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LEYENDA DEL PALLAR

Era un extraño señor. vestido de blanco. Su


lastimero rostro, reflejaba amarga tristeza.

No se sabe de donde vino el cálido valle


iqueño. Los campesinos aseguran que este
extravagante varón fue el pallar, excelente
cereal que a través de centurias es el
providencial salvador de millares de seres
que muchas veces mueren por inanición.

Este misterioso personaje, despúes de


recorrer muchas regiones, encontró una
morada digna donde pudo vivir dichoso. En
poco tiempo se hizo estimar en toda la
comarca por su virtuoso proceder, llegando
rápidamente a multiplicarse, entonces los
campos se convirtieron en verdaderos
graneros donde abundaba el preciado pallar pero, con el correr del tiempo, este vigoroso
alimento de las clases populares fue olvidado, siendo el garbanzo y el maíz, los cereales
preferidos por la gente; debido a esta ingratitud y desprecio, el candoroso señor de blanco,
decidió abandonar para siempre esta su tiera querida, tierra que le dio el calor y el néctar en su
existencia. Llorando a mares se fue con su morral a cuestas, por yermas llanuras, sin esperanza
alguna de volver.

Ya la tarde languidecia, el sol proyectaba sus débiles rayos por el horizonte, mientras el
desdichado hombre de blanco al recorrer por una ladera del encantado Saraja, logra escuchar
una vozarrona voz que le decía: "no te vayas benevolente señor, quédate con nosotros, ¿Por qué
te alejas de este valle sin motivo?

Respondió el desventurado varón: "me voy desepcionado, nunca pensé que los terrenos me iban
a olvidar y arrojar de estos lares; ahora que tienen en abundancia otras menestras, me desprecian
y son ingratos conmigo".

Insistió en su demanda el enigmático hombre de bronce voz: Por piedad, escúchame un instante,
soy el dios de los campos, mi morada está en este imponente cerro, en estos momentos iré por
todas las comarcas a fin de que mis subditos rectifiquen el gran error cometido; les diré que te
respeten y consideren como antaño, comprometiéndome bajo juramento cumplir con mi
promesa.

Despúes de pronunciar esas breves frases, descendió de su mansión, abrazó llorando de emoción
el desilucionado hombre que se iba y, tomados de la mano recorrieron los ardientes médanos
donde sus antiguos amigos los recibieron apoteósicamente.

Es así como retornó el señor de blanco, el de blanca vestidura a sus lares queridos.

En la actualidad, el pallar es el plato preferido del pueblo iqueño, el sabroso cereal que no falta
en todos los hogares sin ser menospreciados.

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