes; del mismo modo, otros
estudios han demostrado un incremento en el número de consultas médicas de atención
primaria en los meses previos a cometer el suicidio, por parte de los mismos sujetos. Para
algunos autores, estos hechos se podrían explicar como intentos realizados por los pacientes
para recibir atención médica por presentar depresión o algún otro tipo de trastorno mental.
Sociales
Dentro del grupo de los factores sociales se observa un mayor riesgo para el intento de suicidio
en las siguientes condiciones: viudez, divorcio, separación, vivir solo, aislamiento social,
pérdida personal reciente, desempleo, jubilación, problemas económicos, problemas legales y
poseer un arma de fuego. Igualmente, se ha encontrado un incremento en el riesgo de suicidio
en relación con la pobreza, el bajo ingreso económico y la consecuente falta de oportunidades.
Familiares
28
Algunos de los factores más frecuentemente encontrados son: antecedentes de suicidio en la
familia, historia familiar de enfermedad psiquiátrica, muerte precoz de los padres, maltrato
emocional y físico, abuso sexual y cambios frecuentes de domicilio.
Diagnóstico
La evaluación inicial debe centrarse en la gravedad del intento, para lo cual debe tenerse en
cuenta:
• Características.
• Letalidad.
• Expectativa de letalidad.
• Culpa persecutoria.
29
• Aislamiento, soledad.
Con la intención de contribuir a la prevención, que es una de las prioridades del clínico, el
médico debe tener siempre presentes sus propios sentimientos sobre cada caso particular
(manifestados como intuición clínica o “sexto sentido”), como elemento relevante en la
evaluación del riesgo de suicidio.
La mayoría de intentos de suicidio son atendidos en las salas de urgencias de los hospitales de
nivel primario; por lo tanto, el médico que atiende inicialmente el caso se enfrenta al dilema
del abordaje y conducta definitiva, especialmente si no cuenta con el apoyo de un equipo de
salud mental en su institución.
30
La utilidad de escalas de valoración del intento de suicidio tiene como objetivo identificar a los
pacientes con mayor riesgo de cometer suicidio, y algunas determinan conductas por seguir;
sin embargo, existen controversias respecto a su aplicación, debido a sensibilidad y
especificidad.
Se debe iniciar el tratamiento farmacológico en los casos en que haya indicación clara y usar
los psicofármacos. En los casos en que se presente insomnio y ansiedad en forma
concomitante con el intento de suicidio, debido a que con frecuencia estos síntomas se
asocian con menor control de impulsos e incremento de las conductas suicidas, se recomienda
el tratamiento con benzodiacepinas, como lorazepam o alprazolam, excepto en los casos en
que haya evidenciado en la historia clínica de un pobre control de los impulsos, pues su uso
podría asociarse con un incremento de esta condición; en estos casos, se recomienda el uso de
algún antipsicótico atípico con bajas dosis, como clozapina, olanzapina, quetiapina o
risperidona.
31
Tener siempre presente que los pacientes suicidas pueden generar reacciones
contratransferenciales intensas (por ejemplo, rechazo, excesivo compromiso
emocional, etc.).
Asegurar la participación activa y continuada del paciente y su familia en el proceso
integral de tratamiento, lo que idealmente debe incluir psicoterapia individual, de
pareja o familiar, si se considera necesario.
Implementar los métodos psicoterapéuticos indicados que contribuyan a la solución de
los conflictos relacionados con las ideas y conductas suicidas.
Facilitar al paciente y su familia el acceso al personal de salud en caso de reaparición
de la ideación o conducta suicida.
Seguimiento por los diferentes actores de salud.
A fondo
No dejes de leer
https://www.youtube.com/watch?v=hfvBkJ1FZUI
https://www.youtube.com/watch?v=WwlT9S7e8IA
32
Depresión y conducta suicida. Abordaje desde Atención Primaria. (debate acerca de la
perspectiva de abordaje)
https://www.youtube.com/watch?v=yS_mLw1w-K0
____________________________________________________________________________
33
distinción; sin embargo, existen otros parámetros por tener en cuenta para lograrlo, como los
antecedentes familiares o la edad de inicio del primer episodio depresivo. Los periodos de
tiempo libres de episodios, tanto maniaco/hipomaniaco como depresivos, se conocen como
eutimia. Sin embargo, es frecuente que en estos episodios se presenten síntomas
subumbrales del episodio, como tristeza, irritabilidad, ansiedad, alteraciones cognitivas y del
sueño, o disfunción social u ocupacional, que complican el curso y el pronóstico del paciente
con TB y que deben ser tenidos en cuenta en el seguimiento de los pacientes.
Historia
El concepto de manía continúa en evolución y aún no se tiene claridad respecto a la noción de
trastorno bipolar. Desde la Antigüedad hasta la actualidad, las definiciones se hacen a partir de
síndromes (se basan exclusivamente en síntomas). Algunos de los pensadores más
importantes sobre el tema se exponen a continuación.
Areteo de Capadocia
Siglo II d. C. (150 d. C.). Hizo una descripción y seguimiento de los trastornos psiquiátricos
reconocidos en la actualidad, como las psicosis y los síndromes mentales de causa orgánica.
Sobre los trastornos del estado del ánimo, hizo la descripción de la melancolía y la manía,
propuso una conexión entre ellas y afirmó la existencia de formas atenuadas, así como de las
manifestaciones psicóticas de estos estados afectivos, su base temperamental, estacionalidad,
virajes súbitos y la asociación de las formas maniacas con edad joven y sexo masculino. Sugirió
que la manía era la etapa final de la melancolía.
Respecto a la manía, dijo: “Hay infinitas formas de manía, pero la enfermedad es una [...] si la
manía está asociada con el chiste, el paciente ríe, juega, baila de día y de noche. Las ideas que
los pacientes tiene son infinitas [...] ellos creen que son expertos en astronomía, filosofía o
poesía [...] el paciente puede ponerse excitable, suspicaz e irritable”. Roccatagliata, en 1986,
describió a Areteo de Capadocia como el “clínico de la manía.
34
Posiblemente, uno de los más agudos observadores en el campo de la psiquiatría; describió la
manía, la melancolía, la depresión recurrente y las variaciones leves del afecto; propuso el
nombre de enfermedad maniaco-depresiva en 1921 como la patología de base común y única
a todos ellos. No obstante, posteriormente se aceptó esta denominación solo para aquellos
sujetos que tendían a alternar de manera cíclica entre estados maniacos y depresivos. Esta
entidad caracterizaba a la enfermedad como un continuo en el que la melancolía recurrente, la
manía y los estados subsindromáticos interepisódicos de actividad, humor y cognición se
entendían como parte del mismo proceso mórbido. Amplió así la relevancia que tenía el
componente melancólico.
Respecto al curso de la enfermedad, Kraepelin fue el primero en observar que las alteraciones
se asociaban más con la recurrencia que con la gravedad de los episodios. En 1913, Kraepelin
decía: “Con los años he llegado a tener la convicción cada vez mayor de que todos los tipos
clínicos enumerados no son más que manifestaciones de un mismo proceso mórbido.
Autores contemporáneos
Las tesis kraepelianas dominaron la psiquiatría hasta la década de los setenta, en la que se
trazó una frontera entre trastorno afectivo unipolar y bipolar, considerando que no es un
grupo homogéneo de entidades afectivas, lo cual permitió la ampliación de los determinantes
del trastorno y reconoció el inicio del estudio del espectro bipolar.
Dunner (1940)
En 1976, introdujo la distinción entre bipolar I (con episodios maniacos) y bipolar II (con
episodios hipomaniacos); así, la presencia de la manía fue fundamental en la comprensión de
la patología bipolar de un estado afectivo. Las clasificaciones diagnósticas de la OMS y de la
Asociación Estadounidense de Psiquiatría apoyan esta dicotomía en las versiones CIE-10 y
DSM-III-R, sin reconocer entre ellas un espectro que tendría estas formas puras en los
extremos.
Cade (1912-1980)
En 1949 descubrió las propiedades antimaniacas del litio, el cual se constituyó en el pilar para
el tratamiento del TB.
Leonhard (1904-1988)
En 1957 propuso la distinción entre bipolar, que se reservó para pacientes con manía, y
trastorno monopolar para aquellos que presentaban cuadros depresivos. Los bipolares
(historia de manía y de depresión) tenían más historia de manía en la familia, y los
monopolares (depresión) tendrían una aparición más tardía, menos episodios y menos
componente genético. La división propuesta por Leonhard fue avalada simultáneamente en
1966 por Angst en Suiza y Perris en Suecia, y más adelante se incorporó al DSM-III y a la CIE-10.
Aun cuando en ocasiones se ha planteado que los monopolares pueden ser solamente
pacientes con episodios maniacos sin depresión, en general se considera que estos serían más
TB I y por ello se reserva la denominación de trastorno monopolar para pacientes con
solamente episodios de depresión.
Akiskal (1944)
35
En 1999, el autor describió varios tipos de trastorno bipolar (TB); planteó el espectro bipolar,
describió el TB, que se caracteriza por depresiones o manías psicóticas en un trastorno
esquizoafectivo bipolar; el TB I, que tiene al menos una manía; el TB I (MITAD), depresiones
con hipo-manías prolongadas; el TB II, depresión recurrente con hipomanías; el TB II,
depresiones ciclotímicas; el TB II, (MITAD) depresiones más hipomanías por antidepresivos; el
TB II, depresiones con ciclotimia más abuso de sustancias, y el TB I, depresiones en hipertimia
o historia familiar con carga genética para TB I . Aunque trata de manera interesante el
espectro bipolar, esta clasificación no ha prosperado; es importante en cuanto nos lleva a
pensar estas patologías de manera más compleja.
Epidemiología
La incidencia del TB es difícil de estimar, porque la enfermedad generalmente se diagnostica o
se hace evidente después de un periodo de años, y usualmente no es diagnosticada al
momento del primer episodio, debido a que en muchos casos se inicia por un cuadro
depresivo por el cual no se consulta o porque se hace el diagnóstico errado. Aproximadamente
el 10% de las personas con trastorno depresivo desarrollan alguna de las formas de trastorno
bipolar, y es frecuente que existan varios episodios depresivos antes de que se presente uno
maniaco. La manía es el hallazgo más notorio del TB; por esta razón, los datos epidemiológicos
sobre incidencia son basados en muchos casos sobre datos retrospectivos, en los que se
reconstruye la historia del sujeto, que pueden presentar diversos sesgos (ejemplo: memoria).
Como resultado de este inconveniente, algunos prefieren la prevalencia de vida sobre las tasas
de incidencia. Teniendo en cuenta estos datos, se encuentra que el trastorno bipolar I tiene
una prevalencia de vida de 0,6 a 2 % en muestras poblacionales y es similar en ambos géneros;
se mantienen constantes los hallazgos entre culturas y diferentes grupos étnicos.
El trastorno bipolar puede iniciarse a cualquier edad; es más frecuente el Inicio entre los 15 y
los 25 años, con una media aparición a los 21 años, y la mayoría de los pacientes con
trastorno bipolar experimentan síntomas significativos antes de los 25 años.
El inicio de síntomas después de los 60 años está más asociado con causas médicas generales y
con menos antecedentes familiares de TB. En estos pacientes con TB de inicio tardío, la
influencia genética es menor y se observa una mayor frecuencia en mujeres. Las manías en
personas de mayor edad deben hacer pensar en alteraciones vasculares cerebrales y en
lesiones del sistema nervioso central (SNC). La edad de inicio temprano ha sido asociada con
un curso más grave de la enfermedad, una historia familiar de trastorno bipolar, una mayor
influencia genética y la tendencia a padecer múltiples episodios.
Las tasas de recurrencia son altas en el trastorno bipolar. Se han encontrado tasas de recaída
del 73 % en un periodo de cinco años, y dos terceras partes de los pacientes tienen múltiples
recaídas. Otros estiman que las tasas de recaídas pueden alcanzar al 90 %, y cerca del 50 % de
estas ocurren en los primeros dos años. Se ha estimado que el tiempo de latencia hasta llegar
al diagnóstico de TB puede ser de ocho años, y aproximadamente el 50 % de los casos son
diagnosticados erróneamente como cuadros depresivos monopolares (40-60%), esquizofrenia
(18-40%) y neurosis (20-40%). Una de las causas de mayor confusión en el diagnóstico es
pensar que los síntomas psicóticos son exclusivos de la esquizofrenia y que esto no incluye al
TB. Este mayor tiempo para conseguir el diagnóstico correcto lleva a un mayor impacto social,
laboral, mayor número de internaciones, intentos suicidas y menor calidad de vida.
36
Algunos pacientes pueden tener un patrón de manía a depresión o de depresión a manía con
cada episodio; no obstante, por lo general no existe una buena predicción sobre qué tipo de
episodio seguirá al último ni en cuánto tiempo. Existe la posibilidad de tener variaciones
estacionarias del estado del ánimo; se asocia el invierno con depresión y la primavera y el
verano, con manía o hipomanía, lo que sugiere además un componente estacional. El
trastorno bipolar está asociado con una significativa mortalidad y morbilidad. El riesgo durante
la vida de muerte por suicidio entre los pacientes con TB ha sido estimado aproximadamente
en un 10-30%, tasa comparable con la de la mortalidad por otras enfermedades, como cáncer
y cardiopatías. El suicidio se produce habitualmente durante las fases depresivas o mixtas del
TB. Más del 60% de los casos de suicidio en la población general están cursando un episodio
depresivo mayor.
El TB también supone costos elevados al sistema de salud. Para 1992, en Estados Unidos, estos
costos fueron superiores a los $45.000 millones de dólares, con costos por tratamiento de 7
billones. En Inglaterra se ha estimado que el costo de la enfermedad bipolar por año para la
sociedad es de 2.000 millones de libras. Begley y otros (2001) desarrollaron un modelo
económico para el costo de toda la vida del trastorno bipolar en Estados Unidos en los
pacientes que tuvieron un primer episodio en 1998; el modelo estima que, en promedio,
durante la vida el costo por caso es estimado en 11.720 dólares para pacientes con un solo
episodio maniaco, a 624.000 dólares en aquellos pacientes que no responden adecuadamente
o tienen episodios con repetición. Los cálculos del costo incluyen medicamentos, costos
relacionados con la comorbilidad y costos indirectos relacionados con la reducción de
discapacidad y abuso de sustancias. El tratamiento para prevenir las recurrencias se ha
encontrado que es la mejor manera de reducir los costos del trastorno bipolar.
Etiología
Se desconoce la causa del trastorno bipolar y al momento no se dispone de marcadores
biológicos ni pruebas de laboratorios que confirmen este diagnóstico. Hasta mediados del siglo
XIX se consideró solamente la causa psicológica, pero actualmente esta teoría se complementa
con estudios genéticos, anomalías neuroendocrinas y alteraciones estructurales, lo que sugiere
que existe una gran variedad de mecanismos involucrados en su aparición.
Factores genéticos
Los trastornos afectivos se encuentran en mayor proporción en grupos familiares, lo que indica
una alta probabilidad genética. El patrón de herencia no es claro ni puede constituir un único
modelo que explique el trastorno; sin embargo, se ha estimado que la heredabilidad es muy
alta. La frecuencia de presentación del trastorno en familiares de afectados de TB es de 7 a 10
37
veces la de la población. Se describe que cada paciente con enfermedad bipolar tiene un 75 %
de posibilidad de tener un pariente cercano con psicosis maniacodepresiva o depresión mayor.
En las personas con familiares que han padecido trastornos bipolares existe un mayor riesgo
(3,7 al 17,5 %) de presentarlo. Cuando un padre tiene TB I, su hijo tiene una probabilidad del
25 % de tener un trastorno afectivo, y si los dos tienen TB I, esta aumenta a 50-75 %. Estudios
han descrito que un 25 % de los familiares con un probando bipolar presentan trastorno
bipolar o unipolar. En los gemelos monocigóticos, estos porcentajes pueden incrementarse
hasta en un 70% (33-90 %), mientras que, en los dicigóticos, la concordancia media es del 16%.
Algunas regiones de cromosomas se han visto implicadas, como el 4p, 4q, 6q, 8q, lOp, 12q,
16p, 18p, 18q, 2 lq y Xq. De estos, los más frecuentemente implicados son el cromosoma 18,
21, 12, 4 y X. Se ha encontrado relación con ceguera a los colores rojo y verde en pacientes con
TB.
Factores biológicos
El papel que tienen las alteraciones neuroendocrinas en el origen de los trastornos del estado
del ánimo se ha centrado particularmente en la disfunción del eje hipotálamo-pituitario-
adrenal (HPA). El eje hipotálamo-pituitario-tiroideo (HPT) ha sido más relacionado con la
génesis de la ciclación rápida. Una alta prevalencia de hipotiroidismo se ha encontrado en
pacientes bipolares con ciclaje rápido (60 a 90 %) y resistentes al tratamiento.
38
Se han postulado mecanismos de sumación (kin-dling) y sensibilización neuronal. El
kindling hace referencia a un proceso electrofisiológico mediante el cual una
estimulación subumbral repetida lleva a que una neurona genere un potencial de
acción. Una característica o cambio a largo plazo llevaría a que el cerebro responda
más fácilmente a estímulos o situaciones estresantes posteriores. El modelo basado en
el kindling podría explicar, al igual que en las convulsiones límbicas, la posible
predisposición generada por experiencias estresantes tempranas, la dificultad
progresiva en el manejo de los episodios anímicos repetitivos, el acortamiento
progresivo de la latencia entre el inicio del episodio y el momento de máxima
gravedad, la aceleración progresiva de los ciclos y la progresiva aparición de
autonomía y espontaneidad de la enfermedad. Esto explica la eficacia de litio, dado su
bloqueo de formas de sensibilización conductual, y de fármacos anticonvulsivantes
como el ácido valproico, la carbamazepina y la lamotrigina.
Aunque no existen marcadores biológicos específicos para el trastorno bipolar, se han
identificado alteraciones en los siguientes marcadores, lo que sugiere un daño cerebral
y una progresión por estadios de la enfermedad. Los más frecuentes y constantes son:
BDNF: niveles disminuidos en primeros episodios afectivos. Normalización con la
remisión del episodio; neurotrofina-3: niveles aumentados durante los episodios
afectivos; GDNF: niveles aumentados. Mecanismo compensatorio; FNT-a: niveles
elevados desde los primeros episodios de la enfermedad; IL-10: efecto
antiinflamatorio. Disminución en estadios tardíos.
Factores cronobiológicos
Hay evidencias que sugieren que los trastornos del ánimo se acompañan de alteraciones en los
ritmos circadianos, incluyendo la temperatura corporal y hormonas como el cortisol, la
melatonina y la hormona del crecimiento. No obstante, no está claro su papel etiopatológico.
En estudios de polisomnografía se observa que la arquitectura del sueño muestra un
acortamiento en la latencia del periodo de movimientos oculares rápidos (MOR o REM)
durante un episodio depresivo mayor. Además, se evidencia un sueño superficial, a menudo
no reparador, con una disminución neta de las etapas tres y cuatro. El síndrome de apnea
obstructiva del sueño también es frecuente en el trastorno bipolar I (51 %) y sus consecuencias
pueden no solo confundirse con un episodio depresivo, sino que incrementan el riesgo de
patología cardiovascular. La privación de sueño (agripnia) tiene consecuencias sobre la
depresión de manera aguda.
Factores psicosociales
Muchos factores psicosociales se han identificado como relevantes para entender el desarrollo
y progresión del trastorno bipolar en algunas personas. Entre ellos están: situaciones
estresantes prolongadas, como maltrato infantil, abandono y abuso sexual; condiciones
socioeconómicas adversas; pérdida de soporte social; exposición a eventos traumáticos y baja
autoestima. Por otra parte, se ha relacionado que personas con TB que viven con sus familias
con alta emoción expresada (EE) (comentarios críticos, sobreenvolvimiento emocional o
intrusión y agresión) tienden a tener mayores recaídas.
Se han descrito reiterativamente los siguientes factores asociados con el TB: historia familiar
de enfermedad afectiva, adolescencia o edad menor de 25 años; historia de alcoholismo en la
familia, separación o divorcio, y al parecer, pertenecer a una clase social media y alta, tener
39
complicaciones obstétricas, nacer en primavera o invierno, trauma craneoencefálico y
esclerosis múltiple (estos últimos factores no han sido totalmente corroborados).
Los episodios maniacos se han postulado por teorías psicoanalíticas que constituyen una
defensa contra la depresión, y de esta forma, serían como una máscara, un estado
compensatorio o representación simbólica de una depresión subyacente, que utilizaría una
serie de mecanismos de defensa como la omnipotencia, la negación, la idealización y el
desprecio.
Clasificación
Los manuales estadísticos y de clasificación de las enfermedades mentales, actualmente el
DSM-5 y la CIE-10, tienen algunas divergencias en cuanto a los criterios diagnósticos de la
enfermedad bipolar. Para el 2017, se espera contar con la decimoprimera versión de la CIE,
que, junto con la quinta edición del DSM, concertarían algunas de sus diferencias. Los
principales puntos que tendrían en común serían la inclusión del trastorno bipolar II en la CIE-
11 y la exigencia adicional, además de la euforia o la irritabilidad, de un aumento de la energía
o de la actividad para el diagnóstico de hipomanía en ambas clasificaciones. En cuanto a los
marcadores específicos de la enfermedad, ambas clasificaciones resaltarían la importancia de
los estados mixtos. Con estos cambios, además de armonizar ambas clasificaciones, se
pretende identificar marcadores de curso y pronóstico de la enfermedad bipolar.
Clínica y diagnóstico
El TB debe ser siempre sospechado ante una persona con una clínica de depresión,
esquizofrenia, trastorno de personalidad o trastorno de ansiedad. Es importante recordar que
muchos pacientes con TB inician su cuadro con episodios o trastornos depresivos. En especial,
debe tenerse en cuenta que la inestabilidad patológica del ánimo es la principal clave para
interrogamos acerca de un TB. Existe una serie de características que nos llevan a predecir la
aparición de un TB, como son: historia familiar de TB, inicio en el posparto, inicio temprano de
cuadros depresivos (antes de 30 años), depresiones con hipersomnia y lentificación motora.
Por otra parte, es de esperar que las personas jóvenes tiendan a manifestarse en sus primeros
episodios con más síntomas psicóticos, mientras que después de los 40 años es infrecuente
esta asociación. Es un error pensar que los síntomas psicóticos son exclusivos de la
esquizofrenia o que los síntomas de primer orden de Schneider no se presenten en pacientes
con TB en fase maniaca. Más de la mitad de los pacientes menores de 30 años presentan al
inicio de su TB síntomas psicóticos.
Afecto (ánimo)
Dentro de la dimensión del afecto, en los cuadros depresivos se puede encontrar tristeza,
deseos de llorar, disminución de la reactividad a eventos externos, pérdida de placer e interés
por actividades usualmente placenteras, baja autoestima, apatía, sensación de vacío, tensión,
ansiedad, irritabilidad o frustración. En los niños o los adolescentes es más común encontrar
irritabilidad.
40
En los cuadros expansivos se puede observar exaltación afectiva, aumento de la autoestima,
sensación de omnipotencia, alegría exagerada, desmesurada o contagiosa, optimismo,
generosidad, tendencia a involucrarse en diversas situaciones, irritabilidad, imprudencia,
entre otras.
Pensamiento y cognición
En los trastornos depresivos se puede encontrar disminución de la concentración, baja
productividad, enlentecimiento del pensamiento y del lenguaje, dificultad para tomar
decisiones, culpa inapropiada, indecisión, pesimismo, desesperanza, ideas de minusvalía,
ideación de muerte o suicida. Pueden coexistir síntomas psicóticos como alucinaciones o ideas
delirantes que pueden o no estar de acuerdo con el estado de ánimo.
En los cuadros expansivos se observa una alta productividad, aceleración del pensamiento y
del lenguaje (que puede llegar a la fuga de ideas), sensación de gran lucidez, de ideación fácil y
con poca autocrítica. En los episodios maniacos es frecuente encontrar actividad delirante
megalomaniaca, persecutoria o autorreferencial, y en ocasiones, actividad alucinatoria,
mientras que estos síntomas no se presentan en el episodio hipomaniaco.
Tanto en los episodios depresivos como en los episodios maniacos o en el periodo de eutimia
se pueden encontrar alteraciones importantes en atención, memoria y función ejecutiva. Estos
déficits cognitivos progresan en el tiempo y se asocian con factores clínicos y farmacológicos
que afectan el funcionamiento psicosocial.
Actividad psicomotora
Por lo general, en los cuadros depresivos se evidencia un retardo; no obstante, en algunos
casos puede observarse agitación, inquietud e hiperactividad sin propósito, sobre todo en
personas de edad y en asocio con cuadros de melancolía. El retardo psicomotor se caracteriza
por lentitud en los movimientos, estupor o en algunos casos catatonía, pobre comunicación y
con bajo tono.
Manifestaciones somáticas
En los depresivos se encuentra insomnio o hipersomnia; disminución o aumento del apetito,
con sus consecuencias respectivas en el peso; disminución de la actividad sexual, de la
vitalidad; fatigabilidad; disminución de la energía. Por otra parte, una serie de quejas
somáticas como dolores de cabeza, espalda y de otras partes del cuerpo, pesadez en las
extremidades, quejas gastrointestinales, cardiovasculares, etc.
Criterios diagnósticos
Los criterios diagnósticos de los trastornos del humor vienen codificados en la CIE-10 en los
“trastornos del humor” (afectivos), y se destaca como alteración principal la alteración del
41
estado del ánimo o de la afectividad, acompañado por cambios en el grado de vitalidad y otros
síntomas como secundarios al episodio afectivo. La CIE-10 incluye los trastornos bipolares
dentro del grupo de trastornos del humor (afectivos) y distingue tres apartados: el trastorno
bipolar, los episodios maniacos aislados y la ciclotimia (como trastorno del humor persistente).
Es de anotar que estos son semejantes al DSM-5.
Los trastornos bipolares tipo I y II utilizan como clave diagnóstica la presencia de manía o
hipomanía, respectivamente. Se ha corroborado que por lo menos durante la mitad del tiempo
las personas con TB II presentan síntomas depresivos, y la principal característica de los
pacientes con TB es la inestabilidad patológica del estado de ánimo.
Episodios afectivos
Este diagnóstico se realiza cuando hay un episodio aislado. Si se confirma la presencia de
episodios previos «depresivos, hipomaniacos, maniacos o mixtos) se realiza un diagnóstico de
TB; si no es el caso, se maneja el termino episodio:
Episodio maniaco (F30): con o sin síntomas psicóticos (F30.1 sin síntomas psicóticos y
F30.2 con síntomas psicóticos).
Hipomanía (F30.0).
Episodio mixto (F38.00) (este cuadro está bajo otro título).
Trastornos ciclotímicos
Trastornos del afecto secundarios a:
Enfermedad médica.
Inducido por sustancias.
42
Episodios afectivos
Episodio maniaco (F30)
Se codifica en tres grados de gravedad, que comparten la exaltación del humor y el aumento
de la cantidad y velocidad de la actividad física y mental propias del paciente con manía. Sin
embargo, la CIE-10 es clara en identificar que los episodios maniacos, cuando vienen
precedidos de un episodio depresivo o maniaco previo, deben ser codificados como trastorno
bipolar (F31).
Los estados de elevación patológica del ánimo (manía) se acompañan de diversos grados de
sintomatología y deterioro funcional. Las alteraciones del ánimo pueden verse reflejadas en un
aumento de la autoestima, sensación de omnipotencia, alegría exagerada, desmesurada o
contagiosa, optimismo, generosidad o irritabilidad. Se trata de un padecimiento médico serio,
que suele acompañarse de un considerable grado de disforia y que casi siempre requiere
hospitalización. El repertorio de conductas de la manía es amplio e incluye, entre otros
comportamientos intrusos, alborotos, disturbios públicos, alteraciones de la conducta sexual,
ruina económica, abuso de alcohol y de estimulantes, actos antisociales aislados, síntomas
inespecíficos como trastornos del sueño, y en ocasiones se observa una alta productividad
organizada o no, aceleración del pensamiento y del lenguaje (que puede llegar a la fuga de
ideas), sensación de gran lucidez, de ideación fácil y con poca autocrítica. En los episodios
maniacos es frecuente encontrar actividad delirante megalomaniaca, persecutoria o
autorreferencial, y en ocasiones, actividad alucinatoria, realmente grave. No obstante, los
pacientes tienden a experimentar el estado de ánimo como algo transitorio y pueden ser
insensibles al grado de deterioro que sufren durante sus estados de manía. Incluso pacientes
que tienen un episodio maniaco franco pueden tener horas o días en los cuales no muestran
una sintomatología manifiesta, dado que en muchos casos la elevación del estado del ánimo es
un estado de reacción al medio y no de hiperactividad (cuadro 44.1).
43
El episodio maníaco habitualmente se inicia abruptamente y tiene una duración media de
aproximadamente 4 meses, que pueden oscilar entre 2 semanas y 5 meses. Los cuadros
depresivos tienden a durar un poco más, con una media de 6 meses, pero pueden durar hasta
un año.
Para utilizarse un quinto carácter, debe especificarse si las alucinaciones o ideas delirantes son
o no congruentes con el estado de ánimo:
44
F30.20 Con síntomas psicóticos congruentes con el estado de ánimo (ejemplo, ideas
delirantes de grandeza o voces diciendo al sujeto que tiene poderes sobrehumanos).
F30.21 Con síntomas psicóticos no congruentes con el estado de ánimo (ejemplo,
voces hablando de temas afectivamente neutros o ideas delirantes de referencia o
persecución).
Hipomanía
Es muy similar al descrito como manía, salvo por el tiempo de evolución de la sintomatología y
la intensidad de los síntomas (cuadro 44.3).
Describe la CIE-10 que los episodios mixtos se caracterizan por una mezcla o por una
alternancia rápida (en pocas horas) de síntomas hipomaniacos, maniacos y depresivos. Ambos
tipos de síntomas (maniacos y depresivos) deben ser prominentes por lo menos durante 15
días. (En el DSM-5 debe haber un episodio depresivo o maniaco claro, al cual se sobreagreguen
3 síntomas de la otra polaridad, manía o depresión, respectivamente, durante la mayoría de
los días del otro episodio).
Trastorno bipolar
Trastorno bipolar tipo I (F31)
45
El TB, tanto en la CIE-10 como en el DSM-5, es una condición crónica caracterizada por uno o
más episodios de manía, hipomanía, mixtos o de depresión. En el caso del TB tipo I, la manía es
parte de un trastorno bifásico que por lo general incluye episodios depresivos. Es una afección
crónica con un curso irregular de episodios agudos y una elevada frecuencia de sintomatología
subsindromática entre cada episodio.
Los criterios para el TB tipo I están dados por un antecedente de por lo menos un episodio
maniaco o depresivo, con o sin síntomas psicóticos, y en la actualidad, un episodio maniaco,
depresivo o mixto, en caso de tener el antecedente de por lo menos un episodio maniaco o ser
un episodio maniaco si el antecedente es de un episodio depresivo o mixto.
Estos pacientes en ocasiones no tienen periodos de eutimia. Este tipo de característica tiene
un peor pronóstico y requiere manejo especial. No obstante, solamente un 20 % presentan
este patrón (ciclador
rápido) desde el inicio de la enfermedad y es informado con más frecuencia en mujeres con TB
tipo II. Los antidepresivos, especialmente los tricíclicos, pueden desencadenar ciclajes
rápidos. En ocasiones, el número de episodios es muy elevado e incluso las fases pueden ser
de días u horas (ciclaje ultrarrápido y ultra-ultrarrápido).
En general, se piensa que los TB tipo II evolucionan hacia un TB tipo I en un alto porcentaje. No
obstante, muchos pacientes con TB tipo II no son diagnosticados sino tardíamente, lo cual
haría suponer que esta evolución sería más frecuente de la que se ha calculado(U).
Depresión bipolar
En el marco de un TB tipo I o II se pueden presentar cuadros depresivos que se denominan
depresión bipolar. En especial las depresiones en el TB tipo I deben ser cuidadosamente
manejadas, por el riesgo de presentar viraje hacia la otra fase. Esto es, que, de un cuadro
depresivo, al tratarlo con un antidepresivo, se produzca un cuadro maniaco. Para ello existen
unos lincamientos y fármacos especiales que serán discutidos en el apartado "Abordaje
terapéutico.
46
Trastornos del afecto secundario
Los trastornos del afecto pueden ser de dos tipos: por enfermedad médica o inducido por
sustancias (fármacos). En estos dos grupos, la característica primordial es que los síntomas
depresivos o maniacos pueden explicarse con mayor claridad por una enfermedad médica en
la que se demuestre una relación causal directa mediante el examen médico o ayudas
diagnósticas adicionales y específicas, y tampoco es la respuesta emocional a una condición
médica.
47
Por otra parte, los trastornos expansivos (maniacos o hipomaniacos) deben diferenciarse
primordialmente de:
Por otra parte, es relevante pensar en manías secundarias a enfermedades médicas (cuadro
44.5) como diagnóstico diferencial.
Por otra parte, pensamos que las manías e hipomanías presentan diferentes características
clínicas, según el tipo de personalidad del paciente. Ejemplo de ello es observar clínicamente
una manía en un paciente con rasgos paranoides o límites de personalidad, o en aquel que
48
presente rasgos dependientes u obsesivos. Ello hace en ocasiones más difícil el diagnóstico
acertado.
Mclntyre y otros publicaron un artículo en el cual dan cuenta de la gran cantidad de trastornos
médicos que presentan los pacientes con TB. De este artículo resumimos la prevalencia de vida
de trastornos médicos en pacientes con estos trastornos que pueden producir mayor gravedad
en la enfermedad afectiva, menor recuperación y calidad de vida, así como incremento en la
mortalidad.
Leboyer y otros (2012) han propuesto que el trastorno bipolar debería enfocarse como una
enfermedad inflamatoria multisistémica, toda vez que la alta comorbilidad con trastornos
médicos y la mortalidad tan temprana no puede ser explicada solamente como consecuencia
del uso de medicación o de hábitos de vida no saludable. Proponen los procesos
inmunoinflamatorios como un vínculo hipotético entre el trastorno bipolar y las enfermedades
cardiovasculares y endocrinas. Estos procesos, evidenciados en biomarcadores desde fases
tempranas de la enfermedad, actuarían como factor de riesgo para desarrollar las condiciones
médicas de manera temprana en la vida de las personas, incrementando así la mortalidad.
Exámenes paraclínicos
En términos generales, el diagnóstico de los cuadros anteriormente descritos es clínico, ya que
no hay hallazgos de laboratorio típicos. No obstante, en ocasiones se requiere descartar
enfermedades somáticas que puedan estar en la base del trastorno. En estos casos, los
laboratorios dependerán de la sospecha del clínico.
Sin embargo, dadas las comorbilidades de los cuadros de TB y los efectos de algunos
médicamente suministrados, se recomienda que anualmente se realice un chequeo médico
completo y los siguientes laboratorios: peso e índice de masa corporal (IMC), glucemia,
hemoglobina glicosilada, (HBA le), perfil lipídico (colesterol total, diferencial y lípidos), función
hepática (LDH, SGOT. SGPT, bilirrubinas); y para las personas que estén tomando litio: función
renal (creatinina. nitrógeno ureico), calcio y función tiroidea (TSH, T4 libre).
Curso y pronóstico
49
El TB es una enfermedad crónica, recurrente y compleja, que no siempre tiene una
presentación clara, y que puede cursar con incompleta recuperación entre los episodios,
alteración funcional y social, y alteraciones cognitivas. El curso natural de la enfermedad
incluye múltiples recurrencias, duración cada vez mayor de los episodios —tanto maniacos
como depresivos—, menor tiempo libre de síntomas y cambios patológicos estructurales
cerebrales evidenciados en resonancia nuclear magnética (RNM), que involucran cambios en
cognición.
La edad de inicio del trastorno, el retardo del inicio del tratamiento o el tratamiento no
adecuado está ligado con la pobre adaptación social, incremento en el número de recaídas y
hospitalizaciones, y pobre respuesta (resistencia) al tratamiento farmacológico, que a su vez
incrementaría el riesgo de un nuevo episodio, como lo sugiere Post. Adicionalmente, la
frecuencia de los episodios, así como el incremento en su gravedad, junto con el aumento de
los factores estresantes estarían ligados con el aumento de la disfunción cognitiva y el
deterioro en el funcionamiento social y ocupacional.
Un aspecto importante por resaltar en la evaluación del curso y el pronóstico del TB, más allá
de la respuesta clínica a un tratamiento específico, es la personalidad, la adherencia al
tratamiento y a las recomendaciones, el control de las condiciones comórbidas y la
recuperación funcional del paciente.
Abordaje terapéutico
Consideraciones generales
En general, en un episodio de manía se prefiere el manejo intrahospitalario, en especial si
cumple algunos de los siguientes criterios: agitación psicomotora, hetero o autoagresión,
ideación suicida estructurada u homicida, alucinaciones de comando o con gran ansiedad;
incapacidad para cuidarse a sí mismo; ideas delirantes con pan respaldo afectivo; difícil manejo
en casa; pobre red ¿poyo; historia de difícil manejo o mala respuesta al tratamiento;
afectación del estado nutricional; conductas de riesgo (gastos excesivos, beber en exceso,
escaparse de etc.); impulsividad marcada (hacia otros o con sustancias); insomnio grave; pobre
50
o ninguna respuesta El tratamiento ambulatorio; complicaciones médicas que la
hospitalización.
Se busca ofrecer un ambiente estructurado, con pocos estímulos. Es necesario limitar el acceso
a teléfonos celular cuentas bancarias y a otros elementos que puedan ír gastos exagerados. Así
mismo, debe vigilarse la conducta sexual riesgosa y la impulsividad.
Se debe considerar el manejo por un psiquiatra cuando hay pobre respuesta al tratamiento, el
grado de funcionamiento de la persona declina progresivamente, la adherencia al tratamiento
es pobre, existen efectos secundarios importantes por la medicación, hay abuso de alcohol o
licitas, se desea suspender medicación y cuando la mujer está embarazada o planea un
embarazo.
Manejo farmacológico
Los objetivos del manejo farmacológico son lograr el control rápido de la agitación, la
impulsividad, la agresión y las conductas de riesgo; igualmente, estabilizar el patrón de sueño y
controlar los síntomas psicóticos y de ansiedad, si los hay.
El manejo inicial del episodio maniaco consiste en utilizar un modulador del afecto junto con
un antipsicótico. En casos leves, se puede optar por un modulador solo o un antipsicótico solo.
Los antipsicóticos preferidos en manía aguda son: risperidona, olanzapina y haloperidol. Y
como modulador del afecto, el litio,44). En ocasiones, se puede requerir el uso de
benzodiacepinas tipo midazolam, clonazepam o lorazepam para la sedación en el manejo de la
fase aguda.
Primera línea:
Si el paciente desea este tratamiento cuando se le explican los riesgos (una vez recuperado del
episodio maniaco).
51
En caso de estar indicado iniciar un modulador del afecto en un primer episodio, se sugiere
carbonato de litio como primera elección; seguido de carbamazepina o divalproato sódico:
Quetiapina: 100 a 800 mg diarios, con una dosis promedio de 200 a 400 mg. Iniciar con
50 mg cada 12 horas, e ir incrementando entre 50 y 100 mg cada día. Si la
presentación de la quetiapina es retardada (XR), la dosis total se da en una sola toma
en la tarde y no se necesita fraccionarla.
Aripiprazol (15 a 45 mg/día).
Combinar dos moduladores: litio más uno de los otros, en caso de respuesta parcial al
primer modulador.
Si no ha habido ninguna respuesta al litio, se sugiere cambiar de modulador.
Cambiar el antipsicótico por otro o iniciarlo si no se ha hecho.
Después de probar los antipsicóticos descritos y los moduladores:
52
interacción entre ellos. Las combinaciones con las cuales se debe tener particular cuidado son
lamotrigina con divalproato sódico y carbamazepina con anticonceptivos orales. No se debe
combinar la carbamazepina con la clozapina, por el aumento en el riesgo de complicaciones
hematológicas.
Cuando se presenta depresión bipolar, los objetivos son remitir los síntomas depresivos y
evitar que se presente un nuevo episodio de manía, depresivo o mixto. Entre los
medicamentos utilizados se encuentran:
Primera línea: si el paciente está recibiendo algún modulador del afecto (litio,
valproato o carbamazepina) se debe continuar ajustando sus niveles hasta el máximo
si es necesario.
Segunda línea: de no haber respuesta, añadir un antidepresivo tipo fluoxetina (20 mg),
combinado con olanzapina (5-10 mg/día). Si no hay respuesta, la dosis de fluoxetina se
aumenta a 40 mg y se espera 15 días. O en vez de este esquema, se puede agregar al
modulador del ánimo quetiapina.
Tercera línea: si no hay respuesta, se puede intercambiar el esquema antes
mencionado o agregar lamotrigina al carbonato de litio, y retirar los otros
medicamentos. Es importante recordar las interacciones de valproato con fluoxetina,
lamotrigina y olanzapina.
Cuarta línea: se pueden combinar moduladores o cambiar. Otros antidepresivos que se
pueden probar de primera elección son el bupropión, 300 mg/día; la sertralina, 50 a
200 mg/día; la venlafaxina, 75 a 150 mg/día, o el escitalopram, 20 mg/día.
Quinta línea: si no hay respuesta, se debe considerar el uso de IMAO o TECAR.
53
Cicladores rápidos o episodios mixtos
Los cicladores rápidos presentan más de cuatro episodios en un año. En estos es
necesario valorar la comorbilidad con enfermedad médica (hipotiroidismo) y abuso de
sustancias. Es necesario descontinuar los antidepresivos. La medicación está dada por
los moduladores del afecto como carbonato de litio, valproato o carbamazepina. No
existe evidencia que favorezca a uno u otro, y en general para el tratamiento a largo
plazo de la TB se prefiere el litio. En el caso de los episodios mixtos, se debe tener en
cuenta la aparición de cuadros depresivos.
