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UNA

BREVE HISTORIA DEL AVANCE DEL CONOCIMIENTO


O, CÓMO EL COSMOS SE COMPRENDIÓ A SÍ MISMO
Y las consecuencias que esto tiene para la vida de cada persona.


Leonardo Miño Garcés


Preferiría comprender una sola causa que ser rey de Persia.
Demócrito de Abdera



Índice






Introducción / 3
1. La época del asombro, las preguntas sin respuestas y los dioses / 3
2. El descubrimiento de que la Tierra es un mundo muy pequeño y esférico / 5
La Biblioteca de Alejandría / 7
Hipatia de Alejandría / 8
3. La Primera revolución Jónica: la búsqueda de explicación en la naturaleza / 9
4. La Segunda Revolución Jónica: el método de la búsqueda / 13
5. La especulación teórica y el desprecio de la experimentación / 16
6. La humanidad vuelve a la senda del conocimiento / 18
Algunas distancias y tiempos del universo / 26
7. Y, sin embargo, esto es todo lo que sabemos hasta ahora del universo: el 5% / 28
8. El avance del conocimiento del organismo humano / 33
8.1. El dogmatismo en Medicina / 33
8.2. “Un profeta demente señala el camino” / 35
8.3. Comienza la observación cuidadosa del cuerpo humano / 37
8.4. El siguiente pionero: ¿Cómo funciona el corazón? / 39
8.5. Entra en acción la tecnología / 41
8.6. Vamos a superar la barrera de lo visible: el microscopio / 44
9. Las cuatro preguntas fundamentales de la vida / 47
9.1. Primera Pregunta: ¿De dónde venimos? / 48
9.1.1. El origen de la vida / 48
9.1.2. “La historia de la vida en 1000 palabras” / 51
9.1.3. Las dos máximas teorías de la vida / 54
9.1.4. Conclusión: ¿De dónde venimos? / 64
9.2. Segunda Pregunta: ¿Qué somos? / 64
9.3. Tercera Pregunta: ¿Por qué estamos aquí?, o ¿Cuál es el objetivo de la vida?/65
9.4. Cuarta Pregunta: ¿A dónde vamos?, o ¿Cuál es nuestro destino ulterior, en caso
de haber alguno, después de la muerte? / 79
9.5. Conclusión: respuesta a la cuarta pregunta / 84
Bibliografía / 85


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UNA BREVE HISTORIA DEL AVANCE DEL CONOCIMIENTO1


O, CÓMO EL COSMOS SE COMPRENDIÓ A SÍ MISMO
Y las consecuencias que esto tiene para la vida de cada persona.

Leonardo Miño Garcés

Preferiría comprender una sola causa que ser rey de Persia.
Demócrito de Abdera


INTRODUCCIÓN
¿Qué son las estrellas? ¿Para qué están ahí?
El libro decía algo asombroso: que las estrellas eran soles, pero soles que estaban
muy lejos. El Sol era una estrella, pero próxima a nosotros.
Si hubiese vivido en otra época no habría sabido que hay otros soles y otros
mundos. Es este uno de los mayores secretos, un secreto arrancado a la naturaleza
después de un millón de años de paciente observación y de especulación audaz por
parte de nuestros antepasados.
Seguimos inconscientemente los pasos de nuestros antepasados remotos.
“Estamos subidos a hombros de gigantes”.
1. LA ÉPOCA DEL ASOMBRO, LAS PREGUNTAS SIN RESPUESTAS Y LOS DIOSES
Los seres humanos de la Revolución Neolítica, hace aproximadamente 10.000
años, al pasar del estadio de recolectores y cazadores al de agricultores y pastores
fueron los primeros científicos de la especie, porque usaron el método científico de la
experimentación para dar ese salto descomunal y trascendental en la historia de la
humanidad. En efecto, y para poner solamente cinco ejemplos: el trigo, que ahora nos
permite comer delicioso pan a espuertas varias veces al día, pasta, etc., en la naturaleza
tenía un tallo y unos granos muy pequeños, solamente luego de muchos años de
experimentación con sus semillas, los hombres del neolítico pudieron hacer que su tallo
y sus granos fueran lo suficientemente grandes como para ser aprovechados y servir de
alimento. Las papas, originalmente contenían demasiado almidón y eran venenosas,
pero los hombres del altiplano boliviano fueron transformando sus semillas hasta
hacerlas comestibles y producir cientos de variedades, a cada cual más deliciosa. Con el
maíz ocurrió algo parecido al caso del trigo, sus granos eran demasiado pequeños como
para servir de alimento, pero los hombres de Mesoamérica fueron experimentando con
sus semillas hasta convertirlos en lo que son ahora. La lana de las ovejas era más bien
una especie de cerda corta, dura y en poca cantidad, pero los seres humanos
pacientemente fueron tratando y experimentando hasta que lograron que sea suave,
larga y abundante. Y la leche, las vacas daban muy poca leche como para sustentar a
una comunidad, así que los agricultores del neolítico, experimentando repetidamente
durante mucho tiempo, y con arduo esfuerzo las hicieron más productivas. Pero, claro,
estas experimentaciones tomaron muchísimo tiempo hasta que tuvieron éxito, lo que


1
Esta primera parte está basada, fundamentalmente, en los libros: COSMOS, Carl Sagan, Editorial Planeta,
Barcelona, Séptima Edición, 1983; y en LOS PENSADORES, Daniel J. Boorstin. Editorial Crítica, Barcelona,
1999. Unos párrafos son citas textuales, otros son paráfrasis, otros son propios del autor. Pero la deuda
es con los autores mencionados.
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implicó, además de trabajar con semillas y animales, luchar con las cambiantes
condiciones del clima, a las que muy poco a poco lograron comprender.
“Si comemos estos alimentos demasiado pronto, algunos de nosotros morirán
más tarde de hambre. Tenemos pues que ayudarnos los unos a los otros. Por este y por
muchos otros motivos tenemos unas reglas. Las reglas son sagradas.” En las
comunidades primitivas, si se violaba una ley contra la tribu o contra la naturaleza se
atentaba a la supervivencia de todo el grupo, por ello las reglas eran sagradas. En todos
los miembros de la tribu predominaba el espíritu altruista, por aquella misma razón.
Pero siempre se enfrentaron con fenómenos que no lograron comprender y, al
no poder despejar la oscuridad, echaron mano de la superstición.
“En general el cielo no cambia. Un año tras otro hay allí las mismas figuras de
estrellas. La Luna crece desde nada a una tajada delgada y hasta una bola redonda, y
luego retorna a la nada. Cuando la Luna cambia, las mujeres sangran. Algunas tribus
tienen reglas contra el sexo en algunos días del crecimiento y mengua de la Luna.
Algunas tribus marcan en huesos de cuerno los días de la luna o los días en que las
mujeres sangran. De este modo pueden preparar planes y obedecer sus reglas. Las
reglas son sagradas”.
“Me gustaría saber qué es lo cierto. No me gusta no saber.”

Las ideas inocentes e imaginativas que tenían los seres humanos de la pre
historia sobre las estrellas, por ejemplo, que eran fuegos de campamentos de otros
seres humanos que también estaban observando el cielo nocturno, o que eran el
“espinazo de la noche” que sostenía la oscuridad para que no caiga, etc., fueron
sustituidas más tarde en la mayoría de las culturas humanas por otra idea: los seres
poderosos del cielo quedaron promovidos a la categoría de dioses. Se les dieron
nombres y parientes, y se les atribuyeron responsabilidades especiales por los servicios
cósmicos que se esperaba que realizaran. Había un dios o diosa por cada motivo humano
de preocupación. Los dioses hacían funcionar la naturaleza. Nada podía suceder sin su
intervención directa. Si ellos eran felices había abundancia de comida y los hombres
eran felices. Pero si algo desagradaba a los dioses –y a veces bastaba con muy poco- las
consecuencias eran terribles: sequías, tempestades, guerras, terremotos, erupciones
volcánicas, epidemias. Había que propiciar a los dioses, y nació así una basta industria
de sacerdotes y de oráculos para que los dioses estuviesen menos enfadados. Pero los
dioses eran caprichosos y no se podía estar seguro de lo que irían a hacer. La naturaleza
era un misterio. Era difícil comprender el mundo.
La religión griega explicaba aquella banda difusa de luz en el cielo nocturno
diciendo que era la leche de Hera que le salió a chorro de su pecho y atravesó el cielo,
leyenda que origino el nombre que los occidentales utilizamos todavía: la Vía Láctea.
Casi todos nosotros descendemos de pueblos que respondieron a los peligros de
la existencia inventando historias sobre deidades impredecibles y malhumoradas.
Durante mucho tiempo el instinto humano de entender quedó frustrado por
explicaciones religiosas fáciles, como en la antigua Grecia, en la época de Homero,
cuando había dioses del cielo y de la Tierra, la tormenta, los océanos y el mundo
subterráneo, el fuego y el tiempo y el amor y la guerra, cuando cada árbol y cada prado
tenía su ninfa.
Si se diera una fiel relación de las ideas del Hombre sobre la Divinidad,
se vería obligado a reconocer que la palabra “dioses” se ha utilizado
5

casi siempre para expresar las causas ocultas, remotas, desconocidas,


de los efectos que presenciaba; que aplica este término cuando la
fuente de lo natural, la fuente de las causas conocidas, deja de ser
visible: tan pronto como pierde el hilo de estas causas, o tan pronto
como su mente se ve incapaz de seguir la cadena, resuelve la dificultad
da por terminada su investigación, y lo atribuye a sus dioses... Así pues,
cuando atribuye a sus dioses la producción de algún fenómeno... ¿hace
algo más, de hecho, que sustituir la oscuridad de su mente por un
sonido que se ha acostumbrado a oír con un temor reverencial?
Paúl Heinrich Dietrich, barón Von Holbach, Système de la Nature,
Londres, 1770.

Durante miles de años los hombres estuvieron oprimidos –como lo están todavía
algunos de nosotros- por la idea de que el universo es una marioneta cuyos hilos
manejan un dios o dioses, no vistos e inescrutables. Luego, hace 2.500 años hubo en
Jonia un glorioso despertar.

2. EL DESCUBRIMIENTO DE QUE LA TIERRA ES UN MUNDO MUY PEQUEÑO Y
ESFÉRICO
El descubrimiento de que la Tierra es un mundo muy pequeño se llevó a cabo, como
tantos otros importantes descubrimientos humanos, en el antiguo oriente próximo, en
el siglo tercero a.C., en la mayor metrópolis de aquel tiempo, en la ciudad egipcia de
Alejandría. Vivía allí un hombre llamado Eratóstenes. Fue astrónomo, historiador,
geógrafo, filósofo, poeta, crítico teatral y matemático. Los títulos de las obras que
escribió van desde Astronomía hasta Sobre la libertad ante el dolor. Fue también
Director de la gran Biblioteca de Alejandría, donde un día leyó en un libro de papiro que
en un puesto avanzado de la frontera meridional, en Siena, cerca de la primera catarata
del Nilo, en el mediodía del 21 de junio un palo vertical no proyectaba sombra. En el
solsticio de verano, el día más largo del año, a medida que avanzaban las horas y se
acercaba el mediodía las sombras de las columnas del templo iban acortándose, hasta
que, en el mediodía habían desaparecido. En aquel momento podía verse el Sol reflejado
en el agua en el fondo de un pozo hondo. El Sol estaba directamente sobre sus cabezas.
Era una observación que la mayoría de los mortales habría ignorado: palos, sombras,
reflejos en pozos, la posición del Sol en un día “cualquiera”, ¿a quién le importan? Pero
Eratóstenes era un científico, y sus pensamientos y meditaciones sobre estos simples
fenómenos cambiaron el mundo o, en cierto sentido, hicieron el mundo. Eratóstenes
tuvo la presencia de ánimo para hacer un experimento, para observar realmente si en
Alejandría los palos verticales proyectaban sombras hacia el mediodía del 21 de junio. Y
descubrió que sí lo hacían.
Eratóstenes se preguntó entonces a qué se debía que, en el mismo instante, un
bastón no proyectara en Siena ninguna sombra mientras que en Alejandría, a gran
distancia hacia el norte, proyectaba una sombra pronunciada. Veamos un mapa del
antiguo Egipto con dos palos de igual longitud, uno clavado en Alejandría y el otro en
siena. Supongamos que en un momento cada palo no proyectara sombra alguna. El
hecho se explicaría de un modo muy fácil: se concluiría que la Tierra es plana. El Sol se
encontraría entonces encima mismo de nuestras cabezas. Si los dos palos proyectasen
sombras de igual longitud, la cosa también se explicaría en una Tierra plana: los rayos
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del sol tienen la misma inclinación y forman el mismo ángulo con los dos palos. Pero,
¿cómo explicarse que en Siena no había sombra y, al mismo tiempo en Alejandría la
sombra era considerable?

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Eratóstenes comprendió que la única respuesta posible es que la superficie de la
Tierra sea curvada. Y no sólo esto; cuanto mayor sea la curvatura, mayor será la longitud
entre las longitudes de las sombras. El Sol está tan lejos que sus rayos son paralelos
cuando llegan a la Tierra. Los palos situados formando ángulos diferentes con respecto
a los rayos del sol proyectan sombras de longitudes diferentes. La diferencia observada
en las longitudes de las sombras hacía necesario que la distancia entre Alejandría y Siena
fuera de unos siete grados a lo largo de la superficie de la tierra.; es decir que si
imaginamos los palos prolongados hasta llegar al centro de la Tierra, formarán allí un
ángulo de siete grados. Siete grados es aproximadamente una cincuentava parte de los
trescientos sesenta grados que contiene la superficie entera de la Tierra. Eratóstenes
sabía que la distancia entre Alejandría y Siena era de unos 800 kilómetros, porque
contrató a un hombre para que lo midiera a pasos. Ochocientos kilómetros por 50 dan
40.000 kilómetros; esta debía ser, pues, la circunferencia de la Tierra.
Esta es la respuesta correcta. Las únicas herramientas de Eratóstenes fueron palos,
ojos, pies, su cerebro y, además, el gusto por la experimentación. Con estos elementos
dedujo la circunferencia de la tierra con un error de sólo unas partes por ciento, lo que
constituye un logro notable hace 2.200 años. Fue la primera persona que midió con
precisión el tamaño del planeta.
¿Qué historias de audacia y de aventura debieron llegar a contarse mientras los
marineros y los navegantes, hombres prácticos del mundo, ponían en juego sus vidas
depositando su fe en las matemáticas de un científico de Alejandría?


2
Imagen tomada de SAGAN, Carl. 1983, op.cit. página 15.
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La maravilla mayor de Alejandría era su Biblioteca y su correspondiente museo (en


sentido literal, una institución dedicada a las especialidades de las nueve musas). Este
lugar fue en su época el cerebro y al gloria de la mayor ciudad del planeta, el primer
auténtico instituto de investigación de la historia del mundo. Los eruditos de la
Biblioteca estudiaban el Cosmos entero. Cosmos es una palabra griega que significa el
orden del universo. Es, en cierto modo, lo opuesto a Caos. Presupone el carácter
profundamente interrelacionado de todas las cosas. Inspira admiración ante la
intrincada y sutil construcción del universo. Había en la Biblioteca una comunidad de
eruditos que exploraban la física, la literatura, la medicina, la astronomía, la geografía,
la filosofía, las matemáticas, la biología y la ingeniería. La ciencia y la erudición habían
llegado a su edad adulta. El genio florecía en aquellas salas. La Biblioteca de Alejandría
es el lugar donde los hombres reunieron por primera vez de modo serio y sistemático el
conocimiento del mundo.
Además de Eratóstenes, estaba el astrónomo Hiparco, que ordenó el mapa de las
constelaciones y estimó el brillo de las estrellas; Euclides, que sistematizó la geometría;
Dionisio de Tracia, que definió las partes del discurso y sistematizó el lenguaje; Herófilo,
el fisiólogo que estableció de modo seguro que es el cerebro y no el corazón la sede de
la inteligencia; Herón de Alejandría, inventor de cajas de engranajes y de aparatos de
vapor, y autor de la primera obra sobre robots; Apolonio de Pérgamo, el matemático
que demostró las formas de las secciones cónicas (elipse, parábola, hipérbola), las
curvas que como sabemos actualmente siguen en sus órbitas los planetas, los cometas
y las estrellas (Dieciocho siglos más tarde Johannes Kepler utilizaría los escritos de
Apolonio sobre las secciones cónicas para comprender por primera vez el movimiento
de los planetas); Arquímedes, el mayor genio mecánico hasta Leonardo da Vinci; y el
astrónomo y geógrafo Tolomeo, que compiló gran parte de lo que es hoy la seudo
ciencia de la astrología: su universo centrado en la tierra estuvo en boga durante 1.500
años, lo que nos recuerda que la capacidad intelectual no constituye una garantía contra
los yerros descomunales; y una gran mujer, Hipatia, matemática y astrónoma, la última
lumbrera de la Biblioteca cuyo martirio estuvo ligado a la destrucción de la Biblioteca
siete siglos después de su fundación.
LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRÍA
Se estima que fue fundada a inicios del siglo III a.C. por Ptolomeo I Sóter, y ampliada
por su hijo Ptolomeo II Filadelfo, llegando a albergar hasta 900.000 manuscritos. Su fin
debe situarse o entre el 273 d.C. cuando el emperador Aureliano tomó y saqueó la
ciudad o cuando Diocleciano hizo lo propio en el 297. Los grandes buques que llegaban
al importante puerto de Alejandría cargados de mercancías diversas eran
inspeccionados por la guardia, tanto en busca de contrabando como de textos. Cuando
encontraban algún rollo, lo confiscaban y lo llevaban en depósito a la Biblioteca, donde
los amanuenses se encargaban de copiarlo, para luego ser devuelto a sus dueños. De
manera que la Biblioteca de Alejandría llegó a ser el depositario de las copias de todos
los libros del mundo antiguo. Pero, además, se enviaban misiones a todo el mundo
conocido a comprar u obtener en préstamo bibliotecas enteras para copiar sus rollos.
Sólo en un punto de la historia pasada hubo la promesa de una civilización
científica brillante. Era beneficiaria del despertar jónico, y tenía su ciudadela en la
Biblioteca de Alejandría, donde hace 2.300 años las mejores mentes de la antigüedad
establecieron las bases del estudio sistemático de la matemática, la física, la biología, la
astronomía, la literatura, la geografía y la medicina. Todavía estamos construyendo
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sobre estas bases. Funcionó durante siete siglos y, hasta su demencial destrucción, fue
el cerebro y el corazón del mundo antiguo. El arte de la edición crítica se inventó allí. Los
Tolomeos dedicaron gran parte de su enorme riqueza a la adquisición o copia de todos
los libros del mundo conocido, y animaron y financiaron la investigación científica; en
raras ocasiones un Estado ha apoyado con tanta avidez la búsqueda del conocimiento.
Pero (¡siempre hay un pero!) sus científicos se encerraron en su torre de marfil
y, para no ser molestados se cuidaron mucho de desafiar los supuestos políticos,
económicos y religiosos de la sociedad que les albergaba y otorgaba privilegios; pusieron
en duda la permanencia de las estrellas, pero no la injusticia de la esclavitud; y su ciencia
y cultura estaban exclusivamente reservadas para unos cuantos privilegiados. La vasta
población de la ciudad no tenía la menor idea de los grandes descubrimientos que tenían
lugar dentro de la biblioteca. Los nuevos descubrimientos no fueron explicados,
difundidos ni popularizados; los descubrimientos en mecánica y en la tecnología del
vapor se aplicaron principalmente a perfeccionar las armas, a estimular la superstición,
a divertir a los reyes. Los científicos nunca captaron el potencial de las máquinas para
liberar a la gente, con la única excepción de Arquímedes, quien durante su estancia en
la Biblioteca inventó el tornillo de agua, que se usa todavía hoy en Egipto para regar los
campos de cultivo; de manera que no hubo contrapeso al estancamiento social, al
pesimismo, a la entrega más abyecta al misticismo; y ocurrió lo obvio: cuando la
estupidez se presentó para quemar la biblioteca no hubo nadie capaz de defenderla, al
fin y al cabo la gente no la sentía suya. La gloria de la Biblioteca de Alejandría es un
recuerdo lejano. Sus últimos restos fueron destruidos poco después de la muerte de
Hipatia. Era como si toda la civilización hubiese sufrido una operación cerebral infligida
por propia mano, de modo que quedaron extinguidos irrevocablemente la mayoría de
sus memorias, descubrimientos, ideas y pasiones. La pérdida fue incalculable.

HIPATIA DE ALEJANDRÍA
El último científico que trabajó en la Biblioteca adjunta (la principal fue destruida
entre los siglos III y IV), la del Serapeo, fue una matemática, astrónoma, física y jefe de
la escuela neoplatónica de filosofía; un extraordinario conjunto de logros para cualquier
individuo de cualquier época. Su nombre era Hipatia. Nació en el año 370 en Alejandría.
En una época en la que las mujeres disponían de pocas opciones y eran tratadas como
objetos en propiedad, se movió libremente y sin afectaciones por los dominios
tradicionalmente masculinos. La Alejandría de la época de Hipatia –bajo dominio
romano desde hacía ya tiempo- era una ciudad que sufría graves tensiones. La esclavitud
había agotado la vitalidad de la civilización clásica puesto que se cumplía una de las leyes
del Materialismo Histórico: las contradicciones entre las fuerzas productivas y los
medios de producción habían llegado al extremo, y la productividad del trabajo esclavo
ya no daba más de sí, puesto que el trabajador no tenía nada que ganar y todo que
perder, incluso su vida, de manera que no tenía ningún interés en trabajar más ni mejor,
de manera que urgía introducir y masificar el trabajo asalariado. La creciente iglesia
“cristiana” estaba consolidando su poder e intentando extirpar la influencia y la cultura
paganas. Hipatia estaba en el epicentro de estas poderosas fuerzas sociales. Cirilo, el
arzobispo de Alejandría, la despreciaba por la amistad que ella mantenía con el
gobernador romano y porque era un símbolo de cultura y de ciencia, que la primitiva (y
actual) Iglesia identificaba con el paganismo. A pesar del grave riesgo personal que ello
suponía, continuó enseñando y publicando, hasta que en el año 415, cuando iba a
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trabajar, cayó en manos de una turba fanática de feligreses de Cirilo. La arrancaron del
carruaje, rompieron sus vestidos y, armados con conchas marinas, la desollaron
arrancando la carne de sus huesos. Sus restos fueron quemados, sus obras destruidas,
su nombre olvidado. Cirilo fue proclamado santo.

3. LA PRIMERA REVOLUCIÓN JÓNICA: la búsqueda de explicación en la
Naturaleza.
Esta primera revolución jónica, alentada por Tales de Mileto (nacido c. 624 a.C) derrocó
valerosamente a los dioses y puso en su lugar elementos impersonales. Haciendo caso
omiso de las aventuras eróticas de Cronos y Urano, Tales buscó las sustancias
permanentes y las causas generales: ¿De qué está hecho el mundo? Celebrado como el
primer físico que buscó los elementos básicos de la naturaleza, dio con una respuesta
sencilla e inteligente: “que el principio es el agua...”. Entre los demás físicos,
Anaximandro imaginó una masa primaria en movimiento incesante, mientras que
Anaxímenes llegó a la conclusión de que el principio era el aire. Todos ellos concibieron
la idea de que las diferentes variedades de la materia eran producidas por el calor, el
movimiento y otros procesos naturales. Otra idea poderosa la aportó Pitágoras de
Samos (c. 530 a.C) que concibió un Cosmos compuesto de números. “Todos ellos
salvaron el foso que separaba el caprichoso mundo mítico de Hesíodo de un universo
ordenado por fuerzas causales. Pero, al no llegar a desvincular la ciencia de la filosofía,
sus pesquisas científicas no constituyeron una búsqueda de sentido”.
Pero estos primeros físicos, al desvincularse de los dioses, creyeron que todo
estaba hecho de átomos; que los seres humanos y los demás animales procedían de
formas más simples; que las enfermedades no eran causadas por demonios o por dioses;
que la Tierra no era más que un planeta que giraba alrededor del Sol. Y que las estrellas
estaban muy lejos de nosotros.
Esta revolución creó el Cosmos a partir del Caos. Los primitivos griegos habían
creído que el primer ser fue el Caos (“sin forma”). Un universo creado a partir de Caos
concordaba perfectamente con la creencia griega en una naturaleza impredecible
manejada por dioses caprichosos. Pero en el siglo sexto antes de Cristo, en Jonia (en las
islas del mar Egeo oriental), se desarrolló un nuevo concepto, una de las grandes ideas
de la especie humana. El universo se puede conocer porque presenta un orden interno:
hay regularidades en la naturaleza que permiten revelar sus secretos. La naturaleza no
es totalmente impredecible; hay reglas a las cuales ha de obedecer necesariamente.
Este carácter ordenado y admirable del universo recibió el nombre de COSMOS.
La circunstancia geográfica de que Jonia estaba en una encrucijada de las
civilizaciones más avanzadas del momento favoreció el intercambio de conocimientos,
la diversidad; no había una única concentración de poder que pudiera imponer una
conformidad social e intelectual en todas las islas. Aquello hizo posible el libre examen,
el escepticismo, la formulación de preguntas sin temor a las represalias. La escritura dejó
de ser un monopolio de sacerdotes y escribas. Los pensamientos de muchos quedaron
a disposición de ser considerados y debatidos. Allí, las civilizaciones africana, asiática,
europea, de Egipto y Mesopotamia se encontraron y fertilizaron mutuamente en una
confrontación vigorosa y tenaz libre de prejuicios. Se conocían las creencias en distintos
dioses y, al confrontarlas, se preguntaron si todos ellos habían sido inventados por los
sacerdotes. Y así fue como nació la gran idea, de que podía haber una manera de
conocer el mundo sin la hipótesis de un dios; que podía haber principios, fuerzas, leyes
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de la naturaleza, que permitieran comprender el mundo sin atribuir la caída de cada


gorrión a la intervención directa de Zeus.
El primer científico jonio fue Tales de Mileto, había viajado a Egipto y dominaba
los conocimientos babilónicos. Se dice que predijo un eclipse solar. Aprendió la manera
de medir la altura de una pirámide a partir de la longitud de su sombra y el ángulo del
Sol sobre el horizonte, método utilizado hoy en día para medir la altura de las montañas
de la Luna. Fue el primero que demostró teoremas geométricos como los que Euclides
codificó tres siglos después. Tales intentó comprender el mundo sin invocar la
intervención de los dioses. Creía, como los babilonios, que el mundo había sido antes
agua. El mundo no fue hecho por los dioses, sino por la labor de fuerzas materiales en
interacción dentro de la naturaleza.
Anaximandro de Mileto, amigo y colega de Tales, fue una de las primeras
personas de quien sabemos que llevó a cabo un experimento. Examinando la sombra
móvil proyectada por un palo vertical determinó con precisión la longitud del año y de
las estaciones. Los hombres habían utilizado durante eras los palos para golpearse y
lancearse entre sí. Anaximandro los utilizó para medir el tiempo. Fue la primera persona
en Grecia que construyó un reloj de sol, un mapa del mundo conocido y un globo celeste
que mostraba las formas de las constelaciones. Anaximandro dedujo que los seres
humanos procedían de otros animales cuyos hijos nacen más resistentes, anticipándose
así en 25 siglos a la Teoría de la Evolución de Charles Darwin y Alfred Wallace. Propuso
el origen espontáneo de la vida en el barro, siendo los primeros animales peces
cubiertos de espinas. Algunos descendientes de estos peces abandonaron luego el agua
y se adentraron en tierra firme, donde evolucionaron dando forma a otros animales
mediante transmutación de una forma a otra.
El ingeniero maestro de la época fue Teodoro, a quien los griegos tribuyen la
invención de la llave, la regla, la escuadra, el nivel, el torno, la fundición de bronce (el
primer metal artificial, producido por la aleación de cobre, estaño y zinc), la calefacción
central. ¿Por qué no hay un monumento dedicado a este hombre?
Hacia la misma época, en la isla próxima de Clos, Hipócrates estaba fundando su
famosa tradición médica, fue una escuela de medicina práctica y eficiente, basada,
según insistió Hipócrates, en los equivalentes contemporáneos de la física y de la
química. Hipócrates escribió en su obra Sobre la antigua medicina: “Los hombres creen
que la epilepsia es divina, simplemente porque no la entienden. Pero si llamaran divino
a todo lo que no entienden, realmente las cosas divinas no tendrían fin”.
Con el tiempo, la influencia jonia y el método experimental se extendió a la
Grecia continental, a Italia y Sicilia. Nadie sabía lo que era el aire, se lo llamaba “el aliento
de los dioses”. El primer experimentado documentado con aire fue realizado por un
médico llamado Empédocles, hacia el 450 a.C. Creía que la luz se desplaza a gran
velocidad, pero no a una velocidad infinita. También creía en la evolución de las especies
por selección natural, junto con Anaximandro y, posteriormente, Demócrito.
Empédocles realizó el experimento para conocer al aire utilizando una clepsidra, el reloj
de agua. Introdujo en agua una esfera de cobre con agujeros en su base y un tubo en su
parte superior, llenándola; mientras tapaba el tubo con su pulgar, el agua permanecía
en la esfera, pero si retiraba el dedo, el agua caía formando una pequeña ducha. El agua
queda retenida en la esfera hasta cuando uno retira el dedo. Si se trata de llenarla con
el cuello tapado, el agua no entra. Lo que demuestra que ha de haber una sustancia
material que impide el paso del agua. Una cosa que somos incapaces de ver puede
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ejercer una presión. Empédocles había descubierto lo invisible. Pensó que el aire debía
ser una materia tan finamente dividida que era imposible verla.
Lo fundamental es que el hombre se decidió a llevar a cabo un experimento para
comprobar el funcionamiento de la naturaleza, ejerciendo así el pensamiento escéptico
y desprendiéndose de la actitud general de creer lo que el pensamiento oficial o
predominante proclamaba.
Esa deducción de Empédocles sobre los átomos fue investigada mucho más a
fondo por Demócrito de Abdera (460-370 a.C). Demócrito creía que había que disfrutar
y comprender todo de la vida; comprender y disfrutar eran una misma cosa. (Qué
diferente sería el mundo si nuestros niños y jóvenes se convenciesen y practicasen esa
verdad).
En una época en la que nadie sabía de la existencia de cráteres de impacto,
Demócrito pensó que los mundos a veces entran en colisión; que algunos mundos
erraban solos por la oscuridad del espacio, mientras que otros iban acompañados por
varios soles y lunas; que algunos mundos estaban habitados mientras que otros no
tenían ni plantas ni animales ni agua; que las formas más simples de vida nacieron de
una especie de cieno primordial. Enseñó que la percepción –por ejemplo, la razón por
la cual pienso que tengo una pluma en la mano- era un proceso puramente físico y
mecanicista; que el pensamiento y la sensación eran atributos de la materia reunida de
un modo suficientemente fino y complejo, y no de algún espíritu infundido por los dioses
en la materia.
Demócrito inventó la palabra átomo, que en griego significa “que no puede
cortarse”. Dijo que todo está hecho de una reunión de átomos,, juntados
intrincadamente. Incluso nosotros. “Nada existe aparte de átomos y el vacío”.
Demócrito imaginó el cálculo del volumen de un cono o de una pirámide
mediante un número muy grande de placas muy finas una encima de la otra, y cuyo
tamaño disminuía desde la base hasta el vértice. De este modo formuló el problema que
en matemáticas se denomina teoría de los límites. Estaba llamando la puerta al cálculo
diferencial e integral, la herramienta fundamental para comprender el mundo; que dos
siglos después fue desarrollado por Arquímedes (287-212 a.C) cuando descubrió el valor
del número π, la superficie de la circunferencia y el volumen de la esfera; y que fue
finalmente desarrollado simultáneamente por Isaac Newton y Gottfried Leibniz en el
siglo XVII, o sea, ¡21 siglos después!
Demócrito creyó que la Vía Láctea estaba compuesta principalmente por
estrellas sin resolver, es decir que vio con los ojos de la razón “penetrando en el infinito
tan lejos como hicieron luego los astrónomos más capaces” con ayuda de las ciencias
ópticas modernas. Viajó a Atenas para visitar a Sócrates (pero se consideró demasiado
tímido para presentarse) y fue amigo íntimo de Hipócrates. Creía que las religiones
dominantes en su época eran malas y que no existían ni almas inmortales ni dioses
inmortales: “nada existe, aparte de átomos y el vacío”.
Pero la breve tradición de tolerancia ante las ideas no convencionales empezó a
erosionarse en su época y luego a hundirse. Se llegó a castigar a las personas que tenían
ideas insólitas. Y sus ideas fueron suprimidas, y se rebajó fuertemente su influencia
sobre la historia. Los místicos empezaron a ganar la partida.
Anaxágoras fue un experimentalista jónico que floreció hacia el año 450 a.C y
que vivió en Atenas. Era un hombre rico, indiferente ante su riqueza y apasionado por
la ciencia. Cuando le preguntaron cuál era el objetivo de su vida contestó: “la
12

investigación del Sol, de la Luna y de los cielos”. No era tan radical como Demócrito,
pero ambos eran materialistas, en el sentido de no valorar las posesiones, sino de creer
que la materia proporcionaba por sí sola el sostén del mundo. Fue la primera persona
que afirmó claramente que la Luna brilla con luz reflejada y, en consecuencia, elaboró
una teoría de las fases de la Luna. Esta doctrina era tan peligrosa que el manuscrito que
la contenía tuvo que circular en secreto. No iba de acuerdo con los prejuicios de la época
explicar las fases o eclipse de la Luna y el brillo propio del Sol. Tanto es así que
Aristóteles, dos generaciones más tarde, se contentó afirmando que estas cosas se
debían a que la naturaleza de la Luna consistía en tener fases y eclipses: un simple juego
de palabras, una explicación que no explica nada! ¡Hay, con el bueno de Aristóteles, se
equivocó tanto!
Anaxágoras fue llevado a Atenas por Pericles, su dirigente en la época de mayor
gloria de la Ciudad Estado de Atenas, pero también el hombre cuyas acciones
provocaron la guerra del Peloponeso, debida a que utilizó el tesoro de la Confederación
de Delos (al que contribuyeron todas las ciudades Estado de Grecia para defenderse de
los persas), en una suerte de malversación de fondos, para el engrandecimiento de
Atenas; guerra que destruyó la “democracia”3 ateniense. Como era difícil atacar a
Pericles por su poder, atacaron a Anaxágoras, que fue condenado y encarcelado por el
crimen religioso de impiedad: porque había enseñado que la Luna estaba constituida
por materia ordinaria, que era un lugar, y que el Sol era una piedra al rojo en el cielo.
En Grecia, la corriente había cambiado de dirección, aunque la tradición jónica
continuaría luego en Alejandría, Egipto, doscientos años más tarde.
Estos pensadores anteriores a Sócrates, los de la primera revolución jónica:
Tales, Anaximandro, Anaxímenes, Empédocles, Demócrito y Anaxágoras, representan la
primera incursión del ser humano en la ciencia y en la experimentación científica,
empeñada en demostrar las hipótesis que el puro pensamiento formulaba.
Además de ellos, otra persona relacionada con la isla de Samos es Pitágoras, en
el siglo sexto a.C., fue la primera persona en la historia del mundo que dedujo que la
Tierra es una esfera. Además del famoso Teorema de Pitágoras, el no se limitó a
enumerar ejemplos de su Teorema sino que desarrolló un método de deducción
matemática para demostrarlo de manera general. Fue el primero en utilizar la palabra
COSMOS, para indicar un universo bien ordenado y armonioso, un mundo capaz de ser
entendido por el hombre. Muchos jonios creían que la armonía subyacente del universo
era accesible a la observación y al experimento, método este que domina la ciencia
actual. Pero Pitágoras empleó un método muy distinto, enseñó que las leyes de la
naturaleza podían deducirse por el puro pensamiento. El y sus seguidores no eran
experimentalistas, sino matemáticos. Uno de los discípulos de Pitágoras, Alcmeón, es la
primera persona de quien se sabe que diseccionó un cuerpo humano; distinguió ente
arterias y venas, fue el primero en descubrir el nervio óptico y las trompas de Eustaquio,
e identificó el cerebro como la sede del intelecto (afirmación discutida luego por
Aristóteles, quien puso la inteligencia en el corazón, equivocándose otra vez); también
fundó la ciencia de la Embriología (parte de la Biología que trata de la formación y
desarrollo del embrión).


