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Unidad 5: La Vida Económica.

La economia

La Iglesia insiste sobre el hecho de que el fin de la economía es la satisfacción de las


necesidades de bienes y servicios materiales. Por ende, la vida economica esta ante todo
ordenada al servicio de las personas, del hombre entero y de toda la comunidad humana.

Se entiedne por “economia” a una ciencia social, se ocupa de la asignacion mas conveniente
de los recursos de una sciedad. Los recursos son aquellos limitados y las necesidades son
ilimitadas, por ende, el hombre se plantea “la eleccion”, es decir, la posibilidad de elegir entre
diferentes alternativas. Los recursos son cuantitativamente escasos en la naturaleza, lo que
implica que el sujeto, así como la sociedad, tengan que inventar alguna estrategia para
emplearlos del modo más racional posible, siguiendo una lógica dictada por el principio de
economicidad.

La economia se ocupara de la produccion, distribuccion y consumo de aquellos bienes que son


necesarios para una sociedad. La iglesia va a verse involucrada cuando las actividades
economicas afecten al desarrollo humano, la iglesia va a pronunciarse en esas cuestiones.

A la economía, tanto en el ámbito científico como en el nivel práctico, no se le confía el fin de


la realización del hombre y de la buena convivencia humana, sino una tarea parcial: la
producción, la distribución y el consumo de los bienes de materiales y de consumo.

En el Antiguo Testamento se encuentra una doble actitud respecto de los bienes económicos y
de la riqueza:

 por un lado de aprecio a la disponibilidad de los bienes materiales considerados


necesarios para la vida
 por otro lado, los bienes económicos y la riqueza no son condenados por sí mismos,
sino por su mal uso

El que reconoce su propia pobreza ante Dios, en cualquier situación en que viva, es objeto de
particular atención por parte de Dios: cuando el pobre busca a Dios, el Señor responde; La
intervención salvífica de Dios se llevará a cabo a través de un nuevo David, el cual será
defensor de los pobres y promotor de la justicia; él establecerá una nueva alianza y escribirá
una nueva ley en el corazón de los creyentes

A la luz de la Revelación, la actividad económica debe ser considerada y desarrollada como


respuesta que reconoce la vocación que Dios reserva a cada hombre. Ademas, una buena
administración de los dones recibidos, también de los dones materiales, es una obra de justicia
hacia sí mismos y hacia los demás hombres: lo que se recibe debe ser usado bien, conservado,
multiplicado, como enseña la parábola de los talentos

Por ultimo, la actividad económica y el progreso material deben ser puestos al servicio del
hombre y de las sociedades.
Moral y economia

La doctrina social de la Iglesia insiste en la connotación moral de la economía. Es cierto que la


economía y la moral, cada cual en su ámbito, tienen principios propios, pero es un error
afirmar que el orden económico y el orden moral están tan separados, ya que las leyes
“económicas” (fundadas en la naturaleza misma de las cosas y en las aptitudes del cuerpo
humano y del alma) establecen con toda certeza qué fines no y cuáles sí , y con qué medios,
puede alcanzar la actividad humana dentro del orden económico; y la misma razón natural
deduce manifiestamente de la naturaleza individual y social del hombre y de las cosas, cuál es
el fin impuesto por Dios al mundo económico.

Desarrollo y subdesarrollo

En la vida económico-social deben respetarse y promoverse la dignidad de la persona humana,


su entera vocación y el bien de toda la sociedad. Porque el hombre es el autor, el centro y el
fin de toda la vida económico- social».

La actividad económica debe tener como sujetos a todos los hombres y a todos los pueblos, ya
que todos tienen el derecho de participar en la vida económica y el deber de contribuir, según
sus propias capacidades, en el progreso del propio País, y de la entera familia humana.Si, en
alguna medida, todos son responsables de todos, cada uno tiene el deber de comprometerse
en el desarrollo económico de todos: es un deber de solidaridad y de justicia, pero es también
es el mejor camino para hacer progresar a toda la humanidad.

Cuando se vive con sentido moral, la economía se realiza como prestación de un servicio
recíproco, mediante la producción de bienes y servicios útiles para el crecimiento de cada uno,
y se convierte para cada hombre en una oportunidad de vivir la solidaridad y la vocación a la
«comunión con los demás hombres para lo que Dios lo ha creado».