En general, se utiliza en cualquier episodio maniaco, depresivo o mixto sin respuesta a los
anteriores tratamientos. Sus indicaciones son:
Farmacoterapia de mantenimiento
El episodio maniaco revistió gravedad suficiente para prever que la relación riesgo-
beneficio favorece administrar moduladores para prevenir un episodio similar al
actual. Si el episodio no fue de gravedad (hipomaniaco), se tiende a esperar un
segundo episodio para suministrar moduladores del afecto como en el resto de casos.
Existen antecedentes familiares en primer grado con bipolaridad y en la mayoría de los
casos han tendido a una enfermedad con episodios recurrentes.
Si se inician moduladores del afecto después del segundo episodio de manía o en los casos
antes referidos, se puede administrar un modulador del afecto. Así mismo, se utilizan en
trastornos bipolares tipo I y II, y en pacientes ciclotímicos:
Carbonato de litio: dosis de 900 a 1.200 mg/día de acuerdo con litemia; se realizan
previamente exámenes de tiroides y renales. En general, si el paciente está en crisis
maniaca, se puede aumentar la dosis para obtener litemias de 1,2 a 1,5 meq/1. Una
vez ha cedido el episodio maniaco, se puede mantener con dosis en promedio de 900
mg/día y con litemias entre 0,6 y 0,8 meq/1. Sin embargo, litemias menores pueden
ser efectivas para prevenir episodios maniacos, pero no se ha comprobado su
beneficio para prevenir la recaída en el episodio depresivo; por eso no se recomienda
en pacientes mayores de 60 años. Debe hacerse un seguimiento de la función tiroidea
durante el tratamiento.
Valproato de sodio (ácido valproico): se utiliza una dosis promedio de 20-30 mg/k/día;
lo cual equivale en una persona adulta a dosis entre 1.000 y 1.500 mg/día. Es
importante, si se utiliza este medicamento, dar al paciente zinc para evitar la caída del
cabello inducida por el valproato.
Carbamazepina: con efectos terapéuticos similares al anterior, se utiliza en dosis que
oscilan entre 600 y 1.200 mg/día. Puede estar indicado para pacientes cicladores
54
rápidos (más de cuatro episodios en un año), con gran impulsividad o tendencia a la
agresión. Se deben hacer controles de cuadro hemático.
En general, el carbonato de litio es el modulador que debe ser seleccionado, excepto cuando
los antecedentes o características del paciente ameriten otro modulador del afecto;
dependiendo de las características del episodio, de los antecedentes farmacológicos del
paciente o de su familia. Una vez ha desaparecido el episodio agudo de manía, el
requerimiento del modulador podría disminuir; sin embargo, debe continuarse con el
medicamento para prevenir la recaída. La continuación del medicamento (modulador) debe
ser de 1 a 2 años si no ha existido crisis después de la primera. En caso de tenerlas, es
recomendable pensar en el tratamiento a largo plazo o en su suspensión gradual si no ha
tenido crisis (depresivas o maniacas) en un lapso de 1 a 2 años.
Los antipsicóticos típicos no deberían usarse como tratamientos profilácticos de las recaídas en
trastorno bipolar, ya que no se ha comprobado su eficacia, y la toma crónica de los
antipsicóticos típicos se asocia con la aparición de discinesia tardía. En algunos casos en los
que esté completamente documentado el predominio de episodios maniacos y la pobre
adherencia a los otros tratamientos, podría considerarse el uso de antipsicóticos de depósito, y
se deben preferir los antipsicóticos atípicos, como risperidona LAI, en dosis de 50 a 100 mg,
dosis mensual, pero repartidas en dos aplicaciones quincenales, con una ventana de ± 2 días.
Respecto a este medicamento, se tiene que haber probado antes tolerancia y ausencia de
eventos adversos con la presentación oral; así mismo, se debe tener en cuenta que solo se
dispone de niveles terapéuticos del medicamento a partir del día 21 de la primera dosis, por lo
cual debe hacerse un refuerzo con antipsicóticos orales. Otros antipsicóticos de depósito son
paliperidona (sin evidencia en TAB) y aripiprazol (a la fecha, no disponible en Colombia).
Psicoterapia
En general, todo paciente con trastorno afectivo debe realizar psicoterapia, con el fin de lograr
un mejor manejo del cuadro clínico, mejorar la introspección, el modelo de interacción y
actuar sobre los problemas de base. Así mismo, se debe ofrecer asistencia a los familiares o
cuidadores para mejorar el acompañamiento y la adherencia del paciente a su tratamiento.
Terapias individuales
Psicoterapia cognoscitivo conductual: es una terapia más estructurada y, en general, a
corto plazo, inicialmente diseñada para el episodio depresivo y luego adaptada para el
55
trastorno bipolar, que busca modificar las distorsiones cognitivas sobre la enfermedad,
monitorear las recaídas, la gravedad y el curso de los síntomas.
La psicoterapia interpersonal y de ritmos sociales, diseñada específicamente para el
trastorno bipolar, parte del principio de que con el TB el paciente tiene cambios
emocionales que interfieren con su entorno habitual, sus hábitos y sus actividades.
Promueve los estilos de vida saludables y motiva para mejorar la comunicación en
contextos sociales. Se basa en 3 estrategias: ritmos sociales, terapia interpersonal y
psicoeducación; son 20 sesiones encaminadas a mantener la eutimia y disminuir los
factores de riesgo relacionados con recaída en cada episodio.
Remediación cognitiva: está dirigida básicamente a mejorar los déficits cognitivos en
el TAB y evitar la progresión de los síntomas, y a su vez, mejorar la funcionalidad social
en pacientes que tengan remisión parcial o total de los síntomas del episodio.
Psicoterapia de orientación psicodinámica: es una terapia a mediano o largo plazo,
que busca hacer consciente lo inconsciente, busca los conflictos subyacentes, refuerza
los mecanismos de defensa adaptativos y mejora la capacidad del yo para enfrentar
diversas situaciones.
Terapia de relajación: puede servir para disminuir los síntomas de ansiedad cuando
existe este tipo de comorbilidad.
Intervenciones psicosociales
Psicoeducación: la psicoeducación busca capacitar al paciente con herramientas
teórico-prácticas en las características de la enfermedad y su manejo, al promover un
rol activo en el tratamiento y en la toma de decisiones informadas. Es útil como
coadyuvante de los tratamientos farmacológicos, y los principales resultados se han
visto en la disminución de las tasas de abandono de tratamientos, mejoría en hábitos
de vida saludable y de hospitalizaciones por recaídas maniacas o hipomaniacas. El
programa psicoeducativo debe implementarse en pacientes en eutimia en los
primeros años de la enfermedad, con lo que se obtienen mejores resultados. Los
familiares de los pacientes con TB también se vinculan al programa, con lo que se logra
disminuir la emoción expresada en la familia.
Acompañamiento: en el mantenimiento de los roles educacionales, laborales, sociales
y familiares, de acuerdo con el caso.
A fondo
No dejes de leer
¿Qué es el trastorno bipolar?
56
https://www.youtube.com/watch?v=r6p51H23eho
https://www.youtube.com/watch?v=LauFYl56kCE
Trastorno Bipolar- Documental
https://www.youtube.com/watch?v=EYhd14LjAXg
______________________________________________________________________
Fobias
Definición
57
En la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10), y problemas de salud
relacionados, en su décima versión, las fobias se definen como un grupo de trastornos en los
cuales ciertas situaciones bien definidas, que usualmente no son peligrosas, evocan
ansiedad.
Como resultado, estas situaciones son evitadas o toleradas con temor. La ansiedad fóbica es
indistinguible de otros tipos de ansiedad, y puede variar desde la leve inquietud hasta el terror.
Comprende las fobias específicas, la agorafobia y la fobia social o trastorno por ansiedad
social.
En la fobia específica hay miedo o ansiedad marcada hacia un objeto o situación específica
(por ejemplo, altura, animales, volar, ver sangre, lugares oscuros, ver pólvora, etc.). En la
agorafobia hay miedo o ansiedad marcados, y se evita estar en transporte público, espacios
abiertos o cerrados, una fila o entre la muchedumbre. En la fobia social o trastorno por
ansiedad social se presenta miedo o gran ansiedad ante situaciones sociales en las cuales las
personas se sienten sometidas al escrutinio de otros.
Historia
Presentamos a continuación algunos de los aspectos más relevantes en la historia sobre el
concepto de fobia.
Hipócrates: en el 400 a. C. describe una persona muy tímida como alguien que ama la
oscuridad como su vida, y piensa que todos los hombres lo observan.
Casper: en 1846 describió el primer caso de ansiedad social a la que llamó
“ereutophobia”, que afectaba a una persona joven.
Sigmund Freud: en 1909 describió el caso “El pequeño Hans (Juanito)”, un niño de 5
años cuya neurosis tomó la forma de una fobia a los caballos (equinofobia). Freud lo
ligó con ansiedades de castraciones y con el complejo de Edipo.
Joseph Wolpe: en 1950 describió la desensibilización sistemática en el marco de la
terapia comportamental para el tratamiento de las fobias.
Isaac Marks: en 1960 propuso que las fobias sociales debían ser consideradas
independientes de las fobias simples.
La Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA) en el DSM-II: en 1968, en el
capítulo de neurosis fóbicas, describió los miedos sociales, que son descritos como una
fobia específica de situaciones sociales en las que hay escrutinio o valoración por
otros. Ya para el DSM-II se hablaba de neurosis fóbica para las fobias simples o
específicas.
La APA en el DSM-III: en 1980 incluyó la fobia social como un diagnóstico
independiente. Es de anotar que este término se utilizaba en Japón desde 1920, pero
no en la cultura occidental. Así mismo, se introdujo el término agorafobia y fobia
simple, esta última llamada fobia específica, tanto en el DSM-IV como en la CIE-10.
Michael Liebowitz (psiquiatra) y Richard Heimberg (psicólogo clínico): en 1980
promovieron la investigación hacia la fobia social como un trastorno de ansiedad que
ha sido abandonado.
La APA en el DSM-IV: en 1994 empleó el término trastorno de ansiedad social para
reemplazar el de fobia social; tiene que ver con un miedo marcado y persistente a una
situación social en que la persona se expone a personas que no le son familiares o a un
posible escrutinio de otros. Este término se mantiene en el DSM-5.
58
Epidemiología
En las de tipo animal, ambiental y situacional, entre el 75-90% de las personas que las sufren
son mujeres, y en la fobia tipo sangre-inyecciones-daño, el 55-70 % son mujeres. La
prevalencia para agorafobia varía entre 2,9 y 6,7 %; esta es más común en mujeres, y se
encuentra asociada de manera inversamente proporcional con el ingreso y el grado educativo.
En la población clínica, alrededor del 95 % de los pacientes que tienen agorafobia presentan,
también, trastorno de pánico. La prevalencia de la fobia social varía entre el 3 y el 13 %, de
acuerdo con diferentes estudios epidemiológicos. La fobia social tiene mayor prevalencia en
mujeres (en población clínica hay mayor prevalencia en hombres, pues, al parecer, estos
consultan más), jóvenes (entre 18-29 años) y solteras, con menor educación, menos ingresos y
clase socioeconómica baja. Por otra parte, la fobia social se asocia con dependencia de alcohol,
en un 27,3 %, y de abuso de alcohol, entre el 11,3 y 20,9%. Así mismo, de un 16,6 % a un 35,8
% de las personas que tiene fobia social presentan cuadros depresivos, y la fobia puede
anteceder a la depresión hasta por 12 años.
En la Encuesta Nacional de Salud Mental (ENSM) del 2015 se encontró una prevalencia de
fobia social o trastorno por ansiedad social para los últimos 12 meses, en adolescentes, del
3,4% (IC 95 %: 1,9-4,9 %) y para adultos mayores de 18 años se encontró una prevalencia de
1,6%. En otros países se han encontrado prevalencias de los últimos 12 meses, que varían de
0,3 a 0,5 % en China y Japón; 0,6 a 1,4 % en países europeos; 1,5 % en Ucrania; 1,9 % en
México; 5,1 % en Nueva Zelanda, y 6,8 % en Estados Unidos.
Etiología
Las fobias son el producto de una diátesis genético-constitucional sobre la que actúan
diferentes factores ambientales. Encontramos factores bioquímicos, genéticos, psicológicos y
psicosociales, que pasaremos a describir.
Factores bioquímicos
En cuanto a los factores bioquímicos, actualmente se considera que la amígdala es la principal
mediadora en la respuesta al estrés, el miedo y la ansiedad, pues esta recibe aferencias
excitatorias del tálamo y la corteza, y se proyecta caudalmente hacia el locus coeruleus
(noradrenalina), el área tegmental ventral (dopamina) y los núcleos del rafé (serotonina).
Igualmente, existe una amplia red de neuronas secretoras de factor liberador de
corticotropina, con proyecciones a zonas de función neuroendocrina y autonómica.
Estudios que utilizan tomografía por emisión de positrones (PET), resonancia magnética
funcional (MRIF) y flujo sanguíneo en pacientes con fobia social y específica muestran, de
manera consistente, hiperactividad en la amígdala y en la ínsula. Así mismo, han encontrado
cambios en el flujo sanguíneo en el giro prefrontal y en corteza medial prefrontal.
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Factores genéticos
Estudios en fobia social muestran una concordancia entre gemelos monocigotos del 24%,
frente al 15 % en gemelos dicigotos, lo cual sugiere un modelo en el cual los factores genéticos
y ambientales contribuyen con un 30 y un 70 %, respectivamente. Dos tercios de la
predisposición genética se componen de factores específicos para fobia social, y el tercio
restante, de predisposición genética a todas las fobias en general. Dos temperamentos
infantiles con moderada base genética (la timidez y la inhibición comportamental) podrían
relacionarse con la fobia social. Estudios en gemelos sugieren que la fobia social y el trastorno
de personalidad evitativo están influenciados por los mismos factores genéticos.
Factores psicológicos
En cuanto a los factores psicodinámicos, Freud presenta en su primera teoría instintiva el
concepto de fobia como un trastorno neurótico. Cuando un deseo infantil, hostil o erótico
inaceptable se reactiva, se produce la angustia-señal y se movilizan mecanismos de defensa
para reprimir estos derivados instintivos. En la solución fobica, estos sentimientos se
externalizan en objetos o situaciones (pueden ser alternantes) que luego son evitados. Los
mecanismos defensivos básicos son el desplazamiento, la simbolización y la evitación.
Desde el punto de vista de la teoría del aprendizaje, la aparición de las fobias puede ser
condicionada, ya sea por la confrontación con una experiencia traumática o por la vivencia de
miedo inesperado en una situación potencialmente fóbica; por otra parte, como un
condicionamiento clásico, al asociarse un ataque de pánico con una situación específica en las
fobias específicas, o con la agorafobia.
Factores psicosociales
Los miembros de la familia pueden propiciar y mantener la conducta fóbica (por ejemplo, una
tía con agorafobia que nunca sale de la casa y que, por lo tanto, puede cuidar a los sobrinos
mientras los padres trabajan). Igualmente, las actitudes de padres ansiosos y fóbicos pueden
pasar a los hijos por medio del aprendizaje vicario: por la transmisión de información.
Clasificación
En la CIE-10, las fobias hacen parte del capítulo 5, _se corresponde a los “trastornos mentales y
del comportamiento”. Las fobias se encuentran dentro de los amados “trastornos neuróticos,
relacionados con el estres y somatomorfos” (F40-F48), y se identifican con d código F40:
trastornos de ansiedad fóbica. A la agorafobia le corresponde el código F40.0; a la fobia social,
d código F40.1, y a las fobias específicas (aisladas), el código F40.2. La CIE-10 incluye, además,
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dos códigos adicionales para “otros trastornos de ansiedad fóbica” (F40.8) y “trastorno de
ansiedad fóbica, no especificada” (F40.9).
En el DSM-5, la fobia específica, el trastorno por ansiedad social (fobia social) y la agorafobia se
encuentran incluidos dentro de los trastornos de ansiedad.
Clínica
Las fobias específicas se caracterizan por la presencia de un temor que la persona reconoce
como excesivo e irracional, desencadenado por la presencia o anticipación de un objeto o
situación específicos, que generan una gran ansiedad (a veces crisis de pánico) ante la
exposición al estímulo fóbico.
Existen varios tipos de fobia específica: tipo animal, si el miedo hace referencia a animales o
insectos; tipo ambiental, relacionada con la naturaleza y fenómenos atmosféricos (alturas-
acrofobia, tormentas, agua, oscuridad); tipo sangre-inyecciones-daño, en la que el miedo hace
referencia a la visión de sangre o heridas, a recibir inyecciones u otras intervenciones médicas
u odontológicas; tipo situacional, si el miedo hace referencia a situaciones específicas, como
transportes públicos, túneles, puentes, ascensores, aviones, automóviles, recintos cerrados
(claustrofobia), y otros tipos, que incluyen miedo a situaciones que pueden producir
atragantamiento, vómito o una enfermedad (uso de baños públicos, comer ciertos alimentos);
y en los niños, miedo a los sonidos de volumen elevado o a los sujetos disfrazados. Con
frecuencia, en la fobia específica se involucra el miedo a más de un objeto y ocurre junto con
otros trastornos de ansiedad y del estado de ánimo (cuadro 45.1).
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Las situaciones incluyen estar solo fuera de la casa, mezclarse con la gente o hacer fila; pasar
por un puente o viajar en bus, tren o automóvil. Estas situaciones se evitan o se toleran con
marcado malestar o ansiedad, o se hace indispensable la presencia de un conocido para
soportarlas. En la CIE-10, el término agorafobia se utiliza siempre que se cumplan los criterios,
e incluye agorafobia sin historia de trastorno de pánico y trastorno de pánico con agorafobia
(cuadro 45.2).
Este se presenta en situaciones sociales o actuaciones en público en las que el individuo está
expuesto al posible escrutinio o evaluación por parte de los demás. El individuo teme que
actuará de una manera humillante o embarazosa. La exposición a la situación temida casi
siempre genera ansiedad, que puede, incluso, tomar la forma de un ataque de pánico (cuadro
45.3).
Frecuentemente, la fobia social se presenta junto con otros trastornos de ansiedad y del
estado de ánimo, como el trastorno de pánico y la depresión, así como los trastornos por
abuso de sustancias. Las fobias sociales pueden ser generalizadas (se temen casi todas las
situaciones de interacción social) o no generalizadas (que incluye situaciones como hablar en
público o presentarse en un escenario). La CIE-10 incluye los términos antropofobia y neurosis
social. En el DSM-5 se contempla bajo el nombre de trastorno de ansiedad social (fobia social).
Tanto en la fobia social como en las fobias específicas, la situación fóbica se evita o se soporta
con gran ansiedad y malestar. Esto provoca una limitación importante en la vida de la persona.
En niños, la ansiedad puede manifestarse con llanto, berrinches, inhibición o aferramiento (a
alguien o algo), y pueden no reconocer que el miedo es irracional.
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Es de anotar que existe gran comorbilidad entre uno y otro trastorno. Al respecto, en un
estudio sobre gemelos muestran cómo las personas con agorafobia tienen un riesgo relativo
indirecto (OR) de por lo menos cinco veces de presentar trastorno de ansiedad generalizado,
trastorno de pánico, fobia específica, fobia social o fobia a animales. Las personas con fobia
social o fobias específicas presentan por lo menos un OR de 2,5 de tener ansiedad generalizada
o trastorno de pánico.
Diagnóstico diferencial
La fobia específica se diferencia del trastorno de pánico en que en aquella no hay ansiedad
anticipatoria, y del trastorno de estrés postraumático en que no hay, en la primera
reexperimentación del trauma, embotamiento o aumento de la activación, aunque en ambos
trastornos existan temores a objetos o situaciones específicas. También, se diferencia de la
fobia social en cuanto al objeto de los temores (por ejemplo, el temor a ir a un restaurante no
se debe a la posible evaluación negativa de los otros, sino por temor a atragantarse). En el
trastorno obsesivo-compulsivo, la evitación se asocia con la idea obsesiva (por ejemplo, ideas
de contaminación). En anorexia y bulimia nerviosa, la conducta evitativa se relaciona
exclusivamente con la comida. En esquizofrenia puede haber conductas evitativas en
respuesta a ciertos delirios, pero el individuo no las reconoce como irracionales.
Sin embargo, es necesario recordar que muchos de estos trastornos son comórbidos, lo cual
implica que muchos pacientes pueden tener dos o más de ellos, y esto debe ser considerado al
momento de tratar a los pacientes.
Exámenes paraclínicos
No existen exámenes paraclínicos de utilidad en el diagnóstico de las fobias. Los laboratorios
dependerán de las comorbilidades asociadas y de la utilización de fármacos, si estos se
requieren. Asociado con ello se pueden usar escalas para realizar seguimiento de los
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trastornos fóbicos; sin embargo, esto es poco frecuente, excepto en estudios de investigación
clínica.
Curso y pronóstico
La fobia específica muestra una edad de inicio bimodal, con un pico en la infancia para fobia
animal, ambiental y tipo sangre-daño, y otro pico en la adultez temprana para las otras fobias,
como la situacional. Debido a que los pacientes con fobias PORVE específicas aisladas rara vez
consultan, no hay investigación prospectiva extensa al respecto. La información disponible
sugiere que las fobias que inician en la infancia y siguen en la edad adulta tienden a
mantenerse relativamente constantes. La fobia social se inicia, usualmente, en la niñez tardía o
adolescencia temprana, y es un trastorno crónico que puede limitar gravemente la vida del
sujeto, en cuanto a la adquisición y mantenimiento de logros académicos, laborales y sociales.
Al igual que en la fobia específica, los datos epidemiológicos prospectivos son escasos. En
cuanto a la agorafobia, existe poca información en cuanto a su curso; al parecer, puede
persistir por muchos años con un curso fluctuante y provocar limitaciones serias en la vida del
individuo.
Abordaje terapéutico
Generalidades
En el manejo de los trastornos fóbicos es Importante tener en cuenta si existen o no
comorbilidades entre los trastornos.
Tratamiento psicoterapéutico
Las fobias específicas y la agorafobia se tratan, usualmente, con terapia comportamental o
cognitivo-comportamental, con exposición gradual y sistemática al objeto o situación fóbica.
Para este efecto, pueden utilizarse fotos, videos, programas de realidad virtual o exposición en
vivo. Para las fobias específicas se pueden utilizar programas de desensibilización sistemática
y/o terapias con programación neurolingüística.
En la fobia social, los tratamientos psicoterapéuticos más utilizados incluyen terapia cognitivo-
comportamental, con técnicas de reestructuración cognoscitiva y exposición sistemática. Para
ello se recomienda la terapia individual cognitiva comportamental (CBT), con el modelo
desarrollado por Clark y Wells o el modelo de Heimberg. Ambas tienen alrededor de 12 a 18
sesiones de terapia y han demostrado efectividad. En caso de resultar efectivas, se recomienda
psicoterapia psicodinámica para el manejo de conflictos internos y adherencia al tratamiento,
e igualmente terapia de grupo, que provee una situación de interacción social; además de los
grupos de autoayuda para pacientes y familiares. Los grupos de autoayuda son más efectivos si
se complementan con algunas sesiones de terapia individual.
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Es de anotar que en algunos casos es mejor una combinación de tratamiento farmacológico y
psicoterapéutico. Así mismo, se pueden procurar algunas estrategias por medio de Internet,
sin requerir la presencia física del individuo en el consultorio, pero estas requieren de mayor
evidencia.
Tratamiento farmacológico
Los medicamentos de primera línea en fobia social y agorafobia son los inhibidores selectivos
de recaptación de serotonina, entre los cuales se encuentran el escitalopram (10 a 20 mg/día)
y la sertralina (50 a 200 mg/día). Como segunda línea, dentro de este mismo grupo están la
paroxetina (20-40 mg/día), fluvoxamina (100-200 mg/día) y fluoxetina (20-60 mg/día). Como
segunda línea también se puede usar un inhibidor dual de noradrenalina y serotonina, como la
venlafaxina (75-225 mg/día). Como tercera línea —aunque es el más efectivo, posee mayores
efectos secundarios e interacciones con otros medicamentos y alimentos que contengan
tiramina— está la fenelzina, que es un inhibidor de la monoamino-oxidasa. Además, podrían
ser utilizados los inhibidores reversibles de la monoaminooxidasa (RIMA), como la
moclobemida. Son menos utilizados, pero poseen alguna evidencia para las fobias, las
benzodiacepinas tipo alprazolam y clonazepam; y anticonvulsivos y betabloqueadores como el
propranolol.
En el caso de las fobias sociales no generalizadas (como temor a hablar en público), se pueden
utilizar bloqueadores betaadrenérgicos, como propranolol (20-60 mg, 30 a 60 minutos antes
del evento) o atenolol (50-100 mg en la noche), con lo cual se bloquean los síntomas
autonómicos asociados con la ansiedad (taquicardia, temblor, diaforesis). Debido a que la
respuesta con estos medicamentos es impredecible, se recomienda ensayarlos con
anterioridad.
La hiperhidrosis puede ser tratada con lociones de hexacloruro de aluminio o con clonidina, y
las náuseas, con proclorperazina, ondansetron o granisetron.
A fondo
No dejes de leer
https://www.youtube.com/watch?v=Qabon4wXDJU
65
https://www.youtube.com/watch?v=PZEzwzF4UU4
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Trastorno obsesivo-compulsivo
El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es un desorden común, clasificado en el CIE-10 dentro
de la categoría de trastornos de ansiedad, pues se caracteriza por la presencia de obsesiones y
compulsiones que causan marcada ansiedad y ocupan el tiempo suficiente como para
interferir significativamente en el funcionamiento diario del individuo. Las obsesiones son
ideas, pensamientos, imágenes o impulsos intrusivos, no deseados y recurrentes, que la
persona suele identificar como absurdos, exagerados o contrarios a su personalidad. Las
compulsiones se definen como comportamientos o actos repetitivos, a manera de rituales, que
el sujeto se siente obligado a realizar de una forma específica para aliviar la tensión o ansiedad
que le generan las ideas obsesivas, las cuales ceden temporalmente si la ejecución del ritual no
se interrumpe"
Las compulsiones más típicas incluyen rituales de limpieza y aseo, verificación o revisión,
conteo de objetos, palabras, secuencias de números o movimientos,
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acompañan de sensación de pérdida de control inminente; hablamos de un TOC propiamente
dicho.
Con frecuencia, el paciente con TOC tiene una vivencia vergonzante de sus síntomas y mucho
miedo de consultar, por el temor a ser considerado ‘loco’; por esta razón, es necesario realizar
una entrevista clínica completa y aplicar pruebas diagnósticas específicas, dentro de las cuales
la más útil es la escala de Yale-Brown para obsesiones y compulsiones, que, además de
precisar cuáles son los síntomas clave, ayuda a cuantificar la gravedad del trastorno y a realizar
el seguimiento de la mejoría una vez se ha iniciado el tratamiento.
Historia
Las primeras descripciones del TOC datan, posiblemente, del siglo XV, y a lo largo del siglo XVII
se conceptuaron en términos religiosos o sobrenaturales. Los primeros informes clínicos e
intentos de caracterización del trastorno surgen a finales de 1885, cuando el neurólogo francés
Gilíes de la Tourette describió los síntomas del TOC en el contexto de los trastornos de
movimientos anormales. A principios del siglo XIX, otros clínicos, como Pierre Janet y Meige y
Feindel, contribuyeron de manera mucho más precisa a la descripción fenomenológica del
TOC, pero hasta la fecha no se habían logrado avances en términos de la etiología y el
tratamiento.
En el análisis de caso del “hombre de las ratas”, Sigmund Freud (entre 1909 y 1924) presentó
la aplicación de los principios psicodinámicos en un intento de comprender y aliviar los
síntomas de lo que él llamó neurosis obsesiva. Sin embargo, no fue sino hasta 1967 cuando se
informó, por primera vez, la eficacia del tratamiento con antidepresivos tricíclicos,
específicamente la clorimipramina —el primer inhibidor de recaptación de serotonina
disponible—. En el último cuarto del siglo XX se hicieron grandes e importantes avances en la
comprensión de la psicobiología y en el tratamiento tanto farmacológico como
psicoterapéutico del TOC, y otros trastornos de ansiedad; esto, sin duda, ha contribuido
significativamente al fortalecimiento de la investigación en psiquiatría, que a la fecha continúa
en desarrollo.
Epidemiología
La prevalencia de vida prevista para el TOC está alrededor del 2,3% en los Estados Unidos, y
entre 0,5 y 5,5% en el resto del mundo. Estas cifras revelan un comportamiento
epidemiológico que representa más del doble que el de la esquizofrenia.
La edad de inicio, según el estudio de Brown, es principalmente entre los 20 y los 24 años. Sin
embargo, aunque en la adolescencia temprana la edad de aparición es pareja en ambos sexos,
cuando el trastorno se inicia en la infancia, lo hace principalmente alrededor de los 10 años; en
estos casos se presenta predominantemente en los varones. En contraste, en edades mayores
tiende a ser de predominio femenino.
La prevalencia estimada en niños y adolescentes está entre 0,25 y 4%. Con frecuencia, se
presenta con gran compromiso funcional en la escuela, el hogar y la vida social. En relación con
el curso clínico, la enfermedad puede presentarse de manera continua (la forma más común),
con síntomas episódicos recurrentes, o de una forma crónica, grave y deteriorante, que es el
tipo de presentación más raro.
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Pautas para el diagnóstico
Para un diagnóstico definitivo deben estar presentes y ser una fuente importante de angustia
o de incapacidad durante la mayoría de los días, al menos durante dos semanas sucesivas, los
síntomas obsesivos, los actos compulsivos o ambos.
Incluye:
Neurosis obsesivo-compulsiva.
Neurosis obsesiva.
Neurosis anancástica.
Factores etiológicos
No ha sido identificada una causa única en el TOC. Hasta la fecha se dispone de estudios que
arrojan datos de diversa índole y que indican que se trata de una enfermedad heterogénea,
con diferentes etiologías, para diferentes subtipos, que podrían tener una base orgánica.
Hipótesis genético-familiares
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Los estudios con familias no han determinado un componente familiar específico para el TOC,
sino un riesgo relativo mayor de sufrir desórdenes de ansiedad en los parientes de primer
grado de los probandos con TOC, que oscilan entre 7 y 15 %.
Por otra parte, parece existir una relación genética en la etiología del TOC y el síndrome de
Tourette, dos trastornos que, además, comparten características clínicas similares y en los que
se encuentran antecedentes familiares positivos para uno y otro. Los genes candidatos para
estudios de asociación han definido como foco principal el sistema serotoninérgico,
especialmente los genes que codifican receptores y transportador de serotonina. Están por
verse los resultados de grandes estudios con genoma ampliado.
Hipótesis neurobiológicas
Los indicios clínicos de respuesta terapéutica favorable a antidepresivos inhibidores de la
recaptación de serotonina han llevado a investigar el papel que desempeña una posible
disfunción serotoninérgica en el TOC. Se han desarrollado estudios de manera indirecta y, por
supuesto, poco precisa, que han pretendido evaluar la captación de serotonina en las
plaquetas, con resultados variados. Se han realizado mediciones del ácido 5-hidroxi-indol-
acético (5-HIAA), el metabolito principal de la serotonina en el LCR de pacientes con TOC,
como un posible indicador de la producción central de serotonina, y se ha informado un
aumento significativo superior al 30% en los pacientes con TOC, en relación con controles
sanos, y ensayos de respuesta a agonistas serotoninérgicos, como la meta-clorofenilpiperacina
(m-ccp), administrada por vía oral.
Zohar et al. y Hollander observaron que los pacientes con TOC empeoraban de manera
transitoria cuando se les administraba esta sustancia y que tal efecto podía bloquearse si
previamente se trataban con clorimipramina. Sin embargo, estas evidencias no descartan el
papel que puedan desempeñar otros sistemas de neurotransmisores en una compleja cascada
neurobiológica, que conduce, finalmente, a la expresión de los síntomas.
Los estudios funcionales con neuroimágenes, por medio de tomografía por emisión de
positrones y por emisión de fotón simple (PET y SPECT), han mostrado, de manera consistente,
diferencias en el metabolismo cerebral en una o más regiones que conforman el circuito
cortical-estriado-talámico-cortical en sujetos con TOC y no en los controles sanos. Estas
anomalías son más evidentes en el córtex medial prefrontal y los ganglios basales, y se
normalizan después del tratamiento farmacológico o la psicoterapia cognoscitivo-
comportamental.
Hipótesis infecciosa
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Un nuevo avance en el estudio de la etiología del TOC ha sido la identificación de un subgrupo
de pacientes en quienes se ha detectado un posible marcador de susceptibilidad para el TOC,
acompañado de trastornos por tics en niños con antecedentes de infecciones por estreptococo
G-hemolítico del grupo A. Estos niños comparten algunas características clínicas, como el inicio
súbito de los síntomas y anomalías neurológicas, patrón de exacerbaciones y remisiones,
labilidad emocional, ansiedad de separación marcada, rituales nocturnos, déficits cognitivos,
conducta oposicional e hiperactividad motora. A este subtipo de la enfermedad se le conoce
como PANDAS, por sus iniciales en inglés: Pediatric Autoimmune Neuropsychiatric Disorder
Associated with Streptococcus.
Por otra parte, la comorbilidad —entendida como la presencia simultánea de dos o más
diagnósticos en un momento dado— es una condición frecuente en los pacientes con TOC. Las
comorbilidades más frecuentes en el eje I son los trastornos del ánimo, otros trastornos de
ansiedad y el abuso o dependencia de sustancias. Al menos un 30% de los pacientes con TOC
reúnen criterios diagnósticos para trastorno depresivo mayor, y la tasa de prevalencia de vida
para depresión mayor se calcula entre el 60 y el 80 % de los pacientes con TOC. Los estudios de
comorbilidad revelan que al menos un 40% de los pacientes con desorden obsesivo presentan,
adicionalmente, otro trastorno de ansiedad simultáneamente.
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trastorno por acumulación: la obsesión de acaparar todo tipo de objetos, aun aquellos
inservibles; TOC inducido por enfermedades médicas; TOC inducido por sustancias y otros no
especificados.
Tratamientos
Farmacológicos
Desde la primera descripción de tratamiento con clomipramina por Fernández de Córdoba y
López-Ibor apareció el interés de repetir los efectos terapéuticos descritos por ellos con
clomipramina y con otros antidepresivos con actividad serotoninérgica importante.
En concordancia con lo descrito, la escogencia del fármaco debe realizarse de acuerdo con las
circunstancias particulares de cada paciente: antecedentes de respuesta a un cuadro similar en
un pariente, condiciones médicas generales, facilidad de tolerar efectos secundarios,
disposición para tolerar la posibilidad de aparición de incremento temprano de la ansiedad,
etc. Una vez escogido el fármaco, es recomendable el inicio con una dosis baja (25% de la dosis
terapéutica) y titular rápidamente (en el curso de seis a diez días), hasta alcanzar la dosis
terapéutica usual recomendada para depresión.
La respuesta del TOC al tratamiento tiende a ser similar a la observada en otros trastornos de
ansiedad, pero por lo menos un 30% más tardía que en el tratamiento de la depresión. De
hecho, esta diferencia con la respuesta a la depresión ha llevado a postular las diferencias
bioquímicas de los dos trastornos, pues en un principio se creía que la respuesta favorable del
TOC a la terapéutica descrita era la consecuencia de un control de los síntomas depresivos
comórbidos.
Además de ser tardía, la respuesta terapéutica es bifásica. En una primera etapa se observan
los efectos positivos de la reducción de la ansiedad flotante: se reduce la respuesta ansiosa a
estímulos ambientales mínimos, se reduce la irritabilidad, aparece la respuesta comportamen-
tal reflexionada, y unas dos semanas más tarde empiezan a observarse los efectos positivos del
tratamiento en términos específicos: reducción de las compulsiones y, posteriormente, de las
obsesiones.
71
Se debe considerar una respuesta como parcial cuando la reducción del Y-BOCS es inferior al
30% de la puntuación inicial, y se debe considerar una ausencia de respuesta cuando las
compulsiones y obsesiones permanecen inmodificables, a pesar de observarse un efecto
positivo en la ansiedad global.
Se han propuesto varias estrategias farmacológicas para mejorar la respuesta inicial. En el caso
de comorbilidad con síndrome de Tourette se ha recomendado la adición de dosis bajas (0,3-
0,6 mg/día) de haloperidol.
En pacientes en quienes las obsesiones presentan similitudes con las ideas delirantes —no solo
por la carencia de crítica, sino, especialmente, por la tendencia a interpretar variaciones del
ambiente de acuerdo con los contenidos cognoscitivos— se ha recomendado la adición de
dosis mínimas de antipsicóticos atípicos, especialmente clozapina (12,5 mg/día) aripiprazol o
risperidona (0,25 mg/día). La adición de medicación antipsicótica se ha observado útil,
también, en aquellos pacientes con obsesiones y compulsiones en quienes la introspección es
pobre, y quienes padecen cuadros con respuesta pobre a la medicación tradicional (inhibidores
selectivos o no selectivos de la recaptura de serotonina).
Psicoterapéuticos
La psicoterapia cognitiva conductual es la herramienta verbal e interaccional que ha
demostrado mayor eficacia en el control de los síntomas del TOC. Algunos estudios han
mostrado una mayor duración del efecto terapéutico cuando se ha comparado con
tratamiento farmacológico.
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La base del tratamiento consiste en desarrollar la capacidad de detener, por medios y recursos
propios, tanto el flujo e influencia de las obsesiones, como la ejecución de las compulsiones.
En un primer paso, íntimamente relacionado con la educación, el paciente aprende a
identificar sus propios síntomas en el momento de su aparición. Una vez identificado el
síntoma, se usan técnicas de exposición y prevención de respuesta, por medio de las cuales, y
luego de realizar una jerarquía de los síntomas más leves hasta los más interferentes, el
paciente debe abolir los rituales y exponerse a la ansiedad que esto genera, hasta buscar
habituarse e ir “desarmando” los síntomas poco a poco. Sin embargo, existe un buen número
de pacientes a quienes se les dificulta mucho adherirse a esta técnica de exposición. En esos
casos, la terapia cognitiva puede ser útil. Se trata de que el paciente, guiado por el terapeuta,
realice experimentos comportamentales para corregir las creencias erróneas. A pesar de la
indicación de terapia cognitiva conductual, siguen existiendo limitaciones en su aplicación, por
la escasa cantidad de protocolos estandarizados y terapeutas entrenados. Aun con la
disponibilidad apropiada de recursos, una proporción de pacientes persiste con síntomas
moderados, y en ellos es más frecuente la presencia de comorbilidades, perfeccionismo e
intolerancia a la incertidumbre. La combinación de terapia cognitiva conductual y
farmacoterapia parece arrojar los mejores resultados.
A fondo
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Trastorno obsesivo-compulsivo.
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73
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Historia
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La primera referencia a las neurosis de angustia data de la publicación que Sigmund Freud hizo
al respecto en 1895. Desde el comienzo de su larga carrera como investigador, Freud tuvo el
propósito de buscar un tratamiento para las neurosis y para ello propuso el psicoanálisis,
aunque después comprendió que además era un método de estudio e investigación de la
mente. Más adelante propuso, incluso, que el psicoanálisis también podría ser útil para el
estudio y el tratamiento de algunas patologías. Posteriormente, y a partir del descubrimiento
de los fármacos y del avance de las neurociencias en los años cincuenta del siglo XX, se
comenzaron a establecer las bases neurofisiológicas de la angustia y a proponer otras
terapéuticas con base en los psicofármacos. Así mismo, los nuevos avances de la neurociencia
incrementaron los conocimientos y delimitaron las estructuras implicadas en la respuesta
instintiva al miedo, al tiempo que complementaron la comprensión psicoanalítica de las
neurosis actuales, tal y como Freud las denominó.
Hasta los años setenta del siglo XX todas las afecciones resultantes de las conflictivas sexuales
inconscientes eran llamadas genéricamente neurosis, pero hoy desapareció este nombre de
las nosografías más comunes. En cualquier caso, la intención inicial de Freud se perdió, porque
esta, además de agrupar bajo este nombre a varias entidades clínicas, era adscribirles un
carácter etiológico específico con el concepto de libido insatisfecha, concepto que ahora solo
se acepta como una explicación psicoanalítica con intención hermenéutica.
Una comprensión del concepto de neurosis de angustia que integra las nociones modernas y la
clínica psicodinámicas sería la siguiente:
75
La neurosis es un trastorno caracterizado por la presencia de angustia y de los mecanismos de
defensa que una persona erige contra esa; la angustia se origina en conflictos sexuales
infantiles que son inconscientes y precisamente [en] la represión movilizada para controlar las
pulsiones sexuales e intentar resolver el conflicto. Asimismo, el sujeto neurótico por sus
dificultades para la satisfacción instintiva, en particular de la sexualidad, manifestaría su
insatisfacción con síntomas que para Freud son un intento de autocuración y secundariamente
pueden incluir toda la gama de conductas instintivas como la alimentación, el sueño, la
eliminación, el manejo de la agresividad y la relación familiar y social con los otros.
Esta propuesta acerca de la etiología de la neurosis de angustia sigue siendo útil para la
comprensión de la psique del enfermo y para su proceso psicoterapéutico, y es
complementaria al concepto de trastorno de la CIE-10 y el DSM-5. El DSM-5, cuando describe
la patología, señala la presencia de un comportamiento y de un grupo de síntomas
identificables en la práctica clínica, pero sin proponer una etiología.
Como se anotó antes, lo que falta aún es descifrar los mecanismos que perpetúan la conducta
instintiva y, por tanto, generan la disfunción y el sufrimiento en quienes sufren la condición
ansiosa.
Epidemiología
Los trastornos de ansiedad son las patologías psiquiátricas más prevalentes en la población
general. En los estudios de poblacionales colombianos, el trastorno de ansiedad generalizada
(TAG) fue más frecuente en mujeres y está relacionado con el estrés ambiental crónico. En el
Estudio Nacional de Salud Mental de 1993o" quedó establecido para Colombia una prevalencia
de ansiedad del 9,6 %, similar a la de otros países. Con una prevalencia específica por género
del 7.1% para el género masculino y del 12,2% para el femenino. En el Estudio no se
encontraron diferencias por grupos de edad en la prevalencia total, pero sí una tendencia
positiva entre edad y ansiedad grave: a mayor edad, mayor prevalencia de ansiedad grave. Se
encontró, además, una asociación con el ámbito social, con una mayor prevalencia en los bajos
ámbitos socioeconómicos.