3
Las comillas en la palabra democracia obedecen a que, en otro documento, demuestro que la tan
publicitada democracia ateniense era una gran mentira.
13

Los pitagóricos se deleitaban con la certeza de la demostración matemática, la


sensación de un mundo puro e incontaminado accesible al intelecto humano, un
COSMOS. En la famosa parábola de la caverna, Platón imaginó unos prisioneros
amarrados que sólo veían las sombras de los pasantes, y que creían que esas sombras
eran reales, sin llegar nunca a suponer la compleja realidad que descubrirían con sólo
girar la cabeza; en el mundo de hoy la mayoría de la humanidad vive muy cómoda
sumida en sus sombras, sin molestarse en girar la cabeza para ver la realidad. Los
pitagóricos influyeron mucho en Platón, pero cuando sus cálculos matemáticos
desembocaban en resultados que ellos no aceptaban, los ocultaban al conocimiento
público, como la existencia del dodecaedro (que tiene por lados a doce pentágonos)
porque sostenían que solamente podían existir cuatro sólidos regulares,
correspondientes a los 4 elementos que se suponía componían el mundo (tierra, agua,
aire y fuego); así que pensaron que este quinto sólido debía corresponder a la sustancia
de los cuerpos celestiales (lo que dio lugar al concepto de “quintaesencia”); o la raíz
cuadrada de dos, que no puede expresarse de modo preciso y la llamaron número
“irracional”. Como los pitagóricos sostenían que la esfera era perfecta, porque todos los
puntos de su superficie están a la misma distancia del centro, insistieron en que los
planetas se movían siguiendo caminos circulares y a velocidades constantes.
Los pros y los contras de la tradición pitagórica pueden verse claramente en la
obra de Johannes Kepler que, al contrario de ella, creía en las observaciones y en los
experimentos en el mundo real, lo que le obligó a abandonar la idea de las trayectorias
circulares y a comprender que los planetas seguían elipses. Pero esto corresponde a otra
época.
4. LA SEGUNDA REVOLUCIÓN JÓNICA: el método de la búsqueda.
Esta revolución tuvo en SÓCRATES su líder y símbolo. Él no se preguntaba sólo qué
sabía el hombre sino si sabía algo. Su influencia histórica no radicaría en sus respuestas,
sino en sus preguntas, y de cada respuesta surgía una nueva pregunta, en la búsqueda
de profundizar el conocimiento y llegar a la esencia de los fenómenos. Su misión era el
descubrimiento de la ignorancia. Mediante las preguntas incesantes, Sócrates buscaba
la verdad en las mentes de sus interrogados, pero se negaba a dar las respuestas:

“Y, como las comadronas, soy estéril, y el reproche que a menudo se me
hace, de que formulo preguntas a los demás y no tengo la capacidad de
responderlas por mí mismo, es muy cierto; la razón es que Dios me empuja
a ser una comadrona, pero no me permite alumbrar... Pero gracias a mí y
a los dioses pudieron parir... muchos han querido ignorarlo... se han ido
demasiado pronto y, al irse, no sólo han abortado el resto por culpa de las
malas compañías, sino que, además, han criado mal lo que por mí habían
alumbrado y lo han estropeado todo, han preferido la mentira y los
fantasmas a la verdad, han acabado teniéndose por ignorantes, y los
demás lo pensaban de ellos”.

La propia técnica obstétrica (“mayéutica”) mediante la cual Sócrates reveló la
ignorancia general, sugiere que las verdades yacen por descubrir en cada una de las
personas a quienes formula sus preguntas; que el conocimiento debe salir del interior
de cada uno. De modo que la técnica de socrática presupone una sabiduría latente en
todos.
14

Se podría cuestionar la técnica de Sócrates preguntándose: ¿Cómo buscar el sentido


de la vida en la mente de las personas que viven sin sentido? ¿Cómo buscar el
conocimiento en la mente de los ignorantes y de los que tienen miedo de pensar?
Parecería que Sócrates se equivocaba.

“No hay recurso al que una persona normal no echará mano para evitarse el
trabajo de pensar”. Thomas Alva Edison.
“Pues bien, empiezo a tener la sobrecogedora sensación de que la mayoría
de los humanos elige no saber. Y de que no es un tema de ignorancia, sino
de simple pereza y cobardía” (Tomado de: “Atreverse a saber”, de Rosa
Montero. El País Semanal. 2018-04-22. Paráfrasis de “Atrévete a saber, de
Emmanuel Kant)

Pero, el mensaje de Sócrates no estuvo en lo que enseñó, sino en cómo instaba a la
búsqueda a los hombres. ¿Podía el espíritu inquisitivo, despojado de todo orgullo,
encontrar por fin un camino hacia el conocimiento, algo que pudiera ser el tesoro más
valioso y perdurable? ¿Y, si la propia búsqueda supusiera un consuelo?
En mi criterio, también se equivocó cuando afirmaba que “quien sepa lo que es
bueno también hará el bien, conocimientos correctos conducen a acciones correctas”;
en efecto, muchas personas han sabido de sobra lo que es correcto pero, sin embrago,
han obrado con perversidad.
Sócrates habría rechazado mezclarse en política y demostrado falta de entusiasmo
por la democracia, puesto que formar parte del poder, como dijo, le obligaría a sacrificar
sus principios. Al final, el soldado modelo admirado por la ciudad (fue un hoplita muy
valeroso) se convirtió en un insoportable aguafiestas, y en un mártir de la independencia
del espíritu.
Y esa misma independencia de espíritu le condujo a su juicio en el año 399 a.C. bajo
los cargos de dar entrada a dioses extraños y de corromper a la juventud. Valoraba su
propia conciencia, sus principios y a la verdad más que a su propia vida. Esto lo
demuestra de un modo trágico cuando se niega a violar las leyes de su ciudad, porque
consideraba que las leyes son sagradas, en cuanto aseguran el bienestar e incluso la
sobrevivencia de la comunidad, y no pueden ser violadas ni siquiera para salvar la propia
vida: Sócrates afirma repetir la voz de las leyes atenienses, que le hablan al oído:

“Por el contrario, si mueres ahora, morirás victima de una injusticia, no de
las leyes, sino de los hombres. Pero si huyes y cometes otra injusticia tan
vergonzosa, devolviendo una infamia por otra, violando tus compromisos
con nosotras (las leyes) y perjudicando a quienes debes mayor respeto –a ti
mismo, a tus amigos, a tu patria y a nosotras, las leyes- entonces nuestra
enemistad te perseguirá mientras vivas, y cuando llegues al Hades, nuestras
hermanas, las leyes que allí rigen, no te recibirán con agrado”.

“Entonces, dejemos así las cosas y sigamos la senda que el dios nos ha
trazado”

“Ha llegado el momento de marcharnos, yo a morir, vosotros a vivir. Nadie
sabe con claridad cuál de las dos cosas es mejor, excepto quizá el dios”.
15


“Puede que lo que acaba de sucederme sea un bien y que no acertemos lo
más mínimo cuando creemos que la muerte es un mal”.

De paso, lo ocurrido con Sócrates es uno de los argumentos más fuertes que
demuestran la falsedad de la mal llamada democracia; en efecto, la primera votación
democrática que se conoce en la historia determinó la muerte de Sócrates.
En síntesis, la Segunda Revolución Jónica consistió en la búsqueda del
conocimiento mediante el estímulo del asombro, la formulación incesante de preguntas
y el estímulo a la búsqueda de respuestas.
El encadenamiento de preguntas y respuestas partía de las apariencias de las
cosas o de los fenómenos; identificada la primera, más concreta y obvia apariencia, o
sea aspecto externo más evidente del objeto o fenómeno, se preguntaba a qué obedecía
o cuál era su causa, y se seguía respondiendo y volviendo a preguntar, hasta llegar a la
esencia de los objetos o a la causa final de los fenómenos. De esta manera se partía de
lo concreto hasta llegar a lo más abstracto. Se construía el conocimiento abstracto, que
es uno de los productos más importantes del cerebro humano.

“Y no dejamos de preguntarnos,
una y otra vez,
Hasta que un puñado de tierra
Nos calla la boca...
Pero, ¿es eso una respuesta?”
(Heinrich Heine. “Lazarus”. 1854)

“Excepto para los niños (que no saben lo suficiente como para dejar de hacer
las preguntas importantes), pocos de nosotros dedicamos mucho tiempo a
preguntarnos por qué la naturaleza es como es; de dónde viene el Cosmos,
o si siempre ha estado allí; si un día el tiempo irá hacia atrás y los efectos
precederán a las causas; o si hay límites definitivos a lo que deben saber los
humanos. Incluso hay niños, y he conocido algunos, que quieren saber cómo
es un agujero negro, cuál es el pedazo más pequeño de materia, por qué
recordamos el pasado y no el futuro, y por qué existe un universo...
Hay preguntas ingenuas, preguntas tediosas, preguntas mal formuladas,
preguntas planteadas con una inadecuada autocrítica. Pero toda pregunta
es un clamor para entender el mundo. No hay preguntas estúpidas.
Los niños listos que tienen curiosidad son un recurso nacional y mundial. Se
los debe cuidar, mimar y animar. Pero no basta con el mero ánimo. También
se les debe dar las herramientas esenciales para pensar.”4

“Donde yo vivo, siempre hacemos reverencias cuando alguien hace una
pregunta divertida... Y cuanto más profunda es la pregunta, más profunda
es la reverencia... Ante una respuesta nunca hay que hacer reverencias, por
muy ingeniosa y correcta que sea... Una respuesta es siempre el trozo de


4
SAGAN, Carl. EL MUNDO Y SUS DEMONIOS. Planeta Colombiana Editorial S.A. Bogotá. Séptima
reimpresión, agosto de 1998. Págs. 346-350.
16

camino que ya has andado. Sólo las preguntas pueden conducir hacia
delante... Cuanto más oscura es la noche, más soles podemos ver en el cielo.
Mientras es de día, solamente vemos el nuestro...”5

5. LA ESPECULACIÓN TEÓRICA Y EL DESPRECIO DE LA EXPERIMENTACIÓN

La experiencia nunca se equivoca, es el juicio quien lo hace cuando se
promete resultados que no proceden de experimentos.
Leonardo Da Vinci

Un desdén por todo lo práctico inundó el mundo antiguo. Platón animó a los
astrónomos a pensar en los cielos, pero a no perder el tiempo observándolos. Aristóteles
creía que “los de clase inferior son esclavos por naturaleza y lo mejor para ellos como
para todos los inferiores es que estén bajo dominio de un amo; el artesano está
relacionado con él menos estrechamente, y sólo llega a la excelencia de modo
proporcional cuando se hace esclavo. La clase más vil de mecánico tiene una esclavitud
especial y separada”. Con esto queda claro que Aristóteles despreciaba la labor manual,
la que construye objetos útiles para la sociedad, la que experimenta hasta hacerlos más
eficientes, la que ejerce la creatividad artística, la que confronta las ideas con
experimentos que las demuestren o desechen.
Jenofonte (431-354 a.C) decía: “Las artes llamadas mecánicas tienen un estigma
social, y es lógico que merezcan la deshonra de nuestras ciudades”. Plutarco (46 al 127
d.C.) podía llegar a apreciar los objetos materiales y artísticos, pero no a sus autores:
“No se sigue necesariamente que si la obra te encanta con su gracia, el que la hizo sea
merecedor de aprecio”. A consecuencia de tales actitudes, el brillante y prometedor
método experimental jónico fue, en gran parte, abandonado durante dos mil años. Sin
experimentación no hay posibilidad de escoger entre hipótesis contradictorias, es
imposible que la ciencia avance. La infección anti-empírica de los pitagóricas sobrevive
incluso hoy.
El historiador de la ciencia Benjamín Farrington explica la decadencia de la
ciencia antigua: La tradición mercantil, que desembocó en la ciencia jónica, también
desembocó en una economía de esclavos. La posesión de esclavos abrió el camino a la
riqueza y al poder. Atenas en la época de Pericles, Platón y Aristóteles tenía una vasta
población de esclavos. Todas las grandes formulaciones atenienses sobre la democracia
eran válidas únicamente para unos pocos privilegiados. La tarea característica de los
esclavos es el trabajo manual. Pero la experimentación científica es trabajo manual,
trabajo del cual los propietarios de esclavos prefieren mantenerse alejados; pero los
únicos que disponen de ocio para dedicarse a la ciencia son los propietarios de
esclavos... por lo tanto, casi nadie se dedicó a la ciencia”. La disponibilidad de esclavos
minó la motivación económica necesaria para el desarrollo de la tecnología.
Un problema básico en el llamado Tercer Mundo es que las clases educadas tienden
a ser los hijos de los ricos, interesados en mantener un status quo, o bien no
acostumbrados a trabajar con sus manos o a poner en duda la sabiduría convencional,
y las clases medias y medias bajas han sido totalmente alienadas por la subcultura del


5
GAARDER, Jostein. ¿HAY ALGUIEN AHÍ? Editorial Siruela, S.A. Madrid, 1998. Págs.32-35.
17

consumismo y la riqueza fácil del llamado Primer Mundo. La ciencia ha arraigado ahí con
mucha lentitud.
Platón y Aristóteles se sentían confortables en una sociedad esclavista. Dieron
justificaciones para la opresión. Estuvieron al servicio de tiranos. Enseñaron la alienación
del cuerpo separado del alma (ideal muy natural en una sociedad esclavista); separaron
la materia del pensamiento; divorciaron a la Tierra de los cielos: divisiones estas que
iban a dominar el pensamiento occidental durante más de veinte siglos. Platón, quien
creía que “todas las cosas están llenas de dioses”, utilizó concretamente la metáfora de
la esclavitud para conectar su política con su cosmología. Se dice que propuso quemar
todas las obras de Demócrito y de Homero; quizás porque Demócrito no aceptaba la
existencia de almas inmortales o de dioses inmortales o el misticismo pitagórico; o
porque creía en un número infinito de mundos. No sobrevive ni una sola obra de los
setenta y tres libros que se dice escribió Demócrito.
Pitágoras y Platón, al reconocer que el Cosmos es cognoscible y que hay una
estructura matemática subyacente en la naturaleza, hicieron avanzar mucho la causa de
la ciencia. Pero al suprimir los hechos inquietantes, al creer que había que reservar la
ciencia para una pequeña élite, al expresar su desagrado por la experimentación, al
abrazar el misticismo y aceptar fácilmente las sociedades esclavistas, hicieron
retroceder la empresa del hombre.
Pero, ya en el siglo XV, el método jonio transmitido a través de los sabios de la
Biblioteca de Alejandría, fue re descubierto. El mundo occidental despertó de nuevo. La
experimentación y la investigación abierta se hicieron otra vez respetables. Se leyeron
de nuevo libros y fragmentos olvidados. Leonardo, Colón y Copérnico fueron inspirados
por esa antigua tradición griega y siguieron independientemente parte de sus huellas.
En nuestra época hay mucha ciencia jónica, aunque falte en política y en religión, y hay
en grado considerable un valeroso libre examen. Pero también hay supersticiones
detestables y ambigüedades éticas mortales. Llevamos la marca de antiguas
contradicciones.
Los platónicos y sus sucesores “cristianos” sostenían la idea peculiar de que la Tierra
estaba viciada y de que era en cierto modo repugnante mientras que los cielos eran
perfectos y divinos. La idea fundamental de que la Tierra es un planeta, de que somos
ciudadanos del universo, fue rechazada y olvidada. Aristarco de Samos (310 a 230 a.C.)
fue el primero en sostener aquella idea. Nacido tres siglos después de Pitágoras, fue uno
de los últimos científicos jonios. Fue la primera persona que propuso el modelo
heliocéntrico del Sistema Solar, colocando el Sol, y no la Tierra en el centro del universo
conocido; que todos los planetas giran alrededor del Sol y no de la Tierra. En su época,
el centro de la ilustración intelectual se había desplazado a la gran Biblioteca de
Alejandría. Dedujo, a partir del tamaño de la sombra de la Tierra sobre la Luna durante
un eclipse lunar que el Sol tenía que ser mucho mayor que la tierra y que, además, tenía
que estar a una distancia muy grande. Quizás esto le hizo pensar que era absurdo que
un cuerpo tan grande como el Sol girara alrededor de un cuerpo tan pequeño como la
tierra. Puso al Sol en el centro, hizo que la tierra girara sobre su eje una vez al día y que
orbitara al Sol una vez al año.
Por ello, Galileo llamó a Copérnico “restaurador y conformador” y no inventor de la
hipótesis heliocéntrica. Durante la mayor parte de los 1.800 años que separan a
Aristarco de Copérnico nadie conoció la disposición correcta de los planetas, a pesar de
haber sido expuesta de modo perfectamente claro en el 280 a.C. La idea escandalizó a
18

algunos de los contemporáneos de Aristarco. Hubo gritos, como los dedicados a


Anaxágoras, a Giordano Bruno y a Galileo, pidiendo que se les condenara por impiedad.
La resistencia contra Aristarco y Copérnico, una especie de egocentrismo en la vida
diaria, continúa viva entre nosotros, todavía decimos que el Sol “se levanta” y que el Sol
“se pone”. Han pasado 2.200 años desde Aristarco y nuestro lenguaje todavía pretende
que la Tierra no gira.

6. LA HUMANIDAD VUELVE A LA SENDA DEL CONOCIMIENTO
La humanidad tuvo que esperar ¡dieciocho siglos! para admitir la validez de
aquella idea, demostrada matemáticamente por Nicolás Copérnico (1473-1543) pero
ocultada timoratamente por el editor de su obra, por temor a la hoguera. La frase que
puso arbitrariamente en la introducción, dicen que provocó la muerte de Copérnico6.

“Entre todos los descubrimientos y opiniones, ninguno ha ejercido jamás
tanta influencia sobre el espíritu humano como la doctrina de Copérnico.
Apenas acababa de ser conocido el mundo como esférico y completo en sí
mismo, cuando nos vimos obligados a renunciar al extraordinario privilegio
de constituir el centro del mismo. Sin duda nunca se exigió más de la
humanidad, ¡porque admitirlo implica ver desaparecer muchas cosas
envueltas en humo o en niebla! ¿Qué se hizo del paraíso, de nuestro mundo
de inocencia, de piedad y poesía?
Johann Wolfgang Von Goethe

Incluso mentes privilegiadas tenían pánico de la verdad demostrada por
Copérnico: “Me parece conveniente no profundizar en la opinión de Copérnico”, dijo
Blaise Pascal.
En efecto, la cosmología de Aristóteles (384-322 a.C.), perfeccionada por la
astronomía de Tolomeo (100-170 d.C.), había sido retocada durante la Edad Media para
ajustarla a la exigencia de los teólogos. El Universo antiguo y medieval era considerado
algo finito, muy pequeño, con la Tierra como centro. El poder espiritual y temporal
ocupaba naturalmente su lugar en el centro de esa construcción, de modo que ese
modelo del Universo se impuso y conservó una supremacía indiscutible hasta el siglo
XVII, por la ocultación de la obra de Copérnico.
Copérnico no fue leído ni comprendido en vida (como se dijo, su obra se publicó
después de su muerte). Pasaron varios decenios antes de que nuevas grietas hicieran
resquebrajarse el edificio aristotélico. En 1572, el danés Tycho Brahe (1546-1610)
descubrió una nueva estrella, y demostró que estaba situada en las regiones celestes
más lejanas, que hasta ese momento eran consideradas inmutables. Observó también
cometas, hizo construir el primer observatorio astronómico europeo, y acumuló durante
treinta años las observaciones más exactas sobre los movimientos de los planetas.
El alemán Johannes Kepler (1571-1630) fue el gran artífice de la revolución
astronómica. Mediante la utilización de los datos de Tycho Brahe, descubrió la
naturaleza elíptica de las trayectorias de los planetas, y refutó el dogma aristotélico del
movimiento circular y uniforme como explicación de los movimientos celestes.


6
Lo que sigue, con comentarios propios intercalados, está basado en el libro EL ENIGMA DE COPÉRNICO,
de Jean-Pierre Luminet.
19

En Italia, a partir de 1609, las observaciones telescópicas de Galileo Galilei (1564-


1642) abrieron definitivamente el camino a una nueva visión del Universo, elaborada
sobre la base de un espacio infinito. Su contemporáneo y compatriota Giordano Bruno
(1548-1600) pagó con la vida su pasión por el infinito y su obstinación en no retractarse
de su filosofía ante los tribunales de la Inquisición. En Francia, René Descartes (1596-
1650) elaboró un sistema filosófico nuevo de un alcance considerable, que propugnaba
la matematización de las ciencias físicas y la separación del cuerpo y la mente. Según él,
el Universo se extiende en todas direcciones hasta distancias indefinidas y está ocupado
enteramente por una materia continua en estado de agitación perpetua.
Ese cambio radical en la concepción cosmológica tuvo su culminación en la obra
del inglés Isaac Newton (1642-1727). Él explicó la mecánica celeste a través de la ley de
atracción universal, que actúa en el seno de un espacio infinito que, en su concepción,
es el “órgano sensible” de Dios.

“Pero los sabios, oh mi señor, y los astrónomos en particular, no siguen las
costumbres de todo el mundo. Por esa razón, las aventuras que les suceden
no son tampoco las de todo el mundo”.
Sheherezade, noche ochocientos cuarenta y nueve.

NICOLÁS COPÉRNICO tuvo que soportar incluso al irascible y fanático Martín
Lutero (1483-1546) que, con su lenguaje florido y afectadamente populista, tronó en sus
sermones contra el astrónomo polaco que intentaba probar que la Tierra se movía y
pivotaba sobre sí misma, en lugar de hacerlo el firmamento, el Sol y la Luna; lo cual iba
en contra de todos los escritos sagrados. Y se interrogó en voz alta, con una ironía
rústica, si aquel Copérnico era un secuaz de Satán o simplemente un imbécil; por
caridad, prefería la segunda alternativa. En su fanatismo y superstición, no difería en lo
más mínimo de sus casuales oponentes, los católicos del Papa.
Pero Copérnico no se inmutaba por las opiniones de estos cerriles fanáticos, él
quería que su obra sólo fuera conocida por sus amigos, o por iniciados amantes de la
justicia y la verdad. Cuando sus amigos le aconsejaban y urgían para que publicara su
obra, él decía: “Imprimir... dar a los zánganos y a los calumniadores ocasión para
picarme... Sabes de sobra que no existe remedio contra su picadura (¿se referiría a la
hoguera?); y asimilaba su situación al contenido de la carta de Lisias a Hiparco: “No
conviene divulgar a todo el mundo lo que hemos adquirido con tanto esfuerzo, del
mismo modo que no se permite admitir a las gentes ordinarias a los misterios sagrados
de las diosas de Eleusis”; y enfatizaba: “revelar la verdad desconsideradamente y sin que
importe a quién, era como si... como verter agua pura en un vaso lleno de inmundicias:
sólo se consigue remover la basura y estropear el agua... ¿Puede alguien saber si gritar
a voz en cuello que la tierra gira alrededor del Sol y de su propio eje no provocará tantos
odios y hará verter tanta sangre como una traducción de la Biblia a la lengua vulgar7?
Copérnico parecía recordar las palabras de Jesucristo:


7
Se refería a William Tyndale (1495-1536), que tradujo la Biblia al inglés, “pecado” por el que en mayo
de 1535 fue encarcelado, pasó diecisiete (17) meses en una celda inmunda hasta que el 6 de octubre de
1536 lo sacaron de su celda, lo amarraron a una estaca, lo ahorcaron y después quemaron su cuerpo, en
una manifestación exquisita de la piedad y caridad “cristiana”. Había precedentes a esta política de la
Iglesia Católica, en efecto, por atreverse a contravenir la disposición de no traducir la Biblia a la lengua
vulgar, gran número de lolardos acabaron en la hoguera por leer y distribuir la Biblia de John Wickliffe,
20


No deis a los perros las cosas santas, ni echéis vuestras perlas a los cerdos,
no sea que las huellen con sus pies, y se vuelvan contra vosotros y os
despedacen. (Mateo, 7:6)
Jesús de Nazareth

Copérnico y sus amigos sabían de sobra que las disputas entre los fanáticos
supersticiosos y los sabios muchas veces habían desembocado en la muerte de los
segundos, ahí estaban los recuerdos de Jesús, Sócrates, Abelardo, Giorgio Novara,
quemado en la hoguera en Bolonia en el año 1500, o el médico Georg Iserin, quemado
en Padua.
Las teorías cosmológicas de Giordano Bruno apoyaban a la vez que diferían o
superaban el modelo copernicano, pues propuso que el sol era simplemente una
estrella; que el universo debía contener un infinito número de mundos habitados por
animales y seres inteligentes; escribió sobre el movimiento de los astros; sostuvo que
las estrellas son otros soles como el nuestro, a las que orbitan otros planetas; que el
universo era homogéneo, compuesto por los cuatro elementos (agua, tierra, fuego y
aire); que espacio y tiempo eran ambos infinitos; que no había lugar en su universo
estable y permanente para las nociones de creación divina y juicio final. Sus opiniones
suscitaron un escándalo, y se formularon 130 artículos de acusación contra él. Al adoptar
el sistema de Copérnico fue combatido tanto por católicos como por protestantes. En el
campo teológico propuso un tipo particular de panteísmo. Luego de permanecer siete
años preso en las cárceles del “Santo Oficio”, fue quemado vivo en la hoguera. Según
Isaac Asimov, su muerte tuvo un efecto disuasorio en el avance científico de la
civilización, particularmente en las naciones católicas pero, a pesar de esto, sus
observaciones científicas continuaron influyendo en otros pensadores, y se le considera
uno de los precursores de la investigación científica.
GALILEO GALILEI, (1564-1642). Astrónomo, filósofo, ingeniero, matemático y
físico italiano, eminente hombre del Renacimiento, mostró interés por casi todas las
ciencias y artes (música, literatura, pintura). Ha sido considerado como el “padre de la
astronomía moderna, de la física moderna y de la ciencia”. Su trabajo experimental es
considerado complementario a los escritos de Francis Bacon en el establecimiento del
moderno método científico. Ya empleando el telescopio, descubrió los cráteres lunares
y las cuatro lunas de Júpiter, con lo cual desconcertó la teoría hasta ese momento
aceptada de que las órbitas de los planetas estaban circunscritas por los cinco sólidos
de Pitágoras y Platón, que tampoco dejaban espacio para la Luna de la Tierra. Y se
aceptaba que las trayectorias de los planetas eran circulares y su movimiento
homogéneo. Galileo fue la primera persona que contempló Venus a través del
telescopio, y vio un disco absolutamente uniforme, observó que presentaba, como la
Luna, fases sucesivas, desde un fino creciente hasta un disco completo; este
descubrimiento reforzó la idea de que la Tierra gira alrededor del Sol y no al revés. La
Universidad de Leiden, siguiendo la tradición holandesa de apoyar la libertad de
pensamiento, ofreció una cátedra a un científico italiano llamado Galileo, a quien la

versión inglesa de la Vulgata. Fue tal la “caridad cristiana” de los papistas que, treinta años después de la
muerte de Wickliffe, el Concilio de Constanza lo declaró culpable de herejía, ordenó la quema de sus
libros, la exhumación de su cuerpo, la quema de sus huesos y que se esparzan sus cenizas en el río Swift
hasta que lleguen al mar.
21

Iglesia Católica había obligado bajo amenaza de tortura a retractarse de su herética


afirmación de que la Tierra se movía alrededor del Sol y no al revés. Su primer telescopio
astronómico fue el perfeccionamiento de un catalejo de diseño holandés. Con él
descubrió la naturaleza de la Vía Láctea, contó las estrellas de la constelación de Orión
y constató que ciertas estrellas visibles a simple vista son en realidad cúmulos de
estrellas; descubrió las manchas solares, las fases de Venus, los cráteres de la Luna, las
cuatro grandes lunas de Júpiter llamadas, por este motivo, satélites galileanos (Calixto,
Europa, Ganimedes e Ío); las Pléyades en la constelación de Tauro y, mediante la
observación y reflexión descubrió la ley de la isocronía de los péndulos, primera etapa
del descubrimiento de una nueva ciencia, la mecánica. Inventó el pulsómetro, que
permite ayudar a medir el pulso, y comenzó a estudiar la caída de los cuerpos. Descubrió
la ley del movimiento uniformemente acelerado.
Galileo describe sus dolores en una carta escrita el año 1615 a la gran duquesa
Cristina:
“Como bien sabe vuestra Serena Majestad, hace algunos años descubrí en
los cielos muchas cosas que no se habían visto antes de nuestra época. La
novedad de estas cosas y algunas consecuencias que de ellas se derivaban
en contradicción con las nociones físicas comúnmente sostenidas por los
filósofos académicos, han excitado contra mí un no pequeño número de
profesores (muchos de ellos eclesiásticos), como si yo hubiese colocado con
mis propias manos esas cosas en el cielo a fin de trastornar la Naturaleza y
de trastocar las ciencias. Parecen olvidar que el incremento en las verdades
estimula la investigación, la fundación y el desarrollo de las artes”

En Italia, Galileo había anunciado otros mundos, y Giordano Bruno había
especulado sobre otras formas de vida. Por esto sufrieron brutalmente.
Para Stephen Hawking, Galileo probablemente sea, más que cualquier otro, el
máximo responsable del nacimiento de la ciencia moderna. Albert Einstein lo llamó
padre de la ciencia moderna.
Es interesante y provocador el comentario de Albert Camus sobre la retractación
de Galileo Galilei:

“Nunca vi morir a nadie por el argumento ontológico. Galileo, que defendía
una verdad científica importante, abjuró de ella con la mayor facilidad del
mundo, cuando puso su vida en peligro En cierto sentido, hizo bien. Aquella
verdad no valía la hoguera. Es profundamente indiferente saber cuál gira
alrededor del otro, si la tierra o el sol. Para decirlo todo, es una cuestión
baladí. En cambio veo que muchas personas mueren porque estiman que la
vida no vale la pena de vivirla. Veo a otras que, paradójicamente, se hacen
matar por las ideas o las ilusiones que les dan una razón para vivir (lo que se
llama una razón para vivir es, al mismo tiempo, una excelente razón para
morir)...8

TICHO BRAHE. El avance del conocimiento humano a través de los años y de los
siglos ha sido una empresa colegiada, en unos casos los científicos han compartido