El esfuerzo por concebir y realizar proyectos económicos – sociales capaces de favorecer una
sociedad más equitativa y un mundo más humano representa un desafío difícil, pero también
un deber estimulante, para todos los operadores económicos y para quienes se dedican a las
ciencias económicas

El comercio representa un componente fundamental de las relaciones económicas


internacionales, contribuyendo de manera determinante a la especialización productiva y al
incremento económico de los distintos Países. Hoy más que nunca el comercio internacional, si
es oportunamente orientado, promueve el desarrollo y es capaz de crear nueva ocupación y de
proporcionar útiles recursos

Objeto de la economía es la formación de la riqueza y su incremento progresivo, en términos


no sólo de cantidad, sino de calidad: todo esto es moralmente correcto siempre que esté
orientado al desarrollo global y solidario del hombre y de la sociedad en que vive y trabaja.

En la perspectiva del desarrollo integral y solidario, se puede dar un justo aprecio a la


valoración moral que la doctrina social ofrece sobre la economía de mercado o, simplemente,
economía libre: «Si por «capitalismo» se entiende un sistema económico que reconoce el
papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la
consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad
humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería
más apropiado hablar de «economía de empresa», «economía de mercado», o simplemente
de «economía libre».

Pero si por «capitalismo» se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito


económico, no está encuadrada en un contexto jurídico solido que la ponga al servicio de la
libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo
centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa». En tal modo, es
definida la perspectiva cristiana acerca de las condiciones sociales y políticas de la actividad
económica: no sólo sus reglas, sino también su calidad moral y su significado.

La doctrina social de la Iglesia considera la libertad de la persona en el campo económico un


valor fundamental y un derecho inalienable que hay que proteger y tutelar: Cada uno tiene el
derecho de iniciativa económica, y podrá usar legítimamente de sus talentos para contribuir a
una abundancia provechosa para todos y para recoger los justos frutos de sus esfuerzos»

Consumismo

El fenómeno del consumismo produce una orientación hacia el «tener» más que sobre «el
ser». Esto impide «distinguir correctamente las nuevas y más elevadas formas de satisfacción
de las nuevas necesidades humanas, que son un obstáculo para la formación de una
personalidad madura».

Para contrastar este fenómeno es necesario «esforzarse por implantar estilos de vida, a tenor
de los cuales la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los
demás hombres para un crecimiento común sean los elementos que determinen las opciones
del consumo, de los ahorros y de las inversiones».

Es innegable que la influencia del contenido social sobre los estilos de vida es muy notable: por
esto el desafío cultural, que nos presenta hoy el consumismo, debe ser enfrentado con mayor
incidencia, sobre todo si se consideran las generaciones futuras, las cuales corren el riesgo de
vivir en un ambiente natural saqueado a causa de un consumo excesivo y desordenado.

Globalizacion

Uno de los estímulos más significativos para el actual cambio de la organización del trabajo
procede del el fenómeno de la globalización, que permite experimentar nuevas formas de
producción, trasladando las plantas de producción en áreas diferentes a aquellas en las que se
toman las decisiones estratégicas y apartadas de los mercados de consumo. Dos son los
factores que dan impulso a este fenómeno: la extraordinaria velocidad de comunicación sin
límites de espacio y de tiempo y la relativa facilidad de transportar mercancías y personas de
una parte a otra del globo.

La globalización de la economía, con la liberación de los mercados, la acentuación de la


competencia, el crecimiento de empresas especializadas en el abastecimiento de productos y
servicios, requiere una mayor flexibilidad en el mercado del trabajo y en la organización y
gestión de procesos productivos
La globalización alimenta nuevas esperanzas, pero origina también muchos interrogantes
inquietantes: puede producir efectos potencialmente benéficos para toda la humanidad:
entrelazándose con el desarrollo de las telecomunicaciones, el recorrido de crecimiento del
sistema de relaciones, económicas y financieras ha permitido simultáneamente una notable
reducción en los costos de las comunicaciones y de las nuevas tecnologías, así como una
aceleración del proceso de extensión a escala planetaria de los intercambios comerciales y de
las transacciones financieras. En otras palabras, ha sucedido que los dos fenómenos,
globalización económico–financiera y progreso tecnológico, se han reforzado mutuamente,
haciendo extremadamente rápida la dinámica compleja de la actual fase económica.