De igual manera, la Encuesta Nacional de Salud Mental del 2015íl2) buscó establecer la
prevalencia de los síntomas de ansiedad medidos con el cuestionario de síntomas (SRQ). Al
respecto, aportó que los síntomas ansiosos discriminados por género estaban presentes en un
grado de baja ansiedad en el 26,4% de los hombres y en el 35,8% de las mujeres de la muestra.
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A su vez, el 7,8% de los hombres y el 15,6% de las mujeres decía tener síntomas medios de
ansiedad. En la población de mayores de 45 años, las mujeres tuvieron un grado bajo de
síntomas en un 33,4 %, y en la población masculina, del 28,6%; se mantuvo un porcentaje
similar al encontrado en la población de menos edad. Y en el mismo rango de población, pero
con síntomas graves de ansiedad, el porcentaje fue de 5,3 % para hombres y 12,4 % para
mujeres; se mantuvo un porcentaje similar para mayor gravedad al encontrado en la población
de menor edad. Al discriminar la prevalencia de los síntomas por regiones del país, los
hallazgos por región muestran una distribución similar de los síntomas.
Los resultados en la Encuesta del 2015 respecto a la prevalencia al TAG de vida y en los últimos
12 meses para adultos son imprecisos y carecen de validez inferencial, pero los resultados son
similares a los informados para la población de otros lugares del mundo.
Así mismo, un síntoma que llama la atención por la alta aparición fue “asustarse o ponerse
nervioso sin razón en la población de sujetos entre 5 y 15 años y discriminado entre la
población desplazada”, que fue respondido por un 33,7% de la muestra.
De igual manera, en la población desplazada en Colombia como víctima del conflicto armado
se encontró que, entre niños y adolescentes, el 70% informaron síntomas que requieren
atención y que podrían ser equivalentes ansiosos o depresivos; estos van desde dolores
somáticos musculares, la queja de sentirse nervioso o la incapacidad de jugar con otros niños.
En el mismo sentido, fue llamativo que la prevalencia del síntoma “sentirse sobresaltado o
nervioso con facilidad” en la población infantil entre 7 y 11 años fue del 8,8%.
Los datos epidemiológicos obtenidos en diversos países arrojan resultados semejantes, con
una prevalencia a lo largo de la vida entre 1,6 y 2,2%(5). Con una edad de inicio para los
síntomas ansiosos entre los 20 y 30 años, pero con síntomas francos desde edades tempranas,
e incluso la presencia de cuadros completos del trastorno desde la pubertad. La tendencia
heredo-familiar es clara, con un riesgo ocho veces más alto en los familiares de primer grado
de la persona afectada. En cuanto al género, los estudios mundiales muestran también un
mayor riesgo y predominio en mujeres.
Factores etiológicos
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Los factores etiológicos involucrados en la respuesta ansiosa anormal son motivo de interés,
estudio e investigaciones permanentes por los neurocientíficos. Actualmente, los avances de la
neurociencias permiten una ubicación de las estructuras neurobiológicas, de las vías, de los
neurotransmisores involucrados, del funcionamiento fisiológico, y aún queda camino para
identificar los mecanismos involucrados en la patología.
La ansiedad, al igual que los otros sentimientos o estados de ánimo, que denominamos
también genéricamente afectos: placer, exaltación, euforia, éxtasis, tristeza, ira, rabia y calma,
son fundamentales en nuestra vida, regulan la interacción con los demás y ofrecen un sistema
de alarma, que, como en el caso del miedo, sirven para afrontar situaciones de peligro o
riesgo.
Estas emociones, así como la percepción y la acción, están controladas por circuitos
neuronales del encéfalo. En el caso específico de la angustia, su experiencia incluye tres tipos
de componentes;
Un componente cognoscitivo.
Respuestas autónomas, endocrinas y esqueletomotoras.
Representaciones subjetivas del estado emocional'.
En los años ochenta, los investigadores lograron replicar en un caracol marino llamado Aplysia
california un modelo de miedo independiente de las condiciones externas, cuando estimularon
partes de su sistema nervioso: le enseñaron a mostrar su comportamiento innato ante el
peligro (disminuir su conducta alimenticia y refugiarse en su concha). Este trabajo, que
comprobó la existencia de mecanismos biológicos involucrados en la angustia, fue una
hipótesis enunciada por Freud en el siglo XIX, en el Proyecto de una psicología para
neurólogos.
La experiencia obtenida con medicamentos, primero con las benzodiacepinas, después con los
antidepresivos tricíclicos y, por último, con los inhibidores de la recaptación de serotonina,
constituye evidencia suficiente para responsabilizar al menos a tres neurotransmisores de
tener efectos en la génesis de la angustia: el GABA (ácido y-aminobutírico), la noradrenalina y
la serotonina.
Aunque por el momento se desconoce la proporción con la que cada uno de estos mecanismos
colabora para desencadenar la angustia, suponemos que la investigación futura aclarará su
proporción en la producción de los cuadros psicopatológicos.
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Otra emoción humana tiene —en términos de la economía psicodinámica— una importancia
similar a la sexualidad en producir ansiedad y agresividad. La sexualidad y la agresividad, como
generadoras de angustia, tienen en común “la culpabilidad más o menos consciente que
genera el deseo. El homólogo del coitus interruptus es la cólera reprimida [...] el homólogo de
la sexualidad culpabilizada es la agresividad culpabilizada.
En la descripción que las personas hacen de su angustia, pueden quejarse de muchas causas
que no tienen relación con deseos agresivos o sexuales, ya que a veces la desdeñan y más bien
les parece extraño e injusto ser urgidos por algo como eso. Muchos añaden su extrañeza
frente al hecho de que surja precisamente cuando se han sentido más contentos y han
conseguido por fin el logro deseado. Otros se quejan del abandono de un ser amado.
De igual manera, en el DSM-5, el capítulo respectivo, de manera similar al DSM-IV, integra las
patologías con un cuadro definido por el monto y el origen de la ansiedad, y separa otras
situaciones clínicas en que la ansiedad aparece como acompañante o asociada con los
síntomas fundamentales, como en el caso del trastorno obsesivo compulsivo, pero no
constituye el eje sobre el que se montan los síntomas. En el caso del TAG y similar al DSM-IV, el
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DMS-5 lo define como: “[...] preocupación excesiva (anticipación aprensiva), que se produce
[...] en relación a diversos sucesos o actividades [... J al individuo le es difícil controlar su
preocupación [...] y se acompaña de síntomas emocionales”, somáticos —especialmente
musculares—, cognitivos y sobre los hábitos de sueño. El Manual, como en todos los
trastornos, completa la descripción con presencia de malestar significativo para el enfermo y el
deterioro psicosocial y laboral del desempeño, secundario a la sintomatología.
Los descriptores de tiempo están considerados en ambas nosografías. Como evidencia clínica,
la CIE-10 expone que el cuadro presentado tiene al menos un mes de duración, tiempo en el
cual las crisis han tenido un inicio súbito, una extensión e intensidad variable (duran diez
minutos en promedio). En ocasiones, pueden repetirse diariamente y, en otras, puede
presentarse un episodio con meses de diferencia. En algunas personas los síntomas de
ansiedad moderada pueden estar presentes por meses o incluso años, sin que presenten crisis,
o con episodios críticos ocasionales y de corta duración.
La presencia de los síntomas y la gravedad de estos deben ser evaluados en una entrevista
clínica, que puede ser repetida a varias sesiones o extendida por el tiempo necesario. Se
recomiendan como técnica las entrevistas no estructuradas, durante las cuales el examinador
indagará por las características de la historia vital de la persona, con especial énfasis en la
historia temprana; así, rastreará la presencia de equivalentes de ansiedad en el
comportamiento del niño, del púber y del adolescente que está examinando. También, y como
parte de la recolección de información, se suelen usar algunas escalas autoaplicadas o de
aplicación por el experto, con el propósito de medir la intensidad de los síntomas. Las más
utilizadas en nuestro medio son: la escala de ansiedad de Zung y la escala de ansiedad de
Hamilton. Ambas tienen preguntas acerca de los síntomas psicológicos y autonómicos
asociados con la ansiedad, y sirven tanto para precisar el diagnóstico como para evaluar la
evolución y el tratamiento. Existen también otros cuestionarios para la evaluación inicial y el
seguimiento, que pueden ser consultados en obras como el Banco de instrumentos básicos
para la práctica de la psiquiatría clínica.
En los niños suele ser llamativa la necesidad constante de seguridad y las quejas somáticas
recurrentes. La presencia transitoria (durante pocos días seguidos) de otros síntomas, en
particular de depresión, no descarta un diagnóstico principal de trastorno de ansiedad
generalizada, pero no deben satisfacerse las pautas de episodio depresivo, trastorno de
ansiedad fóbica, trastorno de pánico o trastorno obsesivo-compulsivo. El trastorno de
ansiedad generalizada incluye: estado de ansiedad, neurosis de ansiedad y reacción de
ansiedad, y excluye neurastenia.
Criterios diagnósticos
En los cuadros 47.2 y 47.3 se muestran los criterios diagnósticos según cada clasificación.
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Diagnóstico diferencial y comorbilidad en el TAG
La principal distinción al diagnosticar TAG es descartar que el cuadro ansioso sea secundario
a otra patología médica o sea inducido por medicamentos, o por el consumo o abstinencia de
sustancias ilícitas.
La asociación del TAG con otros cuadros de ansiedad es alta; por tanto, la presencia de los
síntomas propios o que definen los otros cuadros ansiosos deben ser cuidadosamente
interrogados. En los casos en los que están presentes uno o varios trastornos de ansiedad, o en
que estén relacionados, se deben enlistar como diagnósticos concurrentes. Por ejemplo, en la
entrevista se preguntará si la ansiedad se limita a situaciones sociales o se asocia con
obsesiones y compulsiones, o si está directamente relacionada con dolencias físicas
específicas.
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De igual manera, será necesario evaluar o diagnosticar la concurrencia de depresión, y buscar
síntomas como anhedonia o ánimo triste, o la presencia de factores estresantes de la vida, en
los meses recientes. Así mismo, la presencia de enfermedades cardiacas, pulmonares y
endocrinas, especialmente las tiroideas.
Exámenes paraclínicos
No existen pruebas específicas para establecer el diagnóstico de TAG; la única manera de
establecer el diagnóstico es la entrevista clínica y el hallazgo de la evidencia clínica suficiente
para proponer el diagnóstico. De tal forma que la evaluación clínica de cada paciente debe
establecer consideraciones particulares en relación con el perfil epidemiológico de cada
individuo, y tomar en cuenta su condición general de salud, el género, los antecedentes
patológicos personales y familiares.
Deben aplicarse las pruebas de función tiroidea, especialmente la determinación de los niveles
de la hormona estimulante del tiroides y de los niveles de T4, con el propósito de determinar
un hipertiroidismo primario. Alteraciones en los signos vitales obligan a extender los estudios
con pruebas de la función pulmonar y cardiaca, y a descartar procesos infecciosos.
Curso y pronóstico
El TAG tiene un curso crónico con remisiones y recidivas, y quienes lo padecen tienen un
menor desempeño en todos los dominios corrientes del individuo; en general, quienes lo
padecen tienen menor escolaridad, son solteros o separados, fracasan en conseguir y
mantener un trabajo o en ser reconocidos o promovidos, sus preocupaciones ocupan y
demandan gran parte de su tiempo y de su energía.
La complicación fatal asociada con el TAG es el suicidio y las más frecuentes son las
comorbilidades; la mayor de ella se presenta con los otros trastornos de ansiedad y la más
grave y pertinaz, con la depresión. También, se asocia con otras condiciones crónicas de salud,
como la diabetes y la artritis, y comparte con ellas los altos índices de discapacidad y de
utilización del sistema de salud.
Abordaje terapéutico
Las siguientes recomendaciones terapéuticas no están basadas en revisiones sistemáticas de la
literatura, aunque obviamente se tuvieron en cuenta y se contrastaron con las guías
disponibles, y finalmente se hizo una síntesis de lo más actual y de la experiencia local
terapéutica cotidiana. En cualquier caso, se intenta proponer terapéuticas costo-efectivas, con
evidencia clínica de las recomendaciones y con base en las guías terapéuticas más reconocidas.
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inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) o los duales (inhibidores
de la recaptación de serotonina y noradrenalina). Existe evidencia clínica para casi
todos los ISRS, como el escitalopram, la paroxetina, la sertralina, y los duales, como la
venlafaxina y la duloxetina. Se recomienda iniciar con sertralina, porque es la más
costo-efectiva. Por el contrario, algunos estudios con otros ISRS, como la fluvoxamina,
afirman que no pueden concluir acerca de la seguridad al utilizarla, por lo que es mejor
evitar su formulación.
La utilización de antidepresivos tricíclicos (ADT), a pesar de que su uso es criticado por los
efectos adversos, especialmente por su efecto pro arrítmicos, se debe considerar previo
estudio y análisis del caso, y se recomiendan frente a respuestas parciales con otros AD.
También, se recomienda la utilización de antipsicóticos de segunda generación, especialmente
la quetiapinam, y fármacos como la pregabalinam\ con excepción de pacientes con trastornos
depresivos como comorbilidad.
La pregabalinci es un fármaco con una estructura similar al GABA, pero con efectos ansiolíticos
que no dependen de los efectos gabaérgicos, sino de su alta afinidad por la subunidad a-28 de
los canales de calcio de las neuronas presinápticas. Tiene una eficacia probada en el
tratamiento de los síntomas críticos del TAG y para prevenir la reactivación sintomática. Así
mismo, su efecto es casi inmediato y tiene una eficacia probada para reducir la gravedad de los
síntomas psicológicos y físicos asociados con ella. Por el poco tiempo en que se ha observado
su acción, queda pendiente evaluar el potencial de abuso de la sustancia y su tolerabilidad.
Para los casos en que la evidencia clínica señale la comorbilidad del TAG con trastorno
depresivo mayor, los hallazgos de los estudios muestran que, durante el tratamiento con
antidepresivos, la mejoría de los síntomas depresivos se asociará con la de los síntomas
ansiosos, pero no siempre ocurre lo contrario; por lo tanto, será un índice importante para el
desenlace de los cuadros. En estos pacientes el riesgo suicida es importante y debe ser
censado durante el seguimiento.
Las técnicas breves o sin tiempo definido de psicoterapia de orientación psicodinámica (POP),
al igual que la TCC y la farmacoterapia, se consideran como abordajes de primera línea para el
TAG. A diferencia de la TCC, las técnicas de la POP buscan disminuir el sufrimiento y los
síntomas del TAG, al ofrecer al paciente un vínculo con un objeto (terapeuta) que funciona de
manera diferencial a sus objetos primarios. Además, promueve la exploración de los motivos
de la conducta y cambiar la tendencia a la compulsión repetidora que hace que el sufrimiento
se vuelva exclusivo y estereotipado.
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Manejo psicosocial: muchos abordajes psicosociales y técnicas diversas de autoayuda,
como la relajación, el yoga, la meditación, la psicoeducación en hábitos de vida
saludable —como el ejercicio y la higiene del sueño—, y algunas técnicas de autoayuda
con literatura o grupos, también constituyen métodos eficaces de tratar el TAG.
Inicio del tratamiento, seguimiento y duración de la formulación: la combinación de
benzodiacepinas (BZP) y un AD-ISRS es la más recurrida para iniciar el abordaje.
Además, en muchos casos las BZP son autoformuladas antes de que el paciente
consulte, o, peor aún, debido a su efecto adictivo, es frecuente su abuso.
La justificación para utilizar las BZP se encuentra en que controlan de forma casi inmediata los
síntomas somáticos asociados con la ansiedad. La formulación debe hacerse con un fármaco
de larga acción, como el clonazepam, porque disminuye los síntomas interdosis y la opción de
abusar de la BZP, e igualmente ayudan a controlar los efectos adversos iniciales de los ISRS; de
igual manera, el comienzo casi inmediato de la acción ayuda a que los pacientes consigan alivio
hasta que los AD comiencen a actuar. La formulación de las BZP, en consecuencia, debe ser por
un periodo corto —entre 4 y 6 semanas—, seguido por una disminución gradual de las dosis de
la BZP. En los pacientes con reactivación sintomática o con respuesta parcial se podría repetir
la formulación de BZP por nuevos periodos de 4 a 6 semanas.
En los pacientes con comorbilidad de ansiedad y depresión tienen una evolución más grave y
prolongada de la enfermedad. El censo de las intenciones suicidas debe ser constante, y la
formulación de ADT o BZP podría facilitar el mecanismo para completar el suicidio.
La duración del tratamiento farmacológico, como consecuencia del curso descrito arriba, debe
ser a largo plazo; después de una prueba farmacológica exitosa inicial de al menos 6 a 8
semanas, el tratamiento farmacológico debe extenderse por un periodo de entre 6 y 12 meses.
Si con la formulación inicial de la BZP y el ISRS los resultados no son satisfactorios, se cambia
por pregabalina. La utilización de un antipsicótico como la quetiapina es una opción que tiene
una baja evidencia clínica, mientras que el riesgo por los efectos adversos es alto. Las
combinaciones de AD y aproximaciones psicoterapéuticas, o AD y terapias de aumentación con
otros medicamentos, son aceptadas en casos con respuestas terapéuticas limitadas.
A fondo
No dejes de leer
Avances en el diagnóstico y tratamiento de la ansiedad y la depresión
www.medigraphic.com/pdfs/revneuneupsi/nnp-2017/nnp171e.pdf
84
Los Trastornos de Ansiedad en el DSM-5
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4803018.pdf
https://www.youtube.com/watch?v=UxUybYT_WZo
Ansiedad, Cuales son los Tipos de Trastornos de Ansiedad que Existen
https://www.youtube.com/watch?v=gsRBJc949JQ
_____________________________________________________________________
Trastorno de pánico
Definición
Este trastorno se caracteriza por presentar episodios de inicio súbito y en general repetidos, de
gran ansiedad (pánico) que se acompañan de síntomas autonómicos, afectivos y cognitivos,
que suelen asociarse con ideación de muerte o pérdida de control de corta duración
(promedio 10 a 15 minutos); no obstante, se pueden observar algunos episodios de más
tiempo (30-60 minutos), los cuales tienen una magnitud que, por lo general, genera la consulta
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a urgencias u otros servicios médicos. En el transcurso del tiempo esta entidad es fluctuante,
produce un gran monto de incapacidad y afecta el funcionamiento global de quien la padece,
llegando en algunos casos a ser causa de incapacitación por el monto de ansiedad y fobias que
se asocian a su trastorno.
El trastorno de pánico tiene una gran importancia en el nivel primario de atención, puesto que
muchos de estos pacientes lo consultan. Así mismo un gran número de estos pacientes acuden
al psiquiatra después de haber visitado en varias ocasiones al servicio de urgencias y haber
requerido exámenes básicos y especializados, del tipo electrocardiograma, enzimas cardiacas
(CPK-MB), TSH, T4 libre y otros que incrementan el costo de la atención ostensiblemente. Por
tal motivo, es relevante un adecuado abordaje inicial que favorezca la recuperación y la
adherencia futura al tratamiento.
Historia
Las primeras descripciones del TP se hicieron en el siglo XIX, cuando se le llamaba síndrome de
Da Costa, síndrome de esfuerzo, corazón de soldado o síndrome de hiperventilación, entre
otros. Hasta la publicación del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales
(DSM-III) se consideraba que los ataques de pánico y la ansiedad generalizada hacían parte del
mismo trastorno: neurosis de ansiedad. No obstante, después de 1980 son separadas y el TP
se denomina en la CIE-10 trastorno por ataques de angustia. Ya en el siglo XX, Pitts y McClure
describieron en 1967 la asociación de los ataques de pánico con el incremento de lactato en
sangre y propusieron la infusión de lactato como método diagnóstico.
Epidemiología
La prevalencia para el trastorno de pánico varía, en el mundo, del 0,2 % al 2,2 %. Según el
Estudio Nacional de Salud Mental (2003), en Colombia la prevalencia de vida para el trastorno
de pánico fue de 1,2 % y 0,6 % en 2016. En la Encuesta Nacional de Salud Mental 2015, con
una muestra más representativa, se evidenció una prevalencia de vida de 0,2 % y 0,1 % en el
último año. El TP en los adolescentes, en Colombia, cuenta con las mismas características que
el del adulto; sin embargo, de acuerdo con el estudio este está acompañado por los problemas
psicosociales y académicos. Alrededor del 90 % de los adolescentes con esta patología
presentan comorbilidad con otros trastornos de ansiedad. La prevalencia del trastorno de
pánico en toda la vida en adolescentes entre 13 y 17 años en Colombia fue del 0,2 % para
mujeres y del 0.1 % para los hombres. La prevalencia de cualquier trastorno de ansiedad fue
del 5 %.
De acuerdo con el género, se ha evidenciado que las mujeres tienen 2,5 a 3 veces más
probabilidad de verse afectadas que los hombres, y dos veces más la tasa de aparición de
ataques de pánico después de la remisión de la enfermedad. La tasa es más alta en personas
separadas, divorciadas o viudas. Como factor desencadenante se puede establecer la
presencia de conflictos interpersonales y patologías físicas, entre otros. Un tercio de las
personas diagnosticadas con TP presentan agorafobia y este diagnóstico dual es más frecuente
en mujeres.
La época de aparición es la adolescencia con un pico entre los 17 y los 20 años. Se estima que
en la mayoría de personas con este trastorno el mismo aparece al inicio de la edad adulta, con
un máximo entre los 25 y los 44 años.
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Los pacientes con TP tienen una comorbilidad de alrededor del 50 %-60 % con las
enfermedades afectivas a lo largo de la vida, lo que, a su vez, aumenta el riesgo suicida en
dichos pacientes®. Su comorbilidad es alta con agorafobia, depresión mayor, fobia social, fobia
específica, trastorno de estrés postraumático y trastorno bipolar®. Así mismo se ha observado
gran relación del TP con angina, síndrome de colon irritable, migraña y asma. La asociación de
depresión mayor en pacientes con TP puede ser hasta del 50%. Una personalidad con rasgos
predominantes, especialmente del grupo C, se establece como un factor de riesgo para este
tipo de patología.
El hecho de que este trastorno no se detecte en forma oportuna o que en ocasiones, ante la
exploración del examen físico o exámenes paraclínicos que sugieran ausencia de patología de
“origen orgánico” lleve a que el paciente sea tratado como si no tuviese “nada”, o que en
concreto se le diga “usted no tiene nada, puede irse”, acarrea un incremento en el aislamiento
(suspenden actividades que parecen suscitar el ataque), presencia de ansiedad anticipatoria
(se anticipa la ansiedad en situaciones similares a las cuales el paciente presentó el ataque) y
las agorafobias (miedo a estar en lugares públicos, abiertos y sin escape).
Etiología
Factores genéticos
Los familiares en primer grado de los pacientes con TP pueden tenerlo hasta en el 25 % de los
casos. Por otra parte, se ha encontrado una concordancia del 31 % entre gemelos
monocigóticos%. Existen estudios que revelan que el polimorfismo de la catecol-o-
metiltransferasa (COMT) se relaciona con la predisposición al TP. Otros relacionan el microARN
(miRNA) con la diferenciación neuronal y plasticidad sináptica en los trastornos psiquiátricos,
en especial con el TP. El gen que codifica la monoaminooxidasa A (MAOA) ha sido estudiado en
el origen del TP por tener un rol clave en la neurotransmisión monoaminérgica.
Teorías psicológicas
Se han propuesto modelos cognitivos que pueden llevar más fácilmente a TP. Uno de ellos
propone que los pacientes tienden a sobrevalorar los cambios fisiológicos de la ansiedad e
interpretarlos como catastróficos. Por otra parte, se plantean abordajes cognitivos en los
cuales sobreestiman la severidad de un evento negativo y subestiman la capacidad de
enfrentar situaciones problema; esto los lleva a evitar continuamente las situaciones
problema, por sentir que no pueden manejarlas, lo que lleva a los pacientes a perpetuar la
evitación para disminuir la ansiedad.
Por otra parte, se han propuesto modelos en los que eventos vitales no manejables
desencadenarían respuestas de ansiedad que podrían llegar a considerarse incontrolables.
Teorías biológicas
Las teorías más plausibles son aquellas, desde el punto de vista biológico, en las que la
ansiedad regula la interacción con los demás y ofrece un sistema de alarma que, en el caso del
miedo, sirve para afrontar situaciones de peligro o riesgo. Estas emociones al igual que la
percepción y la acción están controladas por circuitos neuronales que regulan la respuesta de
lucha y huida. Se han propuesto, en general, tres desencadenantes de la crisis de pánico:
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Locus coeruleus: el disparo inadecuado de este núcleo, con liberación de
norepinefrina. Es de recordar que el locus coeruleus contiene entre el 70 y 80 % de la
norepinefrina del cuerpo.
Hipótesis de la sofocación: en la cual existiría una respuesta inadecuada o
hipersensible a las concentraciones de dióxido de carbono (C02).
Lactato: su incremento, por ejemplo, durante el ejercicio, suscitaría ataques de pánico
(AP).
Locus coeruleus
Se ha propuesto que la ansiedad resulta de alteraciones del sistema límbico, así como del
tálamo, del locus coeruleus, de los núcleos del rafe medio y del cerebelo. El locus coeruleus,
situado en el piso del cuarto ventrículo, contiene más del 60% de las neuronas noradrenérgi-
cas del sistema nervioso central, y envía proyecciones aferentes a una extensa área del
cerebro, entre ellas el hipocampo, la amígdala, el lóbulo límbico y la neorcor-teza; zonas
relacionadas con el sustrato de la ansiedad. Se ha probado que la estimulación del locus
coeruleus produce reacciones de miedo y ansiedad. Por otra parte, ia yohimbina (antagonista
a-2 adrenérgico) que aumenta la liberación de noradrenalina produce respuestas ansiogénicas;
no obstante, la clonidina (agonista a-2 adrenérgico) disminuye la respuesta cardiovascular.
Estas respuestas antagónica o discordante han hecho proponer una desregulación
noradrenérgica.
El locus coeruleus recibe aferencias periféricas del astenia vagal y por los conductos
ascendentes del núcleo solitario y el núcleo gigantocelular. Esta vía explica los cambios
respiratorios y metabólicos en la clínica de las crisis de pánico.
Lactato
El aumento del lactato por su descomposición metabólica en bicarbonato y C02 explica su
acción sobre los receptores de C02. Estos efectos se podrían ver al administrar lactato de
Ringer o al realizar ejercicio intenso que lleve a un incremento del lactato sanguíneo y
secundariamente al TP. Es frecuente que pacientes médicamente enfermos tengan ataques de
pánico, al administrarles lactato de Ringer durante una hospitalización.
Criterios diagnósticos
En el cuadro 48.1 se presentan los criterios diagnósticos del trastorno de pánico de acuerdo
con la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10).
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Los criterios diagnósticos del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales,
quinta edición, (DSM-5) comparte iguales criterios para el ataque de pánico que la CIE-10; sin
embargo, el DSM-5 plantea en su criterio B para el trastorno de pánico que, al menos a uno de
los ataques le ha seguido un mes o más de uno o los dos hechos siguientes:
También el DSM-5 considera el especificador del ataque de pánico, teniendo en cuenta que se
puede presentar en el contexto de cualquier trastorno de ansiedad, así como en otros
trastornos mentales y en algunas condiciones médicas; es preciso, al identificar un ataque de
pánico, anotar un especificador, por ejemplo, “episodio depresivo con ataque de pánico”, los
criterios diagnósticos son los mismos para el criterio A de un ataque de pánico.
Por último, a diferencia del DSM-IV, la nueva versión ya no incluye las dos alternativas
diagnósticas: trastorno de pánico sin agorafobia y el trastorno de pánico con agorafobia. En el
DSM-5 la agorafobia es una condición única con sus características; en caso de que un sujeto
cumpla los criterios diagnósticos para el trastorno de pánico y agorafobia, se utilizarán ambos
diagnósticos. En el CIE-10 se mantiene esta asociación (cuadro 48.2).
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Evaluación
El enfoque de las crisis de pánico debe hacerse en forma integral, esto es, se busca a través de
una adecuada historia clínica y examen físico llegar a la etiología de la sintomatología
expresada. De acuerdo con la sospecha diagnóstica es necesario solicitar los exámenes para-
clínicos correspondientes y establecer estrategias en el tratamiento que permitan en forma
aguda minimizar la sintomatología y permitir un manejo adecuado y adherencia favorable en
el futuro.
Algunas preguntas desarrolladas por la Clínica de Cleveland para detectar este cuadro en la
práctica clínica son las siguientes: si contesta “sí” a la mayoría, lo más seguro es que padezca
TP.
¿Tiene ataques repentinos de miedo intenso e incontrolado sin saber por qué?
¿Siente necesidad de correr o escaparse a un lugar seguro durante estos ataques?
Durante estos ataques ¿tiene miedo de que le ocurra algo horrible, como morirse o
tener un ataque de corazón?
¿Está siempre preocupado de que le pueda dar uno de estos ataques en cualquier
momento?
¿Les impide el miedo a estos ataques ir a sitios como la tienda o un restaurante?
Es muy importante pensar en este diagnóstico en pacientes a quienes se les descarta alguna
patología de tipo cardiopulmonar aguda.
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Por tanto, se debe sospechar que la enfermedad tenga factores desencadenantes, que si no
son tenidos en cuenta no sólo entorpecen el diagnóstico, sino el tratamiento (tabla 48.1).
Ayudas diagnósticas
Una historia clínica completa dará la orientación para establecer una sospecha diagnóstica
clínica y, con ello, solicitar ayudas diagnósticas como laboratorios clínicos o neuroímágenes,
con el fin de brindar una ayuda inmediata al paciente.
No existe una batería definida de exámenes para el trastorno de pánico; sin embargo, de
acuerdo con el cuadro clínico y los factores desencadenantes, se recomienda:
Cuadro hemático.
Glicemia (si se sospecha hiper o hipoglicemia).
Creatinina.
Función tiroidea.
Tóxicos en orina.
Electrocardiograma, enzimas cardiacas, si se sospecha angina o infarto.
Ecocardiograma frente a la sospecha de prolapso de la válvula mitral.
Rayos X de tórax, si se sospecha tromboembolismo.
Determinación de catecolaminas en orina, cuando se considere feocromocitoma.
Electrolitos (en general sodio y potasio).
Gases arteriales.
Neuroimágenes. Estudios con tomografía de emisión de positrones han demostrado un
incremento del flujo sanguíneo parahipocámpico derecho.
Electroencefalograma, si se sospecha cuadro convulsivo
91
Tratamiento
Medidas generales
El trastorno de pánico es una urgencia que debe ser abordada en forma inmediata, con el fin
de disminuir los niveles de ansiedad. Para ello se utilizan diversas estrategias que deben
aplicarse de acuerdo con la situación individual del paciente.
Intervención farmacológica
Es de recordar que la actividad del locus coeruleus es modulada por fibras del núcleo medial
del rafe, y allí se centralizan las principales vías de serotonina, lo cual puede explicar la eficacia
clínica de aquellos fármacos con alta potencia serotoninérgica. Por lo general, se sugiere que
las drogas antipánico se administren de 6 meses a l año. Para ello se recomienda iniciar la
disminución del medicamento lentamente (en meses) después de 6 meses de estar sin
síntomas.
Antidepresivos
Los antidepresivos inhibidores de la recaptación de serotonina, tricíclicos y los inhibidores de la
monoaminoxidasa (IMAO) han demostrado ser útiles en el manejo del trastorno de pánico.
Debido a los efectos secundarios y a la necesidad de restricciones en la dieta, los IMAO se
utilizan para los pacientes que no responden a otros tratamientos.
Ansiolíticos
Las benzodiacepinas, (tabla 48.3) son útiles en el abordaje inicial de los trastornos de pánico,
porque se obtiene una rápida remisión de la crisis y, posteriormente, de la ansiedad
anticipatoria de tiempo de utilización de los ansiolíticos, porque los pacientes suelen atribuir
92
en forma equivocada la mejoría inicial a estos psicofármacos, lo que genera dificultades en su
retiro y la adherencia a los antidepresivos.
Psicoterapia
La terapia cognitivo comportamental (TCC) ha demostrado eficacia en el abordaje de los TP. Se
realiza mediante reestructuración cognitiva para combatir ideas catastróficas. Se recomiendan
sesiones semanales durante doce semanas, aproximadamente.
Por lo general, el manejo de los trastornos de pánico se realiza en forma ambulatoria; sin
embargo, se debe considerar la posibilidad de hospitalización en los siguientes casos:
93
18 meses de tratamiento, se debe evaluar la posibilidad de retiro progresivo del psicofármaco
con un seguimiento permanente del paciente ante la posibilidad de recaída.
Pronóstico
Alrededor del 45 % de los pacientes tratados con inhibidores selectivos de recaptación de
serotonina en los ensayos controlados no lograron una remisión completa de síntomas, y un
40 % de los pacientes eran resistentes con la combinación de medicamentos y psicoterapia.
Por lo tanto, el pronóstico dependerá del tipo de comorbilidad médica que el paciente tenga y
del tratamiento que se instaure para esta; a manera de ejemplo, no será lo mismo una
comorbilidad con un trastorno depresivo mayor que con una fobia específica. Por tanto, el
curso crónico de la enfermedad deberá tenerse en cuenta en estos pacientes.
A fondo
No dejes de leer
¿Qué es el Trastorno de Pánico? síntomas y tratamiento
https://www.youtube.com/watch?v=ji02X7bM2aE
Trastorno de pánico
94
https://www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoID=82302
______________________________________________________________________
Aunque las guerras, la violencia y las catástrofes naturales han acompañado a la humanidad
de manera constante, en aquel siglo el número de victimas fue mayor, debido en parte al
crecimiento desmesurado de la población y a su aglomeración en áreas urbanas pobres,
congestionadas y construidas precariamente.
Es evidente que la abrumadora mayoría de víctimas, damnificados y daños han ocurrido en los
países del tercer mundo, y que los desastres naturales, en combinación con modelos de
desarrollo inadecuados, han sido un factor contribuyente para que ese estado de
subdesarrollo se mantenga.
En los últimos veinticinco años, en América Latina, un número creciente de personas ha sufrido
periódicamente las consecuencias de desastres naturales y de las circunstancias violentas
predominantes. Esto ha permitido una acumulación de experiencias útiles y propias para la
comprensión y manejo del trastorno.
Los orígenes de la concepción actual del estrés pos-traumático datan del siglo XIX, cuando se
plantearon debates entre psiquiatras europeos acerca de la naturaleza orgánica o psicógena
del trastorno —discusión que no fue ni ha sido clausurada—. Tal vez fue Freud quien a partir
de su teoría sobre la seducción infantil (1896) abrió el camino para entender el efecto que
tienen los eventos traumáticos en las personas. Según él, ciertas neurosis se generan por un
evento traumático externo, específicamente por una seducción ocurrida en la infancia, la cual
era en sí un paradigma del trauma emocional. Sin embargo, debido al revuelo que causó dicho
planteamiento en los círculos intelectuales de la época, y a raíz de la presión y el rechazo que
se ejercieron sobre él, Freud realizó, por una sola vez en su vida, un replanteamiento en su
teoría y afirmó que el evento traumático podía corresponder a una fantasía y no a un hecho de
la realidad material.
En 1919, en el trabajo Introducción al psicoanálisis y las neurosis de guerra, habló del tipo
particular de neurosis traumática, producida por la guerra o un accidente en el que un
individuo se enfrentaba a un peligro fatal. Si bien los estímulos que producían este tipo de
neurosis eran de naturaleza aguda y transitoria, y la reacción traumática solía ser de corta
duración, si esta se prolongaba, se debía sospechar que los rasgos premórbidos y la
configuración psicodinámica del individuo habían contribuido a este recrudecimiento. Además,
95
describió lo que después sería la sintomatología del trastorno, que aparece en el DSM-III R:
recuerdos vividos recurrentes e intrusivos, hiperactividad neurovegetativa y
reexperimentación dramática del hecho.
En 1928, con la publicación de Más allá del principio del placer Freud definió lo traumático
como cualquier excitación del exterior que fuera lo suficientemente poderosa como para
romper la barrera protectora psíquica. Es decir, un evento externo que sobrepasaba el
funcionamiento normal del yo, que producía un cambio de estado (desequilibrio) en el
organismo y que generaba una reducción de la capacidad defensiva y de afronta-miento del
yo.
El DSM-II se publicó en 1968, y el trastorno se clasificó como parte de las “Reacciones de ajuste
de la vida adulta”. Al respecto se dieron solo tres ejemplos de factores desencadenantes: “un
embarazo indeseado acompañado de hostilidad, un soldado asustado en combate y un
prisionero esperando su ejecución en casos de pena de muerte”.
Solo en 1980, con la publicación del DSM-III, el trastorno por estrés postraumático surgió para
la psiquiatría estadounidense como una entidad diagnóstica separada entre los desórdenes de
ansiedad, quizá porque era la ansiedad la reacción afectiva que se observaba de manera
predominante tras el trauma. Se resaltó el papel de los procesos disociativos flash-backs) y se
consideró que el criterio para el diagnóstico era la existencia de un estresante reconocible que
pudiera causar la reacción en casi cualquier individuo. Asimismo, se planteó que, frente a
situaciones anormales, la reacción de estrés era normal. En esta medida, los síntomas fueron
vistos como esperables, predecibles y normativos.
El DSM-III R apareció en 1987, y en este fue patente el efecto de las investigaciones y del
trabajo clínico con las víctimas. Se consideró que el evento traumático se encontraba fuera del
rango de los estresantes cotidianos, y se retinaron los síntomas característicos. Igualmente, se
recalcaron las reacciones evitativas, que se expresaban bien en la evitación de pensamientos o
sentimientos relacionados con la situación, bien en la amnesia psicógena. De la misma manera,
se mencionó el apagamiento afectivo que se puede generar, referido a la pérdida de intereses,
aislamiento, pérdida de expresividad emocional, incapacidad para amar y dificultades sexuales.
Además, se destacaron las manifestaciones fisiológicas de índole neurovegetativa, reflejo esto
del conocimiento creciente en dicho campo.
96
En la décima versión, de 1992, de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10), el
síndrome aparece en la categoría trastornos neuróticos (F-40-49), y se ubica en F43 con los
nombres de reacción a estrés agudo (F43.0) y trastorno de estrés postraumático (F43.1). En
esta descripción se ponen de relieve las circunstancias de vulnerabilidad del sujeto y su
capacidad de adaptación. Se recalcan también para el periodo de estrés agudo la reducción del
campo de la conciencia con hipoprosexia e incluso desorientación. La CIE-10 señala, para el
trastorno de estrés postraumático, la constante combinación de ansiedad y depresión, y el
papel agravante que el consumo de alcohol o sustancias psicoactivas puede tener en el cuadro.
Epidemiología
Los estudios epidemiológicos acerca del estrés pos-traumático se han centrado en dos tipos de
poblaciones: la población general y las que han estado expuestas a circunstancias traumáticas.
Por supuesto, las cifras son mucho más altas entre las personas que han sufrido el trauma. Así,
la prevalencia en la población general es, según el DSM-IV, del 1 % al 14%, y entre la población
que ha sufrido algún trauma, del 3 % al 58 %. Aunque es más probable que los hombres estén
expuestos a eventos traumáticos, son las mujeres las que tienen una mayor probabilidad de
recibir este diagnóstico. Estudios recientes señalan que esto podría deberse a que las mujeres
y los hombres expresan de manera diferente el efecto de una experiencia traumática.
Cuando las condiciones estresantes han sido de gravedad extrema y duración prolongada, las
víctimas pueden permanecer en un estado psicopatológico permanente hasta el fin de sus
vidas, lo que ha llevado a plantear en la CIE-10 una categoría particular que implica un cambio
en la personalidad del sujeto (F62.0), y que se caracteriza por una actitud permanente de
desconfianza o de hostilidad hacia el mundo, aislamiento social, sentimientos de desesperanza
y vacío y sensación permanente de estar bajo amenaza, lo mismo que sentimientos de
extrañeza frente a sí mismo.
La Encuesta Nacional de salud mental 2015 consideró las consecuencias psicológicas de las
experiencias traumáticas y los posibles riesgos de presentar el trastorno de estrés
postraumático en adolescentes y en adultos, dado el contexto de violencia colombiano.
El impacto del TEPT en la salud pública es significativo, si se considera que un 50% de los casos
se hacen crónicos y generalmente cursan asociados con otros problemas en salud mental
(trastornos depresivos, ansiosos, consumo de sustancias y suicidio), lo cual afecta la calidad de
vida del sujeto y los costos en salud.
97
tiene alteraciones en 2 o 3 grupos de síntomas del TEPT, sin que cumpla todos los criterios
para configurar el trastorno.
El 40,2% de los adultos entre 18 y 44 años, y el 41,4% de los adultos de 45 años y más, han
sufrido por lo menos un evento traumático. El 28,3 % de las mujeres y el 18,44% de los
hombres expuestos presentaron más de 3 síntomas de la escala PCL. Estas cifras son similares
para los adultos de 45 años y más.
Diagnóstico
El diagnóstico es sencillo: el hecho fundamental es el antecedente, el cual es una experiencia
traumática, súbita y extraordinaria, que ha puesto en peligro la vida del paciente o de sus
allegados. Según la CIE-10, se diferencia la reacción a estrés agudo del trastorno de estrés
postraumático.
98
El trastorno comienza luego de unas pocas semanas, y hasta 6 meses después del trauma; el
curso es fluctuante, pero en general la tendencia es hacia la recuperación. En algunos casos, el
cuadro puede hacerse crónico, incluso hasta configurar una transformación patológica
persistente de la personalidad. A continuación, se resumen las características principales de la
reacción a estrés agudo (F43.0) y del trastorno de estrés postraumático (F43.1), descritas en la
CIE-10.
Se observa entonces que los efectos de un evento pueden variar de acuerdo con la intensidad
del hecho (bajo o alto nivel de amenaza) y con su frecuencia (abrupta o repetitiva). Al
respecto, resulta ilustrativo el análisis hecho por Sluzki, referido a los efectos de la violencia y
basado en las categorías anteriormente señaladas, las cuales se resumen en la figura 49.1.