8
CAMUS, Albert. EL MITO DE SÍSIFO. Pág. 5. (Formato pdf.)
22

directamente los resultados de sus investigaciones, en otros la aventura del


conocimiento ha ido avanzando a través del tiempo con vacíos de años o siglos pero
concatenada. En este caso unos científicos han recogido la posta que otros dejaron en
generaciones anteriores. Así por ejemplo, las tres leyes de Kepler (1571-1630) sobre el
movimiento planetario pueden derivarse de los principios expuestos por Isaac Newton
(1643-1727). Las leyes de Kepler eran empíricas, basadas en laboriosas observaciones
realizadas por Tycho Brahe (1546-1601). Las leyes de Newton eran teóricas,
abstracciones matemáticas bastante simples, a partir de las cuales podían derivarse, en
definitiva, todas las mediciones de Tycho. De manera que, en el transcurso de ciento
treinta años se relacionaron los conocimientos e investigaciones de tres científicos:
Tycho aportó con los datos, Kepler usó esos datos para realizar sus cálculos y elaborar
la teoría, y Newton precisó los cálculos y la teoría de Kepler y explicó los datos de Tycho.
¡Impresionante! Con lo cual Newton pudo decir con franco orgullo en su obra Principia:
“Demuestro ahora la estructura del Sistema del Mundo”.
JOHANNES KEPLER (1571-1630). Fue Tycho Brahe el único que había tenido la
minuciosidad de realizar y recopilar las observaciones más exactas de las posiciones
planetarias aparentes durante treinta y cinco años, antes de la invención del telescopio.
Por circunstancias trágicas para Kepler pero afortunadas para la humanidad, durante
una temporada tuvieron que trabajar juntos. Tycho era el mayor genio observador de la
época, “pero carecía del arquitecto que hiciera uso de todo ese material”, ese arquitecto
fue Kepler. Cada uno sabía que por sí solo sería incapaz de conseguir la síntesis de un
sistema del mundo coherente y preciso, sistema que ambos consideraban inminente.
Pero, nuevamente, la superstición o la religión, se constituyeron en un obstáculo
para el descubrimiento de la verdad. En efecto, Pitágoras en el siglo VI a.C, Platón,
Tolomeo y todos los astrónomos “cristianos” anteriores a Kepler, daban por sentado
que los planetas se movían siguiendo caminos circulares. El círculo se consideraba una
forma geométrica “perfecta”, y también los planetas colocados en lo alto de los cielos,
lejos de la “corrupción” terrenal, se consideraban “perfectos” en un sentido místico.
Galileo, Tycho y Copérnico creían igualmente en un movimiento circular y uniforme de
los planetas, y el último de ellos afirmaba que “la mente se estremece sólo de pensar en
otra cosa”, porque “sería indigno imaginar algo así en una Creación organizada de la
mejor manera posible”.
Así pues, Kepler intentó al principio explicar las observaciones de Tycho
suponiendo que la Tierra y Marte se movían en órbitas circulares alrededor del Sol.
Después de tres años de cálculos, la diferencia de ocho minutos de arco entre la órbita
medida por Kepler y las observaciones de Tycho obligaron a Kepler –muy a su pesar- a
abandonar la convicción en una órbita circular y poner en duda su fe en el Divino
Geómetra. Kepler comprendió al final que su fascinación por el círculo había sido un
engaño. La Tierra era un planeta, como Copérnico había dicho, y para Kepler era del
todo evidente que la perfección de una Tierra arrasada por las guerras, las pestes, el
hambre y la infelicidad, dejaba mucho que desear. Así que Kepler fue una de las primeras
personas desde la antigüedad en proponer que los planetas son objetos materiales
compuestos, como la Tierra, de sustancia imperfecta. Y si los planetas eran
“imperfectos”, ¿por qué no habían de serlo también sus órbitas? Probó con varias curvas
ovaladas, las calculó y las desechó, hasta que meses después, y ya un tanto desesperado
probó la fórmula de una elipse, codificada por primera vez en la Biblioteca de Alejandría
por Apolonio de Pérgamo. Descubrió que encajaba maravillosamente con las
23

observaciones de Tycho: “La verdad de la naturaleza, que yo había rechazado y echado


de casa, volvió sigilosamente por la puerta trasera, y se presentó disfrazada para que yo
la aceptara... Ah, ¡qué pájaro más necio he sido!”
Kepler había descubierto, al fin, que Marte giraba alrededor del Sol siguiendo no
un círculo sino una elipse. Los otros planetas tienen órbitas mucho menos elípticas que
Marte. En este tipo de órbitas el Sol no está en el centro, sino desplazado, en un foco de
la elipse. Cuando un planeta cualquiera está en su punto más próximo al Sol, se acelera;
cuando está en el punto más lejano, va más lento. La Primera Ley del Movimiento
Planetario de Kepler es simplemente ésta: “Un planeta se mueve en una elipse con el
Sol en uno de sus focos”.
En un movimiento circular uniforme, un cuerpo recorre en tiempos iguales un
ángulo igual o una fracción igual del arco de un círculo. Kepler descubrió que en una
órbita elíptica las cosas son diferentes. El planeta, al moverse a lo largo de su órbita,
barre dentro de la elipse una pequeña área en forma de cuña. Cuando está cerca del
Sol, en un período dado de tiempo traza un arco grande en su órbita , pero el área
representada por ese arco no es muy grande, porque el planeta está entonces cerca del
Sol. Cuando el planeta está alejado del Sol cubre un arco mucho más pequeño en el
mismo período de tiempo, pero ese arco corresponde a un área mayor, pues el Sol está
ahora más distante. Kepler descubrió que esas dos áreas eran exactamente iguales, por
elíptica que fuese la órbita: el área alargada y delgada correspondiente al planeta
cuando está alejado del Sol, y el área más corta y rechoncha cuando está cerca del Sol,
son exactamente iguales. Esta es la Segunda Ley del Movimiento Planetario de Kepler:
“Los planetas barrean áreas iguales en tiempos iguales”.
Estas son las leyes que obedece nuestro planeta mientras nosotros, pegados a la
superficie de la Tierra, volteamos a través del espacio interplanetario. Nosotros nos
movemos de acuerdo con leyes de la naturaleza que Kepler descubrió por primera vez.
Cuando enviamos naves espaciales a los planetas, cuando observamos estrellas dobles,
cuando estudiamos el movimiento de las galaxias lejanas, comprobamos que las leyes
de Kepler se cumplen en todo el universo.
Años después, Kepler descubrió su tercera y última ley del movimiento
planetario, una ley que relaciona entre sí el movimiento de varios planetas, que describe
el engranaje correcto del aparato de relojería del Sistema Solar. La describió en un libro
llamado Las armonías del mundo. La palabra armonía tenía para Kepler muchos
significados: el orden y la belleza del movimiento planetario, la existencia de leyes
matemáticas explicativas de ese movimiento –una idea que proviene de Pitágoras- e
incluso la armonía en sentido musical. La Tercera Ley del Movimiento Planetario de
Kepler, o ley armónica, afirma que los cuadrados de los períodos de los planetas (los
tiempos necesarios para completar una órbita) son proporcionales a los cubos de sus
distancias medias al Sol: cuanto más distante está el planeta, más lento es su
movimiento, pero de acuerdo con una ley matemática precisa: P2 = a3, donde P
representa el período de rotación alrededor del sol, medido en años, y a la distancia del
planeta al Sol, medida en unidades astronómicas. Una unidad astronómica es la
distancia de la Tierra al Sol.
Kepler, no satisfecho con haber extraído de la naturaleza las leyes del
movimiento planetario, se empeñó en encontrar alguna causa subyacente aún más
fundamental, alguna influencia del Sol sobre la cinemática de los mundos, con lo cual
iba a darse la mano con Isaac Newton. Los planetas se aceleran al acercarse al Sol y
24

reducen su velocidad al alejarse de él. Los planetas lejanos sentían de algún modo la
presencia del Sol. El magnetismo era también una influencia percibida a distancia, y
Kepler, en una sorprendente anticipación a la idea de la gravitación universal, sugirió
que la causa subyacente estaba relacionada con el magnetismo. De esta manera, Kepler
proponía que las leyes físicas cuantitativas válidas en la Tierra son las mismas que
gobiernan los cielos. Fue la primera explicación no mística del movimiento de los cielos;
explicación que convertía a la Tierra en una provincia del Cosmos. Kepler se yergue en
la cúspide de la historia: el último astrólogo científico fue el primer astrofísico.
Justamente ocho días después de que Kepler descubriese su tercera ley, se
divulgó en Praga el incidente que desencadenó la guerra de los Treinta Años. El conflicto,
calificado de santo por católicos y protestantes fue más bien una explotación del
fanatismo religioso por gente hambrienta de poder y de tierras. Kepler fue excomulgado
por la iglesia luterana a causa de su individualismo intransigente en materias
doctrinales. Y, no contentos con este ultraje, encarcelaron a la madre de Kepler, de
setenta y cuatro años de edad, bajo amenaza de tortura, acusándola de bruja. Kepler,
actuando como lo haría naturalmente un científico, se puso a encontrar explicaciones
naturales a los diversos hechos que habían provocado las acusaciones de brujería,
incluyendo pequeñas enfermedades que los burgueses de Württemberg habían
atribuido a sus hechizos. La investigación fue un éxito, un triunfo de la razón sobre la
superstición, como lo fue gran parte de su vida. Su madre fue exiliada con una sentencia
de muerte pendiente, y la enérgica defensa de Kepler parece que promovió un decreto
del duque que prohibió continuar esos procesos por brujería.
Hoy en día, los exploradores, hombres y robots, utilizan en sus viajes a través de
la inmensidad del espacio, como guías infalibles, las tres leyes del movimiento planetario
que Kepler aportó durante toda una vida de trabajo personal.
ISAAC NEWTON. El esfuerzo de Johannes Kepler, proseguido durante toda una
vida, para comprender los movimientos de los planetas, por buscar una armonía en los
cielos, culminó treinta y seis años después de su muerte, en la obra de Isaac Newton
(1642-1727). Fue quizá el mayor genio que haya existido. Incluso de joven se
preocupaba por cosas como saber, por ejemplo, “si la luz era una sustancia o un
accidente”, o conocer el mecanismo que permitía a la gravedad actuar a pesar del vacío
intermedio.
Al igual que Kepler no fue inmune a las supersticiones de su época y tuvo muchos
contactos con el misticismo; gran parte de su desarrollo intelectual se puede atribuir a
la tensión entre racionalismo y misticismo. A los veinte años de edad adquirió “sólo por
curiosidad” un libro de astrología, lo leyó hasta llegar a una ilustración que no pudo
entender porque desconocía la trigonometría. Entonces compró un libro de
trigonometría pero no pudo seguir los argumentos geométricos, así que encontró los
Elementos de Geometría, de Euclides. Dos años después y, durante un año mientras se
recuperaba de un brote epidémico inventó el cálculo Diferencial e Infinitesimal, (este
último aparte pero simultáneamente con Gottfried Leibiniz (1646-1716)). Newton
siempre estuvo fascinado por la luz y por el Sol, al que observaba reflejado en el espejo
sin protección alguna hasta el punto de poner en peligro su vista. También mientras se
recuperaba de la enfermedad realizó descubrimientos fundamentales sobre la
naturaleza de la luz y estableció las bases sobre la Teoría de la Gravitación Universal. El
único año tan productivo parecido a éste en la historia de la Física fue el “año milagroso”
de Einstein en 1905.
25

Newton dedicaba todo su tiempo a los estudios y a dar clase, creía que cualquier
hora que no estuviera dedicada a sus estudios era una hora perdida. Descubrió la Ley de
la Inercia, la tendencia de un objeto en movimiento a continuar moviéndose en una
línea recta, a menos que sufra la influencia de algo que le desvíe de su camino. Supuso
que si la Luna no salía disparada en línea recta, según una línea tangencial a su órbita,
se debía a la presencia de otra fuerza que la empujaba en dirección a la Tierra, y que
desviaba constantemente su camino convirtiéndolo en un círculo. Newton llamó a esta
fuerza “gravedad” y creyó que actuaba a distancia. Se sirvió de la Tercera Ley de Kepler
y dedujo matemáticamente la naturaleza de la fuerza de la gravedad. Demostró que la
misma fuerza que hacía caer una manzana sobre la Tierra mantenía a la Luna en su órbita
y explicaba las revoluciones de las lunas de Júpiter en sus órbitas alrededor de aquel
lejano planeta.
Las cosas han caído al suelo desde el principio de los tiempos, y que la Luna gira
alrededor de la Tierra es un hecho que la humanidad ha creído a lo largo de toda su
historia. Newton fue el primero en pensar que esos dos fenómenos se debían a la misma
fuerza. Este es el significado de la palabra “universal” aplicada a la gravitación
newtoniana. La misma Ley de la Gravedad es válida para cualquier punto del universo.
Es una ley de cuadrado inverso. La fuerza disminuye inversamente al cuadrado
de la distancia. Si separamos dos objetos el doble de su distancia anterior, la gravedad
que ahora tiende a juntarlos es sólo una cuarta parte de la de antes. Se entiende que la
fuerza deba ser inversa, es decir que disminuya con la distancia. Si la fuerza fuese directa
y aumentase con la distancia, la fuerza mayor actuaría sobre los objetos más distantes,
y toda la materia del universo acabaría precipitándose para formar una simple masa
cósmica. No, la gravedad debe disminuir con la distancia, y por ello un cometa o un
planeta se mueve lentamente cuando está lejos del Sol y rápidamente cuando está cerca
de él: la gravedad que siente es tanto más débil cuanto más alejado está del Sol.
El pasatiempo intelectual preferido de Newton durante sus últimos años fue la
concordancia y calibración de las cronologías de antiguas civilizaciones, en la tradición
de antiguos historiadores, como Maneto, Estrabón y Eratóstenes. En su obra póstuma
La Cronología de los Antiguos Reinos Amended, encontramos repetidas calibraciones
astronómicas de acontecimientos históricos; una reconstrucción arquitectónica del
Templo de Salomón; una provocativa propuesta según la cual todas las constelaciones
del hemisferio norte llevan nombres de personajes, objetos y acontecimientos de la
historia griega de Jasón y los argonautas; y la hipótesis lógica de que los dioses de todas
las civilizaciones, con la única excepción de la de Newton, no eran más que reyes
antiguos y héroes deificados por las generaciones posteriores.
Kepler y Newton representan una transición crítica en la historia de la
humanidad, el descubrimiento de que hay leyes matemáticas bastante simples que se
extienden por toda la naturaleza; que las mismas reglas son válidas tanto en la Tierra
como en los cielos; y que hay una resonancia entre nuestro modo de pensar y el
funcionamiento del mundo. Ambos respetaron inflexiblemente la exactitud de los datos
obtenidos mediante la observación, y la gran precisión de sus predicciones sobre el
movimiento de los planetas proporcionó una prueba convincente de que los hombres
pueden entender el Cosmos a un nivel insospechadamente profundo. Nuestra moderna
civilización global, nuestra visión del mundo y nuestra exploración del Universo tienen
una deuda profunda para con estos dos hombres excepcionales.
26

Newton era circunspecto con sus descubrimientos y ferozmente competitivo con


sus colegas científicos. No le costó nada esperar una década o dos antes de publicar la
ley del cuadrado inverso que había descubierto. Pero, al igual que Kepler y Tolomeo, se
exaltaba ante la grandiosidad y la complicación de la naturaleza y, al mismo tiempo se
mostraba de una modestia encantadora. Poco antes de morir escribió:

“No sé qué opina el mundo de mí; pero yo me siento como un niño que juega
en la orilla del mar, y se divierte descubriendo de vez en cuando un guijarro
más liso o una concha más bella de lo corriente, mientras el gran océano de
la verdad se extiende ante mí, todo él por descubrir.”

ALGUNAS DISTANCIAS Y TIEMPOS DEL UNIVERSO
La distancia existente entre los planetas –cuarenta millones de kilómetros de la
Tierra a Venus en el momento de máxima aproximación, seis mil millones de kilómetros
hasta Plutón- habría asombrado a aquellos griegos que se escandalizaban ante la
afirmación de que el Sol pudiera ser tan grande como el Peloponeso. Era natural
imaginar el sistema solar como una cosa más compacta y local. Es más difícil imaginar
que nosotros vivimos en una plataforma en movimiento, la Tierra, que cada seis meses
va de un extremo a otro de su órbita, una distancia de 300.000.000 de kilómetros. Si
observamos con una separación de seis meses objetos celestiales inmóviles, estaremos
en disposición de medir distancias muy grandes. Veamos algunos ejemplos de esas
distancias y tiempos, descubiertos en toda esta larga y dolorosa jornada de lucha
humana por conocer:
- Edad del Universo: aproximadamente 14.000 millones de años,
- La edad de la Tierra: 4.600 millones de años,
- El origen de la vida: 4.000 millones de años,
- Distancia de la Tierra al Sol: 150 millones de kilómetros,
- Tiempo que “tarda” la luz del Sol en llegar a la Tierra: 8 minutos.
- Longitud aproximada de la elipse de la órbita de la Tierra alrededor del Sol: 109
kilómetros,
- Circunferencia de la Tierra: 40.165 kilómetros,
- Velocidad orbital de la Tierra: 30 km/seg., o 108.000 km/h.9
- Velocidad de giro de la Tierra: 1.666 km/h,10
- Distancia de la Tierra a la Luna: 384.400 kilómetros,


9
O sea que si una persona permanece “quieta, inmóvil” en un asiento durante una hora, ¡realmente se
ha movido 216.000 kilómetros alrededor del Sol! Cuando nos acostamos para dormir por la noche y nos
levantamos 8 horas después, realmente lo hacemos a 864.000 kilómetros del sitio donde nos acostamos.
10
O sea que si una persona permanece “quieta, inmóvil” en un asiento durante una hora, ¡realmente se
ha movido 1.666 kilómetros alrededor del eje de la Tierra!

27

-

- Foto a escala real, la Tierra a la izquierda y la Luna a la derecha.
- Superficie total de la Tierra: 510 millones de kilómetros cuadrados,
- Superficie sólida de la Tierra: 150 millones de kilómetros cuadrados,
- Superficie habitable de la Tierra: 80 millones de kilómetros cuadrados.

Aristarco de Samos sospechó que las estrellas eran soles distantes. ¿A qué
distancia están las estrellas con respecto de la Tierra? En el siglo XIX, aplicando
directamente la geometría griega, quedó claro que las estrellas estaban a años luz de
distancia. Hay otro método para medir la distancia a las estrellas que los jonios eran
perfectamente capaces de descubrir, aunque al parecer no hicieron uso de él: la
proporcionalidad inversa entre el tamaño aparente de un objeto y la distancia a la que
estamos de él, utilizado por la perspectiva en el arte y por la fotografía. Todos sabemos
que cuanto más lejos está un objeto más pequeño parece. Christian Huygens utilizó este
principio, muy en onda de la tradición jonia. Huygens practicó pequeños agujeros en
una placa de latón, puso la placa contra el Sol y se preguntó cuál era el agujero cuyo
brillo equivalía al de la brillante estrella Sirio, brillo que recordaba de haberlo observado
la noche anterior. El agujero resultó ser 1/28.000 del tamaño aparente del Sol. Dedujo,
por lo tanto, que Sirio tenía que estar 28.000 veces más lejos de nosotros que el sol, o
sea aproximadamente a medio año luz de distancia. Si Huygens hubiese sabido que el
brillo de Sirio es intrínsecamente superior al del Sol, hubiese dado con una respuesta
casi exacta. Sirio está a 8,8 años luz de distancia. El hecho de que Aristarco y Huygens
utilizaran datos imprecisos y consiguieran respuestas imperfectas apenas importa.
Explicaron sus métodos tan claramente que si luego se disponía de mejores
observaciones podían derivarse respuestas más precisas.
El gran legado de Aristarco es éste: ni nosotros ni nuestros planetas disfrutamos
de una posición privilegiada en la naturaleza. Desde entonces esta intuición se ha
aplicado hacia lo alto, hacia las estrellas y hacia nuestro entorno, hacia muchos
subconjuntos de la familia humana, con gran éxito y una oposición invariable. Ha
causado grandes avances en astronomía, física, biología, antropología, economía y
política. Carl Sagan se pregunta, muy apropiadamente, si la extrapolación social de
aquella intuición es una razón principal que explica los intentos de suprimirla; es decir,
hay personas, grupos humanos, nacionalidades y razas que se creen superiores que los
demás, lo que requiere desechar la intuición de Aristarco para poder sostener esa
fatuidad. En el mismo orden de pensamiento antropocentrista, se creía que la Tierra
estaba en el centro de la Vía Láctea; lo que quedó desvirtuado cuando, gracias a los
trabajos de Harlow Shapley, sabemos que estamos situados a unos 30.000 años luz del
28

núcleo galáctico, en los bordes de un brazo espiral, donde la densidad local de estrellas
es relativamente reducida.
Hasta bien entrado el siglo veinte, los astrónomos creían que sólo había una
galaxia en el Cosmos, la Vía Láctea, aunque en el siglo dieciocho, Thomas Wright e
Immanuel Kant tuvieron separadamente la premonición de que las exquisitas formas
luminosas espirales que se veían a través del telescopio eran otras galaxias. Kant sugirió
explícitamente que M31 en la constelación de Andrómeda era otra Vía Láctea.
Los hombres, en todos los momentos de su existencia han buscado su lugar en
el Cosmos. En la infancia de nuestra especie (cuando nuestros antepasados
contemplaban las estrellas con aire distraído), entre los científicos jonios de la Grecia
antigua, y en nuestra propia época, nos ha fascinado esta pregunta: ¿Dónde estamos?
¿Quiénes somos? Descubrimos que vivimos en un planeta insignificante de una estrella
ordinaria perdida entre dos brazos espirales en las afueras de una galaxia que es un
miembro de un cúmulo poco poblado de galaxias arrinconado en algún punto perdido
de un universo en el cual hay muchas mas galaxias que personas.
Desde Aristarco, cada paso de nuestra investigación nos ha ido alejando del
escenario central del drama cósmico. Hay quien deplora secretamente estos grandes
descubrimientos, porque considera que cada paso ha sido una degradación, porque en
lo más íntimo de su corazón anhela todavía un universo cuyo centro, foco y fulcro sea la
Tierra. Pero para poder tratar con el Cosmos primero tenemos que entenderlo, aunque
nuestras esperanzas de disfrutar de un status preferencial conseguido de balde se vea
contravenidas en el mismo proceso.
Si deseamos que nuestro planeta sea importante hay algo que debemos hacer
para contribuir a ello. Hacemos importante a nuestro mundo gracias al valor de nuestras
preguntas y a la profundidad de nuestras respuestas. Explorar es algo propio de nuestra
naturaleza. Empezamos como pueblo errante y todavía lo somos. Estuvimos demasiado
tiempo en la orilla de nuestro océano cósmico. Ahora estamos a punto de zarpar hacia
las estrellas.11

7. Y, SIN EMBARGO, ESTO ES TODO LO QUE SABEMOS HASTA AHORA DEL
UNIVERSO: EL 5%.
La Física es un enorme campo que cubre diferentes tópicos, desde galaxias en
el espacio profundo hasta lo diminuto de las partículas subatómicas. Y es a veces difícil
ver cómo todos estos campos se relacionan con los otros.
Se intenta mostrar esto en el mapa de la Física. La Física puede ser dividida en
tres partes principales: Física Clásica, Física Cuántica y Relatividad.


11
SAGAN, Carl. COSMOS. Editorial Planeta, Barcelona, séptima edición, noviembre de 1983.
29


Dominic Walliman.12

Comenzaremos por la Física Clásica, y una buena persona con quien comenzar
es Isaac Newton: sus leyes del movimiento describen cómo la materia se mueve, y su
ley de la gravitación universal, vincula el movimiento de los planetas en el cielo con la
caída de los objetos en la Tierra, en una elegante descripción general. El también inventó
el cálculo, una suprema y poderosa herramienta matemática, la cual ha sido usada por
siglos para la descripción de la física. El cálculo es en realidad parte de las matemáticas,
pero la física y las matemáticas son inseparables. Las matemática son el lenguaje de la
física, se lo puede imaginar como la roca sólida sobre la cual la física se edifica.
Newton también hizo avances en el campo de la óptica, la rama de la física que
estudia la luz y cómo esta atraviesa diferentes materiales. Esta explica la refracción que
se observa en prismas y lentes, los que son utilizados para enfocar la luz en los
telescopios, microscopios y cámaras.
Los telescopios nos permitieron mirar las profundidades del espacio, observar
cúmulos de objetos y así desarrollar la astrofísica y la cosmología (una seudo ciencia). La
óptica está ligada estrechamente con la teoría de ondas, la cual básicamente describe
cómo la energía viaja a través de perturbaciones en el medio, como las crestas en la
superficie de un estanque o el sonido a través del aire. La luz no necesita de un medio
en el cual viajar, esta puede moverse a través del vacío del espacio. Pero sigue los
mismos principios de las ondas, a saber, reflexión, refracción y difracción.
Esto nos conduce al electromagnetismo: la descripción del magnetismo,
electricidad, o más generalmente campos eléctricos y magnéticos. Un físico, llamado
James Clerk Maxwell, descubrió que estos son dos aspectos de la misma cosa, dedujo
maravillosamente reglas muy elegantes del electromagnetismo y teorizó que la luz es


12
https://m.xatakaciencia.com/fisica/esto-es-todo-lo-que-sabemos-sobre-fisica-en-una-sola-
imagen?utm_source=recommended&utm_medium=DAILYNEWSLETTER&utm_campaign=30_
Dec_2017+Xataka+Ciencia.


30

una onda electromagnética. El electromagnetismo también explica todos los fenómenos


de la electricidad.
Volviendo un poco hacia atrás, la mecánica clásica se relaciona con las leyes de
Newton y abarca las propiedades y el movimiento de los objetos sólidos, cómo estos se
mueven cuando fuerzas actúan sobre ellos, y qué sucede cuando estos son agrupados,
como en un tren de engranajes o edificios o puentes. La mecánica de los fluidos describe
el flujo de líquidos y gases. Utilizando la mecánica de los fluidos se puede determinar
cuál será la fuerza de sustentación del ala de un avión, o la aerodinámica de un
automóvil. La mecánica de los fluidos es notoriamente difícil, ya que es debida al
movimiento de diminutas partículas, como moléculas, que hace que las cosas se
compliquen rápidamente.
Esto nos conduce a la Teoría del Caos, que es la descripción de sistemas grandes
y complejos, y cómo pequeñas diferencias en las condiciones iniciales, nos llevan a
diferentes resultados finales.
La termodinámica describe cómo la energía pasa de una forma a otra. Esto
incluye la Entropía, que es una medida del orden o el desorden, y que básicamente nos
dice que tan útiles son las diferentes formas de energía.
La energía es una propiedad fundamental en física y aunque haya escrito
energía sólo aquí, debería haberlo escrito en todas partes, porque todo tiene energía.
Eso es todo en Física Clásica, la imagen del Universo que teníamos alrededor
del año 1900. Nos decía que vivíamos en un universo donde todas las cosas se movían
como los engranajes de un reloj; de manera que en caso que se pudiera medir todo con
la precisión necesaria, el futuro estaba ya predeterminado.
Aunque, no todo estaba resuelto, existían algunos huecos en experimentos que
daban la pista de que había algo más. La órbita de Mercurio era levemente más rápida
y algunas cosas extrañas sucedían en escalas pequeñas con los electrones y la luz, que
no estaban explicadas. Los físicos de aquella época, pensaban que estos problemas iban
a ser explicados prontamente, pero meterse a desenmarañar esto, los llevó a los nuevos
dominios de la relatividad y la física cuántica, y cambió completamente en sus cabezas
la comprensión del universo.
Albert Einsten fue el genio que desarrolló la Teoría Especial y General de la
Relatividad. La Teoría Especial de la Relatividad predice que la velocidad de la luz es
constante para todos los observadores, lo que significa que cuando viajas muy rápido,
cosas extrañas comienzan a suceder, como que el tiempo transcurre más lentamente.
También establece que la materia y la energía son diferentes aspectos de una misma
cosa, a través de la famosa fórmula E=mc2. La Relatividad General en cambio dice que
el espacio y el tiempo son parte de una sola cosa, llamada espacio-tiempo, y que la
fuerza de gravedad proviene de objetos masivos que curvan el espacio-tiempo haciendo
que los objetos caigan hacia ellos.
Mientras que la Relatividad describe los objetos muy grandes, otros físicos
estaban ocupados trabajando con las cosas pequeñas del mundo de la Física Cuántica.
La Teoría Atómica probó la naturaleza del átomo, y fue desarrollada una descripción
más y más detallada del átomo. Desde una diminuta esfera, a la órbita del electrón,
hasta los niveles de energía de los electrones y estos comportándose como onda de la
distribución de carga. La física de la materia condensada describe cuánticamente el
comportamiento de muchos átomos juntos en sólidos y líquidos, y es de donde
provienen grandes progresos tecnológicos, tales como computadoras, los rayos láser y
31

la ciencia cuántica de la información. La Física Nuclear describe cómo se comportan los


núcleos de los átomos, y explica la radiación, fisión nuclear, la división del átomo
utilizada en las plantas nucleares de generación, y la fusión nuclear, que tiene lugar en
el Sol y, con suerte, pronto podrá utilizarse aquí en la Tierra.
La Física de Partículas investiga aún más profundamente para hallar partículas
subatómicas fundamentales con las cuales están hechas todas las cosas y están descritas
en el modelo standard de la física de partículas. La Teoría Cuántica de Campos combina
la Física Cuántica con la Teoría Especial de la Relatividad y es la mejor descripción que
tenemos del Universo. Desafortunadamente, la Teoría Cuántica de Campos no incluye
la gravedad, por lo tanto los físicos no saben cómo unir la Física Cuántica y la Teoría
General de la Relatividad, dejando así un abismo gigante de ignorancia. Un día en el
futuro esperamos poder cerrar este abismo y llegar a la Teoría Unificada de toda la
Física, llamada Gravedad Cuántica, y hay muchos intentos para esto; algunos ejemplos
son la Teoría de Cuerdas, o Gravedad Cuántica de Lazos, y hay muchos más.
Pero la gravedad cuántica no es la única cosa que observamos pero no
entendemos, hay también un rompecabezas mayor: la energía oscura y la materia
oscura, la cual parece componer el 95% del Universo. De manera que la Física solamente
describe el 5% de lo que conocemos, y lo demás, por el momento, es un misterio.

Vera Rubin dice: “Yo observé que las galaxias giraban de una manera
totalmente inesperada según las leyes de Newton y Kepler. Esto se
interpretó como la primera evidencia de que la materia oscura existía, y
continúa siendo la hipótesis más factible, pero también podría ser que
arrastráramos un error fundamental en las ecuaciones que utilizamos para
describir el movimiento de los cuerpos celestes...”
Cuando a mediados de la década de 1960 Vera Rubin13 empezó a medir la
velocidad de rotación de las estrellas de la galaxia Andrómeda, observó algo
muy extraño: las situadas en los extremos giraban casi a la misma velocidad
que las más internas. ¡Eso no tenía sentido! Las leyes de la Física establecían
que si las zonas centrales de las galaxias tenían una densidad de materia muy
superior –como era el caso de Andrómeda-, allí la gravedad era mayor y las
estrellas debían rotar mucho más rápido... La primera reacción de Vera
Rubin al ver que esto no se cumplía en Andrómeda fue pensar que sus
mediciones estaban equivocadas, o que quizá esa galaxia era especial. Sin
embargo, cuando realizó más mediciones y observó que en otras galaxias
espirales tampoco disminuía la velocidad de rotación de las estrellas a
medida que se alejaban del centro, se dio cuenta de que algo importante no
encajaba... (esto) agitó a toda la comunidad cosmológica: si las estrellas en
el exterior de las galaxias giraban a la misma velocidad que las centrales...
eso implicaba que debían de estar rodeadas de la misma densidad de
materia. Pero, ¿qué materia? Los telescopios no veían nada. La
interpretación de los resultados de Vera Rubin fue rompedora: confirmaba
la extravagante idea expuesta en los años treinta por un astrofísico suizo...
Fritz Zwicky... (que insistió en) que algo muy extraño ocurría en los extremos

13
“Cuando Vera Rubin empezó a medir el movimiento de las galaxias tenía que pedir hora en los
telescopios en nombre de su marido porque a las mujeres no se les permitía ejercer una actividad tan
masculina...” (Estupinyà, 2013:119). ¡Discriminación de género en la ciencia!
32

de las galaxias: según todas las observaciones sobre su rotación, las estrellas
más alejadas deberían escaparse y dispersarse por el espacio. Sólo podían
mantenerse bajo la influencia gravitacional de la galaxia si existía una
cantidad de materia muchísimo mayor de la que veíamos con los
telescopios. Y no podía tratarse de planetas u otros cuerpos “normales” que
no emitieran luz. Se requería una cantidad de materia oscura tan
descomunal que por fuerza debía ser de una naturaleza desconocida
todavía...
Desde mediados de la década de 1970 se han ido encontrado muchas
regiones del espacio donde existe materia oscura. Los astrónomos ven que
la luz se desvía por efecto de una gran masa invisible, u observan
agrupaciones de galaxias cuya existencia requiere una concentración de
materia muchísimo mayor de lo que podrían constituir planetas, estrellas,
cuerpos opacos, o agujeros negros. Por fuerza debe ser algo muy diferente,
ya que los cálculos más actuales aseguran que hay cinco veces más materia
oscura que materia ordinaria (el universo estaría constituido por un 74% de
energía oscura, un 23% de materia oscura, y un 4% de materia ordinaria).
Pero ¿qué es es materia oscura?... hasta que (los científicos) no descubran
de qué diantre está constituida, tendremos que continuar resignándonos a
aceptar que no tenemos ni idea de qué materia y fuerzas constituyen y rigen
al 96% del universo...”14

Hay muchos otros misterios, como el Big Bang, y no hay duda que existen otras
cosas que ni siquiera sabemos que no conocemos; lo cual nos pone una elevada nube
que flota sobre toda la Física: la Filosofía. Aunque muchos físicos se entretienen con la
Filosofía, hay grandes preguntas filosóficas que motivan a muchos físicos, como ¿Cuál
es la naturaleza fundamental de la realidad? ¿Cómo existe el Universo? ¿Tenemos
libertad de decisión si estamos hechos de física? O, ¿Cómo sabemos que lo que estamos
encontrando es la verdad fundamental sobre el Universo? Y, ¿Por qué la Física es como
es? Bien, estas fueron bastantes preguntas las cuales, tal vez, nunca podrán ser
respondidas; pero esto no es una razón para dejar de seguir intentando, después de
todo los físicos no renuncian. Y este ha sido el Mapa de la Física.

Vera Rubin dice: “En la primera década del siglo XX descubrimos que el
universo se expandía; en los años veinte, que nuestro Sol no era el centro de
la Vía Láctea; en los treinta, que había galaxias fuera de la nuestra propia; en
las décadas de 1940 y 1950 aprendimos a interpretar las ondas que nos
llegaban del espacio; en los sesenta descubrimos la radiación de fondo de
microondas; en los setenta, la materia oscura; en los años ochenta vimos
que en el centro de cada galaxia había un agujero negro; en los noventa llegó
la energía oscura, y en esta primera década del siglo XXI estamos asistiendo
a la explosión de los planetas extrasolares. Ha sido un gran siglo, y no hay
ninguna razón para imaginar que esto vaya a parar” (Estupinyà, 2013:123)


14
ESTUPINYÀ, Pere. EL LADRÓN DE CEREBROS. Compartiendo el conocimiento científico de las mentes
más brillantes. Editorial Debolsillo. Barcelona, marzo, 2013. Páginas 119-122.
33

8. EL AVANCE DEL CONOCIMIENTO DEL ORGANISMO HUMANO15


8.1. El dogmatismo en Medicina
En la Europa del siglo XVI el “sentido común” y la “sabiduría” popular, así
como se interpusieron y opusieron al conocimiento de los astros, lo hicieron con el
conocimiento del cuerpo humano.