El desafío consiste en asegurar una globalización en la solidaridad, una globalización sin dejar a
nadie al margen y una solidaridad adecuada requiere la defensa de los derechos humanos.

Asimismo, la extensión de la globalización debe estar acompañada de una toma de conciencia


cada vez más madura, por parte de las organizaciones de la sociedad civil, de las nuevas tareas
a las que están llamadas a nivel mundial.

Por ultimo, en la época de la globalización debe ser subrayada con fuerza la solidaridad entre
las generaciones. La solidaridad entre las generaciones requiere que en la planificación global
se actúe según el principio del destino universal de los bienes

Participacion en la empresa

La empresa debe caracterizarse por su capacidad de servir al bien común de la sociedad


mediante la producción de bienes y servicios útiles. la empresa crea riqueza para toda la
sociedad: no sólo para los propietarios, sino también para los otros sujetos interesados en su
actividad. Además de tal función típicamente económica, la empresa desempeña también una
función social, creando oportunidades de encuentro, de colaboración, de valoración de las
capacidades de las personas implicadas. Por tanto, en la empresa la dimensión económica es
una condición para el logro de los objetivos no sólo económicos, sino también sociales y
morales, que deben perseguirse conjuntamente.

El objetivo de la empresa debe ser realizado en términos y con criterios económicos, pero no
deben descuidarse los auténticos valores que permiten el desarrollo concreto de la persona y
de la sociedad. En esta visión personalista y comunitaria: «la empresa no puede considerarse
únicamente como una «sociedad de capitales»; es, al mismo tiempo, una «sociedad de
personas», en la que entran a formar parte de manera diversa y con responsabilidades
específicas los que aportan el capital necesario para su actividad y los que colaboran con su
trabajo

La doctrina social insiste en la necesidad de que el empresario y el dirigente se comprometan a


estructurar la actividad laboral en sus empresas de modo que favorezcan la familia,
especialmente a las madres de familia en el ejercicio de sus tareas; que secunden. a la luz de
una visión integral del hombre y del desarrollo, la demanda de calidad «de la mercancía que se
produce y se consume; calidad de los servicios que se disfrutan; calidad del ambiente y de la
vida en general»; que inviertan, cuando se den las condiciones económicas y de estabilidad
política para ello, en aquellos lugares y sectores productivos que ofrecen a los individuos y a
los pueblos «la oportunidad de dar valor al propio trabajo»
EL TRABAJO HUMANO

El Antiguo Testamento presenta a Dios como Creador todopoderoso, quien modela al hombre
a su imagen, lo invita a trabajar la tierra y a cuidar el jardín del Edén en el que lo ha puesto. A
la primera pareja human Dios les confía la tarea de trabajar la tierra y dominarla.

Este dominio debe significar el «cultivo y cuidado» de los bienes creados por Dios: bienes que
el hombre ha recibido como un don precioso otorgado por el Creador bajo su responsabilidad.
Cultivar la tierra significa no abandonarla a sí misma: ejercer el dominio sobre ella y tener
cuidado, así como un rey sabio toma cuidado de su pueblo y un pastor de su rebaño.

Durante su ministerio, Jesús trabaja incansablemente, realizando obras poderosas para liberar
al hombre de la enfermedad, del sufrimiento y de la muerte

El trabajo humano tiene una doble dimensión: objetiva y subjetiva:

 En sentido objetivo: es el conjunto de actividades, recursos, instrumentos y técnicas de


las que el hombre se sirve para producir, para dominar la tierra, según las palabras del
Libro del Génesis.
 En sentido subjetivo es el obrar del hombre en cuanto ser dinámico, capaz de realizar
distintas acciones que pertenecen al proceso del trabajo y que corresponden a su
vocación personal: «El hombre debe someter la tierra, debe dominarla, porque como
«imagen de Dios» es una persona, es decir, un ser subjetivo capaz de obrar de manera
programada y racional, capaz de decidir acerca de sí y que tiende a realizarse a sí
mismo. Como persona, el hombre es pues sujeto del trabajo».