Factores etiológicos
99
Dos conjuntos de explicaciones, que no son incompatibles, definen el
cuadro clínico:
Explicaciones psicobiológicas y neuropsicoendocrinas
Los pacientes con TEPT exhiben un incremento de la actividad simpática, que se manifiesta en
taquicardia, estado de hiperalerta y cifras elevadas de metabolitos de as aminas biógenas en
orina de 24 horas. Los estudios que se ocupan de las funciones del eje hipotálamo-hipófisis
adrenal muestran concentraciones muy elevadas o muy bajas de cortisol en la orina, lo que
podría expresar diferencias en el tipo de TEPT o diferencias en el estado del trastorno —agudo
o crónico—. También puede referirse a la frecuencia con que síntomas de sesgo depresivo se
encuentran en pacientes con TEPT crónico. Estudios realizados sobre las particularidades del
sueño en pacientes con TEPT han mostrado un incremento del sueño REM y una disminución
de la fase II. Estos hallazgos pueden ser importantes para diferenciar el TEPT de los trastornos
depresivos.
El origen del TEPT, a partir de una razón psico-biológica, se explicaría por la afirmación de que
los corticoides, que se elevan rápidamente durante la situación del trauma, impedirían que la
experiencia pase del área amigdalina (memoria implícita no declarativa) al hipocampo y
corteza temporales, y se convierta en una experiencia adscrita a una modalidad de memoria
explícita y declarativa.
Explicaciones psicológicas
El punto de vista psicodinámico afirma que la experiencia traumática revive el trauma
infantil y genera comportamientos regresivos, que vulneran la capacidad del yo y de sus
mecanismos de defensa para elaborar el trauma.
La gravedad y cronicidad de este pueden conducir a modificaciones permanentes del yo, que
se traducen en sentimientos de culpa y vergüenza. El trauma psíquico resulta del efecto
abrumador que el sujeto experimenta por los elementos incontrolables ligados a la experiencia
terrorífica. El hincapié que se hace de este enfoque en los aspectos afectivos del trauma
explica el embotamiento afectivo, la alexitimia, la posibilidad del desarrollo de complicaciones
psicosomáticas y el cuadro depresivo frecuentemente hallado en los casos crónicos. Apoya lo
anterior el hecho de que los traumas infantiles repetidos propician el desarrollo de estrés
postraumático, cuando eventos catastróficos ocurren en la vida adulta.
100
previamente eran neutros, se asocian con esta y adquieren la capacidad de producir, por sí
mismos, las respuestas que provocó la situación traumática, es decir, devienen condicionados.
Luego se da un condicionamiento de orden superior, ya que dichos estímulos incondicionados
se asocian a otros, y así continúa la cadena hasta que un gran número de eventos, en
apariencia inofensivos, provocan respuestas evitativas a fin de contrarrestar la ansiedad, que
por ello continúa incrementándose. En esta última condición es posible que el sujeto responda
de manera violenta, catastrófica e impredecible, tal como ocurre en excombatientes afectados
por el trastorno.
Personas que pudieron ayudar o recibir ayuda de otras estaban mejor que aquellas
que no. Las personas que se imaginaron lo que podía ocurrir estaban mejor que
aquellas que no lo sospecharon.
Aquellos con rasgos pasivo-dependientes de personalidad mostraron una mayor
tendencia a exhibir un TEPT crónico.
Parece haber un grado mucho mayor de estrés pos-traumático crónico, cuando los
sobrevivientes se ven obligados, por la escasez de recursos, a permanecer durante
muy largos periodos en campamentos de damnificados, en los que se pierden la
estructura y la función de las redes de apoyo, tal como se detectó en las víctimas del
terremoto de Armenia, en enero de 1999.
Curso y pronóstico
El TEPT puede afectar a cualquier persona, desde niños hasta ancianos. Generalmente
comienza después de las 4 primeras semanas posteriores al trauma, en las cuales la
sintomatología debe ser descrita como estrés agudo.
El TEPT puede aparecer varios meses después del trauma o incluso, en casos infrecuentes,
años después.
Más o menos el 50 % de los pacientes con TEPT se recupera de manera espontánea luego de 3
meses; del 30 % al 40 % necesita ayuda especializada para conseguir su recuperación, y un 10%
empeora y su caso se vuelve crónico, pese a la ayuda recibida. Los síntomas pueden variar a lo
largo del tiempo, y unos son más intensos que otros; así, un paciente puede sufrir de insomnio
durante varios meses, recuperarse y presentar después episodios de pánico frente a estímulos
que evoquen el trauma.
Parece que los factores que condicionan la gravedad y la tendencia a la cronicidad del cuadro
son la gravedad, duración y proximidad al evento traumático; también la magnitud de las
pérdidas experimentadas y la estructura de la personalidad previa. En el desastre de Armero,
un gran número de supervivientes perdió la totalidad de su familia, amigos y, por supuesto, la
vivienda y el entorno urbano, y ello propició un número inusualmente elevado de personas
con TEPT crónico.
Se considera que los sujetos que poseen una red de apoyo familiar y social que ofrece
respaldo, acompañamiento y solidaridad suficientes tienen un mejor pronóstico que aquellos
que no. Por otra parte, los desastres someten a prueba la solidez y eficacia de la red de apoyo
que el sujeto y la comunidad poseen.
101
Manejo y tratamiento
El tratamiento del estrés agudo debe iniciarse lo más pronto posible, luego de que las víctimas
de la experiencia traumática estén a salvo y se hayan atendido sus necesidades básicas
inmediatas. En el caso en que los pacientes estén simultáneamente afectados por lesiones
físicas, el tratamiento debe comenzar tan pronto estén en condiciones de comunicarse con los
profesionales tratantes. Se debe alentar a las víctimas para que relaten de la manera más libre
y minuciosa la totalidad de su experiencia, incluyendo sus emociones y sentimientos. La
catarsis y abreacción así conseguidas disminuyen las posibilidades de disociación, que a la larga
puede ser muy dañina. Es posible lograr un progreso de manera individual o grupal, con
efectos favorables inmediatos y a largo plazo.
Es probable que, en las primeras semanas, luego del trauma, se necesite medicación para
controlar el insomnio y el estado de hiperreactividad simpática, para lo cual se recomienda
dosis pequeñas (20 miligramos) de propranolol cada 12 o 24 horas. Esta medicación puede ser
suministrada con seguridad a pacientes adultos sanos y que no estén en tratamiento para
problemas cardiovasculares o hipertensivos, por periodos cortos (no más de dos semanas).
También se ha usado con éxito la amiltriptilina, en dosis de 10 a 25 miligramos una hora antes
de dormir.
El tratamiento psicoterapéutico puede ser individual o grupal; sin embargo, la elección por
uno u otro dependerá, además de los recursos disponibles, de las características de la
persona y del evento traumático.
102
a personas que tienen familiares secuestrados. En esta medida, el exsecuestrado actúa como
“experto” que pone su experiencia al servicio de otros.
Cabe destacar los aportes de Victor Frankl, psiquiatra vienés, que estuvo prisionero en el
campo de concentración de Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial. Basado en una
experiencia personal atroz, consolidó lo que se conoce como Ionoterapia, de logos, en su
acepción de 'sentido' o ‘propósito’. Su planteamiento principal es que la búsqueda, por parte
del hombre, del sentido de la vida constituye una fuerza primaria básica, en esta medida habla
de una “voluntad de sentido”. El sentido es único y específico de cada persona, cambiante a lo
largo de la vida, y cada cual tiene que buscarlo. Así, la vida es como una botella vacía, la cual
cada quien tiene que ‘llenar’ de contenido, de sentido. Tres fuentes importantes otorgan
sentido: realizar una acción, por ejemplo, un trabajo o una obra; el amor a alguien o a algo, y el
sufrimiento. Afirma que algunas situaciones que generan sufrimiento en la vida son
inevitables, y que la libertad humana estriba en la actitud que se tome frente a ellas. Este
enfoque ha tenido una amplia expansión para el tratamiento, no solo de víctimas de
situaciones traumáticas, sino también en el campo de las adicciones, el suicidio, entre otros,
tanto en el terreno de la terapia grupal como individual.
Es importante considerar que algunas de las situaciones que potencialmente pueden generar
estrés agudo \ postraumático requieren un trabajo psicoterapéutico individual —al menos en
una primera fase—, en el cual es importante brindarle al paciente la privacidad y confianza
necesarias para que pueda empezar a hablar del evento y logre elaborarlo. Este es el caso de
las víctimas de delitos sexuales.
De los desastres naturales ocurridos en el siglo XX, como se ha señalado antes, más del 85 %
tuvieron lugar en los países del llamado tercer mundo, la mayor parte de las víctimas
perecieron en ellos, y el 97 % de los damnificados, que fueron cerca de 1500 millones, se
contaban entre dicha población. Entonces, los desastres naturales son, como indican Blaikie y
otros, el producto de la confluencia de dos factores: por un lado, un fenómeno natural
peligroso (terremotos, inundaciones, sequías, erupciones volcánicas, entre otros); por el otro,
una sociedad o contexto vulnerable (condiciones de poblamiento y urbanización, sociales,
políticas, económicas y culturales.
Grupos mayoritarios de nuestra población están expuestos y son más vulnerables a sufrir los
efectos del desastre de manera más devastadora. Entre los factores de vulnerabilidad cabe
resaltar la situación de pobreza de la mayoría de los latinoamericanos, quienes tras un
desastre natural quedan aún más empobrecidos y desesperanzados. Los sobrevivientes más
pobres deben afrontar el hecho de verse desplazados de sus sitios de vivienda, de sus lazos
sociales, para ser ubicados en campamentos ‘temporales’, situación que puede durar varios
años, si no, toda la vida.
103
número de personas, pues apreciar la vivienda en un campamento provisional y la ración diaria
de comida como un logro es un síntoma de la miseria previa en la que se encontraban.
La violencia que aún hoy en Colombia cobra un alto porcentaje de vidas humanas a causa de
homicidios genera efectos devastadores, tanto en la población que se ve afectada
directamente como en aquellos que son espectadores. En cuanto a las víctimas directas, se
pueden contar los combatientes de la lucha armada y la población civil que se encuentra en
medio del conflicto y que ve amenazada su vida o la de los suyos. Muchas veces el objetivo de
la violencia no es la víctima directa, sino el grupo social circundante, en el cual consigue
generar miedo, desconfianza y desesperanza. La alarma no es entonces solo por aquellos que
cumplen con los criterios para diagnosticar un trastorno de estrés postraumático, sino para
todos los que, sometidos a situaciones de franca amenaza, sobreviven con aparente
imperturbabilidad frente a la realidad.
A fondo
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https://www.youtube.com/watch?v=UzBJcI7p9Jc
Cómo tratar el estrés postraumático / Bien y Saludable (estrés agudo y estrés postraumático)
https://www.youtube.com/watch?v=3f-QD8sdpxU
Esta Terrible Enfermedad Fue captada en Vídeo (Imágenes reales) TEPT
104
https://www.youtube.com/watch?v=gJuBMluHeU0
______________________________________________________________________
Trastornos disociativos
Definiciones
La disociación es la separación de la conciencia de determinados contenidos mentales, que
constituyen el mecanismo central del trastorno de conversión y de los trastornos disociativos.
Otros autores lo describen también como una rara, pero posible, respuesta a eventos y
experiencias traumáticas y horrorosas.
La característica esencial de los trastornos disociativos consiste en una disrupción y/o una
discontinuidad en la integración normal de la conciencia, memoria, identidad, emoción,
percepción, representación corporal, control motor y comportamiento. Los síntomas
disociativos pueden, potencialmente, ocasionar una disrupción en cada una de las áreas del
funcionamiento psíquico, de acuerdo con la definición del Manual Diagnóstico y Estadístico de
los Trastornos Mentales (DSM-5).
Historia
Los síntomas y los estados disociativos se han descrito desde hace cientos de años. Sadock
hace referencia a que, en los principios del siglo XVII, Benjamín Rush, a partir del análisis
fenomenológico de pacientes que eran informados como “poseídos” por especialistas de la
época, proporcionó una descripción clínica del trastorno de identidad disociativo. En el siglo
XVIII, Franz Mesmer exploró el concepto de disociación desde la perspectiva de la hipnosis y
fue el primer clínico en documentar la relación entre aquellos que son fácilmente hipnotizables
y los que están predispuestos a disociarse.
105
Posteriormente, aproximadamente un siglo después, Jean-Martin Charcot y Pierre Janet, al
describir la personalidad múltiple, determinaron la naturaleza disociativa de estos síntomas, e
informaron, además, una predisposición individual de los sujetos traumatizados para
desarrollar este tipo de trastornos.
Sigmund Freud explicó su naturaleza por medio de mecanismos psicodinámicos, en que los
conflictos intrapsíquicos tienen un papel trascendente a partir de la teoría del trauma.
Mientras Pierre Janet sintió que era un yo frágil lo que colapsaba bajo el peso de un trauma y
llevaba a los estados disociativos, Freud conceptualizó la disociación como el producto de una
poderosa defensa del yo en que los individuos separan el dolor emocional intenso del self y
solo permiten su expresión bajo estados disociativos.
Por su parte, Eugen Bleuler clasificó los síntomas disociativos en el espectro de las
esquizofrenias. Hilgard enunció la llamada teoría de la neodisociación, en la que considera la
disociación como un sistema de ideas desconectado de la conciencia por una “barrera
amnésica”, pero que mantiene reacciones lógicas y realistas entre ellas. Finalmente, en los
tempranos 1900, Morton Prince escribió “La disociación de una personalidad", en la que se
informa el caso de Sally Beauchamp como “la santa, la diabla y la mujer”; este fue el primer
caso de análisis profundo de lo que se conoce hoy día como trastorno de identidad disociativo.
En el siglo XX aparecieron cada vez más indicios e informes de trastornos disociativos a partir
de experiencias traumáticas tempranas, particularmente de abusos sexuales.
Epidemiología
Los estimados de la prevalencia varían ampliamente para los trastornos disociativos. La tasa de
trastornos disociativos se calcula en aproximadamente el 10%, basados en las herramientas y
escalas para su evaluación y en entrevistas clínicas. Por otro lado, la prevalencia de
experiencias disociativas (no trastornos) en la población general se estima alrededor del 75 %.
106
género en cuanto a qué tipo de trastornos son más comunes en un género; por ejemplo, el
trastorno de identidad disociativo es mucho más común en mujeres que en hombres.
Respecto a este último ítem, se encuentran muchos estudios que han trabajado la relación
entre trastornos disociativos, personalidad limítrofe, trauma e intentos de suicidio. En niños y
adolescentes, se ha contemplado la existencia de una comorbilidad psiquiátrica en el 93,9 %
de los casos cuando existe un diagnóstico de trastorno disociativo; las más prevalentes son el
trastorno de ansiedad por separación, el trastorno depresivo mayor y el trastorno por déficit
de atención e hiperactividad.
Factores etiológicos
Epidemiología
Generalmente, los fenómenos disociativos se producen a partir de una experiencia
traumática, física o psicológica; sin embargo, el DSM-5 evade cualquier exploración
etiológica.
Otra corriente teórica señala que las respuestas disociativas al trauma serían el equivalente en
humanos a los estados de congelación en animales cuando se encuentran atrapados por un
depredador. Ocurren ante situaciones traumáticas que el individuo vive con impotencia y con
un sentimiento de indefensión. Según Scaer, el hecho de que, en la especie humana, y sobre
todo en la cultura occidental, no pueda producirse la descarga de la memoria procedimental
107
(cualquier reacción de agitación será inmediatamente contenida o sedada) sería generador de
psicopatología.
Algunos autores, como Anderson, Yasenik, Ross, Kaplan, sugieren la existencia de una
conexión de malos jatos y abusos sexuales durante la infancia y el desarrollo ¿e síntomas
disociativos; la negligencia, a pesar de no constituir un trauma grave, puede llegar a ser
considerado no de los factores que influencian la aparición de trastornos disociativos
posteriores en la adultez. Otros estudios han llegado a concluir que pérdidas de la madre
durante os dos primeros años de vida del niño pueden influir de forma drástica la relación
madre-hijo y asociarse con la aparición de trastornos disociativos en la vida adulta.
McLewin y Muller establecen una asociación entre la presencia de amigos imaginarios durante
la infancia y el desarrollo posterior de trastornos disociativos, principalmente el trastorno de
identidad disociativo. Además, determinan ciertos factores de los amigos imaginarios
asociados fuertemente con disociación patológica futura, entre los cuales se encuentran:
aparición a más temprana edad persistencia en adolescencia/adultez, apropiación de roles
complejos, como el de protector, y que posean una naturaleza malévola, al actuar contra los
deseos del niño.
Desde una perspectiva más biológica, estados simibres a los disociativos se han observado en
pacientes a los que se suministran ciertos anestésicos, como el midazolam, o los que utilizan
sustancias ilícitas, como LSD. Este tipo de hallazgos ha sugerido que la actividad
serotoninérgica irregular desempeña un papel en los fenomenos disociativos. En contraste con
el estudio de Estambul, existen tres estudios que demuestran que cerca la mitad de la
variación en los síntomas disociativos explica por factores genéticos; así, encontraron una
función del sistema serotoninérgico relacionado con el 5-HTTLPR en el desarrollo o el
mantenimiento de los síntomas disociativos, al igual que mayor vulnerabilidad para las formas
patológicas de disociación en pacientes con el genotipo SS del 5-HTTLPR. Adicionalmente,
muchos pacientes con traumas craneales (en especial aquellos con convulsiones parciales
complejas) han mostrado un comportamiento disociativo. Esto sugiere que múltiples
detonantes (tanto biológicos como psicológicos) participan en la formación de la disociación
como un estado patológico.
Clasificación
En nuestro país, para realizar los distintos diagnósticos utilizamos la Clasificación estadística
Internacional de Enfermedades y problemas relacionados con la salud, en su décima revisión
(CIE-10). En esta clasificación, los trastornos disociativos son llamados también trastornos de
conversión. En la tabla 50.1 se muestra su clasificación.
108
En el DSM-5, los trastornos disociativos se localizan junto (pero no son parte) con los
trastornos relacionados con trauma o estrés, lo que refleja la relación cercana entre estos dos
grupos de diagnósticos. Las categorías incluidas en el grupo de los trastornos disociativos del
DSM-5 son las siguientes:
Clínica
Se presenta pérdida parcial o completa de la integración normal entre ciertos recuerdos del
pasado, la conciencia de la propia Identidad, ciertas sensaciones Inmediatas y el control de
los movimientos corporales.
Normalmente, hay un considerable grado de control sobre qué recuerdos y qué sensaciones
pueden ser seleccionados por la atención inmediata, y sobre qué movimientos hay que llevar a
cabo. Se acepta que en los trastornos disociativos, esta capacidad para ejercer un control
consciente y selectivo se ha perdido en un grado que puede variar de día en día o de hora en
hora. Por lo general, es muy difícil averiguar hasta qué punto parte de los déficits funcionales
están bajo el control voluntario.
El término conversión se utiliza ampliamente para algunos de estos trastornos, e implica que
algunos sentimientos no satisfactorios, originados por los problemas y conflictos que el
enfermo no puede resolver, se transformen en síntomas como parálisis, ceguera, entre otros.
Los enfermos con trastornos disociativos presentan a veces una negación llamativa de
problemas o dificultades personales que son obvios para los demás, y cualquier problema
reconocido como tal se atribuye a los síntomas disociativos.
Criterios diagnósticos
A continuación, se exponen cada uno de los cuadros y los criterios diagnósticos que hacen
parte de las patologías del grupo de los trastornos disociativos, de acuerdo con la CIE-10.
Los estados afectivos que acompañan una amnesia psicógena son muy variados, pero es rara
una depresión grave. Pueden presentarse perplejidad, angustia y diversos grados de un
comportamiento de búsqueda de atención, pero a veces es sorprendente una tranquila
aceptación del trastorno. Los adultos jóvenes son los más frecuentemente afectados, y son
ejemplos extremos los casos de varones sometidos al estrés del combate. Los estados
psicógenos disociativos son raros en las edades avanzadas.
A. La presencia de estupor.
110
B. La ausencia de un trastorno psiquiátrico o somático que pudiera explicar el estupor.
En algunos enfermos, los síntomas surgen en íntima relación con una situación de estrés
psicológico, pero en otros no sucede así. Puede ser sorprendente, pero no es constante, una
tranquila aceptación (“belle indifférence”) de la grave incapacidad, la cual, por otra parte,
también puede estar presente en individuos bien adaptados que se enfrentan a obvias y
graves enfermedades somáticas.
Suele ser posible poner de manifiesto anomalías premórbidas de las relaciones personales y de
la personalidad, y parientes cercanos o amigos pueden haber padecido enfermedades
somáticas con síntomas similares a los del enfermo. A menudo, se ven variedades moderadas y
transitorias de estos trastornos en adolescentes, en particular del sexo femenino, pero los
casos crónicos suelen presentarse en adultos jóvenes. En unos pocos se desarrolla una forma
repetitiva de reacción ante el estrés, mediante trastornos de este tipo, cuya presentación
puede persistir por mucho tiempo, ya en las edades medias y avanzadas de la vida.
B. Debe haber un conocimiento suficiente del entorno psicológico y social, y de las relaciones
interpersonales del paciente, para permitir una presunción razonable de los motivos de la
aparición del trastorno.
111
Convulsiones disociativas (F44.5)
Los movimientos de las convulsiones disociativas pueden imitar los ataques epilépticos; pero
en las disociativas, la mordedura de lengua, las contusiones debidas a las caídas y la
incontinencia de orina son raras, así como la pérdida de conciencia.
En los trastornos disociativos, la pérdida de la visión rara vez es total y las perturbaciones
visuales más frecuentes son una pérdida de agudeza, una visión borrosa en general o una
“visión en túnel”. A pesar de las quejas de pérdida visual, la movilidad general del enfermo y
las funciones motrices aisladas suelen estar sorprendentemente bien conservadas. La sordera
disociativa y la anosmia son bastante menos frecuentes que la pérdida de sensibilidad cutánea
o de la visión.
El síndrome se asocia con frecuencia con fenómenos disociativos como amnesia, fuga,
alteraciones perceptivas y síntomas de conversión. Aparentemente, es más común entre los
hombres y entre personas que están cumpliendo condena en prisión, aunque no se dispone de
datos sobre la prevalencia y los patrones familiares. Un factor predisponente de importancia
fundamental es la existencia previa de un trastorno de personalidad grave. El síndrome suele
reconocerse por su naturaleza pansintomática o por el hecho de que los síntomas se
incrementan cuando el paciente cree que lo están observando. Para hacer el diagnóstico son
de vital importancia las evidencias obtenidas a partir de las pruebas psicológicas objetivas, que
indiquen que los síntomas son falsos.
112
domina, pero nunca una tiene acceso a los recuerdos de la otra y casi siempre cada una ignora
la existencia de la otra. Los cambios de una personalidad a la otra en la primera ocasión son
súbitos, y están estrechamente relacionados con acontecimientos traumáticos. Los cambios
siguientes se limitan a menudo a acontecimientos dramáticos o estresantes, o se presentan
durante las sesiones con un terapeuta que utiliza relajación, hipnosis o abreacción.
Los individuos con trastornos de identidad disociativos refieren una media de 15 síntomas
somáticos o de conversión. Los síntomas y los trastornos disociativos están relacionados con
un sinnúmero de trastornos psiquiátricos, lo que obliga al clínico a establecer si se trata o no
de un fenómeno de comorbilidad. Estudios realizados en poblaciones de adultos demuestran
la presencia de una comorbilidad psiquiátrica en el 83 % de los pacientes con trastornos de
identidad disociativos. Se ha encontrado que el trastorno depresivo mayor es la comorbilidad
más frecuente, seguida del trastorno de estrés postraumático, en la mayor parte de los
estudios. En niños y adolescentes, se ha encontrado comorbilidad con el trastorno depresivo
mayor, trastorno de ansiedad por separación, trastorno por déficit de atención e
hiperactividad, y trastorno oposicionista desafiante.
Curso y pronóstico
El comienzo y la terminación de los estados disociativos suelen ser repentinos y rara vez
pueden ser presenciados, excepto durante interacciones artificiales o procedimientos como la
hipnosis o la abreacción. Todos los tipos de estados disociativos tienden a remitir al cabo de
unas pocas semanas o meses, en especial si su comienzo tuvo relación con un acontecimiento
biográfico traumático. Pueden presentarse estados más crónicos (que a veces van surgiendo
de un modo más lentamente progresivo), en particular parálisis y anestesias, si el comienzo
está relacionado con problemas insolubles o dificultades personales. Los estados disociativos
que han persistido más de uno o dos años antes de recibir atención psiquiátrica suelen ser
resistentes a los tratamientos.
El trastorno de identidad disociativo se identifica cada vez más en la infancia, aunque suele
aparecer entre finales de la adolescencia y la tercera década, con predominancia del sexo
femenino. Es muy poco probable el inicio de los cuadros disociativos por encima de los 40
113
años. De los trastornos disociativos, este es el de peor pronóstico, por su edad de aparición y
sus dificultades diagnósticas.
Tratamiento
La entrevista psiquiátrica, facilitada con psicofármacos, y la terapia hipnótica pueden ser de
gran ayuda en los trastornos disociativos para obtener información adicional, con el fin de
conocer y determinar los factores psicológicos que originaron los diferentes síntomas de los
cuadros clínicos. La psicoterapia introspectiva o de orientación psicoanalítica suele estar
indicada para ayudar a los pacientes a incorporar los factores desencadenantes en su
psiquismo, de una forma integradora y sana; de manera que la abreacción del trauma pasado y
su integración en un yo cohesivo no requiera una fragmentación para enfrentarse a dicho
trauma. En un inicio se recomiendan, además, intervenciones que ayuden al paciente a
desarrollar habilidades para mejorar y manejar la sintomatología disociativa, así como el
funcionamiento interpersonal.
La psicoeducación se convierte en uno de los pilares fundamentales al inicio del cuadro, ya que
es común que el paciente desconozca muchos elementos de su trastorno; entonces, es
necesario eliminar tabúes de base y dar explicaciones válidas acerca de la sintomatología, que
ayudan a evitar la culpa acerca de reacciones con un componente neurobiológico. Un enfoque
cognitivo-conductual puede también llegar a ser de gran ayuda durante esta etapa, para lograr
avances en las áreas afectadas en el funcionamiento del paciente.
La hipnosis como terapéutica se emplea con el fin de liberar emociones dolorosas en una
forma lenta, controlada y tolerable, que más tarde serán tratadas en una sesión cuyo objeto
sea, por ejemplo, ver la grabación de dicha terapia para promover el entendimiento de esas
emociones.
Hasta el momento, no hay datos suficientemente documentados sobre los cuales basar el
tratamiento farmacológico. Solamente se utilizarán ayudas farmacológicas cuando se
determine una comorbilidad específica (trastorno depresivo, trastornos de ansiedad, trastorno
obsesivo-compulsivo, entre otras). En algunos casos, se han utilizado dosis únicas de
benzodiacepinas de corta acción para promover mayor relajación, pero es necesario recordar
que las benzodiacepinas pueden ayudar a promover la disociación.
A fondo
No dejes de leer
T.I.D mis 15 personalidades (Trastorno de identidad disociativa)
114
https://www.youtube.com/watch?v=QEBSiPUG6K8
La disociación, pérdida de la unidad personal
https://www.youtube.com/watch?v=oWwea_Uo74c
Esquizofrenias
Definición
Las esquizofrenias se definen como un síndrome que n presenta una serie de síntomas
positivos y negativos característicos, con compromiso en el desempeño laboral, social y de
las relaciones interpersonales, y la presencia de signos continuos de la enfermedad durante,
por lo menos, seis meses.
Historia
Aun cuando la esquizofrenia ha sido reconocida desde hace milenios, fue identificada por Emil
Kraepelin (1856-1926), quien la llamó demencia precoz, por su inicio a temprana edad y el
deterioro que presenta de funciones cognoscitivas. El término esquizofrenia, cuyo significado
etimológico es “mente dividida”, fue introducido por Eugen Bleuler (1857-1939) para subrayar
la alteración cognoscitiva que conceptualizó como una escisión de los procesos mentales.
Bleuler estableció unos síntomas principales que consideraba fundamentales en la
enfermedad: el embotamiento afectivo, el trastorno de las asociaciones, el autismo y la
ambivalencia. Además de este grupo de síntomas, que se conocen como “las cuatro A de
Bleuler”, él creyó que la presencia de síntomas como delirios y alucinaciones eran secundarios
115
o accesorios, pues se presentan con frecuencia en otras enfermedades mentales; por ejemplo,
en la enfermedad maniaco-depresiva.
Epidemiología
La prevalencia de vida de la esquizofrenia es del 0,5 al 1,5 % en todo el mundo, y se presenta
igualmente en hombres y en mujeres, aunque la edad de inicio es generalmente más
temprana en los hombres (entre los 15 y los 25 años, mientras que en las mujeres está entre
los 25 y los 35). La incidencia de la esquizofrenia es de 0,3 a 0,6 por cada mil habitantes. Rara
vez empieza antes de los 10 o después de los 50 años. Se encuentra con mayor frecuencia en
las clases sociales bajas; un hallazgo que probablemente se debe al descenso social que
producen los síntomas negativos.
Los estudios recientes han encontrado que hay una variación significativa de la prevalencia de
vida en estudios provenientes de diversos países, lo que reevalúa la idea tradicional de una
prevalencia global uniforme.
Se estima que la expectativa de vida para las personas con esquizofrenia es 20 años menor que
la de la población general. Entre los factores que se han postulado para explicar esta
mortalidad excesiva se incluye la menor calidad de la atención médica general para las
personas con enfermedad mental grave, las enfermedades cardiovasculares y la diabetes no
tratada, los efectos secundarios de los antipsicóticos, un estilo de vida menos saludable
(menos ejercicio, tabaquismo), además de los riesgos de suicidio y muerte violenta ya
mencionados.
116
Factores etiológicos
Factores genéticos
Diversos estudios han mostrado la influencia de factores genéticos en la herencia de la
esquizofrenia, como lo demuestran los datos de la tabla 51.1. Aunque más de la mitad de los
cromosomas se han visto asociados con algún aspecto de la etiología de la enfermedad, los
más frecuentemente implicados han sido el brazo largo de los cromosomas 5,6, 11 y 18; el
brazo corto del cromosoma 19, y el cromosoma X. Se cree que debido al hecho de que la
esquizofrenia es tan heterogénea, su etiología debe ser multifactorial, por lo que la
transmisión por medio de un gen único explicaría solamente una pequeña fracción de los
casos.
Factores psiconeuroinmunológicos
Se ha encontrado un descenso en la producción de interleucina-2 de las células T, número
reducido de linfocitos y anticuerpos anticerebrales. Esto apoya la teoría de una etiología viral
de la esquizofrenia, pues en algunas regiones se ha visto una frecuencia mayor de la
117
enfermedad en individuos nacidos en época de invierno. Sin embargo, no se ha confirmado la
hipótesis de una etiología viral y es altamente especulativa. Así mismo, se han encontrado
alteraciones inespecíficas en el eje tiroideo y el eje hipotálamo-adrenal.
Factores psicosociales
La interacción entre factores genéticos y las experiencias durante el desarrollo desempeñan
un papel importante en la etiología de la esquizofrenia.
Los factores psicosociales y culturales son también clave para la evolución del trastorno y para
los desenlaces a largo plazo. Por ejemplo, la emoción expresada caracteriza dinámicas
familiares que pueden incrementar el riesgo de exacerbaciones y/o rehospitalizaciones. Ello
justifica la inclusión de la familia y los programas de psicoeducación en el manejo integral de
los trastornos mentales graves. La cultura y el medio social impactan de manera decisiva en el
acceso al tratamiento y en la posibilidad de lograr una inclusión social y/o académica. En
especial, el estigma que acompaña la esquizofrenia ha constituido un obstáculo serio para el
abordaje terapéutico y la rehabilitación psicosocial, y afecta no solo al paciente, sino también a
su familia.
Imágenes
Tomografía axial computarizada (TAC)
Varios estudios han demostrado el agrandamiento ir los ventrículos laterales y del tercer
ventrículo, y la disminución del volumen cortical, aunque no se sabe si esta reducción del
volumen tisular se debe a un desarrollo anormal o a una degeneración posterior. También se
ha visto asimetría cerebral anormal, volumen cerebelar disminuido y cambios en la densidad
cerebral. Los hallazgos anormales han sido correlacionados con la presencia de síntomas
negativos, alteración neuropsiquiátrica, mayor presencia de síntomas neurológicos, frecuentes
síntomas extrapiramidales secundarios a los medicamentos antipsicóticos y un funcionamiento
pre-mórbido inadecuado. No ha sido posible determinar si las anormalidades encontradas en
el TAC son progresivas o estáticas, ni diferenciar cuáles cambios son reactivos (secundarios) al
proceso patológico, y cuáles son parte de este. Es importante destacar que, aunque el
aumento del volumen ventricular en pacientes con esquizofrenia es aparente cuando se
comparan con grupos control, la diferencia entre personas afectadas y sanas no es grande, por
lo que el uso del TAC en el diagnóstico de la esquizofrenia es limitado. Sin embargo, se ha visto
118
un mayor aumento del volumen ventricular en pacientes que tienen disquinesia tardía al
compararlos con aquellos que no la tienen, así como una mayor frecuencia de este aumento
en hombres que en mujeres.
Electroencefalografía (EEG)
Muchos pacientes con esquizofrenia tienen EEG anormal. Las alteraciones que se han
encontrado con mayor frecuencia son una actividad a disminuida, actividad A y 0 aumentadas,
sensibilidad a la activación incrementada y anormalidades del hemisferio izquierdo.
Conectividad neural
Se ha postulado la esquizofrenia como el resultado de déficits en la densidad dendrítica y en
las conexiones neuronales como consecuencia de una alteración en la poda neuronal y otros
mecanismos que modifican la estructura neural durante la adolescencia. En efecto, los
pacientes que evolucionaron de un pródromo a una psicosis muestran un excesivo
adelgazamiento de la materia gris en la corteza prefrontal medial y superior. Mecanismos
relacionados con neuroinflamación, como altos niveles de citocinas y una mayor activación de
la microglia, han sido postulados como parte de estos procesos fisiopatológicos.
Diagnóstico
Criterios diagnósticos para la esquizofrenia de la Clasificación
Internacional de Enfermedades (CIE-10)
Aunque en sentido estricto no se han identificado síntomas patognomónicos, ciertos
fenómenos psicopatológicos tienen una significación especial para el diagnóstico de
esquizofrenia, los cuales suelen presentarse asociados entre sí. Estos son:
119
capaz de controlar el clima, de estar en comunicación con seres de otros
mundos).
5. Alucinaciones persistentes de cualquier modalidad, cuando se acompañan de
ideas delirantes no estructuradas y fugaces sin contenido afectivo claro, o
ideas sobrevaloradas persistentes, o cuando se presentan a diario durante
semanas, meses o permanentemente.
6. Interpolaciones o bloqueos en el curso del pensamiento, que dan lugar a un
lenguaje divagatorio, disgregado, incoherente o lleno de neologismos.
7. Manifestaciones catatónicas, como excitación, posturas características o
flexibilidad cérea, negativismo, mutismo, estupor.
8. Síntomas “negativos”, como apatía marcada, empobrecimiento del lenguaje,
bloqueo o incongruencia de la respuesta emocional (estas últimas
habitualmente conducen a retraimiento social y disminución de la
competencia social). Debe quedar claro que estos síntomas no se deban a
depresión o a medicación neuroléptica.
9. Un cambio consistente y significativo de la cualidad general de algunos
aspectos de la conducta personal, que se manifiestan como pérdida de interés,
falta de objetivos, ociosidad, estar absorto y aislamiento social.
Formas de evolución
La forma de evolución de los trastornos esquizofrénicos se clasificará según las siguientes
categorías de 5 caracteres:
F20x.0 Continua.
F20x.l Episódica con defecto progresivo.
F20x.2 Episódica con defecto estable.
F20x.3 Episódica con remisiones completas.
F20x.4 Remisión incompleta.
F20x.5 Remisión completa.
F20x.8 Otra forma de evolución.
F20x.9 Forma de evolución indeterminada, periodo de observación demasiado breve.
120
Subtipos de esquizofrenia
En la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5),
publicada por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría en el 2013, los subtipos de
esquizofrenia fueron eliminados por tener una estabilidad diagnóstica y validez limitadas, y
una baja confiabilidad. Los subtipos tampoco han mostrado patrones de respuesta al
tratamiento particulares o un curso longitudinal característico.
En la CIE-10 se establecen los subtipos de manera muy similar al DSM-IV, y por ese motivo sus
descripciones se conservan en este apartado. Las diferencias radican en que la esquizofrenia
desorganizada del DSM-IV es llamada hebefrénica en la CIE-10, y que esta última añade el
subtipo simple, que en el DSM-IV es una categoría en estudio llamada trastorno deteriorante
simple.
El comienzo tiende a ser más tardío que en las formas hebefrénica y catatónica.
121
Las ideas delirantes pueden ser casi de cualquier tipo, pero las más características son las
ideas delirantes de ser controlado, de influencia, de dominio y las ideas de persecución de
diversos tipos.
Esquizofrenia paranoide
Es el tipo más frecuente de esquizofrenia en la mayor r arte del mundo. En el cuadro clínico
predominan las ideas delirantes relativamente estables, a menudo paranoides, que suelen
acompañarse de alucinaciones, en especial de tipo auditivo y de otros trastornos de la
percepción. Sin embargo, los trastornos afectivos, de la voluntad, del lenguaje \ los síntomas
catatónicos pueden ser poco llamativos.
Las ideas delirantes y alucinaciones paranoides más características son las siguientes:
El comienzo tiende a ser más tardío que en las formas hebefrénica y catatónica.
Las ideas delirantes pueden ser casi de cualquier tipo, pero las más características son las
ideas delirantes de ser controlado, de influencia, de dominio y las ideas de persecución de
diversos tipos.
Esquizofrenia hebefrénica
Forma de esquizofrenia en la que los trastornos afectivos son importantes, las ideas delirantes
y las alucinaciones son transitorias y fragmentarias, y es frecuente el comportamiento
irresponsable e imprevisible, además de los manierismos. La afectividad es superficial e
122
inadecuada, y se acompaña con frecuencia de risas insulsas o sonrisas absortas como de
satisfacción de sí mismo, de un modo despectivo de actuar, de muecas, manierismos, burlas,
quejas hipocondriacas y frases repetitivas. El pensamiento aparece desorganizado y el lenguaje
es divagatorio e incoherente. Hay una tendencia a permanecer solitario, y el comportamiento
carece de propósito y de resonancia afectiva. Esta forma de esquizofrenia comienza por lo
general entre los 15 y los 25 años de edad, y tiene un pronóstico malo, por la rápida aparición
de síntomas negativos, en especial de embotamiento afectivo y de abulia.
Incluye:
Esquizofrenia desorganizada
Hebefrenia
Esquizofrenia catatónica
Presencia de trastornos psicomotores graves, que varían desde la hipercinesia al estupor o de
la obediencia automática al negativismo. Durante largos periodos pueden mantenerse
posturas y actitudes rígidas y encorsetadas. Otra característica llamativa de este trastorno es la
excitación intensa.
123
Flexibilidad cérea (mantenimiento de los miembros y del cuerpo en posturas
impuestas desde el exterior). O Obediencia automática (se cumplen de un modo
automático las instrucciones que se le dan) y perseverancia del lenguaje.
Incluye:
Estupor catatónico.
Catalepsia esquizofrénica.
Catatonía esquizofrénica.
Flexibilidad cérea esquizofrénica.
Esquizofrenia indiferenciada
Conjunto de trastornos que satisfacen las pautas generales para el diagnóstico de
esquizofrenia (véase el primer párrafo del apartado “Esquizofrenia paranoide”, pero que no se
ajustan a ninguno de los tipos F20.0-F20.2, o presentan rasgos de más de uno de ellos, sin que
haya un claro predominio de uno en particular. Esta categoría deberá utilizarse únicamente
para los cuadros psicóticos (excluyendo, pues, la esquizofrenia residual, F20.5, y la depresión
postesquizofrénica, F20.4) y solo después de haber intentado clasificar el cuadro clínico en
alguna de las tres categorías precedentes.
Incluye:
Esquizofrenia atípica.
Depresión postesquizofrénica
Trastorno de tipo depresivo, a veces prolongado, que surge después de un trastorno
esquizofrénico. Durante este pueden persistir algunos síntomas esquizofrénicos, pero no
predominan en el cuadro clínico. Estos síntomas esquizofrénicos persistentes pueden ser
“positivos” o “negativos”, aunque estos últimos son los más frecuentes. Rara vez son lo
suficientemente graves o duraderos para satisfacer las pautas de un episodio depresivo grave
(F32.2 y F32.3) y a menudo es difícil decidir qué síntomas del enfermo se deben a una
depresión, cuáles a la medicación neuroléptica y cuáles son expresión del trastorno de la
voluntad y del empobrecimiento afectivo de la esquizofrenia por sí misma.
124
Esquizofrenia residual
Estado crónico del curso de la enfermedad esquizofrénica, en el que se ha producido una clara
evolución progresiva desde los estados iniciales (que incluyen uno o más episodios con
síntomas psicóticos que han satisfecho las pautas generales de la esquizofrenia) hacia los
estadios finales, caracterizados por la presencia de síntomas “negativos” y de deterioro
persistente, aunque no necesariamente irreversibles.
Incluye:
Esquizofrenia simple
Trastorno no muy frecuente, en el cual se presenta un desarrollo insidioso, aunque progresivo,
de un comportamiento extravagante, de una incapacidad para satisfacer las demandas de la
vida social y de una disminución del rendimiento en general. No hay evidencia de
alucinaciones ni de ideas delirantes, y el trastorno no es tan claramente psicótico como los
tipos hebefrénico, paranoide y catatónico. Los rasgos “negativos” característicos de la
esquizofrenia residual (por ejemplo, embotamiento afectivo, abulia) aparecen sin haber sido
precedidos de síntomas psicóticos claramente manifiestos. El creciente empobrecimiento
social puede conducir al vagabundeo, los enfermos se encierran en sí mismos, se vuelven
ociosos, pierden sus objetivos y con frecuencia se vuelven totalmente improductivos y
dependientes de otros.