“En Europa, el saber relativo al cuerpo humano había sido codificado y confiado a
la custodia de una profesión poderosa, exclusivista y respetada. Dicho saber se
recogía en lenguas cultas (griego, latín, árabe y hebreo) y era dominio particular
de unos monopolizadores que se llamaban a sí mismos doctores en física. El
cuerpo, su tratamiento y disección, era un coto que pertenecía a otro grupo más
relacionado con los carniceros y cuyos miembros eran llamados en ocasiones
cirujanos-barberos” (Boorstin: 2000, 332)

Los libros estaban divorciados de la experiencia directa, de los cuerpos, y los
curanderos eruditos, de sus pacientes. Esas separaciones impregnaban de una supuesta
dignidad a una profesión que inspiraba temor.

“Procurad conservar la salud”, aconsejó Leonardo Da Vinci, “y lo conseguiréis
en la medida en que os apartéis de los médicos, porque sus drogas constituyen
un tipo de alquimia que produce menos medicinas que libros hay sobre ella”
(Op.cit, pág. 333)

El problema era que los médicos estaban aferrados a los autores clásicos. Según
ellos, las enfermedades eran el resultado de la perturbación del equilibrio de los
“humores”(del latín, “umor”: líquido, humedad) del cuerpo; que eran cuatro: sangre,
flema, cólera y melancolía. Se consideraba que la salud era el equilibrio justo de esos
cuatro humores y la enfermedad estaba causada por un exceso o insuficiencia de alguno
de ellos; de ahí que algunas personas eran “sanguíneas”, otras “flemáticas”, “coléricas”
o “melancólicas”. Durante mil quinientos años (¡Increíble, el conocimiento fosilizado
durante 1.500 años!) “la principal fuente del conocimiento de los médicos europeos
sobre el cuerpo humano no fue el cuerpo; sino que se limitaban férreamente a las obras
de un médico de la Grecia antigua. O sea que el “conocimiento” teórico desarrollado mil
quinientos años atrás constituía una barrera para el conocimiento científico, que
requiere de la experiencia y la experimentación directa. Y ese conocimiento era
reverenciado, casi como sagrado. De manera que los médicos aceptaban gustosos una
suerte de tiranía del conocimiento de dicho médico. Actitud similar a la de los judíos y
“cristianos” dogmáticos: “si no está en la Biblia no lo creo”, o “si lo dice la Biblia, es
cierto”.
Ese médico era Claudio Galeno (Pérgamo, 129, Roma, 216). Comenzó a estudiar
medicina a la edad de quince años; trabajó con profesores de medicina en Esmirna,
Corinto y Alejandría. Fue médico de los gladiadores y, como la disección de cadáveres
estaba prohibida, tuvo que limitarse a estudiar el interior de las heridas de los
gladiadores. Llegó a ser médico de la corte del emperador Marco Aurelio (121-180). Fue


15
Este contenido está basado fundamentalmente en el libro LOS DESCUBRIDORES, de Daniel J. Boorstin.
Editorial CRÍTICA, Barcelona, abril 2000. Capítulo X: Dentro de nosotros mismos. Págs, 332-374.
34

uno de los escritores más prolíficos de la Antigüedad, autor de quinientos tratados en


lengua griega sobre Anatomía, Fisiología, Retórica, Gramática, Teatro y Filosofía; en
edición moderna su legado ocupa veinte gruesos volúmenes. Galeno recogió y
sistematizó todo el saber de los médicos que le habían precedido, y produjo su propia
filosofía de los procedimientos médicos. “Desde mi juventud desprecié la opinión de la
mayoría y aspiré a alcanzar la verdad y el conocimiento, convencido de que no existía
posesión más noble o divina para el hombre”. Despreció la riqueza y a los médicos ávidos
de dinero, ya que, según dijo, él no necesitaba más que dos trajes, dos esclavos
domésticos y dos juegos de instrumentos.
Para Galeno, dado que el conocimiento era acumulativo, el médico debía aprender
de Hipócrates (460 a.C.-370 a.C.) y de todos los demás grandes de la medicina que le
hubieran precedido. Aún sabiendo que Hipócrates descubrió el método terapéutico,
instó a sus colegas a que aprendieran de la experiencia. Llevó a cabo un minucioso
estudio del pulso y demostró que las arterias no contenían aire, sino que transportaban
sangre. Era un diagnosticador brillante. Escribió un tratado sobre las enfermedades
fingidas. Su obra más influyente, de setecientas páginas, trataba Sobre la utilidad de las
partes del cuerpo. En ella describe cada miembro y cada órgano y explica cómo su forma
sirve a sus propósitos particulares.
Si bien Galeno sostenía que para conocer las obras de la naturaleza no hay que
confiar en los libros de anatomía sino en sus propios ojos o realizar ejercicios de
disección; paradójicamente, durante mil quinientos años, los médicos no siguieron su
consejo sino que a medida que los libros de Galeno se convertían en textos sagrados, su
espíritu de médico práctico que recurría la experiencia fue olvidado y, durante siglos el
“galenismo” iba a ser el dogma dominante de los médicos.
En el siglo X, el título de “Galeno del Islam” era el mayor honor que los médicos
árabes podían conceder a Avicena (980-1037) o a cualquier otra personalidad de la
medicina.
En algunos temas Galeno fue superado por Raziz, Avicena, Averroes y Maimónides,
que se atrevieron a escribir sus propias críticas a la medicina de Galeno. Sin embargo,
éste ha permanecido como unificador de la medicina medieval y los médicos se
denominaron a sí mismos miembros de la “familia de Galeno”.
“Al tiempo que los “cristianos” europeos atravesaban el Mediterráneo para
participar en las cruzadas contra los infieles musulmanes y se quemaban a los herejes y
a los judíos en las plazas de los pueblos, los médicos “cristianos” de Europa curaban
diariamente las enfermedades siguiendo las enseñanzas de los doctores musulmanes y
judíos”.
Este dogmatismo se institucionalizó cuando se imprimió en Venecia la obra de
Galeno en 1476. De manera que el más destacado profesor de anatomía de la
Universidad de París, Jacobo Silvio, dictaminaba en sus clases que “Galeno jamás se
equivocaba”. Su estudio de la medicina se limitaba a averiguar qué quería decir Galeno
exactamente. Los debates médicos llegaron a parecerse a las discusiones de los teólogos
sobre el significado de las escrituras. Los principales profesores de anatomía hacían
cualquier cosa por defender a Galeno. Si un cuerpo sometido a disección no presentaba
todas las características descritas en el texto de Galeno era porque el cuerpo humano
había cambiado y porque, con el transcurso de los siglos, la especie humana había
experimentado una decadencia respecto de la forma ideal vista por Galeno. Sí, es en
serio, ¡así opinaban los más prestigiosos profesores de anatomía!
35

Pero Galeno nunca había visto la mayoría de las cosas que describía. La gran
autoridad en anatomía humana, cuya palabra fue un evangelio durante mil quinientos
años, probablemente había estudiado el cuerpo humano pero jamás había disecado un
cadáver. Según él mismo decía, sólo en dos ocasiones había podido estudiar la
estructura ósea completa del cuerpo humano: un esqueleto que había sido despojado
de sus carnes por las aves de rapiña, y otro que había quedado descubierto tras
permanecer largo tiempo en un río.
Galeno únicamente había realizado disecciones de monos, para estudiar la
anatomía externa y de cerdos para la interna. Luego proyectó sus averiguaciones a la
anatomía del cuerpo humano.
La creencia cristiana en la inmortalidad del alma y el desprecio por el cuerpo, no
estimularon el interés por la anatomía humana. Pero, luego, esa misma separación de
cuerpo físico y alma, hizo que la disección fuese autorizada.
El Islam medieval nunca se avino a la disección del cuerpo humano. Desde el siglo
VIII al XIII el conocimiento anatómico de los sabios doctores árabes se limitó a “Galeno
vestido de árabe”.

8.2. “Un profeta demente señala el camino”16
En las circunstancias históricas narradas anteriormente, el avance científico del
conocimiento del cuerpo humano requería atacar esa torre de marfil, ese dogmatismo
más propio de fe religiosa, y ese reducto reservado a los “iniciados”; lo cual demandaba
pasión, conocimientos y, además, poca prudencia, ya que el que lo intentase debía
poseer los conocimientos técnicos y científicos pero no debía estar comprometido con
la profesión. Debía estar en el mundo de los médicos pero ser lo bastante valiente y
honesto como para despreciar ser reconocido, premiado y aceptado como colaborador
en los despachos de los médicos famosos de la época.
“El indicado era un vagabundo y un visionario, un hombre de temeridad mística...
habría de usar la lengua vernácula y no hablar, sino gritar”.
Su nombre completo era Teofrasto Felipe Aurelio Bombasto von Hohenheim, pero
el apodo como se lo conoce en la historia es Paracelso (1493-1541).
Fue considerado sospechoso y tuvo fama de charlatán. Así como Kepler creía en la
divina simetría del universo, lo que le confirmó su fe en el sistema copernicano de los
cielos, Parcelso tenía fe en el orden divino aplicado al cuerpo humano.
Tuvo la suerte de ser llamado a Basilea para tratar a Johann Froben, que publicó el
primer Nuevo Testamento impreso en Griego. Curó a Froben y, como Erasmo (1466-
1536) vivía con Froben, también lo trató a él. Ambos quedaron tan impresionados que
en 1527 consiguieron que fuera nombrado médico municipal y catedrático de la
universidad. “Pero los demás profesores lo discriminaron por haberse negado a prestar
el juramento hipocrático y no ser siquiera doctor titulado en medicina”.
Paracelso combinada la arrogancia de un autodidacta con la elocuencia de un auto
designado portavoz de Dios. Respaldado por Erasmo comenzó a atacar a la torre de
marfil médica. Publicó su propio manifiesto de medicina, que aspiraba que reemplazaría
al juramento hipocrático. Arrojó a la hoguera una copia de la obra de Galeno y el Canon
de Avicena. Declaró que sus clases de medicina se basarían en su propia experiencia con
los pacientes. Y provocó la ira de los médicos al no enseñar en latín sino en un dialecto


16
Este es literalmente el título del contenido siguiente en el libro de Daniel J. Boorstin.
36

local alemán; con lo cual violaba el juramento hipocrático que obligaba al médico
“digno” a guardar su conocimiento profesional para evitar que los legos se convirtieran
en incompetentes practicantes de la medicina.
Todo esto provocó que “los sabios” doctores se volvieran contra Paracelso y
desencadenaran toda una tormenta contra él, hasta conducirle a la ruina. Un ejemplo
de su consabida terquedad, se produjo cuando siguió un juicio a un eclesiástico de alto
rango que le había prometido una elevada suma si le curaba, como Paracelso le curó
solamente empleando unas pocas píldoras de láudano, el cura se negó a pagarle;
Paracelso perdió el juicio y procedió a enjuiciar al juez. Hasta que sus adversarios de
todo tipo lograron obligarle a marcharse de Basilea; con lo cual nunca más volvió a
trabajar para institución alguna y se convirtió en un Don Quijote de la medicina,
trasladándose a Innsbruck y al Tirol a estudiar la enfermedad de los mineros.
En Nuremberg criticó el tratamiento que se acostumbraba dar a la sífilis
administrando dosis venenosas de mercurio y guayacol, una droga que se extraía de un
árbol de América, y que se pretendía respaldar con la típica superstición de que “Dios
había dispuesto que este árbol creciera en el lugar de origen de la enfermedad”.
Toda la persecución de los médicos dogmáticos y librescos de Galeno condujo a
Paracelso a la pobreza, la exposición a la intemperie y las tribulaciones de la vida errante
mientras practicaba la medicina. La persecución a que se vio sometido lo condujo
finalmente a Salzburgo, donde murió a la edad de 48 años, el 24 de septiembre de 1541.
En el epitafio de su tumba se puso: “Aquí descansa Felipe Teofrasto, distinguido
doctor en medicina, quien con arte maravilloso curó graves heridas, lepra, gota,
hidropesía y otras enfermedades contagiosas del cuerpo. Fue su deseo que sus bienes
se distribuyeran entre los pobres”.

“La oposición de las personalidades de la medicina evitó que la mayoría de
los escritos de Paracelso se publicase en vida de éste, pero pocas décadas
después de su muerte las imprentas habían difundido sus ideas más allá del
alcance de los académicos, y se convirtió en un héroe romántico, celebrado
por Christopher Marlowe, Goethe, Robert Browning y Schnitzler, así como
por el músico Berlioz”.

Dado que una enfermedad era, según la concepción de los académicos “galenistas”,
el desorden de todos los elementos del cuerpo, las curas de las enfermedades habrían
de tratar el cuerpo como un todo. La “ciencia” de los humores enseñaba a los médicos
a buscar el equilibrio de los humores de cada persona y a recuperar aquel mediante
tratamientos tales como el sudor, las purgas, las sangrías o la inducción de vómitos.
Paracelso tenia una teoría radicalmente diferente, basada en una noción de
enfermedad también radicalmente diferente, que tuvieron consecuencias de largo
alcance para la ciencia médica. Una enfermedad, decía Paracelso, no se debía al
desajuste de los humores del cuerpo de una persona, sino a causas concretas ajenas al
cuerpo, tales como venenos y minerales presentes en la atmósfera. Cuando defendía la
uniformidad de las causas y la especificidad de las enfermedades, señalaba el camino de
la medicina moderna.
La fe de Paracelso le llevó a pensar que no había enfermedades incurables sino
médicos ignorantes.
37

“Si amas a tu prójimo no debes decir: para ti no hay ayuda posible, sino que
debes decir: yo no puedo hacerlo, yo no lo comprendo.” En esto se asemejaba a Avicena,
que, una vez diagnosticada una enfermedad, tenía una de tres respuestas: “Esta es una
enfermedad que puedo curar”, o “Esta es una enfermedad que trataré de curar”, o “Esta
es una enfermedad que no puedo curar (porque no comprendo su causa)”.
El médico debía tratar de descubrir nuevos remedios, y no limitarse a los
admitidos por Galeno. Recomendación que es válida para el médico en la actualidad,
que se aprende de memoria los nombres de los medicamentos que le recomiendan
machaconamente los visitadores a médicos, convirtiéndose así, en simple empleado de
la empresa farmacéutica, la cual, luego premia al “médico” que más ha recetado sus
productos.
Paracelso superó la limitación de los médicos a los remedios botánicos, e impulsó
el uso también de minerales y productos orgánicos animales. Como en su tiempo no
existía una ciencia química, echó mano de los alquimistas, asignándoles una nueva
tarea: convertir los minerales y los metales en medicinas.
De la misma manera que Galeno dominó durante mil quinientos años la
profesión médica, Dioscórides, un griego del siglo primero, que servía como médico en
los ejércitos de Nerón, dominó durante los mismos mil quinientos años la “farmacopea”
con su libro de botánica De materia médica.
Paracelso realizó el primer estudio de las enfermedades profesionales, para lo
cual fue a vivir con los mineros y los fundidores de hierro, y escribió el libro Sobre la
enfermedad de los mineros y otras dolencias de los mineros, que fue publicado en 1567,
un cuarto de siglo después de su fallecimiento. Identificó, entre las enfermedades de los
mineros, las afecciones pulmonares y la úlceras de estómago, causadas por el aire y los
minerales absorbidos por los pulmones o la piel; observó las diferencias entre los
desórdenes causados por el arsénico, el antimonio o los álcalis. Identificó los síntomas
del envenenamiento por mercurio.
Paracelso estudió y aprendió a respetar la cultura y medicina popular: “Los
doctores en medicina deberían considerar mejor lo que ven con sus propios ojos; por
ejemplo, que un campesino analfabeto se cura antes que todos ellos con sus libros y
togas rojas. Y si estos togados caballeros escucharan cuál es la causa, se sentarían en un
saco de cenizas, tal como lo hicieron en Nínive”.

8.3. Comienza la observación cuidadosa del interior del cuerpo humano
Andreas Vesalio (1514-1564) nació en Bruselas y, desde niño, tuvo el infortunio
de poder mirar el monte en el que los criminales condenados eran torturados y
ejecutados. Recibió la mejor educación médica “galenista” de la época, y luego de
estudiar en las universidades de Lovaina y París, en la de Padua se sometió a dos días de
exámenes y recibió el título de doctor en medicina magna cum laude, con lo cual, a los
veinte y tres años desempeñó la cátedra de cirugía en dicha universidad.
Abandonó el dogma de considerar que los textos de Galeno eran la única
referencia y se apartó de la tradición. Dirigió la cátedra de anatomía (que en griego
significa cortar) pero, a diferencia de sus profesores, que se sentaban en altas cátedras
(sillones) a ordenar a los cirujanos-barberos lo que debían hacer en las entrañas de un
cuerpo, mientras otro ayudante señalaba con un puntero las partes del cuerpo, Vesalio
puso sus propias manos a la obra. Y, con su conocimiento directo del cuerpo humano,
preparó cuatro gráficos anatómicos muy detallados, en los que cada parte del cuerpo
38

estaba señalada con un nombre técnico, mientras en un glosario anexo colocó en orden
alfabético los nombres de todas las partes del cuerpo en griego, latín, árabe y hebreo.
Esta utilización de gráficos fue una gran novedad, ya que los textos de Galeno no tenían
ilustraciones. Pero, claro, los “eminentes” profesores se declararon enemigos de la
utilización de figuras y diagramas: ¡los alumnos sólo debían leer el texto auténtico!
Con estas Seis tablas anatómicas, Vesalio introdujo el método gráfico en
anatomía. En la actualidad resulta sorprendente que hubiera que inventar algo tan
evidente. Infortunadamente, los gráficos de Vesalio, ciñéndose al texto de Galeno, igual
mostraban el interior del cuerpo humano como el de algún animal.
Pero Vesalio abrió el camino para la disección del cuerpo humano.
Dado que los cuerpos de criminales ejecutados constituían la principal fuente de
las autopsias, los cadáveres femeninos eran particularmente escasos, lo cual añadía un
obstáculo más al estudio de los procesos de la procreación y la gestación.
Muy lentamente, la anatomía dejó de significar la abertura ocasional de un
cuerpo para responder a alguna pregunta concreta y se fue convirtiendo en el estudio
sistemático del cuerpo.
Vesalio aprovechaba cada oportunidad que se le presentaba, legal o ilegal, para
recoger especímenes humanos. E igual lo hacían los estudiantes interesados en conocer
de primera mano la anatomía humana, incluso robando cadáveres. “En Padua, Vesalio
interesó a un juez del tribunal de lo criminal en sus investigaciones, quien no sólo le
ofreció los cuerpos de los criminales ejecutados, sino que tenía la amabilidad de retrasar
las ejecuciones el tiempo suficiente para que los cuerpos estuviesen frescos cuando
Vesalio estuviera preparado par hacer las disecciones.”
Con todos esos estudios, Vesalio obviamente se dio cuenta de las equivocaciones
y mezclas que Galeno había hecho de cuerpos animales y humanos, entonces decidió
elaborar su propio manual de anatomía basado por completo en sus propias
observaciones del cuerpo humano. Este fue el La Estructura del cuerpo humano (De
humanis corporis fabrica), llamado comúnmente La fabrica, que lo escribió entre los 26
y 28 años de edad; y en él explicaba tanto la estructura como el funcionamiento del
cuerpo humano. Apareció en 1543, el mismo año de la publicación del libro de Nicolás
Copérnico que descalabró todas las concepciones y nociones sobre la Tierra que tenían
los seres humanos.
Cuando sus alumnos le preguntaban algo sobre el funcionamiento del cuerpo
humano, Vesalio se resistía a dar su opinión y les animaba a mirarlo por sí mismos
directamente en los cuerpos disecados.
Decidido a demostrar con la máxima precisión sólo lo que había confirmado con
sus propios ojos y manos, sabía que el valor científico de su libro dependería de la
calidad de las ilustraciones, de manera que contrató a los mejores artistas para realizar
los dibujos, artistas de la escuela de Ticiano, además de que él mismo era un dibujante
notable; y a los mejores grabadores en madera para que hicieran las reproducciones de
esos dibujos.
Cuando Leonardo señaló las cualidades del buen anatomista, señaló la paciencia,
la perseverancia, un amor por tales cosas, y el valor para vivir de noche horas y horas en
compañía de los cadáveres, descuartizados, despellejados y de horrible apariencia; y
añadió a esta lista saber dibujar y conocer la perspectiva. “Leonardo se jactó en sus
cuadernos de notas de haber disecado el mismo más de diez cuerpos humanos, y de que
él combinaría lo que había aprendido de todos ellos en un solo dibujo.”
39

Antes de que transcurriera medio siglo, la anatomía de Vesalio se había impuesto


en las escuelas de medicina de Europa.
Vesalio revisaba su propia obra a medida que adquiría nuevos conocimientos
mediante las disecciones; de manera que la segunda edición de La fabrica contenía
correcciones cruciales. ¡Su reputado maestro Jacobo Silvio condenó a Vesalio por
irreverencia para con el infalible Galeno!

8.4. El siguiente pionero: ¿cómo funciona el corazón?
Galeno tenía una teoría especial sobre el corazón humano. El calor innato que
según Hipócrates y Aristóteles, impregnaba todo el cuerpo y distinguía a los vivos de los
muertos, procedía del corazón. Este era el órgano más caliente, una especie de horno
que se hubiera consumido a causa de su propio calor si no estuviese convenientemente
refrigerado por el aire de los pulmones. El calor, que estaba unido a la vida humana, era,
pues, innato, el sello distintivo del alma. Vale mencionar que el proceso vital, según
Galeno, comenzaba con las tres “almas” o pneuma que, según Platón, gobernaban el
cuerpo. La racional, desde el cerebro, gobernaba las sensaciones y el movimiento; la
irascible, desde el corazón, controlaba las pasiones y el movimiento; y la concupiscible,
desde el hígado, se ocupaba de la nutrición. Después de ser inhalado, el aire se
transformaba en pneuma por acción de los pulmones, y el proceso vital transformaba
un tipo de pneuma en otro.
Este tipo de nociones, más ideológicas que científicas, y que gobernaban de
manera dogmática a la enseñanza y práctica de la medicina, debían ser desvirtuadas por
el conocimiento científico. Y el autor de esta nueva tarea de Hércules iba a ser William
Harvey (1578-1657). Como un buen ejemplo de que el conocimiento humano avanza
por adiciones sucesivas, Harvey tuvo dos predecesores que abrieron el camino del
conocimiento del funcionamiento del corazón. Primero fue su maestro Fabricio ab
Aquapendente (1533-1619) que era un investigador infatigable, pero seguía siendo
partidario de Galeno. Construyó un foro anatómico en 1595 que hizo posible por
primera vez la realización de anatomías en el interior de un edificio, y en el cual hasta
trescientos estudiantes podían observar el proceso detalladamente. Alrededor de 1574
Fabricio había observado, en el curso de sus disecciones, que las venas de las
extremidades humanas contenían válvulas pequeñas que permitían que la sangre
circulara sólo en una dirección. Se dio cuenta que dichas válvulas no existían en las
grandes venas del tronco que llevaban la sangre directamente a los órganos vitales.

“Mi teoría es que la naturaleza las ha formado [a las válvulas] para
detener la sangre en cierta medida, y para evitar que la totalidad fluya a
los pies, las manos o los dedos, y se acumule allí. Se evitan así dos males,
a saber, la desnutrición de las zonas superiores de las extremidades y una
hinchazón permanente de las manos y los pies. Las válvulas tienen como
función, por tanto, garantizar la justa distribución de la sangre para la
nutrición de las distintas partes...”

Galeno había dividido los procesos vitales entre los distintos órganos, cada uno
de los cuales satisfacía una necesidad particular del cuerpo. Harvey se lanzó a la
búsqueda de un fenómeno vital unificador. El éxito de sus investigaciones quedó
plasmado en su obra “Sobre el movimiento del corazón y la sangre en los animales”, que
40

publicó en 1628. En el libro, de 72 páginas, Harvey paso a paso nos conduce a la


conclusión de que el corazón impulsa la sangre y que ésta circula por todo el cuerpo.
Trata sobre las arterias, las venas y el corazón con sus aurículas y ventrículos; así como
los movimientos diástole y sístole; la estructura y funcionamiento de todo el sistema
circulatorio, de una manera detallada, minuciosa y rigurosa; demostrando los múltiples
errores que existían al respecto en su tiempo. Sus observaciones procedían de la
disección de animales vivos.
Harvey introdujo, entre otros conocimientos, una noción nueva: la circulación
menor o pulmonar de la sangre, la circulación de la sangre a través de los pulmones.
Esta idea la tomó de Realdo Colombo (1510-1559), que no era seguidor de
Galeno sino sucesor de Vesalio. También del médico y botánico italiano Andrea
Cesalpino (1519-1603), que había descrito las válvulas cardíacas y los vasos pulmonares
conectados al corazón. Y también de un estudioso español, Miguel Servet, que fue
quemado en la hoguera acusado de herejía por orden de Calvino en 1553; y que había
descrito la circulación pulmonar de la sangre en su obra teológica más herética,
Christianismi restitutio. Y parece que ya en el siglo XIII el médico árabe Ibn al-Nafis tuvo
la misma idea.
Pero fue Colombo el que proporcionó a Harvey los hechos esenciales. Primero,
que la sangre pasa del ventrículo derecho del corazón al izquierdo a través de los
pulmones. Segundo, la descripción exacta del funcionamiento del corazón y el
significado verdadero de la sístole y la diástole. Colombo insistía en que el corazón hacía
su trabajo cuando se contraía, en la sístole. Concibió el ritmo del corazón entre “las cosas
más hermosas que se pueden contemplar... cuando el corazón se dilata, las arterias
están contraídas, y mientras el corazón se está contrayendo, las arterias están
dilatadas”.
Harvey relacionó las intuiciones de Colombo sobre la acción bombeadora del
corazón con las descripciones de Fabricio de las válvulas existentes en las venas, que
permitían que la sangre fluyera en una sola dirección, y vio el sistema en su conjunto. El
corazón no era un horno sino una bomba, y la sangre fluía de él para alimentar los
órganos. Pero Harvey tenía que avanzar del conocimiento de la circulación de la sangre
a la circularidad del mismo, concepto base de la fisiología moderna. Y esto iba a ser
posible mediante otro gran salto en el conocimiento humano de su propio cuerpo, pasar
de la cualidad a la cantidad. Es decir, de las antiguas nociones de los “humores” y los
espíritus vitales a la tecnología moderna de los termómetros, los esfimómetros
(cronógrafo para registrar las observaciones del pulso de los latidos del corazón
conservando las indicaciones obtenidas todo el tiempo que se juzgue necesario), los
electrocardiogramas y muchas otras máquinas para la medición de los distintos signos
vitales.
Por supuesto que Harvey se dio cuenta de esta limitación:
“Los asuntos restantes, es decir la cantidad y origen de la sangre que pasa
de las venas a las arterias, aunque merecedores de consideración, son
nuevos y hasta ahora nunca han sido tratados, lo cual me hace temer no sólo
ser el blanco de la mala voluntad de algunos, sino también que todo el
mundo se vuelva en mi contra. Hasta tal punto es para todos habitual seguir
lo establecido por la costumbre, y enseñar sólo aquello que ya está bien
arraigado; hasta tal punto sienten los hombres un excusable respeto por los
autores antiguos”(Subrayado mío)
41


Así que Harvey se lanzó a estudiar cuánta sangre pasaba y en qué período de
tiempo. Se dio cuenta que tal cantidad no puede proceder de los alimentos que
ingerimos, es muy superior a lo necesario para la nutrición de las partes; si la corriente
sanguínea era constantemente abastecida sólo por los jugos de los alimentos
consumidos, el resultado final sería el rápido vaciamiento de todas las arterias y su
explosión por la excesiva afluencia de sangre. “A no ser que la sangre volviera a fluir de
las arterias a las venas y regresara al ventrículo derecho del corazón”. Entonces comenzó
a considerar la posibilidad de un movimiento en círculo; para lo cual se inspiró en la
visión aristotélica de la unidad del proceso vital.
Establecida la circularidad, quedaba una laguna en el sistema de Harvey: las
grandes cantidades de sangre siempre eran rápidamente propulsadas del corazón a las
arterias, y luego a las venas, para regresar al corazón, pero todo el sistema dejaría de
funcionar si la sangre no fuera constantemente impulsada de las arterias a las venas.
Harvey nunca pudo encontrar los pasajes conectores (mas tarde llamados
“anastomosis”), pero estaba convencido en que la conexión se realizaba mediante
ciertos “admirables artificios” que todavía estaban por descubrir. Se necesitó del
invento del microscopio para descubrir los capilares.

8.5. Entra en acción la tecnología
Pese al enojo de los galenistas, Harvey atrajo la atención sobre las cuestiones de
las cantidades, la gente empezaba a hablar el lenguaje de las máquinas, analizando la
experiencia mediante modernos principios de medida. La experiencia corriente se
transformó. Lo mas destacable era la nueva manera de entender el frío y el calor. El calor
y el frío, lo seco y lo húmedo eran distinciones evidentes al tacto. Según los antiguos
griegos, estas cualidades se combinaban para formar la tierra, el aire, el fuego y el agua,
elementos que componían el mundo. La temperatura era considerada entonces como
hoy tratamos los olores y los sabores, como tipos diferentes y no como diferencia de
cantidades.
Mientras la medicina estuviera regida por la teoría de Galeno de los humores, no
podía haber un modo cuantitativo de comparar las condiciones internas de los cuerpos
frente a una norma externa.
Hasta que se descubrió la manera de medir la temperatura del cuerpo con una
escala universal, era natural creer que esta variaba en las distintas partes del mundo. La
gente que vivía en los trópicos tendría una temperatura corporal superior a la de los que
vivían en climas más fríos. En el primer libro europeo conocido sobre matemáticas
médicas (De logística medica, de Johannnis Hasler, de Berna, 1578) se plantea como
primer problema “el encontrar el grado natural de temperatura de cada hombre,
determinado por su edad, la época del año, la elevación del polo [es decir, la latitud] y
otras influencias. El autor incluía una tabla que indicaba el calor y el frío que podía
esperarse de una persona que viviera en una latitud determinada, de modo que el
médico pudiera ajustar la temperatura de las medicinas con propiedad.
Hubo “termoscopios”, aparatos que indicaban un cambio de temperatura,
muchos antes que existieran “termómetros”, que medían el cambio en una escala. Los
científicos antiguos –Philo de Bizancio (siglo II a.C) y Herón de Alejandría (siglo I a.c)-
habían demostrado que el calor hacía subir el agua y sugerido una “fuente experimental
que gotea por acción del sol”. Aunque Galileo probablemente no fue el primero,
42

sabemos que construyó un aparato para medir los cambios de temperatura del aire. El
primer uso conocido de la palabra “thermometer” (1653) lo describía como “un
instrumento para medir los grados de calor y de frío en el aire”.
Pero los dogmas propios de Galeno podían inducir un espíritu inventivo e
introducirse en el nuevo mundo de la medición. El hombre que lo hizo fue Santorio
Santorio (1561-1636), que creía haber descubierto técnicas cuantitativas capaces de
demostrar las teorías de Galeno y hacer todavía más útil el esquema clásico. Según la
clasificación de las enfermedades hecha por Galeno, cada persona tenía una escala
continua de desórdenes, que iban de la mezcla correcta de humores (“eucrasia”) hasta
la peor mezcal de todas (“discrasia”), que causaba la muerte. Santorio, que tenía una
mente matemática, calculó que todas las mezclas posibles de humores alcanzaban la
cifra aproximada de 80.000, lo cual significaba que había el mismo número de
“enfermedades” posibles. Antes del fin de su vida, el interés de Santorio por la medición
y el cómputo habría de llevarle mucho más allá de Galeno.
Santorio nació en la República de Venecia, donde el apogeo del comercio
mundial, el orgullo cívico y la lucha contra la ortodoxia papal favorecían la fertilidad
intelectual. En Venecia se hacían experimentos y difundían ideas que en Roma hubieran
requerido un espíritu arrojado y revolucionario.
Santorio creía que había inventado una nueva rama de la medicina, que él
llamaba “medicina estática”, de la palabra griega que significaba el arte de pesar. Su
libro El Ars de medicina statica (1612) fue publicado en toda Europa. Antes de que
pasara un siglo, los principales médicos clasificaban el libro de Santorio, junto al de
Harvey sobre la circulación de la sangre, como uno de los dos pilares de la moderna
medicina científica. El gran médico holandés Hermann Boerhaave (1668-1738) proclamó
el libro de Santorio como “el más perfecto de todos los libros de medicina”.
Santorio se basó en los médicos de la antigüedad, pero aspiraba a corregir los
errores de Hipócrates, Galeno, Aristóteles y Avicena. Confiaba en hacer avanzar la
ciencia de los humores hasta una nueva era cuantitativa mediante sus instrumentos
para medir los fenómenos y las cualidades del interior del cuerpo humano. Creó un
arsenal con el que llegaría a conquistar la ciudadela de humores y cualidades de Galeno.
El Termoscopio fue adaptado por Santorio para medir los cambios térmicos del interior
del cuerpo. Transformó el termoscopio en un termómetro añadiéndole una escala
dividida en unidades iguales entre la temperatura de la nieve y la de la llama de una
vela. Con ello no pretendía establecer la temperatura “normal” de todos los cuerpos
humanos, sino comprobar la variación de la temperatura de cada individuo entre el
calor de su cuerpo cuando estaba sano y cuando estaba enfermo. Cuando más se
desviaba de la norma individual, peor era la prognosis. El tiempo de medición eran diez
pulsaciones del pulsímetro. Al igual que Galileo cuando midió el vaivén de la lámpara de
la catedral de Pisa y contabilizó el tiempo tomando como referencia sus propias
pulsaciones, Santorio descubrió que podía utilizar un péndulo para medir el pulso, e
inventó el pulsímetro.
Cuando Santorio descubrió que conocer el porcentaje de humedad atmosférica
podía ser útil para el tratamiento de ciertas enfermedades, inventó un higrómetro
sencillo, simplemente con una cuerda y una bola.
Según Hipócrates y Galeno, la salud del cuerpo era el resultado del adecuado
equilibrio de los humores, y este dependía del equilibrio entre el cuerpo vivo y todo lo
que le rodeaba, por lo tanto, la enfermedad era un desequilibrio entre lo que el cuerpo
43

recibía y consumía y lo que rechazaba y expulsaba. Santorio se propuso estudiar dicho


equilibrio. La tarea resultó a la vez difícil y desagradable, pues implicaba la medición de
todo lo que entraba y salía de su cuerpo. Para tal propósito construyó una silla estática,
“la silla de pesar de Santorio”. De una balanza, especialmente diseñada y calibrada con
sumo cuidado, suspendió una silla en la que se sentaba para pesarse antes y después de
comer, de dormir, de hacer ejercicio, y de tener relaciones sexuales. Pesaba lo que comía
y sus excrementos y anotaba todas las variaciones.
Santorio estaba así fundando la ciencia moderna del metabolismo, el estudio de
las transformaciones que constituían el proceso vital. Tuvo tanto éxito en su esfuerzo
por usar la medición para demostrar las teorías de Galeno que terminó destruyendo
todo el esquema de aquél. El calor y el frío, lo seco y lo húmedo –los cuatro humores
elementales- eran cualidades distintas en el sistema de Galeno. No sólo eran reales
objetivamente, sino que constituían las únicas realidades importantes para la salud y la
enfermedad humanas. Las diferencias existentes entre ellas eran absolutas. Pero
cuando el calor y el frío se medían en la escala de un termómetro, cuando lo húmedo y
lo seco se medían en la escala del higrómetro, cada una de la cuatro cualidades se
convertía en algo relativo con respecto a otra cosa. Por consiguiente, en las ciencias
físicas modernas el “calor” y el “frío” serían cualidades secundarias y subjetivas,
percibidas en un cuerpo determinado en circunstancias concretas. Al transformar los
humores de Galeno en cantidades, Santorio dio un golpe mortal a la medicina antigua.
Pero la “medicina estática” de Santorio no se detuvo ahí. Abrió un camino para
un mundo nuevo en el que los procesos vitales se explorarían y se explicarían mediante
cantidades.
Santorio descubrió que el peso de su cuerpo era mucho menor del que debería
ser después de haber considerado todo lo que ingería menos todas sus excreciones,
incluida su transpiración visible. Debía haber algún otro proceso que consumía lo que él
ingería. ¿Cuál era? Propuso que debía ser lo que llamó la “transpiración insensible”, y
que esta era cuantitativamente la más significativa de todos los procesos corporales.
Esta “transpiración insensible” procedía ya sea de los poros del cuerpo, que transpiran
en toda su superficie y cubren la piel como una red, o de la respiración por la boca, que
por lo general en el espacio de un día suma aproximadamente la cantidad de media
libra. El médico que no tenga en cuenta estos procesos “sólo engañará a su paciente y
nunca lo curará”.
Los antiguos médicos griegos creían que no sólo respiraban los pulmones sino
todo el cuerpo. Hasta la época de Santorio se sabía muy poco sobre la estructura de la
piel, por lo que era muy difícil explicar cómo salía el sudor del cuerpo. El conocimiento
se produciría sólo cuando Nicolaus Steno (1638-1686) y Marcello Malpighi estudiaron la
piel a través del microscopio.
Santorio inventó el termómetro, el pulsímetro, la silla estática, el “trocar” (una
jeringuilla quirúrgica triangular que servía para extraer las piedras de la vesícula), y
artefactos complicados como la cama de baños, en la cual se podía bañar al paciente
con agua fría o caliente, a fin de bajar o subir la temperatura, mientras la habitación
permanecía seca. Sus ataques a la astrología suscitaban hostilidad en sus colegas;
defendía el sistema copernicano y estaba de acuerdo con Galileo en cuestiones de
astronomía y mecánica, y con Kepler en lo referente a la óptica.


