>> NOTA
¿Qué hacemos con las
cenizas de nuestros
familiares fallecidos?
E
l 2 de noviembre la Iglesia nos invita a
tener especialmente presente en nuestra
oración a todos los ieles difuntos. En ese
día celebramos con conianza aquello que
expresamos en el Credo, que creemos en
la vida eterna y en la resurrección de los muertos. Al
hacer presente a los difuntos es bueno reflexionar
sobre el modo en que, desde la fe católica, vivimos
el momento del fallecimiento de nuestros seres
queridos y las decisiones que debemos tomar en
esas instancias.
Estamos ante un cambio en las costumbres
de sepultar a nuestros familiares. Hasta
hace unos años el modo habitual era la
“inhumación” (del latín humus: tierra;
signiica “enterrar”), es decir, llevar los
restos mortales a un cementerio para ser
enterrados bajo tierra o depositados en
nichos, mausoleos, criptas u otro tipo de
sepulturas. En el presente, una opción
cada vez más común es la “cremación”,
es decir, quemar los restos mortales hasta
convertirlos en cenizas.
La costumbre de inhumar fue la forma que
adoptaron los cristianos para el enterramiento
de los difuntos bautizados, ya que era la misma
manera utilizada por los judíos, imitaba el rito
fúnebre aplicado al mismo Jesús y, por otra parte,
diferenciaba a los cristianos de las costumbres de
los paganos. Tanto el velatorio como la inhumación
expresan un respeto especial por el cuerpo del
hombre y la mujer, signo de la creación de Dios y
llamado a resucitar.
Los cristianos, en el pasado, no aprobaban
la cremación ya que la identiicaban con ritos
paganos y con otras creencias extrañas sobre el
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cuerpo y la vida más allá de la muerte. También la
Iglesia, años atrás, condenaba la cremación porque
muchas personas pedían ser cremadas para señalar
su indiferencia religiosa, o como un modo de negar
algún aspecto de la fe católica, por ejemplo, la
resurrección.
Como en general se opta por la cremación por
otros motivos y no por creencias contrarias a la fe,
se enseña en el Catecismo: “La Iglesia permite
la incineración si esta no maniiesta un poner en
duda la fe en la resurrección de los cuerpos” (CEC
2301). Por eso los creyentes pueden elegir la
cremación, ya que nuestra fe sostiene que el
poder de Dios puede retornar a la vida esas
cenizas en el día del juicio inal.
Elegir la cremación no signiica
perder de vista la fe al momento de
celebrar las exequias y de disponer un
lugar de descanso para las cenizas de
los fallecidos. Es bueno formar nuestra
conciencia reconociendo que los restos
cremados de un cuerpo deben ser
tratados con el mismo respeto dado a los
restos corporales de un cuerpo humano.
Esto incluye el uso de un recipiente digno
para contener las cenizas, la manera en que
son llevadas, el cuidado y la atención para
colocarlas y transportarlas de manera apropiada, y
la disposición inal.
Los obispos del Uruguay publicaron una
Nota Pastoral sobre este tema donde enseñan
que la dispersión de las cenizas no tiene ningún
sentido cristiano, por eso no es parte de nuestra
fe diseminar las cenizas en el mar, en un río o en
un terreno cualquiera. Muchas personas al recibir la
urna con las cenizas no logran llegar a una decisión
con respecto al lugar deinitivo donde disponerlas, ofrecer un lugar digno para depositar las cenizas de
y por este motivo muchas veces permanecen en las los difuntos de los miembros de la comunidad y sus
casas de los familiares. Esto tampoco es cristiano. familiares, los “cinerarios”. Este es otro lugar santo,
La Iglesia recomienda un destino digno para las que muchas veces puede quedar más accesible a
cenizas que sea estable, evitando por todos los nuestras posibilidades para acercarnos a celebrar la
medios la movilidad de la urna, y procurando su Eucaristía y orar por nuestros familiares.
descanso en un lugar deinitivo. Por este motivo no El cinerario tiene por inalidad solucionar el
es aconsejable que se lleve nuevamente problema de la disposición inal de las
la urna a la Iglesia, por ejemplo, ES ACORDE A LA cenizas de los ieles difuntos en un lugar
para conmemorar el aniversario del apropiado y decoroso, en tierra bendita.
fallecimiento.1 FE QUE NUESTROS Cambian las costumbres, pero
Es acorde a la fe que nuestros seres SERES QUERIDOS nuestra fe en la resurrección de los
queridos descansen en un terreno santo.
DESCANSEN EN UN muertos y en el descanso de nuestros
Así se denominaban antiguamente los seres queridos es la misma que la Iglesia
cementerios, «camposanto», indicando TERRENO SANTO. profesó desde la muerte y la resurrección
así que se trataba de un terreno de Jesús. Por eso es necesario buscar el
bendecido y destinado al descanso de quienes se modo adecuado de celebrar la partida de nuestros
durmieron en el Señor. seres queridos y decidir, de acuerdo a nuestra fe,
¿Dónde encontramos hoy un terreno santo dar un digno reposo en un lugar santo a sus restos
donde dejar establemente las cenizas? En los mortales, como nos enseña este himno cristiano:
cementerios, que son lugares santos aunque se
“Señor, da el descanso merecido
encuentran bajo administración civil por parte
a tus siervos dormidos en la muerte;
de los municipios o sean un emprendimiento
si el ser hijos de Dios fue don vivido,
privado como los cementerios-parque. En estos
sea luz que ilumine eternamente. Amén”.
establecimientos existen espacios para el depósito
de cenizas.
P. Juan Bautista Duhau, MPD
Actualmente en muchas parroquias, de acuerdo
Sacerdote nazareno
con la tradición cristiana sobre el cuidado y la
veneración del cuerpo de los ieles, se atiende a las
necesidades que plantea la vida urbana moderna al