Incluye:
125
Esquizofrenia simple.
Otra esquizofrenia
Incluye:
Esquizofrenia cenestopática.
Trastorno esquizofreniforme sin especificación. Excluye:
Trastorno psicótico agudo de tipo esquizofrénico (F23.2).
Esquizofrenia cíclica (F25.2).
Esquizofrenia latente (F23.2).
Esquizofrenia sin especificación
Cuadro clínico
El cuadro clínico de la esquizofrenia es muy variable y fluctuante con el tiempo, y los síntomas
pueden dividirse en positivos y negativos. Los primeros reflejan una actividad mental
aberrante, que muestra que el paciente es capaz de producir una sintomatología evidente
(alucinaciones, ideas delirantes o comportamiento agresivo). Los negativos reflejan una
deficiencia en la función mental (alogia, embotamiento afectivo, anhedonia, apatía o
aislamiento social). Es importante anotar que no existen síntomas patognomónicos de
esquizofrenia.
Las ideas delirantes son muy frecuentes en los episodios psicóticos de la esquizofrenia y
reflejan el trastorno de pensamiento fundamental para hacer el diagnóstico.
Los temas delirantes en la esquizofrenia son muy variados, pero en la mayoría de los casos se
encuentran delirios persecutorios, místico-religiosos, de grandeza o somáticos. Son muy típicas
de la esquizofrenia las ideas delirantes de robo, eco y transmisión del pensamiento.
126
ecopraxia son otras de las manifestaciones del comportamiento motor desorganizado. El
deterioro del comportamiento social también es común, con descuido de la higiene personal,
aislamiento o incluso comportamientos extravagantes, como masturbarse en público o dejar
de vestirse. Los síntomas de desorganización son los que presentan mayor relación con déficits
cognitivos y, por lo tanto, con un pronóstico menos favorable.
Los pacientes con esquizofrenia, con frecuencia presentan una intensidad de la respuesta
emocional reducida, lo que los muestra como indiferentes, apáticos y anhedónicos. Es
frecuente que consuman alcohol o sustancias psicoactivas, como marihuana, o que fumen
hasta el punto de llegar a ser compulsivos en muchos casos. Además, típicamente carecen de
insight (capacidad de darse cuenta de una realidad interior), reflejado en la denominada falta
de “conciencia de enfermedad”, que lleva a que el paciente no siga las recomendaciones
terapéuticas, ya que no cree estar enfermo.
Los síntomas físicos que se presentan con mayor frecuencia en la enfermedad son los llamados
signos neurológicos blandos, que incluyen anormalidades en la estereognosis, la grafestesia, el
equilibrio y la propiocepción. Así mismo, son usuales las alteraciones del sueño, especialmente
el insomnio y las alteraciones sexuales.
Curso y pronóstico
El curso de la esquizofrenia puede dividirse en tres fases: prodrómica, activa y residual. La fase
prodrómica precede a la activa por un espacio de meses o incluso años, y consiste en el
desarrollo gradual de síntomas, como aislamiento social, comportamientos extravagantes,
descuido personal e ideas extrañas. La fase activa se caracteriza por la presencia de síntomas
positivos (delirios, alucinaciones y tanto comportamientos como lenguaje desorganizados). La
fase residual, que sigue a la activa, muestra un predominio de síntomas negativos, aunque los
positivos pueden persistir con menor intensidad. La fase residual puede interrumpirse por
exacerbaciones agudas en las que reaparece la fase activa. No es posible predecir la frecuencia
e intensidad de estas exacerbaciones. Los síntomas de la esquizofrenia, además, cambian con
el paso del tiempo; no obstante, existe una tendencia al predominio de los síntomas positivos
en los estadios tempranos de la enfermedad, que, con el paso del tiempo, se convierten en un
predominio de los síntomas negativos.
Respecto al pronóstico, se considera que aproximadamente una tercera parte de los pacientes
tienen una evolución favorable, con pocos síntomas que son controlables y un desempeño
social y laboral adecuado, mientras que un 50-60% de los pacientes presentan compromiso
funcional importante y un 10%, un curso persistente sin remisiones. Un factor pronóstico
importante es la duración de psicosis no tratada; es decir, el periodo que transcurre desde la
presencia de síntomas claros hasta el momento de iniciar el tratamiento con antipsicóticos.
Mientras mayor sea la duración de psicosis no tratada, menor es la respuesta al tratamiento.
La mayoría de los estudios demuestran que la esquizofrenia es una enfermedad crónica que
afecta prácticamente todos los aspectos de la vida del paciente, con repercusiones sociales,
127
económicas y familiares. Un porcentaje de pacientes va a experimentar un curso grave, con
poca respuesta a las intervenciones y con discapacidad psicosocial marcada. Sin embargo,
existen casos en los cuales la enfermedad no causa un deterioro tan catastrófico,
particularmente si se trata de casos de esquizofrenia de tipo paranoide, en algunos de los
cuales puede existir una recuperación completa del funcionamiento interepisódico.
Modelo de recuperación
En parte impulsado por personas que han sido diagnosticadas con esquizofrenia, el modelo de
recuperación sostiene que es factible alcanzar un buen grado de funcionamiento, a pesar de
las dificultades propias de la esquizofrenia. En particular, la recuperación hace hincapié en que
el paciente puede llevar una vida con sentido propio, con participación social y ser una persona
valorada por el grupo social. Sin negar la realidad de síntomas muchas veces persistentes, este
enfoque busca alcanzar otros desenlaces, como la actividad laboral, la inclusión académica, el
logro de metas personales y el mejoramiento de la calidad de vida.
Diagnóstico diferencial
El diagnóstico diferencial de la esquizofrenia debe hacerse con enfermedades psiquiátricas,
con enfermedades no psiquiátricas y con el consumo de algunas sustancias cuya intoxicación
puede manifestarse con síntomas psiquiátricos.
128
hacerse fundamentalmente mediante el curso, que es permanente y no cíclico, en los
trastornos de la personalidad.
Las enfermedades no psiquiátricas con las que debe hacerse diagnóstico diferencial,
enumeradas en la tabla 51.3. muestran generalmente alteraciones en el examen físico y
neurológico, así como en los exámenes paraclínicos que están ausentes en la esquizofrenia;
aunque desde el punto de vista puramente clínico, pueden presentarse de manera muy
similar. Lo mismo es válido para la intoxicación o abstinencia de algunas sustancias
psicoactivas.
Tratamiento
Respecto al tratamiento, haremos inicialmente unas breves consideraciones generales, para
luego describir con más detalle las recomendaciones particulares al medio colombiano,
establecidas en las guías de práctica clínica del Ministerio de Salud y Protección Social-
Colciencias en el 2014.
Tratamiento farmacológico
El tratamiento con medicamentos antipsicóticos es la base del manejo de la enfermedad.
Prácticamente todos los antipsicóticos han demostrado ser superiores al placebo, por eso la
droga de elección depende del caso en particular. Debe tenderse a escoger un solo
antipsicótico para cada paciente, pues ninguno ha demostrado ser más efectivo que otro
según el subtipo de esquizofrenia. La selección debe basarse, además, en los efectos
secundarios, la respuesta a tratamientos anteriores, la vía de administración y las razones de
orden económico o cultural que puedan hacer que el paciente no reciba adecuadamente el
medicamento. La fase aguda de la enfermedad puede tratarse con fenotiacinas de cadena
lateral piperazínica, como la tioproperazina; con butirofenonas (haloperidol), o con
antipsicóticos atípicos, como la olanzapina, la risperidona o la clozapina. No hay evidencia clara
de superioridad de un antipsicótico sobre otro, aunque sí hay diferencias individuales en la
respuesta y la tolerancia, y diferencias en el perfil de efectos secundarios. No obstante,
algunos estudios sí encuentran diferencias pequeñas en la eficacia entre los diversos
antipsicóticos, al mismo tiempo que cuestionan la validez de la clasificación de estos en los de
primera y segunda generación.
129
En el tratamiento del primer episodio psicótico, un metaanálisis sugiere que los antipsicóticos
de segunda generación han mostrado una mayor eficacia comparados con los de primera
generación, incluyendo menor interrupción del tratamiento. Sin embargo, estos
medicamentos presentaron mayores efectos metabólicos comparados con los de primera
generación.
La fase residual exige una medicación de mantenimiento que debe durar varios meses, como
profiláctico, para evitar las recaídas, durante los que también es útil en algunos casos
suministrar antipsicóticos de depósito, como el decanoato de flufenazina. Los resultados del
estudio CATIE (Clinical Antipsychotic Triáis of Intervention Effectiveness), del que debe decirse
tiene algunas limitaciones, muestra que al ser comparado un antipsicótico típico (perfenazina)
contra los atípicos (olanzapina, quetiapina, risperidona, ziprasidona), el 74% de los pacientes
descontinuaron la medicación a los 18 meses.
Las indicaciones para hospitalizar al paciente con esquizofrenia se enumeran en el cuadro 51.1.
Tratamiento psicosocial
Las intervenciones psicosociales pueden promover la recuperación funcional y deben
adecuarse a los casos individuales. La psicoterapia de apoyo, orientada a la realidad
pragmática, es de gran utilidad en muchos pacientes. De igual manera, la terapia ocupacional y
las terapias que ayuden al desarrollo de habilidades sociales son útiles en la gran mayoría de
130
los casos. La rehabilitación cognitiva ha mostrado beneficios para mejorar los desenlaces
cognitivos y funcionales. Siempre es necesaria la terapia familiar, útil para el manejo del
paciente en su medio y para la comprensión de la enfermedad por quienes lo rodean.
Igualmente, deben tenerse en cuenta la psicoeducación y las terapéuticas dirigidas a la
disminución o cese del consumo de alcohol o sustancias psicoactivas, frecuentes en el
esquizofrénico y que empeoran el pronóstico.
Antes del inicio del tratamiento con antipsicóticos, debe medirse el perímetro
abdominal, el índice de masa corporal, la glucemia en ayunas, el perfil lipídico y las
transaminasas, y hacer controles periódicos para prevenir el síndrome metabólico. Así
mismo, debe realizarse un electrocardiograma y un hemograma. Si el paciente recibe
clozapina, el hemograma deberá hacerse semanalmente durante los primeros tres
meses, mensualmente hasta el primer año y cada seis meses a partir de un año. El
recuento debe mantenerse por encima de 3.500 células/mm3, y nunca por debajo de
2.000 células por mml O Respecto al uso de antipsicóticos en la fase aguda del adulto
con esquizofrenia, las guías establecen que la clozapina, olanzapina, risperidona,
ziprasidona, amisulprida, paliperidona, haloperidol, quetiapina y aripiprazol son
superiores al placebo. Son igualmente efectivos, pero difieren de manera importante
en su perfil de efectos indeseables.
Se sugiere como primera línea de tratamiento farmacológico de los adultos con
diagnóstico de esquizofrenia en la fase aguda de la enfermedad escoger entre los
siguientes antipsicóticos orales (en orden alfabético): amisulprida, oclozapina,
olanzapina, paliperidona o risperidona, si lo decide el psiquiatra.
En pacientes con esquizofrenia que presentan agitación o conducta violenta, se
recomienda la combinación de haloperidol y benzodiacepinas, benzodiacepina
parenteral sola o haloperidol solo. También se ha visto que la olanzapina intramuscular
es útil en estos pacientes, sin combinarla con benzodiacepinas.
En cuanto al tratamiento de mantenimiento en pacientes con esquizofrenia, no se han
encontrado diferencias entre antipsicóticos de primera y segunda generación en
cuanto a prevención de recaídas. Además, es amplia la evidencia que respalda la idea
de que es preferible el tratamiento continuo que la dosificación intermitente.
En lo que se refiere al tratamiento de mantenimiento con antipsicóticos de depósito,
las guías encontraron que la risperidona de depósito y el palmitato de paliperidona son
muy superiores al placebo en la prevención de recaídas. Pueden usarse también el
haloperidol de depósito. el decanoato de flufenazina o la pipotiazina.
Deben usarse antipsicóticos de depósito si no hay adherencia al tratamiento con
antipsicóticos orales, pero solo en la fase de mantenimiento, no en la fase aguda.
131
Sobre los tratamientos psicoterapéuticos y psicosociales en la fase aguda y de
mantenimiento, se recomienda ofrecer psicoeducación, terapia cognitivo-conductual,
entrenamiento en habilidades sociales e intervenciones familiares; desde luego,
después de evaluar cada caso en particular. Se sugiere también la terapia ocupacional.
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132
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_____________________________________________________________________
Catatonia
Introducción
La catatonia es un síndrome que involucra síntomas motores, afectivos y comportamentales.
Actualmente no se considera como un diagnóstico independiente, sino que tiende a
considerarse como un especificador de la esquizofrenia y de los episodios efectivos mayores;
en el DSM-5 ya no se incluye el subtipo de esquizofrenia catatónica. Se puede observar en una
diversidad de cuadros clínicos, tanto médicos como psiquiátricos, incluyendo los trastornos
afectivos y, menos frecuentemente, en la esquizofrenia. Es importante reconocer este
síndrome, ya que puede evolucionar de manifestaciones simples a una forma dramática de
inestabilidad autonómica, hiperpirexia y colapso cardiovascular, conocido como catatonia
maligna.
En este apartado, se presenta una revisión histórica del origen y la evolución del concepto de
catatonia; algunas consideraciones de la epidemiología, la fisiopatología, las características
clínicas del síndrome, así como recomendaciones para su manejo.
Historia
La descripción inicial de la catatonía fue publicada por el psiquiatra alemán Karl Ludwig
Kahlbaum (1828-1899), mientras dirigía el Hospital Mental de Reiner, cerca de Gorlitz,
Alemania.
El término catatonía fue acuñado por Kahlbaum en 1869, a partir del griego katatonos, que
significa “estirar apretadamente”. Los pacientes que la padecían fueron descritos como
personas inmersas en un estado de inmovilidad, mutismo y negativismo, con facies
inexpresiva, flexibilidad cérea y adopción de posturas incómodas por largos periodos. Los
momentos de inactividad eran seguidos por hiperactividad espontánea, manifestada por
133
medio de gritos, saltos o incluso agresiones activas, las cuales fueron denominadas con el
término de raptus catatónico\ Kahlbaum también describió alteraciones en el lenguaje,
principalmente la repetición de sílabas o palabras (palilalia) y el uso de frases sin significado
(verbigeración).
A comienzos del siglo XX, la catatonia fue considerada como una manifestación cardinal de la
esquizofrenia. Bleuler la incluyó como un subtipo de demencia precoz con predominio de
síntomas motores. Esta herencia se recoge en el DSM-III, en el que aparece el término
relacionado únicamente con la esquizofrenia catatónica, sin dejar campo para el
reconocimiento del síndrome en los estados depresivos o en los síndromes orgánicos.
Epidemiología
Si bien es cierto que la catatonia es ahora menos frecuente que a principios del siglo XX, está
lejos de ser un trastorno exótico. Diversos estudios han encontrado prevalencias de este
síndrome, que van del 7,8 % al 38 % en pacientes psiquiátricos hospitalizados (la diferencia se
explica porque se emplean diferentes criterios diagnósticos). Entre estos, vale la pena destacar
el de Lee, que mostró una prevalencia del 15 %, con una muestra de 160 pacientes; el de
Abrams y Taylor, que mostró una prevalencia del 13,5 %, con una muestra de 250 pacientes; y
el de Kraepelin, quien, con una muestra de 500 pacientes, encontró catatonia en el 20% de
ellosa).
En la catatonia asociada con otro trastorno mental, contrario a la idea tradicional que la ubica
como un tipo de esquizofrenia, se ha visto que los trastornos afectivos son los que, con mayor
134
frecuencia, subyacen a su aparición. Así mismo, el trastorno obsesivo-compulsivo también se
ha asociado con cuadros catatónicos.
Fisiopatología
Aún no se conoce con precisión el mecanismo fisiopatológico subyacente a la catatonia; sin
embargo, debido a las similitudes clínicas entre la catatonia y los estados catatónicos inducidos
por neurolépticos, como el síndrome neuroléptico maligno (SNM), se ha planteado una
fisiopatogenia común, y en los últimos años han resurgido los estudios acerca de su fisiología.
135
En el caso del SNM, las alteraciones motoras se darían en relación con la alteración en la
iniciación de los movimientos y bloqueo de los receptores D2, con disregulación del circuito
motor, aunque algunos autores consideran actualmente que el síndrome neuroléptico maligno
en su forma florida corresponde a un tipo de catatonía iatrogénica.
Otros autores proponen que la catatonía puede estar relacionada con la estrategia de defensa
animal, denominada inmovilidad tónica, que es la adopción de un estado de tensión muscular
cuando el animal se ve enfrentado a un depredador para así aumentar la posibilidad de
escapar de un ataque mortal. La catatonía sería, entonces, un rasgo atávico del extenso
periodo en el que nuestra especie estuvo bajo la amenaza constante de los depredadores.
Características clínicas
La catatonía se caracteriza por síntomas motores: catalepsia, flexibilidad cérea y rigidez.
Aislamiento psicosocial y/o hiperactividad: mutismo, estupor, mirada fija, negativismo,
impulsividad, agitación y heteroagresividad.
La BFCRS es una escala de 23 ítems, que define un caso de catatonia con la presencia de dos o
más de los siguientes catorce signos, que también están incluidos en los criterios del DSM-5:
136
hiperactividad, inmovilidad/ estupor, mutismo, mirada fija, adopción de posturas
extrañas/catalepsia, muecas llamativas, ecopraxia/eco-lalia, estereotipias, manierismos,
verbigeración, rigidez, negativismo, flexibilidad cérea y retraimiento. La gravedad se define al
evaluar los siguientes signos, con la aplicación de todos los 23 ítems, bajo una escala de tres
puntos, dentro de los cuales se encuentran: impulsividad, obediencia automática, mitgehen,
gegenhalten, tendencia ambivalente, reflejo de prensión, perseverancia, combatividad y
alteraciones autonómicas.
Para el DSM-5, los criterios diagnósticos para catatonia asociada con otro trastorno mental
son:
Criterio A. El cuadro clínico está dominado por tres (o más) de los síntomas siguientes:
Diagnóstico diferencial
Al ser un síndrome común en enfermedades médicas y psiquiátricas, la tarea del clínico
comienza con descartar causas orgánicas. El diagnóstico diferencial incluye otros estados
hipoquinéticos e hiperquinéticos, como la enfermedad de Parkinson, la demencia avanzada, el
síndrome serotoninérgico y el estatus epiléptico no convulsivo. Varias enfermedades
137
neurológicas pueden causar síndrome cata-tónico, entre ellas la encefalitis y los trastornos
convulsivos; las intoxicaciones por medicamentos o sustancias psicoactivas también pueden
ser la causa. Dentro de los trastornos mentales, la catatonia se presenta principalmente en la
fase maniaca del trastorno afectivo bipolar y menos frecuentemente en la esquizofrenia.
Además de los neurolépticos, se incluyen medicamentos dopaminérgicos, como la meto-
clopramida y la tetrabenazina; antidepresivos (tricíclicos e IMAO); estimulantes, como la
anfetamina, y bloqueadores del calcio, como la cinarizina y la flunarizina.
Factores predisponentes
Edad avanzada, deshidratación, sexo femenino y patologías cerebrales subyacentes
predisponen a la aparición de síntomas catatónicos.
Tratamiento
Las estrategias de manejo deben empezar con una pronta identificación del síndrome. En los
casos de catatonia maligna, el paciente debe ser manejado en cuidado intensivo con medidas
de soporte agresivas, para asegurar una buena hidratación que mantenga un gasto urinario
adecuado y el control de la temperatura con medios físicos.
El pilar del tratamiento es las benzodiacepinas. El lorazepam puede mejorar los síntomas
catatónicos en el 70% a 90% de los casos agudos. Se puede realizar una prueba terapéutica con
1 a 2 mg de lorazepam; si se observa reducción de al menos 50 % de los síntomas es un buen
predictor de respuesta futura. La dosis recomendada de lorazepam es 1 a 2 mg y continuar
con 1 a 2 mg u oral cada 8 horas, por 72 horas, si no hay respuesta inicial, con una dosis
máxima de 24 mg día. En nuestro medio se usará la medicación vía oral, en ausencia de la
presentación parenteral. Una alternativa es el diazepam endovenoso o intramuscular, en dosis
de 5 a 10 mg, o incluso se ha encontrado evidencia de buena respuesta con zolpidem 10 mg.
La acción de las benzodiacepinas estaría asociada con su actividad sobre la unidad oc-1 del
receptor GABA-A, de tal manera que pueden corregir el déficit en la transmisión gabaérgica en
la corteza orbitofrontal, que se ha asociado con los síntomas motores y afectivos de la
catatonia, aunque no se descarta que se relacione, también, con un efecto
anticonvulsivante02).
En los casos de catatonia refractaria o en catatonia maligna está indicado el uso de terapia
electroconvulsiva (TEC), que es el tratamiento más eficaz para la catatonia,
independientemente de su etiología. Incluso si hay respuesta rápida con la primera sesión de
TEC, se recomienda un ciclo de seis sesiones para prevenir recurrencia. Algunas series han
demostrado efectividad del 89% de esta terapia en pacientes con catatonia maligna.
138
Por otra parte, como alternativa en pacientes con catatonia refractaria o en pacientes con
contraindicación para el uso de benzodiacepinas o TEC, se ha propuesto el uso de antagonistas
del receptor NMDA, como la amantadina 200-500 mg o la memantina 5 a 20 mg/día.
Evolución y pronóstico
El pronóstico de este cuadro es variado, desde casos con buena respuesta, hasta casos de
muerte, en la llamada catatonía maligna. El pronóstico depende, en buena parte, del cuadro
clínico de base. Baker, Jackson y Bass, siguieron un caso de catatonía con buena respuesta y
realizaron una evolución neuropsicológica tres años después. Encontraron compromiso
cognitivo importante, compatible con disfunción del lóbulo frontal. Si bien es solo el informe
de un caso, ilustra nuevamente la importancia de considerar la catatonía como un síndrome
que merece especial atención.
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7 pasos para comprender la Catatonia
139
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_______________________________________________
Síndrome delirante crónico
Introducción y definición
El trastorno delirante o paranoia es un trastorno mental caracterizado por ideas delirantes no
extrañas, en ausencia de cualquier otra psicopatología significativa. En particular, la persona
con trastorno delirante no ha cumplido nunca los criterios para esquizofrenia y no tiene
alucinaciones “marcadas”, aunque pueden estar presentes alucinaciones táctiles u olfativas si
estas se encuentran relacionadas con el tema del delirio.
A La psicosis delirante crónica es un trastorno mental mayor de carácter crónico, que cursa
con una alteración en el contenido del pensamiento y cuya consecuencia es la presencia de
ideación delirante permanente.
El delirio tiene un aspecto sistemático, pues conforma un todo coherente, al cual el delirante
pretende darle una apariencia lógica y una explicación, interpretación y comprensión racional,
a pesar de lo absurdo que pueda ser.
La dinámica que mantiene el delirio crónico está sustentada en el uso extremo y exagerado de
mecanismos como la proyección, la racionalización, la intelectualización, las ilusiones
amnésicas (deformaciones de recuerdos) y las interpretaciones deformadas y delirantes.
Los rasgos de carácter más frecuentes en estos sujetos son: un extremado orgullo, que
consiste en una sobrevaloración del yo y de todas las cualidades y habilidades personales. De
ello se deriva una equivocada visión de la propia importancia, que cuando no es aceptada por
los demás, se interpreta como envidia, mezquindad, rencor o resentimiento. Se siente el
140
centro del mundo y todo lo que sucede a su alrededor se refiere a él. La desconfianza,
suspicacia, susceptibilidad y recelo lo predisponen a la constante sospecha. La falsedad de
juicio, basada en el exagerado uso de la proyección y racionalización, y las dificultades de
adaptación social son notorias en su torpeza relacional para lograr amistades, ya que con nadie
se siente cómodo y a gusto.
El delirio forma parte de la personalidad del individuo; está incorporado a su estructura como
un aspecto que lo caracteriza, de modo que tanto el comportamiento como el pensamiento
están dirigidos por la influencia de concepción delirante, la cual sustituye la verdad y la
realidad consensuada del común de las personas.
Se trata de una construcción ficticia basada en premisas falsas, errores o ilusiones, que
contamina un área concreta del contenido del pensamiento, aunque deja intacto el resto de la
estructura y contenido del pensamiento.
Con la evolución de los delirios, estos se tornan crónicos, constantes y persistentes en la vida
de dichos pacientes.
Etiología
Debido a la poca prevalencia de este grupo de entidades, así como a la dificultad para realizar
trabajos de investigación al respecto, se han propuesto diferentes modelos, al extrapolar
información de trastornos psicóticos mayores, como es el caso de la esquizofrenia. Hay
evidencia fuerte que sugiere que los individuos con Trastorno delirante tienen sesgos
atencionales hacia cierto tipo de información, particularmente aquella que se relaciona con
amenaza, autorreferencialidad e información confirmatoria del delirio. Lo anterior podría
corresponder a un mecanismo adaptativo, como algunas teorías evoracionistas han propuesto
y demostrado empíricamente. Estos sesgos podrían forzar al individuo a experimentar
percepciones anómalas vía ansiedad y estrés, y podrían ser el desencadenante inicial para el
desarrollo de una idea delirante.
Clasificación
Las formas de presentación de las psicosis delirantes crónicas pueden ser:
querulantes
De invención.
Apasionados idealistas: delirios pasionales (celotípico, erotomaniaco, etc.).
Delirio sensitivo de relación.
Delirio de interpretación (Sérieux, Capgras y Ekbom).
Cuadros clínicos
En la tabla 53.1 se resumen los criterios diagnósticos.
141
Psicosis paranoica
La psicosis paranoica consiste en un delirio sistematicudo. adherido al carácter y a la
constitución de la personalidad del individuo; además, posee una organización y
estructura ordenada, lógica y coherente. Sin embargo, a pesar de lo lógico que pueda resultar
el contenido del delirio, está basado en premisas falsas que no corresponden con la realidad.
Así, todo fenómeno puede ser incluido en el contexto del delirio, de modo que puede engrosar
su condición y, a su vez, abarcar y subordinar toda la actividad psíquica de quien lo padece. En
este estado, el delirio adquiere la condición de un dogma o axioma irrefutable que sistematiza
la vida del individuo y su capacidad reflexiva.
Psicosis de persecución
Es el ejemplo paradigmático del trastorno delirante y se suele denominar con el nombre de
paranoia. Estas personas viven en una situación de hipervigilancia constante y susceptibilidad
por encima de lo que suele ser habitual. Hay gran facilidad para establecer relaciones causales
entre eventos cotidianos y la atribución de intenciones de mala fe hacia el entorno inmediato.
Tiene un carácter progresivo y “en escalada”; es decir, se consolida y adquiere durante el
tiempo una estructura intrincada, con sistematización del pensamiento y complejización de
este, de manera que perciben amenazas de persecución inicialmente inespecíficas, que
posteriormente son atribuidas a personas concretas.
142
de intensa carga afectiva (pasionalidad) y discurso estructurado del individuo, le permite
permear la estructura psíquica de personas con cierto grado de vulnerabilidad; esto se
entiende tanto por aquellos con déficit en su funcionamiento intelectivo (trastorno del
desarrollo intelectual, trastorno neurocognoscitivo) o aquellos sobre quienes ejerce relaciones
basadas en el poder. Por esta característica ha sido denominado por los clínicos franceses
Sérieux y Capgras como la “psicosis persuasiva”.
Especie de impulso consistente en obtener un placer mórbido en porfiar por una causa, con la
creencia de que la idea de rendición es inaceptable. Asociabilidad y tendencia a discutir en
todo momento. La denominada aproximación en ametralladora, que consiste en saturar el
campo con múltiples quejas. Suspicacia durante las entrevistas.
De inventiva
Se trata de la idea de ser autor de un invento trascendental. el cual, por lo general, es de poca
o ninguna utilidad práctica, pero que desde la perspectiva delirante adquiere una
extraordinaria dimensión, que lo hace supuestamente apetecido por otros, quienes intentarán
robarlo, comprarlo muy barato o sustraerlo mediante argucias de mala índole. Es frecuente
que como consecuencia de la importancia de su invento imaginen complots, incluso
internacionales, en los que gobiernos, servicios de seguridad y otros estamentos intrigan
incansablemente para despojarlo de su invento. Por ello, siempre está alerta hacia posibles
intentos de poner en duda su exclusiva propiedad, el monopolio del uso y la prioridad en la
autoría.
Apasionado, idealista
El delirio está en el orden de la sobrevaloración de un concepto, idea o pensamiento (de
carácter político, místico, filantrópico, pacifista), que considera sublime y lo suficientemente
trascendente como para lograr subvertir el orden social imperante hasta el momento. La
actitud suele ser de intensa agresividad y activismo constante, que, en ocasiones, puede llegar
143
a derivar en agresiones contra la integridad de personas o instituciones que supuestamente se
oponen a su ideación.
Paranoia profesional
La paranoia profesional se sustenta en el fenómeno de profesiones que representan una gran
desproporción entre el grado de exigencia de cualidades personales, las cuales son de un
grado muy superior al de la condición económica que se deriva de su ejercicio, y el
reconocimiento social, que es muy precario (maestros de escuelas, institutrices, etc.)- Las
humillaciones al amor propio, al orgullo y al narcisismo que conllevan suscitan con facilidad un
delirio paranoide de incomprensión por parte de los demás de la importancia de su ejercicio
profesional.
Paranoias de aislamiento
Las paranoias de aislamiento aparecen en personas separadas del medio social por alguna
circunstancia, como patrullas militares en regiones desérticas, fareros, personas aisladas en
una gran ciudad, emigrantes en culturas en las que no conocen el idioma y se dificulta la
comunicación, etc. O bien están propiciadas por alguna deficiencia física, como es frecuente en
los sordos, en quienes puede aparecer una paranoia más allá de la típica desconfianza, a una
convicción de que su sordera es una oportunidad para que otros actúen o hablen en contra de
ellos.
Delirios pasionales
Celotípico
El celotípico surge del temor de ser despojado de su objeto de amor, con frecuencia su propia
pareja. Ante esta situación, en la cual aparece un tercero que es quien pretende arrebatárselo,
la sospecha y suspicacia se apoderan del delirante, de modo que necesitan pasar a la acción de
recabar y buscar pruebas que corroboren su delirio de ser engañado o bien la ansiedad de ser
amado. Ve elementos de infidelidad y engaño hasta en los más mínimos detalles. Son celos
injustificados, basados esencialmente en un proceso de rumiación de orden inconsciente de
algún posible motivo para el rechazo afectivo de la persona amada. Es frecuente que quienes
padezcan este tipo de celirio sean hombres con impotencia o bien mujeres menopáusicas,
cuyo temor es no satisfacer adecuadamente a sus parejas, lo cual provocaría la infidelidad.
Grandiosidad o megalomanía
En esta variante, la persona está delirantemente convencida de que es una persona de valor
extraordinario, o de que posee unas facultades humanas por encima de lo normal, o que
disfruta de un carácter divino del que ha sido escogido de manera especial y distinta al resto
144
de los seres humanos, o de que ha sido el creador de una idea, un concepto, un ingenio, un
descubrimiento científico o una obra artística. Estas personas suelen mantener un aceptable
funcionamiento dentro de la comunidad y una práctica normalidad de las funciones mentales;
por esta razón, es excepcional que acudan a consulta de psiquiatría, lo que explica el escaso
conocimiento que existe sobre estos pacientes. Aquellos con delirios relacionados con
temática mística-religiosa suelen encajar en grupos religiosos de corte sectario o apocalípticos.
Es habitual que, junto con los delirios de grandeza, aparezcan delirios de tipo persecutorio, lo
que facilita la creación de comunidades cerradas al resto de la sociedad, en las que estas
personas pueden convertirse en líderes de grupos humanos compuestos de personas
sugestionables, que funciona como un trastorno psicótico compartido de masas.
Delirio de Ekbom
Es un trastorno poco frecuente, monotemático, caracterizado por la creencia firme, por parte
de quien la padece, de que está infestado, en contra de toda evidencia, por insectos, gusanos
o piojos que habitan bajo su piel. Los pacientes pueden ver seriamente afectado el trabajo
diario o la vida social.
Delirio de Sérieux
También se le conoce como locura razonadora, que consiste en una necesidad o manía de
explicar, descifrar o interpretar todo en relación con un sistema de referencia fundamental
para el delirante. El tipo de interpretación puede ser de orden exógeno, cuando lo que se
interpreta son datos proporcionados por los sentidos, o bien endógeno, cuando lo que se
interpreta son sensaciones corporales, actividad de pensar, sueños, imágenes, fantasías o
ideas que cruzan la mente.
Delirio de Capgras
145
También denominada como “delirio de los dobles”. Es un trastorno mental que consiste en la
incapacidad de reconocer a una persona que se tiene ante sí, pese a que se reconocen sus
aspectos y ademanes. El individuo reconoce la similitud con la persona conocida, pero se
mantiene en la creencia de que ha sido sustituida por un doble. Como variedades del Capgras
tenemos el síndrome de Frégoli, intermetamorfosis y “dobles subjetivos”.
Delirio de Frégoli
En este caso, el delirio consiste en creer que una o varias personas han modificado su
apariencia para asemejarse a sus familiares o personas parecidas, con intenciones siempre
malévolas.
Delirio de Cotard
También conocido como delirio de negación o nihilista, en el cual el afectado cree estar
muerto, estar sufriendo la putrefacción de los órganos o simplemente no existir. En algunos
casos, el paciente se cree incapaz de morir. Los pacientes llegan a creer que sus órganos
internos han paralizado toda función, que sus intestinos no funcionan, que su corazón no late,
que no tienen nervios, ni sangre, ni cerebro, e incluso que se están pudriendo. Es un delirio
típico en las depresiones más graves, pero puede verse en otras enfermedades mentales
graves.
Síndrome de Diógenes
Este es un trastorno principalmente relacionado con el comportamiento, que afecta
generalmente a personas que viven solas y de edad avanzada. Se caracteriza por el total
abandono personal y social, así como por el aislamiento voluntario en el propio hogar y la
acumulación en él de grandes cantidades de basura y desperdicios domésticos. Se ha
relacionado con psicopatología depresiva o con trastornos delirantes crónicos. Se ha
identificado la soledad como factor precipitante de este trastorno.
El sujeto afirma de manera enfática y dogmática que su delirio está basado en percepciones
auténticas irrefutables, mientras quien lo observa mantiene que se trata de percepciones sin
objeto; es decir, de alucinaciones.
146
Delirios fantásticos o parafrenia
La parafrenia se caracteriza por el contenido fantástico del delirio, una gran riqueza
imaginativa, que se acompaña de la superposición de un mundo fantástico al mundo real, sin
que esto impida la adaptación correcta a este por parte del paciente, la cual permanece
intacta. En su periodo de estado se acompaña de los aspectos expuestos a continuación.
Pensamiento paralógico
El pensamiento paralógico consiste en que toman la fantasía sin preocuparse de su
verosimilitud lógica y, a partir de ello, la fabulación que construyen se desenvuelve fuera del
alcance de los resortes del entendimiento. El espacio y el tiempo son adaptados y supeditados
a la fabulación, en la que impera la ambigüedad de las personas, la amalgama y la mezcolanza
de situaciones y acontecimientos, las presencias monstruosas, las figuras absurdas, etc., que
semejen escenas mitológicas o creaciones surrealistas.
Megalomanía
La megalomanía es el predominio de la fabulación sobre el componente alucinatorio. Hay
integridad paradójica de la adaptación a la realidad: la capacidad intelectual, la memoria, la
actividad laboral y el comportamiento social permanecen intactos.
Evolución y pronóstico
Debido a que muchos de estos cuadros son de baja incidencia y a que muchos de dichos
pacientes no consultan. existen pocos datos acerca de la evolución y pronóstico. No obstante,
en general se podría afirmar que los cuadros tienden a ser crónicos y con una pobre respuesta
a las medidas convencionales de tratamiento.
Tratamiento
Podemos discriminar el tratamiento, según los puntos expuestos a continuación.
Psicoterapéuticos
En líneas generales, y dadas las explicaciones referidas, se piensa que las terapias de corte
dinámico y cognoscitivo pueden suministrar algún grado de adaptación a estos pacientes. La
terapia familiar estaría indicada en muchos de los casos, dado que estos individuos se
enfrentan, básicamente, con sus familias, lo que lleva sesiones y conflictos que requieren un
abordaje del sistema familiar.
Psicofármacos
Por lo general, los psicofármacos no son muy efectivos en la reducción de los delirios ya
constituidos; sin embargo, se usan neurolépticos típicos o atípicos en el mantenimiento de los
pacientes, con el fin de disminuir - ansiedad, la impulsividad y la agresividad. No obstante. los
pacientes son muy suspicaces para tomar la medicación, puesto que la involucran dentro de
sus ideas delirantes. debido a su deficitaria introspección. En todos los casos se recomienda
que estos pacientes sean tratados por un especialista.
147
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¿Qué es la paranoia (o trastorno de ideas delirantes)?
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______________________________________
Delirium
Definición
El delirium es un síndrome mental orgánico de tipo agudo que se caracteriza por alteraciones
del estado de conciencia, la atención, la orientación, el pensamiento, la memoria, la
sensopercepcion, el ciclo sueño-vigilia y la actividad motora.
148
Su etiología de tipo orgánico puede obedecer a un sinnúmero de causas que llevan a un patrón
de manifestaciones similar. A pesar de ser infradiagnosticado, es el síndrome más
frecuentemente visto en psiquiatría de enlace y ha cobrado gran importancia, por su
asociación con una alta morbimortalidad y secuelas cognitivas, además de incrementar la
estancia intrahospitalaria de los pacientes y, por ende, los costos de su atención.
Historia
Antes de las medidas de saneamiento en salud pública y la era de los antibióticos, las
infecciones eran frecuentes en los sobrevivientes de las guerras y, con ello, lo que se llama
delirio en latín (delira: salir del surco, desarreglo, locura), que en otros momentos fue llamado
estado confusional agudo, síndrome mental orgánico, psicosis en la unidad de cuidados
intensivos (UCI), encefalopatía tóxico-metabólica, entre otros. Son múltiples los relatos
literarios en los que se observan cuadros compatibles con delirium, como la muerte de
Falstaff, en Enrique V, de Shakespeare, o en la muerte de El rey Lear, del mismo autor. En este
último se puede evidenciar cómo este síndrome es más frecuente en personas viejas; las
exposiciones diversas y las infecciones son causas comunes; es reversible y de alta mortalidad.
Hasta el siglo XIX, el delirium no se constituyó en un diagnóstico estable; así, el delirium y la
confusión se consideraban manifestaciones del daño cerebral agudo.
Epidemiología
El delirium se puede presentar a cualquier edad; no obstante, es comúnmente observado en
pacientes de edad avanzada (con mayor incidencia en pacientes mayores de 65 años), historia
de trastorno por consumo de alcohol y otras sustancias psicoactivas, demencias, bajos niveles
de albúmina sérica, múltiples enfermedades médicas que requieren manejo intrahospitalario,
uso de varios medicamentos, deficiencias sensoriales auditivas o visuales, y realización de
procedimientos quirúrgicos.
Algunos de los factores de riesgo que se han informado para el delirium se pueden observar en
la en la siguiente lista.
149
Problemas médicos graves o Trastornos hidroelectrolíticos o Trastornos metabólicos o
Polifarmacia (uso de tres o más medicamentos)
Dependencia a drogas o Abuso o dependencia de alcohol o Uso de psicoactivos o
Infecciones Inmovilización o Fracturas o Edad avanzada o Limitaciones visuales y
auditivas o Pobre interacción social
Etiología y fisiopatología
Para que se produzca el delirium se requiere un disturbio difuso del metabolismo cerebral,
producido por alteraciones en el aporte, captación y/o utilización de glucosa y/u oxígeno,
aminoácidos cerebrales, desecho de toxinas y otras que llevan a problemas de funcionamiento
en estructuras corticales y subcorticales.
150
Clasificación
Se han descrito tres tipos sindromáticos de delirium, especialmente asociados con sus
manifestaciones psicomotoras:
Es importante resaltar que no existe claridad sobre el tiempo que debe durar cada una de las
fases, por lo cual es difícil tener una buena medición de los diferentes subtipos de delirium. Se
podría pensar que en la medida en que se incremente el tiempo de observación entre una y
otra fase, la mayoría de deliriums podrían ser catalogados de mixtos.
Cuadro clínico
Constituye un síndrome de instauración aguda (horas o días) y sintomatología fluctuante
empeora habitualmente en la noche, cuando se pierden algunos referentes temporales.
151
Típicamente, existe un pródromo de inquietud, ansiedad, irritabilidad, distractibilidcid o
alteraciones del sueño, que progresa al delirium de uno a tres díasl5). La duración de los
síntomas del delirium, en general, van de un rango de menos de una semana, hasta casos
descritos de incluso dos meses; sin embargo, lo más frecuente es su resolución entre diez a
doce días, y solo un 15 % podrían persistir hasta, aproximadamente, un mes. Sin embargo, en
la población anciana, la mejoría de los síntomas es más lenta, y con frecuencia se excede hasta
un mes. En caso de que se prolongue en el tiempo, debe pensarse en su asociación con otro
tipo de trastorno neurocognitivo.
Criterios diagnósticos
Criterios diagnósticos de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-IO) para delirium:
1. Alteración de la conciencia; por ejemplo, claridad reducida del conocimiento del medio, con
habilidad reducida para focalizar, sostener o cambiar la atención.
c. Taquilalia o bradilalia.
4. Trastorno del ciclo sueño-vigilia, que se manifiesta por, al menos, uno de los siguientes
síntomas:
a. Insomnio, que en los casos graves puede llegar a ser una pérdida completa del sueño, con o
sin somnolencia diurna, o inversión del ciclo sueño-vigilia.
A. La alteración de la atención.
B. Se desarrolla en corto tiempo, cambio en la atención y el alertamiento; tiende a
fluctuar durante el día. Una alteración adicional en la cognición (por ejemplo,
desorientación, memoria, lenguaje, alteración visoespacial o percepción).