44

8.6. Vamos a superar la barrera de lo visible: El microscopio


De manera que la anatomía moderna progresó cuando Vesalio y otros insistieron
en estudiar el cuerpo humano mediante la disección de cuerpos humanos. Harvey
descubrió la clave de la circulación de la sangre, pero el circuito todavía no estaba
completo y sólo lo estaría tras unas inteligentes observaciones realizadas sobre
animales “inferiores” por una nueva anatomía comparada. Comparaciones más
audaces, más extravagantes y de mayor alcance que todo lo realizado por Galeno.
El héroe de esta historia sería Marcello Malpighi (1628-1694); era un gran
científico y, además, su virtud residía en que no se sujetaba a dogmas. Su epónimo era
un artilugio que multiplicaba sus sentidos y ampliaba su perspectiva. Un nuevo
instrumento. Malpighi era un “microscopista” y su ciencia, la “microscopía”. Su carrera
científica quedaría definida no por lo que él intentaba confirmar o demostrar, sino por
el vehículo que utilizaba en sus viajes de observación. Fue el fundador de la anatomía
microscópica. Su obra era el ameno diario de un viajero por un mundo invisible al ojo
desnudo. “Vesalio había descubierto los límites exteriores del continente humano,
Harvey había descubierto el Mississippi; ahora Malpighi se disponía a describir la
topografía, las calas, los riachuelos, los islotes”.
Malpighi declaró que dos vistazos por el telescopio de Galileo había revelado más
cosas sobre el cielo que todo lo visto durante todos los milenios anteriores.
Consideraba que sus microscopios eran las herramientas esenciales de su
investigación, y cuando en 1684 un incendio destruyó su casa en Bolonia y con ella todos
sus microscopios, se sintió desolado. La Royal Society de Londres ordenó que se le
mandaran lentes pulidas especialmente para reparar la pérdida, y varios amantes de la
ciencia le ayudaron noblemente regalándole sus propios microscopios.
Malpighi había recibido una amplia y tradicional formación profesional y su
liberación de la medicina dogmática no se realizó de la noche a la mañana. Se graduó de
doctor en medicina y filosofía (¡que magnífica complementación!) en la universidad de
Bolonia; fue profesor de la misma y luego pasó a la universidad de Pisa donde conoció a
un profesor de matemáticas que ejercería una gran influencia en su vida: Giovanni
Alfonso Borelli (1608-1679), discípulo de Galileo y de Kepler. Borelli era un físico y un
matemático. “Los progresos que he hecho en filosofía, declaró Malpighi, se los debo a
él... cuando disecábamos animales vivos en su casa y estudiábamos sus partes, yo
trabajaba duro para satisfacer su aguda curiosidad”. Malpigi hizo que Borelli centrara su
interés en los movimientos de las criaturas vivientes.
Borelli se convirtió en el fundador de la iatrofísica, la aplicación de la física a la
medicina. Tomó los principios físicos que había aplicado a los movimientos de los
líquidos y a la erupción del monte Etna en 1669, y los consideró desde la perspectiva del
cuerpo humano. En su obra Sobre el movimiento de los animales demostró que los
movimientos del cuerpo humano eran como los de otros cuerpos físicos. Así, cuando el
brazo de un hombre levanta un peso, el trabajo se realiza según los conocidos principios
de Arquímedes: el hueso es la palanca, movido en su segmento mas corto por la fuerza
del músculo. Los movimientos de las extremidades al levantarse, andar, correr, saltar y
patinar también siguen las leyes de la física. Borelli demostró que las mismas leyes
gobernaban las alas de los pájaros, las aletas de los peces y las patas de los insectos.
Después de explicar los movimientos “externos” del cuerpo en el primer volumen,
procedió, en el segundo volumen, a aplicar estas mismas leyes físicas a los movimientos
de los músculos y del corazón, la circulación de la sangre y el proceso de la respiración.
45

Entre tanto, Malpighi enfocaba el microscopio en los órganos internos para


descubrir la sutileza de su estructura. Él pensaba que cuando Harvey explicó la función
del corazón y de la sangre, dio una nueva y maravillosa coherencia a toda la fisiología
humana, y que su técnica experimental, la rigurosidad de su lógica y su exclusión de
otras investigaciones posibles eran muy convincentes.
Harvey había demostrado con claridad que la sangre circula a través del cuerpo
varias veces al día; sin embargo todavía faltaba un eslabón fundamental en su teoría. Si
por el corazón pasaba tanta sangre y a semejante velocidad, y el cuerpo producía sangre
tan despacio, la propia sangre debía experimentar un proceso de renovación y
recirculación. La misma sangre tenía que estar en constante movimiento desde las
arterias a las venas para que la corriente de la vida siguiera fluyendo. Para un médico
acostumbrado a hacer anatomías era sencillo localizar las venas y las arterias, pero
¿cómo se conectaban? Hasta que no se resolviera ese misterio, que había inquietado al
mismo Harvey, las teorías de este podían ser cuestionadas.
Malpighi localizó el misterio en los pulmones. Y allí lo resolvería mediante nuevas
técnicas de anatomía comparada. Sus descubrimientos los publicó en su obra Sobre los
pulmones, que se convirtieron en una obra pionera de la medicina moderna.

“He sacrificado toda la especie de las ranas, cosa que ni siquiera sucedió en
la salvaje batalla de Homero entre las ranas y los ratones. En la disección de
las ranas... mis ojos contemplaron una gran obra... con una lente más
potente... vi vasos pequeños interconectados de modo que formaban
círculos, y tan grande es la ramificación de estos vasos, procedentes de una
vena por un lado y de una arteria por otro, que pierden la condición de vasos
y aparece una red formada por las ramificaciones de los dos vasos. Tuve la
oportunidad de confirmar esa observación en el pulmón de la tortuga, que
es igualmente diáfano y membranoso...”

Malpighi había descubierto los capilares, y por casualidad explicó la estructura y
funcionamiento de los pulmones, con lo cual abrió el camino para la comprensión del
proceso de la respiración.
Gracias a su ingenio, paciencia, cuidada técnica de laboratorio, deseo de
encontrar analogías y de acumular pruebas, Malpighi elaboró una anatomía comparada
nueva y audaz. Lo que para Galeno había sido una fuente de errores, para él se convirtió
en una reserva de conocimientos. Esta nueva anatomía comparada usaba lo que
Malpighi llamó el “microscopio de la naturaleza”.
Malpighi, como todo buen científico, no pudo detener su curiosidad ni parar de
hacerse preguntas, tomó su microscopio y observó en la lengua los órganos del gusto,
las papilas, y comenzó a describir su función. Estableció la estructura de las glándulas.
Comenzó a estudiar la anatomía del encéfalo observando la distribución de la materia
gris y de las sutiles estructuras del cerebro y cerebelo. Descubrió la capa pigmentaria de
la piel. Describió los riñones y el bazo. Contribuyó al progreso de la embriología con sus
agudas observaciones microscópicas del desarrollo del polluelo en el interior del huevo.
Su clásico estudio del gusano de seda constituyó el primer tratado detallado sobre la
anatomía de un invertebrado. El gusano de seda también le ayudó a comprender los
procesos de la respiración gracias al intrincado sistema de tráqueas que recorre todo su
cuerpo. Auxiliado por su microscopio, comparó las células y el sistema vesicular de las
46

plantas con el sistema traqueal de los insectos, fundando así la fitotomía, la anatomía
de las plantas.
Malpighi formuló varias grandes hipótesis sobre todos los procesos vitales. Lo
que vio en la textura de la madera, en las tráqueas de los insectos, en los pulmones de
las ranas y de los hombres, sugería que cuanto más “perfecto” es un organismo más
pequeños son en comparación los órganos respiratorios. En efecto, mientras que los
órganos respiratorios de las plantas están extendidos por toda su superficie, las tráqueas
de los insectos están diseminadas por todo su cuerpo y los peces tienen grandes
branquias, el hombre y los demás animales superiores disponen de un par de pulmones
comparativamente pequeños.
Malpighi no quedó contento con el estudio de las plantas, los insectos, los
animales “inferiores” y los “superiores”, sino que intuyó que “el reino todavía más
simple de los minerales y los elementos debería precederlo todo. En este punto, la
empresa se hace inmensa y rebasa absolutamente mis fuerzas”.
Pero, claro, los sectarios y dogmáticos la emprendieron contra Malpighi, de la
misma manera que los ignorantes se habían negado a mirar por el telescopio de Galileo.
Hasta el extremo que en 1689, ante la aterradora presencia de dignatarios eclesiásticos,
se formuló una acusación formal contra Malpighi en la Biblioteca de los hermanos
siervos de Santa María de Roma. Cuatro tesis, elaboradas y defendidas por uno de sus
alumnos, condenaron la temeraria obra de Malpighi y la calificaron de inútil. En primer
ligar, dado que “Dios Todopoderoso preparó en el cuerpo un maravilloso refugio para la
muy noble alma humana... estamos firmemente convencidos de que la anatomía de la
sumamente reducida conformación interna de las vísceras, tan ensalzada en nuestra
época, no tiene utilidad alguna para los médicos”. ¡O sea que, para estos pobres sujetos,
comprender la estructura y funcionamiento del cuerpo humano no servía para nada,
porque en el microscopio no aparecía el alma! Segundo, afirmar “que los humores están
separados ... únicamente mediante una estructura que actúa como un tamiz... es
absolutamente falso”. ¡O sea que los capilares y los pulmones no existían! Tercero,
aunque “la anatomía de los insectos y de las plantas, a la que se llega por la exquisita
resolución de las partes que los componen, es ciertamente una importante labor de
nuestros tiempos... el conocimiento de la maravillosa conformación de estas entidades
no hará progresar el arte de curar al enfermo” ¿O sea que la anatomía comparada no
tenía sentido! Cuarto y último, la única anatomía útil del cuerpo humano es “aquella
que descubre las diferencias entre los signos y síntomas de la diagnosis y la prognosis,
y las posiciones de las partes orgánicas, por las cuales se conocen los nombres de las
enfermedades y sus períodos y consecuencias” ¡O sea que solamente son importantes
las apariencias! ¡Larga vida a la medicina verbal! ¡Que muera el experimento!
En 1697 se publicó en las actas de la Royal Society una carta necrológica: “El
incomparable Malpighi... que instintivamente sólo se dedicó a estudios serios,
interrumpidos rara vez y siempre en contra de su voluntad, dedicó todo su tiempo a
descubrir nuevos mundos mediante anatomías, y a refutar (al igual que los grandes
hombres) las calumnias de los envidiosos con su virtud y su sabiduría”. Y terminaba
diciendo que pocos hombres habían contribuido en su época con tanta abundancia a la
mancomunidad del conocimiento.
La autopsia practicada en el cuerpo de Malpighi descubrió que presentaba una
deformidad en el riñón derecho, una corazón “más grande de lo habitual”, y el vaso
sanguíneo roto que había provocado el derrame causante de su muerte.
47


9. LAS CUATRO PREGUNTAS FUNDAMENTALES DE LA VIDA
¡CUIDADO. ADVERTENCIA! La lectura de este punto puede producir efectos
nocivos en muchas personas, especialmente en aquellas que han basado su vida en
creencias religiosas. “En una vida corta e incierta parece cruel hacer algo que pueda
privar a la gente del consuelo de la fe cuando la ciencia no puede remediar su angustia”
(Sagan, 1998:323). Es decir que voy a atacar la fortaleza de la fe, pero advierto que, una
vez destruida esa fortaleza, no puedo ofrecer alternativas a ella. Por lo que aconsejo
muy enfática y encarecidamente a la gente que está en la situación indicada
anteriormente, que se abstenga de leer este punto.
Bien, habiendo dejada expresada esa advertencia, entro en la discusión de LAS
CUATRO PREGUNTAS FUNDAMENTALES DE LA VIDA.
Posiblemente desde que el ser humano empezó a reflexionar, tal vez incluso
antes de la Revolución Neolítica de hace aproximadamente 10.000 años cuando inventó
la agricultura y la ganadería; o cuando, siendo cazador y recolector se dio cuenta de que
los ejemplares de animales que cazaba o de frutos que recogía escaseaban en
determinadas temporadas y sus compañeros o parientes enfermaban y morían,
comenzó a darse cuenta e inquietarse por dos realidades, existían unas cosas que –en
su horizonte temporal- eran permanentes y otras que eran efímeras. Lo más efímero
era la tranquilidad, la paz, la felicidad, y la misma vida; mientras que –le parecía- que lo
más permanente era la naturaleza: el sol aparecía todos los días, las montañas no
cambiaban, los ríos no dejaban de fluir (aunque cambiaba su caudal), etc. Pero, lo
fundamental para este antepasado nuestro era que, en su vida, en nada se podía confiar,
nada se podía predecir o prever, el azar y la casualidad gobernaban la vida.
Ante esa incertidumbre, buscó un consuelo, algo a lo que aferrarse, se inventó
unos dioses y se dedicó a rogarles que lo defendieran y lo cuidaran, porque era (y es)
imposible defenderse del azar.

“Desde los tiempos del Paleolítico, cada tribu (de las que debieron de
existir miles y miles) inventó su propio mito creacionista... Los relatos
creacionistas conferían a los miembros de cada tribu una explicación de
su existencia. Los hacía sentirse amados y protegidos por encima de todas
las demás tribus. A cambio, sus dioses exigían creencia y obediencia
absolutas. Y con toda razón. El mito creacionista era el lazo esencial que
mantenía unidad a la tribu. Proporcionaba a sus creyentes una identidad
única, dictaba su fidelidad, reforzaba el orden, dispensaba la ley, animaba
el valor y el sacrificio y ofrecía significado a los ciclos de la vida y de la
muerte. Ninguna tribu podía sobrevivir mucho tiempo sin conocer el
significado de su existencia a través de un relato creacionista. La opción
era debilitarse, disolverse y morir. Por lo tanto, en la historia temprana
de cada tribu había que afirmar el mito en piedra.
El mito creacionista es un mecanismo darwiniano de supervivencia... La
verdad de cada mito residía en el corazón, no en la mente racional”17


17
LA CONQUISTA SOCIAL DE LA TIERRA. Edward O. Wilson. Editorial Debolsillo, Barcelona, 2015. Pág. 20.
48

Por supuesto que ese mito era elaborado por los miembros de la tribu que se
apropiaron del poco excedente alimentario, se separaron del trabajo y se dedicaron a
“pensar”; constituyeron un grupo dentro de la misma tribu y adquirieron poder sobre
todos los demás miembros de ella, eran gurús, chamanes o sacerdotes. Pero esa es otra
historia.
Más recientemente, los filósofos y los pensadores recogieron aquellas dos
realidades, obviamente priorizaron la primera, lo efímero de la existencia, y la búsqueda
de respuestas la estructuraron en cuatro preguntas:
1. ¿De dónde venimos?,
2. ¿Qué somos?,
3. ¿Para qué estamos aquí, o cuál es el objetivo de la vida?, y
4. ¿A dónde vamos o, cuál es nuestro destino ulterior, en caso de haber alguno, después
de la muerte?
A estas preguntas, en el transcurso de la historia, se han propuesto dos
respuestas: la creacionista y la científica; de manera que en la discusión de ellas
deberemos confrontar las dos y, obviamente, tomar partido por aquella que ofrezca
mayores pruebas objetivas de veracidad. En la medida en que no se expondrá
simplemente una respuesta sino que se pondrá en consideración una discusión, se
presentarán las pruebas para que cada lector quede en absoluta libertad de tomar su
propia decisión.
Vamos a ver que la respuesta a la primera pregunta puede sugerir de manera
plausible la respuesta a las tres restantes.

9.1. Primera Pregunta: ¿De dónde venimos?
Esta pregunta remite a, o se formula más frecuentemente como: ¿Cuál es el origen
de la vida?
De manera sintética vamos a transcribir y discutir tres explicaciones.18

9.1.1.19 El origen de la vida
El primer paso en la evolución de los elementos se lleva a cabo en las estrellas más
jóvenes, tales como el Sol. Es el paso del hidrógeno al helio y requiere de las altas
temperaturas del interior. Lo que sucede es que, de tiempo en tiempo, una pareja de
núcleos de hidrógeno pesado choca y se fusiona para formar el núcleo del helio. Con el
tiempo el Sol, en su mayor parte, se convertirá en helio.
El carbón se forma en una estrella cada vez que tres núcleos de helio chocan en un
punto dentro de un tiempo menor a una millonésima de millonésima de segundo. Cada
átomo de carbón en todo ser vivo ha sido formado por tan extraña e improbable
colisión. Más allá del carbón se forma el oxígeno, el silicio, el azufre y otros elementos
más pesados.
Cuando la teoría de la evolución propuso que algunas especies animales habían
hecho su aparición en épocas más recientes que otras, los críticos respondían
frecuentemente con citas bíblicas. Había la creencia de que el Sol formaba cocodrilos
del fango del Nilo. Se suponía que los ratones se generaban en montones de trapos

18
Las explicaciones serán síntesis, resúmenes o paráfrasis de los textos de los autores que se indica al
principio de cada una.
19
EL ASCENSO DEL HOMBRE. Jacob Bronowski. Fondo Educativo Interamericano S.A. 1979 E.U.A. Páginas
344, 309-317, 390.
49

viejos y sucios; y era evidente que el origen de las moscardas era la carne descompuesta.
Los gusanos debían ser creados dentro de las manzanas, pues, ¿de qué otra forma se
explicaría su presencia allí? Y se suponía que todas estas criaturas surgían
espontáneamente a la vida sin la intervención de progenitores.
Estas fábulas fueron desechadas a partir de las investigaciones de Louis Pasteur a
partir de 1860. ”El vino es un mar de organismos”, afirmó Pasteur. “Merced a algunos
vive, merced a otros se descompone”. Hay dos elementos sorprendentes en este
pensamiento. Uno es que Pasteur encontró organismos que viven sin oxígeno, lo cual a
partir de ese momento se hizo crucial para la comprensión del inicio de la vida, pues en
ese entonces la Tierra carecía de oxígeno. Y el segundo es que Pasteur demostró que
existen moléculas de formas características, lo cual permitió rastrear a través del
proceso vital.
La teoría de la evolución no es ya un campo de batalla. Eso se debe a que la
evidencia en pro de ella es mucho más rica y más variada ahora que en los días de
Charles Darwin y Alfred Wallace. La evidencia más interesante y moderna proviene de
la química de nuestro propio cuerpo. Por ejemplo, podemos mover una mano porque
sus músculos contienen un depósito de oxígeno, el cual se encuentra ahí gracias a una
proteína llamada mioglobina. Esta proteína está formada por un poco más de ciento
cincuenta aminoácidos. El número es igual en el hombre que en cualquier animal que
haga uso de la mioglobina. Pero los mismos aminoácidos tienen ligeras variantes. Entre
el hombre y el chimpancé existe sólo una diferencia en un aminoácido; pero entre el
hombre y la oveja o el ratón, el número de diferencias se incrementa. El número de
diferencias en los aminoácidos es la medida de la distancia evolutiva entre el hombre y
los demás mamíferos.
Está claro, pues, que debemos buscar el progreso evolutivo de la vida en la
producción de moléculas típicas. Y esta producción debe comenzar a partir de los
materiales en ebullición al formarse la Tierra. Para conocer con sensatez acerca de la
aparición de la vida debemos formular una pregunta histórica: Cuatro mil millones de
años atrás, antes del comienzo de la vida, cuando la tierra era muy joven, ¿cómo era su
superficie?, ¿cómo era su atmósfera?
Contamos con una respuesta aproximada. La atmósfera era expelida desde el
interior de la Tierra, y era, por tanto, algo como una zona volcánica de nuestros días: un
caldero de vapor, nitrógeno, metano, amoníaco y otros gases reducidos, así como un
poco de dióxido de carbono. Un gas estaba ausente: no había oxígeno libre. Esto es
fundamental, ya que el oxigeno es producido por las plantas, y no existía en estado libre
antes de la parición de la vida.
Al disolverse débilmente en los océanos, estos gases y sus productos formaron una
atmósfera reducida. ¿Cómo reaccionarían después bajo la acción de los relámpagos de
las descargas eléctricas y, particularmente bajo la acción de los rayos ultravioletas, que
revisten gran importancia en toda teoría de la vida en virtud de que pueden penetrar en
ausencia de oxígeno? Esta pregunta fue respondida a través de un bello experimento
realizado por Stanley Miller en los EEUU hacia 1950. Reprodujo la atmósfera en un
matraz: el metano, el amoníaco, el agua, etc., y trabajó con ellos día tras día; hacía hervir
el compuesto y le aplicaba descargas eléctricas simulado los rayos y otras fuerzas
violentas. Y el compuesto se oscureció ostensiblemente. ¿Por qué? Porque la prueba lo
demostró, se habían formado aminoácidos, que son los componentes primarios de la
50

vida. A partir de ellos se producen las proteínas, que son los constituyentes de todos los
seres vivos.
Pero, como los científicos son duros de convencer, apareció otra teoría, de que
podría haber existido otro conjunto de condiciones externas igualmente poderoso, la
presencia de hielo. Y es que el hielo posee dos propiedades que lo hacen muy apropiado
en la formación de moléculas simples, básicas. Primero, el proceso de congelamiento
reúne la materia que al principio del tiempo debió haber estado diluida en los océanos.
Y segundo, pudo haber ocurrido que la estructura cristalina del hielo hiciese posible que
las moléculas se alineasen de un modo que es ciertamente importante en cada etapa
del ciclo vital.
Sea lo que fuere, Leslie Orgel realizó una serie de elegantes experimentos que J.
Bronowski describe de una forma sencilla. Se proveyó de algunos de los constituyentes
básicas que con seguridad habrán estado presentes en la atmósfera terrestre de épocas
primitivas: cianuro de hidrógeno y amoníaco. Elaboró con ellos una solución diluida en
agua, la cual congeló durante algunos días. Como resultado, la materia concentrada fue
empujada hacia arriba por pequeños témpanos, y el cambio de coloración en esa zona
reveló la formación de moléculas orgánicas. Algunos aminoácidos, sin duda; pero más
importante, Orgel demostró que había formado uno de los constituyentes del alfabeto
genético que dirige toda vida. Obtuvo adenina, uno de los cuatro componentes básicos
del ADN. (El ADN está constituido de azúcares y fosfatos ((tenían que encontrarse ahí
por razones de estructura)) y cuatro pequeñas moléculas específicas o bases. Dos de las
moléculas son muy pequeñas, la tiamina y la citosina, en cada una de las cuales los
átomos de carbono, nitrógeno, oxígeno e hidrógeno se hallan dispuestos en forma de
hexágono. Y dos de ellas son bastante más grandes, la guanina y la adenina, en cada una
de las cuales los átomos están distribuidos conjuntamente en forma de hexágono y
pentágono. Los genes están formados de ácidos nucleicos). De manera que los
experimentos de Miller y de Orgel demuestran que el alfabeto vital del DNA se pudo
haber formado en condiciones de frío o de calor y no en condiciones tropicales.
Ahora bien, el problema del origen de la vida se concentra no en las moléculas
complejas, sino en las más simples con capacidad de autorreproducción. Esta habilidad
de replicar copias operantes de la misma molécula es lo que caracteriza a la vida; y, en
consecuencia la cuestión del origen de la vida conlleva la cuestión de si las moléculas
básicas se pudieron haber formado merced a proceso naturales.
Estamos buscando el origen de la vida, o sea moléculas simples, básicas, como las
llamadas bases (adenina, tiamina, guanina y citosina) que componen las espirales del
ADN que se autorreproducen durante la división de cualquier célula.
Hoy día la vida está controlada por unas cuantas moléculas, o sea las cuatro bases
del ADN. Estas descifran el mensaje de la herencia en toda criatura conocida, desde una
bacteria hasta un elefante, desde un virus hasta una rosa. Una conclusión que se puede
sacar de esta uniformidad del alfabeto de la vida es que éstos son los únicos arreglos
atómicos a cuyo cargo está la secuencia de la replicación de sí mismos. Si esto es verdad,
entonces la razón por la cual la vida que conocemos se encuentra dirigida por las mismas
cuatro bases es que la vida empezó por ellas. En tal interpretación, las bases son prueba
de que la vida sólo comenzó una vez. Ciertamente que ya nadie cree ahora que la vida
se sigue creando de la nada aquí en la Tierra.
La biología ha sido afortunada al descubrir, en un lapso de cien años, dos teorías
enormes y trascendentales. Una fue la de Charles Darwin y Alfred Wallace, la teoría de
51

la evolución por selección natural. La otra fue el descubrimiento, por nuestros propios
contemporáneos, de cómo se expresan los ciclos vitales a través de formas químicas que
los ligan con la naturaleza como un todo.
Solíamos pensar que los elementos químicos existentes en la Tierra durante la
aparición de la vida eran privativos de nuestro planeta. Pero la evidencia más reciente
desmiente ese pensamiento. En los últimos años se han encontrado vestigios
espectrales de moléculas en los espacios interestelares, las cuales nunca se creyó que
podrían formarse en tan frígidas regiones: cianuro de hidrógeno, cianoacetileno,
formaldehido; que supuestamente no existirían en otro sitio más que en la Tierra. De
manera que algunos de los componentes de la vida pudieron formarse en el espacio
exterior y llegar a la Tierra transportados por asteroides o trozos de cometas, lo que da
base a la expresión: “somos formados por polvo estelar”.

9.1.2. 20 “La historia de la vida en 1000 palabras”
Hace 4.600 millones de años, restos de polvo y gas girando en un disco estelar
alrededor del Sol empezaron a colapsarse hasta constituir un planeta que más tarde
llamaríamos Tierra.
Esa gran masa derretida comenzó a enfriarse, pero muy pronto, hace 4.530 millones
de años, un colosal impacto expulsó al exterior los materiales que a la postre formarían
la Luna.
Mientras tanto, la superficie de la Tierra primigenia se convirtió en un
laboratorio químico prebiótico [sustancia capaz de estimular el desarrollo y crecimiento
de las bacterias] donde las diferentes moléculas químicas iban combinándose y
haciéndose cada vez más complejas, hasta que en algún momento hace 4.000 millones
de años aparecieron unas protocélulas constituidas por envoltorios lipídicos
[compuestos biológicos que se clasifican conjuntamente por su estructura,
generalmente apolar (carbono, hidrógeno y oxígeno), que hace que sean poco solubles
en agua] que daban cobijo a macromoléculas de ácidos nucleicos con capacidad de
autorreplicarse.
Dichas cápsulas de previda podrían haberse creado y destruido en muchos
lugares y sitios a la vez, o incluso llegado del espacio exterior a bordo de meteoritos;
pero lo cierto es que fueron evolucionando hasta constituir los primeros
microorganismos procariotas [aquellas células que no poseen en su composición un
núcleo celular diferenciado y su ADN se halla desperdigado por el citoplasma, que es
aquella parte de las células que alberga a los orgánulos celulares y facilita el movimiento
de los mismos], con moléculas de ADN esparcidas por su interior junto a unos procesos
metabólicos básicos que les permitían obtener energía de los compuestos químicos que
atrapaban del medio exterior, entre ellos, la glucosa.
La vida procariota continuó evolucionando, fusionándose, sofisticándose y
haciendo todo tipo de experimentos intracelulares durante 1.500 millones de años.
Arqueas [organismos unicelulares carentes de núcleo] y bacterias se separaron, y un tipo
de estas últimas comenzó a realizar la fotosíntesis, provocando uno de los eventos más
trascendentales en la historia de la vida en la tierra: las cyanobacterias [antiguamente
llamadas algas verdeazuladas, son un filo del dominio Bacteria que comprende las

20
Lo que sigue es copia textual del artículo con el mismo título del libro EL LADRÓN DE CEREBROS. Pere
Estupinyà. Editorial Debolsillo. Barcelona. 2013. Páginas 329-332. El texto entre paréntesis cuadrados fue
copiado de Wikipedia.
52

bacterias capaces de realizar fotosíntesis oxigénica. Son los únicos procariontes que
llevan a cabo ese tipo de fotosíntesis, por ello también se les llamó oxifotobacterias21]
que llenaron la atmósfera de oxígeno.
Se calcula que las primeras células eucariotas con núcleo y orgánulos bien
definidos aparecieron hace 2.000 millones de años, y perfeccionaron una manera de
compartir material genético que daría origen a una reproducción sexual que les
permitiría evolucionar más rápidamente.
El mundo continuó siendo unicelular hasta hace poco más de 1.000 millones de
años. Entonces la evolución dio un salto más inverosímil, revolucionario y único que el
propio origen de la vida: varios microorganismos aprendieron a trabajar en conjunto y
terminaron renunciando a su identidad individual para convertirse en los primeros seres
pluricelulares. Este hecho insólito y el fin de un período glacial facilitó la llegada de
faunas como la de Ediacara hace 650 millones de años, formada por animales sésiles [El
término sésil se usa también en zoología para referirse a un organismo acuático que
crece adherido, agarrado o arraigado en su sustrato, del que no se separa y sobre el que
no se desplaza] que no necesitaban moverse porque vivían en paz sin necesidad de
depredarse los unos a los otros.
Este entorno bucólico se transformó con la llegada de los animales modernos y
la fabulosa explosión del Cámbrico hace 530 millones de años. Fue posiblemente la
etapa más esplendorosa de la vida. Como S. J. Gould ilustró en su apasionante libro La
vida maravillosa, los organismos más aberrantes y los diseños corporales más
inverosímiles que se pueda imaginar aparecieron sin restricción. Había más diversidad
de estructuras básicas en el Cámbrico que en la actualidad. Y llegaron los artrópodos,
representados por los extintos trilobites [del Latín: tres lóbulos] o seres enigmáticos
como Opabinia, serían los precursores de insectos, arácnidos o cangrejos y llegarían a
representar el 85 por ciento de las especies animales del planeta.


