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busquemos
una explicación.
Cada vez que algo marcha mal en nuestra vida, es lógico que
busquemos
una explicación. No buscar la causa de que nuestros planes no hayan
salido
bien o de que enfrentemos una resistencia súbita a nuestras ideas sería
perturbador para nosotros e intensificaría nuestra angustia. Pero al
tratar de
indagar una causa, la mente tiende a girar en torno al mismo género de
explicaciones: “Alguien o un grupo me saboteó, quizá por aversión;
grandes
fuerzas antagónicas, como el gobierno o las convenciones sociales, me
estorbaron; recibí un mal consejo, o no se me proporcionó cierta
información”. Al final, para peor, todo se redujo a mala suerte y
circunstancias desafortunadas.
Estas explicaciones enfatizan por lo general nuestra impotencia.
cólera, frustración, depresión—, en las que más tarde nos
sumergimos para terminar sintiéndonos mal.
Una ola de desenfrenado optimismo arrastró a un sinnúmero de
personas.
Luego llegaron el pánico y la crisis, y el choque ingrato con la
realidad.
Estimulan nuestras tendencias innatas a la codicia,
el dinero fácil y los resultados inmediatos.
Entiende: el primer paso para ser racional es comprender nuestra
irracionalidad fundamental. Dos factores deberían volver esto más
aceptable para nuestro ego: nadie está exento del irresistible efecto de
las
emociones sobre la mente, ni siquiera el más sabio entre nosotros, y
hasta
cierto punto la irracionalidad está en función de la estructura del
cerebro y
forma parte de nuestra naturaleza por el modo en que procesamos las
emociones. Ser irracionales está casi más allá de nuestro control
la reptiliana, que controla todas las respuestas
automáticas que regulan el cuerpo; ésta es la parte instintiva. Encima
de ella
está el antiguo cerebro mamífero o límbico, que gobierna los
sentimientos y
las emociones. Y sobre éste evolucionó el neocórtex, la parte que
controla
la cognición y, en el caso de los seres humanos, el lenguaje
Pero muchas veces lo hacemos mal. Nos metemos en la cabeza
interpretaciones simples que nos convienen, o nos quedamos atónitos.
No
sabemos por qué estamos deprimidos
Primero,
tenemos que estar al tanto de lo que llamaremos la irracionalidad de
grado
inferior. Esta modalidad está en función de los continuos estados de
ánimo
y sentimientos que experimentamos en la vida por debajo del nivel de
la
conciencia. Cuando planeamos o tomamos decisiones, no reparamos
en que
esos estados de ánimo y sentimientos distorsionan el proceso mental.