C. No es explicado por otro trastorno neurocognitivo preexistente.
152
Consecuencia fisiológica de condición médica, intoxicación o abstinencia de sustancias,
exposición a toxinas o múltiples etiologías.
El diagnóstico diferencial más común se presenta con demencias de algún tipo. Para
diferenciarlas es necesario tener una buena historia clínica y recordar que el delirium, a
diferencia de las demencias, es:
1. De instauración aguda.
2. Usualmente reversible.
3. Fluctúa durante el día, con mayor alteración del ciclo sueño-vigilia.
4. Existe alteración de conciencia a lo largo del día.
5. La atención está más alterada.
Es relevante recordar que las pruebas neuropsicológicas realizadas con el fin de descartar
demencia no se deben aplicar durante el periodo de delirium, pues ello invalida el examen. En
general, se piensa que estas pruebas deben realizarse entre dos y tres meses después de estar
clínicamente sin delirium.
Exámenes paraclínicos
El diagnóstico del delirium es clínico. Los exámenes paraclínicos que se soliciten deben ser
seleccionados de acuerdo con el tratamiento que se va a instaurar y las necesidades por
evaluar, correspondientes a la etiología del delirium.
153
2. Inatención (dificultad para enfocar, sostener o cambiar el foco atencional).
3. Desorganización del pensamiento y juicio.
4. Alteraciones del grado de conciencia (cualquier grado de conciencia diferente a la
alerta; por ejemplo, hiperalerta, letargía, estupor, coma).
Otras escalas específicas para su evaluación son la Delirium Rating Scale (DRS; 1988), Memorial
Delirium Assessment Scale (MDAS; 1997) y Delirium Assessment Scale (DSS; 1998).
El CAM tiene una sensibilidad del 94 al 100 % y una especificidad del 90 al 95%. El CAM-ICU es
un instrumento desarrollado y validado para la identificación del delirium en la unidad de
cuidado intensivo, y tiene una especificidad del 100%. En pacientes con sedación consciente y
ventilación mecánica, el instrumento orienta la evaluación del delirium por medio de
comportamientos observados y respuestas no verbales a preguntas simples. La integración de
la monitoria de la sedación y el síndrome confusional se establece por medio de la utilización
de la escala RASS (Escala de Sedación y Agitación de Richmond), como se ejemplifica en la
tabla 54.3 y en la figura 54.2.
Abordaje terapéutico
El tratamiento del delirium tiene, en general, seis pilares básicos: la prevención de su aparición
en pacientes de alto riesgo, el manejo de la causa, el manejo inicial de soporte y del medio
ambiente del paciente o medidas no farmacológicas, el manejo farmacológico, la educación a
la familia y el manejo conjunto con el equipo tratante.
Prevención en su aparición
154
Esta es la base del manejo del delirium y es la estrategia que ha demostrado ser más útil.
Corresponde al manejo integral del paciente desde el momento en que ingresa a una
institución hospitalaria, e involucra la evaluación global de las patologías de base y cada uno
de sus tratamientos farmacológicos, con el fin de lograr un equilibrio metabólico y fisiológico, y
optimizar la cantidad de fármacos utilizados, para lo cual se debe conocer la historia clínica
completa del paciente y realizar un examen físico, neurológico y mental. De forma integral se
pueden compensar las patologías del paciente, con el objetivo de ofrecer el manejo más
adecuado que requiera para su sintomatología actual, y no solo manejar la nueva patología,
desconocer posibles riesgos y someter al paciente a múltiples complicaciones, como el
desarrollo de un delirium. Dentro de las estrategias utilizadas se encuentran las siguientes
Minimizar todo lo posible las dosis de medicamentos. O Suspender los que, según se
considere, no sean indispensables, ya que las diferentes interacciones entre estos son
causa frecuente de delirium, especialmente en ancianos.
Realizar cambios por nuevas generaciones de medicamentos con el mismo efecto,
pero con menor cantidad de efectos secundarios (por ejemplo, usar un inhibidor de
recaptación selectivo de serotonina en lugar de un antidepresivo tricíclico, o un
inhibidor de la enzima convertidora de angiotensina en lugar de un betabloqueador).
Estabilizar, en lo posible, las condiciones médicas de un paciente antes de ser llevado a
cirugía.
Prevenir posibles complicaciones postoperatorias (por ejemplo, anemia en pacientes
con importante sangrado, aporte adecuado de oxígeno posterior a cirugías
cardiovasculares y pulmonares).
Realizar un adecuado manejo del dolor.
Mantener una adecuada hidratación y nutrición del paciente.
Explicar al paciente y a la familia sobre su situación médica y el manejo requerido,
especialmente si es de tipo quirúrgico.
Mantener el ciclo sueño-vigilia con medidas ambientales, con el fin de prevenir el
insomnio y promover un ritmo circadiano normal.
Generar un adecuado control de la luz y del ruido en el entorno del paciente.
Movilizar rápidamente al paciente, en la medida de lo posible. Privilegiar la
verticalización del paciente durante el día.
Utilizar anteojos o audífonos si el paciente lo requiere.
Retirar líneas y dispositivos tan pronto como sea posible.
Manejo de la causa
La etiología del delirium se considera orgánica; por esto, ante su diagnóstico, se deben realizar
los laboratorios y estudios necesarios para encontrar su causa y poder manejarla, antes de
usar medidas farmacológicas para el delirium.
155
La orientación del paciente por parte de su familia, médicos y enfermeras, que puede
ser de carácter verbal, al comunicarle permanentemente el lugar, día y hora en el que
se encuentran; o no verbal, al hacer cambios en el ambiente para diferenciar
claramente el día de la noche, como abrir la ventana en el día y cerrar la cortina o
persiana en la noche, o encender las luces; además de poner un calendario o un reloj
de números para que el paciente se ubique cuando se encuentre solo.
La disminución de la monotonía, el mantenimiento de la estimulación sensorial a
niveles medios y el acercamiento del paciente a sus familiares o a los objetos que le
pertenecen. Algunos estudios han mostrado que lo ideal sería mantener una adecuada
iluminación, entre 40 y 60 W; control del ruido, entre 20 a 45 decibeles (20 en la noche
y 45 en el día); temperatura ambiente entre 21 y 23 grados centígrados, y actividad
física (mínimo, caminar tres veces al día o, en la cama, movilizarse tres veces al día si
no es posible la deambulación).
La corrección de las deficiencias sensoriales previas de los pacientes (por ejemplo,
corregir alteraciones visuales con gafas, o problemas auditivos con audífonos).
En lo posible, contar con la visita frecuente de los familiares del paciente.
Un adecuado contacto y comunicación con el personal de enfermería.
La restricción física solo debe darse en el caso de no tener familiares que supervisen
completamente el paciente, o en casos de alto riesgo de caída o de retiro de vías de
acceso venoso o arterial, o de sondas urinarias o nasogástricas, lo que podría poner en
riesgo al paciente.
La utilización, en lo posible, de la almohada y las cobijas que habitualmente usa el
paciente.
Se debe evitar el uso de benzodiacepinas y la narco-sedación.
Manejo farmacológico
Para el manejo farmacológico de los pacientes con diagnóstico de delirium es indispensable
dividirlos en diferentes grupos de población, ya que el manejo es diferente; también depende
del tipo de delirium: hipoactivo, hiperactivo o mixto.
Dentro de este grupo existen los antipsicóticos típicos y los atípicos. En general, el haloperidol
ha sido el medicamento más utilizado y el que, en múltiples estudios, ha demostrado ser eficaz
y seguro, por su bajo perfil de efectos anticolinérgicos, pocos metabolitos activos, pocos
efectos sedantes y la ventaja de su presentación oral y parenteral. Las dosis recomendadas
para su uso oral o parenteral de forma intramuscular (la forma intravenosa no está aprobada
por la Administración de Alimentos y Medicamentos [FDA], por lo cual no debe utilizarse en
pacientes con problemas cardiacos) es de 1 a 2 mg cada 4 a 8 horas (0,25 mg a 0,5 mg en
ancianos), según el estado psicomotor del paciente.
Se recomienda iniciar a dosis bajas e ir titulando lentamente la dosis requerida para el manejo
de los síntomas, ya que, por tratarse de pacientes médicamente enfermos, existe un mayor
riesgo de interacción con sus medicamentos de base y tienen gran susceptibilidad de presentar
efectos extrapiramidales, además de riesgo de arritmias cardiacas, especialmente con dosis
altas. Por este riesgo la arritmia torsades de Pointes (en general, con dosis mayores a 35 mg al
156
día por vía parenteral), se recomienda la realización de un electrocardiograma previo a su
inicio y un monitoreo continuo con su uso; en caso de prolongarse por encima de 450
milisegundos o mayor al 25 % del inicial, se debe suspender inmediatamente y remitir a
cardiología. Sin embargo, en un estudio se refiere el uso de haloperidol en infusión continua
para pacientes que requieren más de 8 a 10 mg de haloperidol en bolos en 24 horas, o más de
10 mg hora por más de 5 horas consecutivas. En este caso, sugieren iniciar con un bolo de 10
mg IV, seguido de infusión continua de 5-10 nig/hora.
En general, los estudios con los que contamos en la actualidad para el uso de antipsicóticos
atípicos en el manejo del delirium requieren un mayor número de pacientes y mostrar su
utilidad de forma segura. Sin embargo, estos informes nos muestran dichos medicamentos
como una alternativa que debe ser estudiada cuidadosamente en cada uno de los pacientes.
Así, las dosis sugeridas para su uso se exponen en la tabla 54.4
En el caso de la terapia electroconvulsiva, hay evidencia limitada y puede ser riesgoso su uso
en pacientes médicamente enfermos, debido a su inestabilidad hemodinámica; por ello, hasta
el momento la única recomendación se da en caso de delirium asociado con síndrome
neuroléptico maligno. Existen otros tipos de medicamentos no antipsicóticos que se han usado
para el manejo del delirium. El uso de ácido valproico ha mostrado efectividad en el control de
la agresión y la combatividad asociadas con el delirium hiperactivo o mixto; sin embargo, la
evidencia disponible sobre la efectividad de esta molécula en el tratamiento sintomático del
delirium es débil, por lo cual no es una recomendación de primera línea terapéutica. Para ello
se requieren más estudios que permitan determinar su efectividad en este escenario clínico.
El ácido valproico tiene un estudio en el que muestra su uso efectivo para el control de la
agitación psicomotora, sin alterar el estado de conciencia, a dosis de 10-15 mg/kg/día, de dos a
tres veces al día, con niveles rerapéuticos de 50 a 100 mcg/ml.
157
En cuanto al tratamiento, lo podemos clasificar así:
Usar dosis altas, con posterior mantenimiento, por 3 a 7 días: se inicia con
benzodiacepinas de vida media larga, como el diazepam, con dosis de 10 mg IV cada
hora, hasta que exista una sedación del paciente, con disminución significativa de los
síntomas de abstinencia. Luego, se disminuye un 25 % de la dosis por día, hasta
suspenderla en 4 a 7 días. También, se puede realizar con benzodiacepinas de vida
media corta, como el lorazepam, a dosis de hasta 8 mg. n Esquema de dosis fijas: en
este se administran benzodiacepinas de vida media larga (diazepam o clordiazepóxido)
a dosis altas, cada 1 -2 horas, que al parecer disminuyen rápidamente los síntomas de
abstinencia y la posterior búsqueda de la sustancia. También, se puede usar
lorazepam, 1 -3 mg, cada 6 horas.
Tratamiento para síntomas: se usa diazepam, 20 mg, el cual se repite hasta disminuir
los síntomas (náuseas, temblor, cefalea, ansiedad, agitación, desorientación,
sudoración, alteraciones senso-perceptivas).
Asociado con esto, también se utiliza carbamazepina, entre 400-600 mg al día; ácido valproico,
entre 1.000 y 1.500 mg/día, y betabloqueadores, como el propra-nolol y el atenolol.
A fondo
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Delirium
158
https://www.youtube.com/watch?v=78yMCqra2O8
https://www.youtube.com/watch?v=h1dSJ0dGV2E
Delirium: causas, síntomas, diagnóstico, tratamiento y patología
https://www.youtube.com/watch?v=qmMYsVaZ0zo
_______________________________________________
Trastorno de somatización
La principal característica de la somatización es la presencia de varios síntomas somáticos
relacionados con el deterioro del funcionamiento laboral, social, emocional, y la tendencia a
buscar muchas ayudas médicas (peregrinaje médico)
159
Estos síntomas no tienen respaldo en los hallazgos físicos o de laboratorio; tienen tendencia a
la combinación y a la multiplicidad de quejas orgánicas varias. También, se conoce como
síndrome de Briquet. Inicialmente se creía que solo afectaba a las mujeres, por lo que se le
denominó histeria.
Historia
Descripciones del trastorno por somatización existen desde el antiguo Egipto. En el siglo XVII,
Thomas Sydenham lo llamó (de) “aflicciones antecedentes”, pues reconocía los factores
psicológicos implicados en la patogénesis. En 1859, Paul Briquet señaló la cronicidad del
trastorno. El término trastorno por somatización fue aceptado en Estados Unidos al publicarse
el DSM-4).
Pronóstico
Tiene tendencia a la cronicidad; en ocasiones, el paciente puede sentir alivio de los síntomas,
pero difícilmente, mejoría total. Es posible pasar algún periodo con remisión de los síntomas,
aunque la ansiedad suele precipitarlos.
Diagnóstico diferencial
Se debe diferenciar de patologías médicas que pudieran estar generando los síntomas,
especialmente aquellas patologías no muy frecuentes. Es recomendable, además de un buen
examen clínico con los análisis del caso para descartar organicidad, que el paciente sea
controlado por un único médico.
Tratamiento
160
Epidemiología
Al revisar historias médicas, se han informado tasas hasta del 11,6 %; la tasa de prevalencia en
Bélgica se determinó en 8,9 %, la más alta del mundo, y allá constituye la tercera causa de
morbilidad psiquiátrica.
Etiología
Hipocondría
La hipocondría se puede definir como una preocupación irracional de padecer una enfermedad
grave, así todos los indicios médicos y paraclínicos, habitualmente repetidos hasta la saciedad,
demuestren lo contrario.
Historia
En el siglo XVIII, Sydenham asoció la hipocondría con la histeria; Roinberi, por su parte, un siglo
después la asoció con sensibilidad nerviosa aumentada, y en el siglo XX, Kraepelin la relacionó
con la psicosis.
Con el desarrollo del psicoanálisis se postuló que la libido era retirada de los objetos externos,
e invertida en el self, y en este, en la representación corporal. Esta libido narcisista
161
eventualmente se transformaba dentro de los órganos, y el resultado serían las alteraciones
somáticas y la ansiedad hipocondríaca.
Epidemiología
Etiología
La teoría psicoanalítica explica el origen de los síntomas en una vicisitud patológica de la libido
narcisista, que eventualmente se transforma y altera la imagen corporal, lo que desemboca en
alteraciones somáticas, preocupación y ansiedad hipocondríacas. Otras teorías dinámicas la
interpretan como la consecuencia de hostilidad reprimida.
Diagnóstico diferencial
Curso y pronóstico
Los episodios pueden ser recurrentes, asociados con factores estresantes, principalmente
psicosociales. Presentan mejoría significativa si son tratados adecuadamente. Se calcula que
un 5 % de los pacientes se recuperan permanentemente, pero si se asocia con depresión, el
pronóstico empeora. Es necesario tener en cuenta que el tratamiento es difícil.
Tratamiento
Los pacientes que presentan resistencia al tratamiento psiquiátrico responden con mayor
facilidad a la terapia de grupo y al manejo educativo sobre el control de síntomas. En los casos
en los cuales exista comorbilidad con ansiedad y depresión, puede ser necesaria la
farmacoterapia. Es recomendable evitar los exámenes complejos, invasivos o que implican
riesgo de complicación.
162
Trastorno de dolor persistente
Epidemiología
Tiende a presentarse en personas mayores de 40 años, con historia de actividad laboral que
involucra esfuerzo físico. En los antecedentes puede informarse accidente de trabajo. Además,
hay más casos de mujeres que de hombres, y se ha informado que existe mayor probabilidad
de trastornos por dolor en familiares de primer grado de estos pacientes. Se presenta alta
prevalencia de dolor en clínicas y consulta médica general. Se deben buscar condiciones
psiquiátricas asociadas.
Etiología
163
Conductuales: relacionados con la recompensa que recibe el paciente al experimentar
el dolor (atención por parte de los demás, evitar actividades desagracies).
Interpersonales: como objeto de manipulación en busca de un beneficio secundario.
Psicodinámicos: en los cuales el dolor expresa en forma simbólica un conflicto
intrapsíquico por medio del cuerpo.
Diagnóstico diferencial
Respecto al dolor físico, este es más frecuente que el dolor emocional, el cual no varía
significativamente.
Tratamiento
Una evaluación médica cuidadosa seguida de reaseguramiento puede ser suficiente; también
es efectivo relacionar el trastorno con un estresante psicosocial evidente cuando este existe.
Algunos pacientes desarrollan problemas crónicos difíciles de tratar, se rehúsan a asociar su
problema con factores psicosociales o psicológicos inconscientes y rechazan la psicoterapia.
En el trastorno somatomorfo sin especificación el paciente no cumple con los criterios para
ningún trastorno concreto, pero puede presentar síntomas no considerados en otros apartes,
como la pseudociesis. El DSM-5 clasifica la pseudociesis bajo el título de otro trastorno de
síntomas somáticos y trastornos relacionados especificados; esta categoría recoge también los
trastornos somatomorfos que no cumplen totalmente con los criterios de ninguno de los
trastornos de la categoría diagnóstica de los síntomas somáticos y trastornos relacionados.
Se refiere a la preocupación exagerada por un defecto corporal Imaginario, o por una gran
distorsión de un pequeño defecto.
El trastorno empieza hacia los 20 años; sin embargo, su diagnóstico puede demorarse, porque
el paciente se rehúsa a revelar sus síntomas, los cuales a menudo considera embarazosos y
humillantes.
Epidemiología
La prevalencia psiquiátrica es desconocida, debido a que los pacientes son vistos más por
dermatólogos y cirujanos plásticos; además, tienden a ocultar sus síntomas, porque los
consideran vergonzosos. Se ha calculado que el 2 % de los pacientes que buscan cirugía
cosmética tienen trastorno dismórfico corporal. Se calcula que los delirios dismorfofóbicos
somáticos varían entre 0,4 y 10%.
164
El inicio del trastorno se da en la adolescencia, pero su diagnóstico suele ser tardío. Se observa
más frecuentemente en mujeres, aunque algunos autores informan igual proporción de
mujeres que de hombres. Existe alta comorbilidad psiquiátrica.
Etiología
Presenta alta comorbilidad asociada con trastornos depresivos. Generalmente hay historia
familiar de trastornos afectivos. Influyen factores bioquímicos, como la posible implicación de
la serotonina en el cuadro, y factores sociales, como conceptos estereotipados de belleza. Se
han identificado aspectos psicodinámicos en los que intervienen mecanismos de defensa,
como represión, disociación, simbolización y proyección.
Diagnóstico diferencial
Tratamiento
Los correctivos casi siempre resultan infructuosos. Los antidepresivos pueden ser una buena
opción terapéutica, específicamente los serotoninérgicos. También ha demostrado utilidad la
psicoterapia de tipo comporta-mental, la cual tiene buen resultado.
Trastorno de conversión
Historia
El papiro médico de Kahun, escrito hacia 1900 a. C. menciona una cantidad de enfermedades
supuestamente causadas por “movimientos uterinos”. Aunque el concepto sea egipcio, la
palabra histeria se deriva del griego hystera, que significa “vientre” o “útero”. Los antiguos
egipcios y griegos atribuían a los “movimientos del útero" una gran cantidad de síntomas. Más
tarde, Hipócrates y Galeno postularon que la abstinencia sexual podría causar una gran
variedad de síntomas físicos, incluidas las convulsiones.
En el siglo XIX, el médico francés Paul Briquet atribuyó el trastorno a una disfunción del
sistema nervioso (parte afectiva del cerebro en individuos vulnerables). Jean-Martin Charcot
atribuyó los síntomas a un proceso degenerativo hereditario del sistema nervioso, a pesar de
considerar al individuo afectado altamente sugestivo, y usó la hipnosis para el manejo del
caso. Freud propuso que emociones que no podían ser expresadas, podían ser “convertidas en
síntomas físicos”.
165
La teoría comportamental sostiene que el sistema es una “adaptación” a una experiencia de
vida frustrante.
Epidemiología
Etiología
Existen teorías multifactoriales. Entre los factores biológicos debemos resaltar el papel de la
neuropsicología, que muestra al detalle algunas alteraciones en aspectos como la memoria, la
comunicación verbal, etc.; también, en exámenes más específicos (neuroimágenes) se pueden
detectar algunas alteraciones funcionales asociadas con el trastorno.
En los aspectos psicológicos, el psicoanálisis explica cómo algunos síntomas orgánicos serían
manifestaciones de conflictos intrapsíquicos inconscientes del sujeto.
Curso y pronóstico
Diagnóstico diferencial
Se debe hacer con enfermedades neurológicas ocultas. otras enfermedades médicas y efectos
inducidos por sustancias. Generalmente hay asociaciones con trastorno por dolor y disfunción
sexual. Frecuentemente se presenta trastornos de somatización, otro trastorno mental como
un estado psicótico, un trastorno del ánimo, una crisis de angustia y simulación. En particular
en menores de edad, el diagnóstico debe reservarse hasta haber descartado cualquier otro
problema.
Tratamiento
166
Los trastornos somatomorfos están siendo objeto de diversos estudios, que incluyen la
posibilidad de hallazgos en imágenes diagnósticas funcionales y correlatos con
manifestaciones clínicas, alexitimia, estudios de neurociencias, como el reconocimiento facial;
sin embargo, estos estudios no muestran a la fecha resultados conclusivos.
A fondo
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Trastornos Somatomorfos
https://www.youtube.com/watch?v=QETu0n5mjEo
Trastornos Somatomorfos
https://www.youtube.com/watch?v=ynVfWETCXE4&t=100s
En particular, parecen ser significativos los conflictos pe implican mucha hostilidad reprimida.
La personalidad tipo A parece ser más frecuente en estos pacientes.
Cefalea tensional
167
Li cefalea tensional, que es la variedad más frecuente de cefalea, es esencialmente psicógena y
puede ser aguda, transitoria o crónica. No es inusual que se asocie con la migraña en sus
periodos intercríticos. Obedece a la contracción intensa o prolongada de los músculos del
cuello, la cara y el cráneo y en particular, del frontal y el occipital que contraen la aponeurosis
epicranea, lo que explica la naturaleza del dolor, el cual se describe como opresivo o en forma
de corona o casco. Los ejercicios de relajación pueden ser útiles en la forma aguda, al igual que
el calor local o el masaje. En casos crónicos, la infiltración de antiinflamatorios en los músculos
de la nuca es eficaz.
Finalmente, cabe señalar la importancia actual de este tipo de reacciones, que como se dijo,
abarcan un continuum entre las reacciones normales y los trastornos propiamente dichos.
Importancia que deriva de la preocupación creciente de la cultura por los asuntos de la salud y
a la cantidad de recursos de toda índole (económicos, emocionales, de tiempo) que dedican
las personas a “cuidar su salud” hecho que, en algunos casos constituye también, una
preocupación patológica ligada al creciente narcisismo que propicia la cultura contemporánea,
con los efectos individuales, familiares y sociales y en los sistemas proveedores de salud de
este nuevo modo imperioso de vivir la vida: “la vida saludable.
____________________________________________________
Trastornos facticios
Definición
Los trastornos facticios son una serie de alteraciones en las cuales el sujeto produce
voluntariamente los síntomas o signos de la enfermedad, pero los motivos de la enfermedad
permanecen inconscientes para el paciente. El trastorno tendría como objetivo final recibir
atención médica y asumir el papel de enfermo. No obstante, puede recibir secundariamente
beneficios asociados con la enfermedad (económicos, medicamentos, cuidados, etc.), aunque
con mayor frecuencia faltan incentivos externos significativos. El beneficio interno
(psicológico) casi siempre está ahí.
La producción de signos y síntomas puede ser limitada a la producción de falsos contenidos (el
paciente que reporta haber tenido convulsiones), reporte de síntomas inexistentes (manifestar
dolor a la palpación), falsificación de exámenes clínicos (añadir sangre o materia fecal a una
muestra de orina), autoinducción de la enfermedad (tomar hormonas o anticoagulantes, o
inyectarse insulina o materiales contaminados), así como exacerbación de un trastorno
preexistente (simular un ataque de gran mal cuando se padece epilepsia).
Historia
El trastorno facticio fue inicialmente descrito por Gavin, en 1843; pero fueAsher, en 1951,
quien introdujo el nombre de síndrome de Münchhausen, al describir una serie de pacientes
con tendencia a solicitar y lograr atención médica, hospitalizaciones e intervenciones
quirúrgicas, mediante relatos y representaciones de cuadros clínicos de una manera dramática
y plausible. El nombre del síndrome surgió del barón Von Münchhausen, militar y narrador
168
alemán, quien en el siglo XVIII fue conocido por su tendencia a crear relatos increíbles. Se
incluyó como patología específica en el DSM en 1980. El DSM-5 los clasifica dentro del capítulo
de trastornos somáticos junto con el trastorno por síntomas somáticos, el trastorno
hipocondríaco, el trastorno conversivo, y factores psicológicos que afectan las condiciones
somáticas. En el CIE-10 se sitúa en “otros trastornos de la personalidad y del
comportamiento”, dentro de los cuales incluye la elaboración psicológica de síntomas
somáticos (neurosis de compensación) y los trastornos ficticios.
Epidemiología
Esto se produce dado que los pacientes suelen asumir diversas identidades, con el fin de
consultar diferentes instituciones médicas y evitar ser reconocidos. Así mismo, usualmente las
características de la enfermedad son de tal complejidad que requieren atención de tercer
nivel. En términos generales, se ha descrito que el trastorno es más frecuente en mujeres. Sin
embargo, el síndrome completo (Miinchhausen pleno) es dos veces más frecuente en
hombres. En general, se ven asociados con trastornos graves de personalidad.
Los trastornos facticios no son una patología excepcional, sino una patología poco
diagnosticada. Pope, encontró que en pacientes con diagnóstico previo de psicosis existía una
tasa de 4,1 % a 6,4 %. Bhugra, encontró que un 0,5 % de los pacientes admitidos en hospitales
psiquiátricos lo padecen, no obstante, describe que esta cifra puede ser baja.
Factores etiológicos
En las diversas etiologías para este trastorno parecería que aquellas de orientación
psicodinámica suministran una mejor explicación al cuadro. Entre ellas encontramos:
Experiencias traumáticas en las primeras fases del desarrollo, por lo general asociadas
con hospitalizaciones tempranas (antes de los cinco años), que tenderían a repetirse a
lo largo de sus vidas, con la esperanza de lograr el control que no alcanzaron en la
situación traumática inicial.
Trastornos en la fase de separación-individuación del desarrollo, que llevarían a los
pacientes a situaciones de dependencia y a la necesidad de buscar cuidados por parte
de terceros, los cuales se expresarían en la tendencia a consultar repetitivamente.
Tendencias masoquistas que buscan el castigo mediante intervenciones quirúrgicas o
procedimientos invasivos, con el fin de expiar sentimientos de culpa o repetir
situaciones en las cuales se asocia el cuidado de las figuras parentales con dolor. Así
mismo, se ha descrito la necesidad de castigo por deseos sexuales prohibidos.
Necesidades de control sobre figuras de autoridad, que podrían simbolizar problemas
con aquellas de identificación temprana del paciente.
Diagnóstico
La guía de Szoke para el diagnóstico del trastorno facticio con signos y síntomas psicológicos
incluye los siguientes datos:
169
Trastorno grave usualmente incompatible con el mantenimiento de un empleo, lazos
familiares o relaciones interpersonales; inicio en edad adulta temprana y un curso
crónico. Los síntomas, característicamente, son lábiles e inconstantes, que cambian
marcadamente de un día a otro, o de una hospitalización a otra; los cambios en los
síntomas no se relacionan con el tratamiento, sino que más habitualmente están
influenciados por sugestión, por el ambiente, y exacerbados cuando se sienten
observados. Los síntomas pueden ser poco convencionales y fantásticos, y se pueden
dar en una asociación poco común de síntomas que ocurren simultánea o
sucesivamente y que pertenecen a diferentes cuadros clínicos definidos o a otro
trastorno facticio.
La historia médica real y los datos biográficos son difíciles de obtener, pues los datos
aportados suelen ser una mezcla de datos exagerados, vagos, dramáticos e
imaginativos. Típicamente, no tienen visitantes y evitan que el equipo médico tenga
contacto con la familia.
Cuadro clínico
Los pacientes con trastorno facticio tienen, por lo general, historia de múltiples
hospitalizaciones, en ocasiones con cirugías repetidas y gran resistencia a los tratamientos. Los
cuadros que representan enfermedades conocidas pueden ser con predominio de síntomas
físicos, psicológicos o combinados. En el primer y tercer caso, los pacientes solicitarán atención
preferentemente por parte de médicos de diversas especialidades. En el segundo, consultarán
al psiquiatra.
Aquellas personas con historia de un cuadro clínico conocido, sin datos físicos que lo
corroboren. Ejemplo de ello son los pacientes que proveen una historia clínica ficticia o
que exageran síntomas.
Aquellos que simulan una enfermedad o estado fisiopatológico, utilizando
medicamentos o inoculaciones que las desencadenan; esto es, que agravan o
autoinducen la enfermedad. Ejemplo de ello serían los abscesos producidos por
inoculaciones, hipertiroidis-mo después de tomar hormonas tiroideas, etc.
Dentro de la variedad de cuadros facticios que estos dos grupos pueden generar, el síndrome
de Münchhausen es el más grave, pues se caracteriza, típicamente, por la siguiente tríada:
170
simulación o autoinducción de la enfermedad, mentira patológica (seudología fantástica) y
tendencia a peregrinar o solicitar atención de un sitio a otro. En algunos casos, el diagnóstico
es difícil y es importante tener alguna sospecha sobre este. Se ven casos en ocasiones
evidentes, pero otros menos, como lo sería la persona que se ha hospitalizado en varias
ocasiones en la unidad de cuidado intensivo por tomar un veneno de manera repetida y sin
comentarlo a los médicos.
Otros cuadros se producen por la patología de los cuidadores, generalmente los padres o
personas con poder (proxy) cercanas, quienes inducen enfermedad en el niño o falsifican la
historia clínica o los exámenes y luego buscan ayuda sistemática (para el niño); además, se
muestran exageradamente consternados y sobreprotectores, con el fin de ocultar, en forma
extraña, una forma sofisticada o atípica de abuso, que se puede enmarcar dentro del síndrome
de maltrato infantil.
El curso de este trastorno tiende a ser crónico, con múltiples recidivas y hospitalizaciones, que,
en últimas, es un pronóstico sombrío. Sin embargo, el tratamiento de la enfermedad de base
(trastorno de personalidad o cualquier otro) lleva a algunas mejorías del cuadro.
a. Las historias narradas habitualmente tienen algún componente de verdad y, por tanto,
no son enteramente improbables. Esto es, parecen exageradas, pero tienen un
pequeño componente de realidad que pueden confundir al profesional.
b. Las historias son largas. En general, son relatos exhaustivos y tediosos.
c. Las historias tienen un origen psicológico interne más que una ganancia u objetivo
externo, y tienden a presentar al sujeto como alguien importante. Er. esto se
diferenciaría de la simulación, cuyo origen o motivación es externa.
d. No son delirantes; esto es, al confrontar a la persona esta puede aceptar que no son
ciertas las historias.
Diagnóstico diferencial
Los trastornos facticios (véanse criterios de la CIE-10) deben diferenciarse de los cuadros de
simulación, somatización, conversión e hipocondriasis.
Para esto, debe discriminarse el control de los síntomas y los motivos para ello (tabla 62.1). Así
mismo, se debe diferenciar de cuadros como la esquizofrenia, en los cuales encontramos un
trastorno claro del pensamiento y de la sensopercepcion.
171
En el caso de la simulación, los motivos externos son evidentes. Los más frecuentes son eludir
problemas legales, evitar deberes interpretados como peligrosos (por ejemplo, militares) y
obtener beneficios por el hecho de estar enfermo. La simulación es frecuente en ambientes
legales y militares, y debe diferenciarse de los trastornos facticios.
172
decoloración de piel, dolor en extremidades o articulares, hormigueo o
adormecimiento de miembros).
Trastorno conversivo: Son catalogados como trastornos disociativos de la motilidad y
de la sensibilidad. En general, hay una serie de síntomas que se plantean de ¿cuerdo
con lo que el paciente supone que es la representación física de la enfermedad y que
puede estar errada anatómicamente (por ejemplo: anestesia en guante). En lo motor
puede haber pérdida completa o rarcial de la capacidad para realizar movimientos que
normalmente están bajo el control voluntario (incluye el habla). Puede expresarse
como movimientos repetidos semejantes a convulsiones (pseudocrisis).
Tratamiento
Debido a que este tipo de pacientes suscita, habitualmente una respuesta agresiva por parte
del personal medico y paramédico, al conocer que sus síntomas han sido simulados o
autoinfligidos, es importante recalcar que el cuadro clínico es algo más que una simple
simulación desonesta de síntomas y que está asociado con serias dificultades emocionales y de
personalidad.
Generalmente, son pacientes Inteligentes y recursivos que conocen cómo simular y que, por
lo tanto, pueden llegar a ser sofisticados en la búsqueda de atención médica.
Una vez aceptado el tratamiento por el paciente, se sugiere realizar una psicoterapia de
orientación psicodinámica. Pueden ser útiles algunos medicamentos dirigidos a ciertos
síntomas: antidepresivos para cuadros depresivos y anticonvulsivos tipo carbamazepina o
ácido valproico para la impulsividad asociada. Por otra parte, se han empleado técnicas de
relajación para disminuir la ansiedad.
En general, los pacientes con trastornos facticios no completos, esto es, sin síndrome de
Münchhausen, responden al tratamiento psiquiátrico. Sin embargo, el manejo y pronóstico del
síndrome completo puede revestir grandes dificultades y, generalmente, está enfocado más
hacia el manejo que hacia la curación, ya que el factor más importante es el diagnóstico
precoz. Se sugiere intervención legal cuando están involucrados niños.
A fondo
No dejes de leer
Trastornos facticios
173
https://www.youtube.com/watch?v=o6WhTz--bVk
______________________________________________
Trastornos del sueño
Introducción
El sueño siempre ha sido un tema fascinante para la humanidad; los pintores y los escritores le
han dado un papel preponderante en gran parte de sus obras. Desde el punto de vista médico,
se han logrado avances sustanciales en los últimos 70 años, debido a mayor comprensión en
los mecanismos fisiológicos y en el avance en los métodos de abordaje diagnóstico y
terapéutico de todas sus alteraciones.
Se espera que dormir sea un proceso natural, reparador; sin embargo, existen trastornos que
se incrementan en algunas ocasiones por desconocimiento de recomendaciones básicas de
higiene de sueño y en otras, por causas médicas diversas.
A Lo ideal es que el ser humano adulto duerma entre 7 y 8 horas. No obstante, las horas de
sueño van disminuyendo a medida que la persona crece. Inician con un promedio de 18 a 20
horas en los recién nacidos; pasa a 10 a 14 horas en los niños entre 2 y 7 años; de 9 a 12
horas en los preadolescentes, y de 8 a 10 horas en los adolescentes.
En la edición pasada se revisaron los conceptos generales de la fisiología básica del dormir y
del polisomnograma (estudio del sueño), la técnica, la arquitectura normal del sueño y sus
indicaciones.
En esta ocasión se revisa la Clasificación Internacional de Trastornos del Sueño (ICSD, por sus
siglas en inglés), recientemente actualizada, y se mencionan las condiciones requeridas por los
laboratorios de sueño para poder brindar a todos los pacientes los mejores recursos.
En cuanto a los trastornos respiratorios asociados con el sueño, el ronquido es uno de los
síntomas que se encuentra con más frecuencia, con una prevalencia del 32-52% en hombres y
del 19-29% en mujeres. Los factores de riesgo asociados son el índice de masa corporal, el
tabaquismo y la raza.
174
Respecto al síndrome de apnea obstructiva del sueño (SAHOS) leve, se sabe que afecta a 1 de
cada 5 adultos, y el SAHOS moderado a grave afecta al menos a 1 de cada 15 adultos. Se
consideran factores de riesgo el sexo masculino, los hispanos, la raza negra, la obesidad, las
alteraciones craneofaciales y la edad mayor a 60 años.
Los trastornos asociados con hipersomnia, especialmente la narcolepsia, se presenta con una
prevalencia entre 0,025 y 0,05 %. Esta enfermedad tiene una predisposición genética. La
mayoría de los pacientes que presentan hipersomnia están entre la segunda y tercera décadas
de la vida.
El diagnóstico de insomnio va entre 4-11 % en los diferentes estudios, con algunos síntomas de
insomnio que afectan al 20-45 % de los adultos.
Para finalizar, la prevalencia global de parasomnios es del 88% en preescolares; 73% en niños
entre 3-13 años, y 4-67 % en los adultos, con un desencadenante importante: la higiene
inadecuada del sueño.
175
Insomnio
Esta nueva clasificación consolida el insomnio comórbido y el insomnio primario en una única
categoría: el insomnio crónico. Los criterios diagnósticos son:
Es importante anotar que no todo paciente con sueño pobre amerita un diagnóstico de
insomnio, dado que muchos de estos pacientes pueden no tener quejas ni experimentar
consecuencias diurnas. Más aún, el insomnio es un ítem esperado en muchas condiciones
médicas y psiquiátricas.
Los trastornos de ansiedad, las depresiones y las psicosis generalmente causan insomnio. En
caso de ansiedad y psicosis, los insomnios suelen ser globales (conciliación y reconciliación), en
tanto que en depresión mayor es insomnio de reconciliación.
176
Se dividen en aquellos de origen central, bien sea por disfunción neurológica o cardiaca, y los
causados por obstrucción, generalmente obstrucción de la vía aérea, asociada con obesidad o
con hipertrofia de amígdalas, adenoides o inflamación del tejido de la vía aérea.
Se diagnostica por medio del estudio de sueño (polisomnograma), y de acuerdo con este, se
clasifica la gravead. teniendo en cuenta el índice de apnea-hipopnea por rora(IAH). El valor
normal es menor a 5/hora. De acuerdo con la gravedad, se realiza el tratamiento, que incluye
dispositivos intraorales, cirugía otorrinolaringológica y presión continua positiva en la vía
aérea, entre otros.
Define los trastornos cuyo síntoma o queja principal es el hipersomnio diurno no causado por
sueño nocturno inadecuado ni por alteraciones del ritmo circadiano. Incluye la narcolepsia
tipos I y II, de acuerdo con su asociación con cataplexia, hipersomnio idiopático, síndrome de
Kleine-Levine, hipersomnio debido a trastornos médicos, uso de medicamentos o abuso de
sustancias, y aquel debido a trastornos psiquiátricos (el más frecuente es el encontrado en los
trastornos del afecto).
Es un área de la medicina del sueño que ha mostrado grandes avances con el descubrimiento
del sistema hipocretinaorexina.
Se presenta alteración o disrupción del ritmo circadiano normal. Incluye, entre otros, el
trastorno de fase adelantada, el de fase retardada, el jet lag, el trastorno asociado con el
trabajo por tumos (en el cual el trabajador experimenta somnolencia diurna excesiva,
deterioro en su desempeño, en su juicio y en el mantenimiento del estado de vigilia).
Parasomnios
Son aquellos movimientos físicos no deseados o alguna acción durante el sueño. Incluyen el
sonambulismo y los somniloquios (hablar durante el sueño). Se dividen de acuerdo con la
etapa del sueño involucrada.
En resumen, los trastornos característicos del no REM (movimiento ocular rápido) son los
despertares confusos, el sonambulismo, los terrores nocturnos, el trastorno del comer durante
el sueño. Los trastornos característicos del REM son el trastorno del comportamiento asociado
con el REM, la parálisis aislada del sueño, las pesadillas.
Se caracterizan por movimientos repetitivos, simples, durante el sueño o la vigilia, que pueden
interrumpir el sueño del paciente, del compañero de cama o de ambos.
177
El síndrome de piernas inquietas se caracteriza por la necesidad imperiosa de mover las
extremidades; se alivia con el movimiento, se incrementa en el reposo y genera dificultad
para conciliar el sueño.
Afecta a pacientes de cualquier edad, incluyendo mujeres en embarazo. Se asocia con déficit
de hierro. También se encuentra en los pacientes con apnea obstructiva del sueño,
enfermedad de Parkinson, diabetes mellitus, artritis reumatoide. Es importante tener en
cuenta que medicamentos como los antihistamínicos, los antidepresivos y los antipsicóticos
pueden empeorar esta condición. Para su tratamiento se utilizan agonistas dopaminérgicos.
Es de crucial importancia indagar en todos los pacientes sus hábitos de sueño y realizar un
interrogatorio dirigido para ahondar en las características de este, incluyendo a la pareja de
cama, para profundizar en los diferentes síntomas.
De acuerdo con el trastorno que se sospeche, se debe considerar realizar un diario de sueño,
grabaciones con video en el domicilio (especialmente en parasomnios), estudio de sueño
(polisomnograma, titulación de presión positiva en la vía aérea, estudio de latencia múltiple
del sueño, prueba de mantenimiento de la vigilia, estudio de movimiento de extremidades,
estudio de parasomnios), en un laboratorio de sueño que cumpla con los requerimientos
establecidos.
Tratamiento
Entre las normas de higiene del sueño vale la pena mencionar la necesidad de mantener una
hora regular de levantarse y acostarse, evitar la ingesta de proteína animal cerca de la hora de
dormir, evitar la ingesta de alcohol y sedantes, fomentar el mantenimiento de un peso óptimo,
realizar ejercicio antes de las 3 p.m., utilizar la cama para dormir y la actividad sexual
exclusivamente, mantener una temperatura adecuada en la habitación, levantar la cabecera
de la cama de forma que permita que la cabeza esté más elevada que las extremidades
inferiores, evitar la posición supina al dormir; si se es conductor profesional, se debe contar
con una zona en la carretera para realizar un descanso programado.