Imágenes de trilobites. (Imágenes de Google)

La vida continuó diversificándose en los océanos con moluscos, medusas,
amebas, crustáceos, estrellas de mar, pulpos, o ciempiés primitivos que según el registro
fósil empezaban ya a explorar la tierra firme. También aparecieron los cordados,
animales que tenían un nervio central a lo largo de su cuerpo y de los que hace 485
millones de años surgieron los primeros vertebrados.


21
Cianobacterias. Wikipedia.
53

Los peces surcaron los mares hace 440 millones de años, y posteriormente las
algas verdes evolucionaron hasta convertirse en las primeras plantas que colonizaron la
tierra y aceleraron el desplazamiento de insectos hacia su interior.
En los siguientes millones de años a los peces les crecieron mandíbulas y dientes,
y en los continentes salieron líquenes, más diversidad de plantas, ácaros y todo tipo de
insectos, entre ellos algunos con alas y capacidad para volar. Cuando hace 363 millones
de años empezó el Carbonífero, la vegetación ya cubría la tierra, había bosques con
gigantescos helechos, árboles, libélulas de 60 centímetros, escorpiones y los primeros
anfibios empezaban a abandonar los lagos para adentrarse en el mundo terrestre. La
Tierra, tal y como la conocemos estaba cogiendo forma. Hace 300 millones de años
aparecieron los reptiles, luego los escarabajos y muchos nuevos tipos de plantas. La vida
se iba diversificando, hasta que hace 250 millones de años la gran extinción del Triásico
eliminó el 96 por ciento de las especies marinas y el 70 por ciento de las terrestres. Se
discute si fue un impacto, vulcanismo extremo, liberación de metano, o una
combinación de catástrofes naturales lo que provocó un cambio climático extremo de
consecuencias desastrosas para muchas especies, pero que permitió el brote de otras
nuevas. Los mares se repoblaron con grandes depredadores, algunos reptiles dieron
paso a los dinosaurios hace 225 millones de años, y pequeños mamíferos intentaban
hacerse un espacio en este nuevo mundo hace 200 millones de años.
Llegó el Jurásico, acompañado de mayor diversidad de anfibios, insectos que
chupaban sangre, reptiles, enormes peces, y unos dinosaurios a los que hace 150
millones de años les salieron alas, convirtiéndose en los precursores de los pájaros
actuales. Algo faltaba para terminar de embellecer el planeta: las flores. Las plantas con
flor nacieron hace 130 millones de años, motivando una nueva explosión de diversidad
cuando los insectos empezaron a utilizar y dispersar su polen. Llegaron animales como
las abejas, serpientes u hormigas, que se han mantenido intactas durante 80 millones
de años. Los dinosaurios continuaron creciendo majestuosos hasta que la caída de un
meteorito hace 65 millones de años desencadenó la extinción del Cretácico,
eliminándolos a todos excepto las aves. El vacío que dejaron los dinosaurios fue
aprovechado por los mamíferos para abandonar su vida nocturna, aumentar de tamaño,
y extenderse por los casi ya separados cinco continentes. Los pájaros se diversificaban,
empezaban a cantar y se convertían en las especies modernas que ahora conocemos.
Unos mamíferos constituyeron hace 60 millones de años el grupo de los primates,
mientras que otros decidieron irse a vivir a los océanos y dar lugar a ballenas y delfines.
Hace 40 millones de años surgieron las mariposas, y los mamíferos continuaban
diversificándose en felinos, jirafas, caballos y chimpancés.
Hace 6 millones de años Ardi se convirtió en el homínido más antiguo que
conocemos, una familia de primates que caminaban de pie y cuyo cerebro fue
aumentando, pasando por los australopitecos que comían carne; habilis que fabricaban
herramientas complejas; un ergaster con indicios de cierto lenguaje articulado,
heilderbergensis y antecessor con conocimiento abstracto; hasta la llegada hace 200.000
años de un Homo Sapiens que salió de África para intentar adueñarse de un mundo que
durante un corto período de tiempo tuvo la ilusión de dominar.


54

9.1.3. Las dos máximas teorías de la vida22


“Se me ordena que me rinda al Señor de los mundos. Es él quien te creó del
polvo...” El Corán. Sura 40.

“La más antigua de todas las filosofías, la de la evolución, estuvo maniatada
de manos y pies y relegada a la oscuridad más absoluta durante el milenio
del escolasticismo teológico. Pero Darwin infundió nueva savia vital en la
antigua estructura; las ataduras saltaron, y el pensamiento revivificado de la
antigua Grecia ha demostrado ser una expresión más adecuada del orden
universal de las cosas que cualquiera de los esquemas aceptados por la
credulidad, y bien recibidos por la superstición de setenta generaciones
posteriores de hombres” T. H. Huxley, 1887

“Probablemente todos los seres orgánicos que hayan vivido nunca sobre
esta tierra han descendido de alguna única forma primordial, a la que se
infundió vida por primera vez... Esta opinión sobre el origen de la vida tiene
su grandeza... porque mientras este planeta ha ido dando vueltas de
acuerdo con la ley fija de la gravedad, a partir de un inicio tan sencillo han
evolucionado y siguen evolucionando formas sin fin, las más bellas y las más
maravillosas” Charles Darwin, El origen de las especies, 1859.

“Parece que existe una comunidad de materia a lo largo de todo el universo
visible porque las estrellas contienen muchos de los elementos que existen
en el Sol y en la Tierra. Es notable que los elementos difundidos más
ampliamente entre las huestes de estrellas sean algunos de los elementos
más estrechamente relacionados con los organismos vivientes de nuestro
globo, entre ellos el hidrógeno, el sodio, el magnesio y el hierro. ¿No podría
ser que por lo menos las estrellas más brillantes fuesen como nuestro Sol,
centros que mantienen y dan energía a sistemas de mundos, adaptados para
ser lugar de residencia de seres vivientes?” William Huggins, 1865.

Todos los seres vivos de nuestro planeta están constituidos por moléculas
orgánicas: arquitecturas microscópicas complejas en las que el átomo de carbono juega
un papel central. Hubo una época, anterior a la vida, en la que la Tierra era estéril y
estaba absolutamente desolada. Nuestro mundo rebosa ahora de vida. ¿Cómo llegó a
producirse? ¿Cómo se constituyeron, en ausencia de vida, moléculas orgánicas basadas
en el carbono? ¿Cómo nacieron los primeros seres vivos? ¿Cómo evolucionó la vida
hasta producir seres tan elaborados y complejos como nosotros, capaces de explorar el
misterio de nuestros orígenes?
En las grandes tinieblas entre las estrellas hay nubes de gas, de polvo y de
materia orgánica. Los radiotelescopios han descubierto docenas de tipos diferentes de
moléculas orgánicas. La abundancia de estas moléculas sugiere que la sustancia de la
vida se encuentra en todas partes. Quizás el origen y la evolución de la vida sea una
inevitabilidad cósmica, si se dispone de tiempo suficiente. En algunos de los miles de
millones de planetas de la galaxia Vía Láctea es posible que la vida no nazca nunca. En


22
COSMOS. Carl Sagan. Editorial Planeta, Barcelona, 1983. Páginas 23-44.
55

otros la vida puede nacer y morir más tarde, o bien no superar en su evolución las formas
más sencillas. Y en alguna pequeña fracción de mundos pueden desarrollarse
inteligencias y civilizaciones más avanzadas que la nuestra.
Toda la vida en la Tierra está estrechamente relacionada. Tenemos una química
orgánica común y una herencia evolutiva común.
Desde, por lo menos, la Revolución Neolítica, hace aproximadamente 10.000
años, los seres humanos al inventar la ganadería y la agricultura, sin proponérselo
conscientemente, determinaron el futuro de miles de especies animales y vegetales por
el simple acto de consumir unas y desechar otras. Los hombres han seleccionado
deliberadamente durante miles de años las plantas y animales que han de vivir y las que
han de morir. Los primeros son los animales, frutos, árboles y verduras familiares
cultivados y domesticados, los segundos son los que o no hemos cultivado o los que,
incluso, hemos matado porque suponíamos que nos eran perniciosos. Hace diez mil
años no había vacas lecheras, ni perdigueros ni espigas grandes de trigo; cuando
domesticamos a los antepasados de estas plantas y animales controlamos su crianza.
Procuramos que algunas variedades cuyas propiedades considerábamos deseables se
reprodujeran con preferencia a las demás. Cuando deseamos un perro que nos ayudara
a controlar un rebaño de ovejas, seleccionamos razas que eran inteligentes, obedientes
y que mostraban un cierto talento previo con el rebaño, talento que es útil para los
animales que cazan en jaurías. Las ubres enormemente dilatadas del ganado lechero
son el resultado del interés del hombre por la leche y el queso. Nuestro trigo o nuestro
maíz se ha criado durante diez mil generaciones para que sea más gustoso y nutritivo
que sus escuálidos antepasados; ha cambiado tanto que sin la intervención humana no
pueden ni reproducirse. Todo este proceso es lo que se denomina “selección artificial”.
La esencia de la selección artificial es esta: muchos rasgos físicos y de
comportamiento de las plantas y de los animales se heredan. Se reproducen enteros.
Los hombres, por el motivo que sea, apoyan la reproducción de algunas variedades y
reprimen la reproducción de otras. La variedad que se ha seleccionado se reproduce de
un modo preferente; llega a ser abundante; la variedad desechada se hace rara y quizás
llegue a extinguirse.
Pero si los hombres pueden crear nuevas variedades de plantas y de animales,
¿no ha de poder hacer lo mismo la naturaleza? Este proceso similar se denomina
“selección natural”. Los restos fósiles nos hablan de seres presentes antes en números
enormes y que actualmente han desaparecido de modo absoluto. Las especies que se
han extinguido en la historia de la Tierra son mucho más numerosas que las existentes
actualmente; son los experimentos conclusos de la evolución.
Los cambios genéticos inducidos por la domesticación se han producido con
mucha rapidez. El conejo no se domesticó hasta los primeros tiempos del medioevo; el
café en el siglo quince; la remolacha azucarera en el siglo diecinueve; y el visón está
todavía en las primeras fases de domesticación. En menos de diez mil años la
domesticación ha aumentado el peso de la lana que crían las ovejas desde menos de un
kilo de pelos duros hasta diez o veinte kilos de una pelusa fina y uniforme; o el volumen
de leche producido por el ganado en un período de lactancia desde unos cuantos
centenares de centímetros cúbicos hasta un millón. Si la selección artificial puede
provocar cambios tan grandes en un período de tiempo tan corto, ¿de qué será capaz la
selección natural trabajando durante miles de millones de años? La respuesta es toda la
belleza y diversidad del mundo biológico. La evolución es un hecho, no una teoría.
56

El gran descubrimiento de Charles Darwin (1809-1882) y Alfred Russel Wallace


(1823-1913) es que el mecanismo de la evolución es la selección natural. Hace más de
un siglo estos científicos hicieron hincapié en que la naturaleza es prolífica, en que nacen
muchos más animales y plantas de los que pueden llegar a sobrevivir y en que, por lo
tanto, el medio ambiente selecciona las variedades que son accidentalmente más
adecuadas para sobrevivir. Las mutaciones –cambios repentinos en la herencia- se
transmiten enteras. Proporcionan la materia prima de la evolución. El medio ambiente
selecciona las pocas mutaciones que aumentan la supervivencia, obteniéndose una
serie de lentas transformaciones de una forma de vida en otra, que origina nuevas
especies.
Muchas personas quedaron escandalizadas –algunas todavía lo están- ante
ambas ideas: la evolución y la selección natural. Nuestros antepasados observaron la
elegancia de la vida en la tierra, lo apropiadas que eran las estructuras de los organismos
a sus funciones y consideraron esto como una prueba de la existencia de un Gran
Diseñador. El organismo unicelular más simple es una máquina mucho más compleja
que el mejor reloj de bolsillo. Y sin embargo los relojes de bolsillo no se montan
espontáneamente a sí mismos, ni evolucionan por lentas etapas e impulsados por sí
mismos a partir, por ejemplo, de relojes abuelos. Un reloj presupone un relojero. Parecía
fuera de lugar que los átomos y las moléculas pudiesen reunirse espontáneamente de
algún modo para crear organismos de una complejidad tan asombrosa y de un
funcionamiento tan sutil como los que adornan todas las regiones de la Tierra. El hecho
de que cada ser vivo estuviera especialmente diseñado, de que una especie no se
convirtiera en otra especie, era una noción perfectamente consistente con lo que
nuestros antepasados, provistos de una limitada documentación histórica, sabían de la
vida. La idea de que cada organismo hubiese sido construido meticulosamente por un
Gran Diseñador proporcionaba a la naturaleza significado y orden, y a los seres humanos
una importancia que todavía anhelamos. Un Diseñador constituye una explicación
natural, atractiva y muy humana del mundo biológico. Pero, como demostraron Darwin
y Wallace, hay otra explicación igualmente atractiva, igualmente humana y mucho más
convincente: la selección natural, que hace la música de la vida más bella a medida que
pasan los eones23.
La evidencia fósil podría ser consistente con la idea de un Gran Diseñador; quizás
algunas especies quedan destruidas cuando el Diseñador está descontento con ellas e
intenta nuevos experimentos con diseños mejorados. Pero esta idea es algo
desconcertante. Cada planta y cada animal está construido de un modo exquisito: ¿no
debería haber sido capaz un Diseñador de suprema competencia de hacer desde el
principio la variedad deseada? Los restos fósiles presuponen un proceso de tanteo, una
incapacidad de anticipar el futuro, lo cual no concuerda con un Gran Diseñador eficiente
(aunque sí con un Diseñador de un temperamento más distante e indirecto).
Los secretos de la evolución son la muerte y el tiempo: la muerte de un número
enorme de formas vivas que estaban imperfectamente adaptadas al medio ambiente; y
tiempo para una larga sucesión de pequeñas mutaciones que eran accidentalmente

23
Un Eón es el mayor de los períodos en que se considera dividida la historia de la Tierra desde el punto
de vista Geológico y Paleontológico. Hay solamente 4 Eones: Hádico, Arcaico, Proterozoico y
Fanerozoico. Los tres primeros forman el Precámbrico. En Cosmología, los Eones son los períodos de
tiempo en que se desarrolla un universo. Según el matemático Roger Penrose, un Eón es mil millones
de años: 1 elevado a la 9 = 1.000.000.000.
57

adaptativas, tiempo para la lenta acumulación de rasgos producidos por mutaciones


favorables. ¿Qué significan setenta millones de años para unos seres que viven una
millonésima de ese tiempo? Somos como mariposas que revolotean un solo día y
piensan que aquello lo es todo.
En todos los juegos de azar evolutivo que se dan de una generación a la siguiente,
ha de vivir y morir un número muy grande de individuos. Sin embargo ese número no
es incontable. Se puede hacer una estimación aproximada del mismo, lo que
proporcionará al menos una conjetura plausible del orden de magnitud. Para todo el
recorrido de la evolución que lleva de nuestros ancestros mamíferos primitivos de hace
cien millones de años al único linaje que se abrió camino para convertirse en el primer
Homo Sapiens, el número total de individuos que fueron necesarios pudo haber sido de
cien mil millones. Sin que lo supieran, todos ellos vivieron y murieron por nosotros.24
¿Valió la pena? (Pregunta mía).
Lo que sucedió en la Tierra puede ser más o menos el curso típico de la evolución
de la vida en muchos mundos; pero en relación a detalles como la química de las
proteínas o la neurología de los cerebros, la historia de la vida en la Tierra puede ser
única en toda la galaxia Vía Láctea. La Tierra se condensó a partir de gas y polvo
interestelares hace 4.600 millones de años. Sabemos por los fósiles que el origen de la
vida se produjo poco después, hace quizás unos 4.000 millones de años, en las lagunas
y océanos de la Tierra primitiva. Los primeros seres vivos no eran tan complejos como
un organismo unicelular, que ya es una forma de vida muy sofisticada. Los primeros
balbuceos fueron mucho más humildes. En aquellos días primigenios, los relámpagos y
la luz ultravioleta del Sol descomponían la moléculas simples, ricas en hidrógeno, de la
atmósfera primitiva, y los fragmentos se recombinaban espontáneamente dando
moléculas cada vez más complejas. Los productos de esta primera química se disolvían
en los océanos, formando una especie de sopa orgánica cuya complejidad crecía
paulatinamente, hasta que un día, por puro accidente, nació una molécula que fue capaz
de hacer copias bastas de sí misma, utilizando como bloques constructivos otras
moléculas de la sopa.
Este fue el primer antepasado del ácido desoxirribonucleico, el ADN, la molécula
maestra de la vida en la Tierra. Tiene la forma de una escalera torcida según una hélice,
con escalones disponibles en cuatro partes moleculares distintas, que constituyen las
cuatro letras del código genético. Estos escalones, llamados nucleótidos, deletrean las
instrucciones hereditarias necesarias para hacer un organismo dado. Cada forma viva
de la Tierra tiene un conjunto distinto de instrucciones, escrito esencialmente en el
mismo lenguaje. La razón por la cual los organismos son diferentes es la diferencia
existente entre sus instrucciones de ácido nucleico. Una mutación es un cambio en un
nucleótido, copiado en la generación siguiente y que se transmite entero. Puesto que
las mutaciones son cambios casuales de los nucleótidos, la mayoría son nocivas o letales,
porque hacen nacer a través del código enzimas no funcionales. Hay que esperar mucho
para que una mutación haga trabajar mejor a un organismo. Y sin embrago este
acontecimiento improbable, una pequeña mutación beneficiosa en un nucleótido con
una longitud de una diezmillonésima de centímetro, es lo que impulsa la evolución.


24
Este párrafo pertenece a Edward O. Wilson, en su obra LA CONQUISTA SOCIAL DE LA TIERRA, Editorial
Debolsillo, Barcelona, 2015, páginas 37-38.
58

Hace 4.000 millones de años la Tierra era un paraíso molecular. Todavía no había
predadores. Algunas moléculas se reproducían de modo ineficaz, competían en la
búsqueda de bloques constructivos y dejaban copias bastas de sí mismas. La evolución
estaba ya definitivamente en marcha, incluso al nivel molecular, gracias a la
reproducción, la mutación y la eliminación selectiva de las variedades menos eficientes.
A medida que pasaba el tiempo conseguían reproducirse mejor. Llegaron a unirse entre
sí moléculas con funciones especializadas, constituyendo una especie de colectivo
molecular: la primera célula. Las células vegetales de hoy en día tienen diminutas
fábricas moleculares, llamadas cloroplastos, que se encargan de la fotosíntesis: la
conversión de la luz solar, el agua y el dióxido de carbono en hidratos de carbono y
oxígeno. Las células presentes en una gota de sangre contienen un tipo diferente de
fábrica molecular, el mitocondrio, que combina el alimento con el oxígeno para extraer
energía útil. Estas fábricas están actualmente dentro de las células vegetales y animales,
pero pueden haber sido en otros tiempos células libres.
Hace unos 3.000 millones de años se había reunido un cierto número de plantas
unicelulares, quizá porque una mutación impidió que una célula sola se separara
después de dividirse en dos. Habían evolucionado los primeros organismos
multicelulares. Cada célula de nuestro cuerpo es una especie de comuna, con partes
que antes vivían libremente y que se han reunido para el bien común. Y nosotros
estamos compuestos por cien billones de células. Cada uno de nosotros es una multitud.
Parece que el sexo se inventó hace unos 2.000 millones de años. Con
anterioridad a esto las nuevas variedades de organismos sólo podían nacer a partir de
la acumulación de mutaciones casuales: la selección de cambios, letra por letra, en las
instrucciones genéticas. La evolución debió ser atrozmente lenta. Gracias al invento del
sexo dos organismos podían intercambiar párrafos, páginas y libros enteros de su código
de ADN, produciendo nuevas variedades a punto para pasar por el cedazo de la
selección. Los organismos han sido seleccionados para que se dediquen al sexo; los que
lo encuentran aburrido pronto se extinguen. Y esto no solamente es cierto en relación
a los microbios de hace dos mil millones de años. También los hombres conservamos
hoy en día una palpable devoción por intercambiar segmentos de ADN.
Hace 1.000 millones de años, las plantas, trabajando conjuntamente de modo
cooperativo, habían llevado a cabo un cambio asombroso en el medio ambiente de la
tierra. Las plantas verdes generan oxígeno molecular. Los océanos estaban ya repletos
de plantas verdes sencillas, y el oxígeno se estaba convirtiendo en un componente
importante de la atmósfera de la Tierral alterando irreversiblemente su carácter
original, rico en hidrógeno, y dando por terminada la época de la historia de la Tierra en
la que la sustancia de la vida estuvo constituida por procesos no biológicos25. Pero el
oxígeno tiende a provocar la descomposición de las moléculas orgánicas26. A pesar del
amor que le tenemos, se trata en el fondo de un veneno para la materia orgánica no
protegida. La transición a una atmósfera oxidante planteó una crisis suprema en la
historia de la vida, y una gran cantidad de organismos, incapaces de enfrentarse con el
oxígeno, perecieron. Unas cuantas formas primitivas, como los bacilos del botulismo y

25
Procesos químicos antes de la formación de células vivas que se reproducen a sí mismas, o sea, seres
vivos.
26
Compuestos químicos que contienen carbono, formando enlaces carbono-carbono y carbono-
hidrógeno. Los compuestos orgánicos tienen carbono con enlaces de hidrógeno, y los compuestos
inorgánicos no.
59

del tétanos, consiguieron sobrevivir a pesar de todo en el ambiente actual de la Tierra


rico en oxígeno. El nitrógeno de nuestra atmósfera es, desde el punto de vista químico,
mucho más inerte y, por lo tanto, mucho mas benigno que el oxígeno. Pero también
está sostenido biológicamente, y por lo tanto el 99% de la atmósfera de la Tierra es de
origen biológico. El cielo es un producto de la vida.
Durante la mayor parte de los 4.000 millones de años transcurridos a partir del
origen de la vida, los organismos dominantes eran algas microscópicas de color azul y
verde, que cubrían y llenaban los océanos. Pero hace unos 600 millones de años, el
dominio protagonista de las algas quedó roto y se produjo una proliferación enorme de
nuevas formas vivas, acontecimiento éste que se ha llamado la explosión del Cámbrico.
La vida nació casi inmediatamente después del origen de la Tierra, lo cual sugiere que
quizás la vida sea un proceso químico inevitable en un planeta como la Tierra. Pero
durante 3.000 millones de años no evolucionó mucho más allá de las algas azules y
verdes, lo cual sugiere que la evolución de formas vivas grandes con órganos
especializados es difícil, más difícil todavía que el origen de la vida.
Poco después de la explosión Cámbrica, en los océanos pululaban muchas
formas distintas de vida. Hace 500 millones de años había grandes rebaños de trilobites,
animales de bella construcción, algo parecidos a grandes insectos; algunos cazaban en
manadas sobre el fondo del océano. Almacenaban cristales en sus ojos para detectar la
luz polarizada. Pero actualmente ya no hay trilobites vivos; hace 200 millones de años
que ya no quedan. La tierra estuvo habitada a lo largo del tiempo por plantas y animales
de los que hoy no queda rastro vivo. Y, como es lógico, hubo un tiempo en que no existía
ninguna de las especies que hay hoy en nuestro planeta. No hay ninguna indicación en
las rocas antiguas de la presencia de animales como nosotros. Las especies aparecen,
viven durante un tiempo más o menos breve y luego se extinguen.
Después de la explosión del Cámbrico nuevas y exquisitas adaptaciones se fueron
sucediendo con una rapidez relativamente vertiginosa. Aparecieron en rápida sucesión
los primeros peces y los primeros vertebrados; las plantas que antes se limitaban a vivir
en los océanos empezaron la colonización de la tierra; evolucionaron los primeros
insectos y sus descendientes se convirtieron en los pioneros de la colonización de la
tierra por los animales; insectos alados nacieron al mismo tiempo que los anfibios,
capaces de sobrevivir tanto en tierra como en el agua; aparecieron los primeros árboles
y los primeros reptiles, evolucionaron los dinosaurios; emergieron los mamíferos y luego
los primeros pájaros; aparecieron las primeras flores; los dinosaurios s extinguieron;
nacieron los primeros cetáceos, antepasados de los delfines y de las ballenas, y también
en el mismo período nacieron los primates: los antepasados de los monos, de los
grandes simios y de los humanos. Hace menos de 10 millones de años, evolucionaron
los primeros seres que se parecían fielmente a los seres humanos, acompañados por un
aumento espectacular del tamaño del cerebro. Y, luego, hace sólo unos pocos millones
de años, emergieron los primeros humanos auténticos.
Los hombres crecieron en los bosques y nosotros les tenemos una afinidad
natural. ¡Qué hermoso es un árbol que se esfuerza por alcanzar el cielo! Sus hojas
recogen la luz solar para fotosintetizarla, y así los árboles compiten dejando en la
sombra a sus vecinos. Los árboles son máquinas grandes y bellas, accionadas por la luz
solar, que toman agua del suelo y dióxido de carbono del aire y convierten esos
materiales en alimento para uso suyo y nuestro. La planta utiliza los hidratos de carbono
que fabrica como fuente de energía para llevar a cabo sus asuntos vegetales. Y nosotros,
60

los animales, que somos en definitiva parásitos de las plantas, robamos sus hidratos de
carbono para poder llevar a cabo nuestros asuntos. Al comer las plantas combinamos
los hidratos de carbono con el oxígeno que tenemos disuelto en nuestra sangre por
nuestra propensión a respirar el aire, y de este modo extraemos la energía que nos
permite vivir. En este proceso exhalamos dióxido de carbono, que luego las plantas
reciclan para fabricar más hidratos de carbono. Esta es la simbiosis de las plantas con
los animales. ¡Qué sistema tan maravillosamente cooperativo! Plantas y animales que
inhalan mutuamente las exhalaciones de los demás, una especie de resucitación mutua
a escala planetaria, boca a estoma, impulsada por una estrella a 150 millones de
kilómetros de distancia.
En el núcleo mismo de la vida en la Tierra –las proteínas que controlan la química
de la célula y los ácidos nucleicos que transportan las instrucciones hereditarias-
descubrimos que estas moléculas son esencialmente las mismas en todas las plantas y
animales. Una encina y yo estamos hechos de la misma sustancia. Si retrocedemos lo
suficiente, nos encontramos con un antepasado común.
La célula viviente es un régimen tan complejo y bello como el reino de las galaxias
y de las estrellas. La exquisita maquinaria de la célula ha ido evolucionando
penosamente durante más de 4.000 millones de años. Fragmentos de alimento se
metamorfosean en maquinaria celular. La célula sanguínea blanca de hoy son las
espinacas con crema de ayer. ¿Cómo consigue esto al célula? En su interior hay una
arquitectura laberíntica y sutil que mantiene su propia estructura, transforma
moléculas, almacena energía y se prepara para copiarse a sí misma. Si pudiéramos
entrar en una célula, muchas de las manchas moleculares que veríamos serían
moléculas de proteína, algunas en frenética actividad, otras simplemente esperando.
Las proteínas más importantes son enzimas, moléculas que controlan las reacciones
químicas de la célula. Las enzimas son como los obreros de una cadena de montaje, cada
una especializada en un trabajo molecular concreto: por ejemplo, el Paso 4 en la
construcción del nucleótido fosfato de guanosina, o el Paso 11 en el desmontaje de una
molécula de azúcar para extraer energía, la moneda con que paga para conseguir que
se lleven a cabo los demás trabajos celulares. Pero las enzimas no dirigen el espectáculo.
Reciben sus instrucciones –y de hecho ellas mismas son construidas así- mediante
órdenes enviadas por los que controlan. Las moléculas que mandan son los ácidos
nucleicos. Viven secuestrados en una ciudad prohibida en lo más profundo de todo, en
el núcleo de la célula.
Si nos sumergiéramos por un poro en el núcleo de la célula nos encontraríamos
con algo parecido a una explosión en una fábrica de espaguetis: una multitud
desordenada de espirales e hilos, que son los dos tipos de ácidos nucleicos: el ADN, que
sabe lo que hay que hacer, y el ARN, que lleva las instrucciones emanadas del ADN al
resto de las células. Ellos son lo mejor que han podido producir 4.000 millones de años
de evolución, y contienen el complemento completo de información sobre la manera de
hacer que una célula, un árbol o una persona funcionen. La cantidad de información en
el ADN del hombre, escrito en lenguaje corriente, ocuparía un centenar de volúmenes
gruesos. Además de esto, las moléculas de ADN saben la manera de hacer copias
idénticas de sí mismas con sólo muy raras excepciones. La cantidad de cosas que saben
es extraordinaria.
El ADN es una hélice doble, con dos hilos retorcidos que parecen una escalera en
espiral. La secuencia u ordenación de los nucleótidos a lo largo de cada uno de los hilos
61

constituyentes es el lenguaje de la vida. Durante la reproducción las hélices se separan,


ayudadas por una proteína especial que las destornilla, y cada cual sintetiza una copia
idéntica de la otra a partir de bloques constructivos de nucleótidos que flotan por allí en
el líquido viscoso del núcleo de la célula. Una vez destornillada la doble hélice una
enzima notable llamada polimerasa del ADN contribuye a asegurar que la copia se
realiza de modo casi perfecto. Si se comete un error, hay enzimas que arrancan lo
equivocado y sustituyen el nucleótido falso por el correcto. Estas enzimas son una
máquina molecular con poderes asombrosos.
El ADN del núcleo, además de hacer copias exactas de sí mismo –la herencia es
precisamente esto- dirige las actividades de la célula –que es precisamente el
metabolismo- sintetizando otro ácido nucleico llamado ARN mensajero, el cual pasa a
las regiones extranucleares y controla allí la construcción, en el momento adecuado y
en el lugar adecuado, de una enzima. Cuando todo ha finalizado el resultado es la
producción de una molécula única de enzima que se dedica luego a ordenar un aspecto
particular de la química de la célula.
El ADN del hombre es una escalera con una longitud de mil millones de
nucleótidos. Las combinaciones posibles de nucleótidos son en su mayor parte
tonterías: causarían la síntesis de proteínas que no realizarían ninguna función útil. Sólo
un número muy limitado de moléculas de ácido nucleico son de alguna utilidad para
formas de vida tan complicadas como nosotros. Incluso así el número de maneras útiles
de construir ácidos nucleicos es increíblemente elevado: probablemente muy superior
al número total de electrones y protones del universo. Por lo tanto el número de seres
humanos posibles es muy superior al del número de personas que han vivido nunca: el
potencial no utilizado de la especie humana es inmenso.
La evolución funciona mediante la mutación y la selección. Se pueden producir
mutaciones durante la reproducción de la molécula si la enzima polimerasa del ADN
comete un error. Pero es raro que lo haga. Las mutaciones se producen también a causa
de la radiactividad, de la luz ultravioleta del Sol, de los rayos cósmicos o de sustancias
químicas en el medio ambiente, todo lo cual puede cambiar los nucleótidos o atar en
forma de nudos a los ácidos nucleicos. Si el número de mutaciones es demasiado
elevado, perdemos la herencia de 4.000 millones de años de lenta evolución. Si es
demasiado bajo, no se dispondrá de nuevas variedades para adaptarse a algún cambio
futuro en el medio ambiente. La evolución de la vida exige un equilibrio más o menos
preciso entre mutación y selección. Cuando este equilibrio se consigue se obtienen
adaptaciones notables.
Un cambio en un único nucleótido del ADN provoca un cambio en un único
aminoácido en la proteína codificada en este ADN. Las células rojas de la sangre de los
pueblos de ascendencia europea tienen un aspecto más o menos globuloso; mientras
que las de los pueblos de ascendencia africana tienen el aspecto de hoces o de lunas
crecientes. Las células en hoz transportan menos oxígeno y por lo tanto transmiten un
tipo de anemia. También proporcionan una fuerte resistencia contra la malaria. No hay
duda que es mejor estar anémico que muerto. Esta influencia importante sobre la
función de la sangre –tan notable que se aprecia claramente en fotografías de células
sanguíneas rojas- es la consecuencia de un cambio en un único nucleótido entre los diez
mil millones existentes en el ADN de una célula humana típica. Todavía ignoramos las
consecuencias de la mayoría de los cambios en los nucleótidos.
62

Las personas tenemos un aspecto bastante diferente al de un árbol. No hay duda


que percibimos el mundo de modo diferente a como lo hace un árbol. Pero en el fondo
de todo, en el núcleo molecular de la vida, los árboles y nosotros somos esencialmente
idénticos. Ellos y nosotros usamos los ácidos nucleicos para la herencia; utilizamos las
proteínas como enzimas para controlar la química de nuestras células. Y lo más
significativo es que ambos utilizamos precisamente el mismo libro de código para
traducir la información de ácido nucleico en información de proteína, como lo hacen
prácticamente todos los demás seres de este planeta. La explicación usual de esta
unidad molecular es que todos nosotros –árboles y personas, pejesapos, mohos y
paramecios- descendemos de un ejemplar único y común en el origen de la vida, en la
historia primitiva de nuestro planeta. ¿Cómo nacieron pues las moléculas críticas?
En mi laboratorio (habla Carl Sagan) de la Universidad de Cornell trabajamos
entre otras cosas en la química orgánica prebiológica, tocando algunas notas de la
química de la vida. Mezclamos y sometemos a chispas los gases de la Tierra primitiva:
hidrógeno, agua, amoníaco, metano, sulfuro de hidrógeno, todos los cuales que, por
otra parte, están presentes actualmente en el planeta Júpiter y por todo el Cosmos. Las
chispas corresponden a los relámpagos, presentes también en la Tierra antigua y en el
actual Júpiter. El vaso de reacción es al principio transparente: los gases precursores son
totalmente invisibles. Pero al cabo de diez minutos de chispas, vemos aparecer un
extraño pigmento marrón que desciende lentamente por los costados del vaso. El
interior se hace paulatinamente opaco, y se cubre con un espeso alquitrán marrón. Si
hubiésemos utilizado luz ultravioleta –simulando el Sol primitivo- los resultados
hubiesen sido más o menos los mismos. El alquitrán es una colección muy rica de
moléculas orgánicas complejas, incluyendo a las partes constitutivas de las proteínas y
ácidos nucleicos. Resulta pues que la sustancia de la vida es muy fácil de fabricar.
Estos experimentos los llevó a cabo por primera vez a principios de los años 1950
Stanley Miller, un doctorado del químico Harold Urey. Urey sostenía de modo
convincente que la atmósfera primitiva de la Tierra era rica en hidrógeno, como en la
mayor parte del Cosmos, que luego el hidrógeno ha ido escapando al espacio desde la
Tierra, pero no desde Júpiter, cuya masa es grande; y que el origen de la vida se produjo
antes de perder el hidrógeno. Urey sugirió someter estos gases a chispas eléctricas
buscando obtener la totalidad de las moléculas orgánicas conocidas por los químicos.
En el experimento de Stanley Miller, a las pocas horas el matraz ya contenía
diferentes tipos de aminoácidos, las moléculas que construyen las proteínas. El hallazgo
de Stanley Miller fue impactante, porque reflejaba la tremenda facilidad con que se
podían formar moléculas orgánicas complejas a partir de otras muchos más sencillas, y
daba una gran esperanza de la comprensión científica del origen de la vida en la Tierra.
El experimento reforzaba la hipótesis de que todo empezó en una sopa prebiótica; una
especie de balsa en las laderas de los volcanes donde poco a poco se iban formando
moléculas, recombinándose, y aumentando el grado de complejidad hasta generar algo
capaz de metabolizar energía del exterior, mantener una estructura estable y hacer
copias de sí mismo.
En la actualidad, esa idea del caldo primigenio en pequeños lagos superficiales
está siendo reemplazada por lugares como el interior de la Tierra o los fondos oceánicos,
más propensos a mantener una actividad química que pudiera dar lugar a las primeras
estructuras celulares.
63

