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Benemerita Universidad

Autonoma de Puebla
Facultad de Ciencias Quimicas
Licenciatura en Quimica
farmacobiologo

Epidemiologia
Dra. Estibaliz Sansinenea
Royano

DEPRESION

Brenda Lopez Linares


Octubre 2020
La depresión es una enfermedad frecuente
en todo el mundo, y se calcula que afecta
a más de 300 millones de personas. La
depresión es distinta de las variaciones
habituales del estado de ánimo y de las
respuestas emocionales breves a los
problemas de la vida cotidiana. Puede
convertirse en un problema de salud serio,
especialmente cuando es de larga
duración e intensidad moderada a grave, y
puede causar gran sufrimiento y alterar las actividades laborales, escolares y
familiares. En el peor de los casos puede llevar al suicidio. Cada año se suicidan
cerca de 800 000 personas, y el suicidio es la segunda causa de muerte en el
grupo etario de 15 a 29 años.
La depresión es un trastorno mental frecuente, que se caracteriza por la presencia
de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de
autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de
concentración.

Para los griegos cualquier enfermedad era explicada por su teoría de los humores,
que dicho sea de paso, gozó de una gran aceptación hasta el siglo XVII. El
precursor fue Empédocles (490-430 a.C.) que estableció el término de “eutimia” o
humor normal que equivalía a la salud en estado pleno.
Para Hipócrates la melancolía (término usado para hablar de depresión) era una
alteración de la bilis negra. Es muy posible que la asociación de la depresión con
la bilis negra tuviera que ver con la observación de los vómitos de algunos
enfermos. En aquella época el uso de eméticos y purgantes era muy común.
Una de las más graves complicaciones que se pueden derivar de una depresión
es el suicidio, bastante frecuente en la época griega, sin embargo este hecho no
fue vinculado con la depresión hasta el siglo XVII.
Junto al término de melancolía acuñado por Hipócrates, apareció en el siglo V el
término “Acedía”. Aparece por primera vez en el siglo V, en el libro “Sobre el
espíritu de la Tristeza” escrito por un monje italiano llamado Juan Cassien. Para
este monje la acedía era un estado de angustia del corazón de los hombres
virtuosos, que sufrían el doloroso vicio de la tristeza.
Uno de los médicos más famosos del mundo árabe, Isaac ibn Imran, escribió en el
año 800 un libro sobre la melancolía, que habría de influir notablemente en los
médicos de la edad media, que en muchos aspectos iban a remolque de sus
enemigos sarracenos.
En su obra “De Melancolía” (1558) el catedrático granadino, Pedro de Mercado,
presenta una marcada influencia de la religión en sus ideas. Considera que el
diagnóstico de la melancolía corresponde al teólogo, aunque luego sean los físicos
(médicos) los que se encarguen de su tratamiento. En esa época, tan influida por
el temor al diablo, era célebre la frase: “El demonio se alegra con el humor
melancólico de una persona”.
De la mano del psiquiatra francés, Jean Etienne D. Esquirol (1772-1840), la
melancolía y la manía, pasan a formar parte del campo de la medicina y ser
consideradas como enfermedades mentales independientes de otras alteraciones
mentales con las que frecuentemente se mezclaban
Hay bastante consenso mundial, en considerar que con el psiquiatra alemán Emil
Kraepelin (1856-1926) nace la psiquiatría moderna. A principios del siglo XX,
Kraepelin describe una de las más graves enfermedades mentales, la psicosis
maniaco depresiva, que hoy en día conocemos como trastorno bipolar.
Con este autor, el término depresión se consagra como sinónimo de enfermedad,
mientras que el término melancolía lo reserva para pacientes ancianos, que
presentan un cuadro depresivo de inicio tardío y especialmente grave.
Actualmente La depresión es una enfermedad catalogada según el “Manual
Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales”, como un estado del ánimo
depresivo en la mayor parte del día, con disminución considerable del placer o
interés por las actividades que antes disfrutaba.