178
A fondo
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Trastornos de la sexualidad
Definición
La definición de conducta sexual normal depende de la cultura y el contexto histórico
específico. Los trastornos de la sexualidad limitan el ejercicio de la personalidad y las
relaciones, producen sufrimiento o dificultan la adaptación social del individuo, pues generan
daño en sí mismo o en otro. En general, se acepta que una conducta sexual determinada es
patológica cuando sistemáticamente conduce a la insatisfacción propia o de la pareja, cuando
conduce a producir daño físico o emocional propio o a otro, o cuando se causa malestar o
daño social.
Sexualidad hace referencia al conjunto de los fenómenos sexuales o ligados con el sexo, y a las
diversas modalidades de satisfacción sexual. El deseo o apetito sexual está correlacionado con
las motivaciones, con la propia visión del sexo y con la personalidad; se caracteriza por
fantasías sexuales, por la capacidad de detectar y percibir los estímulos de naturaleza erótica, y
por el deseo de tener actividad sexual.
Historia
En todas las culturas se encuentran relatos primigenios en mitos y leyendas, en los cuales los
héroes tiener comportamientos sexuales caracterizados por excesivos o aberrantes. Casi todas
las culturas han entretejido sus mitos con relatos de múltiples psicopatologías, entre las cuales
179
se destacan las de la sexualidad. De este modo la historia de la humanidad tiene múltiples
ejemplos de patologías de la sexualidad.
En la actualidad hay mayores influjos que afectan de una u otra forma la vida sexual de los
individuos. Las posibilidades las brindan un despertar sexual más temprano; un contacto con
las nuevas tecnologías más amplio e igualmente más temprano, además de la aparición de
conductas psicopatológicas asociadas con ello.
Epidemiología
Por la tendencia a ocultar los hechos y a evitar denuncias, se desconocen las tasas de incesto,
pero se supone alto en ciertas subculturas. Los índices de explotación y abuso sexual son más
altos en culturas de violencia, así como en poblaciones desplazadas y marginadas socialmente.
Los hombres tienen bastante mayor riesgo de presentar trastornos de la identidad de género
que las mujeres, e informan mayor interés explícito y mayor actividad sexual que las mujeres.
Las parafílias son indudablemente más frecuentes entre los hombres, y entre ellas, la pedofilia
es la que más se presenta. El fetichismo es casi exclusivamente masculino. Las parafílias son
más frecuentes entre los 15 y los 25 años de edad.
Factores etiologicos
180
El desarrollo sexual normal visto desde la ontogenia implica integrar de manera confortable
aspectos importantes de experiencias sensuales tempranas, como caricias y reconocimiento
placentero del cuerpo.
Las personas sexualmente inmaduras, tanto por edad como por condiciones físicas o mentales
limitantes, con trastornos serios de personalidad o con manejos muy trastornados de su vida
psicológica o de su adaptación social; las que han sido víctimas de humillación sexual,
discriminación o acoso sexuales, abuso sexual, violación, relación sexual intimidada, forzada o
contra su voluntad, tienen mayores probabilidades de presentar trastornos más graves de la
sexualidad que la población en general.
Los niños con excesivo interés y conocimiento sexual pueden indicar sobreexposición
inadecuada a la sexualidad y, en ocasiones, abuso sexual. Por su parte, preadolescentes o
adolescentes con embarazo son sujetos susceptibles de tener un riesgo más alto de
complicaciones neonatales, pues a su vez suelen tener más pobres soportes psicosociales y
presentar un notable incremento en la incidencia de abortos.
Los abusadores de tóxicos o los que padecen enfermedades sistémicas crónicas, dolorosas o
catastróficas tienen mayor riesgo de presentar alteraciones de la sexualidad que la población
general. En todos los casos de variante sexual deben ser considerados los riesgos de
determinadas patologías infecciosas de transmisión sexual.
Factores genéticos
El desarrollo de genitales ambiguos o genitales que son incongruentes con el sexo genético
puede producirse por: síndrome de feminización testicular, con el resultado de un macho
genético, con incompleto desarrollo de sus genitales masculinos o con genitales femeninos
externos normales; síndrome adrenogenital, que contiene elevadas concentraciones de
andrógenos que agrandan el clítoris y le dan apariencia de un pene normal en una mujer
genética; otros, como el síndrome de Turner y el síndrome de Klinefelter.
Factores biológico-moleculares
Las diferencias comportamentales entre los sexos están determinadas por el efecto hormonal
sobre el cerebro y su incidencia en la especialización hemisférica desde la infancia temprana.
La testosterona es un importante mediador del deseo sexual, tanto en hombres como en
mujeres, al igual que la hormona luteinizante. La sero-tonina actúa como un inhibidor de
centros sexuales del cerebro, mientras que la dopamina parece actuar a manera de
estimulante.
Las conexiones entre las áreas del cerebro que son responsables de la excitación sexual y las
áreas de control de otras respuestas emocionales, como depresión o angustia, pueden afectar
la respuesta sexual, como de hecho se observa en casi todas las disfunciones sexuales. Las
respuestas parasimpáticas intensas que acompañan el miedo o la ansiedad son, por ejemplo,
responsables de la pérdida de erección.
181
Defectos enzimáticos en el genotipo XY producen la deficiencia de 5-a-reductasa o deficiencia
de 17-hidroxi-esteroide, que interrumpen la producción de testosterona y producen genitales
ambiguos.
La fase de apetito o deseo que precede a la fase de excitación está mediada por el sistema
límbico, el hipotálamo y la corteza cerebral, con conexiones a los centros de placer y dolor del
cerebro.
En general, si la disminución del deseo está presente en todos los contextos sexuales del
individuo, se puede sospechar una causa biológica y se deben evaluar los niveles de
andrógenos y prolactina como parte del proceso diagnóstico.
Se considera trastorno sexual inducido por sustancias cuando hay un trastorno clínicamente
significativo en el campo sexual, con malestar o dificultad en las relaciones interpersonales
durante los 30 días siguientes a la intoxicación por una sustancia.
Factores psicológicos
La identidad de género está afectada por influencias psicológicas y sociales, las cuales incluyen
valores parentales, familiares y culturales que afectan la formación de dicha identidad. Las
experiencias tempranas emocionalmente perturbadoras con la intimidad y la sexualidad
pueden influir ulteriormente sobre comportamientos o actitudes sexuales, pues las
experiencias sexuales traumáticas —principalmente las derivadas de abuso sexual, incesto o
violación— son una fuente continua de ansiedad, depresión y temores, que habitualmente
persisten a lo largo de la vida y se exacerban cuando la realidad sexual revive lo traumático, lo
doloroso o lo insatisfactorio de las experiencias previas.
Los factores socioculturales que afectan la expresión sexual incluyen las costumbres, las
tradiciones y las actitudes de la familia y la sociedad. Tienen que ver con las creencias sobre la
finalidad del sexo, los papeles sexuales de la mujer y el hombre, la aceptación o rechazo tácito
o implícito de sexualidad premarital o no marital, los juegos y posiciones sexuales, la duración
del acto o qué sentir y cómo comunicar la propia experiencia sexual.
Por otra parte, son bien conocidos los influjos de las figuras paternas sobre el ejercicio de la
sexualidad y lo que permiten como su expresión.
182
influyen en el cuidado de la salud individual o son de importancia epidemiológica. En esta
categoría se incluye el homosexualismo o atracción erótica entre individuos del mismo
sexo(l7). Actualmente, solo la homosexualidad egodistónica se considera una categoría
diagnóstica. El transexualismo es otra variante que configura un trastorno de la identidad de
género, caracterizada por la creencia y vivencia de pertenecer al otro sexo distinto del
biológico.
Clasificación
Los trastornos sexuales, definidos en su acepción más simple, suelen tener múltiples
manifestaciones, que van desde la ausencia de deseo o placer y la incapacidad fisiológica para
iniciar, mantener o completar una relación sexual; hasta la incapacidad subjetiva persistente
para “involucrarse en una relación sexual como se desearía.
183
En general, la conducta sexual patológica se puede abordar si primero se identifica o se
descarta una patología orgánica que pueda alterar primaria o secundariamente la función
sexual. Enfermedades como diabetes, Hipertensión arterial, accidentes cerebrovasculares,
ciertas condiciones de salud —una enfermedad dolo-rosa, fiebre o el uso de ciertos
medicamentos— pueden interferir con la función.
184
Disfunción sexual
La disfunción sexual implica diversas formas en las cuales una persona es incapaz de participar
en una reíación sexual en la forma deseada. Incluye falla del interés, del disfrute, de la
respuesta fisiológica y del orgasmo. Se excluyen síntomas asociados con la cultura, como los
síndromes de Koro y Dhat. Se deben considerar los siguientes casos:
Falta o pérdida del deseo sexual: la falta de deseo sexual es el problema principal y no
secundario a otras dificultades sexuales; incluye la frigidez y el deseo sexual
hipoactivo. El deseo sexual hipoactivo, por su parte, es entendido como la disminución
o ausencia de fantasías y deseos de actividad sexual de forma persistente o recurrente,
según edad, sexo y contexto de la vida del individuo.
Aversión sexual: es la aversión extrema persistente o recidivante hacia —y con
evitación de— todos o prácticamente todos los contactos sexuales genitales con una
pareja sexual.
Falta de disfrute sexual: aunque puede haber disfrute y orgasmo, se experimenta falta
de placer. Incluye la anhedonia sexual.
Trastorno de la excitación sexual en la mujer: incapacidad persistente o recurrente
para obtener o mantener la respuesta de lubricación propia de la fase de excitación,
hasta la terminación de la actividad sexual.
Trastorno de la erección en el varón: incapacidad persistente o recurrente para
obtener o mantener una erección apropiada hasta el final de la actividad sexual.
Incluye el trastorno de erección masculina y la impotencia psicógena.
Trastorno orgásmico femenino: ausencia o retraso persistente o recurrente del
orgasmo tras una fase de excitación sexual normal, teniendo en cuenta la variabilidad
en el tipo o intensidad de la estimulación que desencadena el orgasmo. Se hace el
diagnóstico cuando se considera que la capacidad orgásmica es inferior a la que
correspondería por edad, experiencia sexual y estimulación sexual recibida.
Trastorno orgásmico masculino: ausencia o retraso persistente o recurrente del
orgasmo tras una fase de excitación sexual normal en el transcurso de una relación
sexual que el clínico, teniendo en cuenta la edad del individuo, considera adecuada en
cuanto al tipo de estimulación, intensidad y duración.
Eyaculación precoz: eyaculación persistente o recurrente en respuesta a una
estimulación sexual mínima, antes, durante o poco tiempo después de la penetración,
y antes de que la persona lo desee. El clínico debe tener en cuenta factores que
influyen en la duración de la fase de excitación, como la edad, la novedad de la pareja
o la situación y la frecuencia de la actividad sexual.
El apartado de disfunción sexual descarta las patologías orgánicas que lo puedan producir, e
incluye:
185
Trastornos de la identidad de género. Incluye aquellos trastornos específicos cuando la
identificación es acusada y persistente con el otro sexo, y cuando se manifiesta por
síntomas como un deseo firme de pertenecer, ser considerado, vivir o ser tratado, o la
convicción de experimentar las reacciones y las sensaciones típicas del otro sexo. Así
mismo, se manifiesta con malestar persistente con el propio sexo o sentimiento de
inadecuación con su papel, sin que coexista una enfermedad intersexual. Incluye:
Transexualismo: deseo de vivir y ser aceptado como un miembro del sexo opuesto
Travestismo no fetichista: llevar ropas del sexo opuesto para disfrutar de la experiencia
transitoria de pertenecer al sexo opuesto, pero sin deseo de cambio de sexo.
Trastorno de la identidad sexual de la infancia: malestar intenso y persistente por el
sexo propio, con deseo o insistencia de pertenecer al sexo opuesto, con presentación
antes de la pubertad.
186
La orientación sexual en sí no es un trastorno. Dichos trastornos incluyen:
Criterios diagnósticos
La CIE-10 contempla las categorías diagnósticas de acuerdo con pautas validadas, según:
Criterios de duración.
Producción de malestar propio o de la pareja.
Criterios de exclusión debido a los factores secundarios.
Diagnóstico diferencial
Hay que recordar que cualquier enfermedad crónica puede afectar la función sexual, y entre
ellas principalmente las enfermedades cardiovasculares, las que se acompañan de falla renal
crónica, la diabetes, la enfermedad vascular, la artritis, el cáncer, los accidentes
cerebrovasculares y las lesiones de médula espinal.
El abuso de alcohol afecta el funcionamiento sexual, por su acción depresora sobre el sistema
nervioso central, además de reforzar la comorbilidad de enfermedades físicas o psicológicas,
que a su vez pueden causar disfunción, incluso después de cesar el abuso de la ingesta.
Exámenes paraclínicos
Las causas físicas de los trastornos de la sexualidad deben ser prioritariamente descartadas.
Lina historia sexual detallada y objetiva ahorra costos y esfuerzos paraclínicos innecesarios.
Referir a un especialista puede ser la conducta adecuada cuando se detectan dificultades para
abordar la sexualidad trastornada o cuando se detectan hallazgos no señalados durante el
examen físico o en la sala de urgencias.
187
Exámenes de rutina, como cuadro hemático, glucemia, serología, VDRL y pruebas de embarazo
se recomiendan en el proceso diagnóstico. Si hay un indicio clínico, se recomienda la práctica
de pruebas para VIH, concentraciones hormonales en sangre, titulación de concentraciones
séricas indicativas de abuso de sustancias o de consumo de medicamentos de uso frecuente en
la práctica médica.
Curso y pronóstico
Casi todos los problemas de la sexualidad tienen un curso irregular dependiente de múltiples
variables, pero con frecuencia tienden a la cronicidad.
Abordaje terapéutico
Urgencia
La asfixia autoerótica —que busca aumentar la intensidad del orgasmo por medio de la
hipoxia—, la masturbación y el priapismo son también urgencias médicas, que exigen, en
primer lugar, un tratamiento dirigido a la queja inmediata: estabilización de signos vitales,
corrección de heridas, tratamiento de infección, etc., pero en el servicio de urgencias no
procede realizar ninguna terapia específica del trastorno sexual subyacente. El papel del
médico, en este caso, es diagnosticar el problema y orientar adecuadamente la búsqueda de
tratamiento especializado.
Psicoterapia
188
Se recomienda practicar la cirugía correctiva en niños con ambigüedad genital antes de los 18
meses de edad, en un intento por limitar dificultades ulteriores en el adecuado
establecimiento de la identidad de género; actualmente hay movimientos de pacientes que
buscan que el menor tenga edad de decidir para la intervención. Se realizan cirugías de
modificación corporal (implantes) y reasignación de sexo en personas transexuales, como
complemento al tratamiento de hormonización; para ello se requiere un periodo de dos años
de vivir con la identidad de género deseada.
Fármacos
Psicosocial
Las redes de apoyo con que cuente efectivamente el paciente son fundamentales,
principalmente en la prevención de patologías secundarias y eventos traumáticos del tipo
violación, abuso sexual, embarazo no deseados y violencia conyugal. En todos los casos, una
adecuada educación sexual facilita el manejo de las perturbaciones.
Existe evidencia de que la terapia de grupo mejora la disfunción eréctil en algunos pacientes,
sola o acompañada de medicación (sildenafil), y alguna evidencia de efectividad de
intervenciones psicosociales en disfunción eréctil.
A fondo
No dejes de leer
189
https://www.youtube.com/watch?v=UJoL8IMB65c
____________________________________________________________________________
Esta última es un rasgo de personalidad complejo, relacionado con una tendencia a realizar
acciones motoras rápidas, no planeadas y con frecuencia ineficientes o incorrectas. Como
extensión de la anterior definición, otra definición, más descriptiva, con utilidad clínica es la
planteada por Moeller “la impulsividad se caracteriza por una predisposición hacia la ejecución
de reacciones rápidas, no planeadas, hacia estímulos internos o externos; sin consideración
alguna acerca de las consecuencias negativas que la reacción pueda tener tanto para el
individuo impulsivo, como para otros”. Aunque el análisis de componentes principales de los
factores de la escala de impulsividad de Barratt, en su 11ava versión, sugiere la existencia de
por lo menos tres subdimensio-nes del rasgo impulsividad (atencional, motora y de no
planeación), análisis estadísticos más recientes de este instrumento controvierten dicho
concepto.
190
explican diferencias individuales en el comportamiento, aunque con un impacto de magnitud
variable, sobre la capacidad atencional y la función ejecutiva.
Impulsividad es diferente de los impulsos. De manera general, es aceptado que los impulsos
representan necesidades urgentes, con una alta carga emocional para el organismo que las
experimenta. Su imperiosa necesidad y la irracionalidad detrás de su origen hacen difícil hacer
una distinción entre el impulso y la impulsividad, y por ello, aunque están relacionados, no son
lo mismo. De acuerdo con Barratt, la impulsividad, como un rasgo de personalidad, se
relaciona más con un patrón de comportamiento, mientras que los impulsos son más de
naturaleza cognoscitiva.
La evidencia acumulada indica que los actos impulsivos tienen una fenomenología particular,
que los distingue de los actos premeditados. En general, durante los actos impulsivos, el
individuo refiere una creciente sensación de tensión o alertamiento antes de cometer el acto y
luego experimenta placer, gratificación o relajación durante su ejecución. Luego del acto
puede o no presentarse arrepentimiento, autorreproche o culpa. Adicionalmente, en el acto
impulsivo, el análisis de los contenidos de la conciencia indica que la sensación especial de
irritabilidad en el individuo antes del acto, a veces desproporcionada respecto a la intensidad
del factor gatillo, domina la esfera consciente de la persona y continúa haciéndolo hasta
mucho después de la ejecución del acto. Por lo anterior, se ha postulado que el acto impulsivo
elude la esfera consciente y el control atencional, lo que explicaría, de manera parcial, la falta
de control sobre aquel.
Juego patológico.
Piromanía.
Hurto patológico.
Tricotilomanía.
Otros trastornos de los hábitos y del control de los impulsos (F63.8. Incluye el
trastorno explosivo intermitente).
Trastorno de los hábitos y del control de los impulsos, no especificado (F63.9).
191
En la más reciente versión del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales
(DSM-5) se crea un nuevo capítulo que combina trastornos previamente clasificados en otros
capítulos del DSM-IV-TR, junto con los trastornos de control de los impulsos no clasificados en
otros apartes de esta versión del manual. En este nuevo capítulo, denominado “Trastornos
destructivos de control de los impulsos y de la conducta”, se incluyen los siguientes trastornos:
En este capítulo haremos una breve descripción de los trastornos del control de los impulsos,
tal y como fueron conceptualizados en el CIE-10. Los trastornos negativista u oposicional
desafiante y el trastorno de conducta no serán desarrollados en este capítulo, dado que son
tratados en los capítulos dedicados a los trastornos psiquiátricos infantiles.
A fondo
No dejes de leer
¿Qué es el trastorno del control de los impulsos?
192
https://www.youtube.com/watch?v=4zGrY8Wpf0w
Trastornos del Control de los Impulsos CONFERENCIA
https://www.youtube.com/watch?v=hSZtJY5aRw0
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Trastornos del control de los impulsos
Juego patológico o ludopatía
El juego patológico es un trastorno que consiste en la presencia de un patrón de conducta
caracterizado por el involucramiento frecuente y reiterado del individuo en episodios de
juegos de apuestas, los cuales dominan su vida a pesar de las consecuencias negativas que
este patrón puede tener para cumplir con sus obligaciones sociales, laborales, materiales y
familiares.
Los datos epidemiológicos indican que este trastorno tiene una prevalencia a lo largo de la vida
de 1,4 a 2,0% en Estados Unidos y Canadá. En general, el juego patológico es más frecuente en
hombres que en mujeres, e inicia a edades más tempranas en aquellos (adolescencia),
193
mientras que en las mujeres tiene un inicio más tardío (hacia los 35 años). No obstante, en las
mujeres, una vez inicia al patrón de conducta repetitivo y maladaptativo en tomo al juego, las
mujeres vulnerables hacen la transición de manera más temprana al trastorno del
comportamiento, comparadas con los hombres. Adicionalmente, existe una importante
variabilidad en la incidencia por género entre diferentes tipos de juego. Se ha propuesto que
diferencias en el procesamiento de información relacionada con la decisión y la percepción del
control sobre las emociones en hombres puede hacerlos más vulnerables al desarrollo de
juego patológico comparado con mujeres. No obstante, se considera que el juego patológico
es de origen multifactorial.
A La transición del jugador social al jugador patológico suele ser lenta e insidiosa. Requiere,
como en las adicciones a sustancias, acceso al juego y la presencia de estresores psicosociales
o eventos significativos que afectan la vida psicológica del jugador.
Incluso, se han descrito cuatro fases clínicas del jugador patológico, que incluyen: una fase
ganadora, seguida de una fase perdedora, una fase de desesperación y una fase de
desesperanza, al final de la cual el paciente termina por aceptar que tiene un problema que
requiere atención terapéutica. Durante el proceso de instauración del juego patológico, el
trastorno es inicialmente egosintónico, caracterizado por la sensación de placer, gratificación y
alivio, y luego se vive como egodistónico, con importantes montos de ansiedad y
preocupación.
En general, la evidencia acumulada sugiere que el abordaje psicoterapéutico más afectivo para
este tipo de trastorno es la terapia cognitivo-comportamental. Desde el punto de vista
farmacológico, no existen medicamentos con una indicación aprobada para el tratamiento del
juego patológico y pocos son los hallazgos positivos contundentes en términos de efectividad
para este tipo de pacientes. Tres clases terapéuticas han sido investigadas para el tratamiento
de esta patología: antagonistas de los receptores opiodes, inhibidores de la recaptación de
194
serotonina y moduladores del afecto. Estudios recientes sugieren que la naltrexona puede
brindar un beneficio. Adicionalmente, medicamentos como el litio o los antidepresivos
inhibidores de la recaptación de serotonina, como fluvoxamina o paroxetina, han demostrado
un beneficio en el tratamiento de estos pacientes. No obstante, todavía no contamos con
evidencia contundente que guíe un tratamiento medicamentoso racional para estos pacientes.
Es valioso, sin embargo, el estudio acucioso de las comorbilidades, ya que estas pueden
orientar el tratamiento.
Piromanía
195
iniciarse al final de la adolescencia o en la adultez temprana, y coexiste con trastornos del eje I
y otros trastornos del control de los impulsos.
La prevalencia de este trastorno en la población general ha sido estimada entre 0,38 y 0,6%.
Estas cifras son inferiores a las informadas por estudios en población clínica que oscilan entre
2,1 y 28%, dependiendo de la población. La frecuencia de presentación es más alta en mujeres
con una relación de 3:1 y se diagnostica a edades más tempranas (30-35 años). En los hombres
suele ser diagnosticada más tardíamente, hacia la sexta década de la vida.
La cleptomanía coexiste con otras comorbilidades, que incluyen trastornos del afecto,
particularmente trastorno afectivo bipolar (45-100%), del control de los impulsos (20-46%), de
ansiedad, de alimentación y trastornos por abuso de sustancias (23-50 %)l22). Se considera,
por lo tanto, que podría hacer parte del espectro impulsivo-compulsivo propuesto por
Hollander y colaboradores, además de otros autores. Grant y colaboradores han propuesto
que pueden existir diferentes subtipos de cleptomanía, con unos patrones más cercanos
fenome-nológicamente a los trastornos obsesivos-compulsivos y a las adicciones y trastornos
del polo impulsivo. Lo anterior puede tener importantes implicaciones para la elección del
tratamiento medicamentoso.
196
serotonina no son efectivos en todos los individuos con cleptomanía. Estudios con el
antagonista opioide naltrexona han demostrado algunos beneficios marginales.
Como se mencionaba anteriormente, esta patología suele iniciar durante la adolescencia tardía
o adultez joven (16-20 años), pero los sujetos que la padecen suelen ser diagnosticados y
tratados de manera tardía en la vida. En el caso de las mujeres, el inicio del tratamiento suele
darse hacia los 35 años, y en el caso de los hombres es todavía más tardía, 50 años. Es
frecuente que los pacientes consulten por su comportamiento, pero al ser descubiertos por
otros cercanos o por la autoridad, las consecuencias pueden ser bastante negativas.
Tricotilomanía
Esto, junto con la evidencia acumulada respecto a las similitudes con los trastornos del
espectro obsesivo-compulsivo, ha resultado en que en el DSM-5 la tricotilomania fuera incluida
entre los trastornos obsesivos-compulsivos y trastornos relacionados. Los criterios
diagnósticos incluyen: arrancarse el pelo de forma recurrente, lo que resulta en una pérdida
apreciable de este; intentos repetitivos por disminuir o detener el comportamiemo el
comportamiento causa malestar significativo o deterioro en la función social, ocupacional u
otras áreas de funcionamiento; y la exclusión de otras causas médica o mentales asociadas.
197
Este trastorno afecta a menos del 1% de la población, Sin embargo, estudios con criterios más
laxos han encontrado frecuencias mayores y con un predominio de; trastorno en mujeres
sobre hombres (3 frente a 1,5 %. respectivamente), especialmente en escenarios clínicos.
Estudios comunitarios recientes han hecho evidente que el TEI es más prevalente de lo
pensado.
El TEI no puede ser diagnosticado antes de los 6 años de vida y afecta más a los hombres,
comparados con las mujeres, a razón de 2:1. Algunas correlaciones con factores
sociodemográficos, aunque modestas, indican que el trastorno es más frecuente en hombres
menores de 35-40 años de edad, comparado con individuos mayores de 50 años, origen étnico
198
(diferente a caucásicos, latinos o afroamericanos), educación inferior a 12 años, estado civil, no
tener empleo y bajos ingresos.
El TEI puede iniciar durante la fase prepuberal y su pico de aparición está entre los 13 y 21
años de edad, con una duración variable de su etapa sintomática de 12 a 20 años, o más. Es
importante mencionar que más de la mitad de los individuos con TEI presentan otros
trastornos mentales, y en la gran mayoría de los casos, la aparición de TEI es anterior a la
presentación del trastorno mental concomitante. Los trastornos comórbidos más
frecuentemente encontrados en los pacientes con TEI incluyen: trastorno de pánico,
trastornos por abuso de sustancias u otros trastornos por estrés. Se ha descrito una
correlación significativa con trastornos depresivos, trastornos de ansiedad, trastornos
bipolares y otros trastornos de control de impulsos.
No existe evidencia que sugiera una etiología específica para el TEI. Los estudios familiares
indican un riesgo aumentado de presentar el trastorno entre familiares cercanos. Se han
descrito alteraciones genéticas asociadas con impulsividad y agresividad. No obstante, ninguno
de estos factores es un factor suficiente y necesario para presentar el trastorno.
Clínicamente, los episodios de agresividad impulsiva se caracterizan por un inicio rápido, sin
periodo prodrómico significativo y con duración menor a 30 minutos. Los episodios suelen
iniciarse por una provocación por parte de personas allegadas. Las características de estos
episodios se ven reflejadas en los criterios diagnósticos actuales contenidos en el DSM-5, así
como el malestar e inconvenientes que acarrean para el paciente en todas las dimensiones de
su vida personal, laboral y social. Por lo anterior, no resulta sorprendente que la mayoría de
estos individuos consulten al psiquiatra en busca de alivio emocional, aunque tarde en la vida.
199
paciente con TEI tienen un impacto importante sobre la definición del tratamiento con
medicamentos y el psicoterapéutico; estos factores son tal vez los principales determinantes
de las conductas terapéuticas, ante la difusa evidencia.
Las sustancias psicoactivas son sustancias de origen natural o sintético, que cuando se
consumen por cualquier vía (oral, nasal, intramuscular, intravenosa) tienen la capacidad de
generar un efecto directo sobre el sistema nervioso central, y ocasionar cambios específicos a
sus funciones. Es un término descriptivo para referirse a todo el grupo de sustancias, lícitas e
ilícitas1, de interés para la política en materia de drogas.
El consumo de estas sustancias puede traer consecuencias graves para la salud, y según la
clasificación que estemos usando para describirlo, si el consumo es problemático, se pueden
utilizar de manera equivalente los términos trastorno grave por uso de sustancias, far-
macodependencia, drogodependencia o adicción.
1 El término drogas ilícitas se utiliza para describir las drogas que están bajo control
internacional y que se producen, trafican y/o consumen fuera de la ley.
Se considera una enfermedad del cerebro, porque las drogas modifican este órgano: su
estructura y funcionamiento se ven afectados. Estos cambios en el cerebro pueden ser de larga
duración, y pueden conducir a comportamientos peligrosos que se observan en las personas
que abusan del consumo de drogas.
200
pérdida de control frente a la sustancia, la cual se convierte en el núcleo de la vida del
individuo, de forma que compromete su calidad de vida, su salud física y psicológica, y su
funcionamiento social.
Historia
Las sustancias adictivas se han utilizado por miles de años. Su uso tenía una connotación de
tipo religioso o curativo la mayoría de las veces, y en muy contadas ocasiones, recreativa: el
opio se ha empleado por motivos medicinales desde hace 3.500 años; referencias al canna-bis
como hierba curativa son encontradas en los antiguos textos chinos de medicina. Los indígenas
americanos fumaban tabaco y masticaban coca mucho antes de la llegada de los españoles. El
café fue descubierto por los musulmanes hace 1.500 años. Hay referencias claras a estados de
embriaguez y abstinencia en la Biblia. Es de anotar que la primera referencia a consumo de
alcohol se ha encontrado en vasijas de barro en el hombre de Neandertal y en el hombre de
Cromañón, con producción intencional, al dejar fermentar frutas.
Algunos estudios sostienen que hace 10.000 años las primeras bebidas utilizadas para calmar
la sed fueron la cerveza y el vino, dado que el agua fue considerada ponzoñosa y causante de
una variedad de enfermedades agudas y crónicas, y posible muerte. Estos brebajes alcohólicos
antes mencionados y otros causaban una suave intoxicación que influenciaba en el estado de
ánimo de las personas al causarles alivio; también proveían calorías y vitaminas esenciales, por
lo cual se convirtieron en un componente importante de la dieta.
Al final del siglo XIX y principios del siglo XX se observaron los efectos deletéreos del uso
indebido de sustancias y la aparición de políticas restrictivas de control de distribución en
Europa para todas las sustancias; en China para el opio y en Estados Unidos para el uso de la
marihuana y la cocaína, indicada solamente por prescripción médica; además, en 1914 el Acta
Harrison prohibió el consumo y distribución de alcohol.
En 1956, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la adicción como una enfermedad.
Desde entonces, grupos científicos de todo el mundo han realizado aproximaciones
conceptuales y nosológicas diferentes, y a veces contradictorias. El consumo masivo se disparó
en la década de los cincuenta, con el uso de opioides y sus derivados por los combatientes en
Corea.
Luego, en la década de los sesenta, apareció el uso masivo de marihuana, LSD y alucinógenos,
hasta la segunda mitad de los años setenta, cuando se inició tímidamente el uso de la cocaína,
hasta lograr su mayor auge en el siguiente decenio.
Desde los años noventa y hasta la actualidad, las sustancias consumidas más populares, mas
no las más frecuentes, son las drogas de diseño, que son sustancias sintéticas especialmente
alteradas o “diseñadas”, producidas clandestinamente y vendidas en las calles, con
modificaciones mínimas en la estructura química de una droga ya existente que resulta en una
nueva sustancia, con efectos farmacológicos similares a la original.
En general, son mucho más potentes y tóxicas que sus precursoras originales; los prototipos
más comunes son análogos estimulantes, opioides o alucinógenos, de los cuales existen unos
550 tipos diferentes conocidos y otros muchos aún clandestinos por conocer; entre estos el
más polémico y famoso es el éxtasis. Por ejemplo, la cocaína y su análogo sintético, la
metanfetamina, son psicoestimulantes; las diferencias entre ellos son las siguientes: la cocaína
es extraída de una planta; fumada produce euforia por 20 a 30 minutos; el 50% de la droga
201
está fuera del cuerpo en una hora; a mediados y finales de 1800 tuvo uso médico como
anestésico local en algunos procedimientos quirúrgicos menores. Su análogo sintético, la
metanfetamina, fue diseñada por el hombre; fumada produce euforia por 8 a 24 horas; el 50%
de la droga está fuera del cuerpo en 12 horas, y no fue creada para uso médico.
Epidemiología
Se estima que alrededor del mundo, un total de 246 millones de personas, o 1 de cada 20
personas de edades comprendidas entre los 15 y 64 años, consumieron drogas ilícitas en el
2013. Si bien ello representa un aumento de tres millones de personas respecto al año
anterior, debido al crecimiento de la población mundial, en realidad el consumo de drogas
ilícitas se ha mantenido estable.
La magnitud del problema mundial de las drogas se hace más evidente si se tiene en cuenta
que más de y de cada 10 consumidores de drogas es un consumidor problemático, que sufre
trastornos ocasionados por el consumo de drogas o drogodependencia. Es decir, unos 27
millones de personas, o casi la totalidad de la población de un país del tamaño de Malasia,
son consumidores problemáticos de drogas.
Se valida la existencia de una amplia variedad de sustancias en el país, que incluye drogas
lícitas e ilícitas, de origen natural y sintético, medicamentos, entre otros. En esta oportunidad
se indagó por drogas como 2CB, ketamina, GHB, dick, y se confirmó el uso de todas ellas,
aunque en proporciones bajas.
202
La diversificación de sustancias incluye la heroína, la cual presenta de nuevo una baja
prevalencia (0,14 %). Se resaltan también los medicamentos usados sin prescripción médica,
como tranquilizantes, estimulantes y también analgésicos opioides. Estos últimos más usados
por las mujeres que por los hombres
Factores etiológicos
Factores psicológicos
Desde el punto de vista psicológico, el abuso de sustancias implica no un uso hedónico, sino
una forma de escape de la realidad, efecto secundario a la incapacidad en el funcionamiento
interpersonal, dado por una sensación de vacío y pérdida de la capacidad para resolver
problemas en cuatro áreas: conflictos de papel interpersonal, procesos de transición de
funciones, duelos, déficit o deficiencias interpersonales.
Factores genéticos
En las adicciones, en cuanto enfermedades complejas con alta influencia ambiental, se tiene
en cuenta que la acción sutil de un solo gen o de un diferente grupo de genes puede ser
fundamental para establecer el riesgo para diferentes individuos. Sin embargo, desde el punto
de vista biológico, todos tenemos vulnerabilidad para desarrollar conductas adictivas graves, y
se observa un porcentaje de la población del 15 % que presenta un 35 a 40 % más de
vulnerabilidad, debido a polimorfismos genéticos específicos
Para desentrañar la neurobiología de las adicciones, los modelos animales de adicción han sido
fundamentales, como lo han sido los modelos animales de depresión o esquizofrenia.
Mediante la selección genética por el cruce de cepas se producen linajes de ratas con ADN
100% idéntico, en un proceso que requiere 20 a 30 generaciones, que logra codificar lugares
fenotípicos geométricos o locus cuantitativos del rasgo (QTL) concretos para varios tipos de
comportamientos específicos frente a las sustancias.
Entre las cepas desarrolladas están las que toleran el alcohol, las que no toleran el alcohol, las
que no hacen abstinencia al retirar el alcohol, las que hacen abstinencias graves, las que
prefieren consumir alcohol y las no preferentes en su consumo, las que responden al alcohol
con sueño y excesiva sedación, y las que no. Esta concordancia de ciertos rasgos de
comportamiento y su relación con ciertos locus fenotípicos genéticos permitirá en un futuro
lejano tener predictores genéticos del grado de vulnerabilidad a las adicciones, tipos de
203
sustancias de preferencia, comorbilidad psiquiátrica o médica asociada y gravedad de la
presentación del trastorno.
Factores biológicos
La organización neuronal y ambiental del comportamiento tiene mucho que ver con el
aprendizaje y la expresión genética de aquel; la remodelación cortical es modulada por la
experiencia en la que el glutamato, con sus receptores NMDA, genera la integración de las
vivencias mediante la potenciación a largo plazo (long term potentiation [LTP]).
204
Los cambios en el comportamiento inducidos por contacto con sustancias psicoactivas se
pueden expresar como cambios en la neuroplasticidad de lo cognoscitivo-comportamental, en
lo correspondiente a los sistemas neuroquímicos y de estructuras anatómicas, en el tiempo
específico del neurodesarrollo en que se entra en contacto por primera vez con una sustancia
y, por último, en el fármaco-fisiológico, el cual se refiere al desarrollo de respuesta individual
específica psiconeuroendocrinoin-munológica.
La ley del efecto explica que el reforzamiento ce conductas adictivas de las sustancias
psicoactivas corr: repetición de un acto de autoadministración se sobrep: r e incluso al tono
hedónico o a la recompensa hedónica. Es: explica por qué adictos en recuperación no pueden
para el consumo de heroína endovenosa, a pesar de reconoce: , que ya no sienten placer y de
la posibilidad de perder -sus familias, sus empleos o incluso sus vidas.
En la actualidad, se postula que existe un circuito neuronal común que forma una entidad
separada dentro ¿e. cerebro basal anterior, el sistema motivacional y de recompensa. Esta
macroestructura—inicialmente descrita por Johnston está compuesta por tres estaciones
relevo de la información, que posteriormente generada conductas adictivas.
Las tres estaciones son, en realidad, tres tipos diferentes de integración de estructuras
neurocognoscitivas neuroanatómicas y neurobioquímicas, que modula la elección de
comportamientos motivados complejo guía anatómica de la primera estación es la bandeleta
medial prefrontal, que liga fibras mielínicas de conducción eléctrica de alta velocidad, con
estímulos internos y externos, y de integracion cognoscitiva y emocional, comandada por el
hipocan :-y estructuras prefrontales de regulación, del lenguaje práxicas y de asociación,
íntimamente relacionadas c: e la memoria de trabajo. La evidencia más reciente indica que el
hipocampo interviene en el control contextual de la autoadministración de drogas, el estriado
205
dorsolateral media en el estímulo y la respuesta habitual para el refuerzo de drogas, y la
amígdala media en la búsqueda condicionada de drogas.
La actividad eléctrica en la segunda estación tiene velocidades de conducción más lenta, pues
bioquímicamente se encuentra mediada principalmente por el grupo dopaminérgico, con
respuestas a la estimulación eléctrica y opioide. El sustrato último principal que determina el
instinto, la motivación y los comportamientos relacionados con los mecanismos de la
recompensa es la parte periférica del núcleo accumbens, mas no la parte central, con
receptores dopaminérgicos D3, y no las concentraciones totales del grupo de dopamina, sino
variaciones de concentraciones relativas.
La tercera estación surge del núcleo accumbens y lleva fibras mielínicas de velocidad
intermedia, con conexiones al striatum, neostriatum y ganglios basales (es la estación del
output), a la que llegan las ya procesadas preferencias y elecciones de comportamientos
motivacio-nales dirigidos hacia un objetivo, cuyos componentes de recompensa, cognoscitivos,
emocionales, ya integrados, llegan para ser realizados y actuados.
El sujeto posee características de tipo cognoscitivo, emocional y social. El ambiente (en el que
la población en riesgo vive) incluye familia, amigos, colegio, universidad, comunidad y país. La
sustancia se refiere sobre todo a la facilidad de conseguirla y a su influencia farma-codinámica,
reforzadora psicoactiva. La predisposición biológica hace a los sujetos vulnerables a sufrir un
efecto llamado priming. cada vez que toman pequeñas dosis de sustancias psicoactivas
estimulan en grado superlativo los modelos de comportamiento adictivo de
autoadministración compulsiva (craving), mediante:
206
La explicación más plausible es la combinación de factores genéticos, ambientales y del
desarrollo. El geno-ma humano es la fuerza fundamental y última que lleva a que un
comportamiento se origine y determine la forma como el desarrollo se encuentra programado
y se expresa. El alcoholismo emerge en las poblaciones en grados variables y en diferentes
situaciones, pues se observa un factor genético cierto, pero de difícil identificación. Los
patrones hereditarios de estos comportamientos no responden a las leyes mendelianas.
Clasificación
207
La quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5). de
la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA, por sus siglas del inglés American Psychiatric
Association), contiene una clasificación de los trastornos mentales y proporciona descripciones
de las categorías diagnósticas de una manera diferente (tabla 67.3).
El trastorno por uso de sustancias en el DSM-5 combina las categorías del DSM-IV de abuso de
sustancias y la dependencia en un solo trastorno, y se mide en un continuo que va desde leve a
grave. Cada sustancia específica (aparte de la cafeína, que no puede ser diagnosticada como
un trastorno por uso de sustancias) se aborda como un trastorno de la utilización por separado
(por ejemplo, el trastorno por consumo de alcohol, trastorno por abuso de estimulantes, etc.),
pero casi todas las sustancias son diagnosticadas con base en los mismos criterios generales.
Presentación clínica
208
La presentación clínica del consumo de sustancias varía de acuerdo con la farmacología de la
sustancia consumida, la cantidad, el tiempo durante el cual la droga ha sido consumida y los
factores de cada individuo. En la tabla 67.4 se presenta un sumario de las características de
En conclusión, las drogas de diseño no son inofensivas y menos aún “recreativas”. Reacciones
agudas y fatales pueden ocurrir, así como los efectos neurotóxicos a largo plazo. La
polifarmacodependencia es la regla en quienes usan drogas de diseño.
209
Criterios diagnósticos
La presentación clínica de los trastornos por uso de sustancias es muy variada y depende
principalmente de la sustancia consumida, la dosis y la respuesta del individuo. Empecemos
por definir los términos utilizados para describir el estado del paciente de acuerdo con la CIE-
10.
Intoxicación aguda
La intoxicación depende en gran medida del tipo y la dosis de la droga, y en ella influyen el
grado de tolerancia de la persona y otros factores. Es frecuente consumir una droga para
alcanzar el grado de intoxicación deseado. La manifestación en la conducta de un grado de
intoxicación determinado depende mucho de las expectativas culturales y personales
relacionadas con los efectos de la droga.