Luego de la muerte de Miller, uno de sus últimos colaboradores encontró


apuntes de otro experimento realizado por aquel, en el cual Miller había inyectado
vapor de agua directamente en el lugar donde mezclaba gases con descargas eléctricas.
En la década de 1950 eso no tenía demasiada importancia, pero ahora recobra interés
porque sabemos que las erupciones volcánicas de la Tierra primigenia sí podían emitir
gases como los que Miller había utilizado y formar nubes a su alrededor, cuya
composición sí estaría acorde con las condiciones de su experimento. Miller había
analizado dichas muestras, pero no con los espectómetros tan sensibles que existen
actualmente. El verano pasado Jeffrey Balda (colaborador de Miller) y otro científico
llamado Adam Jonson volvieron a analizar las muestras y descubrieron hasta 22
aminoácidos en la versión ignorada por Miller, el doble de los que él había anunciado
anteriormente. Además, 20 de los aminoácidos coincidían con los que constituyen las
proteínas de los seres vivos.27
Si utilizamos los gases más abundantes que había en la Tierra primitiva y casi
cualquier fuente de energía que rompa los enlaces químicos, podemos producir los
bloques constructivos esenciales de la vida. Pero en nuestro vaso reactivo hay
solamente las notas de la música de la vida, no la música en sí. Hay que disponer los
bloques constructivos moleculares en la secuencia correcta.
Hasta ahora nadie ha mezclado los gases y las aguas de la Tierra primitiva y ha
conseguido que al finalizar el experimento saliera algo arrastrándose del tubo de
ensayo. Queda todavía mucho por comprender sobre el origen de la vida, incluyendo el
origen del código genético. Pero estamos llevando a cabo experimentos de este tipo
desde hace sólo treinta años. La naturaleza nos lleva una ventaja de cuatro mil millones
de años. Al fin y al cabo no lo estamos haciendo tan mal.
No hay nada en estos experimentos que sea peculiar de la Tierra. Los gases
iniciales y las fuentes de energía son comunes a todo el Cosmos. Es posible que
reacciones químicas semejantes a las de nuestros vasos de laboratorios hagan nacer la
materia orgánica presente en el espacio interestelar y los aminoácidos que se
encuentran en los meteoritos. Han de haberse dado procesos químicos semejantes en
mil millones de mundos diferentes de la galaxia Vía Láctea. Las moléculas de la vida
llenan el Cosmos.
Todo organismo es del modo que es debido a una larga serie de pasos, todos
ellos improbables.
En todos los astros se realizan procesos que van convirtiendo a los átomos, uno
a uno, en estructuras cada vez más complejas. La propia materia evoluciona. Esta
palabra proviene de Darwin y de la biología; pero es también la palabra que cambió a
la física. Los elementos se forman constantemente en las estrellas. Los átomos forman
moléculas, las moléculas forman bases, las bases dirigen la formación de aminoácidos,
los aminoácidos forman las proteínas, y estas trabajan en las células. Las células
conforman ante todo a los animales simples y después a los más complejos, ascendiendo
paso a paso. Una estrella convierte el hidrógeno en helio; en una nueva etapa y en una
estrella diferente, el helio se transforma en carbón, en oxígeno, en elementos pesados;


27
Los tres últimos párrafos corresponden al libro EL LADRÓN DE CEREBROS, Compartiendo el
conocimiento científico de las mentes más brillantes, de Pere Estupinyà, Editorial Debolsillo,
Barcelona, 2013, páginas 349-350.
64

y así paso a paso a lo largo de toda la escala, hasta formar los noventa y dos elementos
existentes en la naturaleza. 28

9.1.4. Conclusión: ¿De dónde venimos?
Parece claro y demostrado (hasta ahora) que venimos de procesos físico-
químicos que se iniciaron (o re-iniciaron) a partir de una enorme explosión provocada
por una inconcebible cantidad de energía, que comenzó a formar átomos de hidrógeno;
a partir de los cuales, en unos cuatro mil millones de años, se formó la vida, tal como la
conocemos.
9.2. Segunda Pregunta: ¿Qué somos?
Voy aproximándome al tratamiento y proposición de una verdadera toma de
partido sobre la vida de los seres humanos, es decir, voy a pisar terreno resbaladizo o
prohibido. Voy a tratar temas que han estado prohibidos por siglos y que, incluso, han
conducido a la hoguera a muchos hombres y mujeres que se han atrevido a mentarlos
de una manera diferente a la impuesta por los poderes vigentes y aceptada
humildemente por el resto de personas.
Empiezo poniéndolo de una manera fácil: hace casi 13.800 millones de años el
universo tuvo su origen en el Big Bang; 100 millones de años a partir de entonces se
formó la Vía Láctea; 4.603 millones de años a partir de ese acontecimiento se formó
“nuestro” sistema solar, con la Tierra (4.543 millones de años) y los planetas y,
finalmente, hace unos 4.000 millones de años “se dio una producción a gran escala de
moléculas orgánicas complejas que llevó a un sistema molecular capaz de
autorreplicación, empezando con ello la larga secuencia evolutiva, dificultosa y
exquisitamente bella que, desde aquellos primeros organismos, apenas capaces de
hacer vagas copias de sí mismos, condujo hasta la espléndida diversidad y matices de la
vida que adorna hoy nuestro planeta”29. En el momento en que una célula pudo
autorreplicarse, ese momento se inició la vida.

“Todos los elementos de la Tierra, excepto el hidrógeno y algo de helio, se
cocinaron en una especie de alquimia estelar hace miles de millones de años
en estrellas que ahora son quizás enanas blancas inconspicuas al otro lado
de la galaxia Vía Láctea. El nitrógeno de nuestro ADN, el calcio de nuestros
dientes, el hierro de nuestra sangre, el carbono de nuestras tartas de
manzana se hicieron en los interiores de estrellas en proceso de colapso.
Estamos hechos, pues, de sustancia estelar... El origen y la evolución de la
vida están relacionados del modo más íntimo con el origen y evolución de
las estrellas. En primer lugar la materia misma de la cual estamos
compuestos, los átomos que hacen posible la vida, fueron generados hace
mucho tiempo y muy lejos de nosotros en estrellas rojas gigantes...” (Sagan,
1983:233)


28
Este párrafo ha sido redactado con frases del libro EL ASCENSO DEL HOMBRE, de J. Bronowski. Páginas
343, 347, 348 y 349.
29
SAGAN, Carl. LA DIVERSIDAD DE LA CIENCIA. Editorial Planeta, Barcelona, 2007, Pág. 234.
65

La evolución desde los átomos hasta los seres vivos pluricelulares habría sido así:
átomos, moléculas sencillas, macromoléculas, orgánulos, células, tejidos, órganos,
sistemas y aparatos, individuos.
Y, de las células, las procariotas, que carecen de núcleo definido, por lo cual el
material genético se encuentra disperso en el citoplasma, evolucionaron a células
eucariotas, que tienen un citoplasma compartimentado por membranas, con un núcleo
celular organizado, limitado por una envoltura nuclear, en el cual está contenido el
material hereditario, que incluye el ADN, que es la base de la herencia. El paso de
organismos procariontes a eucariontes significó el gran salto de complejidad de la vida
y uno de los más importantes de su evolución. Sin este paso, sin la complejidad que
adquirieron las células eucariotas no habrían sido posibles ulteriores pasos como la
aparición de los seres pluricelulares; la vida, probablemente, se habría limitado a un
conglomerado de bacterias. El éxito de estas células eucariotas posibilitó las posteriores
radiaciones adaptativas de la vida, que han desembocado en la gran variedad de
especies que existe en la actualidad30.
Ahora bien, de dichas especies nos interesan (para esta explicación) los seres
humanos. Estos, “de la única especie Homo sapiens aparecieron en los últimos cientos
de miles de años, y sólo empezaron a expandirse por el planeta en los últimos sesenta
mil años 31. Estos seres, ¿son diferentes de los primeros organismos pluricelulares que
se formaron en la Tierra?

“De hecho, cuando observamos la vida en la Tierra de un modo más
genérico, encontramos que todo es el mismo tipo de vida. No hay muchas
clases diferentes; sólo hay una, que utiliza unos cincuenta bloques de
construcción biológica fundamentales... Así pues, con insignificantes
excepciones, todos los organismos de la Tierra recurren a un tipo de
molécula particular, llamada proteína, como catalizador o enzima para
controlar el grado de funcionamiento y la dirección de la química de la vida.
Todos los organismos de la tierra emplean un tipo de molécula llamada ácido
nucleico para codificar la información hereditaria y reproducirla en la
siguiente generación. Todos los organismos de la Tierra poseen un libro de
códigos idéntico para traducir el lenguaje del ácido nucleico al lenguaje de
la proteína y, aunque hay algunas diferencias evidentes entre, digamos, el
moho y yo, en lo esencial estamos muy emparentados. Desde el punto de
vista molecular, todos somos prácticamente idénticos.”32

En suma y síntesis, estamos hechos de hidrógeno, carbono, nitrógeno, oxígeno y
fósforo. Nuestro ADN está formado de nucleótidos y fosfato de azúcar. Y todos los seres
vivos estamos formados de lo mismo.

9.3. Tercera Pregunta: ¿Para qué estamos aquí? O ¿Cuál es el objetivo de la vida?
Desde niño, en el catecismo que me enseñaron en la escuela unas señoritas
catequistas y luego en la materia de Religión del colegio de los jesuitas, ante las


30
WIKIPEDIA. “Célula eucariota”.
31
WILSON, Edward O. LA CONQUISTA SCIAL DE LA TIERRA. Editorial Debolsillo. Barcelona. 2015. Pág. 29.
32
SAGAN, Carl, 2007, op.cit. págs. 88-89
66

preguntas: “Cuál es el objetivo de la vida? ¿Para qué nos creó Dios? siempre me
respondían: “Amar a Dios sobre todas las cosas, cumplir con su voluntad y rendirle
culto”. Desde niño me pareció que algo andaba mal, y ya de joven me convencí de que
los pobres jesuitas no las tenían todas consigo y repetían mecánica y dogmáticamente
lo que habían aprendido de memoria. O sea que Dios, un ser omnipotente, omnisciente
y omnipresente, pleno de aburrimiento al encontrarse solo, y de vanidad al no tener
nadie que le alabe por sus portentos, ¿decidió crear a los seres humanos para que le
llenen de halagos, le rindan culto y cumplan su voluntad? Y, esa voluntad, ¿solamente
era conocida por los curas o incluso ni siquiera por ellos sino por el Papa de Roma33?
Con esas respuestas todo el mito creacionista se cae como un castillo de naipes mal
construido. Otra de las frases que repetían los jesuitas con enorme candor era esta:
“Dios tiene un plan para ti y para cada uno de nosotros”, pero nunca supieron
explicarnos o guiarnos en el conocimiento de cuál era ese plan. Ahora, con setenta años,
todavía no alcanzo a comprender cuál puede haber sido o es cuál es aquel plan.
Por si la argumentación anterior a alguien le parece poco convincente y no
definitiva, voy a citar unos pocos descubrimientos que la expresan de otra manera.

“Si Dios hizo al hombre a su imagen (y semejanza), una creencia que sugieren
los relatos creacionistas y las iconografías de la mayoría de las religiones, es
razonable suponer que Él está personalmente a cargo de los seres humanos.
Si, en cambio, Dios no creó a la humanidad a su imagen, entonces existe la
elevada posibilidad de que el sistema solar no sea especial dentro de las
otras decenas de millares de trillones, aproximadamente, de sistemas
solares del universo...
Hay circunstancias en las cuales las personas inteligentes y bien educadas
asimilan su identidad y el significado de su vida a su religión...
Si un Dios personal, o dioses, o espíritus inmateriales no se aceptan al menos
en cierto grado ¿qué pasa con la fuerza divina que creó el universo? ¿No
podríamos adorar todos a este Creador, aunque no tenga un interés especial
en nosotros? Este es el razonamiento del deísmo: que la existencia material
fue iniciada con un propósito por algo o por alguien. Si es así, la razón del
universo sigue sin sernos revelada hasta el día de hoy, 13.700 millones de
años después del big bang...” (E. O. Wilson, 2015:299; subrayado mío)

“Cuando entendemos algo de la dinámica astronómica, de la evolución de
los mundos, nos damos cuenta de que los mundos nacen y mueren, que
tienen un ciclo vital como los humanos y que, por tanto, si bien en el cosmos
hay mucha vida, también hay mucho sufrimiento y muerte... con frecuencia
se produce una destrucción masiva y la devastación de planetas enteros en
todo el universo.
Se trata de un punto de vista diferente del tradicional sentimiento de
Occidente de una deidad amorosamente preocupada por el bienestar de las
criaturas inteligentes. La astronomía moderna sugiere conclusiones
diferentes.” (Sagan, 2007, págs. 50-51)


33
Con el agravante de que prácticamente todos y cada uno de los Papas han sido unos sujetos
impresentables, incluso malhechores, corruptos, asesinos, ladrones, inmorales, etc.
67


“Lo encontré en el resplandor de las estrellas,
lo distinguí en el florecimiento de sus campos,
Pero, en su relación con los hombres no lo encuentro...
¿Por qué en todo lo que nos rodea
es como si un dios menor hubiera creado el mundo,
y no tuviera fuerzas para darle la forma que debería?”
Tennyson.

Encontrar a dios “en el resplandor de las estrellas” y en el “florecimiento de los
campos” son sensaciones de asombro ante lo inconmensurable, ante la belleza, pero
solamente son eso, sensaciones.
Un Creador Inmortal que nos ha asignado como objetivo de vida “adorarle,
rendirle culto y cumplir su voluntad” es, “por definición un dios cruel, porque Él, que
nunca tiene que enfrentarse al temor de la muerte, crea en cambio innumerables
criaturas que sí tienen que hacerlo. ¿Por qué hace algo así? Si Él es omnisciente podría
ser más amable y crear seres inmortales, protegidos del peligro de la muerte. Sin
embargo, crea un universo en el que muchas de sus partes, y quizá la totalidad del
mismo, mueren” (Ann Druyan, citado en Sagan, 2007:51). Pero ese pedido de Ann
Druyan está negado en la Biblia, por decisión explícita de Dios:

“Y dijo el Señor Dios: Ved ahí al hombre que se ha hecho como uno de
nosotros, conocedor del bien y del mal; no vaya ahora a alargar su mano y
tome también el fruto del árbol de la vida, y coma de él, y viva par siempre”34

A la aspiración de Ann Druyan yo añadiría: y luego de hacer eso, para colmo,
quiere que lo adoremos, que le demos gracias y le rindamos culto; luego de crear la
enfermedad y el dolor, inclusive en niños recién nacidos o muy pequeños o en ancianos
indefensos; ¿en medio de ese dolor debemos adorarle, rendirle culto y darle gracias? El
mismo dolor, según la religión occidental, fue creado por Dios:

“Dijo asimismo a la mujer: Multiplicaré tus dolores en tus preñeces; con
dolor parirás los hijos” Y añadió otra condena: “y estarás bajo la potestad de
tu marido y él te dominará”35

Según las distintas religiones la preocupación principal de los dioses es la
inferioridad de los humanos y la permanencia de sus sufrimientos:

“En muchos mitos, la posibilidad que más preocupa a los dioses es que los
humanos descubran algún secreto de inmortalidad o incluso, como en el
mito de la Torre de Babel, por ejemplo, que intenten el asalto a los cielos.
Hay un imperativo claro en la religión occidental, y es que los humanos
deben seguir siendo criaturas pequeñas y mortales. ¿Por qué? Es un poco


34
Génesis, 3, 22.
35
Génesis, 3, 16.
68

como si los ricos que imponen la pobreza a los pobres pretendieran ser
amados por ello.” (Sagan, 2007, pág 51)

Sin embargo de todo lo anterior, los seres humanos han ido liberándose de la
dependencia de los dioses y desvirtuando los mitos creacionistas a costa de inmensos
sacrificios, a veces a costa de su misma vida, gracias al producto de su pensamiento:

“Tanto en tiempos clásicos como medievales, la idea más extendida (del
movimiento de los astros) era que los propulsaban dioses o ángeles, que, de
vez en cuando, les daban un pequeño empujón.
La superestructura gravitacional newtoniana sustituyó los ángeles por
GMm/r2... y en el curso de esa transformación, dioses y ángeles quedaron
relegados a tiempos más remotos y a asuntos más complejos. Durante los
últimos cinco siglos, la historia de la ciencia se ha ido alejando
paulatinamente de la micro intervención divina en los asuntos terrenales. En
otros tiempos, el florecimiento de cada planta se debía a la intervención
directa de la Deidad. Ahora sabemos algo sobre hormonas vegetales y
fototropismos, y prácticamente nadie se imagina a Dios dando órdenes
directas a cada flor para que florezca.
”Así, a medida que la ciencia avanza, Dios parece tener cada vez menos que
hacer. Es un gran universo, desde luego, por lo que Él, Ella o Ello podría estar
ocupado provechosamente en muchos sitios. Pero lo que evidentemente ha
ocurrido es que ante nuestros propios ojos ha ido apareciendo un Dios de
los Vacíos; es decir, lo que no somos capaces de explicar se lo atribuimos a
Dios. Después, pasado un tiempo, lo explicamos, y entonces deja de
pertenecer al reino de Dios. Los teólogos lo dejan de lado y pasa a la lista de
competencias de la ciencia...” Así, Dios ha ido derivando a un Dios que puso
en marcha el universo, fijó las leyes de la naturaleza y luego se retiró o se
fue a otra parte. (Sagan, 2007:85-86)

“Al considerar los quasars36 nos enfrentamos con profundos misterios. Sea
cual fuere la causa de una explosión de quasar, algo parece claro: un
acontecimiento tan violento ha de provocar estragos increíbles. En cada
explosión de quasar pueden quedar totalmente destruidos millones de
mundos, algunos con vida y con inteligencia para comprender lo que está
sucediendo. El estudio de las galaxias revela un orden y una belleza
universales . También nos muestra una violencia caótica a una escala hasta
ahora insospechada. Es notable que vivamos en un universo que permite la
vida. También es notable que vivamos en un universo que destruye galaxias,
estrellas y mundos. El universo no parece ni benigno ni hostil, simplemente
indiferente a las preocupaciones de seres tan insignificantes como nosotros”
(Sagan, 1983:250).


36
“A miles de millones de años luz de distancia, hay objetos tumultuosos, los quasars, que pueden ser
las explosiones colosales de galaxias jóvenes, los acontecimientos de mayor potencia de la historia del
universo desde el mismo big bang”.
69

La lucha por conocer la verdad acerca de la existencia de dioses, la “creación” del


universo y el objetivo de la vida se ha venido librando desde hace siglos y, sin embargo,
los creacionistas hasta ahora no han sido capaces de resolver la paradoja de Epicuro
(Epicuro de Samos, aprox. 341 a.C.-270 a.C.)



Esta paradoja ha tratado de ser respondida con el argumento de que Dios nos
“otorgó” el libre albedrío, y que si existe el mal es porque nosotros lo provocamos
usando de manera libérrima nuestro albedrío. Pero, infortunadamente, los científicos
han descubierto lo siguiente:
En la década de 1980 Benjamin Libet realizó un experimento que representó la
primera amenaza testada científicamente al free will o libre albedrío. Los resultados
indicaron que ciertas zonas del córtex prefrontal relacionadas con la planificación de las
acciones motoras se activaban medio segundo antes de que los individuos fueran
conscientes de su elección. Desde entonces y con mejores técnicas estos experimentos
han sido replicados en numerosísimas ocasiones. Una de las últimas explica el
descubrimiento de otras áreas del córtex parietal que se activan hasta varios segundos
antes de ser conscientes de la decisión que nuestro subconsciente ya ha tomado por
nosotros (Unconscious determinants of free decisions in the human brain). La
abrumadora conclusión es que nuestros actos están muchísimo más predeterminados
por mecanismos cerebrales involuntarios de lo que creemos. “...pero algo de libertad de
acción sí debemos tener, ¿no?. Puede, pero de momento la neurociencia no lo ha
encontrado.
“En un muy recomendable artículo titulado “Volitional control of
movement: the physiology of free will”, el investigador Mark Hallet de los
Institutos Nacionales de Salud hace una revisión de todos los estudios y la
bibliografía científica acumulada hasta el año 2007, y concluye que “no hay
ninguna evidencia de que el free will sea una fuerza en la generación de
70

movimiento. La sensación de libertad existe, pero no es la causa del


movimiento, sino una percepción posterior. Los movimientos se generan
inconscientemente, y la ilusión de voluntad llega después”...
Entonces, ¿nos toca aceptar que nuestras acciones están mucho más
programadas de lo que nos pensamos, por todo lo que va acumulándose en
el subconsciente de programación genética, experiencias, influencias
sociales, aprendizaje, traumas, o estímulos subliminales? La neurociencia
parece indicar que sí.
En el texto “La neurología de la autoconciencia”, V. S. Ramachandran
describe el free will como otra sensación generada por el cerebro para
sobrevivir, como la sensación de unidad entre todas nuestras impresiones y
creencias, de continuidad en el tiempo, o de un cuerpo propio que nos
contiene. En “The neurosciencie of free will” Laurence Tancredi interpreta
los últimos estudios científicos como una clara erosión a la dicotomía
mente/cerebro. Y en una revisión más conciliadora titulada “The
implications of advances in neuroscience for freedom of the will
neurotherapeutics”, la bioética Hilary Bok reconoce un mayor grado de
determinismo en nuestro comportamiento del que pensamos, pero opina
que esto no excluye de ninguna manera que sí mantengamos la capacidad
de decisión y la responsabilidad sobre nuestras acciones más complejas...
Sí tenemos libertad para hacer lo que queramos, pero... ¿podemos decidir
lo que queremos?”37

Otro científico lo pone de la siguiente manera:

“Cuanto más descubrimos acerca de nuestra existencia física, más evidente
resulta que incluso las formas más complejas de comportamiento humano
son, en último término, biológicas... Aún así, no podemos eludir la cuestión
del libre albedrío, que algunos filósofos todavía aducen que nos sitúa aparte.
Es un producto del centro de toma de decisiones subconscientes del cerebro
que proporciona a la corteza cerebral la ilusión de una acción independiente.
Cuanto más ha definido la investigación científica los procesos físicos de la
consciencia, menos se ha dejado para cualquier fenómeno que pueda
calificarse intuitivamente como libre albedrío. Somos libres como seres
independientes, pero nuestras decisiones no están libres de todos los
procesos orgánicos que crearon nuestro cerebro y nuestra mente
personales. Por lo tanto, parece que el libre albedrío es, en último término,
biológico” (Wilson, Edward O.: 2015,334)

Lo anterior no implica que yo niegue de plano la existencia de Dios, solamente que
no existen pruebas de aquello. Pero, como ha escrito varias veces Carl Sagan: “la
ausencia de pruebas no es prueba de ausencia”.
Así que la pregunta clave se queda sin respuesta y buscarla es una tarea de la misma
vida. Vamos a ver:

37
El párrafo anterior y la cita textual corresponden al libro EL LADRÓN DE CEREBROS, Capítulo: Tu libertad
es una ilusión del cerebro. De ESTUPINYÀ, Pere. Segunda edición en Debolsillo, marzo 2013, España. Págs.
69-73.
71

Si, como queda demostrado en las páginas anteriores, somos un sistema integrado
por átomos, moléculas, células y órganos que se formó al azar en el transcurso de, a
saber, 13.700 millones de años, en el que todo es efímero, cada circunstancia y evento
que ocurre cada minuto y cada día es producto del azar y el destino individual ineludible
es la muerte, ¿cuál puede ser el objetivo de esa vida tan azarosa y de corta duración?
La vida está determinada por el azar. John von Neumann “...se percataba de la
importancia técnica de las computadoras, pero también empezaba a darse cuenta de
que debemos comprender con claridad cómo las situaciones de la vida real son
diferentes de las situaciones de las computadoras, precisamente porque aquellas no
cuentan con las soluciones exactas del ajedrez o de los cálculos...” (Bronowski 432-433).
Desvirtuada la respuesta tradicional del objetivo de la vida, quedan tres
posibilidades, a saber: podría ser un objetivo individual, o uno general de la especie
humana, o un objetivo universal, para lograr algo que afecte a todo el Cosmos.
La casi unanimidad de pensadores y filósofos solamente se ha planteado el
primero de ellos, el individual. Y la respuesta más frecuente es que el objetivo de la vida
es lograr la felicidad. “Para Sócrates, como para la mayoría de los filósofos griegos, la
felicidad es el objetivo principal de la existencia”.
Por lo cual primero debemos definir qué es felicidad. Veamos algunas
definiciones:

“Estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha por
gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno”.
“La felicidad es una emoción que se produce en un ser vivo cuando cree
haber alcanzado una meta deseada”.
La felicidad es ”Una medida de bienestar subjetivo (autopercibido) que
influye en las actitudes y el comportamiento de los individuos”.
“Esta es la felicidad: atenerse a lo razonable, y es una felicidad
autosuficiente, porque no depende de nada más que de uno mismo. No
depende ni de la vida, ni de la salud, ni de las posiciones, porque no son
verdaderos bienes. De la misma forma, no son verdaderos males ni la
muerte, ni la enfermedad, ni las afrentas, ni la pobreza, ni el dolor... Alguien
feliz está libre de toda perturbación exterior”.

Todas esas definiciones implican que la felicidad es una noción ideológica
absolutamente individual, cada individuo tiene su propia concepción de lo que es la
felicidad para el, reside en el ámbito de los deseos, en la total subjetividad. Lo cual, obvia
e infortunadamente, lleva con demasiada frecuencia a que la felicidad del individuo se
logre a costa de la infelicidad de los demás, lo que se conoce como corrupción. O sea
que, a fin de cuentas, y puesto que el objetivo real e importante no es el que se plantea
sino el que se cumple, el objetivo final, trascendente y ulterior de la vida de cada
individuo sería la desgracia de los demás. ¿Será espantosamente así?
Pero hay otra noción que se contrapone a la anterior, que sostiene que la
verdadera felicidad es “ayudar a los demás” “uno es más feliz dando que recibiendo”.
Pero, ¿no será que al “ayudar a los demás” al “dar, más que recibir”, el ser humano
satisface su vanidad al sentirse más, mejor o superior a aquel a quien da o ayuda?
Nuevamente, la felicidad sería un asunto subjetivo, individual, propio de cada individuo.
“Vanidad de vanidades, y todo es vanidad” escribió algún pensador o religioso.
72

Pongamos otros ejemplos: el escritor, por más que esté consciente en que el
contenido de sus libros es de trascendental importancia para la supervivencia de los
seres humanos, o para elevar su nivel cultural o, en último término, para divertirles y
hacerles pasar un buen momento, si no vende sus libros, si no es reconocido, premiado
e invitado a cenas y homenajes, se siente infeliz. En la historia han existido científicos de
enorme valía, que han descubierto las causas de fenómenos de trascendental
importancia para el bienestar de los seres humanos pero, al no ser comprendidos sus
descubrimientos, se han suicidado. En ambos casos, y podría poner muchos otros, la
felicidad no residía en la obra en sí, sino en el reconocimiento social. O sea, en la
vanidad. ¿Es la vanidad sinónimo de felicidad? Las personas altruistas, al pasar el
tiempo, por ejemplo en el caso de las personas que dedican su vida o su tiempo libre a
trabajar en un banco de alimentos y comedor popular, o en un asilo u hospital, al ver
que su esfuerzo no es trascendente porque la persona que concurre a solicitar una sopa
caliente volverá al siguiente día, la persona asilada o enferma terminal pasará muchos
años en una vida de sufrimientos o morirá cualquier día, el altruista va perdiendo el
entusiasmo y su felicidad inicial va languideciendo hasta convertirse en una rutina.
Claro que unos pocos han afincado su felicidad en no traicionar sus principios, en
no ser despreciados por sí mismos, en no claudicar de sus ideales, a tal punto que han
preferido la crucifixión, la hoguera y la muerte antes que mentirse a sí mismos. Pero,
infortunadamente, estos seres son excepcionales, o sea han sido la excepción, no la
norma. Entre ellos, primero Jesús, y unos pocos semejantes a él. O sea, ellos han sido
los raros. “Sócrates era feliz sabiendo que hacía lo correcto. Por esa razón, cuando en el
año 399 a.C. fue condenado a muerte, acusado de cuestionar las bases de la moralidad
ateniense, aceptó templado y satisfecho la cicuta que acabaría con su vida”.
(https://www.xatakaciencia.com/psicologia/lo-que-dice-la-ciencia-sobre-la-felicidad-
de-socrates).
En la humanidad predominan las actitudes egoístas y la corrupción sobre las
altruistas, lo cual es explicado por la biología evolutiva como algo genético. La
explicación científica de esta realidad se la puede leer en el libro LA CONQUISTA SOCIAL
DE LA TIERRA, de Edward O. Wilson. Cito un extracto del mismo:

“Existen en la actualidad pruebas sustanciales de que el comportamiento
social humano surgió genéticamente por evolución multinivel. Si esta
interpretación es correcta, y un número creciente de biólogos evolutivos y
antropólogos así lo cree, cabe esperar un conflicto continuo entre los
componentes del comportamiento favorecidos por la selección individual y
los favorecidos por la selección de grupo. La selección a nivel del individuo
tiende a crear competitividad y comportamientos egoístas entre los
miembros del grupo (en estatus social, la formación de pareja y la obtención
de recursos)38. Por el contrario, la selección de grupo tiende a crear un
comportamiento abnegado, expresado en una generosidad y altruismo
mayores, que a su vez promueven una cohesión más fuerte del grupo en su
conjunto.
Un resultado inevitable de las fuerzas que se equilibran mutuamente de la
selección multinivel es la permanente ambigüedad en la mente humana


38
La ambición y la codicia sin límites a costa del bienestar de los demás, o sea la corrupción. (Nota mía)
73

individual, que lleva a numerosas situaciones hipotéticas entre la gente en


la manera en que se relacionan, se aman, se afilian, se traicionan,
comparten, sacrifican, roban, engañan, redimen, castigan, atraen, y
adjudican. La lucha endémica del cerebro de cada persona, que tiene su
reflejo en la vasta superestructura de la evolución cultural, es el venero de
las humanidades.” (Wilson, 2015:318)

En pocas palabras: la felicidad de unos se logra a costa de la infelicidad de otros,
y las actitudes de cada uno varían según la ocasión específica que se les presenta. De
manera que, ¿será la felicidad el objetivo de la vida? Si es así, ¡Terrorífico!
“Una de las ideas que defendía Sócrates y que más tarde ha confirmado la
psicología es que hacer el bien nos hace felices. Sócrates no creía que el bien fuera
relativo u opinable, sino totalmente absoluto y universal”. (Xatacaciencia, op.cit).
El problema en el pensamiento de Sócrates es que “el bien” no es absoluto, nada
es absoluto. “No existe el conocimiento absoluto. Y aquellos que lo sostienen, trátese
de científicos o dogmáticos, abren la puerta a la tragedia. Toda información es
imperfecta. Tenemos que manejarla con humildad. Tal es la condición humanan; y así lo
expresa la física cuántica. Afirmo esto literalmente”39
Una de las frases más interesantes de Sócrates es: “Quien sepa lo que es bueno,
también hará el bien” o sea que conocimientos correctos conducen a acciones correctas.
“Sócrates pensaba que tenía por dentro una voz divina y que esa conciencia le decía lo
que estaba bien”40. Nuevamente nos topamos con palabras ambiguas: “correcto”,
“bueno”. Esas palabras quedan libradas a la interpretación individual y a preguntas sin
respuesta, tales como: ¿”bueno” para quién? ¿Qué es lo “correcto”? El mismo Sócrates
deja el problema de que si a alguien no le habla aquella “voz divina”, se quedaría sin
conciencia, no sabría lo que es “bueno” ni “correcto”.
Otra concepción de la felicidad está expresada en el siguiente pensamiento: “A
la acción práctica se incorpora otra, que consiste en encontrar placer derivado de la
misma acción; en la habilidad que uno perfecciona cada vez más como consecuencia del
placer experimentado... El estímulo más poderoso en el ascenso del hombre es el placer
que le proporciona su propia habilidad. Disfruta con hacer lo que puede hacer bien y, al
haberlo hecho bien, disfruta haciéndolo mejor”41. Aquí podríamos aventurar que
“felicidad” es sinónimo de “placer” (por supuesto que se refiere al placer intelectual, no
al placer físico, que únicamente surge de satisfacer las necesidades biológicas más
primitivas, y que es el más efímero). Isaac Asimov estaba de acuerdo con esta idea, y lo
expresó de una manera magistral diciendo que cuando soñó que entraba en el “paraíso”
o el “cielo” pidió una máquina de escribir, ya que para él el “cielo” sería hacer lo que
más le gustaba, que era escribir.
Una escritora muy inteligente y que escribe novelas históricas muy bien
documentadas, nos da una idea de “felicidad” en el siguiente párrafo: “A no dudar, era
un hombre feliz, quizá el único hombre feliz que he conocido, y lo más extraño era que
dicha felicidad procedía de su absoluta y total ignorancia de lo que acontecía en la vida


39
Bronowski, op. Cit. Pág. 353.
40
GAARDER, Jostein. EL MUNDO DE SOFÍA. Ediciones Siruela. Madrid. 1994. Pág. 83.
41
Bronowski, op. Cit. Pág. 116.
74

real...”42 Vale recordar una cita anterior: “Alguien feliz está libre de toda perturbación
exterior”.
Esa frase me trae a la memoria otras dos que oí alguna vez de labios de personas
muy cultas y bien informadas: que Platón e Isaac Newton nunca sonrieron. Si eso es
verdad, pensaba yo, era porque su respectivo conocimiento del ser humano y del
universo era tan profundo que no encontraban motivo de felicidad, que para ser feliz
hay que, o ser ignorante o lograr abstraerse de la tragedia humana. En alguna parte leí
que Jorge Luis Borges dijo o escribió que la vida no era más que “una maldita cosa
después de otra”. Solamente se puede estar “libre de toda perturbación exterior”
encogiéndose de hombros ante la tragedia humana.
De manera que parece que la “felicidad”, en el mejor de los casos es un
sentimiento muy individual y pasajero; de corta duración, como un intervalo entre los
múltiples sufrimientos que padece el ser humano desde que nace hasta que muere. Hay
personas que dicen que la felicidad no es algo que se logra, sino que la búsqueda de la
“felicidad” es la misma “felicidad”. “Parece que la felicidad es más una actividad que un
estado o una posesión. Que la felicidad es más un experimento que una teoría...”43 O
sea que es una utopía que, trágicamente, no existe o nunca se alcanza.