Las causas de la depresión son variadas, pero la bioquímica puede ayudar a


explicar algunos casos. Las personas deprimidas muestran niveles muy altos de
cortisol (una hormona) y de varios agentes químicos que actúan en el cerebro,
como los neurotransmisores serotonina, dopamina y noradrenalina. Estos niveles
pueden estar elevados por motivos hereditarios
Otros factores pueden ser la pérdida de un trabajo, o la falta de capacidad de
adaptación a determinados cambios. A pesar de que no se sabe exactamente qué
provoca la depresión existen diversos factores identificados como los
desequilibrios de los neurotransmisores del cerebro.
Según se recoge en la Guía de Práctica Clínica sobre el Manejo de la Depresión
en el Adulto, la depresión es un proceso multifactorial y complejo cuya
probabilidad de desarrollo depende de un amplio grupo de factores de riesgo, sin
que hasta el momento haya sido posible establecer su totalidad ni las múltiples
interacciones existentes entre ellos.
 La prevalencia e incidencia de los trastornos depresivos es mayor en
mujeres que en hombres, comenzando en la adolescencia y manteniéndose
en la edad adulta.
 Las enfermedades crónicas, tanto físicas como mentales y la posible
asociación con el consumo de alcohol y tabaco también son factores de
riesgo importantes.
 Se ha observado que pacientes, fundamentalmente varones, con
antecedentes de ataques de pánico, tienen mayor riesgo de desarrollar
depresión mayor.
 Se ha descrito una asociación entre migraña y depresión, de manera que
los pacientes con depresión mayor presentaban mayor riesgo de sufrir
migraña y a su vez, los que presentaban migraña (no otro tipo de cefalea)
tenían mayor riesgo de depresión mayor.
 Uno de los acercamientos más frecuentes en la investigación de los genes
implicados en el desarrollo de la depresión es el análisis del papel de las
monoaminas. De entre todas las variantes genéticas estudiadas, un factor
que podría influir en su desarrollo es la presencia de un polimorfismo del
gen que codifica el transportador de la serotonina, lo que produciría una
disminución del transporte de este neurotransmisor.
 La presencia de enfermedad cardiaca y diversas patologías endocrinas,
como la diabetes, el hipo o hipertiroidismo, el síndrome de Cushing, la
enfermedad de Addisson y la amenorrea hiperprolactinémica, parecen
aumentar el riesgo de depresión.
 Los familiares de primer grado de pacientes con trastorno depresivo mayor
tienen el doble de posibilidades de presentar depresión que la población
general, proporción también importante en los de segundo grado

Típicamente, “la depresión se caracteriza por períodos


prolongados, superiores a dos semanas de ánimo bajo y
apatía, pero presenta una amplia variedad de síntomas que
Sánchez-Cabezudo describe:
 Afectivos: tristeza, ansiedad, irritabilidad, incapacidad
para disfrutar, pensamientos suicidas, desesperanza o
culpa.
 Cognitivos: indecisión, olvidos o pérdida de
concentración.
 Somáticos: fatiga, cambios en el apetito o peso, insomnio, hipersomnia,
disfunción sexual, cefalea, problemas de estómago, dolor torácico,
agitación.

En México se han llevado a cabo algunos estudios epidemiológicos para estimar la


prevalencia de trastornos mentales, incluidos los trastornos y episodios
depresivos, identificando, además, el proceso de búsqueda de ayuda. Los
hallazgos de estas investigaciones muestran discrepancias notables debido a
diferencias en la definición del trastorno, la clasificación que se ha utilizado y la
población en la cual se ha desarrollado el estudio.
Cifras de la Organización Mundial de la Salud destacan que la depresión
constituye un problema importante de salud pública, más de 4% de la población
mundial vive con depresión y los más propensos a padecerla son las mujeres, los
jóvenes y los ancianos. En el mundo, este trastorno representa la cuarta causa de
discapacidad en cuanto a la pérdida de años de vida saludables. En México,
ocupa el primer lugar de discapacidad para las mujeres y el noveno para los
hombres. Además se estima que 9.2% de la población ha sufrido depresión, que
una de cada cinco personas sufrirá depresión antes de los 75 años y que los
jóvenes presentan tasas mayores.

La Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica, llevada a cabo en 2002 entre


población urbana de 18 a 65 años de edad, concluyó que los trastornos afectivos –
dentro de los que se incluyen los trastornos depresivos–, se ubican, respecto al
resto de los trastornos investigados, en tercer lugar en frecuencia para prevalencia
alguna vez en la vida (9.1%), después de los trastornos de ansiedad (14.3%) y los
trastornos por uso de sustancias (9.2%). Al limitar el análisis de la encuesta a los 12
meses previos a su aplicación, los trastornos más comunes fueron los de ansiedad,
seguidos por los afectivos. Al analizar los trastornos individualmente, el episodio
depresivo pasa a un quinto lugar (luego de las fobias específicas, los trastornos de
conducta, la dependencia al alcohol y la fobia social), con una prevalencia de 3.3%
alguna vez en la vida. Entre las mujeres, la depresión mayor ocupa el segundo
lugar.
El INEGI documentó que 34.85 millones de personas se han sentido deprimidas;
de las cuales 14.48 millones eran hombres y 20.37 millones eran mujeres.
También, destaca el hecho que del total de personas que se han sentido
deprimidas, únicamente 1.63 millones toman antidepresivos, mientras que 33.19
millones no lo hace.
En este indicador la diferencia de género es muy relevante, pues entre los
hombres, la sensación de “mucha depresión” afectó a 2.095 millones, mientras
que la misma intensidad entre las mujeres afectó a un total de 4.95 millones.
Asimismo, del total de personas que toman antidepresivos, alrededor de 414 mil
son hombres, mientras que 1.22 millones son mujeres.

La prevalencia de depresión en adultos en México en el año anterior a la aplicación


de la encuesta fue de 4.5% (IC 95%=4.1, 4.9), con importantes diferencias entre
sexos, grupos de edad y, en el caso de los hombres, lugar de residencia. En el país,
el porcentaje de mujeres que refieren una sintomatología compatible con depresión
es de 5.8% (IC 95%=5.2, 6.5). La cifra correspondiente en los hombres es de 2.5% (IC
95%=2.2, 3.0)

Las diferencias entre hombres y mujeres respecto a la prevalencia de depresión


se mantienen de manera consistente independientemente del grupo de edad
estudiado; el porcentaje de individuos afectados, por otro lado, se incrementa con
la edad en ambos sexos. En el caso de las mujeres el porcentaje de las afectadas
fue de 4% en las menores de 40 años de edad y alcanzó una cifra de 9.5% entre
las mayores de 60 años. La prevalencia en mujeres menores de 40 años de edad
es significativamente menor que la de los otros dos grupos analizados (p<0.01).
Entre los hombres la prevalencia de depresión fue de 1.6% en los menores de 40
años de edad y de 5% en los adultos mayores (figura 1). Las diferencias entre los
tres grupos de edad anali-zados son estadísticamente significativas en el caso de
los hombres (p<0.05). Un análisis por regresión logís-tica muestra que la
probabilidad de presentar un epi-sodio de depresión se incrementa, en promedio,
poco más de 2% por cada año de edad adicional, con una intensidad ligeramente
mayor entre los hombres.
Figura 1.
Prevalencia de
episodios depresivos
en el año 2002 en
México según sexo y
edad.

La prevalencia de depresión no se ve fuertemente afectada por el tamaño de la


localidad de residencia (cuadro I). En el caso particular de las mujeres, el
por-centaje se modifica de 5.9% en las áreas rurales a 5.7% en las zonas
metropolitanas; sin embargo, llama la aten-ción que la prevalencia de depresión
en hombres es más alta en comunidades rurales (IC 95%=2.7, 4.6) que en zonas
urbanas (IC 95%=1.5, 2.)

Cuadro 1
Prevalencia de episodios depresivos en Mexico en mayores de 18 años de
edad, según tamaño de localidad de residencia.

Mujeres Hombres
Rural 5% 3.5%
(5.0, 7.0) (2.7, 4.6)
Urbano 6% 2.9%
(4.8, 7.5) (2.2, 3.8)
Área metropolitana 5.7% 1.9%
(4.9, 6.8) (1.5, 2.4)

La prevalencia de depresión varió ampliamente entre las 32 entidades federativas


del país. En el caso de los hombres, las cifras más elevadas corresponden a
Ja-lisco, Veracruz y Tabasco, con 5, 4.6 y 4.5%, respectiva-mente; las entidades
con porcentajes más bajos son Nayarit y Nuevo León, con cifras menores a 1. En
las mujeres las prevalencias más altas corresponden a Hidalgo, con 9.9%, Jalisco,
con 8.2% y el Estado de México, con 8.1%, mientras que las más bajas son las
observadas en Sonora con 2.8% y Campeche, con 2.9%. Las cifras
correspondientes a las 32 entidades, tanto en hombres como en mujeres, se
presentan en la figura 2.
Figura 2.
Prevalencia de
episodios depresivos
en el año 2002 en
Mexico, según
entidad de residencia