Consumo perjudicial
Patrón de consumo de una sustancia psicoactiva que causa daño a la salud. El daño puede ser
físico (p. ej., hepatitis por inyección de drogas) o mental (p. ej., episodios depresivos
secundarios a una ingestión masiva de alcohol). El consumo perjudicial comporta a menudo,
aunque no siempre, consecuencias sociales adversas; sin embargo, estas consecuencias por sí
solas no son suficientes para justificar un diagnóstico de consumo perjudicial. El término se
introdujo en la CIE-10 (ICD-10) y sustituyó a “consumo no dependiente” como término
diagnóstico. El equivalente más aproximado en otros sistemas diagnósticos es “abuso de
sustancias”, que normalmente incluye las consecuencias sociales.
Síndrome de dependencia
210
alcohol o diazepam), a un grupo de sustancias (p. ej., opiáceos) o a una gama más amplia de
sustancias con propiedades farmacológicas diferentes. En la tabla 67.5 encontramos una
comparación de los criterios diagnósticos de la CIE-10 y el DSM-5.
Síndrome de abstinencia
211
ideas delirantes, agitación, insomnio, inversión del ciclo sueño-vigilia y síntomas de excitación
del sistema nervioso vegetativo.
Síndrome amnésico
Trastorno psicótico residual y trastorno psicótico de comienzo tardío inducido por alcohol o
por sustancias psicoactivas
Patología dual
212
Se ha definido la patología dual como una situación de comorbilidad entre trastorno por uso
de sustancias y cualquier otro trastorno psiquiátrico. Se han realizado varios estudios en los
que se encuentra comorbilidad tanto en personas que tienen diagnóstico en el eje 1 como en
el eje II. La prevalencia de alcoholismo durante la vida en individuos con algún trastorno
mental es de 22,3 %, en comparación con un 14 % en la población general; la probabilidad de
padecer alcoholismo en personas con algún trastorno mental es 2,3 veces mayor que en
quienes no padecen trastornos mentales.
Curso y pronóstico
Los trastornos por consumo de sustancias producen deterioro en cuatro áreas fundamentales:
La farmacodependencia es una enfermedad crónica, y los índices de recaída son similares a los
de otras enfermedades médicas crónicas. Un estudio demostró que un año después del
tratamiento, solo el 40 a 60% de los pacientes continuaban abstinentes. Se han identificado
factores de riesgo, como grado socioeconómico bajo, comorbilidad con patología psiquiátrica y
falta de apoyo social y familiar como los predictores más importantes para una pobre
adherencia durante el tratamiento y recaídas posteriores a este.
El tratamiento debe ser multidisciplinario y abarcar diferentes esferas de la vida del paciente.
Al inicio se debe hacer una valoración médica completa, que incluya historia clínica detallada
del paciente, examen físico y estado nutricional.
La prevención secundaria va encaminada a tratar a aquellos individuos en fases uno y dos, que
necesitan un tratamiento integral, ya sea por consulta externa o por una clínica diurna de
adicciones. Esto implica un esfuerzo multidisciplinario de tres áreas: psiquiatría, trabajo social
213
y psicología; es probable que sea necesaria una hospitalización corta para desintoxicar, aunque
en esta fase el tratamiento sea primordialmente ambulatorio.
La prevención terciaria es importante por la gravedad del consumo; por eso la rehabilitación
del adicto requiere, además de terapia ocupacional, hospitalizaciones más prolongadas o
remisión a tratamiento a comunidades terapéuticas con asistencia las 24 horas y dedicación
exclusiva, con periodos de tratamiento variables entre seis meses y dos años. Los mejores
programas de tratamiento ofrecen una combinación de terapias y otros servicios para
satisfacer las necesidades individuales de cada paciente.
Dependencia y familia
Las características de la dinámica familiar de los adictos, a pesar de su aparente patología, son
descritas brevemente en los párrafos siguientes:
Algunos adictos incluso a los 40 o 50 años continúan viviendo con sus padres, y si no lo hacen,
se ha demostrado que se comunican telefónicamente con ellos en forma significativamente
mayor que la población general, aun cuando vivan en ciudades distantes. También se han
demostrado relaciones simbióticas madre-hijo, con madres sobreprotectoras (coadictas o
codependientes), hijos pseudoindependientes en su funcionamiento global, funcionamiento
familiar con relaciones muy cercanas y conflictivas en patrón de “empegotamiento”.
Una familia funcional se define como aquella en la cual hay reglas y límites claros,
consistentes, con jerarquías conservadas, patrones de comunicación adecuados y permeables,
con flexibilidad y adaptación adecuada cuando se presentan tensiones externas o internas que
comprometan su homeostasis. Esto tiene como conclusión que la terapia familiar,
principalmente la sistémica, es fundamental en el tratamiento efectivo de muchos de los
casos.
214
Psicoterapéutico
No había existido una integración entre la práctica, la teoría y la investigación de los trastornos
adictivos
1. El estudio de los estados del cambio del yo, por medio del proceso de recuperación,
con hincapié en los puntos de vista psicodinámicos acerca del concepto de
ambivalencia.
2. La aparición de la ambivalencia, la cual provee la infraestructura que explica la
resistencia a la abstinencia, al cambio del estilo de vida y a la recuperación por parte
de los adictos, y da herramientas mediante las cuales los psicoterapeutas pueden
manejar la contratransferencia que esto origina.
3. Finalmente, mostrar cómo el modelo de los estados de cambio ha sido utilizado con
gran éxito para potenciar significativamente la eficacia de los tratamientos
psicosociales y las políticas designadas para la prevención y para la reducción del
potencial de daños asociados con la adicción.
El principio básico de los estados de cambio es que la estructura del yo, al entrar en contacto
con una sustancia psicoactiva, pasa por cambios encaminados siempre a mantener el consumo
como la principal prioridad; entonces, dentro de este proceso el adicto se percata de las
consecuencias adversas psicológicas, físicas y sociales, hasta que las consecuencias negativas
predominan sobre las positivas. En este momento aparece el concepto ambivalencia, basado
en principios iguales al duelo que pasan los pacientes con cáncer para lograr la aceptación de
su enfermedad. Los estados del duelo que el paciente hace respecto a las sustancias y a los
patrones adictivos de comportamiento en sus diferentes fases son: primero, negación;
segundo, rabia; tercero, negociación; cuarto, depresión, y, por último, aceptación.
Farmacológico
Opiáceos
La desintoxicación depende de la droga que el individuo usa; se puede usar otra medicina que
tenga tolerancia cruzada y que mejore los síntomas de la supresión al corregir los mecanismos
que produce el síndrome de abstinencia. Uno de los mecanismos que desencadena este
215
síndrome es la hiperactividad inducida por la suspensión o disminución abrupta de una
sustancia en el locus coeruleus.
Al iniciar la terapia de sustitución con metadona (TSM) se deben tener en cuenta los objetivos
del paciente frente a la terapia, hacer un cálculo del consumo efectuado por el paciente en los
días previos al ingreso, la frecuencia, la ruta de administración, la gravedad de la dependencia,
la neuroadaptación que presenta a los opioides, el uso concomitante con otras sustancias
represoras del sistema nervioso central. Se les debe ofrecer atención psicosocial a todas las
personas que reciben TSM.
216
120 mg/día, debido a la tolerancia del paciente, aunque dosis mayores a 40 mg podrían ser
letales en un individuo no dependiente.
En intoxicación grave se puede usar la naloxona subcutánea 0,2 a 0,4 mg en 30 minutos, pero
el riesgo de la inducción de una abstinencia puede ser peor que la intoxicación misma, por lo
cual se requiere valorar el riesgo beneficio en este caso en particular. La clonidina es
ampliamente utilizada y su mecanismo de acción es disminuir y evitar toda la hiperactividad de
norepinefrina del locus coeruleus, y por último, se puede agregar un antagonista estilo
naltrexona, o disminuir el opiáceo de manera segura.
La metadona es efectiva por vía oral, su vida media es de 24 horas, por lo cual solo requiere
una sola dosis al día; la desintoxicación corta se realiza en menos de 30 días, la de largo plazo
consta de 30 a 180 días, y por último, la decisión de dejar la metadona de mantenimiento y
modo permanente corresponde a la imposibilidad de su retiro definitivo y se toma con el
equipo interdisciplinario.
La naltrexona se usa 50 mg/día o 100 mg cada dos días; su mecanismo de acción bloquea
indiscriminadamente todos los receptores opioides. Requiere pacientes muy motivados, que
estén también en un programa de clínica diurna, en psicoterapia individual o grupal, o en
programa de autoayuda de narcómanos anónimos, debido a que se requiere constancia en la
toma de este medicamento.
El tratamiento con clonidina de 0,6 hasta 2,0 mg/día puede causar hipotensión grave, por lo
cual en dosis altas su manejo es intrahospitalario; también se encuentran presentaciones
transdérmicas de liberación lenta. Para desintoxicaciones rápidas se pueden combinar la
clonidina y la naltrexona. También existe la desintoxicación ultrarrápida bajo anestesia; sin
embargo, es un procedimiento costoso, y si no es realizado por profesionales competentes
entrenados en esta técnica, los resultados pueden ser fatales. Otros medicamentos que
pueden ser usados son los antiinflamatorios no esteroideos, los antiespasmódicos y
antieméticos para el control de síntomas aislados.
217
Cocaína
La cocaína es un agente estimulante del SNC, que estimula todo el sistema dopaminérgico de
recompensa, reduce el flujo sanguíneo en la corteza y el metabolismo de la glucosa cerebral, lo
que ocasiona déficit cognitivo, alteraciones en el lenguaje, la memoria y la atención. La ruta de
administración influye mucho en sus efectos.
Sin embargo, los resultados del uso de todos estos medicamentos no son consistentes y se
presenta una gran cantidad de efectos secundarios. Según la medicina basada en la evidencia,
ninguno de estos estudios ha mostrado mayor utilidad en relación con el placebo en el
tratamiento a la adicción a la cocaína.
Psicosocial
218
reestructuración cognoscitiva y del comportamiento, que requiere, en definitiva, el adicto para
su recuperación.
A fondo
No dejes de leer
https://www.youtube.com/watch?v=1lxRkb7vX-c&t=258s
Psicosis por consumir drogas /Trastorno Psicótico Inducido por sustancias
https://www.youtube.com/watch?v=XmT8WtplA9I
Nuevas sustancias psicoactivas emergentes
219
https://www.youtube.com/watch?v=X7mcmGgv3h4
_______________________________________________
Enfermedades mentales en el anciano: delirium,
demencia y depresion
Introduccion
Cada día aumenta el número de ancianos en nuestra sociedad, porque la esperanza de vida se
ha alargado y estamos ante un fenómeno distinto en la Medicina, en el que la enfermedad
asienta sobre un organismo con unas características particulares que lo hacen más frágil. La
prevalencia de enfermedades crónicas aumenta en este grupo de la sociedad y la enfermedad
aguda incide de manera diferente a como lo hace en un adulto.
El envejecimiento es un proceso complejo, que afecta a todos los seres vivos y que responde al
tiempo vivido. Está influido por factores genéticos, ambientales, de experiencias pasadas
(enfermedades, profesión, hábitos), y genera una serie de cambios somáticos, psíquicos y
sociales distintos en cada persona, pero con patrones comunes.
En nuestros días es importante considerar que anciano se considera por convención a aquellas
personas que tienen más de 65 años. Sin embargo, las personas de menos de 75 años suelen
encontrarse en un estado de salud y de independencia más parecida a los adultos de 50 años,
y los verdaderos ancianos (llamados hoy ancianos más ancianos) son los mayores de 75-80
años, en los que está presente con normalmente la dependencia y las enfermedades que la
han generado y que requieren una mayor atención a la fragilidad. Por tanto, es necesario
considerar esta separación en el estudio de este grupo de personas.
Para atender médicamente a una persona de edad avanzada hemos de tener en cuenta que su
organismo es más frágil debido a:
220
• Cambios fisiológicos asociados al envejecimiento: disminución de tamaño cerebral por
atrofia que no lleva necesariamente asociada un deterioro clínico, pérdida neuronal,
placas seniles y lesiones isquémicas, disminución de los neurotransimisores y de la
sensibilidad de los receptores.
• Cambios fisiológicos causados por enfermedades subyacentes renales, hepáticas,
cardiovasculares, endocrinas, etc., que hacen que el equilibrio habitual no siga los
mismos parámetros.
• Influencia de medicaciones que hayan sido indicadas por los distintos especialistas.
• Contexto social: dificultades sociales y adaptativas, uso excesivo de los servicios
médicos.
• Situación personal del paciente: cambios psicológicos, alteración de la memoria y de la
personalidad.
Por todos estos motivos hemos de ser muy cuidadosos al hacer la historia clínica, Entrevista y
evaluación del enfermo psíquico), que en la persona anciana realizaremos completa, para
tener muy clara la situación y presentes todos los factores que entran en juego:
Motivo consulta. Hemos de conocer sus principales quejas o qué es lo que molesta, para
resolverlo, aunque no sea ese el problema principal. Quién ha decido venir y por qué. Qué le
gustaría arreglar, qué es lo que le preocupa o molesta.
Historia personal. Aunque pueda parecer inútil es conveniente conocer la historia personal
para que salgan datos que de otra manera no conoceríamos. Matrimonio, sexualidad pasada y
actual, vida social (relaciones, asociaciones, etc.… acontecimientos vitales relevantes a lo largo
de la vida, filosofía de vida, contexto religioso, escala de valores, proyectos de futuro,
esperanzas y miedos.
Vida actual. Horario, tiempo de ocupaciones (laboral, ocio, aficiones, otras relaciones
familiares y sociales, preocupaciones, ilusiones, intereses.
221
Exploración somática y pruebas complementarias. Es importante conocer el estado actual y
realizar las pruebas que se consideren necesarias.
Factores sociales. Situación social, quién cuida de él, atención que recibe de los hijos, situación
económica, elaboración de los duelos tras la muerte del cónyuge c de personas cercanas,
limitaciones sociales.
Entrevista con familiares y/o informadores externos. Que es fundamental para conocer datos
que se nos pueden haber pasado por alto.
Juicio dinámico.
Diagnóstico/Diagnóstico diferencial.
Pronóstico.
Orientación terapéutica:
En cualquier caso, debemos estar atentos ante algunas dificultades que pueden presentarse al
evaluar a estos pacientes:
222
Delirium
En castellano puede llevar a confusión, pues el origen latino de la palabra delirium es equívoco
para dos significados: delirio y delirium. No es necesario estar delirando ni tener ideas
delirantes para tener un delirium.
Concepto
Es un síndrome orgánico cerebral de etiología no específica, habitualmente plurietiológico y
reversible, caracterizado por alteraciones concurrentes de la conciencia, la atención, la
percepción, el pensamiento, la memoria, el comportamiento psicomotor, las emociones y el
ciclo sueño vigilia. De carácter agudo o subagudo su duración es variable y el grado de
afectación varía de leve a muy grave. Lo sufren el 5-15% de los pacientes ingresados en
unidades médicas o quirúrgicas y 20-30% de los ingresados en la Unidad de Cuidados
Intensivos (UCI). Puede verse a cualquier edad, pero es más frecuente en niños y ancianos, así
como en pacientes con daño cerebral que se encuentren hipoestimulados por las
circunstancias de su enfermedad o por déficits sensoriales.
Características clínicas:
El diagnóstico sindrómico se establece con los datos de la historia, pero puede usarse algún
medio específico como el Confusion Assessment Method o Delirium Rating Scale. El
diagnóstico diferencial es también clínico y, aunque no es difícil, es importante realizarlo de
manera detenida y atenta para descartar la presencia de Demencia, Psicosis funcional o
Depresión (Tabla 20-2).
223
Etiología
Casi cualquier problema médico o quirúrgico puede dar origen al delirium y hasta un 5-20%
queda sin filiar. Suele ser multifactorial y participan precipitantes que actúan sobre un cerebro
vulnerable. Aunque las causas pueden ser muchísimas, es de particular interés detectarlas
pues son fácilmente tratables.
Factores de vulnerabilidad. Entre estos factores están la edad avanzada, el deterioro cognitivo
previo, las enfermedades crónicas, la disminución de estímulos sensoriales (UCI, inmovilidad,
inactividad, atendido por personas no conocidas), el insomnio, el dolor, la enfermedad
psiquiátrica previa y la falta de apoyo social.
Factores precipitantes. Entre las mismas se encuentran una patología del sistema nervioso
central (traumatismo, lesión vascular, lesiones ocupantes de espacio, tensión intracraneal,
epilepsia, migraña), las alteraciones metabólicas (renales, hepáticas, hematológicas,
endocrinopatías, ácido tolico, los déficits vitamínicos [B12, B1 y otras], hidroelectrolitos,
equilibrio ácido-base), las alteraciones cardiopulmonares, los fármacos, las enfermedades
sistémicas (oncológicas, infecciosas, traumatismos, postoperatorios), los tóxicos y las
infecciones (más si son cerebrales, del tracto urinario o de las vías respiratorias).
Exploración en el delirium. Hay que realizar una anamnesis (donde consten los datos
generales, el estado mental previo, los antecedentes personales, las enfermedades
concomitantes, los fármacos que está tomando, las constantes vitales, el balance de líquidos,
el registro de deposiciones y las analíticas recientes, el consumo de tóxicos, etc.), una
exploración del estado mental y una física. Además, se han de llevar a cabo diversas pruebas
complementarias (analítica [hemograma, ionograma, urea, creatinina, VSG, pruebas de función
hepática, perfil tiroideo], anormales y sedimento de orina, urocultivo si se detecta infección).
De acuerdo con la historia, en la exploración y en la evolución puede ser de utilidad el
electroencefalograma, el electrocardiograma, la radiografía de tórax, el ácido fólico, la B12, la
serología de sífilis, la gasometría arterial, la punción lumbar, los autoanticuerpos, los tóxicos en
sangre y orina, las porfirinas, los hemocultivos, el calcio, el fósforo y la imagen cerebral.
Pródromos. Son los síntomas inespecíficos, como disforia, ansiedad, insomnio o hiperactividad
autonómica. Lo pueden detectar mejor los acompañantes o el personal de enfermería que le
ven nervioso o con trato desagradable.
Tratamiento
En primer lugar, ha de ir dirigido a resolver la causa que lo está provocando, pero en muchas
ocasiones esto no es posible porque no se establece una única causa hacia la que dirigir el
tratamiento. En cualquier caso, ante un paciente con delirium hemos de repasar todos sus
225
antecedentes para intentar detectar los posibles orígenes, desencadenantes, agravantes y
perpetuantes e intentar disminuir su incidencia resolviendo el problema.
Cuando etiológicamente no puede hacerse más o la situación clínica del paciente demande
una intervención de urgencia se tratará el delirium sintomáticamente con pscofármacos y
conductualmente para proporcionar un tratamiento de soporte. Actualmente no hay ningún
fármaco aprobado para el tratamiento del delirium, pero es de ordinaria administración el uso
de neurolépticos a dosis bajas (haloperidol, tiapride, risperidona, olanzapina, quetiapina y
otros) con efectos muy beneficiosos.
Demencia
Concepto
Es un síndrome debido a una enfermedad adquirida del cerebro (diferencia con el retraso
mental), generalmente de naturaleza crónica o progresiva, generalmente irreversible, en la
que conservándose la conciencia (diferencia con el delirium), hay un déficit de múltiples
funciones corticales superiores, entre ellas la orientación, la memoria, el pensamiento
(planificación, organización, procesamiento general de la información, la comprensión, el
cálculo, la capacidad de aprendizaje, el lenguaje y el juicio). El deterioro cognitivo suele
acompañarse, y puede ser de los primeros síntomas en manifestarse, de una alteración en el
control emocional con labilidad o irritabilidad, del comportamiento social con inadecuaciones
o de la motivación con apatía. Estarán alteradas dos o más de estas áreas y con una intensidad
suficiente como para interferir en las actividades de la vida diaria y disminuir su rendimiento
social o laboral, a pesar de que el paciente niega o disimula estos cambios (diferencia con la
depresión) y son los familiares los que los refieren o traen al paciente a la consulta.
Clínica
226
• Pérdida de memoria (amnesia).
• Deterioro del lenguaje, con dificultad para nombrar objetos (anomia), comprender o
emitir el mismo (afasia).
• Pérdida de la destreza motora, con incapacidad para imitar posiciones de las manos,
caminar o vestirse (apraxia).
• Deterioro de la capacidad de procesar la información sensorial, con imposibilidad para
el reconocimiento de estímulos o caras de los familiares (agnosia).
• Disminución de la capacidad de juicio y en la resolución de problemas (abstracción).
• Deterioro de la capacidad de cálculo (acalculia), lectura (alexia) o escritura (agrafía).
Etiología
Las causas son múltiples, algunas son secundarias a causas tratables y, por lo tanto, hacen
posible la reversibilidad del síndrome, pero la mayoría de las demencias no lo son.
227
• Enfermedades neurodegenerativas. Parkinson, Huntington, parálisis supranu-clear
progresiva, Pick, Wilson, Hallervorden- Spatz, leucodistrofia metacro-mática,
degeneración olivopontocerebelar, degeneración espinocerebelar, esclerosis lateral
amiotrófica.
• Enfermedades infecciosas. Síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA),
Creutzfeld-Jacob, encefalitis vírica, sífilis, meningitis bacteriana crónica, meningitis
criptocócica, síndrome de Behfet, leucoencefalopatía multifocal progresiva.
• Déficit nutricionales. Tiamina, B12, zinc, folatos, pelagra.
• Trastornos metabólicos. Hipoglucemia, leucodistrofias, hipertiroidismo, hipo-
tiroidismo, Cushing, insuficiencia renal grave, insuficiencia hepática, hipopa-
ratiroidismo e hiperparatiroidismo.
• Anoxia.
• Enfermedades inflamatorias crónicas. Lupus eritematoso sistémico, vasculitis in-
tracerebral, esclerosis múltiple, Whipple.
Diagnóstico
Para establecer el diagnóstico del síndrome de demencia es necesaria una buena historia
clínica, tests de funciones cognitivas y exámenes complementarios (análisis, imagen cerebral,
necropsia). Nos ayudarán las escalas para valorar de manera objetiva el deterioro cognitivo
(Mental State Examination [MMSE]) (Tabla 20-3) y otras más específicas del síndrome
demencial o del tipo de demencia. Aunque el diagnóstico es eminentemente clínico, no puede
establecerse un diagnóstico de certeza hasta tener la necropsia del cerebro.
Hemos de descartar la presencia de causas reversibles o que estemos ante un proceso normal
de envejecimiento. Lo realizaremos basándonos en la clínica y su forma de aparición.
Tratamiento
Demencia reversible. Terapia adecuada para la causa (por ejemplo, vitamina B12 en el déficit
de ésta).
Demencia irreversible. En este caso, el tratamiento puede ser farmacológicos ya sea etiológico
o sintomático, y no farmacológico.
Farmacológico etiológico. Hay distintos fármacos en uso con una eficacia contrastada, pero
que no detienen el avance de la enfermedad, sino que ralentizan los síntomas cognitivos. En
general, su uso es eficaz para los síntomas conductuales y psicológicos de la demencia y se
emplean, sobre todo, en las formas de tipo Alzheimer:
228
• Farmacológico sintomático. En el que podemos distinguir:
Depresión
Concepto
229
La depresión en el anciano tiene unas características particulares que hay que conocer para
que en la práctica clínica del médico de familia no pase desapercibida o se le atribuyan otros
diagnósticos. Según las proyecciones del Banco Mundial en 1990 el 18% de la población
mundial era mayor de 65 años y en el 2030 será el 30%. Por lo tanto, en los llamados países
desarrollados será mucho más. De acuerdo con el estudio podemos afirmar que la prevalencia
de la Depresión, según los distintos estudios y poblaciones se encuentra entre un 8,8% y un
23%.
Clinica
En estos casos, lo habitual es que los síntomas sean poco intensos e inespecíficos y pueden
manifestarse de diferentes maneras, como aumento de la ansiedad o de lis preocupaciones,
agitación, irritabilidad, quejas somáticas, trastornos del sueño, disminución del apetito,
cansancio, pérdida del apetito, disminución de la concentración o dificultades con la memoria,
autojustificación de su estado depresivo asociación de un sentimiento de culpa, conductas
regresivas, tendencia al aislamiento descuido personal, alteración de la motricidad, agitación,
aumento de la frecuencia de rasgos psicóticos, elementos paranoides y delirios. Así, en
general, se presenta coz. menor tristeza, mayor riesgo de suicidio y menor variación diurna del
humor que en la depresión del adulto. La presencia de ansiedad es frecuente y se asocia con
una peor respuesta al tratamiento antidepresivo.
Etiología
Siguiendo el modelo bio-psico-social de Engel, hemos de tener en cuenta distintos aspectos a
la hora de abordar el estudio de la depresión en el anciano: los tutores biológicos, los
psicológicos y los sociales.
Factores psicológicos
Son varios los que pueden interactuar y entre ellos destacan:
230
• Aprendizaje defectuoso durante la edad adulta para elaborar las pérdidas.
• Estereotipos sociales sobre el anciano.
• Reestructuración adaptativa. Jubilación, cambio del papel en la sociedad y en la
familia, pérdidas de ingresos económicos, etc.
• Existencia de trastornos de personalidad. Un tercio de los ancianos con depresión
presentan de manera comórbida un trastorno de personalidad del grupo C (ansioso,
dependiente, anancástico).
• Factores sociales
• Podemos citar:
• Muertes de familiares y de amigos cercanos.
• Enfermedad propia, en familiares o amigos.
• Jubilación.
• Cambio de residencia motivado por las circunstancias familiares o personales.
• Disminución del apoyo social porque se ha reducido su grupo de relaciones sociales, de
amistades laborales, etc.
• Problemas económicos.
• Vida familiar. En el hombre la viudedad o soltería, y en la mujer permanecer casada.
• Los factores de riesgo para padecer una depresión durante la ancianidad son los
siguientes:
• Antecedentes familiares de depresión, más si es durante la ancianidad.
• Enfermedad médica en la que se produce además una mala adaptación y un
inadecuado entendimiento de los síntomas con exageración de los mismos.
• Disminución de la funcionalidad.
• Exceso de medicación con polifarmacia de los que habitualmente varios fármacos son
depresógenos.
• Déficits sensoriales: pérdida de la agudeza visual y disminución de la audición, etc.
• Antecedentes personales de episodio depresivo.
• Alcoholismo.
• Ansiedad.
• Trastornos de personalidad.
• Acontecimientos vitales estresantes: muertes cercanas, enfermedades, jubilación,
cambio de domicilio, disminución del apoyo social, circunstancias conyugales de
viudedad o soltería.
231
También el médico tiene dificultades en sí mismo que le obligan a estar atento para ser capaz
de diagnosticar depresión en un anciano:
• Escasez de tiempo.
• Tener el falso concepto de que la depresión es un estado inherente al anciano, como si
fuera normal tener depresión por el hecho de tener unos determinados años.
• Distancia emocional con el anciano que ha vivido y tiene actualmente muchas
vivencias de las que el médico, que habitualmente es bastante más joven que él.
difícilmente puede hacerse cargo; las circunstancias serán siempre diferentes porque
el joven nunca ha pasado por la ancianidad aunque haya atendido a muchos pacientes
ancianos.
• Las clasificaciones internacionales no incluyen unos parámetros específicos pan
diagnosticar la depresión en el anciano.
• Las escalas de uso habitual no son válidas para el anciano y ha de especializarse en
aplicar las que son más específicas y sensibles. Las más utilizadas son la Geriatric
Depressíon Scale y la propia escala de Hamilton para la depresión, aunque ésta última
no es muy recomendable en ancianos.
• Puede confundirse o que le pase desapercibida por la existencia de enfermedades
comórbidas. Cuando éstas estén presentes, puede ayudarnos tener en cuenta la
presencia de antecedentes personales de depresión, la presencia de síntomas er. el
área cognitiva y emocional, el empeoramiento matutino, la falta de respuesta al
tratamiento de unos determinados síntomas, excesivo malestar subjetivo
desproporcionado con el que sería habitual en esa enfermedad.
• Trastorno bipolar. Se inicia a esta edad en el 10% de los casos. Descartar or-ganicidad
si no hay antecedentes. La fase maníaca en ancianos es más difícil dr distinguir de
demencia y delirium por mayor presencia de confusión, irritabilidad, agitación, ideas
paranoides o disforia.
• Depresión mayor. Frecuente aparición de quejas de deterioro cognitivo.
• Distimia. Menos grave y generalmente ha empezado en etapas anteriores.
• Trastorno adaptativo depresivo.
Las exploraciones complementarias que han de realizarse son la función tiroidea, la vitamina
B-12 y el ácido fólico, el lúes, el electroencefalograma, el electrocardiograma y la tomografia
computarizada o la resonancia magnética cerebral cuando sea posible.
232
dosis terapéutica para conseguir la mejoría de los síntomas. En caso de ineficacia, es preferible
cambiar de fármaco que buscar asociaciones.
https://www.youtube.com/watch?v=LmU7yy6k-BA
Trastornos mentales Tercera Edad - Conci Carpinella- Salud + Deportes - PGM 32 B 02
https://www.youtube.com/watch?v=9ySWKUHamRA
¿Qué es la demencia? - Video animado
https://www.youtube.com/watch?v=LIQp0JBPRMc
Estados de ansiedad
Características propias del anciano y etiología
233
La ansiedad en el anciano se presenta más habitualmente como síntoma que acompaña el
proceso general y a otras enfermedades, aunque puede hacerlo como una enfermedad
específica. La prevalencia de los trastornos de ansiedad es menor que en el adulto y oscila
entre 5,5% y el 10,2% de los mayores de 65 años, según distintos estudios, pero la prevalencia
de los síntomas de ansiedad no estructurados como un trastorno específico es muy alta y difícil
de medir estadísticamente.
Típica. Puede ser sintomática, esto es, con la sintomatología habitual de ansiedad igual que en
el adulto, y paucisintomática, que tiene las mismas características que la anterior, pero de
menor intensidad.
Atípica. Puede presentarse con referencia a malestar general indefinido; miedo o temor
desconocido; sensación de inestabilidad, hiperactividad, con inquietud , gritos; exceso de
demanda de atención, y síntomas somáticos.
Aunque los síntomas de ansiedad en el anciano son menos intensos que en el adulto, la
gravedad es la misma por la incapacidad que generan.
Tabla 20-4. Aspectos médicos, sustancias y fármacos relacionadas con la presencia de ansiedad
en el anciano
Enfermedades médicas
Sustancias
Fármacos
Miedos objetivos. El miedo del paciente puede estar proporcionado, porque realmente
existan situaciones que le amenazan (dificultades económicas, inseguridad ciudadana, soledad,
falta de atención, capacidad de resolución de conflictos mermadas, defectos sensoriales,
pérdida de reflejos, etc.).
Sustancias farmacológicas. No hay que descartar las sustancias que pudiera tomar
(anticolinérgicos, cafeína, etc.) o que se encuentran en retirada (alcohol, benzodiacepinas).
Tratamiento
235
El tratamiento es similar al del adulto y se puede abordar desde distintos ámbitos, aunque es
bueno conjugarlos siguiendo el modelo bio-psico-social adecuándose a las circunstancias de
cada paciente.
Biológico. Una vez controladas las enfermedades comórbidas, se pueden utilizar diversos
fármacos:
• Benzodiazepinas. Muy efectivas, pero han de usarse con precaución para evitar la
dependencia y teniendo en cuenta que en los ancianos los efectos secundarios
(somnolencia, cansancio, alteraciones de la memoria) son mayores. También la vida
media de las benzodiazepinas es mayor en los pacientes ancianos y pueden
acumularse.
• Antidepresivos. Con el mismo uso que en los adultos, pero adaptando la dosis.
• Neurolépticos. En situaciones resistentes y graves, debiendo adecuar el uso por el
perfil de efectos secundarios e interacciones.
• Otros. Buspirona, gabapentina, betabloqueantes y antihistamínicos.
Social. Hay que atender esta área vital del paciente ayudándole a él y a sus cuidadores a
afrontar las carencias o factores estresantes.
Insomnio
Características particulares en el anciano
El insomnio es más frecuente en la población anciana que en cualquier otro grupo de edad,
presentan más alteraciones en los patrones del sueño y consumen más hipnóticos. Aunque es
normal que necesiten menos horas de sueño para que este sea reparador y el patrón varía
respecto al adulto (Tabla 20-5) no hemos de confundirnos a la hora de evaluar el sueño de los
pacientes ancianos y valorar todos los factores que entran en juego buscando una orientación
terapéutica que consiga un sueño apacible, duradero y reparador.
Para evaluarlo, además de la satisfacción del paciente con su sueño, le preguntaremos por la
fatiga y las siestas diurnas, y podemos obtener información de su familia que puede percibir
ronquidos, patrones respiratorios o conductas extrañas. Hemos de conocer todas las
enfermedades que padece el paciente, la medicación que toma en ese momento y las
sustancias que consume habitualmente (alcohol, herbolario, etc.
Tipos de insomnio
Insomnio primario. No guarda relación con otra enfermedad Insomnio secundario. Porque está
relacionado con otras enfermedades o con factores diversos
236
4. Dolor crónico.
5. Nicturia.
2. Patrón de sueño.
Tratamiento
Tabla 20-6. Reglas básicas para una buena higiene del sueño
237
Psicosis
Características particulares en el anciano
Es difícil establecer datos de prevalencia de psicosis por la gran frecuencia con que otros
trastornos se presentan con síntomas psicóticos. Algunos estudios cifran la prevalencia en
tomo al 2% de ancianos que padecen psicosis y hay que tener en cuenta que en las últimas
etapas de la vida confluyen diversos orígenes para generar una alta prevalencia:
Esquizofrenia de inicio tardío. Se llama así cuando comienza entre los 45-60 años. Es más
frecuente en mujeres y la prevalencia de la de tipo paranoide es mayor, las alucinaciones más
abundantes y vivas que las que presentan los pacientes ancianos con esquizofrenia de inicio
precoz, pero los síntomas negativos y el aplanamiento afectivo son menores. En la actualidad,
se valora una nueva entidad, la psicosis de tipo esquizofrénico de aparición tardía que se
caracterizaría por un inicio más allá de los 60 años, con presencia de fenómenos delirantes que
se acompañan de alucinaciones predominantemente auditivas en ausencia de trastornos
cognitivos y de trastornos afectivos significativos.
Trastorno de ideas delirantes. El anciano presenta ideas delirantes que pueden ser muy
variadas, pero que frecuentemente son de tipo persecutorio o somáticas y se producen en
personas vulnerables que se encuentran sometidas a estresores que actuarían como factores
precipitantes (pérdida del cónyuge, fin de la etapa laboral, aislamiento social, agravamiento de
las dificultades económicas, incidencia de una enfermedad médica, intervención quirúrgica,
problemas sensoriales, etc.). No suelen presentar alucinaciones, pero sí interpretación
delirante de la realidad. Se conserva capacidad de juicio para los aspectos que no afectan el
contenido delirante y guarda cierta relación con la personalidad previa (suspicacia,
introversión, sociabilidad disminuida) y los déficits sensoriales, pues al no percibir bien la
realidad la interpretan.
Es muy importante, y puede ser urgente, filiar el origen de la sintomatología psicótica, pues
será guía de otros procesos que requieran una rápida intervención para salvaguardar la vida
238
del paciente. Descartados estos procesos, es necesario conocer con exactitud qué enfermedad
psiquiátrica es la que origina la sintomatología para aplicar el tratamiento específico y no sólo
sintomático. Los procesos somáticos más importantes que pueden causar una sintomatología
psicótica se exponen en la tabla 20-7.
Tratamiento
El tratamiento de la psicosis en los ancianos ha de abordarse de acuerdo con el modelo bio-
psicosocial propuesto por Engel, pues al ser pacientes más frágiles hemos de cubrir todos los
frentes que puedan ocasionar descompensaciones.
Farmacológico. Son muy útiles los neurolépticos a dosis más bajas que las habitualmente
necesarias para el tratamiento de estos trastornos debido a las características del metabolismo
del anciano. Debe empezarse por los atípicos y considerar detenidamente el perfil de efectos
secundarios.
Psicoterapia de apoyo. Es necesario que el anciano sepa qué es lo que ocurre, que
consideramos lo que nos cuenta y que afrontamos sus sufrimientos.
Tabla 20-7. Procesos somáticos que pueden ser causa de sintomatología psicótica en el
anciano
Asistencia social. La ideación delirante puede causar que el paciente se encierre en casa, que
descuide su higiene y su nutrición, que ataque a sus supuestos agresores, etc., por lo que es
necesario que se les ayude en este ámbito tanto si viven en su domicilio como si lo hacen en
una institución.
Suspicacia
Puede ocurrir que, sin llegar a presentar sintomatología psicótica, el anciano presente una
desconfianza y una cautela exagerada ante el médico, la familia y los amigos. Suele
presentarse asociada al deterioro cognitivo, la disminución de estrógenos y los déficit
neurosensoriales. La temática puede ser de agresión, persecución o somática (cáncer, parálisis
intestinal, etc.).
239
Abuso de sustancias
Se trata de un problema cada vez más extendido en personas mayores de 60 años, sobre todo
en lo relacionado con el alcohol y los fármacos, que comenzó en la juventud o en la edad
adulta. En general, es un problema infravalorado que origina múltiples problemas secundarios
y complicaciones médicas, psicológicas y sociofamiliares. Las toxicomanías de las drogas no
legales son menos habituales, pero también hemos de considerarlas.
Tabla 20-8. Actitud médica para prevenir la conducta agresiva y violenta del anciano suspicaz
• Ayudarle a expresar el temor que tiene, cuál es el objeto o situación que lo causa y la solución que
propone.
• Mostrar Interés por atender su demanda y resolver sus quejas.
• Distraer su atención intentando focalizarla en personas u objetos que le den confianza.
• Hablarle de forma tranquila y sosegada, pero teniendo en cuenta posibles defectos en la audición.
• Dirigirse al anciano en términos simples, claros y concisos; con firmeza y delicadeza a la vez.
• Comunicar lo que deseamos que haga, Intentando adecuarnos a sus expectativas.
• Evitar discutir, defenderse, gritarle, agarrarle o cualquier conducta que pueda Interpretar como
agresiva.
• Evitar el lenguaje corporal y gestos amenazadores (como los puños cerrados, aspavientos con los
brazos, etc.).
• Moverse despacio, de forma que pueda seguirnos con la mirada, que sepa qué vamos a hacer y
respetando el espacio del anciano. En ocasiones una caricia afectuosa, cogerle la mano o pasar el
brazo por los hombros puede resultar tranquilizador para él; hay que conocer bien al anciano para
saber cual es la conducta más adecuada.
• Mantenerse a una distancia prudencial del anciano agitado hasta que se disponga de ayuda,
procurando que no se dañe por golpes, arrancamiento de vía, etc.
• Ningún miembro del personal debe Intentar controlar en solitario al anciano agitado, aunque sea de
complexión pequeña.
• Puede ser necesario en último caso la sujeción mecánica que se hará valorando el riesgo/beneficio y
siguiendo el protocolo de seguridad de cada centro.
En el caso de los fármacos, suele deberse a una prescripción poco cuidadosa que no ha
remarcado la pauta o la dosis máxima.
Alcoholismo
Los factores que se han relacionado más claramente con el alcoholismo son el abuso de
fármacos y el alcoholismo previo. Para diagnosticarlo, hay que considerar. y puede hablarnos
de un síndrome de dependencia del alcohol el aspecto descuidad»: del paciente, escasa
higiene personal, depresión, desnutrición, caídas, los habitúales signos externos del consumo
de alcohol (arañas vasculares, eritema palmar, etc.), problemas gastrointestinales y, en los
pacientes ingresados, la aparición de delirium.
Hemos de realizar la historia clínica completa con el paciente y, además, con un informador
externo que conozca bien sus hábitos. Pueden presentar complicaciones como la encefalopatía
de Wernicke y síndrome de Korsakoff. Es importante conocer si el alcoholismo es primario o
240
secundario a otros problemas psiquiátricos, como ansiedad o depresión, o problemas sociales
como abandono, soledad, taita de recursos económicos, etc.
Fármacos
Los fármacos de los que más abusan los ancianos son analgésicos, los ansiolíticos y los
hipnóticos. Este consumo ha de orientarnos hacia la existencia de un problema de dolor
importante, ansiedad o problemas con el sueño. Hemos de ser prudentes a la hora de
retirarlos para no provocar un síndrome de abstinencia y, aunque busquemos la mejor opción
terapéutica, a veces habrá que tolerar un consumo elevado que permita controlar la
sintomatología.
Hipocondría
Es la creencia de que padecen una o más enfermedades graves al interpretar de manera
exagerada de signos fisiológicos o síntomas físicos leves. Tras la exploración y de pruebas
indicadas puede ser que observe algún hallazgo, pero no será relevante ni suficiente para
explicar la gravedad ni la extensión. Esta creencia no alcanza la intensidad de las ideas
delirantes, pero es conveniente realizar el diagnóstico diferencial.
Los síntomas que más preocupan a los ancianos son el estreñimiento, la dificulta para comer,
los problemas gástricos, el dolor abdominal y el dolor genitourinario. Es frecuente que estas
molestias sean exageraciones de síntomas leves y, como habitualmente el paciente es
indiferente a las aseguraciones por parte del médico de que los síntomas no deben asustarle,
hemos de preocupamos con él y darle una solución proporcionada para su problema.
Tiene particular interés detectar cuál puede ser el origen o los distintos aspectos que
contribuyen a generar síntomas hipocondríacos para afrontarlos y resolver la causa primaria.
Estos son:
241
• Le aseguraremos un compromiso profesional de tratamiento, que no le
abandonaremos, pero que ha de seguir nuestras indicaciones para que la evolución
sea buena.
• Disminuir el estrés de la familia que puede estar preocupada por si existe una
enfermedad grave o está cansada de las quejas.
• Hacer de la familia la unidad de soporte social, dándoles pautas concretas de
actuación, un protocolo de actuación para remediar los leves síntomas y disminuir las
quejas.
• Reducir la ansiedad, la ira y la frustración del profesional de la salud que ha de
separarse de la situación y percibir con objetividad que hay un problema, aunque no
sea de índole física, y es para ese problema para el que le han solicitado su ayuda
profesional.
242