Una sabia enseñanza Pero Antonio, a menudo, rogaba a los obispos

San Antonio Abad (251 a 356 d.C) fue un monje
cristiano fundador del movimiento de monjes, es
decir, iniciador de las fundaciones carismáticas
en la Iglesia. En este pasaje de su vida vemos
cómo condena las costumbres funerarias
egipcias y enseña a los cristianos a diferenciarse
del modo en que la cultura de su tiempo trataba
los restos de los familiares fallecidos: “Aunque
los hermanos le forzaban a quedarse con ellos
para acabar allí su vida, él no accedió por
muchos motivos que dio a entender callando
y, sobre todo, por este motivo: los egipcios
quieren rendir honores fúnebres y envolver en
telas de lino los cuerpos de los hombres que
mueren llenos de celo y, sobre todo, de los
santos mártires. No los entregan a la tierra, sino
que los colocan en los lechos y los tienen en las
casas, creyendo que así honran a los difuntos.
que reprendieran al pueblo. Intentaba disuadir a
los ieles y reprendía a las mujeres, diciendo que
esto no era legítimo ni piadoso. ‘Todavía hoy se
conservan los sepulcros de los patriarcas y de
los profetas, y el cuerpo del Señor fue colocado
en un sepulcro (cf. Jn 19, 41) y, una gran piedra
fue puesta sobre él (cf. Mt 27, 60; Mc 15, 46)
hasta que al tercer día resucitó’. Con estas
palabras demostraba que transgreden la ley
aquellos que, tras la muerte, no entierran los
cuerpos de los difuntos, aunque sean santos.
Pues ¿qué existe más grande y más santo que
el cuerpo del Señor? Muchos, tras escucharlo,
enterraban a sus muertos desde ese momento
bajo tierra, y daban gracias al Señor por haber
recibido una sabia enseñanza”.
Fuente: Atanasio de Alejandría, Vida de Antonio, Madrid,
Ciudad Nueva,1995, pp. 123-124.

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1- Conferencia Episcopal Uruguaya, Nota Pastoral sobre la inhumación e incineración de los cadáveres, 2014.