De acuerdo con los datos de la encuesta, la cifra de mujeres mayores de 18 años


de edad con eventos de-presivos en el último año fue superior a 2 500 000. De
estas mujeres, sólo 27.2% había sido alguna vez diagnosticada como depresiva
por un médico y 7.9% había tomado medicamentos antidepresivos en las últimas
dos semanas. En el caso de los hombres, poco más de 800 000 mayores de 18
años de edad en el país habían padecido depresión en el último año. En este
caso, el porcentaje de afectados que contaban con diagnóstico médico fue de 19 y
el de individuos con tratamiento de 6.1.
En el ámbito estatal hay importantes diferencias en el porcentaje de diagnóstico.
Las cifras más altas corresponden a Nuevo León, Distrito Federal y Jalisco, cuyos
porcentajes, respectivamente, son 50.3, 44.3 y 43.3%. Las cifras más bajas, por
su parte, se observan en Guerrero, Hidalgo y Oaxaca, con cifras de 2.4, 7.3 y
7.5%, respectivamente.
El antecedente de diagnóstico es más frecuente entre los sujetos que gozan de
algún tipo de asegura-miento médico. El 37.4% de las mujeres aseguradas con
sintomatología de depresión han sido diagnosticadas, contra sólo 21% en las no
aseguradas. En el caso de los hombres con depresión, 28.9% de quienes tienen
se-guro médico han sido diagnosticados, contra sólo 14% en los no asegurados.
El porcentaje de sujetos con sintomatología de depresión que tienen antecedente
de diagnóstico médico también varía dependiendo del tamaño de la localidad
donde se habita. En las áreas rurales, el porcentaje correspondiente es de 17%,
sin notables diferencias entre mujeres y hombres (17.4% y 16.1%,
respectivamente). En las zonas metropolitanas, por su parte, la proporción de
individuos con antece-dente de diagnóstico es de 31.7% con diferencias ma-yores
-aunque no estadísticamente significativas- entre mujeres (32.7%) y hombres
(27.4%). Otra variable que tiene asociación con el antecedente diagnóstico es el
nivel de escolaridad. Entre los individuos sin estudios formales el porcentaje de
individuos con diagnóstico es de sólo 14.6% contra 49.1% en los que tienen
educación superior.

Resultados de la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica mostraron que


menos de una de cada cinco personas con un trastorno psiquiátrico en los últimos
12 meses recibió algún tipo de servicio para ese problema. Los datos acerca de
los trastornos del ánimo fueron levemente mayores (26.0%, error estándar, ee=
2.6).38 Peor aún, los enormes déficits en materia de atención de problemas de
salud mental incluyen a más de 75% de los casos graves y moderados entre
adultos y casi a la mitad de los jóvenes entre 12 y 17 años que padecen algún
trastorno depresivo. Estos datos concuerdan, lamentablemente, con
observaciones realizadas 10 y 20 años antes, cuando la Organización Mundial de
la Salud encontró que uno de cada cuatro pacientes que solicitaban servicios de
salud cursaban con un problema de salud mental, siendo la depresión y ansiedad
los más comunes. Adicionalmente, cerca de 13% de los pacientes tenía síntomas
relevantes de depresión o ansiedad, pero por debajo del umbral para cumplir con
el criterio de caso. Todavía más grave en las observaciones de los estudios de la
OMS es que cerca de la mitad de los casos de ansiedad o depresión no se
diagnosticaron, y sólo la mitad de los que se identificaron recibieron un tratamiento
que incluyó una prescripción médica. Asimismo, los datos concuerdan además
con encuestas que simultáneamente se llevaron a cabo en 14 países, incluyendo
México, y que utilizaron metodologías similares, pues encontraron que entre 76 y
85% de los casos graves de trastornos mentales no recibieron servicios en los
países con menor desarrollo, y entre 36 y 50% en los países con mayor grado de
desarrollo.