“¿Cómo si no pudo saber William James, el fundador de la psicología
moderna, sin apenas datos en que sustentarlo, que la vida transcurre
buscando el amor y el reconocimiento del resto del mundo?” (Punset,
Eduardo, en el Prólogo al libro EL LADRÓN DE CEREBROS, de Pere Estupinyà,
pág. 17)

¿Vale la pena vivir para alcanzar ese objetivo tan pueril, vanidoso y propio de
personas con complejos de inferioridad, cuyo único objetivo en la vida es que los
demás les amen y les elogien?
Así que si el objetivo de la vida es alcanzar (nunca mejor empleada la palabra) la
felicidad, es un objetivo solamente individual (y que puede acarrear la infelicidad de los
demás) y, si se lo logra, es efímero, tanto que no vale la pena vivir para disfrutarlo tan
poco.
Entonces, ¿Por qué los seres humanos, al parecer, aman la vida? Muchos
creyentes, al levantarse de la cama cada día elevan una oración a su dios: “Gracias Señor,
por concederme este día”, a pesar de que, probablemente vayan a pasarse todo el día
en una quimioterapia que les tendrá postrados en la cama recuperándose los dos o tres
días siguientes, o buscando empleo, o realizando trámites interminables que no saben
si terminarán bien y cuándo.
Consideremos la vida de los esclavos, pobres, miserables, oprimidos, mendigos,
abandonados, enfermos, etc., consideremos que entre ellos miles de millones son niños,
todos ellos conforman la inmensa mayoría de la humanidad:

“...una vida aferrada a la miseria con el único objetivo de latir un poco más,
como aquel buey que araba al otro lado del campo, día tras día, arrastrando
un peso al límite de sus fuerzas. Otra vida miserable dirigida a una única


42
ASENSI, Matilde. VENGANZA EN SEVILLA. Editorial Planeta S.A. 2010. Pág. 94.
43
BARDERI, Montse. LOS ARCOS DEL AGUA. EDICIONES B, S.A. BARCELONA. 2013. PÁG. 322.
75

posibilidad: empeorar con el paso del tiempo..”. (como los campesinos que,
día a día, acarrean cargas superiores a sus fuerzas y trabajan de sol a sol,
bajo la lluvia, el hielo, el frío, o el calor inclemente, con el estómago vacío,
sólo para sobrevivir un día más)... “Lucio pensaba qué hubiera sido de su
vida tan solo si hubiera nacido mujer en vez de hombre, si formase parte de
un pueblo oprimido en vez de un pueblo opresor, si fuera campesino y no
de familia pobre. ¡Cuán insoportable sería el paso de las horas si, de repente,
tuviera que arrastrarse por una vida sin sentido! Fuera a donde fuese,
miraba a su alrededor y el mundo estaba lleno de vidas sin punto de partida,
sin acceso a la cultura, a la educación, a la lectura, al pensamiento, a los
sentimientos elevados, vedada también a la pura contemplación. Tan solo
trabajo, miseria y penurias... El estado del mundo le sobrepasaba
inmensamente...” (Barderi, 2013:122-123. Frase entre paréntesis y
subrayado mío)

Viktor E. Frankl, fue:
“prisionero durante mucho tiempo, en los bestiales campos de
concentración, él mismo sintió en su propio ser lo que significaba una
existencia desnuda. Sus padres, su hermano, incluso su esposa, murieron en
los campos de concentración o fueron enviados a las cámaras de gas, de tal
suerte que, salvo una hermana, todos perecieron. ¿Cómo pudo él –que todo
lo había perdido, que había visto destruir todo lo que valía la pena, que
padeció hambre, frío, brutalidades sin fin, que tantas veces estuvo a punto
del exterminio- cómo pudo aceptar que la vida fuera digna de vivirla? ... Es
mucho lo que el lector aprende de este fragmento autobiográfico: aprende
lo que hace un ser humano cuando de pronto, se da cuenta de no tiene nada
que perder excepto su ridícula vida desnuda... se urden las estrategias para
salvar lo que resta de vida, aun cuando las oportunidades de sobrevivir sean
mínimas. El hambre, la humillación y la sorda cólera ante la injusticia se
hacen tolerables a través de las imágenes entrañables de las personas
amadas, de la religión, de un tenaz sentido del humor, e incluso de
vislumbrar la belleza estimulante de la naturaleza: un árbol, una puesta de
sol...”44

Lo que lleva a pensar que el ser humano vive simplemente porque tiene que
hacerlo, como pensando: “puesto que estoy vivo, no me queda más que vivir; voy a
sobrellevar el infortunio o la desgracia pensando “en positivo” y disfrutando del canto
de las aves o de una puesta de sol”. O, como lo pone J. Bronowski:

“Todos tenemos miedo: por nuestra seguridad, por el futuro, por el mundo.
Tal es la naturaleza de la imaginación humana. Y, empero, todo hombre,
toda civilización, han seguido adelante, al sentir que tienen la obligación de
hacer lo que es preciso hacer. El compromiso personal del hombre con su
destreza, el compromiso intelectual y el compromiso emocional


44
Prefacio de: EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO, de VIKTOR E. FRANKL, escrito por Gordon W. Allport.
Págs. 6-9. Versión en Pdf de la edición de Editorial Herder S.A. Barcelona, 1979.
76

amalgamados en uno solo, han realizado el ascenso del hombre.”


(Bronowski, op.cit. Pág. 438. Subrayado mío)

Pero, ¿no significa todo eso vivir por inercia? “Uno sigue haciendo los gestos que
ordena la existencia, por muchas razones, la primera de las cuales es la costumbre...
Adquirimos la costumbre de vivir antes que la de pensar...”45 Si ya nacimos, bueno pues,
qué le vamos a hacer, vamos a hacerlo lo mejor que podamos. Los mejores ejemplares
de la especie habrán pensado que para vivir lo mejor que se pueda hay que adquirir y
desarrollar todas sus cualidades al máximo; justamente, para vivir lo mejor que se
pueda. Como una especie de responsabilidad personal: “lo voy a hacer esforzándome al
máximo”. En cambio, los mediocres y abúlicos pensarán: “si estoy vivo, pues voy a seguir
viviendo, y que sea lo que dios quiera”; dejando en manos de un supuesto ser superior
todo lo que les pueda pasar, y soportando los infortunios como enviados por aquel ser,
al cual hay que agradecer, adorar y rendir culto incluso por aquellos.
Examinemos ahora si la vida tiene un objetivo que sea general de la especie
humana. Como quedó escrito, los objetivos importantes son los que se cumplen, no los
que se formulan. En ese sentido, cabe preguntarse si en los últimos cientos de miles de
años de vida del Homo Sapiens, esa especie ha cumplido algún objetivo común,
beneficioso para ella en su conjunto. Si aquello es cierto cabe preguntarse si el hombre
es más feliz ahora que antes o si la especie es mejor ahora que antes. Sin duda la
esperanza de vida al nacer ha aumentado, muchas enfermedades son combatidas y ya
no provocan la muerte, la ciencia y la tecnología han hecho más llevadera la carga. Pero
esto nos regresa a la pregunta anterior: ¿Y, todo eso, para qué? Se vive más tiempo y
con más comodidades, pero, ¿para qué? Si antes una enfermedad que ahora se cura
fácilmente llevaba a la muerte, ¿no era esto último preferible a vivir sin un objetivo
posible de ser cumplido? O ahora el tratamiento de esa enfermedad prolonga la vida
durante un par de años, pero que el paciente los pasa en visitas al médico, tratamientos
en el hospital, días enteros en cama, dependiendo de sus familiares hasta para satisfacer
sus necesidades biológicas, o sea esclavizando a los que lo rodean, desesperado por
obtener el dinero necesario para las medicinas, pago de los médicos y del tratamiento,
etc. Nuevamente, ¿no era preferible el desenlace anterior que el actual?
Pertenece a este segundo tipo de objetivo el siguiente, que propone la definición
de una “buena vida”:

“En este mundo se emplea tiempo y dinero a espuertas para tratar de curar
el cáncer e intentar ampliar la esperanza de vida. A mis ochenta y seis años,
no me conmueve ese esfuerzo por tratar de vivir tanto. Admito que si
pudiera mantenerme sano y capaz de pensar al menos tan bien como ahora,
sería agradable poder llegar a los cien años o incluso más. Pero la buena vida
no se mide por los años que dura, sino por la intensidad de lo que se ha
gozado y por las buenas consecuencias de esa existencia”46


45
CAMUS, Albert. EL MITO DE SÍSIFO, Editorial Losada, Buenos Aires, El Libro de bolsillo, Alianza Editorial,
Madrid. 1985. Versión pdf. Pág. 6 de 69.
46
LOVELOCK, James. LA VENGANZA DE LA TIERRA. La Teoría de Gaia y el futuro de la humanidad. Editorial
Planeta. Santiago de Chile. 2006. Página 148.
77

En esa definición encontramos otra noción de “felicidad”, el goce: “la intensidad


de lo que se ha gozado”, que tiene las mismas limitaciones y vacuidad de la felicidad
anotadas anteriormente. Pero Lovelock aporta con una característica interesante al
tema: las “buenas consecuencias” de la vida. Con ello tal vez se refiera a que las obras
del individuo deben provocar consecuencias “buenas” en el resto de la especie. Si bien
volvemos a la subjetividad de la noción de “bueno” o “malo”, hay que reconocer que
(en el caso de Lovelock) se refiere a que los seres humanos, si siguen sus
recomendaciones, se salvarán de la extinción y el Planeta Tierra conservará las
condiciones de mantenimiento de la vida. En este caso el objetivo de la vida ya no sería
individual sino global. Pero, de manera ideal (porque luego Lovelock se retractó de
algunas de sus proposiciones), si la especie se salva de la extinción, nuevamente la
pregunta sería: ¿Para qué? Puesto que en la historia de la especie homo sapiens lo que
ha predominado es el dolor, el sufrimiento, la crueldad de unos pocos contra la mayoría
y un sin fin de penurias, ¿para qué salvarla de la extinción?
Parece que estamos en un círculo vicioso, siempre volvemos a la misma
pregunta. La respuesta no aparece por más esfuerzo que hagamos y, como queda
ejemplificado y casi demostrado, los religiosos, los filósofos, los científicos, los
pensadores, los héroes, en fin, nadie ha encontrado aquella.
Con lo cual nos queda por examinar la tercera posibilidad de la finalidad de la
vida de la especie humana: que tenga un objetivo universal, para lograr algo que afecte
a todo el Cosmos. Esta posibilidad realmente no cabe ni plantearla (lo he hecho para
que no quede ningún cabo suelto) ya que el mismo planeta Tierra y, más aún, la especie
humana, es algo tan insignificante en el Cosmos que nada de lo que ocurra aquí tendrá
la más mínima trascendencia en este último.
Vistas las tres posibilidades de objetivo de la vida, y puesto que, al parecer, el
único objetivo real es individual y se concentra en alcanzar algo imposible, queda la
sospecha de que Albert Camus tuvo razón en sus juicios sobre el tema:

“No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio.
Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta
fundamental de la filosofía...
Suele suceder que los decorados se derrumben. Levantarse, coger el tranvía,
cuatro horas de oficina o de fábrica, la comida, el tranvía, cuatro horas de
trabajo, la cena, el sueño y lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado
con el mismo ritmo es una ruta que se sigue fácilmente durante la mayor
parte del tiempo. Pero un día surge el “por qué” y todo comienza con esa
lasitud teñida de asombro.
“Comienza”: esto es lo importante. La lasitud está al final de los actos de una
vida maquinal, pero inicia al mismo tiempo el movimiento de la conciencia.
La despierta y provoca la continuación. La continuación es la vuelta
inconsciente a la cadena o el despertar definitivo...” (Camus, 1985: 9 de 69).

El ser humano, como todo ser orgánico, tiene una determinación de
supervivencia, la cual es comer. En todos los modos de producción: la Comunidad
Primitiva, el Esclavismo, el Feudalismo y el Capitalismo, para comer ha tenido que
trabajar y, a excepción del primer Modo de Producción citado el trabajo es
proporcionado por un empleador y, como siempre ha habido más demanda que oferta
78

de trabajo, o sea más trabajadores que puestos de trabajo, este se ha constituido en el


bien más buscado. El desempleo se considera, y con razón, peor que la enfermedad. En
esas circunstancias permanentes, todos los trabajadores, desde los menos calificados
encargados de las tareas más rutinarias y elementales hasta los directores de empresa,
viven en el continuo pánico de perder su empleo. Y los desempleados pasan las penurias
más espantosas tratando de conseguir el alimento para ellos y para sus hijos. Por ello,
es ingenua y sangrientamente trágica aquella frase dicha por algún “inteligente”: “si
amas tu trabajo nunca más tendrás que trabajar”. La realidad es que el trabajo es como
una espada de Damocles, que ahora pende sobre el cuello de cada uno y el hilo que la
sostiene puede romperse ahora mismo o en cualquier momento. Con lo que se
demuestra que el objetivo real que debe cumplir el ser humano en su vida es trabajar
para comer y comer para sobrevivir. Siendo así, ¿vale la pena vivir?
Lo anterior es consagrado por la religión en dos pasajes, al menos:

“17. Y a Adán le dijo: Por cuanto has escuchado la voz de tu mujer, y comido
del árbol que te mandé no comieses, maldita sea la tierra por tu causa: con
grandes fatigas sacarás de ella el alimento en todo el curso de tu vida.
18. Espinas y abrojos te producirá, y comerás hierbas de la tierra.
19. Mediante el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la
tierra de que fuiste formado: puesto que polvo eres y a ser polvo tornarás.
23. Y lo echó el Señor Dios del paraíso de deleites para que trabajase la
tierra, de que fue formado.
24. Y desterrado el hombre, colocó Dios delante del paraíso de delicias un
querubín con espada de fuego fulgurante, para guardar el camino que
conducía al árbol de la vida.”47

¡Cuanta crueldad en un dios “bondadoso” y “amoroso”! ¡Que dios más
vengativo, cruel y furioso; no podía contener su ira, no tenía control sobre sí mismo! El
versículo 17 contiene tres condenas que han tenido gran trascendencia y provocado
enormes penurias a los seres humanos: el hombre no debe escuchar a la mujer, la tierra
queda maldita, y el trabajo será penoso, será una maldición.
Y, según el versículo 24, el mismo dios “todopoderoso” no está seguro de su
poder, porque pone guardia armada a la puerta del “jardín de los deleites”, para que si
el ser humano logra llegar al “deleite” sea fulminado al instante. ¡Cuanta bondad y
amor!
El segundo pasaje bíblico que asegura que las penurias humanas serán eternas
está registrado en el Nuevo Testamento: “María unge los pies de Jesús”: Juan 12, 4-8;
Mateo 26, 6-13; Marcos 14, 3-9:

“Por lo cual Judas Iscariote, uno de sus discípulos, aquel que le había de
entregar dijo: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos
denarios, para limosna de los pobres? Esto dijo, no porque él pasase algún
cuidado por los pobres, sino porque era ladrón y teniendo la bolsa, llevaba
o defraudaba el dinero que se echaba en ella. Pero Jesús respondió; Dejadla


47
Génesis, 3. 17-24.
79

que lo emplee para honrar de antemano el día de mi sepultura. Pues en


cuanto a los pobres, los tenéis siempre con vosotros...”

“A los pobres los tendréis siempre con vosotros”. O sea que las penurias
humanas serán eternas. Bueno, en mi criterio, es justo dudar un poco que Jesús haya
dicho eso, habida cuenta de que es evidente que la Iglesia Católica en distintas épocas
adulteró desvergonzadamente el Evangelio, introduciendo frases y hechos que es
razonablemente imposible que hayan sido dichas o efectuados por Jesús.
Hay una propuesta de propósito del universo y de la vida de cada persona en la
siguiente respuesta de Carl Sagan ante la afirmación de una persona de que “...no ve
demasiadas pruebas de que el universo astronómico tenga un propósito”:

“...diría que el propósito no se impone desde fuera, sino que se genera desde
dentro. Nosotros creamos nuestro propósito, y mostramos una especie de
abandono de nuestra obligación de humanos cuando decimos que el
propósito ha de venir impuesto desde fuera o contenido en un libro escrito
hace miles de años. Vivimos un mundo diferente al de hace miles de años.
Es evidente que tenemos la gran obligación de garantizar nuestros objetivos,
uno de los cuales es sobrevivir. Y eso tenemos que descubrirlo nosotros
mismos” (Sagan, 2007:243)

“Eso tenemos que descubrirlo nosotros mismos”, o sea que el propósito u
objetivo de la vida es un asunto personal, la respuesta es personal. Pero, qué lástima
que, al ser personal, la opción de cada uno, o de la mayoría de las personas, afecte a la
opción de los demás.
CONCLUSIÓN: La tercera pregunta era: ¿Para qué estamos aquí? ¿Cuál es el
objetivo de la vida? Estamos aquí como consecuencia de la evolución del universo desde
el Big Bang, somos producto de la evolución que empezó hace aproximadamente 13.700
millones de años y del azar; y sin ningún objetivo predeterminado. El objetivo de la vida
lo tiene que formular y decidir cada uno, y es su deber y responsabilidad propia,
independiente y libre, el cumplirlo o no.

“Pertenecemos a la biosfera de nuestro nacimiento. Aunque exaltada de
muchas maneras, la nuestra sigue siendo una especie animal de la fauna
global. Nuestra vida está limitada por las dos leyes de la biología: todas las
entidades y procesos de la vida obedecen a las leyes de la física y de la
química, y todas las entidades y procesos de la vida han surgido por
evolución mediante selección natural” (Wilson, Edward O.: 2015:333-334)

9.4. Cuarta Pregunta; ¿A dónde vamos? o, ¿Cuál es nuestro destino ulterior, en caso
de haber alguno, después de la muerte?

Me voy a permitir repetir una cita anterior:

“Esta es la felicidad: atenerse a lo razonable, y es una felicidad
autosuficiente, porque no depende de nada más que de uno mismo. No
depende ni de la vida, ni de la salud, ni de las posiciones, porque no son
80

verdaderos bienes. De la misma forma, no son verdaderos males ni la


muerte, ni la enfermedad, ni las afrentas, ni la pobreza, ni el dolor...”48

En los diálogos de Platón que relatan la vida de Sócrates (470-399 a.C) se lee lo
siguiente:

“Ha llegado el momento de marcharnos, yo a morir, vosotros a vivir. Nadie
sabe con claridad cuál de las dos cosas es mejor, excepto, quizá, el Dios”
“Puede que lo que acaba de sucederme sea un bien, y que no acertemos lo
más mínimo cuando creemos que la muerte es un mal”

Examinemos ahora, con la ayuda del mismo Sócrates49, las dos posibilidades que
pueden ocurrir después de la muerte: que no exista nada después o que exista un
paraíso. “Profundicemos un tanto la cuestión, para hacer ver que es una esperanza muy
profunda la de que la muerte es un bien.”
Primero, Sócrates examina si no hay nada después de la muerte:

“Es preciso de dos cosas una: o la muerte es un absoluto anonadamiento y


una privación de todo sentimiento, o, como se dice, es un tránsito del alma
de un lugar a otro. Si es la privación de todo sentimiento, una dormida
pacífica que no es turbada por ningún sueño, ¿qué mayor ventaja puede
presentar la muerte? Porque si alguno, después de haber pasado una noche
muy tranquila sin ninguna inquietud, sin ninguna turbación, sin el menor
sueño, la comparase con todos los demás días y con todas las demás noches
de su vida, y se le obligase a decir en conciencia cuántos días y noches había
pasado que fuesen más felices que aquella noche; estoy persuadido de que
no sólo un simple particular, si no el mismo gran rey, encontraría bien pocos,
y le sería muy fácil contarlos. Si la muerte es una cosa semejante, la llamo
con razón un bien; porque entonces el tiempo todo entero no es más que
una larga noche.”

Luego, Sócrates pasa a evaluar la situación en caso de que exista un paraíso


después de la muerte:

“Pero si la muerte es un tránsito de un lugar a otro, y si, según se dice, allá


abajo está el paradero de todos los que han vivido, ¿qué mayor bien se
puede imaginar, jueces míos? Porque si, al dejar los jueces prevaricadores
de este mundo, se encuentran en los infiernos los verdaderos jueces, que se
dice que hacen allí justicia, Mines, Radamanto, Eaco, Triptolemo y todos los
demás semidioses que han sido justos durante su vida, ¿no es este el cambio
más dichoso? ¿A qué precio no compraríais la felicidad de conversar con
Orfeo, Museo, Hesiodo y Homero? Para mí, si es esto verdad, moriría
gustoso mil veces. ¿Qué transporte de alegría no tendría yo cuando me
encontrase con Palamedes, con Afax, hijo de Telamon, y con todos los demás
héroes de la antigüedad, que han sido víctimas de la injusticia? ¡Qué placer

48
BARDERI, Montse. LOS ARCOS DEL AGUA. Ediciones B,S.A. Barcelona, 2013. Pág. 305.
49
Elogio de Sócrates. http://www.filosofia.org/cla/pla/azc01049.htm
81

el poder comparar mis aventuras con las suyas! Pero aún sería un placer
infinitamente más grande para mí pasar allí los días, interrogando y
examinando a todos estos personajes, para distinguir los que son
verdaderamente sabios de los que creen serlo y no lo son. ¿Hay alguno,
jueces míos, que no diese todo lo que tiene en el mundo por examinar al
que condujo un numeroso ejército contra Troya o Ulises o Sísifo y tantos
otros, hombres y mujeres, cuya conversación y examen serían una felicidad
inexplicable? Estos no harían morir a nadie por este examen, porque además
de que son más dichosos que nosotros en todas las cosas, gozan de la
inmortalidad, si hemos de creer lo que se dice.”

Analizando estos dos párrafos, parece evidente que la muerte, en cualquier caso,
es un bien, no un mal del que haya que preocuparse.
Y, en este punto se unen las respuestas a las dos preguntas: la felicidad y la
muerte:

”Considera que no es más feliz quien más tiene, ni quien más puede, ni quien
más vale, sino el que abre su vida a la libertad... la libertad para poder morir
en cualquier momento. La posibilidad de morir le ofrece al hombre una
salida frente a cualquier situación... Los estoicos no temían a la muerte,
nosotros sólo somos parte de un organismo compuesto. Este órgano
siempre es fugaz, cambiante e inestable. Salimos de este gran organismo y,
una vez que cumplimos nuestra misión50, volvemos a lo que éramos antes
de formarnos. Por mucho que algo se acabe, no hay diferencia entre el “ya
no ser” de la muerte y el “aún no ser” de antes de nacer...” (Barderi,
2013:303-304).

¿Cuál es la verdadera valentía?

“Pues, la valentía de morir. De hacerlo sin estrépito, llegado el momento,
como un encuentro ineludible, dejarse llevar por lo que marca en aquel
momento el destino. No es fácil morir con los ojos abiertos y el ánimo
dispuesto. ¿Cómo puedo aprender a hacerlo? No puedes. Se muere como se
vive, si está dentro de ti aparecerá en el momento adecuado, si es sólo un
conocimiento superpuesto, simplemente morirás asustado y en una huida
imposible... Vale más vivir poco y altamente, que largamente, en un largo
vivir que no sea otra cosa que un largo morir... Que la muerte te alcance
haciendo exactamente lo que quieres hacer y estando donde quieres estar”
(Barderi, 2013:325-326). Yo cambiaría la palabra “quieres” por “tienes”.

¿Existe la vida eterna? En coherencia con las respuestas a las preguntas
anteriores es obvio que no existe la vida eterna; una vez que los seres orgánicos mueren,
sus moléculas se desintegran, sus átomos vuelven a su singularidad y se inicia un nuevo
proceso orgánico. Es como dice Joan Manuel Serrat en la canción “Mediterráneo”:
“Mi cuerpo será camino


50
La cual misión quedó demostrado que no es ninguna.
82

le daré verde a los pinos


y amarillo a la genista51...”

Esta sería la respuesta científica, pero examinemos un poco la respuesta
ideológica. Recuerdo un chofer de taxi que, en el transcurso del viaje y en medio de la
conversación, se preguntaba y me preguntaba: “¿Será que existe un infierno? Yo creo
que no, que el infierno es esta misma vida”. Y, pensándolo con cuidado, yo estuve y
estoy de acuerdo con él. Luego de la barbaridad de la vida terrena, ya sería el colmo de
la crueldad que estuviésemos sometidos a otra, y ¡esta vez eterna! De manera que, en
el caso nada probable de que exista, espero que sea de elección voluntaria, en cuya
espantosa circunstancia, yo paso. Creo que, de existir Dios, debemos suponer que tiene
un mínimo de decencia, ya que si nos creó sin habernos consultado, a sabiendas de que
nos enviaba a vivir en una sociedad espantosa, al menos debe consultarnos si deseamos
y aceptamos la vida eterna.
Es totalmente comprensible, en cambio, que los faraones de la antigüedad, los
reyes y Papas del medioevo y los grandes magnates de la presente era hayan creído,
deseado y anhelado como lo más importante de sus vidas, la vida eterna; y hayan
ordenado la construcción de increíbles monumentos para su tránsito a esa supuesta
inmortalidad, aún a costa de decenas de miles de esclavos y trabajadores muertos;
pirámides impresionantes, castillos y palacios, mausoleos, edificios de altura de vértigo,
todo de gran lujo, etc. Es obvio que aquellos que disfrutaron y disfrutan de una vida de
ocio y holganza, que no tienen que preocuparse más que por el menú de su próxima
cena y la orquesta de su próximo baile (por no mencionar otros ocios indecentes
innombrables) quieran eternizar sus placeres. Pero es inconcebible que también lo
anhelen los que han sufrido innumerables y, también, innombrables, penurias.
Ahora bien, ¿existe el infierno? Isaac Asimov pensaba que ningún ser humano ha
sido tan malo y perverso como para merecer un castigo eterno, ni siquiera los más
grandes genocidas, como Mao, Stalin, Hitler, Leopoldo II de Bélgica, Franco, Pinochet,
etc., sino, tal vez, sí se lo merece el que se inventó que existe el infierno.
Existe la idea de que el castigo después de la muerte fue un invento necesario,
que “debe existir un Dios que dé castigo y recompensa porque, si no, la sociedad sería
más injusta y peligrosa, quizá incluso ingobernable”.

“Una formulación más cínica del historiador romano Polibio: “Como las
masas del pueblo son inconstantes, plagadas de deseos desenfrenados e
indiferentes a las consecuencias, se las debe llenar de terror para mantener
el orden. Los antiguos hicieron bien, por tanto, en inventar los dioses y la
creencia en el castigo después de la muerte””52

Creo que es necesario, dado el tono objetivo y, por lo tanto, triste, de los últimos
capítulos de este libro, matizar las afirmaciones científicas, lo cual qué mejor hacerlo
que recurriendo a la misma ciencia:


51
Arbusto de flores amarillas, que crece a orillas del mar Mediterráneo.
52
SAGAN, Carl, EL MUNDO Y SUS DEMONIOS, Editorial Planeta Colombia, Bogotá, agosto de 1998: Pág.
235 nota 2 de pie de página.

83

“Siempre hemos anhelado la desaparición del error humano, para llegar a


alcanzar la visión de Dios. Pero resulta que no hemos llegado a suprimir el
error en nuestras observaciones... Cuando un observador contempla una
estrella, sabe que existe una multitud de causas de error. Así, pues, realiza
varias lecturas, con la esperanza de que el mejor estimado de la posición de
una estrella sea el promedio: el centro de dispersión. Hasta ahora todo es
obvio. Pero Gauss fue más allá al preguntar qué es lo que nos indica la
dispersión del error. Inventó la curva Gaussiana, en la cual la dispersión se
resume por la desviación o la extensión de la curva. Y de esto surgiría una
teoría de grandes alcances: la dispersión marca un área de incertidumbre.
No estamos seguros de que la posición verdadera sea el centro. Todo lo que
podemos decir es que se halla en el área de incertidumbre, la cual se puede
calcular a partir de la dispersión detectada en las observaciones
individuales...
La historia está salpicada de ironías. La “bomba de relojería” que contenía la
curva de Gauss es que, posteriormente a su muerte, descubrimos que no
poseemos el punto de vista de Dios. Los errores están inextricablemente
ligados a la naturaleza del conocimiento humano. Y la ironía consiste en que
el descubrimiento se haya realizado en Gotinga... (donde a los estudiantes
les recibe esta leyenda):
“No están aquí para rendir culto al conocimiento, sino para ponerlo en tela
de juicio”

Y en Gotinga Max Born desarrolló su trabajo y concluyó en que:

“Estoy convencido de que la física teórica es realmente filosofía”. “Max Born
quería decir con ello que las nuevas ideas en física venían ser una visión
diferente de la realidad. El mundo no es un conjunto de objetos estable y
permanente y no puede desligarse completamente de nuestra percepción
de él. Cambia ante nuestros ojos, interactúa con nosotros, y el conocimiento
que proporciona debe ser interpretado por nosotros...”

En Gotinga también, Werner Heisenberg desarrolló una nueva teoría al dar un
nuevo enfoque al electrón.

“Heisenberg lo denominó Principio de Incertidumbre. En cierto sentido,
constituye un robusto principio cotidiano. Sabemos que no le podemos
pedir al mundo que sea exacto... Así, pues, el principio de Heisenberg
establece que ningún evento, ni siquiera los eventos atómicos, pueden ser
descritos con certeza, es decir: sin el menor margen de tolerancia o error...
La ciencia ha progresado paso a paso, la empresa más satisfactoria en el
ascenso del hombre, debido a que ha hecho comprender que el intercambio
de información entre el hombre y la naturaleza, y entre los propios
hombres, sólo puede efectuarse bajo una determinada tolerancia... Todo
conocimiento, toda información entre los seres humanos sólo podrá
intercambiarse en un marco de tolerancia. Y esto comprende el intercambio
ya sea en la ciencia, ya en literatura, en religión, o en política y hasta en
84

cualquier teoría que aspire al dogma... el conocimiento humano es personal


y responsable, una aventura interminable al filo de la incertidumbre... El
Principio de Incertidumbre o, como yo lo he denominado, el Principio de
Tolerancia, estableció de una vez por todas la convicción de que todo
conocimiento es limitado... el ascenso del hombre, como enemigo de la
creencia atávica de los déspotas de que poseen una certidumbre absoluta...”
(Bronowski, 1979: 358-368. Subrayados míos).

CONCLUSIÓN, respuesta a la Cuarta Pregunta:
Después de las conferencias Gifford que daba Carl Sagan se dedicaba un buen espacio
de tiempo a preguntas y respuestas. Con respecto a la cuarta pregunta desarrollada en
este texto, se formuló la siguiente pregunta y respuesta:
“Pregunta: Me gustaría preguntarle por qué cree que un ser omnipotente
podría tener interés en dejar pruebas de su existencia.
Respuesta: Creo que estoy totalmente de acuerdo con lo que dice. No hay
razón alguna por la que deba esperar que un ser omnipotente deje pruebas
de su existencia, sólo que las conferencias Gifford versan precisamente
sobre esta prueba. Y espero que quede claro que porque no encuentro
pruebas de la existencia de Dios crea que Dios no existe. Es una afirmación
muy diferente. La ausencia de prueba no es prueba de ausencia. Tampoco
es prueba de presencia. Y estamos en una situación en la que se necesita
tolerancia ante la ambigüedad...” (Sagan, 2007:253)

No existen pruebas de la existencia de Dios, por lo tanto, tampoco de la
existencia de otra vida después de la terrena, pero, “la ausencia de pruebas no es prueba
de ausencia... pero tampoco es prueba de presencia”.

* * * *

85

BIBLIOGRAFÍA
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Fb/sociedadefilosofíaplicada
(https://www.xatakaciencia.com/psicologia/lo-que-dice-la-ciencia-sobre-la-felicidad-
de-socrates)
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