El trabajo en sentido objetivo constituye el aspecto contingente de la actividad del hombre,


que varía en sus modalidades con el cambio de las condiciones técnicas, culturales, sociales y
políticas. En cambio, en sentido subjetivo se configura como su dimensión estable, porque no
depende de lo que el hombre realiza concretamente ni del género de la actividad que ejerce,
sino sólo y exclusivamente de su dignidad de ser personal.

El trabajo humano no sólo procede de la persona, sino que está esencialmente ordenado y
finalizado a ella. Independientemente de su contenido objetivo, el trabajo debe ser orientado
hacia el sujeto que lo realiza, porque el fin del trabajo, de cualquier trabajo, es siempre el
hombre

El trabajo es también «una obligación, es decir, un deber del hombre». 591 El hombre debe
trabajar tanto porque el Creador se lo ha mandado, como para responder a las exigencias de
su mantenimiento y desarrollo de su misma humanidad. El trabajo se ve como obligación
moral con relación al prójimo, que es en primer lugar su propia familia, pero también la
sociedad, a la que pertenece, la Nación de la que se es hijos o hijas, la entera familia humana,
de la que se es miembro: somos herederos del trabajo de generaciones y juntos artífices del
futuro de todos los hombres que vivirán después de nosotros.

El trabajo confirma la profunda identidad del hombre creado a imagen y semejanza de Dios: «
Haciéndose —mediante su trabajo— cada vez más dueño de la tierra y confirmando todavía —
mediante el trabajo— su dominio sobre el mundo visible, el hombre en cada caso y en cada
fase de este proceso se coloca en la línea del plan original del Creador; lo cual está necesaria e
indisolublemente unido al hecho de que el hombre ha sido creado, varón y hembra, «a imagen
de Dios». Esto califica la actividad del hombre en el universo: él no es su dueño, sino su
administrador, llamado a reflejar en su obrar la huella de Aquél del que es imagen.

El trabajo es un derecho fundamental y es un bien para el hombre: un bien útil, digno de él


porque es apto para expresar y acrecentar la dignidad humana. La Iglesia enseña el valor del
trabajo no sólo porque es siempre personal, sino también por su carácter de necesidad. El
trabajo es necesario para formar y mantener una familia, para tener derecho a la propiedad,
para contribuir al bien común de la familia humana.La consideración de las implicaciones
morales que la cuestión del trabajo comporta en la vida social lleva a la Iglesia a calificar la
«desocupación» como una «verdadera calamidad social»,sobretodo en referencia a las jóvenes
generaciones.

Los derechos de los trabajadores, como todos los demás derechos, se basan en la naturaleza
de la persona humana y en su trascendente dignidad. El Magisterio social de la Iglesia ha
considerado correcto enunciar una lista de algunos derechos: indicando la conveniencia de su
reconocimiento en los ordenamientos jurídicos:

 el derecho a una justa remuneración,


 el derecho al descanso,
 el derecho a ambientes de trabajo,
 el derecho a subsidios adecuados e indispensables para la subsistencia de los
trabajadores desocupados y de sus familias;
 el derecho a la pensión así como al seguro de vejez, de enfermedad y en caso de
accidentes relacionados con la prestación laboral;
 el derecho a previsiones sociales relacionadas con la maternidad; y
 el derecho a reunirse y a asociarse.

La remuneración es el instrumento más importante para practicar la justicia en las relaciones


laborales. El « salario justo es el fruto legítimo del trabajo», comete injusticia quien lo niega o
no lo da a su debido tiempo y en justa proporción al trabajo desempeñado.

El salario es el instrumento que permite al trabajar acceder a los bienes de la tierra: « la


remuneración del trabajo debe ser tal que permita al hombre y a su familia una vida digna en
el plano material, social, cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la
productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y el bien común».

Ideologia

La DSI no es ideologia ni tampoco adhiere a una ideologia determinada. La ideologia es una


forma de ver el mundo, pensado, previa y sistematicamente a traves de la realidad social, es
decir, las ideologias plantean un modo de responder a una realidad.

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