Se divide en dos grandes grupos:


1. Antidepresivos: Regulan la base neurobiológica de la depresión,
equilibrando la neurotransmisión afectada

Existen los siguientes subgrupos:


 Tricíclicos: Llamados así porque su estructura química consiste en
tres anillos. Los más utilizados son la clomipramina, imipramina,
amitriptilina y nortriptilina.
 Inhibidores selectivos
de la recaptación de
serotonina (ISRS): Son
los más utilizados y
populares, debido a que
esta familia forma parte
la fluoxetina, el popular
Prozac. Otros ISRS son:
citalopram, escitalopram,
fluvoxamina, paroxetina,
sertralina.
 Duales: Actúan
incrementando la
dopamina y la noradrenalina (bupropion), o bien la noradrenalina y
la serotonina (venlafaxina y duloxetina y mirtazapina).
 Melatoninérgico: Actúa sobre la melatonina; es el caso de la
agomelatina.
 IMAOs: Inactivan un enzima que destruye los neurotransmisores.
Sus interacciones con ciertos alimentos así como sus efectos
secundarios, han disminuido su utilización.

2. Eutimizantes: La eutimia es el estado de ánimo correcto. Estos fármacos


estabilizan el humor y previenen las recaídas en el T. bipolar, si bien
pueden tener otras acciones terapéuticas. Entre ellos destaca:
 Litio: Es el más utilizado. Debe ser controlado mediante análisis
regulares.
 Carbamacepina
 Oxcarbacepina
 Valproato
 Lamotrigina
 Olanzapina
 Quetiapina
 Aripiprazol
 Asenapina
La psicoterapia, sola o combinada con fármacos, han demostrado su eficacia en la
depresión, tanto para el tratamiento como para prevenir recaídas. Las más
utilizadas son:
1. Terapia interpersonal: Se centra sobre todo en las dificultades de las
relaciones interpersonales a fin de mejorar la comunicación, de incrementar
los intereses sociales y restablecer la autoestima.
2. Terapia cognitiva: Destinada a modificar los pensamientos, creencias y
actitudes negativas que acompañan a la depresión.
3. Activación conductual: Su objetivo fundamental es la movilización del
paciente a fin de incrementar las experiencias gratificantes.

La depresión es un problema importante de salud pública en México y el mundo.


Su solución no es un misterio médico, pero requiere de la labor multidisciplinaria y
colaborativa de equipos de salud, capaces de integrar la participación de la
comunidad y, en particular, de las personas afectadas por trastornos depresivos.
Es imperativo ampliar esfuerzos que permitan a la sociedad identificar los
síntomas depresivos como obstáculos al bienestar y la productividad, y aceptarlos
como retos que se pueden y deben superar. Al mismo tiempo, los sistemas de
salud necesitarán emplear estrategias creativas que permitan atender la demanda,
muy insatisfecha. Frente a los enormes retos de atención y la eminente escasez
de recursos, no cabe duda de que la mejoría en la atención de la depresión sólo
puede provenir de una utilización más racional de los recursos y del desarrollo de
recursos humanos con capacidad de ofrecer intervenciones adecuadas sin costo
adicional.
 Cuarto informe de labores, Secretaría de Salud. Disponible en:
http://www.cenaprece.salud.gob.mx/descargas/pdf/4toInformeDeLaboresSS
.pdf
 Entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, Corina Benjet,
investigadora del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente
Muñiz (INPRFM)
 Inegi e Inmujeres, Mujeres y hombres en México, 2016.
http://cedoc.inmujeres.gob.mx/documentos_download/MHM_2016.pdf
 Medina–Mora ME, Borges G, Lara C, Benjet C, Blanco J et al. Prevalence,
service use, and demographic correlates of 12–month DSM–IV psychiatric
disorders in Mexico: results from the Mexican National Comorbidity Survey.
Psychol Med 2005; 35(12):1773–1783.
 Organización Mundial de la Salud. Informe sobre la Salud en el Mundo
2001. Salud Mental: nuevos conocimientos, nuevas esperanzas. Ginebra,
Suiza: Organización Mundial de la Salud; 2001: 29-30.
 Frenk J, Lozano R, González MA. Economía y salud: propuesta para el
avance del sistema de salud en México. México DF: Fundación Mexicana
para la Salud; 1999

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